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Ya te extrañamos, escuela

Por: Rogelio Javier Alonso Ruiz* 

Fue un adiós inesperado. Ni siquiera a nuestros alumnos del último grado los despedimos como merecían. No hubo ceremonias de fin de curso y, si existieron, fue a través de las frías pantallas en las que nadie se puede abrazar ni mucho menos bailar un último vals. No se formó un nudo en la garganta al escuchar Las golondrinas, ni los alumnos corrieron al final del evento a tomarse una última fotografía con su maestro. La escolta de sexto grado no entregó la bandera a sus compañeros de quinto que, en su debut en tan digno cargo, batallaban nerviosos por sincronizar el paso al doblar a la derecha. No hubo padrinos y madrinas con ramos de flores y globos vistosos. En esta ocasión faltaron las camisas en las que se escribieran mensajes para recordar el paso por una escuela a la que ya no se ha de volver.

Pensamos que el Día del Niño ya estaríamos de nuevo en las escuelas y no fue así. Se fue esa celebración en la que los maestros hacen las veces de animadores y hasta se disfrazan de los personajes infantiles del momento, con tal de arrancar una sonrisa a sus alumnos en esa fecha tan especial. Ese día tan anhelado que, aunque misteriosamente no está marcado en el calendario escolar, provoca que hasta niños por semanas ausentes milagrosamente aparezcan en la escuela. Además de ése, perdimos otros momentos, desde sagrados festejos como el de la madre o el del maestro, hasta acciones espontáneas como un abrazo o un “¿cómo estás?”, que nos hacen confundir las palabras escuelas y hogar, padre y maestro, colega y amigo y compañero y hermano. ¿Quién dijo que a la escuela se va sólo a aprender los quebrados?

Por eso tienen razón los niños cuando dicen que el momento que más se extraña de la escuela es el recreo: no es desprecio del aprendizaje, es sabia preferencia por lo afectivo. No es casual esa explosión ensordecedora que desencadena el timbre que anuncia el comienzo de esos treinta minutos que se van como un suspiro entre juegos, risas, goles y tortas compartidas. Nos recuerdan los niños la justa dimensión de algo tan extraordinario como el encuentro humano que se da día con día.  ¿Estaremos entendiendo bien la escuela? ¿O mejor le pedimos a un niño que nos la explique?

Aquel día de marzo nos despedimos también, sin saber que era para siempre, de casi 3,000 maestros a los que la pandemia les arrebataría la vida en los siguientes meses. No se imaginaban entonces que habían dado su última clase, ni dijeron a sus alumnos que esa tarea que habían anotado en el pizarrón ya no la revisarían. Tuvieron su ceremonia de despedida trabajando como cualquier otra jornada, sin escuchar el poema “Maestrito de pueblo” de labios de algún distinguido exalumno que se lo dedicaba con gratitud en emotiva ceremonia. Faltarán al regreso a la escuela también padres de familia, abuelos y muchas personas más, rostros familiares todos, que pasaron a formar parte de los casi 200,000 mexicanos que hasta hoy la enfermedad se ha llevado.

Sin duda la pandemia nos ha hecho extrañar a la escuela y, sobre todo, valorar aquello en lo que rara vez reparamos, aquello que inexplicablemente parece ordinario: las personas y los momentos. El aprendizaje formal, de una u otra manera se sigue intentando realizar, en algunos casos con más éxito que en otros. Pero difícilmente se puede emular, desde la pantalla o desde la mensajería instantánea, lo que sólo la escuela da físicamente.

Se pensaba inicialmente que sería sólo por un mes, pero ya ha pasado un año desde que las escuelas cerraron sus puertas. El entonces secretario de Educación anunció el 14 de marzo de 2020 que los centros escolares suspenderían sus actividades presenciales durante cuatro semanas ante la amenazante pandemia que recién llegaba a nuestro territorio. El tiempo ha pasado y las escuelas siguen ahí, silenciosas, con sus puertas cerradas. La lejanía sigue haciendo que anhelemos y valoremos eso que sólo ellas nos dan físicamente: el encuentro humano en todo su esplendor.

Fuente: educacionfutura

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La realidad aumentada y la enseñanza de la Química

Por: Sofía García-Bullé

El recurso es capaz de integrar a la clase elementos de lectura interactiva y gamificación.

La tecnología siempre ha sido un tema eje en la educación, más aún en una época en la que las medidas para proteger la salud nos han obligado al desarrollo de soluciones creativas para la educación a distancia. Por este motivo, una vez más el uso de la tecnología para la innovación educativa será central en nuestro próximo webinar, Realidad Aumentada y Entornos 3D para la Enseñanza de la Química, que se transmitirá el martes 25 de mayo a las 16:00 horas (hora centro de México).

En esta entrega nos acompañarán Mariela Urzúa Reyes y Alejandro Gómez Urzúa. La profesora Mariela es maestra en Docencia y Tecnología educativa, tiene  amplia experiencia en la integración de tecnología de Realidad Aumentada para el aprendizaje de la Química. También ha colaborado en diferentes proyectos de innovación en el aula integrando gamificación y estilos de aprendizaje. Alejandro es un  estudiante destacado de la Prepa Tec campus Toluca. En su cuarto semestre ya ha sido miembro del equipo de robótica, seleccionado para el premio Dean’s List Award de FIRST y participante por el Estado de México en las Olimpiadas Nacionales de Matemáticas.

Para comprender mejor el tema que discutirán los invitados, es importante entender ¿qué es la realidad aumentada y cómo se aplica en educación? En artículos anteriores hemos diferenciado diversos términos que se refieren al uso de tecnología para la innovación educativa.

La realidad aumentada utiliza dispositivos para sumar elementos de información digital al entorno físico. Un ejemplo simple para entender cómo funciona es el exitoso juego Pokémon Go. Esta aplicación de uso lúdico trabaja en conjunto con la cámara de un celular para crear la ilusión de que un pokémon  se encuentra dentro de un espacio físico real como una banqueta, la cocina de una casa o hasta dentro de una habitación.

Dentro del contexto de la realidad aumentada, el mundo real es el entorno con el que se interactúa a partir de la información digital que se agrega en él. El nivel de inmersión en esta experiencia depende de la densidad digital que se agrega a la realidad. Entre más capas digitales se adhieran, más inmersiva es la experiencia.

¿Cómo se aplica la realidad aumentada en educación?

La realidad aumentada tiene diversos usos dentro de la experiencia educativa. Dentro de los propósitos que pueden cumplir se encuentra el enriquecimiento de los materiales de lectura a través de la digitalización. La lectura de los alumnos se vuelve más ágil cuando se cuenta con marcadores para visualizar información en 3D. Esto ayuda a los alumnos a encontrar más rápido los datos de consulta y recordarlos con mayor facilidad.

Esta tecnología también cuenta con altas prestaciones para la gamificación, por su capacidad de fusionar el registro de datos reales del entorno con datos digitales. Se utiliza también para actividades de formación y consolidación de equipo, porque es una base perfecta para la creación de competencias simples.

¿Cuál es el rol del docente?

El rol del docente en una dinámica educativa de realidad aumentada es diverso. Entre las funciones que puede realizar un maestro bajo este contexto está el de creador de recursos digitales, asesor en el uso de nuevas tecnologías, mentor para animar al alumnado a aprender de forma diferente constantemente, explorador y curador de recursos útiles para la experiencia educativa de la realidad aumentada, diseñador instruccional con la capacidad de organizar un plan curricular que aproveche la tecnología, crítico de las ventajas y desventajas de esta práctica, entre otras facultades a realizar para aprovechar al máximo el recurso de la realidad aumentada.

¿Has utilizado realidad aumentada en tu clase? ¿Cuál ha sido tu experiencia? Si quieres saber más sobre cómo integrar esta tecnología  a tus clases, no te pierdas nuestro próximo webinar este martes 25 de mayo a las 16:00 horas (Centro de México). Será solo en español, pero también contamos con un reporte completo Edu Trends sobre el tema para personas de habla hispana e inglesa.

Fuente e imagen: observatorio.tec

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El diablo está en los detalles. ¿Qué debo estudiar para el examen del USICAMM?

El examen se califica de acuerdo con el número de aciertos. Todas las preguntas tienen el mismo valor…

De entrada, es conveniente mencionar que pretendo ir más allá de lo que me cuestiono en el subtítulo. Mi propósito es leer entre líneas el currículum oculto, las intenciones implícitas de las acciones oficiales en la concreción de la reforma educativa. Mi expectativa es aportar a la reflexión sobre la política educativa desde las entrañas de la implementación. Esa es la razón del título: “El diablo está en los detalles” Aunque también pudiera resultar de utilidad para quienes presentarán el instrumento de valoración de conocimientos. Quizá encuentren alguna respuesta a la pregunta “¿Qué debo estudiar para el examen?” Nada me daría mas gusto que así fuera.

La admisión y promoción se encuentra en curso. Las convocatorias se publicaron según lo estipulado en el Calendario Anual 2021. Durante el prerregistro, registro, verificación documental, se presentaron dificultades técnicas inherentes a la plataforma tecnológica. La Secretaría de Educación Pública a través de la Unidad del Sistema para la Carrera de las Maestras y los Maestros (USICAMM) se vio en la necesidad de prorrogar los plazos inicialmente establecidos. A final de cuentas, se llevaron a cabo sin mayores contratiempos. Pero generaron malestar dada la falta de orientación oportuna y la aplicación a rajatabla del ordenamiento por parte de la autoridad. Dejaron de lado las circunstancias extraordinarias sin ninguna consideración a los solicitantes. Predominó la desatención y la desconsideración. Faltó empatía, sobró insensibilidad.

La legislación actual tuvo algunas modificaciones en relación con la anterior. La normatividad bien pudieran marcar la diferencia sobre la forma y el fondo del resultado final de la política educativa. Las particularidades son muy importantes. Son las letras chiquitas del contrato. Hay que tenerlas presentes y otorgarles la debida importancia. A continuación destaco cuatro de ellas.

1.- La reforma educativa del 2013 estableció que el personal docente, técnico docente, directivo y de supervisión ingresara, permaneciera o lograra promociones y reconocimiento en el servicio educativo. Se reguló por medio de la Ley General del Servicio Profesional Docente El perfil, los parámetros y los indicadores (PPI´s), integrados en 5 dimensiones, fueron los referentes tanto de la función así como de los instrumentos de evaluación. Lo anterior, se canceló con la reforma educativa del 2019. La Ley General del Sistema para la Carrera de las Maestras y los Maestros tiene por objeto establecer las disposiciones y normar los procesos. Y se determinó el Marco para la excelencia en la enseñanza y la gestión escolar. Perfiles profesionales, criterios e indicadores representan el sustento para los procesos de admisión, promoción, reconocimiento, formación y acompañamiento del personal implicado en cualquier nivel, tipo de servicio o modalidad. Éstos incluyen incluyen los saberes básicos para su quehacer en las distintas etapas de su trayectoria profesional y dan cuenta de un desempeño posible de llevar a cabo en las escuelas de educación básica. Los atributos deseables se organizaron en 4 dominios: El primero, relacionado con los principios filosóficos, éticos y legales de la educación mexicana; el segundo, con la inclusión, la equidad, la interculturalidad y la excelencia; el tercero alude a las funciones específicas (docentes, técnicos docentes, asesores técnicos pedagógicos, dirección y supervisión); y el cuarto con la colaboración, participación, corresponsabilidad y vinculación del hecho educativo. Es por demás relevante el aspecto referido en las líneas precedentes porque enfatiza los fundamentos de la reforma educativa actual

2.- En las convocatorias se contemplan las modalidades de aplicación de los instrumentos de valoración. Para el caso de la admisión y la promoción vertical se prevé llevarla a cabo de manera presencial —en una sede determinada por la autoridad educativa de la entidad federativa correspondiente—, o a distancia —en el espacio que disponga el participante quien deberá contar con una computadora portátil o tableta que tenga cámara además de las normas de aplicación que se emitan. Mientras que, en la promoción horizontal, se consideran, además de las anteriores, la modalidad mixta para aquellos participantes que no cuenten con la infraestructura tecnológica para la aplicación a distancia.

Por otra parte, en las guías de estudio para la admisión y la promoción vertical se le brindan a los aspirantes ciertas sugerencias para el estudio a fin de estar en condiciones de afrontar el examen de opción múltiple. De ellas resalto:

3.- El examen se califica de acuerdo con el número de aciertos. Todas las preguntas tienen el mismo valor.

4.- La aplicación no le permitirá navegar entre preguntas por lo que se le sugiere adoptar una estrategia para responder preguntas difíciles.

La SEP se comprometió emitir en días próximos las correspondientes a la promoción horizontal. Resulta esperable que su estructura y contenido sea similar.

Las repercusiones saltan a la vista. En lo concerniente al examen que deben resolver los aspirantes, ¿qué deben estudiar? Los Perfiles profesionales, criterios e indicadores integrados por dominios hace pensar que se enfatizará en el conocimiento de la reforma educativa más reciente. El derecho a la educación; el enfoque de derechos humanos; los fines y criterios orientadores de la educación mexicana; la educación humanista; la orientación integral; la Nueva Escuela Mexicana; la participación social; los derechos de las niñas, los niños y adolescentes; la mejora escolar; la asesoría y el acompañamiento a las escuelas; el enfoque pedagógico; la planeación de la enseñanza y la gestión escolar.

Mención aparte merece especial atención lo concerniente a aplicar un examen a distancia. La USICAMM definirá el día, horario y la modalidad mientras que los sustentantes asumirán totalmente cualquier falla de índole técnico, tecnológico, informático, eléctrico y lo que resulte. Significa, entre otras cosas, delegarles la responsabilidad plena. Cuantimás si la metodología de calificación está predeterminada. Anteriormente no era así porque después de la aplicación del examen se estimaba la dificultad y ponderación específica de cada reactivo. Además, el esquema de navegación facilitaba otras estrategias de resolución. En esta ocasión no será así en ambos casos. Indudablemente incidirá en los resultados, afectará los intereses profesionales, laborales tanto en lo individual como en lo colectivo. Existe el riesgo que nos topemos a final de cuenta con el desaliento y el desánimo de los maestros. Quizá tal frustración provoque el malestar generalizado del magisterio. El derrotero de la política educativa pasará por estas particularidades. El diablo está en los detalles.

Carpe diem quam minimun credula postero 

Fuente:  profelandia.com

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La política del color: el racismo y el colorismo

La piel es nuestra mayor barrera protectora natural. ¿Por qué el color de la piel tiene un significado social infinitamente mayor que el color de la pupila de los ojos?

Tanto en la tradición cristiana (incluido el secularismo en el que se prolongó) como en la tradición budista, la oscuridad y la claridad fueron metáforas conceptuales que pretendieron explicar el perfeccionamiento de la persona humana en sus relaciones con los poderes que la trascienden. Se refieren a movimientos del conocimiento y de la vida interior. La trayectoria de la oscuridad a la claridad está abierta a todos los seres humanos. Y, de hecho, la máxima claridad (por ejemplo, en presencia de la divinidad) puede convertirse en la máxima oscuridad, siendo ejemplo de ello el horror divino de George Bataille, o en el máximo el silencio del universo, en el caso de José Saramago.

Sin embargo, con la moderna expansión colonial europea, sobre todo a partir del siglo XVI, la oscuridad y la claridad se utilizaron progresivamente para distinguir entre seres humanos, para clasificarlos y jerarquizarlos. Fue entonces cuando la oscuridad y la claridad se movilizaron como factores identitarios, para definir los colores de la piel de los seres humanos, transfiriendo a esta definición significados antiguos. Si antes tales significados partían de la idea de la condición común de los humanos, a partir de entonces el color de la piel constituirá uno de los vectores fundamentales de la línea abisal que distingue a los humanos de los subhumanos, la distinción que subyace al racismo.

Una vez aplicado a la piel humana como factor determinante, el color pasó a designar características «naturales» que definen desde el principio los tránsitos sociales permitidos y prohibidos. Lo «natural» se convirtió en una construcción social concebida como un factor extrasocial de la legitimidad de la jerarquía social definida a partir de las metrópolis coloniales.  El «negro» se convirtió en «color», símbolo de lo negativo, y el «blanco», «la ausencia de color», en símbolo de lo positivo. Así surgió el racismo moderno, uno de los principales y más destructivos prejuicios de la modernidad eurocéntrica. Como bien analiza Francisco Bethencourt, el racismo, a pesar de no ser un rasgo exclusivo occidental, asumió con la expansión colonial europea un papel central en la clasificación jerárquica de las poblaciones (Racismos: das Cruzadas ao século XX, 2015).

A pesar de haber experimentado muchas mutaciones, el prejuicio racial ha mantenido una notable estabilidad. Por un lado, la inmensa diversidad de rasgos fisiológicos y tonos de color de piel no impiden que el prejuicio se adapte y se reconstituya incesantemente según los contextos, a veces pareciendo un residuo del pasado, a veces resurgiendo con renovada virulencia. Por otro lado, su naturaleza insidiosa se deriva de su «disponibilidad» para ser interiorizado por aquellos y aquellas que son víctimas de él, en cuyo caso unos y otras pasan a evaluar su existencia y su papel en la sociedad en función del canon de la jerarquía racial. Por último, la lógica racial del color se insinúa tan profundamente en la cultura y el lenguaje que está presente en contextos tan naturalizados que parecen no tener nada que ver con los prejuicios. Por ejemplo, en el espacio de la comunidad de países de lengua portuguesa (por lo menos en Brasil y en Portugal) los niños aprenden que el lápiz de color beige es el lápiz del color de la piel.

La primacía otorgada a la visión en el análisis eurocéntrico del mundo hace que el color de la piel sea una de las variaciones más visibles entre los humanos. Está relacionada con las respuestas a la radiación ultravioleta. La piel más oscura, con más melanina, protege a las poblaciones originarias de regiones cercanas al ecuador. Por tanto, en su origen es una respuesta físico-biológica al medio ambiente. ¿Cómo es que, si bien el origen de la humanidad se dio en regiones con mayor radiación ultravioleta, el color de la piel terminó convirtiéndose en un marcador de deshumanización? Fue un largo proceso histórico que, en algunos contextos, evolucionó para convertir la piel clara y la piel oscura en connotaciones de una rígida jerarquía social, lo que llamamos racismo y colorismo.

La percepción del color dejó de ser una característica física de la piel para convertirse en un marcador de poder y una construcción cultural. El siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX fueron la época del apogeo de la explicación científica de las diferencias raciales, de las que resultaba, lógicamente, la jerarquía social y la recomendación de no mestizaje, de la eugenesia, del apartheid y de la eliminación de lo que se consideraban razas inferiores (por ejemplo, Nancy Stepan, The Idea of Race in Science: Great Britain 1800-1960, 1982). El concepto de «under man» (subhumano) ganó popularidad con el libro del estadounidense Lothrop Stoddard, The Revolt Against Civilization: The Menace of the Under-Man, publicado en 1922, que se convertiría en el manual de los nazis. Tras la Segunda Guerra Mundial y ante la catástrofe genocida del nazismo y del fascismo, el paradigma de la ciencia racista se fue desmontando. Hoy, los estudios genéticos muestran que, como las clasificaciones raciales no se traducen en diferencias genéticas importantes, no tiene sentido hablar de raza como categoría biológica. De hecho, la variación genética entre grupos raciales es pequeña en comparación con las diferencias genéticas dentro del mismo grupo. En otras palabras, la ideología racista sobrevive al desmantelamiento de las «bases científicas» del racismo.

A pesar del descrédito de la base científica del racismo, el racismo como ideología permanece e incluso se ha acentuado en los últimos tiempos. Las características morfológicas del rostro, el cabello o el color de la piel siguen utilizándose como marcadores de discriminación racial, y en muchos países determinan las variaciones en la discriminación que se dirige contra diferentes grupos sociales racializados, ya sean negros, asiáticos, indígenas, gitanos o latinos, por no mencionar, dependiendo de la época y del contexto, a judíos, irlandeses, portugueses, españoles, italianos, eslavos. El color de la piel, en concreto, ha adquirido un significado particularmente insidioso al determinar diferencias sistemáticas de trato dentro de grupos que comparten la misma «identidad racializada» o «comunidad de color».

En las Américas, este fenómeno condujo a la formulación del concepto de colorismo para designar este trato diferencial. No hay colorismo sin racismo ni colonialismo. El colorismo potencia la complejidad y la gravedad de las narrativas y de las prácticas racistas y reitera la violencia epistémica y ontológica del proyecto colonial, una violencia aún más cruel cuando ocurre dentro de los grupos racializados. El código colorista establece que cuanto más «blanco» sea el color de la piel, mayor es la probabilidad de que alguien sea candidato a los privilegios de la blanquitud, pero, al igual que ocurre con la identidad racial, la definición del color de la piel es una construcción social, cultural, económica y política.

Los estudios sociales del color de la piel muestran que la identificación y la clasificación del color de la piel varían de una sociedad a otra e incluso dentro de la misma sociedad. Es oportuno recordar que Bethencourt decidió estudiar la historia del racismo para responder a esta pregunta: ¿cómo es posible que la misma persona sea considerada negra en Estados Unidos, de color en el Caribe o en Sudáfrica y blanca en Brasil? Yo añadiría otras dos preguntas. ¿Por qué la clasificación varía dentro del mismo país? En el caso de la sociedad brasileña, quien es considerado blanco en Bahía puede ser considerado negro en São Paulo. ¿Y puede la clasificación variar en el tiempo?

Cuando se habla críticamente del racismo, hay una gran tendencia a resaltar los daños, la violencia y la destrucción que causa en las poblaciones racializadas. No obstante, de esta forma, el color de los que causan el racismo se vuelve invisible. La piel de quien ejerce una actitud racista no tiene color, sobre todo en contextos donde el «color blanco» está asociado con el mantenimiento de privilegios heredados de la esclavitud y del colonialismo. Lo mismo podría decirse de la piel de los árabes sauditas en relación con los paquistaníes, filipinos o bangladesíes, o de los chinos en relación con los africanos.

Así, se vuelven invisibles tanto el color de la piel como los privilegios que justifica: ¿Por qué el análisis crítico del racismo incide principalmente en la discriminación que sufren los cuerpos racializados y omite los privilegios de los cuerpos no racializados? Al final, cuando se habla de «supremacía blanca» no se habla de la calidad del color, sino del poder y los privilegios que invoca. Mucho más allá de los contextos de la supremacía blanca (la blanquitud), el uso racista del color y de la ausencia de color siempre está ligado a la instrumentalización del poder y de los privilegios. Mencioné anteriormente el racismo de los chinos en China contra los africanos negros. Lo cierto es que la Corte Suprema de Sudáfrica dictaminó en 2008 que, con el fin de acceder a una discriminación positiva para promover el «empoderamiento económico de los negros», los chinos nacidos en Sudáfrica eran considerados… negros.

La conclusión urgente parece ser la siguiente: solo razones políticas y luchas de poder pueden explicar la instrumentalización social del color de la piel; y, asimismo, solo ellas explican que el probable aumento de la multiplicidad de tonos de color de piel resultante del mestizaje o la criollización no se traduzca en el fin del racismo y de la violencia e injusticia que causa. A pesar de la diversidad de contextos ya mencionada, históricamente el problema ha cobrado especial agudeza en los países donde existe una población considerada blanca, por pequeña que sea, pero en posiciones de poder, y asume distintos contornos en contextos diferentes. La investigación se ha centrado principalmente en cómo las diferencias en el color de la piel entre personas consideradas de la «misma raza» determinan diferencias de trato. El caso más tratado es el de los países que heredaron la violencia de la esclavitud, especialmente en el contexto estadounidense. Los análisis muestran consistentemente que, a pesar de avances muy significativos en el acceso a cargos públicos y privados de personas clasificadas como de raza negra (o de cualquier otra raza que no sea blanca), como resultado de las luchas contra la discriminación racial, especialmente durante los últimos cincuenta años, lo cierto es que las personas racializadas que accedieron a estos lugares tienen, en general, un color de piel más claro.

A pesar de la inmensa diversidad de tonos de piel, el color de la piel marcó y marca no solo diferencias raciales, sino también diferencias de trato dentro de la misma identidad racial. El colorismo es quizás el arma más insidiosa del racismo para dividir a los grupos racializados. Por ejemplo, en Estados Unidos, los esclavos negros de color más claro eran más caros y se buscaban para el trabajo doméstico en las casas de las plantaciones, mientras que los esclavos de color más oscuro estaban destinados al trabajo duro en los campos. De hecho, los traficantes de esclavos utilizaban las diferencias en el color de la piel para provocar la división entre los esclavos. Mucho después de la abolición de la esclavitud, el racismo y el colorismo no solo permanecieron, sino que se extendieron a nuevas categorías de población, por ejemplo, los inmigrantes europeos. Es decir, la matriz de exclusión basada en el racismo de la diferenciación fenotípica tiene un dinamismo tan cruel e insondable que se propaga «por analogía». En Estados Unidos a principios del siglo XX, los irlandeses, italianos y portugueses fueron considerados «blancos oscuros» y solo gradualmente (¿y completamente?) su color de piel fue siendo «blanqueado», acompañando su ascenso social. Pero después de todo, ¿fue el ascenso social el que blanqueó la piel o fue la piel sin matriz fenotípica la que facilitó el ascenso? La respuesta es obvia.

La persistencia del racismo y el colorismo es evidente en esta instantánea fotográfica de Brasil. El 22 de marzo de 2018, el conocido periódico estadounidense Wall Street Journal publicó un reportaje titulado «La demanda de esperma estadounidense aumenta exponencialmente en Brasil». Relataba que en los siete años anteriores la importación de semen estadounidense por mujeres brasileñas blancas, ricas, solteras y lesbianas había aumentado de modo extraordinario. Las preferencias eran para donantes de piel clara y ojos azules. Según Fairfax Cryobank, el mayor exportador de esperma a Brasil, este país fue el mercado de semen de mayor crecimiento. Mientras que en 2011 solo se habían importado 11 tubos de semen, en 2017 el número subió a 500 tubos. Según el periodista, la preferencia por los donantes blancos refleja la preocupación por el racismo «en un país donde la clase social y el color de piel están íntimamente ligados». Para las consumidoras, «los niños de piel clara tendrán la expectativa de mejores salarios y un trato más justo por parte de la policía». En Estados Unidos, las mujeres negras con tonos de piel más claros y rasgos europeos tienden, al igual que en otras circunstancias, a tener más éxito en conseguir un trabajo, en una carrera profesional, en concursos de belleza o en videos musicales. En el caso de Brasil, el testimonio de Bianca Santana refleja esta dimensión del racismo estructural: «Mi piel no está teñida. Tengo el color del mestizaje brasileño, que tantas veces se ha utilizado para reafirmar el mito de la democracia social… Poder ser vista como blanca o, mejor, como no negra, me dio oportunidades que probablemente no tendría si mi piel fuese más oscura, como ocupar un puesto de coordinación en un colegio europeo de élite.

El colorismo también ha existido dentro del mismo grupo racial cuando, por ejemplo, en el siglo XIX y principios del XX, los clubes de las élites negras en Estados Unidos negaban el acceso a personas con el color más oscuro. La internalización del colorismo ha llevado y sigue conduciendo a prácticas de blanqueamiento de la piel y la demanda de productos blanqueadores ha crecido enormemente (Lynn Thomas, Beneath the Surface: a transnational history of skin lighteners, 2020). Pero, por otro lado, el colorismo también puede operar a la inversa, en contextos de comunidades altamente racializadas y como reacción de resentimiento: discriminar a las personas de piel más clara consideradas débiles o inferiores por ser producto de mezcla de razas.

El color, el contracolor y el arco iris

El color de la piel es un marcador esencialista en nuestras sociedades desiguales y discriminatorias y, como fenómeno político, puede utilizarse con diferentes orientaciones políticas y hasta como forma de compensación histórica. En 1903, el gran intelectual estadounidense negro W.E.B. Du Bois escribió proféticamente que el problema del siglo XX sería «la línea de color», la «línea de la división racial por el color». Así fue y así parece seguir siendo hasta bien entrado el siglo XXI. A mediados del siglo pasado, Franz Fanon mostró elocuentemente cómo el racismo actuaba a través de una fractura dialéctica entre el cuerpo y el mundo, entre el «esquema corporal» y el «esquema racial epidérmico». El fenotipo epidérmico sería trivial si no existiera el racismo fenotípico.

La lógica racial y colorista se utiliza tanto para excluir a los «otros» como para unir el «nosotros». Ahí radica uno de los hilos con los que se teje la extrema derecha de nuestro tiempo. En el polo opuesto, el movimiento black is beautiful de los afroamericanos en la década de 1960, que luego se extendió a otros países (por ejemplo, en la Sudáfrica del apartheid), consistió en reivindicar el color y cambiar su connotación. Siempre que el color es politizado contra el racismo para unir la lucha antirracial y la lucha anticapitalista, el color de la piel tiende a perder el esencialismo y a relativizarse.

Intensamente politizada, la lucha del Black Panther Party fue notable, especialmente en la década de 1970-1980, en un esfuerzo por abolir la relevancia de las diferencias de color de piel entre la comunidad negra. Y ayer, como hoy, queda abierta la cuestión de saber en qué medida grupos de varias razas, etnias y colores de piel pueden unirse en las luchas contra el capitalismo, el colonialismo, el racismo y el sexismo, para así aumentar las posibilidades de éxito de las luchas por una sociedad más justa. Los períodos de mayor optimismo han sido seguidos por períodos de mayor pesimismo con una circularidad inquietante.

Dos cosas parecen seguras. Por un lado, los esencialismos identitarios tienden a dificultar la articulación de las luchas sociales contra la desigualdad y la discriminación. Por otro lado, no se puede confundir el cambio en el color del poder con el cambio en la naturaleza del poder. Después de todo, la burguesía negra estadounidense se ha preocupado por alcanzar el poder capitalista y no por cambiarlo (véase Barack Obama). Y no será diferente en otros lugares.

Wittgenstein escribió (Observaciones sobre los colores) que un pueblo de daltónicos tendría otros conceptos sobre los colores. ¿Sería esta una solución al racismo basado en el color de la piel? Si es correcta mi propuesta de que el racismo no reside en el color en sí, sino en la política del color centrada en la desigualdad de poder y en la concentración excluyente de privilegios, la respuesta es no. Si se mantiene la estructura de poder, el prejuicio no desaparecería, solo se expresaría de otra forma y con otra justificación.

Traducción: Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez, para Público.

Fuente: https://rebelion.org/la-politica-del-color-el-racismo-y-el-colorismo/

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PISA, como equipo

Por: David Calderón

La participación de México en PISA se libró de morir por inanición y por incuria, gracias a la vigilancia de la sociedad civil y a la insistencia de los medios de comunicación…

El Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés) tendrá su siguiente edición en 2022; participarán 87 países –37 miembros de la OCDE y otros 50 más– para tener un referente en los aprendizajes que pueden desplegar y aplicar los alumnos de 15 años cumplidos, en pensamiento científico, comprensión lectora y habilidades matemáticas.

Un año antes del gran operativo nacional es importante ejecutar la ‘prueba de campo’: un proceso de piloteo que permite identificar y resolver aspectos que garanticen las condiciones de confiabilidad. Se revisan costos y tiempos en la logística; que lleguen en tiempo y forma las computadoras que se usan (la evaluación se resuelve en pantalla); que los tiempos de respuesta de los cuestionarios estén bien calculados… incluso sirve para revisar que la redacción de los ejercicios sea adecuada para las y los jóvenes diversos que en 2022 serán los evaluados.

Se encendió la alarma en días pasados cuando se hizo público el retraso y la falta de comunicación de las autoridades educativas mexicanas sobre el avance en el pilotaje. En los titulares quedó plasmado “se suspende”, “se cancela”. Con más sensatez, la misma OCDE afirmó que no había ninguna comunicación que indicara la supuesta salida, pero invitaba a reconocer el valor de la prueba para México.

En paralelo, un colectivo de organizaciones de sociedad civil, encabezado por los representantes en el Sistema Nacional de Protección de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, emitió un posicionamiento ponderando el valor de PISA como uno de los elementos que permite confirmar avances en el mandato del artículo tercero constitucional, al respecto de propiciar el máximo logro de aprendizaje, y emplazó a la Secretaría de Educación Pública (SEP) y a la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (Mejoredu) a confirmar “…que México estará listo a participar en el operativo de PISA en 2022 y que hay un compromiso de plena transparencia para el fondeo, ejecución y difusión social de los resultados”.

Cuestionado en su conferencia matutina, el 3 de mayo el presidente afirmó que no tenía porqué no continuar… “si me van a preguntar: ‘¿va a continuar México permitiendo que se hagan pruebas para que mejore la calidad de la enseñanza?’, digo: Sí”. El vocero de la administración, Jesús Ramírez, afirmó en un tuit: “La Prueba PISA continuará en México. El retraso en la aplicación de las pruebas de estudiantes se debió a la pandemia…”. En el curso del día, la SEP y la MEJOREDU reiteraron la afirmación de que PISA va.

La participación de México en PISA se libró de morir por inanición y por incuria, gracias a la vigilancia de la sociedad civil y a la insistencia de los medios de comunicación. En todo este episodio se evidenció la falta de coordinación entre SEP y Mejoredu, así como la malquerencia ideológica y la falta de compromiso de esta última para hacer un trabajo sistemático con las evaluaciones internacionales, lo que ya cobró la retirada injustificada, unilateral y opaca de nuestro país de ERCE, la evaluación latinoamericana coordinada por UNESCO.

Pero, ¿hay dinero para esto? ¿Es costoso? Las respuestas son: no es muy costoso; y sí hay dinero. Al Presupuesto de Egresos de la Federación le recortaron en muchos rubros, pero en la bolsa E003, etiquetada “Evaluaciones de la calidad de la educación” hay 110 millones de pesos, casi tres veces lo que cuesta PISA, y eso sin tocar los 313 millones asignados a Mejoredu.

Quedó claro también que la acción de la sociedad civil es crucial para que los instrumentos de diagnóstico puedan servir para ajustar las intervenciones pedagógicas, que los resultados se vinculen al contexto y se ponga foco en lo que permite superar la inequidad y la exclusión. Que identifiquemos dónde estamos no es “más presión” –como refiere, en el colmo del adultocentrismo y la justificación, la Mejoredu– sino que, tras la pandemia, marca la responsabilidad para atender con urgencia las lagunas y desajustes que implicó el recurrir a la limitada educación a distancia. Bien señaló la secretaria Gómez que PISA favorece la reflexión y ajuste que pueden hacer las y los maestros como educadores para apoyar mejor a sus estudiantes.

La transparencia y rendición de cuentas, la posibilidad de reorganizar el currículum, la gestión y los métodos no se sacan del aire; se apoyan en la evidencia. PISA no debe ser ni la única ni la principal pieza para saber qué nos pasó en el oscuro túnel de 14 meses y contando de escuelas cerradas. Pero prescindir de su diagnóstico sería irresponsable. Más: son profundamente conservadoras la opacidad y falta de datos, pues favorecen que permanezcan la injusticia y la desigualdad.

Más por la deriva de los hechos que por plena voluntad de los involucrados, PISA 2022 se hará; ahora vale la pena que todos le sumemos, desde el presidente hasta Mejoredu, la prensa y la sociedad civil, la SEP y los docentes. Acá vamos a estar todos; mejor esforzarse en que PISA resulte trabajo de equipo.

Fuente: https://profelandia.com/pisa-como-equipo/

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Inclusión e igualdad, claves de la educación virtual en pandemia

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Si algo nos ha dejado claro el último año es que toda nuestra vida ha cambiado de un momento para otro, y cada vez es más evidente que muchas de esas transformaciones han venido para quedarse.

Lo vemos en la forma en que nos relacionamos con amigos y la familia, en el trabajo, en los cambios en nuestras prioridades vitales, y aunque no se hable tanto de ello, también en la educación.

Bien porque seamos docentes, estudiantes de cualquier nivel y ámbito educativo, como padres o madres, o por tener algún conocido estudiando: la pandemia ha hecho que la educación tal como la conocíamos hasta el año pasado nunca más volverá a ser igual.

Como ya explicaron las investigadoras María del Mar Sánchez y Paz Prendes, la educación virtual tiene sus propias reglas y dinámicas que la convierten en un modelo pedagógico que no es efectivo para emular el aprendizaje en entornos presenciales y síncronos tradicionales.

Desequilibrios educativos

Precisamente ese rápido, abrupto y desestructurado paso de la enseñanza presencial a la educación en confinamiento ha provocado profundos desequilibrios en el sistema educativo: desde la falta de acceso a ordenadores y conexión a internet hasta la ausencia de conocimientos y competencias por docentes y estudiantes para adaptarse adecuadamente al modelo en línea, pasando por los riesgos de una digitalización capitalista de la educación, entre otros.

Este panorama nos muestra la complejidad del traspaso de los modelos educativos presenciales a las diferentes modalidades en línea y, por tanto, la necesidad de una mirada amplia que permita analizar e intervenir de manera holística en la resolución de estos problemas.

Desde hace décadas, una rama importante de la sociología de la ciencia y la tecnología se dedica a desvelar la “magia” que hay detrás de los experimentos tecnocientíficos y las discusiones políticas, concluyendo que aquella compleja fórmula matemática para describir un agujero negro o la presentación final de una nueva y farragosa ley, en realidad son el resultado de una compleja relación laboral y académica entre científicos y becarios, el descarte de decenas de experimentos anteriores que salieron mal, la obtención (o no) de una nueva financiación o el éxito en el convencimiento de otros grupos para que apoyen la iniciativa.

Ni buena, ni mala, ni neutra

La conclusión de estos estudios es que necesitamos atender y comprender las pequeñas acciones locales en detalle para poder dar cuenta de fenómenos tan globales y complejos como los científicos o los políticos. Así lo acabaría resumiendo uno de los fundadores de la sociología de la ciencia, Melvin Kranzberg: la tecnología no es buena ni mala, pero tampoco es neutra, es decir, cualquier innovación o hito científico o político no es bueno ni malo a priori, necesitamos comprenderlo en su complejidad y en su contexto para poder valorarlo.

Este punto es relevante para analizar lo ocurrido durante este año con la educación y la pandemia. Extrapolando el argumento de Kranzberg a lo que ya hemos explicado y que todas y todos hemos vivido de diferentes modos, podemos afirmar que la educación virtual no es buena ni mala, pero tampoco es neutra. Y para analizar el cambio educativo sin reducirlo a ese proceso mágico y abrupto, necesitamos analizar la complejidad de los sistemas educativos y atender a las comunidades educativas locales.

Igual que ocurre con los análisis sociológicos de laboratorios o parlamentos, resulta ingenuo reducir el traspaso de la educación presencial a la virtual a la conexión de estudiantes y profesores a una pantalla y una conexión a internet.

Algunos juegan con ventaja

Para evitar la brecha digital o para garantizar la igualdad de oportunidades en el nuevo modelo educativo debemos tener en cuenta la existencia de condiciones que sitúan “en ventaja” desde la línea de salida a algunas personas frente a otras: la mayor habilidad con las nuevas tecnologías, la posibilidad de dedicarse a las labores educativas sin atender a la familia o a un trabajo, el apoyo económico y cultural de los convivientes a la óptima adecuación del estudiante al contexto virtual o la mayor capacidad para atender durante un largo periodo a las indicaciones de una pantalla.

No todas y todos los estudiantes y docentes tienen algunas de esas ventajas, porque no todas las personas somos iguales y, por tanto, el cambio en el modelo educativo debe partir del reconocimiento de esta diversidad.

Pero ¿cómo hacer esto? Si bien existen diversas maneras, enfoques y alternativas, todos ellos deberían pasar por la escucha de las necesidades que docentes, estudiantes, madres, padres, equipos directivos y técnicos educativos han tenido durante este proceso.

Nadie es más experto en un proceso educativo, en enseñar y aprender y en las características de sus estudiantes que aquel docente, aquella alumna o aquel tutor que diariamente hacen el esfuerzo por enseñar y aprender virtualmente en un contexto pandémico sobrevenido. Estos actores forman las comunidades educativas locales, y deben formar parte de las actuaciones políticas educativas que les están afectando e interpelando directamente.

Aprovechemos esta situación

Solo así se puede juzgar el papel de la educación virtual. No es buena ni mala (a priori), pero tampoco es neutra. Por tanto, nada es más prioritario que aprovechar este acontecimiento tan relevante a nivel mundial para hacer un análisis profundo con el fin de garantizar la inclusión y la igualdad en cada contexto y en cada comunidad educativa particular.

Ningún momento es mejor que el actual, en el que el reparto de los fondos europeos para superar la pandemia mediante la transformación digital nos brinda la oportunidad de hacer de la nuestra una sociedad más responsable, justa y democrática para con su sistema educativo y alineada con los objetivos de desarrollo sostenible de la agenda 2030.

Fuente: https://theconversation.com/inclusion-e-igualdad-claves-de-la-educacion-virtual-en-pandemia-158007

Imagen:  mmi9 en Pixabay

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La ceguera

Por: Julio Leonardo Valeirón Ureña

Construcción de nuevos esquemas de pensamiento que permitan su interpretación y la búsqueda de las mejores alternativas para afrontarlo.

En su obra República, Platón (428 a. de C. – 347 a. de C.), escrita hacia el año 380 a. de C, para explicar la realidad del conocimiento, crea el conocido Mito de la Caverna, con el cual ilustra, desde su perspectiva, acerca del origen del conocimiento, así como, lo relativo a la representación de las cosas y sobre la naturaleza de la propia realidad.

En su estilo narrativo y anecdótico, Platón, tomando como protagonista a Sócrates, su maestro, y su hermano Glaucón, asume el diálogo, más que como una narración, como un método de investigación discursivo, y de esa manera hablan de cómo afecta el conocimiento y la propia educación filosófica, a la sociedad y a los individuos. Sócrates le pide a Glaucón que imagine un grupo de prisioneros encadenados detrás de un muro desde su infancia. Un fuego ilumina, al otro lado del muro; los prisioneros solo pueden ver las sombras que se proyectan en el fondo de la caverna, de todo aquello que pasa entre ellos y el fuego. Le dice a Glaucón que los prisioneros terminarán creyendo que aquello que observan, las sombras en el fondo de la caverna, es el mundo real, sin percatarse de que son solo apariencias. Cuando uno de los prisioneros se libera de sus cadenas y asciende hacia la salida, dice Sócrates, en un principio el resplandor le ciega y lo impulsa a volver a la oscuridad; solo cuando logra, por su persistencia, acostumbrarse a la luz del fuego y empieza a ver lo que realmente pasa por la entrada de la caverna, inicia su primer paso en la adquisición del conocimiento. Se pudiera argumentar, cuando solo vemos lo que nuestros propios ojos ven, es muy difícil llegar al conocimiento de las cosas tal cual. O dicho de otra manera, a veces “solo vemos, lo que queremos ver, en presencia o ausencia del objeto visto”.

Cuando Peter Berger y Thomas Luckmann escribieron su libro La construcción social de la realidad[1], nos pusieron a todos los científicos y académicos sociales a reflexionar acerca de éste gran tema. Se dice, incluso, que dicha obra ha sido una de las más importantes e influyentes de la sociología y la psicología social contemporáneas. Dos cuestiones se constituyen en las tesis fundamentales de los autores referidos:

  1. La realidad se construye socialmente.
  2. La sociología del conocimiento debe contribuir al análisis de los procesos que lo hacen posible.

Así pues, el principal rol de la comunicación social se centra en la construcción de “opinión pública” en torno a los acontecimientos de la vida social y política, y por qué no, incluso farandulera. Pero, sobre todo, desde “ciertas perspectivas”.

Con frecuencia escuchamos dos o más comunicadores sociales, políticos, juristas, incluso hasta profesionales de la ingeniería y la salud, discutir acerca de algún tema en específico y pareciera que están hablando de dos cuestiones totalmente distintas, aún se trate incluso de un mismo texto leído entre ambas partes.

Hay quienes argumenta, que “todo es, según el cristal con que se mire”. El problema es, por supuesto, desde que cristal se observa la realidad y en qué medida dicha idea representa la realidad que se trate.

Quizás sea pertinente traer a colación el llamado “efecto Werther”. Cuando se publicó en 1774 la novela de Goethe “Las penas del joven Werther”, una oleada de suicidios en jóvenes de ambos sexos fue la consecuencia de su empatía, ante el infortunado personaje de la novela. Esto nos muestra cuan vulnerables somos cuando se trata de los procesos de masas.

Por su carácter estratégico en lo relativo a la construcción de un proyecto de país, la educación no puede ser vista “solo desde un cristal particular”. Como bien social, la educación debe estar muy por encima de los intereses particulares de ningún grupo, no importa su naturaleza. Pese a los esfuerzos de construcción del Plan Decenal de Educación 1992-2002, que en su etapa previa se constituyó en un movimiento social diagnóstico del sector educativo y que involucró a todos los sectores sociales, posteriormente en sus diversas etapas históricas de ejecución, terminó siendo “según el cristal con que se mire”. Cada grupo, en su momento, pretendió constituirse en el referente más idóneo de los intereses educativos nacionales. Los resultados están ahí, a la vista de todos. Los logros de aprendizajes de nuestros estudiantes, aún hoy, están muy por debajo de las expectativas formuladas en el primer plan decenal de educación.

Por otra parte, la problemática que vivimos hoy es lo suficientemente compleja, como para abordar la cuestión educativa desde una sola perspectiva. En primer lugar, vivimos una crisis profunda por un modelo económico generador estructural de pobreza y desigualdad que se ha venido agotando paulatinamente, que llevó incluso al Secretario General de la ONU Antonio Guterres en el homenaje anual a Nelson Mandela de 2020, a decir lo siguiente: “las 26 personas más ricas del mundo poseen tanta riqueza como la mitad de la población mundial”. No hay dudas, vivimos una época de alta producción de riqueza, a costa de todo el daño ecológico con que se agrede a la “madre tierra”, pero que al mismo tiempo, solo ha servido para incrementar la pobreza y la desigualdad social. En segundo lugar, la crisis social y económica cobra matices más complejos por la pandemia por el coronavirus y todas sus consecuencias sociales y económicas, afectando principalmente a las poblaciones más vulnerables. En tercer lugar, somos testigos de un desarrollo sin antecedentes en la historia respecto al conocimiento y su disposición, así como el de las tecnologías de la información. Manuel Castells ha señalado, que las tecnologías de la información y las redes sociales han inaugurado una nueva manera de relacionarnos, y una nueva manera de ejercicio incluso del poder social.

En ese contexto, no es posible mantener el modelo educativo que ha prevalecido en los últimos 30 o 40 años. Dicho modelo, no solo que no es capaz de dar respuesta a las necesidades particulares de los propios sujetos, sino incluso, a las de la sociedad contemporánea en su conjunto.  La escuela, como herramienta de construcción de sentidos, tiene que ser repensada en todos sus órdenes, desde una perspectiva pedagógica crítica, colocando en el centro de la cuestión, al sujeto concreto.

Asumir dicha perspectiva, en las actuales circunstancias, es romper con las visiones que hasta el momento han pautado el quehacer la educación dominicana. No es posible seguir amarrado, a la ya tradicional visiones cortoplacistas y particulares, so pena de seguir en la ceguera ante las nuevas realidades sociales y culturales que nos rodean y que exigen nuevas maneras de pensar y actuar en educación.

Salgamos de nuestras cuevas, entendamos una vez por todas que la educación como la salud, no tienen apellidos ni colores políticos, sí el de un país que reclama a sus líderes políticos y sociales respuestas efectivas a los problemas nacionales, desde la perspectiva de los intereses nacionales colectivos, que siempre estarán por encima de todos los intereses particulares, sean esos de naturaleza personal o corporativos.

El tiempo avanza irremediablemente y aún no se visualiza ninguna acción dirigida a repensar la educación y la escuela, como lo demanda el propio presente, y más aún, el futuro del mundo y de la propia República Dominicana.

Del prólogo escrito por Catalina Andújar Scheker, en el documento de la OEI (Organización de Estados Ibero-americanos), La educación dominicana al 2021: reflexiones, planteamientos y experiencias, recojo la siguiente idea, que muy bien viene al caso:

“Las deudas educativas acumuladas del siglo XX, no sólo en la República Dominicana, sino en toda la región iberoamericana, nos señalan que la educación sigue siendo una cuestión de justicia social. Por tanto, se hace necesario impulsar y fortalecer acciones integrales e intersectoriales. que atiendan las desigualdades y favorezcan oportunidades educativas de calidad.

Por otro lado, están los nuevos retos de la sociedad de hoy, caracterizada por los cambios continuos, la celeridad y la incertidumbre, lo que sin dudas complejiza aún más la situación educativa actual. Este escenario complejo demanda la construcción de nuevos esquemas de pensamiento que permitan su interpretación y la búsqueda de las mejores alternativas para afrontarlo.

Avanzar en estos desafíos requiere articular esfuerzos y acciones coherentes; demanda que el país incremente su capacidad de producir conocimiento e innovar”.

Dejemos solo los ojos vendados a la justicia.

[1] Primera edición en castellano, 1968. Amorrortu editores

Fuente: https://acento.com.do/opinion/la-ceguera-8942567.html

Imagen: RepentAndBelieveTheGospel

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