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Para combatir la deserción: Habrá una cédula escolar que registrará la historia de cada alumno en todo el país

Por: Ricardo Braginski

Fue aprobado casi por unanimidad en la Cámara de Diputados. Una base de datos permitirá saber si están yendo a la escuela. Y si no van, el Estado saldrá a buscarlos. 

La educación argentina tiene unos cuantos desafíos. Pero sin dudas, uno de los más urgentes es resolver la alta tasa de deserción: aquellos chicos que, en algún momento y por diversos motivos, abandonan las aulas.

Las cifras lastiman: apenas el 45% de los chicos termina la secundaria en tiempo y en forma. Son mil adolescentes por día los que dejan la escuela media en el país. Y si bien el abandono en la secundaria es crítico, no es el único problema. En 2010, año del último censo, eran cerca de 80 mil los chicos de entre 5 y 17 años que nunca habían ido a una escuela.

El problema no es nuevo, y por eso tampoco son nuevas las soluciones. Hasta ahora, se habían implementado diversos programas –nacionales y distritales- con el objetivo de identificar a los chicos que no van o nunca fueron a la escuela, para así contactar a las familias y revertir la situación. Algunos avanzaron más que otros. La mayoría se enfocaron en la escuela secundaria.

Pero ahora, con la ley de “cédula nacional escolar” que avanza en el Congreso, todos los esfuerzos deberán coordinarse a través de un único registro nacional, que identificará y registrará la historia de cada chico del país, desde que deben ir a la sala de 4 hasta el último año de la secundaria.

El proyecto venía con media sanción y se aprobó este jueves con amplio consenso en Diputados: 193 votos a favor, 4 en contra y una abstención. Como hubo dos modificaciones, vuelve al Senado, que lo convertirá en ley, probablemente en la próxima sesión, dentro de este período extraordinario.

El principal objetivo es identificar a los que están fuera del sistema educativo, generar un alerta temprana y, a través de la intervención de un equipo interdisciplinario, lograr que vuelvan a la escuela. También se registrará si han completado el plan de vacunación obligatorio.

La ley establece la creación del “Programa Cédula Escolar Nacional” que estará en el ámbito del Consejo Federal de Educación. Este programa deberá crear el “Libro Blanco de la Cédula Escolar”, una base de datos en la que se irá actualizando, año tras año, los datos estadísticos de cada chico y adolescente.

El Ministerio de Educación deberá presentar anualmente en el Congreso los resultados del programa, que estará a disposición del público a través de una página web.

Entre las iniciativas similares que ya existen a nivel nacional, la más relevante es el Sistema Integral de Información Digital Educativa (Sinide) que, por reglamentación oficial, debiera estar funcionando desde 2014, pero por ahora solo tres provincias lo implementaron: Buenos Aires, Santiago del Estero y Jujuy. Este sistema tiene por objetivo seguir la trayectoria “nominalizada” de los alumnos,esto es, la trayectoria de cada uno de los chicos por nombre y apellido. Ahora debe hacerse esto por ley.

También existen, a nivel nacional y distrital, iniciativas que salen en la búsqueda de los chicos que abandonaron la escuela. El más ambicioso es el programa Asistiré, del gobierno nacional, que implementó un software específico para esta tarea, con la utilización de tablets por parte de docentes y preceptores. En Santa Fe está el plan “Vuelvo a Estudiar” y también hay un plan similar en el municipio de San Martín.

“Incorporamos en el proyecto al Sinide y le daremos así rango de ley, lo que va a permitir que se acelere. La Cédula Escolar también dialoga con Asistiré. Permitirá que escale a nivel nacional”, le dijo a Clarín Brenda Austin, diputada del radicalismo y principal impulsora de la ley en Diputados.

El proyecto original había sido presentado hace dos años por el senador Julio Cobos y tuvo cambios. Si no se aprobaba este jueves, corría riesgo de perder estado parlamentario.

La ley fue acompañada por todos los bloques, excepto la izquierda. El Frente para la Victoria pidió dos modificaciones, que fueron aceptadas: que el programa esté bajo al órbita del Consejo Federal de Educación en lugar del Ministerio de Educación; y que quede expresado, de modo taxativo y claro, que se respetará la privacidad de los datos de los chicos.

La voz de los especialistas

Clarín consultó con especialistas en educación que, en líneas generales, destacan la importancia de esta nueva herramienta.

“Es una iniciativa importante y necesaria para concientizar sobre la problemática del abandono escolar, y para tener más información personalizada sobre la trayectoria educativa de los alumnos, que puede ser de utilidad para las políticas y para las escuelas. Para que tengan no solo la imagen general de las estadísticas sino el nombre y apellido, y las historias personales de los sujetos que es lo que realmente permite entender por qué dejan la escuela y en qué condiciones”, dijo a Clarín Axel Rivas, director de la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés.

Agregó que “la visión de la escuela como un derecho para todos los jóvenes es integral. Hay que repensar la escuela secundaria a fondo y contar con el financiamiento y los recursos adecuados para acompañar esos procesos de transformación que en estos momentos es muy difícil de garantizar y está en riesgo, por la disminución del presupuesto educativo de este año y del año que viene, que pone en riesgo las políticas de inclusión educativa”.

Belén Sánchez, coordinadora del programa de Educación de CIPPEC, afirma que “para asegurar una implementación exitosa de la cédula escolar es central que desde el nivel nacional se avance en la implementación del Sinide. La Argentina contará así con un sistema de estadísticas educativas basado en el registro nominal de alumnos, algo que facilita el seguimiento de las trayectorias escolares y que muchos otros países de América Latina ya tienen en funcionamiento hace varios años”.

“Además, en un escenario en el que coexisten políticas educativas nacionales y provinciales abordando problemáticas comunes, es crucial prever mecanismos de articulación que eviten la duplicación de esfuerzos y la sobrecarga de trabajo administrativo en las escuelas”, agregó Sánchez.

«Contar con un sistema que a nivel nacional permita el seguimiento personalizado de la trayectoria de los estudiantes es una cuenta pendiente. En el 2012 el Ministerio de Educación Nacional dispuso la creación del Sinide. La cédula nacional escolar debería enmarcarse en este esfuerzo. En todo caso, sería bueno que a fines de 2019 el sistema nominal nacional sea una realidad», dijo a Clarín Ignacio Ibarzábal, director ejecutivo del Observatorio Argentinos por la Educación.

Desde el Ministerio de Educación nacional, el jefe de Gabinete Manuel Vidal dijo que esa cartera está “trabajando en equipo con las provincias porque queremos fortalecer las iniciativas de cada gobierno provincial e impulsar aquellas que no poseen ningún desarrollo propio. A su vez, ya estamos activos en la detección de los alumnos y las alumnas que tienen riesgo de abandonar la escuela en el marco del programa Asistiré. Consideramos que es fundamental contar con información confiable del sistema educativo para poder mejorar la calidad de las políticas educativas”.

Fuente del artículo: https://www.clarin.com/sociedad/crearan-cedula-escolar-registrara-historia-chico-pais_0_DjprE0kB7.html

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I’m a Democrat and a Feminist. And I Support Betsy DeVos’s Title IX Reforms.

By: Lara Bazelon.

There is an uncomfortable truth in the current system. No one wants to talk about it.

Education Secretary Betsy DeVos’s proposed regulations overhauling how colleges handle sexual assault, which may become law in January, are far from perfect. But there is a big reason to support them: I’m a feminist and a Democrat, and as a lawyer I have seen the troubling racial dynamics at play under the current Title IX system and the lack of due process for the accused. Ms. DeVos’s proposals take important steps to fix these problems.

Consider this scenario: A young black man enrolls at a state university in California on an athletic scholarship. He’s the first person in his family to go to college. His teammate’s white ex-girlfriend matches with him on Tinder, comes to his apartment, has sex with him and, they both agree, returns three days later to have consensual sex.

Weeks later, the young woman, who has reconciled with her boyfriend, claims the Tinder match raped her during the first sexual encounter. The Tinder Match adamantly denies this. Her boyfriend, who is also black, says she is lying. There is no hearing, no chance for the accused to ask her questions.

But the Title IX investigator concludes that he committed sexual assault by finding her more credible than him under the preponderance-of-the-evidence standard, under which the accuser must prove there is a greater than 50 percent chance her claim is true. He’s one of a few black students on campus and worries he may get killed after word spreads.

This happened in early 2018 to a client in the pro bono clinic I direct with my law students. We represent low-income students of color in California who face expulsion based on allegations of sexual assault.

We see what the Harvard Law School professor Janet Halley described in a 2015 law review article: “The general social disadvantage that black men continue to carry in our culture can make it easier for everyone in the adjudicative process to put the blame on them.” That’s why the DeVos regulations are a step forward.

Here is how they would work. Cross-examination would be conducted by an adviser for the accused (not, as some coverage has erroneously said, by the accused.) The accuser may sit in a separate room or participate via videoconference. The right to cross-examine goes both ways: The accused must also answer questions posed by the accuser’s adviser.

The changes would also do away with the problematic “single investigator system” where the person who interviews the witnesses and gathers the facts also serves as the judge and jury — a method the California State University System uses for its 485,000 students across 23 campuses.

The revisions are in line with court decisions that have characterized the current system as unfair. In August, the Court of Appeals for the Sixth Circuit, ruling in a case from Michigan, declared that if a public university adjudicates what is essentially a “he said, she said” case, “the university must give the accused student or his agent an opportunity to cross-examine the accuser and adverse witnesses in the presence of a neutral fact-finder.” This year, two California appellate courts have overturned university decisions to suspend students for committing sexual assault because their procedures were so lacking in basic due process.

Meanwhile, my client has been barred from campus for more than nine months. (His suspension was based on this allegation and a second allegation by another accuser, which was found to be unsubstantiated by the evidence; that accuser is appealing.) The DeVos regulations and the two California appellate rulings are most likely his only hope of avoiding an expulsion that would tar him as a campus sex offender and most likely prevent him from getting into another school.

The current system of adjudicating sexual assault complaints is broken. Under the rules set up by the Obama administration, hundreds of colleges, including many in California, were placed under federal investigation and threatened with the loss of funding for failing to adequately investigate sexual assault complaints. The definition of what constituted an assault was vastly expanded. Nonpunitive resolutions such as mediation were forbidden, even if that is what both sides wanted.

The Obama rules were written to address a real problem: a tendency by colleges to sweep sexual assault allegations under the rug. But it also gave risk-averse schools incentives to expel the accused without any reliable fact-finding process.

The Office of Civil Rights does not collect data on race in Title IX cases, but the little we know is disturbing: An analysis of assault accusations at Colgate, for example, found that while only 4.2 percent of the college’s students were black in the 2012-13 school year, 50 percent of the sexual-violation accusations reported to the school were against black students, and blacks made up 40 percent of the students who went through the formal disciplinary process.

We have long over-sexualized, over-criminalized and disproportionately punished black men. It should come as no surprise that, in a setting in which protections for the accused are greatly diminished, this shameful legacy persists.

“I’ve assisted multiple men of color, a Dreamer, a homeless man and two trans students,” Professor Halley told me. “How can the left care about these people when the frame is mass incarceration, immigration or trans-positivity and actively reject fairness protections for them under Title IX?”

We can fix this. The DeVos reforms are in their public comment period, which gives people on all sides of this debate a chance to weigh in. That is a good thing. I know my allies on the left will criticize my position, but we cannot allow our political divisions to blind us to the fact that we are taking away students’ ability to get an education without a semblance of due process. What kind of lesson is that?

Source of the article: https://www.nytimes.com/2018/12/04/opinion/-title-ix-devos-democrat-feminist.html

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Reforma Educativa: Mirar a la Escuela de otra manera

México / 9 de diciembre de 2018 / Autor: Juan Carlos Miranda Arroyo / Fuente: SDP Noticias

En México, y en cualquier país del mundo, las modificaciones a los textos constitucionales o la aprobación de leyes nacionales, como acciones iniciales para emprender Reformas Educativas, no necesariamente han producido cambios de “raíz” en las prácticas educativas y docentes en las escuelas (1); esto lo digo porque el siguiente gobierno federal, próximo a ejercer el poder político en una semana, podría cometer el mismo error en que cayó el gobierno encabezado por el presidente Peña Nieto, en materia de políticas públicas y estrategias educativas. Pensar que los cambios sociales (estructurales o de base) se generan a partir de las modificaciones al marco legal, es dar por cierta una falacia. Esa ha sido la experiencia para el gobierno que va de salida, y lamentablemente para nuestra sociedad; ha sido una equivocación cometida tanto en el orden de la estrategia puesta en práctica como en la concepción (el contenido) de la Reforma Educativa recién ensayada durante el periodo 2012-2018. En consecuencia, esas han sido algunas de las razones del eventual fracaso de la iniciativa del “cambio” propuesto a través del “Pacto por México” (cuya responsabilidad y diseño se debe a los partidos políticos PRI, PAN y PRD), mediante una Reforma Educativa supuestamente estructural que, según los acontecimientos, ha sido rechazada por la mayoría de la sociedad.

Desde una perspectiva crítica del diseño de las políticas públicas en educación, considero que la estrategia para transformar el sistema educativo, tendría que ser operada exactamente al revés: Primero se tendrían que impulsar los “cambios educativos”, en la base, es decir, en las escuelas, en las aulas y, en segundo lugar, integrar los diversos esfuerzos colectivos, orientados hacia “la transformación”, para consolidarlos y extenderlos hacia todo el conjunto del sistema, a través de la adecuación o actualización de los diferentes instrumentos jurídicos y normativos. Lo anterior implica pensar al Estado no solo como una entidad hegemónica generadora del “deber ser” de una sociedad, sino también como el complejo institucional que, en representación de la misma, regula las prácticas sociales que permitan la convivencia armónica, justa, democrática y civilizada entre los miembros de la sociedad.

Coincido, en ese sentido, con las voces y los argumentos sociológicos (como los de Michael Fullan y Andy Hargreaves) que consideran o interpretan a la escuela desde otra mirada, sobre todo en coyunturas de reforma o de transformaciones profundas como la que vivimos en México. Así lo expresa concretamente Fullan cuando se refiere a ese tipo de reformas: “Hay dos dimensiones claves para la capacidad (del cambio educativo). Una es lo que los individuos pueden (o quieren) hacer para desarrollar su efectividad (desde la escuela), a pesar del sistema; la otra es la forma como los sistemas necesitan transformarse.» (2)

 

Ello significa que la escuela debiera convertirse, como colectivo de personas comprometidas con los aprendizajes significativos de sus estudiantes, en una “unidad autonómica” que aprenda a pensar y a operar el cambio a partir de sus prácticas concretas; a diseñar y emprender por su cuenta, y más allá de los dispositivos burocráticos del “sistema”, su “propia agenda o plan de reformas educativas y docentes (procesos de enseñanza y aprendizaje)” para la escuela y para cada grupo de alumnos en el aula. Sin duda, eso también implicaría poner en marcha un amplio proceso de revisiones críticas y autocríticas acerca de las “prácticas educativas y docentes” dominantes en la institución educativa, que incidan en la extensión, la pertinencia y la profundidad de los aprendizajes de los niños, las niñas y los jóvenes.

Para los tecnócratas y los simpatizantes (convencidos o no) del reformismo conservador (con orientación claramente neoliberal), sin embargo, la lógica del “cambio educativo” se reduce solo a una mera imposición de “modelos” o “programas” desde fuera (el “deber ser”) de las escuelas (como ha sido el caso de las reformas educativas promovidas durante las últimas décadas en varios países, y ha sido también la situación por la que ha pasado México). Eso se ha hecho a través de dispositivos técnicos únicos, nacionales y obligatorios, diseñados por expertos, funcionarios o científicos de la educación, cuyas propuestas han sido válidas para el autoconsumo de la propia comunidad científica (corporativa e institucionalizada), pero que son ajenas a las necesidades de las comunidades magisteriales, es decir, para las figuras educativas que laboran en las escuelas y en las aulas (docentes, directivos escolares y asesores técnicos), es decir, para quienes operan cotidianamente los planes y los programas de la educación pública.

 

En resumen, la ruta crítica elegida por el Estado mexicano, para los propósitos reformistas, fue la siguiente: el Poder Legislativo, por iniciativa del Ejecutivo, modificó el texto constitucional, sin consulta pública en 2013, y estableció como principio general y entre otros aspectos, en el Art. 3 de la Carta Magna, que la “calidad de la educación” se definiría como el “máximo logro de aprendizaje de los educandos”, con lo cual se fijarían las bases para el diseño o adecuación de las leyes secundarias en materia educativa (Ley General de Educación, Ley del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación y Ley General del Servicio Profesional Docente), a través de cuyos contenidos y aplicaciones, (como eje central de las políticas públicas), se enfocaron obsesivamente hacia la evaluación de las diferentes figuras educativas, de manera rigurosa y con consecuencias laborales, como el mecanismo universal que aseguraría alcanzar la llamada “calidad educativa”.

Las autoridades educativas federales y estatales durante ese periodo (2012-2018) jamás admitieron, sin embargo, que el cambio educativo más redituable y duradero no es el que se da mediante el arreglo (en la oscuridad) entre las cúpulas del poder político y otros grupos privilegiados, sino desde las escuelas (y no me refiero a la iniciativa de poner a las “Escuelas al Centro”). Arreglo que históricamente se ha dado entre los actores sociales que cogobiernan y que constituyen las élites del poder científico técnico (grupos de expertos en educación que preservan la hegemonía en las instituciones legitimadoras del saber, como he descrito antes, cuyo coto de poder más actual, en México, ha sido el INEE), y que, en conjunto con otros grupos de poder, han tomado las decisiones importantes en materia educativa para la nación: cúpulas empresariales; alta jerarquía de las iglesias; dirigencias de la clase política y sindicales, así como el poder fáctico que ejercen los medios de comunicación, que participan, directa o indirectamente, en el proceso de validación o legitimación de los contenidos, los métodos, el financiamiento, la organización, los tiempos y la infraestructura de las escuelas.

 

Una de las cuestiones que habrán de ponderar las futuras autoridades educativas federales (que impulsarán la 4T), es la dinámica que prevalece en la esencia de las prácticas educativas y docentes cotidianas en las escuelas, en el sentido de revisar los estilos de enseñanza centrados en la “directividad”, así como su orientación para conservar los vínculos de dependencia docente-alumno. (Revisión que está en la cancha de los colectivos escolares). Situación que no es solo privativa de nuestro país, sino que también es observada en otras latitudes: En Colombia, por ejemplo, los investigadores reconocen que “… la mayoría de la población presenta una marcada deficiencia en la habilidad de evaluación de la tarea (de aprender por cuenta propia), lo cual se puede explicar porque la educación inicial (Preescolar y Básica) que han recibido los sujetos, ha concedido al maestro el control y evaluación de los aprendizajes, haciendo del estudiante un sujeto pasivo y dependiente de su tutor, con pocas posibilidades de alcanzar procesos de autonomía y autorregulación de su aprendizaje…” (3)

 

Es de tal modo la urgencia de revisar los métodos y los fundamentos relacionados con las prácticas educativas y docentes en la escuela, que el mismo INEE se ha dado a la tarea de preparar una propuesta para capacitar o actualizar a docentes, asesores y directivos escolares sobre esos procesos, mediante el estudio profundo y reflexivo de métodos de autoevaluación, a efecto de promover la “autonomía escolar” (4); lo cual en sí mismo constituye una buena idea, pues sintoniza con la crítica que he esbozado a lo largo de este comentario (en el sentido de movilizar el cambio “desde abajo” y en forma “horizontal” y no de manera “vertical” ni “desde arriba”). Sin embargo, la pregunta que me hago, ante la propuesta del INEE, es: ¿Por qué hasta ahora?

 

Fuentes consultadas y notas:

(1) “La práctica educativa de los docentes es una actividad dinámica, reflexiva, que comprende los acontecimientos ocurridos en la interacción entre maestro y alumnos.  No se limita al concepto de docencia, es decir, a los procesos educativos que tienen lugar dentro del salón de clases, incluye la intervención pedagógica ocurrida antes y después de los procesos interactivos en el aula”, según B. García-Cabrero, Loredo, J. y Carranza, G. (2008). Análisis de la práctica educativa de los docentes: pensamiento, interacción y reflexión.  Revista Electrónica de Investigación Educativa, Especial. Consultado en: http://redie.uabc.mx/NumEsp1/contenido-garcialoredocarranza.html

 

(2) M. Fullan. (1998) El significado del cambio educativo. (The Meaning of Educational Change: A Quarter of a Century of Learning). En: A. Hargreaves, A. Lieberman, M. Fullan y D. Hopkins (eds.): International Handbook of Educational Change (pp. 214-228). Dordrecht: Kluwer. Traducción de Santiago Arencibia y revisión técnica de Antonio Bolívar, reproducido en: Profesorado, revista de currículum y formación del profesorado, 6 (1–2), 2002, (España).

 

(3) Isabel A. Sierra Pineda y N. Carrascal Torres (2016) “Desafíos Epistemológicos y requerimientos en los Planes de Formación de Maestros para la Educación Infantil: El camino hacia la Autorregulación Temprana y la Autonomía”. Documento presentado en el 3er. Simposio Internacional y 4o. Coloquio Regional de Inv. Educativa y Pedagógica. Montería, Colombia.

 

(4) Sylvia Schmelkes; Galas Taboada, C.; Hamilton Vélez, E.V.; Chicharro Gutiérrez, M.P.; y Hamilton Vélez, J. (2018) “Autoevaluación y Autonomía Escolar: Principios y herramientas para la Gestión”. INEE. México.

 

Fuente del Artículo:

https://www.sdpnoticias.com/nacional/2018/11/26/reforma-educativa-mirar-a-la-escuela-de-otra-manera

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¿De verdad es la evaluación un problema?

España / 9 de diciembre de 2018 / Autor: Manuel Jesús Fernández Naranjo / Fuente: EvaluAcción

La evaluación es el proceso más complejo de cualquier organización. Decidir qué, quién, cómo, cuándo, a quién y para qué evaluar resulta, en la mayoría de los casos, una de las decisiones más difíciles de tomar. Y lo estamos viendo con el globo sonda, repetitivo en la mayoría de las administraciones, de la evaluación docente. Pero, no quiero entrar en este tema, no por su complejidad, sino porque es sólo un ejemplo de lo anterior y no el tema de esta entrada.

Porque me quiero centrar en un hecho que vengo experimentando durante estos últimos años y es que la evaluación se convierte en una ayuda para los actores del proceso de aprendizaje y no es ningún problema. En definitiva, mi tesis es que la evaluación no es un problema sino que es el principal elemento de cohesión de la comunidad educativa.

Pero, vayamos a las causas, según mi punto de vista, de por qué la evaluación educativa se ve como un problema que pone de los nervios a toda la comunidad educativa.

  • La evaluación confundida con calificación
  • La evaluación como una meta y no como un proceso
  • La evaluación con instrumentos limitados
  • La evaluación como castigo
  • La evaluación como una decisión individual

Y, ahora, veamos los argumentos para afirmar que la evaluación no es ningún problema, que evaluar es algo que facilita y fundamenta el aprendizaje auténtico. Para ello, me gustaría recordar varios ejemplos de cosas que pasan en las aulas donde comparto aprendizajes con el alumnado.

En primer lugar, lo que una alumna me comentó hace poco cuando le entregué una rúbrica para que se autoevaluara:¡cómo me voy a poner yo la nota si el maestro eres tu!. Y en segundo lugar, lo que otra alumna dijo cuando después de reflexionar sobre lo que había hecho durante lo que llevábamos de trimestre: yo ya no merezco el 10, maestro. Creo que estas dos anécdotas de aula reflejan todo lo que evaluación es ahora mismo y, también, lo que no debería ser, ya que se piensa  y se tiene más que asumido mayoritariamente que la evaluación es una responsabilidad exclusiva del docente y que el alumnado no tiene ninguna responsabilidad en la valoración de SU aprendizaje. Porque no lo olvidemos, si queremos que el alumnado aprenda de verdad debe ser responsable de su aprendizaje, para empoderarse, para ser autónomo y competente. Y no lo es en absoluto, por su relativa inmadurez, por la falta de hábito y, sobre todo, por un sistema de evaluación radicalmente vertical y nada participativo.

ben-mullins-785450-unsplashSin embargo, como pasa en esas aulas donde comparto aprendizajes con el alumnado, la evaluación cuenta, en primer lugar, con instrumentos muy variados como rúbricas, pruebas cooperativas, juegos, actividades individuales, en pareja y en grupo, explicaciones, creación de productos, trabajo en el aula, etc., lo que provoca que se vaya asimilando algo que yo les digo continuamente: no hacemos exámenes, pero nos examinamos continuamente. Además, también usamos estrategias variadas como flipped, trabajo cooperativo y colaborativo, cumplimiento de plazos o autoevaluación y coevaluación. De esta forma, la evaluación se empieza a entender, porque cuesta trabajo cambiar hábitos adquiridos que se entienden como inmutables, como un proceso y no como un resultado, como un camino y no como una meta y, por ello, la evaluación no se confunde con calificación, aunque administrativamente haya que ponerla, sino que se empieza a entender como el resultado de lo realizado y aprendido durante un tiempo determinado y de lo que ellos son responsables y, esto es muy importante, participan. Por eso, también, la evaluación se convierte en una ayuda eficaz para mejorar el aprendizaje y no se ve como la posibilidad de un castigo por no hacer algo bien, sino un manera de aprender para hacerlo mejor.

Y termino con el comentario de estas experiencias de aula con una anécdota de ayer mismo. En mi centro se hacen desde el curso pasado exámenes comunes para todos los niveles, (algo que me parece completamente contrario a los principios de la educación del siglo XXI como diversidad, inclusión, personalización, evaluación formativa, por ejemplo, pero que asumo como docente del centro) y un alumno de 1º de ESO me comentó que cómo iban a hacer ellos un examen común “si no habíamos dado nada”. Entonces, yo le pregunté qué era el Ecuador y me dijo: “la línea que divide a la tierra en dos mitades” y le insistí preguntándole cuáles eran los movimientos de la tierra, y me dijo: “rotación y darle la vuelta al sol”, e insistí más preguntándole cuál era la cordillera que divide Europa y Asia y, sí, me dijo, “los Urales”. Entonces entendió, entendieron, que no quería decir “dar” sino “estudiar de memoria”. Creo que hace falta comentar poco más.

En definitiva, podemos concluir que la evaluación deja de ser un problema si podemos hacer que ocurra lo siguiente:

  • Hacer de la evaluación un proceso que reduzca, hasta hacerla irrelevante, la importancia del final, de la meta.
  • Hacer al alumnado responsable de su aprendizaje y, lógicamente por eso, de su evaluación y, por tanto, también enseñarles a participar de manera objetiva en su propia valoración y en la valoración de sus compañeros.
  • Utilizar estrategias e instrumentos muy variados de forma que el alumnado tenga la certeza de que su evaluación es formativa, de que aprende evaluando y evalúa aprendiendo.

Yo estoy en ello y observo que cuando el alumnado asume el proceso, sabe que su evaluación es para mejorar y entiende que su “nota” depende de él y no de mí, todo es mucho más fácil y mucho menos problemático. Y sí, las familias lo asumen también con naturalidad.

Fuente del Artículo:

http://evaluaccion.es/2018/11/26/de-verdad-es-la-evaluacion-un-problema/

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Pedagogía del oprimido: mucho más que un libro

España – Cataluña / 9 de diciembre de 2018 / Autor: Sebas Parra / Fuente: La Guerrilla Comunicacional

Algunas personas interesadas en los temas educativos, pocas en honor a la verdad, recordamos y celebramos el 50 aniversario de la publicación de Pedagogia do Oprimido, de Paulo Freire. Coloquialmente diríamos que somos cuatro gatos.
Pero lo que resulta verdaderamente sorprendente es que un libro sobre educación traducido a más de cuarenta lenguas y que es ya una reconocida referencia imprescindible de la Historia de la Educación mundial y de la Pedagogía Crítica en particular sea todavía prácticamente desconocido en nuestro país, profesionales del ramo incluidas.
Entre las posibles razones que explican esta realidad destacaría una: el contenido político, radicalmente crítico, comprometido y liberador, del libro. Freire, comprometido desde sus convicciones cristianas y marxistas con los sectores más oprimidos y marginados, propone partir educativamente de la realidad material e histórica de las personas explotadas para acompañarlas en la toma de conciencia de su situación a la hora de enfrentar los retos de la lucha en el camino de su liberación personal y de clase. Y, naturalmente, eso comporta una crítica radical a la educación oficial bancaria, pretendidamente neutral, basada en la mera transmisión de contenidos desligados de la existencia y los sueños de unos pobres condenados a ser cada vez más pobres.
Sí, cuando Freire reivindica que el objetivo fundamental de la educación es la desocultación de la realidad y que «educadores y educandos, en la educación como práctica de la libertad, son simultáneamente educadores y educandos los unos de los otros» está atacando los fundamentos de nuestros modelos educativos autoritarios, jerarquizantes, segregadores, patriarcales, racistas y clasistas. Y el sistema no perdona. Lógicamente los sistemas educativos, dispositivos reproductores de la cultura y el poder económico dominante, no han perdonado ni perdonan a Freire y todo aquello que representa.
Ocultar la Pedagogia do Oprimido, pues, ha significado ocultar una lúcida, innovadora y necesaria reflexión sobre el papel de la educación democrática como herramienta transformadora y como respuesta eficaz en la lucha contra el analfabetismo político. Analfabetismo entendido aquí como la incapacidad de leer la escuela o la universidad, tanto da, la vida, el trabajo o el mundo, de una manera crítica y reflexiva: «el analfabeto político -no importa si sabe leer y escribir o no- es aquel o aquella que tiene una percepción ingenua de los seres humanos en sus relaciones con el mundo, una percepción ingenua de la realidad social que, para el o ella, es un hecho dado, algo que es y no que está siendo» nos dice Freire.
Ocultar la Pedagogia do Oprimido y todo aquello que representa en la herencia de Paulo Freire forma parte de la ocultación de la realidad que impide a nuestros niños y jóvenes formarse de manera real en valores y ciudadanía democrática tomando conciencia de los problemas sociales, informándose con objetividad, deliberando y opinando críticamente y participando plenamente en todo aquello que les afecta. Incluidos los conflictos -«en el fondo la verdadera comadrona de la conciencia», nos recuerda Freire-, pues a cualquier edad y en cualquier circunstancia «la lucha también educa». Evidentemente, estamos hablando de los valores de una educación democrática, laica, científica y de calidad. Aquella que nos recuerda Mon Marquès que definía la aspiración truncada del magisterio republicano en el exilio: «les enseñábamos a pensar no a almacenar».
Sabemos, no obstante, que hablar de Paulo Freire es hablar de la esperanza. Aquí y ahora, de la esperanza en comenzar a recuperar las raíces pedagógicas republicanas sumando las muchas y diversas buenas prácticas generadas en el país a lo largo de estas décadas de grisura y ventanas cerradas. De la esperanza de saber que aunque vamos a contracorriente, pues somos conscientes de la dificultad que tiene el educador dialógico para actuar coherentemente en un sistema que niega el diálogo, y en medio de la ideología neoliberal y parafascista dominante, continuaremos haciendo de la pasión, del compromiso y del diálogo, también del diálogo pedagógico, una exigencia existencial, un acto creador… y, como nos recuerda Freire en su libro «no hay diálogo si no hay un profundo amor al mundo y a los hombres (…) no hay diálogo si no hay humildad (…) tampoco hay diálogo sin esperanza».
No hay diálogo sin valentía, habría que añadir también, en un tiempo que querría silenciar y ocultar los valores propios de una educación democrática. Absolutamente de acuerdo, pues, con las recomendaciones en esta línea de, por ejemplo, Joan Maria Girona cuando dice: «En las aulas no podemos ocultar lo que pasa, nuestro alumnado lo está viviendo día a día como decíamos: hay que hablarlo, explicarlo claramente, denunciar las situaciones de injusticia, sin miedo por adoctrinar. Sólo dicen que adoctrinamos los que promueven los sufrimientos de tantas y tantas personas: estos no quieren que pensemos, que critiquemos, que lo conozcamos. Prohíben ayudar a las personas desvalidas, amenazan con condenarnos como cómplices de delincuentes».
Leamos, o volvamos a leer, por favor el libro para repensar nuestra práctica haciendo de este aniversario mucho más que una celebración.
[Traducido del catalán del suplemento AULA del Diari de Girona, 20-11-2018]
Fuente del Artículo:
http://miraicrida.blogspot.com/2018/11/pedagogia-del-oprimido-mucho-mas-que-un.html
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Pedagogía crítica en la enseñanza de las matemáticas

Venezuela / 9 de diciembre de 2018 / Autor: Ramón Eduardo Azócar Añez / Fuente: Aporrea

DEDICO:

Al reconocido matemático de la UNELLEZ,

Dr. Jesús Tapia, quien es un ejemplo de

esta pedagogía crítica en Latinoamérica…

Recientemente me interpelaba un estudiante de postgrado de la Universidad Fermín Toro, Extensión Portuguesa, acerca de cómo generar una pedagogía crítica en la enseñanza de las matemáticas (acá hago alusión a matemáticas, en plural o en singular, denotando el mismo significado de «ciencia deductiva que estudia las propiedades de los entes abstractos como números, figuras geométricas o símbolos, y sus relaciones», tal cual me lo permite el Diccionario de la Real Academia Española), lo cual me motivó a esbozar algunas líneas interpretativas entorno de esta inquietud de corte muy académico.

La matemática, en expresión de Andler, Fagot-Largeault y Saint-Sernin, en cuanto ciencia, tiene la misión de desarrollar y construir estructuras formales. Por otra parte, puede muy bien afirmarse que la realidad ya tiene determinadas estructuras. Por esto, no se sabe con seguridad cuáles de las estructuras captadas por la mente son las que corresponden a la realidad en sí y cuáles son debidas a nuestro pensamiento en su intento de configurar, estructurar e informar esa realidad. La matemática funciona de acuerdo con reglas convencionales preestablecidas e inflexibles, y si no, no sería tal. Estas reglas siguen, básicamente, las leyes aditiva, conmutativa, asociativa y distributiva aplicadas a los elementos con que trabaja.

Ahora bien, los elementos que constituyen las estructuras dinámicas o sistemas no se le pueden aplicar estas leyes sin desnaturalizarlos, no son elementos ni partes, sino constituyentes de una entidad superior. Ya en la misma estructura del átomo, por ejemplo, el álgebra cuántica no permite aplicar la ley conmutativa de factores, es decir, que no es lo mismo a*b que b*a, lo cual significa que el orden es importante, como no es lo mismo una parcela de terreno de 10m de frente por 20 de fondo, que una de 20m de frente por 10 de fondo. Esta situación aumenta insospechadamente en la medida en que ascendemos a niveles superiores de organización y complejidad, como son las realidades estudiadas por la química, la biología, la psicología, la sociología, la economía y la cultura en general.

A todas estas, el problema tiene un fondo ontológico; la física clásica, ante varias causas que actúan simultáneamente, representa la resultante como una suma vectorial, de modo que, en cierto sentido, cada causa produce su efecto como si no actuara ninguna otra causa. Conviene precisar que la ciencia clásica, al usar las ecuaciones matemáticas, aun cuando parezca que trata con un sistema complejo de interacciones, sus resultados los debe exclusivamente al empleo de relaciones de tipo unidireccional, es decir, lo que usa es solamente el famoso principio de superposición de efectos.

En un aspecto puntual, los procedimientos matemáticos siguen siendo fieles de las cuatro leyes fundamentales de la matemática tradicional clásica, que se reducen a la propiedad aditiva, pero lo sistémico no es aditivo, como tampoco es conmutativo, asociativo o distributivo, ni sus elementos se pueden medir previa o aisladamente del resto de todos los otros constituyentes.

Desde una perspectiva general, se ha observado que la didáctica matemática (en la teoría y praxis), no cuenta con estudios que la signifiquen desde la perspectiva epistémica, siendo solamente los acercamientos teóricos una breve explicación de procesos y estrategias, descuidando ir hacia el fondo del problema que es la construcción de un aparato descriptivo y explicativo que presente a la didáctica matemática como un cuerpo articulado y vinculado con los saberes pedagógicos. Sobre todo, los saberes pedagógicos en el marco de la perspectiva crítica de la sociedad que hace de la matemática un instrumento de reflexión práctica y no simplemente un cálculo estandarizado y reduccionista.

Cuando se hace referencia al episteme, es un término que viene del griego ἐπιστήμη, y significa conocimiento o ciencia, clásicamente los pensadores griegos hacían un distingo entre episteme y τέχνη (tekne) o técnica. La episteme significa conocimiento en tanto creencia justificada como verdad, a diferencia del término doxa que se refiere a la creencia común o mera opinión.

Al mencionar el «episteme de la didáctica de las matemáticas», se hace alusión el conjunto de relaciones que pueden unir una época determinada, las prácticas discursivas que originan ciertas figuras epistemológicas. La episteme de la didáctica matemática no constituye un conocimiento ni una forma de racionalidad, ni se orienta a construir un sistema de postulados y axiomas, sino se propone recorrer un campo ilimitado de relaciones, recurrencias, continuidades y discontinuidades.

La episteme de la didáctica de las matemáticas no es una creación humana, es más bien el lugar en el cual el docente queda instalado en un punto desde el cual conoce y actúa de acuerdo con las reglas estructurales de la episteme (inconscientemente). La episteme de la didáctica matemática hace su propia historia porque es el episteme que hace posible el modelaje teórico y práctico de la didáctica matemática.

La matemática no nació como ciencia pura, sino como un intento de explicar la realidad que el hombre tenía frente a sí; así fue como la fueron desarrollando los babilonios y los egipcios, algunos hombres, al encontrar ciertas relaciones precisas entre algunas variables físicas, se ilusionaron tanto con su poder explicativo, que pensaron, como Galileo, que Dios había escrito el libro de la Naturaleza en lenguaje matemático o, como Descartes, que había que crear una matemática universal para someter todos los fenómenos sujetos a orden y medida del universo (res extensa) a una descripción matemática, es decir, a una matematización del universo, a una matematización de todo el saber.

En un aspecto puntual, el problema de la utilidad o conveniencia de una mayor o menor matematización del saber, ya sea su geometrización, aritmetización, algebrización, entre otros, es de naturaleza gnoseológica. Abarca el conocer si el modelo matemático capta mejor y expresa más adecuadamente la naturaleza y complejidad de una determinada realidad, porque, en fin de cuentas, para eso es la matemática. Este problema ha llevado a los estudiosos del mismo a formular y defender, desde principios de siglo XX, tres posiciones básicas como fundamentación de la matemática: el logicismo, el formalismo y el intuicionismo. La tesis logicista, expuesta por Gottlob Frege en 1879, en su obra «Begriffsschrift: escrito conceptual», y estructurada después por Bertrand Russell, en colaboración con «Whitehead» en su voluminosa obra «Principia Matemática», con que reconstruyen toda la matemática clásica a partir de la lógica. La tesis sostiene que la matemática pura es una rama de la lógica, que la naturaleza de la verdad matemática no tiene un referente empírico, sino que trata exclusivamente de las relaciones entre los conceptos. Los logicista no pretenden decir nada acerca de la relación con la realidad, con el mundo de la experiencia; piensan que han hecho algo más que axiomatizar las matemáticas existentes; creen haber derivado toda la matemática de la lógica pura, sin usar ningún supuesto extralógico.

En cuanto a la tesis formalista el matemático alemán David Hilbert y su escuela desde principios del siglo XX, afirma la independencia de la matemática frente a la lógica. Sostiene que la matemática pura es la ciencia de la estructura formal de los símbolos, y arranca de la realidad concreta de los signos.

En realidad la condición previa para la aplicación de los razonamientos lógicos es que se dé algo a la representación, a saber: ciertos objetos concretos, extralógicos, que estén presentes en la intuición en tanto que datos vividos de forma inmediata y previa a toda actividad del pensamiento. En las matemáticas, el objeto de nuestro examen son los signos concretos mismos; y su punto de vista filosófico sólido se puede resumir recalcando que en el principio era el signo.

Como se ve, la solidez del pensamiento matemático y la validez de sus pretensiones de verdad residen finalmente y solamente en la intuición del signo, intuición que disfruta de una evidencia privilegiada. La matemática es una ciencia sin presuposiciones, los objetos del pensamiento matemático son los símbolos mismos, libres de contenido, es decir, los símbolos per se son la esencia de la matemática.

Sin embargo, esto no dispensa a la matemática de mantener el contacto con ciertas intuiciones previas al signo y la formalización, y que ésta sólo puede ayudar a clarificar; en efecto, el signo siempre es signo de algo, tiene un referente. Puede ser que el signo sea natural, si la relación signo-referente está dictada por la naturaleza como humo-fuego, gemido-dolor, o artificial, convencional, si se debe a una convención social, histórica, no necesaria como, por ejemplo, los signos del lenguaje.

En cuanto a la tesis intuicionista, sostenida por el matemático y filósofo holandés L.E. Brouwer y la escuela intuicionista de la década del sesenta del siglo XX, es la que más subraya, como fundamentos de la matemática, la intuición, la evidencia y la aprehensión o intelección inmediatas de la cantidad pura. La única fuente de conocimiento matemático es la intuición directa de la cantidad pura, prescindiendo de las cualidades y esencia de los seres.

En una palabra, los problemas matemáticos fundamentales no son más que principios para la aplicación de las formas matemáticas a la realidad de la experiencia supone imprimir estas formas sobre ella o introducirla en un molde conceptual preestablecido. Pero estas formas son, como hemos dicho, de naturaleza ideal, con lo que surge la pregunta de si toda matematización no tendrá que ser considerada como una idealización de nuestra realidad empírica.

A todas estas, desde el punto de vista pedagógico, la complejidad de los problemas planteados en la didáctica de las matemáticas produce dos reacciones extremas. En la primera están los que afirman que la didáctica de la matemática no puede llegar a ser un campo con fundamentación científica y, por lo tanto, la enseñanza de la matemática es esencialmente un arte. En la segunda postura encontramos aquellos que piensan que es posible la existencia de la didáctica como ciencia y reducen la complejidad de los problemas seleccionando sólo un aspecto parcial al que atribuyen un peso especial dentro del conjunto, dando lugar a diferentes definiciones y visiones de la misma. La didáctica de las matemáticas debe tender hacia la transdisciplinariedad lo que situaría a las investigaciones e innovaciones en didáctica dentro de las interacciones entre las múltiples disciplinas, (Psicología, Pedagogía, Sociología entre otras sin olvidar a la propia Matemática como disciplina científica) que permiten avanzar en el conocimiento de los problemas planteados.

En cuanto a la didáctica como actividad general ha tenido un amplio desarrollo en las cuatro últimas décadas de este siglo. Sin embargo, no ha acabado la lucha entre el idealista, que se inclina por potenciar la comprensión mediante una visión amplia de la matemática, y el práctico, que clama por el restablecimiento de las técnicas básicas en interés de la eficiencia y economía en el aprendizaje. Ambas posturas se pueden observar tanto en los grupos de investigadores, innovadores y profesores de matemáticas de los diferentes niveles educativos.

Por consiguiente, la filosofía de la matemática debería poder analizar las condiciones de posibilidad del conocimiento matemático de acuerdo con los enfoques dominantes en esferas como la ciencia natural. Pero, contrario a lo que sucede con el conocimiento científico-natural, donde la realidad de los fenómenos conocidos está dada, en matemática no hay consenso sobre cuál es la realidad acerca de la cual se ocupa. Uno de los problemas fundamentales que enfrenta hoy la filosofía de la matemática es, así, que para emprender una discusión sobre la posibilidad del conocimiento matemático se debe disponer de una ontología de la matemática, a fin de determinar qué es lo que se pretende conocer en dicho dominio teórico. La investigación citada, fue un enfoque que intentó satisfacer simultáneamente una adecuada explicación ontológica de la matemática y una acotación plausible de sus dificultades epistemológicas bajo el punto de vista de una matemática entendida como ciencia de estructuras puramente formales.

En cuanto al estilo didáctico de la matemática como actividad, citando ideas de Courant y Robbins (2002), esta posee una característica fundamental: la Matematización. Matematizar es organizar y estructurar la información que aparece en un problema, identificar los aspectos matemáticos relevantes, descubrir regularidades, relaciones y estructuras. Courant y Robbins, distinguen dos formas de matematización, la matematización horizontal y la matematización vertical. La matematización horizontal, no lleva del mundo real al mundo de los símbolos y posibilita tratar matemáticamente un conjunto de problemas. En esta actividad son característicos los siguientes procesos: IDENTIFICAR las matemáticas en contextos generales; ESQUEMATIZAR; FORMULAR y VISUALIZAR un problema de varias maneras; DESCUBRIR relaciones y regularidades; RECONOCER aspectos isomorfos en diferentes problemas; y TRANSFERIR un problema real a uno matemático; TRANSFERIR un problema real a un modelo matemático conocido.

La matematización vertical, consiste en el tratamiento específicamente matemático de las situaciones, y en tal actividad son característicos los siguientes procesos: REPRESENTAR una relación mediante una fórmula; UTILIZAR diferentes modelos; REFINAR y AJUSTAR modelos; COMBINAR e INTEGRAR modelos; PROBAR regularidades; FORMULAR un concepto matemático nuevo. Estos componentes de la matematización pueden ayudar a caracterizar los diferentes estilos o enfoques en la enseñanza de la matemática. Para el estructuralismo, la matemática es una ciencia lógico deductiva y ese carácter es el que debe informar la enseñanza de la misma.

El estilo estructuralista hunde sus raíces históricas en la enseñanza de la geometría euclídea y en la concepción de la matemática como logro cognitivo caracterizado por ser un sistema deductivo cerrado y fuertemente organizado. Es por lo que, a los ojos de los estructuralistas, a los alumnos se les debe enseñar la matemática como un sistema bien estructurado, siendo además la estructura del sistema la guía del proceso de aprendizaje. Ese fue y sigue siendo el principio fundamental de la reforma conocida con el nombre de Matemática Moderna y cuyas consecuencias llegan hasta nuestros días. El estilo estructuralista carece del componente horizontal pero cultiva en sobremanera la componente vertical. El estilo mecanicista se caracteriza por la consideración de la matemática como un conjunto de reglas. A los estudiantes se les enseña las reglas y las deben aplicar a problemas que son similares a los ejemplos previos. Raramente se parte de problemas reales o cercanos al estudiante, más aún, se presta poca atención a las aplicaciones como génesis de los conceptos y procedimientos, y mucha a la memorización y automatización de algoritmos de uso restringido. El estilo mecanicista se caracteriza por una carencia casi absoluta de los dos tipos de matematización.

En un sentido puntual, la filosofía mecanicista del hombre es como una computadora, de tal forma que su actuación puede ser programada por medio de la práctica. En el nivel más bajo, es la práctica en las operaciones aritméticas y algebraicas (incluso geométricas) y la solución de problemas que se distinguen por pautas fácilmente reconocibles y procesables. Es en este, el más bajo nivel dentro de la jerarquía de los más potentes ordenadores, donde se sitúa al hombre». La enseñanza es básicamente utilitaria, los alumnos adquieren experiencias y contenidos útiles, pero carece de profundización y sistematización en el aprendizaje. El empirismo está enraizado profundamente en la educación utilitaria inglesa.

En un aspecto puntual, respondiendo a la inquietud de mi estudiante acerca de la pedagogía crítica como elemento influente en la didáctica de las matemáticas (entendiendo que una cosa es la pedagogía y otra la didáctica: pedagogía se ocupa de la investigación de cuestiones globales de la educación; la didáctica es el estudia el proceso de enseñanza aprendizaje a través de los métodos prácticos), es prioritario comprender el contenido de saberes matemáticos desde una pedagogía crítica, como propuesta de enseñanza que ayuda a los estudiantes a no ser conformistas con la información recibida, invitándolos a cuestionar y desafiar la dominación y las creencias y prácticas que la generan. En el caso de las matemáticas es una teoría y práctica (praxis) en la que los estudiantes alcanzan una conciencia del «uso de lo numérico-abstracto» para la generación de nuevo conocimiento desde la praxis; es decir, saber darle uso a la actividad aritmética para resolver problemas puntuales en la cotidianidad. Es una pedagogía inmersa en la tradición del maestro que genera respuestas liberadoras tanto a nivel individual como colectivo; apropiarse de esta pedagogía es lo que se necesitaría para poder ahondar a profundidad en el pensamiento matemático vinculado con el contexto en donde se está reflexionando y aprendiendo.

Si bien desde las fórmulas no se puede estar inventando resultados, no es menos cierto que desde el uso de esas fórmulas es necesario comenzar a indagar para crear nuevas estructuras abstractas que nos permita pensar de una manera más amplia y significativa, temas acerca de la realidad que mueve el espacio-tiempo planetario.

*.-azocarramon1968@gmail.com

Fuente del Artículo:

https://www.aporrea.org/educacion/a272318.html

Fuente de la Imagen:

http://bibliotecadejuan.blogspot.com/2011/08/pedagogia-la-ensenanza-de-las.html

ove/mahv

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El primero que tiene que ir feliz a la escuela es el maestro

Colombia / 9 de diciembre de 2018 / Autor: Camila Londoño / Fuente: Elige Educar

La profesora de primaria, Alicia Tojeir, fue nominada a uno premio que busca destacar la labor de los mejores profesores de España.

Alicia Tojeiro, profesora de primaria del colegio Isidro Parga Pondal en Oleiros, España, fue nominada a los Premios Educa Abanca Mejor Docente España, un galardón que busca reconocer la labor de los mejores docentes de este país. Casi 2.000 profesores fueron nominados en diferentes categorías y Alicia fue una de las diez nominadas de Galicia. En una entrevista con el medio La Voz de Galicia, esta profesora, cuyo método educativo se centra en el juego y la felicidad, cuenta cuál es la clave de su motivación, qué desafíos enfrentan los profesores y cómo pueden los estudiantes aprender mejor.

“El primero que tiene que ir feliz a la escuela es el maestro”, comenta Alicia.

Si esto no es así, explica, es muy difícil contagiar a los alumnos. Sin alegría y motivación, el aprendizaje es imposible. Ese es uno de sus principales secretos; esa es su estrategia esencial, la que le ha permitido llegar a todos sus estudiantes pese a las dificultades que ella y otros profesores enfrentan en España, como las condiciones de trabajo, el exceso de alumnos en las aulas y la falta de recursos. Los desafíos que enfrenta Alicia en el sistema educativo de este país no son muy distintos a los que enfrentan otros profesores de Latinoamérica, pero está convencida de que ella y muchos otros docentes pueden “arriesgarse y cambiarlo”.

Alicia no es una profesora que enseña sólo contenidos.

Ella, como lo menciona en la entrevista, se plantea por qué está en la escuela y una de las cosas que sabe bien, es que está ahí para ayudar a sus estudiantes a crecer. “No me limito sólo al libro. Es lo que hay detrás. Una labor amplísima. Quiero alumnos que sean empáticos, que aprendan a trabajar en equipo, que no se rindan ante las adversidades… Y quiero que entiendan que sólo si sigues, aprendes. Hay que esforzarse”. Esta profesora lleva 20 años dando clases y a lo largo del tiempo ha tenido que adaptar sus metodologías basada en los cambios que se han dado, no sólo en el sistema, sino en la forma como los estudiantes se enfrentan al aprendizaje.

“Si no se trabaja con una metodología inclusiva, estamos creando una sociedad fragmentada. Si ahora entendemos que todo el mundo tiene algo que aportar, el día de mañana no habrá tal discriminación. Nosotros, en el aula, hacemos el ejercicio de decir: Yo soy Alicia y se me da bien esto. También soy Alicia y se me da fatal esto otro. No pasa nada. Estoy aquí para aprender”, cuenta la profesora.

Antes de llegar a primaria, Alicia trabajó en educación infantil.

En este proceso entendió que si bien no debería haber rupturas entre las distintas etapas, éstas se dan y hay que hacer las cosas diferentes para que no suceda.“En infantil atendemos mucho más al alumno como persona, pero llegamos a primaria y parece que nos olvidamos. Cuanto más subes en las etapas educativas, menos innovación hay”. Cuando la profesora llegó a primaria, continuó con sus estudiantes de infantil y si bien muchos les decían que innovar con ellos iba a ser más difícil, ella demostró que no era imposible.

Los lunes por la mañana, sus alumnos se convierten en periodistas. De su sala de clase siempre salen informados, preparados para ser parte de las conversaciones globales. Pero lo más importantes es que salen felices… salen felices porque se divierten. ¿Se puede aprender pasándolo bien? “¡Claro!”, responde Alicia. “Aprender es maravilloso y puede ser súper divertido”, agrega. Alicia ha entendido esto a la perfección y se ha dado cuenta de que no puede clasificar a sus estudiantes en función de la edad. Por eso, venir de la educación inicial le ha permitido transformar los procesos de aprendizaje en algo entretenidos, incluso para los más grandes.

Fuente del Artículo:

http://www.eligeeducar.cl/primero-ir-feliz-la-escuela-maestro

ove/mahv

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