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Queremos regresar… pero no a lo mismo

Por: Sylvia B. Ortega Salazar

Hace poco más de un año que sostenemos conversaciones sobre las afectaciones que han sufrido los niños, niñas y jóvenes durante el prolongado cierre de las escuelas. Con el tiempo y a partir del debate entre los miembros de nuestras comunidades educativas nacionales e internacionales, empezamos a dimensionar las dificultades que habremos de enfrentar al regreso.

Se perfila un amplio consenso en torno a la convicción de que, en ausencia de medidas de contención, en un primer momento, y de la pronta implementación de políticas para la transformación radical en todas las dimensiones del Sistema Educativo Nacional, el destino será el de la profundización de la exclusión, la ampliación de las brechas de aprendizaje y la reproducción de los circuitos de una pobreza más extendida, más ligada a la desesperanza.

Los abundantes estudios que circulan, con evidencias cada vez más sólidas, muestran los impactos en las economías de los países de América Latina, en el trabajo, especialmente el de las mujeres y los jóvenes. Se han documentado las enormes dificultades de las familias para proveer cuidados a niños pequeños, personas mayores o con discapacidades y se revelan descarnadamente las violencias en contra de mujeres y niñas.

Entre educadores, hemos transitado de la urgente preocupación por la salud física y mental de los miembros de nuestras comunidades, a las miradas sobre las actuaciones, en muchos casos ejemplares, de docentes, directivos y familiares. Hemos visto surgir iniciativas para localizar a los estudiantes que dejaron de tener contacto con los planteles y sus maestros; también hemos apreciado la imaginación y la voluntad de muchos profesores para aprender a comunicarse y a trabajar con sus estudiantes a la distancia, con lo que han logrado mitigar el sentimiento de pérdida al ver cerradas sus escuelas y severamente limitadas sus interacciones con otros.

¿Qué hicieron los gobiernos y autoridades educativas?

Desde el ángulo de la actuación de los gobiernos de la región, los informes recientes y los diálogos entre autoridades educativas de niveles federal y estatal, dan cuenta de que las medidas que se tomaron para la protección de las comunidades escolares, sin menoscabo de la procuración de condiciones para la continuidad de las actividades académicas, son similares y, esencialmente adecuadas.

Hay registros más o menos detallados de los esfuerzos de gran escala, como el recientemente evaluado programa de “Aprende en Casa II”, así como de programas subnacionales como los de algunas provincias de Brasil, ciudades como Nueva York o los proyectos de enseñanza a distancia con medios y plataformas como los que reportaron los ministros de varios países. Se han documentado las medidas para hacer llegar guías de estudio, cuadernillos y todos los recursos posibles a los grandes segmentos de nuestras poblaciones sin acceso a las comunicaciones y los dispositivos. Son respuestas que dejan lecciones y sugieren adaptaciones para incrementar la inclusión.

De especial interés han sido los numerosos y variados seminarios, conferencias y eventos en los que participan docentes frente a grupo que comparten sus ideas, expresan sus malestares e intercambian materiales, recursos y hablan con mucha pasión sobre lo que les ha funcionado para atraer la atención de sus estudiantes, despertar su curiosidad y lograr que aprendan.

Recientemente han circulado dos trabajos producidos por la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (MEJOREDU), uno en el que se describen y comparan las medidas que han tomado los gobiernos de varios países para asegurar a sus poblaciones el derecho a la educación y otro, en el que se recogen los testimonios de los maestros en sus búsquedas para responder lo mejor posible a esos alumnos que ahora ven en las pantallas o con quienes tratan en grupos de WhatsApp.

Estas reflexiones de los docentes dan cuenta de lo mucho por hacer para comprender lo que ha ocurrido con los niños, niñas y jóvenes en este largo encierro. Cierto, como se desprende de las miradas de sus profesores, al regreso serán otros, habrán tenido experiencias muy diversas y los grupos a los que los docentes habrán de atender serán aún más heterogéneos y frágiles que en el pasado reciente. Habrá que, se afirma, reinventar la profesión al tiempo que se opera una transformación profunda de la organización escolar, las cadenas de autoridad, los procesos de control, las normas, las pedagogías, las tecnologías, las culturas y relaciones, en fin, de todas las dimensiones de las prácticas y los procesos del sistema.

¿Qué esperamos ver al regreso y qué recursos tenemos para evitar una «catástrofe generacional»?

En todos los niveles y espacios educativos públicos y privados el objetivo principal se resume en la frase «Que nadie se quede atrás» y, menos aún fuera de la escuela. Pero no se trata ya de salir a localizar alumnos, sino de la implementación de una política de activa recuperación de las matrículas por nivel, según grupo de edad, y en todos los espacios geográficos. Se requieren registros precisos de quienes no se han reportado, documentación sobre desplazamientos de las familias y, sobre todo, flexibilidad total para aceptar a los menores en los planteles o servicios que resulten accesibles, aceptables y adaptables, en términos de la definición de UNICEF.

Esperamos una «pérdida de aprendizajes» que ya venía preocupando a docentes y madres y padres de familia y que ahora ha sido escrupulosamente documentada por el Banco Mundial en su reciente informe. Cierto, es inevitable, pero también es preciso contar con un buen examen diagnóstico individual que nos permita encontrar a ese niño, a esa niña y a ese joven allí donde se quedó, para proponerle una ruta atractiva a la comprensión, el razonamiento y el pensamiento crítico. Importa también identificar lo que sí se aprendió, más allá de los saberes escolares.

Pero, quizá lo más importante para abrir las avenidas hacia un cambio educativo es aprender colectivamente a funcionar con eficacia, en la estabilidad o en las emergencias, lo que quiere decir, adaptabilidad, autonomías relativas, buena coordinación, profesionalización y nuevas políticas educativas con amplios consensos y la participación de profesionales, científicos, actores corporativos y sociales, autoridades de los distintos sectores y niveles de gobierno.

Suena familiar, suena a un pacto. Pues si, pero esta vez es un acuerdo en el límite, por la supervivencia primero y el bienestar general en el mediano plazo.

https://www.muxed.mx/post/queremos-regresar-pero-no-a-lo-mismo

Sylvia B. Ortega Salazar es integrante de MUxED. Doctora en Sociología por la Universidad de Texas. Ha sido rectora de la UAM-Azcapotzalco y de la UPN; Subsecretaria de Servicios Educativos en el Distrito Federal y de Educación Media Superior. Actualmente es consultora de UNICEF y de UIL-UNESCO. Se desempeña como responsable de Proyectos Estratégicos en CONALEP y preside el Consejo Ciudadano de MEJOREDU. Twitter: @Sylvia_OrtegaS

Referencias:

Banco Mundial (2020) COVID-19: Impacto en la educación y respuestas de política pública.  Washington, Grupo Banco Mundial. Disponible en https://openknowledge.worldbank.org/bitstream/handle/10986/33696/148198SP.pdf?sequence=6&isAllowed=y

CEPAL (2020) El desafío social en tiempos del COVID-19Informe especial No. 3. Santiago, CEPAL. Disponible en https://www.cepal.org/es/publicaciones/45527-desafio-social-tiempos-covid-19

CEPAL (2021) La autonomía económica de las mujeres en la recuperación sostenible y con igualdad No. 9. Santiago, CEPAL. Disponible en https://www.cepal.org/es/publicaciones/46633-la-autonomia-economica-mujeres-la-recuperacion-sostenible-igualdad

CEPAL-OIT (2020) El trabajo en tiempos de pandemia: Desafíos frente a la enfermedad por coronavirus (COVID-19). Coyuntura laboral en América Latina y el Caribe No. 22. Santiago, CEPAL. Disponible en https://www.cepal.org/es/publicaciones/45557-coyuntura-laboral-america-latina-caribe-trabajo-tiempos-pandemia-desafios-frente

MEJOREDU (2020) Experiencias de las comunidades educativas durante la contingencia sanitaria por COVID-19. Educación Básica. México, MEJOREDU. Disponible en https://www.gob.mx/mejoredu/es/articulos/encuesta-sobre-las-experiencias-de-las-comunidades-de-educacion-basica-durante-la-contingencia-por-covid-19-en-el-ciclo-escolar-2019-2020?idiom=es

MEJOREDU (2021a) Experiencias internacionales de apoyo a la educación durante la emergencia sanitaria por COVID-19. Balance y aportaciones para México. México, MEJOREDU. Disponible en https://www.gob.mx/mejoredu/articulos/experiencias-internacionales-de-apoyo-a-la-educacion-durante-la-emergencia-sanitaria-por-covid-19-balance-y-aportaciones-para-mexico?idiom=es

MEJOREDU (2021b) Comunidades escolares al inicio del confinamiento por SARS-CoV-2. Voces y perspectivas de los actores. México. MEJOREDU. Disponible en https://www.gob.mx/mejoredu/articulos/comunidades-escolares-al-inicio-del-confinamiento-por-sars-cov-2-voces-y-perspectivas-de-los-actores?idiom=es

UNICEF (2020) Serie de seminarios web para América Latina y el Caribe: No dejar a nadie atrás en tiempos de la pandemia por COVID-19. Disponibles en https://es.unesco.org/fieldoffice/santiago/covid-19-education-alc/seminarios-web

Fuente: educacionfutura

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USICAMM: la evidente decepción de la 4T

Por: Abelardo Carro Nava

Aprobada la reforma educativa de 2013, se constituyó la Coordinación Nacional del Servicio Profesional Docente (CNSPD) y, al Instituto Nacional para la Evaluación de Educación (INEE), le fueron conferidas otras atribuciones que no tenía contempladas desde su creación en los primeros años del 2000.

La resistencia magisterial a la reforma peñaniestista, a través de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) no se hizo esperar. De hecho, por esos años, su presencia fue más que evidente durante las discusiones que se tuvieron en las cámaras de representantes de México. Marchas, plantones, manifestaciones, consignas, fueron parte de ello. No obstante, el Pacto Por México había cumplido su cometido: golpear al magisterio como si este fuera responsable directo de las fallidas política educativas implementadas en nuestro país.

Meses pasaron y las evaluaciones para el ingreso al Servicio Profesional Docente y para del Desempeño Docente se pusieron en marcha; la escasa claridad en cuanto al significado que se le asignó a las palabras idóneo y no idóneodestacado no destacado, los cercos policiacos y militares que se implementaron en – prácticamente – todo el país para que se realizaran esos ejercicios evaluativos, los resultados ampliamente cuestionados que llevaron a una clasificación del magisterio, la incapacidad de una CNSPD para hacer cumplir la ley – a nivel federal y local – tal y como fue establecida en la Constitución y sus leyes secundarias, propiciaron que cientos de maestros y maestras mostraran su inconformidad y rechazaran una evaluación a todas luces punitiva y, desde luego, a la mal llamada reforma educativa.

La resistencia magisterial aumentó y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación: calló.

Obviamente que, este creciente malestar en el gremio, fue bien capitalizado por algunos actores políticos que buscaban con ahínco la Presidencia de la República, entre ellos, quien hoy despecha desde Palacio Nacional. Según se dijo en Guelatao: el magisterio sería revalorizado y el ejecutivo haría uso de sus facultades para detener las afectaciones laborales y administrativas al magisterio nacional (Animal Político, 2018).

Cierto, la evaluación punitiva se canceló, pero la esencia de la reforma neoliberal de 2013, criticada hasta el hartazgo por propios y extraños, se mantuvo en 2019 cuando se aprobó la reforma a la reforma emanada de ese Pacto. ¿Tendríamos que congratularnos y ser agradecidos por ello? En absoluto. Una reforma, en sentido estricto, es un procedimiento que se realiza con el propósito de modificar, mejorar, enmendar, actualizar o innovar, progresivamente, un aspecto que es susceptible de ser transformado. Consecuentemente, si bien es cierto que la reforma del 2019 enmendó lo relativo a la evaluación punitiva dada la afectación a los derechos laborales de los trabajadores de la educación, también es cierto que, a través de los principios establecidos en la Carta Magna y las subsecuentes leyes aprobadas en 2019, ésta no modificó, mejoró, actualizó o innovó algunos principios con la intención de impulsar una transformación educativa de la envergadura que tanto promueve este régimen. La Coordinación Nacional del Servicio Profesional Docente, solo cambió de nombre.

Y para muestra un botón. Sí, un botón denominado Unidad del Sistema para la Carrera de las Maestras y los Maestros (USICAMM) que, desde que comenzó a operar, ha sido una total y completa decepción.

Aquí algunas razones (pero hay una infinidad de ellas), mismas que en otros artículos he señalado, pero que complemento con otras que he registrado en los últimos días:

Existencia de un proceso de admisión inconcluso (2020-2021), plagado de inconsistencias administrativas – a nivel federal y local – dada la suspensión de la aplicación del instrumento de valoración de conocimientos y aptitudes a los aspirantes cuyos nombramientos en vacantes definitivas y temporales, se asignaron de manera errónea en las entidades por la falta de claridad de la USICAMM en todo este proceso.

Violación a la misma ley en el proceso de admisión inconcluso (2020-2021), al eliminar las dos listas de ordenamiento generadas en este proceso (antes de la suspensión de la aplicación del instrumento de valoración) estableciendo una sola lista de ordenamiento.

Cambios repentinos, y sin fundamento, en las fechas para la aplicación de los instrumentos de valoración sin que haya un respeto al calendario publicado por la misma USICAMM.

Registros insuficientes para los participantes en los procesos de admisión y promoción. ¿Acaso se pensó que el magisterio no deseaba evaluarse para ingresar o promoverse?

Errores recurrentes y constantes en la plataforma y, de las cuales, se ha dado cuenta en diversos medios de comunicación sin que la USICAMM se haga responsable de tales errores.

Rechazo de los aspirantes en los procesos de admisión y promoción, aun y cuando éstos hayan cumplido cabalmente con los requisitos estipulados en las convocatorias respectivas.

Establecimiento de un horario de servicio de una plataforma de 9:00 a 21:00 hrs., sin que exista un fundamento legal, administrativo o tecnológico que lo justifique.

Guías de estudio emitidas unos días antes de la evaluación para la admisión o promoción docente y con errores en su contenido y diseño.

Evaluaciones en línea cuya responsabilidad directa (por el uso de los equipos tecnológicos) recae en los participantes, bajo “normas” absurdas y con criterios de monitoreo y seguimiento, similares a los establecidos por la CNSPD.

Reportes de incidencias que pueden generarse por la aplicación de los instrumentos de valoración de conocimientos y habilidades, que dejan en estado de indefensión a los participantes dada la responsabilidad que les asigna a éstos la propia USICAMM. ¿Y el SNTE?

La posible contratación de un prestador de servicios integrales que pocos conocen y que es la responsable del software que se empleará en la aplicación de los instrumentos de valoración.

Y así, muchas, pero muchas incidencias más…

¿Acaso el que un candidato a la Presidencia haya obtenido una cantidad importante de votos en las pasadas elecciones limita o restringe el derecho a cualquier trabajador de la educación para exigir las condiciones laborales y profesionales que le permitan ingresar, permanecer y promoverse al interior del Sistema Educativo Mexicano?

No todo lo que se diga y argumente es un ataque contra esta figura presidencial o hacia el régimen que ésta representa; los hechos ahí están y son más que evidentes los atropellos que vive hoy día el magisterio.

Si con Peña Nieto la resistencia y rechazo magisterial fue un hecho tangible durante todo el sexenio dados esos atropellos de los que fueron objeto los trabajadores de la educación, ¿de qué privilegio goza el actual régimen o por qué esa resistencia y rechazo dadas las fragantes acciones que la USICAMM viene cometiendo en contra de los profesores noveles y los que ya cuentan con varios años de servicio en el Sistema no se ha observado a nivel nacional?

En 2018, en Guelatao, se expresaron promesas esperanzadoras, hoy, con el USICAMM y sus fallidos procesos de admisión y promoción: solo priva la desesperanza.

Con negritas:

Qué bueno que se aplaudió la llegada de una profesora a la Secretaría de Educación Pública; qué mal que esa misma profesora, conocedora de estos procesos, no tomé cartas en el asunto.


Referencias:

Redacción Animal Político (2018). AMLO promete a maestros reunidos en Oaxaca cancelar la reforma educativa. Animal Político. Recuperado de: https://www.animalpolitico.com/2018/05/amlo-maestros-oaxaca-reforma-educativa/

 

Fuente: Profelandia

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América Latina y El Caribe – Bicentenarios independentistas: historia siempre viva

Bicentenarios independentistas: historia siempre viva

Por Juan J. Paz-y-Miño Cepeda 

México y Perú fueron el centro de dos poderosas civilizaciones indígenas: los aztecas en México y los incas en Perú.

La conquista española fue brutal en ambos territorios (México 1519; Perú 1532), con la destrucción de ciudades, templos y edificaciones, el derrumbe de las economías y sociedades nativas, la muerte de millones de habitantes aborígenes, el sometimiento despiadado -con la cruz y la espada- de los pobladores, cuyas resistencias y luchas fueron vencidas, sin contemplaciones.

En plena época colonial, México fue sede del Virreinato de Nueva España (1535), el primero en constituirse y que prácticamente abarcó a Centroamérica; mientras el segundo, el Virreinato del Perú (1542), fue el eje de amplias regiones sudamericanas. Las dos entidades fueron polos de poder político centralizado, en los que la población indígena siempre fue numerosa. Tanto México como Lima, las capitales virreinales, concentraron la riqueza, el boato y la primacía de la cúpula de familias de “blancos”, profundamente aliados a la Corona.

Cuando en 1808 se produjo la invasión de Napoleón a España y Portugal, se alteraron las bases del poder colonial. Mientras la corte portuguesa se trasladó a vivir en Brasil, los criollos de las regiones españolas, tanto en Centroamérica como en Sudamérica, no solo quedaron impactados por la prisión del rey, sino que se preguntaron a quiénes respondían las autoridades locales, si a la auténtica corona de España o al invasor francés. Y así como en la “madre patria” se formaron juntas que asumieron la resistencia y la fidelidad a “nuestro amado Fernando VII”, en las colonias americanas empezaron las reuniones conspirativas para desconocer a las autoridades y reivindicar la soberanía de los pueblos frente a los usurpadores franceses.

En 1809, en Chuquisaca y La Paz (en el Alto Perú, hoy Bolivia) estallaron las primeras revoluciones autonomistas y, al propio tiempo, fidelistas (ya que proclamaron su fidelidad al rey); pero también en Quito, el 10 de agosto de ese mismo año, se produjo la pionera rebelión autonomista, que instaló una Junta Suprema que, si bien reivindicó la autoridad legitima de Fernando VII, se constituyó, por haber logrado el primer gobierno criollo y soberano en esta Audiencia, en el movimiento que arrancó el largo proceso de la independencia del Ecuador. Por eso Quito fue considerada en Chile como “Luz de América” y su revolución (1809-1812) fue, sin duda, el Primer Grito de Independencia en el país.

Sin embargo, en México el proceso tuvo grandes diferencias. Se inició un año más tarde que la Revolución de Quito. Para septiembre de 1810 ya había un grupo de conspiradores en movimiento; y el 16 de septiembre, el cura Miguel Hidalgo aprovechó de la misa para levantar la revolución (“Grito de Dolores”). Se convirtió en un movimiento de campesinos e indígenas, de modo que en México la rebelión fue auténticamente popular (en Haití, en 1804, la primera independencia latinoamericana, fue obra de esclavos, negros y mulatos), lo que provocó la asustada alineación de los criollos y “blancos” en la defensa de la autoridad legítima, listos para frenar a semejante plebe. Vencido Hidalgo (además fusilado y decapitado) al año siguiente, la revolución siguió bajo el liderazgo de otro cura: José María Morelos, igualmente vencido (y fusilado) en 1815. Resurgirá la lucha en 1817; pero solo con el “Plan de Iguala” (1821) se logró unificar fuerzas hasta vencer definitivamente a los realistas el 27 de septiembre de 1821. Con la entrada rebelde a la ciudad de México, quedó sellada la independencia del país.

Perú fue, en cambio, el último reducto de la resistencia virreinal ante el avance independentista en Sudamérica. El proceso tuvo sus complejidades, pues si bien José de San Martín llegó a tomar Lima e incluso se proclamó la independencia (28 de julio de 1821), las autoridades españolas aún no estaban sometidas, sino retiradas estratégicamente. Después de la conferencia de Guayaquil entre San Martín y Simón Bolívar (1822), fue preciso realizar la campaña final, que quedó bajo la dirección de Bolívar. Gracias a las batallas de Junín y Ayacucho (1824) se aseguraron las definitivas independencias de Bolivia y del Perú, con lo cual terminó el virreinato.

De manera que, recordando esas historias de las respectivas gestas patrióticas, México y Perú celebran, este 2021, el bicentenario de sus independencias. Prácticamente algo más de una década atrás, se conmemoraron las independencias de la mayoría de países latinoamericanos que, para entonces, conformaron el “Grupo Bicentenario”: Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Chile, Ecuador, El Salvador, México, Nicaragua, República Dominicana, Perú, Paraguay, Uruguay y Venezuela, más los delegados de Cuba, Guatemala, Haití, Honduras y Perú.

La celebración de los bicentenarios de hace una década, coincidió con el primer ciclo de los gobiernos progresistas de América Latina, por lo cual las condiciones de aquel momento fueron propicias para dar al proceso independentista el significado histórico preciso: se trató de un acontecimiento de enorme significación mundial, pues implicó la derrota del colonialismo como sistema mundial, en los albores del capitalismo. Asia y África solo se liberarán del coloniaje en el siglo XX. Además, la existencia de gobiernos progresistas igualmente movilizó una clara conciencia latinoamericanista, de modo que podía entenderse la continuidad de las luchas por la soberanía del pasado al presente, es decir, de aquella que hace doscientos años se libró contra el colonialismo europeo y la que hoy se libra contra las fuerzas imperialistas, que siguen tratando de mantener el control sobre las economías y sociedades latinoamericanas.

En nuestros días, la región no tiene las mismas orientaciones del pasado inmediato. Hegemonizan gobiernos conservadores, dominan las políticas de las derechas, predominan los intereses de las elites económicas empresariales. En consecuencia, se han dejado a un lado los principios de independencia, soberanía y dignidad, para dar prioridad a conceptos como competitividad, mercado libre y emprendimiento individual. La celebración de los bicentenarios en México y Perú luce aislada y sin el concurso de la unidad latinoamericana en los festejos por ideales comunes, que si estuvieron presentes durante la primera ola de las conmemoraciones bicentenarias.

Cierto es que durante aquellos festejos también surgieron polémicas. Hubo sectores que cuestionaron los bicentenarios de independencias que instalaron poderes criollos, sin alterar las herencias coloniales de las desigualdades y que construyeron repúblicas oligárquicas. Se olvida un hecho esencial: el gran bien histórico de las independencias fue la liberación contra el coloniaje. Y solo eso ya merecía las conmemoraciones, por ser un hecho de trascendencia mundial en el largo camino a la liberación social, que quedó como tarea para las repúblicas inmediatamente fundadas.

Hoy, los bicentenarios independentistas en México y Perú provocan otras polémicas. En México, arqueólogos e historiadores han cuestionado la forzada conmemoración oficial de los 700 años de la ciudad de México, que uniría la fundación de Tenochtitlán con la celebración de la independencia en 2021. Para los científicos sociales, no hay base para sustento de tal conexión, ya que la antigua ciudad aborigen fue fundada en 1325. Y, en cambio, en Perú, en pleno año bicentenario, aparecen segmentos sociales que se conmueven ante la posibilidad de que en las próximas elecciones presidenciales (5 de junio) triunfe Pedro Castillo, un maestro popular, contra quien se han lanzado las mismas fuerzas que en toda la región están dispuestas a la guerra de clases, con tal de que se impida el triunfo de candidatos que no representen a las elites empresariales neoliberales y a las derechas políticas y mediáticas que les auspician. En Perú, el presidente que se elija empezará sus funciones el 28 de julio, la fecha patria. En Ecuador, el flamante presidente Guillermo Lasso asumirá su cargo el 24 de mayo, día de la Batalla del Pichincha de 1822, que selló la independencia definitiva del país.

Blog del autor: http://www.historiaypresente.com/

Fuente de la Información: https://rebelion.org/bicentenarios-independentistas-historia-siempre-viva/

 

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El encuentro urgente: pedagogías críticas y educaciones populares

(Escrito para un libro colectivo organizado por la CEIP-H de Argentina)

Por: Luis Bonilla-Molina

  1. Por una crítica del pensamiento crítico

Desde los doce años he militado en las izquierdas políticas y el pensamiento crítico. Una de las cosas que he aprendido durante este tiempo, es la poca capacidad crítica que estos campos tienen para pensarse a sí mismos con apertura de cambio, de reflexionar abiertamente sobre su praxis, paradigmas, pre-conceptos. Es como si en algún punto se llegara a la encrucijada del pecado original, sobre el cual pesa la sentencia qué si nos atrevemos a dudar de algún enunciado o verdad del ayer, ello nos puede conducir al destierro del “paraíso revolucionario”.

Recuerdo mi conflicto cognitivo (que aún persiste), cuando aun siendo adolescente, después de asistir a mi primera escuela de cuadros, cuyo punto central era la dialéctica y el cambio incesante, la última charla versó sobre el peligro del revisionismo. El compañero que habló el respecto me recordó (y aún lo hace) al cura dominico de mi pueblo, hablando sobre los mandamientos y la imposibilidad de modificar la biblia, con esa sentencia que asustaba a los niños de la escuela: “maldito por siempre aquel que ose agregar o quitar una coma a las sagradas escrituras”. ¿El cambio incesante no es una epistemológica de revisión sostenida de todo lo actuado y pensado? Entonces ¿somos exégetas, dialécticos o nos atemoriza el pecado revisionista?

Si ser dialéctico es aprender las citas de cada libro y recitar las leyes y principios del cambio incesante, pero considerar que la última palabra interpretativa del texto la tiene el partido o el buró, eso no es lo mío. Por suerte he aprendido que la dialéctica marxista es otra cosa, es invitación y seducción permanente para pensar el presente con las claves de la historia y la perspectiva actual del mundo del trabajo. Y como todo cambia, es válido revisar, ampliar, suprimir, cuestionar o contradecir enunciados o experiencias que no tienen sentido o resultan contraproducentes en el presente. Entonces estamos metidos en problemas, porque desde esa mirada todo dialéctico es de hecho un revisionista. ¡¡¡Madre enredo epistémico!!!.

Consecuente con esa tribulación del siglo XXI, al estilo mitológico de Prometeo o Lilibeth, en este trabajo intentaremos hacer una revisión crítica de nuestro campo: las educaciones populares y las pedagogías críticas. Estoy seguro que les colegas autores que comparten ideas en este libro abordarán otras aristas del tema, por lo que en mi caso, aspiro contribuir al debate con algunos elementos para avanzar en la unidad programática y de acción de las educaciones populares y las pedagogías críticas, lo cual demanda aproximarnos a las luces, pero también a las sombras de nuestras praxis.

  • Sobre la pluralidad de las educaciones populares y las pedagogías críticas

Hay quienes hablan de la educación popular en singular. En nuestro caso, partiendo de la diversidad de experiencias, recorridos, miradas e hibridaciones metodológicas que ocurren en nuestro continente y en el mundo, preferimos hablar en plural de educaciones populares.

Suele ocurrir que el enfoque que cada colectivo desarrolla termina siendo considerado para cada uno de ellos, como la expresión hegemónica del trabajo de las educaciones populares.  Pero eso no es así, hay muchos caminos, recorridos bifurcados, experiencias que dan identidad propia, encuentros e intermitencias, singularidades, troncos comunes, raíces particulares, en este campo. En las educaciones populares co-existen diversas tradiciones, unas de origen liberal europeo, otras de tradición marxista y/o libertaria, de fusión entre la teología de la liberación y el marxismo latinoamericano, o claramente religiosas, mientras las hay también con epistemología atea y, por supuesto, están los caminos propios de nuestros pueblos originarios, así como de las comunidades del campo y la ciudad. Cada una de ellas tiene su potencialidad y es necesario garantizar que tengan su propio recorrido, que no sean coaptadas por las perspectivas más difundidas. El encuentro respetuoso entre estas miradas hace más potente el campo de las educaciones populares, pero también nos permite potenciar las distintas rutas de apropiación crítica de la realidad a transformar.  Por ello, considero importante de partida, este reconocimiento plural, para propiciar de manera creativa el encuentro activo entre todas las corrientes, algo que aún no termina de suceder.

Algo similar ocurre con las pedagogías críticas. Es un campo con fronteras aún difusas, en el cual se suele asumir como única, la perspectiva de una/o u otro/a investigador/a o colectivo de pedagogías críticas. Las pedagogías críticas son altamente políticas y en consecuencia los enfoques suelen estar hibridados de epistemologías diversas del campo de las izquierdas. Hay pedagogos/as críticas/os que están más influenciados por la visión consejista, o estructuralista, espontaneísta, por algunos de los marxismos, el anarquismo, el campo cultural, la socialdemocracia, e incluso algunas prácticas de las educaciones populares, entre otros. Si no tenemos clara esta precisión, podemos no entender del todo las formulaciones y análisis que desde las pedagogías críticas se hacen en aspectos vinculados a las didácticas, currículo, evaluación, planeación, gestión, formación docente, la pedagogía en general, la filosofía educativa o cualquier otro aspecto.

El que exista este impacto profundo de las narrativas políticas en las pedagogías críticas no es malo, al contrario, dota de una potencia singular al campo; lo que nos interesa subrayar son las limitaciones de presentar este campo como absolutamente unificado. Por supuesto que surgen elementos comunes como el abordaje de la realidad, el tiempo histórico y las asincronías entre el cambio que se inicia y el tiempo opresor que pugna por mantenerse, la transformación, el cambio, la justicia social para mencionar solo algunos aspectos[2].  Eso sí, tomamos distancia de los enfoques academicistas que se asumen de las pedagogías críticas solo en el plano teórico o del discurso, sin vinculación alguna con los procesos y movimientos en defensa de la educación pública, por una educación liberadora y del cambio radical de la sociedad. Las pedagogías críticas implican un profundo compromiso con la praxis transformadora, una militancia con el cambio social.

Por ello no están simple juntar educaciones populares y pedagogías críticas, como si se tratara de piezas de un rompecabezas que tienen la misión de acoplar a la perfección. A veces los bordes no encajan, los colores son disímiles, las imágenes demandan otra pieza y la narrativa final demanda un darles vuelta a los muchos trozos. Todos los que hemos intentado halar los hilos y construir puentes conceptuales conocemos el hermoso desconcierto que produce el encuentro de la diversidad. El orden nos enseña a encajar, a normalizar y estandarizar, ese no es el camino de las educaciones populares y las pedagogías críticas, sino el acompañamiento desde la diferencia y la complementariedad.

Como hemos aprendido en la lucha de clases, el campo de la dominación capitalista disputa las propias conquistas del pueblo y la clase trabajadora e intenta resemantizarlas para colocarlas a su servicio.  Por ello, el capital ha desarrollado su “propia versión” de educación popular y de pensamiento crítico en educación, ya sea como animación socio-cultural, organización comunitaria para el empoderamiento, o críticas a los sistemas escolares para abrir paso a reformas funcionales al sistema.  Esas versiones de “educación popular” con animación socio cultural o de “proyectos de investigación acción” o “informes técnicos críticos” que promueven los organismos multilaterales y las bancas internacionales, en realidad desarrollan el paradigma de sociedad educadora, dinámica privatizadora para la transferencia a los y las ciudadanas(os) de las obligaciones de los Estados nacionales respecto a la educación pública, gratuita, liberadora y de calidad. La pluralidad de la cual hablamos no incluye a los Frankenstein metodológicos generados por el capital.

Otro aspecto importante a subrayar es el riesgo de presentar a una u otra expresión de educación popular y/o pedagogía crítica como la de mayor “pureza”, sobre las restantes, como si fuera posible alcanzar un determinado grado unidimensional de perfección metodológico y en la praxis. No existen las normas APA de las educaciones populares y las pedagogías críticas, ni el manual perfecto, ni la experiencia ejemplar. Reconocerlo es ya una forma de estar atentos al aprendizaje continuo, al crecimiento caóticamente ordenado del encuentro con otras experiencias.

Mucho menos es válido apelar a la costumbre o la primicia como criterios normativos de las pedagogías críticas y las educaciones populares. El desarrollo desigual y combinado, en modo contingente, de las distintas educaciones populares y pedagogías críticas rompe con la dicotomía entre tradición e innovación[3], donde deja de existir un lugar privilegiado, ya sea fundamentado en referentes del pasado, del presente o el mañana y, lo que todos y todas hacemos contribuye al conjunto, porque todas las experiencias están en el terreno de la transformación.  Las educaciones populares y las pedagogías críticas con su temporalidad localizada en los territorios, rompen con la noción lineal de pasado desastroso, presente de luchas y futuro luminoso, desestimando la certeza, ya sea de la tradición o la innovación, para emprender la transformación. Las posibilidades del cambio radical están situadas en territorios en los cuales tradición e innovación son un binomio inseparable; solo los teóricos que comprenden el mundo, pero no lo transforman apuestan por una de estas aristas.

El desafío de propiciar el encuentro entre las educaciones populares y las pedagogías críticas, se inicia con el reto de construir de manera participativa el inventario de diversidades, para identificar las diferencias, pero sobre todo las coincidencias, con el propósito de promover integración dialéctica, marcha compartida, nunca fragmentación. Este reconocimiento pleno propicia la integración consciente de las diversidades. Inventario que entendemos como un registro abierto y en permanente construcción, que dote de identidad propia a cada uno de los esfuerzos y adaptaciones que ocurren sobre el terreno.

Primera idea fuerza: es un reduccionismo epistemológico hablar de educación popular y pedagogía crítica en singular. Si queremos propiciar el encuentro transformador debemos partir de reconocer la diversidad de nuestros campos de trabajo.

  • El esquivo encuentro entre educaciones populares y pedagogías críticas

Se suele asociar pedagogías críticas a resistencias en los sistemas escolares y educaciones populares a todo lo alternativo que en materia educativa está localizado fuera de los ámbitos institucionales. Esto no es del todo cierto, pero esa percepción tiene orígenes históricos.

Los proletarios a través de la historia desarrollaron mecanismos y propuestas de educación para sobrevivir colectivamente, resistir al orden dominante y abrirle paso a un nuevo tipo de sociedad, es decir, se construía praxis educativa y cultura contra hegemónica en los márgenes del sistema. Esta otra educación se expresó no solo sin el reconocimiento oficial, sino abiertamente en contravía al orden (religioso, imperial, de clases), y fue configurando un campo de saberes que se denominaría educación popular. Este campo emergente combinaba la recuperación de los saberes ancestrales y comunitarios, juntándolos con las experiencias novedosas de las resistencias y el conocimiento científico y tecnológico de la época. Ello ocurría en momentos históricos en los cuales la educación escolar era sinónimo de minorías, de élites, de jerarquías, y trabajar en la educación del pueblo representaba un ejercicio de democracia directa, en ese caso de acceso al conocimiento. Era en lo popular donde se aprendía la ciencia más profunda con acento en su utilidad para los comunes.

La vieja escuela, regentada por dogmas, era cuna del acceso elitesco al saber. Esa escuela enseñaba la ciencia y el conocimiento para unos pocos, mientras al pueblo le era negado. Las primeras revoluciones industriales y el modo de producción del capitalismo industrial generaron un cisma en lo que enseñaban las instituciones. La masificación de la escolarización redefiniría muchos de estas coordenadas, obligando a repensar la propia identidad de las educaciones populares; la vigencia del campo educativo popular se replantea orientado a la generación colectiva de alternativas para frenar la reproducción cultural y caminos inéditos para la emancipación y liberación desde lo educativo, sin abandonar la democratización del conocimiento y la ciencia. Todo ello dentro y fuera de las escuelas, en los bordes de las instituciones educativas y por las orillas de los lugares con pupitres.

La alfabetización popular, en las letras, el conocimiento y las ciencias, se convierte en una estrategia central de las educaciones populares, propiciando su encuentro armónico con los saberes populares y comunitarios. Las educaciones populares siguen trabajando con los excluidos de la escolaridad, pero también penetran con sus dinámicas, las rutinas de las aulas.

El campo popular estaba ahora en la escuela y fuera de ella, porque a las escuelas públicas van los hijos e hijas de la clase trabajadora, los campesinos y los proletarios sin pan, pero también queda muchos sin posibilidad cierta de entrar en ella. Mientras unos siguieron tendiendo puentes, otras variantes de las educaciones populares comenzaran a refugiarse en narrativas de saberes versus ciencia, creando una dicotomía que resultaba funcional al discurso anti escuela de los desplazados del poder (especialmente las religiones). Otras variantes de las educaciones populares se quedaron trabajando con aquelles a quienes la masificación le había resultado esquiva por su monoculturismo o excluyente por razones de clase, género o racismo, sin dar la espalda ni a los saberes comunitarios ni a la ciencia de la época.

Como el campo popular está compuesto por hombres y mujeres que viven en un tiempo histórico, con distintas comprensiones y apropiaciones críticas de la realidad, las propias educaciones populares en desobediencia activa a la educación imperante, eran (y son) susceptibles a hibridación conceptual y alienación epocal.  Elementos como la fe, las religiones, tradiciones e incluso las ideologías permeaban (continua esta dinámica entre lo global y lo local) este campo, generando tensiones internas respecto a su teleología estratégica.

Tiempo atrás, la iglesia católica que formaba parte del orden feudal, impulsó iniciativas de educación de la “plebe”, a los colegionarios de la fe pertenecientes a las clases subalternizadas, proceso que algunos erróneamente incluyen en el campo de la educación popular, cuando este proceso era en realidad, educación para soportar la opresión. Esto ocurría en los prolegómenos de la escolarización capitalista, y el propósito de este tipo de “enseñanza” no era subvertir, sino mantener el “orden divino” del mundo, no era pensar con cabeza propia sino repetir el pensamiento dominante. Reconfigurado su rol con los centros de poder, la iglesia replantea su perspectiva de educación comunitaria, como forma de protesta y resistencia al desplazamiento que había sido objeto y, para ello potencia el discurso anti escuela y anti ciencia

En sus orígenes (y aún) la propia escuela capitalista no logra (ni puede del todo) zafarse del modelo educativo reproductor fomentado por las órdenes religiosas. El aprendizaje irreflexivo propio de la catequesis y la memorización carente de pensamiento crítico característico de la educación religiosa serían parte de las herencias del viejo orden que asumirían la escuela moderna y los sistemas escolares del sistema-mundo capitalista. La crítica a esta epistemología reproductora, pero también a la falsificación de la educación popular por parte de iniciativas de adoctrinamiento, estarían presentes en la ontología de las pedagogías críticas.

En el tránsito del feudalismo al capitalismo industrial, el sistema-mundo de dominación necesitaba una reconfigurar de sus correlaciones de fuerzas y composiciones internas.  Una de ellas, la relación del Estado con las instituciones educativas, redefinición que tuvo como epicentro Europa y afectó directamente a las religiones, muy especialmente a la católica. El sistema-mundo capitalista de la primera y segunda revolución industrial necesitaba convertir a las escuelas y universidades en centros de expansión de la ciencia que había hecho posible el “milagro” tecnológico que llevó a su advenimiento, es decir propiciar una ciencia que le sirviera para potenciar la tecnología del modo de producción. Eso implicaba desplazar a la fe como interpretación del mundo y redefinir el papel del ser humano en la sociedad. La ciencia como conductora del conocimiento en las instituciones educativas requería una mirada no teológica o por lo menos laica[4].

Este alejamiento forzoso de los clérigos en la conducción y la docencia en instituciones públicas, pero sobre todo el énfasis científico del conocimiento escolar, trasladó el eje de actuación “educativa” del poder religioso, posibilitando el fortalecimiento de metódicas que se auto presentaban como populares, pero que tenían una epistemología dogmática, anticientífica y anti escuela de las primeras revoluciones industriales. Estas variantes de educación religiosa, generadas debido al desplazamiento de que habían sido objeto los clérigos, se presentó como alternativa y en muchos casos ha sido vista como educación popular. De repente, la iglesia quería mediar y reinterpretar lo que se aprendía en las escuelas, pasó de destructora de los pueblos originarios a paladín de la memoria histórica y, desarrolló desde afuera de lo escolar, propuestas de alfabetización, educación para el trabajo o enseñanza de las artes y oficios, lo cual no siempre era educación popular y en muchos casos en su orientación estratégica era educación al servicio de un centro de poder desplazado de ámbitos de gobierno del Estado burgués.

Esas adaptaciones populares eran en realidad educación con ontología religiosa, epistemología adaptativa, praxis de construcción de nuevas correlaciones de fuerzas y teleología pragmática, en este último caso, para hacer lo que mejor se puede en cada tiempo histórico, con el propósito de preservar los intereses económicos de la fe.  Para ello, desarrollaron una narrativa anti escuela (en realidad anti escuela moderna) acusándola de ser un espacio de pérdida de valores y cohesión familiar, elaboraron un imaginario de reformas restauradoras y una praxis de asalto desde los bordes, para desplazar a las pedagogías escolares de orientación científica.

Los posmodernos, aún sin darse cuenta o proponérselo, abonaron de manera significativa en esa dirección. Décadas atrás, el ataque justificado al positivismo fue utilizado para destruir la noción de ciencia y avanzar en una nueva teologización del mundo educativo revestida de ropajes académicos. La fe reinventada o camuflada con elaboradas narrativas había logrado hegemonizar muchos espacios académicos y escolares, cuyos representantes se asumieron como caballos de Troya para generar un asalto a la razón científica liberadora[5]. Hablar de ciencia se convirtió en una mala palabra en las educaciones populares que tenían su génesis o estaban bajo la influencia de la epistemología religiosa, posmoderna o cualquier otra variante común.

El ataque contra la escuela y lo sistemas escolares tenía una base material y “objetiva”, pues las instituciones educativas se fueron perfilando en mecanismos de reproducción de la cultura burguesa (consumo, ciudadanía, ciencia para producir). Pero no eran solo eso, también se constituían en la representación más extendida de democratización del conocimiento; democratización del conocimiento que podía amenazar al imperio de la fe. En las escuelas había (y hay) resistencia a la dominación., algo que el sistema considera anomalía. Nuevamente, desde los centros de poder religioso se atacó a la escuela como camino para apoderarse de ella, para subordinarla a una ideología de fe, ahora con argumentos eclécticos.

Este discurso anti-escuela empalmaba con las críticas populares sobre el carácter elitista y excluyente de las instituciones educativas, incluso en el periodo post guerras mundiales. De hecho, antes de la pandemia del COVID-19, casi 300 millones de niños, niñas y jóvenes estaban fuera de las instituciones educativas. La exclusión inherente al capitalismo no desmerita el papel democratizador del conocimiento que ocupa la escuela.

Ciertamente la pugna soterrada entre lógica científica, epistemología religiosa y contención capitalista a las luchas populares, no ocultaba que el funcionalismo del mercado trabajaba para que cada día las escuelas tuvieran menos pertinencia social y más adaptación al modo de producción.

La epistemología religiosa anti-científica, cuya praxis ideológica y práctica había contribuido a crear el Frankestein educativo actual, presionaba con un renovado discurso anti escuela para promover modelos de privatización y/o estandarización que le permitieran tomar por asalto las instituciones educativas.  Para este asalto redoblaron los esfuerzos para subalternizar a las educaciones populares, pretendiendo convertirlas, de espacios para la recuperación de los saberes comunitarios, ancestrales, de los pueblos originarios y la democratización del conocimiento científico, a formas de trabajo cuya razón central fuera la crítica a la escuela, la ciencia y, para colocar ciencia y saberes ancestrales como siempre opuestos.

La mano invisible de la fe religiosa en estos procesos ocultaba el hecho histórico, que paradójicamente fue en el periodo de auge religioso de la enseñanza, cuando había mayores niveles de exclusión y de enseñanza elitesca. La tradición histórica de crítica a la escuela capitalista excluyente, empalmó con las nuevas críticas religiosas sobre la escuela que enseñaba ciencia y negaba el papel central de Dios en el mundo; surge una nueva metafísica con narrativa de pobreza que procura un retorno de la escuela a los brazos de la fe.

Se intenta construir una nueva correlación de fuerzas a favor de los centros del poder religioso, con centralidad en la crítica al carácter reproductor de las instituciones educativas, pero omitiendo las resistencias anti capitalistas que se gestan en su seno.  Nace en consecuencia una tradición muy fuerte, que aún hoy persiste, que considera irreconciliable a las educaciones populares con las instituciones educativas.

De hecho, hoy en día muchos colectivos de educaciones populares que cuestionan cualquier aproximación a los sistemas escolares, aún sin saberlo, son herederos de esta tradición. Solo la teología de la liberación logra romper con esta dinámica, planteando una transformación radical de la escuela capitalista en el marco de irrupción de una nueva sociedad de justicia social; sin embargo, en la medida que se debilita este movimiento una parte de su periferia es coaptada por tradiciones conservadoras y restauradoras que mantienen un lenguaje de cambio con énfasis en narrativas anti escuela.

Por otra parte, la transición entre el feudalismo y el capitalismo creó necesidades de educación para la reproducción, pero también generó las condiciones mínimas para el surgimiento de resistencias escolares a la lógica educativa del capital, así como un repensar del campo de las educaciones populares desde las clases explotadas y los/as oprimidas/os por condiciones de raza o género.

La clase obrera industrial que pugnaba porque sus hijos e hijas ingresaran a la nueva escuela moderna, encontró en las educaciones populares (de izquierdas) una herramienta para la organización, la comunicación de saberes, el desarrollo de estrategias comunicacionales masivas y la propia sistematización critica de su praxis. El acercamiento de las clases subalternizadas a las educaciones populares tuvo una epistemología claramente diferenciada de la que se desarrolla paralelamente por los sectores de la iglesia. En el caso de la clase obrera industrial las posibilidades de democratización del conocimiento y los saberes, científicos y comunitarios, que tuvieran utilidad para su realidad concreta y para comprender el mundo en su conjunto, constituyeron los determinantes de su aproximación a las educaciones populares.

El proceso de la Comuna de Paris (1870) fue la culminación de un potente torrente de educación del proletariado insurgente. De esta manera de aprender a partir de la praxis se nutriría la filosofía de su tiempo en general y muy especialmente lo que sería el pensamiento socialista, el socialismo científico en sus vertientes anarquista y marxista. Las educaciones populares desde estas experiencias, se convierten en una herramienta para la lucha de clases, para la insubordinación y la ruptura radical del orden establecido.

La Asociación Internacional del Trabajo (AIT) es la culminación de múltiples y convergentes esfuerzos de educación popular y organización del proletariado. La AIT sería especialmente beligerante contra la epistemología religiosa y sus formas de educación “popular” para la reproducción que fomentaban las iglesias.

En los orígenes de los sistemas escolares burgueses de gran escala, durante la primera y segunda revolución industrial, muchas veces el sistema-mundo capitalista usó la experiencia educativa de las religiones, para apaciguar conflictos dada su confiabilidad y tradición sostenedora del orden, usando su experticia como guardiana auxiliar de la naciente educación de masas. Entre otras cosas, ello es lo que hace que el Manifiesto Comunista (1847-1848, pag.1) plantee que “un espectro se cierne sobre Europa: el espectro del comunismo. Contra este espectro se han conjurado en santa jauría todas las potencias de la vieja Europa, el Papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes”.

En plena irrupción del proletariado industrial, los comunistas y anarquistas trataron siempre de dejar claro ante la clase trabajadora, los explotados y los oprimidos, el papel regresivo de las religiones y ello se evidencia cuando ocurre la más importante revuelta de inicios de la industrialización. Marx señala en su texto sobre “la Guerra Civil en Francia” (1871) que “una vez suprimidos el ejército permanente y la policía, que eran los elementos de la fuerza física del antiguo Gobierno, la Comuna tomó medidas inmediatamente para destruir la fuerza espiritual de represión, el “poder de los curas”, decretando la separación de la Iglesia y el Estado y la expropiación de todas las iglesias como corporaciones poseedoras. Los curas fueron devueltos al retiro de la vida privada, a vivir de las limosnas de los fieles, como sus antecesores, los apóstoles. Todas las instituciones de enseñanza fueron abiertas gratuitamente al pueblo y al mismo tiempo emancipadas de toda intromisión de la Iglesia y del Estado. Así, no sólo se ponía la enseñanza al alcance de todos, sino que la propia ciencia se redimía de las trabas a que la tenían sujeta los prejuicios de clase y el poder del Gobierno” (https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/gcfran/guer.htm )

Esto significó una partición de aguas, entre la versión de educación del pueblo de las religiones y, las educaciones populares que asumen el proletariado industrial y las clases oprimidas. Dos rieles separados que se encontrarían nuevamente un siglo después, para hibridarse con el surgimiento de la corriente de la Teología de la Liberación, siendo esta última un importante movimiento de resistencia anti sistémica al interior de la propia iglesia católica y otras religiones.

El mismo marxismo no es ajeno al peso de las tradiciones y hereda muchas de las rutinas, costumbres, imaginarios y narrativas del movimiento popular, que como señalamos, cuestionaban el papel elitista de muchas de las instituciones educativas.  Esta tradición, en ocasiones de manera absolutamente errónea, no veía puntos de encuentro entre las educaciones populares y la escuela, algo que era tensionado por el naciente campo socialista. Si revisamos el debate de Marx con Lasalle sobre el Programa del Partido Obrero Alemán (1875) encontramos que el primero postula que la “”educación popular … estará … a cargo del Estado”, algo que a Marx no solo le resultó absolutamente inadmisible, sino peligroso porque en esa coyuntura desarmaría al proletariado de una herramienta autónoma. Sin embargo, Marx plantea que hay que sacar a las escuelas de la égida del capital mediante perspectivas alternativas, una de ellas la que es inherente a las educaciones populares, planteando también tareas revolucionarias para los sistemas escolares. Este debate no queda saldado allí, por el contrario, continúan las interpretaciones a favor o en contra del vínculo entre educaciones populares y educación escolarizada, algo que en muchos lugares de América Latina comienza a superarse, sin que ello oculte la existencia de furibundos defensores de la separación mecánica entre una y otra.

En la post segunda guerra mundial, estos debates volvieron a surgir, a veces abiertos, en la mayoría de los casos entre bastidores. El sistema-mundo capitalista vio en la masificación educativa y ampliación acelerada a escala planetaria de los sistemas escolares, una renovada posibilidad de a) construir mentalidades y prácticas consumistas, b) expansión del modelo de gobernanza burguesa generado en Bretton Woods, c) democratización de las bases del conocimiento científico con la esperanza que se dinamizara la ciencia útil para la ampliación de la tasa de ganancia y el mejoramiento sistemático del modo de producción, d) servir de contención ante los conflictos sociales que pudieran estallar producto de la intensificación de la explotación de la mano de obra.

En ese momento irrumpe con fuerza lo comunitario, la recuperación de los saberes como orientación teleológica de las educaciones populares versus una valoración cientificista de lo escolar que recuperaba lo conservador-reproductor del discurso religioso sobre la escuela; la ciencia anti dialéctica y desvinculada de los intereses de la clase trabajadora y el bienestar del planeta, como otra forma de fe. Es precisamente este el periodo de irrupción de la Teología de la Liberación, que aún con todo lo progresista que es, hereda también una parte de la concepción de la escuela como culpable de la pérdida de influencia social de la fe y las religiones. Es también un momento de insurgencias de los marginados (campesinos, pueblos originarios, comunidades en pobreza extrema de las ciudades para quienes el conocimiento y la ciencia no habían traído bienestar alguno. Muches de quienes insurgen son excluidos de la educación escolar y los derechos humanos fundamentales, lo cual reafirma el discurso anti escuela de una parte importante de las educaciones populares. Pero contrario a muchos de estos señalamientos, una parte importante de la actividad del magisterio latinoamericano de ese momento se hace en vínculo con las luchas sociales de conjunto. Las guerrillas latinoamericanas de los sesenta, del campo y la ciudad, están llenan de maestros y maestras que resisten al carácter reproductor de la escuela, intentando construir alternativas de transición.

Sin embargo, es cierto que el discurso de una parte importante de la izquierda insurreccional de las post guerras mundiales consideraba que había que pensar primero en la toma del poder, en hacer la revolución, antes del abordaje pedagógico crítico en la escuela. La izquierda insurreccional carecía de un claro programa de transición. El todo o nada implicaba un tomar partida por la destrucción de lo escolar, casi con la misma fuerza que se actuaba en la confrontación militar.

Una vez derrotada la experiencia guerrillerista en América latina, emerge en algunas izquierdas el discurso de la pertinencia y de vaciamiento del conocimiento científico escolar. Esto derivo en un comunitarismo escolar desprovisto de reflexión pedagógica, en un sociologismo escolar que pretendía asignarle a la escuela un rol que la excedía: hacer la revolución. Las pedagogías alternativas se concentraron en metódicas o didactismos  que no daban cuenta del carácter integral e integrador del campo de la pedagogía.

El daño del estructuralismo althuseriano fue terrible al derivar sus planteamientos en un reduccionismo de la escuela como simple aparato ideológico del Estado, invisibilizando las contradicciones y resistencias que ocurrían (y ocurren) en su interior. En consecuencia, las alternativas pedagogicas eran vistas como simple reformismo. Esto dio fuerza inusitada a las vertientes de las educaciones populares que negaban la utilidad del trabajo político-pedagógico en las instituciones educativas.

Los planteamientos de los post estructuralistas, especialmente de Giroux sobre la ideología y las resistencias, ocurren en medio de la insurgencia de los marxismos proscritos y marcan un antes y un después. Las relecturas de Gramsci, Rosa Luxemburgo, Anton Paneckok, Malatesta, Marcuse, Trotsky, entre otros, obligan a repensar muchas cosas que se consideraban verdades ciertas en el campo revolucionario.  La escuela es vista como el resto de la sociedad, un espacio en disputa permanente, en la cual, vestido de ropaje pedagógico se está dando contradicciones propias de la lucha de clases. La escuela se convierte en un lugar para la construcción contra hegemónica del mundo, las ideas, la cultura, el conocimiento, los saberes y la ciencia.

A pesar de todo ello, las tradiciones pesan mucho y una parte importante de las militancias en las educaciones populares sigue considerando que su lugar de enunciación es fuera de la escuela y que sus metódicas no son aplicables en las dinámicas pedagógicas de los sistemas escolares.

Casi ciento cincuenta años después, el flujo y reflujo de la lucha de clases ha alejado a una parte importante de los gremios y sindicatos constituidos, de las praxis de educación popular y ha distanciado a los colectivos de educación popular de los gremios docentes. Este desencuentro esta muy vinculado al desprecio de corrientes de las educaciones populares sobre el trabajo alternativo en las aulas, pero también a la burocratización y reivindicacionismo de muchas de las direcciones políticas gremiales. Un renovado programa anticapitalista en educación puede servir de bisagra para rearticular estos sectores-

Y ahí surge otro problema para la articulación. Una parte importante de los colectivos de educación popular y redes de trabajo en pedagogías críticas, no solo no desarrollan su trabajo con una nítida agenda antiburguesa, sino que subsisten gracias a fondos y financiamiento que les otorgan los Estados Nacionales (burgueses), Organizaciones NO Gubernamentales internacionales, la filantropía global  que administra fondos provenientes de grandes capitales. La precaria capacidad de autogestión de fondos limita la capacidad de acción. Aunque estos financiamientos apuntalen proyectos que no están en el discurso oficial, es innegable que esa amplitud tiene sus límites y se convierte en una verja que es necesario saltar. Ciertamente, muchos colectivos de educaciones populares y pedagogías críticas no han desarrollado modelos autogestionarios de funcionamiento, lo cual les obliga a mediar sus demandas o a esconderse en la “agenda comunitaria” para seguir obteniendo estos ingresos. No se cuestiona esa limitante propia de la dominación y opresión burguesa, ni se pretende que quienes tengan financiamiento renuncien a ello, sino que esta realidad debe ser valorada a la hora de establecer análisis.

Otro asunto a valorar ocurre con las pedagogías críticas que han insurgido para llenar el vacío de protagonismo de las educaciones escolares en los espacios escolares. Como lo trabajamos en “Apuntes para la reconstrucción de la historia de las pedagogías críticas” (2020)[6] la génesis de las pedagogías críticas se fundamenta en el pensamiento pedagógico nuestro americano que expresan Simón Rodríguez y Martí, así como en la epistemología anti burocrática de la izquierda radical ante la burocratización de la Unión Soviética y el emerger del fenómeno del Stalinismo. Marcuse en sus “Contribuciones a una fenomenología del materialismo histórico” (1928) y “Sobre la filosofía concreta” (1929) y todo el trabajo de la Escuela de Frankfurt, así como de teóricos marxistas de la talla de Rosa Luxemburgo, Maríategui, Gramsci, Luckács entre otros construirían la apertura epistemológica para entrar al debate de lo educativo con una mirada anti burocrática y relocalizada en los territorios, como escenarios para la generación de conocimiento alternativo. Las resistencias comenzaron a ser vistas no solo en su carácter anti capitalista sino también antiburocrático en el propio campo socialista. Esta necesaria identidad de origen de las pedagogías críticas con los marxismos malditos, agrega dificultad para el encuentro con colectivos de educaciones populares, muchos de los cuales mantienen un encuadre distinto del pensamiento de izquierdas. Lo anti burocrático y anticapitalista de las pedagogías críticas enriquecen las miradas y praxis de resistencia en los espacios escolares, pero contiene un cierto distanciamiento con lo popular que no es de izquierdas o de izquierda ortodoxa.

La praxis de resistencias concretas va diluyendo este distanciamiento. Es imposible hablar de alternativas anticapitalistas en las aulas sin mirar lo que se está haciendo en las educaciones populares. Sin embargo, el peso del discurso de vanguardia, propio una parte importante de las izquierdas, pesa mucho en la forma de mediación con lo popular, lo cual dificulta el necesario encuentro entre pedagogías críticas y educaciones populares.  Estos encuentros y desencuentros tensionan el campo de las pedagogías críticas, repensando su énfasis y planteando la necesidad de encuentro con las educaciones populares.

La identidad de las pedagogías críticas se re-construyen a partir de la idea que es posible trabajar ciudadanía revolucionaria, consumo consciente y tejidos de solidaridad con y desde el trabajo pedagógico en la escuela, a la par que se dialoga e interactúa con la transformación radical de la sociedad. Esto implica una hibridación conceptual y metodológica con las educaciones populares.

Sin embargo, mientras existen pedagogos críticos que por razones de su práctica comunitaria, gremial o militancia social han desarrollado una praxis cruzada e integrada con las educaciones populares, también es cierto que se ha construido una percepción academicista en otros sectores del campo de las pedagogías críticas, quienes valoran lo comunitario y la militancia social de las educaciones populares como carentes de rigurosidad científica y de objetividad investigativa. Esta desviación esconde una epistemología conservadora y reproductora de la separación entre conocimiento y pueblo, así como un cientificismo ramplón que nada tiene que ver con el horizonte estratégico y epistémico de las pedagogías críticas.

En las universidades se ha construido una casta de supuestos pedagogos críticos que pretenden construir un régimen de verdad sobre este campo de pensamiento. Han convertido al pensamiento crítico en una moda que les permite transitar por la carrera profesional con subsidios y premios, sin que su praxis muestre un acompañamiento o militancia en el movimiento social y pedagógico. Insistimos, las pedagogías críticas son una militancia en las resistencias pedagógicas anti sistema y en la militancia política-social por el cambio radical. Esta casta se constituye en un problema para construir campos de encuentro e hibridación entre las educaciones populares y las pedagogías críticas.

Mientras las pedagogías críticas en su conjunto son anticapitalistas, no todas las formas de educaciones populares lo son. Tomar nota de esta diferencia, no para ser selectivos, sino para encontrar distintas formas de mediación y encuentro es una tarea pendiente en el campo de las pedagogías críticas.

Lo que aprendimos con potentes movimientos pedagógicos como el colombiano, es que es posible integrar las pedagogías críticas y las educaciones populares en un horizonte de transformación radical de nuestras sociedades, con tareas de transición para cada etapa. La noción de colectivos pedagógicos que integren a docentes de aula y experiencias de educaciones populares pareciera ser el camino privilegiado para aprender juntes, desde adentro y desde afuera de los sistemas escolares.

En síntesis, tanto en las educaciones populares como en las pedagogías críticas, por distintas razones y causas existen colectivos e individualidades que viven la comodidad del desencuentro. Unificar campos obliga al desprendimiento dolorosos de herencias que no ayudan a la profundización de la perspectiva de los y las trabajadoras en la sociedad y la educación. El sistema lo sabe y alimenta con financiamientos, elogios y paradigmas seudo novedosos la compartimentación de estos campos, para evitar la dialéctica radical de la unidad epistémica de las educaciones populares y las pedagogías críticas.  Este problema sigue teniendo fuerza y seguramente permanecerá por muchos años más, de allí la importancia de develarlo y asumir los debates al respecto.

Segunda idea fuerza: es necesario trabajar el encuentro, hibridación conceptual y metodológica de las pedagogías críticas y las educaciones populares.  Se necesitan la amplia perspectiva anti sistema de las pedagogías críticas en las educaciones populares y se requiere de la epistemología de construcción de conocimientos y experiencias de las educaciones populares en la teoría crítica.

  • Los pobres y explotados están en la escuela y fuera de ella

La Vega es una comunidad popular en Caracas, Venezuela.  En esta parroquia hay experiencias escolares clásicas, otras novedosas como las que desarrolla Fe y Alegría, así como escuelas bolivarianas oficiales que intentaron romper con el modelo educativo reproductor, mientras otras empalmaron con el viejo comunitarismo despedagogizado.  Allí también existen numerosos colectivos de educación popular, algunos de los cuales ni siquiera se reconocen como tales, pero su labor entra dentro de lo que entendemos como el campo de las educaciones populares. En la Vega no hay burgueses, algunas familias pueden encuadrar en lo que definimos como clase trabajadora y la mayoría pertenece a la economía informal, eso sí existe mucha pobreza e incluso pobreza extrema.

En el sector de “Los Mangos” de esa parroquia, existe un hermoso trabajo con los consejos comunales y la construcción de poder popular. Allí laboran las misiones educativas, de carácter oficial que heredaron toda la narrativa anti-escuela del foquismo de izquierda de los sesenta y parte de los setenta que planteaba que no había que resistir en la escuela sino hacer la revolución. Estas experiencias educativas aunque tienen un currículo escolar flexible, a veces parecieran empalmar –sin conocerlo- con el discurso de descolarización de Iván Ilich. Más arriba, en el sector de los Paraparos, otro colectivo, opuesto al gobierno Bolivariano, realiza un espectacular trabajo de educación sexual integral, cuestionando a la escuela por su incapacidad de trabajar estos temas.

En la Escuela Bolivariana del sector se asume que el trabajo de educación popular está más asociado a la construcción de poder popular que a lo educativo, que los comunitarios realizan un hermoso trabajo pero que sus dinámicas no son transferibles a la escuela.  Se reduce el trabajo de la educación popular a algunas prácticas dialógicas instrumentalizadas y la animación socio-cultural se suele confundir con educaciones populares. Cuando le preguntamos a los y las maestras/os si trabajan con la perspectiva de las educaciones populares señalan que sí, que utilizan dinámicas de grupos y hacen algunas sistematizaciones de diálogos.

En la Vega la polarización política es tremenda, por lo cual la escuela con currículo cerrado, performance autoritario, régimen disciplinar suele ser defendido por los sectores más conservadores de la derecha, aunque siempre hay algunos izquierdistas despistados que se suman a este coro. Por otro lado, están las visiones más radicales que hablan de la necesidad de una escuela con pertinencia, que traslada el epicentro de la acción educativa a lo comunitario extra escolar, vaciando a la escuela de la real pertinencia educativa, es decir ciencia, conocimiento y saberes para entender y transformar el contexto.  Lo más importante es que aún, en un territorio tan polarizado, partidarios de las opciones políticas más visibles en disputa coinciden en que la escuela debe cambiar y que están ocurriendo experiencias significativas “del otro lado” comunitario.

En la Vega como en todos los barrios y favelas populares de muestra américa no hay ricos, sino excluidas(os), explotadas(os), marginados(as). No tiene sentido seguir apostando por los desencuentros entre labor pedagógica alternativa dentro y fuera de la escuela. Es hora de sumar esfuerzos y voluntades, llenar las escuelas de educaciones populares e incorporar el pensamiento y acción transformadora d las pedagogías críticas en los comunitarios.

Tercera idea fuerza. Nuestro destino está atado al de los pobres y explotados de la tierra. Dejemos que sea ese compromiso el que nos junte.

  • ¿Qué tienen en común las pedagogías críticas y las educaciones populares? Trabajemos las coincidencias

Hasta ahora hemos postulado y defendido el encuentro dialéctico entre pedagogías críticas y educaciones populares de cara a un horizonte estratégico de cambio radical de la educación, la sociedad y el modo de producción. Hemos alertado sobre los intereses subalternos que se ocultan en el desencuentro y la construcción de falsas barreras. Veamos ahora las coincidencias, que es lo que nos permite juntarnos a trabajar y coordinar mucho más.

Primero, el esfuerzo sostenido desde las experiencias, para vincularnos de manera transformadora a la realidad concreta de nuestros pueblos, docentes, estudiantes, familias, territorios y nichos de resistencia. Se trata de aprender juntes en la medida que impulsamos un cambio radical en nuestras sociedades.

Segundo, la reivindicación de la contradicción como fuente inagotable de conocimiento y brújula para situarnos en los escenarios cotidianos. Es precisamente la forma de situarse ante la contradicción la que le da identidad propia a las educaciones populares y las pedagogías críticas.

Tercero, la justicia social y humana como elementos centrales de un nuevo modelo de sociedad por la que se lucha. Sin embargo, la justicia social es esgrimida por sirios y troyanos, por lo que apelar a ella no es suficiente. La justicia social y humana está determinada por la posibilidad de eliminar las desigualdades propias de la apropiación de las riquezas por parte de una élite para su uso y la destrucción de la naturaleza. En consecuencia, las educaciones populares y las pedagogías críticas asumen en distintos niveles y expresiones, líneas de una agenda anticapitalista para la justicia social.

Cuarto, las metódicas participativas distinguen a las educaciones populares y las pedagogías críticas, no como dinámicas instrumentales, sino como escenarios para la dialogicidad y la construcción compartida de conocimiento, praxis, reflexión y cambio radical.

Quinto, la fuerza del diálogo horizontal sin jerarquías, amos ni dioses, donde todes nos reconocemos un mismo pueblo insumiso, no es una metódica, es una forma de entender el mundo y el encuentro con los, las, les otres. Es nuestra forma de ir prefigurando y construyendo una sociedad de iguales.

Sexto, la alegría. Los(as) pedagogos críticos y las(os) educadorxs populares andamos por la vida desandando la tristeza con un optimismo ilimitado que se muestra con sonrisa, ternura, abrazo, mirada frontal, movimiento y esperanza. Mientras los oficiantes del poder burgués hacen culto a la seriedad y la distancia quienes estamos en este campo desatamos la locura de la informalidad y el contacto. Ahí nos reconocemos antes de hablar, antes de saber quién es el otro, las otras les otres solo con ver, cómo las y los compañeres van por la vida.

Séptimo, la ética multicultural es una forma de construir espacios, mecanismos, prácticas donde las diversidades sean lo común, derrotando las peores exclusiones.

Octavo, la lucha antipatriarcal y los feminismos como centralidad de la actual etapa de la lucha de clases.

Noveno, la lucha por la paz con dignidad, igualdad y justicia social, nunca la paz de los arrodillados y silentes ante la injusticia. Este amor desenfrenado por la paz nos identifica y une.

Décimo, la articulación con otras opresiones. Es imposible trabajar lo educativo como una isla, por el contrario, al resistir a la opresión que se refleja en las dinámicas escolares y comunitarias, surgen vínculos, caminos torrentes que nos conectan a las múltiples opresiones que genera el capitalismo.  Esto es distintivo de nuestros campos.

Décimo primero, la valoración del pensamiento descolonizador y la reivindicación del recorrido comunitario y de nuestros pueblos originarios.

Décimo segundo, la vuelta a la pacha mama, a la cultura ecológica, al reencuentro de la especie humana con el resto de la naturaleza.

Décimo tercero, el desprecio por la razón burocrática, por la razón de Estado.  Ese empeño incesante por la transgresión de normas sin sentido, de rituales fosilizados y de preceptos obsoletos, identifica a nuestros campos.

Décimo cuarto, la dialéctica entre lo global y lo local, entre el impulso del desorden donde estamos actuando y sus ecos en el desorden sistémico. Esa forma de comprender como lo pequeño y lo grande, lo micro y lo macro, están íntimamente vinculados.  El sistema se agrieta por debajo y se rompe estructuralmente. Esa mirada y praxis es común a nuestros campos.

Décimo quinto, la democracia como camino para disolver el poder omnipotente de gobernantes, aquí y allá. La democracia de la calle, de la gente, con rostro y territorio es una preocupación central de las pedagogías críticas y las educaciones populares.

Décimo sexto, la experiencia de participar en las batallas de todes, el compromiso por no quedarnos fuera de ninguna pelea contra el sistema por pequeña o gigante que parezca. Esa identidad insumisa nos une.

Cuarta idea fuerza: somos parte de una misma tradición y un mismo recorrido. Llegó la hora de juntas manos y conciencias.

Epílogo: La tormenta educativa que recién inicia

En la post pandemia el capitalismo cognitivo amenaza con arrasar territorios educativos y experiencias pedagógicas que históricamente han utilizado nuestros pueblos para resistir a la dominación y la exclusión. Se nos anuncia la división del mundo entre tecnófilicos y tecnofóbicos, entre incluidos en la aceleración de la innovación y una nueva ola de marginación que puede desheredar a la mitad de quienes habitamos el planeta.

Lo educativo es y será un lugar privilegiado en la batalla que recién se inicia. Es hora de romper esquemas, aprender juntes, abrirnos cognitivamente a las nuevas expresiones de resistencia y producir una indisoluble unidad entre las educaciones populares y las pedagogías críticas. Yo me anoto en esa apuesta ¿Y tú?


[1] Doctor en ciencias pedagógicas. Co-fundador del Centro Internacional de Investigaciones Otras Voces en Educación. E mail: luisbonillamolina.62@gmail.com

[2] Para quienes quien profundizar mucho más en este tema les recomiendo leer mi trabajo Bonilla-Molina, Luis (2020) Educación anticapitalista: apuntes para la reconstrucción de la historia de las pedagogías críticas. Ediciones Sylone. Viento Sur. España https://www.sylone.org/educacion-anticapitalista-c2x31043135

[3] Existe todo un debate sobre la innovación que no es posible desarrollarlo en este corto artículo. Lo coloco aquí como una provocación para quienes se atrincheran en el cuestionamiento a la innovación para no actualizar narrativas, imaginarios, praxis y definiciones estratégicas conforme el mundo va cambiando.  Ese conservadurismo es muy dañino para el campo de las educaciones populares. Aunque seguramente siempre tendrá quienes defiendan ese punto de vista mi posición es radicalmente contraria.

[4] He insistido en otros trabajos sobre la pérdida de fuerza del laicismo como reclamo histórico del presente.  Ello tenía razón de ser para separar a los oficiales religiosos de la docencia pública, sin negar que quienes lo hicieran tuviera alguna fe pero se sujetaran en las escuelas a la perspectiva científica.  Eso sirvió a medias, pues aún en muchas escuelas de América latina se reza o celebra las festividades religiosas.  El ejemplo del retroceso del laicismo en escuelas del Brasil muestra su ocaso.  En realidad, hoy el llamado a una escuela científica es más revolucionario que el laicismo, pero ello presenta otros problemas que este artículo pretende visibilizar.

[5] Ello no niega ni relativiza los debates sobre la ciencia y el pueblo, la tecnología y la vida, el conocimiento y la ecología, pero tampoco se deja encantar por los discursos anti ciencia que tienen detrás epistemologías de fe que no se atreven a mostrar sus fines subalternos de manera transparente.

[6] Bonilla-Molina, Luis (2020). Educación Anticapitalista: apuntes para la reconstrucción de la historia de las pedagogías críticas.  Ediciones Sylone – Viento Sur. España

*https://luisbonillamolina.wordpress.com/2021/05/18/el-encuentro-urgente-pedagogias-criticas-y-educaciones-populares/

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De vuelta a clases

Por: La Jornada 

Luego de varias semanas en las que las cifras de contagios, de hospitalizaciones y fallecimientos por el coronavirus se han mantenido a la baja, han empezado los preparativos para la reactivación de las actividades educativas presenciales en todos los niveles de la enseñanza en la mayor parte del país, empezando por Campeche, Coahuila, Chiapas, Veracruz, Tamaulipas, Nayarit y posiblemente Jalisco, en tanto que la Universidad Nacional Autónoma de México ha anunciado el regreso paulatino a clases presenciales “para los próximos días”.

Debe señalarse, por principio de cuentas, que la suspensión de la enseñanza en los planteles, adoptada el año pasado, fue una decisión fundamental con el objetivo de reducir la movilidad de la población en general, en la medida en que sacó de las calles y edificios públicos a maestros, alumnos y ciudadanos que, en su calidad de padres y madres de alumnos, debían realizar diversas tareas fuera de sus domicilios.

La disposición fue contundente, además, con el fin de preservar de los contagios a millones de menores y de jóvenes que habrían podido infectarse en sus centros escolares.

La suspensión de las actividades presenciales educativas ha sido, por cierto, desastrosa para la preparación de los educandos. Ni México ni ningún otro país estaban preparados para mudar las clases al ámbito virtual, pero aquí la pobreza, las carencias de infraestructura de telecomunicaciones y el hacinamiento de muchos hogares multiplicó las dificultades para cumplir los programas de enseñanza.

Para los estudiantes, niños, adolescentes y jóvenes, el saldo negativo del confinamiento no se ha limitado a lo pedagógico. La prolongada pausa del universo escolar los privó de su principal espacio existencial y derivó para muchos de ellos en problemas de equilibrio emocional y de rispidez o violencia en el ámbito familiar.

Así pues, es incuestionable la urgencia de retomar a la brevedad posible, y en tanto las condiciones sanitarias lo permitan, las clases presenciales en escuelas y universidades. Incluso en la lógica de impulsar la reactivación económica, el país necesita a sus estudiantes en las aulas.

El vasto trabajo empieza por culminar la vacunación de poco más de un millón de personas (de un total de tres millones) que se desempeñan en el sector educativo y aún no han recibido la inoculación, una tarea que se inicia hoy en la Ciudad de México. Pero se requiere también el diseño y la aplicación cuidadosa de normas sanitarias y la preservación de las medidas de distancia social para prevenir un rebrote de la pandemia, acciones de limpieza y mantenimiento de los planteles y su repoblamiento ordenado.

En suma, la reactivación de las actividades educativas representa un desafío nacional de primer orden, porque debe realizarse pronto, pero sin arriesgar a la población a una nueva oleada de contagios. Por el bien del país, cabe esperar que las autoridades educativas de todos los niveles y entidades, los propietarios de escuelas particulares, los cuerpos de profesores y el personal administrativo, los padres de alumnos y los propios estudiantes logren la coordinación y la colaboración requeridas.

https://www.jornada.com.mx/notas/2021/05/18/opinion/de-vuelta-a-clases-20210518/

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Orgullo Magisterial

Por: Luis Hernández Navarro L

a foto tiene poco más de un año. En ella, con el puño izquierdo en alto, dentro de Palacio Nacional, los maestros Arcángel Ramírez, David Guadalupe Valenzuela, Juan Melchor Román y Fredy Ezequiel Ocampo celebran la reunión que acaba de culminar con el presidente Andrés Manuel López Obrador y otros integrantes de su gabinete.

Ellos son parte de la Comisión Nacional Única de Negociación (CNUN) de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), la instancia que se ha reunido con el mandatario mexicano 18 veces en los últimos tres años, para buscar solución a problemas laborales, pedagógicos y de seguridad social del magisterio.

Pero a partir de ahora, ni Arcángel (de Guerrero), ni David (de Sonora), ni Melchor (de Michoacán), ni Fredy (del estado de México) aparecerán en las futuras fotografías en la sede del Poder Ejecutivo. Como muchos otros profesores, no pudieron sobrevivir al Covid-19. No fueron los únicos. Hasta febrero de este año, fallecieron por la pandemia al menos 2 mil 700 mentores. El virus llenó de luto y dolor a sus familias, a sus compañeros y a su organización. Le arrancó la vida a la décima parte de la comisión negociadora de la coordinadora.

Los estragos fueron aún más lejos. A pesar de todos los cuidados y precauciones sanitarias, muchos dirigentes más de la CNTE se contagiaron. Varios debieron ser hospitalizados de urgencia. Algunos cargan a cuestas con las secuelas de la enfermedad.

La plaga afectó drásticamente el proceso educativo. De un día para otro, los maestros se vieron obligados a dejar de lado las clases presenciales y aprender a impartirlas a distancia. Con su salario, tuvieron que adquirir equipos de cómputo o de telefonía celular, pagar la interconexión, aplicaciones y elaborar material pedagógico de apoyo.

Según la coordinadora, el gobierno, escuchó y respaldó a los monopolios televisivos e ignoró a los trabajadores de la educación y comunidades escolares. Avanzó la educación digital, la flexibilidad laboral y con ésta la privatización de la educación beneficiando a los dueños de las trasnacionales de las comunicaciones digitales, como Google, Microsoft y Facebook.

Ya de por sí las cosas no estaban bien para el magisterio democrático desde antes de la pandemia. La reforma educativa del nuevo gobierno es, de acuerdo con la CNTE, una simulación, continuidad de la reforma neoliberal del régimen anterior, que favorece a la iniciativa privada transgrediendo la educación pública y los derechos laborales de los trabajadores de la educación.

Por si fuera poco, la Nueva Escuela Mexicana ofrecida por la 4T, resultó una cáscara sin contenido. La promesa de revalorizar al magisterio fueron palabras vacías. Además de anular la relación laboral bilateral, los procesos de inscripción en línea para las convocatorias de las promociones verticales y horizontales estuvieron plagadas de irregularidades. Además, la segunda sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), sentencia de manera definitiva el pago de pensiones a los jubilados tomando como cálculo la unidad de medida y actualización (UMA), precarizando las pensiones.

Para romper la dinámica de confinamiento y cerrazón gubernamental a la solución de la problemática laboral, en febrero y marzo de 2021, la CNTE organizó dos caravanas nacionales, en las que demandó la reinstalación de la mesa nacional de negociación entre el Ejecutivo federal y la CNUN. La primera fue bautizada como Por la estabilidad laboral y salarial, y partió de Lázaro Cárdenas (Michoacán). La segunda fue nombrada, Caravana del Sur, y salió de Tuxtla Gutiérrez (Chiapas). Ambas llegaron a la Ciudad de México. Sin embargo, no lograron revertir el impasse en las negociaciones.

Es ese contexto, para reorganizar a la coordinadora en su conjunto, se efectuó del 13 al 15 de mayo, en Tuxtla Gutiérrez, el Congreso Nacional 14 de la CNTE.

Aunque la coordinadora se fundó en diciembre de 1979, no fue hasta septiembre de 1990 que organizó su primer congreso. En ese acto comenzó una nueva etapa en la vida del movimiento magisterial democrático y de elaboración de su proyecto educativo y sindical para transformar México. Allí se aprobaron documentos básicos, un pliego petitorio y un plan de acción nacional, con el objetivo de unificar y coordinar sus acciones.

Decía el gran José Carlos Mariátegui en Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana que no es posible democratizar la enseñanza de un país sin democratizar su economía y sin democratizar, por ende, su superestructura política. Fiel a estas enseñanzas, la CNTE ratificó en su congreso 14 sus objetivos estratégicos de avanzar en la democratización del sindicato, de la enseñanza y del país, mantener en pie sus 22 principios y su táctica movilización-negociación-movilización.

El acto permitió avanzar en la definición de la ruta de resistencia y lucha por la exigencia de solución de sus demandas más sentidas, “además de las afectaciones laborales y sindicales derivadas de la imposición de la mal llamada reforma educativa del actual gobierno. La CNTE –acordó el congreso– no tiene representación legislativa ni cargos de elección popular alguno”.

A 41 años de su fundación, en un país repleto de canallas, la lucha de los maestros mexicanos de la CNTE es nuestro orgullo. Es la muestra de que no todo puede ser mejor, sino de que seguramente lo será. El ejemplo de los profesores Arcángel, David, Fredy y Melchor así lo muestra.

Twitter: @lhan55

https://www.jornada.com.mx/2021/05/18/opinion/015a1pol

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Colombia: autismo político, crisis social y modelo de exterminio

Por Aram Aharonian

Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Más de dos semanas de ininterrumpidas manifestaciones populares a lo largo y ancho de Colombia evidencian que la crisis económica, financiera, sanitaria y social provocada por la inoperancia, torpeza y un programa de insultantes privilegios para la oligarquía del presidente Iván Duque, precipitaron el resquebrajamiento del consenso neoliberal y llevaron al baño de sangre con el que el establishment quiso sofocar el estallido social

En Colombia, imperialismo, contrainsurgencia y fascismo han actuado siempre unidos y/o mezclados. Subsiste una alianza militar-narcomilitar, con impunidad (casi) garantizada por la Fiscalía, que deja cadáveres de cientos de dirigentes sociales, indígenas o campesinos, mientras siguen las desapariciones y los fusilamientos extrajudiciales. Siete bases estadounidenses se alojan en territorio colombiano, asesores estadounidenses e israelíes adiestran a los asesinos de su pueblo.

Colombia es el único miembro suramericano de la OTAN, justificado por los enormes intereses neocoloniales económicos y políticos del complejo militar industrial y financiero nacional y global, además de los intereses geoestratégicos con países limítrofes “desafectos a Washington” como Nicaragua y Venezuela.

Hoy Colombia es más importante para Estados Unidos que su neocolonia de Puerto Rico en la totalidad de los intereses de Washington en la región. Pero el dato nuevo es que el gobierno de Joe Biden, en lugar del “tradicional apoyo irrestricto” al gobierno de Colombia, ha pedido el respeto por los derechos humanos y ha desautorizado los “desmanes” de la fuerza pública, que ellos financian y adiestran que, asociada con el narco paramilitarismo ha reprimido brutalmente –otra vez- y con una violencia aterradora a la actual protesta.

Algunos analistas pecan de optimismo al creer que esta posición desautoriza al expresidente Álvaro Uribe, cabeza de la derecha y del genocidio, -voz de Washington, pero sobre todo del Comando Sur- en su país desde hace dos décadas. Lo que hace el gobierno demócrata estadounidense es evaluar los daños, teniendo en cuenta que para ellos democracia es igual a elecciones (si son amañadas, mejor) y el proceso electoral colombiano ya se está jugando.

Esta “nueva” posición de Washington ha obligado a Duque a abandonar el cómodo Palacio de Nariño para ir, humillado y “clandestino”, en horas de la madrugada, a reunirse con sus operadores y agentes represivos, comandados por el general Eduardo Zapateiro, en la ciudad de Cali. La preocupación del arriba nervioso es que no surge ningún candidato desde la derecha proestadounidense.

Y aquellos que crecieron bajo el ala de Uribe y el narcopoder, tienen muy pocas oportunidades de llegar a la casa presidencial, máxime cuando la encuesta realizada por la revista Semana indicaba que el izquierdista Gustavo Petro ganaría en la primera vuelta y cuando todos son conscientes de que le será muy difícil a Duque gobernar los 18 meses que le restan.

En las próximas semanas ya veremos a quien los magos de Washington tocan con su varita mágica para garantizar la continuidad del uribismo. Alberto Pinzón señala que buscan a alguien con suficiente demagogia populista, imagen de progresista, que asista a los cocteles de la embajada y, sobre todo, que prometa continuar la lucha para llevarle la democracia a Venezuela, restaurar sus antiguas instituciones y suprimir definitivamente ese peligro a la seguridad de los EEUU que declaró el presidente Obama hace seis años.

Pero no hay que quitarle méritos a Iván “el terrible”: Es el único de América Latina y del mundo a quién se le ocurrió subir los impuestos en medio de la crisis social más grande que ha vivido el planeta en un siglo y la peor que ha tenido Colombia en su historia. Duque destinó apenas un 2,8% del PIB a la pandemia (EU dedicó un 24,8%), y casi la mitad de ese 2,8% no es gasto sino un seguro de crédito para la banca privada.

Hernando Gómez Buendía, director de Razón Pública, señala que Colombia fue víctima de tres cosas: su tradición de buen deudor y seguidor del Fondo Monetario Internacional; la Constitución de 1991, que se hizo para prohibir que el Banco de la República financie el gasto público, y la ideología o rigidez neoliberal del ex ministro de Hacienda Carrasquilla, su discípulo Duque, la Junta Directiva del Banco de la República y el equipo de gobierno en su conjunto.

En las últimas dos semanas, Duque perdió dos ministros. A la salida del impresentable ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla, autor del proyecto de reforma tributaria que disparó el estallido social y al que ni Uribe quería, se sumó la renuncia de la ministra de Relaciones Exteriores, Claudia Blum, dejando en claro que se trata de una crisis política provocada por la arrogancia e insensibilidad de Duque .

La administración derechista se quedó sin proyecto ni respuestas tras fracasar en su intento de trasladar a las mayorías el costo de mantener los ofensivos privilegios de la oligarquía mediante el aumento y la creación de nuevos impuestos. Ya Duque venía en caída libre, acumulando un 70 por ciento de desaprobación. Tratando de revertir la caída libre, Duque aseguró el 14 de mayo que “la recesión ha terminado” e indicó que por primera vez desde la pandemia Colombia muestra un crecimiento positivo en su economía, 1.1% luego de tres trimestres con cifras negativas. Tardaron muchos días en hacer cuadrar las cifras para mostrar esa mejora que no convenció a nadie.

Solo un gobierno con autismo político puede haber anunciado una reforma tributaria que afecta mayormente a las clases medias y populares, en un país que atraviesa el pico de la tercera ola de la pandemia con uno de los niveles de contagios y muertes más altos del mundo, un incremento de las personas en situación de pobreza extrema y una caída de la economía de casi 7%, dice Ariela Ruiz Caro.

Ese rechazo popular se volcó a las calles, en un país hambriento, desangrado, y los asesores del gobierno creyeron que Duque recuperaría credibilidad llamando a un farsesco diálogo –bien promocionado pro los medios- que no incluía la rectificación de las políticas no sólo neoliberales sino también oligárquicas, que quizá significaran un enfrentamiento con Uribe, su mentor y mandante.

Asimismo, el senador Iván Cepeda, la organización Temblores y organizaciones de Derechos Humanos informaron sobre la denuncia instaurada ente la Corte Penal Internacional y las Naciones Unidas por 1.595 casos de agresiones y violaciones de derechos humanos por parte del gobierno en los primeros 16 días de Paro Nacional. La denuncia acusa como máximos responsables de las violaciones humanitarias al presidente Iván Duque, al ministro de Defensa Diego Molano; al expresidente Álvaro Uribe Vélez; al general del Ejército Eduardo Zapateiro y al director nacional de la Policía, Jorge Luis Vargas.

Mientras, un críptico tweet en la cuenta de Uribe con una supuesta propuesta de acción política prendió la curiosidad y desató un intenso debate acerca del origen de dicha intervención. Textualmente decía: “1) Fortalecer FFAA, debilitadas al igualarlas con terroristas, La Habana y JEP. Y con narrativa para anular su accionar legítimo; 2) Reconocer: Terrorismo más grande de lo imaginado; 3) Acelerar lo social; 4) Resistir Revolución Molecular Disipada: impide normalidad, escala y copa”. Uribe se refería con el último de los términos al concepto repostulado por el neonazi chileno Alexis López, acérrimo defensor del revisionismo del holocausto judío, y conferencista en reiteradas ocasiones, en la Universidad Militar Nueva Granada, donde se forman algunos de los principales cuadros militares de Colombia.

Uribe es conocedor del poder del mercadeo, del valor de la emocionalidad en la construcción de mecanismos de poder y legitimación. Con la deformación del concepto. alimenta su serie de grandes éxitos que se inician con el ‘castrochavismo’ y continúan con otras deformidades tales como aquella de la ‘ideología de género’ o la alargada sombra del Foro de São Paulo, algunos de los argumentos más difundidos para la negativa de apoyo al proceso de paz en el referéndum de 2016.

La teoría ignorante o paranoica de la “revolución molecular disipada” que puso a circular el uribismo deja de considerar que en Colombia hay una sola fuerza organizada y capaz de ocupar esos centros de poder: el Ejército. Y en el caso de Duque, antes que un golpe, tendríamos una militarización completa del país y una violencia de Estado duradera.

La estrategia no es nueva por parte de la derecha: la desinformación se nutre del anonimato en la generación del mensaje y del capital simbólico de la figura que lo difunde. Su único fin es el de crear narrativas paralelas –a través de la apelación a las emociones con la utilización sistemática de la amenaza del terrorismo- y afianzar el pánico colectivo a través de una manipulación consciente de la información falsa presentada como veraz.

Para eso cuenta con asesores colombianos, ecuatorianos, estadounidenses, venezolanos e israelíes, además de los medios hegemónicos para difundir la información falsa, no solo colombianos sino también latinoamericanos y globales.

El senador Gustavo Petro dejó en claro que Uribe, un siniestro personaje y también su entorno –conformado por la más rancia oligarquía y por los más salvajes grupos paramilitares–recurrieron a tácticas transparentemente fascistas para auparse al poder y crear un sólido consenso social alrededor de sus intereses: desde la satanización y criminalización de cualquier forma de disidencia, hasta la invención de amenazas inexistentes para justificar formas extremas de violencia de Estado.

Ahora se habla de la realidad regional. En las regiones y ciudades intermedias, como Cali, es donde más duro se ha sentido el incendio social, descentralizando la protesta, trayendo a la escena a otros liderazgos sociopolíticos, que ponen en peligro la acumulación de capital conseguido en estos 40 años de genocidio y de despojo millonario de víctimas.

*Periodista y comunicólogo uruguayo, magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur, preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)

*Fuente: https://www.nodal.am/2021/05/colombia-autismo-politico-crisis-social-y-modelo-de-exterminio-por-aram-aharonian/

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