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¿La educación extranjera es para la élite?

Por: Diana Carolina Abril Giraldo.

Comienzo afirmando que estudiar en una universidad extranjera no es necesariamente más costoso que hacerlo en Colombia, como muchos han señalado por medio de las redes. Los que han podido acceder a estudios fuera del país saben que así es. Por tanto, para este caso, traigo como ejemplo el país español, que se metió nuevamente en Colombia —como en la época de la conquista y la colonización— pero esta vez ofreciendo alternativas educativas con mejor calidad y precio, en comparación a las que ofrecen las universidades colombianas.

Para demostrar lo anterior, un ejemplo: el valor aproximado de todo el pregrado de Medicina en la Universidad del Bosque sería de $254.928.000 —teniendo en cuenta el costo actual del semestre, que es de $21.244.000—, mientras que en la Universidad de Salamanca de España sería de alrededor $124.485.960 —$10.373.830 el semestre—. Una simple diferencia con un costo representado en más del doble de lo que cuesta la carrera en España y equivalente al 105 por ciento de más.

Ahora bien, una cosa es el costo y otra, la calidad. Por tanto, es bueno agregar que en cuanto al número de créditos en la carrera de Medicina la diferencia porcentual equivale a 24 puntos. Pues, por un lado, la Universidad del Bosque exige 291 créditos y, por el otro, la Universidad de Salamanca, 360 créditos; o sea, 69 créditos de diferencia (ver comparativo). Es decir, en tiempo representa casi lo que dura una maestría en el mismo país español y más de lo que dura en Colombia.

En cuanto a los posgrados, la diferencia es aún mayor. Una maestría en Ciudadanía y Derechos Humanos en la Jorge Tadeo Lozano cuesta $7.370.000 (el semestre), tiene 36 créditos y una duración de año y medio. En la Universidad Católica de Colombia, la maestría en Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario cuesta $7.988.000 (el semestre), tiene 48 créditos y una duración de dos años. Mientras tanto, la maestría en Derechos Humanos y Sistemas de Protección de la Universidad Internacional de la Rioja cuesta alrededor de $8.500.000 (el semestre y cancelando de manera anticipada —e incluye un descuento en un aproximado de un 40 por ciento—), tiene 60 créditos y una duración de un año. A la par, la maestría en Derechos Humanos, Democracia y Globalización de la Universitat Oberta de Catalunya, con 60 créditos y con la opción de duración de un año, tiene un costo que oscila entre 5,6 y 8 millones, dependiendo también del pago anticipado, y en el que se incluye un descuento de aproximadamente 30 por ciento, pero con la diferencia de que para los dos casos y de acuerdo con el costo la duración del posgrado es de solo un año, adicional a la ventaja de estudiar en línea y sin tener que desplazarse.

Además, con referencia a los créditos, la diferencia también es significativa. En Colombia una maestría tiene entre 36 y 48, con una duración de año y medio a dos años, mientras en España los créditos académicos son 60 normalmente y de ahí para adelante, todo depende del posgrado a realizar. Esto demuestra, por supuesto, una mejor calidad de las universidades españolas con respecto a las colombianas.

Todo lo anterior quiere decir que, en comparación con una universidad colombiana, aunque el semestre tenga un precio similar, costaría el doble por la duración que equivale en su mayoría, también al doble de tiempo de lo que dura normalmente en España. Sin embargo, hay otros másteres en España que duran más tiempo. Por ejemplo, los relacionados con la Medicina. Eso sin tener en cuenta que algunas de esas universidades españolas incrementan el costo del crédito a los estudiantes que están por fuera de la Unión Europea, no tienen residencia española y otras características. El incremento es de un 50 por ciento o más. Aun así resulta muy económico para el estudiante colombiano. Esto significa que para los estudiantes españoles el costo es mucho menor, por lo cual queda uno más frustrado de saber que en el país ibérico la educación no es un privilegio como sí lo es aquí.

De otro modo, habría que hacer otro comparativo con universidades de otros países y continentes, pero lo más seguro es que los resultados serían similares. La educación en Colombia, como lo dicen muchos, “es un negocio”. En este país no les interesa que haya educación de calidad, económica y mucho menos gratuita. Que haya aún diez universidades investigadas por el Mineducación es una clara muestra. Menos les interesa promover el estudio y además de manera general se piensa que los únicos que pueden hacer a educación de calidad son los de la elite. Y no por el hecho de dar esa opinión soy castrochavista. Soy egresada de una universidad pública y entiendo que a veces esa es la única manera de estudiar. Por ello es por lo que hay que ser realista frente al difícil acceso a la educación en Colombia, que termina siendo hasta impensable para muchos.

Ahora, viene el tema de las becas para estudiar en una universidad extranjera: para poder acceder a las ayudas económicas no hay que ser una lumbrera y existen varias opciones. Hay diferentes fundaciones que se encargan de patrocinar a estudiantes latinoamericanos para acceder a estudios en el exterior. Si recuerdan bien, hace poco Claudia López se graduó de su doctorado gracias a Fulbright. Pero además de esa, hay un sinnúmero de alternativas para la continuación de los estudios, como lo es el mismo Icetex (en el que ciertamente es mejor ser becado que ser deudor) o la Organización de los Estados Americanos (OEA) que ofrece becas de hasta un 100 por ciento. Dentro de esas becas que ofrecen, cuento con el honor de haber sido beneficiada por parte de la organización. No por empezar a estudiar en una universidad fuera de Colombia tengo dinero, es precisamente por ello por lo que fui beneficiaria.

Por otro lado, están las becas que ofrecen las universidades españolas de manera independiente en pregrados y posgrados para estudiantes latinoamericanos o de ciertos países, como así ellos lo escojan. Otra opción más a la que pueden intentar acceder quienes han tratado de hacerlo en Colombia y no han podido.

Todo esto para decir que si la hija de Petro se fue a estudiar a otro país, esto no quiere decir que Petro tenga dinero por montones y sea un acumulador solapado de capital, tras del hecho izquierdista. Si fuera el caso de hijos de políticos de derecha yéndose a estudiar afuera ni siquiera habría discusiones sobre el tema. Por lo tanto, el que la hija de Petro tenga la oportunidad de estudiar fuera de Colombia (por no haberla encontrado aquí) sin que él tenga que enviarla (como así lo han expresado varios) como si fuese cualquier mercancía quiere decir que, como todos los padres colombianos, el senador desea lo mejor para sus hijos y mejor si es en otro país. Por ende, no importa si estudian desde acá o si se van a estudiar al extranjero los hijos del político que sea o de cualquier ciudadano. Lo preocupante de eso es que para el colombiano resulta mejor estudiar en universidades extranjeras y hay una fuga de talentos impresionante que está dejando sin armas a Colombia para enfrentar los retos venideros.

Fuente del artículo: https://www.las2orillas.co/la-educacion-extranjera-es-para-la-elite/

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El problema de Colombia es la crisis moral ligada a un deficiente sistema educativo

Por: Ricardo Angoso

El país latinoamericano acusa los casos de corrupción, la impunidad, el fracaso del sistema judicial y la desafección de los ciudadanos ante su clase política.

La corrupción, la impunidad reinante en el país, el fracaso del sistema judicial y la escasa credibilidad de la sociedad colombiana en su sistema político tienen mucho que ver con la profunda crisis moral que padece el país desde hace décadas debido, sobre todo, al fracaso de su sistema educativo, si es que realmente es merecedor de ese nombre.

La corrupción se ha hecho algo presente, casi natural, en la sociedad colombiana, como si ya la ciudadanía se hubiera acostumbrado a la misma y la viera como un mal consustancial a nuestra clase política pero también a todos los sectores y estratos sociales, permeando todas las instituciones, empresas, organizaciones y, lo que es más grave, a todo el tejido de la sociedad civil. El problema no es sólo económico, ya que la corrupción genera pobreza, mal empleo de unos recursos públicos que podrían ser invertidos en educación y salud, el pesimismo en una sociedad que ya no cree en sus líderes, que deberían ser referentes morales y éticos, y una sensación generalizada de que el sistema está podrido y no tiene arreglo.

De ese estado de cosas que padecemos desde hace dos siglos, que tiene un dimensión más profunda que la económica al señalar a la administración como más propia de un Estado fallido que de un país moderno, funcional, justo y organizado, pueden surgir en el futuro fuerzas antisistema, movimientos de corte populista y caudillismos del más variado pelaje, tanto a izquierda como a derecha. Ahí radica uno de los verdaderos peligros que conlleva el problema.

Pero conviene que pongamos el foco en el verdadero problema: digo que la crisis de Colombia es moral y ética. Y esa doble crisis, que explica una buena parte de los comportamientos ilícitos, nefandos e inmorales de la dirigencia colombiana, está absolutamente ligada, diría que casi de una forma estructural, a la educación. Más bien habría que decir que a la falta de la misma, es decir, a la ausencia de un auténtico sistema educativo público, gratuito, incluyente y universal que fomente e implemente un conjunto de valores éticos y principios cívicos a los futuros ciudadanos de Colombia.

Un sistema que consiguiera superar la perniciosa segregación social que caracteriza al país desde la infancia, donde ya se acentúan los estratos y las diferencias entre las clases más pudientes y las más desfavorecidas, y el acceso al mismo en igualdad de condiciones de todos los futuros estudiantes. Un sistema educativo incluyente, superador de la desigualdad social y que no haga de la educación un negocio solo apto para los más favorecidos socialmente, de tal forma que solamente los ricos pueden estudiar en colegios de calidad y después acceder a los centros universitarios, discriminando, claramente, a los más pobres. Haría falta una auténtica voluntad política, algo de lo que carece en la actualidad la dirigencia, para poner en marcha ese sistema de educativo de carácter público de calidad que permita superar la crónica desigualdad social que ahora caracteriza a todos los tramos de la educación en Colombia, desde la infancia, como ya he dicho antes, hasta la formación universitaria.

Todo el mundo sabe que los colegios públicos en Colombia son un desastre, están escasamente dotados de medios, los profesores están mal pagados y deficientemente formados para ejercer sus tareas, y los centros aportan, en términos cualitativos, poco o nada a sus estudiantes; las clases más pudientes envían a sus hijos a colegios privados de mejor calidad o al menos con un nivel formativo superior a los públicos. Así las cosas, la segregación social se agudiza e incluso se intensifica antes de la llegada a la universidad, donde los sectores sociales con menos ingresos llegan con un nivel mucho más bajo y con pocas posibilidades de acceder a los centros universitarios, tanto por razones económicas como formativas, al haber recibido un aprendizaje mucho más deficiente que las clases pudientes.

Otro problema que manifiesta el ineficiente sistema educativo es la ausencia de controles de calidad de las instituciones educativas y de los profesionales que imparten sus conocimientos en las mismas; en Colombia es relativamente fácil ser docente y uno percibe que cualquiera, sin haber pasado el necesario proceso formativo, puede ejercer como profesor hasta en las más prestigiosas universidades del país. Hay muy pocos concursos públicos para dotar de docentes a la mayoría de las universidades, siendo los puestos adjudicados a dedo y generalmente a través de las famosas «palancas», y tampoco la administración ejerce ningún tipo de control acerca de la calidad de las plantillas universitarias, algo que explicaría por qué nunca las universidades colombianas están entre las doscientas mejores del mundo en ningún rankig de los que miden el nivel de calidad de las mismas en todo el mundo.

Las consecuencias de lo anteriormente expuesto explican la escasa movilidad social que se manifiesta en la sociedad colombiana desde hace dos siglos y que un reducido núcleo social, compuesto quizá por unas 40 o 50 familias -sin exagerar-, hayan controlado con un poder omnímodo sobre la vida social, política, cultural y económica del país durante todos estos años. ‘Las élites han secuestrado al Estado a través de sus relaciones familiares’, señalaba el congresista David Racero. Unas élites que no han permitido el acceso de los más desfavorecidos a la educación, quizá para seguir controlando el país por saecula saeculorum, y mantener sus privilegios feudales -aparte del indiscutible derecho al saqueo del Estado sin miramientos ni compartido con nadie-, en una sociedad que demanda a gritos un sistema educativo funcional.

Y es que, como señala el analista Mauricio Caicedo, «es un error creer que todos los problemas de la sociedad se resuelven con el crecimiento económico: el crecimiento no resuelve la pobreza, la pobreza la resuelve la educación. El problema de la desigualdad en Latinoamérica no es un problema de crecimiento económico, sino de educación»

La clave del desarrollo social y económico en Asia en el último medio siglo, con grandes economías emergentes que ya dominan el mundo, como Corea del Sur, China, Japón, Singapur, Taiwán y Vietnam, por poner solamente algunos ejemplos bien gráficos, tiene mucho que ver con la calidad de sus sistemas educativos y la consiguiente movilidad social que emana de los mismos, de tal forma que llegan a la universidad tan sólo los más aptos y preparados y no aquellos que tienen más recursos económicos. Sin sistemas educativos de calidad, no hay progreso social ni desarrollo alguno, pudiéndose decir que educación y desarrollo son un binomio inseparable y que van juntos de la mano; sin educación no hay posibilidad de cambio social y ser capaces de generar bienestar, prosperidad y riqueza para la mayoría de la sociedad.

Termino, a modo de conclusión, con un apunte del ya citado Caicedo que ilustra bien el asunto y la escasa percepción que tiene del mismo la dirigencia colombiana: «Los gobernantes colombianos olvidan que no invertir en educación equivale automáticamente a invertir en ignorancia, en fanatismo, en resentimiento y en desigualdad social, y que las víctimas de esa pedagogía negligente no son solo las gentes humildes, sino toda la sociedad, incluidos los más poderosos y los mejor educados».

Fuente: https://diario16.com/el-problema-de-colombia-es-la-crisis-moral-ligada-a-un-deficiente-sistema-educativo/

 

 

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Colombia: Julieta Lemaitre Ripoll: “Colombia no va a ser un país pacífico en un contexto de prohibición de la cocaína”

La reconstrucción, como tarea de las mujeres

“Después de la guerra alguien tiene que limpiar. No se van a ordenar solas las cosas, digo yo”. Con estos versos del poema “Fin y Principio” de la escritora polaca Wislawa Szymborska, la jueza colombiana del Tribunal Especial para la Paz, Julieta Lemaitre Ripoll, resume a Páginal12 el tema de su nuevo libro, “El estado siempre llega tarde” (Siglo XXI). Cuando se relata la guerra desde la perspectiva del derecho, dice la letrada, siempre se pone el foco en el hecho violento. En el asesinato, el secuestro, la violación, el atentado, la masacre. Pero este libro propone correr el reflector y alumbrar la vida después de la violencia, la vida cotidiana de quienes fueron forzados a abandonar sus hogares, de los que huyeron, de los que sin recursos rehicieron sus vidas lejos de su tierra. Es un libro sobre la reconstrucción. Y es un libro que analiza el rol del Estado en este proceso, al que, como dice la autora, siempre llega tarde.

La guerra en Colombia entre las guerrillas (principalmente las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-FARC), los paramilitares y el Ejército colombiano dejó a un millón de familias desplazadas. A lo largo de los veinte años previos de la firma del Acuerdo Final de Paz entre el Estado y las FARC (2016), se habían reglamentado una serie de leyes para atender la crisis humanitaria y hace más o menos diez que Lemaitre busca saber cómo éstas se articulan en el terreno. La doctora en Derecho y Ciencias Sociales, y docente de la Universidad de los Andes realizó junto con su equipo 136 entrevistas y observaciones en el terreno durante tres años, lo que dio fruto a una etnografía profunda de la vida cotidiana de las víctimas de la guerra.

El protagonismo de las mujeres en lo que llama “la reconstrucción desde abajo” luego de la huida es lo primero que salta a la vista en la lectura del libro. “El interés inicial que teníamos eran las organizaciones de mujeres, porque eran muy visibles y muy poderosas en torno a la oposición a la guerra. Pero también en el camino fui llegando a la conclusión de que hay algo femenino en el trabajo de la reconstrucción porque gira en torno a tareas tradicionalmente femeninas de cuidado”, afirma Lemaitre a este diario. “Lo más importante después de la guerra es la comida, el abrigo, cuidar a los enfermos, a los niños, disponer de las heces y la sanidad del lugar donde se vive, y todas esas cosas tradicionalmente son tareas femeninas”, explica. La autora indica en su libro que en la cultura rural de su país, el sentido de ser una mujer buena se entreteje, entonces, con la capacidad de ser una buena madre. “Por ello, al verse desplazadas y con hijos, o con familiares enfermos o ancianos a su cargo, estas mujeres experimentan su subjetividad en torno a este fracaso, al no poder acceder a atención hospitalaria, al enfrentarse todos los días con la alacena vacía, al ver que no pueden comprar los útiles escolares”, escribe. “Estos pequeños daños son importantes porque representan la destrucción del ser y de la posibilidad de agencia moral, definida no sólo como la posibilidad de distinguir el bien y el mal, sino de actuar en consecuencia”, como cuando se han visto obligadas a colaborar con alguna de las partes del conflicto, afirma. Por ello, dice la autora en el libro, la reconstrucción después de la guerra gira en torno a la recuperación de esa agencia moral, además de la material.

Para que se dé esta reconstrucción, escribe Lemaitre, las familias desplazadas dependen de redes de apoyo familiares y barriales, que les enseñan cómo levantar casas, cómo ocupar terrenos estatales y construir barrios. Pero también que funcionan como proovedores de hojas de ruta de los laberintos burocráticos para solicitar ayuda del Estado.

La magistrada y docente dice que realizar estas entrevistas a víctimas de la guerra en su país -no habiendo ella sufrido del conflicto en carne propia- fue una experiencia emocional muy intensa y agotadora. “Lo que me quedó ahí, que también motivó el libro -y se trata en uno de los capítulos-, es la pregunta de qué significa esto para mí, cuál era mi responsabilidad frente a esto”, afirma y explica que no existe una respuesta ética a este problema que pueda ser individual: “La vida individual no es una vida que se pueda experimentar como buena, cuando estás al lado de tanta miseria y sufrimiento. La única posibilidad es la acción colectiva y en particular un Estado que funcione. El Estado la media la relación con el que sufre y alivia el sufrimiento en nombre de muchos. No es sólo mi carga, es la carga de todos nosotros”.

–¿Qué es, entonces, lo éticamente correcto?

–Para mí, lo que era lo correcto y mi deber era involucrarme en la política de manera que el Estado pueda realmente aliviarle a uno la carga moral. Porque si no terminas encargándote del niño que tienes al frente, pero no de los otros 600.000. Y eso no alivia tu carga moral porque el resto también existe.

Para Lemaitre, hay, además, otro asunto urgente que tiene que resolver el Estado colombiano: la legalización de la cocaína. “Colombia no va a ser un país del todo pacífico o viable en un contexto de prohibición”, sentencia la jueza. “Para entenderlo no hay sino que acordarse de cómo le fue a Estados Unidos cuando prohibió el alcohol: el Estado casi se destruye en muchos sentidos, por la corrupción y la criminalidad que genera en torno a los mercados ilegales. Sabiendo eso, ellos exportaron un modelo de prohibición del mercado del cual ellos y los europeos tienen una enorme demanda. Esto nos coloca en una situación muy difícil y que Colombia no puede resolver, sino que le toca administrar”, prosigue. “Si pudiera regular el mercado, primero, le quedaría mucho más fácil llegar a territorios en donde ha estado ausente y, segundo, el mercado financiaría al Estado, por lo que habría un superávit para financiar toda la inversión que requiere llegar a estos lugares”. La legalización de la cocaína le daría, entonces, un atajo al Estado para llegar. Tarde. Pero llegar.

Fuente de la Información: https://www.nodal.am/2019/07/julieta-lemaitre-ripoll-colombia-no-va-a-ser-un-pais-pacifico-en-un-contexto-de-prohibicion-de-la-cocaina/

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¿Por qué es equivocado evaluar a las universidades mediante pruebas Saber Pro?

Por: Julián De Zubiría. 

El pedagogo propone cambiar el sistema de evaluación de la calidad de la educación superior, de manera que el país pase a utilizar pruebas de valor agregado. Estos son sus argumentos.

Colombia tiene el sistema de evaluación más robusto de toda América Latina. Desde el año 2000 el país cuenta con un modelo diseñado a partir del concepto de competencia, el cual permite un seguimiento de cada uno de los ciclos, ya que incluye evaluaciones censales en los grados 3º, 5º, 9º, 11 y los realizados al culminar la universidad. Muy acertadamente han sido seleccionadas algunas de las competencias genéricas más importantes para trabajar en la educación: lectura crítica, argumentación, deducción y competencias ciudadanas. Así mismo, incluyen las principales competencias específicas, tanto para la educación básica, como para la superior. Han sido aplicadas de manera consistente en las últimas dos décadas, lo que permite concluir que el avance en la calidad de la educación ha sido ínfimo y que, a medida que aumentan los grados, los resultados satisfactorios son menores. Dicho en un lenguaje coloquial: estamos muy mal y hemos avanzado muy poco en la calidad desde el año 2000. Tal vez, antes tampoco, pero las pruebas aplicadas hasta 1999 no eran comparables porque evaluaban informaciones y estaban organizadas bajo norma y no a partir de criterios.

Sin embargo, el objeto de esta nota es reflexionar sobre el beneficio que ha alcanzado el país al poseer un sistema tan robusto de seguimiento y evaluación de la calidad de la educación. En este caso me concentraré en el equivocado uso que se está dando a los resultados en las pruebas que se practican a todos los egresados de la educación superior en Colombia: las pruebas Saber Pro.

Publicar los resultados de las pruebas Saber Pro sin ponderaciones y ajustes a los niveles alcanzados al ingreso a la universidad, sería similar a que se revelaran los resultados de una carrera de 10 kilómetros, pero sin informar que algunos corredores arrancaron 9 kilómetros adelante de la meta, algunos salieron desde la raya y no faltaron los que tuvieron que recorrer algunos kilómetros para llegar al punto de partida. Es un acto de injusticia totalmente inadmisible, que se repite cada semestre, cuando se divulgan los resultados de las pruebas y que, a través del silencio, ha sido avalado por el Estado y el Ministerio de Educación Nacional (MEN).

Nos han hecho creer que las mejores universidades son las privadas que trabajan con estudiantes de estratos 5 y 6, lo cual no es cierto. Lo que sucede es que los estudiantes que ellas admiten provienen de colegios privados de muy alta calidad y con familias que presentan notables ventajas económicas, sociales y culturales; lo que les permite alcanzar excelentes resultados en las pruebas Saber11. Por tanto, en estas universidades los estudiantes arrancan la carrera de 10 kilómetros con 9 kilómetros de ventaja. Es cierto que llegan a la meta antes, pero de allí no se infiere que sean las universidades que brindan educación de más alta calidad

Para saber cuáles son las mejores universidades, el país cuenta con toda la información necesaria: las pruebas de ingreso y egreso de todas las universidades del país, organizadas por programas y con la ponderación del estrato promedio para cada una de las facultades. Con esta información, la solución al problema de la evaluación de la calidad es elemental: se trata de descontar al valor alcanzado en Saber Pro, el valor de ingreso en las pruebas Saber 11. Eso se puede hacer, en especial, para las pruebas de Lectura crítica, Razonamiento numérico, Competencias Ciudadanas, Inglés y Comunicación Escrita; es decir, para las competencias genéricas. Todos esos datos están en poder del ICFES desde 2013, para todas las universidades, facultades, sedes y programas.

El Icfes está trabajando en una solución parcial al problema previamente señalado. Mediante un trabajo sistemático y muy profundo, han logrado estimar el aporte relativo que viene realizando cada uno de los programas, respecto a todos aquellos que admitieron estudiantes con un resultado muy similar en sus pruebas Saber 11. Es un problema mucho más complejo de resolver que el que estoy planteando en esta columna. Con satisfacción, debo informar que ya lo tienen prácticamente resuelto y lo están validando ante expertos, para ver si es necesario hacerle algunos ajustes. El cálculo que han hecho, le permitirá a cada programa y facultad compararse con otros que presentan características similares en sus resultados iniciales de Saber 11 y de estrato socioeconómico. De esta manera, los directivos podrán determinar en qué competencias están trabajando mejor que otros programas de condiciones muy similares. El trabajo que han adelantado es notable y será de muy buena ayuda para decanos y directivos para saber qué ajustes deberán llevar a cabo a futuro. Es una excelente utilización de la evaluación con una finalidad formativa.  Felicito al Icfes por la iniciativa, por el esfuerzo y por la información que va a compartir para ayudar a trabajar en el mejoramiento de la calidad de la educación superior.

Sin embargo, hago pública la solicitud que hice ante la directora del Icfes, cuando muy amablemente fui invitado a comentar sobre el proyecto en curso. Mi solicitud a la Ministra de Educación y a la directora del Icfes, es que, divulguen los resultados de las pruebas de valor agregado de todas las universidades según programas. Si lo hacen, se podrá corregir una enorme injusticia que se ha cometido en Colombia con las universidades que reciben a los estudiantes con peores resultados en las pruebas Saber 11, pues los castigan en los rankings. Estas universidades alcanzan menores niveles en las pruebas Saber Pro, porque en ellas sus estudiantes arrancan la carrera de los 10 kilómetros con notable desventaja frente a las otras: deben recorrer varios kilómetros antes de llegar al punto de partida. La injusticia es doble si se tiene en cuenta que los castigan por provenir de colegios de baja calidad educativa y de familias con menor acervo cultural. Lo más grave es que el error cometido al divulgar las pruebas Saber Pro sin ninguna ponderación, ha sesgado la política pública educativa del país en beneficio de las universidades privadas que atienden estudiantes de estratos altos, tal como quedó plenamente demostrado en el programa Ser Pilo Paga.

Tengo en mi mano los resultados para el año 2015 y sé que el MEN tiene los resultados para el año 2017. Pero no soy yo la persona que debe divulgarlos, sino el propio Ministerio. Al divulgarlos, darían un paso para corregir la injusticia que se ha cometido con universidades públicas regionales y algunas privadas que atienden población de estratos medios y bajos. Algunas de estas instituciones, pese a realizar un excelente trabajo, no logran ser visibles en los rankings. Sé que el Icfes no quiere publicarlos, porque cree equivocado hacerlo. La pregunta es si es preferible que con su silencio avale unos resultados falaces sobre la calidad de la educación superior, que son los que actualmente conocemos. Lo único que puedo decir es que el país se sorprendería al concluir que la mejor educación superior no es, necesariamente, la privada de estratos 5 y 6 ¿Será por eso que no se divulgan en Colombia los resultados de las pruebas de valor agregado?

Para que esta solicitud sea completamente viable es necesario que se garantice que todas las universidades del país incluyan como criterio de admisión las pruebas Saber 11. Muchos no lo saben, pero solo en el país del Sagrado Corazón sucede que las universidades oficiales no utilizan como criterio de admisión las pruebas elaboradas por el Icfes, sino que han construido otras. Al hacerlo, cobran a los estudiantes una cifra adicional; pero lo que es más grave: las pruebas aplicadas en las universidades oficiales son más tradicionales al evaluar informaciones y no competencias. Es así como evalúan los conocimientos matemáticos y no el razonamiento numérico y dejan de lado el nivel de pensamiento, de lectura crítica, y de competencias ciudadanas, alcanzados hasta el momento por los estudiantes. Sin duda, a las universidades oficiales ingresan estudiantes de muy alto nivel, ya que tan solo son admitidos entre el 8 y el 10% de los aspirantes. Lo ideal es que los admitidos fueran evaluados con las mismas pruebas que utilizan las universidades privadas en su selección y las cuales son elaboradas por el Icfes: Las pruebas Saber 11 que evalúan las competencias argumentativas, interpretativas y propositivas de los estudiantes.

Las pruebas de valor agregado tienen la solución al problema señalado y el Icfes tiene toda la información para calcularlas y divulgarlas. Esperamos que lo haga pronto. Si lo logramos, fortaleceríamos la democracia, la calidad educativa y la equidad.

Fuente del artículo: https://www.semana.com/opinion/articulo/por-que-es-equivocado-evaluar-a-las-universidades-mediante-pruebas-saber-pro-por-julian-de-zubiria/627665

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Vernos como un ecosistema

Por: Flor María Ramírez. 

No recuerdo cómo pero llegó a mí hace más de 20 años la primera versión del libro de Leonardo Boff ‘Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres’. En ella invitaba a una valoración de la ecología desde un cambio de paradigma; decía Boff en este libro que la “singularidad del saber ecológico reside en su transversalidad, es decir, en el relacionar hacia los lados (comunidad ecológica), hacia adelante (futuro), hacia atrás (pasado) y hacia dentro (complejidad) todas las experiencias y todas las formas de comprensión como complementarias y útiles para nuestro conocimiento del universo, nuestra funcionalidad dentro de él, y para la solidaridad cósmica que nos une a todos. De este procedimiento resulta el holismo (halos en griego significa totalidad). Él no significa la suma de los saberes o de las diversas perspectivas de análisis. Eso sería una cantidad. Traduce, más bien, la captación de la totalidad orgánica y abierta de la realidad y del saber acerca de esa totalidad. Eso representa una cualidad nueva”.

Creados para situarnos a lado de la naturaleza no por encima

Boff planteaba que era necesaria una nueva mirada a la ecología de los años 90’s; proponía una nueva alianza con la creación, alianza de veneración y de fraternidad. Las personas según Boff, no hemos sido creadas para situarnos por encima de la naturaleza como quien domina, sino para estar a su lado como quien convive como hermano y hermana. Hoy han surgido movimientos como la ecopedagogía inspirados en aquellas primeras aportaciones para intentar cambiar el paradigma de relación con los otros siendo conscientes que somos parte del ecosistema. Las aportaciones de Boff reflejan la observación de lo que él llamaba la “crisis de la Tierra”.

Recientemente ocurrió en México un derrame de ácido sulfúrico en el mar de Cortés, responsabilidad de una empresa Metalúrgica de Cobre. Todavía se debate si hubieron daños ambientales considerables y de qué magnitud. Algunos medios reportan que varias especies yacían muertas, mientras la empresa implicada aminora y descarta cualquier impacto. Esta situación es cada vez más frecuente y típica cuando suceden este tipo de incidentes, siempre las implicaciones de asumir responsabilidades juegan desfavorablemente en el prestigio o la reputación de los protagonistas.

La dimensión ecológica en todo ser humano es un componente imprescriptible de la responsabilidad de cada persona y de cada país. La activista Polly Higgins miembro de la Fundación Desertec, define el “ecocidio” como: “la destrucción, daño o pérdida de los ecosistemas en un territorio determinado, ya sea por la acción humana o por otras causas, llegando a tal punto que el disfrute pacífico de los habitantes de ese territorio se ha visto seriamente disminuida”. Greenpeace ha señalado para México incidentes recientes como: las 300 tortugas en peligro de extinción atrapadas en una red en costas de Oaxaca (1), la muerte masiva de manatíes en Tabasco (2), la muerte de millones de abejas en territorio nacional (3), la afectación a la zona de desove en la Isla Salmedina, que forma parte del Área Natural Protegida Parque Nacional Sistema Arrecifal Veracruzano por una fiesta de particulares (4) y hasta la pérdida de ejemplares de la casi extinta Vaquita Marina tienen un común denominador: negligencia, falta de vigilancia o displicencia de las autoridades que no hacen cumplir la legislación ambiental en nuestro país.

Tomar conciencia de los “pecados contra el medio ambiente”

Cada vez hay un esfuerzo importante por impulsar marcos regulatorios que permitan  mejorar el cuidado del ecosistema del que somos parte. Un ejemplo claro es la prohibición para usar artículos desechables que reduzcan el consumo de plástico e impulsen el consumo de biodegradables. Aún así es claro que la falta de conciencia personal y colectiva está muy lejos de generar un cambio de paradigma como planteado por Boff en su momento.

El papa Francisco en reiteradas ocasiones ha exhortado a los fieles a tomar conciencia de los “pecados contra el medio ambiente. Todavía no tenemos conciencia de este tipo de pecados” se lamenta, y alude al “grito de la tierra, violada y herida de mil maneras por una egoísta explotación”. La conciencia de ecosistema emerge desde las acciones más sencillas y responsables, revisar nuestros patrones de autoconsumo puede ser un primer paso.

Fuente del artículo: https://www.vidanuevadigital.com/blog/vernos-como-un-ecosistema-flor-maria-ramirez/

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Colombia debe tener una cultura de paz y una educación para la paz

América del Sur/ Colombia/ 19.08.2019/ Fuente: caracol.com.co.

 

Desde el Women Economic Forum en Cartagena, la Nobel Rigoberta Menchú hizo un llamado para que los acuerdos de paz se cumplan en nuestro país

“Y el tema de la paz en Colombia y el mensaje que podemos dar es en primer lugar fortalecer el cumplimiento de los acuerdos de paz, hacer visible los logros que se tengan, porque si no nos enseñan lo que se ha logrado no podríamos como hacer un balance.”

 

En el último día del Women Economic Forum, Rigoberta Menchú expresó que Colombia tiene que tener una educación en pro de la paz y así se pueden valorar mejor los acuerdos.

 

Pedir que haya mucha inversión en cuanto a una cultura de paz a una educación para la paz. Si esto es una política de paz, seguramente podemos todos los ciudadanos podremos valorar mejor no solo la importancia histórica de los acuerdos de paz, sino la importancia de la implementación de estos acuerdos.”

 

La guatemalteca nobel de paz en 1992 manifestó que mostrar esos logros en materia de paz mejoraran el desarrollo de nuestro país y la imagen ante el mundo.

Fuente de la noticia: https://caracol.com.co/emisora/2019/08/03/cartagena/1564854718_233398.html

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Nuevos retos y algunos mitos en educación

Por: Moisés Wasserman.

No hay conversación sobre educación en la que no se mencionen los nuevos retos. Una actividad tan dinámica, tan exigente y tan exigida vive siempre entre reto y reto. En el subdesarrollo tenemos la condición especial (maldición tal vez) de que sin haber resuelto los del pasado, nos llegan los del futuro. Es más sexi hablar de los retos que se nos vienen; por eso, algunos optan por declararles a los viejos la caducidad por vencimiento de términos. Pero, aunque los ignoremos, ahí están.

El inmenso reto ha sido ofrecerles a todos los jóvenes oportunidades equivalentes para educarse en la ruta que escojan y para la cual tengan aptitudes. El vaso medio lleno está en que aumentamos significativamente la cobertura educativa en todos los niveles (aunque aún nos falta). En el vaso medio vacío están las desigualdades entre lo urbano y lo rural, las brechas de calidad en básica, secundaria y media entre algunos colegios privados y otros públicos, y entre urbanos y rurales. Nuestros indicadores no son buenos comparados con los de otros países, y aún hay inequidad en la educación de las mujeres. Un sector olvidado durante años es el de la edad temprana. Creíamos que la educación empieza en primero de primaria y lo de antes es juego.
Efectivamente es juego, pero el más importante de la vida.

Tenemos en el país más de 400.000 maestros. Algunos maravillosos, casi heroicos, pero otros no. Hay problemas en su formación y en la calidad de muchas instituciones que los forman. Esa noble actividad no atrae a los bachilleres con las mejores calificaciones. He ahí algunos de los retos a los que no podemos declararles la caducidad.

Hay muchas teorías sobre la nueva educación (…) Casi todas aspiran a generar en la persona autonomía y criterio, de forma que pueda continuar con un proceso de autoformación

¿Cuáles son los del futuro? Predicen que quienes se forman hoy cambiarán unas cinco veces de oficio durante la vida (no de empleo, de oficio o profesión) ¿Cómo se educa entonces a alguien hoy, para profesiones que no imaginamos? El perfil del trabajo va a cambiar, y en muchas labores seremos sustituidos por inteligencia artificial y robots. Las mejores universidades van a usarlos, otras se pondrán a pelear contra ellos. ¿Dejarán de ser importantes los títulos? Tal vez vaya a dejar de ser importante la discusión sobre su importancia. ¿Desaparecerán las universidades? ¿Se impondrá la educación en la casa, en lugar del colegio?

Hay muchas teorías sobre la nueva educación. Algunas se parecen a otras más viejas; la mayoría postulan la importancia de la formación de ciudadanos conscientes, éticos y competentes. Casi todas aspiran a generar en la persona autonomía y criterio, de forma que pueda continuar con un proceso de autoformación y tomar las mejores decisiones. Cada teoría es defendida por sus creadores como única. Todas podrían lograr el objetivo si el maestro lo tiene claro y está comprometido con él. Todas coinciden en la flexibilización de los currículos, en la autonomía del estudiante y el papel del maestro como acompañante.

Hay quien cree que la nueva formación será light, de menos esfuerzo. Se equivoca; un ciudadano moderno competente entiende las estadísticas con las que toma sus decisiones. Conoce las tecnologías que usa y sus límites. Entiende el mundo y la naturaleza. Comprende lo que los otros escriben y sabe hacerse entender. Es iluso hablar de unas competencias fofas que no están construidas sobre el conocimiento. Puede ser que regresemos a algo como el trivium y el quadrivium medievales, con otras disciplinas, pero con el criterio de formación básica que le permitirá al individuo adaptarse a los cambios, controlar su vida con sensatez y encontrar su camino, vez tras vez, en un mundo cambiante.

Y a quienes predicen el fin de los colegios y las universidades les diría con Pierre Corneille: “Los muertos que vos matáis gozan de cabal salud”.

Fuente del artículo: https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/moises-wasserman/nuevos-retos-y-algunos-mitos-en-educacion-columna-de-moises-wasserman-401470

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