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CLADE: Especialistas reclaman un nuevo pacto de justicia socioambiental y económica para los pueblos de Latinoamérica y el Caribe

Por: Thais Iervolino.

En un evento paralelo al Foro Político de Alto Nivel de las Naciones Unidas 2020, representantes de Estados, organizaciones y redes de sociedad civil de la región analizaron las respuestas a los impactos socioeconómicos del COVID-19.

44 millones de personas sin empleo, 230 millones de personas en situación de pobreza y 96 millones viviendo en condiciones de pobreza extrema. Ese fue el escenario presentado por Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), al analizar los impactos de la pandemia en la región.

Bárcena expuso en el evento paralelo al Foro Político de Alto Nivel de las Naciones Unidas 2020 (HLPF, por sus siglas en inglés), que se desarrolla virtualmente este mes de julio y se denomina “La Agenda 2030 en el nuevo contexto global y regional: escenarios y proyecciones para América Latina y el Caribe en la crisis actual”. El evento fue organizado el 10 de julio por la CEPAL y la Misión Permanente de México ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

La secretaria ejecutiva de la CEPAL instó los Estados a garantizar el acceso a la información, a la participación y a la justicia con respeto a los derechos humanos y con base en una gobernanza democrática, y subrayó la importancia de extender el apoyo financiero a los países de ingreso medio a través de mayor liquidez (derechos especiales de giro), financiamiento concesional y alivio a la deuda, especialmente a los países del Caribe. “Debemos avanzar hacia una mayor integración regional frente a una geografía económica global distinta”, subrayó.

Junto a Alicia Bárcena también participó del evento Laura Giannecchini, coordinadora de Desarrollo Institucional de la Campaña Latinoamericana por el Derecho a la Educación (CLADE), en nombre del Mecanismo de participación de la sociedad civil en la Agenda 2030 y en el Foro de los Países de América Latina y el Caribe sobre el Desarrollo Sostenible.

Laura Giannecchini: «Esta pandemia es también una oportunidad para que los Estados implementen acciones urgentes contra el deterioro del planeta y en favor de la promoción de vidas dignas»

Para Laura Giannecchini, la pandemia del COVID-19 desnudó y profundizó tendencias que la CLADE y otras organizaciones y movimientos sociales habían observado en la región, como el estancamiento o regresión económica, el aumento de la pobreza y de las desigualdades, el debilitamiento de los sistemas públicos de educación, salud y protección social, y el crecimiento de tendencias autoritarias.

“Creemos que esta crisis sanitaria, que es también económica, social y política, pone en evidencia la urgencia de un cambio radical en la acción de nuestros gobiernos, camino a la adopción de nuevos modelos de desarrollo. Esta pandemia es también una oportunidad para que los Estados implementen acciones urgentes contra el deterioro del planeta y en favor de la promoción de vidas dignas”, afirmó.

En su exposición, elaborada a partir de reflexiones colectivas que tuvieron lugar en el Marco del Mecanismo de Participación de la Sociedad Civil y que culminaron el la declaración «América Latina y el Caribe: Pocos avances y nuevos desafíos para la Agenda 2030lanzada en mayo del 2020″, Giannecchini destacó la importancia de realizar ocho cambios para mitigar los impactos de la crisis a la hora de garantizar los derechos humanos. Entre ellos están: la necesidad de fortalecer los sistemas democráticos, incorporando a los movimientos sociales, colectivos de la sociedad civil y poblaciones históricamente excluidas del debate y de la toma de decisión en las políticas públicas; la necesidad de fortalecer los sistemas públicos de educación, salud y protección social; la contención del avance de los fundamentalismos religiosos en los espacios políticos, que niegan evidencias científicas, fomentando el odio y dificultando la implementación de políticas con perspectiva de derechos; y el establecimiento de un compromiso financiero, político y normativo de largo plazo, y de cooperación internacional, para asegurar el cumplimiento integral de la Agenda 2030.

“Consideramos que es hora de establecer un nuevo pacto de justicia socioambiental y económica para los pueblos de Latinoamérica y el Caribe. Un pacto de desarrollo inclusivo, que coloque a las personas en el centro, e inste a los Estados a la acción, de manera que podamos salir de esta pandemia con nuevos paradigmas, basados en la solidaridad, la felicidad y en el bienestar de todas y todos”, subrayó.

Además de Bárcena y Giannecchini, intervinieron en el evento el embajador Juan Ramón de la Fuente, representante permanente de México ante la ONU; Pilar Garrido, ministra de Planificación Nacional y Política Económica de Costa Rica; Luz Keila Gramajo Vílchez, secretaria de Planificación de Guatemala; y Markova Concepción Jaramillo, comisionada presidencial para el Examen Nacional Voluntario y representante permanente designada de Panamá ante la ONU. Participaron también Juan Daniel Oviedo, director del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) de Colombia y Rochelle Whyte, asesora técnica superior del director general del Instituto de Planificación de Jamaica.

Mira la grabación del panel con la exposición de todos los participantes:

Fuente de la reseña: https://redclade.org/noticias/especialistas-reclaman-un-nuevo-pacto-de-justicia-socioambiental-y-economica-para-los-pueblos-de-latinoamerica-y-el-caribe/

 

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Covid-19 problema sanitario: Crisis en la educación

Por: Telesur.

Unesco ha alertado que existen 258 millones de niños y jóvenes totalmente fuera del sistema educativo.

La crisis sanitaria mundial ha obligado al cierre de escuelas y universidades, afectando a un número sin precedente de estudiantes. Maestros y padres han sentido también el peso de la Covid-19.

El cierre de las escuelas en más de 180 países ha mostrado las desigualdades en materia de educación.

Es tiempo para que los garantes de la educación consigan experiencias de este periodo.

Covid-19: ¿Crisis del aprendizaje?

En 2017, Jim Yong Kim, médico surcoreano nacionalizado en Estados Unidos, y presidente en ese entonces del Banco Mundial, detallaba sobre lo que definía como una crisis del aprendizaje. Kim hacía referencia a que “la escuelas primarias y secundarias no les ofrecen a los estudiantes las herramientas necesarias para prosperar en la vida”. Y es que, según una investigación del propio Banco, se apreciaba ya, desde entonces, lo que definían como “una escolarización sin aprendizaje”.

Kim decía que “no es solo una oportunidad desaprovechada, sino también una gran injusticia para los niños y los jóvenes de todo el mundo”. La investigación mostraba cómo, por ejemplo en Kenya, Tanzanía y Uganda, cuando se les pidió a los alumnos de tercer grado que leyeran una frase sencilla como “El perro se llama Fido”, en inglés o en suajili, el 75 por ciento de los evaluados no entendió lo que leía. En las zonas rurales de la India, casi el 75 por ciento de los alumnos de tercer grado no pudo resolver una resta con números de dos dígitos como 46 − 17, y en quinto grado, la mitad aún no era capaz de hacerlo.

En Brasil, si bien las habilidades de los estudiantes de 15 años habían mejorado, al ritmo actual de avance les llevaría 75 años alcanzar el puntaje promedio en matemática de los países ricos. En lectura, les llevará 263 años. Si bien en 2017 se alertaba sobre la crisis en el aprendizaje, ¿qué sucede ahora cuando una pandemia ha obligado al cierre de todos los niveles formales de educación en 189 países, debido al confinamiento?

Antes de la pandemia… ¿ya había pandemia?

Según estadísticas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en el mundo hay, estadísticamente, 670 millones de analfabetos. En su discurso ante la reunión anual de la Unión Interparlamentaria en la sede de la ONU, en enero de 2020, el presidente de la Asamblea General, el nigeriano Tijjani Muhammad-Bande, lamentó que, actualmente, uno de cada cuatro países no asigna el 4 por ciento de su producto interno bruto (PIB) ni destina el 15 por ciento de la inversión pública a la educación.

Por su parte, la presidenta de la Unión Interparlamentaria, la mexicana Gabriela Cuevas Barrón, expuso que 258 millones de niños no estarán escolarizados en 2030; que en la actualidad se necesitan 69 millones de docentes en todo el mundo; y que se requieren 39.000 millones de dólares en el mundo para construir escuelas y mejorar capacidades.

Era enero de 2020, cuando la pandemia del coronavirus no había transmitido golpes tan fatales en todas las regiones del planeta. ¿Qué sucede hoy, apenas seis meses después?

La internet: ¿Solución para todos?

Hubo un momento –el 12 de abril de 2020- en que, según la Unesco, más de 1.578 millones de educandos, el 90.1 por ciento de la matricula mundial, cesaron las actividades docentes. Una de las primeras medidas –léase soluciones- tras el cierre de escuelas y universidades en todo el mundo, fue la educación virtual. Pero las diferencias, que aparecían por todas partes, también se mostraban aquí.

El sitio de la Unión Internacional de las Telecomunicaciones (UIT) – agencia de Naciones Unidas especializada en las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) – muestra, en su último informe, no solo al equipamiento y los costos, sino también al estado del conocimiento y las aptitudes necesarias para avanzar con las tecnologías en el mundo.

En el informe, es fácil observar las enormes brechas digitales que existen, lo que hace pensar que el planeta no está preparado para la educación virtual. Pero… ¿cuál era, según el informe, la situación del acceso a internet en el momento mismo de aparecer la pandemia?

1.- En términos generales, la mitad de la población mundial usa Internet y menos de la mitad de los hogares tiene una computadora.
2.- Estimaciones globales sugieren que 826 millones de estudiantes no tienen computadora en casa, 706 millones no tienen acceso al Internet en casa y 56 millones no tienen cobertura de redes móviles 3G/4G» (Instituto de Estadísticas de la Unesco, 2020).
3.- En 2018, 57,8 por ciento de los hogares tenía conexión de Internet, 48,3 por ciento en los países en desarrollo y 17,8 por ciento en los países menos desarrollados.
4.- En 2019, Internet tenía una penetración de 53,6 por ciento en el mundo. 86,6 por ciento de los usuarios estaba en los países desarrollados y 19,1 por ciento en los PMD.
5.- 6.500 millones de personas (85,5 por ciento de la población mundial) carecen de una conexión fiable a Internet de banda ancha (PNUD, abril 2020).
6.- En 40 de los 84 países para los cuales hay datos, menos de la mitad de la población tiene competencias digitales básicas, como copiar un archivo o enviar un correo electrónico con un adjunto.

Quizás pueda pensarse que las mayores insuficiencias están en el África subsahariana, pero el informe muestra que notables diferencias hay por todo el planeta, incluso en los países desarrollados donde existen también notables disonancias. Un mundo así no ha podido responder por igual a los embates de una pandemia.

Sistema de respuesta en América Latina: Mapeo regional-país por país 

24 países de América Latina y el Caribe, actualizado al 17 de junio de 2020.

Los que nunca han asistido a un aula

Por estos días, es común en los medios leer cifras de estudiantes que están fuera de las aulas a causa de la pandemia… pero ¿cuál es la cifra de estudiantes que, independientemente de la pandemia, no ha asistido nunca a un aula?

Según el estudio de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). el dato más voluminoso es que hay 258 millones de niños y jóvenes totalmente fuera del sistema educativo, y la pobreza fue el principal obstáculo para su acceso.

De ellos, 93 millones (31 por ciento de población en edad escolar) están en África subsahariana; 94 millones en Asia meridional y central (21 por ciento); 33 millones en Asia oriental y sudoriental (9 por ciento); 15 millones en África del norte y Asia occidental (17 por ciento); y casi 12 millones en América Latina y el Caribe. De la población no escolarizada, 15 por ciento son niños y niñas con discapacidades.

La ONU, en un documento titulado “Shared responsibility, global solidarity: Responding to the socio-economic impacts of Covid-19″ (Responsabilidad compartida, solidaridad global: Respuesta a los impactos socioeconómicos de Covid-19), ha estimado que, entre 42 y 66 millones de niños y niñas podrían caer en la pobreza extrema como resultado de la crisis de este año.

En las poblaciones vulnerables, los niños y jóvenes tienen mayores dificultades para acceder a una educación a distancia. I Foto: elsoldepuebla.com.mx

De igual forma, las Naciones Unidas, en un texto publicado este 2020 bajo el título “The Impact of Covid-19 on Children” (El impacto de Covid-19 en los niños) ha proyectado que, en solo un año, se pueden revertir los últimos dos a tres años de avance en la reducción de la mortalidad infantil, y se espera que la desnutrición ascienda a 368.5 millones de niños en 143 países que normalmente dependen de los Programas de Alimentación Escolar.

Ya en marzo de 2020, el Programa Mundial de Alimentos calculaba que 300 millones de alumnos de primaria habían dejado de recibir sus alimentos al haberse suspendido sus clases. Unesco ha señalado, además, que la inactividad física, el acceso restringido a espacios al aire libre, la escasez de espacios interiores abiertos y un mayor tiempo frente a las pantallas, debilitará de manera general el sistema inmunológico. Stefanía Giannini, subdirectora general de Educación de la Unesco, y Anne-Birgitte Albrectsen, directora ejecutiva de Plan Internacional por la Covid-19, han agregado que es posible el aumento en las tasas de deserción escolar que afectará de manera desproporcionada a las niñas adolescentes, a la vez que se arraigarán las brechas de género en la educación y llevará a un aumento en el riesgo de explotación sexual, embarazo precoz y matrimonio infantil forzado.

Las preguntas que rondan

Ante estadísticas y previsiones de organismos internacionales que pueden resultar alarmantes, y teniendo en cuenta, además, el contraste de algunos países u organismos que sí han ofrecido respuestas acertadas, varias preguntas comienzan a rondar:

¿Qué estrategias o modalidades educativas, una vez reabiertas las escuelas, van a perdurar? ¿Qué habilidades tendrán el vigor de programar trasformaciones en los sistemas educativos del mundo? ¿Qué hacer con los millones de niños para los que siempre –no solo ahora, en tiempos de pandemia- la escuela ha permanecido cerrada?

Fuente de la reseña: https://www.telesurtv.net/telesuragenda/covid-problema-sanitario-crisis-educacion-20200720-0063.html

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Mujeres de América Latina ‘bajo presión’ para aceptar cesáreas durante la pandemia

Mujeres que dieron a luz en medio de la pandemia de COVID-19 en América Latina enfrentaron una presión creciente en favor de las cesáreas, revela una nueva investigación de openDemocracy, publicada este jueves 16 de julio.

La investigación encontró además múltiples reportes de maltrato, prohibiciones de acompañante y negativas de asistencia en casos de emergencia – pese a la existencia de leyes contra la “violencia obstétrica” y la “medicalización abusiva” en varios países.

América Latina ya tenía la mayor tasa de cesáreas del mundo, estimada en 40% de todos los nacimientos, aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que no sobrepasen el 15% e insiste en que solo deben practicarse cuando las justifican razones médicas.

La OMS reiteró esta recomendación en sus pautas sobre el parto durante la pandemia publicadas en marzo, y añadió además que las mujeres deben contar con una compañía de su elección al parir, recibir un trato digno y respetuoso, información clara, analgesia adecuada y apoyo para amamantar si lo desean.

La práctica de cesáreas, inducciones, episiotomías y otros procedimientos que no sean médicamente necesarios, o que no cuenten con consentimiento informado, está prohibida por leyes nacionales o estadales contra la violencia obstétrica en por lo menos ocho países latinoamericanos, entre ellos ArgentinaEcuadorMéxicoUruguay y Venezuela.

La mayoría de estas leyes garantizan una compañía en el parto, cohabitación con el recién nacido y apoyo para amamantar. Pero activistas por la salud materna aseguran que ni esas normas ni las pautas de la OMS eran suficientes para proteger estos derechos incluso antes de la COVID-19. Y la pandemia no hizo más que empeorar las cosas.

En Argentina, Margarita Goñi, del grupo activista El Parto es Nuestro (EPEN), dijo que “en marzo y las primeras semanas de abril”, cuando el gobierno decretó el aislamiento obligatorio, en algunos hospitales “se comenzó a citar a inducción o directamente a cesárea por estar de 38 semanas de embarazo”, si bien las pautas del propio ministerio de salud establecen que “es importante evitar cesáreas injustificadas”.

Violeta Osorio, del grupo de derechos humanos Las Casildas, agregó: “Se le dice a las embarazadas que es mejor programar una cesárea a entrar en trabajo de parto en el medio de un pico de COVID-19. Pero esto es contradictorio con la necesidad de no saturar el sistema de salud, dado que una cesárea implica más tiempo de internación e insumos”.

En Ecuador, Sofía Benavides (también de EPEN) dijo que su grupo reunió testimonios de 26 mujeres que dieron a luz durante el brote de COVID-19. Trece de ellas dijeron que se vieron obligadas a parir “solas” por las restricciones que prohibieron los acompañantes, y quince dijeron que no pudieron tener contacto temprano piel con piel con los recién nacidos.

Benavides también describió que una clínica privada “ofrecía: ‘vienes sola, se te practica una cesárea, no te damos habitación, te mantenemos en zona de observación y te cobramos 1.200 dólares’. Lo único bueno es que le permiten permanecer con el bebé”.

En México, el ginecólogo y obstetra Christian Mera, del Grupo Médico Proparto Natural, prevé que las estadísticas mostrarán “en abril y mayo un aumento en las cesáreas”, impulsado por “el miedo a que se saturen los hospitales”, un miedo “contradictorio porque la cesárea tiene mayores riesgos y, en el caso del COVID-19, se suma el riesgo de la hospitalización e infección”, observó.

En toda la región, “los niveles de cesáreas han llegado a ser extremadamente altos, incluso en las mujeres sin COVID-19”, dijo a openDemocracy Bremen de Mucio, asesor regional en salud materna de la OMS y la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

En Uruguay, que a mediados de julio registraba alrededor de 1.000 casos de COVID-19 y una treintena de muertes, el ministerio de salud fue acusado de hacer la vista gorda cuando varios centros de salud suspendieron temporalmente los acompañantes en partos, contraviniendo la ley.

En Venezuela, dos mujeres jóvenes que dieron a luz en mayo en maternidades públicas de Caracas, reportaron haber permanecido “solas” y “asustadas” hasta que les dieron el alta, luego de pasar por procedimientos sobre los que no las consultaron, como ruptura artificial de membranas (lo que se conoce como romper bolsa), inducción y episiotomía (corte en la abertura vaginal).

Solas y mal informadas

A partir de marzo, openDemocracy entrevistó a decenas de mujeres y organizaciones no gubernamentales, parteras y obstetras de Argentina, Ecuador, México, Uruguay y Venezuela, que detallaron experiencias de parto en la pandemia que parecen infringir tanto las pautas internacionales como las leyes locales.

La mayoría de las mujeres dijeron que debieron parir sin acompañantes de su confianza, prohibidos por la COVID-19. Esto “multiplica el riesgo de maltrato” en países donde la violencia obstétrica “siempre está presente”, advirtió la partera mexicana Nuria Landa, del grupo Nueve Lunas.

Varias mujeres denunciaron asimismo abuso verbal de un personal hospitalario sobreexigido, mientras otras parturientas dijeron que fueron separadas de sus bebés y no pudieron amamantarlos.

“Me sentí abandonada. Fue una mezcla de angustia y dolor”

Las infracciones a la guía de la OMS y a las leyes se presentan tanto en hospitales públicos como privados. “No nos trataron con dignidad”; así es como Lidia Cordero describe lo que sintió al quedarse sola en trabajo de parto en una sala de emergencias de un hospital público de Huixquilucan, México, donde asegura que no le dieron información necesaria para entender lo que los médicos hacían con ella.

“Literal, fuimos las apestadas del hospital”, dijo Montse Reyes, que tuvo una cesárea programada en mayo en una clínica privada de México. Reyes asegura que tras el nacimiento ella y su bebé dieron positivo en el test de COVID-19, pero el personal no le informó los resultados hasta que le dieron el alta, tras pasar dos días en aislamiento.

No la separaron de la recién nacida, pero ambas fueron colocadas “en una zona aislada detrás de una puerta de cristal” y “nadie quería tener contacto con nosotras. Eran las 11 de la noche y yo no había tomado ni un vaso de agua desde las 10 de la noche del día anterior”, relató.

“Me sentí abandonada. Fue una mezcla de angustia y dolor”, explicó Daniela Echeverría, en Ecuador.Si bien le permitieron estar con su esposo, los dejaron solos en la sala de partos durante tres horas, tras lo cual ella sufrió un desgarro vaginal y su beba había tragado líquido amniótico y meconio, señal de sufrimiento fetal.

Echeverría cree que el personal fue reducido por la pandemia, y el único equipo de guardia (una médica y dos enfermeras) estaba atendiendo otro parto.

En Uruguay, la coordinadora del Grupo por la Humanización del Parto y Nacimiento, Laura Vega, dijo que su organización recibió “70 denuncias en todo el país”.

La ausencia de información clara es un asunto que se reitera en los testimonios recopilados por openDemocracy. Dos mujeres que fueron a cesárea en dos ciudades uruguayas en abril (antes de que el gobierno revirtiera la prohibición de acompañantes en mayo) dijeron haberse enterado a último momento que darían a luz sin sus parejas.

“Ni siquiera me preguntaron. La ginecóloga le dijo a mi compañero que no era conveniente que entrara al quirófano”, dijo Anahí Oudri.

Andrea Fernández sostuvo: “En ese momento no me daba para discutir. Tenía terror a la cesárea, y sabés que si no ganás la discusión, no está bueno ver caras malas”.

Una crisis global

En todo el mundo, la investigación de openDemocracy identificó infracciones a las pautas de la OMS en al menos 45 países desde que comenzó la pandemia. Esta evidencia procede de testimonios directos, de ONG y de otros medios periodísticos.

En América Latina, los toques de queda y las restricciones al transporte por el coronavirus llevaron a que muchas mujeres perdieran controles de embarazo, tuvieran que caminar largas distancias para llegar a un hospital o incluso se vieran obligadas a partos en casa, no planificados y riesgosos.

En mayo, nuestra reportera en Venezuela vio a una mujer con una gestación de 31 semanas a la que le negaron inicialmente asistencia en una maternidad pública de Caracas. Fue trasladada horas más tarde a otro hospital, pero su bebé estaba muerto.

En Ecuador, durante el mes de abril, a dos mujeres con emergencias obstétricas se les negó asistencia varias veces en salas de urgencia de hospitales públicos de Guayaquil, según la abogada feminista Ana Vera, del grupo de derechos sexuales y reproductivos Surkuna. La ciudad estaba por entonces sumergida en la crisis de COVID-19.

“Tuve que intervenir directamente llamando a autoridades del ministerio de salud pública” para que le “dieran antibióticos a una” y una “transfusión de sangre” a la otra, dijo Vera a openDemocracy.

También en abril, Nuria Landa, la partera mexicana, recibió llamadas telefónicas de emergencia de dos mujeres que estaban haciendo trabajo de parto en sus casas, tras ser rechazadas por un hospital reconvertido para atender casos de COVID-19 sin previo aviso.

Otra mujer en Guadalajara, México, relató a openDemocracy que había parido sin complicaciones en su casa en abril, pero al día siguiente se sintió mal y fue al hospital para que le hicieran un test de coronavirus, que al principìo le fue negado, según dijo.

“La doctora me introdujo más fuerte los dedos, remolineó dentro”, dijo la mujer, que aseguró haber sido regañada por el parto domiciliario e informada de que tenía restos de placenta y necesitaba un legrado. Esto resultó incorrecto, según explicó, cuando un segundo médico ordenó una ecografía, así como un test de coronavirus (que dio positivo).

La mujer denunció su caso a las autoridades como una violación a las normas sobre maltrato médico en su estado (que no cuenta con una ley contra la violencia obstétrica). Sin embargo, no está claro si esas autoridades van a investigar su queja, y nadie de los ministerios de salud de Argentina, Ecuador, México, Uruguay y Venezuela respondió las consultas de openDemocracy.

La defensoría del pueblo de Ecuador dijo en mayo, en respuesta a nuestras preguntas, que no había recibido ninguna denuncia de violencia obstétrica durante la pandemia. Esa oficina no respondió nuevas preguntas para actualizar esos datos en julio.

Mientras tanto, una portavoz de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, dijo que su oficina “también ha recibido reportes preocupantes sobre los derechos humanos de las mujeres y niñas embarazadas en el contexto de la pandemia de COVID-19”.

“Nos preocupa que en todo el mundo, con sistemas de salud sobreexigidos, se desvíen con frecuencia los recursos para servicios de rutina como los de salud materna… Documentar estos incidentes es un primer paso crucial para exponer el problema. Los estados deben adaptar sin demoras sus prácticas a las pautas de la OMS”.

Contribuyeron a este artículo Magda Gibelli (Venezuela) y Agostina Mileo (Argentina).

Fuente: https://efectococuyo.com/coronavirus/mujeres-de-america-latina-bajo-presion-para-aceptar-cesareas-durante-la-pandemia/

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Pueblos Indígenas proponen una Concertación para el Buen Vivir / América Latina

America Latina/ 15/07/2020/Autor: FILAC/Fuente: http://estrategia.la/

 

Convocamos,  a conformar una Concertación por el Buen Vivir, como espacio regional de diálogo e intercambio de perspectivas y propuestas compatibles con un modelo de desarrollo con identidad que permita a los Pueblos Indígenas y a la sociedad en su conjunto, enfrentar los principales efectos sociales y económicos provocados o agravados por la pandemia.

 

Vivimos en una época de crisis e incertidumbre.  Enfrentamos una pandemia que se ha convertido en una crisis total, porque afecta a todas las personas del mundo y nos afecta en todos los planos: en la salud, en la economía, en lo político, en lo público y en lo privado, concluyó el Diálogo de Alto Nivel organizado por el Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas para América Latina y el Caribe, FILAC.

El Secretario Técnico de la institución, Álvaro Popex señaló que el documento llama a “poner a disposición de todos, una herramienta para construir juntos un mundo mejor, sobre la base del respeto de la naturaleza, todas sus culturas, sus hombres, sus mujeres, sus jóvenes y sus mayores”.Pueblos indígenas frente a la Covid-19 - YouTube

Es una crisis con alto grado de incertidumbre sobre el propio virus que la provoca, su origen, sus mutaciones, su futuro e hipotética prevención a través de una vacuna. También incertidumbre sobre lo que nos dejará, si es que algún día nos abandona, señala el llamamiento.

Crisis humanitaria

Como se ha expresado recientemente, el mundo se encuentra ante una crisis humanitaria y sanitaria sin precedentes en el último siglo en un contexto económico ya adverso. A diferencia de 2008, esta no es una crisis financiera sino de personas, producción y bienestar. El coronavirus no está atacando a un cuerpo sano. Está operando sobre sociedades con muchas dificultades, exacerbando sus graves problemas prexistentes.

El coronavirus  se suma a previas complejidades que no solo no están resueltas, sino que siguen allí, esperando que nos hagamos cargo de ellas.

  • Solo hace pocos meses estábamos preocupados por los incendios en la amazonia e inundaciones en varias partes del continente, inocultables efectos del calentamiento global producto de un desastroso comportamiento humano sobre los recursos naturales.
  • A lo largo y ancho del continente vemos cuestionamientos profundos a las instituciones políticas, así como dificultades muy serias con el funcionamiento del sistema democrático.
  • Apenas hace un año, la Organización Internacional del Trabajo conmemoraba su centenario recordándonos que el mundo se está transformando radicalmente impulsado por las innovaciones tecnológicas, los cambios demográficos, el cambio medioambiental y climático y la globalización, así como en un momento de desigualdades persistentes, que tienen profundas repercusiones en la naturaleza y la dignidad de las personas.COVID-19: Gobiernos invisibilizan a pueblos indígenas ...
  • Además, la primera pandemia de la globalización impacta sobre un mundo tremendamente desigual y no solo en lo económico, sino en todos los aspectos relevantes de nuestra sociedad, desigualdad notoria para personas y colectivos, por razones étnicas, de género, etarias, etc.
  • En ese contexto global, América Latina es la región más desigual y violenta del planeta.

Por tanto, podemos decir que la pandemia provoca una crisis total sobre una sociedad en desigualdad total.

Entre los sectores más afectados, sin dudas, se encuentran los más de 800 Pueblos Indígenas, alrededor de 60 millones de personasque viven en América Latina, que constituyen cerca del 10% de la población de la región.

Esta realidad multicultural es una riqueza enorme, pero al mismo tiempo está marcada por un hecho incontrastable: la discriminación estructural, marginalidad, exclusión y pobreza histórica, agravado por diversas transformaciones económicas y sociales en el marco de la globalización, el cambio climático que erosiona la biodiversidad y la persistencia de la raíz colonial en los países del continente.

De allí que, gran parte de los Pueblos Indígenas viven en condiciones de vulnerabilidad extrema, lo que significa, entre otros aspectos, altas tasas de desnutrición, inaccesibilidad a servicios de salud, precariedad de infraestructura y en general, imposibilidad de ejercer derechos individuales y colectivos fundamentales.

Indígenas en la Ciudad de México acusan abandono durante ...Pero la pandemia también nos ha mostrado otros aspectos de nuestra realidad. Estos meses, hemos comprobado que el virus no puede destruir nuestros conocimientos, nuestros mejores valores, la solidaridad, ni impedir que nos organicemos para sacar lo mejor de nosotros, como personas, como pueblos, como humanidad.

Los Pueblos Indígenas, están dando respuestas masivas, conmovedoras y eficientes desplegando vigilancia comunitaria, divulgando recomendaciones en sus idiomas originarios, aplicando sus propios sistemas de salud tradicionales, enfrentando el hambre con acciones solidarias.Las comunidades indígenas y también gobiernos de la región,se han puesto de pie para enfrentar al virus.

Ahora es cuando debemos poner nuestras máximas capacidades, compromiso y voluntad expresada en hechos, no solo para superar los impactos de la crisis, sino para actuar sobre sus orígenes causales para estar en mejores condiciones ante eventuales nuevos embates de esta magnitud.

Convocamos, entonces a conformar una Concertación por el Buen Vivir, como espacio regional de diálogo e intercambio de perspectivas y propuestas compatibles con un modelo de desarrollo con identidad que permita a los Pueblos Indígenas y a la sociedad en su conjunto, enfrentar los principales efectos sociales y económicos provocados o agravados por la pandemia.

El paradigma indígena del Buen Vivir – Vivir Bien, reconoce una interrelación sistémica de distintos dominios para construir un bienestar pleno: individual (armonía con uno mismo), social (armonía con los demás); ecológico (armonía con el entorno natural) y espiritual (armonía con nuestros antepasados y futuras generaciones).

A partir de ello, proponemos sumar pensamiento y esfuerzos de diversos actores, públicos y privados, nacionales e internacionales que, junto con los Pueblos Indígenas, lleven adelante un encuentro amplio y profundo con la finalidad de concertar acciones concretas.

Durante décadas hemos acumulado conocimiento, acordado valores esenciales como los derechos humanos individuales y colectivos, construido instituciones democráticas, impulsado ejemplos de desarrollo sostenibles plenamente respetuosos de la naturaleza y de las necesidades de las personas y también capacidad crítica sobre los errores cometidos y la necesidad de evitar recorrer caminos equivocados.

Este es el momento de hacer una síntesis de nuestros mejores avances, adaptarlos a la realidad actual y comprometernos a actuar sin dilaciones para que esta crisis nos permita salir fortalecidos como sociedad y como personas.

A partir de las evidencias que nos va dejando el análisis de la pandemia y sus efectos, proponemos que este espacio considere, al menos, los siguientes criterios:AMP.- Coronavirus.-Bolsonaro promulga una ley de protección a los ...

  • Implementar los instrumentos existentes.Enfrentar la crisis no puede implicar retrocesos conceptuales, legales ni institucionales. Al contrario, se trata de una notable oportunidad de aplicar integralmente los avances generados en los últimos años como los estándares internacionales y el Plan de Acción Iberoamericano para la implementación de los derechos de los Pueblos Indígenas.
  • Atención de emergencias y visión de largo plazo. Sin perjuicio de buscar respuestas a demandas urgentes, se debe apuntar a identificar y operar sobre las vertientes causales que las provocan, teniendo una visión de mediano y largo plazo que permita concertar esfuerzos sostenibles para superarlas.
  • Abordaje holístico. Aunque los aspectos económicos y sanitarios son fundamentales, difícilmente puedan considerarse adecuadamente sin atender aristas políticas, culturales, sociales y otras del contexto actual. El desafío habrá de ser profundizar en áreas específicas sin desatender la visión integral de la realidad.
  • Agenda de transformación. Se trata de promover y realizar cambios profundos evitando la reiteración de políticas y acciones que no han logrado mejorar la realidad. Por ello, debe priorizarse atender los aspectos que están en el centro de las demandas de los Pueblos Indígenas y de las necesidades de la sociedad en general,
  • Este es el caso del modelo de desarrollo extractivista que prioriza el lucro a costa de la naturaleza y los derechos humanos, la gobernanza y ejercicio de derechos sobre tierras y territorios indígenas, la participación y consulta en el marco de los estándares internacionales, entre otros aspectos relevantes.Filac: los pueblos indígenas, en grave riesgo frente a la pandemia ...
  • Perspectiva intercultural. El diálogo debe hacerse en base a una interacción equitativa y horizontal entre las culturas que conviven en el continente, sus expresiones y formas de ver el mundo.Entre otros aspectos, se deben buscar sinergias entre las innovaciones científicas y los conocimientos tradicionales propios de los Pueblos Indígenas como herramientas necesarias para entender y actuar sobre la realidad.
  • Resultados concretos. El espacio de concertación debe apuntar a que el proceso de intercambio de análisis logre productos específicos que pueden ser al nivel deacuerdos conceptuales, orientaciones acordadas, líneas de trabajo compartido entre varios de sus participantes e incluso, acciones concretas a impulsar en lo inmediato.

Ante una realidad como la que nos toca vivir, se trata de actuar a la altura de los desafíos que enfrentamos.

Requerimos de un espacio regional de alto nivel para el análisis y promoción de medidas que apunten a enfrentar las consecuencias y algunas de las causas que tornan tan graves los efectos de la pandemia,

Convencidos de ello, ponemos a consideración esta propuesta que esperamos sea de utilidad para ayudar acordar esfuerzos hacia el objetivo común de mejorar las condiciones de todas las personas que vivimos en esta región del planeta, concluye el documento.

* Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas para América Latina y el Caribe, FILAC. Difundido por el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)

Fuente e imagen:  http://estrategia.la/2020/07/10/pueblos-indigenas-proponen-una-concertacion-para-el-buen-vivir/

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Libro: Las desigualdades en clave generacional hoy. Las juventudes y las infancias en el escenario latinoamericano y caribeño. (PDF)

Por: CLACSO. 

Liliana Mayer. María Isabel Domínguez. Mariana Jesica Lerchundi. [Compiladoras]

Leticia Cerezo. Liliana Mayer. Pablo A. Vommaro. Miriam Abramovay. Mary García Castro. Ana Paula da Silva. Juan Romero. Elaine Morales. Yeisa B. Sarduy Herrera. Ana Hernández. Ofelia Carolina Díaz. Silvia Guemureman. Eugenia Bianchi. Carolina Ciordia. Mariana Jesica Lerchundi. María Isabel Domínguez. [Autores de Capítulo]
…………………………………………………………………………
Colección Grupos de Trabajo.
ISBN 978-987-722-623-2
CLACSO.
Buenos Aires.
Julio de 2020

*Disponible sólo en versión digital

Cada uno de los capítulos de este libro hace foco en temáticas que iluminan desigualdades sociales, políticas, económicas y culturales de las infancias y juventudes de América Latina y el Caribe. Asimismo, cada uno de los trabajos aborda temáticas generales y transversales que se tensionan en estudios concretos y temáticas particulares. Si bien los trabajos retoman diversos modos de acceso al campo, asumen como espacio común y punto de partida un posicionamiento político y epistemológico, que no solo se evidencia en las descripciones de contexto, sino fundamentalmente en comprender las desigualdades como categoría central para el abordaje transversal de los estudios de infancias y juventudes en ciencias sociales. Pues los investigadores que participamos como coautores de este libro no nos asumimos como analistas neutrales, por el contrario, estamos inmersos en la sociedad desigual y problemáticas que investigamos. Los invitamos a leer este libro y a tramar nuevas preguntas que conduzcan a renovadas respuestas.

De la Presentación de Liliana Mayer, María Isabel Domínguez y Mariana Lerchundi

Fuente de la reseña: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?orden=&id_libro=2209&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1404

Link de descarga del libro: Las-desigualdades-en-clave-generacional

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Informe señala a 41 millones de desocupados en América Latina y el Caribe

América Latina y el Caribe/08/07/2020/Autor: Máximo Paz/Fuente: ANRed

De acuerdo a una reciente publicación de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la pandemia desatada por el COVID-19 alberga un proceso de profundización sin precedente histórico de la crisis laboral que persiste desde hace años en América Latina y el Caribe. Los resultados indican que al menos 41 millones de personas se hallan desocupadas en la región. De mantenerse inmutable el contexto crítico impuesto por la crisis sanitaria, el documento indica que las sociedades de las Américas experimentarán aún más la tendencia hacia el incremento del desempleo y el empeoramiento de las condiciones de vida. 

A través de una conferencia de prensa virtual llevada a cabo por Vinicius Pinheiro, Director de la Oficina de la OIT para América Latina y el Caribe y por Fabio Bertranou, Director de la oficina para el Cono Sur, se presentó el informe “Panorama Laboral en tiempos de la COVID-19: Impactos en el mercado de trabajo y los ingresos”. Las estipulaciones volcadas en la publicación hallan una serie de observaciones cuantitativas preocupantes para el contexto social americano.

Entre los datos destacables, el informe describe una suba entre 4 y 5 puntos de la tasa de desocupación en la región respecto al 8,1% de fines de 2019. No conforme con ello, la organización advierte que, de continuar la crisis, los números porcentuales estarán sujetos a un mayor agravamiento.

La investigación, sobre el punto observado, además subraya datos más dramáticos publicados por otros organismos. En ese sentido, el Banco Mundial refleja una caída del crecimiento económico de -7,2% y una tasa de desocupación del 12,3%, mientras que el Fondo Monetario Internacional, sobre una baja en la actividad económica del -9,4%, estipula una tasa del 13%.

Los porcentajes esbozados por la OIT encuentran rostro al revelarse en términos numéricos absolutos las personas que se estiman como desocupadas: sobre los 26 millones existentes anteriores a la pandemia, el incremento de la tasa porcentual describe a 41 millones de parados para 2020.

“Ese aumento sin precedentes en la tasa de desocupación regional implica un récord histórico de 41 millones de desempleados, lo cual va a repercutir sobre la estabilidad económica y social de nuestros países”, reveló Vinícius Pinheiro a través de la pantalla.

El informe además refiere a que el agravamiento de los guarismos encuentra relación directa con los indicadores que dan cuenta del objetivo desmejoramiento de las condiciones laborales y la merma a la baja sobre los ingresos salariales y los presupuestos familiares entre los ocupados.

“Una característica de esta crisis ha sido la velocidad del impacto que se ha traducido en un colapso inmediato de los ingresos laborales y familiares de un conjunto muy amplio de la población”, subrayó Pinheiro. “Esto puede amplificar las desigualdades sociales dado que los ingresos laborales en promedio aportan alrededor del 80%, de los ingresos totales familiares en la región”, completó al respecto el conferencista.

En otro punto de la conferencia se dio cuenta de las limitaciones que se presentan para medir la fuerza de trabajo real desocupada, en tanto que a partir de las medidas de distanciamiento, resguardo y confinamiento, superpuestas al desánimo ante los exiguos ofrecimientos de ocupación laboral se desprende un sector poblacional “escondido” de las estadísticas.

“La masiva destrucción de empleo no se refleja por completo en incrementos en la tasa de desocupación, debido a que una parte significativa de los trabajadores que pierden su empleo ha salido de la fuerza de trabajo”.

Razón por lo cual, se explica, podrían observarse mayores incrementos porcentuales en las estadísticas conforme se flexibilicen las medidas de contención social y, en consecuencia, la población inactiva precise salir a buscar ingresos propios en el mercado de trabajo tanto formal como informal.

Asimismo, el documento establece que cerca del 40% del total de la ocupación en la región se aloja en actividades laborales de alto riesgo en cuanto a su pérdida frente a la crisis sanitaria, mientras que un 17% se radica en sectores de riesgo medio-alto, por lo cual la organización estima que “alrededor del 60% de los ocupados en América Latina y el Caribe se encuentran expuestos a significativas pérdidas de empleo, de horas trabajadas y de ingresos laborales”.

Servicios hoteleros, gastronómicos y comercio se encontrarían, según la OIT, en el segmento de alto riesgo.

Por contrario, el informe indica que el 20% de la fuerza de trabajo de Latinoamérica y el Caribe se localiza inscrita al rango de actividades de bajo riesgo en el marco de la pandemia. Trabajadoras y trabajadores pertenecientes a la administración pública, educación y salud se hallarían en mayor número dentro de ese conjunto laboral.

El cuadro de situación actual encaja en su antecedente lógico a través de las observaciones volcadas en el documento que describen las realidades americanas poco alentadoras mucho tiempo antes del advenimiento de la pandemia.

“El bajo ritmo de crecimiento económico que caracterizó, en general, los años posteriores a la crisis financiera internacional (2008/2009) se tradujo en una débil creación de puestos de trabajo, especialmente de aquellos de mayor calidad”, señala el informe, para asegurar, a renglón seguido, que “la informalidad ha venido incrementándose sistemáticamente pasando de representar el 49,5% del total de los ocupados en 2014 a concentrar el 50,6% en 2018 y el 51% en 2019” y que “por lo tanto, en 2019 continuaron intensificándose las tendencias desfavorables observadas en los mercados de trabajo de la región. En particular, el leve aumento de la tasa de desocupación fue acompañado de un empeoramiento en la calidad de las ocupaciones y de un muy reducido incremento en las remuneraciones reales de los trabajadores”.

De acuerdo a lo desarrollado por la tecnocracia autora del trabajo investigativo, que coloca la certeza de una inconmensurable reducción de empleos y la pérdida masiva de ingresos laborales, se desprenden las alertas necesarias sobre los destacamentos organizativos de la clase obrera latinoamericana y caribeña.

Fuente e imagen: https://www.anred.org/2020/07/03/informe-senala-a-41-millones-de-desocupados-en-america-latina-y-el-caribe/

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Latinoamérica, El Caribe y sus Luchas

Por: Marcelo Colussi y Mario de León

 

Marco Histórico y Teórico-Crítico Reciente

En esta segunda parte del ensayo hicimos una revisión general, no exhaustiva ni extensivamente detallada, pero sí con un marco general conceptual relativamente contemporáneo, que tiene enfoques analíticos y críticos de ciertas interseccionalidades iniciales que forman parte, componen y explican los recientes movimientos y protestas sociales en America Latina y el Caribe (LAC).

Hicimos también, una breve revisión o repaso a través de un marco histórico, teórico y crítico donde resumimos algunos de los estudios mundiales, puntos de vista y opiniones de académicos, filósofos, estudiosos(as), especialistas, analistas y ensayistas sobre los movimientos y las protestas sociales, bajo la óptica de una introducción teórico-conceptual de algunas de las teorías desarrolladas desde mediados del siglo pasado hasta la actualidad, las cuales han sido llamadas los Nuevos Movimientos Sociales (NMS).

Asimismo, en esta segunda parte del ensayo, en el análisis y descripción de los movimientos y protestas sociales hemos utilizado los artículos de varios investigadores y académicos, universidades, centros de pensamiento, bibliotecas e enciclopedias virtuales etc. que encontramos en la internet y que también reunimos en papel para abordar el fenómeno en la región LAC; son ellos y ellas: Vargas (2008), Millán (2009), Revilla (2010), Candón (2010), Romanutti (2012), Tricot (2012), Mejías y Suárez (2015), Mathieu (2015), Wikipedia (2015a y 2015b), Colussi (2019) Colussi y de León (2020) y Billion y Ventura (2020), entre otros y otras. Para empezar a entender las acciones desarrolladas en LAC durante las últimas tres décadas entre el siglo XX y el siglo XXI. Reiteramos que estamos conscientes que, aunque las manifestaciones de descontento, malestar y frustración social vienen de más atrás, y que se han dado y están dando en otros países del continente en LAC, nos hemos concentrado y enfocado en estos seis países nombrados arriba.

En la tercera parte del ensayo (a presentarse en breve), vamos a analizar los movimientos y las protestas sociales en Latinoamérica y el Caribe a mayor profundidad y extensión, utilizando parte de las teorías de los Nuevos Movimientos Sociales (NMS) que se presentan acá y los análisis histórico-estructurales y crítico-comparativos del posmarxismo contemporáneo, para los países escogidos de Sudamérica: Bolivia, Chile, Colombia, y para los países escogidos de Centroamérica y el Caribe: Honduras, Haití y Nicaragua, mayormente en estos últimos tres años de convulsiones, movimientos y protestas sociales en el continente.

Los Nuevos Movimientos Sociales (NMS)

Por un lado, los estudios sobre los movimientos sociales y algunas de sus manifestaciones con varios resultados incluyendo las protestas sociales de distinta índole, se han convertido en un campo de análisis propio dentro de las ciencias sociales, principalmente en las áreas de estudio de la sociología, la ciencia política y la psicología. Los mismos están influenciados por los análisis conceptuales y los estudios clásicos, posclásicos y críticos-postmodernos del Marxismo y el Funcionalismo de mediados del siglo XIX hasta mediados del siglo XX; y de mediados del siglo XX hasta la actualidad (los cuales, mencionaremos y analizaremos a través de algunas secciones del contenido tanto teórico-conceptual como en la dinámica de los movimientos y protestas sociales, del perfil y del contexto de los países descritos en este y el siguiente ensayo).

Por otro lado, las teorías norteamericanas y europeas modernas y posmodernas ocupan un lugar central en el estudio de los movimientos sociales desde mediados del siglo XX hasta la actualidad. Entre ellas se pueden distinguir dos teorías principales: la teoría de la movilización de recursos (TMR) y la teoría de los nuevos movimientos sociales (NMS). La de NMS tiene su enfoque inicial general y dos enfoques más reducidos relativamente: el Enfoque de los Procesos Políticos (EPP) y el Enfoque de los Marcos Culturales (EMC). Cada uno de estos enfoques teórico-epistemológicos se concentra en el análisis de un tema o tópico central en particular: NMS en general, en la aparición y organización de nuevos grupos sociales de distinta índole para la acción; EPP en el proceso político que lleva a las acciones organizadas; y EMC en la identidad individual y colectiva grupal, respectivamente.

Este grupo de teorías sostienen que los movimientos de hoy son categóricamente diferentes a los del pasado. En lugar de los movimientos obreros involucrados en el conflicto de clases, de acuerdo con el modelo y los enfoques marxistas clásicos y ortodoxos, los movimientos actuales están involucrados en conflictos sociales y políticos por sectores y subsectores sociales muchas veces divididos o separados, con distintas agendas diferenciadas y movilizaciones estratégicas no enteramente relacionadas a sus visualizaciones, anhelos, objetivos y metas a lograr.

Las motivaciones para la participación en el movimiento son una forma de política «post-material», así como las identidades recién creadas, en particular las de la «nueva clase media». Autores como Touraine (1984, 1992), Habermas (1981), Offe (1985) Melucci (1989 y 1999), Buechler (1995 y 2013), e Inglehart (1977 y 2018); son los principales representantes aunque no los únicos de las teorías de los NMS y sus enfoques.

El enfoque de los NMS tuvo lugar inicialmente en Europa como una respuesta al marxismo clásico y ortodoxo, que explica toda acción social a partir de la dicotomía estructura-superestructura y que considera a la clase obrera (proletariado), como único actor de los movimientos para el cambio político, económico y social. En Europa, a partir de las experiencias de los movimientos de los ’60 (los cuales se describen abajo), la atención se dirige hacia los factores macroestructurales, como el surgimiento del Estado del bienestar y la construcción de nuevas identidades múltiples y colectivas. Estas identidades explican (sin agotarse en sí mismas, ya que son dinámicas y cambian a través del tiempo), las motivaciones individuales para participar en los movimientos y las protestas sociales con diferentes o variados objetivos y metas.

El enfoque destaca la novedad en la variedad de los movimientos sociales, confrontando a la concepción marxista clásica u ortodoxa sobre ellos, principalmente a las clases trabajadoras, como los único(s) grupo(s) directamente relacionados a la lucha de clases. De acuerdo con este enfoque, los nuevos movimientos sociales ya no se articulan basados única y exclusivamente a la clase social; sus fines no son estrictamente económicos o políticos en muchos casos, en el sentido de la necesidad primordial de tomar y/o sustituir el poder del aparato del Estado opresor y explotador. Algunos ejemplos de los NMS serían: el feminismo, el ecologismo, el pacifismo, la solidaridad internacional, la lucha contra la segregación racial, la reivindicación étnica, el movimiento estudiantil, el movimiento hippy, las movilizaciones estudiantiles de mayo del 68 al nivel mundial, etc. Estos son considerados como reacción a los cambios estructurales, en los ámbitos económico, político y cultural, de las sociedades occidentales y occidentalizadas en referencia a Latinoamérica y el Caribe, por ejemplo.

De acuerdo con Revilla, Candón y Romanutti (citados arriba); los NMS ponen de manifiesto la crisis de legitimidad de los partidos políticos, las organizaciones tradicionales y la emergencia de nuevos actores sociales debido a los cambios culturales producidos. Los nuevos movimientos ejemplifican los cambios culturales experimentados en las sociedades avanzadas. Estos cambios se manifiestan en el paso de valores materialistas a valores postmaterialistas. Estos cambios económicos, políticos y culturales explican el surgimiento de los nuevos movimientos sociales. En ellos se producen diferentes transformaciones en cuanto a los actores protagonistas de la movilización, los valores y objetivos de los nuevos movimientos, o las diferentes formas de organización y acción colectiva. Los NMS no están protagonizados por actores que se identifiquen en términos de ideología o clase social, sino en función de otros parámetros como la edad, el sexo o el género, la etnicidad o minoría racial u otras reclamaciones interclasistas.

De acuerdo también con Revilla, Candón y Romanutti (citados arriba), los NMS se relacionan con la construcción de nuevas identidades políticas sociales y económicas, las cuales entran en conflicto con las normas existentes y valores, algunos de los cuales son negados por el Estado o por el mercado principalmente. Los NMS se definen también como no institucionales y no convencionales. La teoría de los NMS destaca la naturaleza plural de los actores, la cual se localiza en tres sectores de la estructura social: la «nueva clase media» o «clase de capital humano», es decir, los que trabajan en sectores tecnológicos basados en la información, los profesionales de servicios humanos y el sector público como la educación y la asistencia o bienestar social; personas con alto nivel educativo y relativa seguridad económica. Toma en cuenta también a los grupos periféricos, y a quienes ocupan una posición marginal en el mercado de trabajo: como estudiantes, jubilados, juventud desempleada o amas de casa de clase media, y otras personas pertenecientes a la clase media tradicional.

Enfoque de los Procesos Políticos (EPP)

El EPP se centra en la importancia del contexto institucional y político que influye en la movilización. Comparte con la perspectiva anterior la concepción de la acción colectiva como una interacción estratégica entre distintos actores, que se basa fundamentalmente en el cálculo de costos y beneficios; pero mientras la primera se centra en la utilización de los recursos disponibles por el movimiento, la segunda se concentra en la disponibilidad de esos recursos en el sistema político. Dentro del mismo enfoque pueden distinguirse visiones más directamente políticas y otras que son más históricas y culturales, que introducen diversos conceptos importantes. Por un lado, desde un punto de vista estrictamente político, Tarrow (1994 y 2011) y Kriesi y Wisler (1996) utilizan los conceptos centrales de estructura de oportunidades políticas y de ciclos de protesta, los cuales responden a la apertura o al cierre de oportunidades para la movilización en el ámbito político e institucional.

Por otro lado, desde el punto de vista social, Tarrow define los ciclos de protesta como «una fase de intensificación de los conflictos en el sistema social» (1994: 263 citado por Revilla, 2010). Según él, la movilización iniciada por una «vanguardia» tras percibir un cambio en la estructura de oportunidades políticas se expande a otros grupos, que ven reducido el coste de su propia movilización, debido al primer paso dado por los anteriores, expandiéndose y multiplicándose los conflictos. Snow y Benford (1988) y Gamson (1989); señalan el aspecto más cultural, acercándose a las nociones de los NMS, con la idea de los «marcos culturales y los procesos de enmarcado» (explicados con mayor detalle abajo), por los cuales los movimientos se relacionan con las resonancias culturales. Las oportunidades políticas proporcionan incentivos para la acción colectiva, al influir sobre las expectativas de éxito o fracaso. El EPP no sólo influye en el surgimiento de la movilización en el curso de «ciclos de protesta», sino también en las formas que toma la acción colectiva en diferentes contextos.

Millán (2009) describe a Tilly (1978), quien utiliza una perspectiva histórica y cultural, para introducir el concepto de «repertorio de acción colectiva» como las formas de protesta aprendidas socialmente y que responden y se adaptan al contexto político. La perspectiva histórica y cultural se justifica por el hecho de que estos repertorios son culturalmente aprendidos. Tilly (1990) incluye también, a la violencia como una forma de participación política (la cual hasta cierto punto es común en los movimientos y protestas sociales en LAC, y se han intensificado en estos últimos años); en contra de los enfoques que explican los actos violentos como «formas irracionales» completamente desvinculadas de la política. Esta línea de investigación ha estimulado un énfasis en el estudio de la identidad y los comportamientos y los roles grupales.

De esta forma el autor (arriba mencionado), enlaza la acción colectiva violenta con los movimientos sociales, resaltando como única diferencia el cambio de repertorio (de conducta, intencionalidad y agresividad); de la confrontación por medios violentos, como consecuencia de importantes cambios económicos y sociales afectando muy negativamente en un espacio tiempo regularmente largo o prolongado (como ha pasado en LAC, debido a las políticas neoliberales de ultranza o a la corrupción extendida, por ejemplo). El autor define también, los repertorios de acción como los «canales establecidos en los que pares de actores efectúan y reciben reivindicaciones que afectan a sus respectivos intereses». Qué hace la gente para protestar, ello está determinado por lo que sabe hacer, esto es, por la memoria colectiva y las culturas de movilización aprendidas a lo largo de la historia. Toman las estrategias que han tenido éxito, o las que mejor se adaptan al contexto actual. La evolución del repertorio se produce lentamente con innovaciones en los márgenes. Sin embargo, los cambios profundos en los repertorios se producen a largo plazo.

Enfoque de los Marcos Culturales (EMC)

En los últimos años de la década de 1990, Melucci se centró en la creación de ‘identidades colectivas’ como el propósito de los movimientos sociales, especialmente los «nuevos movimientos sociales». Jasper (1998) propició la colocación de las emociones, en la agenda intelectual para muchos estudiosos/as e investigadores/as de los movimientos y las protestas sociales; y ha continuado analizando la dinámica emocional de la protesta en los años posteriores. Ha argumentado también en esta última década, que los movimientos sociales proporcionan a los participantes la oportunidad de elaborar y articular sus intuiciones y principios morales, ya sea para sí mismos o en contraste hacia otros grupos, ya sean estos grupos afines o antagónicos. Goodwin, Jaspers y Polletta (2000), reconocieron la importancia de las emociones en los movimientos sociales y desarrollaron la idea de la ‘dinámica emocional’ de forma más sistemática. Los mismos autores (2000) critican el paradigma de la ‘oportunidad política’ anteriormente dominante, utilizando el enfoque cultural de Jasper, han demostrado que la oportunidad política es demasiado estructural como concepto, dejando de lado significados, emociones y agencias individuales y colectivas que se alinean, (importantes elementos, para entender algunas de las formas, dinámicas y manifestaciones colectivas con diferentes grados de intensidad al nivel global y al nivel regional en LAC).

Jasper (2006), nuevamente argumentó que la interacción social estratégica, tenía una lógica importante que era independiente de la cultura y la estructura, subyacente a los dilemas estratégicos de/en lo que sucede en la vida real. La interacción social desarrolla un vocabulario, un entendimiento, una identidad y una lógica de las circunstancias y del ambiente dentro de los movimientos y las protestas que se generan. Todos estos elementos sirven para concretar acciones y afianzar el compromiso estratégico de una manera cultural, emocional y auténtica. Emirbayer y Goldberg (2005) escribieron también de manera similar, sobre las emociones y los movimientos sociales, derivando sus ideas de la historia del pensamiento sociológico (compromisos, objetivos y acciones estratégicas para lograr cambios). Cefaï (2013), por su lado, llegó a conclusiones similares acerca de la síntesis del pensamiento, las culturas intrínsecas y las acciones colectivas en los movimientos sociales.

Parece ser que los «marcos cognitivos», social y políticamente compartidos, son procesos colectivos de interpretación, atribución y construcción social que median entre la oportunidad y la acción. Los activistas tienden a veces, a sobreestimar el grado de oportunidad política, y de esta forma, las percepciones poco realistas de lo que es posible que puedan alterar como lo posible concreto. Se tiene entonces, que los propios movimientos son capaces de crear por sí mismos estas oportunidades y coyunturas de cambio a distintos niveles de una estructura social. El concepto de «marcos de interpretación» introducido por Goffman (1974), los define como el «conjunto de orientaciones mentales que permiten organizar la percepción y la interpretación de hechos sociales significativos». Gamson (1988)por su parte, aplica el concepto de Goffman a los movimientos sociales denominando «marcos de acción colectiva» a los esquemas interpretativos que inspiran y legitiman la acción de los movimientos sociales (descritos más abajo).

En el seno de las organizaciones y movimientos sociales, se generan ‘entendimientos y sentimientos compartidos’ como resultado de la negociación de significados y sentimientos preexistentes acudiendo a la sabiduría popular, la experiencia o elementos de la cultura política de la comunidad, a la identidad étnica, cultural y social; los cuales se configuran de manera intersubjetiva durante el mismo proceso de la acción colectiva (la mayoría de los movimientos por la reivindicación étnica y cultural ancestral en varios países y regiones de LAC, pueden ser un ejemplo). La definición de la situación a la que lleguen los distintos actores sociales tomará forma en distintos tipos de marcos interpretativos, siguiendo un esquema básico de problema, causa y solución a través del cual se desarrollan en múltiples niveles.

Los marcos de injusticia o marcos de diagnóstico definen el problema y sus causas e identifican a los responsables; son orientaciones cognitivas y afectivas que hacen que un movimiento interprete una situación como injusta. El marco de pronóstico (objetivos y metas posibles de alcanzar), define la estrategia apropiada para solucionar el problema planteado, la capacidad de agencia o la conciencia del movimiento respecto a las perspectivas de éxito y eficacia de su acción para transformar esa realidad identificada como injusta.

Por último, el marco de la identidad realza el sentido y sentimiento de la pertenencia al grupo y el reconocimiento colectivo que permite al movimiento construir una autoconcepción de sí mismo como actor social diferenciado de sus adversarios. El marco de la identidad introduce así un elemento central de la teoría de los NMS, la identidad colectiva, que destacará cómo el hecho de sentirse miembro del grupo supone una motivación para lograr sus objetivos y metas, por parte de los activistas. Hirschman (1991) por su parte, distingue dos tipos de retórica que fijan la posición de los actores sociales ante una determinada controversia: la retórica reactiva, desarrollada por los agentes sociales que optan por la inactividad, destacando el riesgo, la futilidad y los efectos perversos que puede acarrear la acción colectiva; y la retórica del cambio, desplegada por los movimientos sociales que apuestan por la movilización resaltando la urgencia, actividad y posibilidad, animando a emprender acciones colectivas.

Snow y Benford (1988) introducen el concepto de «alineamiento de marco» (definido como la unión del individuo y las orientaciones interpretativas de los movimientos), que hacen que los intereses, creencias y valores de los sujetos sean congruentes y complementarios con la acción e interpretación del movimiento como tal. Así en un ciclo de protesta, diversos actores configuran una serie de orientaciones cognitivas comunes que se alinean generando un «marco de acción central o maestro», es decir, una perspectiva compartida entre diferentes actores con los que se identifican los contenidos socioculturales más generales de los movimientos sociales. Gerhards y Rucht (1992) describen los «procesos de enmarcamiento» (como esfuerzos estratégicos y conscientes realizados por grupos de personas) para construir interpretaciones compartidas del mundo y de sí mismos que legitiman y motivan la acción colectiva. Establecen una diferenciación entre «dimensiones de enmarcamiento» y «estrategias de enmarcamiento». Los movimientos dan a las demandas sociales formas más amplias a través del proceso de enmarcamiento.

Van Stekelenburg y Klandermans (2010) introducen los conceptos de «formación» y «movilización del consenso» para referirse al intento deliberado de un(os) actor(es) social(es), por crear consenso en un sector de la población y destacar también la convergencia imprevista de significados en las redes sociales. Ambos investigadores describen, además, tres niveles de construcción de significados para potenciar la resonancia cultural del discurso y la movilización de consensos:

El primer nivel se refiere cómo un problema o reivindicación social adquiere una dimensión pública para ganar visibilidad situándose en la agenda pública y mediática, convirtiéndose así en un incentivo para la acción colectiva y la participación ciudadana (movimientos y protestas sociales contra la corrupción en la mayor parte de los países de LAC).

El segundo nivel se refiere a la comunicación persuasiva de las organizaciones del movimiento y sus oponentes, que pugnan para tratar de movilizar el consenso, buscando apoyo a su situación en las creencias colectivas de distintos grupos sociales para que tomen partido (movimientos y protestas sociales apoyando y rechazando el golpe en Bolivia).

El tercer nivel se refiere a la concientización durante los episodios de la acción colectiva, que tiene que ver con el impacto de la acción colectiva en la afirmación o cambio de las creencias colectivas de quienes participan directa o indirectamente (las acciones de desobediencia social contra las disposiciones gubernamentales cuarentenas o los confinamientos por la pandemia del COVID-19, de sectores muy empobrecidos e informales padeciendo hambre en muchos países LAC).

Entonces, tenemos que las teorías NMS aportan un sentido racional de la movilización social que se aleja en varios aspectos de los enfoques macro y supraestructurales y psicológicos anteriores. En sus diversas perspectivas contribuyen con una serie de conceptos clave que componen un mapa teórico básico para analizar cualquier movimiento: a) las estructuras organizativas; b) las oportunidades políticas; c) los repertorios de confrontación; y, d) los marcos culturales. Estos últimos dos conceptos analíticos, son los que utilizaremos más en esta segunda parte; vamos a interrelacionarlos con los países analizados en la tercera parte del ensayo sobre los MMS en LAC.

Los Movimientos y las Protestas Sociales en Latinoamérica y el Caribe (LAC)

En Latinoamérica y el Caribe durante las últimas tres décadas se han dado grandes movilizaciones sociales; se podría decir que este siglo se ha iniciado con una reivindicación de la política nacional y mundial mayormente saliendo a la calle. Se han presentado las demandas, se ha puesto a la defensiva, o contra la pared en algunas ocasiones, a los gobiernos nacionales, en varios países los presidentes han debido recapacitar sus medidas, dejar sus gobiernos por la puerta de atrás, o implantar medidas coercitivas o represivas. Ahora, la historia actual cotidiana ha cambiado por las medidas impuestas por casi todos los gobiernos al nivel mundial, la mayoría de los países LAC no son una excepción. empujados por las protestas sociales fuertes y continuas.

Estos movimientos, sus participantes, sus instituciones, sus procesos, sus programas y sus alcances están implicados en las luchas por la demarcación del escenario político. En estos procesos se distinguen fases y tendencias en los distintos países de la región y en las distintas áreas geopolíticas. Asimismo, ha habido cambios en los actores, las motivaciones y razones y objetivos de los movimientos y las protestas sociales; unos se han mantenido, otros han desaparecido y algunos más se han formado y consolidado en los últimos años.

De acuerdo con Colussi y de Léon (2020), en los últimos 30 años, en la región se vivió el periodo en el que los países de Latinoamérica y el Caribe «retornaron a la democracia» y la vieron consolidarse como sistema de gobierno. Los movimientos sociales fueron claves, tanto en la «oposición a las dictaduras» de corte militar, como en las «transiciones a la democracia» (principalmente en algunos países de Centroamérica y en algunos de Sudamérica). En general esas transiciones fueron formales, contrainsurgentes, prescriptivas o de fachada, según la evidencia examinada y analizada por estudiosos, académicos e investigadores.

Aunque en general los movimientos sociales producen demandas de reconocimiento por parte de los otros actores y del sistema político, en el caso de los movimientos sociales latinoamericanos y caribeños contemporáneos se involucran en la producción de una concepción más alternativa de ciudadanía. Así, estos movimientos sociales están implicados fundamentalmente en la multiplicación de escenarios públicos en los cuales se pueda cuestionar y volver a dar significado no solo a la exclusión sociopolítica, socioeconómica y sociocultural, sino también la de género, identidad étnica y ecológica, entre otras emergentes y en proceso de consolidación.

El neoliberalismo posmoderno globalizado de las últimas dos décadas, como racionalidad socioeconómica y sociopolítica, no ha servido para resolver las necesidades sociales, económicas y políticas de las sociedades en Latinoamérica y el Caribe. El «sálvese quien pueda» no funciona; la supremacía de lo individual es un gran escollo ahora que se piden esfuerzos colectivos; la cooperación colectiva está tratando de crecer y de imponerse a la competencia individualista fomentada en las últimas dos décadas. Los mercados no saben cómo autorregularse; no existe mano invisible que los regule; y tampoco se cumple el mito de que los agentes privados logran sus beneficios por asumir más riesgos dentro de la especulación bursátil. Ha nacido entonces un nuevo desorden económico global, con crísis cíclicas cada vez más recurrentes, amplias y profundas (entre las últimas, la recesión del 2008 y la actual debida en parte a la pandemia del COVID-19).

Con relación a lo anterior, Billion y Ventura (2020) han descrito varias características y relaciones sobre los NMS en Latinoamérica y el Caribe recientemente. Los NMS han sido parte importante de los medios sociales existentes para hacer visibles las reivindicaciones y demandas propuestas, y hacer notar y tratar de resolver los problemas sociales en el continente, debidos mayormente aunque no exclusivamente, al neoliberalismo globalizante a ultranza. Pero los movimientos y las protestas sociales son también mucho más que un medio: son espacios en los que se crean, recrean y transmutan las identidades colectivas.

Son la voz de la sociedad, los mensajes que la sociedad envía a los que ejercen el poder, a quienes gobiernan, a quienes están implicados en la gestión de lo público dentro del Estado en el continente. Los movimientos sociales como procesos de identificación colectiva, como ejercicios de autoafirmación y como prácticas de solidaridad grupal son, ante todo, una escuela de ciudadanía: fantasías, deseos y objetivos colectivos que van abriendo paso en la historia. No son política alternativa: son política per se. De acuerdo con Revilla (2010), ésta se manifiesta muchas veces con la siguiente dinámica de la acción colectiva:

1.La acción colectiva es la que lleva a cabo un sujeto colectivo, es distinta de la suma de acciones individuales. Por lo tanto, la dimensión individual de la acción interesa en la medida en que los individuos se constituyen en los sujetos colectivos: atribuyen significados a su acción, se reconocen en los otros y con los otros y llevan a cabo actos intencionados. Es decir, hay un vínculo necesario entre acción colectiva y acción individual, y ese vínculo es el que se reconoce como una dimensión potencial del análisis y crítica constructiva y comparativa (Ídem).

2.La acción colectiva es siempre un proceso interactivo y comunicativo; implica otros actores, recursos, capacidades organizativas, habilidades de liderazgo, circunstancias coyunturales y condiciones estructurales. Esos procesos configuran escenarios en los que se hace posible o no la acción colectiva y en los que se condiciona la forma que adopta la acción, si es que existen posibilidades de existencia (Ídem).

3.Como consecuencia de lo anterior, la existencia de agravios o condiciones estructurales o coyunturales de conflicto potencial no es suficiente para explicar la acción colectiva. El proceso de la acción colectiva es un proceso de construcción de identidades colectivas; los actores, al definir la identidad, se definen a sí mismos y sus relaciones con otros actores de acuerdo con los recursos disponibles y con las oportunidades y restricciones del medio (Ídem).

4.La acción colectiva es siempre acción racional: existe una racionalidad compartida. Cabe, por lo tanto, esperar situaciones de elección equivalentes en la historia, y también que los actores, que nunca son los mismos, se comporten, una y otra vez, de modos semejantes (Ídem).

5.En el proceso de la acción colectiva se pone en juego una dimensión instrumental y también una dimensión expresiva. Debido a la primera dimensión, la acción colectiva es el medio para alcanzar ciertos fines; por la segunda, la acción colectiva en sí misma es el fin que se pretende (la expresión de valores y conflictos, la construcción y movilización de una identidad colectiva, la demostración de la propia fuerza, etc.) (Ídem).

En el estudio de la acción colectiva en Latinoamérica y el Caribe, utilizar las teorías de los NMS, a través de la noción de ‘repertorio(s)’, es muy relevante, ya que alude no solamente a lo que los participantes hacen cuando están inmersos en un conflicto contra otros, sino a lo que saben hacer, y a lo que los otros esperan que hagan también. Es un concepto, estructural y cultural en un proceso paralelo continuo y discontinuo, puesto que los cambios fundamentales en la acción colectiva dependen de grandes fluctuaciones en los intereses, las oportunidades y las formas de organización. Éstos, a su vez, van acompañados de transformaciones en los Estados y en el capitalismo, con sus variantes en la sociedad donde se manifiestan los movimientos sociales.

Para una mejor aproximación a la comprensión de los posibles cambios en los repertorios de acción en Latinoamérica y el Caribe, es preciso detenerse brevemente en el concepto y en las tipologías de repertorios. En el análisis crítico-comparativo de los repertorios de acción en los conflictos comunitarios, conflictos étnicos, conflictos sindicales, conflictos sociales de distinta índole en Latinoamérica y el Caribe, se distinguen tres tipos básicos de «repertorios de acción colectiva». En ese sentido Revilla (2010) y Tricot (2012), nos dicen que los repertorios pueden estar relacionados con: la política convencional, la probabilidad de alterar el orden público y el riesgo de violencia potencial o real implicado en la acción. Tenemos entonces:

1. Repertorio de la acción colectiva contenida: constituye un repertorio en general conocido, comprendido y aceptado; no supone un gran compromiso e implica un riesgo escaso en su ejecución (independientemente de que sea un repertorio que se utilice en la competición electoral o no). Se basa en rutinas que la gente conoce y que son aceptadas por las autoridades, quienes pueden incluso llegar a facilitarlas. En Latinoamérica y el Caribe predominan numéricamente estas acciones en general dentro de los movimientos sociales, y regularmente ya están institucionalizadas en la sociedad y en el Estado. Las acciones concretas que se incluyen son: mítines, campañas, propaganda, manifiestos, firma de peticiones, manifestaciones, marchas y huelgas (Ídem).

2. Repertorio de la acción de confrontación: se trata de acciones que conllevan cierto riesgo de alteración del orden público o de uso de la violencia relativa de baja intensidad (daños contra la propiedad regularmente) e implican un modo de organización, unos beneficios y unos costes particulares. Son formas de acción que rompen con la rutina, sorprenden a los observadores y pueden desorientar a los gobernantes, al menos durante un tiempo. En Latinoamérica y el Caribe no predominan numéricamente estas acciones en general dentro de los movimientos sociales; la alteración del orden público es el origen de buena parte de los cambios en los repertorios y del poder de los actores. Se incluyen, dentro de esta categoría: acciones con bajo riesgo de alteración del orden público o violencia, dado que involucran escasa interacción física (huelgas de hambre, campañas de desobediencia civil, boicots); y en algunos casos, generan o se combinan con acciones de alto riesgo de alteración del orden público o violencia (ocupación de edificios, bloqueos del tráfico, pintadas y grafiti, daños a la propiedad) (Ídem).

3. Repertorio de la acción de violencia: la clave para separar la violencia en un repertorio específico se encuentra en lo que entendemos como un paso más en la escalada, ya sea de conductas individuales y grupales: la violencia contra las personas y grupos, contra estructuras, símbolos y emblemas, contra instalaciones, edificios y la infraestructura. En Latinoamérica y el Caribe no predominan histórica ni numéricamente estas acciones en general, dentro de las acciones de los grupos sociales. Sin embargo, se pueden dar y se han dado en las últimas tres décadas en el continente, coyunturas de crísis socioeconómicas, sociopolíticas y socioculturales de confrontación y antagonismo agudas, graves y extremas contra el aparato del Estado, el statu quo, o el orden impuesto en forma de dictadura autoritaria o despótica, corrupta, inclinada a la cleptocracia y a la narco-actividad, fallida o ineficiente en el manejo del sistema socioeconómico, en condiciones de represión, sojuzgamiento, polarización, control social, opresión, sobrevivencias extremas, etc.; en que la escalada de acciones y reacciones individuales y grupales, puede llegar a ser muy violenta, agresiva e incontenida (Ídem).

Aquí ya no es posible o tan fácil distinguir claramente, las categorías y los elementos del conflicto tales como la lucha, confrontación o conflicto armado, el terrorismo, la guerrilla, guerra irregular o guerra civil. No obstante, se puede distinguir en referencia a los tipos y definiciones del(os) actor(es) respecto del repertorio de acción intentada, realizada o proclamada). Se define como la utilización de la violencia contra las personas, como medio de acción colectiva, y por contraste de acuerdo con los elementos de la violencia generada, donde se distingue la diferencia entre estas acciones y el uso de la violencia «sin fines políticos» (es decir, la asociada a la delincuencia común o a la delincuencia organizada).

En Latinoamérica y el Caribe, esto tiene connotaciones e implicaciones más complejas donde la violencia común o la delincuencia o crimen organizado es una forma política y económica de control social, de un sistema de gobierno o de la estructura de un aparato de Estado. La narcoactividad, el narcoestado, la narco-economía serían algunos ejemplos concretos. En la actualidad existen condiciones para que se desarrolle con mayor frecuencia la acción colectiva contenida, que está disponible para una mayor variedad de organizaciones y para la participación de un número mayor de personas.

En cierto modo, puede que se esté dando una «democratización de la acción colectiva». En la actualidad existen los efectos de causas diversas y dimensiones entremezcladas de la acción violenta. También hay una aparente pérdida de legitimidad al repertorio de la violencia, al uso de esta. Por otro lado, en la tesis de la «normalización» se incluye la diversificación de los grupos sociales implicados en la acción colectiva, especialmente en lo que se refiere a la inclusión creciente de las mujeres oprimidas, violentadas y discriminadas y de las clases medias insatisfechas entre otros grupos.

Consideraciones y Observaciones Preliminares

Específicas

Se ha presentado en esta segunda parte del ensayo una discusión teórico-metodológica que nos servirá para analizar con profundidad y extensión el fenómeno de los nuevos movimientos sociales en Latinoamérica y el Caribe en la tercera parte, a realizarse en los países ya señalados en la introducción. Vamos a desarrollar un análisis macro sociológico y político, de contenido crítico y comparativo, utilizando una aproximación marxista postestructuralista y postmoderna. Utilizaremos también al nivel meso y micro, los conceptos de «marcos de interpretación» de Goffman (1974), y los conceptos de «marcos de acción colectiva» de Gamson (1988). En esa misma dirección metodológica, influenciados y derivados por lo anterior; vamos a utilizar los conceptos de «las dimensiones y las estrategias de enmarcamiento», y las categorías conceptuales y comparativas de «acción colectiva» y de ‘tipologías de repertorio(s)’; explicadas por Revilla (2010) y Tricot (2012) respectivamente y descritas arriba.

Los autores Mejías y Suárez (2015), nos han explicado que los nuevos movimientos sociales han adquirido experiencias, reformulando sus estrategias y focalizando sus demandas. Además, los NMS tienen una importante particularidad: la capacidad de auto reflexión y auto transformación. Incluyen una nueva manera de ejercer la democracia, una democracia que puede permitir reconstruir el concepto de ciudadanía, de participación popular, una realidad que permita reconstruir el concepto de sujeto y nuevas formas de construir y plantearse la emancipación, es decir, que sea la transformación de la práctica social llevada a cabo por el campo social de la emancipación al campo de la justicia, dignidad y ‘la verdadera democracia participativa’ donde los intereses de la mayoría sean, finalmente, la respuesta a tanta exclusión, abuso y marginación, sobre todo en un continente tan desigual y con tantas brechas como LAC.

Generales

En el contexto actual, la protesta popular de estos últimos años se ha dado no en la forma organizativa de antaño, a través de estructuras partidarias de izquierda en general, sino por medio de movimientos y protestas sociales sin mayores vinculaciones partidarias o militantes tradicionales. Quizá sin una propuesta clasista evidente, explícita, revolucionaria en sentido estricto (al menos como la concibió el marxismo clásico, como levantaron los partidos comunistas tradicionales durante los años del siglo XX). Estos nuevos movimientos sociales constituyen una alternativa anti-sistémica (movimientos por reivindicaciones diversas de género, revitalizaciones étnico/culturales, de diversidad sexual, o contra la catástrofe climática medioambiental, entre otros).

La inesperada pandemia del COVID-19 que ha llegado a todos los países abre interrogantes, más allá de los problemas estructurales complejos ligados directamente a esa crisis de salud pública. La mayor parte de los sistemas de salud alrededor del mundo están colapsados desde hace mucho tiempo; la mayoría de los países de Latinoamérica y el Caribe tienen sistemas muy limitados, débiles e ineficientes: La situación económica mundial no muestra un cambio sustancial ni trascendente, al menos de momento. Está claro que el sistema capitalista neoliberal global no resuelve (ni quiere, ni puede) los acuciantes problemas de la humanidad. Sin dudas, la pandemia contribuye a la crisis económica y social generalizada. Pero no se puede negar ni perder de vista que la crisis sistémica (comparable a la Gran Depresión de los 1930s), es anterior a la aparición de la pandemia del COVID-19.

Tal vez se pueda usar a esta última como excusa, pero no se puede olvidar que el capitalismo global, neoliberal a ultranza; ya desde fines del 2018 e inicios del presente año, entró claramente en una fase recesiva mayor a la del 2008. Las burbujas financieras y el capital financiero-especulativo explotaron una vez más, aunado a la guerra económica entre los tres bloques económicos mundiales y las dos potencias económicas globales (China y Estados Unidos), a pesar de que los medios de comunicación corporativos se abstuvieron de darle una mayor difusión y cobertura. De momento, no se puede predecir qué pasará en los meses venideros, esperar que la crisis mundial vaya a traer un cambio de paradigma y los capitales se tornen «solidarios» con el sufrimiento de la población mundial; no pasa de ser una ilusión muy ingenua o infantil.

Las explosiones populares del año pasado, tanto las latinoamericanas y caribeñas como las que se registraron en otras latitudes («chalecos amarillos» en Francia, protestas masivas en Egipto, o en El Líbano, por ejemplo) no parecen destinadas ni a terminar con las políticas neoliberales, y muchos menos a acabar con el sistema capitalista a como lo conocemos y experimentamos en la actualidad. Cantar victoria y decir que el «campo popular» triunfó, que el neoliberalismo está fracasado y se firmó su acta de defunción, es un optimismo positivista quizá muy peligroso e ingenuo una vez más. De momento los planes del capitalismo global no han cambiado, aún con la combinación de la recesión en proceso acelerada en parte por la pandemia del COVID-19.

Los planes redistributivos que se dieron a principios del siglo XIX, en algunas partes de Latinoamérica y el Caribe fueron importantes paños de agua fría para poblaciones históricamente marginadas y olvidadas, pero no constituyeron alternativas de cambio sostenibles, profundas. Todo indica que dentro de las democracias representativas no parece haber de momento una posibilidad de cambios estructurales reales y de fondo. Además, sin caer en exitismos e ilusionarnos grandemente con las puebladas del 2019, recordemos que Piñera sigue gobernando en Chile, Lenín Moreno en Ecuador, Iván Duque en Colombia, Juan Antonio Fernández en Honduras, Jovenel Moïse en Haití y Jeanine Áñez en Bolivia (así como Emmanuel Macron en Francia, Abdelfatá al Sisi en Egipto o Saad Hariri en El Líbano, donde también se dieron levantamientos populares). Y las deudas externas, aún con recesión y pandemia, siguen siendo cobradas puntualmente por los bancos acreedores.

Los acontecimientos vividos en los últimos tres años en Latinoamérica y el Caribe, hace algunos meses abren preguntas (similares a las que abrieron los «chalecos amarillos» en Francia, o la Primavera Árabe en su momento en Medio Oriente): ¿A dónde llevan estas explosiones populares?, ¿Por qué la izquierda con un planteo de transformación radical no puede conducir estas luchas?, ¿pueden ser un factor de conducción política con proyecto transformador los nuevos movimientos sociales?, ¿el enemigo a vencer es el neoliberalismo o se puede ir más allá, buscando cambiar al mismo tiempo las interseccionalidades de las reivindicaciones de distinta índole, entre diversos grupos sociales y sus movimientos, ya sea opuestos o afines? Como sea, lo sucedido a fines del año pasado, ahora suspendido por la pandemia de COVID-19, significa un momento de intensidad sociopolítica, un momento que podría deparar muchas sorpresas.

Fuente: https://www.aporrea.org/ideologia/a291798.html

Imagen: https://pixabay.com/

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