Page 92 of 409
1 90 91 92 93 94 409

La Nostalgia: Una mirada educada. Ensayo

Por: Diógenes Enrique Álvarez

Este ensayo, transita por un sendero entre la memoria, el olvido y la nostalgia. Transita lo esencial del Ser y la vitalidad con la idea de recuperar para la memoria y alejar del olvido las circunstancias del mundo de vida interior de quienes se atrevan a leer y releer los episodios atesorados como los recuerdos en esos viejos baúles y arcadas de las viejas casas maternas. Se ha nutrido de vivencias evocadas desde el recuerdo en procura de aproximar al lector a esa posibilidad de recrear sus propias nostalgias.

He utilizado la película Cinema Paradise de Giuseppe Tornatore como referencia y para el ejercicio de evocación, los elementos de la hermenéutica de la distancia para darle la necesaria comprensión del texto. Naturalmente, también he acompañado este ejercicio de los aportes de la narratología.

Todo tiene que ver con la idea de cómo el tiempo va diluyendo las circunstancias del Hombre y la manera como lo que no fue, no tiene manera de volver. La segunda década del siglo veintiuno está a punto de terminar y al igual que la primera década, va dejando circunstancias, hechos, momentos, lugares que se alojaran en la memoria y el imaginario de cada uno de nosotros. Igual pasó con el pasado siglo veinte y la memoria de sus décadas. La memoria es frágil y el tiempo tiende a desdibujar lentamente aquellos trazos que cada uno de nosotros fue construyendo a lo largo de la vida.

Algunos aspectos de la vida, esa vida, azarosa, tormentosa o sosegada y quieta, transitan el espinoso tema del olvido. No en vano, olvidar para tranquilidad del tiempo, parece una preocupación del Ser. Sin embargo, cuántos lugares o momentos no hay que están impregnados de nostalgia. Es casi imposible rastrear alguna frase o palabras al viento, pero alguien dijo que lo que uno extraña, no es el tiempo que pasó, sino aquellos lugares donde uno estuvo.

Y Hablando de lugares nos encontramos con aquellas casas viejas y casi derruidas abandonas por sus querencias y azotadas por el tiempo. Aquella casa materna de tejas y portón amplio que tantas veces nos permitió extrañar a aquellos lugares secretos de la vida interior. Aquellas paredes testigos de todas las intimidades, todos los sueños, alegrías, anhelos, suspiros, lágrimas y despedidas.

Aquellas amistades que una a una se fueron tejiendo a la luz de los encuentros de la cotidianidad, de las tardes en la plaza y las mañanas en la escuela. La complicidad infantil y la temeridad adolescente fueron desplazándose tenuemente hacia el olvido, hasta que algo lo trae de la memoria y lo rescata del olvido.

Hoy me ha tocado vivir un episodio de nostalgia que ha creado una sensación casi indescriptible. Asociar cada evento con un hito del pasado; rememorar, no el tiempo ido, sino aquellos lugares que aún se mantiene en pie, en la memoria, a salvo del olvido. No es posible evitar las sensaciones, ellas van dejando una estela de haber vivido y de traer de vuelta lo que fue y no podrá ser.

Caminar por las calles del pueblo, entre el umbral de la medianoche y el amanecer es una imagen realmente nostálgica; el silencio cómplice va dejando atrás la huella sonora de unos pasos lentos y tímidos. Ver en el horizonte siluetas que los faroles van dibujando en un lienzo imaginario que se desvanece con la suave brisa en un continuo ir y venir.

También la nostalgia es ese dolor que se siente cuando en retrospectiva uno ve, como en una secuencia fotográfica aquellos amores que se perdieron por miedo o timidez. Es ese dolor que hace de la fidelidad el motivo más puro de amor.

El poeta Jorge Luis Borges, decía que cuando uno se encuentra con una persona equivale a una despedida posible, ya que uno puede no verla más. Es decir, que estamos diciéndole adiós a las personas y a las cosas, a los lugares, a los rincones, continuamente. Y esto no lo sabemos o nos negamos a aceptarlo.

Por eso cada instante que se acaricie a alguien con la mirada, se toque los labios o recorra desde la frente hasta la mejilla con los dedos a alguien, hay una despedida posible y no es justo que lo ignoremos, pero lo hacemos. Por eso digo que cada instante al lado de las querencias y de los afectos que reposan en ese altar, es como soñar. Y si es así, siempre hay que rogar para no despertar.

Es nostalgia aquellos besos robados y discretamente consentidos, aquel roce de labios almibarados, tan fugaces como las miradas que escrutaban los encuentros furtivos, aquellas manos sudorosas que no daban tregua a los nervios.

Pues bien, después de tres décadas he vuelto a mirar Cinema Paradise, una película franco-italiana del género melodramático, estrenada en 1988, cuyo guion y dirección corresponde a Giuseppe Tornatore, y probablemente tuve la oportunidad de verla en algún cine de mi pueblo natal alrededor de los años noventa.

La primera versión que tuve la oportunidad de mirar era una versión con una duración de 1:58:01, entiendo que es la más corta, y por los cortes que de alguna manera dejaban sin conexión aparente ciertos episodios, deduzco que tuvo razones relacionadas con mejorar su impacto en el público.

Luego, gracias a la era digital he visto una versión que se corresponde con el original, con una duración de 2:53:32, cuya secuencia inevitablemente permite profundizar aún más en el alcance del largometraje. Este drama retrata no solo, una Italia de la postguerra, sino que desnuda un mundo lleno de matices románticas.

El argumento que se va tejiendo se ambienta en Roma, en los años ochenta; trata de un famoso director italiano, Salvatore Di Vita, quien luego cambia su nombre, vuelve a su casa bien entrada la noche, y su novia del momento, dormitada en su cama le dice que su madre llamó para decirle que alguien llamado Alfredo ha muerto.

Salvatore no ha estado en su pueblo natal de Giancaldo, Sicilia, en treinta años. Mientras su novia le pregunta quién es Alfredo, Salvatore reconstruye cada episodio de su vida. Como en un guion cinematográfico, comenzó a empalmar una película.

Y las imágenes que recalan en su mente, parte de los aciagos años después de la Segunda Guerra Mundial. Salvatore, de seis años, es el hijo travieso e inteligente de una viuda de guerra. Apodado Totó, descubre su amor por las películas y pasa cada momento libre en el cine local Cinema Paradiso. Aunque empiezan inicialmente en términos tensos, desarrolla una amistad con el proyeccionista, Alfredo, quien se convierte en su figura paterna y a menudo le permite ver películas desde la cabina de proyección.

Durante los espectáculos, el público abuchea cuando faltan partes de las películas, aquellas escenas románticas donde los personajes se besan. El sacerdote local había ordenado que estas secciones fueran censuradas, y las escenas cortadas se apilan en el piso de la sala de proyección. Al principio, Alfredo considera a Totó como una plaga, pero finalmente enseña a Salvatore a operar el proyector.

El montaje termina cuando el cine se incendia mientras Alfredo proyectaba Los bomberos de Viggiù, en la pared de una casa cercana. Salvatore salva la vida de Alfredo, pero no antes de que un carrete explote en la cara de Alfredo, dejándolo permanentemente ciego. El Cinema Paradiso es reconstruido por un ciudadano, Ciccio, quien invierte sus ganancias obtenidas en la lotería. Salvatore, todavía un niño, es contratado como el nuevo proyeccionista, ya que él es la única persona que sabe cómo manejar las máquinas.

Alrededor de una década más tarde, Salvatore, ahora en la escuela secundaria, sigue operando el proyector en el «Nuovo Cinema Paradiso». Su relación con el ciego Alfredo se ha fortalecido, y Salvatore a menudo busca ayuda, consejos que a menudo Alfredo dispensa citando películas clásicas. Salvatore ha estado experimentando con el cine, usando una cámara de cine en casa filma y conoce a Elena, hija de un banquero rico. Salvatore persigue y gana el corazón de Elena, sólo para perderla debido a la desaprobación de su padre.

Mientras Elena y su familia se mudan, Salvatore abandona la ciudad para ir al servicio militar obligatorio. Con la ilusión de que serían solo diez días, por una excedencia prometida por ser huérfano de guerra. Sus intentos por escribirle a Elena son infructuosos, sus cartas se devuelven como no entregadas. Luego de un año llega la excedencia y lo que era ya no parece ser. Y Los lugares ya parecen extraños.

Al regresar del ejército, Alfredo insta a Salvatore a dejar Giancaldo permanentemente, aconsejando que el pueblo le es muy pequeño para que pueda encontrar sus sueños. Por otra parte, el anciano le dice, una vez que se vaya, debe perseguir su destino con todo corazón, sin mirar atrás y nunca volver, ni siquiera a visitarlo; Nunca debe ceder a la nostalgia o incluso escribir o pensar en ellos. Se abrazan con lágrimas, y Salvatore abandona la ciudad para seguir su futuro, como cineasta.

Salvatore ha obedecido a Alfredo, pero regresa a casa para asistir al funeral. Aunque la ciudad ha cambiado mucho, ahora entiende por qué Alfredo pensó que era importante que se fuera. La viuda de Alfredo le dice que el viejo siguió los éxitos de Salvatore con orgullo, y le dejó algo: un carrete de película sin etiqueta y el viejo taburete que Salvatore usaba para operar el proyector. Salvatore se entera de que Cinema Paradiso va a ser demolido para dar paso a un estacionamiento. En el funeral, reconoce los rostros de muchas personas que asistieron al cine cuando era el proyeccionista.

Al regresar a Roma, Salvatore, mira uno de los dos regalos que ha dejado para él. Un carrete de cine y descubre un montaje muy especial. Contiene todas las escenas románticas que el padre Adelfio había ordenado cortar de las películas. Eran aquellos carretes que le había prometido que le regalaría cuando era un niño; Alfredo había empalmado las secuencias hasta formar una sola película.

Visto así, podemos releer la trascendencia de la nostalgia que Nuovo Cinema Paradiso evoca y mirar con otra perspectiva la manera como se conecta con un nuevo espectador marcado por la distancia. Esto es una interpretación a la distancia, entre aquella primera lectura y esta otra.

En Salvatore, y sus tres momentos, de niño, de adolescente y de adulto hay tres estaciones nostálgicas: El primero tiene que ver con el mundo mágico que él creo a través de las imágenes que lo rodean, también con del imaginario en torno a manera de conectar lo real con la ficción. Un segundo Totó, adolecentes, conectado con su maestro y la realidad, esa realidad que lo lleva a las grandes decisiones. Salvatore adulto, en un viaje retrospectivo hace las paces con su pasado con lágrimas en los ojos

En Alfredo, concurren tres momentos: Un primer momento visto desde la figura de maestro, la profundidad de sus lecciones metafóricas. Un momento transicional mostrado a través de una línea de tiempo entre el cine mudo los adelantos tecnológicos y la muerte del cine como centro de la vida social y finalmente, la ceguera, como metáfora que impulsa a su joven discípulo. ¡No vuelvas jamás y no me visites Tú estás más ciego que yo, expresa Alfredo.

En Elena adulta, encontramos que no hay vuelta atrás. El tiempo hizo su trabajo. Entre la memoria y el olvido, se impuso el olvido y la memoria se reduce a tenues recuerdos de un amor que realmente no murió allí.

En cinema paradiso, la imagen que detona todo un océano de nostalgia allá y aquí se resume en la implosión de las paredes del viejo y derruido cinema paradiso. Al caer, cayó lo que realmente produce nostalgia, esta vez, no el tiempo, sino los lugares. Terminamos extrañando los lugares y desde allí toda esa sensación extraña de vacío existencial.

Si nostalgia es la consecuencia de la suma de dos vocablos: nostos, que puede traducirse como regreso, y algos, que es sinónimo de dolor. Esa será la nostalgia que se produce cuando ya los lugares no existen y la memoria no le da tregua al olvido.

Fuente: El autor escribe para el Portal Otras Voces en Educación

Comparte este contenido:

El Coronavirus más allá del Coronavirus: umbrales, biopolítica y emergencias

Por: Emiliano Terán Mantovani.

 

Para el 19 de marzo de 2020, la pandemia global del Coronavirus (COVID-19) se aproximaba rápidamente a los 250 mil casos (220.313), registrándose el fallecimiento de 8.980 personas, lo que representa el 4,07% del total de estas cifras.

El asunto crítico general con el COVID-19 no es tanto su tasa de mortalidad, sino su ritmo de contagio especialmente acelerado (fácilmente de persona a persona), lo que se convierte en algo delicado en un mundo globalizado, alta y velozmente interconectado. Esto nos ha puesto ante un escenario de potencial contagio masivo a escala planetaria (¿cuántos más podrían contagiarse en el mundo?) que, por un lado, tendría un alto costo en vidas humanas (principalmente personas de la tercera edad) y, por el otro, profundizaría la precariedad e insostenibilidad de la vida cotidiana en la actual globalización tardía y descompuesta.

No sólo colapsan sistemas de salud de las más “desarrolladas” economías del mundo (como en el caso de Italia), sino que también se paraliza buena parte del comercio internacional y doméstico (debido a las restricciones impuestas para frenar la pandemia), generando cierre de fábricas y empresas, crecientes despidos, derrumbe de las proyecciones económicas por países, entre otros. Los efectos interconectados se han traducido en cosas como el desplome del valor de las monedas, la caída de la demanda de petróleo (sin precedentes) y de los precios; o el derrumbe de las bolsas de valores internacionales (Dow Jones registró a mediados de marzo la segunda peor caída de su historia).

La actual pandemia podría causar más daño, o bien podría ser superada. No lo sabemos hasta el momento. Pero parece que todo esto que está ocurriendo, nos dice muchas cosas más. Por eso también necesitamos tratar de interpretar qué expresa esta pandemia, más allá de ella misma; qué significado tiene en este preciso tiempo (geo)político; qué nos dice del particular mundo que hoy enfrentamos.

 

Tiempo de umbrales: el Coronavirus es síntoma y punto de inflexión

Imagen: Sarah Grillo/Axios.

Todos los ojos, las conversaciones, las angustias y debates están sobre la pandemia global del COVID-19. Pero tenemos que hablar de más cosas que se articulan con ella. La pandemia se inscribe en un proceso histórico del capitalismo contemporáneo: estamos ante las pandemias de la globalización neoliberal, que han venido incrementándose y sucediéndose desde las décadas de los 80-90s. La del COVID-19 es apenas una pandemia más de una particular lista que, en un grado u otro, han constituido amenazas para la humanidad, pero también advertencias. El SARS-CoV en 2002, la llamada “gripe aviar” (H5N1) en 2003, la porcina (H1N1) en 2009, el Síndrome Respiratorio de Medio Oriente (MERS-CoV) en 2012, el ébola en 2013 o el Zyka (ZIKV) en 2015. A decir del que fuera Subdirector General de la OMS para Seguridad Sanitaria, Keiji Fukuda, al sortear estas pandemias, “sentimos que hemos esquivado una bala”. Pero aún, en la actualidad, seguimos jugando con nuestra suerte.

Sin embargo, la emergencia de estas pandemias de la globalización no tiene nada de ‘desastre natural’ o de un ‘hecho fortuito que tarde o temprano tenía que pasar’. Más bien son el resultado del avance neoliberal de mercantilización de la vida y ocupación de nuevas fronteras ecosistémicas de las últimas décadas: agricultura y avicultura intensivas e industriales (que propiciaron la gripe aviar), comercio de animales salvajes y exóticos (como ocurre en China), manipulación genética, expansión del turismo depredador, deforestación, abusos en el consumo de antibióticos, por mencionar ejemplos. Factores como estos se potenciaron con una forma transnacional de transmisión, posible por la expansión de las interconexiones de la movilidad humana y de mercancías, el extraordinario crecimiento de las ciudades, la precarización de los sistemas de salud pública, entre otros.

Este sistemático avance degradante y depredador del capital, durante las últimas décadas, sobre las fronteras de la vida, sobre los límites del planeta, pero también sobre los sistemas e instituciones de asistencia social, ha venido agravando no sólo la incidencia y rasgos de fenómenos globales como estos, sino también la situación de insostenibilidad del sistema globalizado actual. Por mencionar un ejemplo ilustrador, el derretimiento de glaciares de vieja data, debido al cambio climático, podría liberar virus de 15.000 años de edad, los cuales son desconocidos por la ciencia y se ignora su nivel de letalidad.

El particular tiempo en el que surge la pandemia del COVID-19 es un tiempo revelador, que nos muestra una serie de eventos límites que en realidad están concatenados, como los incendios en la Amazonía, los incendios de Australia o el hecho que 2019 haya sido el segundo año más caliente registrado. Los ecosistemas alcanzan umbrales, en los cuáles se abre un proceso sistémico en el que se desarrollan nuevas propiedades, se generan cambios repentinos y acelerados, que van a modificar las dinámicas socio-ecológicas tal y como las conocemos en la actualidad. Los años 2019-2020 nos están mostrando con mucha más claridad esto.

Y estos umbrales no son sólo ecológicos. Todo el sistema, que articula sintéticamente las dimensiones económica, cultural, social y política, con las redes y tejidos de la vida ecológica, se estremece desde muy adentro, desde lo más profundo. Por eso la pandemia del COVID-19 aparece como un detonante fundamental de una próxima y muy probable recesión económica global, la cual está conectada históricamente con la crisis económica 2008-2009 (que ha marcado nuestro tiempo reciente), pero también con la crisis sistémica desarrollada desde la década de los 70s del siglo XX, e incluso con la crisis de la civilización moderno-occidental. La pandemia del nuevo Coronavirus es un síntoma más de la crisis civilizatoria que nos atraviesa.

¿Tiene entonces el COVID-19 y la pandemia que ha desatado, algo de particular, algo de diferente en relación a las anteriores pandemias globalizadas? Sí. Es cierto que se habla mucho menos de cómo la hepatitis viral mata en el mundo 1,3 millones de personas al año; cifra similar se da con los accidentes de tránsito (si, ¡el carro mata!) y las enfermedades diarréicas (que sufren principalmente los sectores más pobres de la sociedad), por mencionar ejemplos dramáticos. Pero estamos ante otro ritmo de contagio, de ‘viralidad’, que aunque mata fundamentalmente a sectores específicos de la sociedad (como la gente de la tercera edad), en realidad no deja nada ni nadie por fuera de ella. Se escurre por cualquier vía que el humano transite. Así que, logra incorporarlo todo a su dinámica. Su potencial masividad (y ya hoy, con 200 mil infectados, es masivo) satura todo: satura los sistemas e instituciones médicas, satura la política y los medios de comunicación, satura la percepción de amenaza y muerte, satura la movilidad y la interacción social, satura al Estado y al poder.

Claro que hay desigualdades de clase, de género, raciales, que determinan quienes sufren más y primero esta pandemia. Pero esto desborda lo que el propio sistema de poder y privilegios puede controlar. Deja al desnudo los simulacros del poder. Ya no hay nadie que pueda “ver desde afuera” esto, así que el nivel de interpelación es máxima. Paradójicamente el capitalismo, con su dinámica devoradora, extractiva y mercantilizadora, infecta sus propias rutas comerciales, sus mercados, sus instituciones. Inviabiliza el necesario movimiento expansivo del capital. El nivel de contradicción es también el máximo.

A diferencia de un siglo atrás, cuando la ‘Gripe Española’ mataba unas 50 millones de personas, la pandemia actual del COVID-19 emerge ante un sistema global que es mucho más frágil que antes, mucho más inviable. Somos más vulnerables que nunca. Parece quedar claro que se ha abierto una puerta que nos dice que ya las cosas no serán como antes. Y esto también parece revelarnos que, del mismo modo, transitamos hacia una nueva gestión y organización del sistema. Ahora sí, ¿fin de la globalización?

 

Pandemia COVID-19: bio-política de la ‘emergencia’ y sus paradojas

Imagen: Reuters

La saturación máxima que provoca la pandemia del COVID-19 ha generado diferentes respuestas de los Estados, cada una con resultados diferentes (pensemos en los casos de China, Corea, Italia o España). Lo que vemos desarrollarse, en general, es la progresiva adopción de estrictas medidas de cuarentena por parte de los Estados a nivel mundial, sostenido por una advertencia por parte de expertos y asesores científicos de que el virus alcanzará a buena parte de la población mundial, y de que la vida social en el planeta será notablemente trastocada por muchos meses.

Esto claramente allana el camino para la consolidación de lógicas de una situación extraordinaria o de emergencia, que permite poner en suspenso la democracia y sirve de pilares a la normalización y permanencia de regímenes de excepción. Es la bio-política en su máxima expresión, que ya venía precedida de normativas de emergencia y nuevas doctrinas de seguridad nacional, formas de militarización de la sociedad y los territorios, generalizadas al conjunto de la población en nombre de la ‘lucha contra el terrorismo’, el narcotráfico y el crimen organizado, grupos armados irregulares, contra el desborde de la migración y contra el ‘vandalismo’ en las protestas (recuérdese el año pasado en América Latina la relación entre protestas y estados de excepción). Y valga la pena añadir: estas lógicas están también en consonancia con el auge de las extremas derechas en varias partes del mundo, que desde patrones racistas y nacionalistas, pueden adjudicar la situación a ‘infecciones extranjeras’, una política migratoria permisiva y la necesidad de economías autárquicas (de nuevo, ¿otro factor para decirle adiós a la globalización?).

Férreos y drásticos controles sociales en el caso de China, Taiwán, Japón, Corea y posteriormente y menor medida Italia y España, se han expresado en cosas como la prohibición oficial de salir de casa; el establecimiento de reportes por persona (nombres, temperaturas corporales, movimientos y viajes, contactos con personas, etc) para luego ser procesados en forma de ‘Big Data’; la realización de tests express que, por ejemplo para el caso de Corea, suponía realizar a una persona un raspado nasal en un ‘drive in’ para determinar si la persona estaba infectada; entre otras medidas, que en casos como el chino, incluyeron el uso del ejército.

Pero precisamente, por esta dinámica de saturación máxima de la pandemia del COVID-19, se presenta una primera paradoja que conviene resaltar: el éxito que ha tenido China para detener el crecimiento del contagio ha abierto canales de legitimación a esta bio-política de alta intensidad (¡mirad el ejemplo chino!). El arrinconamiento societal que genera la posibilidad de un desbordamiento de la pandemia global puede hacer ver plausible y viable una sociedad de control bajo estos criterios de bio-seguridad. Así que esto nos pone ante un escenario no sólo de imposición política sino de un cierto consentimiento de un sector de la sociedad. Pero, ¿qué alternativas existen a este formato de gobernanza biopolítica, en este contexto pandémico?

Si el transitar de la crisis civilizatoria nos ha llevado a este tiempo de umbrales, de eventos extremos, de emergencia permanente (recuérdese la ‘emergencia climática’), ¿nos dirigimos hacia un capitalismo administrado como un ‘capitalismo del desastre’ permanente? ¿Cómo podría funcionar la democracia (o su posibilidad) en un régimen como ese?

Hay una segunda paradoja o tensión a resaltar: la política de estrictas medidas de cuarentena es absolutamente contraria a la necesidad de movilidad y dinamismo que tienen los mercados. El encierro social es una necesidad pero a la vez es un suicidio económico para el capitalismo. Los gobiernos del mundo se debaten entre la debacle epidemiológica y la económica. Y aquí cabe resaltar la que hasta hace unos días fuese la política del Gobierno británico liderada por Boris Johnson, ante la pandemia de COVID-19: una especie de bio-liberalismo, ‘dejar hacer, dejar morir’. Sir Patrick Vallance, Jefe de los asesores científicos del gobierno, anunciaba para la cadena Sky News el pasado 13 de marzo, que había que lograr la “inmunidad del rebaño” dejando que el 60% de la población británica se contagiara con el COVID-19, sin colocar mayores restricciones sociales a la movilidad y la actividad. Esto supondría que unos 40 millones de personas deberían como mínimo contagiarse a lo largo del tiempo para lograr dicho objetivo, estimando el Gobierno que al menos el 1% moriría (unas 400.000 personas).

Esta escalofriante política ponía de relieve, de forma descarnada que, en realidad entre el resguardo de la vida y el crecimiento del PIB, el gobierno de Johnson prefiere lo segundo –y ya ha dicho recientemente que “haría lo que fuese” para proteger la economía del Coronavirus. Pero sobre todo, revela una forma instrumental de representar la vida de millones de seres humanos, dentro de la categoría cuantitativa de  ‘población’. Tanto los regímenes de férreo control como estos bio-liberalismos, comparten esta noción instrumental de la vida humana, en la cual esta se traduce en un número funcional: 50.000, 500.000 o 5.000.000 de personas; 0,5; 5% o 15%. Todo depende de para qué sirva o no sirva. ‘Población’ borra rostros, historias personales, diversidades, para ser simplemente asunto operativo de Estado. Pero en todo caso, lo resaltante es que se mantiene la premisa biopolítica foucaultiana de “hacer vivir, dejar morir”, ahora en el marco de un tiempo de eventos extremos. Para este bio-liberalismo, lo que se revela es una lógica socio-darwinista de abandono a la muerte (‘a su suerte’) de una parte de la sociedad (seguramente, la parte más anciana y enferma).

Esto nos lleva a una tercera y última paradoja que nos gustaría destacar: la decisión estatal de quiénes se confinan, quiénes trabajan, quiénes viven y quiénes mueren en este tiempo de umbrales está en clara contradicción con las pulsiones de vida que se expresan desde abajo. Si hemos dicho que el encierro, la cuarentena, es una necesidad, al mismo tiempo esta es socialmente insostenible en el tiempo. Para los miles de millones de precarizados del mundo, es inmediatamente inviable. Para otros, representa una parálisis de anhelos, sociabilidades, descontentos, proyectos. Parálisis que se da justo cuando millones en el mundo se habían estado movilizando por el hartazgo de la situación en sus países (recordemos Chile, Irak, Libano, Hong Kong, Ecuador, Catalunya, etc). ¿Qué ruta pueden seguir estas pulsiones? ¿Pero qué pasa también con esos otros que se rehúsan a ser los daños colaterales, las bajas estadísticas de esta bio-política de la ‘emergencia’ (que pudiesen ser nuestros abuelos, los sabios, los maestros de la comunidad, o bien nuestros hermanos o colegas, afectados por una u otra enfermedad)?

Difícilmente la parálisis y el confinamiento puedan disolver los descontentos sociales que han emergido y emergen como síntoma de la decadencia de este sistema imperante. Esto lo saben los grandes administradores de esta bio-política de la emergencia. Por eso, el Gobierno de Johnson también retrocede en su política de la “inmunidad del rebaño”; por eso el Presidente francés Emmanuel Macron, un neoliberal, ante la pandemia gira en su discurso y plantea que la salud pública es un bien precioso que debe estar fuera de las leyes del mercado; por eso otros gobiernos retroceden en políticas de recortes a las clases trabajadoras.

Las tres paradojas mencionadas anteriormente en realidad se inscriben en una paradoja mayor: nada está garantizado, nadie puede ya garantizar el control de la situación. El sistema capitalista se estremece en su propia constitución. Nunca en su historia el capitalismo había tenido tantas grietas.

¿Qué hacemos nosotros?

El confinamiento social de la cuarentena, pero también las calles vacías o semi-desiertas, los mercados truncados, el confinamiento de los más pobres a una extraña precarización socio-económica ralentizada, nos abren el camino hacia otras temporalidades, otros ritmos, otras sociabilidades, otras apreciaciones y sensibilidades. Nunca parecía estar tan a la mano una oportunidad de despliegue de la otredad de esas lógicas y ritmos diferentes a los del sistema capitalista. La centralidad, ante los desafíos que representa esta paradoja colapso/oportunidad, parece estar en una política de lo común, del cuidado, de la reproducción de la vida, ante este capitalismo que se va quedando al desnudo. Ese camino se ha abierto ante nosotros, sin que eso necesariamente represente una garantía de éxito.

Pero fuera de ese espacio particular, en el espacio de la arena política, siguen prevaleciendo los tiempos del capital, de la pandemia, de la biopolítica de la emergencia, del cambio climático. Este sigue siendo el espacio colectivo del descontento, de las luchas, de las demandas sociales, de la transformación. ¿Cómo conectar ese resguardo, ese ‘distanciamiento social’ con la necesidad de re-encuentro, de exigencia al poder, de asunción de poder? Mientras que cuidamos de la vida en ese espacio particular, hay que seguir exigiendo, demandando cosas como una radical redistribución de las riquezas existentes para que se dirijan a la asistencia universal en la salud pública; la suspensión del cobro de la deuda externa de los países del Sur Global, suspensión de los impuestos a los más pobres y recuperarlos de los sectores más ricos; socializar los conocimientos científicos; respetar a la naturaleza y detener el avance de la mercantilización y las últimas fronteras de vida en el planeta; y un largo etcétera.

Hay que convertir la emergencia global en la emergencia de otro sistema que tribute a la vida y a los pueblos. Si el colapso sistémico nos va llevando a escenarios impensables, hay que, como lo reivindicara un famoso lema del mayo del 68, ser realistas y pedir lo imposible. Otro mundo diferente a este, ahora.

Fuente del artículo: http://www.ecopoliticavenezuela.org/2020/03/19/el-coronavirus-mas-alla-del-coronavirus-umbrales-biopolitica-y-emergencias/

Comparte este contenido:

Un estornudo que sacude al mundo: algunas consideraciones en torno al coronavirus, la crisis civilizatoria y el colapso global

Por: Francisco Javier Velasco Páez.

 

En 1912, luego de un publicitado y festivo bautizo, el enorme “Titanic”,   considerado por muchos como insumergible, celebrado en su momento como uno de los artefactos más sofisticados y poderosos  jamás creados por el ingenio humano, naufragó en su viaje inaugural frente  a las costas de Terranova. En el año de  1986, mientras veía por televisión en Montreal el lanzamiento en vivo y directo del “Challenger”, quedé de repente estupefacto al contemplar, conjuntamente con millones de espectadores en distintas partes del planeta, la explosión del transbordador espacial cuando había transcurrido poco más de un minuto de su despegue. Mientras una lluvia de escombros ardientes descendía a la manera de un gran fuego de artificio, me vino a la mente la tragedia del “Titanic. Explosión debida a una fuga en el sistema de propulsión para el caso del transbordador y choque con un iceberg en lo que concierne al gran trasatlántico, fueron ambas causas que en lo concreto revelaron la ilusión de una modernidad que se jactaba de su control sobre los imponderables y las fuerzas naturales. Todas dos constituyen alegorías de una catástrofe en curso que muestra en los actuales momentos una de sus caras más siniestras con la expansión inexorable de una pandemia causada por un virus.

Tal y como ya lo están demostrando los hechos que nos agobian en el presente, la crisis del Coronavirus trasciende el ámbito sanitario, es parte de una historia y una circunstancia  mucho mayor y más compleja. Tiemblan los mercados bursátiles, se paraliza la producción, se conventualiza la vida en las ciudades, se resquebrajan los discursos políticos, se incrementa el descrédito de las élites, todo ello en un mar de dinámicas entrópicas.  La estela de asombro, pánico, desamparo, incertidumbre, controversia, desestabilización, sufrimiento, muerte, caos y repliegue social que va dejando el Coronavirus en su avance, arroja luz sobre lo mucho que se ha degradado el mundo. Así lo muestra también el hecho de que, en menos de un año,  se incendió la Amazonía y ardieron vastas extensiones de bosques en Siberia, África y Australia, se fundió el permafrost en Groenlandia y se redujeron en una proporción significativa y ascendente los hielos polares y los glaciares en todo el mundo. Igualmente son indicadores de esta situación las múltiples y multitudinarias expresiones de protesta que han tomado las calles de diversas ciudades en Chile, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Colombia, El Líbano, Afganistán, Irán, Irak, Francia y China desde finales del año pasado.

Diversas hipótesis han surgido para tratar de explicar el origen del Coronavirus. Así por ejemplo hay quienes aseguran que se trata de una creación artificial surgida de oscuros laboratorios de guerra biológica que pudo haberse escapado de control.  Otros señalan que se trata de un arma de guerra utilizada por el establishment de los Estados Unidos para frenar la incesante expansión de China como superpoder mundial, argumento este que es retomado por quienes sostienen que, por el contrario, el Coronavirus es una suerte de Caballo de Troya chino contra el poder estadounidense y sus aliados occidentales. En lo personal no nos convencen ninguna de estas versiones, aunque reconocemos que tienen su dosis de realismo. En todo caso, de ser cierta cualquiera de ellas, revelaría igualmente una situación terminal, la aproximación a un “fin de fiesta” civilizatorio cuyo vértigo nos succiona actualmente.

Nos inclinamos más por la perspectiva según la cual el Coronavirus es el resultado de  la descomposición de ecosistemas, de cosas que, en un afán de dominio, sociedades humanas  han hecho a la naturaleza. Esta última, en retorno, se vuelve contra los humanos para espantarnos de maneras aún desconocidas en su mayoría. Un ejemplo crítico es el modelo de enfermedades infecciosas que muestran la mayoría de epidemias como el SIDA, el Ébola, el SARS, el Nilo occidental  y cientos de otras que han ocurrido en los últimos tiempos. La carencia de una sabiduría sistémica en nuestras relaciones con el mundo natural  nos conduce a una situación de impotencia ante lo desconocido. El Coronavirus se presenta simultáneamente con grandes amenazas como el calentamiento global o el cortocircuito de una economía impuesta globalmente por un reducido grupo de bancos y corporaciones (desde hace varios años, antes de la aparición del nuevo coronavirus, ya se habían manifestado indicadores de crisis preocupantes en el sistema económico mundial). La pandemia puede asociarse a ciertos animales como los murciélagos o las serpientes, tal y como parecen indicarlo ciertas investigaciones. Pero no son esos animales, dicho sea de paso de gran importancia ecológica, los causantes del mal. En todo caso, la atención debería centrarse en la forma como son tratados esos animales en el contexto de determinadas actividades humanas y cómo  nos relacionamos los humanos entre nosotros mismos.

En algunas ocasiones, virus como aquel cuya deriva nos ocupa en este texto, se transmiten de humano a humano. Puede ocurrir que por vía respiratoria, cuando un animal tose o estornuda, se infecta una persona o un grupo de ellas que se encuentra en su cercanía. Otras veces, el asunto resulta de la contaminación del agua o de los alimentos por la saliva o las heces animales y humanas. También sucede como consecuencia del descuartizamiento de animales para consumo humano, de la manera como son manejadas y expuestas las piezas en los mercados. Podría pensarse además en vías relacionadas con experiencias de laboratorio que involucran animales, muchas veces sometidos a penurias, mutilaciones y crueles inoculaciones. Sea como sea, el asunto remite a ciertas maneras de hacer las cosas que forman parte de modos de vida particulares, modos de existencia en los territorios que se han hecho hegemónicos en el conjunto del  planeta.

La propagación extremadamente rápida del Coronavirus deriva de un mundo que vive en intercambio permanente, en el que la puesta en cuarentena durante algunos días o semanas provoca catástrofes económicas a escala continental o planetaria. La sociedad de flujo y conectividad se bloquea. El mundo globalizado, con todo su arrogante despliegue tecnológico, inesperadamente descubre su gran vulnerabilidad y teme por un posible colapso.

Distintas civilizaciones han sucumbido en el pasado, todas ellas han tenido un alcance limitado en términos geográficos. No obstante, en la actualidad se multiplican los signos y expresiones particulares de una crisis sistémica de carácter global que, no necesariamente implica el fin de la humanidad (aunque esa posibilidad está presente con fuerza) pero sin duda alguna de  la civilización dominante de alcance planetario. Son indicadores típicos de un desplome societal o, en un sentido más amplio, civilizatorio, pero en proporciones nunca antes igualadas. El carácter sistémico de la crisis refiere al hecho de que los estrechos vínculos existentes entre diferentes elementos o factores desatan efectos de ruptura en cascada más o menos irreversibles. Citemos como ejemplo el propósito de resolver una crisis energética mundial con el uso masivo de biocombustibles sin por ello disminuir el consumo energético; en ese caso, muy probablemente se pondría a la disposición de tal propósito la casi totalidad de tierras fértiles disponibles en el planeta, lo cual supondría (debido a la deforestación masiva) un colapso ecosistémico de gran magnitud, un notable incremento del calentamiento global y un aumento exponencial del hambre en el mundo.

El desenlace de la crisis toma tiempo. Vale decir, el derrumbe generalizado del orden existente no ocurre de manera sorpresiva y en un momento particular (salvo en una situación similar a la de una guerra nuclear, aparentemente poco probable en este contexto aunque no imposible). Se trata de un largo proceso no lineal, temporalmente y espacialmente desigual. Vistas así las cosas, conviene señalar que la destrucción de la biodiversidad actualmente en pleno desarrollo hace mucho que comenzó. Lo mismo puede decirse del cambio climático,  de diferentes aspectos de la crisis económica,  de la disputa geopolítica o de la protesta anti-sistémica.

Considerando la calamitosa situación actual no debemos ocultar la realidad. El fin relativamente cercano de un sistema-mundo depredador es una posibilidad creíble. Problemas relativos a la salud, la alimentación, el ambiente, la política, la geopolítica y la economía, convergen para señalarnos que estamos llegando a un punto de inflexión en el que se juega nuestro destino como especie y/o como espectro de sociedades. En el mismo momento en el que el mundo se encuentra de rodillas ante la pandemia, América Latina sufre por una fuerte incidencia de dengue y una exacerbación del extractivismo, el Medio Oriente y el Mediterráneo son escenarios de una terrible crisis migratoria, en los Estados Unidos se dispara la venta de armas en medio de una paranoia social, al tiempo que la dinámica del Antropoceno nos arrastra brutalmente. El declive es evidente y nada será igual en el futuro cercano.

La encrucijada civilizatoria en la que nos encontramos exige de nosotros una ruptura radical con el sistema de cosas imperante. Se trata de tener la voluntad política y social suficiente para formular las preguntas significativas e identificar los verdaderos problemas y sus causas. Hablamos, entre otras cosas, de un cambio de modelo económico y de patrón energético, de justicia social, ambiental, climática, fiscal y migratoria, de una democracia más profunda y directa, de equidad, moderación en el aprovechamiento de recursos y respeto a la diversidad, de descarte del antropocentrismo, de la emergencia y/o reforzamiento de valores de simplicidad, ayuda mutua y vida colectiva. Es indispensable movilizar a la sociedad, a los ciudadanos  organizados. Para eso se necesitan nuevos relatos, ajenos a las lógicas corporativas y estado-céntricas, visiones alternativas al sistema imperante que simultáneamente sean tangibles y positivas. No es suficiente con tomar posición contra una concepción de la sociedad, hace falta proponer para cambiar de rumbo y agitar las energías.  Desde ahora debemos construir nuestra resiliencia activa, diversificada, autónoma  y adaptativa, plantar las semillas de una nueva constelación civilizatoria que, con una estrategia de transición, vaya actuando sobre lo concreto, por ejemplo propiciando la autonomía y la sostenibilidad de los territorios a diferentes escalas (familiar, local, regional, etc.) y en varios sectores (alimentación, energía, salud, vivienda, etc.). Una coordinación en una escala mucho mayor debe ocuparse de asuntos más globales, como por ejemplo los efectos del cambio climático y la seguridad sanitaria. Todo ello en un contexto de diversificación energética que implique el abandono progresivo de la matriz centrada en los  combustibles fósiles. Los medios técnicos a ser desplegados en este marco particular deben dar prioridad a las soluciones low-tech, es decir a herramientas y máquinas simples, económicas, multipropósito, reparables y conviviales. Son todas alternativas reales, de ningún modo completas y excluyentes de otras posibilidades y experiencias que, desde abajo y en los territorios, se construyen día a día  en distintas latitudes.

La crisis detonada por el Coronavirus nos confronta con la necesidad de actuar colectivamente con audacia y clarividencia, no en vano el sentido etimológico del término “apocalipsis” es la revelación. Los canales de Venecia que súbitamente se han hecho transparentes y se han repoblado de peces, nos revelan que  las posibilidades de reconstruir el mundo de una manera emancipatoria están a la orden del día.

Fuente del artículo: http://www.ecopoliticavenezuela.org/2020/03/19/un-estornudo-que-sacude-al-mundo-algunas-consideraciones-en-torno-al-coronavirus-la-crisis-civilizatoria-y-el-colapso-global/

Comparte este contenido:

Venezuela: AVEC utiliza recursos para garantizar la educación en cuarentena

América del Sur/ Venezuela/ 24.03.2020/ Fuente: www.descifrado.com.

 

Luego de decretarse la cuarentena a nivel nacional, debido a la pandemia del nuevo coronavirus, la Asociación Venezolana de Educación Católica (AVEC) ha comenzado a implementar diferentes estrategias para mantener el proceso educativo en los niños y jóvenes de manera prudente, efectiva y correcta.

Alexis Moreno, director regional de Fe y Alegría, comentó que el compromiso principal en estos momentos es la prevención, por lo cual han seguido las recomendaciones de los órganos con competencias, y así brindar mayor seguridad al personal y niños que pertenecen a estas escuelas.

“Hemos convertido el tema del COVID-19 como el contenido a estudiar en todas las casas“, agregó.

– Publicidad –

Resaltó que el compromiso de los profesores es sumamente serio, y por ende, se están buscando todas las formas posibles para mantener el proceso educativo de manera efectiva.

De interés: Bloomberg: Venezuela cerrará bombas mientras se agota el gas y crece un brote viral

“Hemos utilizado todos los recursos que están a disposición“, detalló.

Además, indicó que el proceso es difícil, ya que requiere de un cambio en la estructura de trabajo, y más aún, tomando en consideraciones las fallas existentes en las telecomunicaciones del país, pero que a medida de que pasan los días, los docentes y representantes van enlazando mejor las formas para poder cubrir todo lo requerido.

Moreno resaltó que los profesores están en contacto con los representantes y estudiantes de diferentes formas: Vía Whatsapp, Facebook, Twitter, mensaje de texto o llamada telefónico. Con el único objetivo de mantener una comunicación constante que facilite el proceso educativo.

Precisó que en la primera semana de cuarentena, algunas escuelas pertenecientes a AVEC, han reportado un 75% de contacto con los representantes, lo que considera una cifra importante para unos primeros días que requiere de entendimiento y costumbre entre ambas partes.

En cuanto al proceso de evaluación, comentó que es totalmente dinámico, ya que se busca conseguir los mecanismos más apropiados para que el estudiante aproveche los días en casa.

Ante esto, mencionó que tiene esperanzas de que el año escolar pueda salir hacia adelante, superando todas las dificultades que se están presentando a nivel externo.

Fuente de la noticia: http://www.descifrado.com/2020/03/23/avec-utiliza-recursos-para-garantizar-la-educacion-en-cuarentena/

Comparte este contenido:

Cortometraje: Sharom es la T invisible y silenciosa en LGBT.

Por: https://vimeo.com/

Ella es una travesti o travesti en el armario. Mientras realiza su ritual de transformación, nos cuenta su dualidad: el lado masculino que es su lado público; y su lado femenino, la cara censurada. Ambos universos son
partes indivisibles de su ser. Un diálogo que reflexiona sobre los límites de género,
identidad y orientación sexual. Sharom es el esposo que comparte ropa y lencería con su
esposa. Ella es la unión de dos géneros, que lejos de ser antagónicos, se fusionan. Ella
es el hombre que ha crecido gracias a la mujer que vive en él

Link para el vídeo:  https://vimeo.com/205515879?fbclid=IwAR0ourSXc5DrOcVEQxXwcS_tHweiXa-OnQrA18MoqwF_k9bCJO8CLHTgNsM

Comparte este contenido:

Las Misiones Sociales: Nueva Visión de la Gestión Pública

Las Misiones Sociales: Nueva Visión de la Gestión Pública

Heriberto Rivera

Uno de los elementos desarrollados como instrumentos para lograr la integralidad social ha sido la política social del gobierno revolucionario la cual se ha centrado en los nuevos programas masivos o “misiones sociales” orientados  a reemplazar parcialmente la política focalizada por una “universal”, basada en la participación  social y en el empoderamiento ciudadano, entendido básicamente como empoderamiento de los sectores populares; de esta forma surge en el discurso oficial la categoría  de “inclusión social” va de la mano con la noción de “empoderamiento popular”.

En el caso especifico de la inclusión social como categoría, según Alvarado (2012) “alude al proceso que garantiza que los diferentes sectores en situación de pobreza y exclusión social, tengan acceso a las oportunidades y recursos necesarios para participar  totalmente en la vida económica, social, cultural cívica, disfrutando un nivel de vida considerado normal en la sociedad”.

De tal manera que dicho proceso de inclusión social conformaría el empoderamiento y estado en que las personas puedan sentirse ciudadanos plenos, asumirse como sujetos de sus propias vidas, actuar basados en la conciencia de sus intereses y el reconocimiento de sus propias capacidades interactuando en diferentes tipos de organización.

Efectivamente, en el caso venezolano, ello haría que los antes excluidos de la toma de decisiones públicas, sean ahora el eje central del discurso y la acción participativa, que enfatiza el liderazgo popular-comunitario. En ese contexto surgen los consejos comunales y las misiones sociales como estrategias para coadyuvar con estos procesos.

Las misiones como mecanismo central de la política de inclusión social:

Según lo siempre expresado por el presidente Chávez, (2004) “las misiones sociales son la base del modelo y de la política social dentro del proyecto de democracia participativa y protagónica, siendo uno de los elementos fundamentales de la integralidad”; en general “son programas de alcance masivo, dirigidos a educar, sanar y capacitar a los venezolanos, principalmente a aquellos que habitan en las zonas pobres y difícil acceso”.

Es innegable que en esa corta expresión se resume el objetivo de las misiones sociales que nacen ante la imposibilidad de las instituciones públicas establecidas por resolver los problemas de las comunidades.

En ese sentido se afirma que las misiones sociales tienen como propósito declarado consolidar el proceso de inclusión, equidad y justicia social, mediante el abatimiento de la pobreza-exclusión y el mejoramiento dela calidad de la vida y de los sectores populares, tradicionalmente excluidos.

A tal efecto, las misiones se pueden resumir en dos grandes objetivos:1) promover la participación y desarrollo de la ciudadanía  (combate de las causas que generan la exclusión social; auspicio de la organización  integral de las comunidades; de las condiciones indispensables para la vida colectica y la ciudadanía plena y, 2) Rescatar-defender la soberanía nacional, edificando el desarrollo sustentable y consolidando el proyecto bolivariano con apoyo comunitario. (MINCI, 2007).

En consecuencia y siendo coherentes con una forma de pensar que conlleve a la transformación de la sociedad, el gobierno se vio en la necesidad de plantear  otra modalidad de organizar la gestión de las políticas publicas diferente a la tradicional puesto que “uno  de los elementos fundamentales para su planificación, ejecución y seguimiento es la participación activa y protagónica de las comunidades organizadas” (Alvarado, 2012).

De allí, que las misiones tienen una cobertura masiva y es innegable que responde legítimamente al proyecto político ideológico oficial, pero su rasgo innovador es la gestión comunitaria directa, dentro de un proceso de parroquializacion.

Es oportuno señalar que la visión de realizar una gestión comunitaria, además de incentivar la participación ciudadana en su propia gestión de vida, se planteo inicialmente superar diferentes obstáculos y mañas de la administración publica tradicional; de allí que las misiones como expresión de las políticas sociales no tenía mediación con los gobiernos municipales, alcaldías ni gobernaciones ni los ministerios dela administración central, así como tampoco obedecen, a un proceso convencional de descentralización, ni responden a la tradicional entramada burocrática institucionalidad.

De esta manera, las misiones lograron convertirse en una vía alternativa para reorientar la gestión publica hacia la inclusión, a la velocidad reclamada por el proceso bolivariano, tomando en cuenta los problemas estructurales que a manera de “nudos críticos” existe todavía en la administración publica y que continúan conspirando contrala efectividad de la intervención oficial, a causa del burocratismo, clientelismo, corrupción, sectorialidad.

La experiencia vivida hasta ahora, cuando inicialmente ese nuevo tipo de gestión comunitaria que se dio a través de las misiones sociales, hoy viene perdiendo efectividad y eficacia. Podríamos preguntarnos si la forma de elaborar dichos programas de atención social que no obedecen a una planificación  bien articulada con otros entes del estado impiden el alcance de las políticas publicas diseñadas para las comunidades mas económica y socialmente vulnerables?

En ese sentido, se establece el imperativo de superar los amplios niveles de desigualdades sociales en función de los objetivos sociales y económicos consagrados en la Constitución Nacional, señalando como principios del equilibrio social “ la universalidad, la equidad, la participación y la corresponsabilidad con base alas garantías de todos los derechos”.(España, s/f).

Esos lineamientos establecidos como los pilares de las políticas publicas surgen de los diferentes diagnostico de las realidades del pueblo venezolano con lo cual se puede inferir que las “políticas publicas se pueden entender como una respuesta del estado a las demandas de las comunidades en general, resultado de un diagnostico estratégico, donde lo técnico y participativo son clave para la toma de decisiones que resuelvan  problemas comunes de la nación y con recursos adecuados destinados específicamente a la resolución de situaciones no deseadas, con presupuestos fijos y la evaluación constante” ( Pérez,2015).

Otro elemento adicional y no menos importante que entrelaza una buena política pública es la asignación del recurso humano formado para asegurar la efectividad de las acciones involucradas en la planificación de las políticas públicas.

Sobre la implementación de las políticas publicas, es un reclamo popular el hecho de que en las mismas no están las personas mas capaces tanto en lo político  como en lo  técnico- tal vez esta sea una de las limitantes de los alcances de la políticas publicas- pues de lo que se trata no es privilegiar lo  político y olvidar la parte técnica; por el contrario se debe buscar la articulación de ambas cualidades para obtener mejores resultados.

Cuando se plantea  la importancia de privilegiar la capacidad y preparación por encima de otro valor subjetivo, es comparable con el reclamo que hace la sociedad de los estados modernos sobre la  actuación de los jueces en las decisiones de los fallos jurídicos. En el caso del poder judicial, éste se transforma en un obstáculo para el pleno desarrollo de la justicia sino se toman las mejores decisiones aunado a la óptima preparación de los jueces y el cuerpo jurídico que administra la justicia.

Es de recordar que  los jueces tiene su forma su visión particular la cual puede ayudar y/o impedir el desarrollo de los postulados de la justicia tomando en consideración las realidades sociales ( Socorro y Cruceta, s/f); así mismo puede ocurrir con quienes tienen a su cargo la responsabilidad del diseño, planificación , aplicación y evaluación de las políticas publicas, pues no son pocas las veces en que existen actores que de forma deliberada generan acciones de contracorriente que enturbian el cauce de la política publica que se manifiesta en disminuir la  posibilidad del alcance de aquella por los sectores comunitarios.

Anteriormente se hace referencia a que las políticas sociales son una modalidad de las políticas publicas, de tal manera que se hace necesario establecer criterios que permitan  a las comunidades como entender las políticas sociales y poder ubicarlas en contexto.

Al respecto existen diferentes concepciones sobre las consideraciones acerca de las políticas sociales. A tal efecto se puede afirmar según (Pérez, 2015), “que las  políticas sociales son respuestas del estado a problemas inmediatos de la población, es decir, son acciones que están dirigidas a resolver situaciones insatisfechas encontradas en las comunidades, donde la gente manifiesta directamente al gobernante las demandas relacionadas con la pobreza y sus manifestaciones en salud, el empleo, la seguridad y la educación, junto a los signos de exclusión y desigualdad”

El referido autor agrega, que “estos elementos en el discurso político se convierten en estrategias ideológicas a favor electoral y dejando en el concepto una visión practica y material; es decir ofrecer soluciones inmediatas con dineros inmediatos, producto de los negocios con el petróleo, dejando en el campo de la coherencia económica preguntas como: ¿se resuelve el problema con programas supletorios?, ¿ los recursos económicos del gasto social son continuos?, ¿Qué pasa cuando el costo del petróleo es bajo?; ¿por que no aumentan los presupuestos de las políticas publicas ya institucionalizadas y extenderlas optimizando su funcionalidad?” (pág. 98).

Los factores anteriormente planteados podrían darnos algunas ideas sobre el por qué de las limitaciones de las políticas publicas, pues el aumento del gasto social a servicios pragmáticos, sin mucho diagnostico y que resuelva de una forma inmediata la problemática planteada por la población, con otra respuesta real en tiempo futuro, producen resultados inesperados por el gobierno y esperados por los analistas.

De esta manera el fracaso de políticas sociales sin planificación coherente y generadoras de inestabilidad social; el incremento improvisado del empleo publico sin seguridad social, implementar créditos sociales para vivienda y negocios de sobrevivencia, dando así una semblanza (sensación de solución) de empleo constante.

Aunadas a las anteriores ideas que se viene desarrollando como parte de la investigación sobre  los alcances de las política publicas, se observa como esa situación generan otras situaciones de desgate  social por mala praxis en las políticas publicas y sociales, escenario éste que deben llevar a los ciudadanos a plantearse una visión y practica política critica.

En consecuencia  esa ciudadanía se entiende y justifica  enmarcada  en una vida de acción política constante que sea capaz de adquirir la suficiente, completa  y seria  formación política  y técnica que tenga como consecuencia la insurgencia de un liderazgo social comprometido con una ciudadanía proactiva, que si bien puede obedecer a un proyecto de país, de sociedad, pueda englobar a todos los miembros de una comunidad sin mayores distingos que el abogar, proponer , desarrollar e implementar la solución a sus problemas, como un brazo ejecutante las política publicas.

Desde la óptica anterior, esa formación de la ciudadanía esta vinculada con obtener un conocimiento de sus derechos consagrados en la Constitución Nacional de la Republica Bolivariana de Venezuela que refuerza e incentiva la participación ciudadana y establece los medios de protagonismo del pueblo y las instancias de atención ciudadana.

En tal sentido, las instancias de atención ciudadana  son los derechos que tienen los ciudadanos y ciudadanas en la formación, ejecución y control de la gestión y de las políticas publicas directamente o a través de sus representantes legales

Es por ello que ejercer la  ciudadanía y participación del pueblo se conjugan y es necesaria para lograr de hecho y de derecho el tan esperado protagonismo del pueblo que garantice su completo desarrollo  tanto individual como colectivo, según lo establece el artículo 62 de la citada Constitución Nacional.

En ese mismo orden de ideas la Constitución Nacional también consagra el Derecho de Petición en los artículos 51; artículo 28; artículo 31 y artículo 58 aunado  al derecho a la oportuna información en su artículo 143, así como en los artículos 7, 8 y 9 de la Ley Orgánica de la Administración Publica.

 

Fuentes:

Alvarado, N. El modelo endógeno socialista de Venezuela y su estrategia de inclusión social. Revista de ciencias sociales (RES) vol. XVIII, nº 4, octubre-diciembre 012, pp. 641-656. FACES- LUZ.

España, L. La Política Social de Venezuela: Volver a lo básico. Observatorio venezolano de la Seguridad social.

Pérez, J. Participación, Políticas Publicas y Sociales. Revista  Memoria  política. Nueva etapa, nº 4, 2015.

Socorro, J y Cruceta, J (s/f). Argumentación Jurídica. Escuela Nacional de la Judicatura. República Dominicana, en www.enj.org

heristo50mail.com

 

Autor: Heriberto Rivera

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Comparte este contenido:

ANTE EL CORONAVIRUS: ¿QUÉ HACER?

Por: Franklin González

A finales del año 2019  se difundió la noticia de un brote de un virus desconocido en la provincia de Hubei, en particular en su capital Wuhan (China) y que fueron reportados a la Organización Mundial de la Salud (OMS).

En un principio todo parecía un problema circunscripto a un grupo de personas que comían animales salvajes. Luego, vinieron las alarmantes cuentas de enfermos y muertos, que estaban ocurriendo en Wuhan.

Las autoridades china de inmediato reaccionaron y establecieron algunas medidas para contener el virus y se acordó poner en ejecución la cuarentena, con resultados muy positivos.

Pero el virus se expandió más allá de las fronteras de China y terminó siendo calificada por la OMS de pandemia.

El coronavirus y su origen

Para la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2019): “Los coronavirus (CoV) son una amplia familia de virus que pueden causar diversas afecciones, desde el resfriado común hasta enfermedades más graves, como ocurre con el coronavirus causante del síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV) y el que ocasiona el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS-CoV). Un nuevo coronavirus es una nueva cepa de coronavirus que no se había encontrado antes en el ser humano.

Los coronavirus se pueden contagiar de los animales a las personas (transmisión zoonótica). De acuerdo con estudios exhaustivos al respecto, sabemos que el SRAS-CoV se transmitió de la civeta al ser humano y que se ha producido transmisión del MERS-CoV del dromedario al ser humano. Además, se sabe que hay otros coronavirus circulando entre animales, que todavía no han infectado al ser humano.

Esas infecciones suelen cursar con fiebre y síntomas respiratorios (tos y disnea o dificultad para respirar). En los casos más graves, pueden causar neumonía, síndrome respiratorio agudo severo, insuficiencia renal e, incluso, la muerte.

Las recomendaciones habituales para no propagar la infección son la buena higiene de manos y respiratoria (cubrirse la boca y la nariz al toser y estornudar) y la cocción completa de la carne y los huevos. Asimismo, se debe evitar el contacto estrecho con cualquier persona que presente signos de afección respiratoria, como tos o estornudos”.

Sobre el origen del Coronavirus, aparte de lo ya dicho por la OMS, hacen presencia las “teorías de la conspiración”, las especulaciones y también interviene la religión.

Hay una tesis que sostiene que el Covid-19 fue incubado en los más oscuros laboratorios de guerra biológica, provocando, por tanto, experimentación y muertes por doquier, especialmente en países que erigen, como desiderátum de la historia, el modelo consumista capitalista, aunque al final, eso salga de su control, como Frankenstein, y termine afectándolo a ellos mismos.

Desde el punto de vista religioso también hay una explicación. Según publicación de la redaccionp21@peru21.pe, el 05/03/2020,  Brian Tamaki, pastor de Destiny Church (Iglesia del Destino), Nueva Zelanda, durante un discurso dijo que al coronavirus: “No debemos temerle. Hay mucha histeria que ha sido engendrada por ciertos elementos sobre esta pandemia. Creo que el ministerio de Cristo trae esperanza, y que hay una manera de combatir estas pestes, pandemias y plagas”.

Y agregó que “el príncipe del poder del aire, Satanás, tiene el control de las atmósferas, a menos que seas un creyente amante de Jesús, creyente en la Biblia, lleno del Espíritu Santo y que paga diezmo”.

Pero más allá de todas esas consideraciones, lo que está pasando en el mundo con el Covid-19, es una prueba de fuego para el humanismo y la razón enfrentándose al narcisismo y egoísmo.

De la “alegría” a la pandemia

En el libro Sobre la muerte y los moribundos, su autora, la suizo-estadounidense, Elisabeth Klubel-Roos, analiza cinco (5) etapas o fases -mental y/o emocional-, por el que pasa una persona desde que es diagnosticada con una enfermedad terminal hasta el momento en que admite su situación personal. Estas cinco fases son: negación, ira pacto, depresión y aceptación.

En el caso del Covid-19 se pueden encontrar dos reacciones, mentales y emocionales.

Una, macabra, propia del capitalismo y de la deshumanización, que ante la información de la existencia de este virus en Wuhan, China, la reacción de muchos comentaristas occidentales de The Guardian, la revista Newsweek, el ABC de España fue de un sentimiento de alegría por la desgracia de los chinos (sinofobia). Se habló de un “Chernobil chino”. La revista Foreign Policy  llegó a acusar a China de haber “puesto en riesgo al mundo” con su “incompetencia”.

Al respecto, Boaventura de Sousa Santos, en su artículo: “Coronavirus: todo lo sólido se desvanece en el aire”, publicado en El País el 17/03/2020, afirma: “la forma en la que se construyó inicialmente la narrativa de la pandemia en los medios de comunicación occidentales hizo evidente el deseo de demonizar a China” y “la verdad es que, según la Organización Mundial de la Salud, el origen del virus aún no se ha determinado. Por lo tanto, es irresponsable que los medios oficiales en Estados Unidos hablen del «virus extranjero» o incluso del «coronavirus chino», sobre todo porque solo en países con buenos sistemas de salud pública (Estados Unidos no es uno de ellos) es posible hacer pruebas gratuitas y determinar con precisión los tipos de gripe que se han dado en los últimos meses”

La otra, es cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró que estábamos en presencia de una pandemia.

En efecto, el miércoles 11/03/2020, la OMS a través de su Director General, el eritreo Tedros Ghebreyesus, le anunció al mundo que el coronavirus ya era oficialmente una pandemia, era global y que todos los países iban a tener que poner mucho de su parte para combatir el virus.

Dijo: “Estamos muy preocupados por los alarmantes niveles de propagación y gravedad, y por los alarmantes niveles de inacción”.

Y fue muy claro con lo que iba a suceder a partir de ese momento: “En los próximos días y semanas esperamos que el número de casos, de muertes y de países afectados aumente aún más”.

Llamó la atención en el uso del término pandemia y al respecto aclaró: “Es una palabra que, mal usada, puede causar un miedo irracional, o la aceptación injustificada de que la lucha se ha acabado, lo que llevaría a un sufrimiento innecesario y a muertes”.

Además de dar un toque de atención a algunos Estados, Ghebreyesus quiso mencionar a los que han hecho un gran esfuerzo para contener el virus. Recordó que más del 90% de todos los contagios se habían producido únicamente en cuatro países, y que dos de ellos (China y Corea del Sur) ya habían conseguido rebajar el número de casos. También señaló que 81 naciones no habían comunicado ningún caso de coronavirus y que 57 habían registrado 10 casos o menos: “No podemos decirlo más alto, más claro o con más frecuencia: todos los países están a tiempo de cambiar el curso de esta pandemia”.

Y añadió: “Si los países detectan, hacen el test, aíslan, buscan los contactos y movilizan a su ciudadanía en la respuesta, los que solo tienen un puñado de casos de Covid-19 pueden prevenir que se conviertan en grupos de transmisión y que estos se conviertan en transmisión comunitaria”.

Los países, aseguró el director general, “tienen que encontrar el equilibrio entre proteger la salud, minimizar el trastorno económico y social y respetar los derechos humanos”. Y recordó qué se espera de los miembros de la organización: “Preparad vuestros hospitales, proteged y entrenad a vuestros sanitarios. Cuidémonos unos a otros”.

Ghebreyesus reconoció que algunos países estaban teniendo dificultades para lidiar con esta pandemia. Unos, por “falta de capacidad”, otros por “falta de recursos” y el resto por “falta de decisión”, subrayando una vez más la idea de que no todos los mandatarios mundiales se han tomado suficientemente en serio la amenaza.

Ante esa pandemia. ¿Qué hacer?

Ante una realidad, una pandemia, el Covid-19, las respuestas humanas no se ha hecho esperar. Estamos en presencia del humanismo y su cara contraría: la deshumanización a su máxima expresión.

En ese sentido, bueno es recordar que varias novelas y cuentos nos narran esas reacciones humanas ante situaciones parecidas al Covid-19.

En el Decamerón (1351 y 1353), su autor, Giovanni Boccaccio, cuenta que un grupo de diez jóvenes (siete mujeres y tres hombres) se reúnen en una villa en las afueras de Florencia, para tertuliar sobre el significado de la peste bubónica, epidemia de peste negra que golpeó a Florencia en 1348. Ante esa situación acordarán respetar unas reglas convenientes no sólo a su salud física sino a la salud del espíritu, porque la peste genera tristeza y depresión, como bien lo dice el profesor y filósofo Nuccio Ordine, en entrevista para La Vanguardia.

Agrega este filósofo que “Boccaccio es inteligente y nos dice que lo peor es el miedo al miedo, esa extrema confianza que te hace hacer cosas contra ti mismo y tu comunidad, él describe la irracionalidad de esa gente que cree estar haciendo cosas para mejorar su salud pero que en realidad son muy dañinas”. Por tanto: “Humana cosa es tener compasión de los afligidos”.

En La peste (1947), novela de Albert Camus, se narran los estragos de una epidemia que causa centenares de muertes a diario, en una ciudad, Orán, con una vida frenética, absolutamente materialista, donde casi nadie repara en las existencias ajenas. Sus habitantes carecen de sentido de la comunidad. No son ciudadanos, sino individuos que escatiman horas al sueño para acumular bienes. La propagación imparable de la enfermedad empujará a las autoridades a imponer un severo aislamiento.

De esta novela se puede deducir que ante el avance de una catástrofe colectiva (una peste de salud pública), también puede estar presente otra (una peste política), como por ejemplo, la ocupación nazi de Francia durante la segunda guerra mundial y ante ambas peste el único valor que debe prevalecer es el de la solidaridad.

Edgar Allan Poe, en el cuento “La màscara de la muerte roja” (1948), se puede leer que los que màs tienen y màs pueden (aristócratas medievales), se consideran inmunes y por momentos piensan que la muerte es de otro, cuando resulta que esta trasciende las clases sociales, las ideologías y el poder. Las pandemias son masivas y “democráticas”.

En Ensayo sobre la ceguera (1995) José Saramago, en los dos primeros capítulos, nos narra que un hombre de 38 años, manejando su automóvil y estacionado frente al semáforo, esperando la luz verde para avanzar, no lo puedo hacer al quedar ciego. Ante esto se ofrecen dos transeúntes para acompañarlo a su casa y uno de ellos, ladrón de oficio, se queda con las llaves de su automóvil y se lo roba. No pasaría entonces mucho tiempo, para que esta persona de “bajas pasiones” y comportamiento deshumanizado, fuera trágicamente recompensado también con la ceguera.

Deshumanismo versus humanismo

Ante el Covid-19, analicemos entonces dos comportamientos humanos.

Uno, la concepción de “salvase quien pueda” para enfrentar el Covid-19, que representa muy bien el gobierno del Reino Unido en contraste con los que están haciendo otros países.

El gobierno de Boris Johnson se ha resistido al “distanciamiento social” y a tomar otras medidas de contención que recomienda la OMS y se utilizan en la mayoría de los países- Ha considerado mejor permitir que la enfermedad se propague para que no haya un colapso de los servicios de salud pública del Reino Unido.

Ha levantado la tesis de la “inmunidad colectiva” que significa permitir que este virus se propague a las personas más jóvenes que corren menos riesgo de morir.

También, en un principio, se ha resistido a cerrar las escuelas en el Reino Unido, públicas y privadas.

Lo ha dejado al libre arbitrio de cada habitante y ha dicho: “Somos una democracia madura, adulta y liberal, en la que la gente entiende muy claramente las recomendaciones que le damos”.

Como corolario y sin mayor desparpajo sería: que se mueran los que tenga que morirse, en particular los de la tercera edad para arriba, eso inmuniza a la sociedad.

Dos, una visión humanista de las relaciones entre los seres humanos.

Es así como el gobierno cubano (siempre Cuba) autorizó por “razones humanitarias” el atraque, el 16/03/2020, del crucero MS Braemar, de la compañía británica Fred Olsen, con cinco casos confirmados del Covid-19 y más de mil personas a bordo, desde donde sus pasajeros serán repatriados hacia el Reino Unido.

Debe enfatizarse que este crucero estuvo buscando desesperadamente donde desembarcar luego que se le negara acceso a múltiples puertos en el Caribe.

El jefe de prensa de la cancillería cubana, Juan Antonio Fernández, declaró. “Se han adoptado todas las medidas para el traslado seguro, hospitalario y expedito de los pasajeros y tripulantes de la embarcación”

Mientras tanto el secretario de Estado para Asuntos Exteriores del Reino Unido, Dominic Raab, agradeció al gobierno cubano por permitir el atraque del barco y al respecto declaró:

“Estamos muy agradecidos con el gobierno cubano por permitir rápidamente esta operación y por su estrecha cooperación para garantizar que pueda tener éxito”.

“Qué cosa más grande, diría un cubano”, porque definitivamente, la grandeza del ser humano está en su capacidad de amar, no en su ambición personal.

Conclusiones

-Una verdad verdadera es que el Covid-19 es una amenaza para todos los continentes, todos los países y todas las clases sociales. Es asunto de todos y trasciende ideología y fanatismos.

-Nuestro narcisismo y yoismo está en crisis, El Covid-19 no le concierne sólo al otro. Nuestra campana de cristal se ha agrietado y por tanto, debemos estar conteste que no somos invulnerables.

-El Covid-19 nos pone a pensar sobre el tiempo y el abanico de posibilidades que contiene cada minuto. No dejarse abrumar por el miedo y el terror, son malos consejeros porque sólo traen parálisis y estancamiento.

-En esta batalla contra el Covid-19 el fanatismo ideológico estorba y mucho. Es bueno mirar un poco más allá, pensando sobre todo en lo humano. Lo ha practicado Cuba en el caso del crucero del Reino Unido.

-Finalmente: ¿Qué será de nosotros cuando el Covid-19 pase? ¿Seguiremos con nuestra arrogancia o lo recordaremos como el momento que nos desnudó lo frágil que es la vida?

Fuente: El autor escribe para el Portal Otras Voces en Educación

 

 

 

 

Comparte este contenido:
Page 92 of 409
1 90 91 92 93 94 409