Los destinos de la educación superior

Por: Sebastián Vallejos

La política de educación superior de los últimos diez años no ha venido sin sus altibajos. Los niveles de inversión son evidentes. Es la primera vez que ha existido una política al respecto, criticable, mejorable, pero una política al fin. Tanto así que dentro del debate electoral, si a esto se le puede llamar debate, los destinos de la educación superior son temas que te pueden dar votos.

El modelo que se propuso desde PAIS no ha logrado salir del patrón neocolonial de la academia y la generación del conocimiento. Es un modelo que no cuestiona las bases de un campo guiado por corporaciones, enfocado en la generación de utilidades, a través de alineamiento ideológico a la matriz occidental, liberal y de mercado. Es algo que mejor se ve reflejado en Yachay. El sistema de entrega de becas ha tenido su propio problema de raíz: si bien se puede pretender la democratización del acceso a la educación superior, tanto de manera internacional y nacional, hay un prerrequisito determinado por las condiciones estructurales que no se han podido cambiar.

Es decir, para acceder a la educación superior, es necesario democratizar, primero, la manera en que se llega al momento de acceder a la educación superior, y quiénes llegan a ese momento. Un estudiante graduado de colegio privado, de calidad, y bilingüe, tiene una ventaja estructural sobre alguien que viene del sistema público, deficiente todavía en muchos aspectos.

A pesar de esto, la política de educación superior sí ha significado mayor acceso para quienes antes no lo tenían, pero se debería buscar ampliar esa base. Eso no significa que no se debió iniciar el proceso, pero es importante repensar la manera en que este proceso se ha dado. Se debe dar una mirada crítica a lo que se propuso, a los resultados y a lo que se busca llegar. Lo cual a veces parece, como en muchos otros campos, pedir mucho a una administración que no se ha mostrado abierta a ese tipo de críticas, menos a aquellas que vienen desde afuera.

Pero la mayor y más radical de las críticas parece venir desde Guillermo Lasso. Lasso ha propuesto, sin matices, cerrar la Senescyt. Su propuesta busca reducir el tamaño del Estado, darle ‘libertad’ a las universidades y, con el ahorro, ampliar el número de becas. Dejando de lado los dejos demagógicos, que esto es, al final del día, una campaña electoral, la desregulación del sistema universitario es, en parte, dotarlo de ‘libertad’, pero en el sentido comercial, agravando el problema de acceso y oferta, que fue una de las razones que llevó a la creación de tantas universidades mediocres, emitiendo títulos sin valor y estafando a aquellas personas que no pudieron participar en el sistema privado de élite.

También está lo de la oferta de becas. Una propuesta que no corrige el actual problema de acceso. Ampliar el sistema de becas debe ser un objetivo de Estado, y es uno loable. Pero ampliarlo sin repensar el modelo, sin cuestionarse los problemas sobre desigualdad al momento de acceder a estas becas, es perpetuar y empeorar un problema.

Si las becas y, en general la educación superior, siguen encontrando su nicho únicamente en una clase que ya podía acceder a la educación superior, y que ahora tiene una abanico más amplio de opciones, entonces la propuesta de Lasso no es una que está enfocándose en democratizar la oferta de becas, únicamente en ampliarla. Un problema epistemológico dentro de la visión del plan de Lasso, en general. Algo que Lenín Moreno debería criticar, especialmente porque esto significaría una necesaria autocrítica.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=224490

 

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Radicalmente abierto

Por Sebastián Vallejo

Hay un problema con el conocimiento, y es un problema de acceso. Vivimos en una época donde la gran mayoría del conocimiento se produce en las universidades a través de la investigación de sus profesores, quienes publican en revistas académicas. Luego las universidades pagan a los editores de esas revistas un estimado global de $ 10 mil millones anuales para tener acceso.

Los editores han reportado ganancias del 40%, convirtiéndola en una industria casi tan lucrativa que debería ser ilegal. Los costos por mantener a las revistas varían entre $ 200 y $ 800 millones, dependiendo del año. Para lograr esto, bajos costos y altos ingresos, ningún investigador es pagado por publicar en una revista académica (lo cual es una práctica común) y los precios por tener acceso a estas revistas es exorbitante. Tan alto es el precio que hay veces en que los propios investigadores no tienen acceso a sus artículos.

“Es escandaloso e inaceptable que se provea artículos científicos para aquellos en las universidades élites en el primer mundo, pero no a los niños en el sur global. (…) Debemos tomar la información, donde sea que esté almacenada, hacer copias y compartirlas con el mundo. (…) Debemos descargar revistas académicas y subirlas a redes para compartir archivos. Necesitamos luchar para la Guerrilla de Acceso Abierto”. Ese es un pasaje del Manifiesto de la Guerrilla de Acceso Abierto. Hay un proceso orgánico que ha surgido como una respuesta a esta falta de acceso. Son las ‘bibliotecas piratas’.

Dentro de la política pública (cuando consideramos en el acceso al conocimiento dentro de nuestras políticas públicas), seguimos pensando en la biblioteca como estas estructuras magnánimas, representativas de lo genuino y puro. Un concepto que ha cambiado poco desde su incepción. Sin menospreciar el valor innato de la biblioteca tradicional como símbolo y como repositorio de conocimiento, pero la biblioteca moderna, la que brinda verdadero alcance masivo, la que democratiza el acceso al conocimiento, la que ayuda a igualar las condiciones para generar el conocimiento, es un buscador en una página web. Un buscador en una página web con una base de datos que puede ser replicada y transferida, aumentada y compartida, mejorada y especializada, y que se mantiene esencialmente abierta. En el mundo ideal (o para los economistas, en un mercado sin fallas) no habría la necesidad de estas ‘bibliotecas piratas’.

La oferta y el acceso a esta oferta serían lo suficientemente amplio y accesible para suplir la demanda. Pero en las condiciones actuales, lo que tenemos es un mundo donde el conocimiento se está convirtiendo en un bien de lujo. Balázs Bodó, un investigador sobre piratería de la Universidad de Ámsterdam, mostró que solo 33% de los textos encontrados en ‘bibliotecas piratas’ está disponible para Kindle en Amazon. También mostró que el flujo hacia estas ‘bibliotecas piratas’ venía tanto de países desarrollados como en países de vías de desarrollo. Es decir, el acceso a artículos académicos y libros científicos (y libros en general) es un problema en más de un tipo de mercado.

Lo que más llama la atención sobre el flujo de información a las ‘bibliotecas piratas’ es que aquel proveniente de América Latina (y buena parte de África Subsahariana) es desdeñable. Es decir, que no estamos siendo parte de la conversación. Ni siquiera estamos siendo parte del problema. Lo cual es indicativo del estado de la investigación y la generación de conocimiento en el continente, pero también presenta una oportunidad. Una oportunidad por decantarse por el lado más democrático del conocimiento. Un conocimiento abierto y transferible. Un conocimiento accesible. Un conocimiento radical y radicalmente abierto. (O)

Esta noticia ha sido publicada originalmente por Diario EL TELÉGRAFO bajo la siguiente dirección: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/radicalmente-abierto

Fuente de la imagen; http://medialab-prado.es/mmedia/13/13790/500_0.jpg

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