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Educación como Derecho Social desde el Accionar del Maestro Revolucionario
Calabozo, 11 de marzo de 2016/Por Rose Mary Hernández
Al ver a los niños y niñas que a diario pasan por las diferentes calles de mi ciudad, me pregunto: ¿Qué pasa por la mente y la imaginación de los pequeños, que día tras día transitan La rutas que los llevará hasta sus escuelas?. También me pregunto: ¿Qué piensan sus padres, que durante años madrugan para que sus hijos se escolaricen?. De ahí, reflexiono que el ejercicio de la profesión docente, la más noble de todas, debe desarrollarse para que la educación se encuentre libre del dominio de intereses económicos que la consideren artículos y mercancías.
La educación es un derecho de todos y todas, a nivel mundial, empero, intereses políticos y mezquinos que traten de controlarla, interviniendo en ella desde sus propias aspiraciones. El sentido axiológico de la educación se entreteje en el valor ético, por lo que es una cualidad especial, lo cual hace que educar gire en pro del bien común, satisfaciendo las exigencias sociales y científicas que promueven la construcción de una nación equitativa. Para ser reestructurada, es importante reflexionar primero sobre cuatro temas fundamentales: el concepto de educación, los fines de la educación, lo que se debe enseñar, y el trabajo docente y su efecto en los estudiantes.
En ese hilvanar de ideas, se hace oportuno considerar el aspecto que refiere la felicidad es un efecto de la paz que se consigue en un ambiente sin opulencias ni miseria. Incluye también respetar al derecho ajeno, a la naturaleza, a la opinión divergente, y a las diferencias individuales. Para ello, la educación es un proceso de formación del ser humano a través de influencias externas conscientes o inconscientes y que motivan en él la voluntad de desarrollo autónomo y la búsqueda de la felicidad.
Existen valores que deben estar presentes en todo acto educativo: la solidaridad, el respeto y la humildad. Es necesario que la concepción individualista y materialista de la sociedad de consumo no se extienda a las aulas y que en lugar de fomentar el arribismo y el “sálvese quien pueda” nuestros estudiantes aprendan que la vida se la vive en comunidad con respeto al derecho ajeno.
Es ahí donde los fines de la educación se imbrican con el término felicidad para que sea el propósito de de la existencia, es decir, la felicidad debe ser el fin único de la educación. La solidaridad, el respeto y la humildad serán siempre su objetivo. Por consiguiende, debe producirse un completo rechazo para con el hecho de que la educación actual sea tremendamente individualista, donde se fomenta la errónea intención de mal sana competencia con los demás para ser exitoso en la vida, el cual es un pensamiento aceptado en la sociedad capitalista. Debido a que este tipo de competencia genera conflictos, la educación debe enseñar a los estudiantes la diversidad humana y la posibilidad de que en esa diversidad se encuentren intereses comunes por los cuales luchar cooperativamente.
En cuanto a lo que se debe enseñar, los contenidos deben reflejar la realidad en la que el estudiante vive y deben estar enfocados en la identificación de problemas y presentación de varias alternativas de solución. Todo lo que se enseña debe tener un uso práctico inmediato o al menos estar conectado con las necesidades, deseos, expectativas y conocimientos previos del estudiante. Finalmente, la metodología que se debe utilizar en el aula tiene que tomar en cuenta al estudiante como centro y razón de la educación y a su participación activa en el proceso de aprendizaje. Los docentes deben tener como metas principales el desarrollo de la metacognición, la reflexión crítica, y el que los estudiantes disfruten y se diviertan aprendiendo.
Para ello, nosotros como maestros debemos disfrutar nuestra profesión y ejercerla con entusiasmo, con dinamismo, y con compromiso de procurar que los estudiantes aprendan y gusten de ir a la escuela. Si tanto maestros como estudiantes no disfrutan de su labor, la educación podría convertirse en una actividad monótona y sombría ya que en ese tipo de ambiente no puede existir entusiasmo, dinamismo, ni compromiso.
Adicionalmente, los maestros deben ser revolucionarios que guíen a las personas que cambiarán las leyes y el sistema político y social injusto. Un docente que no tenga la visión de un mejor futuro en su mente y el deseo de crear un mundo mejor para sus estudiantes no merece ser docente.
Dra. Rose Mary Hernández Román
Docente de Filosofía de la Universidad “ Rómulo Gallegos”-Venezuela