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Colombia: Esto es lo que debe saber sobre el acoso escolar

Colombia / 6 de mayo de 2018 / Autor: Redacción / Fuente: RCN Radio

Se estima que cada año en el mundo, cerca de 246 millones de niñas, niños y adolescentes sufren de algún tipo de violencia en colegios.

El acoso escolar o bullying es una de las problemáticas que mayor preocupación genera en los padres de familia y docentes; se trata de cualquier forma de maltrato verbal, físico o psicológico en contra de un niño, niña o adolescente.

El acoso se puede presentar por parte de un estudiante o un grupo de ellos con quienes exista una relación de poder desigual. Hay que estar alerta si esta situación se presenta de forma reiterada.

El bullying también puede ocurrir por parte de estudiantes contra profesores o de profesores contra estudiantes y puede darse en los colegios o en otros espacios como, por ejemplo, en las redes sociales.

Según el más reciente informe de la Unesco, se estima que cada año en el mundo cerca de 246 millones de niñas, niños y adolescentes sufren de algún tipo de violencia escolar.

De enero de 2017 a marzo de 2018 el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) abrió 268 procesos administrativos de restablecimiento de derechos a menores víctimas del acoso escolar.

Si su hijo es víctima

Los padres de familia o adultos responsables deben estar atentos a las siguientes señales para identificar si un niño, niña o adolescente es víctima de acoso escolar:

Hematomas o heridas en el cuerpo.
Pérdida de apetito o sueño.
Estado permanente de alerta.
Temor manifiesto.
Vergüenza.
Irritabilidad.
Baja autoestima.
Sentimiento de culpa.
Depresión.
Dificultad para hacer amigos o hablar en público.
Rigidez.
Aislamiento.
Tendencia al bajo desempeño escolar y ausencias injustificadas.
Desconfianza, miedo y/o ansiedad ante la socialización.
Retraimiento social y desmotivación constante.

Si el niño es un acosador

Ahora, hay otras conductas que alertan a los padres y adultos responsables para que puedan identificar si el menor de edad podría tratarse de un acosador o victimario:

Conducta agresiva.

Participación en actividades impropias de la edad.
Robo de comida, objetos y dinero.
Conductas destructivas consigo mismo, con niños más pequeños o con animales.
Obligación de trabajo excesivo o asumir roles de los padres.
Consumo de sustancias psicoactivas.
Intimidar a través de la percepción de superioridad en fuerza y tamaño físico.
No tolerar opiniones distintas respecto al punto de vista propio.
Someter y discriminar constantemente a otros.
Relacionamientos exaltados impulsivos y poco empáticos.
Oposición al acatamiento de reglas.
Tendencia y miedo constante a la frustración.
Necesidad de ser vistas como personas poderosas y agresivas.

Si usted como padre, madre de familia o adulto encargado del cuidado de un menor detecta en el estudiante las anteriores señales, debe acudir al orientador o a la persona delegada para tratar estos casos en el colegio.

Lo ideal es evaluar el estado físico, emocional y material de la persona que es objeto de las agresiones y contactar a los padres de familia de los involucrados.

De acuerdo con la gravedad del caso, podrá ser remitido un reporte a las autoridades competentes como el ICBF, la Policía de Infancia y Adolescencia y la Fiscalía General de la Nación.

Fuente de la Noticia:

https://www.rcnradio.com/estilo-de-vida/educacion/esto-es-lo-que-debe-saber-sobre-el-acoso-escolar

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Colombia: Número de universitarios casi se duplicó en la última década

Colombia / 6 de mayo de 2018 / Autor: Redacción / Fuente: Portafolio

Los estudiantes de educación superior pasaron de 1,36 millones a 2,39 millones entre el 2007 y el 2016.

La educación superior en Colombia dio un salto cuantitativo importante en la última década, al pasar de una cobertura de 31,6% en el 2007 a 51,5% de los alumnos que salen del colegio en el 2016, según cifras del ministerio de este ramo. Esto quiere decir que en una década hubo una mejoría de 19 puntos porcentuales. En ese lapso pasaron de 1’362.509 a 2’394.434 alumnos.

Así mismo, del total de estudiantes matriculados en la última década, el 6% cursó un nivel técnico, 25% tecnológico, 63% universitario y el 5,8% restante hizo un posgrado (3,8% especialización, 1,8% maestría y 0,2% doctorado).

Vale la pena destacar que la formación en pregrado tuvo una variación positiva de 1,7 veces en ese lapso, con más de 900.000 dicentes nuevos incorporados al sistema, en tanto que la matrícula en posgrados creció 2,8 veces. Parte de ese logro, de acuerdo con la viceministra de Educación Superior, Natalia Ruiz, tiene que ver con el aumento del presupuesto estatal, pues entre el 2010 y el 2017 se destinaron a educación 212 billones de pesos, siendo una cifra histórica. En educación superior, el desembolso ha incrementado en un 79%, al pasar de $20,8 billones a $37,4 billones.

No obstante, reconoce que todavía toca trabajar más en reducir la brecha entre el campo y la ciudad, pues el 90% de la oferta universitaria se concentra en las cinco principales capitales: Bogotá, Medellín, Cali, Bucaramanga y Barranquilla.

“La educación superior tiene que servir para transformar el territorio” y vincularse con las actividades de las comunidades, dijo la Viceministra de Educación Superior.

Otro gran desafío, según añadió, es seguir mejorando en cuanto a calidad. El sistema Nacional de Información de Educación Superior (SNIES) muestra que de acuerdo con la información reportada por las mismas instituciones, existe un total de 12.193 programas de educación superior vigentes. De este total el 33% equivale a programas del nivel universitario, 31% a especializaciones, 14% maestrías, 13% programas tecnológicos, 7% programas técnico profesionales y 2% a doctorados.

De casi 2,4 millones de estudiantes en el 2016 (último dato consolidado disponible), el 53% corresponde a instituciones públicas y el resto a privadas; no obstante el número de instituciones existentes en ambos subsectores tiene una composición diferente, ya que entre las 288 que están activas predominan las no oficiales, en una relación de 72% a 28%.

El presupuesto del Gobierno para las universidades públicas en el 2017 fue de $3,6 billones: el 91% se fue en funcionamiento (con aumento del 11,7% con respecto al 2016) y 9% en inversión. En el 2018 la cifra se mantendría inmodificable según figura en el presupuesto general de la educación.

Si bien el mercado está pidiendo más carreras relacionadas con el desarrollo de tecnologías, la realidad es que, por lo menos en el grado universitario, siguen ‘mandando’ programas tradicionales: en el top 5 están derecho (132.497 matriculados), administración de empresas (127.454), contaduría pública (102.807), psicología (100.172) e ingeniería industrial (75.544).

 Y lo mismo ocurre entre las tecnológicas, donde las cinco primeras son tecnología en contabilidad y finanzas (36.588), tecnología en gestión administrativa (35.213), tecnología en gestión empresarial (32.059), tecnología en gestión del talento humano (20.305) y tecnología en análisis y desarrollo de sistemas de información (17.726).

Entre las técnicas, gastronomía se metió en el mismo escalafón, en el cuarto lugar, con 3.016 estudiantes, siendo primera la técnica en procesos administrativos (5.876), de segundo está la preparación para ser policía (4.256), tercera procesos contables (3.154) y quinta procesos empresariales.

Los doctorados más demandados son en ingeniería (529 estudiantes), derecho (221), doctorado interinstitucional en educación (204), filosofía (187) y educación (157).

LA ACREDICTACIÓN: FUENTE DE PRESTIGIO Y MÁS ALUMNOS

El Sistema de Aseguramiento de la Calidad en Colombia tiene dos tipos de evaluación: el registro calificado, que es obligatorio para todos los programas de educación superior, y la acreditación de alta calidad, que es voluntaria y procede tanto para programas como para Instituciones de educación superior.

Esta última en particular facilita el reconocimiento social, la visibilidad y el prestigio entre la comunidad académica nacional e internacional; por ende eso influye en que el centro educativo tenga mayor demanda.

En la actualidad en el país hay 49 instituciones de educación superior con acreditación de alta calidad. De estas, el 43% son de carácter oficial y el 57%, privadas. Además, se cuentan 1.211 programas con esa misma distinción, de los cuales el 13% corresponde a programas de posgrado y el 87% restante a programas de pregrado. Además, el 51% son ofertados por entidades públicas y el 49% restante, privadas.

Fuente de la Noticia:

http://www.portafolio.co/economia/numero-de-universitarios-casi-se-duplico-en-la-ultima-decada-516663

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Educación Hoy: Entrevista a Irene Kit (Audio)

Argentina / 6 de mayo de 2018 / Autor: Fundación Lúminis / Fuente: Youtube

Publicado el 4 may. 2018
Educación Hoy, ciclo de la Fundación Lúminis que se emite los martes a las 21 horas por Radio Concepto (FM 95.5), dialogó con la presidenta de la Asociación Educación Para Todos, Irene Kit, quien analizó el rol que cumple la evaluación Aprender, que desde el año pasado impulsa el Gobierno nacional. “Mucha de la información que ha aportado, tal vez confirma las percepciones previas y ayuda a darles mayor dimensión. En ese sentido ha sumado. Es un proceso que ha sido llevado con mucha responsabilidad y decisión política, que también fue acompañado por todos los gobiernos provinciales. A medida que se implementa, va generando una cierta rutina que es bienvenida en la escuela”.
“Está anunciado que Aprender continuará y eso es una buena noticia, que nos plantea el desafío de seguir aprovechando la información que se genera en una perspectiva muy vinculada al corazón de la escuela cotidiana, donde todavía hay mucho camino que debemos recorrer”, agregó.
Por otra parte, Kit explicó que los últimos resultados de Aprender arrojaron algunos datos llamativos, que derriban ciertos prejuicios, como que la educación rural no tiene el mismo nivel que la urbana. “Los datos arrojaron que en primaria se obtienen mejores resultados en las escuelas rurales más pequeñas, de pluri-grado, que en las urbanas o incluso otras rurales más grandes”.

Fuente de la Entrevista:
https://www.youtube.com/watch?v=6nUnNEoyeG0
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Paraguay: Desarrollan taller para formación de evaluadores en educación

Paraguay / 6 de mayo de 2018 / Autor: Redacción / Fuente: La Nación

Un taller de entrenamiento y capacitación para formadores de evaluadores inicia este miércoles en Ypacarai, bajo la organización de la Unión Europea, el Ministerio de Educación y Ciencias (MEC) y la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), en el marco de la implementación del “Programa de apoyo a la política del sector educación de Paraguay”.

El taller de entrenamiento y capacitación tiene como propósito instruir a profesionales de la educación para ser formadores de evaluadores de los miembros de la red de evaluadores del Paraguay.

Es para seguimiento y monitoreo de las prácticas pedagógicas en el marco de la implementación del sistema de acompañamiento pedagógico y la ejecución de planes de desarrollo de planes de mejora de docentes evaluados en su desempeño profesional.

Se espera como resultado de este encuentro, desarrollar las capacidades relacionadas a la descripción etnográfica para las observaciones de clases y análisis documental para la revisión de la calidad de las planificaciones que son informaciones concretas del actuar en aula de cada docente evaluado.

El taller se desarrollará del 2 al 10 de mayo y estará a cargo del experto internacional en la materia, Héctor Valdés Veloz, de acuerdo a un informe de la organización. El acto oficial de lanzamiento se llevará a cabo este miércoles en la casa de retiro Tuparendá, situada en el kilómetro 35,5- Ypacaraí.

La actividad está dirigida a un total de 100 participantes conformados por miembros de redes de evaluadores departamentales (docentes, técnicos, supervisores educativos y directivos de los 17 departamentos y más la capital del país) y referentes de sindicatos; así como directivos y técnicos del MEC central.

Fuente de la Noticia:

https://www.lanacion.com.py/pais/2018/05/02/desarrollan-taller-para-formacion-de-evaluadores-en-educacion/

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“No concibo mi relación con el mundo sin los libros”: Ricardo Foster

Argentina / 6 de mayo de 2018 / Autor: Silvina Friera / Fuente: Página 12

Ricardo Forster habla de Huellas que regresan
“La lectura crea mundos y te proyecta hacia el futuro”, señala el filósofo sobre el que podría considerarse como el más autobiográfico de sus trabajos. La lectura y la escritura actúan aquí como el flujo de un mismo tejido creativo.

“Jamás he podido recuperarme de mi maravillosa infancia”, podría afirmar Ricardo Forster, repitiendo una frase que le dijo Maurice Merleau-Ponty a Jean-Paul Sartre. Si la infancia es una colonia de “palabras asombradas”, la escritura autobiográfica, atravesada por el ímpetu de la pasión, comunica el pasado con el presente, vuelve sobre el asombro del ayer para internarse en nuevos  horizontes. Forster presentará Huellas que regresan. Sobre la naturaleza, la infancia, los viajes y los libros (Akal), con Víctor Hugo  Morales y Darío Sztajnszrajber, hoy a las 20.30 en la sala Alfonsina Storni de la Feria del Libro. Hay un azaroso itinerario por los pasadizos de la memoria del filósofo benjaminiano en esta excepcional biografía intelectual hilvanada por el flujo de un mismo tejido: la escritura que ensaya, que interpreta, que traiciona y una escritura narrativa que “trabaja” aquello que convoca y actualiza lo recordado. Las 478 páginas son una celebración de la lectura –de los autores iniciáticos como Emilio Salgari a Jorge Luis Borges y Claudio Magris– y la amistad con Nicolás Casullo (1944-2008). “Llegué tarde a la obra poética de Juan L.Ortiz, pero desde que me topé con ella se ha ido incorporando de modo definitivo a mi sensibilidad, ha ido dejando un profundo surco que influyó en mi percepción de las cosas y, por qué no, en mi escritura”, confiesa el autor de La muerte del héroe, La anomalía kirchnerista y La travesía del abismo, entre otros títulos.

–¿Huellas que regresan es su libro más autobiográfico?

–Sí, es un libro que empecé tímidamente a borronear hace ya unos cuantos años, una mañana invernal en Córdoba, en San Miguel de los Ríos. Había dos cosas que estaban muy fuertes, mi recurrente relación con la infancia, bajo la forma de una nostalgia festiva. El vínculo con la infancia es el vínculo con lo lúdico, con la fantasía, las amistades, pero también con los libros, una influencia que es imposible escindir. La lectura crea mundos y te proyecta hacia el futuro. Yo siempre he pensado la infancia como una forma de romper con la monotonía de la época, de la actualidad, del instante, de lo fugaz. Odio a aquellos que maltratan a la nostalgia. Para mí hay una diferencia estructural entre la melancolía y la nostalgia.

–¿Cómo sería esa diferencia?

–Salvando la estirpe melancólica que es extraordinaria, que va del romanticismo a los renacentistas y a los griegos, la melancolía es lo más parecido a la depresión, aquel que ha quedado prisionero de algo que no puede ser y que le impide vivir el presente, salir al mundo y adquirir nuevas experiencias. En la nostalgia el recuerdo se introduce y modifica el presente y a su vez el presente vuelve a hacer algo con ese recuerdo. Soy muy benjaminiano en eso: la rememoración, el juego de lo involuntario, la posibilidad de que la nostalgia permita una sensibilidad crítica sobre todo en una época tan dominada por el festejo de lo fugaz, de lo instantáneo, de la última novedad tecnológica. La nostalgia sobre la infancia, sobre un libro leído o sobre una larga caminata conversando con amigos, es una manera de ir a contracorriente.

–Hace un recorrido por sus primeras lecturas, las de formación con Mark Twain, Julio Verne, Arthur Conald Doyle y Horacio Quiroga. ¿Qué importancia tuvieron?

–Yo no concibo mi relación con el mundo sin los libros. Y menos sin los libros de la infancia, que me recuerdan a mi padre o a amigos entrañables con los que jugábamos al fútbol y conversábamos sobre El sabueso de los Baskerville o Las aventuras de Huckleberry Finn como una manera de jugar a ser parte de la literatura. A los once años terminé de leer un libro maravilloso de Julio Verne, Norte contra Sur, la historia de un chico blanco con un esclavo negro en medio de la Guerra de Secesión. Cuando terminé de leer el libro escribí cuadernos y cuadernos, como si fuese una especie de Pierre Menard que escribe lo mismo que ha leído. La literatura es conversar con los espectros. Por eso el primer capítulo del libro es sobre la transmisión.

–Después de interrogar la palabra transmisión, continúa con  un texto sobre “La Biblioteca”, donde pone a la biblioteca como prolongación del campo de batalla de las ideas. ¿Quiso devolverle a estas palabras un origen incómodo?

–Sí, es como romper con la pedagogía. Cuando empecé a escribir el texto sobre la biblioteca, me pregunté qué le pasó a mi biblioteca a lo largo de una vida, una biblioteca que se fue armando en las turbulencias del país y de otros mundos, donde autores amadísimos quedaron despojados de toda sacralidad y fueron colocados en los últimos anaqueles, donde un libro podía reaparecer treinta años después y plantearme otro tipo de interrogación. Algunos libros que me fascinaron ya no los podía literalmente leer. O libros que uno dice: qué lástima que no llegaron cuando tenían que llegar. En los viejos tiempos, uno trabajaba con las fichas, entonces iba escribiendo citas bibliográficas y las ordenaba temáticamente, pero terminaba siendo un caos. Si escribía algo sobre Benjamin, tenía 500 fichas, pero yo no sabía dónde estaban las que necesitaba y empezaba a recorrerlas. Muchas veces una ficha que no pensaba encontrar me hizo ir por otro lado en la escritura. Con la lectura pasa eso; hay una suerte de traición. Uno no sigue a un autor en función de las pistas que le puso para seguirlo de tal modo. Uno va siguiéndolo en función de sus vicisitudes, de sus preguntas, sus incapacidades y muchas veces de la incomprensión, el no entender lo que me está diciendo. Pero de repente en ese no entender uno va viendo otras cosas. Un autor que me causa eso y lo respeto enormemente es (Jacques) Derrida: ¿Qué está queriendo decir? Y de pronto aparece una frase de una luminosidad terrible que te abre un mundo.

–¿Por qué atraviesa el libro la tensión entre fidelidad y traición?

–Cuando pasé de las lecturas de infancia a las de adolescencia, tuve la sensación de abandono y traición a Verne, Twain y Salgari y su reemplazo por Thomas Mann. En el campo de la filosofía me formé en la tradición de Hegel y Marx y la escuela crítica… No sé si la palabra es abandono, pero me fui distanciando y eso se me asemejó a una traición. Después, con los años, uno descubre que aquello que lo tocó en la vida sigue teniendo algo importante para decirnos, para cuestionarnos, para interpelarnos, y volver a leer a Hegel me vuelve a producir un placer que quizá ya no tiene la completud que sentía un joven de 20 años, cuando pensaba que la revolución estaba a la orden del día y leía a Hegel, a Lenin, a Trotski. El mundo académico es muy triturante porque requiere siempre de la clasificación, la taxonomía, el orden, la conceptualización, las hermenéuticas, pero en este libro trato de mostrar que si no está lo gozoso no hay lectura posible. Hay un capítulo que me gusta mucho que es el viaje en tren a José León Suárez, pensando que iba camino a la revolución, pero leyendo al mismo tiempo con una especie de sentimiento de pasión y de culpa La montaña mágica de Mann. Yo le tengo que agradecer la vida a ese libro porque me produjo la añoranza por un mundo decimonónico, y esa literatura es política, es de ideas, es amorosa, es una novela existencial. Todo eso generó la sensación de que la literatura armaba mi vida. Yo soy parte de un tiempo donde todavía un libro podía perturbar la vida interior y también el mundo.

–¿El libro ya no cambia ni el mundo interior ni el exterior? ¿Ha perdido la intensidad de poder transformarlo todo?

–No quiero ser tan pesimista. El libro de papel resiste y eso es impresionante. Una vez le preguntaron a Kant cuáles eran los grandes acontecimientos de su época y puso al mismo nivel la Revolución Francesa y el Emilio de Jean-Jacques Rousseau. Hoy eso es inimaginable, que un libro esté a la altura de un acontecimiento descomunal como la Revolución Francesa. Sin embargo, hay algo de lo moderno genuino que siempre me interesó, lo moderno crítico, disruptivo y utópico que sigue habitando entre las páginas de un libro. Todavía me sigo conmoviendo con ciertas lecturas que hago y hay escrituras que me siguen fascinando. Si tengo que decir dónde estoy, yo estoy en el campo de la escritura, de la literatura.

–¿Qué relación establece entre caminar, leer, escribir?

–Mi compañero de banco en la primera fue Eduardo Blaustein. Una de las cosas que hacíamos a los 10, 11, 12 años, cuando vivíamos en La Lucila y salíamos de la escuela, era caminar hasta el río. Eran caminatas larguísimas de dos chiquitos y en esas caminatas hablábamos de libros, porque a los dos nos gustaba mucho leer. Después eso lo volví a hacer con Nicolás Casullo, cuando hicimos un viaje inolvidable en tren por Europa y caminamos por muchas ciudades. Un gran caminante, un gran conversador, es Oscar del Barco. Cuando uno camina, algo libera también. Soy más lector de novelas que de cuentos. Me he dedicado a enseñar y a escribir sobre filosofía y sus aledaños y amo perderme en la escritura. En ese sentido soy terriblemente borgeano también. Leer es el acto más extraordinario que existe. Después –y muy lejanamente y de vez en cuando– escribir. Nunca me voy a olvidar del día que dejé mi lapicera y entré a usar la computadora. Para mí fue una pérdida importante y me acuerdo que generó enormes discusiones con mis amigos. Yo rechazaba las nuevas tecnologías, hasta que un día me compré una laptop. Pero me di cuenta de que tiene una trampa: la mala abundancia.

–La sensación es que se escribe más que a mano, ¿no?

–Sí. Yo escribía a mano, con una letra ininteligible, que solo entendía yo, y después lo pasaba a máquina. La computadora es como una cinta de Moebius, donde siempre te estás moviendo y sacás material de todos lados.

–Sería el equivalente al fordismo en la escritura, la producción en serie de textos, ¿no?

–Sí, tiene algo de eso, da la sensación de estado de productividad, que todo supuestamente se guarda, pero después te das cuenta de que no. ¿Quién no ha perdido algún texto y se queda con la sensación de que no lo puede volver a escribir? La escritura es sanadora, te permite ir por otros caminos que a veces la vida no te ofrece, como poder escribir sobre algo que nunca vas a vivir. Aunque uno se dedique a una escritura más teórica, filosófica o política. La escritura se disfruta y se sufre también en los tiempos en que no sale nada. Yo siempre tengo la sensación de que lo que escribo no es muy interesante, hasta que lo lee alguien y me dice que está “bueno”.

–¿Cómo lucha con ese fantasma de lo no interesante?

–Una día le iba a dar a (Héctor) “Toto” Schmucler un largo trabajo sobre Borges que había escrito y “Toto” me preguntó: “¿sentiste que en ese trabajo dijiste algo nuevo? ¿tenés algo nuevo para decir sobre Borges?”. Y me mató (risas). Yo nunca pude escribir ficción, a pesar de que hay muchas cosas narrativas en Huellas que regresan. Siempre que empecé a escribir ficción me dije: “la novela no es lo mío”… Quizá uno sabe que hay un continente y que tiene que trabajar en el interior de ese continente, donde hay un tipo de sensibilidad y de escritura que me permite decir. Hay escritores que para escribir una novela, un libro de cuentos, o un ensayo trazan un plan: “capítulo uno”, “capítulo dos”… yo no puedo hacer eso. Yo voy escribiendo y después veo lo que va saliendo. No sé cómo se construye una escritura…

El camino hacia los libros podía tener muchas avenidas principales, pero también algunos pasajes más o menos secretos. “Nosotros fuimos grandes ladrones de libros –subraya Forster–. Una vez la viuda de Pancho Aricó donó su biblioteca, la parte latinoamericana, a la Universidad Nacional de Córdoba. El día que se hizo la donación se hizo un acto muy bonito y el que dio el discurso fue Toto Schmucler: ‘Pancho fue un extraordinario ladrón de libros; todos los libreros que están acá fueron víctimas de Pancho’. El arte de robar libros ha desaparecido; antes había incluso una complicidad entre el librero y el jovencito que se llevaba un libro guardadito y que sabía que lo iba a leer”.

–Parte del “bautismo” como lector era robar un libro, ¿no?

–Sí. Yo tengo dos hazañas fundamentales en la aventura de mi vida. Una fue que durante dos semanas, en la vieja librería Fausto que estaba en Corrientes, entre Talcahuano y Uruguay, me robé los cuatro tomos de la Estética de Lukács de Grijalbo. Yo tenía 16 años y había seguido la pista de Lukács a través de Thomas Mann. En otra librería que no existe más, que se llamaba Cenit, me robé la Historia del partido bolchevique de Pierre Broué de 800 páginas. Eso fue en mi época de hazañas juveniles. Después nunca más me animé a robar un libro.

Fuente de la Entrevista:

https://www.pagina12.com.ar/111653-no-concibo-mi-relacion-con-el-mundo-sin-los-libros

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