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Entre el cielo y la tierra: ¿Cuál es la importancia de enseñar?

William Ayers

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El encanto de enseñar, esa magia inefable que me hace regresar al salón de clase una y otra vez, es un ideal que, particularmente, aprecio y cuyo objetivo medular está dirigido a que los seres desarrollen su sentido humanístico al máximo. Fácil es decirlo, pero, sin embargo, difícil es lograrlo. Por lo tanto, es importante subrayar desde un principio que la educación, no importa dónde ocurra, nos permite estar poderosa y conscientemente vivos; abraza el principio y el propósito de las personas en convertirlas más humanas; nos impulsa hacia el conocimiento, la iluminación y la comunidad humana moviéndonos, así, hacia la liberación. Y en el centro de toda esa aventura humanista están los estudiantes y los maestros, con su variada gama: enérgicos luchadores que se reúnen en los centros comunitarios, en el lugar de trabajo, en un templo, en los parques, en los museos, en la casa o en el apartamento de alguien extendiéndose, como si fueran a alcanzar el cielo. Se congregan en el nombre de la educación, con la esperanza de ser mejores, más inteligentes, más fuertes y más capaces de repensar y reconstruir sus mundos. Dentro de la cosmología de Paulo Freire, esa idea se expresa como la vocación de toda persona: la tarea de la humanización.

Al recurrir a la contradicción para identificar a la humanización como meta, se debe plantear lo contrario: a la deshumanización como posibilidad y práctica. A pesar de que la educación estimula la iniciativa y el coraje, sabemos que existen sistemas escolares que practican la obediencia y la conformidad; si la educación propugna la libertad y rompe las barre- ras arbitrarias impuestas, también podemos señalar otros casos en que la educación hace alarde de un tipo específico de entrenamiento represivo, estructurado, como la mayoría de las barras de acero y de alambrados. Somos llevados inexorablemente a un conflicto.

Sin importar quién seas, dónde hayas estado, lo que hayas hecho, el maestro siempre te invita a la transformación, siempre te tenderá su mano. es el concepto humanista de la enseñanza: el viaje ha comenzado y somos peregrinos, no turistas. Hay aún más por ver y escuchar. Más por descubrir. Más por reparar y reconstruir, más por crear y construir. Más por tener y por hacer, más por ser. De esta forma, el mensaje principal de un maestro es  éste: puedes cambiar tu vida y lo debes hacer; puedes transformar tu mundo si lo deseas. El maravilloso trabajo apenas empieza.

En la película de Phillip Noyce, “Rabbit Proof Fence” (Generación Robada), vemos exactamente lo opuesto: se nos presenta una trama tormentosa sobre la deshumanización en la escolaridad. Hace cien años el gobierno australiano fundó escuelas para jóvenes aborígenes con la misión “benéfica” de “civilizar a las bestias”. Se les destruyó sus identidades, a los niños se les desarraigó su cultura, conocimiento, idioma y memoria. Se les vació para llenarlos de cosas mejores, inculcándoles “blancura”—todo esto por “su propio bien”. Fue una “meta ambiciosa” la de “instruir a los salvajes”. Los reaccionarios los hubieran destruido a todos, por lo tanto quedó por parte de los liberales buenos crear instituciones con la finalidad de moldear a los niños nativos para que encajasen en la sociedad de los blancos y que, incluso, al final del día sean capaces de participar únicamente en lo más desdeñado del sector económico. El hecho de resistir por parte de las familias y niños aborígenes—la película de Noyce trata de dos hermanas secuestradas quienes escapan y recorren un vasto territorio olvidado en búsqueda de su hogar—evidenció la ignorancia y lo retardatario de la mentalidad colonizadora. En la película “The Magdalene Sisters” (Las Hermanas Magdalene) de Peter Mullan, percibimos un ejemplo más de deshumanización y de degradación en el campo educativo. Es una historia basada en tres mujeres jóvenes irlandesas enviadas a un internado, una por haber sido víctima de violación y otra por ser extremadamente coqueta; lugar donde se enfrentaron a un régimen estricto de disciplina y castigo. La misión de las monjas que dirigen el internado es directa: reprimirle la sexualidad a esas niñas rebeldes, creyendo hacerlo por su propio bien, por supuesto. Igual que en “Generación Robada”, se experimenta la negación del pensamiento, de la expresión y de la elección; la negación del derecho a cuestionar y a decidir por sí mismos; en síntesis, el repudio de la humanidad de los estudiantes. En cada una de esas películas evidenciamos el horrible proceso por medio del cual los seres humanos son tratados como objetos inanimados. La humanidad resulta ser incierta, e incluso dolorosa, cuando ofrece resistencia y llega a imponerse.

Estos casos, descritos en las películas, nos hacen recordar la práctica de la enseñanza como deshumanizante, el entrenamiento como opresión; ninguno de ellos ha ocurrido tan lejos, sí como tampoco hace mucho tiempo. A pesar de que se consideren eventos exóticos, procedentes del extranjero, uno que se sucedió en Irlanda y el otro en Australia, y que los consideremos ajenos a nuestras experiencias, deberíamos recordar el menosprecio que han sufrido las mujeres pobres en nuestro propio país, o los internados para indios nativos escuelas establecidas para educar a la juventud india de Estados Unidos de acuerdo a los estándares Euro-Americanos), es decir, la escuela como bastión colonial. El maravilloso documental de Jeff Spitz, “Navajo Boy” (Niño Navajo), trata sobre una familia indo-estadounidense inmortalizada en películas y en fotografías; Happy Cly, matriarca del clan Cly , de Monument Valley, fue considerada por la revista Life,“la mujer más fotografiada en los Estados Unidos”, una de sus fotos más emblemáticas es aquella donde ella se ve entre peñascos. Spitz revela la historia de John Wayne Cly: fue adoptado por misionarios a la edad de dos años, esto al tiempo que sus hermanos fueron llevados a un internado; de tal forma fue separado de sus seres queridos por décadas. Este documental retrata la historia de una familia destrozada en sus vidas por la negligencia estructural y, al final, su reencuentro años después bajo una serie de coincidencias sorprendentes e inimaginables.

La reciente novela de Francine Prose, After (Después), también recurre al tema de la deshumanización y lo trata aún más de cerca. Se centra en una situación tormentosa posterior al tiroteo ocurrido en un liceo en Massachusetts occidental. El Dr. Henry Willner se encargó de dar apoyo psicológico a los adolescentes en crisis, “trabajando con ellos en trinche- ras”, logrando, así, que el colegio “vuelva a la normalidad”. El narrador, un adolescente estudiante del liceo, indicó, en tono irónico, que el tiroteo pasó en otro lugar y que todo estaba normal en su colegio. En la película se evidencia un lugar común: lo perverso de esas “trincheras”, las buenas intenciones de los gerentes burócratas y, sobre todo, las del impostor doctor Willner.

El Dr. Willner se muestra como una persona compasiva y preocupada, además de hablar constantemente el idioma “slanguage” (viene del inglés “slang”, jerga) de la terapia y de la seguridad. En la asamblea donde es presentado a los estudiantes, hace énfasis en el cliché de la unidad, instando a los jóvenes compartir sus sentimientos en pro de la “sanación y la recuperación”, “tratando de sobreponerse al dolor ni miedo”, y así “convertirse en mejores personas.” Lo curioso del asunto, es que, ante la tragedia ocurrida, parece no haber mucho dolor ni miedo, según el narrador. Dentro de este contexto psicológico, el Dr. Willner comenta: “Lo seguro es que algunos privilegios, de los que todos hemos disfrutado, nos sean despojados de las manos”.

Bajo este comentario ominoso, la arremetida empieza: la instalación de detectores de metales, pruebas de drogas, cero tolerancia, suspensiones y expulsiones. Se implementan nuevas reglas, las cuales cambian día a día, y los castigos se vuelven más severos. Mientras se establecen medidas draconianas de manera inexorable, la escuela comienza a parecerse a una prisión en todo aspecto, incluso en tono y temperamento. Los padres son seducidos poco a poco, hipnotizados por un bombardeo de correos electrónicos aterradores enviados por el Dr. Willner, así como también son coaccionados y acobardados por medio de confrontaciones cara a cara en su oficina, donde juega simultáneamente al policía bueno y malo.

Lo peor de todo es que Henry Willner, malévolo como lo es, no es el único. Francine Prose me dijo que se dedicó a observar algunas conductas entre varios maestros de su liceo, encontrando algunas alarmantes y aterradoras, como lo son el empleo de la fuerza bruta y el autoritarismo; esto sin importarles sus efectos en los seres humanos. Según Prose, el discurso usado por el personaje ficticio Willner fue una composición, un collage creado a partir de los pronunciamientos reales del que fuera Secretario de Justicia, General John Ashcroft.

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El Dr. Willner, pueda que sea una caricatura, pero no es ni de Australia, ni de Irlanda, ni del espacio sideral. Es una aproximación de un maestro en acción—nos damos cuenta que existen Willners por doquier y, aún más perturbador, pueda que haya un poco de Henry Willner en cada uno de nosotros. Al fin y al cabo, eso es lo que lo hace fascinante y útil— representa la autoridad operativa en el trabajo. Willner utiliza la máscara de un maestro, pero realmente nos enseña la cara de la verdadera tiranía.

¿Por qué no? Hay muchas formas de ejercer la docencia, y la tiranía desatada es una de ellas. Todo tirano encontrado ya sea en el salón de clase, en el pasillo, en un lugar de trabajo, al cruzar la esquina, sea en la conducción de un país o en una relación de pareja, impone una postura dominante, al tiempo que usa un lenguaje rígido. Los regímenes tanto totalitarios como dictatoriales y las dictaduras, los cultos y sectas, las oligarquías y los imperios, son expresiones del autoritarismo en acción, las cuales todas tienen un lugar común: en cada caso, cuando el Máximo Líder habla, las masas escuchan sumisamente. El Líder hace una gran presentación de pensamiento y saber, de planificación y elección, además de la actuación—recuerden que no es fácil ser el Gran Helmsman— mientras que la mayoría observa cautelosamente y algunos muestran un aspecto que indica que serán influenciados por el discurso. Únicamente al Líder se le confiere el poder, la acción— nadie se atreve compartirlos—al tiempo que las declaraciones son escuchadas, más no refutadas. La costumbre de cada país autoritario al que he visitado—podría resultar divertido si no fuera por lo horriblemente nauseabundo—consiste en la exhibición de fotos del Grandioso sonriente en las páginas de los diarios: inaugurando una planta ensambladora de carros, un puente, saludando a dignatarios, comentando acerca del futuro del país, dando una alocución. Es un torbellino de energía y acción; el resto de la gente permanece enmarcada en la obediencia, en el servilismo, oyendo y otorgando. De ahí la naturaleza del autoritarismo.

La forma operativa de la comunicación autoritaria se da por medio de la propaganda, siempre al servicio de la ortodoxia, siempre haciendo política de arriba hacia abajo, sin dar respuesta alguna. Está diseñada para manipular y controlar; para hacer que “las mentiras suenen a verdad y que el asesinato sea respetable”, según George Orwell.

La propaganda induce a una lerda conformidad, más que a una respuesta crítica; su fin es el de ser consumida, no combatida. Algunas veces las mentiras son descaradas y su mensaje arrogante: “Tengo el poder de mentir en frente tuyo, y no puedes hacer nada que lo impida”. La meta del autoritarismo es la dominación, que las personas sean sumisas, más que libre pensadoras o ciudadanos activos.

La educación autoritaria es necesariamente unidireccional y basada en una sola dimensión, siempre generada desde lo alto y transmitida hacia abajo por un s o l o lado de la montaña. El maestro es el Gran Ruidoso: pensando, actuando, diciendo, dirigiendo, planificando, escogiendo, controlando, administrando, disciplinando; conoce las respuestas o las encontrará, conoce las reglas y las hará cumplir, sabe el puntaje y lo asentará; tiene el silbato, el libro de notas, el escritorio, la silla y el látigo. Es importante señalar que el maestro autoritario nunca aprende o investiga, nunca escucha o se hace preguntas. Todo lo mencionado trastocaría su posición moral estructurada, debilitaría la postura incierta.

No se espera que el estudiante piense mucho, tampoco que discuta mucho, ni que contradiga ni que debata: escucha y acepta, acepta un mundo interpretado y digerido de antemano; un mundo distribuido en pedacitos elaborados por otros, quienes, según el estudiante, siempre saben más. Es obediente y complaciente, aislado y solitario. De alguna manera está persiguiendo sus propios pasos, es un turista en su propia vida, su escolaridad se mueve en una pista paralela, sin importar su entrada o sus sentimientos, sus esperanzas o experiencias, su deseo o su vasta capacidad de tomar decisiones. Es reducido a una cosa, un objeto para ser, eternamente, manipulado: nada en él tiene valor. Es una grabadora, un cassette de 60 o de 180 minutos. Empieza la escuela con un cassette virgen en su cabeza. Los maestros prenden y apagan el grabador a su convenir. Cuando el cassette está lleno, ya está instruido. Terminadas las lecciones, ahora se trata de seguir las reglas. Está doblegado por la conformidad, por la jerarquía, por la falta de acción, además por su misma oposición a su propia libertad. Está predestinado.

Charles Dickens fijó esta posición perfectamente en las primeras líneas de Hard Times (Tiempos Difíciles), escrito en Londres hace, exacta- mente, 150 años:

“-Pues bien; lo que yo quiero son realidades. No les enseñéis a estos muchachos y muchachas otra cosa que realidades. En la vida sólo son necesarias las realidades.

No planteéis otra cosa y arrancad de raíz todo lo demás. Las inteligencias de los animales racionales se moldean únicamente a base de realidades; todo lo que no sea esto no les servirá jamás de nada. De acuerdo con esta norma educo yo a mis hijos, y de acuerdo con esta norma hago educar a estos muchachos. ¡Ateneos a las realidades, caballero!”

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El orador, el maestro de escuela… pasearon la mirada por el plano inclinado en el que se ofrecían en aquel instante, bien ordenados, los pequeños recipientes, las cabecitas que esperaban que se vertiese dentro de ellas el chorro de las realidades, para llenarlas hasta los mismos bordes.

Y hace casi cincuenta años, Paulo Freire escribió Pedagogía del Oprimido, en Brasil.Evocó la imagen de alcancías de cochinitos sin vida (los estudiantes) siendo seriamente llenados por los depósitos diarios del maestro: “En el concepto bancario de la educación, el conocimiento es un regalo concedido por aquéllos que se consideran bien informados para quienes ellos consideran no saber nada… El maestro se presenta ante sus estudiantes como su opuesto necesario; al considerar la ignorancia absoluta de éstos, él justifica su propia existencia”.

He aquí el salón de clase como galera de esclavos—el maestro apenas toca el tambor.

Las escuelas, por supuesto, no existen abstraídas de la historia, ni de la cultura, más bien, yacen en ellas, en su centro. Las escuelas sirven a las sociedades; las sociedades moldean las escuelas. Son tanto espejo como ventana—nos muestra lo que valemos y lo que ignoramos, lo que es preciado y lo que es comprable. Nuestras escuelas nos pertenecen, nos dicen quiénes somos y quiénes queremos ser. Las sociedades autoritarias son asistidas por escuelas autoritarias, tal como las escuelas libres apoyan las sociedades libres. Esto no significa que las escuelas autoritarias, a pesar de su currículum propagandístico, sus relaciones manipuladoras y sus métodos severos y coercitivos, no produzcan personas que posean grandes habilidades, tanto la Alemania Nazi como Rusia dieron doctores y científicos brillantes. Seguramente, producen su cuota de rebeldes y de resistencia. Además de todos los horribles ejemplos que podemos señalar, también podemos indicar los siempre presente disidentes; el totalitarismo fracasa en su intento de demoler el espíritu colectivo, el impetuoso deseo humano por ser libre. En las escuelas autoritarias, todavía, el sistema entero se dirige hacia la mistificación y está dirigido hacia el control. Si sabes que una sociedad dada es fascista, la Alemania de los años treinta del siglo XX, por ejemplo, predecirás ciertas características del salón de clase. Asumes que el tono será autoritario, la pedagogía tiránica, el currículum manipulador, incluso, percibirás todo esto antes de ingresar a la escuela; luego, constatarás que estabas en lo correcto. Así mismo, podrás vaticinar que la sociedad, en general, es dominante y se basa en jerarquías, a pesar de sus frases nobles que les sirve de máscara: la Patria, la Gente, el Patriotismo, la Libertad.

Las fortalezas sociales—confianza, optimismo, compañerismo— así como también las debilidades—pesimismo, miedo, conformidad, negligencia—son reflejadas en las escuelas de la sociedad. Las desigualdades se manifiestan, así como también las aspiraciones y las esperanzas. Esto explica, en parte, por qué las escuelas desde Sur África a la China, pasando por Chile y llegando a los Estados Unidos, son lugares de lucha, en donde las personas creen que un mundo mejor es posible.

La educación es siempre puesta en práctica dentro de un ámbito social, una comunidad o sociedad, y la enseñanza involucra el proceso de inclusión de los jóvenes en un cierto orden social u otro, en un completo universo. Por lo tanto, los educadores deben mantener sus ojos abiertos:

¿Cuál es el orden social existente?, ¿Cómo garantizamos, defendemos o justificamos al mundo tal como es?, ¿A qué nos oponemos o resistimos?,

¿Qué alternativas son posibles? Seguramente ninguno de nosotros queremos ser un maestro colonial enmarcado en la tradición de la “Generación Robada”, ni un instructor represivo como el que se presenta en la escuela de obediencia de “Las Hermanas Magdalene”. Entonces, ¿Cómo queremos ser?, ¿Qué debemos hacer?, ¿Para qué enseñamos? Las escuelas están establecidas para admitir a la juventud y, de lo contrario, si hacen algo diferente, producen respuestas parciales a raíz de preguntas permanentes sobre la humanidad: ¿Qué significa

ser humano?, ¿Cuál es la función de la sociedad?, ¿Cuál es el significado de la vida y qué es la “buena calidad de vida”?

Desde la perspectiva de una sociedad humana o democrática, la aproximación autoritaria es siempre un retroceso, una equivocación; desestima el espíritu participativo de la vida democrática, desorganiza a la comunidad, está dirigida a destruir el pensamiento independiente y crítico. En primer lugar, una democracia vital en funcionamiento requiere de participación, de tolerancia y aceptación de la diversidad, de algo de pensamiento independiente, también de espíritu de mutualidad, estar seguros de saber que todos estamos juntos en este bote, y que es conveniente que comencemos a remar. La democracia exige seres humanos activos y pensantes. Después de todo, se espera que nosotros, como personas comunes, tomemos las importantes decisiones que afectan nuestras vidas y la educación está diseñada para promover y hacer posible esa meta.

Por lo tanto, los maestros en una sociedad abierta y democrática deben aprender a pensar libremente y sin miedo, tener nuestras propias convicciones, descubrir y darnos cuenta nosotros mismos sin contar con ninguna fórmula preconcebida, sin inclinarnos ante autoridad alguna. Esto es lo que nuestro ser nos pide si deseamos enseñar a los estudiantes a que tengan sus propias convicciones.

La educación es, siempre, pro algo y en contra de algo. Es, en su inicio, una idea sorprendente; es aquella noción que debemos elegir: la educación no es, y nunca podrá ser, neutral. A medida que más enseño, lo veo más claro: las escuelas de “La Generación Robada” sirven de soporte en la superestructura del imperio; estaban en pro de la conquista y de la subyugación de los aborígenes y en contra de la cultura de éstos, de su auto- determinación y resistencia; “Las Hermanas Magdalene” estaban en pro de la jerarquía eclesiástica y constantemente en contra de cualquier noción sobre la independencia de la mujer y de su auto-determinación sexual. Ningún maestro bajo esas circunstancias puede ser completamente imparcial. Tampoco nosotros, nuestra postura no puede estar completamente desinteresada. En lo más profundo y fundamental, la educación vela por la libertad humana, la liberación y por la iluminación, o, por el contrario, defiende la subyugación en una de sus formas, aparentemente, infinitas, desde la domesticación endulzada hasta la represión brutal, el servilismo, la dependencia y la rendición. En consecuencia, nosotros los maestros, desde un principio, deberíamos abrazar la idea, como principio, de que el proceso de enseñanza es para nosotros un esfuerzo humanístico, que defendemos la verdad y el conocimiento, al igual que luchamos en contra de la opresión. La verdad pueda que nos eluda, pueda que sea encontrada en parte, pero nuestros ojos están abiertos, nuestras mentes expandiéndose. La libertad pueda que sea lograda casualmente, pero nuestro camino es claro. Nuestra postura y meta nos guían; no queremos que nuestras vidas de educadores se burlen de nuestros valores humanísticos.

El ideal que motoriza nuestro modo de enseñar es fácil verlo, por contraposición, cuando tenemos en frente situaciones extremas: el totalitarismo representado en “Generación Robada,” nos muestra el currículum como propaganda; en “Las Hermanas Magdalene”, el despotismo ilustra una estrategia educativa consistente en que todo sea adoctrinamiento. Pero, quizás, es menos frecuente constatarlos directamente y en contextos menos extravagantes, como lo son nuestra forma de enseñar y nuestros proyectos educativos. Deberíamos plantearnos preguntas explícitas: ¿Para qué enseño?, ¿En contra de qué enseño?

Estas son preguntas éticas, claro está. Los maestros, mientras son guiados por un código universal o por una forma abstracta, pronto se perca- tan de que la ética en el salón de clase es un hecho práctico y realista, desempeñado por gente común. Los principios universales pueden ayudar—Ama a tu Vecino; No Mientas, ni Robes— porque según Susan Sontag, “nos invitan a limpiar nuestros actos… a huir del compromiso, de la cobardía, de la ceguera”. Puede ser que nos motiven a ver críticamente las cosas tal como  son, lo cual a menudo resulta ser “deficiente, inconsistente, inferior”, e, incluso, hipócrita. A lo mejor actúan como señales, pero no tienen el poder de calibrar cada detalle que emerja.

El estímulo dirigido a crear una imaginación moral es acertado. Sin embargo, ni un principio universal, ni una fértil imaginación, son suficientes para calibrar, por siempre, cada posibilidad, puesto que el tomar una decisión moral involucra opciones fundamentales en los que ningún sistema, ni regla, ni gurú pueden dar la respuesta adecuada. Nadie puede ser llevado a la Corte Suprema, por proclamarse libres. Nuestro razonamiento moral requiere que, al menos, intentemos tener una visión global, luchemos hacia un despertar y hacia una nueva conciencia; y, sin embargo, con todo eso, nuestras decisiones éticas se encuentran aisladas, a menudo son intuitivas, llenas de desesperación y, al final, llenas de coraje.

La película “Dirty Pretty Things” (Negocios Oscuros) de Stephen Frears ofrece un ejemplo interesante de ética en acción. Dos inmigrantes ilegales, Okway y Shineye, desean vivir vidas decentes, pero el Londres moderno los impulsa a negociar en los bajos mundos. Hacen el trabajo sucio, al igual que lo hacen otros inmigrantes pobres, quedando, en gran parte, como seres anónimos e invisibles ante aquellos privilegiados quienes resultan ser los beneficiados. Cargan con el peso del trastorno, llevan las cicatrices producidas por las vicisitudes encontradas y soportadas, así como también alimentan la esperanza de que, algún día, su exilio cosechará frutos dulces; quizá, para sus hijos.

La historia se basa en un conjunto de serie de opciones complejas, entre las que Okway y Shineye tendrán que escoger alternativas sin ninguna garantía; infringirán la ley, sin importarles lo que hagan; habrá personas heridas y, así, cambiarán de manera radical. Esto no significa un tipo de ética análogo a una Columna A/Columna B: Aborto… malo. Pena de muerte… bueno. El mentir… malo. Más bien, se refiere a una alternativa ética—resistente, absorbente, atormentada, inquietante, turbulenta y desasosegada—dentro del torbellino del caos de la vida que las personas deben vivir. Sus ojos están abiertos: deben elegir; sin embargo, para ellos no habrá un asado que saborear en el confort del comedor al final del día.

Mi amigo Greg Michie, un profesor de la primera etapa de bachillerato, cuenta la historia de un momento en la vida de un estudiante de octavo grado llamado Julio,“lerdo, con cara de bebé y algo rechoncho”. Julio se dirigió a Michie una mañana justo al sonar el timbre, parecía preocupado. “Necesito que sostengas mi moral por mí”, dijo susurrando. “Tan sólo hasta el final del día”. Greg pensó que el chico había traído al colegio, por equivocación, un buscapersonas o una caja de cigarros o un Playboy, algo “técnicamente en

contra de las reglas, pero no un contrabando de mucha importancia,” pero luego descubrió que Julio tenía una pistola llamada BB (BB gun) más municiones dentro de su bolso. ¿Por qué? El muchacho había ido a la casa de su tío en el interior por el fin de semana, regresó a Chicago tarde y con sueño, se despertó por la mañana, se vistió y, a todas éstas, se le había olvidado dejar la pistola. Cuando se dio cuenta de lo que había hecho, decidió buscar ayuda en Michie.

Greg conocía el Código de Vestimenta, al igual que las medidas disciplinarias en contra de los “Actos de Mala Conducta”; actos que van desde la “Vagancia” y “Estar Vestidos de forma Inapropiada”, casos no muy preocupantes, hasta el “Delito de Incendio”, “Violaciones”, “Asesinato” y, sí, “Encubrimiento de un Arma”, hechos realmente graves. Los castigos consistían en suspensiones de clases, expulsiones e incluso arresto. El castigo seguro para Julio sería, como mínimo, una suspensión de seis a diez meses o, como máximo, el arresto y expulsión de la escuela. ¿Qué hacer?

La decisión que tomó Michie fue la de reflexión y diálogo junto a Julio; tomó el camino de la enseñanza. Le sostuvo el bolso, lo llevó a su casa y nada pasó. Sin embargo, Michie quedó angustiado porque no sabía si hacía lo correcto.

Las opciones pueden resultar ser difíciles, además de ser la ética un valor intimidante, desde cualquier perspectiva que se vea—los principios de lo correcto e incorrecto, una disciplina que considera lo bueno y lo malo, una rama de la filosofía que se remonta a la antigüedad, un manual para el buen vivir, y así sucesivamente… La ética atemoriza.

Aún más, los argumentos éticos no son tan sólo abstractos, arrogantes y densos, sino que también implican una rectitud que no todos soportan y muy pocos aspiran—no me incluyo, ciertamente. Por lo tanto, se señala hacia el fariseísmo. ¿Es mi vida tan digna de ser un ejemplo?, ¿Quién soy para pronunciar juicios morales, mantener una posición  autoritaria, tener aires de superioridad, además de regañar?,

¿Soy tan bueno?… La ética aterroriza.

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La ética circunda tanto a la religión como a la política, donde es fervientemente declamada y celosamente resguardada. Los sermones sobre la rectitud en el vivir son la esfera de acción de los predicadores, así como la de los políticos; estos últimos utilizan chistes para que su sermón suene más simpático. Sentimos que nuestros ojos comienzan a sentirse pesados, nuestras mentes se llenan de algodón… La ética anestesia.

Si los maestros tienen como fin el de evitar reducir a la enseñanza a un simple instrumento utilizable, lo cual exige mucha claridad y atención, entonces deben, pues, de alguna forma, penetrar ese algodón, confrontar a la intimidación y superarla. En lo más fundamental, profundo y primitivo de la enseñanza, yace ella como trabajo ético. Los maestros, si lo saben o no, son actores morales y la enseñanza siempre exige compromiso moral y ético.

Las palabras “moral” y “ética” apuntan a los principios de lo correcto e incorrecto, a los estándares establecidos del comportamiento bueno y malo. Algunas personas relacionan al primer término con las reglas y el deber, mientras que al segundo con las normativas alternativas puestas en práctica; yo no estipulo esas relaciones. En la conversación diaria, las pala- bras son intercambiables; al punto que hago mi propia distinción: la “moral” implica lo personal, es el asunto que toca tanto a la razón y al pensamiento como a la reflexión y al compromiso; la “ética” señala la acción dentro de un grupo o comunidad.

Las decisiones morales suponen escoger entre diversas alternativas, todas igualmente posibles. Jean-Paul Sartre narra la historia de uno de sus estudiantes, quien se le había acercado, para que le aconsejara acerca de una decisión que aún no la tomaba, le preguntó: ¿Debería quedarme en casa para cuidar de mi madre enferma o debería redimir el honor de la familia al unirme a la Resistencia ante la ocupación Nazi? Se plantea una disyuntiva difícil aquí, ya que él debe actuar en busca del bien. Está forzado a tomar una opción ética, simplemente porque se les presentan alternativas y no puede ser indiferente.

Sartre, después de haber escuchado cuidadosamente a su estudiante, respondió: tú debes decidir por ti mismo. El estudiante, por lo tanto, es el gran responsable de su decisión, sin culpar o acreditar a alguien más posteriormente. Sus ojos están abiertos y debe escoger. Algo se perderá y otra cosa se ganará. Le resulta horrible su situación porque nada está tan claro o absolutamente cierto como él quisiera. Frustrado y en búsqueda de una autoridad máxima, el estudiante molesto señala a Sartre y le dice que si el gran filósofo no lo ayuda, irá donde un sacerdote para que le dé consejos. Muy bien, responde Sartre, ¿y a qué sacerdote irás? La elección depende del estudiante; puede objetar, e incluso maldecir, a su mentor, pero, al fin y al cabo, es él quien decidirá y con esa alternativa seleccionada se sumergirá en las ruinas con todas las consecuencias buenas y terribles que vendrán. El elegir a su sacerdote implica una decisión, al margen de que el religioso aparezca como neutral y no comprometido.

Recientemente, mientras tomaba café con mi prima segunda, una estudiante universitaria de veintiún años, de manera extraña me preguntó si pensaba que estaría bien el mudarse con su novio. Le dije la historia sobre Sartre y su estudiante, además de preguntarle porqué me había pedido aconsejarla ¿Por qué yo sería su “sacerdote”?, ¿Por qué no se había dirigido a su mamá?

El maestro, claro está, puede ayudar a sus estudiantes a pensar sobre su contexto histórico y social, puede señalarles la existencia de un gran universo de posibilidades, además de asistirlos en la busca de alternativas desconocidas y orientarlos para lograr diferenciar entre un hecho y una opción. Sin embargo, al final, es el estudiante quien asimila, por sí mismo, las consecuencias de la elección hecha.

Estas son algunas preguntas morales: ¿Qué es lo correcto y qué es lo incorrecto?,¿Qué es lo bueno y qué es lo malo?,¿Qué debería hacer en esta o en aquella situación?, ¿Para qué están las personas?, ¿Cuál es mi obligación hacia los demás? Estas preguntas pueden organizar nuestro pensamiento, mientras le preguntamos a nuestros estudiantes: ¿qué harás dentro de cinco años?, ¿qué quieres ser o hacer?, ¿cuál es tu objetivo y tu destino?

Las preguntas morales son diferentes a las preguntas sobre hechos  reales.  Ejemplos   del   segundo   tipo   de   preguntas   serían: ¿Dónde está la Escuela Pública 87 (P.S. 87)? o ¿Cuántos niños, que se encuentran por debajo de la línea de pobreza, asisten a la Escuela Pública 87? Las preguntas morales son diferentes: ¿Debería la junta directiva de la escuela invertir en seguridad o en arte, o en un programa que beneficie a los niños pobres de la Escuela Pública 87? No se pueden plantear esas preguntas y responderlas tan sólo basándose en cifras evidentes; Se requiere tomar conciencia sobre el asunto en cuestión para, luego, emitir un juicio y elegir. De igual forma, en una clase pudieras preguntar: ¿está Sydney aquí? mientras que en otro orden de preguntas sería: ¿Cuál es la experiencia de Sydney?, ¿Qué piensa? y ¿Qué necesita? Debido a los intereses implícitos y explícitos que impulsan a las personas a reunirse en un salón de clase, es ahí, en el aula, donde surgen y se vivifican las preguntas morales, ya sean planteadas consciente o inconscientemente.

La humanización y la deshumanización resultan ser gemelas antagónicas que definen al panorama de la enseñanza férrea, al igual que, algunas veces, al trabajo valeroso. Estas gemelas se enfrentan, luchan, se enredan y son difíciles de separar. No se trata de dos caminos totalmente distintos ante nosotros: el camino paradisíaco iluminado con árboles frondosos y aquél oscuro diabólico con plantas espinosas; no se trata de que al final del camino hayan dos paquetes que escoger: uno decorado con lazos y rosas y el otro marcado con una calavera y huesos cruzados. Si fuese así, viviríamos por siempre apoyando lo bueno; habrían únicamente guiones sencillos a seguir.

Pero la realidad no es así. Las decisiones diarias a tomar en el salón de clase son más desgarradoras, más densas, más estratificadas y más difíciles. Las implicaciones de nuestras decisiones no son siempre claras, sus efectos a largo plazo no son tan sólo desconocidos para nosotros, sino también inescrutables. Caminamos tambaleantes por nuestro camino, pero de la mejor manera posible, con esperanza, por supuesto, pero sin garantías. La gran razón, a tener presente en nuestra conciencia, es la dimensión de lo que está en juego: la capacidad de la humanidad, su ímpetu y potencial para el movimiento y la posibilidad de la ilustración, la búsqueda interminable de la libertad humana. La razón para traer a colación nuestros compromisos morales dirigidos al análisis y al debate. La razón, mientras transitamos nuestro caminar serpenteado, para plantear desde un principio nuestro compromiso primordial hacia la humanidad.

Cuán extraño es el hecho que esta dimensión, así como las decisiones fundamentales, son completamente desconocidas y no expresadas en nuestras escuelas, así como tampoco en el mundo. Se habla mucho de las destrezas, pero nadie habla de liberación. Se realizan seminarios escolares sobre gerencia y disciplina, además de talleres de desarrollo de personal sobre la planificación de clases, pero no se consideran estrategias sobre cómo enseñar para libertar. Lo lineal, lo instrumental y lo servil son enfatizados sin darle cabida alguna al pensamiento o al cuestionamiento. La moral y la ética son valores ignorados, ocultados y acosados, sin ninguna vacilación.

En la educación superior pasa exactamente lo mismo. Los profesores y estudiantes pueden ser recompensados por seguir programas de investigación en la enseñanza, utilizando métodos “probados” y una lógica prestada; luego, sus resultados son presentados con el brillo de la “ciencia real” que impresionan a los crédulos. Por otro lado, la educación del maestro y sus programas de acreditación también juegan un papel no muy transparente; eso ocurre cuando al aspirante a docente se le enseña superficial- mente materias como la filosofía de la educación y la historia de la educación y, luego, se limitan a darle unos cuantos métodos de enseñanza, para que, finalmente, intente juntar todo en un sólo semestre universitario. Esta aproximación separa, estructuralmente, el pensamiento de la acción, y en ningún momento coloca la moral y la ética como epicentro. De esta forma se ignora la misión humanizadora de la enseñanza.

Me encantaría ver que todos los programas universitarios relacionados a la preparación docente ofrezcan un curso centrado en la misión humanística de la educación, en donde se Tratara al Estudiante como a un Compañero, Construir una República de Muchas Voces, la cual sería una Comunidad Con y Para los Estudiantes, Hacer Sentir el Peso del Mundo en sus Brazos y, así, Enseñar para la Libertad. Estos son los valores subyacentes que intento traer a colación en mis cursos, además de ser los temas que le dan forma a los capítulos de este libro.

Hay un claro mensaje aquí sobre lo que debe ser valorado y porqué, dentro del currículum estándar existente. Quiero que los maestros tomen conciencia de los riesgos, como también de que no existe una técnica sencilla ni un camino lineal que los llevará a donde necesitan ir; de esta manera, dejarlos que vivan sus vidas estables de educadores, sin problemas y ya acabadas. No hay tierra prometida al enseñar, tan sólo esa tensión dolorosa y persistente entre la realidad y la posibilidad.

Quiero que los maestros se den cuenta para qué enseñan y en contra de qué enseñan. Por ejemplo, yo quiero enseñar en contra de la opresión y de la subyugación, de la explotación, de la injusticia y de la crueldad. Quiero enseñar para la libertad, para la ilustración y la conciencia, para la amplia conciencia, para la protección de los débiles, además de enseñar por la cooperación, la generosidad, la compasión y el amor. Quiero que mi enseñanza signifique algo valioso en las vidas de  mis estudiantes  y  en  los  mundos  que ellos habitarán y crearán. Quiero que signifique algo en mi mundo.

Quiero que los maestros se comprometan en tomar un camino  que tenga cierta dirección y ritmo: ante todo conviértete en un estudiante de tus estudiantes y luego crea una comunidad a través del diálogo, ama a tus vecinos, cuestiona todo, defiende al oprimido, desafía y nútrete a ti mismo y a los demás, busca el equilibrio. Quiero que los maestros tengan una lista dinámica y ecléctica a la que puedan consultar cuando se sientan perdi- dos y solos. He aquí Walt Whitman, en uno de sus prefacios impelentes de Leaves of Grass (Hojas de Hierba):

Esto es lo que deberías hacer: Ama a la tierra, al sol y a los animales; desprecia la opulencia; da limosna a quien la pida; defiende al estúpido y al loco; dedica tu ingreso y trabajo a otros; odia a los tiranos; discute, no sobre Dios; ten paciencia con las personas y complácelas; no te quites el sombrero ante algo ya sea conocido o desconocido, ni ante un hombre o un grupo de hombres; anda libremente con personas rudimentarias, sin educación, y con los jóvenes y con las madres de familias; reexamina todo lo que se te ha dicho en la escuela, en la iglesia o en cualquier libro; desecha lo que insulte a tu alma; y tu piel ha de ser un gran poema y éste tendrá la más rica fluidez, no tan sólo en sus palabras, sino también en las líneas silentes de sus labios y rostro y entre las pestañas de tus ojos y en cada movimiento y en cada articulación de tu cuerpo …  Buen comienzo. Esa es una lista a ser laminada y llevada en tu moral, una lista para pegarla en tu pared. Está escrita a poetas, pero sirve de consejo a maestros libres también.

En la escuela, los maestros son observados y entrevistados, nuestros comportamientos algunas veces analizados minuciosamente, luego medidos y comparados con resultados obtenidos de los estudiantes; somos, bien sea, un problema o un medio para el cambio, pero también somos, sin duda, información. La enseñanza como ciencia.

En el debate político, los maestros son descritos ya sea como profesionales serios dignos del reconocimiento de la comunidad o como ocupantes de un puesto, no lo suficientemente entrenados ni motivados, además de ser perezosos bajo el beneficio de un empleo del gobierno; somos los transmisores del currículum oficial o creadores, así como proveedores, de algunas ideas, probablemente, ilógicas o perversas; así nos encontramos en el medio de toda una disputa. Algunos se enfocan en nuestras disposiciones y pensamientos, otros cuestionan nuestra experiencia y pericia; todos parecen atentos para abalanzarse sobre nuestros cuerpos sangrientos. La enseñanza como trabajo.

En la cultura popular, somos pillos o nobles caballeros, dioses y monstruos. La imagen permanente, tal como se presenta en las películas estadounidenses “Blackboard Jungle” (Semilla de Maldad) y “Stand and Deliver” (Párate y Entrega), es la del maestro héroe solitario que lucha valientemente por salvar a los desafortunados delincuentes juveniles sumidos en circunstancias calamitosas. La enseñanza como salvación y drama.

Es cierto: la enseñanza es drama, es trabajo, es tanto ciencia como arte. Sin embargo, ninguna de esas imágenes mantiene un interés sustentable, como tampoco son lo suficientemente amplias, ni profundas, ni esenciales para capturar la realidad de la enseñanza; ninguna se dirige al corazón de la experiencia, a la demanda intelectual, al propósito ético y al significado moral, al gran espíritu que pueda animar a toda la aventura. Carecen del espíritu de la enseñanza. El objetivo es éste: la enseñanza como un esfuerzo moral implacable; la enseñanza como acción ética, desordenada, grandiosa, enredada. Urge de ser explorada.

La filósofa Hannah Arendt, en Between Past  and  Future:  Eight  Exercises in Political Thought (1968) (Entre el Pasado y el Futuro: Ocho Ejerci- cios sobre Pensamiento Político), afirma: La educación es el punto en el que decidimos si amamos suficientemente a la tierra, tanto como para asumir la responsabilidad hacia ella, el cómo salvarla de una ruina quesería inevitable, a pesar de lo nuevo y joven que vendrá. La educación también es el lugar donde decidimos si queremos a nuestros hijos lo suficiente para no expulsar- los de nuestro mundo y dejarlos a su libre albedrío, el no quitarles de sus manos la oportunidad de emprender algo nuevo, algo no visto por nosotros; es el lugar donde los preparamos, de antemano, para la tarea de renovar un mundo común.

Arendt enmarca el panorama moral de la enseñanza. Vemos que la escuela es el lugar natural de la esperanza y de la lucha; la esperanza revoloteando alrededor de las nociones de un futuro, la lucha en erupción por ese futuro: la dirección que debería tomar, la forma que podría asumir, los significados que podría abarcar. ¿Quién puede participar?, ¿Qué queremos para los niños?, ¿Y para nosotros?, ¿Qué mundos desearíamos tener?, ¿Qué herramientas, destrezas y sabiduría acumulada deberíamos ofrecerle a la juventud y a la generación futura?, ¿Qué deberían crear ellos mismos? Cada una de estas preguntas nos invita a reflexionar, debatir, considerar y emitir juicios sobre temas conflictivos. Planteamos preguntas, dudas, retos en torno a los objetivos, así como nos adentramos en lo ético.

La primera escena de la película dirigida por Ethan y Joel Cohen, “Miller’s Crossing” (De Paseo por la Muerte), en donde Johnny Casper trata de explicarle al gángster mayor de la banda de criminales, Leo, el cómo fue agraviado por otro de una banda asociada, Bernie Bernbaum. “Estoy hablando sobre amistad”, dice Johnny, mientras la cámara hace una toma hacia la saliva espumosa saliente de la comisura de sus labios al sonreír de forma amenazante. “Estoy hablando sobre carácter”, continúa estructurando y moldeando su caso. “Estoy hablando sobre infierno, Leo, no me avergüenzo de usar la palabra, estoy hablando sobre ética” (pronunció é-tica). Johnny realmente habla sobre ética: “Cuando preparo una pelea”, continúa Johnny, “digamos si juego a un tres pa´ un favorito, espero que la maldita pelea sea un tres pa´ uno”. Luego Bernie Bernbaum, el “niño tramposo”, se entera del trato, manipula la situación y las “probabilidades se van al mismísimo infierno”.

“Un hombre de negocio no espera una devolución”, se queja Johnny. “Ahora, si no confías en una pelea preparada, ¿en qué puedes confiar?” Concluye: sin ética “estamos de vuelta a la anarquía, de regreso a la selva… es por eso que la ética es importante. Es lo que nos separa de los animales ,de las bestias de carga, de las bestias de presa. ¡Ética!” “¿Quieres matarlo?” pregunta Leo,fríamente.

 

“Eso es para principiantes,” Johnny responde seriamente y sin una pizca de ironía.  Vi por primera vez “De Paseo por la Muerte”, coincidentalmente, mientras leía The Book of Virtues (El Libro de las Virtudes) de William Bennett. Leo y Bennett, ambos “hablaban” sobre ética”. El resumen curri- cular de William Bennett es largo: Secretario de Educación, “zar de la droga”, director de la Fundación Nacional para las Humanidades (National Endowment for the Humanities); su rol particular ha sido el de máximo guerrero cultural de la ultraderecha y el que públicamente habla sobre ética y regaña a quienes él considera van en contra de ella. Tiene voz y voto en los debates de la reforma escolar y su programa es simple, trata de deshacer las escuelas públicas y promover el sistema escolar privado meritocrático. Su programa para los niños de Estados Unidos es directo, consiste en escoger a los padres correctos. Al leer el libro de Bennett sobre el buen pensar es como escuchar a Johnny Casper discutir sobre ética; un tanto extraño, irreal, profundamente perturbador.

Las virtudes proclamadas en el El Libro de las Virtudes, como son la Auto Disciplina, la Compasión, la Responsabilidad, la Amistad, el Trabajo, el Coraje, la Perseverancia, la Honestidad, la Lealtad, la Fe, contienen una ideología que distingue a Bennett; deja a un lado valores como la Solidaridad, la Integridad, la Pasión, la Generosidad, la Curiosidad, el Humor, el Compromiso Social. En las noventa y cuatro páginas se exponen varios poemas sobre hormigas, algunos versos bíblicos y cuentos populares para niños como el de los “Los Tres Cochinitos”; todo ello basado en un sermón, el cual causa irritación, sobre la importancia de hacer las cosas tal y como se te diga, las recompensas que acarrean el consentimiento y la sumisión, además de la necesidad de establecer una jerarquía y de conformarte con la posición que tengas. Otros autores también aluden al tema ético y así lo reflejan en los títulos, verbigracia, Theodore Roosevelt escribe “En Alabanza a la Ardua Vida” (In Praise of the Strenuous Life); Ralph Waldo Emerson exalta a “Grandes Hombres”  (Great Men); Booker T. Washington describe cómo superó las dificultades en su libro “De pie ante la Esclavitud” (Up From Slavery); y Bennett, sin una pizca de ironía, se presenta como un “alma deseoso en trabajar y trabajar y trabajar, para ganarse una educación.” Bennett toma un poco de “Henry V” de Shakespeare: “Tan laboriosas las abejas;/Criaturas que, por ley de la naturaleza, enseñan /El mando en el reino”.

Por supuesto que no está presente Marx ahí; tampoco Herman Melville, B. Traven, ni Charles Dickens. No está, tampoco, Studs Terkel, quien hubiera mitigado la prédica hacia la disciplina, así como también hubiera indagado sobre las complejidades y contradicciones relacionadas al trabajo, es decir la violencia que éste pueda contener, las vías por las que se puede transformar a las personas y a su mundo o las vías que pueden hacer al trabajo algunas veces liberador, algunas veces esclavizante. Lo cierto de todo, es que somos instruidos bajo  un aparente estado natural de las cosas: los reyes mandan, los soldados pelean y saquean, el albañil repara y los porteros llevan las cargas pesadas.

Lo que William Bennett logra es un libro al estilo de McGuffey’s Reader, para su pequeño Reino de Qué Hacer y Qué No Hacer, basado en historias simples para una vida simple y en donde cita y celebra pequeñas virtudes a expensas de grandes autores. Bennett llama a su colección “el libro del ‘cómo’ para el alfabetismo moral”, y separa las “complejidades y controversias” de una vida moral de lo “básico”. Distingue las lecciones sobre ética, las cuales él favorece, de la actividad moral, la cual aconseja suspender hasta llegar a la madurez. Yo tengo una visión opuesta: el mundo del pensamiento moral y la acción ética es tan natural para los niños como para cualquier persona; es cierto que ellos crecen en un mundo físico, pero a la vez inseparable de una esfera cultural y de un universo moral. El pensamiento moral y la acción virtuosa comienzan por el hecho de la aceptación y la preocupación por los estudiantes. Los maestros demuestran una creencia fundamental en el único valor de cada ser humano, además de demostrar el reconocimiento de nuestra compartida dignidad. En  el  preescolar BJ’s Kids, donde trabajé muchos años, el ambiente estaba cargado del lenguaje de la ética: “¿Es eso justo?”, “Sé justo”. Al visitar una estación de bomberos, la pequeña Caitlin, de cinco años de edad, le preguntó a nuestro guía, Jimmy, cuándo habrá una mujer bombero en la estación; ante la pregunta de la niña, él soltó una carcajada. Caitlin se enfureció y tartamudeando dijo, “Eso no es justo”. Al regresar a la escuela escribió una carta, con ayuda de BJ, dirigida al alcalde de Nueva York. Reflexión moral, acción ética.

Para Bennett lo importante es que los jóvenes sean receptores pasivos, más que constructores activos de valores. Esta visión conlleva a la afirmación: “estas historias ayudan a que los niños se identifiquen con su cultura, su historia y tradiciones”. La “cultura” está permanentemente en la mente de Bennett y, de ahí, su negativa para estimular el pensamiento y el cuestionamiento. Bennett es un creyente, un crédulo de una “unicultura” estable, se ha cegado, él mismo, ante el poder vivificante, dinámico y motriz de las culturas, experimentado por los seres humanos. El mundo ético que él impondría a los demás es inerte, plano, sin perturbación alguna y separado del cuerpo.

William Bennett conduce el intento, sin precedente, de destruir un gran ideal progresista y democrático, tal como lo es la idea de la escolaridad pública gratuita, común y disponible para todos. Se ha creído que este ideal promovería el bienestar general, permitiría una mayor participación en la búsqueda de la felicidad, ayudaría a las personas a vivir en armonía y en libertad, así como también a reflexionar moral y significativamente y a actuar éticamente con los jóvenes. Sin embargo, Bennett lo combate, al igual que sus aliados, bien sea políticos, burócratas y un cuadro de intelectuales que incluyen al investigador Chester Finn, al  historiador Diane Ravitch y al escritor Abigail Thernstrom. Este conjunto de personas ha impulsado, exitosamente, la conexión ilícita de fuerzas ideológicas poderosas con políticas específicas atentatorias al principio de la gratuidad de la educación, haciendo pasar estos lineamientos por desapercibidos. El ideal de una educación pública y gratuita de alta calidad, nunca se ha llevado cabalmente a la realidad; luchas se han librado para determinar quién debe ser incluido en nuestra concepción de lo público, así como para establecer cuáles conocimientos y experiencias son los más valiosos y el cómo acceder a ellos. La idea misma parecía estar segura porque fue asumida, sin embargo, hoy en día se pone en duda.

La evidencia de esa desidia se expande a todos los niveles. La obsesión, cada vez mayor, de una prueba de admisión tonta, única y centralizada, incluso actualmente aplicada a estudiantes más jóvenes, que no hace más que clasificar a los estudiantes, provocando una serie de ganadores y perdedores, va en contra de una educación democrática, así como también, ataca a cualquier noción de un currículum rico y profundo, y a la enseñanza misma. La energía y los recursos puestos en el negocio de las pruebas van en contra del compromiso de poner maestros más calificados en los salones de clase, reducir el tamaño de los cursos, incrementar las ofertas curriculares, promover el acceso a los recursos de aprendizaje de la comunidad y construir más escuelas modernas. El negocio de las pruebas engaña, educativa- mente, tanto a estudiantes y a sus familias como a los maestros, además de ser un retroceso en la educación.

Las políticas de “Cero Tolerancia”, aplicadas en el país en los últimos diez años e impulsadas por los tiroteos muy publicitados en las escuelas, los cuales han traído a colación temas sobre las armas, han creado las condiciones para la exclusión de un alto número de jóvenes, en especial aquéllos provenientes de la clase obrera, de la pobreza, de determinados grupos de inmigrantes, además de aquellos estudiantes marginados, discapacitados y los tradicional y oficialmente despreciados. Las prácticas y los símbolos de la justicia criminal son aceptados y, así, se pierde la misión humanizadora de la educación. Esas políticas son un ataque cultural y político a la idea de la inclusión, a la escolaridad democrática. Los salones de clase se convierten en lugares estériles y unidimensionales, desprovistos de momentos para la enseñanza. Cada mal comportamiento garantiza un viaje a la dirección, de esta forma el juicio y la sabiduría del maestro es cercenado, los administradores trabajan conjuntamente con la policía y, por lo tanto, las escuelas se hacen más y más estrechas, hasta que llegan a ser pequeñas prisiones de entrenamiento.

Finalmente, estamos ante una gama de estrategias escolares de cambio, promovida por un modelo de mercado que amenaza con socavar las estrategias y los principios de la educación pública. El mundo mercantil nunca ha tenido ni alma ni corazón, no puede hacer juicios de valor, ni responde a intereses normativos. El mercado crea una clase de ganadores y una más grande de perdedores. El éxito en el mercado es medido por los ingresos; las grandes riquezas son generadas a través del trabajo de otros. El  tratar  de imponer un símbolo mercantilista a la educación pública es un error, porque todo su financiamiento debe provenir sólo del estado. El símbolo, entonces, es falso. Siempre llegará el dinero público, pero al ser administrada la escuela por manos privadas, el interés se centrará en la ganancia.

No todo lo bueno es el simple resultado de la virtud individual; también está lo concerniente a la ética comunitaria, a la ética social, al igual que se plantean las preguntas relacionadas a cómo nos comportamos dentro del colectivo, qué asume una sociedad como normativo y bueno. Al fin y al cabo, la mayoría de nosotros, gran parte del tiempo, hace como el resto: la mayoría de los griegos actúan como griegos, la mayoría  de los romanos actúan como romanos, y cuando estamos en Roma solemos actuar como los romanos. Esta ecología de la ética conlleva a comprender que el comportamiento ético individual es más probable en una sociedad justa. Johnny Casper discute en torno al comportamiento ético. ¿Es moralista? Durante el tiempo de la esclavitud indudablemente hubo negociantes de esclavos, personas que se encargaban de regresar a los esclavos que se escapaban (slave-catchers) y dueños de plantaciones que pagaban sus cuentas y cumplían con lo prometido, pero ¿en qué sentido actuaban éticamente? Para uno haber sido una persona moralista, ahí y en ese entonces, uno tuvo que haber trabajado por la abolición; parece tan obvio ahora. No muchos lo hicieron, sin embargo, sentimos un alivio al pensar que hubiéramos estado entre los pocos valientes. Pero ¿sería cierto?, ¿cómo saberlo? Es conocido que una sociedad esclavista va en detrimento de la bondad, lo cual se expresa de diversas maneras. Como sabemos que es casi imposible para los individuos llevar una vida virtuosa bajo semejante sometimiento, entonces se convierte en algo primordial eliminar la esclavitud, así como es esencial hoy en día luchar por un mundo más justo; esto, en parte significa llevar una vida moral. Una sociedad justa crea las condiciones para que la mayo- ría de nosotros actúe, con más frecuencia, de una manera moral. ¿Existen injusticias hoy en día que, al pasarlas por alto, las generaciones  futuras  nos   condenarían?  y  más  importante,  ¿Qué normativas comunitarias y sociales nos permitirían, o invitarían, a la mayoría de nosotros hacer lo correcto?,

¿Son  estas  preguntas  apremiantes,  e  incluso  razonables,  para  maestros  y estudiantes?  Bennett carece, fundamentalmente, del sentido de moralidad, de un alfabetismo permita ampliar nuestra visión. Es el padre severo con normas austeras: él censura, regaña, nos muestra su mano de acero. Su autoridad moral depende del poder que ejerce sobre la estructura; una estructura asegurada por el miedo y por la ausencia del disentimiento. En el aspecto social, abstrae interrogantes sobre lo bueno y lo malo existentes en tal contexto y en ninguna parte conecta la posición moral con la conducta ética, en especial la de él. La claridad moral, la certeza, el dogma, son pronunciados mejor a través de un megáfono. Lo que nos hace retomar a Johnny Casper cuando habla de ética: el peleón gime, persuade, intimida y amenaza, así le es requerido. Él es cómico y, conservando esta misma postura, amenazador.

De cierto modo, podríamos seguir el mando de Johnny Caspar: acordemos no tener miedo de usar la palabra infierno; estamos hablando sobre ética. Pero cuando se invocan la moral y la ética, ya sea en la educación o en el encuentro de gángsters, es sabio proceder con precaución. La “moralidad” comprende un dominio entero, un territorio sin fronteras establecidas. El reino de lo moral y lo ético  está poblado con chicos buenos y malos, con héroes, conquistadores, explotadores, hombres locos y convictos; todos ellos han evocado descripciones elaboradas sobre la “moralidad” para justificar sus sanguinarios esfuerzos; muchos han encontrado en la “moralidad” un martillo conveniente para someter a sus oponentes. En las escuelas y en los salones de clase al recurrir a la moral, se ha destruido la iniciativa y borrado lo creativo, lo nuevo, lo diferente. Es sencillamente indigno de confianza, como una palabra al referirse a cualquier cosa única e inmutable.

Los grandes monstruos de la historia se crearon ellos mismos un completo universo moral al que ellos pudieran acceder como guías y exponentes de la razón, lo que hace al razonamiento moral más confuso y recargado. El oponerse a la marea no es necesariamente moral, a pesar de que lo pueda ser. El ser valiente no es necesariamente moral, pero pudiera ser tonto o incluso inmoral. ¿Cómo saberlo? reflexionando y emprendiendo nuestro camino de la mejor manera posible. Debemos observar, honestamente, el contenido de nuestras decisiones, la verdad de nuestras circunstancias  y preguntar si estamos tomando el camino hacia la humanidad. ¿Nos oponemos al sufrimiento innecesario, al dolor no merecido?, ¿Cómo lo sabemos?

Comenzaríamos con la idea profundamente humanística de los seres humanos como medida de todas las cosas: cada vida humana, por la simple virtud de ser humana, es igual en valor a cualquier otra. Valoramos a nuestros estudiantes y consideramos su dignidad como un acto de fe. Nuestra amplia tarea ética es hacer la vida posible, hacerla más robusta, más completa, más realizable, más agradable para todos. Para nosotros maestros, esa tarea empieza al abrazar a nuestros estudiantes, estar junto a ellos como seres humanos congéneres. Esta meta, aparentemente directa, no es tan simple en la práctica, pues opera dentro de un mundo de conflictos, dilemas y contradicciones; y lo más importante, además, es que están los seres humanos como actores finitos, con fallas, con nuestros misterios, con nuestras debilidades y limitaciones.

José Saramago trata un panorama similar en su Ensayo sobre la Ceguera, su alegoría oscura sobre una epidemia moderna y las atrocidades que desencadena. Un hombre quien se para en un semáforo en rojo, durante la hora pico, se vuelve repentinamente ciego. Alrededor de él suenan las cornetas, los conductores se impacientan y luego se encolerizan; un pequeño caos se apodera de la gente que intenta comprender qué ocurrió. Alguien acompaña al hombre a su casa y, luego, le roba su carro.

Al día siguiente, una epidemia de “ceguera blanca” se expande por la ciudad, afligiendo a las personas a un paso acelerado. Uno después del otro, las personas abren sus ojos y sienten como si hubieran sido sumergidos en un mar de leche espesa.

Al principio, las autoridades ponen a los enfermos en cuarentena, encerrándolos en un hospital de salud mental vacío. Cuando los guardias se vuelven ciegos, son abandonados, pero antes de eso un grupo de hombres ciegos se organizan en una pandilla, se roban las raciones de comida de los demás, humillándolos y violando a todas las mujeres.

Cuando pareciera que lo peor está por venir de repente, uno después del otro, va recobrando la vista. En pleno júbilo, riendo y abrazándose, se preguntan:¿Porqué?, ¿Porqué nos volvimos ciegos?,¿Porqué vemosahora?  Una mujer responde: “No pienso que nos volvimos ciegos, pienso que estamos ciegos, Ciegos pero vemos, Ciegos que pueden ver, pero no ven” . Nos recuerda que el antónimo de lo moral, no es siempre lo inmoral; es a menudo lo meramente indiferente. La acción ética está en un lado, mientras que en el otro están un frío distanciamiento, la negligencia, la apatía, la desatención, la falta de curiosidad, la indiferencia. La ceguera. ¿Estaban realmente ciegos? y ahora que tienen de nuevo visión, ¿Pueden realmente ver?  “Ciegos que pueden ver, pero no ven”; la pesadilla que Saramago evoca es la sociedad moderna tal como es, sin esconder nada. Los ciegos que pueden ver. Pero no ven. Para los maestros, esta metáfora estremecedora tiene un significado especial, por nosotros estar en una posición que guía las decisiones de otros. Debemos abrir nuestros ojos al mundo tal como es, y al mundo que podría ser, pero que aún no lo es. Debemos ver porque debemos elegir.

Nos es útil recordar los diversos sistemas de pensamiento moral y de leyes que nos precedieron, junto a sus deficiencias, fallas e incapacidades. Queremos tomar decisiones basadas en principios, pero también queremos evitar los efectos aislantes de la ortodoxia; queremos aceptar los compromisos morales y al mismo tiempo mantener una mente crítica. Queremos actuar, pero necesitamos dudar. Esta postura nos pide proceder con cautela, con humildad, con nuestros ojos bien abiertos, con la intención de enfrentar un mundo caótico, dinámico y en perspectiva, con esperanzas pero sin garantías. Nos encontramos en una coyuntura, en un punto esencial entre el cielo y la tierra, luchando por mantener los pies en la tierra y peleando por permanecer llenos de ilusión.

¿Cuál es la importancia de enseñar? La enseñanza es para dar luces y para alcanzar la liberación, abre las posibilidades hacia la libertad y los caminos hacia la verdad.

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«Acepten, la reforma educativa es una realidad»: Nuño a CNTE

La Jornada/ Marzo 2016 /Ciudad de México. El secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño Mayer, llamó al magisterio disidente a “ya no perder el tiempo y aceptar que la reforma educativa es una realidad”, luego de que se anunciaran nuevas movilizaciones en contra del despido de miles de maestros y de la propia reforma educativa.

En reunión con los medios de comunicación, insistió en que la posición del gobierno federal, “no sólo de la Secretaría de Educación Pública” (SEP) es que no habrá diálogo con quienes busquen el incumplimiento de la ley o “darle vuelta” a las modificaciones a los artículos tercero y 73 constitucionales.

Nuño Mayer afirmó que mientras los líderes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación insistan en no acatar la reforma no habrá diálogo.

El titular de la SEP también destacó que se avanza en el proceso de sustitución de los maestros que afirmó, para este momento, todos deben estar dados de baja, en referencia a los 3 mil 360 docentes que no acudieron a ser evaluados y que fueron separados de su cargo.

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AVANCES Y OBSTÁCULOS EN LA MEDICIÓN DE LA INNOVACIÓN: MAL DE MUCHOS, CONSUELO DE…

POR MONICA SALAZAR

BID Innovacion

Lo que no se mide, no se mejora. De acuerdo a ese credo, para cualquier área de política pública, como lo es innovación y competitividad, es fundamental la medición. Primero, para saber dónde estamos y tras un análisis de esa situación decidir hacia dónde queremos ir y qué necesitamos hacer para lograrlo. Posteriormente durante la ejecución de la política debemos hacer monitoreo y seguimiento, para lo cual también necesitamos indicadores. Finalmente, a la terminación de los programas volvemos a requerir de mediciones, que nos permitan evaluar los resultados y el impacto de la intervención. En el mundo desde la década de 1990, se han venido posicionando las encuestas de innovación como el mecanismo idóneo para recopilar información sobre los objetivos, determinantes, resultados, obstáculos, y fuentes de las ideas para la innovación empresarial. Los países de América Latina y el Caribe (ALC) no han sido ajenos a este movimiento e igualmente han desarrollado encuestas para alimentar el diseño y seguimiento de las políticas de innovación.

La región de ALC tiene una historia rica y fructífera en materia de medición de la innovación. Uruguay fue pionero en realizar una encuesta de innovación en el año de 1987. Posteriormente, a partir de la publicación en 1992 del Manual de Oslo de la Organización para la cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), Chile, Argentina y Colombia hacen una primera ronda de encuestas a mediados de la década de los noventa. Y aquí comienza un desarrollo propio de la región: la formulación de lo que se conoce como el Manual de Bogotá, fundamentado en el Manual de Oslo pero adaptado a la realidad y la situación del sector productivo en materia de innovación y competitividad de los países de la región. La elaboración del Manual fue apoyada por la OEA y Colciencias (entonces Instituto Colombiano para el Desarrollo de la Ciencia y la Tecnología), y liderada por la Red Iberoamericana/Interamericana de Indicadores de Ciencia y Tecnología – RICyT.

En el Manual de Bogotá se innovó en varios frentes, como por ejemplo abordar la innovación en sentido amplio, es decir no solo la innovación tecnológica de productos y procesos sino también la innovación organizacional y en comercialización; se hizo más énfasis en las actividades conducentes a la innovación, en el proceso mismo de la innovación, y no solo en los resultados (número de empresas innovadoras), y en las capacidades. El Manual de Bogotá partía de reconocer que nuestras economías se diferencian en muchos aspectos respecto de las de la OCDE, como por ejemplo estructuras de productivas concentradas en industrias de consumo masivo o extractivas, competencia en mercados nacionales y locales principalmente, sistemas de innovación desarticulados y débiles, actividades de Investigación y Desarrollo (I&D) menos formalizadas, escasez de capital altamente calificado en las empresas, y un ambiente protegido y cerrado, poco competitivo.

Hoy la región ha avanzado mucho en materia de medición, 16 países hacen encuestas de innovación, aunque no todos regularmente, pero se tiene buena información. Se destacan Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, México, y Uruguay, que llevan más de 6 rondas de encuestas de innovación y tienen series de datos. Los países no solo aplican el Manual de Bogotá sino también el de Oslo, que ya va en su tercera versión (2005) y además usan el formulario básico y el Manual para la implementación de encuestas de innovación desarrollados por la División de Competitividad e Innovación del BID. Adicionalmente el Banco ha apoyado con recursos financieros y experticia a varios países para que realicen sus encuestas.

Sin embargo tenemos obstáculos, como son: la no confiabilidad de los indicadores de inversión o gasto en innovación; el limitado acceso a los microdatos para la realización de estudios longitudinales y su combinación con datos de otras encuestas; la dificultad para hacer comparaciones internacionales por las diferencias en la interpretación de las preguntas y por lo tanto las respuestas obtenidas; y, el escaso uso que hacen los formuladores de política de los indicadores; y los problemas a la hora de hacer comparaciones internacionales por diferencias en los procesos de recolección de información y metodológicos. Pero estos problemas no son solo de los países de la región, sino también de los países de la OCDE. Mal de muchos…. consuelo de tontos, como dice el dicho.

En una reunión reciente de los expertos en indicadores de la OCDE en la ciudad de Oslo (Noruega), en la cual participó la División de Innovación y Competitividad del BID, se discutieron varias propuestas para ir resolviendo estos problemas, las cuales se espera sean incorporadas en la nueva versión del Manual de Oslo cuyo proceso de revisión inició en dicha reunión. Los temas a abordar en la revisión del Manual fueron acordados en dicha reunión:

El contexto en el que se desempeñan las empresas, y en general la cultura y el lenguaje del país, son factores determinantes. En tal sentido se espera que el Manual y las encuestas se muevan de una mirada a las empresas innovadoras hacia mirar la innovación y las condiciones en que esta se da.

Costo de la innovación y la inversión en conocimiento: se requiere mejorar la evidencia de los insumos a la innovación, alejándose un poco de la inversión en I&D como un proxy, y capitalizando en los avances de la literatura sobre intangibles.

Recursos humanos para la innovación: cómo incorporar a las encuestas empresariales el conocimiento desarrollado sobre los individuos y sus habilidades.

Novedad y sus atributos: nuevo para la empresa, nuevo para el mercado, nacional o internacional. Este es un asunto que sigue en discusión y sobre el cual se debe profundizar para entender mejor que es novedoso para el mercado, pero además entender los procesos de difusión y las prácticas de imitación, como aspectos fundamentales asociados a la innovación.

Vínculos e innovación abierta: dados las nuevas formas de hacer innovación y de comercializar y difundir conocimiento, la revisión abordará la innovación abierta.

Innovación y sector público: el sector público es una actor fundamental en el proceso de innovación, bien sea como financiador (directa o indirectamente) pero también a su vez como innovador. Se explorará si se hace una guía separada para atender este último caso.

Innovación en todos los sectores: a pesar de los esfuerzos por incluir en el Manual la innovación en el sector servicios, todavía se manifiestan dificultades para identificar y caracterizar adecuadamente los procesos de innovación en servicios, agricultura y otras industrias no manufactureras. Se explorará el desarrollar guías diferenciadas de acuerdo al sector.

Metodologías estadísticas: este fue el tema más ampliamente discutido, viendo la necesidad de abordar conceptos, definiciones, preguntas, formularios, recolección de información, estimación de indicadores, entre otras dimensiones metodológicas. Se ve la necesidad que esta revisión profundice en los asuntos metodológicos y de armonización, con miras a mejorar la calidad y confiabilidad de la información y a facilitar la comparabilidad internacional.

Son muchos los temas por discutir y revisar para formular una nueva versión del Manual de Oslo, instrumento de amplia utilización en los países de ALC. Es importante que la experiencia de la región sea escuchada y tenida en cuenta en dicho proceso de revisión, y que entre todos resolvamos los problemas de la medición de la innovación. En particular se resalta el énfasis que se ha hecho en las encuestas en la región por diferenciar el mercado al cual se orienta la innovación, es bien diferente innovar para un mercado netamente local que para uno global. Igualmente se resalta la categoría de firmas potencialmente innovadoras, en la cual se reconocen aquellas que hacen actividades de innovación, que tienen una actitud positiva al cambio y la innovación pero que aún no logran resultados. El mantener una definición amplia de innovación es clave para ALC. Por último, en algunos países de la región ya se han hecho encuestas de innovación en el sector agropecuario, experiencia invaluable a la hora de definir si se mantienen formularios idénticos para todos los sectores o se adaptan el lenguaje, las preguntas y los ejemplos, adecuados a las características de cada sector.

Es bien importante resaltar que alrededor de la medición de la innovación se han desarrollado comunidades de práctica, en la cual participan las agencias de estadística, las instituciones a cargo del fomento de la CTI, académicos, organismos internacionales, entre ellos bancos de desarrollo, generándose un intercambio muy rico en conocimiento y experiencia. ¡Seguimos midiendo y mejorando!

 

Publicado originalmente en el Boletín y la pagina del BID

 

 

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EE.UU., y la política educativa enfocada en las Escuelas Autónomas “Charter”

Artículo Otras Voces en Educación

EE.UU., y la política educativa enfocada en las Escuelas Autónomas «Charter»
EE.UU./febrero 2016/Autora: Liliana Medina de Luzón

¿Muere la escuela pública y nace un sistema educativo rendido a la mercantilización de la educación?, ¿Son las escuelas charter una creación del Estado para mejorar la educación o son un experimento de la corporativización de la educación en su máximo esplendor?

La expresión más ingenua de la educación, ante el mundo y la población estadounidense, se vende a través del proyecto de escuelas charter: “la nueva escuela pública sin fines de lucro”, que brinda a los docentes y estudiantes un espacio educativo innovador que favorece a las comunidades donde se encuentran; albergando a estudiantes latinos y afroamericanos de escasos recursos económicos, sin embargo, son en realidad la cara de la privatización y corporativización del sistema educativo en los estados unidos. Peter McLaren (Revista Praxis Educativa Vol XVII Nº 2, pp. 79-90.Julio – Diciembre 2013. Universidad Nacional de La Pampa, Argentina) las ha
denominado como “la voucherización de la educación” y se refiere a la educación como un “sub-sector de la economía”. Al respecto nos dice:

“La educación pública va en rápido camino hacia la privatización, es parte de la tendencia generalizada de la globalización neoliberal siendo los dos ejes centrales: la privatización y la desregularización (…) Todo esto es parte del esquema general de globalización neoliberal del Banco Mundial (controlado por los EEUU) y el Fondo Monetario Internacional, quienes han forzado a los gobiernos nacionales a desarrollar políticas económicas que enfaticen el crecimiento económico y los derechos de propiedad por sobre el bienestar social y los derechos personales. La educación dirigida por el mercado (la voucherización de la educación) condujo a la corporativazación de la educación con fines de lucro y al movimiento de escuelas charter. La educación es una de las más grandes industrias del mercado (…)”

Han sido la bandera de los asesores del ámbito educativo durante la gestión del Presidente Obama, haciendo pensar en el imaginario del pueblo estadounidense que representan la innovación en el modelo educativo, o la nueva faceta de una educación que promete ofrecer a las familias, niños y jóvenes mejores resultados que las escuelas públicas tradicionales, las cuales cada vez se ven más asfixiadas en relación a su disminución matricular y las tensas rivalidades generadas a propósito de la proliferación de escuelas charter, lo que conlleva a un escenario que vislumbra la desaparición y consecuente privatización de la escuela pública.

La oferta académica de este tipo de instituciones en la agenda educativa del gobierno de Obama ha generado mayores inestabilidades en el sistema de contrataciones de los docentes, que las ya existentes, en un país donde no existe una garantía o política dirigida a la estabilidad laboral (no sólo en educación sino en otras áreas); los docentes que son contratados en su inmensa mayoría son aquellos que no están sindicados, deben trabajar más horas de las que trabajarían en una escuela pública convencional y ajustarse al “currículo innovador” establecido (creado por las instituciones que dice, responde a las necesidades de los estudiantes y, está de espaldas a los currículos propuestos desde los distritos escolares en los estados) que goza de un elemento que el gabinete educativo ha denominado “flexibilidad académica”, en donde sólo importa conducir hacia un “resultado académico”, ajustado a parámetros estandarizados. Por ende, esto impone desde el Estado un nuevo patrón casi indiscutible en las condiciones laborales que en muchos casos no beneficia al docente, en temas: salariales, estabilidad laboral, imposiciones de orden curricular, entre otros.

En este sentido, adentrarse en el sistema educativo de los Estados Unidos representa desentrañar un tema complejo dado a la gran diversidad que la corporativización ha estampado al negocio denominado: educación, sin embargo, en el caso particular de las Charter Schools, interesa particularmente, el hecho que sean financiadas con el dinero público y que atiendan, generalmente, a estudiantes de las minorías y de bajos ingresos, vendiéndose como la alternativa de una educación innovadora y personalizada, lo cual representa una opción atractiva para algunas familias en discrepancia con el cupo asignado por los distritos escolares. Es común observar en ellas, entonces, estudiantes de diversos distritos y áreas mucho más extensas a éstos.

Pero, ¿qué se esconde detrás de este velo? Sin lugar a dudas los tentáculos de los intereses privados y las asociaciones sin fines de lucro, donde las donaciones para sustentar costos de mantenimiento y otras justificaciones están servidas en plato fuerte, uno de estos generosos colaboradores son PEARSON y la Mc GrawHill, los cuales podemos encontrar en la Charter Schools USA (CSUSA), por ejemplo; con la justificación de buscar sus propios modos de financiamiento o patrocinio.

Hoy en día representan una cantidad importante, algunas que podemos destacar, en el estado de La Florida son: Montessori of Winter Garden Charter (K-8), (www.montessoriwgc.com); Access Charter School (Middle & High), (www.accesscharterschool.org); UCP Transitional Learning Academy  (Middle & High), (www.ucpcfl.org); Innovations Middle School, (www.imscharter.org); Kid´s Community College (k-5), (www.mykidscc.org); Orlando Science Elementary Charter School (www.orlandoscience.org); Nap
Ford Community School (PK-5), (www.napford.org); Aloma Charter High School, (www.alomahs.com); Hope Charter School (K-8), (www.hopecharter.org); Cornerstone Academy (K-8) & Cornerstone High School (www.cornrstonecharter.com); Aspire Charter Academy (K-5), (www.aspirecharteracademy.com); Legacy Charter High School, ( www.hopecharter.org); Lake Eola Charter School (k-8), (www.lecs.org); Chancery Charte High School (www.chanceryhs.com); Workforce Advantage Academy (www.workforceacademy.com); Legends Academy (K-8), (www.legendsacademy.org); Central Florida Leadership Academy (Middle & High) (www.cflacademy.org); Oakland Avenue Charter School (K-5), (www.oaktownusa.com), entre tantas otras.

Todas bajo el esquema de haber sido liberadas de las normas que rigen a las escuelas públicas tradicionales, donde deberían formarse los ciudadanos democráticos del mañana, muy por el contrario, la brújula que guía a las Charter Schools apunta a la formación de ciudadanos prestos a ser amoldados para el consumismo que dictan las grandes corporaciones que las patrocinan ¿Acaso considerando o convirtiendo a la escuela en una más de sus filiales corporativas? Sin duda un inquietante destino en el que la escuela, el sistema educativo, los docentes y los estudiantes, se tambalean.

Referencia: Revista Praxis Educativa Vol XVII Nº 2, pp. 79-90. Julio – Diciembre 2013. Universidad Nacional de La Pampa, Argentina

Fuente de la imagen: https://www.google.com/search?q=escuelas+charter&biw=1366&bih=667&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwjlx8fj0J3LAhXJKB4KHX6QDd8Q_AUIBygC#imgrc=6BZBuchbPhFe5M%3A

Liliana Medina de Luzón. Docente-Investigador. Integrante Fundadora de la Red Global/Glocal por la Calidad Educativa

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Fernando Buen Abad: «No se educa, sino se educa en clave de lucha»

16-05-2014/La Otra Mirada

Continuando con las entrevistas realizadas por Luis Bonilla (LB) en su programa «La otra Mirada» a propósito de la consulta internacional sobre la Calidad de la Educación realizada en Venezuela, durante el 2014, a continuación la reseña del encuentro con Fernando Buen Abad (FB), filósofo, intelectual mexicano  y Coordinador y Académico de la Universidad de la Filosofía.

LB: Bienvenidas y Bienvenidos todas y todos a este nuevo contacto internacional en el marco de la consulta por la calidad educativa. En esta oportunidad conversaremos desde Buenos Aires, Argentina con Fernando Buen Abad Domínguez. Fernando es filósofo, intelectual y escritor de izquierda, militante marxista en numerosos movimientos, instituciones culturales y literarias. Nació en México, en el DF, en el diciembre de1956. Entre otras responsabilidades es coordinador de la universidad de la filosofía y ahora comparte sus actividades entre México, Buenos Aires y Ecuador también. Bienvenido, Fernando a este contacto internacional en el marco de la consulta pr la calidad educativa.

FB: Hola, Buenos días, Luis. Te agradezco la invitación por la oportunidad de conversar siempre con los hermanos venezolanos y por este proyecto que es siempre un preocupación y una  tarea que siempre parece inconclusa, afortunadamente la de transformar la educación, transformarla, así que es una alegría y un honor para mí participar.
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LB: Fernando, te has dedicado los últimos años a trabajar el tema de la comunicación. Si te correspondería hacer un diagnóstico del comportamiento de los medios de comunicación en la región, ¿Cuál sería ese diagnóstico?
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FB: En primer lugar, tendría que decir, para hacerlo muy breve, que han dejado de ser eso: «medios para la comunicación», que se han convertido es armas de guerra ideológica, en herramientas para mentir, herramientas para desfalcar la voluntad de los pueblos, e incluso, herramientas para fabricar golpes de estados como hemos visto en lo que va en el siglo 21. Los ejemplos son suficientes como para enderezar la idea de que ya no podemos seguir discutiendo el papel de esos medios de comunicación como solo un problema de distribución de herramientas, de tecnologías para la educación, ni solo como un problema de libertad de expresión como suele decirse, ni tampoco como un problema, como suele decirse, de multiplicaciones de voces. Hoy el problema también, además de todo eso, es un problema de seguridad nacional y regional, y creo que ese es el estatus que hay que estudiar hoy las máquinas de guerra ideológicas que el capitalismo financia.

Por otro lado ha habido y ha nacido, en América Latina particularmente, una gran corriente de comunicación emancipadora. Hay un fantasma como decía el viejo Mark, un fantasma que recorre los medios de comunicación, y ese fantasma es el fantasma de la emancipación y creo que hemos ido descubriendo capítulos extraordinarios de movimientos alternativos y comunitarios que demuestran nuevos usos de las herramientas de la comunicación, principalmente en la educación y que me parece un objeto de estudios fascinante, si queremos incorporar esas herramientas como herramientas de independencia, de pensamiento, como herramientas de emancipación intelectual y sobre todo como herramientas para crear la nueva comunicación que hace falta en América Latina.

LB: Fernando, si tuviéramos que caracterizar al imperialismo hoy, tendríamos que estudiar la dimensión de como concentra el capital, es decir como acumula hoy en día, el dinero, por decirlo en términos sencillos. Por otra parte todo el complejo industrial militar y por otro el complejo cultural, por el cual crea una hegemonía y, una forma de ver el mundo. Las grandes corporaciones televisivas, World Disney, la industria del entretenimiento forman parte de esa otra dominación de cual no se suele hablar mucho. Suele hablarse mucho de la económica y de la militar pero la cultural siempre pasa muy por debajo. Sin embargo un niño hoy pasa tres o cuatro horas frente al televisor, joven. Un muchacho además pasa el promedio de comunicación con un teléfono celular entre 50 minutos, 1 hora con 10 minutos del día. O sea, el tema cultura es un tema de amplio estudio. ¿Cuál es tu valoración de hacia dónde apuntan en este momento esa industria cultural en la perspectiva de dominación global?
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FB: Efectivamente, creo que la ideología de la clase dominante es un objeto de estudio que por cierto se nos ha quedado, me parece en general, un poco al costado. No hemos sabido cómo ponerlo como un objeto de estudio y del combate con frente de lucha, como deberíamos. No hemos seguido el consejo del comandante Fidel Castro, a propósito de las batallas de las ideas y saber desarrollar esa batalla en todos sus ámbitos, especialmente el ámbito más difícil, que es el ámbito de la vida cotidiana. La ideología de la clase dominante se nos ha metido a todos en la vida diaria y la tenemos inoculada en nuestras conductas diarias, en nuestro anti valores con los que convivimos a cada minuto.

La ideología de la clase dominante nos ha enseñado a repetirle el discurso del patrón, creyendo que es el nuestro. La ideología de la clase dominante es un objeto de estudio muy complejo y es, repito, un frente de batalla que creo que no ha sido suficientemente calificado, y tampoco hemos desarrollado todas la herramientas que deberíamos para poseer, por ejemplo, una gran semiótica emancipadora hoy, que nos permitiera desmontar todos los discursos minuciosamente, ser capaces de desactivar todos los misiles ideológicos que nos disparan a todas las horas, por todos los medios que uno pueda imaginarse, no exclusivamente por la televisión, ni exclusivamente por la radio.

Uno ve en las conductas de algunas personas, en los ejemplos de la publicidad, en los parámetros y patrones de estilos, de gustos, de modas, de placeres, del rol de la mujer como se presenta bajo el capitalismo, del rol de los niños como han sido estereotipado y esquematizados como objetos de nuestra falacias e incluso de manera acrítica de todos los malos ejemplos, e incluso de todas nuestras irresponsabilidades. Y esta parte me preocupa mucho porque la estructura mediática del capitalismo, alguna vez lo dijo Salvador Dali, “el capitalismo tiene la cualidad de odiar a los niños”, y si eso lo tomamos en serio y lo analizamos, tendríamos pruebas más que contundentes para ver semejante monstruosidad en la vida diaria. Y no solamente porque estamos mirando hoy crímenes como el que se comente contra el pueblo palestino, no solamente porque estemos viendo la desgracia que se ha producido en Ucrania por la terquedad imperial, no solamente porque ya hemos visto esta cadena infernal de ataques contra nuestros pueblos,en todo el planeta, sino porque la vida diaria disfrazado de entretenimiento, disfrazado de placer domestico incluso, a veces también disfrazado de premio al buen comportamiento, el discurso y el mensaje mediático que se entrega a los niños y al que se los expone, sin hacer ninguna alto en alguna reflexión crítica. Entonces, tratando de atender a tu pregunta, yo creo que efectivamente tenemos una ofensiva permanente, si tenemos una problemática con la carga ideológica que estamos todos los días dirigiendo de manera generalmente acrítica y, que además, específicamente con los niños tenemos episodios de altísima irresponsabilidad por lo que cometemos de manera acrítica, por lo que pasa a nuestras narices y no nos damos cuenta. Pero también, tenemos por el otro lado la responsabilidad histórica de comenzar a hacer algo pronto.
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LB: Precisamente desde la perspectiva de la comunicación, ¿Qué tendrían que cambiar los sistemas educativos de la región? Sobre todo los países progresistas para alcanzar eso que llamamos de manera genérica una calidad de la educación para el buen vivir.
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FB: Yo creo que una de las cosas que si es urgente hacer, y que si podemos hacer, entre lo que queremos y lo que podemos, es recuperar el lugar que ocupó históricamente en la educación el desarrollo de los talentos críticos, el desarrollo de las capacidades críticas. Eso por lo menos en México desapareció de los objetivos generales de la educación. Eso desapareció en algunos países, incluso como en Perú. Acabo de estar en un congreso de estudiantes allá, y casi con el rostro atónito los estudiantes escuchaban que este fue uno de los grandes objetivos que en algún momento tuvo la educación pública en América Latina. Esa fue una de sus mejores tradiciones históricas. Creo que se ha perdido de vista la transcendencia del desarrollo de pensamiento crítico que incluyen muchas cosas: incluye la capacidad de ordenar la realidad, de saber que va primero que va después, que es urgente que es importante, que no lo es. Pero también, incluye la capacidad de defendernos, es decir, de defendernos frente al ataque ideológico, de los intereses hegemónicos que pretenden esclavizarnos. Hoy tenemos paradigmas fuertes en materia de desarrollo social como el concepto de independencia, que es un concepto que debe transversalizar a absolutamente todo el campo de la educación, y sin embargo parece que no. Parece que son proclives,en algunos espacio académicos, más bien a cancelar la independencia y cancelar la capacidad crítica a cambio de actitudes religiosas u oscurantista frente el conocimiento, de modo que creo que en esa ruta una de las tareas centrales desarrollar estrategias táctiles, estrategias para devolvernos a todo el privilegio y el derecho al desarrollo del pensamiento crítico, frente a los medios de comunicación con más urgencia que antes.

Yo creo que ya vivimos la etapa del debate que se suponía que prohibiendo que vieran los mensajes íbamos a lograr grandes cosas y no logramos más que afianzar el discurso que justamente algún día quisimos prohibir, y más de una tesis por allí, circuló como progresista incluso. Hoy creo que lo inteligente es aprender a mirar críticamente cada uno de los dispositivos con que el discurso de la clase dominante se desliza a través de sus programas de televisión, en particular, los programas para niños. En este sentido habría que hacer un buen inventario de cuáles son los dispositivos con que ellos cuentan para esa ofensiva televisiva, pero también cómo se deslizan en los libros de textos, pero también como se deslizan a través de la radio y también cómo se comportan a través de los llamado “juegos digitales”, que tienen una variedad de nombres en ingles todos estos, y que son un objeto de adicción muy graves, en jóvenes, en niños y en personas mayores. Entonces, este discurso que se disfraza en juego, es un discurso que tiene por entretenimiento el oficio de asesinar personas en el juego, e incluso con un grado de violencia que más bien sería un trabajo psicológico profundo para saber cómo es que se gana vida, por ejemplo, a partir de matar a otros en juegos digitales, en juego como “el player station”.

Necesitamos hacer un inventario muy concreto, un inventario preciso, como objetos específicos de análisis para desarrollar estos medios instructivos dinámicos, instructivos adaptables, cómodos, entendibles e inteligibles para poder trabajar críticamente sobre esos mensajes. Hoy en América Latina tenemos a la intemperie nuestro profesores de las escuela primarias que no saben qué hacer para  armar a sus estudiantes con algunas líneas criticas de eso que consumen todos los días. Y tenemos paradigmas, digamos durísimo.

Yo he trabajado a nivel de semiótica, por ejemplo del chavo del ocho, porque el chavo del ocho para México, es un personaje muy doloroso, es un personaje que tiene una carga de significados que no se ve en otros países pero que los tiene, Por ejemplo, ha sido un programa que a pesar de todas las contradicciones que contienen, ha transitado de manera exitosa, de manera impune y muy premiadora en todo el continente. De modo que, creo que al contrapelo de la misma idea de prohibir lo que tenemos que hacer es al contrario, desarrollar talleres de información a nivel de semiótica para docentes, escuelas primarias.

Que tendríamos que estar haciendo talleres de trabajo con padres de familias, viendo en conjunto, socializando la mirada. Es fundamental que es espacio de análisis crítico se vuelva colectivo y creo que algunas experiencias que hemos podido tener alguna vez interpretada, mirando allí la plaza del bombillo por ejemplo, entre todos un programa de televisión y hablando sobre eso y discutiendo, así se puede amasar un entrenamiento en talleres metodológico para la crítica del mensaje, pero lo mismo pudiera decirte, leyendo en conjunto la prensa.
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LB: Si se pide a la educación que sea crítica pero en la parte formación de docentes hay una gran carencia de esa formación en profundidad para poder analizar televisión, literatura, comic, video juegos. Entonces, por supuesto, quizá el énfasis tendría que ser en la formación de los docentes. Tu que has trabajo en todo el continente el tema de la educación. ¿Contamos con centros de investigación, líneas de investigación potentes que puedan acompañar a ese cambio en la formación docente?

FB: Si hay, pero son insuficientes. El desafío es tan enorme  que con los tres o cuatro espacios que hay, no es suficiente. Bueno por ejemplo, están ustedes en el Centro Internacional Miranda, un músculo de pensamiento de desarrollo teórico, pero estoy seguro que ustedes deben sentir también la impotencia que muchos otros tendrán respecto al tamaño del problema con las pocas fuerzas que se quieren. Entonces, a mi entender, los gobiernos progresistas, los gobiernos democráticos, los gobiernos que tienen preocupación verdadera por la educación inteligente de sus pueblos, no pueden retrasar más la formación de formadores y la necesidad de crear grandes e importantes núcleos de cuadros dispuestos a desarrollar el pensamiento crítico. No nos alcanza con Enrique Dussel y sus grandes aportes a esta escuela, no nos alcanza Badellard y los grandes aportes que alguna generaciones hizo por allá en los años 70 y que siguen haciendo, no nos ha alcanzado pues la buena voluntad ni las buenas intenciones. Creo que es necesario sistematizar, por lo menos los grandes importantes cuadernos teóricos y cuadernos teóricos-prácticos que nos están haciendo tanta falta.

Ojala pudiéramos tener, incluso para la perspectiva general del problema comunicacional, un método de acción critica en el campo de la educación por supuesto, que también tienen que ser método de acción crítica produciendo porque hay una doble bisagra que es fundamental de entender: no alcanza solo con el desmontaje del discurso o con desarticular los misiles ideológicos que nos imponen. También es importante apropiarnos de las herramientas para producir los ejercicios de nueva comunicación que estamos necesitando. Entonces, un profesor que sea capaz de desarrollar pensamiento crítico con los alumnos haciendo ejercicios, también podría empezar a desarrollar ejercicios de comunicación propios en los que se pusiese en orden crítico las necesidades, las propuestas, las luchas que se están llevando a cabo aula por aula, profesor por profesor, escuela por escuela, que son realmente los sujetos de lo nuevo que estamos buscando como la emergencia de esa nueva comunicación.

Lamentablemente, en eso al respecto y en esa dimensión pensada continentalmente pues no, nos vemos a la intemperie más de una vez tratando de pelear contra unos monstruos indomables. No obstante, eso no quiere decir que no seamos capaces de diseñar al menos el marco de trabajo que si se necesita y al respecto los que permitirían hacer real semejante ejercicio de formación de pensamiento crítico ante los medios de comunicación, ya de inmediato nos proponen o se exigen un caudal teórico que seamos capaces de proponer sobre la base de nuestra propia experiencia. También alguna vez no hemos equivocado pensando que si nos traemos algunos autores que ya han trabajo en esto como en Dinamarca o por ejemplo en China, con esto nos va ir bien. Que bueno que podemos ver otros modelos, pero las características del territorio nuestro, de América Latina en particular, posee tal conjunto de peculiaridades que me parece que los análisis ienen que fundarse en esas particularidades y en las casuísticas nuestras para poder enfocarlas. Entonces a ese respecto, pues seguimos extrañando la biblioteca del pensamiento latinoamericano en materia de comunicación revolucionaria, de comunicación emancipadora. No hemos logrado consolidar semejante herramienta teórica que sería obligatoria si pensásemos en multiplicaciones de talleres de formación para docentes en esta especifica materia.

Ahora no hay que esperar a que esto ocurra, podríamos de a poco empezar a trabajar en eso, pero también a ese respecto se requiere orientar financiamientos, se requieres una buena e importante convocatoria para que tengamos puesta la mirada de estudiantes, de postgrados, de doctorados que se ocupen de estos temas porque, por cierto hay que decirlo y por tristeza, que a nivel de los grados y los postgrados tampoco este es un tema eje que hoy esté llamando la atención de mucha gente y creo que con una buena convocatoria, e incluso con becas e investigación, e incluso premiando el pensamiento crítico como ha venido haciendo Venezuela, como el gran premio libertador del pensamiento crítico, pero no solo a las obras cumbres a los grandes e importantes autores, sino también a los proyectos de investigación en marcha en campo especifico de estos temas que son tan cruciales para América Latina.

LB: Fernando, uno de los grandes debates de educación es sobre si tiene una dimensión política o no. Por supuesto los marxistas, lo revolucionarios tenemos claro que la educación es política, sin embargo, contradictoriamente a nivel mundial quienes promueven que la educación no es política se organizan en gremios sindicales. La internacional de la educación tiene, por ejemplo, más de 400 federaciones en el mundo. La propia democracia cristiana está organizada internacionalmente y los marxistas o la izquierda radical tiene temor de definirse que es una izquierda con temor de definirse que es una izquierda pedagógica. No habla de una izquierda pedagógica, no construye una instancia de organización internacional. Tú eres militante también de una corriente internacional, de la corriente marxista internacional. ¿Qué crees que está pasando en las últimas décadas para que los educadores, los pedagogos de la izquierda no nos planteamos el desafío de construir una herramienta organizativa internacional que pueda enfrentar teórica y biológicamente los aparatos de la derecha?
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LB: Bueno, una larga cadena de descuidos y de debilidades. No hemos hecho ni siquiera la autocrítica suficiente al respecto como para señalarnos con toda claridad. No solamente todo eso que correctamente dices en lo que no hemos atinado en llegar con puntualidad a nuestro tiempo, ni hemos cumplido con el gran proyecto de la unidad que es el proyecto. Marx escribía, la última palabra del manifiesto con que se dirigió a los trabajadores del mundo, la última palabra es una palabra chiquitica que dice “unidos”, y eso todavía no hemos logrado satisfacerlo como deberíamos. Ahora, es a la vez un trabajo de autocrítica científica, porque no basta la autocrítica puramente confesional o puramente de confesionario donde uno se da golpes de pecho; tampoco hemos logrado tener el programa científico que nos permita avanzar en esta línea. Entre otras razones creo que es por nuestras debilidades: por un lado políticas y por otro lado económicas también, y por otro lado metodológicas. Todo el mundo en el discurso es capaz de decir e introducir las ideas más perfectamente rimadas, los cuatro lógicos más perfectamente ensamblados, si pero no nos alcanza con eso, en la lucha cotidiana, están ahí los barrios, están allí las exigencias y nuestra incapacidad de estar a tiempo con los tiempos, que nos viene exigiendo cosas.

Discutíamos hace unos cuatro días en las universidades de Argentina, en la UBA que hay de nuevo en materia de comunicación ahora y yo les decía que hay de nuevo si tuviéramos que sintetizar lo nuevo en los meses recientes y esto que estoy planteándote lo nuevo entre otras cosas es que, por ejemplo, se ha convertido en un narco-espectáculo la inmensa mayoría de los bienes culturales de la televisión burguesa. Hay que estar muy alerta y muy a tiempo con lo que está pasando en Estados Unidos, a propósito del espectáculo con el narco convertido en entretenimiento para jóvenes, para niños y para adultos. La serie de televisión más premiada en este momento, la que más dinero ha reunido, la que más éxito capitalista ha tenido en fechas recientes, es la historia de un profesor de química que se vuelve narcotraficante. Ahora circula por las pantallas de televisión de toda América Latina historias como la de narcotraficantes colombianos o mexicanos. Una de esas novelas tuvo 6 temporadas, que es escandaloso solamente de imaginar la repercusión y la formación de valores, como dice el presidente Maduro, de lo antivalores que va sembrando este modelo de comunicación en todos los rincones de nuestra vida diaria.

Entonces, ya escuchamos a los niños jugar a narcos en algunos patios de escuelas, ya escuchamos en algunos barrios que los niños empiezan a ver que el narco es como una salida de futuro. Ya en México tenemos ese problema: ya hay narco canciones, hay narco iglesias, narco misas, narco fiestas. Es decir, es un problemas severísimo que transita todo el continente y ahora mismo el secretario general de UNASUR tuvo una reunión en la que se discutía sobre cómo nos estamos preparando antes esta ofensiva del narcotráfico en todo el continente. No es solamente una ofensiva a balazos y de sangre, como tu muy bien decías, es una ofensiva ideológica que también parece que se nos pasa desapercibido, porque pasa a través de esa zona invisible que es la zona del entretenimiento, de la diversión cotidiana, domestica, etc. De modo que, a ese respecto Luis lo que nuestra auto-critica tendría que ser: 1)Qué herramientas somos capaces de desarrollar desde el marco teórico, por ejemplo marxista que tiene mucho por trabajar por fuera de esos viejo dogmas acartonados y por toda esa concepción mecanicista y torpe que se hizo de Marx. Hay en realidad en la propuesta de Marx un método por desarrollar. Acabo de leer una frase del presidente Chávez que alguna vez con un libro en la mano de Marx, que decía que este era el método que nos permitía pensar en el futuro, pero había que convertir eso en herramientas concretas de trabajo, para demostrar el potencial científico de semejante método. En eso venimos muy atrasados y hace falta actualizarse.

Por otro lado, creo también que hemos subestimado algunos frentes de trabajos. El campo del arte porque yo por ejemplo he sido muy subestimado por la izquierda, en muchos momentos en América Latina y creo que es un espacio que no podemos nosotros abandonar de ninguna forma. Aquí hay que comprometerse con ese problema crucial de la expresión y de la liberación de los graduales expresivos de los seres humanos. Y también nos ha pasado con las herramientas de la comunicación, que me pareces han sido vistas como un tema bastante de soslayo, como de segundo plano, y me parece que también nos hemos equivocado en eso, en tanto que los resultados, cuanto queremos como incide esas herramientas de llamadas de comunicación, incide  brutalmente sobre las poblaciones indefensas, por cierto.

El caso de Venezuela, es un caso digamos único, paradigmático, en el que se está produciendo una gran movida de medios alternativos y comunitarios. No es el caso en América Latina,ni del todo el continente.  Hay una ley que tiene que actualizarse hoy por hoy en Venezuela, pero también es un ley pionera en materia de la comunicación que atiende cosas tan delicadas como el manejo del volumen entre los programas de televisión y los comerciales, que es una trampa psicológica que hace mucho tiempo se amasa por los laboratorios de guerras psicológicos que han sabido jugar hasta con esos detalles que parecen menores, con los que han sabido producir modelos de ofensiva. Hay venimos lentos. Y también por cierto no hemos logrados hacer la vanguardia que indique hacia donde hay que salir. Esa es otra de las grandes tareas que tendríamos que tendríamos que cumplir, pero necesitamos los laboratorios de investigación científica bien armados, bien fundados, bien dirigidos obligados a crear productos concretos de herramientas de combate en esta enorme batalla de las ideas.
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LB: Fernando, desde tu perspectiva si tuvieras que definir que es la calidad de la educación, ¿Qué sería para ti calidad de la educación?
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FB: Yo creo que una parte de la calidad, en principios es ética, para mí es un problema desde el principio de convencernos de que el profesor trabaja para que el alumno lo supere. Que el profesor tiene como objetivo primordial que el alumno sea mejor que él y a su vez convencer a ese alumno que cuando el forme a otro, lo haga convencido de que aquellos otros tienen que superarlo. Esa dialéctica de la superación humana para mí es un valor de máxima y creo que tiene que determinar el concepto de la calidad.  Tiene también otra arista que para mi entender es la del método correcto, que permite trabajar en condiciones correctas y eso tiene que ver con que calidad no es repetir modelos desarrollados por otros países aunque tengan mucho éxito.Calidad tiene que ver con resolver problemas concretos presentes en nuestras realidades completas y que nos permitan avanzar los problemas para poderlos resolver también. En general en la educación nos han enseñado a repetir aquello que también Marx criticó en la filosofía, que la educación sirva para contemplar el mundo, para conocerlo, pero nunca para transformarlo y yo creo que calidad es justamente eso: es educarnos para transformar el mundo. Además de conocerlo, además de contemplarlo,  y estudiarlo y escudriñarlo, además de todo eso: transformarlo. Ahora transformarlo hacia dónde, y esto también tendría que ser a otro gran problema de la calidad, hacia seres humanos que no aceptan de ninguna manera dividirse en clases sociales. A mí me parece que esa es una de las grandes premisas de la calidad educativa, donde para la química, para la matemática y para cualquier disciplina, el proyecto central sea que los seres humanos jamás acepten vivir en sociedades divididas, separadas y mucho menos sometida. A mi entender esas son condiciones, digamos de máximas, condiciones filosóficas específicas para esto.

Después el rigor del conocimiento amplio y plural. A mi entender un profesor en cualquiera de los niveles que estemos hablando está obligado a tener un pensamiento amplio, plural, abierto y está obligado a conocer cuántas cosas se les presente pero a conocer críticamente. Y ahí pongo todo el énfasis de la calidad, en el sentido que si tendrían que descansar todos estos conceptos sobre un eje concreto.diría justamente sobre el pensamiento crítico. Si no hay manera de hacer una educación de calidad si no se tiene un pensamiento crítico muy dinámico que por supuesto incluya la autocrítica.

LB: Fernando, para ir cerrando este contacto internacional, nos gustaría que les dirigieras un mensaje a los maestros, a las maestras, a los profesores y a las profesoras, venezolanas y venezolanos que en sus aulas, en sus centros educativos, con las comunidades, con sus estudiantes están discutiendo el tema de la calidad educativa como una oportunidad para seguir avanzando en la transformación de los sistemas educativos.
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FB: Bueno, el mensaje que yo puedo enviar, es un mensaje a mis pares, a mis colegas porfesores. Yo soy uno también, uno entre tantísimos que en este continente todavía abrazamos y acariciamos la certeza que un campo de lucha muy importante es el campo de educación y que ese tejido de relaciones humanas que se teje permanentemente entre profesores y estudiantes, es un campo promisorio para que este mundo mejore. Yo soy de los que de verdad cree que el trabajo de la docencia, es un trabajo de méritos absolutamente humanísticos y que debemos evitar a toda costa que la educación sea secuestrada para convertirla en mercancía.

Si yo pudiera hacer llegar un saludos y un abrazo fraternal a todos estos colegas, compañeros y profesores, diría que hay que hay que reafirmarse en los principales e importantes enseñanza de la educación que es un conocimiento de todos, que es un aprendizaje permanente de todos y que no se educa, sino se educa en clave de lucha. Yo creo que lo que tenemos como paradigma hoy importante todos que desarrollar es la comprensión de que educarnos es una lucha, de que aprender es una lucha, de que estamos librando una batalla social contra la ignorancia, contra el sometimiento de la conciencia ,de que estamos haciendo todo lo posible por formarnos para conformar una gran fuerza cada vez mejor organizada, una gran fuerza mundial continental, Latinoamericana, de la patria grande, una gran fuerza que tenga entre otras importantes cualidades el desarrollo de la conciencia y la defensa del derecho legítimo, absoluto, histórico y además revolucionario de ser cada día más cultos para ser más libres.
.
LB: Conversamos hoy con Fernando Buen Adab Domínguez, rector y fundador de la Universidad de la Filosofía sobre el tema de la calidad, en el marco de la consulta nacional e internacional que estamos realizando. Gracias Fernando por tu opinión, por tus comentarios en esta entrevista.
.
FB: No Luis, te agradezco a ti y te mando un abrazo siempre. Sé que el trabajo de ustedes del Centro Internacional Miranda es un trabajo crucial de todos los días. Sé que lo que se está haciendo en Venezuela en materia de educación ha merecido muchos esfuerzos. Hay muchos tropiezos, hay muchas cosas todavía por avanzar, pero cuenten siempre con que mi abrazo solidario y mi amor, yo estoy muy enamorado de Venezuela y tú lo sabes bien. Así que toda vez que sea posible cuente conmigo.

Para ver y oir la entrevista:

Producción de la Otra Mirada: Luis Bonilla Molina

Equipo de producción y post producción digital: Dilanci May Sierra

Transcripción de la entrevista: Liliana de Luzon

Edición: Marianicer Figueroa

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Canal infantil del Public Broadcasting Service (PBS) en EE.UU.

Noticia reseñada por: article.wn.com. Fecha: 02/23/2016

En un país como Estados Unidos, no conocido precisamente por la
financiación estatal de la televisión pública, es interesante leer noticias
como esta en la cual el Servicio Público de Radiodifusión (PBS, Public
Broadcasting Services, por sus siglas en inglés), lanzará un canal infantil
de 24 horas.

La PBS es la única cadena estadounidense de televisión pública que ha
podido mantenerse gracias a la financiación pública y, desde lo privado,
con algunas asignaciones de patrocinio de programas y compañías
colaboradoras de canales locales afiliados a PBS. Este canal compite con
los grandes emporios estadounidenses, tales como:

– CBS Corporation: dueño de CBS, The CW, TV Guide Network y
Showtime

– NBC Universal-Comcast: dueño de NBC, Syfy, USA, Bravo, E!,
Oxygen, Telemundo, A&E Networks y Hulu.

– Disney/ABC Television Group: dueño de ABC, ABC Family, ESPN, A&E
Netwoks, Disney Channel y Hulu

– News Corporation: dueño de FOX, FX, National Geografhic y Hulu

– Viacom: dueño de MTV, Comedy Central, Nickelodeon, BET, TV Land

– Time Warner: dueño de HBO, TBS, Cartoon Network, TNT, Comedy
Central, Adult Swim, CNN

– AMC Networks: dueño de AMC, Sundace Channel, IFC

Por su parte, Directora Ejecutiva de PBS, expresa: “estamos orgullosos de
todo lo que hemos hecho en educación de primera infancia, sentimos que hay
más por hacer”, al tiempo de referir que la programación infantil que se
abraca en esta nueva etapa de la PBS tiene que ver con la propuesta en
conjunto entre la Internet y la televisión, reforzando la gama de oferta a
la demanda de audiencia que tiene hoy en día esta organización.

Esta televisión pública apuesta por una televisión educativa que no sólo
entretenga, que su vez compita con la atractiva gama de contenidos
infantiles, muy arraigados en los valores e imaginario estadounidense, de
la industria enfocada al mundo de las princesas, ratones plácidos de haber
logrado el sueño americano y superhéroes que responden a otros códigos de
ética, sin duda, patrones duros de deslastrar de un contexto que vende
ilusiones dentro la devastadora realidad que golpea a las familias inmersas
en este sistema capitalista.

Palabra clave: educación

Fuente de la noticia:

article.wn.com/view/2016/02/23/PBS_lanzara_un_canal_infantil_24_horas_en_TV_e_internet/

Fuente de la Imagen: https://www.google.com/search?q=pbs&biw=1366&bih=623&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwjgrZrfrpvLAhVJHh4KHfSfAgIQ_AUIBygC#tbm=isch&q=television+PBS&imgrc=leh9kfcp9QzrXM%3A

 

 

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The Mad Violence of Casino Capitalism

HENRY GIROUX

henry giroux

Para Henry Giroux “la sociedad americana está en bancarrota moral y política. En la medida que Estados Unidos se hunde en el abismo oscuro de una forma actualizada del totalitarismo, lo inimaginable se ha convertido en un hecho posible, no sólo para avanzar en la muerte de los principios esenciales de la democracia constitucional, sino también para facilitar lo que Hannah Arendt, llamó el horror de tiempos oscuros. La política del terror, una cultura del miedo, y el espectáculo de la violencia dominan los aparatos culturales para legitimar la militarización de la vida pública y en la sociedad americana

_______________________________________________________________
American society is morally bankrupt and politically broken, and its vision of the future appears utterly dystopian. As the United States descends into the dark abyss of an updated form of totalitarianism, the unimaginable has become imaginable in that it has become possible not only to foresee the death of the essential principles of constitutional democracy, but also the birth of what Hannah Arendt once called the horror of dark times. The politics of terror, a culture of fear, and the spectacle of violence dominate America’s cultural apparatuses and legitimate the ongoing militarization of public life and American society.

Unchecked corporate power and a massive commodification, infantilization, and depoliticization of the polity have become the totalitarian benchmarks defining American society. In part, this is due to the emergence of a brutal modern-day capitalism, or what some might call neoliberalism. This form of neoliberal capitalism is a particularly savage, cruel, and exploitative regime of oppression in which not only are the social contract, civil liberties and the commons under siege, but also the very notion of the political, if not the planet itself. The dystopian moment facing the United States, if not most of the globe, can be summed up in Fred Jameson’s contention “that it is easier to imagine the end of the world than to imagine the end of capitalism.” He goes on to say that “We can now revise that and witness the attempt to imagine capitalism by way of imagining the end of the world.”1

One way of understanding Jameson’s comment is through the ideological and affective spaces in which the neoliberal subject is produced and market-driven ideologies are normalized. Capitalism has made a virtue out of self-interest and the pursuit of material wealth and in doing so has created a culture of shattered dreams and a landscape filled with “Broken highways, bankrupt cities, collapsing bridges, failed schools, the unemployed, the underpaid and the uninsured: all suggest a collective failure of will. These shortcomings are so endemic that we no longer know how to talk about what is wrong, much less set about repairing it.”[i]

Yet, there is a growing recognition that casino capitalism is driven by a kind of mad violence and form of self-sabotage and that if it does not come to an end what we will experience in all probability is the destruction of human life and the planet itself. Certainly, more recent scientific reports on the threat of ecological disaster from researchers at the University of Washington, NASA, and the Intergovernmental Panel on Climate Change reinforce this dystopian possibility.2 The undermining of public trust and public values has now given way to a market-driven discourse that produces a society that has lost any sense of democratic vision and social purpose and in doing so resorts to state terrorism, the criminalization of social problems, and culture of cruelty. Institutions that were once defined to protect and enhance human life now function largely to punish and maim.

As Michael Yates points out throughout this book, capitalism is devoid of any sense of social responsibility and is driven by an unchecked desire to accumulate capital at all costs. As power becomes global and politics remains local, ruling elites no longer make political concessions to workers or any other group that they either exploit or consider disposable.

Security and crisis have become the new passwords for imposing a culture of fear and for imposing what Giorgio Agamben has called a permanent state of yatesexception and a technology of government repression.[ii] A constant appeal to a state of crisis becomes the new normal for arming the police, curtailing civil liberties, expanding the punishing state, criminalizing everyday behavior, and supressing dissent. Fear now drives the major narratives that define the United States and give rise to dominant forms of power free from any sense of moral and political conviction, if not accountability.

In the midst of this dystopian nightmare, there is the deepening abyss of inequality, one that not only separates the rich from the poor, but also increasingly relegates the middle and working classes to the ranks of the precariat. Concentrations of wealth and income generate power for the financial elite and unchecked misery for most people, a fear/insecurity industry, and a growing number of social pathologies.

Michael Yates in The Great Inequality provides a road map for both understanding the registers that produce inequality as well as the magnitude of the problems it poses across a range of commanding spheres extending from health care and the political realm to the environment and education. At the same time, he exposes the myths that buttress the ideology of inequality. These include an unchecked belief in boundless economic growth, the notion that inequality is chosen freely by individuals in the market place, and the assumption that consumption is the road to happiness. Unlike a range of recent books on inequality, Yates goes beyond exposing the mechanisms that drive inequality and the panoply of commanding institutions that support it. He also provides a number of strategies that challenge the deep concentrations of wealth and power while delivering a number of formative proposals that are crucial for nurturing a radical imagination and the social movements necessary to struggle for a society that no longer equates capitalism with democracy.

As Yates makes clear throughout this book, money now engulfs everything in this new age of disposability. Moreover, when coupled with a weakening of movements to counter the generated power of capitalists, the result has been a startling increase in the influence of predatory capitalism, along with inequities in wealth, income, power, and opportunity. Such power breeds more than anti-democratic tendencies, it also imposes constraints, rules, and prohibitions on the 99 percent whose choices are increasingly limited to merely trying to survive. Capitalists are no longer willing to compromise and have expanded their use of power to dominate economic, political, and social life. For Yates, it is all the more crucial to understand how power works under the reign of global capitalism in order to grasp the magnitude of inequality, the myriad of factors that produce it, and what might be done to change it.

Accompanying the rise of a savage form of capitalism and the ever-expanding security state is the emergence of new technologies and spaces of control. One consequence is that labor power is increasingly produced by machines and robotic technologies which serve to create “a large pool of more or less unemployed people.” Moreover, as new technologies produce massive pools of unused labor, it also is being used as a repressive tool for collecting “unlimited biometric and genetic information of all of its citizens.”[iii]

The ongoing attack on the working class is matched by new measures of repression and surveillance. This new weaponized face of capitalism is particularly ominous given the rise of the punishing state and the transformation of the United States from a democracy in progress to a fully developed authoritarian society.   Every act of protest is now tainted, labeled by the government and mainstream media as either treasonous or viewed as a potential act of terrorism. For example, animal rights activists are put on the terrorist list. Whistleblowers such as Edward Snowden are painted as traitors. Members of the Black Lives Matter movement are put under surveillance,[iv] all electronic communication is now subject to government spying, and academics who criticize government policy are denied tenure or worse.

Under neoliberalism, public space is increasingly converted into private space undermining those sphere necessary for developing a viable sense of social responsibility, while also serving to transform citizenship into mostly an act of consumption. Under such circumstances, the notion of crisis is used both to legitimate a system of economic terrorism as well as to accentuate an increasing process of depoliticization. Within this fog of market induced paralysis, language is subject to the laws of capitalism, reduced to a commodity, and subject to the “tyranny of the moment….emaciated, impoverished, vulgarized and squeezed out of the meanings it was resumed to carry.”[v]

As the latest stage of predatory capitalism, neoliberalism is part of a broader economic and political project of restoring class power and consolidating the rapid concentration of capital, particularly financial capital.[vi] As a political project it includes “the deregulation of finance, privatization of public services, elimination and curtailment of social welfare programs, open attacks on unions, and routine violations of labor laws.”[vii] As an ideology, it casts all dimensions of life in terms of market rationality, construes profit making as the arbiter and essence of democracy, consuming as the only operable form of citizenship, and upholds the irrational belief that the market can both solve all problems and serve as a model for structuring all social relations. As a mode of governance, it produces identities, subjects, and ways of life driven by a survival-of-the fittest-ethic, grounded in the idea of the free, possessive individual, and committed to the right of ruling groups and institutions to exercise power removed from matters of ethics and social costs. As a policy and political project, it is wedded to the privatization of public services, the dismantling of the connection of private issues and public problems, the selling off of state functions, liberalization of trade in goods and capital investment, the eradication of government regulation of financial institutions and corporations, the destruction of the welfare state and unions, and the endless marketization and commodification of society.

Nothing engenders the wrath of conservatives more than the existence of the government providing a universal safety net, especially one that works, such as either Medicare or Social Security. As Yates points out, government is viewed by capitalists as an institution that gets in the way of capital. One result is a weakening of social programs and provisions. As Paul Krugman observes regarding the ongoing conservative attacks on Medicare, “The real reason conservatives want to do away with Medicare has always been political: It’s the very idea of the government providing a universal safety net that they hate, and they hate it even more when such programs are successful.”[viii] In opposition to Krugman and other liberal economists, Michael Yates argues rightly in this book that the issue is not simply preserving Medicare but eliminating the predatory system that disavows equality of wealth, power, opportunity, and health care for everyone.

Neoliberalism has put an enormous effort into creating a commanding cultural apparatus and public pedagogy in which individuals can only view themselves as consumers, embrace freedom as the right to participate in the market, and supplant issues of social responsibility for an unchecked embrace of individualism and the belief that all social relation be judged according to how they further one’s individual needs and self-interests. Matters of mutual caring, respect, and compassion for the other have given way to the limiting orbits of privatization and unrestrained self-interest, just as it is has become increasingly difficult to translate private troubles into larger social, economic, and political considerations. One consequence is that it has become more difficult for people to debate and question neoliberal hegemony and the widespread misery it produces for young people, the poor, middle class, workers, and other segments of society– now considered disposable under neoliberal regimes which are governed by a survival-of-the fittest ethos, largely imposed by the ruling economic and political elite. Unable to make their voices heard and lacking any viable representation in the process makes clear the degree to which the American public, in particular, are suffering under a democratic deficit producing a profound dissatisfaction that does not always translate into an understanding of how neoliberal capitalism has destroyed democracy or what it might mean to understand and challenge its diverse apparatuses of persuasion and power. Clearly, the surge of popularity behind the presidential candidacy of a buffoon such as Donald Trump testifies to both a deep seated desire for change and the forms it can take when emotion replaces reason and any viable analysis of capitalism and its effects seem to be absent from a popular sensibility.

What Michael Yates makes clear in this incisive book on inequality is that democratic values, commitments, integrity, and struggles are under assault from a wide range of sites in an age of intensified violence and disposability. Throughout the book he weaves a set of narratives and critiques in which he lays bare the anti-democratic tendencies that are on display in a growing age of lawlessness and disposability. He not only makes clear that inequality is not good for the economy, social bonds, the environment, politics, and democracy, Yates also argues that capitalism in the current historical moment is marked by an age that thrives on racism, xenophobia, the purported existence of an alleged culture of criminality, and a massive system of inequality that affects all aspects of society. Worth repeating is that at the center of this book, unlike so many others tackling inequality, is an attempt to map a number of modalities that give shape and purpose to widespread disparities in wealth and income, including the underlying forces behind inequality, how it works to secure class power, how it undermines almost every viable foundation needed for a sustainable democracy, and what it might mean to develop a plan of action to produce the radical imagination and corresponding modes of agency and practice that can think and act outside of the reformist politics of capitalism.

Unlike so many other economists such as Paul Krugman and Joseph Stiglitz who address the issue of inequality, Yates refuses the argument that the system is simply out of whack and can be fixed. Nor does he believe that capitalism can be described only in terms of economic structures. Capitalism is both a symbolic pathological economy that produces particular dispositions, values, and identities as well as oppressive institutional apparatuses and economic structures. Yates goes even further arguing that capitalism is not only about authoritarian ideologies and structures, it is also about the crisis of ideas, agency, and the failure of people to react to the suffering of others and to the conditions of their own oppression. Neoliberal capitalism has no language for human suffering, moral evaluation, and social responsibility. Instead, it creates a survival-of-the fittest ethos buttressed by a discourse that is morally insensitive, sadistic, cannibalistic, and displays a hatred of those whose labor cannot be exploited, do not buy into the consumerist ethic, or are considered other by virtue of their race, class, and ethnicity. Neoliberalism is the discourse of shadow games, committed to highlighting corporate power and making invisible the suffering of others, all the while leaving those considered disposable in the dark to fend for themselves.

Yates makes visible not only the economic constraints that bear down on the poor and disposable in the neoliberal age of precarity, he also narrates the voices, conditions, hardships and suffering workers have to endure in a variety of occupations ranging from automobile workers and cruise ship workers to those who work in restaurants and as harvester on farms. He provides a number of invaluable statistics that chart the injuries of class and race under capitalism but rather than tell a story with only statistics and mind boggling data, he also provides stories that give flesh to the statistics that mark a new historical conjuncture and a wide range of hardships that render work for most people hell and produce what has been called the hidden injuries of class. Much of what he writes is informed by a decade long research trip across the United States in which he attempted to see first-hand what the effects of capitalism have been on peoples’ lives, the environment, work, unions, and other crucial spheres that inform everyday life. His keen eye is particularly riveting as he describes his teaming up with Cesar Chavez and the United Farm Workers in the 1970s and his growing disappointment with a union that increasingly betrayed its own principles.

For Yates, the capitalist system is corrupt, malicious, and needs to be replaced. Capitalism leaves no room for the language of justice, the social, or, for that matter, democracy itself. In fact, one of its major attributes is to hide its effects of power, racial injustice, militarized state violence, domestic terrorism, and new forms of disposability, especially regarding those marginalized by class and race. The grotesque inequalities produced by capitalism are too powerful, deeply rooted in the social and economic fabric, and unamenable to liberal reforms.  Class disparities constitute a machinery of social death, a kind of zombie-like machine that drains life out of most of the population poisoning both existing and future generations.

The politics of disposability has gone mainstream as more and more individuals and groups are now considered surplus and vulnerable, consigned to zones of abandonment, surveillance, and incarceration. At one level, the expansive politics of disposability can be seen in the rising numbers of homeless, the growing army of debt-ridden students, the increasingly harsh treatment of immigrants, the racism that fuels the school-to-prison pipeline, and the growing attack on public servants. On another level, the politics of disposability has produced a culture of lawlessness and cruelty evident by the increasing rollback of voting rights, the war waged against women’s reproductive rights, laws that discriminate against gays, the rise of the surveillance state, and the growing militarization of local police forces. Yates argues convincingly that there is a desperate need for a new language for politics, solidarity, shared responsibilities, and democracy itself. Yates sees in the now largely departed Occupy Movement an example of a movement that used a new discourse and set of slogans to highlight inequality, make class inequities visible, and to showcase the workings of power in the hands of the financial elite. For Yates, Occupy provided a strategy that can be and is being emulated by a number of groups, especially those emerging in the black community in opposition to police violence. Such a strategy begins by asking what a real democracy looks like and how does it compare to the current society in which we live. One precondition for individual and social agency is that the horizons for change must transcend the parameters of the existing society, and the future must be configured in such a way as to not mimic the present.

What is remarkable about The Great Inequality is that Yates does not simply provide a critique of capitalism in its old and new forms, he also provides a discourse of possibility developed around a number of suggested policies and practices designed to not reform capitalism but to abolish it. This is a book that follows in the manner of Dr. Martin Luther King’s call to break the silence. In it Yates functions as a moral witness in reporting on the hardships and suffering produced by grotesque forms of inequality. As such, he reveals the dark threats that capitalism in its ruthlessly updated versions poses to the planet. Yet, his narrative is never far from either hope or a sense that there is a larger public for whom his testimony matters and that such a public is capable of collective resistance. The Great Inequality also serves to enliven the ethical imagination, and speak out for those populations now considered outcast and voiceless. Yates provides a furious reading of inequality and the larger structure of capitalism. In doing so he exhibits a keen and incisive intellect along with a welcomed sense of righteous fury.

 

Notes.

[i] Tony Judt, Ill Fares the Land, (New York, N.Y.: The Penguin Press, 2010), p. 12.

[ii] Giorgio Agamben, “The Security State and a theory of destituent power,” Philosophers for Change, (February 25, 2014). Online:

The security state and a theory of destituent power

[iii] Ibid., Agamben, “The Security State and a theory of destituent power,”

[iv] George Joseph, “Exclusive: feds regularly monitored black lives matter since ferguson,” Intercept (July 24, 2015). Online: https://firstlook.org/theintercept/2015/07/24/documents-show-department-homeland-security-monitoring-black-lives-matter-since-ferguson/; Deirdre Fulton, “Exposed: Big Brother Targets Black Lives:Government spying can be an ‘effective way to chill protest movements,’ warns Center for Constitutional Rights,” CommonDreams (July 24, 2015). Online: http://www.commondreams.org/news/2015/07/24/exposed-big-brother-targets-black-lives

[v] Zygmunt Bauman and Leonidas Donskis, Moral Blindness: The loss of Sensitivity in Liquid Modernity, (Cambridge, UK: Polity Press, 2013), p. 46.

[vi] I have taken up the issue of neoliberalism extensively in Henry A. Giroux, Against the Terror of Neoliberalism (Boulder: Paradigm, 2008) . See also, David Harvey, A Brief History of Neoliberalism (New York: Oxford University Press, 2007); Manfred B. Steger and Ravi K. Roy, Neoliberalism: A Very Short Introduction (New York: Oxford University Press, 2010); Gerad Dumenil and Dominique Levy, The Crisis of Neoliberalism (Cambridge: Harvard University Press, 2011). Henry A. Giroux, Twilight of the Social (Boulder: Paradigm, 2013); Henry A. Giroux, and in Against the Violence of Organized Forgetting: Beyond America’s Disimagination Machine (San Francisco: City Lights, 2014);

Wendy Brown, Undoing the Demos: Neoliberalism’s Stealth Revolution (Cambridge: Zone Books 2015).

[vii] Michael D. Yates, “Occupy Wall Street and the Significance of Political Slogans,” Counterpunch, (February 27, 2013). Online:http://www.counterpunch.org/2013/02/27/occupy-wall-street-and-the-significance-of-political-slogans/

[viii] Paul Krugman, “Zombies Against Medicare,” New York Times (July 27, 2015). Online: http://www.nytimes.com/2015/07/27/opinion/zombies-against-medicare.html?_r=0

This essay is excerpted from the introduction to The Great Inequality by Michael D. Yates.

 

Henry A. Giroux currently holds the McMaster University Chair for Scholarship in the Public Interest in the English and Cultural Studies Department and a Distinguished Visiting Professorship at Ryerson University. His most recent books are America’s Education Deficit and the War on Youth (Monthly Review Press, 2013) and Neoliberalism’s War on Higher Education (Haymarket Press, 2014).

 

 

 

 

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