La práctica médica solo es efectiva si responde al contexto en el cual se desenvuelve, con un entendimiento serio de los llamados “determinantes sociales de la salud” – la marginación económica, el racismo, el machismo y otras violencias sistémicas. La violencia de género provoca impactos graves en la calidad de vida de las mujeres, en México es una emergencia de salud pública que se debe atender de manera prioritaria en la salud institucionalizada y comunitaria. No podemos ser cuidadores sanitarios y esperar que otras y otros resuelvan las problemáticas sociales que en gran medida definen las enfermedades y la salud de quienes cuidamos.
Es fundamental señalar cómo varios profesionales de la salud han abordado el feminicidio de Mariana Sánchez Dávalos, joven médica pasante. El 29 de enero, “Federaciones, Asociaciones y Colegios Médicos de México”, emitieron un comunicado respecto al tema, pero en ningún momento exigen justicia y esclarecimiento del asesinato y omisiones cometidas en el caso, tampoco proponen acciones para atender la violencia de género. La exigencia recalcada en el documento es; “de manera inmediata, la cancelación de la rotación de médicos pasantes por las regiones donde el Gobierno del Estado de Chiapas no pueda garantizar la integridad y seguridad de los médicos pasantes” y hacer “extensiva esta misma exigencia para hacerla valer en todo el país”.
En paralelo con las declaraciones de los grupos médicos, en redes sociales y foros públicos se han circulado un número importante de publicaciones racistas y clasistas de profesionales de la salud en contra de la población rural, señalan: “En los pueblos que mantienen sus usos y costumbres, que se curen con sus usos y costumbres”, “Creen que a uno le encanta ir a sus pinches ranchos olvidados hasta por Dios”.
Las preguntas que no plantean son: ¿Quién mató a Mariana? ¿Quién ejerció la violencia sexual en su contra? ¿Fueron las autoridades escolares y sanitarias y la fiscalía quienes ignoraron su solicitud urgente de auxilio o fue “la población rural”?
El feminicidio y la violencia sexual no son problemas exclusivos de las comunidades rurales. Al contrario, en el 2018, la mayor prevalencia de delitos sexuales contra mujeres adultas fue en municipios de 100 mil habitantes o más1. Entre el 2011 y 2016, las tasas más elevadas de homicidios contra las mujeres se concentraron en 10 municipios de distintas latitudes del país2, todos pertenecientes a zonas urbanas.
Culpar a la “población rural” de las agresiones en contra de Mariana se vuelve intrigante considerando los detalles hasta ahora sabidos del caso. De acuerdo a una queja escrita por Mariana, más los testimonios de su madre y compañeros estudiantes, la persona responsable durante meses por el acoso en su contra fue el médico del centro de salud donde ella realizaba su servicio social. Mariana acudió a reportar lo que sufría con la directora de la clínica y con las autoridades universitarias, nadie tomó acción para asegurar la integridad física, mental y emocional de la médica.
No obstante, los medios de comunicación y un sinfín de profesionales de la salud aseguraron que las agresiones sexuales se cometieron por parte de “pobladores de la comunidad”. Esas aseveraciones erróneas sirvieron para desviar la exigencia de justicia por el abuso sexual y el feminicidio a un reclamo de destitución del servicio social a “zonas rurales”.
Ahora que salió a la luz la responsabilidad del médico, quien además tenía denuncias previas de acoso sexual, hasta el momento, no ha habido una rectificación de quienes rápidamente condenaron a la población rural. ¿Por qué no cuestionan el machismo en los espacios de la comunidad médica? ¿Por qué el silencio de parte de las federaciones, asociaciones y colegios médicos sobre la complicidad de autoridades educativas y sanitarias? Y, una pregunta todavía más importante, ¿Cuál es el compromiso real del sector salud con la erradicación de la violencia de género y con el bienestar de sus alumnas y alumnos?
Es sabido y documentado que la violencia en contra de las mujeres en el ámbito médico prevalece a lo largo de su formación y la ejercen hombres que tienen poder sobre ellas por las estructuras jerárquicas que predominan en esos ámbitos académicos y laborales. Aun cuando son reportados, los agresores en pocas ocasiones son sancionados. Ejemplo es el caso del médico que acosó a Mariana, fue reportado por otra víctima en el 2014 pero no fue destituido, y tras la queja de Mariana en el 2020, la única acción que se realizó fue cambiar al doctor de turno.
Limitar las actividades de las médicas a las “zonas urbanas” no reduce su exposición a la violencia, por lo contrario las revictimiza porque invisibiliza la responsabilidad de los agresores y se atribuye el motivo de la violencia que sufren a las actividades relacionadas a su formación profesional. Una preocupación real de la comunidad médica por el bienestar de las mujeres debería incluir acciones concretas para garantizar que todos sus espacios sean libres de violencia y que ellas puedan contar con mecanismos justos y eficientes en caso de ser violentadas. Ese compromiso, además, debe ir más allá de intereses gremiales, independientemente de quienes sean las mujeres violentadas y en dónde sufren esa violencia.
Las mujeres, independientemente de su lugar de residencia o profesión, sufren violencia física, sexual, emocional, y psicológica, una de cada cinco mujeres reporta haber sufrido violencia sexual en algún momento de su vida, en promedio se mata a diez mujeres al día. Es decir, hay miles de agresores en el país. ¿Quién cuestiona eso?
Demandar el fin del servicio social médico en regiones rurales a raíz de un feminicidio, solo habla de un clasismo existente en la comunidad médica, y su miopía sobre el tema de los feminicidios. Esa demanda representa otro atropello en contra del derecho a la salud de las comunidades más vulneradas del país en donde, como consecuencia del racismo del sistema sanitario desde el periodo colonial, sufren de un rezago enorme en materia de salud, evidenciado por los indicadores de morbilidad y mortalidad. Una política draconiana que limita aún más el acceso a servicios de salud en esas comunidades nos parece peligroso ya que esos indicadores afirman que el racismo del sector salud no solo lesiona, también mata.
La estructura y organización del servicio social médico y la provisión de servicios de salud en regiones rurales requiere de cambios importantes. Creemos fundamental empezar esa evaluación con preguntas serias que van a la raíz del problema. ¿Cómo llegaron a deteriorarse tanto las condiciones del servicio social médico? Más allá de una simple anulación, ¿Qué acciones mejorarían las condiciones de aprendizaje, trabajo y seguridad para las y los médicos en formación, así como la calidad y dignidad en los servicios de salud ofrecidos en comunidades rurales, sin aumentar aún más la distancia entre quienes se dedican al cuidado de la salud y quienes son violentados por la falta de acceso a ello? ¿Cómo evitar que las siguientes generaciones de médicos en México normalicen el racismo que hoy muchos expresan con tanta facilidad? ¿Cómo entender que los problemas como el feminicidio son consecuencia de la estructura machista, perpetuada por todos los sectores de la sociedad? ¿Cómo formar practicantes de la medicina que entiendan que la salud es un derecho fundamental y que lo defiendan como tal?
El llamado a la justicia para Mariana Sánchez debe ser coherente, claro y enfocado, se trata de un caso de agresión sexual y feminicidio en un contexto de impunidad.
Como grupo que se dedica a la salud comunitaria en México, nos sumamos a la denuncia enérgica del feminicidio de Mariana. Exigimos justicia, esclarecimiento total de los hechos y las sanciones correspondientes a todos los responsables, incluyendo a las autoridades educativas y sanitarias. Llamamos a poner fin al racismo y clasismo del sector salud en contra de las comunidades rurales, campesinas e Indígenas de este país.
El debate sobre el regreso a clases presenciales en Argentina se polarizó con eslóganes. Los sectores progresistas no fueron capaces de desarrollar una narrativa que les permitiera evidenciar la necesidad de la vuelta a las aulas con políticas públicas claras y diferenciadas por escuelas y sectores. Pensar la complejidad de la trama educativa por fuera del consignismo resulta cada vez más imperioso.
Hace treinta años, cobraba cierta notoriedad la idea de que en Argentina, así como en varios países de la región, la educación enfrentaba la tensión que suponía intentar resolver los problemas del siglo XXI sin haber resuelto aún los del siglo XX. Sería injusto y tendencioso plantear que, en la presente coyuntura, nos encontramos en una situación similar. En los últimos años se hicieron evidentes los avances del sistema educativo en diversos aspectos, uno de los cuales ha sido la inclusión de millones de estudiantes en el nivel secundario. Muchos de ellos son en sus familias la primera generación que accede, transita y, eventualmente, termina este tramo educativo.
La educación en América Latina sostiene, sin embargo, procesos de avances y retrocesos, constituyendo paulatinamente escenarios de una importante heterogeneidad. La pandemia de covid-19 reveló algunos de los problemas de la estructura educativa, profundizó las dificultades, trastocó las temporalidades y las interacciones cotidianas, a la vez que obligó a redefinir formas de trabajo y actividades. Implicó, en definitiva, un cambio de las relaciones de los sujetos con su entorno. El sistema educativo, por su masividad, obligatoriedad y expansión en todo el territorio nacional, concentró múltiples demandas y enfrentó las restricciones de movilidad intentando preservar el vínculo con estudiantes. A diferencia de lo que ocurría en el hemisferio norte, Argentina comenzó la secuencia de cuarentenas y restricciones apenas iniciado el ciclo lectivo. Efectivamente, luego de la sanción del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO), el Ministerio de Educación de la Nación a través de la Resolución N°108/2020 estableció la suspensión de las clases presenciales.
Mientras el sistema de salud contó con semanas valiosas para prepararse ante un virus desconocido, el sistema educativo tuvo que garantizar, de un día para otro, su continuidad en una dinámica completamente diferente. Esa enorme maquinaria de organización de la contemporaneidad, la máquina cultural (tal como la denominó la ensayista Beatriz Sarlo) y que ya atravesaba dificultades para pensar las tensiones propias de la época, debió cambiar de forma. Desde entonces, el país transitó por una continuidad educativa desigual de acuerdo a las posibilidades de conexión de los estudiantes y el acompañamiento de las familias. La situación provocó la desconexión de muchos estudiantes, particularmente grave en el nivel secundario, un ámbito que ya arrastraba múltiples problemas. No es este el espacio para recuperar dichas discusiones, pero durante esos meses proliferaron reflexiones, libros, webinarios, documentos de distintos académicos y organizaciones que abordaban la problemática existente.
En el mes de agosto, luego del receso de vacaciones de invierno, la propuesta educativa fue un poco más clara y a la par de la apertura de distintas actividades comerciales, creció también la demanda de algunos sectores por el regreso a las aulas. La consigna «abran las escuelas» esbozada por la organización Padres Organizados se sumó a discusiones que promovían otros actores como Familias por la Escuela Pública. En los meses de octubre y noviembre —ya en situación de Distanciamiento Social Preventivo y Obligatorio (DISPO)— algunas jurisdicciones planificaron el regreso a las aulas, de forma reducida y puntualizando en aquellas escuelas y estudiantes que más dificultades encontraron para continuar sus trayectorias escolares.
La Argentina está lejos de ser una excepción en esta materia, aunque ese pensamiento predomine en el país. En el momento en que escribimos estas líneas, el mapa de seguimiento mundial de los cierres de escuelas por el covid-19 realizado por Unesco, destaca que el número de estudiantes afectados es actualmente de 317.816.657, es decir el 18,2% del total de alumnos matriculados. En 29 países las escuelas siguen cerradas.
La discusión hoy
La propuesta de regreso a clases presenciales, con un calendario que, vale la pena recordarlo, varía de jurisdicción en jurisdicción —en tanto son las provincias las responsables de las escuelas—, así como la postura pública de diferentes figuras políticas a favor del regreso, avivó el debate. La Ciudad de Buenos Aires, gobernada por la opositora propuesta Republicana (Pro) se diferenció del resto del país al establecer como fecha de inicio el 17 de febrero, buscando así convertirse en la primera en retomar las actividades en los establecimientos. Mientras los focos se detienen en la discusión entre «minorías intensas» que se pronuncian a favor de un regreso total, sin adentrarse a pensar las condiciones de ese retorno, y otras que no quieren clases hasta que la mayoría de los docentes se haya vacunado, el sistema enfrenta varias tensiones. Sin pretensión de generalizar, consideramos que los desafíos que enfrentan los sistemas educativos en 2021 tienen sin dudas especificidades, pero también mayores semejanzas de las que nos gusta creer.
El sistema educativo argentina arrastraba, antes de la pandemia, diversos problemas, así como algunos puntos fuertes sobre los que apoyarse. Por mencionar solo algunos, cabe destacar la expansión de la cobertura en todo el territorio, pero de una manera tal que profundiza procesos de segmentación educativa ya existentes desde la década de 1980. Los presupuestos educativos de cada provincia, a la par de la creciente descentralización, son muy dispares entre sí, al igual que lo son la capacidad de los equipos técnicos, los recursos disponibles o la posibilidad de llevar adelante políticas que supongan reformas profundas. Cada nivel enfrenta, a su vez, sus propias vicisitudes. La cobertura del nivel inicial se incrementó, pero no en la magnitud que debería. En sintonía con este punto, un tema que está lejos de encontrarse en agenda es la necesidad de pensar en políticas de cuidado: la sumatoria de actividades que se superpusieron durante los meses de mayor aislamiento recayeron mayoritariamente sobre las mujeres. Varios estudios alertan sobre el impacto que tiene sobre su desarrollo educativo y laboral, la distribución de responsabilidades domésticas o la sobrecarga de cuidado que recae sobre ellas, incluso niñas y jóvenes.
En relación a la primaria y la secundaria, tal como destaca un informe regional recientemente publicado, los sistemas educativos de la región tuvieron distintas temporalidades. Argentina se caracterizó por un consistente desarrollo de la escolarización primaria, siendo uno de los países de América Latina, junto con Costa Rica, Chile y Uruguay, que impulsó con mayor vigor su universalización. Por su parte la educación secundaria, dada su matriz selectiva, mantiene aún hoy —y a pesar del establecimiento de su obligatoriedad— dificultades para sostener las trayectorias educativas tanto como para garantizar el egreso. Si bien es, junto con Chile, Cuba y Uruguay, uno de los países de la región que muestra mayores tasas de cobertura en el nivel secundario, los jóvenes suelen demorar más tiempo del esperado en finalizar los estudios y persisten indicadores desalentadores en relación a la repitencia, sobreedad y deserción.
La discusión coyuntural no puede reducirse a «regreso sí» o «regreso no». No se trata, como decía la canción de Fito Paez, de «volver o no volver», sino de «en qué condiciones» retomar la presencialidad. Abrir las escuelas no es abrir la tranquera en el campo y aguardar a que la naturaleza provea. Se trata de pensar en las condiciones de ese retorno, los recursos, las dinámicas propuestas. Se trata de desarrollar condiciones de política educativa en el marco de un acuerdo que involucra principalmente a los gobiernos y sindicatos docentes, pero que también debe aspirar a proveer condiciones de confianza y previsibilidad a las familias, condiciones de higiene y seguridad que resulta obvio enumerar pero que se está lejos de poder garantizar de manera universal, condiciones pedagógicas que implican revisar las propuestas en función de las necesidades de enseñanza y de aprendizaje sin olvidar las de sociabilidad, que tengan en cuenta la necesaria reparación de la compleja realidad de 2020.
El escenario dista de ser sencillo. Los países de la región atraviesan, a la par de la pandemia, una situación socioeconómica de gravedad que dificulta la toma de decisiones, en un contexto de restricción de ingresos. La puja salud-economía parece hoy ya no estar en el eje de la discusión. Mientras avanza muy lentamente la campaña de vacunación —con plazos y tiempos variables—, emergen los intentos de reorganizar las dinámicas educativas. El sistema educativo es, entre muchas otras cosas, un gran organizador de la vida cotidiana. El calendario escolar funciona como marco de la vida familiar y los periodos vacacionales. Su organización, así como el momento de ingreso y salida de las escuelas, establece rutinas de paso de lo doméstico a lo público. Su apertura altera la dinámica de las ciudades y la experiencia educativa se expande mucho más allá de la puerta de las escuelas para mimetizarse con los recorridos territoriales.
Una posible hoja de ruta
El sostenimiento de diálogos y acuerdos reales son herramientas para superar la discusión basada en la dicotomía de «volver o no volver». No solo se trata de una falsa antinomia —todos los sectores están, con mayores o menores reparos, de acuerdo en «volver»— sino, además, de una simplificación extrema de un problema complejo. El primer paso debería implicar la construcción de un acuerdo amplio y sostenido, que se replique en cada territorio y permita disminuir el ruido permanente de las minorías intensas que traccionan lo educativo en clave marketinera y político-partidaria montados sobre eslóganes de campaña electoral (de hecho, la oposición de centro-derecha en Argentina encontró ahí una consigna eficaz).Un segundo problema es el de elaborar respuestas de una magnitud similar a la de los problemas planteados. En este sentido, una respuesta que esté a la altura de los desafíos planteados supone una importante inversión por parte de los Estados. La preocupación política que se declara en los medios resulta superflua si no se traduce en partidas presupuestarias. Además, dado que el desafío es profundo pero diverso y territorialmente localizado, se trataría de combinar grandes provisiones de recursos con formas flexibles de implementación en los territorios e instituciones con mayores y específicas necesidades. Y, finalmente pero no menos importante, un tercer problema es el de apostar en los actos, en las declaraciones o en la imaginación a una presencialidad total o a una alternancia no planificada y tener que suspender de modo imprevisto. La apertura a las presencialidades debería combinarse con instancias planificadas de no presencialidad para que un eventual aumento de casos no impacte desestructurando la propuesta educativa.
El escenario de crisis también abre la posibilidad de pensar las organizaciones, los dispositivos, los espacios. Uno de los debates —nunca del todo saldado— es el de «acompañar o enseñar». Se trata de una discusión que adquirió otras dimensiones en el marco del fuerte aislamiento impuesto, sobre todo a las nuevas generaciones. Pero se trata de una problemática que también se expresa en la necesidad de atender a la construcción de espacios de sociabilidad al mismo tiempo que se intenta la construcción de oportunidades para aprender. Es claro que para diversos sectores de la sociedad esa situación fue transitada durante 2020 de un modo desigual. Los sectores urbanos marginales tuvieron más dificultades para la concreción de aprendizajes —no solo por problemas de conectividad, sino también por las dificultades hogareñas para acompañar—. En muchos casos también esos sectores desarrollaron cuarentenas comunitarias o barriales, así como también proliferaron imágenes de jóvenes de sectores medios y altos en cuyo caso la sociabilidad entre pares siguió existiendo. También sabemos que esa sociabilidad comunitaria de pares, sin adultos, es sustancialmente diferente a la sociabilidad escolar de aprendizaje de la ciudadanía.
Una propuesta atenta a los diversos y desiguales modos en que fueron afectadas la sociabilidad y los aprendizajes, ¿debería producir respuestas diferentes ajustadas a cada caso? La respuesta no es sencilla. Si resolvemos que no, desconocemos la diversidad de trayectorias y sus características. Si resolvemos que sí, tensionamos los horizontes de igualdad a los que debe aspirar el universal derecho a la educación. En términos algo más concretos, la necesaria reestructuración de espacios y horarios podría dar nuevo impulso a viejas y no tan viejas propuestas pedagógicas que interpelen algo de la gramática escolar para volverla más amigable, sobre todo para los estudiantes. Algunas de esas propuestas podrían poner sobre la mesa de discusión la necesidad de incorporar nuevos roles docentes en las escuelas primarias, proponer otra organización de los horarios en las secundarias, elaborar proyectos de enseñanza y aprendizaje transversales a varias asignaturas para evitar la sobreabundancia algo caótica de trabajos prácticos, entre otras.
El sistema educativo argentino ingresa a la tercera década del siglo XXI atravesado por múltiples tensiones. Su proceso histórico más reciente puede caracterizarse por la masificación de su cobertura y la consecuente extensión en los años de escolaridad al que accede la población. Literalmente, millones de niñas, niños y adolescentes se sumaron a las instituciones educativas y/o sostienen por más tiempo su experiencia educativa. Se trata de un proceso aún incompleto. Solo por citar un dato, la tasa de egreso en secundaria continúa aún por debajo del 50%. En este contexto permanece la pregunta por el sentido del encuentro educativo y por la calidad de esos encuentros y los aprendizajes, toda vez que las únicas herramientas que se han desarrollado —léase operativos nacionales e internacionales de evaluación— señalan no solo un estancamiento en niveles poco satisfactorios, sino además una fuerte correlación entre el origen socioeconómico de los estudiantes y su performance en las trayectorias educativas –desarticular esa correlación bien puede plantearse como una de las claves del sentido de la escuela.
La irrupción de la pandemia encuentra a los sectores progresistas del debate educativo —incluyendo entre ellos a los sindicatos docentes— abandonando posiciones. El respaldo a las medidas sanitarias de cuidado ocupa casi todo el empeño del gobierno nacional, condicionando su capacidad de participación en el debate pedagógico y, en ese contexto, los sectores conservadores aprovechan para desplegar consignas vinculadas a las históricas banderas del progresismo educativo. Esas banderas aparecen ahora modificadas en sus fundamentos y sentidos últimos. Pese a ello, los sectores progresistas no han sabido posicionarse en el debate y le han entregado a las derechas tres conceptos caros a su perspectiva: presencialidad, proximidad y encuentro.
Plantear la necesidad de una presencialidad posible y cuidada, ¿es de izquierda o de derecha? Plantear que 2020 profundizó injusticias desde el punto de vista de las posibilidades de participación, socialización y aprendizaje, ¿es de derecha o de izquierdas Plantear la necesidad de una urgente, organizada y fuertemente financiada reparación, ¿e de izquierdas o de derecha?
Las posiciones de izquierda o progresistas pueden ganar espacio si consiguen, antes que nada, desarticular los eslóganes vacíos de la derecha. «Abran las escuelas» no supone, per se, una posición progresista si esta no va acompañada de claridad en términos de cuándo, dónde y cómo. Menos aún, si no distingue entre establecimientos educativos a los que asisten sectores medios y altos y aquellos a los que acuden los sectores populares. Esto, sin embargo, tampoco puede ser una excusa para sostener el estado de cosas actual: las izquierdas no pueden cerrarse y abandonar sus planteos históricos. Deben ponerlos a prueba, pero con seriedad y matices, en este contexto. La tarea de los progresismos es, en definitiva, la de profundizar las formas de abordar la complejidad del desafío educativo, antes que la de intentar alineamientos automáticos con posiciones endebles y dubitativas. Para ello deberían ser capaces de criticar los errores de la gestión gubernamental nacional sin que ello suponga una convergencia con las posiciones de la derecha. Deberían ser capaces de plantear los marcos de presencialidad, proximidad y encuentro con criterios sólidos, atendiendo a la situación socioeconómica de las y los estudiantes, a la vez que evidenciando las necesarias transformaciones que deben producirse en los establecimientos que carecen de medios suficientes para garantizar la salud, no ya en tiempos de pandemia, sino en tiempos de «normalidad». De esa forma, argumento tras argumento, el progresismo podría demostrar no solo su vocación de apertura y de presencialidad, sino también las falacias de algunos eslóganes de la derecha, presentados en forma de argumentos.
En definitiva, no se trata de pensar si queremos o no abrir las escuelas, de lo cual no podría caber dudas si estamos de acuerdo en el derecho a la educación de niños, niñas y jóvenes. Se trata de poder dar respuesta a los desafíos que esta medida implica. Nos hemos concentrado en los debates, las oportunidades y los factores estructurales que posibilitan u obturan una respuesta sólida a la pregunta por el derecho a la educación y su garantía efectiva. Esta situación nos enfrenta a pensar definiciones no únicamente para resolver urgencias o necesidades particulares «a la carta», sino también para intentar restituir la dimensión política y de ciudadanía de la educación. A veces, en el fragor del intercambio entre minorías intensas, olvidamos que hay allí derechos a garantizar y que no se trata únicamente de nosotros y nosotras, sino de las nuevas generaciones. Esas nuevas generaciones a las que hay que «presentarles el mundo», según la maravillosa frase de Hannah Arendt, para acceder a una cultura común. Es posible y necesario plantear la necesidad de grandes dosis de generosidad intergeneracional. Generosidad que permita poner en el centro de las preocupaciones las necesidades de niñas, niños, adolescentes y jóvenes.
Fuente e imagen: https://nuso.org./articulo/escuela-argentina-presencialidad-educacion/
Por: Yani Vallejo Duque* Y Alfonso Insuasty Rodríguez**
Comienza un nuevo año con grandes retos ante el repunte de la pandemia. Si bien se genera una luz de esperanza por la fase de distribución de las vacunas, dicho avance se opaca ante la lógica del sistema tal como lo advierte Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), quien en el discurso de apertura del Comité Ejecutivo de la OMS (2021) afirmó: «Debo ser franco: el mundo está al borde de un fracaso moral catastrófico, y el precio de este fracaso se pagará con las vidas y el sustento de los países más pobres» (BBC, 2021), refiriéndose a la enorme desigualdad en la distribución de la vacuna contra el SARS-CoV-2, alertando sobre las graves consecuencias de esta realidad.
Los estragos de esta pandemia son enormes, desempleo, hambre y cambio de la forma de vivir, pero las fórmulas económicas del neoliberalismo vuelven a aplicarse sin inconveniente ni piedad.
Los dineros públicos han sido utilizados para salvar los sectores que el sistema considera “estratégicos”, léase sector financiero con todas sus ramificaciones y, claro está, las empresas amigas de los gobiernos de turno que, por lo regular, son las que han financiado sus campañas.
El resto de la población no solamente esta perdiendo sus seres queridos, sus empleos, su sustento, su actividad económica derivado de un sistema de salud que se privatizó y precarizó y de una lógica económica y de mercado que privilegió al sector financiero y de servicios, dejando a la gran mayoría de la población en condiciones de exclusión, miseria y pobreza, pero con un fuerte discursos de progreso. Se trata de un sistema social en sí, enfermo.
Los gobiernos progresistas entienden que es muy importante palear la crisis con un ingreso básico a las familias que lo requieren de urgencia, invertir con prestamos estatales en los pequeños y medianos negocios que reactiven de nuevo la economía y reforzar el sistema de salud para evitar más muertes de compatriotas, entre otras.
Pero vemos cómo los gobiernos de derecha vuelven a las soluciones más radicales del capitalismo lo que incluye de suyo, criminalizar a los pobres que aumentan gracias a sus medidas y decisiones, es decir, solucionar la crisis endureciendo sus normas penales y ampliándolas para solucionar la crisis persiguiendo a las personas que se re-buscan su supervivencia.
Se trata de una refinada forma de eliminación de un amplio sector de la población que ya no es útil al sistema, el uso de diversas tecnologías de poder para exterminarla por diferentes causas y métodos.
Esta formula no es nueva y por el contrario lleva décadas aplicándose como la solución al problema de la inseguridad, se busca de manera selectiva la creación de delitos para que estos encajen de manera perfecta en el actuar de los pobres.
Un ejemplo muy particular en Colombia es ver la cantidad de personas privadas de la libertad por narcotráfico pero que, al analizar las características socioeconómicas de la población carcelaria lo que vemos en realidad es la detención del eslabón más débil de dicha cadena, es decir, consumidores o incluso pequeños distribuidores.
Por su parte, los grandes capos del narcotráfico o sus testaferros son de mucha utilidad, como bien lo saben tanto presidentes como altos cargos de Colombia al momento de financiar sus campañas o aplicar el control paramilitar en cualquier comunidad y territorio estratégico, para hacer el trabajo sucio. Vale afirmar que, no es real la guerra contra el narcotráfico, sino que esta es en realidad, una guerra contra los pobres en sus diferentes modalidades y presentaciones, pues en lo concreto, el narcotráfico le es de mucha utilidad al sistema, tal como lo aseguran los Zapatistas con fundamentada razón (BBC, 2011).
La policía criminal de todos los países está construida sobre la base del resultado, es decir mostrar grandes estadistas de lucha contra el crimen, pero al ver la población carcelaria y observar el rostro de la cifra se puede evidenciar que dicha cifras se edifican sobre los más pobres, los menos favorecidos por la sociedad, una población que de manera sistemática ha sido discriminada y a quienes no se les crean ofertas reales institucionales, pero a la qué si se reprime, oprime y encarcela, es un juego perverso.
En los últimos años, el incremento de la criminalidad en la región fue atendido con políticas de encarcelamiento masivo (aumento de sentencias y de delitos encarcelables). Esto significó una enorme presión sobre el sistema penitenciario porque el aumento de la inversión presupuestaria en el sector se vio ampliamente superada por el aumento de la población carcelaria. Por ejemplo, la población carcelaria de Brasil se triplicó en apenas dieciséis años, sin embargo, el presupuesto apenas tuvo un aumento del 20%. (Shuster, 2017)
Es simplemente analizar las cifras de personas detenidas en los países latinoamericanos que, pueden contarse por millones, en más del 99% es una población de bajos recursos.
Por otro lado, los grandes delincuentes de la sociedad, aquellos que se apropian de los recursos públicos, se enriquecen y acumulan a costa de dejar a grandes franjas de la población sin acceso a servicios básicos de salud, educación, servicios públicos, etc, incrementando la exclusión, no son perseguidos sino alabados y señalados como empresarios o políticos ejemplares. Ahora bien, si por alguna razón llegasen ser detenidos operaran tantas razones y esguinces legales para lograr los más altos beneficios y tratos preferenciales para estos personajes garantizando eso sí, mantener sus privilegios. Para recordar, en Colombia un expresidente fue detenido en su hacienda de mas de 1.500 hectáreas de terreno y se mostraba como una gran humillación.
Pero mas complejo aun es la forma como esta ilógica realidad se ha normalizado, se asume como “normal” que en una sociedad existan pobreza, miseria y marginalidad, se cree que así es, ha sido y será siempre un fenómeno que no se cuestiona ni se discute.
En este contexto, la categoría “pobre” y se asimila a “peligroso e indeseable”, es decir, el pobre es sospechoso per se de cometer delitos, de incurrir en conductas ilícitas.
Se ha logrado que la misma sociedad empobrecida, no cuestione en lo más mínimo cuando ve que se captura un habitante de la calle o un joven de un barrio de la periferia o incluso en un simple espacio público, no se cuestiona porque sobre el ya cae una gran sospecha de ser culpable y es que al parecer no tiene recursos económicos y eso lo convierte en culpable a simple vista.
Como el título de esa gran película de Bryan Signer, los pobres son los sospechosos de siempre; sobre los pobres recae la estigmatización y el señalamiento social, que se afinca cuando el estado por medio de su fuerza policial no solo acosa, sino que persigue en los sectores populares a esos culpables sin ser juzgados. Luego, son llevados ante un Fiscal que con solo verlos ya también considera que son culpables y por último cuando están frente a un juez este obviamente solo ratifica lo que es evidente a sus ojos, la culpabilidad salta a la vista.
El primer paso para dar solución a este círculo vicioso es cuestionar de entrada el orden desigual como una tecnología de poder para la eliminación de un sector de la población, es la creación de un orden inhumano y denigrante.
En alguna ocasión aprendimos con los curas de la teología de la liberación en una comunidad muy humilde una suerte de pedagogía para la emancipación por medio de la cual se hacía reflexionar a las comunidades sobre como no se debe hablar de pobres como una categoría etérea y general sino de empobrecidos, en tanto alguien ejerce el poder para enriquecer a unos pocos y en consecuencia mantener en la marginalidad a la mayoría de la población, es así que, en este ejercicio los recursos son arrebatados a las comunidades por verdaderos delincuentes que malbaratan el futuro de millones de personas, así, no solo empeoran sus condiciones sino que los condenan a generaciones en condiciones inhumanas.
El neoliberalismo es la marginación fría de la mayoría sobrante. O sea, salimos de la dominación hacia la exclusión. Y, como se suele decir, hoy ser explotado es un privilegio, porque muchos ni siquiera alcanzan la «condición» de explotados, ya que no tienen ni empleo. Estamos viviendo entonces lo que se llama un «maltusianismo» social, que prohibe la vida de las mayorías. (Azvedo, 2020)
Abordaremos con mayor amplitud el tema y sobre todo trataremos de centrarnos en las soluciones que consideramos mas oportunas para empoderar las comunidades y evitar continúe el incremento no solo de detenciones sino de los imaginarios colectivos que incluso esta generalizado en las mismas comunidades humildes.
Referencias bibliográficas.
Azvedo, D. (9 de agosto de 2020). El neoliberalismo es la muerte. Entrevista a Mons. Pedro Casaldáliga. Obtenido de Koinonia: https://kavilando.org/lineas-kavilando/formacion-genero-y-luchas-populares/7913-el-neoliberalismo-es-la-muerte-entrevista-a-mons-pedro-casaldaliga
BBC. (6 de mayo de 2011). México: frenar la violencia narco, ¿la nueva cruzada zapatista? Obtenido de BBC Mundo México: https://www.bbc.com/mundo/noticias/2011/05/110506_mexico_ezln_marcos_zapatistas_sicilia_irm
BBC. (enero de 19 de 2021). Vacuna contra el coronavirus: la OMS advierte que el mundo está al borde de un «fracaso moral catastrófico». Obtenido de BBC News Mundo: https://www.bbc.com/mundo/noticias-55712748
Restrepo Marín, J., & Insuasty Rodríguez, A. (2016). Medellín, un modelo que incluye la pobreza como negocio. Revista Kavilando, 6(1), 72-79. Recuperado a partir de https://www.kavilando.org/revista/index.php/kavilando/article/view/79
Shuster, M. (noviembre de 2017). Pánico, violencia y crisis en las cárceles de América Latina. Obtenido de Nueva Sociedad: https://nuso.org/articulo/panico-violencia-y-crisis-en-las-carceles-de-america-latina/
Vélez Bedoya, Ángel, & Insuasty Rodríguez, A. (2018). Antropología del pobre y alternativas al desarrollo en Medellín. El Ágora USB, 18(2), 318-328. https://doi.org/10.21500/16578031.3820
*Abogado, especialista en derecho penal, defensor público e investigador Grupo Kavilando.
**Docente Investigador Universidad de San Buenaventura Medellín, Integrante Red Interuniversitaria por la Paz, actual Consejero de Paz Conpaz Medellín sector Universidades, e Integrante grupo Autónomo Kavilando. Contacto: Alfonso.insuasty@gmail.com
Fuente e imagen: https://desinformemonos.org/criminalizacion-de-la-pobreza-en-america-latina/
Por: Aleida Rueda, Fabiola Torres, Juan Ugarte / Salud con Lupa
La ciencia ya ha ofrecido suficientes pruebas de la ineficacia y perjuicio de algunos medicamentos usados en la lucha contra la pandemia, promovidos incluso por algunos gobiernos. Éste es un análisis con las pruebas científicas existentes sobre su efectividad
En el ondulante camino por contener al covid-19, los médicos de todo el mundo han usado desde antiinflamatorios y antivirales hasta plasma sanguíneo y células madre. A pesar de que la ciencia ya ha ofrecido suficientes pruebas sobre la ineficacia o perjuicio de algunos de ellos, ciertos gobiernos de América Latina insisten en mantenerlos en sus tratamientos oficiales. Medicamentos como la hidroxicloroquina o la azitromicina ya no deberían aplicarse en los hospitales, sin embargo países como Perú, Brasil o México continúan ofreciéndolos sin atender a las advertencias de la comunidad científica internacional.
En este especial, con la colaboración de la Fundación Epistemonikos, hemos analizado la evidencia disponible para algunos de los tratamientos y medicamentos más usados contra el coronavirus. Luego hemos elaborado una clasificación de siete niveles (desde “altamente efectivo” hasta “la ciencia no lo avala”) que describe la utilidad de estas terapias. La clasificación se actualiza cada semana de acuerdo a la nueva evidencia disponible.
¿Por qué es relevante para covid-19?
La dexametasona es un corticoide que disminuye la inflamación (efecto antiinflamatorio) y reduce o suprime la respuesta inmune de nuestro organismo (efecto inmunosupresor). Estos efectos son los que se busca controlar en los casos más graves de covid-19 porque hay inflamación del pulmón y otros órganos, además de una respuesta inmune «exagerada» de nuestro organismo.
Tipo de medicamento
Antiinflamatorios
Tipo de pacientes
¿En qué casos se propone su uso?
El uso de corticoides, como la dexametasona, se ha propuesto principalmente en pacientes graves que requieren atención en unidades de cuidados críticos, en especial en aquellos que requieren apoyo de un ventilador mecánico.
¿Se propone su uso en otros casos?
No, en los pacientes de menor gravedad aún no se propone su uso, aunque se está investigando si tienen algún rol. Otros tipos de corticoides, por vía inhalada, se están evaluando para la prevención de covid-19.
¿Qué dice la evidencia?
Conocemos los resultados de tres ensayos aleatorizados (en los que participaron más de 6000 pacientes) que muestran que la dexametasona disminuye el riesgo de muerte en los casos graves de covid-19, además de otros beneficios.
Aún falta conocer los resultados de otros ensayos. Con ellos podremos confirmar lo que sabemos e, idealmente, determinar si la dexametasona es mejor que otros corticoides, cuál es la mejor forma de administrarla y cuál es el rol que cumple en casos de menor gravedad, como los pacientes hospitalizados fuera de unidades de cuidados intensivos.
En el caso de las personas con síntomas leves que no requieren hospitalización, la dexametasona no tiene beneficios. Tampoco juega un rol en la prevención del contagio.
Dónde acceder a la evidencia y mantenerse actualizado sobre esta intervención: Corticosteroids for covid-19
Evidencia actualizada al 28/01/2021.
Los principales estudios:
Los principales ensayos que han reportado datos totales o parciales son: RECOVERY (Reino Unido), DEXA-covid19 (internacional) y CoDEX (Brasil).
Países de América Latina que lo usan contra el covid-19:
Ya se usa para pacientes hospitalizados por covid-19 en Brasil, Colombia, México y Perú.
Patentes: Genérico
Fabricantes principales: Kern Pharma (España)
Postura de la OMS:
La OMS recomienda el uso de corticoides para el tratamiento de pacientes con covid-19 en estado grave y crítico. No sugiere usarlos en casos leves, ya que los estudios no reportaron beneficios en estos casos y podría resultar perjudicial. La terapia debe estar bajo la supervisión de un médico.
Posibles efectos adversos:
Los corticoides tienen múltiples efectos adversos, en especial en quienes los utilizan por tiempo prolongado. Sin embargo, en el tratamiento de pacientes con covid-19 grave, el único efecto adverso importante es el aumento del nivel de glucosa sanguínea, que es controlable y no tiene consecuencias a largo plazo.
¿Por qué es relevante para covid-19?
La ivermectina es un antiparasitario con efectos probados en animales y seres humanos en el tratamiento contra algunos parásitos intestinales o externos, como la pediculosis.
Tipo de medicamento
Antiparasitarios
Tipo de pacientes
¿En qué casos se está investigando?
La ivermectina se está investigando tanto para la prevención como para el tratamiento de covid-19 en etapas iniciales.
¿Qué dice la evidencia?
La semana pasada un equipo internacional dio a conocer los resultados de varios ensayos, con lo cual ya contamos con 22 ensayos que evalúan el rol de la ivermectina en la prevención o el tratamiento de covid-19.
La mayoría de estos ensayos son pequeños y tienen limitaciones importantes. A pesar de ello, al combinar todos los resultados concluimos que el uso de ivermectina podría resultar en una evolución más favorable de los pacientes con covid-19 y que incluso podría disminuir la mortalidad. Por esta razón, la ivermectina sube a la categoría de «prometedora» en nuestro ranking.
Ahora bien, que la ivermectina sea «prometedora» no significa que esté lista para su uso. Para que la ivermectina esté «lista» es importante seguir evaluándola en nuevos ensayos aleatorizados con un número mayor de pacientes reclutados y un mejor diseño metodológico.
Por otra parte, la evolución de la evidencia sobre la ivermectina nos recuerda la importancia de contar con los resultados de todos los ensayos que se han llevado a cabo, incluidos los que son desalentadores. Aparentemente, durante la pandemia se ha exacerbado el «sesgo de publicación». Este sesgo es un problema habitual en la ciencia y consiste en la publicación selectiva de los ensayos con resultados «positivos», dejando sin publicar los «negativos». Cuando esto ocurre, la evidencia queda incompleta y las conclusiones basadas en ella puedan estar equivocadas. En el caso de la ivermectina, sabemos que el ensayo colombiano EPIC no observó beneficio. Se trata del ensayo más grande realizado hasta ahora con ivermectina y los resultados se anunciaron en una conferencia de prensa el 30 de diciembre. Sin embargo, al día de hoy EPIC aún no ha dado conocer la totalidad de la información, con lo cual no es posible integrar sus datos al conjunto de la evidencia existente.
Dónde acceder a la evidencia y mantenerse actualizado sobre esta intervención: Ivermectin for covid-19
Evidencia actualizada al 28/01/2021.
Los principales estudios:
Los ensayos que han reportado datos totales o parciales son: IVE-COV (Pakistán), Raad H et al (Irak y el Líbano), ERC-DMC/ECC/2020/117 (Bangladesh), Rezai y colaboradores (Irán), RIVET-COV (India), Okumuş y colaboradores (Turquía), Spoorthi y colaboradores (India), ZU-IRB#6150 (Egipto), Chachar y colaboradores (Pakistán), Mohiuddin y colaboradores (Bangladesh), SAINT (España), Kirti y colaboradores (India), IVERcovid (Nigeria), IVERCAR-TUC (Argentina), EPIC (Colombia), Chachar y colaboradores (Pakistán), Ahmed y colaboradores (Bangladesh), Niaee y colaboradores (Irán), Elgazzar y colaboradores (Egipto), Krolewiecki y colaboradores (Argentina), IVM-DOX (Irak), Podder y colaboradores (Bangladesh).
Países de América Latina que lo usan contra el covid-19:
Guatemala, Bolivia, Perú, Honduras, Brasil y México (ensayos clínicos)
Patentes:
Genérico
Fabricantes principales:
–
Postura de la OMS:
No recomendado como tratamiento para covid-19
Posibles efectos adversos:
Lesiones en la piel como llagas y úlceras profundas (si se aplica de forma subcutánea); posible toxicidad si se combina con otros medicamentos; además hay evidencia de una vulnerabilidad en el sistema inmune.
¿Por qué es relevante para covid-19?
El ibuprofeno es un antiinflamatorio no esteroidal ampliamente utilizado en infecciones y otras enfermedades para el control de síntomas como la fiebre y el dolor. Además de ser relevante por su rol en el manejo sintomático, cobró importancia al comienzo de la pandemia porque algunos científicos advirtieron de posibles efectos perjudiciales en pacientes con covid-19 que utilizaban ibuprofeno. Actualmente, se está investigando un posible rol como tratamiento en ciertos casos de covid-19.
Tipo de medicamento
Antiinflamatorios
Tipo de pacientes
¿En qué casos se está investigando?
El ibuprofeno se está investigando en pacientes con covid-19 que desarrollan una forma grave de daño pulmonar llamada síndrome de distrés respiratorio agudo.
¿Qué dice la evidencia?
Varias decenas de estudios no aleatorizados han despejado bastante las dudas iniciales sobre la posibilidad de que el ibuprofeno causara un agravamiento de la enfermedad.
Ahora, dejando atrás esa polémica, algunos investigadores han planteado que el ibuprofeno podría tener un efecto curativo en ciertas etapas de la enfermedad. Existe un ensayo en curso para evaluar esta hipótesis, pero todavía no contamos con resultados que permitan sacar conclusiones. Es decir, no sabemos si el ibuprofeno tiene un rol en el tratamiento del covid-19.
Aún no hay ensayos aleatorizados finalizados. El más importante que se encuentra en curso es el ensayo LIBERATE (Reino Unido).
Países de América Latina que lo usan contra el covid-19:
Disponible en farmacias: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, Uruguay y Venezuela.
Patentes:
Genérico
Fabricantes principales:
–
Postura de la OMS:
Aceptado como tratamiento para síntomas leves.
Posibles efectos adversos:
No produce efectos adversos importantes en las dosis recomendadas.
¿Por qué es relevante para covid-19?
La vitamina D tiene múltiples funciones en nuestro organismo. Actualmente se le atribuyen innumerables propiedades, entre ellas, ayudar a prevenir o acelerar la recuperación de infecciones virales, como el covid-19.
Tipo de medicamento
Suplementos nutricionales
Tipo de pacientes
¿En qué casos se está investigando?
La vitamina D se está investigando tanto en la prevención como en el tratamiento del covid-19.
¿Qué dice la evidencia?
El ensayo aleatorizado más importante sobre el efecto de la vitamina D en el tratamiento de covid-19 se publicó la tercera semana de noviembre de 2020. El resultado fue desalentador. Si bien la terapia incrementó los niveles de vitamina D de los pacientes, esto no se tradujo en ningún beneficio clínico.
Antes de esta publicación, otros estudios mostraron resultados alentadores. Muchos sugirieron que las personas con niveles bajos de vitamina D podrían tener mayor riesgo de contraer covid-19, y que las personas que se contagian podrían tener una peor evolución. Luego, dos ensayos aleatorizados que usaron vitamina D para tratar a pacientes con covid-19 hospitalizados mostraron una importante reducción en los riesgos de que su estado se agravara. Se trata, sin embargo, de ensayos pequeños, con múltiples limitaciones metodológicas, que requerían confirmación. Finalmente, el uso aparentemente exitoso de vitamina D para tratar al presidente de EE.UU., Donald Trump, no redujo la incertidumbre, aunque sí contribuyó a aumentar las expectativas sobre el desempeño de este medicamento.
La comunidad científica esperaba, entonces, la confirmación de la efectividad de la vitamina D en covid-19. Al agregar la nueva evidencia al conjunto, la conclusión es, lamentablemente, que la vitamina D ha dejado de ser un tratamiento prometedor.
Dónde acceder a la evidencia y mantenerse actualizado sobre esta intervención: Vitamin D for covid-19
Evidencia actualizada al 28/01/2021.
Los principales estudios:
El principal ensayo reportado es el de Murai y colaboradores (Brasil; Universidad de Sao Paulo). Otros ensayos reportados son covidIOL (España) y SHADE (India). Existen decenas de ensayos en desarrollo.
Países de América Latina que lo usan contra el covid-19:
–
Patentes:
Genérico
Fabricantes principales:
–
Postura de la OMS:
No indicado como tratamiento para covid-19.
Posibles efectos adversos:
Consumir demasiada vitamina D (conocida como toxicidad por vitamina D) puede ser perjudicial. Los signos de toxicidad incluyen náuseas, vómitos, falta de apetito, estreñimiento, debilidad y pérdida de peso.
¿Por qué es relevante para covid-19?
El paracetamol es un fármaco ampliamente utilizado para el control de la fiebre, el dolor y otros síntomas que se observan en las personas con covid-19.
Tipo de medicamento
Analgésicos
Tipo de pacientes
¿En qué casos se está investigando?
El paracetamol no se está investigando activamente en covid-19.
¿Qué dice la evidencia?
Posiblemente, el paracetamol es lo primero que se receta en pacientes con síntomas de covid-19. Sin embargo, hasta ahora no existen estudios que evalúen su efectividad en personas con esta enfermedad. Se ha planteado como alternativa a los antiinflamatorios no esteroidales, que sí han sido objeto de una intensa investigación.
No hay ensayos en ninguna etapa que evalúen este medicamento, aunque es razonable extrapolar lo que sabemos sobre su eficacia y seguridad en otras enfermedades.
Países de América Latina que lo usan contra el covid-19:
Disponible en farmacias de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, Uruguay y Venezuela
Patentes:
Genérico
Fabricantes principales:
–
Postura de la OMS:
Recomendado para los primeros síntomas: dolor y fiebre.
Posibles efectos adversos:
Ninguno, siempre y cuando no se superen los 4 gramos diarios
¿Por qué es relevante para covid-19?
El remdesivir es un antiviral de amplio espectro que fue utilizado sin éxito para el tratamiento de la hepatitis C, Ébola, MERS y SARS. En estudios de laboratorio mostró actividad importante contra el SARS-CoV-2, por lo que se transformó en uno de los fármacos más investigados durante la pandemia.
Tipo de medicamento
Antivirales
Tipo de pacientes
¿En qué casos se propone su uso?
El uso de remdesivir se ha propuesto principalmente en pacientes hospitalizados con gravedad moderada.
¿Se está investigando su uso en otros casos?
Sí, su uso se está investigando en todo tipo de pacientes con covid-19. A diferencia de otros antivirales, no se está investigando su uso en la prevención de la enfermedad.
¿Qué dice la evidencia?
La polémica por el remdesivir se encuentra en un punto álgido con distintas organizaciones que dan recomendaciones discordantes sobre cuándo usar este medicamento y cuándo no. Por un lado, en octubre la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA) de Estados Unidos y la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) aprobaron el uso del remdesivir en pacientes con covid-19. Esto permitió que la farmacéutica Gilead cerrara tratos de venta multimillonarios. Por otro lado, hay variadas acusaciones de irregularidades en esos procesos de aprobación. Se sospecha, por ejemplo, que las aprobaciones fueron aceleradas para evitar hacerse cargo de los resultados del ensayo SOLIDARITY, de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Estos resultados fueron difundidos el 15 de octubre y mostraron que remdesivir no tendría ningún beneficio. En consecuencia, el 20 de noviembre la OMS publicó la recomendación de no utilizar remdesivir en pacientes con covid-19, cualquiera sea la severidad de la enfermedad.
Polémica aparte, hasta ahora se han publicado cinco ensayos aleatorizados que evalúan el efecto de sumar remdesivir al tratamiento de pacientes con covid-19 y ninguno ha logrado demostrar un efecto sobre la tasa de mortalidad ni sobre el número de pacientes conectados a ventiladores mecánicos.
Aún falta aclarar cuáles pueden ser las razones detrás de las diferencias que se observan en los distintos ensayos. También falta evaluar la información de los múltiples ensayos en curso, que seguramente darán más luces sobre el rol del remdesivir. De hecho, aún no se puede descartar que remdesivir tenga un beneficio pequeño, aunque sea a un costo alto. Por lo tanto, es demasiado pronto para decir si remdesivir está listo para ser abandonado. En base a la información existente, sigue tratándose de un medicamento poco prometedor.
Dónde acceder a la evidencia y mantenerse actualizado sobre esta intervención: Remdesivir for covid-19
Evidencia actualizada al 28/01/2021.
Los principales estudios:
Los principales ensayos que han reportado datos totales o parciales son: SOLIDARITY (OMS, internacional), CAP-China remdesivir 1 y CAP-China remdesivir 2 (China), ACTT-1 (internacional) y SIMPLE 2 (internacional).
Países de América Latina que lo usan contra el covid-19:
Venezuela, Brasil, Colombia y México (en ensayos clínicos)
Patentes:
Gilead Sciences tiene la patente exclusiva de fabricación hasta el 2037.
Fabricantes principales:
Gilead Sciences (Estados Unidos)
Postura de la OMS:
No lo recomienda para el tratamiento de covid-19 en ninguna etapa.
Posibles efectos adversos:
Aparentemente es un fármaco seguro, aunque aún se requieren más datos para descartar si fue la causa de daño en el hígado, daño renal e hiperglicemia en algunos pacientes que lo recibieron en los estudios.
¿Por qué es relevante para covid-19?
Se ha planteado que las células madre tendrían una gran variedad de propiedades terapéuticas. Entre ellas, su supuesto efecto antiinflamatorio las haría potencialmente útiles en el tratamiento del covid-19. Las células madre (o troncales) se llaman así por su capacidad de dividirse y luego transformarse en cualquier tipo de tejido. Es decir, pueden ‘procrear’ múltiples células.
Tipo de medicamento
Terapias celulares
Tipo de pacientes
¿En qué casos se está investigando?
Las células madre se están investigando para el tratamiento de covid-19 en etapas graves.
¿Qué dice la evidencia?
Hasta ahora, sólo se han completado pequeños ensayos aleatorizados con este tratamiento. Estos no permiten afirmar si las células madre son o no efectivas. Además, se trata de un tipo de tratamiento de alto costo.
Los ensayos que han reportado resultados son: Shi L y colaboradores (China) y Shu L y colaboradores (China) y Lanzoni y colaboradores (Estados Unidos). Hay más de 50 ensayos en curso que están probando diferentes tipos de células y técnicas.
Países de América Latina que lo usan contra el covid-19:
Brasil y México (estudios clínicos)
Patentes:
–
Fabricantes principales:
–
Postura de la OMS:
No hay información disponible.
Posibles efectos adversos:
En experimentación
¿Por qué es relevante para covid-19?
Un estudio no aleatorizado que tuvo gran repercusión mediática al comienzo de la pandemia puso la azitromicina entre los tratamientos más utilizados contra el covid-19. Sin embargo, se trata de un antibiótico usado frecuentemente en enfermedades causadas por bacterias, mientras que el covid-19 es una infección viral. Las teorías que justificarían su uso como terapia para el covid-19 no están del todo probadas.
Tipo de medicamento
Antibióticos
Tipo de pacientes
¿En qué casos se propuso su uso?
La azitromicina se propuso para prevenir el covid-19, pero también se postuló como tratamiento contra la enfermedad en diferentes etapas.
¿Qué dice la evidencia?
La publicación de los resultados del ensayo RECOVERY, basado en datos de más de 7 mil pacientes, no hizo más que confirmar lo que ya sabíamos gracias a otros ensayos: azitromicina no tiene ningún beneficio en el tratamiento de covid-19.
Dónde acceder a la evidencia y mantenerse actualizado sobre esta intervención: Azithromycin for covid-19
Evidencia actualizada al 28/01/2021.
Los principales estudios:
Los ensayos que han reportado datos son el RECOVERY (Reino Unido), COALITION I y COALITION II (Brasil) y Sekhavati y colaboradores (Irán).
Países de América Latina que lo usan contra el covid-19:
Argentina, Brasil, Colombia, México, Perú, Venezuela
Patentes:
Genérico
Fabricantes principales:
Fabricante de Zithromax: Pfizer (Estados Unidos)
Postura de la OMS:
No recomendado como tratamiento para covid-19.
Posibles efectos adversos:
Es un antibiótico, lo que conlleva los riesgos personales y poblacionales del uso innecesario de antibióticos.
Plasma convaleciente
¿Por qué es relevante para covid-19?
Los pacientes que se han recuperado de cuadros infecciosos poseen anticuerpos en su sangre que los protegen de futuras enfermedades producidas por el mismo agente. Estos anticuerpos pueden obtenerse desde el plasma de la sangre, que en este contexto pasa a llamarse plasma convaleciente.
Tipo de medicamento
Productos sanguíneos
Tipo de pacientes
¿En qué casos se está investigando?
El plasma convaleciente se está investigando para el tratamiento de covid-19 en etapas graves.
¿Qué dice la evidencia?
El 15 de enero se conocieron preliminarmente los resultados del ensayo RECOVERY, que confirmó lo que habían mostrado la inmensa mayoría de los 11 ensayos aleatorizados cuyos datos ya conocíamos: el plasma convaleciente no otorga ningún beneficio en el tratamiento del covid-19.
A pesar de la reciente aprobación para su uso por la FDA y de tratarse de una de las intervenciones terapéuticas que más interés suscitaba en todo el mundo, la evidencia ya es abrumadoramente desfavorable para esta terapia.
Aún persiste una pequeña duda sobre si podría existir beneficio al utilizar cierto tipo de plasma en un subconjunto específico de pacientes. Sin embargo, el interés en seguir investigando esta intervención tan poco prometedora, de alto costo y complicada logística, probablemente irá decayendo.
Desafortunadamente, en base al conjunto de información con la que contamos, el plasma convaleciente se encuentra en la categoría de «poco prometedor» en nuestro ranking.
Los ensayos reportados hasta ahora son PLACID (India), PlasmAr (Argentina), RECOVERY (Reino Unido), Li L y colaboradores (China), CONcovid (Países Bajos), Rasheed AM y colaboradores (Irak), ConPlas-19 (España), Balcells ME y colaboradores (Chile), ILBS-covid-02 (India) y Bandopadhyay y colaboradores (India), PlasmAr (Argentina) y FundacionINFANT-Plasma (España).
Países de América Latina que lo usan contra el covid-19:
Se hacen ensayos clínicos en Argentina, Brasil, México, Chile, Colombia, Panamá, Costa Rica, Paraguay. En Venezuela, Bolivia y El Salvador se usa como protocolo de emergencia.
Patentes:
–
Fabricantes principales:
–
Postura de la OMS:
Autorizado bajo condiciones experimentales y dentro del marco regulatorio de cada país.
Posibles efectos adversos:
En experimentación
Tipo de medicamento
Pseudociencia
Tipo de pacientes
¿En qué casos se ha planteado su uso o investigado?
No se ha planteado su uso para ningún tipo de pacientes, pero se ha extendido la falsa noticia de que podría prevenir el contagio del covid-19. Tampoco se han iniciado investigaciones sobre este producto.
¿Qué dice la evidencia?
Probablemente el dióxido de cloro nunca será evaluado en estudios clínicos porque existe información suficiente que advierte de sus riesgos para la salud. Más aún, no hay investigación de laboratorio o de ningún otro tipo que haga suponer que tendría un beneficio. Se trata más bien de un caso típico de “terapia” cuyo estatus no responde a razones científicas.
Evidencia actualizada al 28/01/2021.
¿Por qué es relevante para covid-19?
Al comienzo de la pandemia, un estudio no aleatorizado que tuvo gran repercusión mediática puso la hidroxicloroquina y la cloroquina entre los tratamientos más utilizados contra el covid-19. La recomendación de utilizarla que hizo una guía china (sin haber publicado los datos que la sustentaban) y la promoción realizada por los presidentes Donald Trump y Jair Bolsonaro (sin base científica) también contribuyeron a su popularidad.
Tipo de medicamento
Antimaláricos
Tipo de pacientes
¿En qué casos se propuso su uso?
La hidroxicloroquina y la cloroquina se propusieron para prácticamente todo el espectro de casos posibles, tanto de prevención como de tratamiento del covid-19.
¿Qué dice la evidencia?
La evidencia sobre el rol de la cloroquina y la hidroxicloroquina en el tratamiento del covid-19 es categórica: no son efectivos. Se trata de evidencia que proviene de más de 40 ensayos que ya han reportado datos de más de 15 mil pacientes.
En cuanto al rol de estos fármacos en la prevención del covid-19, la evidencia también es desalentadora. Todos los ensayos aleatorizados sobre prevención con los que contamos han reportado que no se observó ningún efecto beneficioso. A pesar de ello, a principios de octubre se reactivó la controversia cuando dos grupos de investigadores afirmaron que al combinar todos estos estudios sí se observaría un beneficio. Lamentablemente, estas afirmaciones están basadas en revisiones muy poco rigurosas de los datos. Lo más razonable es ignorarlas hasta que contemos con los análisis más completos, que estarán disponibles muy pronto.
El 17 de diciembre la OMS publicó la recomendación de no utilizar hidroxicloroquina o cloroquina en pacientes con covid-19, cualquiera sea la severidad de la enfermedad.
Estos ensayos son algunos de los principales que han reportado resultados: RECOVERY (Reino Unido), SOLIDARITY (OMS/internacional), covid-19 PREP/PEP/PET (3 estudios en Estados Unidos), BCN PEP CoV-2 (2 estudios en España), COALITION I (Brasil), Kamran y colaboradores (Pakistán), Tang y colaboradores (China), Tang y colaboradores (China), Chen ZW y colaboradores (China), Chen L y colaboradores (China), Chen PC y colaboradores (Taiwán), HC-nCoV (China), Huang M y colaboradores (China), Abd-Elsalam S y colaboradores (Egipto), Mohiuddin y colaboradores (Bangladesh), NO covid-19 (Noruega) y ORCHID (Estados Unidos).
Países de América Latina que lo usan contra el covid-19:
Argentina, Brasil, Colombia, México, Perú, Uruguay Venezuela
Patentes:
Genérico
Fabricantes principales:
–
Postura de la OMS:
No recomendado como tratamiento para covid-19.
Posibles efectos adversos:
Arritmias y otros problemas cardiacos, bajos niveles de azúcar en la sangre, anemias, y algunos problemas neurológicos y de visión.
Lopinavir/Ritonavir
¿Por qué es relevante para covid-19?
El lopinavir/ritonavir es una combinación de antivirales que se utiliza para tratar el VIH y que se comercializa como Kaletra®. Como es un fármaco con relativamente pocos efectos adversos y que se encuentra disponible en casi todos los países, apenas comenzó la pandemia se iniciaron múltiples ensayos para evaluar su efectividad.
Tipo de medicamento
Antivirales
Tipo de pacientes
¿En qué casos se propuso su uso?
La combinación de lopinavir y ritonavir se propuso para prevenir el covid-19, pero especialmente se postuló como tratamiento contra la enfermedad en diferentes etapas.
¿Qué dice la evidencia?
De los múltiples ensayos realizados para evaluar la efectividad del lopinavir/ritonavir, cinco tienen datos que permiten concluir que este fármaco no tiene ningún beneficio para los pacientes con covid-19.
El 8 de octubre se conocieron los resultados del ensayo RECOVERY que indicaron que no mostró beneficios. Una semana después, el 15 de octubre, se difundieron los de SOLIDARITY y se confirmó la ausencia de eficacia. Ambos ensayos son los más grandes realizados hasta la fecha.
El 17 de diciembre la OMS publicó la recomendación de no utilizar lopinavir/ritonavir en pacientes con covid-19, cualquiera sea la severidad de la enfermedad.
Dónde acceder a la evidencia y mantenerse actualizado sobre esta intervención: Lopinavir for covid-19
Evidencia actualizada al 28/01/2021.
Los principales estudios:
Los principales ensayos que han reportado datos totales o parciales son: RECOVERY (Reino Unido), SOLIDARITY (OMS/internacional), LOTUS (China), ELACOI (China), Chen YK y colaboradores (China), y Zheng F y colaboradores (China).
Países de América Latina que lo usan contra el covid-19:
Argentina, Brasil, Bolivia, Colombia, México, Uruguay, Venezuela
Patentes:
Fabricantes principales:
AbbVie (Estados Unidos)
Postura de la OMS:
No recomendado como tratamiento para covid-19.
Posibles efectos adversos:
Trastornos del hígado, inflamación del páncreas, así como reacciones alérgicas graves.
Por: Álvaro Bianchi, Daniela Musi /Fuente: Jacobin
Traducción de Valentín Huarte
Antonio Gramsci nació un día como hoy (Ales, Cerdeña, 22 de enero) en 1891. Hace varias décadas que los intelectuales conservadores, como Olavo de Carvalho y Roger Scruton, presentan a uno de los mayores teóricos marxistas del siglo XX como el símbolo de una gran amenaza al orden capitalista. Y no se equivocan.
A mediados de los años 1980, el intelectual conservador inglés Roger Scruton fundó la revista The Salisbury Review, en la cual publicó una serie de artículos sobre los intelectuales «de izquierda» del siglo XX. Abordó los pensamientos de György Lukács, Louis Althusser, Herbert Marcuse y Antonio Gramsci en una compilación titulada Locos, impostores y agitadores: pensadores de la nueva izquierda (1984). Scruton sostenía que se estaba desarrollando una guerra ideológica. Según él, el concepto marxista de hegemonía podía definirse como una herramienta de la «ideología de la dominación de clase» de los marxistas, responsables de inculcar –o de «legitimar»– una idea de autoridad. Por este motivo, «ningún pensador político en la coyuntura europea y estadounidense moderna puede ignorar las transformaciones que impusieron a nuestra vida intelectual los escritores y activistas de izquierda», los propagadores de la «hegemonía».
Al discutir la izquierda que emergió en Europa a partir de la segunda mitad de los años 1960, Scruton creía estar frente a un consenso inédito que amenazaba las «costumbres, las instituciones, la política de los Estados occidentales» y renovaba la «teoría y la práctica del comunismo». De esta forma, alertaba sobre el problema del «retorno del jacobinismo», sintetizado ahora «emocionalmente» bajo una nueva forma, ya no como disputa partidaria por la conducción de las masas, sino como un conjuro que «secretamente conquistará su objetivo común» sin un liderazgo definido de manera estable.
La principal referencia política de Scruton fueron los levantamientos estudiantiles de 1968 en Europa y en Estados Unidos. Según su opinión, estas manifestaciones, la nueva edición de 1975 de los Cuadernos de la cárcel y la importante difusión de los escritos del autor en cursos universitarios y organizaciones de izquierda llevaron a un renacimiento de la influencia de Gramsci. El italiano renació como teórico político, crítico cultural, filósofo y canon revolucionario entre los círculos intelectuales y políticos que estaban ávidos de una «orientación moral e intelectual».
De este modo, Gramsci era presentado como el autor de una nefasta teoría de la imposición de la legitimidad del intelectual de izquierda sobre el hombre común, una estrategia en la cual el liderazgo partidario clásico perdía espacio frente a las transformaciones «graduales» realizadas por personas especializadas en la conducción de las masas.
Según la visión de Scruton, las ideas gramscianas habilitaban a que los activistas post-1968 se percibieran a sí mismos como «intelectuales» y «legisladores». Lo que Gramsci denominaba «revolución pasiva» –el proceso de transformaciones graduales que desbloquearían imperceptiblemente el camino para el que surja un nuevo orden social– no era más que una versión izquierdista de la buena y vieja circulación de las élites. Entonces, la originalidad del pensamiento gramsciano radicaba en percibir la existencia de una «nueva hegemonía» al plantear el dominio de clase como fruto del encuentro de «dos fuerzas»: los intelectuales de izquierda y las «masas». Gramsci habría elaborado de esta forma la verdadera teoría del fascismo, o sea, la estrategia política de conformación de una «unidad ideal» capaz de manipular la cultura y, por medio de ella, impulsar transformaciones políticas y económicas de largo plazo.
A inicios de los años 1980, el francés Alain de Benoist, otro intelectual conservador, empezó a dedicarse también al pensamiento de Gramsci. Su análisis era diferente al de Scruton. Asumió una actitud positiva frente a la experiencia de los movimientos y las protestas emergentes en los años 1960, a los cuales percibirá como una «novedad» de la política occidental. De esta forma, se esforzó para pensar las posibilidades de creación de una «nueva derecha», que fuese la antítesis directa de la renovación que atravesaba a las izquierdas en Europa. Con este fin se apropió de las ideas gramscianas.
En enero de 1969, de Benoist fundó el Grupo de Investigación y Estudios para la civilización europea (GRECE, por sus siglas en francés), que tenía como objetivo la formación político-cultural y contaba con el compromiso de intelectuales nacionalistas. En 1981, el GRECE realizó su 16° Congreso bajo el lema «Por un gramscismo de derecha». Esta propuesta reunía al activismo de la «nueva derecha» alrededor del proyecto de creación de organizaciones políticas conservadores con un abordaje cultural, algo inexistente en las experiencias de la época, aun considerando a los representantes del neoliberalismo naciente.
Para de Benoist, la principal contribución de Gramsci habría sido la de ayudar al ideario conservador para que vuelva a poner las ideas conservadoras «en su lugar». Les idées à l’endroit fue justamente el título del libro publicado en 1979, en el cual de Benoist planteó la necesidad de una derecha que tuviese algo que decir sobre los intelectuales como Gramsci. Una derecha capaz de superar el tipo de «leninismo» espontáneo con el cual actuaban en la disputa inmediata por el poder político y avanzar en el sentido de un activismo «gramsciano», es decir, un activismo interesado en los efectos del «poder cultural» y «metapolítico» de la correlación de fuerzas a nivel político. Ese interés «cultural» era, según de Benoist, lo que diferenciaba a las nuevas izquierdas de los años 1960 y 1970 de las derechas que, hasta entonces, no habían tenido éxito en renovarse; era necesario enfrentar a los adversarios sobre su propio terreno.
A su vez, la Nueva Derecha francesa, nacida más de polémicas periodísticas que de compromisos intelectuales e iniciativas serias, debía encontrar una estrategia para criticar el igualitarismo socialista. La oportunidad estaba en los flancos de la Nueva Izquierda, especialmente en su tendencia a menospreciar y negar la política de masas. Este flanco –el elitismo no deliberado de las organizaciones de la Nueva Izquierda– permitía retomar el viejo argumento del conservadurismo reactivo, que apela a las «mayorías silenciosas», para convertirlo en una «aceptación trágica del mundo».
En otras palabras, les daba la oportunidad a las nuevas derechas de elaborar una actitud política elitista, pero no negativa y, justamente por eso, de presentarse como una alternativa a las izquierdas. Las nuevas derechas, seguía el argumento de de Benoist, debían aprovechar el valor político de su propuesta «masiva» para hacer que el conservadurismo volviera a desempeñar el papel de explicación del mundo y de las cosas. La actitud social crítica que, en las nuevas izquierdas, encontraba su límite en la negación del «fascismo» y del «totalitarismo», debía ser tomado por las nuevas derechas como un punto de partida, como una «aceptación trágica».
América Latina también vivió una reacción conservadora al pensamiento de Gramsci a partir de los años 1980. En 1984, el primer número de la revista católica argentina Gladius discutió la «penetración marxista en América Latina» y, más específicamente, el papel de la educación en el pensamiento revolucionario gramsciano. En su presentación, esta revista de orientación tomista anunció que se estaba desarrollando una «guerra contracultural» en la Argentina, representada por la falta de «respeto a la vida, al amor, a la patria, a la familia, al matrimonio […], a la distinción entre los sexos e incluso a la condición humana de ser libre e inteligente». El papel que tenía Gramsci en esta ofensiva era recuperar el valor de las ideas y del pensamiento, al afirmar que la transformación social era una transformación del espíritu humano.
Gramsci había comprendido que una revolución comunista como la de 1917 en Rusia jamás ocurriría en Italia y había elaborado «grandes tesis» sobre cómo esa transformación podría desarrollarse por otro camino. En este sentido, la filosofía de la praxis sería una tentativa de pensar la «resolución pacífica de las contradicciones existentes en la historia y en la sociedad», o sea, la anticipación por medio de consensos a nivel superestructural acerca de las transformaciones necesarias para derrotar a la burguesía.
De aquí el interés especial que Gramsci tiene por los intelectuales, su esfuerzo por convencerlos de que no es posible «saber sin comprender, sin sentir y sin ser apasionado», es decir, que no es posible pensar sin acercarse al pueblo, sin «entenderlo históricamente y relacionar dialécticamente sus necesidades con una concepción superior del mundo». La conexión sentimental era el comienzo de la relación entre intelectuales y pueblo, el antídoto contra la burocratización y contra el formalismo.
Con este objetivo, Gramsci formuló una nueva concepción de las élites intelectuales, que era fruto de la fusión entre la especialidad del oficio y la actividad política. Compitiendo entre sí, estas actuarían como vanguardia de la revolución comunista, es decir, como promotoras de una revolución cultural. La formación de estas élites no sería improvisada ni discontinua, sino el resultado de un plan de «reforma intelectual y moral» íntimamente asociado con un plan de «reformas económicas». Gramsci, en este sentido, habría «continuado la vía abierta por Lenin».
En América Latina, para los católicos de Gladius, la mayor expresión de la política gramsciana era la capacidad de penetración ideológica, una forma de lucha mucho más peligrosa que las tentativas revolucionarias de confrontación armada de los años 1960 y 1970. En el terreno ideológico, seguía su argumento, todavía existían los riesgos de la «mimetización» y de la «infiltración» del pensamiento revolucionario, gracias al poder de atracción que ejercía sobre ciertas «mentalidades entusiastas» a través de las «ambigüedades» y las «elipsis» del discurso.
La lucha ideológica revolucionaria en el continente desbordaba principalmente en dos direcciones. En primer lugar, el papel del tercermundismo y del «indigenismo» como concepciones histórico-culturales «de agitación antiblanca», es decir, «que reniega de manera explícita del descubrimiento y del sentido cristiano-católico, mariano-misionero y grecorromano de la Conquista, la Civilización y la Evangelización de estas tierras [latinoamericanas]». En segundo lugar, la lucha ideológica se desplegaría contra la política de derechos humanos, que era presentada como la «constante preservación, justificación y apoyo al avance del comunismo».
En otras palabras, la «ideologización» aquí se refería al hecho de que la defensa de los derechos humanos, promovida por «grupos de solidaridad», entidades, asociaciones y organismos internacionales, llevaría a la crítica e incluso a la condena de las actitudes represivas de las dictaduras militares en el continente. Esta poderosa «ideología de los derechos humanos», por lo tanto, servía en la práctica para «justificar o tolerar a los agentes de la subversión». O una política «ideológica» que, en el caso de Argentina, asumía una connotación mítica en un movimiento tan fuerte y amplio como el de las Madres de Plaza de Mayo.
En Estados Unidos, los conservadores no mostraron la misma sofisticación de los ingleses y de los franceses, ni siquiera la de los católicos argentinos, y desplegaron una visión del mundo extraña y conspirativa, en la cual era difícil saber quiénes eran los agentes de la conspiración y cuáles eran sus propósitos. En 1988, en el segundo informe del Comité de Santa Fe –un think tank conservador enfocado en América Latina, fundado durante el gobierno de Ronald Reagan–, se mencionó explícitamente la influencia de las ideas de Gramsci en el continente. Titulado Una estrategia para América Latina en los años 1990, el informe de L. Francis Bouchey, Roger Fontaine, David C. Jordan y Gordon Sumner argumentaba que una de las principales consecuencias de esta influencia era el fortalecimiento de una ideología «estatista» y favorable a la teología de la liberación que podía observarse en casi todos los países latinoamericanos.
El informe del Comité de Santa Fe circuló ampliamente en los medios militares de América Latina. En un contexto en el cual se debilitaba el argumento conservador sobre una supuesta ofensiva soviética y terrorista en la región, la subversión comunista adquiría otros contornos: por un lado, se presentaba vinculada al tráfico de drogas; por otro, como una expansión de la influencia de los intelectuales de izquierda inspirados por las ideas de Gramsci, especialmente mediante una reinterpretación de los valores éticos y religiosos. El acompañamiento sistemático de las transiciones democráticas en el continente –influenciando la «cultura política» de los nuevos regímenes– sería la única manera de enfrentar tales amenazas y garantizar el sostenimiento de una estructura de Estado permanente (en los medios militar y judicial).
Para la opinión pública estadounidense, la denuncia de esta conspiración gramsciana a la luz del día asumió tonos estridentes a inicios de los años 1990, de la mano del locutor de radio Rush H. Lihnbaugh, autor del bestseller The Way Things Ought to Be (1992). Según Limbaugh, Gramsci preconizaba la necesidad de una «larga marcha dentro de las instituciones» antes de que el «socialismo y el relativismo resulten victoriosos». El objetivo del pensador era «transformar el modo en el que toda la sociedad piensa sus problemas […]. Para comenzar, hay que subvertir y minar la creencia en Dios».
El locutor de radio creía que, a pesar de que el «oscuro comunista italiano» era desconocido, los thinks tanks de la izquierda le construían altares. A partir de los años 2000, esas teorías conspirativas fueron reunidas bajo la bandera del «marxismo cultural», el cual, en palabras de un especialista en asuntos militares –el conservador William S. Lind– había logrado traducir el marxismo «de la economía a la cultura». En esa operación, la «teoría de la hegemonía cultural» de Gramsci defendía que la creación de un «nuevo hombre comunista» debía desarrollarse antes de que «cualquier revolución política fuese posible». Para esto, era necesario enfocar «los esfuerzos de los intelectuales en los campos de la educación y la cultura».
La idea de una «larga marcha», en la cual se escuchaba el eco de la hazaña histórica de Mao Tsé-Tung en China, parece ser recurrente. Según Raymond V. Raehn, colaborador de Lind en la crítica de lo políticamente correcto, «Gramsci vislumbró una larga marcha a través de las instituciones de la sociedad, incluidos el gobierno, el poder judicial y militar, las escuelas y los medios». La conclusión de Raehn era que el «multiculturalismo puede ser visto como un medio para ponerle fin al control de la hegemonía cultural tradicional de la sociedad estadounidense».
Para los conservadores estadounidenses, la única barrera entre la hegemonía gramsciana y las conciencias de las personas era el «alma cristiana». Destruirla era el principal objetivo de aquella.
Este acercamiento entre un discurso político conservador y un discurso religioso de tonos fundamentalistas signó los ataques a Gramsci que se desarrollaron en el contexto estadounidense. Las amenazas a la cultura occidental denunciadas por los conservadores eran interpretadas, al mismo tiempo, como amenazas al cristianismo.
El Gramsci de Olavo
La demonización de Gramsci desembarcó en Brasil algunos años más tarde. El artífice de este movimiento fue el escritor Olavo de Carvalho, que traspuso a Brasil, a veces de modo literal, los argumentos de Lind y Limbaugh. Desde el primer libro de su trilogía, A nova era e a revolução cultural (1994), Carvalho trataba a Gramsci como una mente diabólica que interpretaba y daba sentido al mal. El texto de este volumen tiene las marcas de la prisa. El autor había admitido conocer muy poco sobre el tema. La erudición superficial cedía lugar al argumento fácil y a los ejemplos de política contemporánea, con una prosa grosera y muchas veces sexista. Los errores biográficos y los anacronismos se amontonan, y hasta llegan a ser divertidos, como es el caso de la referencia a una supuesta «hija» de Gramsci, quien, en realidad, fue padre de dos niños.
Carvalho afirmó que había comenzado a hablar públicamente sobre el «gramscismo petista» en 1987. El año coincide con el 5° Encuentro Nacional del Partido de los Trabajadores (PT), el primero en el cual se desarrolló algún debate sobre la estrategia del partido. Los documentos del partido hablaban de hegemonía, de sociedad civil, de bloques políticos. Los significantes eran gramscianos, aunque no lo eran los significados. Pero poco importa. Carvalho estaba de acuerdo con la izquierda, que a su vez estaba convencida de que la realización de la hegemonía implicaba una «gran marcha hacia el centro de los aparatos del Estado».
Aquí estaba la amenaza que ponía en riesgo al mundo tal como se lo había conocido hasta entonces. El mal podría encarnar aquí o allá, pero siempre en una fuerza que está más allá de todos y que a todos dominará: «no es solo el PT el que sigue a Gramsci; todos los hombres de izquierda de este país lo siguen desde hace una década sin darse cuenta».
Carvalho insistió en esta tesis. El problema no estaba en que el «número de adeptos conscientes y declarados del gramscismo» fuese grande. Por el contrario. Pero el «gramscismo no es un partido político, no necesita militantes inscritos ni electores fieles». Es «un conjunto de actitudes mentales», que están presentes en individuos que probablemente nunca oyeron hablar de aquel «jorobado maldito», y que colaboran con una estrategia política «sin tener la menor consciencia de lo que hacen». Gramsci sería, en última instancia, la famosa estructura sin sujetos.
Esta amenazadora estrategia que atrae a los incautos y los pone a hacer aquello que no saben es la hegemonía. En la versión particular de Carvalho, la hegemonía es la aparente negación de la política: «nada de política, nada de prédica revolucionaria». La hegemonía actuaría en un nivel prepolítico, con el propósito de «operar un giro de 180 grados en la cosmovisión del sentido común, transformar los sentimientos morales, las reacciones básicas y el sentido de las proporciones». Eso es lo que sería imperdonable en Gramsci y lo que lo convertiría en el enemigo número uno de la derecha conservadora: haber establecido que las concepciones del mundo son un campo en disputa, poniendo en riesgo los valores de la civilización cristiana occidental.
A comienzos de los años 2000, en el contexto en el que estaba emergiendo el PT como una alternativa electoral de izquierda a los sucesivos gobiernos de agresiva orientación neoliberal que lo precedieron, la amenaza «gramsciana» reapareció en el ambiente cultural de los intelectuales conservadores brasileños y llegó a los medios militares. A revolução gramscista no ocidente (2002) fue el título que le dio el general Sérgio Coutinho a un libro que volvía a presentar los peligros que planteaba la circulación de las ideas de Gramsci en Brasil. Para el autor, el pensamiento gramsciano brasileño, nacido de las fracasadas tentativas terroristas de impedir el avance de la «revolución de 1964», buscaba ahora una «vía pacífica» hacia el poder, inspirándose en la experiencia eurocomunista.
En esta interpretación, la estrategia «gramsciana» había sido organizada por el Partido Comunista Brasileño (PCB) desde los años 1970 como un plan para una transición temporalmente no violenta hacia la democracia, un «interludio democrático-burgués». Luego, las minorías comunistas activas en este proceso habrían actuado en la disputa ideológica del proceso constituyente de los años 1980, amedrentando a las «mayorías democráticas» y preparando el terreno para la toma del poder.
En la interpretación del general, el florecimiento de la influencia de las ideas gramscianas en diversos partidos brasileños de izquierda y de centroizquierda de aquel entonces, junto a la emergencia electoral del PT durante los años 1990, implicaban la coronación del gramscismo como estrategia política. La amenaza gramsciana se expresaba en la difusión rápida de la idea de un «nuevo socialismo» como elemento desencadenante de una «guerra psicológica» que tenía como objetivo debilitar, vaciar y ridiculizar las instituciones capitalistas, las fuerzas armadas y la Iglesia.
De hecho, los partidos actuaban como distintos «aparatos de hegemonía adquieren funciones estatales», como las oenegés y los movimientos sociales. Por lo tanto, frente a una amenaza de este tipo, la única manera de enfrentar el avance del gramscismo sería la conformación de un «nuevo centro» que fuese capaz de recuperar, de reorganizar y de devolver su debido protagonismo a las fuerzas «reprimidas» durante el proceso de la transición democrática brasileña.
Conservadurismo unido
A fines de los años 2010, la reconstrucción de la trayectoria de las ideas de Gramsci entre los intelectuales conservadores alrededor de todo el mundo ganó una importancia particular. Estas interpretaciones no tienen un valor intrínseco en los medios académicos y en las investigaciones especializadas y, tal vez por eso, no llamaron mucho la atención. Sin embargo, en el ambiente político, la emergencia de liderazgos y de nuevos –y no tan nuevos– polemistas antigramscianos parece plantear la necesidad de un análisis detenido del papel que las ideas gramscianas cumplen en la gramática del pensamiento político de las denominadas nuevas derechas. A fines del S. XX, las ideas de Gramsci fueron escogidas como punto de partida para la exploración y la presentación de un nuevo terreno de conflicto político que ya no estaba signado por la división del mundo en dos polos nítidos. La lucha de clases, afirmaban unánimemente los intelectuales conservadores, se desplazaba hacia la esfera poco distinguible de la «cultura», de las «redes de valor», de las ideologías.
A pesar de esto, hubo muchas maneras de enfrentar este enemigo común de la «civilización europea», de los valores católicos y de la tradición militar en América Latina (y de las «libertades» seculares en la nación estadounidense). Para algunos, Gramsci representaba un conjunto de ideas que debía ser desenmascarado y repudiado en sus fundamentos; para otros, su marco teórico debía ser absorbido y transcripto en clave neoconservadora; y hubo también quienes pensaron que era necesario vigilar las experiencias políticas y culturales de las nuevas democracias, que supuestamente develaban las mismas formas renovadas de subversión comunista inspiradas por Gramsci. Sin embargo, todos los intelectuales antigramscianos creían que el pensador y dirigente sardo representaba, sobre todo, la continuidad de una amenaza profunda.
Las ideas de Gramsci, aun bajo los escombros de la ya escuálida experiencia «oriental», siguieron inspirando y orientando los deseos revolucionarios. Especialmente sus escritos y cartas de la cárcel, dejaron la marca indeleble de la resistencia metódica y paciente en un siglo que emanaba un aroma pestilente de triunfalismo y barbarie. Gramsci enseña, a fin de cuentas, a pensar y a actuar en las peores condiciones materiales y subjetivas, y es por eso que sus ideas y sus conceptos son capaces de convertirse en la lengua franca de la resistencia de los grupos subalternos de varios países del mundo.
La reconstrucción del pensamiento antigramsciano, en sus distintas vertientes, puede revelar reflejos distorsionados de esa lengua, como modulaciones antagonistas de los esfuerzos para impedir la derrota definitiva de la utopía socialista. De esta forma, irónicamente, el pensamiento de Gramsci forma parte del botín disponible para los arqueólogos de un pasado de luchas sociales radicales y del reencuentro de este con nuevas antítesis vigorosas. (Este texto fue publicado en la primera edición especial de Jacobin Brasil (2019) sobre marxismo cultural).
* Daniela Musi es posdoctoranda en Ciencias Políticas en la Universidad de São Paulo. Su proyecto trata sobre la historia del pensamiento político brasileño. Álvaro Bianchi es profesor de ciencias políticas en la UNICAMP y estudioso del pensamiento político italiano, estadounidense y latinoamericano.
Por: Yani Vallejo Duque* Y Alfonso Insuasty Rodríguez**
Las celebraciones de fin de año se mezclan con la realización de balances y propósitos para el año que viene, se habla de lo bueno, lo malo y lo que está por llegar; esto se realiza en todos los ámbitos de la vida, tanto personal como a nivel económico y político.
Esta columna tratará de mirar la foto actual de Colombia y su gobierno, generando insumos de reflexión sobre lo que creemos está por venir para el 2021 y sobre todo, lo que nos espera para el 2022.
Un Gobierno sin rumbo
Después del 7 de agosto del año 2002 el país se encuentra en manos de un Caudillo que representa una clase política altamente corrupta, emparentada con la mafia y el paramilitarismo, un sujeto que ha utilizado lo peor de la manipulación y las estrategias más cuestionables para mantenerse en el poder hasta el día de hoy.
Dicho personaje y grupo político han puesto un Presidente a la medida quien, cual títere, actúa bajo directrices concretas. Dicho mandatario tuvo en su momento, como único mérito, haber jurado lealtad o mejor, seguir a ciegas las órdenes de su caudillo y mentor.
Este año que va cerrando, dicho caudillo, apelando a consabidas argucias jurídicas, nuevamente intentó evadir la justicia, logrando por ahora, poner fin a la detención domiciliaria que pesaba en su contra, sin embargo, el proceso sigue abierto en su contra y derivado, ha perdido su curul como Senador.
Desde una de sus grandes haciendas, en la que se encuentra en medio de esta pandemia, como arriando animales da órdenes, cita a dirigentes políticos con quienes mueve los hilos del poder y ahora desde ese lugar proyecta acuerdos con esos clanes políticos mediados por escándalos, proyectando la nueva sucesión de poder, esas alianzas, cálculos para no perder el poder en las elecciones presidenciales del 2022.
Pero, la estantería se les cae a pedazos y es tan evidente que ya ni sus frases cargadas de odio, desinformación y manipulación logran ocultar la crisis profunda a la que él y su grupo político, han llevado el país.
La ultraderecha colombiana sólo vive de la propaganda, se dicen dueños de la seguridad y en lo corrido del año 2020 se han presentado ochenta y ocho (88) masacres (Indepaz, 2020), añadido a ello, la proliferación de grupos al margen de la ley que cada vez ganan más terreno gracias a la corrupción y con la complicidad de los organismos de seguridad, se predican buenos administradores pero, su supuesta “buena gestión” se basa en endeudar al país sin límite alguno, al punto que según la calificadora de riesgo Moody’s, la deuda para el 2021 asciendo peligrosamente al 70% del PIB del país. (Dinero, 2020).
Este gobierno, además, presenta negativos índices de productividad económica, malas relaciones con países vecinos y un servilismo, que raya con la vergüenza nacional, hacia gobernantes de otros países en los cuales se ven reflejados casos Trump en EE.UU. o Bolsonaro en Brasil.
Como ya es normal, en los gobiernos de derecha, la corrupción se naturalizada y todos los días aparece en los medios masivos un nuevo escándalo que es sepultado por otro de mayores magnitudes, ofreciendo para su solución “exhaustivas investigaciones” que al pasar de tiempo solo terminan en detrimento del erario sin mayores repercusiones políticas.
Ante toda pregunta por estos males, la respuesta mediática de los medios masivo al servicio de este tipo de gobiernos, siempre es la misma: el Presidente actual, sigue siendo un Aprendiz al que habrá que darle tiempo, además, se empeña en reiterar que toda culpa de los males del país o son del gobierno anterior o consecuencia de la Paz firmada entre el Estado y las Farc, importante acuerdo el cual, abiertamente y sin sonrojo no dejan de atacar. Ya la gestión de este “Aprendiz de Presidente” supera la mitad de su mandato y sigue gobernando con el espejo retrovisor.
La extrema derecha colombiana ya perdió cualquier nivel de vergüenza y ha acaparado todos y cada uno de los espacios de poder del país. Hoy controla el ejecutivo, compró la legislativo, en los órganos de poder logró ubicar fichas de su mismo gobierno, van por la captura del poder judicial con magistrados serviles y, con su registrador de bolsillo trata de cerrar el círculo realizando reformas al régimen electoral para favorecer a sus amigos politiqueros en las regiones, con miras a controlar al máximo, las elecciones 2022.
En términos del politólogo J. L. Talmon, nos encontramos en Colombia bajo una clara democracia totalitaria.
La Respuesta a la crisis
La crisis ética y económica que vive el país, como ya lo hemos dicho, no se le puede endilgar al Covid-19. Esta, ya era muy profunda antes de la pandemia y lo único que hizo el coronavirus fue develarla y por supuesto, profundizarla a límites inimaginables.
La respuesta a esta crisis mundial no ha sido otra que la misma fórmula neoliberal de siempre, hacer que los más pobres paguen la crisis sin tocar a ningún grupo económico poderoso.
Las ayudas a los pequeños y medianos empresarios fueron minúsculas a comparación de la entregada a grandes conglomerados económicos. (Cuestión Publica. 2020). Lo que se entregó finalmente como ayudas a los más pobres son tan irrisorias que rayan con meras limosnas.
Y ahora, la gran idea del ministro de hacienda del gobierno de turno, es la de avanzar con la paulatina y certera erradicación de los derechos laborales y pensionales alcanzados en luchas que costaron muchas décadas y que de un plumazo serán debilitadas considerablemente.
Avanza en éste orden, la radicación de proyectos de ley para darle vida a una nueva reforma Tributaria (El Tiempo. diciembre de 2020)., una reforma laboral y por supuesto una reforma pensional (El Tiempo. diciembre de 2020) que le meten la mano al bolsillo a millones de colombianos que comenzarán a pasar mayores necesidades, mientras los reportes del sector financiero seguirán mostrando imparables y abismales ganancias en medio de esta profunda crisis.
Preocupa la reforma a la Ley 100, la profundización del deterioro del ya precario sistema de salud, el cual, de paso sea decir, no estaba preparado para una crisis de esta magnitud en tanto sus Administradores lo habían ya debilitado, garantizando si el lucro, disminuyendo al máximo el bienestar.
Bajo el amparo de la Pandemia, el Gobierno de Turno, ha visto la mejor oportunidad para gobernar por Decreto entregando, además, licencias rápidas que de una vez por todas obsequien a empresas trasnacionales la explotación de nuestros recursos naturales a cambio de coimas y pequeñas migajas, poniendo en riesgo incluso, el suministro de agua de poblados, comunidades y ciudades capitales.
Las Condiciones están dadas.
Este panorama catastrófico se siente en cada hogar colombiano, basta con cruzar dos palabras en la calle con alguna persona para percibir la angustia de su situación actual en todos los ámbitos de su vida.
Parte del electorado de la derecha eran esos empresarios pequeños y medianos que sentían que las políticas neoliberales los ayudarían a acumular capital y llegar a ser como los grandes grupos económicos. Pero la realidad es que las políticas de estos gobiernos se han centrado en el discurso del “desarrollo” y el “progreso”, fortaleciendo el libre mercado, los Tratados de Libre Comercio (TLC) bajo condiciones humillantes para la resquebrajada economía colombiana, tanto que hoy, a consecuencia de estos tratados, la industria nacional se ha debilitado o desaparece, incluso se ha puesto en jaque la producción agropecuaria, dejando a muchos en la quiebra total.
La propuesta de una alternativa progresista empieza a calar en la mayoría de la sociedad, como se expresó con más de ocho millones de personas que dijeron No más a los sucesivos gobiernos autoritarios del caudillo.
Las condiciones vemos, están dadas, pero el 2021 será clave para posicionar las propuestas que diferenciarán una forma de gobierno a la otra.
La Unidad de nuevo es obligatoria, retomar la frase de Camilo Torres: “Insistir en lo que nos une, y prescindir de lo que nos separa”.
Las organizaciones sociales rurales y étnicas poseen formas organizativas tejidas durante largos tiempos de lucha y defensa de la vida y el territorio, éstas luchas continuarán y siguen avanzando en formas de articulación, pero, vemos que, esto no ocurre con la misma fuerza y potencia en los grandes conglomerados de personas se encuentran en las principales ciudades y de ahí, que sea clave retomar la idea de un gran movimiento urbano nacional que permita el intercambio de ideas y que pueda concretar su aporte a una gran agenda nacional a modo de Agenda Pública, con capacidad de transformar contextos y realidades, una que sea ejecutable.
Se tendrá sí, que superar la desinformación de los medios de comunicación masiva, las encuestas amañadas y los ataques de la derecha que siempre crean un sofisma con palabras sin contenido como “castrochavismo”.
Si no se aprovecha el 2021 para superar las diferencias y generar una verdadera propuesta de gobierno para las elecciones de mayo 2022, pasarán décadas para volver a tener estas condiciones y pesará en la historia que tuvimos la oportunidad de cambiar el rumbo del país y no estuvimos a la altura de ese reto.
*Abogado, especialista en derecho penal, defensor público e investigador Grupo Kavilando.
**Docente Investigador Universidad de San Buenaventura Medellín, Integrante Red Interuniversitaria por la Paz, actual Consejero de Paz Conpaz Medellín sector Universidades, e Integrante grupo Autónomo Kavilando. Contacto: Alfonso.insuasty@gmail.com
Fuente e imagen: https://desinformemonos.org/2021-y-las-bases-de-un-gobierno-progresista-en-colombia/
Esta será la primera -y última- nota en la que daremos explicaciones sobre nuestros sentimientos y elecciones. Para nosotras, el feminismo es mucho más que una causa por la lucha de derechos específicos. Para nosotras, el feminismo es un modo de mirar, amar, disfrutar y habitar nuestras vidas. Y nuestras vidas no son más que permanentes contradicciones, por eso, en las siguientes palabras, dedicamos unas reflexiones a esos sentimientos, elecciones y contradicciones para reforzar lo que somos: feministas, populares y maradonianas.
Tenemos memoria y no olvidamos la violencia que ha ejercido contra muchas mujeres, lo tenemos claro y sabemos que es parte de la sociedad y el futuro por el que luchamos: que ser macho no signifique tener privilegios ni ejercer violencia alguna contra el cuerpo de las mujeres. Que ser macho no sea cuestión de poderes ni de fuerzas físicas. Pero en medio de tanto ruido ahogando la voz de las y los pobres, no nos olvidamos de que el Diego y su fútbol siempre apuntaron hacia el sur. Desde su nacimiento estuvo marcado con esta estrella y siempre supo bien de dónde vino y hacia dónde quería apuntar: salió del barro y nunca olvidó su origen, la conciencia de clase la forjó en los lugares donde perfeccionó su arte con la pelota y con los más olvidados convirtió al fútbol en el escenario para hacer visible lo invisible.
Si hablamos de Diego, hablamos de pueblo, ese que siempre lo acompañó, no solo por sus jugadas, sino porque los barrios humildes se sentían representados en su rebeldía y en sus decisiones. Fue, también, capaz de darle la espalda a ese fútbol de maquila, como en el momento en el que se fue de Barcelona para darle la gloria a un equipo del sur de Italia, al enorme Nápoli, y quitarle la hegemonía a los ricos del norte, a la poderosa Juventus de Platini, al poderoso Milan de Berlusconi; el Diego le plantó cara a los más poderosos y proyectó su voz desde lo colectivo.
Se reveló contra la maquinaria y la multinacional de la FIFA y la Conmebol porque no aceptaba el juego de los poderosos y prefirió poner su posición política por delante. El costo fue alto: fueron esos mismos poderosos quienes le cortaron las piernas en el Mundial del ´94, y sufrimos todas y todos. Sin embargo, el Diego no aprendió la lección y su desobediencia fue plantarse ante el bloqueo contra Cuba, apoyar la revolución Bolivariana en Venezuela, jugar fútbol con Evo y apoyar la paz en Colombia, siempre cuando las voces sonaban tibias. Desde hace unos años a esta parte, además, para los jugadores multimillonarios participar de la Selección muchas veces no es una prioridad. Hay demasiados intereses en juegos para abandonar partidos en sus clubes. Y ahí vuelve el Diego en una imagen de Italia 90: llorando ante las cámaras la derrota de un Mundial que jugó aun físicamente a medias.
Pero las autoras de esta nota no somos las únicas que salimos del clóset en nuestro amor por Maradona. Por eso sumamos otras voces que nos ayudan a mirar, a poner las contradicciones sobre la mesa, a no borrar nuestro pasado, nuestra crianza, y nuestras pasiones, que poco caben en un puñado de palabras.
Me es inconcebible pensar el mundo sin Maradona como me es inconcebible pensar al mundo sin el feminismo
Mónica Santino es ex jugadora de fútbol, parte de La Nuestra, de la Villa 31. Y nos dice:
“No sé por qué hay que explicar permanentemente por qué se ama a alguien. Se ama a alguien por lo que hace, por lo que significa. Y todo lo que significa trascendió la cancha de fútbol y el campo de juego porque fue una persona capaz de transmitir un nivel de emoción pocas veces visto. El fútbol genera eso, hace eso, logra que te abraces con alguien que no conocés cuando tu equipo hace un gol. El fútbol hace que llores profundamente, que tengas una alegría a veces inconcebible o desmesurada. Y Maradona es fútbol y Maradona es todo eso.
Maradona es una persona que nunca se olvida de dónde viene, cuál es su origen y del que está orgulloso. Eso es un punto de cercanía con un movimiento social como el feminismo, que desea transformar el mundo. Y Maradona, a su manera, y algunas veces machista, también, intenta transformar al mundo. Entonces, tenemos más puntos en común que desuniones y después, claro que están las contradicciones pero hacen parte de la vida y el juego mismo.
Me es inconcebible pensar el mundo sin Maradona como me es inconcebible pensar al mundo sin el feminismo. Entonces poner en contradicción una cosa con la otra, como que si sos feminista no podés querer a Maradona, no es el feminismo que me gusta ni del que quiero participar. Tampoco es el feminismo como herramienta que utilizo para transformar la vida propia y de quienes me rodean: simplemente, un mundo más justo donde no haya oprimidos ni oprimidas. Y Maradona tiene mucho de eso.
Soy maradoniana, soy feminista, soy lesbiana, soy porteña y amo al país entero. Soy peronista y detesté los 10 años de menemismo. Soy todo eso como nos pasa a la mayoría de nosotres: un mar de contradicciones que nos hace estar vivas, nunca para comer, dormir y mirar la tele, sino para arder y cambiarlo todo como Diego lo hizo en todos sus años de jugador y hoy lo hace cumpliendo 60 años”.
¿Ser feminista es tener que borrar nuestras historias, los recorridos, eso que alguna vez nos hizo vibrar de emoción?
Ro Ferrer es comunicadora, ilustradora e historietista y suma su mirada:
“Quién sería yo sin el puño en alto del Diego, el llanto desconsolado, la construcción de una mística de equipo y pueblo… sin el corazón acelerado cuando los músculos de sus gambas se tensaban en ese instante en el que su pie tocaba la redonda y empezaban a bailar…
Soy feminista y convivo con muchas contradicciones, también reconociendo errores, propios y ajenos.
Hizo que yo amara el fútbol. Y no es Dios, es un hombre que además de gloria, tuvo y tiene miserias; que nació parte de esta cultura de mierda que te levanta y aplasta con la misma fuerza, que le enseña a los varones que nosotras somos su “propiedad privada”, que tienen todos los privilegios y escasas responsabilidades más que las pautadas desde los espacios de poder.
Soy feminista y maradoniana, porque cuando lo veo, viene mi niñez a abrazarme”.
Es oro, y también es barro
Ayelén Pujol es periodista deportiva y juega a la pelota. Desde ahí nos dice: “A mí me interpela su fútbol, obviamente, y que siempre está del lado de los oprimidos. Cuando lo veía jugar y hablar, soñaba ser como él: romperla en la cancha, ilusionarme con pegarle así de zurda, y después salir y decir las cosas que decía. Es un creador, nos invitaba a pensar mundos nuevos y más justos posibles a través del fútbol. Es oro y también barro, claro”.
Y en este recorrido encontramos un escrito que nos interpeló y que nos disparó las ganas de seguir pensando. Por eso la sumamos a Maia Moreira, del departamento de Género del Club Lanús (del que es hincha) con su nota Maradoneana y feminista: el orden de los factores no altera el producto, en el portal “La pelota siempre al Diez”, donde nos dice, entre otras cosas: “Hay tantos feminismos como feministas, por eso a mí me gusta definir el feminismo que habito desde algunas cuestiones que considero fundamentales. Una de ellas es derribar ese axioma que marca absurdamente la antinomia de ser feminista y maradoneana.
(…) Como tantas otras construyo mi vida en torno a mis gustos. Me encanta ser feliz pensando que – como aprendí de El Diego y el feminismo – esa existencia se cruza con los sentires de miles de compañeras que también desean una realidad mejor y más justa: un mundo más igualitario. Para mí, la militancia feminista tiene muchísimo que ver con ese espíritu de equipo que yo veo en Diego siempre latente, aún con el paso del tiempo. Creo que Maradona está siempre presente en esa mezcla que amalgama lo popular y lo académico y que, no casualmente, a muchas nos encontró con la excusa perfecta: el fútbol. Excusa que también usamos como herramienta para hacer que ese mundo, donde tengamos igualdad de derechos, llegue a ser realidad.
No quiero como feminista que nos olvidemos de dónde venimos, quiero que nos sepamos y aceptemos diferentes, que nos duela lo injusto, que juguemos en equipo. Y siento desde lo más genuino que Diego es, aún con sus fallas – como yo lo soy con todas las mías -, un poco eso. Pelusa habla desde su origen de barro, aceptó su nuevo mundo pero nunca jamás dejó de cuestionarlo cuando lo creyó injusto. Y siempre – ojalá eternamente – arma equipo y nos regala alegrías. Diego es encuentro, es la nada y la gloria que nos cantó Patricio Rey, es pueblo”.
Y nos vamos, sin dejar de desearle feliz cumpleaños al tipo por el que rezamos o prendimos velas o cumplimos nuestros rituales cuando su vida se esfumaba y miles de personas lloraban y esperaban en todos lados. Nos vamos y nos seguimos pensando y cuestionando: nos equivocamos, y a veces pagamos y a veces no. Un poco como él mismo, que se hace cargo de los errores. Y compartimos estas ideas porque nuestro feminismo se construye en el barro y en la contradicción; en la colectividad y en la celebración; en el llanto y en el dolor cotidiano por la injusticia. Lo queremos cambiar todos los días y, mientras tanto, gritamos gol y nos abrazamos.
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