Tal vez ha llegado el momento de dar un paso atrás de nuestro enfoque exclusivo en la pandemia, para permitirnos considerar qué coronavirus y sus efectos devastadores revelan sobre nosotros como sociedad.
Lo primero que llama la atención es que, al contrario del lema barato «estamos todos en el mismo barco», las divisiones de clase han estallado. En el fondo de nuestra jerarquía, están aquellos, refugiados, personas atrapadas en zonas de guerra, cuya vida es tan pobre que, para ellos, la pandemia no es el principal problema. Si bien nuestros medios de comunicación siguen ignorando a estas personas, somos bombardeados por celebraciones sentimentales de enfermeras en la primera línea de nuestra lucha contra el virus. Pero las enfermeras son solo la parte más visible de toda una clase de ‘cuidadores’ que se explota, aunque no en la forma en que se explotaba la vieja clase trabajadora retratada en las imágenes marxistas. En cambio, como dice David Harvey, forman una «nueva clase trabajadora».
El dice :“La fuerza laboral que se espera que se encargue de los números crecientes de los enfermos, o que brinde los servicios mínimos que permiten la reproducción de la vida diaria, es, por regla general, altamente de género, racializada y étnica. Esta es la «nueva clase trabajadora» que está a la vanguardia del capitalismo contemporáneo. Sus miembros tienen que soportar dos cargas: al mismo tiempo, son los trabajadores con mayor riesgo de contraer el virus a través de sus trabajos, y de ser despedidos sin recursos financieros debido a la reducción económica impuesta por el virus. La clase trabajadora contemporánea en los Estados Unidos, compuesta principalmente por afroamericanos, latinos y mujeres asalariadas, se enfrenta a una elección fea: entre sufrir contaminación en el curso del cuidado de las personas y mantener abiertas las formas clave de suministro (como los supermercados),
Por eso, en Francia, estallaron revueltas en los suburbios pobres del norte de París, donde viven los que sirven a los ricos. Y es por eso que, en las últimas semanas, Singapur ha tenido un aumento dramático en las infecciones por coronavirus en los dormitorios de los trabajadores extranjeros. Como informó CNN , “Singapur es el hogar de aproximadamente 1,4 millones de trabajadores migrantes, que provienen en gran parte del sur y sudeste de Asia. Como amas de casa, empleadas domésticas, trabajadores de la construcción y trabajadores manuales, estos migrantes son esenciales para mantener el funcionamiento de Singapur, pero también son algunas de las personas más vulnerables y peor pagadas de la ciudad «. Esta nueva clase trabajadora estuvo aquí todo el tiempo: la pandemia lo impulsó a la visibilidad.
Para definir este sector adecuadamente, Bruno Latour y Nikolaj Schultz acuñaron el término «clase geo-social». Muchos de ellos no son explotados en el sentido marxista clásico de trabajar para quienes poseen los medios de producción; en cambio, son explotados a través de las condiciones materiales de su vida: su acceso a agua y aire limpios, su salud, su seguridad. La población local se explota cuando sus tierras se utilizan para la agricultura a gran escala destinada al mercado de exportación, o para la minería extensiva. Incluso si no trabajan para una empresa extranjera, son explotados en el simple sentido de ser privados del uso completo de la tierra que les permite mantener su estilo de vida. Tomemos a los piratas somalíes, por ejemplo: recurrieron a la piratería porque las compañías extranjeras que practican la pesca a escala industrial agotaron su costa en el mar. Parte de su territorio fue apropiado por los países desarrollados y utilizado para mantener nuestro estilo de vida, mientras que la de ellos disminuyó. En este sentido, Latour sugiere que deberíamos reemplazar el término“Apropiación de plusvalía” con “apropiación de existencia excedente”, donde “existencia” se refiere a las condiciones materiales necesarias de la vida.
Como hemos descubierto, en una pandemia, cuando incluso las fábricas están paralizadas, la clase geo-social de cuidadores tiene que seguir trabajando. Entonces, parece apropiado dedicarles este 1 de mayo, en lugar de la clásica clase obrera industrial. Son ellos los verdaderamente sobreexplotados: explotados cuando trabajan porque su trabajo es en gran medida invisible y explotado incluso cuando no trabajan debido a sus condiciones materiales. No solo se explotan en lo que están haciendo: se explotan en su propia existencia.
El sueño eterno de los ricos es el de un territorio totalmente separado de las viviendas contaminadas de los pobres: solo piensen en todos esos éxitos de taquilla posapocalípticos, como la película de Eillium de Neill Blomkamp, ambientada en 2154, en la que vive la élite. una gigantesca estación espacial hecha por el hombre, mientras que el resto de la población reside en una Tierra en ruinas que se parece a una favela latinoamericana expandida. Mientras tanto, en el mundo real de hoy, esperando algún tipo de catástrofe global, los ricos están comprando villas en Nueva Zelanda o renovando bunkers nucleares de la Guerra Fría en las Montañas Rocosas. Pero el problema con una pandemia es que uno nunca puede aislarse por completo. Al igual que un cordón umbilical que no se puede cortar, una conexión con la realidad contaminada es inevitable, sea cual sea su estado social. Como hemos descubierto, en una pandemia, cuando incluso las fábricas están paralizadas, la clase geo-social de cuidadores tiene que seguir trabajando. Entonces, parece apropiado dedicarles este 1 de mayo, en lugar de la clásica clase obrera industrial. Son ellos los verdaderamente sobreexplotados: explotados cuando trabajan porque su trabajo es en gran medida invisible y explotado incluso cuando no trabajan debido a sus condiciones materiales. No solo se explotan en lo que están haciendo: se explotan en su propia existencia.
Fuente e Imagen: https://www.rt.com/op-ed/487517-slavoj-zizek-new-working-class/
Pablo Campos Calvo-Sotelo, catedrático Universidad CEU San Pablo-Académico Real Academia de Doctores, explica en el siguiente artículo que «no existe herramienta tecnológica o programa informático capaz de sustituir la magia de mirar a los ojos a un alumno y captar su emoción cómplice»
Atravesamos una situación sanitaria, social y económica de profundísima complejidad, cuyas consecuencias globales todavía son desconocidas. Cual tsunami devastador, el COVID-19 ha inundado el escenario internacional, sumergiendo implacablemente a personas y estructuras político-sociales en un pozo de duda, temor y muerte. La peor secuela está siendo —sin duda alguna— la trágica pérdida de vidas acompañada de tristeza, impotencia y frustración, acentuadas por la falta de soluciones eficaces.
En un plano de menor trascendencia que el sanitario, pero de preocupante proyección futura, puede situarse cuanto concierne a la educación: es una de las estructuras que ha padecido de modo más directo el impacto del virus, lo que ha obligado a reestructurar en tiempo real tanto metodologías docentes como sistemas de evaluación. Es muy plausible la agilidad de colegios y universidades en adaptarse a este cambio sobrevenido. A una decidida gestión se ha sumado el esfuerzo de docentes y el no menor esfuerzo de cuantos alumnos han visto alterada su cotidianeidad.
Las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC´s) han sido grandes aliadas al posibilitar la impartición online de contenidos y poder finalizar el curso académico. Y no solamente lo han sido en esta difícil coyuntura, sino que en el pasado las TIC´s se han integrado razonablemente como apoyo a la docencia presencial de diversos modos: suministrando herramientas dentro y fuera del aula; apoyando ciertas acciones de innovación pedagógica; posibilitando la activación de lugares (antes inertes) como acogedores de modalidades alternativas de enseñanza/aprendizaje; implantando redes wi-fi en zonas exteriores; ayudando a enseñanzas a distancia para aquellos colectivos vulnerables que no pueden asistir en persona; y, asimismo, como canal de comunicación en la investigación al permitir la colaboración fluida entre expertos repartidos por el escenario internacional.
Para que pueda valorarse en toda su extensión esta firme advertencia, es preciso exponer una serie de sencillos pero contundentes principios:
1.-Educación y valores. El proceso formativo integral tiene como meta la construcción en valores de un ser humano para que mañana pueda ejercer su profesión bajo un profundo compromiso con la comunidad. Ello trasciende a un mero adiestramiento técnico, incidiendo de lleno en sus cualidades como individuo ético, con vocación de servicio social. Ya en la Grecia clásica, Platón señalaba como horizonte de la educación virtuosa la transformación del alumno del presente en el ciudadano del futuro. Tal construcción (siempre subordinada a la insustituible, generada en el seno familiar), comienza en la etapa escolar y concluye en la universitaria. Pues bien: es inconcebible si se excluye el roce humano. El experto norteamericano Richard Dober señalaba: «Internet transmite datos, pero no valores».
2.-Educación y afecto. No es viable un aprendizaje sólido que no cuente con la cercanía afectiva entre docentes y alumnos. Sin menoscabar el rigor y la exigencia que deben presidir toda dinámica académica, un buen profesor ha de ejercer la empatía con sus estudiantes, armando vínculos emocionales que refuercen los específicamente cognitivos. «La educación es amor y provocación», apuntaba el escritor José Luis Sampedro. Combinar razón y emoción con sensibilidad es una magnífica estrategia para motivar al alumno. Pero ha de hacerse presencialmente. No debe confundirse la mera transmisión de información (canalizable a través de las TIC´s) con la verdadera comunicación, pues esta añade el diálogo y el afecto.
La docencia online se limita a un intercambio oral, escrito o con imágenes, no pudiendo disfrutar del lenguaje no verbal (que afecta al tono empleado, el énfasis en la mirada, o la gestualidad corporal, que enfatizan las sensaciones y proyectan estados de ánimo: interés, diversión o entusiasmo…). En consecuencia, tampoco debe confundirse dicha transmisión de información con la formación integral del ser humano, que encarna lo verdaderamente trascendente, y que debe estar preñada de sentimientos.
No son nuevas estas convicciones; basta recordar a sabios como Giner de los Ríos, quien hace casi 150 años demandaba que la escuela debía acoger «escolares activos que piensan, que hablan, que discuten, que se mueven, que están vivos, en suma». Educar es vivir, y es sentir…
3.-Educación y colectividad. Líneas atrás se exponía que la formación humana, alimentada por la empatía, es un hecho afectivo. Ser sensibles a otras personas implica que es asimismo un hecho colectivo. Cuando un grupo se entrega a la génesis o transmisión del saber, la calidad y cantidad de cuanto se alcanza es mayor que la suma de las aportaciones individuales, tal y como han avalado numerosos expertos en pedagogía (Echols, Johnson o Sir Ken Robinson). El valor de lo colectivo se ha justificado igualmente desde la neurociencia, remitiendo a la liberación de oxitocina, y a la activación de «neuronas/espejo».
El trabajo colaborativo impulsa el sistema de motivación de la dopamina, fomentándose los sentimientos altruistas, como señalaba Rilling. Pues bien, para ello es necesario que los actores intervinientes coincidan en el lugar (material y temporal), posibilitando asimismo algo tan creativo como lo es la improvisación y el aprendizaje por descubrimiento. Dentro del aula (como célula básica arquitectónico-docente), el grupo puede organizar sus relaciones en el tiempo y el espacio, de manera libre y cambiante, como traducción espacial de las cambiantes relaciones humanas; y puede improvisar nuevas organizaciones y formatos pedagógicos, habilitando como estrategia la alternancia no programada (algo que la rigidez de una pantalla en la docencia online jamás permitirá).
4.-Educación y Arquitectura. El Saber sí ocupa lugar… Como se ha argumentado, la educación es un acontecimiento afectivo y colectivo, siendo el contacto personal un ingrediente insoslayable de la formación integral. De ello debe colegirse la necesidad de la Arquitectura. La forma espacial influye en toda acción formativa, asumida como experiencia multisensorial, debiendo existir vínculos con los procesos educativos. El entorno construido induce a los alumnos a interiorizar cuanto les rodea, prioritariamente con la vista y el oído. Pero también el tacto (Hall): caminando lentamente, sintiendo el ambiente en la piel o palpando formas, se alcanzan bienestares psicológicos que redundan en el disfrute por aprender.
El tacto puede también transmitir conocimientos, fruto de la experiencia háptica (en el sentido formulado por Gibson); es decir, conociendo el mundo anexo a través del propio cuerpo. Tal conocimiento puede activarse al tocar con las manos objetos con facultades formativas, como asimismo disfrutando del propio contexto edificado, tanto a edades tempranas (el lúdico gatear, como acción por la que el niño descubre la inmensidad de lo íntimo, explorando los rincones del aula como «geometrías habitadas»), como en adultos (recrearse en el paseo y la pausa, para sentir la inmensidad de lo íntimo…).
Oportunidades todas ellas que los sistemas online ignoran o, incluso, —lo que es aún peor— tergiversan, planteando la figuración como falso reemplazo de lo real. Asumiendo que la educación es, pues, un hecho de carácter espacial, la Arquitectura desempeña un doble papel. Por un lado, sirve como escenario de las relaciones entre quienes enseñan y quienes aprenden; pero no puede limitarse a esta función estrictamente contenedora: tiene la responsabilidad de transmitir los valores derivados de su naturaleza como obra de Arte y de su potencial ejemplaridad (faceta que quien suscribe ideó hace años como «Campus Didáctico»).
«Libro de texto tridimensional»
Varios investigadores señalan que la Arquitectura se comporta como un «libro de texto tridimensional» (Taylor) e, incluso, como «tercer profesor» (Nicholson), sumándose así a la labor de la familia y de los profesores; es decir, enriqueciendo a quienes la experimentan in situ y no virtualmente. La Arquitectura promueve la convivencia, actúa como elemento formativo per se y crea atmósferas que refuerzan el sentimiento de identidad colectiva. Así valorada, el aula pasa de ser un mero receptáculo material a todo un territorio humano, dotado del aura del Saber y la belleza espacial… Como apuntó el maestro Alvar Aalto: «La Arquitectura tiene un motivo interior: la idea de crear un paraíso». La meta de la Arquitectura no es organizar espacios, sino ordenar las relaciones de personas en el espacio.
Se han expuesto las sinergias entre educación, valores, afecto, colectividad y Arquitectura; ello debe justificar que hoy —más que nunca— es imprescindible lanzar una advertencia ante el futuro ya presente: no debemos caer jamás en una excesiva seducción por los modernos canales de telecomunicación. Si bien en casos extremos, como el actual, pueden ser de inestimable ayuda, es una obligación moral prevenir sobre el peligro que encierra dicho exceso, pues atentaría contra las virtudes de la verdadera educación. Y hacerlo ahora, antes de que sea tarde, pues unos por desconocimiento, otros por omisión y otros por intereses económicos éticamente dudosos, quizá en el post-COVID-19 no respetarán ni valorarán la profunda dimensión humana del hecho educativo, y el inexcusable concurso del roce personal.
Cuando esta pesadilla mortal nos permita recuperar nuestra cotidianeidad docente, será tiempo de alcanzar una razonada proporción entre virtualidad y contacto humano. Pero sin olvidar que la columna vertebral de la formación reside en este último. Estas semanas, todos nos hemos consolado organizando reuniones telemáticas con nuestros seres queridos. Bien está, como remedio… Pero, ¿concebiría alguien en el futuro postular dicha solución como reemplazo del encuentro real? Pues la educación integral de nuestros jóvenes no está tan lejos de la relevancia de las relaciones familiares o de amistad….
Confieso que verme obligado durante semanas a la docencia online me ha servido para valorar la utilidad de dicha tipología en coyunturas excepcionales; pero -sobre todo- para refirmarme en la trascendencia de lo presencial (toda una convicción resiliente). No existe herramienta tecnológica o programa informático capaz de sustituir la magia de mirar a los ojos a un alumno y captar su emoción cómplice, cuando los docentes somos capaces de despertarles el gozo por el aprendizaje. Bajo una apariencia de progreso, las TIC´s pueden acarrear una grave secuela: reemplazar la interacción directa entre profesores y alumnos, pues supondría una gravísima involución. Sería entonces cuando su posible contribución al aprendizaje mutaría en un simulacro, en una banalización de la naturaleza del hecho educativo, quebrantando la formación en valores de la persona. El COVID-19 ya nos ha causado un trágico daño en vidas.
Como profesor, como arquitecto y, sobre todo, como padre, alzo la voz para manifestar con vehemencia un ruego: no permitamos que, como nefasta derivada en la educación, nos deje además el terrible legado de la deshumanización, pues minaría la auténtica formación integral de nuestros alumnos… Y de nuestros hijos.
Fuente e Imagen: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-formacion-online-y-deshumanizacion-riesgos-post-covid-19-202004300121_noticia.html
Estamos seguros que si decimos “residir en nuestra vivienda”, no producirá el mismo efecto que si expresamos “vivir en nuestra morada”. Hubiésemos podido también decir “vivir nuestra morada” pero ello alude a otro plano del decir o nombrar, mucho más significativo que los anteriores, produciría un efecto distinto en la sensibilidad de quien lo lee o escucha hermenéutica o meditativamente: es muy posible y deseable que se asuma como resonancia poética y vibre o se estremezca con ello. Sobremanera vibrarán y se estremecerán dramáticamente los millones de cuerpos de los migrantes nómadas a quienes se les expulsa de la patria-casa y se les niega o prohíbe en otras naciones tener casa o habitar.
El referir nuestra vivienda como morada, sea casa, apartamento, cuarto o “rancho” (hemos oído decir a muchas mujeres y hombres indignificados por su condición habitacional que sus cuatro latas o cartones que hacen de paredes y otros de techo son su refugio), tiene una connotación que alude a una transfiguración de la vivienda en una forma o modo de habitar al mundo, término este de vivienda que por cierto induce una significación neutra solapadora de las desigualdades o inequidades habitacionales.
Sentidos del habitar
En el contexto geohistórico indoafrolatinoamericano los pueblos ancestrales originarios manifestaron su sabiduría cultural que les otorgó sentido existencial en sus cosmovisiones, entre estas sobresale la del “buen vivir” en las naciones de Bolivia y Ecuador principalmente, traducción contemporánea del Sumak Kawsay, y que manifiesta su concepción y prácticas del habitar integral de la madre Tierra o Pachamama. Hoy día, la recuperación de la memoria compartida de los pueblos originarios es fundamental en la lucha decolonial para hacer retroceder la globalización neoliberal, mejor dicho, Globo-recolonización, depredadora de la Pachamama. Estos pueblos sufrieron la ignominia de padecer, entre otras, la pandemia de la sífilis traída y contagiada a través la violentación sexual de las mujeres y hombres indígenas por el sadismo de los colonizadores europeos, sin obviar que el “virus pandémico” que causó millones de indígenas muertos fue el de la aniquilación asesina o genocida contra ellos para someterlos al poder de los imperios colonizadores, junto con la extenuación y muerte causadas por la explotación socioeconómica de sus cuerpos concebidos tan solo como fuerza de trabajo servil y esclava. Despojándolos así, de su alteridad dignificadora como seres-otros o iguales-diferentes. Es de aclarar, que la aparición de la pandemia sifilítica en Europa, se inició durante 1494 en Nápoles, por ello se le dio el nombre de “mal napolitano”, achacándole la culpa a los colonizadores napolitanos que regresaron por haber tenido relaciones sexuales con los integrantes de los pueblos indígenas de las “indias occidentales” (Centroamérica y Suramérica).
La preocupación por el saber habitar o morar el mundo empezó a adquirir relevancia cultural moderna en el mundo occidental europeo a partir de la difusión internacional de la poesía de Friedrich Holderlin para quien los seres humanos deberían morar o habitar poéticamente sobre la Tierra frente al devenir trágico de la existencia humana, por ello expresó: “¡Que cambie todo a fondo! ¡Que de las raíces de la humanidad surja el nuevo mundo!”. Su poesía es poiésis o creación, es palabra o lenguaje sublime en la que el habitar está determinado por la poesía o estética y la palabra no significa y no refiere algo o la cosa exteriores, ni es su representación, la palabra es la cosa misma recreada y mostrada su presencia transfiguradamente como metáfora.
Para una parte significativa de los filósofos occidentales modernos y posmodernos europeos y algunos intelectuales críticos indoafrolatinoamericanos que lo recontextualizaron y articularon con los saberes ancestrales de los pueblos originarios, EL HABITAR ES EL SER, EN EL MODO DE HABITARSOMOS los hombres y mujeres y el rasgo primordial del habitar es el de CUIDAREL OIKOS (la casa en su sentido amplio), que puede considerarse como la esencia ontológica de la ecología (su atributo definidor). Que se especifica en lo microsocial como ECOSOFÍA o subjetivación existencial del ser, forma de estar en/con el mundo-la Pachamama, aquí el ser se despliega en sus prácticas y relaciones sociales como modo de ser, buscando una manera ética y estética de realización del co-habitar, contrarrestando las maneras contrarias; por ende, en contra de la racionalidad instrumental que considera la casa como local físico-material residencial individual o familiar, como un simple recipiente o soporte del residir (el aspecto óntico del ente), relegando alienadamente el sentido de que la casa es lo que es, una morada, gracias al habitar existencial. Para eso es que quienes se orientan ecosóficamente, construyen casas de habitación, ese es su sentido inmanente y trascendente; no obstante el interés inmobiliario de objetivarlas como mercancías con todo lo que ello implica de enajenación de las necesidades y realizaciones de tener una casa o vivienda hoy día.
La Irracionalidad y los Nichos de Resonancia
No hay que olvidar que la racionalidad instrumental impuesta por la modernidad, y su Globo-recolonización, que concibe todo como un medio, recurso o instrumento para lograr sus intereses sin estimación ética y estética de sus consecuencias, es la causante subyacente y oculta (en las ciencias dominantes, en las tecnologías prevalecientes, en las ideologías desarrollistas de sustentabilidad neoliberales, etcétera) que ha causado todas las acciones depredadoras de la naturaleza y de los hombres y mujeres, la desposesión violenta y explotadora de sus energías con fines de acumular capital para unos pocos, así como ha promovido con ello, con su irracionalidad voraz y destructiva, todas las pandemias recientes incluyendo la actual.
Es en ese sentido que consideramos la casa de habitación, cualquiera sea su forma, como nicho ecosófico de resonancia afectual del habitar el mundo. Esta conceptualización la estamos elaborando y fundamentando desde las apreciaciones que registramos en torno a los cambios liminales (situaciones de transición) que estamos observando en los ocupantes de las viviendas o casas de habitación que están siendo llevadas a redefinir la interacción de sus integrantes en sus modos de habitar con el entorno y el mundo.
Interacción en tránsito de redefinición ecosófica producto de la resiliencia individual y de la resonancia grupal vitalista transformadora debido a la activación autopoiética defensiva y auto-co-protectora ante la inseguridad general propiciada por la pandemia y la sobreposición de los diferentes tipos de crisis devenidas (económica, social, científico-tecnológica, sanitaria, educativa, etcétera).
Una resiliencia y resonancia empático-afectuales por cuanto se ha activado un afloramiento sensible por la situación de los demás y de la naturaleza depredada que podemos envolver en su preocupación por el modo de habitar-morar o estar en el mundo, esto es, de ser, y no de estar como un “ser-ahí”, un humano descuidado o irresponsable consigo mismo, los otros y lo otro(el habitar) que sobrevive tan solo esperando la muerte.
En consecuencia, en este contexto de interpelación el ser puede también devenir, por co-habitación en el mundo, en ser-para-el-otro-y-lo-otro(el habitar responsablemente) en el que nos reconocemos empáticamente y realizamos afectualmente, debemos reivindicar la resonancia sensible en nuestros nichos de auto-co-protección de interacción afectual o casas y desbordar sus límites hacia el hábitat o entorno superando las restricciones de la cuarentena y la pospandemia, tanto en el sentir como en el razonar, para educar existencialmente en la apreciación ético-estética o poética liberadora de los cuerpos que aperture un habitar o morar realizador con los demás y con la naturaleza.
Educar para Re-habitar la Tierra o Pachamama
De modo sorprendente para quienes han permanecido atentos a los acontecimientos inesperados producto de las crisis que estamos padeciendo y que han revelado la necesidad de rehabitar la Tierra, la naturaleza misma está dando suficientes señales de la necesidad de cambiar la relación de habitar con ella, (recordemos que nosotros somos también naturaleza pero socializada, aunque nos hallamos vuelto contra ella por haber sido alienados contra natura), los efectos degradantes de la contaminación atmosférica por el calentamiento global, se han atenuado, producto de la paralización de las industrias, el tráfico automotor, etcétera, hoy tenemos un cielo y un aire más claro y transparente por menos tóxico. Hasta las especies animales han regresado a los ambientes de los que la depredación urbano-industrial-inmobiliaria y agroindustrial los había expulsado. Sin duda la naturaleza nos está señalando el camino por recorrer para recuperar la habitabilidad de la Pachamama: la radical transformación del sistema-mundo vigente hegemónicamente.
Esto alude a la necesidad de repensar la educación emancipadora desde la racionalidad sensible-afectual y desde el paradigma emergente de la ecoprotección inmunitaria en el marco de presionar para la sustitución del modelo depredador industrialista-extractivista-especulador-alienante por impedir con su lógica contraria al habitar que este fin trascendente se logre con sus acciones de poder que domina transnacionalmente y destruye la Tierra o la Pachamama. Es de acotar que el paradigma que proponemos denominar ecoprotector inmunitario, está en construcción a partir de conceptos de ecosofía en los textos de Félix Guattari, de biopolítica en los de Michel Foucault, de inmunidad en el discurso de Roberto Espósito y de la recuperación decolonial geohistórica del legado sociocultural de las cosmovisiones de los pueblos originarios de Indoafrolatinoamérica por parte de los investigadores críticos, y recontextualizados según nuestra interpretación de las situaciones actuales.
La escuela debe ser un ámbito de resonancia para habitar, la escuela también se puede rehabitar si se transforma en un nicho de resonancia empático afectual.
¡Educar para la emancipación, es RE-HABITAR el mundo!
Palabras claves: Re-habitar el mundo, nichos de resonancia, transición liminal, la vivienda y escuela como nichos de resonancia, la Pachamama, paradigma emergente de la ecoprotección inmunitaria, la racionalidad sensible-afectual.
El coronavirus trae cada día su carga de hipótesis y contra hipótesis, de nuevas medidas, de opiniones y contra opiniones, Ivermectin versus Hidroxicloroquina, inmunización o no inmunización, estrategias diversas de lucha. Al final vemos un mundo doblegado por un enemigo invisible, preso dentro de una gigantesca telaraña que provoca situaciones imprevisibles y que, al mismo tiempo, nos desvela nuestras fragilidades individuales y colectivas.
Las especificidades nacionales juegan un papel de primer rango en la gestión de la crisis del Coronavirus. Se ha debatido ampliamente acerca de la respuesta china y oriental a la pandemia, así como la de los países europeos, diferenciando a los latinos de los nórdicos.
Francia habría encarado de manera reactiva la crisis mientras Alemania lo habría hecho de forma preventiva y proactiva. Estas diferencias ponen en tela de juicio la organización política y los sistemas sanitarios de cada país.
La pandemia ha tocado las puertas del Caribe y de América Latina con un desfase que permite descubrir algunas pistas en las experiencias vividas por los países que nos han precedido en el infortunio. A pesar de esta ventaja la CEPAL prevé graves estragos en América Latina y el Caribe, al igual que estos se anuncian para África.
En República Dominicana, después de 5 semanas de confinamiento y de un toque de queda que comienza a las 5 de la tarde, se siente una presión a favor de la reanudación de las actividades comerciales.
Fuerza es de darnos cuenta que el instinto natural de conservación no se expresa de la misma manera en todos los sectores de la sociedad. Pagamos y pagaremos muy caro el precio de las grandes desigualdades sociales que nos caracterizan, fruto de años de corrupción, de laxismo institucional, de falta de educación formal, de la pobre educación en ciudadanía y, por ende, de la poca capacidad crítica que mantiene nuestra gente en postración permanente.
Prueba de lo último es la insólita peregrinación que terminó el domingo pasado en la provincia de Puerto Plata y que amontonó centenares de personas con apoyo de la Policía y del 911 en plena cuarentena.
Frente a este cuadro bastante desolador, nuestra población infantil de sectores vulnerables se encuentra más desamparada que nunca. Las suspensiones de clases y el aislamiento físico han implicado que muchos menores deben estar encerrados en sus casas, en contextos en que pueden estar expuestos a situaciones de maltrato o de riesgo.
Las escuelas, ongs, iglesias son como mallas de retención que protegen a la niñez en situación de vulnerabilidad.Con el aislamiento los niños, niñas y adolescentes enfrentan situaciones de mayor vulneración y desprotección.
La presente crisis de la salud amenaza con convertirse en una crisis mayor de los derechos de los niños, aún más cuando estos no se están respetado a cabalidad como sucede en nuestro país.
La sociedad debe unirse para exigir a las nuevas autoridades electas proteger la salud, que se proporcione agua, saneamiento e higiene a los sectores vulnerables tomando en cuenta que solo el 52.5% de los hogares recibe agua del acueducto dentro de la vivienda y un 23.6% de una llave en el patio según la última encuesta Enhogar 2017.
También se trata de facilitar el aprendizaje de los niños; ayudar a las familias a cubrir sus necesidades y cuidar a sus hijos; proteger a los niños de la violencia, la explotación y el abuso, lo mismo que de proteger a los niños migrantes.
Por la experiencia de anteriores aislamientos, sabemos que los niños y niñas que no van a la escuela durante largos periodos de tiempo tienen menos probabilidades de regresar cuando se reanudan las clases.
El cierre de las escuelas también elimina el acceso a programas de nutrición escolar y, con ello, dispara las tasas de desnutrición y malnutrición. Durante las últimas semanas se ha constatado un aumento considerable de los casos de dengue y malaria.
No nos podemos cegar. Las medidas de confinamiento solo aumentan la fractura social. El imposible acceso a las redes y las malas condiciones de vida van a incrementar la brecha escolar que hay en nuestro país entre las escuelas privadas de las clases altas y medias y las escuelas públicas y privadas de los barrios desfavorecidos, y dentro de estos mismos sectores la brecha entre quienes tienen acceso a internet y quienes no lo tienen.
Estas brechas no cierran con curitas, pero las crisis ofrecen oportunidades para subsanar algunas problemáticas. Cual sea el gobierno que tengamos en el próximo cuatrienio, el plan de recuperación nacional que será necesariamente emprendido tendrá que ver con todos los rubros y asignaturas impostergables como la atención primaria, programas de empleos, fuentes de trabajo, lucha contra la violencia y la inclusión. Se impone un nuevo plan para la niñez dominicana.
Miles de alumnos podrían quedarse descolgados por la brecha digital que ha evidenciado el confinamiento.
Desde que comenzó el confinamiento, los nueve niños de tercero de primaria del colegio Luis Díaz Moreno, en el municipio lucense de Baralla, se conectan todos los días para seguir sus clases a distancia, pero no lo hacen por videollamada. Como algunos de ellos carecían de conexión a internet e, incluso, de ordenadores, el centro pensó cómo aprovechar los recursos que ya disponían y probaron con los walkie-talkies de su taller de radio. En las ondas, quedan diariamente durante dos horas, y así corrigen los deberes que les manda el tutor.
«Fue la manera que encontramos para garantizar que todos seguían el ritmo», cuenta la directora del colegio, Vanessa de Arriba. Su tutor, radioaficionado, fue quien programó los terminales para que no tuvieran interferencias y los remitió al ayuntamiento para que los repartiera por cada domicilio. «Es él quien les va dando la palabra y así todos pueden seguir las correcciones», explica. «En el medio rural en que vivimos, internet no era primordial hasta ahora. y hemos tenido que tirar de imaginación», añade.
Más que acceso a internet
«Hasta hace un mes teníamos claro que los estudiantes que no tienen acceso a internet sufren un mayor riesgo de exclusión. Y aunque en España se trata de un porcentaje minoritario, esto supone que decenas de miles de adolescentes van a tener más complicado su desarrollo personal y su futuro laboral. Ahora, con el confinamiento hemos descubierto que no solo existe en aquellos hogares sin aceso a internet, sino también en el número de dispositivos accesibles por parte de cada estudiante en su hogar», cuentaElena Ibáñez, CEO de Singularity Experts, una plataforma de Inteligencia Artificial que ayuda a los jóvenes a identificar sus habilidades. «Esto es un problema, porque supone que en un mundo en el que la educación online ha crecido un 900% en los últimos 20 años, los estudiantes que no dispongan de un dispositivo de uso individual, tendrán menores posibilidades respecto a otros que sí lo tengan», añade Ibáñez.
En este ámbito, el papel de los educadores se vuelve de vital importancia. «Son los primeros que deben ser formados en esta nueva realidad. En la tecnología como concepto, pero también como canal, como contenido, como competencia», señala Ibáñez. «Ya no hablamos de transformación digital; estamos en la era de la tecnología en mayúscula», añade la experta.
Iván López, alumno de tercero de Primaria en clase con walkie-talkie, en este caso propios – ABC
Pero no todos los expertos son tan positivos al respecto. Cristina Gutiérrez, educadora especializada en educación emocional, hace un llamamiento a la «solidaridad» estos días, para que nadie se quede atrás. «Invitaría a todos a colgar un cartel en los ascensores o portales, preguntando si algún niño necesita ordenador o wifi. Seguro que podemos compartirlo», cuenta. Y, si fuera uno de sus padres, «colgaría el cartel pidiendo ayuda (tanto de wifi como de profesores particulares online)», añade.
«Una minoría», según la ministra
Ocho de cada diez alumnos, según informaba el Ministerio de Educación el mes pasado, se incorporaron, con el fin de las clases y el inicio del confinamiento a la «enseñanza online». Maestros, profesores, alumnos… todos tuvieron que adaptarse a los nuevos métodos. Mientras tanto, «una minoría» (en palabras de la ministra Isabel Celaá) de estudiantes, que se estima entre el 10 y el 15 por ciento del total, quedaban aislados del sistema al no disponer de los recursos TIC que necesitan (conexión a internet, ordenador…).
El sindicato ANPE publicó una encuesta en la que el 70,9% de los docentes canarios valoraba con menos de un cinco la posibilidad de prestar atención a la diversidad de todos sus alumnos con los medios disponibles. Las últimas semanas, las instituciones públicas, muchas veces en colaboración con empresas privadas, han repartido tabletas, tarjetas SIM o, incluso, teléfonos móviles para tratar de disminuir la llamada «brecha digital» que antes se sorteaba acudiendo a los centros. Oenegés como Red ONGD de Madrid o Save The Children alertan de las terribles consecuencias que podría tener la desconexión para los alumnos con menos recursos. Mientras llega una solución a la falta de medios, por toda España los profesores buscan cómo atajar este problema, muchos con iniciativas tan ingeniosas como las de Baralla.
Fuente e Imagen: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-walkie-talkies-para-seguir-clases-cuando-no-acceso-internet-202004220157_noticia.html
El visual thinking se basa en la utilización de recursos gráficos para la expresión de conceptos e ideas, lo que facilita su comprensión. Luis Ángel Gómez Galdeano, profesor colaborador de la ONG Escuela de Paz, analiza su aplicación en las aulas de todos los niveles.
El auge de plataformas para compartir imágenes como Instagram responde a un importante cambio cultural: el paso del texto escrito como eje de nuestra comunicación hacia lo visual y lo audiovisual como medio principal de transmisión de la información.
En este sentido, es precisamente de la capacidad de interpelación de las imágenes de lo que se vale el pensamiento visual para producir aprendizajes significativos.
Durante un tiempo, no sabemos cuánto, no vamos a poder compartir el espacio físico con nuestros alumnos. Por ello, seguir dotando a nuestras clases a distancia de componentes creativos, cargados de emotividad y con una gran carga motivadora cobra mayor importancia que nunca. El pensamiento visual puede ayudarnos en esta tarea.
¿Qué es el pensamiento visual?
El pensamiento visual o visual thinking se basa en la utilización de recursos gráficos para la expresión de conceptos e ideas. Pretende transformar un contenido textual o audiovisual en representaciones gráficas para que la mente pueda comprenderlas de una forma más eficiente.
El pensamiento visual como pedagogía comienza con Rudolph Arneheim y su libro “Visual thinking”(1969). En él explica que mediante la vista, el individuo aprende de un modo más rico, tanto en sensaciones como en matices que si sólo lo hace mediante el lenguaje verbal. Según él, aprender sólo del modo “convencional” limita la capacidad creativa.
Más recientemente, autores como Dan Roam en ‘Tu mundo en una servilleta’ (2010) y Toni Buzan en ‘El libro de los mapas mentales’ (2013) redescubren el pensamiento visual no tanto para ‘comunicar mejor’, sino para ‘pensar mejor’.
Beneficios para los alumnos
El pensamiento visual puede ser un poderoso aliado de la docencia y el aprendizaje:
Ayuda a la comprensión de conceptos pues para dibujar una idea el alumno ha de pensarla, sintetizarla y finalmente representarla de manera original.
Fomenta la escucha activa y conecta significante y significado, desarrollando en el alumno capacidades de metacognición y retención.
Promueve la personalización y la libertad de pensamiento en su realización, lo cual hace que sea un proceso creativo, no sujeto a las limitaciones del lenguaje verbal.
Al tener el dibujo un fuerte poder metafórico y evocador, esta metodología puede ayudar al alumno a transmitir deseos y emociones provocadas por la falta de comunicación con el mundo físico.
El proceso de creación de imágenes representativas, más reposado que la toma de apuntes, lleva al alumno a detenerse, a observar y comprender lo que está haciendo, desarrollando el pensamiento crítico
¿Cómo preparar dinámicas mediante el pensamiento visual?
Algunas de las técnicas para la representación visual de contenido como los mapas mentales, el storytelling o el sketchnoting son utilizadas por los docentes para apoyar procesos de enseñanza-aprendizaje. Todas ellas cuentan con aplicaciones digitales, como comentaremos a continuación.
Cuando pensamos en los requisitos necesarios para desarrollar el pensamiento visual como herramienta de aprendizaje para nuestros alumnos tenemos que tener claro algunas cuestiones:
En primer lugar, es importante recordar a nuestros alumnos que el dibujo es una cualidad innata y que todos sabemos hacer flechas, letras dobles y garabatos.
También debemos enfatizar que no existe una sola manera de expresar ideas, acontecimientos o reflexiones y que el pensamiento visual es precisamente la puerta hacia la personalización de las mismas, animándoles a ser espontáneos y creativos.
Para iniciarse
Seguidamente podemos aplicar algunas de las rutinas que proponen Ritchhart, Church y Morrison (2014) para iniciarse con el visual thinking en el aula:
Rutina 1: Ve-Piensa-Pregúntate, que consiste en elegir una imagen o un tema y hacer tres preguntas: ¿Qué ves? ¿Qué piensas sobre eso? ¿Qué te hace esto preguntarte? Esta actividad ayuda a estimular la curiosidad y colabora a que los estudiantes sean cautelosos, observadores y a formular interpretaciones a partir de un pensamiento propio.
Rutina 2: Color-Símbolo-Imagen, que consiste en proponer a los estudiantes una imagen, lectura o audio para que capten su esencia y la plasmen en papel de manera no verbal colaborando con la comprensión y discusión entre pares. Lo que se hace es solicitar que, una vez concluida la lectura, audio o análisis de la imagen, dibujen 3 cosas: un color con el que identifican el tema, un símbolo que represente la idea, y una imagen que capte la esencia.
Siguiendo una progresión de dificultad creciente se puede introducir a los alumnos en el desarrollo cooperativo de un diccionario visual de imágenes o de un sencillo trabajo individual de sketchnoting.
A partir de aquí, podríamos pensar en llevar a cabo un proyecto como #Venta Pintorrea (Pintorrea las ventanas). En él, alumnos y alumnas de 4º de la E.S.O utilizan el pensamiento visual para desarrollar la Historia de España del siglo XIX.
Tenemos un amplio abanico de recursos digitales, si preferimos “no mancharnos las manos”:
Spicynodes: desarrollo de mapas mentales (www.spicynodes.org)
Genially: infografías, mapas, apuntes o presentaciones interactivas (app.genial.ly)
Tawe: permite realizar videos animados a partir de nuestras notas y dibujos (tawe.co)
Storybird: permite crear cuentos utilizando su vasto universo de imágenes (storybird.com)
Estas cuatro aplicaciones comparten características que las hacen apropiadas para su uso cuando no existe la posibilidad de estar en clase con los alumnos: son sencillas de manejar, tienen tutoriales en castellano y se pueden compartir y evaluar en red. Igualmente, contienen herramientas que facilitan la cooperación en la creación de contenido, así como la evaluación entre iguales. Todo esto las convierte en magníficas propuestas para enriquecer la comunicación en tiempos de encierro, tanto entre profesores y alumnos, como entre ellos mismos.
Además, el pensamiento visual como metodología de trabajo puede funcionar como efecto disruptivo, ante el aluvión de trabajos escritos, o como vía de conexión con los sentidos y emociones; ambos son aspectos interesantes a fomentar para sobrellevar estos días de confinamiento.
Algunas ideas
Visual Thinking en educación es uno de los grupos de Facebook donde podemos encontrar muchas iniciativas e ideas interesantes sobre como utilizar el pensamiento visual para trabajar en remoto. Un ejemplo es #SalgamosAdelanteConArte, una propuesta del profesorado de la Associació Valenciana de Professorat de Dibuix para apoyar a través de la educación artística al personal sanitario.
En Twitter @dibujario, nos propone hacer mascarillas o batas para ayudar al personal sanitario utilizando Visual thinking
En está entrada, Philippe Boukobza, propone una selección de juegos que puedes utilizar en el trabajo o en casa para fomentar elVisual Thinking.
Para los estudiantes, por ejemplo, Javier Alonso (@oyabun en Twitter) propone un taller gratis en twitter de sketchnoting #Dibujandounsábado
Finalmene, hay una iniciativa interesante en Instagram para estos días de confinamiento: el reto #DibujoEnCuarentena2020, que nos animan a contar nuestros días de confinamiento haciendo garabatos.
Conclusión
Para poner en práctica el pensamiento visual sólo necesitaremos papel y lápices de colores. Además contamos con el apoyo de un sinfín de herramientas digitales para exponer ideas, reflexiones o sentimientos y estamos deseando de contar cosas. Así pues, frente al confinamiento, ¡pensamiento visual!
“Si no puedo dibujarlo es que no lo entiendo” Albert Einstein
Ritchhart, R., Church, M., & Morrison, K. (2014). Hacer visible el pensamiento. Grupo Planeta Spain.
Luis Ángel Gómez Galdeano. Licenciado en Educación Física y Deporte. Director técnico de Running Park Madrid y profesor colaborador de la ONG Escuela de Paz. Este artículo forma parte de un proyecto de aprendizaje-servicio coordinado por el profesor Fernando Trujillo Sáez y Conecta13 dentro del Máster en Innovación Educativa de la Universidad Carlos III, la Fundación Estudio y la Institución Libre de Enseñanza.
Fuente e Imagen: https://www.educaciontrespuntocero.com/noticias/pensamiento-visual-pedagogias/
Cuando finalmente se pueda habitar el mundo que gira fuera de nuestro hogar, el reto no será la conservación de empleos, sino la creación de empleos que sean más eficientes que un algoritmo, un robot o un asiático al otro lado del mundo. Incluso allí, en el mundo que se está gestando en medio de la depresión económica y el pánico sanitario, se requerirán destrezas más flexibles y creativas, más cambiantes y elásticas, que aquellas que imparte el sistema educativo ecuatoriano.
Entre tanto, en nuestro país hay niños que deben caminar hasta seis kilómetros para acceder a una computadora con conexión a Internet, y el debate se centra en qué estaciones de radio o TV se difundirán las “clases”.
El historiador y filósofo Yuval Noah Harari, autor del libro ‘21 lecciones para el siglo XXI’, advierte desde mediados de la década, de la creación de una “clase inútil”: un grupo demográfico que no solo vivirá desempleado, sino que se tornaría “inempleable”. Su predicción apuntaba al 2050, pero nadie anticipó que la pandemia empujaría a la humanidad en el tiempo. Las decisiones que se esperaba tomar en los siguientes 5, 10 o 15 años, de pronto se volvieron urgentes y decisivas. Los empleos que se presagiaba se volverían innecesarios, hoy son una realidad. El mundo se enfrenta a un desempleo masivo y a una horda de seres humanos de edad media y avanzada cuyas destrezas no serán aplicables a la demanda de una economía motivada por el miedo, la pobreza y la necesidad de automatización y tecnología.
Si algún día el Ecuador pretende sacar a su población de la pobreza, y no solo permitirle sobrevivir como lo ha hecho por 190 años de vida republicana, deberá educar para el futuro. La del Covid-19 es una oportunidad única para reinventarnos, ojalá que así lo entienda la Educación también.
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