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El genocidio se recrudece

Las imágenes son impactantes, infantes bajo los escombros de edificios, mujeres y hombres desgarrados por las máquinas de matar, los tanques sionistas toman sus posiciones estratégicas en Rafah, el último reducto de sobrevivencia palestina, donde el cruce a Egipto es ocupado por las bestias militares israelíes y la entrada de ayuda humanitaria está totalmente suspendida, al tiempo en que las bombas ininterrumpidamente iluminan la oscura noche de un genocidio descarado y cínico, ante el cual el imperialismo estadounidense calla y juega con el doble discurso mientras sigue aportando millones de dólares, y las potencias de la Unión Europea y la OTAN se han olvidado de las sanciones económicas y políticas contra Israel, siendo que con total descaro no emiten mensajes pidiendo un alto al fuego, justo cuando se hablaba de una oportunidad para el avance en las negociaciones.

La ONU dice que es inaceptable la ocupación de Rafah, pero su discurso queda varado en el desierto de las hienas que devoran sus funciones y emprenden el avance del despojo territorial contra Palestina. Este genocidio es alevoso, se viene preparando desde hace más de 75 años, se ha saboreado en el comedor sionista inhumano entre gusanos y bestias que juran ser los “elegidos” asesinando en nombre de un Dios que jamás aceptaría la barbarie que hoy vivimos. En Israel, una parte de su población, con clara orientación sionista, baila y celebra este genocidio, gestos de una deshumanización profunda, pues ¿cómo se han olvidado de que ellos lo vivieron ante los nazis y hoy lo recrea su Gobierno sin un mínimo de conciencia contra el pueblo palestino? El genocidio se recrudece y ya nadie lo puede negar, aunque con formas legaloides haya quien busque desviar la verdad, hoy asistimos al infierno en la tierra, y las bombas, los tanques, las balas y la muerte avanzan con descaro por encima de toda humanidad.

Pero, así como un sector de la población israelí celebra la barbarie, también un importante segmento del pueblo de Israel se manifiesta contra el genocidio y pide el fin del gobierno de Benjamín Netanyahu, como ya se hacía antes del 7 de octubre del año pasado. Asimismo, en gran parte del mundo, los pueblos claman por el fin del genocidio; la juventud y los trabajadores y trabajadoras de muchas naciones, alzan la voz por un cese al fuego y por el derecho de Palestina de existir y ser libre. En países como Estados Unidos, Francia, México, Argentina, Cuba, España, Alemania y más, los estudiantes toman las universidades y los espacios públicos para rechazar la barbarie sionista, sin importar el incremento de la represión de los gobiernos aliados de este genocidio, pues nadie que se sienta humano puede seguir en silencio ante este crimen de lesa humanidad.

Es humanamente imposible no sentir dolor e indignación ante las imágenes de muerte y brutalidad en las que se observa el daño a infantes, mujeres y hombres; seres humanos. Es inconcebible estar en silencio frente al genocidio, no se puede callar sin ser cómplice. No es tiempo de ser indiferente y jugar a la neutralidad, los gobiernos del mundo deben romper relaciones con Israel y llamar en unión a un inmediato cese al fuego, y los pueblos hermandados debemos seguir hablando y clamando por la libertad palestina, por la justicia global y el fin de esta barbarie cuya esencia no es otra que la inhumana sinrazón del sionismo y el imperialismo. Callar no es opción ante el genocidio contra Palestina.

Fuente de la información: https://insurgenciamagisterial.com

Fotografía: El diario

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Gaza: matar a los muertos

Por: Txema García*

Cuando creíamos que la perversión humana ya había alcanzado cotas insuperables con el genocidio cometido por los nazis en la II Guerra Mundial contra judíos, gitanos, homosexuales o resistentes,  cuando pensábamos que el horror tenía sus límites, comenzamos a darnos cuenta ahora que todavía queda margen y existe algo infinitamente peor que todos esos males.

¿Alguien podía imaginarse en la década de los cuarenta del siglo XX a la Fuerza Aérea norteamericana lanzando paquetes de comida a los escasos supervivientes de la espeluznante masacre del bombardeo atómico en Hiroshima y Nagasaki? Pues bien, algo aún más macabro acaba de hacer en Gaza ese mismo país que se reclama adalid de la democracia planetaria.

El espanto acaba de superar todo lo concebible por una mente normal. Como si la maldad de algunos seres hubiera traspasado las fronteras de la perversión más absoluta y llegado a un territorio vacío de sentimientos donde la inhumanidad reinara de forma salvaje. Ahora, en estos tiempos de modernidad y supuestos avances, la barbarie se envuelve en papel de celofán, en regalo envenenado, en comida que te ofrece alguien que luego te va a asesinar a ti, a tu familia o a cualquier otro semejante en cómodos plazos, eso si no te ha exterminado ya antes. Se trata de matar a los que ya están muertos, a su memoria, a los moribundos, a los que no tienen nada para comer y que se sabe a ciencia cierta que van a morir por bombas o por hambre.

¿Solo hay que llevar a Netanyahu y a su Gobierno genocida ante la Corte Penal Internacional o ante otros tribunales? ¿Y sus cómplices?

Lo diré claramente. La actual administración de los Estados Unidos de Norteamérica, con su presidente al frente, son unos criminales a la altura, si no más, de la de Benjamin Netanyahu, a la que defiende y protege, a la que arma y sostiene con todas sus capacidades económicas, mediáticas y militares. Y, claro está, luego se encuentra todo su cohorte de aliados que también le vende armas a ese engendro de Estado genocida que es Israel: Emmanuel Macron (Francia); Rishi Sunak (Gran Bretaña); Olaf Scholz (Alemania); Giorgia Meloni (Italia); Pedro Sánchez (España); Ursula von der Leyen (Comisión Europea)… y, cómo no, sus otros pequeños adláteres como los que nos gobiernan por estos lares, tanto en Nafarroa como en Euskadi.

La colaboración entre todos estos poderes es mutua y clandestina las más de las veces. La máquina de matar en masa ya está engrasada. Y ahora solo nos queda esperar, si los ciudadanos no nos rebelamos y se lo impedimos antes, a que sigan consumando más y más atrocidades. Les bombardean y luego les echan unos pocos alimentos para aquellos “afortunados” que sobreviven a la masacre. Como si fueran animales en un corral esperando su sentencia de muerte. Y si alguno sobrevive, para eso está el Ejército israelí dispuesto a acabar con los que se atreven a encaramarse a un camión para conseguir los restos de un miserable saco de harina a repartir entre multitudes.

Gaza Activestills - 2
Gaza MOHAMMED ZAANOUN/ ACTIVESTILLS

¿Solo hay que llevar a Netanyahu y a su Gobierno genocida ante la Corte Penal Internacional o ante otros tribunales? ¿En serio? ¿Y sus cómplices? Creo que el mundo está perdiendo toda capacidad racional de enfrentarse a estos asesinos en serie. Y no solo me refiero a los antes citados, sino a aquellos que se esconden detrás de los bastidores y que son, en realidad, los poderes reales: ese gran entramado militar industrial de carácter transnacional que se resiste a perder su hegemonía en este nuevo tablero de intereses. Y luego estamos los ciudadanos de Occidente acostumbrados a vivir narcotizados por la droga del individualismo y un consumo despilfarrador y desquiciante, destructivo de la naturaleza y de sus otros seres.

La secuencia histórica de sus crímenes es irrefutable. Ya no se puede ocultar por más tiempo ni lavar su sucia conciencia labrada masacre a masacre, la del exterminio de los pueblos indígenas de la Norteamericana precolombina; la de cambiar y poner gobiernos títeres en todo el mundo, especialmente en América Latina; la de bombardear y destruir países como Vietnam; la de invadir pueblos como Irak o destruir naciones como Libia; o la de azuzar a pueblos europeos a una política atlantista en lugar de establecer acuerdos de convivencia y cooperación en lugar del este belicismo imperante que ahora impulsa la señora Ursula Von der Leyen y toda su panda de secuaces.

Los Estados Unidos son como Israel, el pueblo elegido para cometer cualquier masacre y, además, pretenden quedar impunes

No estamos ya en los tiempos del Plan Marshall, aunque su intención siga siendo similar y se sustente en la misma concepción de supremacismo a la que han de rendirse todos los pueblos y naciones. Los Estados Unidos son como Israel, el pueblo elegido para cometer cualquier masacre y, además, pretenden quedar impunes. Lanzan al aire 38.000 miserables raciones de alimentos para que caigan al fondo del mar o para que más de dos millones de palestinos consumidos por el hambre se las disputen en la antesala de su propia muerte. Luego llegarán con sus bulldozers a sacar su correspondiente provecho de rapiña derivado de todas estas muertes: el negocio de la reconstrucción por parte de sus “fondos buitres” que ya, a buen seguro, se estarán disputando la carroña para reconstruir “asentamientos de colonos” dentro de unos pocos meses.

Occidente, con la Unión Europea y los EEUU al frente: habéis alcanzado las más altas cotas de degradación moral que imaginarse uno puede. Si no os juzga alguna Corte Penal Internacional, sabed que ya gran parte del mundo os ha colocado en la lista de los criminales más execrables.

*Escritor, periodista y miembro de la plataforma Guggenheim Urdaibai STOP.

Fuente de la información e imagen:  El Salto

Foto: Mohammed Zaanoun / Activestills

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“Israel” destruyó la mayoría de las escuelas de la Franja de Gaza

De acuerdo con la ONU, aproximadamente 30 por ciento de esos inmuebles recibieron bombardeos directos de las fuerzas enemigas.

 

La ocupación israelí bombardeó de manera directa 30 por ciento de las escuelas de la Franja de Gaza, según denunció el portavoz del secretario general de las Naciones Unidas, Stéphane Dujarric.

 

De acuerdo con el vocero, desde el inicio de la Batalla Diluvio de Al-Aqsa, 162 edificios escolares de los 563 que existen en la Franja, recibieron las bombas sionistas. De ellos 26 están completamente destruidos.

 

En esas escuelas estudiaban unos 175 mil alumnos y trabajan más de seis mil 500 maestros.

 

Según añadió al menos 55 por ciento de esas infraestructuras requieren una reconstrucción completa o una rehabilitación importante.

 

Asimismo, el Observatorio Euromediterráneo de Derechos Humanos documentó el asesinato deliberado de decenas de profesores universitarios, maestros de todos los niveles y miles de estudiantes de Gaza.

 

El Observatorio explicó que el “ejército” enemigo lanzó además ataques específicos contra figuras académicas, científicas e intelectuales, mientras decenas de ellos murieron en los bombardeos a sus hogares.

 

Hace 131 días «Israel» ataca todos los aspectos de la vida de los palestinos de la Franja de Gaza, en un esfuerzo por desplazarlo y exterminarlo.

Fuente: https://espanol.almayadeen.net/noticias/politica/1819896/-israel–destruy%C3%B3-la-mayor%C3%ADa-de-las-escuelas-de-la-franja-de

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Palestina: detalles de resistencias

Por: Jacobo Rivero

La Feria Internacional del Libro de Frankfurt cumplió 75 ediciones el pasado mes de octubre con polémica. La cita más importante del mundo editorial tenía previsto entregar el galardón LiBeraturpreis —que reconoce a autoras procedentes de África, Asia Latinoamérica o el mundo árabe— a la escritora palestina Adanía Shibli (Galilea, 1974) por su libro Un detalle menor.

Según el jurado, la novela, que narra la búsqueda de información sobre una violación grupal cometida por un destacamento militar israelí a una joven beduina, estaba “rigurosamente compuesta” y hablaba sobre “el poder de las fronteras y de lo que los conflictos violentos hacen a las personas”. Pero unos días antes de la entrega del galardón hubo un cambio de criterio y se canceló la concesión del premio. Juergen Boos, cuestionado presidente de la Feria desde 2005, escribió un comunicado en The New York Times explicando la decisión: “Condenamos enérgicamente el terrorismo terrible de Hamás contra Israel. El terror contra Israel contradice todos los valores de la Feria del Libro de Frankfurt”.

Resistencias desde los libros

En el pasado, Boos había justificado la presencia de libros y editoriales próximas a la extrema derecha señalando que, por encima de otras consideraciones, prevalecía la “libertad de expresión”. Por si fuera poco cinismo, la Feria además eliminó de su programación un encuentro abierto al público con la autora y Günther Orth, su traductor al alemán. Desde entonces, Adanía Shibli decidió no hacer declaraciones a los medios de comunicación y dejó que la defensa de su libro recayese en las muestras de apoyo que ha generado en numerosos comunicados, escritos y declaraciones públicas.

Más de mil personas, muchas de ellas también escritoras, expresaron en una carta conjunta su oposición a la cancelación del premio y apelaron a la responsabilidad de la Feria a la hora de “crear espacios para que los escritores palestinos compartan sus pensamientos, sentimientos y reflexiones sobre la literatura en estos tiempos terribles y crueles, no para cerrarlos”. Entre otras firmas estaban las de los premios Nobel de Literatura Abdulrazak Gurnah, Annie Ernaux y Olga Tokarczuk.

Ambientado el inicio de la obra en 1949, un año después del comienzo de la guerra de 1948 y el principio de la Nakba, la novela de Shibli es mucho más que una investigación de una periodista sobre unos hechos con los que se encuentra por casualidad años después. La búsqueda de información, producto de la curiosidad de la protagonista, es una carrera de obstáculos contra sus miedos más íntimos, en medio de la ocupación y el apartheid asfixiante. “Los disparos, las alarmas de las patrullas militares, y a veces los helicópteros, los aviones de combate y los bombardeos, a los que se unen las sirenas de las ambulancias, no es solo que precedan a los boletines urgentes de noticias, sino que, en concurrencia con los ladridos del perro, forman parte del sonido ambiente”. Lo cuenta Shibli en un momento de la trama para describir lo que supone vivir sometidos a una ocupación en la que la vida de las personas palestinas pende del hilo de un gatillo fácil, de una mala mirada, o de una identificación aleatoria. Los ladridos del perro que salpican el relato de principio a fin funcionan como metáfora de un grito sordo de distintas generaciones, de vidas palestinas que no generan reacciones, que no tiene eco, que nadie atiende más que para darle patadas. Un texto incómodo en tiempos de cierre de filas en torno al colonialismo israelí y la brutalidad cotidiana del apartheid. Incuestionables públicamente, por lo visto en Frankfurt, tras los terribles atentados de Hamás el 7 de octubre de 2023.

La editorial Hoja de Lata, editora del libro en España, publicó un comunicado sobre la cancelación del premio a Adanía Shibli. En el escrito señalaban: “La novela por la que fue premiada está basada en hechos reales […] y como hay quien quiere hacernos creer que este conflicto comenzó hace dos semanas, ni Shibli ni su relato convienen”. Un mes y medio después de la polémica, Daniel Álvarez, cofundador de la editorial, apunta para El Salto su opinión sobre lo ocurrido: “Al tratar de acallar a Adanía lo que han logrado es el efecto contrario. Precisamente cuando el premio pretendía dar voz a autoras y autores del sur global no eurocentrista, la Feria ha demostrado su hipocresía suprema”. Un detalle menor, publicado por primera vez en 2016 y en nuestro país en 2019, es un ejemplo claro, señala Álvarez, de lo que se conoce como “efecto Streisand”, un caso de censura que termina ampliando el conocimiento y repercusión de una obra. La versión en castellano va por la tercera edición, con una traducción muy cuidada y fina de Salvador Peña Martín. La editorial asturiana ya había publicado antes Una trilogía palestina, un libro que recoge las tres primeras novelas del escritor y militante marxista Gasán Kanafani (Acre, 1936-Libano, 1972): Hombres en el solLo que os queda y Um Saad. Daniel Álvarez se refiere a él como un “autor totémico”, que destacó tanto por su literatura y sus obras de teatro, como por su pertenencia activa al Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP). Asesinado en Beirut junto a su sobrina Lamis de 17 años con una bomba colocada bajo su automóvil por los servicios secretos israelíes, Gasán Kanafani es un símbolo en la vida de los palestinos, especialmente en muchos campos de refugiados donde el FPLP y varias organizaciones civiles próximas mantienen presencia organizativa.

Si Kanafani es un símbolo presente de la resistencia histórica a través de la palabra y la acción, Adanía Shibli es la voz de una “nueva generación de mujeres” que desde la diáspora están generando una “atención global”, resumen desde la editorial Hoja de Lata

Según la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos en Oriente Próximo (UNRWA en sus siglas inglesas), existen más de medio centenar de campos de refugiados repartidos entre Jordania, Líbano, Siria, Cisjordania y la Franja de Gaza en los que viven más de cinco millones de personas. Lugares donde, en algunos casos, la gobernabilidad sigue dependiendo de comités populares porqu, al ser espacios transitorios, no se celebraron nunca procesos electorales. Si Kanafani es un símbolo presente de la resistencia histórica a través de la palabra y la acción, Adanía Shibli es la voz de una “nueva generación de mujeres” que desde la diáspora están generando una “atención global”, resume el editor de Hoja de Lata.

Un hilo de voz que tanto dentro como fuera de Palestina sigue manteniendo como referencia indiscutible al poeta Mahmud Darwish, auténtico faro literario de las ilusiones y frustraciones del pueblo palestino. Darwish (Al-Birwa 1941-Houston, 2008) expresó en una entrevista el significado último de su trabajo: “La metáfora Palestina es más fuerte y penetrante que la Palestina misma”. Y añadía sobre la relación de la tierra con su escritura: “La parte geográfica de la historia es más fuerte que la parte histórica de la geografía. Al no encontrar mi lugar en la tierra, intenté encontrarlo en la historia. Y la historia no puede reducirse a una compensación de la geografía perdida. Es igualmente un punto de observación de las sombras, de uno mismo y del otro, en un camino humano más completo”.

Esa particular mirada sobre geografía e historia sigue presente en la actualidad, en una atmósfera de metáforas poéticas profundas. En una senda similar se expresa también Basma Alsharif (Kuwait, 1983), artista multidisciplinar y cineasta de origen palestino. Ella desarrolla narrativas visuales compuestas de imágenes sobre la condición humana. En ese recorrido gráfico hay un componente de lectura política global, de trayectoria vital usurpada: el exilio de su familia la alejó de sus orígenes. Basma Alsharif no puede entrar a la tierra de sus padres, que nacieron en la Franja, ni visitar a sus abuelas y parientes. Pero las texturas del afecto y los paisajes perviven a través de su trabajo creativo. Alsharif participó en un encuentro de mujeres de Palestina y Catalunya llamado Tasharuk (Compartiendo, en árabe) que llevaba por subtítulo “género, cultura y resistencias en Palestina”. La finalidad era crear un espacio de convivencia para la “mejora de la capacidad de resiliencia de las comunidades de la gobernación de Nablus, mediante el empoderamiento de las mujeres y la transversalización de género”. Un proyecto de cooperación internacional que se desarrolló entre enero de 2021 y junio de 2022. En la web hay un apartado titulado solidaridad feminista: “El patriarcado es un sistema de opresión global con diferentes expresiones en cada región, y en Palestina se ve reforzado por la ocupación israelí. Las supervivientes de violencias machistas están entre los sectores más vulnerabilizados de la población”.

Desde 2010 más de la mitad de películas realizadas en Palestina han sido dirigidas por mujeres. Basma Al Sharif se muestra contundente sobre su trabajo como cineasta y artista palestina: “Yo no he decidido representar a nadie más que a mí misma, aunque este yo esté lleno de memoria colectiva”

Colonialismo, ocupación y patriarcado van de la mano. Para muestra un botón: durante la primera Intifada (1987-1993) el ejército israelí difundió fotos de mujeres palestinas en los probadores de las tiendas de ropa. Esas imágenes captadas de manera clandestina e ilegal se repartieron en las comunidades como si hubieran sido realizadas en la intimidad en compañía de soldados israelíes. La estrategia militar tenía como objetivo encerrarlas en casa, crear desconfianza y reproches, violentar su condición humana como mujeres palestinas, fomentar una sociedad temerosa de la libertad individual, empujando hacia el círculo cerrado de la familia y la religión la seguridad de sus cuerpos. De entonces a ahora, en ese campo de batalla, sí que han cambiado algunas cosas: según publica Tasharuk, desde 2010 más de la mitad de películas realizadas en Palestina han sido dirigidas por mujeres. Basma Al Sharif se muestra contundente sobre su trabajo como cineasta y artista palestina: “Yo no he decidido representar a nadie más que a mí misma, aunque este yo esté lleno de memoria colectiva”.

Resistencias desde Nablus

Nablus, como Yenin, es uno de los núcleos de población en Cisjordania donde la represión del ejército israelí y la criminalidad de los colonos está siendo más intensa tras el 7 de octubre de 2023. Se cuentan por centenares los asesinatos, detenciones, encarcelamientos y humillaciones. El miedo y la tensión invaden todo. Un estado de ánimo que comenzó con la Nakba, catástrofe en árabe, origen de la historia de Adanía Shibli en Un detalle menor. Diez días después de los ataques de Hamas, y cuando ya sobre Gaza caían toneladas de bombas, la Federación Anarquista de Estados Unidos Black Rose-Rosa Negra entrevistó a miembros del colectivo libertario palestino Fadua (redención en árabe). Una organización de “jóvenes activistas y académicos de dentro y fuera de Palestina” que en la primera pregunta sobre sus características políticas respondían: “Nuestro objetivo es reunir a todas las fuerzas con diversas ideas y tendencias políticas e intelectuales y centrarlas en la lucha contra la ocupación injusta y el pensamiento racista sionista en Palestina. Por eso tenemos buenas relaciones con algunos jóvenes de confesión judía, algunos conversos, algunos musulmanes, cristianos y otros. La idea es que muchos palestinos se oponen a los actos racistas e injustos de la ocupación sionista, pero no encuentran un eje único en torno al cual puedan unirse”.

Las respuestas de estos jóvenes que se definen también como “nueva generación” no atienden a motivos religiosos ni a proclamas revolucionarias basadas en certezas teóricas. Es más sencillo: “Sufrimos porque nos roban las necesidades mínimas de la vida”. Fadua, como la mayoría de movimientos sociales en Cisjordania, es muy crítico con el el gobierno de Mahmoud Abbas, al que acusan de colaboracionista: “La Autoridad Palestina firmó un acuerdo en virtud del cual serviría a la entidad ocupante en materia de seguridad. Es decir, todos los jóvenes activistas palestinos que luchan contra la ocupación sionista de una u otra manera y el ejército israelí no puede detenerlos, la Autoridad Palestina los persigue, los detiene y los entrega a la ocupación, y luego nadie sabe el destino de ese joven o esa joven”.

Resistencias cotidianas

En una entrevista realizada para El Salto por Luna Flores en junio de 2021, Adanía Shibli apuntaba la importancia del lenguaje para situar el contexto de lo que está ocurriendo: “Entre Israel y Palestina no hay un conflicto, hay colonización y ocupación”. Shibli señalaba sobre la relación entre su escritura y la referencialidad de su tierra natal: “Cuando vives en Palestina eres testigo de algo enorme. Asumirlo no es el trabajo de la literatura. Es tu deber como ser humano”. Una amiga palestina de Ramallah definía en una frase cómo vivía la dinámica cotidiana del apartheid: “Exterminio por desesperación”. Un detalle menor va de eso, de una búsqueda de significados que llegan a una misma conclusión: levantarse cada día y caminar en Palestina es un ejercicio de resistencia que afecta a cualquier actividad que en otro lugar del mundo podría ser normal. En ese escenario y con la complicidad de la comunidad internacional, nada ha cambiado, todo ha ido a peor.

En cierta ocasión, un amigo judío antisionista, activista del maltrecho “campo de la paz israelí”, me dijo en Jerusalén sobre los distintos gobiernos de Israel: “Aquí nadie pierde la oportunidad de perder la oportunidad de conseguir la paz”. Netanyahu ha decidido dar un paso más y pasar a la historia como el apóstol de la muerte, el adalid de la deshumanización de todo un pueblo ante los ojos del mundo. En esa letanía de décadas ahora acelerada, con miles de muertes injustas, expulsiones de territorio, encarcelamientos sin juicio, impunidad y racismo sistémico, Palestina se desangra ante la mirada impasible de los gobiernos del mundo, el cinismo de los grandes medios de comunicación, y los ladridos ahogados de unos pocos ciudadanos y organismos que defienden los derechos humanos.

Adanía Shibli continuaba en su novela el párrafo en el que describe el agobio por las patrullas militares, los bombardeos, los helicópteros y el aullar de sirenas de la siguiente manera: “La situación es esta desde hace mucho, mucho tiempo; tanto que quedan pocas personas con vida que puedan recordar los pequeños detalles relativos al modo de vivir anterior, y me refiero a detalles como la lechuga pasada en el mercado de verduras cerrado”. Una realidad a la que la feria internacional del libro más importante del mundo ha dado un portazo y ocultado, para no ser vista ni oída. Ya no les parece interesante “lo que los conflictos violentos hacen a las personas”.

En ese contexto de miserias, más allá del lenguaje de las armas, la resistencia palestina se construye a partir de detalles cotidianos, de seres humanos con miedos, pasiones y deseos. L.Z es jugadora de baloncesto, madre de un niño de siete años y una niña de cuatro. Vive con su familia en Beit Yala, una ciudad cercana a Belén, en Cisjordania. Para ella, jugar en una cancha es olvidar la opresión de la ocupación por unos minutos, en la pista de juego dice que “encuentra la libertad” con sus compañeras. Muchas veces llegan a los partidos después de cruzar check points con horas de espera y tensión para recorrer distancias cortas, donde con frecuencia son violentadas por el ejército y los colonos. Su resistencia consiste en jugar para divertirse, en reivindicar su existencia con un balón en las manos junto a un grupo de amigas.

Hace unos días, L.Z me explicaba cómo les está afectando el genocidio contra la población de Gaza y el asesinato indiscriminado de inocentes en Cisjordania: “Querido amigo, la situación es terrible, estamos tensos y estresados, toda la ciudad está encerrada en sus casas”. Cuenta que hay pánico a controles, cacheos, francotiradores y ataques de colonos armados. También hay pavor a escuchar la radio, mirar las noticias o consultar los mensajes en el móvil. Antes de despedirse con un sentido abrazo y recordar que “lo peor está pasando en la Franja”, termina la comunicación con una declaración de resistencia: “Seguimos adelante”.

Fuente de la información:  El Salto

Foto: Comercio en Nablus de Kanafeh, dulce típico de la zona (Álvaro Minguito)

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Gaza: con escuelas en ruinas, jamás habrá paz

Por: Mauro Jarquín Ramírez*

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, la educación ha sido entendida como factor importante para la construcción de paz en el discurso oficial de organismos multilaterales. Dicha función se muestra explícitamente en la carta fundacional de la Unesco en 1945: Puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz. El discurso institucional vigente a escala global ha mantenido dicha perspectiva hasta hoy, bajo la noción de cultura de paz y educación para la paz, impulsadas por la ONU.

Para la narrativa del multilateralismo liberal, la educación es un bien preciado que debe ser protegido, incluso en contextos de guerra. No obstante, la campaña militar de Israel en Palestina ha tomado el curso contrario, recordando así que ni Israel ni EU forman parte de los 185 países que han suscrito la Declaración sobre Escuelas Seguras, impulsada en Naciones Unidas por Argentina y Noruega en 2015, año en que la propia ONU acusó a Israel de atacar escuelas de Naciones Unidas que servían de refugio a personas desplazadas durante 2014.

En el reciente caso presentado contra Israel por conducta genocida en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) el equipo jurídico de Sudáfrica ha valorado el ataque israelí a escuelas, comunidades educativas y personal docente en Gaza como una destrucción del acceso a la educación: casi 90 mil estudiantes universitarios no pueden asistir a sus clases, más de 60 por ciento de escuelas y casi todas las universidades, así como librerías y bibliotecas, han resultado dañadas o destruidas; profesores y académicos han sido asesinados, incluyendo decanos universitarios e investigadores reconocidos internacionalmente. La destrucción de la infraestructura educativa ha formado parte sustancial de los efectos de la campaña bélica.

Sin embargo, el acoso y la violencia contra la educación en Palestina no son novedad.

En marzo de 2022, la Coalición Mundial para Proteger la Educación de Ataques presentó un informe sobre el impacto de la violencia contra la educación en Palestina en el contexto de ocupación israelí. Señala que las formas más comunes de hostilidad contra la educación en los territorios palestinos son: uso de gases lacrimógenos, operaciones de registro y detención, redadas, puestos de control, violencia de los colonos que afecta a las escuelas, detención e intimidación de estudiantes y profesores. Además, autoridades israelíes denegaban por sistema las solicitudes palestinas de permisos de construcción. Particularmente en Gaza, el uso de armas explosivas lanzadas por fuerzas de seguridad israelíes constituyó la forma más común de ataque contra la educación, siendo la mayoría de los incidentes colaterales. Así, entre enero de 2019 y septiembre de 2021, al menos 305 escuelas y guarderías resultaron afectadas debido a armas explosivas. En ese periodo, 480 estudiantes y educadores resultaron dañados por lacrimógenos, granadas aturdidoras y otras armas.

La destrucción educativa subrayada por la delegación sudafricana resulta preocupante por las implicaciones a futuro de generaciones de palestinos. Esto es aún más complejo al considerar las reiteradas declaraciones de Ron Dermer, integrante del gabinete de guerra israelí, sobre la necesaria desradicalización de Palestina, emitidas en Fox News y en sus propias redes sociales. Ahí ha expresado un supuesto cambio radical que debe efectuarse en lo que jóvenes palestinos aprenden en las escuelas. Dermer escribió en X: no podemos permitir ninguna fuerza allí que vaya a educar a la próxima generación de palestinos para que odien a Israel, odien a los judíos y odien a EU.

Es muy problemático plantear la posibilidad de construir paz en la región mediante la destrucción de escuelas y centros de cultura, y el asesinato de estudiantes, docentes y familias. Resulta muy difícil pensar que una sociedad en armonía puede ser forjada a raíz de la cotidianidad de la infancia palestina, víctima de un sinnúmero de injusticias como currículo oculto que experimenta a diario por fuera de las escuelas.

Hace más de 10 años, el educador palestino Ziad Abbas afirmaba en entrevista que no podría haber paz en el mundo sin justicia en Palestina. El conflicto, decía, podía conducir a una tercera guerra mundial. Tras tres meses de la agudización de los ataques de Israel en Gaza –con más de 24 mil muertos, según el Ministerio de Salud de Gaza–, la justicia y por ende la paz se observan lejanas.

Es necesario recordar que con escuelas en ruinas, con muerte y con opresión, jamás existirá paz. La defensa de la vida y la integridad física del pueblo palestino debe también acompañarse de una defensa de su memoria histórica y de su derecho a decidir sobre su educación, en escuelas libres donde estudiantes, docentes y familias encuentren un centro de aprendizaje, cooperación y creación de mejores futuros.

La solidaridad internacional en la exigencia de un alto a las hostilidades y el reconocimiento efectivo de los derechos del pueblo palestino es tan necesaria como siempre, aunque más evidente que nunca.

*Politólogo

Fuente de la información:  https://www.jornada.com.mx

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Israel y Gaza: guerra de la información y periodistas en el punto de mira

La FIP cifra en casi un centenar el número de reporteros asesinados este año en todo el mundo. Tres cuartas partes de ellos han muerto cubriendo el asedio en la Franja

Al menos, sesenta y tres periodistas y trabajadores de los medios han muerto en Oriente Medio desde que empezara la última guerra de Gaza, hace poco más de dos meses.

Son algo más que un daño colateral. En buena parte, si no en la mayoría de los casos, esos periodistas –todos palestinos– no fueron bajas casuales de la guerra, como otras víctimas civiles palestinas, sino objetivo preciso y predeterminado de los ataques de Israel.

Varios más han desaparecido y un número impreciso resultó herido. Son cifras que surgen de un meticuloso recuento de la Federación Internacional de Periodistas (FIP/IFJ, International Federation of Journalists).

A esa siniestra estadística, debemos sumar los nombres de tres periodistas muertos en Líbano, entre ellos Issam Abdallah, de la agencia Reuters. El 13 de octubre se encontraba con otros seis colegas –de la cadena Al Jazeera y de la agencia francesa AFP– cuando dos impactos de las fuerzas israelíes los alcanzaron de lleno. Estaban en Alma Al-Chaab,una localidad situada a poco más de un kilómetro de la frontera líbanoisraelí. Resultado del bombardeo repentino: un muerto (el mismo Issam Abadallah) y seis heridos, entre ellos la fotorreportera libanesa Christina Assi, a quien después los médicos tuvieron que amputar una pierna.

“Amnistía Internacional ha investigado directamente en Líbano, donde hemos interrogado a nueve testigos de la escena: los propios periodistas afectados y otras personas que se encontraban en las inmediaciones”, ha declarado Marija Ristic, coautora del informe de Amnistía Internacional, quien insiste en decir que, a la vista de los vídeos disponibles (57 exactamente), “se ve claramente a los periodistas vistiendo chalecos con la palabra press, lo mismo que alguno de sus vehículos”.

Las fuerzas israelíes tuvieron tiempo para comprobar que se trataba de un grupo de periodistas

Según ha declarado Ristic al diario La Libre Belgique, “las imágenes y las grabaciones sonoras señalan que varios helicópteros y un dron israelí sobrevolaron el grupo durante 46 minutos antes del ataque”.

De modo que las fuerzas israelíes tuvieron tiempo para comprobar que se trataba de un grupo de periodistas. Otro elemento que destaca el citado informe es que hubo dos disparos de obús distanciados entre sí 37 segundos. “No se dispara contra alguien dos veces si no lo consideras un objetivo”, apunta Marija Ristic. No hay error posible, según ella, que define el ataque como “dos lanzamientos deliberados”.

Tres investigaciones, la mencionada de Amnistía Internacional, así como otras de la agencia AFP y del colectivo Airwars explican con claridad cómo sucedió y el origen israelí de los dos obuses. No había ningún objetivo militar posible en el entorno. Ni casas cercanas. Y los choques militares de ese día por allí acontecieron a un kilómetro y medio de distancia.

En este punto, antes de continuar la lectura, invito al lector a repasar el vídeo de Airwars que recrea las circunstancias.

Es sólo un ejemplo de la estrategia bélica de Israel contra los periodistas. En ese diario belga ya citado, Anthony Bellanger, secretario general de la FIP, lo analiza así:

“Incluso durante la guerra de Irak, que produjo numerosas víctimas entre el colectivo de la prensa, no pudimos ver esa manera de apuntar tan sistemáticamente [a los periodistas]. Empezó a ser así desde 2011, durante la guerra de Siria y con el desarrollo de las redes sociales, cuando Facebook, Twitter y otras redes similares, dieron acceso múltiple a la ciudadanía. Todo cambió. Desde entonces, los autócratas y los beligerantes quieren asumir por sí mismos la comunicación vía las redes sociales. No les gusta que haya otras fuentes en su lugar”.

En otros conflictos, los periodistas y la población pueden –en determinadas circunstancias– huir del frente de batalla. Eso no es posible en Gaza, donde desaparecen día a día los suministros y las reservas de agua, electricidad, medicinas y alimentos.

El estado de Israel –y al sur Egipto, no lo olvidemos– controla las puertas para entrar y salir. El secretario general de la FIP resume así el valor de la información y el riesgo diario que corren los periodistas palestinos en Gaza:

“Todos los civiles, incluidos los periodistas, están enjaulados en una cárcel a cielo abierto que se va transformando en una fosa común”.

Y además, ningún reportero del exterior ha sido autorizado a trabajar allí.

Todos los civiles, incluidos los periodistas, están enjaulados en una cárcel a cielo abierto

Así que la cobertura informativa sólo es posible para los mismos periodistas que son –a la vez– víctimas fáciles del conflicto armado. Una parte ha muerto en –digamos– acciones bélicas normales. Porque se encontraban en el momento y lugar no deseados, mientras ejercían su oficio. En otros casos, bastantes, hay más que indicios que apuntan hacia la responsabilidad israelí por medio de ataques intencionados, contra ellos y contra sus oficinas y domicilios familiares. Anthony Bellanger pone varios ejemplos que se refieren a ese modus operandi deliberado. Lo precisan las imágenes de Al Jazeera en el ataque contra la oficina de la AFP en Gaza.

“Se ve cómo un proyectil atraviesa la oficina destruyéndolo todo, pero sin afectar al resto del edificio. Israel utiliza la inteligencia artificial para identificar a los miembros de Hamás. Funciona igual para los periodistas. Cualquiera que cuente lo que pasa es [para los responsables] un enemigo potencial, fácilmente identificable”, concluye Bellanger.

En menor medida, lo que sucede en Gaza acontece en cierto modo en Cisjordania. Israel controla esa parte de Palestina con mano de hierro, aún más desde el 7 de octubre.

En territorio israelí, los corresponsales acreditados saben que en cualquier momento su acreditación puede ser cancelada y que entonces dispondrán de un plazo breve para salir del país. En algunas ocasiones, las autoridades israelíes utilizan simples pretextos administrativos, según Anthony Bellanger, quien subraya que llevar un chaleco con la mención press puede también convertir al periodista en un objetivo claro. “Un riesgo doble –reitera Bellanger– porque se asume [el peligro de] situarse en la zona y simultáneamente el de ponerse en el punto de mira” [con el uso de un chaleco en el que está escrito press].

En Gaza, la estadística de víctimas mortales de la guerra se aproxima a las veinte mil, la mayoría mujeres y menores de dieciocho años. Los gazatíes que sobreviven lo hacen en condiciones humanitarias execrables, lo más cerca que pueden de la (cerrada) frontera con Egipto. El 85% de los palestinos de Gaza está desplazado de su lugar de origen en un territorio reducido y estrecho, convertido en un gran trampa mortífera.

Ahora, no hay negociaciones para liberar más rehenes, mientras el Consejo de Seguridad de la ONU debate de nuevo la situación, tras el veto estadounidense favorable a Israel.

Los reporteros palestinos que siguen vivos y continúan ejerciendo su oficio de periodistas ayudan a mantener informada a la opinión pública del planeta. Son los ojos que nos ayudan a ser conscientes de cómo la inmensa prisión a cielo abierto (Gaza) se va convirtiendo día a día en un gran cementerio.

La FIP cifra en casi un centenar el número de periodistas asesinados este año en todo el mundo. Tres cuartas partes de ellos eran periodistas y reporteros que vivían y trabajaban en Gaza. Quienes sobreviven allí, siguen en el punto de mira de Israel.

Fuente de la información e imagen:  https://ctxt.es/es

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Victoria de la campaña de boicot: Puma deja de patrocinar la selección Israelí de fútbol

“Después de años de campaña global, el movimiento de Boicot y Desinversiones (BDS) ha conseguido que Puma deje de patrocinar la selección israelí de fútbol”. Así celebraba la cuenta española de este movimiento internacional la decisión de la compañía de dejar de asociar su marca con el equipo nacional de Israel. Según afirman desde BDS Madrid, “el boicot funciona para debilitar el supremacismo y genocidio israelí”.

Según Puma, un grupo empresarial alemán, la decisión se tomó hace un año y no está relacionada con las llamadas al boicot, que ya eran una constante mucho antes del 7 de octubre. El fin del patrocinio se hará efectivo a partir del año próximo, cuando la tercera mayor empresa de ropa deportiva del mundo dejará de proporcionar la equipación al equipo israelí.

La firma del convenio entre Puma y el Estado de Israel en 2018 provocó una intensa campaña de boicot internacional contra la compañía en la que este movimiento acusaban a la empresa de estar lavando la imagen de un Estado que viola diariamente los derechos humanos de la población palestina y de estar apoyando a los asentamientos ilegales en Cisjordania dado que la Asociación de Fútbol de Israel incluye a equipos de estas colonias.

En las últimas semanas, las movilizaciones contra Puma se han acentuado en diversas ciudades. Desde la compañía, insisten que no hay razones políticas sino solo financieras y estratégicas.

Según el movimiento BDS, los años de “presión ininterrumpida y global” sobre Puma y los daños a su imagen deberían considerarse “una lección para todas las compañías que apoyan el apartheid israelí”. Desde este movimiento global, agradecen a los cientos de grupos de solidaridad de base, atletas y equipos alrededor del mundo que apoyaron la llamada de 215 equipos palestinos para hacer boicot a Puma.

“Esta victoria del boicot es una victoria agridulce mientras continúa la limpieza étnica de los palestinos por parte de Israel. Pero nos da esperanza y determinación para responsabilizar a todos los responsables del genocidio y partidarios del apartheid hasta que todos los palestinos puedan vivir en libertad, justicia e igualdad”, dicen desde el movimiento BDS internacional.

Fuente de la información e imagen:  El Salto


Foto: Familias palestinas se refugian en tiendas de campaña y trabajan para que las tiendas no se desborden de agua y barro en el campamento improvisado alrededor del Hospital Nasser en Khan Yunis. 19 de noviembre de 2021. (Mohammed Zaanoun / Activestills)

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