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Niños y niñas de la calle reivindican sus derechos en el Carnaval de Brasil

América del sur/Brasil/07 Marzo 2019/Fuente: El diario de la Educación

EURECA es un movimiento que trabaja con las infancias más vulnerables a través de la danza, el arte y la cultura.

Multitudes bailando samba, maracatú y muchos otros ritmos caracterizan el Carnaval de Brasil que se celebra durante todo mes de febrero. Entre la muchedumbre, las danzas y el colorido, también decenas de niños, niñas, jóvenes y adolescentes desfilaron por las calles brasileñas con otro objetivo, más allá de pasarlo bien: auto-reivindicarse.

La ciudad de São Vicente, ubicada en el litoral del país, a poco más de 70 km de São Paulo, y conocida por ser la más antigua fundada por los portugueses durante la colonización, el Movimiento Social EURECA organizó por 14ª ocasión un desfile carnavalesco en el que las diferentes comparsas compartieron un objetivo común: defender los derechos de los niños, niñas y adolescentes.

EURECA, que en portugués significa “Eu Reconheço o Estatuto da Criança e do Adolescente (“Yo Reconozco el Estatuto del Niño y del Adolescente”), en referencia a una ley brasileña que protege una serie de derechos básicos de los menores de edad, propone que, a través del baile, la fiesta y la cultura, se escuche la voz de los más pequeños y jóvenes para intentar construir un mundo menos adultocéntrico. El movimiento defiende un rol activo de los menores, entendiéndolos como sujetos empoderados, productores de cultura, con capacidad crítica y un papel fundamental en la construcción de la ciudad. Por eso, llama a los adultos a acompañar, apoyar y respetar sus decisiones e insta a los responsables políticos a otorgarles más voz y a aprender a escucharlos.

João Carlos Guilhermino da Franca, coordinador del Instituto Camará Calunga, organismo a cargo del desfile en la ciudad, explica que el colectivo apuesta por abandonar los patrones tradicionales de las manifestaciones políticas y sociales para promover dinámicas mucho más lúdicas como forma de denuncia y resistencia de las violaciones de derechos que viven miles de niñas, niños y jóvenes del país. “El objetivo es ir a las calles y hablar sobre lo que se cree, y sumar a personas y grupos que defiendan otra forma de ver la niñez”, destaca.

Fotografía: Igor Ferreira

Entre las reivindicaciones de las comparsas de EURECA que se exhibieron en el Carnaval de São Vicente se hicieron presentes, también, el feminismo, el antirracismo o la lucha por los derechos de la diversidad sexual. Bajo la consigna “Yo soy porque ellas fueron”, un grupo de niñas homenajeó a 23 mujeres conocidas como las “Heroínas Negras” porque protagonizaron en diferentes momentos de la historia y estados del país distintas luchas a favor de los derechos de las mujeres, desde el abolicionismo de la esclavitud hasta la entrada al Congreso de la primera diputada negra. Otros nombres que no pasaron desapercibidos en el pasacalle fueron los de Marielle Franco, la concejala y activista feminista de Río de Janeiro que fue asesinada a balazos hace un año y cuya muerte aún sigue impune; y Dandara, lideresa de un grupo de resistencia de esclavas durante la colonización portuguesa.

Fotografía: Maria Lisboa

Nacido en la cuna del sindicalismo

El Movimiento EURECA nació en los años 90 en la ciudad de São Bernardo do Campo, conocida por ser la cuna del movimiento sindical que erigió al expresidente del Partido de los Trabajadores (PT), Lula da Silva. Su nacimiento surgió de la mano del Projeto Meninos e Meninas de Rua (Proyecto Niños y Niñas de la Calle), una organización nacional que ocupó el espacio público para dar voz a niñas, niños y jóvenes que viven y trabajan en las calles de Brasil.

A partir de 2006, gracias al apoyo de instituciones como el Instituto Camará Calunga, el Concejo Municipal de los Derechos de los Niños y Adolescentes (CMDCA, por su sigla en portugués) o varios organismos de la red de protección social, EURECA pasó a hacer sus desfiles en São Vicente. También hay que destacar la participación activa de entidades sociales de otras ciudades del litoral del sureste brasileño, como Santos o Guarujá, además de São Paulo y São Bernardo do Campo.

Fotografía: Ornella Rodrigues

Imagen: http://eldiariodelaeducacion.com/wp-content/uploads/2019/03/Igor-Ferreira-2-768×432.jpg

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/03/05/ninos-y-ninas-de-la-calle-reivindican-sus-derechos-en-el-carnaval-de-brasil/

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Proyectos educativos y movimientos populares en Nuestra América

 

Por:           

Comenzamos el debate sobre algo que nos inquieta, inquietud que se expresa en términos teóricos, pero que se enuncia, sobre todo, en sentidos prácticos y políticos: ¿por dónde pasa el conflicto social y las reinvenciones de los movimientos sociales-populares en este presente político de América Latina?

Sin la intención de agotar un tema que especialistas ya habrán sistematizado unas cuantas veces, aventuramos algunas reflexiones al respecto.

En primer lugar, habría que decir que la cuestión del fin de la política o la ´desaparición´ de las clases trabajadoras como sujeto histórico en las ciencias sociales y cierta perspectiva teórica de los años 80′ estuvo ligada al auge del análisis de los “nuevos movimientos sociales” como “protagonistas privilegiados” de la protesta social contra el neoliberalismo. En cierta medida, la clave de lectura social de estos fenómenos buscaba escapar al determinismo economicista típico de años anteriores y, no pocas veces, derivó (y deriva aún) en la idealización de la espontaneidad en la organización de la sociedad civil.

La resistencia social se organiza

Lo segundo que podemos resaltar, si pensamos en los movimientos sociales latinoamericanos, es que existe, hoy -en pleno 2019, atravesados por todas las formas de explotación posibles-, la necesidad de avanzar por sobre la textualidad dicotómica que contrapone la perspectiva de la constitución subjetiva de los movimientos sociales, frente a la miradas que enfatizan los condicionamientos económico/estructurales. Es decir: ni todo es el sujeto/sujeta que hace y deshace per se, como tampoco lo es todo la estructura y cierto mandato esencialista o fatalista que nos condena a estar oprimidos o “hacer la revolución”. El análisis de los movimientos sociales en Nuestra América debe implicar una doble ruptura epistemológica y política en relación a las escuelas de pensamiento tradicionales.

En tal sentido es que pensamos que la noción de movimientos sociales, como sujetos educativos-políticos y espacios de construcción de “epistemes” (que producen saberes alternativos y proyectos políticos contrahegemónicos), puede ser una característica definitoria de los movimientos sociales y populares latinoamericanos en la actualidad. Las organizaciones de base en resistencia se hacen en la ocupación del conflicto territorial concreto y en la resignificación de la problemática de la explotación como clases sociales oprimidas en el actual sistema capitalista neoliberal.

Veámoslo con más claridad.

Brasil Movimiento Sin Tierra la-tinta

Movimientos sociales y proyectos educativos

El proceso de resistencia social y política latinoamericana (siguiendo a Lía Pinheiro Barbosa) que proponen, por ejemplo, los pueblos campesinos, indígenas, afrodescendientes, como aquellos desplazados y empobrecidos en las grandes ciudades, constituye el reverso de las secuelas que ha dejado la colonización iberoamericana, como así también la agudización de las contradicciones y antagonismos sociales actuales. En esa dirección, al re-pensar América Latina, lxs sujetxs sociales organizadxs en movimientos populares representan la emergencia de un gran puñado de rebeldías. Rebeldías que se expresan en otras semánticas y dispositivos de lucha ideológica, a tal punto que sus prácticas logran desafiar la unilateralidad hegemónica de la colonialidad, al tiempo que exponen la continuidad histórica de una “profunda contradicción estructural subyacente al y propia del capital”.


Es decir que, en nuestros sures, los movimientos en lucha no solo desafían al capitalismo, sus gobernantes y poderes fácticos, sino que también ponen en tela de juicio opresiones más lejanas. Ahí están el movimiento campesino, indígena, feminista y tantos otros.


Las demandas articuladas que encarnan esos pueblos organizados en movimientos sociales expresan la centralidad de las clases sociales en contextos de dependencia. Es decir, tanto las formas de resistencia como las alternativas pedagógico-políticas que los movimientos sociales desarrollan en América Latina, resultan una forma de impugnación al modelo económico-político del capitalismo, al tiempo que elaboran una crítica del tipo de relaciones ideológicas que atraviesan, de múltiples maneras, las modalidades de conciencia y voluntad de los sujetos. Dicho en los términos de Barbosa: “Denuncian, de par a par, las múltiples formas de sojuzgar propias de un modelo político-económico que edificó su dominación más allá del campo económico, haciendo raíces profundamente arraigadas a esquemas simbólico-ideológicos que dan sostenimiento a la dominación vivida en nuestros días”.

En otras palabras, decimos: solo la educación popular y nuestra alfabetización política militante puede empezar a desmontar las opresiones que cargamos en nuestras realidades concretas.

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

Desplazamiento semántico

En los últimos años, se ha dado, en la región, tanto en el estudio de los movimientos sociales como en la práctica misma de las luchas populares, un cierto desplazamiento semántico desde la noción de movimiento social a la caracterización de movimientos populares latinoamericanos. Con el tiempo, hemos constatado que, en el acontecer de las resistencias en América Latina, los proyectos políticos-educativos de estos movimientos apuntan a poner en cuestión la pasividad hegemónica que la misma pedagogía tradicional les asigna bajo el imperio del capital. Dicho de otra manera, una vía de expresión del antagonismo social y la tensión de clases, en la actual coyuntura regional, se materializa en las disputas pedagógico-políticas de los movimientos.

“Un mirar panorámico sobre el continente nos permite vislumbrar los indicios de un proyecto emancipador, vinculado a un papel político conferido a la Educación, manifiestos en: la trayectoria del Sector de Educación del MST; en la propuesta de creación de la Universidad del Sur; en la expresiva experiencia del Método de Alfabetización cubano, ‘Sí, Yo Puedo!’, sobre todo, con los pueblos originarios; en las Escuelas Autónomas Rebeldes Zapatistas, entre otras propuestas que se han consolidado y avanzado gradualmente, testigos vivos de que el ‘paradigma emancipador para América Latina’ tiene un pie en la Educación, camino de transformación cultural radical y necesaria a nuestro continente”, explica Barbosa.

Así presentados, los movimientos sociales desde América Latina se estructuran en torno de una disputa de sentidos comunes, en términos gramscianos. Los mismos representan una erosión a las formas de dominación del capital, pero llevadas a cabo por vía de la puesta en cuestión de sus elementos ideológico-políticos. En el caso de los movimientos populares latinoamericanos, entre los que el campesinado o los movimientos indígenas resaltan por sus luchas políticas, la cuestión de las propuestas educativo/políticas re-crean formas de articulación social y una praxis política disruptiva.

Finalmente, nos jugamos y reafirmamos nuestra hipótesis: los movimientos sociales, en particular, el conjunto de organizaciones de base campesinas e indígenas, mujeres, trabajadores precarizados, excluidas y excluidos en América Latina constituyen fuertes experiencias de clase social devenidas en movilización política, articuladas en torno a proyectos políticos que prefiguran otros espacios y construyen saberes populares para encontrar salidas a esta injusticia perfecta que padecemos llamada capitalismo.

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

*Por Oscar Soto para La tinta.

*Politólogo y militante social. 

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Bolsonaro ordena investigar recursos de la educación en Brasil

4 de marzo 2019 / TELESUR

Para dar inicio a la investigación, el ultraderechista argumentó que Brasil gasta más en educación en relación al PIB que la media de países desarrollados y ocupa las últimas posiciones en los programas de evaluación de estudiantes.

El presidente de BrasilJair Bolsonaro, anunció que durante su administración harán una investigación sobre los recursos destinados a la educación en el país para determinar por qué si esta nación «gasta más en educación en relación al PIB que la media de países desarrollados», ocupa las últimas posiciones en el Programa Internacional de Evaluación de Alumnos (PISA).

De esta manera, Bolsonaro dio inicio a lo que llamó «la operación Lava Jato de la Educación», haciendo alusión a la causa de corrupción sobre los millonarios desvíos que ocurrieron durante casi una década en el seno de la estatal Petrobras, que sirvieron para ejecutar una persecución judicial contra el expresidente Luiz Inacio Lula da Silva.

El mandatario ultraderechista informó que el Ministerio de Educación junto con el Ministerio de Justicia, la Policía Federal, abogados y la Contraloría General abrieron la investigación para determinar el uso de estos recursos.

De acuerdo con Bolsonario, «más allá de invertir, debemos garantizar que inversiones sean bien aplicadas y generen resultados», lo que puede abrir paso a una reducción del presupuesto para este sector.

Numerosos programas educativos ya han sido cancelados en Brasil, durante el Gobierno de facto del también derechista Michel Temer que llegó al poder tras el golpe parlamentario a la presidente Dilma Rousseff.

Bolsonaro reconoció que decisión podrá ocasionar huelgas de movimientos sociales, pero no estima desistir a la investigación que estará orientada en torno a «anteriores gestiones».

La decisión de Bolsonaro desconoce los logros en eduación alcanzados durante el Gobierno del presidente Luiz Inacio Lula da Silva.

Al asumir su primer mandato y hasta abandonar el puesto de presidente, Lula llevó el presupuesto del Gobierno para educación de 20 mil millones de reales a 100 mil millones en 2010.

Con estos recursos, Brasil dobló el número de matrículas en las universidades federales, creó más de 214 escuelas técnicas y reagrupó otras 140, construyó 126 campus universitarios y 14 universidades federales.

*Fuente: Telesur

 

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Conoce el legado de Simón Rodríguez, maestro de América Latina

Por: Telesur

Fue uno de los intelectuales americanos más importantes de su tiempo e impartió ideales de libertad y educación popular.

El catedrático, escritor, filósofo y mentor venezolano Simón Rodríguez ha dejado un eterno legado en América Latina de lucha por la educación popular, que sigue vigente tras 165 años de su fallecimiento.

Rodríguez nació en Caracas el 28 de octubre de 1769, pero algunos historiadores afirman que fue en 1771. Era hijo de Rosalía Rodríguez y de un hombre desconocido, de apellido Carreño.

Sin embargo, su procedencia está rodeada de impreciones. Se dice que fue abandonado en las puertas de un monasterio, se crió en la casa de un clérigo de nombre Alejandro Carreño, quien se presume era su padre. Allí estuvo junto a su hermano Cayetano Carreño, que se convertiría en un famoso músico de la ciudad.

Los restos del maestro Simón Rodríguez fueron traslados el 28 de febrero de 1954 al Panteón Nacional de Venezuela, en la capital Caracas, desde el Panteón de los Héroes de Lima, Perú.

Legado social y educativo

Fue uno de los intelectuales americanos más importantes de su tiempo, por su profundo conocimiento de la sociedad hispanoamericana, que transmitió a Simón Bolívar al desempeñarse como su maestro y mentor. Por este motivo, popularmente es conocido como “El maestro de El Libertador», pero en realidad impartió por todo el mundo sus ideales de libertad y derecho a la formación de los ciudadanos por medios del sabler.

En 2003, el Gobierno venezolano impulsó la misión educativa Robinsón en honor a Simón Rodriguez. Un proyecto que hizo posible que la nación fuera declarada Libre de Analfabetismo por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, Unesco..

Rendimos tributo a la obra y el pensamiento creador del Maestro Simón Rodríguez, en el marco de los 165 años de su siembra eterna. La enseñanza profunda y el espíritu humanista que cultivó, se encuentra presente en los corazones de los pueblos de nuestra América.
Los viajes de Simón Rodríguez

En abril de 1801, el maestro viaja a Bayona (Francia), para por París y allí traduce la Atala de Chateubriand. En esa ciudad se encontró con Simón Bolívar en 1804 y desde ese momento se convirtió en una figura decisiva en el camino del futuro Libertador de América.

Rodríguez y Bolívar partieron en abril de 1805 a Lyon y Chambery para luego atravesar los Alpes y entrar a Italia. Cuando estuvieron en Milán presenciaron la coronación de Napoleón Bonaparte como rey de Italia.

Su peregrinaje por Europa también lo llevó a Alemania, Prusia, Polonia, Rusia e Inglaterra, donde se encontró con Andrés Bello. En 1823 retorna a América.

En 1835, tras el terremoto de Concepción, Rodríguez se marchó a Santiago de Chile, donde volvió a reunirse con Andrés Bello. De esta reunión nació el impulso de crear la Universidad de Chile.

Simón Rodríguez, a sus 82 años tenía un aspecto atlético y dictó una conferencia para la historia. El público fue deleitado con sus ideas revolucionarias y sus experiencias.

El maestro quiso volver a Europa en 1853 con la ilusión de que allí todavía se podía “hacer algo”. Pero se trasladó a Amotate, ciudad peruana, en la que falleció al año siguiente a los 83 años de edad.

Fuente: https://www.telesurtv.net/news/simon-rodriguez-venezuela-maestro-legado-america-latina-20190228-0025.html

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Una ley para promover la formación política en los colegios

Por: Julián de Zubiría

El pedagogo Julián De Zubiría sustenta un proyecto de ley para promover la formación política en los colegios del país. Su propuesta es la respuesta al proyecto del parlamentario Edward Rodríguez, del Centro Democrático, el cual busca restringir la libertad de cátedra.

En los Diálogos de Platón, Sócrates hace una pregunta especialmente original y pertinente: ¿Qué pasaría –dice– si la población careciera de la educación suficiente para elegir adecuadamente a sus gobernantes? ¿Qué efecto generaría en la democracia el que los votantes no pudieran, por debilidades en su formación, ejercer de manera libre el derecho al voto?

En el hermosísimo texto ¿Qué es la ilustración?, E. Kant concluye que el fin último de la educación es alcanzar la mayoría de edad, es decir, formar un individuo que tenga criterio propio para enfrentarse en la vida a la toma de complejas decisiones políticas, sociales, éticas y personales. Al hacerlo, vuelve a poner sobre la mesa el fin último que los principales filósofos en la historia humana le han asignado a la educación: fortalecer la libertad y la autonomía.

Sin duda, podemos decir que, en Colombia, hay muchas personas mayores de dieciocho años, pero que todavía son pocos los “mayores de edad”, en el sentido kantiano del término. La conclusión es evidente: mientras no mejoremos estructuralmente la calidad de la educación, nuestra débil democracia seguirá amenazada.

Evoco a Sócrates y a Kant, en momentos en que el Centro Democrático ha presentado un proyecto de ley para prohibir a los docentes promover el pensamiento crítico y la reflexión política en las aulas. El proyecto –similar al que impusieron los paramilitares en el Cesar y Córdoba en los años ochenta– busca restringir la libertad de expresión y el pensamiento de los docentes, al tiempo que coacciona el derecho a pensar, interpretar y disentir por parte de los estudiantes. De allí que fuera demandada ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos una ley casi idéntica impulsada por Bolsonaro en Brasil, denominada “Escuela sin partido”, pero conocida como “Ley Mordaza” por parte de los docentes brasileros. La CIDH les dio la razón a los demandantes.

La democracia exige una educación pública democrática, masiva y de calidad. De no alcanzarla, las nuevas generaciones no consolidarán la libertad y la autonomía, condiciones necesarias para que la población elija de manera independiente a sus gobernantes.

En Colombia, la educación pública no es democrática, ni masiva, ni de calidad. Actualmente en las aulas, los jóvenes no aprehenden a pensar, a leer o a argumentar. Más triste aun: cada vez se aumenta la brecha entre lo que alcanzan los egresados de la educación pública y los de los colegios privados de élite. Eso empequeñece la democracia y eleva la inequidad. Estas notables debilidades convierten a las nuevas generaciones en presa fácil de la manipulación, de las noticias falsas y del engaño. Con facilidad, los políticos los atemorizan para que voten según su conveniencia y no según la de los electores.

La propuesta que quiero defender en estas notas es exactamente la contraria a la presentada por el Centro Democrático. Se trataría de una ley que promoviera la formación política en los colegios, una ley que invitara a todos los docentes de todas las áreas a fortalecer el pensamiento y la lectura crítica. La ley que propongo establece que en todos los colegios del país se celebrarán elecciones parlamentarias y presidenciales y que, previamente, se organizarán diversos debates entre los estudiantes que asuman la defensa de los múltiples partidos que participen en la contienda electoral a nivel regional y nacional. Los estudiantes deberán documentarse previamente sobre los postulados políticos que defenderán en los debates y en las elecciones simbólicas. Las visiones diversas y la confrontación de ideas son condiciones necesarias y enriquecen el pensamiento crítico. De allí que hay que hacer todo lo posible por realizar clases conjuntas entre docentes, que, de ser posible, tengan posiciones diferentes ante la ciencia, el arte, la literatura, el deporte y la política.

Así mismo, se exigirá que todos los colegios del país queden a cargo de los estudiantes mayores, por lo menos durante un día por semestre. No podemos formar mejores ciudadanos en instituciones tan autoritarias, formales y poco participativas, como hoy lo son las instituciones educativas. Como bien lo destacan Kohlberg y Dewey, para que la escuela nos ayude a construir una sociedad más libre, ética y justa, previamente es necesario construir escuelas más democráticas. Por ello es conveniente entregar a los estudiantes durante un día la institución educativa, para que se ejerciten en la práctica educativa, en la toma de decisiones reflexivas, pertinentes y contextualizadas, y en la mediación y resolución de conflictos. De esta manera asumirán durante un día los roles de los docentes y los directivos de la institución. La democracia no se aprehende con discursos, sino que se construye por medio de prácticas mediadas. Los colegios deben convertirse en lugares de formación de ciudadanos más críticos, más éticos y más independientes; es decir, de mejores ciudadanos.

 

El proyecto de ley también exigirá que, en todos los colegios del país, una vez al mes se suspendan las clases para garantizar un debate amplio y libre sobre una temática que sea elegida de manera autónoma por los estudiantes de bachillerato en la institución. Orientados por sus docentes, los estudiantes prepararán las temáticas y conformarán de manera respetuosa, reflexiva y argumentada, grupos para cohesionar el trabajo en equipo y para defender sus posiciones. Al concluir, un conjunto de estudiantes elegidos y preparados para tal fin, determinarán quiénes presentaron los argumentos más claros y sustentados.

Un ejercicio análogo se realiza en diversos colegios públicos y privados del país, cuando se lleva a cabo el simulacro de las Naciones Unidas. Al hacerlo, se fortalece el pensamiento relativo y el multiperspectivismo, algo esencial en la formación de mejores ciudadanos, pero desafortunadamente muy poco consolidado en nuestros jóvenes, por una historia demasiado marcada por la intolerancia, la cultura del vivo y el fanatismo, heredados de la guerra y de las mafias, y acentuada por los grupos políticos que han sacado provecho del odio y del fanatismo.

Según el proyecto de ley, todos los colegios del país deben participar en ejercicios de simulación análogos a los realizados en las Naciones Unidas, ya que la formación política, debe involucrar un contexto más amplio y trascendente; al fin y al cabo, ellos son esencialmente, ciudadanos del mundo.

Respetando los principios pedagógicos de la transversalización y la integralidad, se debe exigir que dichos debates sean liderados por docentes del área de Ciencias Sociales, pero que en la preparación de los mismos participen docentes de todas las áreas.

Un voto más libre y más independiente fortalece la participación y la democracia. Hoy los jóvenes votan poco y tienen poco criterio e interés para hacerlo, precisamente porque desconfían de las elecciones, del sistema político y de los partidos políticos. Es así que, en el plebiscito del 2 de octubre del 2016, una de las elecciones más importantes de las últimas décadas, tan solo salió a votar el 19% de los jóvenes entre 18 y 24 años. El resto, por diversos motivos, se abstuvo de hacerlo y permaneció en su casa o en los parques, mientras otros decidían el futuro de la nación.

En el país no hay exceso de politización de las aulas, como sostiene el Centro Democrático; por el contrario: falta formación política de los jóvenes y de sus propios docentes. Si logramos fortalecerla, nuestros hijos vivirán en un país menos corrupto y más participativo. La democracia la construimos todos al respetar las filas, al no pagar sobornos y al no evadir los impuestos; se vive en las familias, cuando respetamos la voz de nuestros hijos y promovemos la diferencia de opiniones, credos y personalidades; o en los debates con los amigos al enriquecermos y no atropellar las diferencias. La democracia es una construcción cultural y, por ello, debemos cuidarla y construirla entre todos.

El fanatismo y los dogmas son la antítesis del pensamiento crítico. Por ello hay que excluir el proselitismo y el sectarismo de las aulas, al tiempo que fortalecemos el debate político argumentado y la diversidad de ideas. Hay que defender las ideas de la Ilustración y no las del oscurantismo. Hay que fortalecer la razón y los argumentos, y no las creencias dogmáticas o la “policía del pensamiento” –como la llamó Orwell–, que tenía como propósito castigar a quienes se atrevían a cometer el “crimen del pensamiento”, que describe en su novela 1984.

Un voto libre, independiente y reflexivo ayudará a que nuestro destino sea más humano, más sensible y más feliz. Por ello, todos debemos protegernos de la enfermedad de votar a ciegas. Eso se logra con mejor formación política y no con leyes que amordazan a los docentes, la libertad de cátedra y la libertad. Ya lo tenía claro Sócrates en el siglo V antes de Cristo. Un buen texto y un buen maestro nos hacen más autónomos, al tiempo que la ausencia de educación y de lectura nos hace creer ciegamente en lo que digan los demás.

Fuente: https://www.semana.com/educacion/articulo/ley-para-promover-la-formacion-politica-en-los-colegios-por-julian-de-zubiria/603171

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Entrevista: Somos marea, las luchas feministas.

Por: 

Conversamos con Natalia Martínez sobre la metáfora de las olas del feminismo en Argentina y el mundo. La doctora en ciencia política, investigadora asistente del CONICET e investigadora del área FemGeS (Feminismos, Género y Sexualidades) del Centro de Investigaciones María Saleme de Burnichón de la Facultad de Filosofía y Humanidades realiza un repaso por la historia de los feminismos.

Por Redacción La tinta

Para ella, la metáfora de las olas del feminismo, si bien ordena, al mismo tiempo, hay que mantenerla siempre abierta. En la historia de los feminismos y hacia el interior del movimiento, hay límites difusos, porosos, siempre hubo tensiones, contradicciones y debates que van y vuelven como la marea.

“La mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos”. 
Olympe de Gouges (1748-1793)

“No deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre ellas mismas”.
Mary Wollstonecraft (1759-1797)

—¿Por qué se habla de las olas del feminismo y cuáles fueron las principales demandas de cada una?

Las feministas “de la primera ola” no se reconocieron así, fueron las feministas “de la segunda ola” las que comenzaron a nombrarse como tal, como un reconocimiento al legado de las primeras. Se reconocieron a sí mismas como parte de una historia, pero, a su vez, distintas a las de la primera ola. Como referencia, se suele citar a los ’60 en Estados Unidos: un artículo, en el New York Times del año 1968, se tituló “La segunda ola feminista”, es decir, el término ya circulaba en ese momento. Hay otra referencia también, menos conocida. Una activista irlandesa, Frances Power Cobbe, a fines del siglo XIX, ya habló de las olas del movimiento de mujeres. Dijo que la articulación de las distintas luchas, al igual que las olas, comenzaban separadas, pero terminaban acoplándose unas a otras, se iban sumando y la ola se iba haciendo cada vez más grande.

Luego, con la complejidad de las demandas y las agendas de los feminismos, lamentablemente, la referencia a “las olas” en los feminismos comenzó a tomar un cariz progresivo. Es decir, se instaló la noción de que las olas sucesivas eran superadoras de las precedentes, que cada ola era mejor que la anterior. Las olas venían a mostrar un cambio que excedía los límites de la anterior. Ahora, afortunadamente, comenzaron a aparecer lecturas revisionistas sobre este sentido progresista de la metáfora, porque uniformiza períodos históricos que son re distintos y opaca los conflictos, la variedad y diversidad que hubo en cada ola. Se termina contando un cuentito que dice: “La primer ola hizo tal cosa, la segunda, tal otra…” y así, cuando, en realidad, en todas las olas hubo de todo.


A mí me gusta la referencia a las olas del feminismo, pero entiendo que las olas van y vienen, como la marea, las olas nunca se van, sino que se mezclan y una nunca sabe cuál es cuál. Por ejemplo, creo que seguimos muy enganchadas, pensando, luchando y saliendo a la calle por problemas que escribieron y dieron cuenta las feministas de la primera ola.


Y, en relación a las demandas y agendas de cada ola, se suele englobar a las sufragistas como la primera ola, pero también hay una referencia anterior que se encuentra en la Revolución Francesa con Olympe de Gouges que escribió la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana (1791) en respuesta a la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789). Los jacobinos la guillotinaron en 1793. En la misma época, en 1792, en Inglaterra, Mary Wollstonecraftescribió un hermoso libro llamado Vindicación de los derechos de la mujer, fue la primera publicación que realizó una reflexión sistemática sobre la opresión femenina. Ella le discute a Rousseau que el maravilloso discurso de la ciudadanía, la igualdad y la libertad se caía a pedazos cuando había que pensar en la mujer.

Olympe de Gouges y Mary Wollstonecraft son individualidades. A mediados del siglo XIX, se comienza a ver más lo colectivo con la Declaración de Séneca Falls (1848) en el estado de New York. Tiene 12 puntos que hacen explícitas las demandas del período: inclusión de derechos civiles, acceso a la educación, al trabajo rentado, a la salud y, como aspiración última, los derechos políticos. Esta primera ola estadounidense estuvo muy vinculada con la lucha antiesclavista.

Para la segunda ola, las limitaciones que tuvo esta primera ola pasaron por creer que se iba a encontrar la igualdad en la ley, sin llegar a reconocer la importancia de la cultura o de la propia sexualidad, sin llegar a comprender los efectos de las diferencias raciales o de clase entre las mujeres, diferencias que hacían que la opresión fuese vivida de una manera muy distinta. Por eso, la primera ola suele caracterizarse como protagonizada por mujeres de clase media alta, blancas y educadas. Aunque eso no fue del todo así. Las increíbles declaraciones de Sojourner Truth en la Convención de mujeres de Akron, Ohio, donde interpela a lxs presentes con la pregunta: “Acaso no soy yo una mujer”, es una referencia ineludible de esa primera ola también.

Las feministas de la segunda ola son las feministas de los sesenta, en particular, reconociendo a las yanquis, aunque todas estuvieron muy inspiradas en la obra de Simone de Beauvoir, referente del feminismo francés quien escribió su obra más conocida en el ’49 (El segundo sexo). La segunda ola fue enorme, con múltiples activismos y grandes obras que han terminado siendo nuestras “clásicas”, obras increíbles -pensemos en La política sexual de Kate Millet, Dialéctica del sexo de Shulamith Firestone o Enemigo Principal de Christine Delphy-. Pero, lamentablemente, las referencias que pasaron con la tercera ola, en general, terminaron simplificándolas, reconociendo, por un lado, al “feminismo de la igualdad” y englobando ahí a las radicales, liberales, socialistas y marxistas, y, por otro lado, al “feminismo de la diferencia”, también conocido como “feminismo cultural” en EE.UU. El primero (de la igualdad) aspirando a la igualdad con los varones (por vías muy diferentes entre sí) y el segundo, a la valoración social y cultural de las diferencias que serían propias de las mujeres.

Pero, si te detenés a analizar las obras y los activismos del período, te das cuenta, rápidamente, que las fronteras no son tan nítidas (entre esos dos feminismos). Las demandas, en general, las unificaban y los análisis abrían múltiples aspectos, algunos complementarios entre sí y otros contrapuestos. Por ejemplo, si se reconocía que el rol principal de las mujeres en nuestras sociedades era su identificación como “madres” y que trabajaban de forma gratuita, invisibilizadas, en condiciones precarias, explotadas. Para cambiar esta situación: ¿se pedía al Estado reconocimiento público, licencias y beneficios sociales por maternidad? ¿o una repartición equitativa de la crianza y el cuidado de hijes entre padres y madres, o guarderías públicas? Ambas propuestas salieron de la mano de esas feministas y ambas dan cuenta de los diferentes planteamientos entre feministas de la igualdad y de la diferencia. Son planteamientos contrapuestos entre sí, que parten de premisas muy diferentes, pero que, sin embargo, conviven en sus efectos, digo, en las prácticas políticas que posibilitaron.

Y la tercera ola que, a grandes rasgos, aparece a mediados de los ’80 y llega a nuestros días, comenzó a partir de las críticas que se hicieron a esos feminismos. Se plantea que la atención se focalizó demasiado en la opresión de las mujeres por sus múltiples causas, pero no vieron que, en esta equiparación de la opresión, terminaron invisibilizando las diferencias al interior de las mujeres. Las críticas las hacen, sobre todo, feministas lesbianas, negras, feministas chicanas. Y son críticas que vienen de la mano de la crítica poscolonial y posestructuralista que ya se estaba dando en gran parte del pensamiento político y filosófico del período. Una crítica centrada en la mirada esencialista que se había filtrado cuando se definía “la opresión común” de las mujeres. ¿Quiénes eran las que definían esa opresión? ¿qué experiencias, de qué mujeres era la opresión que se privilegiaba en las perspectivas feministas?

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

“La liberación de las mujeres deberá ser encarada por ellas mismas en una lucha que arrastrará todos los vestigios anacrónicos de una vida cotidiana deshumanizada y sin alicientes. La acción revolucionaria de las mujeres, su ingreso a la historia, significará la ‘humanización de la humanidad’, por eso es la revolución más profunda, auténtica y necesaria para la realización de la especie humana”. 
(Mirta Henault, Las mujeres dicen basta, 1972)

“Somos el grito de las que ya no tienen voz”. 
(Movilización Ni Una Menos)

—¿En qué contextos históricos se fueron situando las olas del feminismo en Argentina? ¿Cuáles fueron los principales debates que han generado diferencias al interior del movimiento feminista argentino?


—En la Argentina, la primera ola se suele ubicar a principios del siglo XX, aunque también se reconoce que, antes de eso, hubo producciones literarias y algunas organizaciones femeninas, no “feministas”, que tenían sus revistas como La Camelia o el Álbum de señoritas de Juana Manso. Pero la organización colectiva y la identificación con el “feminismo”, con esa palabra, se da recién en 1900.


Aunque, antes de esto, se suele englobar, dentro de nuestra primera ola, a las anarquistas que escribieron el periódico La Voz de la Mujer -entre 1896 y 1897-. Pero, en realidad, las anarquistas estaban en la vereda de en frente de las feministas porque, para ellas, el feminismo era burgués y contrario a sus objetivos. Propugnaron la emancipación de las mujeres desde una concepción anarquista más que feminista. No les interesaba el sufragio ni cualquier otro “derecho” porque la ley era un instrumento de la burguesía. De todas formas, el feminismo argentino se ha nutrido de esa tradición, en la actualidad, está muy presente en sus orgas. Por ejemplo, el lema: “Ni dios ni patrón ni marido” viene de las anarquistas. Ellas pensaban que las mujeres obreras eran “doblemente esclavas” por su explotación en las fábricas y en el hogar como madres y esposas. Muchas de ellas pasaron a la historia del feminismo, pero, en ese momento, el feminismo estaba representado, más bien, por socialistas como Elvira López. Ella formaba parte del Partido Socialista, junto a su hermana Ernestina y otras referentes como Alicia Moreau, y fueron las que participaron en el primer Consejo Nacional de la Mujer, en alianza con las matronas, mujeres de la alta sociedad que hacían caridad desde el Estado. Desde este sector, el feminismo era un movimiento que aspiraba a la “elevación de la mujer”, en particular, desde la educación. Decían que no aspiraban a la igualdad con los varones, porque eso era imposible. Había diferencias naturales, centradas en la posibilidad de gestar, sobre todo, y en el lugar “natural” de las mujeres en el cuidado del hogar, que impedían que las mujeres hicieran lo mismo que los varones en la sociedad.

Los límites -y la potencialidad- de este primer feminismo, quizás, tengan que ver con esta visión gradualista que le imprimió el propio ideario socialista. Las transformaciones más importantes llegarían de la mano de reformas graduales, muchas de las cuales fueron posibilitadas por su militancia. Lo interesante de nuestra historia es que, a la par de este ideario, las anarquistas clamaban por la destrucción del hogar y el amor libre.

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Después de esta primera ola, que podríamos decir que termina en el ’47 cuando accedemos al sufragio, los feminismos se sostienen y diversifican. El peronismo las va a unir, aunque como opositoras. Desde el socialismo, el comunismo e incluso el anarquismo, las feministas van a salir juntas en contra del peronismo. Lo vieron, y algunas lo vivieron, como una dictadura. Pensemos que algunas fueron detenidas y otras exiliadas por el gobierno peronista. En ese sentido, el feminismo de ese período fue muy gorila -recordemos a Victoria Ocampo como una de sus principales referentes-. Por otra parte, para muchas mujeres que entraron a la política de la mano del peronismo, el feminismo era oligárquico e, incluso, imperialista. Era una moda que venía de EE.UU. Esta concepción también afectó a las feministas comunistas. Les costó mucho que sus partidos apoyaran su feminismo.

Nuestra segunda ola, que se suele ubicar en los 70’s, mantuvo bastante esta tensión, de hecho, se hizo más fuerte. Aparecen agrupaciones feministas antes de la dictadura. En 1970, la Unión Feminista Argentina (UFA) y el Movimiento de Liberación Femenina, luego Movimiento de Liberación Feminista (MLF), se formaron con activistas de clase media alta, intelectuales que viajaban y trajeron libros del feminismo radical de EE.UU sobre todo. Los traducen, los leen acá y comienzan a organizarse. La UFA replica los grupos de “consciousness raising”, que acá se traducen como “grupos de autoconcienciación”. Se juntaban de 8 a 10 mujeres a hablar de sus problemas cotidianos, para, entre todas, visibilizar su dimensión “común”, lo común de la opresión femenina.

Otros grupos también se arman desde las izquierdas, como la editorial Nueva Mujer que viene de Palabra Obrera(publicaron el libro: Las mujeres dicen basta), y, después, otra agrupación que se llamaba Muchacha que era del Partido Socialista de los Trabajadores. Todas estas grupas tienen diferencias, discusiones y rupturas en torno a un gran debate del momento: la relación entre la política y el feminismo. Así, se habla de la “doble militancia” (las que venían de partidos políticos y también eran feministas) y del “feminismo puro”. Esta división veía, en la política, una práctica patriarcal y criticaba fuertemente la jerarquía de los partidos y su injerencia en una agenda que aspiraba a ser “puramente feminista”. De todos modos, todas están cerca y se van a acompañar en un montón de iniciativas. El terrorismo de Estado tuvo sus efectos desmovilizadores en estas agrupaciones, pero, en algunas, las reuniones se van a mantener como grupos de estudio.


Ya después, en los ochenta, reaparecen algunas grupas y se arman muchas nuevas, con demandas específicas al Estado. En un clima que veía que la democracia iba a solucionar todos nuestros problemas, las feministas irrumpieron participando en política desde una concepción muy diferente a la que se tenía en los ’70.


Se multiplican los frentes con activistas peronistas, de las izquierdas y las feministas de antes (el MLF pasa a llamarse Organización Feminista Argentina OFA). Una demanda importante fue la patria potestad compartida, se hace una comisión en 1980 y, en el ’83, se forma el Tribunal Contra la Violencia hacia la MujerLa mítica Multisectorial de la Mujer encuentra a feministas, políticas, sindicalistas, amas de casa y a las Madres de Plaza de Mayo. Luego, todas ellas son las que van a organizar el primer Encuentro Nacional de Mujeres en el ’86, inspirado a nivel internacional por los procesos que se fueron abriendo desde la primera Conferencia Internacional de la Mujer que se hizo en el ’75 y la segunda que se hizo en el ’85. También por los Encuentros Feministas Latinoamericanos y del Caribe (EFLAC) que comenzaron a hacerse desde 1981. Todos estos eventos tuvieron mucha influencia en los feminismos latinoamericanos y en Argentina también.

Nuestra tercera ola empezaría a verse en los noventas, con un fuerte quiebre tras el 2001. O, quizás, el 2001 fue la precuela de nuestra cuarta ola. Todavía faltan análisis que den cuenta de cuáles fueron los ejes principales de nuestra tercera ola y si llegamos a estar ahora en presencia de una cuarta. A modo de hipótesis, algunas aproximaciones dicen que la irrupción de lo popular en los feminismos marcaría una cuarta ola, pero esto ya sucedió en el 2001.

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Recordemos que, en los 90’s, uno de los ejes del gobierno neoliberal fue recortar la gestión pública y tercerizar las políticas sociales desde las ONG’s. En ese período, se multiplicaron las ONG’s feministas con financiamiento de organismos internacionales que sostuvieron políticas públicas dirigidas a las mujeres. Esto fortaleció y amplió la agenda de los feminismos. Se organizaron un montón de redes, se financiaron muchos eventos que conectaron a los feminismos en la región. Muchas demandas llegaron al Estado, incluso, de la mano de feministas que se comprometieron en la gestión de gobierno. Pero muchas fueron críticas de este proceso. Sostuvieron la necesidad de autonomía frente al Estado y los financiamientos internacionales porque llegaron a tener mucha injerencia en las agendas feministas y en la propia militancia. Criticaron que, en las ONG’s, el activismo se transforme en un trabajo rentado y que sus “directoras” tomen la voz por todo el movimiento sin mediar instancias de representación democráticas. Este proceso se dio en toda la región y llegó a ser un eje de discusión que opuso a los feminismos entre sí y los desmovilizó bastante. En otro punto, habilitó un cierto cuidado y una llamada de atención, tanto para pensar el modo en que los feminismos se vinculaban con el Estado así como sobre los modos en que se gestionaban sus recursos y se organizaban sus activismos.


Y la crisis del 2001 fue un sismo para todo el país y para los feminismos también. En particular, en el Encuentro Nacional de Mujeres 2003, que se hizo en Rosario, se llenó de organizaciones populares, de mujeres piqueteras y se hicieron visibles las diferencias de clases y las prioridades entre los feminismos. Frente a la disputa entre autónomas e institucionalizadas de los noventa, apareció la potencia de lo que se venía nombrando como “movimiento amplio de mujeres” y la necesidad de que el feminismo abriera su agenda a los problemas estructurales que estaban afectando al país. Fue un proceso que no sólo afectó a los feminismos, sino a muchos movimientos sociales.


En este sentido, los gobiernos de Néstor y Cristina, y el modo en que se abrieron e implicaron en la agenda de los movimientos sociales, también afectó a los feminismos. En particular, desde su vínculo con el movimiento de Derechos Humanos. Desde entonces, se han producido grandes cambios, otras sensibilidades y articulaciones entre activismos -políticos, populares, barriales, sexuales, académicos, institucionales- y se ha fortalecido un montón la movilización feminista en las calles. Aunque no se puede negar la masificación increíble que se generó desde el 2015 con el #Ni Una Menos y, más recientemente, con la reactivación de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, se trata de un proceso que es necesario comprender desde sus condiciones de posibilidad.

Los feminismos tienen más de un siglo de historia en nuestro país. En este marco, hablar de una cuarta ola, quizás, tenga sentido para entender una nueva dimensión que está dada por el increíble ingreso de pibas, pibes muy jóvenes, al feminismo, un ingreso que no sólo retoma lo que ya estaba sucediendo en los feminismos, sino que le imprime una potencia y vertiginosidad muy particular. Las redes sociales son un aspecto central (quizás, también, un límite). Pero también lo es la pregnancia, la facilidad con la que se reconocen como feministas, como si ya no hubiera necesidad de recorrer todas las olas porque ya las llevan puestas y van para adelante. Y acá, aunque se me pone la piel de gallina con todo esto que está pasando, no dejo de ver que hay un riesgo, porque, por ahí, lo difícil es habitar al feminismo en toda su complejidad, reconociendo sus antecedentes, su pluralidad constitutiva y, al mismo tiempo, hacer frente a sus múltiples implicancias, que no sólo afecta a las mujeres, ni siquiera a “las mujeres, tortas, travas y trans”.

Abre un horizonte emancipatorio radical y, acá, no me refiero a la UCR ni a las feministas radicales yanquis. Digo “radical” en el sentido de una transformación de toda la sociedad, desde la raíz, en lo personal y en lo político. De eso se trata cuando se dice que: “La revolución será feminista o no será”. No es soplar y hacer botella. El feminismo nos atraviesa desde todas las fibras, a su tiempo, y requiere una atención y un cuidado especial. De ahí es que creo que está bueno prestar especial atención a todas sus olas, aprender de sus vaivenes. Si la marea feminista nos alcanzó, será momento de zambullirse y disfrutar.

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

*Por Redacción La tinta / Imagen de portada: Eloisa Molina para La tinta.

Fuente: https://latinta.com.ar/2019/02/somos-marea-las-luchas-feministas/

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“Le pude encontrar un sentido social al femicidio de mi mamá”

Entrevista/Presseza

Entrevista a Mara Avila, directora del documental “Femicidio. Un caso, múltiples luchas”, en el que cuenta el asesinato de su madre, María Elena Gómez. “No es sólo el caso mío o el de mi mamá. Es una situación que involucra a muchas mujeres y a muchas disidencias”, describió.

Por Enrique de la Calle

APU: Es la directora del documental “Femicidio. Un caso, múltiples luchas”, que entre otras cosas se refiere al asesinato de tu mamá, María Elena Gómez. Cuéntenos un poco de ese caso. 

Mara Avila: Lo que motivó el documental tiene que ver con ese hecho. Mi mamá fue asesinada por su pareja (Ernesto Jorge Narcisi) el 19 de julio de 2005, en Puerto Madero. En 2007 fue el juicio, donde fui testigo y querellante. Le dieron 9 años y después le bajaron la condena a 8. Fue catalogado como “homicidio simple” y la prensa habló de “crimen pasional”. Eran otros tiempos.  El documental parte de ese hecho para hacer un recorrido en primera persona, de lo que fue mi vida luego de esa tragedia. Soy un personaje en el relato y en la vida real. Quería hacer visible ese recorrido para poder contar qué pasa con las llamadas víctimas colaterales de un femicidio.

APU: ¿El proyecto de documental nació mientras estudiabas Ciencias de la Comunicación en la UBA?

MA: Fue mi tesina de grado. Empecé a trabajar en el proyecto en 2014. Luego, conseguí un subsidio del INCAA y terminé de darle forma.

APU: Imagino que fue todo un proceso encarar el documental, volver sobre esa tragedia personal que le tocó enfrentar. 

MA: El documental habla de muchas cosas, pero entre otras cosas habla del duelo, de lo que supone hacer un duelo. Yo le encontré un sentido social a la tragedia, un sentido colectivo y político. Eso me ayudó a enfrentar ese duelo. Mientras hacía el documental me fui curando. Ese proceso se va cerrando ahora, con el estreno del documental (será el jueves 7 de marzo, en el cine Gaumont).

APU: El documental incluye escenas que tienen que ver con el movimiento de mujeres y las diferentes marchas contra la violencia de género. ¿Se trata de pensar la tragedia personal en un contexto social más amplio?

MA: Filmamos una escena el 8 de marzo de 2017, frente al Congreso nacional. Hicimos un presente por mi mamá, levantamos una pancarta que decía “Vivas nos queremos”. Después marchamos desde el Congreso a Plaza de Mayo. No vamos a spoilear, como dicen ahora, pero hay otras escenas relacionadas. También está incluida la idea de la lucha como felicidad, como proceso de sanación, personal y colectivo. Ese cruce está presente en el documental, que justamente se llama “Femicidio. Un caso, múltiples luchas”, que es un nombre que no me termina de gustar (risas), pero tiene sentido en ese cruce entre lo personal y lo colectivo. No es sólo el caso mío o de mi mamá. Es una situación que involucra a muchas mujeres y a muchas disidencias. Parte de esa lucha que viví yo, también tiene que ver con comprender que el caso de mi madre, por ejemplo, no era un “crimen pasional” sino que se trataba de un femicidio, con todo lo que eso implica.

APU: ¿Qué fue lo que más destaca del proceso que vivió al filmar el documental?

MA: Es un documental en primera persona, con bastante exposición de mi persona. Es una narradora que cuenta la historia y que está presente, tal vez demasiado. Puse el cuerpo y me expuse. Espero que eso pueda servir a otras personas que están viviendo una situación similar. Tiene unas escenas de danza, también, para dar cuenta de que todo este dolor pasa por el cuerpo. Y tenemos que hacernos cargo. Me gustaría que el documental genere una reflexión sobre diferentes temas: la justicia machista, el rol de los medios, qué pasa con el proceso de duelo, qué pasa con las familias cuando un tema se vuelve tabú. Entender también que son tragedias personales y a la vez colectivas. El documental tiene muchos aspectos que pueden generar reflexión. A mi, el documental me sirvió para sanar.

APU: El documental se estrena comercialmente en el Gaumont el próximo jueves (estará del 7 al 13 de marzo, a las 19:45hs). Supongo que tiene ganas de que la película también circule de otro modo, más militante tal vez, para alentar otro tipo de discusiones y reflexiones. ¿Es así?

MA: Quiero que circule de las dos maneras. Me interesa que esté en el circuito comercial, porque costó mucho esfuerzo hacerlo, y no hablo sólo de lo económico. Además, ese circuito te permite que llegue a otro público, porque entre la militancia tenemos en claro cuál es nuestra lucha. Me gustaría interpelar a otros públicos. Por eso también quiero mandar la película a festivales. Quiero que la película circule mucho para que pueda generar diferentes debates.

APU: Pasó un tiempo desde el femicidio de su madre. ¿Cambió algo en este tiempo en relación a la violencia contra las mujeres?

MA: Falta mucho por hacer, aún hoy el Estado invierte 11 pesos por mujer. Es nada. No están funcionando las políticas públicas. Hay que trabajar mucho en educación y prevención, hay que trabajar más con niños, niñas y adolescentes. Entre los aspectos positivos está la aprobación de la ley Brisa, que establece un resarcimiento económico para hijos y hijas de víctimas de violencia familiar o de género. Para el que no lo sepa, lo puede recibir a través de la ANSES. Se incorporó la figura penal de femicidio en 2012, pero todavía falta para que la justicia tenga una mirada menos machista. El movimiento de mujeres logró visibilizar muchas situaciones, es un avance increíble, pero a nivel Estado y Justicia falta mucho.

Fuente de la Entrevista: https://www.pressenza.com/es/2019/03/le-pude-encontrar-un-sentido-social-al-femicidio-de-mi-mama/
Fuente de la imagen: APU
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