EL TIEMPO obtuvo la declaración del filósofo estadounidense.
A menos de un día de la segunda vuelta electoral en nuestro país, el lingüista, activista político y filósofo estadounidense Avram Noam Chomsky, uno de los teóricos del lenguaje y activistas políticos más importantes del siglo XX, expresó su apoyo por el candidato de Colombia Humana, Gustavo Petro.
Chomsky, quien es profesor emérito de lingüística de la Massachusetts Institute Of Technology y profesor laureado de la Universidad de Arizona, se manifestó luego de que cuatro colombianos que trabajan en universidades de Colombia y Estados Unidos le escribieran un correo solicitando su apoyo público a Gustavo Petro.
Ante eso, en el correo que obtuvo EL TIEMPO, el filósofo contestó: «Escribo para expresar mi apoyo por la candidatura de Gustavo Petro en las elecciones presidenciales. Creo que es un asunto de gran importancia en esta etapa crítica de la transición de Colombia de una trágica historia de violencia y represión a una sociedad libre y próspera que satisfaga las justas aspiraciones de personas que han sufrido durante demasiado tiempo».
Chomsky es autor de libros como ‘Estados peligrosos: Oriente Medio y la política exterior estadounidense’, ‘La (des)educación’ y ‘Los límites de la globalización’. En el 2015 había expresado su apoyo por el proceso de paz en Colombia.
Otros intelectuales ya habían expresado su apoyo por el candidato, tales como el filósofo y animalista australiano Peter Singer y el escritor y economista francés Thomas Piketty, autor del ‘El capital en el siglo XXI’. Además, el pasado 5 de junio, EL TIEMPO había publicado el apoyo explícito del premio nobel de literatura John Maxwell Coetzee, quien se lo había enviado al escritor colombiano Giuseppe Caputto.
Un estudio desvela la escasa propensión de estos centros a aceptar estudiantes afrocaribeños
Los últimos datos revelados por la Universidad de Cambridge muestran que seis de sus 29 facultades han admitido menos de 10 estudiantes negros entre el 2012 y 2016. Una de ellas, el St Edmund’s College, no aceptó ningún estudiante negro de entre los 35 que solicitaron una plaza durante estos cinco años. Estos datos han sido revelados por el diario Financial Times, que solicitó una acta de libertad de información, que permite reclamar una información concreta a entidades públicas.
Estos datos ven la luz después de que el mes pasado se supiera que una de cada cuatro universidades de Oxford no aceptó a ningún estudiante de origen afrocaribeño entre 2015 y 2017 y que los estudiantes blancos tenían el doble de opciones de ser admitidos en igualdad de condiciones.
Propósito de enmienda
La Universidad de Cambridge ha admitido la existencia de este déficit, pero también ha explicado que este año se ha incrementado el número de estudiantes negros en un 62%. También ha dicho que están trabajando para cambiar esto pero que “aun hay que hacer mucho más” y que no lo pueden hacer ellos solos sino que necesitan la ayuda de las escuelas.
Cambridge destaca que han aumentado la partida económica destinada al programa Objetivo Oxbridge, que ofrece asesoramiento individual, cara a cara, a los estudiantes negros en las escuelas, para que se preparen mejor para poder entrar en Oxford y en Cambridge, las dos universidades más prestigiosas del país.
Marcar la pauta
En este sentido, el diputado laborista de origen guyanés, David Lammy, explicó que cuando un joven estudiante negro con las mejores notas de un barrio complicado solicita entrar en Cambridge y lo rechazan, “al año siguiente los vecinos de su misma etnia, brillantes estudiantes, ya no intentan entrar”. El año pasado Lammy, que abandera la lucha contra la falta de diversidad en las universidades, ya acusó el año pasado a Oxford y Cambridge de “apartheid social”.
El Grupo de los Siete (G7) y el Banco Mundial anunciaron hoy que destinarán 2.9 mil millones de dólares estadunidenses para apoyar el acceso de las niñas y mujeres a la educación en regiones en situación de emergencia y conflicto.
Los recursos para el periodo 2018-2020 serán utilizados para combatir las múltiples barreras que las niñas y mujeres enfrentan al querer acceder a las escuelas.
La igualdad de género fue uno de los temas que Canadá, en su calidad de presidente del G7, puso en la agenda de asuntos prioritarios en la 44 cumbre de los países más industrializados más la Unión Europea (UE), que concluye este sábado sus trabajos.
El compromiso de Canadá es aportar 400 millones de dólares canadienses para este plan global, mientras la UE aportará 72 millones de euros, Alemania 75 millones de euros, Japón 200 millones de dólares, Reino Unido invertirá 187 millones de libras y el Banco Mundial dos mil millones de dólares.
En esta cumbre los gobernantes de Canadá, Estados Unidos, Alemania, Japón, Reino Unido, Francia e Italia, acompañados de la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, se reunieron con integrantes del Comité Asesor de Igualdad de Género.
Los fondos anunciados serán utilizados para equipar a niñas y mujeres con las habilidades para los trabajos del futuro, mejorar el entrenamiento de maestros para proveer mejor currículum para este sector e implementar innovadores métodos de enseñanza, sobre todo para los grupos más vulnerables, como los refugiados y desplazados.
Así como para ayudar a los países en desarrollo para que las niñas completen al menos 12 años de educación básica.
A finales de 2016 se registraron 65.5 millones de desplazados a nivel global, la mitad de ellos eran personas menores de 18 años, según el gobierno canadiense.
“Necesitamos trabajar juntos para asegurar que todas las mujeres y niñas tengan acceso a una educación de calidad desde la escuela primaria hasta la secundaria y más allá», indicó el primer ministro canadiense, Justin Trudeau.
«Sabemos que las mujeres y las niñas generarán un cambio positivo y ayudarán a construir una mejor vida para ellas, sus familias, sus comunidades y, a su vez, el mundo”, dijo Trudeau, quien fue el anfitrión de la cita del G7.
América del norte/Estados Unidos/14 Junio 2018/Fuente: El país
Las Academias Nacionales de Ciencia, Ingeniería y Medicina publican el estudio que revela que más de la mitad de las mujeres en esas áreas sufren algún tipo de acoso
Sus amigos, aquellos que no tenían nada que ver con la medicina, no se lo podían creer. “¿Me estás tomando el pelo o qué?”, le preguntaron. Sin embargo, compañeros y personal de la facultad donde trabajaba, lo que le pidieron fue dejarlo pasar: “Si informas de esto no te va a ir bien. No quieres armar un escándalo”. Esta mujer, miembro de una facultad de Medicina en Estados Unidos, sabía que sus compañeros de la institución tenían razón, pero también era consciente de que lo que había ocurrido, y seguía ocurriendo, era demasiado: “No debería tener que estar preparándome para ser violada cuando voy a trabajar”.
Este es solo uno de las decenas de testimonios que recoge el informe Acoso sexual en las mujeres: clima, cultura y consecuencias en las Academias de Ciencia, Ingeniería y Medicinaque las tres instituciones estadounidenses publicaron el pasado martes. Es el análisis más exhaustivo sobre este tema hasta la fecha, trabajado durante más de dos años y basado en centenares de estudios, entrevistas, estadísticas e informes que se remontan y avanzan desde la década de los ochenta. Sus conclusiones no hacen más que apuntalar una realidad que cada vez es más visible y menos sorprendente: más de la mitad de las mujeres en esos tres ámbitos, y a todos los niveles (alumnas y profesoras), han sufrido algún tipo de acoso, laboral o sexual o ambos, abusos, agresiones sexuales, desprecio o menosprecio profesional y personal durante su formación o el ejercicio de su profesión.
“A pesar de que cada vez hay más mujeres en los campos científicos, asumiendo responsabilidades y liderando investigaciones, los datos indican que esto pasa demasiado a menudo”, comentaba el pasado martes Marcia McNutt, la presidenta de la Academia Nacional de Ciencias, que aseguró que esta “cultura” provoca una devastación clara en las mujeres, a nivel personal y profesional, y en su salud física y psíquica. “Es, además, una pérdida tremenda de los recursos humanos que tenemos, de potencial, de talento y de inversión en ese talento”. Con un agravante, que las políticas y los protocolos actuales para controlar esta situación no dan signos de funcionar y las consecuencias suelen ser el freno a las carreras profesionales de las mujeres o incluso el abandono.
Para la presidenta, el informe ha sido publicado en el momento justo, después de que el movimiento Me Too haya roto con el oscurantismo y el silencio de millones de mujeres en el mundo y se haya generado un movimiento global y creciente de toma de conciencia y rechazo a esta violación constante de sus cuerpos, sus aptitudes y sus voluntades. Frente a esto, la respuesta de las instituciones es contundente: cambiar no solo es urgente sino imprescindible. Y para ese cambio, apuntó McNutt, las academias y las organizaciones públicas y privadas deben crear un clima totalmente distinto que logre evitar ese acoso desde el primer indicio: “Nuestro informe ofrece soluciones específicas para los distintos espacios, para poder reducir o eliminar ese acoso. Es necesaria una cultura basada en la diversidad, la inclusión y el respeto”. Algo que, por el momento, no ocurre.
ampliar fotoUna de las infografías que la Academia ha preparado para resumir algunas de las recomendaciones que apuntan en el informe.
El investigador Kevin Swartout, de la Universidad Estatal de Georgia, fue el encargado de armar el puzzle con los datos de los sistemas de la Universidad de Texas, a los que se añadieron después los de la Universidad Estatal de Pensilvania para tener una visión más amplia; una base de más de 10.000 estudiantes de grado y posgrado y profesorado que reveló un comportamiento constante de acoso por parte de los docentes o el personal. “Alrededor del 20% de las estudiantes de ciencias (grado y posgrado) lo sufrieron, más de una cuarta parte de las estudiantes de ingeniería y más del 40% de estudiantes de medicina”, apunta el informe en referencia a la encuesta de la institución texana. “En Pensilvania se realizó una encuesta similar con resultados parecidos: el 33% de las estudiantes de grado, el 43% de las de posgrado y el 50% de las de medicina”.
Aunque no se han conseguido cifras determinantes en torno a grupos minoritarios, el informe apunta a que las mujeres que pertenecen a colectivos LGTBIQ o son de raza negra son objetivos más habituales que cualquier otra mujer blanca y heterosexual; y añade otros datos de encuestas que revelan los mismos porcentajes e incide en que no debería suponer una sorpresa. “Los empleados de instituciones académicas tienen la segunda tasa más alta de acoso sexual [en Estados Unidos] con el 58% (los militares se posicionan en primer lugar con el 69%)”.
Las encuestas fueron completadas con cuarenta entrevistas a profesionales de todos los campos, de distintas edades y a distintos niveles. Alrededor de la mitad denunció algún tipo de acoso físico, sin embargo, el psíquico también despunta como una importante arista a limar. “La mayoría de ellos están degradando a la mujer, encerrándola en el lugar de trabajo, menospreciándola frente a otros colegas, diciéndole que no es tan capaz como otros, o hablando mal de ellas al resto… No es solo tocar o invadir sexualmente, sino más bien a nivel intelectual. Intentan hacer esos juegos mentales para que no puedas defenderte físicamente”, apunta una profesora asistente de Ingeniería en el estudio.
Comentarios sexistas, bromas constantes y alusiones que degradan o humillan a las mujeres en el ámbito personal o profesional aparecían una y otra vez en la recogida de información. Apuntan a cuatro aspectos que se dan en esos lugares de trabajo como algunas de las causas de estas actitudes: “La dependencia de los asesores y mentores para el avance profesional; el sistema de meritocracia que no tiene en cuenta la disminución en la productividad como resultado del acoso sexual; la cultura machista en algunos campos; y la red informal de comunicaciones, a través de la cual se difunden rumores y acusaciones dentro y a través de programas y campos especializados”. Y añadieron cinco factores que podrían explicar, en parte, este acoso generalizado: la percepción de tolerancia hacia estas actitudes, una mayoría de hombres en este entorno, la férrea jerarquía —que además suele concentrar mucho poder en muy pocos nombres—, sin la educación ni las herramientas para luchar contra esto, y un mal enfoque de las leyes que regulan el acoso en las instituciones.
El estudio explica que, demasiado a menudo, la interpretación judicial de esas leyes incentiva a las instituciones a crear políticas que se centran más en un cumplimiento simbólico de esa legislación y a evitar la responsabilidad que a prevenir el acoso. Es decir, normas que acaban protegiendo a quien perpreta el acoso y no a la víctima. Algo que queda definido como “desalentador”. “Al mismo tiempo que se invierten mucho dinero y energía en atraer y retener a las mujeres en estos campos, a menudo son intimidadas o expulsadas de su carrera. Incluso cuando se quedan, su capacidad para contribuir y avanzar puede verse limitada como consecuencia del acoso sexual, ya sea de forma directa, por el acoso ambiental en el entorno en su departamento, programa o disciplina, por las represalias o porque son tratadas como traidoras después de informar formalmente el acoso”.
Por eso, entre otros estudios, el de Vicki J. Magley en 2002, Hacer frente al acoso sexual: reconceptualizar la resistencia de las mujeres, descubrió —con una base de datos de más de 15.000 mujeres— que con frecuencia las respuestas eran ignorar o intentar apaciguar al acosador. Rara vez lo enfrentaban y siempre intentaban mantener una buena relación con él. “Por ejemplo, el 74,3% de las mujeres en uno de los siete conjuntos de datos analizados por Magley evitaron a su autor, el 72,8% se separó psicológicamente de la situación, el 69,9% por ciento soportó la situación sin intentar resolver el problema y el 29,5% intentó calmar a su perpetrador inventando una excusa para explicar su comportamiento”.
La historia de siempre. Culpabilización, miedo a no ser creídas en un primer momento y al descrédito posterior, y a ser vapuleadas, maltratadas o a soportar venganzas después; algo que refleja bien el testimonio de una investigadora en medicina que, tras haber sufrido varios tipos de acoso laboral y sexual, acabó informando al director de su programa, que dejó el asunto en manos del jefe de la institución en cuestión; fue él quien le dijo que le recordaba a su exmujer —»a la que todos sabíamos que odiaba”, anota en el informe la médica—, y que si lloraba menos tal vez tendría más amigos. “A partir de ahí, la calificación que hacía de mi trabajo simplemente se fue cuesta abajo”.
El panorama plantea una serie de cambios profundos, estructurales, que según la Academia deben ser tenidos en cuenta desde ya y que han concentrado en 15 recomendaciones no solo para su propia organización, sino para otras agencias federales y políticas para que ese viraje hacia un mundo más inclusivo pueda llegar a todos los rincones. Entre esas recomendaciones está abordar de forma directa el acoso sexual e ir más allá del mero cumplimiento de las leyes para cambiar desde la raíz la cultura y el clima en esas instituciones; generar ambientes más diversos, inclusivos y respetuosos; mejorar la transparencia y la responsabilidad en todos los niveles; rebajar al máximo esas relaciones jerárquicas tóxicas que se dan entre las alumnas y el profesorado, con un poder tremendamente concentrado y que sobrevuela el futuro de las estudiantes; dar siempre apoyo a la víctima; o comenzar investigaciones que puedan seguir dando luz a esta realidad e iniciar cambios legislativos y políticos para paliarla.
Muchos detalles y consejos repartidos en las más de 300 páginas de este trabajo que comenzó a prepararse hace más de dos años, cuando el Comité de Mujeres en Ciencia, Ingeniería y Medicina propuso que se creara un grupo especial para analizar el pasado y el presente del acoso sexual en sus áreas, qué impacto produce y sentar las bases para su prevención y erradicación en el entorno académico. Científicos, ingenieros, médicos, expertos en el tema, juristas y psicólogos se pusieron entonces a recopilar y desmenuzar la literatura existente. Y, aunque se radiografiaron también a sí mismos, olvidaron uno de los engranajes de su propia maquinaria.
Pero hay más. La científica de la Universidad Estatal de Michigan Julie Libarkin, que creó el pasado 4 de junio una plataforma web para denunciar el acoso en su área, MeTooSTEM, lleva desde los años ochenta engrosando una base de datos sobre acoso sexual que acumula más de 650 casos; la revisión de The Washington Post de esos nombres, apunta a que hay hasta cinco hombres sancionados por acoso sexual que siguen siendo miembros de las Academias Nacionales estadounidenses, y tres que todavía forman parte de investigaciones con subvención pública. Solo como apunte, la Academia Nacional de Ciencias, creada por el Congreso de Estados Unidos en 1863, tiene como académico medio a un señor blanco de más de 70 años; los nuevos entran elegidos por los miembros actuales y sus cargos son vitalicios. Pase lo que pase.
En mayo, la profesora asistente de neurología en la Universidad de Vanderbilt BethAnn McLaughlin, inició una petición en Change.org para exigir a las academias que destituyan a sus miembros si han sido condenados por acoso sexual o laboral o agresiones, algo que ahora mismo, por sus propios estatutos, varados en algún punto del siglo XX, es imposible. Los presidentes de las tres academias aludieron al asunto a finales del pasado mayo y aseguraron que habían comenzado a tratar el tema de los “estándares de conducta profesional para la membresía”. Otras instituciones, como la Sociedad Astronómica Americana o la Unión Geofísica Americana, ya han cambiado, por estos mismos motivos, sus políticas de expulsión. Tal vez las Academias Nacionales también deberían empezar por ahí.
We must grapple with digital equity, year-round schooling, gender parity in STEM, and more.
A couple of years ago, I wrote a post for my Education Futures opinion blog on edweek.org, entitled “10 Reasons the U.S. Education System Is Failing.” I listed 10 problems and issues that prevent the U.S. education system from living up to its potential. Even years later, my list—which addressed economic shortfalls, gender and racial disparities, parent engagement, and more—still periodically shows up as one of edweek.org’s top-read blog posts of the day.
Because of this sustained interest from readers, Education Week’s opinion editors thought it would be interesting to revisit this list, and I wholeheartedly agreed. Most of the reasons that I listed still ring true, so I am adding 10 additional emerging problems and issues with our education system.
Without further ado, let’s get started.
—Getty
1. In this digital age, we need to rethink literacy. Historically, literacy referred to print texts, but it’s becoming increasingly complex as we transition to a digital age. To accommodate this generational shift, educators need to start adopting a curriculum that covers digital literacy. Beyond basic reading and writing, students should be able to use technology to conduct research and make their own judgments about what they read. Without these skills, students will be left behind in our digital age.
2. The way we currently assess students is not working. The current testing system does not accurately measure the progress of individual students. In our digital age, we should be searching for testing options that can implement technology, gather information, and account for the differences among students who take the assessments. The initial cost outlay could be substantial, but we owe it to our students to create a fair testing system to help deliver brighter minds for the future.
3. We do a poor job of educating boys of color. Black and Latino boys have consistently been misunderstood in America’s schools. Their behavior, learning styles, and social skills are often misconstrued as problems. Until this situation is remedied, boys of color will continue to slip through the cracks. They have higher dropout, poverty, and incarceration rates than their peers. Perhaps the education system is partly to blame.
4. We continue to retain and socially promote students. The U.S. education system retains students at astronomical rates. The cost is outlandish, likely exceeding $12 billion annually, according to a 2012 estimate from The Brookings Institution, even though research shows that holding children back has little effect on their academic achievement. On the other hand, social promotion also poses a problem, as students will struggle to meet academic standards without extraordinary intervention. To end social promotion and retention, we must move from a graded classroom approach to a multi-age approach. Multi-age classrooms let students learn at an individualized pace, working to reach their full potential in their own time.
«The result is that wealthy students end up ahead, creating another barrier for schools with high poverty rates.»
5. Anti-intellectualism and academic disengagement are running rampant. In this digital age, students are accustomed to instant gratification. In response, school districts water down academic standards to keep students on an equal footing, but the result is academic disengagement. Traditional education is undermined by this growing anti-intellectualism. Today’s students are less inclined to pursue academic achievement if it offers no direct relevance in their daily lives.
6. We need more year-round schools. Most schools in America maintain the antiquated system of granting students the summer off, even though the economic justifications for such a schedule no longer exist. Unfortunately, the solid evidence that a switch to year-round schooling would improve our academic system is ignored because it’s too challenging to make a change. Teachers and policymakers alike would have to agree to switch up the status quo to accommodate this drastic shift in scheduling.
7. We are not able to consistently produce quality teachers. A child’s education is highly dependent upon the instruction they receive. The reality is straightforward: Not all teachers entering the classroom have enough training and experience to foster student learning. A strong teacher is an invaluable classroom tool, but we have yet to discover what it takes to produce strong educators with any degree of consistency.
8. We are not doing enough to foster digital equity. In the modern age, technology is an essential part of the world and academics. Students from wealthier backgrounds have greater access to the internet and technology in general than their impoverished counterparts. The result is that wealthy students end up ahead, creating another barrier for schools with high poverty rates. Digital equity could eliminate this gap and provide a more level playing field.
9. We are not doing enough to get girls involved with STEM. Despite Beyoncé’s declaration that girls run the world, there are still plenty of academic fields where females are underrepresented. The booming STEM industry is primarily male-dominated, with few opportunities for young girls to join. The issue is not a lack of interest but a lack of encouragement for girls to enter these fields or study the subjects at school. We must find new ways to promote STEM subjects to girls and help them foster a love for the mechanical and chemical.
10. Teacher-preparation programs don’t teach neuroscience. Most teacher-preparation programs focus exclusively on education instead of providing a more holistic view. Truly great educators need to understand neuroscience to grasp how the brain and nervous system work fully. It would fortify educators if they had a better understanding of how the brain learns new information and how strong neural pathways are formed. Even the most basic understanding of neuroscience could influence and improve the way teachers perform in the classroom.
The underachievement of the U.S. education system is not the result of one problem. It is a confluence of issues that undercut the cultural importance of education equity and broad-based intellect. To achieve better results, we must put aside partisan politics and petty policy disagreements and try to improve our schools, no matter what. I am overjoyed that my last piece has resonated with my readers, and I hope this installment will also strike a chord. Now, let’s get to work.
La xenofobia priva al país del talento que necesita para tener éxito. Si se les da la oportunidad, los inmigrantes de cualquier país del mundo se convertirán en estadounidenses patrióticos, al igual que sus descendientes.
El 6 de junio de 1944, soldados estadounidenses tomaron por asalto las playas de Francia, comenzando una campaña que revertiría el control de la Alemania nazi sobre Europa occidental. Fue una demostración sin precedentes del poderío militar y la destreza organizacional de Estados Unidos.
El hombre que dirigió ese heroico esfuerzo era de ascendencia alemana: el general y futuro presidente Dwight D. Eisenhower. La familia de Eisenhower, que cambió la ortografía del nombre original Eisenhauer (que significa «minero de hierro»), era originaria de un área llamada Nassau-Saarbrücken, irónicamente, uno de los territorios que el general liberaría.
Si EE.UU. hubiera sido en 1944 el mismo país que era en 1917, es posible que no hubiera habido un estadounidense de ascendencia alemana a la cabeza. Conforme EE.UU. se preparaba para luchar contra Alemania en la Primera Guerra Mundial, el sentimiento anti-alemán dominaba la nación.
Las escuelas dejaron de enseñar alemán, los ciudadanos germano-estadounidenses fueron hostigados y despedidos de sus trabajos y 6,000 alemanes y germano-estadounidenses fueron enviados a campos de detención. Parece inconcebible que se le hubiera permitido a un general de ascendencia alemana dirigir el ejército estadounidense contra la patria ancestral de su familia en 1917.
Y sin embargo, apenas 27 años después, esa imposibilidad se había convertido en realidad.
Esta anécdota ilustra un principio central de la historia estadounidense. Cuando EE.UU. acoge a personas de todas las razas y etnias, no solo es justo y equitativo, es eficiente.
La xenofobia priva al país del talento que necesita para tener éxito. Si se les da la oportunidad, los inmigrantes de cualquier país del mundo se convertirán en estadounidenses patrióticos, al igual que sus descendientes.
Desafortunadamente, muchos en EE.UU. nunca han incorporado esta lección. Por un tiempo, parecía que gran parte del país había dejado atrás la xenofobia, especialmente con la disculpa formal y las reparaciones por el internamiento de nipones-estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial.
Recientemente, sin embargo, el miedo irracional a los extranjeros parece estar regresando a la política de EE.UU. El arresto y detención de ciudadanos estadounidenses, en su mayoría de ascendencia hispana, por parte del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) no es solo una injusticia, sino una señal ominosa para EE.UU.
Ahora, la administración del presidente Donald Trump anunció planes para restringir los permisos para que estudiantes chinos estudien en el país. Las visas de los estudiantes graduados chinos que trabajan en robótica, aviación y fabricación de alta tecnología estarán limitadas a solo un año y las autorizaciones para visas serán más difícil de obtener.
El objetivo aparente de estas restricciones es prevenir el espionaje industrial chino. China roba grandes cantidades de propiedad intelectual a las compañías estadounidenses, privando a esas cempresas de su ventaja competitiva, lo que tiene como resultado menos empleos y menores salarios en EE.UU.
Es un problema serio y representa una debilidad que enfrentan las sociedades abiertas cuando compiten con naciones cerradas y administradas de manera centralizada.
Pero mantener alejados a los estudiantes chinos es la forma incorrecta de enfrentar el problema. Como escribe mi colega deBloomberg Opinion Adam Minter, los inmigrantes chinos altamente calificados son un importante motor de la prosperidad estadounidense. En la última década, el número de estudiantes chinos en EE.UU. ha aumentado:
Estos estudiantes pagan altas tasas de matrícula que ayudan a subsidiar la educación de los estadounidenses nativos. También son investigadores increíblemente productivos, generando resultados científicos hasta un 30% más altos que otros estudiantes.
Y la gran mayoría de estos individuos brillantes tienden a permanecer en EE.UU. después de graduarse, trabajando para aumentar la prosperidad estadounidense y contribuyendo al talento de la fuerza laboral nacional.
La ofensiva de Trump contra los estudiantes chinos debe verse como parte de una iniciativa más amplia -y altamente contraproducente- de restringir la inmigración de personas altamente calificadas a EE.UU.
Pero más allá de los beneficios materiales que EE.UU. obtiene de los estudiantes y trabajadores chinos, permitirles el ingreso preserva los ideales básicos de la nación. China es una sociedad increíblemente represiva y eso aumenta cada vez más.
El país está tratando de implementar la vigilancia universal, y recientemente experimentó un sistema de «acreditación social» salido de un espectáculo de ciencia ficción distópico, negando a la gente viajes en tren y en avión e incluso entregando menor velocidad de internet si son identificados por mal comportamiento.
Ese tipo de opresión es lo que EE.UU., al menos en teoría, creó para oponerse. Escapar a eso, y disfrutar de más libertad personal en general, es probablemente una gran razón por la cual los chinos envían a sus hijos al extranjero.
Negar esa esperanza de escape y libertad no solo sería como dispararse en el pie en términos económicos para el país, sino que también mermaría la reputación de EE.UU. como un modelo de libertad y oportunidad.
En lugar de excluir a los estudiantes y trabajadores chinos, EE.UU. debería reclutar más y hacer todo lo posible para mantenerlos en el país permanentemente.
El robo de propiedad intelectual es un problema, pero el país debería atacarlo presionando directamente al gobierno chino, no a las personas que intentan escapar de ese gobierno.
Si Trump consigue cerrar las puertas, se arriesga a impedir la existencia de muchas futuras generaciones de chinos-estadounidenses patrióticos y brillantes, toda una legión de futuros Eisenhowers.
El espionaje es una ventaja de las sociedades cerradas, pero la inmigración es una ventaja aún mayor de las abiertas. A la larga, quedarse con las personas será más poderoso que quedarse con las ideas.
OtrasVocesenEducacion.org existe gracias al esfuerzo voluntario e independiente de un pequeño grupo de docentes que decidimos soñar con un espacio abierto de intercambio y debate.
¡Ayúdanos a mantener abiertas las puertas de esta aula!