Violencia económica: cuando el dinero se usa como un arma de control machista

 

Por: Sara Montero

Según la última macroencuesta, el 11,5% de mujeres ha sufrido violencia económica en algún momento de su vida. El control de gastos, disponer de las tarjetas de ella o el impago de las pensiones tras un divorcio son algunas de sus manifestaciones.


«¿Qué pasa, eres rica o no tienes ya suficiente ropa?». Macarena ganaba más dinero que su marido, pero no podía disponer de él. A veces, comprarse un vestido nuevo podía suponerle una discusión y tampoco podía permitirse caprichos a pesar de que ella hiciese la compra para la familia. El control del dinero era parte de la violencia que sufría, que era también física y psicológica. Cuando se separó, el chantaje continuó. Al día siguiente de que le denunciara, él sacó de la cuenta común todos los ahorros. Le costó ponerle nombre a esa coacción, pero hoy ella sabe que sufría (también) violencia económica, gracias al trabajo de recuperación y empoderamiento en Fundación Ana Bella. Según la Macroencuesta sobre violencia contra la mujer 2019, el 11,5% de mujeres de más de 16 años la ha sufrido en algún momento de su vida.

Si extrapolásemos los datos al conjunto de España, 2.350.684 mujeres habrían experimentado este mecanismo de control alguna vez. Según la encuesta, la situación más frecuente es que la pareja haya impedido a la entrevistada «tomar decisiones relacionadas con la economía familiar y/o realizar las compras de forma independiente» (el 7,8% de las mujeres que han tenido pareja). Un 6,5% ha visto cómo él se ha negado a darle dinero para los gastos de la casa, mientras a un 5% de mujeres preguntadas no les han dejado trabajar fuera del hogar. Otro 4,8% ha visto cómo la pareja ha usado «el dinero o tarjeta de crédito de la mujer o ha pedido préstamos a su nombre sin su consentimiento».

«Es un tipo de violencia que suele ir combinada con la violencia física, la psicológica o la emocional. El objetivo es tener controlada a la pareja, utilizar el dinero como un arma de control», explica Manuela Torres Calzada, vicepresidenta de la Asociación de Mujeres Juristas Themis. La experta incide en el sufrimiento que provoca en las víctimas, que desarrollan un sentimiento de «dependencia» hacia su agresor.

Inmaculada Domínguez, investigadora de la Universidad de Extremadura y miembro del Instituto Polibienestar, está analizando la cuestión en el proyecto Ecovio, en el que participan instituciones de Italia y España (Universidad de València) y que ha sido financiado con 400.000 euros por la Comisión Europea. Se han llevado a cabo entrevistas personales para conocer las historias de vida de 20 mujeres que han sufrido violencia económica. Tanto las Asociaciones Clara Vive como la Asociación de Mujeres Separadas y Divorciadas Carmen García Castellón han colaborado estrechamente en las mismas.

En su investigación, ha identificado tres manifestaciones claras de la violencia económica. La primera, el «control» de las cuentas, limitando el uso del dinero por parte de las mujeres. La segunda, la «explotación» económica, que supone que ella lleva un sueldo a casa pero no dispone de él, mientras su pareja decide en qué se lo gasta. El tercer escalón es el «sabotaje» laboral, que frena a las mujeres para que puedan generar sus propios recursos, según describe la experta.

Una violencia que se extiende hasta la expareja

El estudio de Domínguez aporta una línea de investigación novedosa. Están analizando los casos de mujeres que no habían sufrido violencia en pareja, pero que, al divorciarse, su relación se convierte en un infierno. «Hay mujeres que aseguran que una vez se separaron fue cuando empezó el abuso económico«, explica.

En el caso de la violencia económica, no se trata de exparejas que no puedan pagar una pensión por su situación económica, sino que aun teniendo capacidad, prefieren mantener a su exesposa en tensión. A veces, esta violencia se manifiesta en gestos sutiles que no llegan a judicializarse. «Si tienen que pagarle el día 1, esperan hasta el 10 para que ella esté pendiente y les llame», ejemplifica la investigadora extremeña.

Por ello, estas expertas advierten de que la violencia económica se extiende incluso cuando la relación sentimental con el maltratador se ha acabado, especialmente, cuando hay hijos en común. Si la violencia física termina con el abandono de la víctima del domicilio, la económica se prolonga a través del pago de pensiones alimentarias, de la hipoteca o de los gastos de los niños. «Las exparejas no pasan la pensión o dilatan los procesos judiciales. A veces incluso interponen múltiples procesos para intentar arruinar a la víctima. Le dicen: Voy a contratar a los mejores abogados y te voy a hundir«, relata la experta de Themis.

En el caso de Macarena, la primera agresión se produjo la noche antes de la boda y los episodios se prolongaron más de dos décadas. Ni siquiera en su trabajo se sentía segura: «Algunas veces me obligaba a cerrar la tienda en pleno horario», recuerda sobre las llamadas que le hacía él solicitando su presencia en casa. Finalmente, se quedó sin empleo y pocos meses después le denunció, después de que uno de sus hijos se metiera en medio de una discusión para protegerla: «Ya no pude aguantar más. No tuve más opción». Ahí empezó otro calvario: ese mismo día, él sacó todos sus ahorros de la cuenta común, un dinero que aún hoy no ha recuperado.

Ellas a veces se encuentran sin trabajo o con un sueldo precario y con hijos a su cargo. Por ello, Domínguez apunta que la vivienda es una preocupación recurrente entre las mujeres a las que ella ha entrevistado durante su investigación. A veces, incluso se convierte en un mecanismo de chantaje: «Si tienen hijos, ella se queda en la casa familiar, pero la hipoteca hay que pagarla a medias. A veces ellos no pagan o hacen el ingreso tarde», explica sobre los mecanismos de las exparejas para quebrar la seguridad de estas mujeres. Por eso, ahora su grupo de estudio elabora una propuesta para que las autoridades diseñen mecanismos que impidan que una separación empobrezca a esa mujer que se atreve a dar el paso. Su inspiración son las herramientas habilitadas en caso de desahucio.

Una traducción tenue en la legislación

La violencia económica está reconocida en el Pacto de Estado contra las violencias machistas aprobado en el Congreso de los Diputados en 2017, así como por el Instituto Europeo de Igualdad de Género (EIGE), o en el Convenio de Estambul firmado por España. Sin embargo, las expertas coinciden en que aún no se ha afianzado en la legislación.

El impago de pensiones, cuando se ha fijado judicialmente, es la manifestación más clara de violencia económica que aparece en el Código Penal. Concretamente, en el artículo 227, que sentencia que quien deje de pagar durante dos o cuatro meses consecutivos «cualquier tipo de prestación económica en favor de su cónyuge o sus hijos» será castigado con la pena de prisión de tres meses a un año o multa de seis a 24 meses.

Sin embargo, durante su investigación, Domínguez se ha encontrado con todo tipo de estrategias de los hombres para someter a sus exparejas a su control: casos en los que tardan días en pagar para mantener la tensión, que fraccionan la cantidad o que saldan la deuda justo antes de que se celebre el juicio. «Si tienes una pensión asignada de 200 euros, prefieres no denunciarle cuando no te la paga. Le llamas, discutes y cuando quieres interponer la denuncia, ya han pasado tres meses», explica la investigadora. Por eso, aconseja a las víctimas denunciar desde el primer impago y no esperar: «Quizá no sean cantidades muy altas inicialmente, pero son lo suficiente para machacarlas».

Más allá de las pensiones, la portavoz de Themis asegura que se entiende como una parte de la violencia más genérica también en las sentencias. Al final, el resultado es que «muchas mujeres acaban apañándose» por su cuenta cuando ellos dejan de pagar.

Sí hay salida

Pero los maltratadores las mienten: sí hay salida. Los recursos habitacionales, la reinserción laboral de las víctimas y el acceso a más recursos económicos son clave para que ellas puedan romper la cadena de violencia. Macarena encontró la puerta violeta. Tras ella estaba la Fundación Ana Bella, donde inició su proceso de recuperación y pudo acceder de nuevo al mercado laboral.

«No puedes entrar en un proceso de trabajo si tu autoestima no está elevada. Primero intentan empoderarte para que veas que eres capaz de salir de todo eso y sacar adelante a tus hijos. Te dan talleres de búsqueda de empleo o te preparan para encarar una entrevista de trabajo», resume.

Primero comenzó con «trabajos trampolín» algún fin de semana, con un sueldo pequeño, pero suficiente para volver a sentirse capaz. Hoy es una mujer libre que ayuda a otras mujeres a salir de la violencia.

Fuente: https://www.publico.es/sociedad/violencia-economica-dinero-arma-control-machista.html

 

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Cuatro formas de segregar a los alumnos en las escuelas y parar el ascensor social

Por: Sara Montero.

  • «En España el alumnado resiliente es bajo, es decir, son pocos los niños que sacan mejores notas teniendo una situación socioeconómica baja».
  • Segregar por sexos, el gran peso de la concertada o el sistema bilingüe en Madrid son instrumentos que dejan fuera al alumnado con más necesidades.

La Educación es una de las vías de integración más importante de un país y tiene capacidad transformadora. Por eso, siempre es una batalla entre gobiernos de distinto signo de un mismo país y, como prueba, las sucesivas leyes educativas que no han logrado darle un marco estable en España. Aunque la Constitución consagra que “todos tienen el derecho a la educación” y a una enseñanza básica “obligatoria y gratuita”, hay muchos mecanismos que obstaculizan la igualdad de oportunidades entre el alumnado que debe garantizar la enseñanza pública y ralentizan (cuando no paran) el ascenso social. 

Los movimientos sociales y laborales, como la Marea verde, llevan años denunciando que los gobiernos han adelgazado la enseñanza pública con los recortes durante la crisis, pero estos activistas también están vigilantes sobre cómo se desvía el dinero público a la empresa privada o cómo se segrega a los alumnos dejando al margen a los que tienen una mayor necesidad de atención por parte de las administraciones autonómicas que ostentan esta competencia.

Son muchos los factores que hacen que los alumnos vayan peor o mejor en el colegio, con el origen socioeconómico como uno de los que más pesan. Los conocimientos que se aprenden en el colegio se refuerzan en casa y, por tanto, la situación de las familias es determinante. Tampoco es lo mismo poder pagar profesores particulares y actividades extraescolares que no poder hacerlo. “En España el alumnado resiliente es muy bajo, es decir, son pocos los niños que sacan mejores notas teniendo una situación socioeconómica baja” explica Alonso Gutiérrez, de la secretaría de Política Educativa de la Federación de Enseñanza de CCOO. 

Aunque la Constitución consagra que “todos tienen el derecho a la educación” y a una enseñanza básica “obligatoria y gratuita”, Gutiérrez recuerda que la ola de neoliberalismo busca subterfugios para debilitar lo público. “Si pones exenciones fiscales a ciertos colegios no haces uso directo del dinero público, pero la administración deja de ingresar dinero que luego irá a los colegios públicos”, explica. También recela de medidas como el cheque escolar. “Si no se acompaña de una política de creación de centros públicos, al final se favorece a la empresa privada”. Todas las modulaciones de las comunidades autónomas hacen que se den fenómenos como el de la Comunidad de Madrid, que siendo una de las regiones más ricas de España tiene uno de los modelos más segregadores, según las conclusiones de un estudio publicado en la Revista de Sociología de la Educación.

Para descubrir en qué pisos educativos se para este ascensor, charlamos con dos personas que pelean por la pública desde dos trincheras diferentes:  Gutierrez, de CCOO, y Miguel Guerrero, activista de Marea Verde. Unas veces estas modificaciones tienen un fin ideológico, otras motivos de clase y otras puramente económicas: “Si el mercado de la escuela pública se liberalizara, su valor valdría millones de euros”, explica el miembro de CCOO sobre el jugoso mercado que supone privatizar. Para los defensores de estos modelos dan libertad a los padres para escoger la educación de sus hijos. Para sus detractores, es una manera de segregar.

Separar niños y niñas

La cuestionada Ley orgánica de mejora de la calidad educativa (Lomce), aprobada por el PP, decreta que la educación “diferenciada por sexo”, no constituye discriminación y no debe suponer “una desventaja” a la hora de “suscribir conciertos con las Administraciones educativas”. La revista Science publicó en 2011 el artículo ‘La seudociencia de la escolarización por sexos’, en el se asegura que las afirmaciones que sustentan este tipo de enseñanza son científicamente débiles. Por tanto, para los entrevistados separar a niños y niñas no tiene más sentido que el puramente ideológico.

Aún así, cuando el PSOE presentó un recurso ante el Tribunal Constitucional, éste avaló la financiación pública de estos centros en una sentencia que reavivó la polémica. “No hay evidencias científicas ni pedagógicas. No es que hombres y mujeres aprendan de manera diferente, es que todos lo hacemos. La diversidad es propia del ser humano, pero financiar este tipo de enseñanza es un retroceso”, explica este miembro de CCOO.

Es el modelo educativo intermedio entre la escuela privada y la pública. La administración es privada, pero los centros reciben dinero público, aunque puedan pedir cuotas voluntarias a los padres. Su presencia en España es muy significativa, ya que un 25,9 % del alumnado español se matricula en esta enseñanza, algo que Gutiérrez califica de “excepción” en Europa: “Su presencia corresponde a un momento histórico concreto, los 80, en el que se incorporaron grandes cantidades de alumnos al sistema y esto supuso que no hubiera centros públicos suficientes para este alumnado. Por tanto, se planteó concertar con otros centros, sobre todo, con la Iglesia católica. Pero esa necesidad tenía que haber desaparecido. Los conciertos han sido avalados por distintas leyes y ahora es complicado revertir la situación”, argumenta Alonso Gutiérrez. El País Vasco y la Comunidad de Madrid son las dos áreas en las que cuenta con mayor presencia.

Pero financiar con dinero público centros privados tiene un componente de clase muy claro para Miguel Guerrero, que afirma que hay zonas de Madrid donde solo 1 de cada 4 plazas pertenece a una escuela pública, por lo que los hijos de las familias con menos recursos van a los mismos colegios, provocando una segregación socioeconómica: “Hay un mal entendido prestigio social en la concertada para la gente que se cree clase media sin serlo y que no se puede pagar una privada porque es muy cara”. Para este padre y activista, la concertada “cambia el sistema” aplicando las leyes del mercado a un bien público como es la enseñanza universal.

El sistema bilingüe

El bilingüismo está implantado de manera muy irregular en cada comunidad autónoma. Por eso, hay que analizar cada caso. El Gobierno de la Comunidad de Madrid es uno de los ejecutivos que con más intensidad ha apostado por este sistema y, además, presume de buenas estadísticas. “En Marea verde no estamos en contra de que se implemente un sistema para que los alumnos aprendan inglés, pero no estamos de acuerdo con este modelo“, asegura Guerrero, que ve dos problemas importantes. El primero, la segregación que supone para el alumnado. Cuando llegan al instituto, los alumnos que tienen un nivel de inglés adecuado van a sección y los que no, a programa. Esto relega a la misma aula, no solo a los que optan por no cursar en bilingüe, sino también a los que tienen más dificultades para aprender o los que sufren fracaso escolar.
Guerrero también apela a una segunda cuestión más abstracta: el bilingüismo como herramienta para laminar el sentido crítico. Este activista asegura, además, las clases en inglés se convierten en memorización de vocabulario y los alumnos no profundizan en el conocimiento de la temática en favor del conocimiento de la lengua.

Los recortes y la falta de recursos

El desvío de dinero público a los concertados y los recortes que se perpetraron con la crisis hacen que aún sigan faltando recursos.”Todos los centros escolares no pueden ser tratados de la misma manera. Quizá habría que plantearse que los que están en contextos más desfavorecidos tengan ratios más bajos”, explica el sindicalista sobre la importancia de más profesores y orientadores por alumno cuando tienen más dificultades. También propone incentivar al profesorado para que los mejores vayan a los centros más complicados.

Ningún padre piensa el primer día que su hijo pisa el colegio que pueda tener problemas en su aprendizaje. Pero a veces ocurre. En ese momento, tener recursos a su alcance que le den un empujón en su desarrollo se vuelve vital.

Fuente del artículo: https://www.cuartopoder.es/espana/2019/01/14/cinco-formas-de-segregar-a-los-alumnos-en-las-escuelas-y-parar-el-ascensor-social/

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