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Una guía feminista negra para la solidaridad interracial

Por: Claire Heuchan. Traducción para Afroféminas de un texto de Sister Outrider

Cada vez que hablo del racismo en el movimiento feminista, invariablemente se formula esta pregunta como resultado: las mujeres blancas se preguntan “¿qué puedo hacer específicamente con el tema del racismo? ¿Cómo puedo crear solidaridad con las mujeres racializadas?” Es una pregunta complicada, que he estado considerando de cerca durante más de un año, y no hay una respuesta simple. En cambio, hay muchas respuestas, de las cuales ninguna es defintiva y todas ellas pueden cambiar en relación con el contexto. La realidad de la situación es que no hay una solución rápida para los cientos de años de racismo – racismo sobre el que se construyó nuestra sociedad, sus jerarquías de riqueza y poder establecidas – que dan forma a la dinámica entre mujeres de color y mujeres blancas. Ese desequilibrio de poder y privilegio colorea las interacciones personales.

Alterar esa dinámica en la que la raza existe solo como una jerarquía, construir formas sostenibles de solidaridad entre las mujeres, va a requerir una autoreflexión persistente, esfuerzo y una voluntad por parte de las mujeres blancas para cambiar su enfoque. Aquí está mi perspectiva sobre los pasos prácticos que las mujeres blancas pueden tomar para desafiar su propio racismo, mantenido consciente e inconscientemente, con la esperanza de que creará el potencial para que puedan ofrecer hermandad real a las mujeres de color.

“Lo primero que debes hacer es olvidar que soy negra. En segundo lugar, nunca debes olvidar que soy negra.” Pat Parker, Para la persona blanca que quiere saber cómo ser mi amiga

Reconoce las diferencias provocadas por la raza. No definas a las mujeres racializadas según nuestras etnias respectivas. Igualmente, no pretendas que nuestras vidas son las mismas que las tuyas. No ver la raza significa no ver el racismo. No ver el racismo significa permitir que crezca, sin control. Comienza reconociendo nuestra humanidad, viendo a las mujeres negras como personas autorrealizadas con discernimiento, poderes de pensamiento crítico y, lo que con mayor frecuencia se descuida en esta conversación, los sentimientos. Comienza examinando cómo piensas sobre las mujeres negras y construye desde allí.

Propiedad y autoridad

Muchos problemas se perpetúan cuando las mujeres blancas se posicionan a sí mismas como portadoras del discurso feminista, autoridades excepcionalmente calificadas para determinar lo que es y no es el Feminismo correcto. No es coincidencia que las contribuciones de las mujeresracializadas, en particular los comentarios que abordan el racismo o el privilegio blanco, con frecuencia se descarten como una distracción de la principal preocupación feminista, es decir, cuestiones que tienen un impacto directamente negativo sobre las mujeres blancas.

La suposición tácita de que la perspectiva de una mujer blanca es más legítima que la nuestra, más informada, que si las mujeres racializadas simplemente aprendieran más sobre un tema en particular, entonces nuestra perspectiva también se matizaría, es persistente. Detrás de esa suposición está la creencia de que las mujeres blancas son las expertas guías del movimiento feminista, y que las mujeres racializadas están en una posición de subordinación. La misma situación se desarrolla en el contexto de la política de clases, con mujeres de la clase trabajadora clasificadas como desinformadas cuando sus perspectivas feministas no se alinean con las de las mujeres de clase media. Reforzar estas jerarquías es el mayor obstáculo para la solidaridad entre las mujeres.

Las mujeres blancas tienen la costumbre de arbitrar lo que es y no es feminista de una manera que centra la feminidad blanca, la posiciona como el estándar normativo contra el que se mide la experiencia femenina. Si la feminidad blanca es estándar, la feminidad negra y racializada se convierten en formas desviadas por definición, un paradigma que contribuye a que las mujeres racializadas se formen en esa creencia.

El feminismo es un movimiento político dedicado a la liberación de la mujer de la opresión. Parte de esa opresión tiene género. Algunos de ellos están racializados. Parte de esto está basado en clases. Algo de eso se relaciona con la sexualidad. Algo de eso se refiere a la discapacidad. Y dentro de estas categorías, siempre existe la posibilidad de superposición. La falta de reconocimiento de la intersección de las identidades asegura que las mujeres más marginadas continuarán siendo oprimidas, no un objetivo feminista por ningún conjunto de estándares. Responder con “este no es el momento, chicas” cuando las mujeres negras abordan el racismo es una contradicción directa de los principios feministas. Esperar que las mujeres de negras permanezcan en silencio por el bien común, es decir, en beneficio de las mujeres blancas, no es un acto feminista. La idea de que hay un momento y un lugar para reconocer una forma de opresión experimentada por las mujeres socava los principios sobre los que se basa el movimiento feminista. Las mujeres blancas deben dejar de descalificar las críticas al racismo y, en cambio, escuchar lo que las mujeres racializadas tienen para decir sobre el tema.

Hay un patrón desafortunado de mujeres blancas que se enmarcan como las salvadoras iluminadas, los hombres  negros y racializados como opresores salvajes y las mujeres racializadas como víctimas pasivas de una opresión derivada exclusivamente de los hombres que caen dentro de nuestro propio grupo étnico. Este modelo reconoce que las mujeres negras y racializadas experimentan violencia de género al mismo tiempo que borran la opresión racializada a la que estamos sujetas. Además, niega la realidad de las mujeres blancas que pertenecen a una clase opresora, una hábil y poco sincera maniobra que absuelve a las mujeres blancas de su papel en el mantenimiento del racismo sistemático. Si el problema del racismo no existe, no es necesario discutirlo. Si no se discute el racismo, las mujeres blancas pueden continuar beneficiándose de él sin impedimentos.

Para que la solidaridad interracial exista dentro del movimiento feminista, debe abordarse la cuestión de la propiedad. Una y otra vez, las mujeres blancas se comportan como si el movimiento feminista fuera su propiedad exclusiva, algo con lo que las mujeres negras y racializadas puedan unirse, pero nunca liderar el establecimiento del discurso o la acción. Este enfoque no solo borra el papel crucial que las mujeres negras y racializadas han desempeñado históricamente en el movimiento feminista, sino que niega la posibilidad de que los futuros esfuerzos de colaboración tengan lugar en pie de igualdad.

Las mujeres blancas que desean confianza y solidaridad con las mujeres negras primero deben considerar cómo posicionan a estas mujeres en sus mentes, cómo nos conceptualizan: ¿nos ven como hermanas, o como alguien a quien fetichizan o sin haber escuchado adecuadamente? ¿Somos una parte central de la lucha feminista, o un ejercicio de taquilla? La honesta reflexión interna es esencial. Analiza cómo piensas de nosotras, explora críticamente por qué podría ser eso y trabaja desde allí.

Organizacion feminista

¿Estás planeando un grupo para mujeres? ¿Creando un evento o espacio feminista? ¿Construyendo una red feminista? Cada reunión de mujeres crea nuevas posibilidades para el movimiento feminista, una de las cuales es una oportunidad para mejorar la dinámica de la raza en un contexto feminista. Con la organización colectiva, hay una pregunta que las mujeres blancas deben hacerse: ¿hay mujeres negras o racializadas en este grupo? Si no, hay una razón. Está muy bien hablar de cómo las mujeres se juntan como amigas o un grupo de activistas que comparten un objetivo en particular, pero la forma en que se formó ese grupo no tuvo lugar dentro de un vacío social. Sucedió en una sociedad en la que las mujeres negras son racializadas y alimentadas hasta el punto de que nuestra feminidad es percibida como fundamentalmente inferior.

Por ejemplo, cuanto más fuerte sea mi compromiso con la política negra, más mis credenciales feministas estarán controladas por mujeres blancas atrapadas en dos falacias: primero, que es imposible preocuparse por múltiples cuestiones al mismo tiempo; en segundo lugar, que la política de liberación puede definirse claramente dividida porque nunca se debe tener en cuenta ninguna superposición de identidades. La percepción de que mi apoyo a la liberación negra debe ser a expensas de mi apoyo a la liberación femenina, diluyendo mi política feminista, malinterpreta la esencia de cómo se establecieron ambos tipos de política y el hecho de que están intrínsecamente conectados a través de las vidas de las mujeres negras.

Si no hay mujeres de color involucradas en su conjunto feminista, considera cómo surgió eso y, posteriormente, cómo se puede abordar. ¿Quizás su forma de organizar, su contenido, su praxis feminista, podría ser alienante? La autorreflexión crítica no es un proceso cómodo, pero es necesario para que la solidaridad sea posible. Un elemento clave de este tema es la forma en que las mujeres blancas se comportan hacia las mujeres negras.

Tratar a las mujeres negras como un ejercicio en la diversidad frente a los miembros auténticos del equipo revela una forma de racismo en la forma en que se nos conceptualiza. Nuestras habilidades, conocimiento y compromiso con las mujeres no se consideran el estado natural de las cosas en un entorno feminista, de la misma manera que las contribuciones de las mujeres blancas al grupo. La suposición de que solo podemos estar presentes como un medio para llenar las cuotas transmite un olvido de nuestra humanidad. Deja de lado esa línea de pensamiento. Busca nuestro valor como individuos de la misma manera que te inclinas automáticamente a buscarlo en una mujer blanca, y te acostumbrarás a verlo. Deshazte de tu racismo con el mismo vigor para deshacerte de la misoginia internalizada.

Es importante que haya mujeres racializadas involucradas a nivel organizacional, como parte del equipo que diseña sus eventos y campañas. Suelta el paternalismo que te asegura que, como mujeres blancas, estás en posición de hablar por todas las mujeres.

Comportamiento

El punto más obvio: no seas racista, ni en palabra ni en hecho. De una forma u otra, saldrá a la luz. Si dices algo sobre las mujeres negras o racializadas en un contexto privado que no hablas en un contexto público, considera por qué es que diferencias entre los dos contextos: la respuesta generalmente se refiere a las mujeres blancas que no desean parecer racistas. Aparentemente racista se ha vuelto, paradójicamente, más tabú que racismo en sí mismo.

Y si se aborda su racismo, no lo tomes como un ataque personal. No seas la mujer blanca que lo hace por su propio dolor, la mujer blanca que llora por no rendir cuentas por sus acciones. Reflexiona en cambio sobre la magnitud del daño infligido a las mujeres negras sujetas a ese racismo. Te aseguro que es tan doloroso que tu propia incomodidad es pequeña en comparación. Dele a las mujeres negras que experimentan el racismo la empatía que le otorgaría a una mujer blanca que experimenta misoginia.

“Al final, no recordaremos las palabras de nuestros enemigos, sino el silencio de nuestros amigos”. Dr. Martin Luther King Jr.

No permanezcas en silencio cuando tus amigos son racistas. No mires para otro lado. No pretendas que nada ha sucedido. Tu silencio te hace cómplice de ese racismo. Tu silencio normaliza que el racismo es parte de lo que legitima ese racismo en un contexto general. No es fácil enfrentar a alguien del que estás cerca, o alguien con mayor poder o influencia que el tuyo. Pero lo correcto no siempre es fácil de hacer.

Por último, no te vuelvas complaciente. En una entrevista reciente con Feminist CurrentSheila Jeffreys lamentó el surgimiento de la política de la identidad, que combinó con la praxis interseccional, afirmando que ya que a los hombres nunca se les exigió que hicieran todo, las mujeres tampoco deberían hacerlo. Esta actitud no es atípica entre las mujeres feministas blancas. Sin embargo, la perspectiva de Jeffreys plantea la pregunta: ¿desde cuándo se construye el feminismo radical  según el comportamiento de los hombres? El feminismo no es una carrera de fondo, es un movimiento político radical. Y eso implica un pensamiento crítico intensivo: un desafío constante de opresión estructural que no es selectivo, sino exhaustivo.

No será cómodo. No será fácil. Pero abre nuevas avenidas de apoyo y hermandad entre las mujeres. Solidaridad que sostendrá y nutrirá a todas las mujeres mientras trabajamos hacia la liberación.

Esta es la conclusión de mi serie de ensayos sobre la raza y el movimiento feminista. En estos enlaces se puede acceder a las partes 1 , 2 y 3. El siguiente conocimiento fue adquirido a un gran costo personal. Úsalo como quieras. Dedicado a cada mujer, negra, marrón y blanca, que me ha sostenido a través de la hermandad.

*Fuente: https://www.pressenza.com/es/2018/07/una-guia-feminista-negra-para-la-solidaridad-interracial/

Fotografía: Afroféminas

 

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Escribir sobre educación desde América

Por: Juan Carlos Yáñez. 

Escribir es el privilegio de la posibilidad de pronunciarse y convocar al diálogo, sin el cual no hay educación. Es asumir posturas, expresar problemas, visibilizar territorios ignorados, afrontar riesgos, someterse al examen de los otros.

Con esta colaboración concluye el ciclo anual propuesto por el editor de El Diario de la Educación, Pablo Gutiérrez. En total son 11 artículos los que escribí durante estos meses; la ocasión es propicia para reflexionar sobre el sentido y la necesidad de abordar temas educativos en la prensa impresa o digital.

Discúlpenme que escriba en primera persona en los párrafos siguientes, pero tengo necesidad de confesarme un poquito.

Mi andadura por estos parajes es larga. Inicia a principios de la década de 1990 y prácticamente no ha cesado en distintos medios mexicanos. No solo escribo de temas educativos, pero principalmente de las escuelas, los maestros, la relación escuela-sociedad, los retos de la pedagogía, la formación de maestros y las políticas educativas.

Luego de un periplo por el Cono sur, cuando creí que había agotado posibilidades expresivas en medios, una invitación del propio Pablo me reinyectó la vitalidad que necesitaba para encender la pasión con que debe analizarse la educación como objeto periodístico y buscar ángulos diferentes. En el empeño sigo.

Los años recientes, primero en el periódico Escuela y ahora en El Diario de la Educación, han sido un desafío permanente a la vigilancia temática y social, a la disciplina y el rigor, a la escritura desde un punto del mundo para lectores ubicado en otras coordenadas geográficas, institucionales y culturales. No sé cómo salgo librado en la valoración del medio y lectores, pero la apuesta es a la superación permanente.

En la ceremonia memorable en que Federico Mayor Zaragoza recibió el doctorado honoris causa en la Universidad de Colima (Colima, México), pronunció un discurso magistral del cual grabé un fragmento que repito porque vale la pena: “La educación no es un empleo, es una misión de transformación social, por tanto, no puede ser epidérmica”.

El educador es el primer sujeto de su transformación. Escribir es asumir posturas, expresar problemas, visibilizar territorios ignorados, afrontar riesgos, someterse al examen de los otros; es un ejercicio obligado, porque también aprendimos, con Paulo Freire, que la educación es sustancialmente política y accesoriamente pedagógica. No puede reducirse la acción de la escuela ni la obra del maestro a los muros escolares. Es una tarea social y política de hondas implicaciones y trascendencia. Escribir es el privilegio de la posibilidad de pronunciarse y convocar al diálogo, sin el cual no hay educación.

Un dilecto amigo y colega sevillano, Juan Miguel Batalloso, escribió hace tiempo un bello texto sobre el agradecimiento, del cual retomo algunos pasajes para agradecerle a El Diario de la Educación, a Pablo Gutiérrez y a los lectores, con la esperanza de reencontrarnos muy pronto.

En una sociedad en la que todo se ha mercantilizado, en la que todo se compra y se vende sometiéndose al imperio del valor fijado por la oferta y la demanda, gratuidad y gratitud no son cualidades extendidas. Hemos interiorizado que todo debe pagarse, que todo es un juego de ganancias y pérdidas.

El agradecimiento lo hemos convertido en el pago o retribución a que sometemos nuestra mal entendida generosidad siempre condicionada por expectativas de ser considerado bueno o virtuoso. Es como una feria de humillaciones y vanidades, que por un lado rebaja la dignidad y denigra al que recibe, al tiempo que ensalza a quien dona.

Pues no, no todo tiene un precio, las cosas y acciones que no tienen precio y no pueden reducirse a mercancía son las infinitamente valiosas, de las que recibimos los mayores bienes para nuestra salud, felicidad y vida.

Hacer simplemente una parada para visualizar todas aquellas cosas de las que disponemos, aquello que hemos recibido gratis; pensar y sentir muy cerca de nosotros a aquellas personas que nos han dado tanto o nos han amado incondicionalmente, es un excelente ejercicio para sentirnos contentos, alegres, serenos y en camino de conquistar una estable y profunda paz interior.

Agradecer es un acto de donación incondicional y reconocimiento de que no somos nada sin el otro que nos mira, nos escucha o nos acoge.

Gracias por el tiempo y la lectura. ¡Hasta pronto!

*Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/07/09/escribir-sobre-educacion-desde-america/

Fotografía: El Diario de la Educación

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¿Interracialidad o amor afrocentrado?

Por: Esther Pineda. 

Las mujeres africanas y afrodescendientes fueron hipersexualizadas, así como, subordinadas mediante la sistemática y repetida violación por parte de los hombres europeos.

El periodo de colonización europea en América no solo supuso un proceso de trastocamiento y desarticulación de los procesos organizativos, económicos, políticos y culturales de los pueblos originarios y africanos, sino también una trasformación de sus procesos relacionales, principalmente aquellos de carácter interpersonal y sexo-afectivo.

En el caso específico de la población africana secuestrada y esclavizada se les prohibió de forma taxativa el involucramiento afectivo y sexual con sus coetáneos, prohibición extendida a sus hijos nacidos en las Américas y, cuyas posibilidades de casamiento o procreación estaban determinadas por la aprobación de los esclavistas; esta la más de las veces estuvo supeditada a sus intereses económicos, es decir, a la necesidad de acrecentar la disponibilidad de pequeños nuevos cuerpos negros para poner a disposición del mercado de la esclavitud. De acuerdo a ello, la prohibición de relacionamiento y cohabitación entre los sujetos esclavizados cumplió una importante función social: 1) Evitar la rearticulación familiar africana y afrodescendiente destruida por el proceso esclavista y el comercio triangular. 2) Limitar la reconfiguración cultural africana y su transmisión transgeneracional. 3) Impedir el fortalecimiento de la identidad africana y afrodescendiente que representaba una amenaza al poder político, económico y social europeo esclavista.

En este contexto las mujeres africanas y afrodescendientes fueron hipersexualizadas, así como, subordinadas mediante la sistemática y repetida violación por parte de los hombres europeos. Esta violencia corporeizada y sexualizada infringida contra las mujeres negras no solo tuvo como motivación la necesidad de satisfacción de los deseos e imaginarios sexuales de los esclavistas en torno a ellas construidos; sino que también fue utilizada como herramienta bélica, es decir, como mecanismo del hombre blanco europeo para afirmar su poder y dominio, como medio para desmoralizar a los hombres negros, pero también, como forma de desarticulación de la resistencia de los esclavizados pues, se creía que la mezcla de la sangre del dominador con la del grupo dominado disminuiría el riesgo de alzamientos contra el poder colonial constituido.

De acuerdo a ello, es posible afirmar que durante el periodo colonial la interracialidad se dio en un contexto de relaciones de poder, en el cual generalmente las mujeres africanas y afrodescendientes fueron requeridas sexualmente por sus amos, abusadas bajo coacción o chantaje. Empero -y aunque no estuvieron exentas de relaciones de poder y desigualdad- también es cierto que existieron formas de relacionamiento sexual y afectivo entre europeos, africanos y afrodescendientes que trascendieron la dinámica comercial y violenta, es decir, organizadas como formas de enamoramiento; no obstante, estas formas de relacionamiento y vinculación entre personas de distintas razas fueron explicita y fuertemente prohibidas a través de los ordenamientos jurídicos de los países colonizados.

Amor afrocentrado

Pero la ley no bastó para evitar las relaciones interraciales, y por tanto, la institucionalización del mestizaje no violento y colonizador. Por esta razón, para el sostenimiento y perdurabilidad de esta prohibición se hizo necesario el desarrollo de otras formas de dominación de carácter simbólico, entre ellas: 1) Se construyó una narrativa en la que se desproveyó a la población africana y afrodescendiente de belleza y atractivo físico. Se les asocio a la fealdad, al displacer visual, por lo cual se naturalizó y cotidianizó el rechazo y repulsión a sus cuerpos, su piel, su fenotipo. 2) Se desproveyó a la población afrodescendiente de valores, ética y moral; con ello se hizo imposible su consideración para propósitos formales, duraderos, y por tanto, para la conformación familiar. Esto se logró a través de la configuración de una narrativa en la cual las mujeres afrodescendientes fueron concebidas como mujeres de fácil acceso, de una sexualidad exacerbada, insaciable, lo cual explicaba su supuesta promiscuidad; por su parte a los hombres afrodescendientes  se les atribuyó una capacidad y deseo sexual incontenible lo cual los hacia aparentemente violentos, y por tanto, un peligro para las mujeres blancas quienes estaban en riesgo de ser violadas por ellos.

De este modo, los sujetos racializados fueron excluidos y desestimados de la narrativa amorosa al no responder a los estereotipos y patrones de belleza impuesto por los imaginarios e intereses europeos; pero además rechazados al ser convertidos en sujetos inmorales y sexualmente peligrosos. Estos imaginarios tuvieron una mayor efectividad que las prohibiciones estatuidas en las leyes, propagándose y naturalizándose en el tiempo, las cuales se mantienen vigentes aún en la actualidad.

En nuestras sociedades contemporáneas gran parte de la población eurodescendiente aún considera impensable involucrase en una relación sexo-afectiva con un hombre o una mujer afrodescendiente, al seguir siendo estos considerados como un grupo social inferior, al no responder al canon y expectativas de belleza, pero sobre todo, al anidar prejuicios sobre una supuesta conducta sexual libertina, promiscua e irresponsable. Además, como consecuencia de la profunda penetración social del racismo, esta perspectiva también ha sido asumida y reproducida por hombres y mujeres afrodescendientes, quienes se niegan a mantener una relación sexo-afectiva con personas pertenecientes a su mismo grupo étnico, basados en los criterios antes expuestos, pero también, en criterios endorracistas; es decir, en el deseo de abandonar y trascender el grupo de origen, ascender socialmente, pero sobre todo de “mejorar la raza”.

Pero esta discriminación ejercida por hombres y mujeres eurodescendientes racistas, pero también por parte de hombres y mujeres afrodescendientes endorracistas, que rechazan con vehemencia la sola posibilidad de establecimiento relacional con una persona racializada, no es inofensiva; por el contrario, ha favorecido que las relaciones afectivas de las personas afrodescendientes sean significativamente breves, ha tenido como consecuencia menores índices de matrimonio y establecimiento en pareja en este grupo social, y finalmente, ha generado altos índices de embarazo adolescente y ausentismo paterno entre esta población estigmatizada…

Fuente: https://iberoamericasocial.com/interracialidad-o-amor-afrocentrado/

Fotografía: Iberoamérica Social

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Los valores relativos

Por: Carolina Vásquez Araya.

Cuando una reacción ante la muerte marca la diferencia entre humanos.

En cuanto vi las noticias sobre los niños atrapados en un sistema de cavernas en Tailandia regresaron a mi mente las imágenes de las niñas guatemaltecas quemadas en uno de los “hogares seguros” del sistema de protección de la niñez en Guatemala. Las vi tendidas en las camillas y escuché sus alaridos de dolor y pánico. Vi cómo los representantes de las autoridades de seguridad, supuestos a protegerlas, las observaban con desdén; y también regresaron a mi memoria los rostros angustiados de familiares y bomberos que acudieron a socorrerlas. Muchos vimos y escuchamos a través de los medios de comunicación las declaraciones contradictorias de los responsables de su seguridad y seguimos el hilo de las noticias, incrédulos cuando las máximas autoridades intentaron endosar la culpa a las víctimas.

Es, entonces, ante la inmensa solidaridad y preocupación por la vida de los niños atrapados en las cavernas de Tailandia -no solo por la ciudadanía sino también por sus autoridades- cuando surgen las dudas respecto de la legitimidad y los valores humanos de quienes tienen a su cargo el enorme peso de dirigir los destinos de un país. Es allí, en los momentos álgidos de las decisiones oficiales en donde se define si una nación está en manos de seres humanos o de una estructura diseñada para explotar a fondo las oportunidades que ofrece la cooptación de un Estado. Es también cuando se marca el abismo entre sociedades, en donde ante una desgracia que afecta a un grupo de niños desaparecen las diferencias entre grupos para unirse con la solidez de la hermandad pura y simple.

Las niñas del Hogar Seguro Virgen de la Asunción tenían tanto derecho a vivir como los niños del equipo de fútbol atrapados en las cavernas tailandesas. La enorme diferencia es que mientras ellas fueron explotadas, maltratadas, víctimas de toda clase de acusaciones injustas y abandonadas a su suerte en un sistema perverso, ellos han sido arropados por una sociedad solidaria y empática, preocupada por salvarlos de la muerte. La comparación vale porque ni unas ni otros tienen culpa alguna por su situación. Ambos grupos de infantes pertenecen a una comunidad humana responsable por su bienestar, su seguridad y su integridad. Cómo se les trate y cuántas oportunidades de tener un futuro pleno y feliz depende de adultos y de las decisiones de gobernantes capaces o no de ofrecerles una vida digna.

Las actitudes revelan mucho. Los alegatos de falso cristianismo y los intentos de ocultar la verdad aun ante evidencias, dice todo respecto de las verdaderas intenciones de una persona. El auténtico valor humano no reside en un discurso machacón y plagado de lugares comunes para evadir responsabilidades, sino en acciones concretas dirigidas a consolidar a las instituciones cuya existencia es vital para resguardar la integridad de la justicia y la vida democrática.

Las niñas del Hogar Seguro, así como las víctimas del Volcán de Fuego abandonadas a su destino, se han convertido en un símbolo para Guatemala. Un símbolo acusatorio, una sombra en la conciencia de quienes, por su posición privilegiada en la cúpula del quehacer político y económico, son los máximos responsables por su seguridad y su vida. Podrán pasar los meses y los años, la memoria histórica no se borrará ni la falsedad de los gobernantes se convertirá en una verdad alternativa. Algún día se hará justicia.

*Fuente: https://www.pressenza.com/es/2018/07/los-valores-relativos/

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Competition and corruption in education: a lethal combination for academic integrity

By: Dr Tracey Bretag

Higher education is a competitive enterprise at every level – from student admissions processes to university ranking systems and competition for funding. In many contexts, access to education means jobs and wealth. The poisonous mix of competition, corruption and poor resources has the potential to create an environment where misconduct becomes the norm, rather than the exception.

“If you take me back to 1995, when [cheating] was completely and totally pervasive, I’d probably do it again.” (Lance Armstrong, BBC Sport 2015)

It is too simplistic to place all of the blame for cheating on individuals. While individuals do need to take personal responsibility for their actions, their behaviour is often symptomatic of wider and deeply entrenched patterns in society. As this Call for Papers suggests, when the two toxic pressures of competition and corruption intersect, it cannot be surprising that scholars at all levels of the educational spectrum may choose the ‘easy’ path of cheating to gain academic advantage.

Recent findings from the Contract Cheating and Assessment Design Project, support the earlier conceptualisation by Bertram Gallant (2011) that cheating is a systems issue requiring a broad, holistic response, rather than an individual behavioural problem which can be solved using a ‘catch and punish’ approach.

Yes, some scholars cheat. Students plagiarise or outsource their learning, researchers fabricate results and authors submit recycled or redundant publications. So much research is devoted to understanding the individual motivations for cheating (eg academic, social or financial pressure, poor time management, etc), without addressing the broader educational and social context. As I suggested in 2013:

Higher education is a competitive enterprise at every level – from student admissions processes to university ranking systems and competition for funding…This highly competitive and under-resourced environment is situated in an increasingly competitive worldwide economy, as well as a social context that may encourage students to regard higher education primarily as a means to a vocational end. Academic misconduct may also contribute to and be exacerbated by corruption in wider society…media coverage of various ethics scandals may have contributed to the perception that misconduct is common.

Competition and corruption go hand-in-hand

When corruption combines with increasing competition in society, for instance for access to education, jobs and wealth, academic integrity becomes a casualty.

The ‘Corruption Perceptions Index’ scores 180 countries and territories on how corrupt their public sectors are seen to be, using a scale of 0 to 100, where 0 is highly corrupt and 100 is ‘very clean’. The 2017 index found that more than two-thirds of countries score below 50, and many countries (including developed countries such as Australia) are actually declining in their scores.

The Global Corruption Report: Education detailed a vast array of corrupt practices including “illicit payments in recruitment and admissions, nepotism in tenured positions, bribery in on-campus accommodation and grading, political and corporate undue influence in research, plagiarism, ‘ghost authorship’ and editorial misconduct in academic journals” (Executive Summary, p. xx).

The Independent Commission Against Corruption in Australia report, Learning the hard way: Managing Corruption Risks associated with International Students at Universities in NSW, highlighted the specific corrupt practices in international education, including: falsification of entry documents, cheating in English language proficiency tests, online contract cheat sites selling assignments, plagiarism, and cheating and fraud in examinations. I commented at the time that “corruption has seeped into every aspect of the higher education sector, from admissions all the way through to graduation”.

When corruption combines with increasing competition in society (eg for access to education, jobs and wealth), academic integrity becomes a casualty. The poisonous mix of competition and corruption has the potential to create an environment where misconduct becomes the norm, rather than the exception. There is a sense of pessimism and despondency for some in academe that there is simply no other way to get ahead than to fabricate, falsify, plagiarise, misrepresent, outsource, cheat and take unfair advantage. If ‘everyone else is doing it’, scholars may justify their behaviour in the same way that famous sports stars have done by arguing that they are simply responding to external pressures and creating a ‘level playing field’.

It is therefore more important than ever that scholars at every level of the academy make a stand for academic integrity and to insist that all academic work – whether an assignment by an undergraduate student, a PhD thesis by a graduate student, or a publication by a leading researcher – is underpinned by the values and practices of honesty, trust, respect, fairness and responsibility. This journal provides the platform for that stand to be taken. As researchers and practitioners we have a responsibility to undertake the challenging task of exploring how and why competition and corruption is so harmful to academic integrity and to provide empirically based insights and recommendations for action.

*Fuente: http://blogs.biomedcentral.com/bmcblog/2018/08/06/competition-corruption-education-lethal-combination-academic-integrity/

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Columna de Educación: Conicyt y la desigualdad de género, ¿cómo estamos construyendo conocimiento en las universidades?

Por Ana Luisa Muñoz García y Juan Pablo Queupil

En los medios de comunicación ya se instaló la idea de la desigualdad entre géneros como una realidad. Todo esto impulsado por las demandas de la calle que han sido lideradas por las y los estudiantes y grupos feministas articulados fuera y dentro de las universidades. Una realidad que hace eco en todos los espacios del país, y el mundo académico no está exento ni de las denuncias de desigualdad y cuestionamientos a la institucionalización del patriarcado, ni de las demandas por interrumpir la violencia machista en todas sus formas. Un hecho que CONICYT no ha reparado y se ha hecho cargo sólo a medias. Consideramos relevante discutir el rol de CONICYT en la desigualdad de género en la carrera académica, dado que es la encargada de brindar apoyo financiero para la investigación avanzada y de frontera en el país.

¿Quiénes están detrás de generar conocimiento en el país? ¿Cómo se genera este conocimiento? ¿De qué manera el financiamiento de la investigación se vincula a las demandas de una universidad sin violencia de género? La investigación ha sido históricamente un espacio masculinizado y dominado por hombres. Eso es un hecho. Sin embargo, desde las últimas décadas la presencia de académicas en las universidades, donde se realiza más del 90% de la investigación, ha llegado a tensionar la naturalizada marginalización de las mujeres en la construcción de conocimiento. Eso visibilizaba, en parte, la carta enviada por más de 130 investigadoras y estudiantes en enero de este año a un medio de prensa. El objetivo de esa carta era denunciar el bajo monto de financiamiento entregadas a mujeres investigadoras, la necesidad de un pronunciamiento de parte de CONICYT sobre financiar académicos acusados de violencia de género y la necesidad de la creación de un grupo de estudios de género. La carta fue respondida en apenas un par de líneas, planteando la creación de una unidad de género en CONICYT y aludiendo al Gender Summit desarrollado en diciembre del 2017 para subrayar los avances desarrollados por CONICYT. En esta carta se omitieron cifras sobre el financiamiento para las mujeres en la investigación, así como la forma en que CONICYT podria contribuir a la erradicación de la violencia de género en las universidades. Algo que hemos aprendido durante estos meses es que la violencia de género no es un tema solo jurídico: es un tema cultural, político y ético.

Las cifras hablan por sí sola. Si hacemos un análisis simple, entre el 2005 y el 2015 se aprobaron un total de 8.378 proyectos del programa Fondecyt (regular, iniciación, y postdoctorado ). De esos proyectos, el 28% fue liderado por mujeres investigadoras y el 72% por hombres investigadores. Los porcentajes son similares en cuanto a la presencia de co-investigadores (31,7% mujeres vs 68,3% hombres). Si analizamos estos números con lupa disciplinar, encontramos que existen áreas del conocimiento donde el porcentaje de mujeres liderando investigación con financiamiento de Fondecyt (regular, iniciación y postdoctorado) es cercano al 15% o 10%, como por ejemplo en Astronomía o Física. Incluso más dramático es notar que no existe una área que tenga una presencia mayor de mujeres.

Fuente del artículo: https://www.latercera.com/tendencias/noticia/columna-educacion-conicyt-la-desigualdad-genero-estamos-construyendo-conocimiento-las-universidades/264076/

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La universidad no se rinde

Por Luis Saavedra

El título recoge la pretensión de «reducción ontológica», para hablar así en términos de Frege y von Newman, si cabe, para describir no sólo los «números naturales» sino el significado que pueden adquirir ciertas lógicas difusas en el marco de discursos de ocasión producidos en la inmanencia de coyunturas existenciales, personales e institucionales álgidas como la actual en Venezuela; donde como sujetos racionales y sintientes, que dice Xavier Zaburi, cada cual tiene sus posiciones política-ideológicas tomadas de manera irreductible y por eso unos evocan viejos tiempos, de cuando dizque el Consejo Nacional de Universidades era muy riguroso en la aprobación de nuevas universidades y carreras, se supone que sin pasar por el filtro político-partidista adeco-copeyano, había rigor en las pruebas de admisión y evaluación universitaria, dotación de bibliotecas, laboratorios y todo lo demás, cuando la democracia amplió la cobertura escolar como nunca antes en el país; para otros en cambio, semejante modelo de universidad para las élites y las clases medias de la cultura del petróleo ya no tiene sentido. Se ha producido un cambio de época, hay otras orientaciones. La pregunta es cómo seguir formando docentes en este tiempo de la cuarta revolución digital, 2 y 3. 0, la realidad virtual, la integración regional y mundial y un largo etcétera.

Así, se compara lo pasado con lo presente, en una nostálgica evocación cuando en Venezuela había libertad y democracia, dicen décadas de 1960, 70, 89 y 90, una elipse con fines de justificar las críticas y denuncias sobre «esto que padecemos» hoy de la neo dictadura del siglo XXI, un coctel que han pensado romper con las técnicas de las revoluciones pacíficas o de colores combinadas con la llamada guerra de cuarta generación: inseguridad, escasez, hiperinflación, emigración y en eso están y las universidades allí tienen también su rol. En general suelen explayarse «alternativas de explicación totalizadoras de las estructuras reales» que, más allá de las ciencias formales o lógico-matemáticas, la tal «reducción ontológica» puede aplicarse también a la dinámica socio histórico que domina lo actual y cuyo fragor de la inmediatez nos obnubila, perdemos la perspectiva sobre la valoración pasado presente; de donde se tiene que frases como «La universidad no se rinde» pronunciada por el ciudadano Raúl López Sayago, rector de la UPEL recientemente en el Instituto Pedagógico de Barquisimeto, a propósito de un acto de grado el pasado 31 de julio de 2018, puede entrañar toda una «Proclama» o, en todo caso, un elogio a una institución muy querida por muchos en Venezuela por ser su principal espacio de formación profesional y ciudadana.

La Universidad Pedagógica Experimental Libertador, hoy disminuida en tantos aspectos como esa de no entregar las tradicionales medallas a los graduandos porque salían muy costosas, pero como los recipiendarios lo que les importa es el título para luego irse del país (bueno no todos, a decir verdad) aceptaron semejante eventualidad sobrevenida. Así terminaron graduados sin la medalla del libertador Simón Bolívar, el gran epónimo cuyas dimensiones axiológicas vendrían a ser la libertad y la democracia, la soberanía y la independencia, valores inculcados a lo largo de los treinta años de la consolidación la UPEL. Una historia social e institucional que se inicia hacia 1989 a propósito del bicentenario del libertador Simón Bolívar (1783-1983), hasta los días que corren donde se ha oído decir por fuentes off the record que como ya no tiene sino poca matrícula, siendo esta la última promoción así de numerosa, sus instalaciones serán entregadas a la UNEFA, nueva universidad que también tiene carrera docente, Misión Sucre, Alma Mater y demás.

Con un orfeón universitario, por cierto, sin la magnificencia de otrora que hacía vibrar el aforo del Magdalena Siegas de López, en la interpretación de los himnos, el rector López Sayago acotó entre otras cosas que la UPEL «entrega a la nación un nuevo contingente de profesionales de la docencia, la profesión más relevante que se puede tener, con emoción y entusiasmo entregamos títulos que son resultados de varios años de esfuerzos; la universidad no se rinde, seguimos trabajando, la crisis también es oportunidad, porque somos una institución consustanciada con la realidad del país, comprometida con la formación en valores, aunado al esfuerzo de análisis y transformación personal y social, somos parte de un pueblo amable, respetuoso, de buenos modales, de allí la importancia de enfrentar la pérdida de orientaciones ética y prácticas morales que nos hace una nación grande».

Finalmente, se le oyó decir al rector Sayago poco más o menos que para reflotar la universidad venezolana había que seguir el ejemplo de Singapur cuya inversión en educación es elevada porque su filosofía de Estado asocia la formación de recursos humanos directamente con el desarrollo económico, social, político y cultural del país, donde además la universidad impulsa el mérito, no la improductividad; con ello pareció revelar que su opción es el liberalismo; entendimos que la UPEL no puede desaparecer porque constituye una universidad matricial heredera del viejo Instituto Pedagógico Nacional, obra de uno de los más preclaros intelectuales venezolanos, don Mariano Picón Salas, quien son su Delegación de Educadores chilenos que ha dado y sigue teniendo mucho que dar a Venezuela. Entendimos pues que toda la intervención del rector Raúl López Sayago constituyó un elogio de la UPEL y en otras referencias estuvo llena de significativos matices, como esa de afirmar que la educación sólo puede ser posible en marcos generales de la libertad y la democracia.

 

Fuente del artículo: https://www.aporrea.org/educacion/a267295.html

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