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¿Maestros y libros para los ricos, robots y pantallas para los pobres?

Autora: Mercedes Mateo

Entre los grandes objetivos de los sistemas educativos está el de promover aprendizajes que preparen a los niños y jóvenes no solo para el mundo laboral

Cuando se habla sobre tecnología para la educación se piensa en tablets, laptops, robots o plataformas interactivas con las que los chicos aprendan mejor o más rápido habilidades nuevas (codificación) o tradicionales (matemáticas). Planteado así, parece inevitable imaginarse que los estudiantes o escuelas de más altos ingresos sean los que más acceso tengan a este tipo de recursos. Pero, ¿qué pasaría si el acceso a la tecnología en los próximos años no sea un privilegio, sino la forma más barata de acceder a servicios educativos?

Así empezaba un artículo publicado recientemente en The New York Times: “La hipocresía prospera en la Escuela Waldorf de la Península en el corazón de Silicon Valley. Aquí es donde los ejecutivos de Google envían a sus hijos a aprender a tejer, escribir con tiza, practicar nuevas palabras jugando con una pelota y fracciones cortando quesadillas y manzanas. No hay pantallas, ni una sola pieza de contenido interactivo, multimedia y educativo. Los niños ni siquiera toman exámenes estandarizados (…)”.

Sorprendente ¿no? América Latina y el Caribe está invirtiendo cada vez más en equipamiento tecnológico y recursos digitales para cerrar la brecha de habilidades en el mercado laboral y la de aprendizajes entre estudiantes de altos y bajos ingresos. Al contrastar estos esfuerzos con la descripción del New York Times sobre cómo aprenden los más privilegiados, vale la pena preguntarse si la tecnología, después de todo, podría aumentar la inequidad en habilidades y aprendizajes.

Los aprendizajes que más importan: cuáles y por qué

Entre los grandes objetivos de los sistemas educativos está el de promover aprendizajes que preparen a los niños y jóvenes no solo para el mundo laboral, sino también para contribuir a crear sociedades más prósperas.

Se sabe que para acceder a buenos trabajos, se requiere una combinación de habilidades técnicas y habilidades blandas. Esto en sí no es nada nuevo. Lo que sí está cambiando es la distribución relativa de ambas. A pesar de que las habilidades cognitivas siguen estando fuertemente relacionadas con resultados en el mercado laboral (en términos de participación e ingreso), su importancia ha venido cayendo en las últimas dos décadas, mientras que los retornos a las habilidades blandas han ido aumentando. Esta tendencia no es casual: para sobrevivir en el mundo de la automatización, es prioritario enseñar a los jóvenes lo que no pueden hacer las máquinas, porque los trabajos que requieren imaginación, creatividad y estrategia son más difíciles de computerizar.

Un dato interesante viene de un estudio de Google en 2013 realizado para entender si su estrategia de reclutamiento enfocada en “habilidades duras” en ciencias de la computación era la adecuada. Los resultados arrojaron una realidad incómoda: siete de las ocho cualidades más importantes que compartían los empleados de más alto desempeño eran habilidades blandas como ser un buen coach, comunicar y escuchar bien, conocer bien a sus colegas, empatía, pensamiento crítico y resolución de problemas y conectar ideas complejas. Las competencias técnicas en STEM vinieron en último lugar.

Aprender tejiendo: algo más que trendy

Ante este auge de las habilidades blandas, aprender a tejer, escribir con tiza o practicar nuevas palabras jugando con pelotas son actividades que van más allá de una moda de Silicon Valley. Este tipo de educación se convierte en una estrategia para innovar, como bien decía aquel artículo del New York Times: “Mientras que la razón de ser de Silicon Valley es crear plataformas, aplicaciones y algoritmos para generar la máxima eficiencia en la vida y el trabajo (un mundo “sin fricciones”, como Bill Gates una vez lo expresó), cuando se trata de sus propias familias (y desarrollar también sus propias empresas), los nuevos maestros del universo tienen un sentido diferente de lo que se necesita para aprender e innovar: es un proceso lento e indirecto, hace falta serpentear, no correr, permitir el fracaso y la casualidad, incluso el aburrimiento “.

Para cerrar la brecha de habilidades en la región no podemos olvidar los fundamentos que subyacen detrás de este enfoque, pero sin perder de vista tampoco que el cambio tecnológico viene a ritmo galopante y ofrece nuevas posibilidades de las que niños y jóvenes se pueden beneficiar. Mantente conectado para leer el próximo artículo: ¿Tejer o surfear? Potenciales peligros de la tecnología para los aprendizajes.

Fuente: https://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/470274-maestros-libros-ricos-robots-pantallas-pobres/

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Escuela inclusiva vs. educación especial, ¿una pelea inexistente?

Por: Pablo Gutiérrez del Álamo

La falta de diálogo real entre quienes defienden la educación especial y la inclusiva mantiene en espera dos iniciativas legislativas sobre inclusión.

“No, no se cerrarán centros de educación especial”. Este es el mensaje tajante que da Beatriz Galiana, diputada de Podemos en la Asamblea de Madrid, portavoz de Educación. Su formación política presentó una proposición de ley para la mejora de la educación inclusiva. En ella se hace referencia a una única fórmula de escolarización (la inclusiva) y se comenta que los centros de educación especial serán, principalmente, centros de recursos.

Esto, además de la iniciativa legislativa de los ayuntamientos presentada también en la Asamblea la primavera pasada, han puesto en pie de guerra a la comunidad educativa de los centros de educación especial. Al punto de que se constituyó una plataforma, Inclusiva sí, especial también, con la que hacer valer el trabajo que están realizando.

“La propuesta de Podemos supondría el cierre de todos los colegios de educación especial, con lo que ello comporta, ya que están configurados como lo que son. No se pueden reconvertir de la noche a la mañana en otra cosa”. Así se expresa Luis Centeno, secretario general Adjunto de Escuelas Católicas, principal patronal de la concertada. Así de encontradas son las posturas.

Todo ello sobre la base de que estas iniciativas pretenden cerrar todos estos colegios. A pesar incluso de que la tramitación de ambos textos está paralizada en la Mesa de la Asamblea tanto por Partido Popular como por Ciudadanos. El motivo, explica Galiana, es que quieren conocer la opinión de diferentes organizaciones relacionadas con la discapacidad antes de hacer nada. Al parecer solo se ha registrado la comparecencia, por manos del PP, de la plataforma creada por los centros especiales.

Una tramitación en la que podrían asumirse cambios legislativos, entre otras cosas para conseguir la formación de mayorías parlamentarias suficientes para que salieran adelante los textos.

Falta de todo

Madrid es una de las comunidades que menos invierte en educación (pública y concertada) de todo el país, con una de las rentas per capita más altas al mismo tiempo. Además, servicios como los de orientación (aunque no solo) están congelados desde el año 2007. Más de una década sin recibir inversión necesaria para hacer frente a las dificultades del día a día en los centros. “Madrid invierte menos que en 2008, en términos absolutos. Se ha producido una pérdida de 5.000 docentes”, asegura Beatriz Galiana.

La sospecha de que hay alumnos que deberían y podrían estar en centros ordinarios pero están en la escuela especial la tienen tanto en una como en otra. Una sospecha nada descabellada si se ve el aumento de matriculación en centros de educación especial en los últimos años, en donde los recortes se han notado más.

Es en este tipo de asuntos en donde ambas propuestas legislativas quieren incidir. Por una parte, en un más equilibrado reparto del alumnado con necesidades educativas especiales entre las dos redes, pública y concertada, así como en una mayor dotación tanto de personal como económica para aquellos centros que tengan mayores dificultades por la composición de su población.

La idea es que poco a poco fuera habiendo un trasvase de alumnado de los centros de educación especial hacia la escuela ordinaria. Trasvase de aquellos perfiles que pudieran seguir el ritmo de sus compañeros a base de apoyos dentro del aula, véase PT o AL.

Y todo esto que falta lleva a la pregunta siguiente. ¿Puede la escuela ordinaria hacer frente a lo que se pide de ella por parte de la educación inclusiva? Da la sensación de que no. No solo porque en los años de crisis económica más profunda, en la Comunidad de Madrid, los apoyos a la diversidad han prácticamente desaparecido y, con ello, se ha visto un importante aumento de la matriculación en centros de educación especial. A pesar, en muchos casos, de que la justicia ha devuelto a varios alumnos a las aulas ordinarias.

Las familias, al menos una cuantas, de la educación especial, tienen miedo a que sus centros puedan correr peligro. El hecho de que no haya intención expresa de cerrarlos no parece haber calado. Se está manteniendo una discusión sin siquiera hablar con el otro.

Azucena Duque es madre de una joven de 18 años con una discapacidad. Ha pasado la práctica totalidad de su escolarización en centros ordinarios. Tiene la “suerte” de haber pasado por la pública, la concertada y la privada.

Ninguna consiguió lo que sí hizo la especial, y es la integración de su hija en un grupo de iguales, que pueda tener amistades y que se encuentre en un sistema que le da herramientas no solo para acceder a un trabajo en el futuro, sino para que pueda llevar una vida autónoma e independiente. Algo que anhela cualquier familia.

“Estoy muy feliz de que esté donde tiene que estar, es su lugar. No es fácil”, asegura Azucena en referencia a la dificultad a la hora de aceptar que tu hijo tiene una discapacidad.

“Se crea mucho discurso de todos juntos, pero ¿para qué? ¿Para que quede muy bonito?”, se pregunta Ignacio Martín, representante de la Plataforma Inclusión sí, especial también y director del colegio de educación especial Cambrils. “Nuestros chavales están incluidos en el mundo, porque ahí están sus familias para incluirles. Y al colegio vienen a formarse al máximo”.

Hablamos con Azucena sobre las dificultades para acceder a la educación especial. Del primero de los centros en el que estuvo matriculada su hija, Mercedes, el centro privado, la invitaron a irse estando en infantil. La niña “no daba el perfil”, comenta su madre.

De ahí pasó a uno público. Una docente le habló de la posibilidad de que su hija tuviera una discapacidad y de que tal vez matricularla en un centro concertado cercano era buena idea, pues tenían PT y AL y podrían ofrecerle una mejor cobertura. En este tiempo, en el público, además, la niña sufrió acoso por parte de algunos alumnos. Según cuenta Azucena, no recibió una buena respuesta por parte del centro, desde la dirección intentaron quitarle hierro al asunto.

Y de ahí, finalmente, al concertado, en el que estuvo ocho años. “Allí encontré a Evangelina Álvarez, una docente que me hizo ver cosas que no apreciaba”, relata Duque. Durante infantil y primaria, la situación de Mercedes pasaba relativamente desapercibida. Según un dictamen, que le habían hecho años atrás, tenía TDA y una discapacidad intelectual no apreciable. Pero ya en 3º de ESO “tanta adaptación curricular se nota. Se notaba el descolgamiento curricular”. En el colegio informaron a Azucena de que Mercedes no pasaría de curso. Le ofrecían matricularla en los antiguos PCPI. Fue entonces cuando le hablaron de educación especial. Evangelina Álvarez, “un ángel” comenta Azucena, fue quien le abrió esa posibilidad. “Para mí aquello fue un horror, ‘Mi hija no es imbécil’”, explica.

Pero fue en ese tiempo, con 15 años ya la niña, cuando dan con la asociación ADISLI y le hacen un dictamen sobre la discapacidad de la niña. “Fue doloroso, traumático”. “Pones a tu hija en un camino: la matriculas y esperas que gradúe. Da igual lo que pase la niña, ha de titular”.

Con el dictamen ya se planteó la escolarización en especial. “Me costó encontrar el centro de mi hija. Las plazas son muy limitadas. En realidad acabas llevando a tu hijo a donde puedes no a donde quieres”.

Aún así, “mi hija cambió radicalmente. Antes no cogía el transporte público, ahora va desde Alameda de Osuna (barrio cercano a Barajas) hasta Montecarmelo (donde está su centro)”. Es un viaje en el que coge dos transportes y que puede durar algo más de una hora.

“¿Tú te imaginas a un maestro salir de un aula ordinaria, y que se va a llevar a los chavales a la calle, a coger un billete de autobús, va a hacer el recorrido hasta su casa, yendo pendiente de un móvil para ver si se pierden? Es una utopía muy bonita, pero a nivel real…”, argumenta Ignacio Martín. “Nuestros padres son super conscientes de que no quieren que sus hijos estén con gente ordinaria”, asegura este director, quien defiende que en la educación especial encuentran un lugar seguro, pueden socializar con iguales y aprender a manejarse en situaciones cotidianas.

Elección de centro

Azucena relata un caso, en el madrileño distrito de Tetuán. Se trata del cierre de un centro de educación especial. El alumnado ha sido transferido a centros ordinarios. “La adaptación que se ha hecho con ellos es tenerlos aislados del resto del centro y solo ven a sus ‘compañeros’ en las clases de Plástica o Educación Física. ¿Eso es integración? Es ridículo”.

Esta es una de las prácticas que el Comité de Derechos de las Personas con Discapacidad de la ONU denunció que ocurría en España en su dictamen de este verano (así como la doble red ordinaria y especial). Algo que critican también desde el grupo motor de la ILA de escolarización inclusiva.

José Miguel Martín, docente y uno de los impulsores de la iniciativa, asegura que “primero hay que garantizar las condiciones necesarias para que la escuela ordinaria sea verdaderamente inclusiva ya que actualmente no lo es. Solo entonces cabría entrar en el debate de la ‘libertad de elección’”.

“La cruda realidad, continúa este maestro, es que cuanto más excluyente es la escuela ordinaria, más derivaciones se realizan a educación especial, por lo que no son las familias las que eligen, sino que es el sistema ordinario el que excluye y segrega”. “¿Cómo podemos exigir el derecho de los padres a elegir centro cuando no somos capaces de garantizar el ejercicio del derecho a la educación inclusiva de los hijos?”.

El caso es que la preocupación ha llegado a varios niveles por encima y hace unos días se aprobaba una proposición no de ley del grupo popular en el Congreso de los Diputados para garantizar la libertad de elección de centro por parte de las familias con hijos con discapacidad. Una propuesta aprobada con los votos del PP, de Ciudadanos (que ha apoyado la ILA en muchos ayuntamientos e, incluso, dentro de la Comisión de Discapacidad de la Asamblea de Madrid, no así en la de Educación) y la abstención de ERC. El PNV no estuvo presente en la votación.

Desde la patronal de la concertada, el secretario general Adjunto de Escuelas Católicas, Luis Centeno, asegura sin embargo, que el texto de Podemos supondría la eliminación de derecho a elegir de las familias con hijos con discapacidad puesto que la única posibilidad sería la educación inclusiva. “Con lo cual, serían ‘padres de segunda’, porque el resto podrá elegir el centro de sus hijos”.

Entre las pocas cosas claras y en las que están de acuerdo las partes, al menos aquellas con las que hemos hablado, es que la escuela ordinaria necesita más recursos, materiales y humanos, así como una sólida formación docente, para hacer frente a la diversidad de las aulas. No solo la relacionada con la discapacidad, pero sobre todo esta. Entre otras cosas, para evitar que, en la medida de lo posible, personas que podrían seguir un itinerario formativo de inclusión, lo hicieran y no estuvieran al albur de la financiación de la Administración.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/11/05/escuela-inclusiva-vs-educacion-especial-una-pelea-inexistente/

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Carta del Equipo y participantes en OVE al Prof. Luis Bonilla-Molina, por su candidatura el CLACSO

Por: Equipo OVE 

Luis Bonilla-Molina maestro venezolano, se ha convertido hoy en un referente para la educación en America Latina y El Caribe, por su amplia trayectoria en la investigación educativa emancipadora que transciende la escritura de libros y la participación en conferencias, haciendo aportes a la comunicación educativa popular a través del portal Otras Voces en Educación (OVE). Fue el primero en soñar, pensar y poner a funcionar este valioso y hermoso portal, que hoy en día se ha convertido en uno de los espacios más visitados del mundo educativo en habla hispana y en el cual aportan un colectivo de maestras y maestros de América Latina y el Caribe (ALC), buscando democratizar la información, conocer el curso de las reformas y contrarreformas educativas a escala planetaria. Desde su idea de la comunicación educativa popular, Bonilla ha contribuido decididamente a abrir espacios para que docentes de todo el mundo expresen sus ideas, opiniones e informaciones asociadas al hecho educativo visto de manera integral.

Para todas y todos los que hacemos vida en OVE es un orgullo que nuestro amigo Luis Bonilla-Molina sea hoy unos de los candidatos a la Secretaria Ejecutiva de CLACSO. Quienes hemos tenido la oportunidad de compartir con él, conocemos su amplia capacidad para trabajar y hacer equipo, su tolerancia para aceptar las criticas que conlleven a un mejor trabajo, su habilidad para dialogar, su visión colectiva y actualizada sobre la academia y sobre todo reconocemos que con su recorrido en los últimos años ha logrado una importante cadena de relacionamiento que le brinda la capacidad de mediar políticamente ante organismos multilaterales, gobiernos y movimientos sociales, aspectos claves para el buen manejo y funcionamiento de una institución como el CLACSO.

Para OVE, CLACSO es una de las instituciones académicas del área de ciencias sociales más reconocida en ALC, que tiene una profunda responsabilidad social, expresada en su trabajo continuo con las agendas y cotidianidad de los sectores marginados, explotados e invisibilizados de la sociedad, abriendo cauce a la construcción de políticas públicas incluyentes, solidarias y justas.

En OVE resaltamos las investigaciones que respaldan transformaciones de las ciencias sociales para el siglo XXI. Sabemos que esto pasa por la búsqueda de la garantía por una educación de calidad, inclusiva, gratuita, laica, pública para todas y todos, en este campo el profesor Luis bonilla-Molina ha logrado un importantísimo papel en ALC, destacando sus libros, conferencias y artículos escritos en los años más recientes, sobre Apagón Pedagógico Global (APG), donde expone que a través del Capitalismo y el Neoliberalismo la educación pública esta en peligro de desaparecer jugando con el futuros de millones de niñas y niños del mundo.

Nos parece importante resaltar que uno de los principales objetivos de CLACSO es “Promover la investigación social para el combate a la pobreza y la desigualdad, el fortalecimiento de los derechos humanos y la participación democrática”, trabajo que desde hace años viene realizando el Prof. Luis Bonilla-Molina, y cuya mejor evidencia son sus investigaciones realizadas hasta el día hoy.

En OVE estamos convencidos que el Prof. Luis Bonilla-Molina haría de CLACSO una institución al servicio de la sociedad, unificando tradición, innovación, y aspiraciones en un modelo de gestión que privilegie la visión colectiva y actualizada en la senda de una academia comprometida con bien común.

Muchas gracias Maestro y Amigo Luis Bonilla-Molina

Hacemos la invitación a todas y todos que deseen firmar la carta, comunicarse con nosotros a contacto@otrasvoceseneducacion.org, para incluir su nombre y país.

Nicaragua: Herman Van de Velde (Nicaragua),

Panamá: Olmedo Beluche y José Cambra

Perú: Hans Mejía Guerrero

México: Oswualdo González, Angélica García, Sergio Quiroz, Lev Velásquez Barriga, Cesar Valdovinos, Miguel Hernández, Rosa Cisnero, Yadira Diaz, Perla Estrada, Rafael Herrera, Aida Juarez, Ruben Nuñez, Alba Ortega, Jose Palomares, Gilberto Perez, Rebeca Reyes, Eleticia Rincón, Carmen Tapia, Jose Valdovinos, Leticia Vargas, Luis Cisnero

Colombia: Daniel Libreros, y Marco Raúl Mejias

Chile: Rodrigo Cornejo, Michael Humaña

Argentina: Alberto Croce, Laura García Tuñón, Fernando Lazaro

Venezuela: Luz Palomino, Iliana Lo Priore, Marianicer Figueroa Agreda, María Ángela Petrizzo Páez, Rose Mary Hernández Román, Mardeliz Huisi, Alejandra Vega, Jorge Diaz, Elisabel Rubiano, Mitzy Flores

Cuba: Rosa Maria Mazon

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Un ‘nosotros’ en la escritura pedagógica

Por: Jaume Martínez Bonafé

Vivimos un momento de extraordinaria indigencia en la escritura pedagógica nacida de ese deseo por parte del profesorado de querer tomar la palabra.

Motivado por diferentes compromisos he tenido ocasión de revisar varios números de la revista l’Éducateur Prolétarien, que sostenía el movimiento Coopérative de l’Enseignement Laïc, liderado por Freinet. Siempre he pensado que el nombre propio Célestin Freinet no se corresponde exclusivamente con una autoría individual sino con un proceso colectivo en el que muchos nombres anónimos suman un esfuerzo común por dar voz y poner palabra de forma, por cierto, muy poética, a un sueño colectivo por dignificar la escuela y convertirla en un territorio libre en el que facilitar el crecimiento autónomo de los seres humanos en su total humanidad.

Pero lo que me ocupa en este texto de ahora es la experiencia de la escritura por parte de la maestra y el maestro. Y lo que descubro en l’Éducateur Prolétarien me acerca a la memoria de lo que viví en los años 70 y 80 del pasado siglo, siendo un maestro muy joven, coincidiendo con el inicio de los Movimientos de Renovación Pedagógica: la voluntad de escribir, la constitución de un nosotros con voz propia, la necesidad de compartir un saber nacido de la experimentación de una nueva pedagogía acorde a los intereses y necesidades de la infancia y con políticas educativas de justicia social.

Con la creación de los Movimientos de Renovación (MRP) surgieron en su seno múltiples revistas pedagógicas y algunas, como la más antigua Perspectiva Escolar acaba de publicar su nº 400 celebrando los 50 años de la creación de Rosa Sensat. Y quizá la más emblemática, porque recogía la voz docente desde todos los rincones de la península, ha sido Cuadernos de Pedagogía. Dejo los títulos de las revistas para otra historia, porque aquí me interesa subrayar otra cosa: es el deseo por parte del profesorado de tomar la palabra en nombre propio, enfrentándose a la colonización del discurso pedagógico por el texto académico.

En las casi dos décadas que duró l’Éducateur Prolétarien, desde su primer número en 1932, por las ventanas de las escuelas de Francia y Europa se asomaban importantes conflictos sociales y los maestros y maestras escribieron sobre como trabajaban con los niños y niñas estos conflictos, y con qué angustia lo vivian. Son especialmente emotivos los textos de Freinet sobre la revolución que se vivía en España en los últimos meses de 1936 y principios de 1937, tras el golpe militar. La escuela vivía en su propia piel lo que ocurría en la calle y lo contaba. ¿Conocen los textos de la revista Tibidabo de la Escuela Freinet, de Barcelona, en la que los bombardeos fascistas son vividos, contados y dibujados por los niños y niñas que jugaban en la plaza San Felip Neri, donde todavía perviven las huellas de las bombas? Miren este texto de Rita Bel, un niña de 9 años, publicado en el nº 4, en enero de 1938: Jo anava a l’Escola del Mar. Jo, abans de la guerra anava a l’Escola del Mar i m’agradava molt per què em banyava tots els matins. El divendres van venir a bombardejar i van tirar una bomba incendiaria a l’Escola del Mar i la van creemar tota. Quan el papa ho va saber es va posar a plorar, perquè s’estimava molt aquella escola (Yo iba a la Escuela del Mar. Yo, antes de la guerra iba a la Escuela del Mar y me gustaba mucho porque me bañaba todas las mañanas. El viernes vinieron a bombardear y tiraron una bomba incendiaria en la Escuela del Mar y la creamos toda. Cuando el  papá lo supo se puso a llorar, porque quería mucho aquella escuela).

Las revistas escolares y las revistas pedagógicas fueron en ese momento la voz pública de un nosotros en el que lo vivido en comunidad, lo comúnmente construido, quería ser compartido. Los niños y las niñas de diferentes escuelas se encuentran a través de la palabra. Las maestras y los maestros de diferentes escuelas se encuentran y reconocen a través de la palabra. Quizá lo que pasaba es que había una demanda, un deseo colectivo de querer saber y de querer leer. ¿Qué haces tú, qué hago yo? Vamos a contarlo.

Vengo ahora a plantear estas cosas porque creo que vivimos un momento de extraordinaria indigencia en la escritura pedagógica nacida de ese deseo por parte del profesorado de querer tomar la palabra. Desde luego, no olvido las saludables y en algunos casos heroicas excepciones. Pero, cuántas jornadas espectáculo, cuántos cursos de formación prêt-à-porter, cuánta innovación light, cuantás certificaciones y acreditaciones, y qué poca textualidad nacida de la voluntad colectiva de querer decir para decirnos, para saber y crecer profesionalmente, pero también socialmente, desde lo que nos decimos.

Siendo un joven estudiante de Magisterio conocí a un par de maestros que trabajaban en la escuela Tramontana en Valencia; fundada en 1968 fue una de las primeras arriesgadas escuelas que practicaban la pedagogía Freinet y enseñaban en valenciano (debo recordar que en aquel momento Freinet y el valenciano estaban prohibidos). Aquellos maestros durante el día ponían en el aula una imprenta al servicio de la palabra de los niños mientras desterraban el libro de texto. Por la noche, en la clandestinidad, editaban con una “vietnamita” (una imprenta de fabricación casera) la Escuela Moderna de Ferrer i Guàrdia y laPedagogía del Oprimido, de Freire, entre otros textos censurados. Solo puedo entender ese gesto desde una extraordinaria generosidad y una enorme confianza en que, al otro lado, alguien esperaba esos textos. Quizá aquel contexto determinara el deseo de compartir esa escritura. Aquellos maestros no se sabían solos. ¿Qué les parece si intentamos recuperar ahora, cierto que en un contexto más hostil a lo común y la colectivización, aquel deseo que encontré enl’Éducateur Prolétarien por parte de un grupo de maestros y maestras que querían escribir desde un sí mismo colectivo?

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/11/08/un-nosotros-en-la-escritura-pedagogica/

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¿Quién le teme a la evaluación docente?

Por: Eduardo Backhoff

a evaluación es una función que realizan todos los animales racionales para comportarse de acuerdo a las circunstancias y adaptarse al medio que los rodea. Igualmente, la evaluación es esencial en una sociedad democrática para que ésta funcione correctamente. Los gobiernos deben obligarse a evaluar todos los programas donde se utilicen recursos públicos; no solo para identificar áreas de mejora, sino también para rendir cuentas a la sociedad. Entre mejor estén diseñados los componentes evaluativos de un programa gubernamental, mayor serán sus beneficios para el país. Por ello, se han instrumentado distintos programas de calidad que evalúan y certifican los procesos de las instituciones, públicas y privadas, como es el caso de las normas ISO 9000.

En el ámbito educativo, la evaluación es consustancial a su función formadora; no se puede concebir una acción educativa sin su correspondiente acción evaluativa. Se evalúa para corregir y mejorar tanto los procesos como los resultados de los programas educativos; pero también se evalúa para certificar procesos, programas o personas. Por esta razón, los docentes evalúan a sus estudiantes durante el ciclo escolar y al final de éste. Durante el año escolar el maestro utiliza las evaluaciones para retroalimentar a sus estudiantes sobre su aprendizaje. Pero al término del ciclo escolar el profesor emite un juicio sobre el logro académico de cada estudiante, lo que se materializa en una calificación. Este juicio sobre el aprovechamiento de los estudiantes se vuelve en una certificación de lo aprendido por los estudiantes.

Pero la evaluación no solo la practican los docentes. También las instituciones educativas utilizan la evaluación para certificar a personas y a programas educativos. Tales son los casos de los profesores que presentan exámenes de oposición para ingresar a las universidades o para recibir estímulos económicos. O bien, el de los programas de bachillerato, licenciatura y posgrado que son evaluados por agencias externas para poder obtener recursos extraordinarios.

Por ello, llama tanto la atención que se satanice a la evaluación de los docentes y que se diga que ésta se debe de utilizar solamente con propósitos formativos, dejando a un lado a una de las funciones más importantes: la de certificar competencias y servir como un mecanismo de control de calidad. Imaginemos que esta regla se aplique en todos los procesos educativos y que ningún estudiante, ni profesionista será evaluado para certificar sus competencias académicas o profesionales. Todos acreditarán los cursos, serán promovidos a los siguientes grados y serán certificados automáticamente. Tampoco habrá concursos para seleccionar a los estudiantes a las universidades, ni concursos de oposición para conseguir una plaza docente, ni evaluación del desempeño para otorgar estímulos a profesores, ni habrá evaluaciones instituciones para acreditar los programas educativos. No habrá ni estudiantes ni instituciones que gocen de mayor prestigio académico, pues no habrá evaluación de sus procesos ni de sus resultados. Todos por igual; pero, igualmente malos.

Me pregunto: ¿quién le teme a la evaluación docente? En su mayoría, los que no se esfuerzan, no estudian, los que no se capacitan, los que están seguros de reprobar, los que justifican su fracaso en las evaluaciones «mal elaboradas», en las evaluaciones estandarizadas (sin saber su significado), en los propósitos «ocultos, perversos y políticos» de las evaluaciones. Resulta paradójico que en Oaxaca los padres de familia no quieran a los docentes de la CNTE y que exijan que los profesores de sus hijos sean docentes «idóneos»: es decir, aquellos certificados por la evaluación que va a desaparecer AMLO.

La evaluación es solo un instrumento que sirve para mejorar a las personas, los procesos y las instituciones. No se le debe de tener miedo; por el contrario, hay que estudiarla, conocerla bien y saberla utilizar inteligentemente.

Fuente: https://vanguardia.com.mx/articulo/quien-le-teme-la-evaluacion-docente

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Bolsonaro: amenaza ultra en Brasil

Por: Tom C. Avendaño.

Nostálgico de la dictadura, racista, machista, homófobo. El líder de la derecha brasileña apela al voto de la desesperación en un país en crisis

El candidato a la presidencia de Brasil Jair Bolsonaro ha pasado las tres últimas semanas de su campaña sin pisar la calle, recuperándose en el hospital de la puñalada que un perturbado le propició en el abdomen durante un acto electoral el pasado 6 de septiembre. Ha publicado algún vídeo en sus redes sociales desde aquel penoso ataque y hasta concedió una entrevista corta a una radio. Pero por lo demás ha estado desaparecido.

En la calle, sin embargo, no se ha dejado de hablar de él. Al contrario, según se acerca la votación de la primera vuelta el 7 de octubre, en Brasil se habla de Bolsonaro más que nunca. Cada rato alguien recuerda que este ultraderechista, que parecía el peor candidato imaginable para presidir Brasil, se ha convertido en líder de las encuestas. Como apenas hay imágenes nuevas, los medios muestran la silueta que sus seguidores llevan en banderas y pegatinas, una que es todo cejas angulosas y peinado de raya a un lado. Sin declaraciones recientes, sus muchos enemigos refrescan una y otra vez la grotesca hemeroteca de este candidato: 27 años de barbaridades en el Congreso, tan repetidas y uniformemente ofensivas que cuesta saber cuál es de hace dos décadas y cuál es reciente. “Yo a usted no la violaría porque no se lo merece” (dicho a una diputada en televisión en 2003); “La dictadura debería haber matado a 30.000 personas más, comenzando por el Congreso y el presidente Fernando Henrique Cardoso” (1999); “Sería incapaz de amar a un hijo homosexual, prefiero que muera en un accidente de coche” (2001), o “Un policía que no mata no es policía” (2017).

Y así, entre que es ubicuo, atemporal y capaz de infundir pavor entre buena parte de la población, casi se diría que, más que un hombre, Jair Bolsonaro es un fantasma.

No siempre fue así. Jair Messias Bolsonaro (São Paulo, 1955) solía ser considerado un payaso. Hijo de un dentista rural, durante el final de la dictadura militar, en 1985, intentó refugiarse en el Ejército, pero fue expulsado a la reserva por conflictivo. De ahí pasó a la política, donde se le tomaba por un paria. Autoritario, antidemocrático, machista, racista, homófobo, defensor de la tortura; un bufón, en fin, para los cuatro nostálgicos de la dictadura. En el próspero Brasil de Lula (2003-2011) había pocos perjudicados por el establishment democrático y, como todo iba a mejor cada año, con suerte dentro de poco no quedaría ninguno. Bolsonaro y sus cejas picudas y su peinado con raya al lado estaban condenados a ser poco más que una anécdota histórica.

Aferrado a la estética militar, no le gusta que se llame golpe de Estado a la asonada militar de 1964

Pero en lugar de seguir adelante, Brasil se vino abajo. La economía colapsó. Empezaron a desvelarse casos de corrupción: miles de millones de reales robados de los fondos públicos por políticos. El país se llenó de protestas de izquierda y de derecha. Y en vez de responder, la vieja élite usó las instituciones para salvar el pescuezo. El Congreso, el Senado, el Supremo Tribunal Federal, el Electoral…, todas acabaron enfangadas con procesos que buscaban retrasar, si no las investigaciones de corrupción, al menos sus consecuencias. Todos moviéndose a velocidades distintas según el interés. “Nunca nos recuperamos de la desestabilización que ha producido ese mal uso de las instituciones: nos metió en los tiempos difíciles”, lamenta Oscar Vilhena, profesor de Derecho Constitucional de la Fundación Getúlio Vargas.

La violencia se disparó. En 2017 Brasil batió por tercer año consecutivo su propio récord de homicidios: 63.880. Más que algunos países en guerra. Y mientras la nación entera parecía arder, aquel payaso del Congreso empezó a parecer más listo. Él, que siempre había criticado al statu quo; él, que nunca dejó de recordar que en la dictadura se vivía mejor; él, que desconfiaba de la izquierda de Lula. Él era el nuevo hombre con las respuestas. En 2014 fue el diputado más votado del Estado de Río. Ya no era tan payaso.

“Bolsonaro representa una cosa profunda que él ni imagina”, reflexionaba en un mitin en agosto Ciro Gomes, un candidato de centroizquierda de los 12 que van por detrás de él en las encuestas. “Representa la negación de la política y de la democracia, el deseo de prender fuego para ver si vuelve a nacer algo”.

Si solo fuese cuestión de rechazar al establishment actual, a Bolsonaro le habría salido más de un imitador. Pero al igual que Donald Trump no llegó a la Casa Blanca solo por exprimir el descontento con las élites estadounidenses, sino también tonteando con el racismo oculto de muchos votantes, Bolsonaro tiene también algo más.

Aferrado a la estética militar, no le gusta que se llame golpe de Estado a la asonada militar de 1964 en el que las Fuerzas Armadas echaron al presidente electo y se instalaron en el poder. “Teníamos democracia, lo único que no teníamos eran elecciones”, argumentó a la revista Piauí en 2016. Aquella dictadura duró 20 años. Hubo torturas y asesinatos de disidentes, muertos, desaparecidos y vivos llenos de cicatrices. “El error fue torturar y no haber matado más”, opinó Bolsonaro en televisión.

Encontró una mina. “A diferencia de la dictadura argentina, que se toma como modelo de dictadura latinoamericana, la brasileña tuvo una propaganda y una censura muy eficaces”, alerta Carlos Fico, historiador especializado. “La censura ocultaba la violencia. Y la propaganda vendía una idea de milagro, la imagen de un país donde todo el mundo era feliz”.

La transición, en 1985, no se atrevió a cuestionarla. “En 1979 se había firmado una ley de amnistía que exculpaba a los agentes del Estado de cualquier delito contra los derechos humanos. Esa ley fue la cláusula principal de la transición. Y ahora una parcela de la población tiene un recuerdo que no es traumático de la dictadura; de que no fue para tanto, de que fue una dictablanda”, añade Fico.

Bolsonaro —que goza de la inmunidad que la Constitución da a los parlamentarios para opinar de casi todo— siempre había hablado de los militares con cariño. Empezó a jugar con la idea de que ellos podrían contribuir a crear un lugar sin la corrupción, la violencia ni la pobreza del presente. Prometió legalizar las armas y dar más control de la seguridad nacional al Ejército. Eligió a otro exmilitar radical como candidato a vicepresidente. No fue una decisión al azar: en estas elecciones hay 117 militares buscando puestos en política. Ese fue el gran descubrimiento de Bolsonaro. Que, como dijo el periodista Demetrio Magnoli, “la idea de que la sociedad civil es una enfermedad degenerativa recurrente y que la salud nacional depende de intervenciones quirúrgicas militares está grabada en mármol en la historia de Brasil”.

Bolsonaro nunca fue un diputado muy productivo, pero sí tuvo un momento de gloria en 2011. El Ministerio de Educación quería distribuir en 6.000 escuelas un kit antihomofobia con cuadernos, libros y vídeos sobre relaciones homoafectivas. Consiguió que se retirasen los vídeos y que la iniciativa se considerase un fracaso. Pero la verdadera victoria fue otra. Logró la simpatía de uno de los grupos más poderosos del primer país latinoamericano: los evangélicos.

“Todos los partidos brasileños están en manos de las grandes Iglesias evangélicas”, alerta Bernardo Carvalho, escritor que retrató la vida evangélica brasileña en su libro Reprodução. “Algunas Iglesias están abiertamente en contra de Bolsonaro porque es imposible de conciliar con la ética cristiana. Pero hay otras que ya habían atacado los derechos individuales, los prejuicios de género, la violencia o las armas, que Bolsonaro quiere legalizar”.

En 2016, y pensando ya en su carrera presidencial, el exmilitar, católico de toda la vida, se llevó a sus hijos al río Jordán, en Israel, y allí un pastor le bautizó. Fue otra de sus grandes transformaciones: de ultranacionalista nostálgico a fanático liberal (lo que le ganó el favor de los mercados) a evangélico. Hoy, esa es la fe de un 26% de los votantes que le apoyan. No siguen con tanta devoción a nadie más.

Hace tiempo que Bolsonaro no crece en las encuestas y sus rivales sí. Sigue siendo el favorito para la primera vuelta, con un 28% de intención de voto, y nada impide pensar que así llegará a las elecciones. La segunda vuelta, el 28 de octubre, ya es otra cosa. El rechazo que produce se ha disparado al 46%. El antibolsonarismo es el mayor fenómeno político del momento y esa mayoría se está organizando. Especialmente las mujeres, que le llaman, para evitar nombrarloO Coiso (masculino de “la cosa”). Hay campañas contra él, marchas multitudinarias. Él sigue sin poder salir del hospital. del

Todo es posible en este país y más en esta campaña. Pero pocos descartan que llegue más lejos el viaje de este hijo de dentista por el reverso oscuro de Brasil. A los fantasmas no se les puede atrapar, pero sí se les puede perder el miedo.

Fuente del artículo: https://elpais.com/internacional/2018/09/28/actualidad/1538153452_095290.html

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We can’t let poorer pupils be frightened off higher education

By: Claire Hynes. 

Back in the days when higher education was mostly for the benefit of a select group of middle-class kids, I had a meeting with my school careers teacher, who asked me what I wanted to do in the future. When I told her I was thinking about furthering my studies and finding a job that involved writing, she declared that a suitable plan for me was to leave school at 16 and train to become a secretary. Apparently I didn’t look like the sort of person who should attend university.

Over time I’d come to believe these attitudes belonged to the past – a bygone age of middle-class privilege now thankfully over. Now, though, it seems that thinking has become core government policy.

It seems to be more difficult than ever for young people to enter higher education. Graduates in England have the highest student debts in the developed world. They will leave institutions with nearly double the debt of their US counterparts, and three times the debt of the next highest in Europe. A commons committee this week found a wide gap in access between the most and least advantaged students, despite institutions’ spending on access and widening participation schemes. It saw evidence that showed that poorer students were hit hardest by the system of student loans, and expressed concern at the drop in numbers of part-time and mature students. Thanks to the abolition of maintenance grants in 2015, the poorest students will pay on average £14,000 more in loans than better-off students. Once they emerge from their studies, on average they will have forked out a grand total of £57,000, according to the Institute of Fiscal Studies.

And universities themselves are facing unprecedented criticism. Since the summer, accusations have raged about a rise in the number of unconditional offers given out. The institutions have been blamed for a “bums on seats” mentality by the higher education minister Sam Gyimah, who appears to have forgotten that just four years ago the government lifted the cap on student numbers in an effort to marketise higher education. Then there have been exaggerated and often false claims about no-platforming and safe spaces.

And alongside this, the government has a plan to create three million apprenticeships by 2020. So, it seems poorer students worried about the cost of universities can opt for one of these. Perhaps the new schemes will prove viable options for many young people. But who will decide which 18-year-olds are best suited to vocational study? And on what grounds will these decisions be based? We could end up going back to the days when university was only for the well-off, with the disadvantaged predominantly taking apprenticeships.

It’s incredible that the politicians and policymakers who try to undermine universities have themselves benefited from all the opportunities offered by these places of learning – asking questions about themselves and the world around them and preparing for higher-status careers. A university education is apparently good enough for them, but not good enough for ordinary people.

Nine out of 10 MPs studied at university – and around half of the cabinet – and a quarter of all MPs – studied at Oxford or Cambridge, according to the Sutton Trust. Do these people really believe they’d have been better off leaving at school at 16 and taking a vocational course in political life?

How did society arrive at the idea that so many people having a degree is cause for worry? Britain is home to the world’s leading universities – primarily in the arts and humanities, the subjects most commonly derided. That half of young adults benefit from a university experience, and that society benefits in turn, should be applauded.

The well-worn cliches about so called “mickey-mouse” subjects and limited job prospects should be put to rest too. Evidence shows that employers are crying out for the “soft” skills that graduates possess as a result of their university experience. It doesn’t matter whether these degrees are in computer science or in leisure management; the skills that students acquire are valuable and transferable. And graduates earn on average £10,000 morethan their non-university educated counterparts.

Of course, debt causes huge stress among students. As a university lecturer, I have had many students share their worries with me about how they will afford books or balance their studies with part-time work. But it’s plain wrong that young people should be warned off education because it’s too expensive. What will be next? Should less well-off young people be discouraged from buying their own home too?

It’s the crippling student loan system that should be challenged, not the desire of young people to attend higher education institutions. We should be proud that half of all young adults benefit from our university system. RA Butler, the Conservative education minister who conceived the 1944 Education Act, should be turning in his grave.

Source of the article: https://www.theguardian.com/commentisfree/2018/nov/09/poorer-pupils-higher-education-university-benefits-privilege

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