reto de revertir los indicadores del costo de vida, robustecer la actividad productiva y ampliar el espacio de inversión pública y privada, avanzar en la reforma educativa
Honduras/27 de marzo 2016/Editorial
Regresamos a la cruda realidad, después de un extenso período de debió habernos servido para reflexionar acerca de nuestra esencia, de nuestra identidad como pueblo y de los desafíos que tenemos enfrente.
La Semana Mayor nos permitió hacer un alto en la ruta de penurias por la que atravesamos los hondureños. Nuestra lista de problemas es extensa, en efecto.
Igualmente prolíficos deberían ser los planteamientos orientados al abordaje correcto y a la búsqueda de soluciones a esas dificultades; sobre todo, aquéllas que ahondan nuestro rezago, que agrandan la deuda social, que debilitan nuestro potencial económico y que provocan desánimo entre los sectores postergados.
De vuelta a la actividad normal, necesitamos reenfocar nuestros esfuerzos hacia la titánica lucha contra la violencia criminal, una de las demandas más sentidas por la población.
No menos intensa es la lucha a la que urge darle continuidad, en aras de impulsar con verdadera fortaleza la creación de oportunidades para casi cinco millones de hondureños que encaran problemas para cubrir sus necesidades elementales.
No hay que echar de menos el gran reto de revertir los indicadores del costo de vida, robustecer la actividad productiva y ampliar el espacio de inversión pública y privada, avanzar en la reforma educativa y reducir la inequidad de los servicios de salud, a fin de aliviar la pobreza y la indigencia.
Tampoco podemos dejar de lado la apremiante necesidad de consolidar la disciplina de nuestras finanzas sin que ello nos lleve a un insuperable desbalance entre la macroeconomía y la microeconomía como ocurre ahora mismo.
Están vivas y penetrantes las demandas de los empresarios porque sean revisadas las reglas de la inversión, replanteadas las leyes en busca de una real justicia tributaria y justificados los principios de la competitividad y de la seguridad jurídica.
La dirigencia obrera demanda que exista equidad, mientras los empleados públicos abogan porque surjan nuevas conquistas. Los campesinos esperan que florezca la paz en el campo y los indígenas aguardan por la reivindicación de sus raíces.
Y desde lo más profundo de la conciencia social, aflora el clamor de los desposeídos que constituyen la franja más gruesa de nuestra división de clases, para que los políticos hagan mérito de su palabra empeñada.
Porque sobre la justicia social, el crecimiento económico equitativo y el ejercicio del poder con sentido de servicio, descansa la democracia y la razón de ser de nuestra institucionalidad.
Estamos de vuelta a la realidad nuestra, atiborrada de problemas, desafíos y compromisos. La gran mayoría de hondureños vivimos condenados por la corrupción, flagelados por la violencia y lacerados por las espinas de la pobreza.
Bueno sería, entonces, que nos hiciéramos eco de las exhortaciones hechas por los líderes religiosos: “Tenemos que ser midericordiosos para descubrir los rostros golpeados y maltrechos del prójimo”, “Luchemos por el rescate de tantas familias heridas, resquebrajadas y desintegradas”.
“Que ya no haya entre nosotros un sentimiento de división”, “Que No siga la orgía de sangre tan absurda, increíble, irracional y diabólica”; antes bien, debemos construir una nación de justicia y equidad y luchar para que Honduras no termine despedazada.
La prioridad de todos debe ser integrarnos en una mancomunidad para trabajar sin pausa, con esfuerzo y con fe, en pos de mejores derroteros para la Honduras que ahora está en la encrucijada definitiva.
fuente: http://www.radiohrn.hn/l/noticias/editorial-de-regreso-de-semana-santa