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Daniel Bensaïd, la crisis y el marxismo melancólico

Por: Gastón Gutierrez

La publicación de un volumen de la revista Historical Materialism1dedicado casi en su totalidad a poner en discusión el aporte teórico de Daniel Bensaïd (1946-2010) es una buena oportunidad para posar la mirada sobre la originalidad de su obra y el sentido que puede tener su influencia actual. Desde su fallecimiento han aparecido decenas de ensayos (en varios idiomas) dedicados a explorar sus contribuciones2, perfiles teórico-políticos3, traducciones al inglés de algunas de sus obras, y están en elaboración libros dedicados a su historia militante e intelectual4. La revista publica dos capítulos inéditos en inglés (y lamentablemente también en castellano) de La discordance des temps(1995): uno, “El tiempo de las crisis (y de las cerezas)”, dedicado a una lectura metodológica y teórica de la noción de crisis en El capital de Marx y sus consecuencias para una nueva temporalidad histórica; el otro, “Utopía y mesianismo: Bloch, Benjamin y el sentido de lo virtual”, destinado a explorar las contribuciones de ambos para una concepción no lineal del tiempo. En la presentación del volumen, Cinzia Arruza y Patrick King explican el sentido de recuperar a Bensaïd por un doble interés: la posibilidad de pensar el marxismo como una teoría crítica que dé cuenta de la heterogeneidad de los tiempos de la crisis capitalista, y el carácter anticipatorio que la obra tiene para una “gramática de las luchas sociales y políticas del periodo actual”. Las contribuciones abordan distintos aspectos teóricos5; aquí por razones de espacio vamos a elegir los textos de Stathis Kouvelakis y de Enzo Traverso.

Restauración capitalista y “crisis conceptual” del marxismo

Sin lugar a dudas el año 1989 constituye un “corte”, o por lo menos un gran punto de inflexión en la trayectoria intelectual de Bensaïd. La caída del muro de Berlín, la guerra de los Balcanes, la restauración capitalista en el Este y en Oriente, caracterizan al periodo como una Restauración reaccionaria que trastoca el suelo bajo los pies de los revolucionarios formados en la segunda mitad del siglo XX. En su contribución al dossierEnzo Traverso define a este periodo de la obra de Bensaïd como una “interiorización de la derrota”6. Comparando las constelaciones de Bensaïd y Benjamin, que ya había tomado en la introducción a Sentinelle messianique7, Traverso señala que esta restauración representó para el militante francés una “experiencia abismal” (en el sentido nietszcheano): una perturbación que trae aparejada una crisis de inteligibilidad del horizonte histórico8. En Melancolie gauche Traverso desarrolla esta tesis siguiendo a Reinhart Koselleck para exponer cómo la dialéctica de las derrotas presenta un hándicap epistemológico: la historia de los vencedores cae siempre en la apología del pasado y en un esquema providencial,  mientras que a largo plazo el conocimiento histórico avanza desde el punto de vista de los vencidos.

Una “crisis conceptual” del marxismo convoca a una reconstrucción global del mismo. Antes de 1989 Bensaïd había publicado 5 libros, varios de ellos con firmas conjuntas, junto a decenas de artículos y contribuciones más vinculadas a las necesidades urgentes de las coyunturas políticas9. Desde la publicación de Moi, la révolution (en 1989) dirigida a rescatar la revolución francesa de las garras del revisionismo histórico de François Furet, seguido de Walter Benjamin, sentinelle messianique (en 1990) y Jeanne de guerre lasse (1991) sobre Juana de Arco, Bensaïd escribe 28 libros (que sumados a los publicados post mortem suman más de 40 volúmenes)10.

Traverso señala que la característica decisiva de este amplio conjunto de textos es la ruptura filosófica que significó la lectura de Benjamin y la configuración del marxismo como una “apuesta melancólica”11. La crítica a toda ideología de progreso histórico se sostiene en una cultura melancólica de izquierda que incluye a Benjamin, Blanqui, Charles Péguy, entre otras referencias opuestas al marxismo positivista francés. Contrario a una visión de la historia con “final feliz”, y despojado de certezas, el marxismo melancólico quiere enlazar historia y memoria evitando transformarse en la última estación del derrotado. De ahí la recuperación de la apuesta pascaliana, cuyo resultado sería cierta visión trágica que no acepta el mundo tal cual es, y que, aunque carece de certezas sobre el mismo, apuesta a mantenerse en la fe de cambiarlo12. Sin ilusiones sobre el paso del tiempo (porque la filosofía de la historia está anulada), ni sobre un sujeto ya pleno de sus facultades (que emerge como subproducto de la Historia), el marxismo melancólico está sostenido en el voluntarismo de una apuesta que se presume profana y que propone la primacía de la política sobre la historia.

Releyendo a Marx

Entre 1989 y 1995 (año en que publica Marx Intempestivo La discordance des temps)  Bensaïd elaboró un nuevo marco teórico plagado de referencias heterodoxas y cruces impensados, y liberó su vocación literaria produciendo un embellecimiento de su “forma de exposición”. Kouvelakis señala que en este periodo se pueden rastrear las contribuciones más originales de Bensaïd, cuyas innovaciones teóricas podemos agrupar por las “críticas” que realiza casi copiando un modelo kantiano orientado a “desterrar la metafísica”13.

La crítica a la ideología del progreso de Benjamin (con connotaciones teológicas obvias para Kouvelakis, pero reivindicada explícitamente como profana por Bensaïd) avanza, en Marx Intempestivo y en La discordance des Temps, hacia una crítica a la razón histórica, pasando por la crítica de la razón sociológica y culminando con una crítica de la razón positivista. Las preguntas de Bensaïd serían cómo pensar la historia sin “leyes de la historia”; cómo pensar las “determinaciones” sin caer en el determinismo; cómo las nociones de necesidad y causalidad dan paso a las de probabilidad y leyes tendenciales, cuyo desenlace se juega en los conflictos y las luchas.

Este Marx “intempestivo” se construye mediante la apropiación de la idea de “nueva inmanencia” de Gramsci, pero inscribiéndola en el trabajo de las categorías dialécticas de El capital de Marx (algo que Gramsci solo había enunciado). La recuperación de la idea de inmanencia de Spinoza es acompañada de la historicidad de Hegel, de la ciencia de lo posible y de lo contingente de Leibniz y de la crítica en Feuerbach. El resultado es un intento de una teoría dialéctica del conocimiento de las contradicciones históricas que incorpore el lugar del sujeto. A condición de que la ciencia de Marx sea despojada de cualquier pretensión de estar basada en leyes ineluctables de la historia (ya sean apriorísticas o mecanicistas), la crítica de la economía política se fusiona con la teoría del desarrollo desigual y combinado de Trotsky (despojada también de cualquier lectura lineal). Este ejercicio pondría al pensador de la revolución permanente en un rico diálogo con las corrientes cálidas del Marxismo Occidental, como las llamaba Ernest Bloch.

El balance de cada uno de estos puntos es desigual, y requeriría de un trabajo de más largo aliento. A los fines de lo que nos interesa, basta señalar que esto ubica en el centro el problema de las temporalidades diferenciadas (lo que Bensaïd llama una discordancia de tiempos), que le permiten pensar la primacía de la política.

Contra una lectura “naïf” Kouvelakis propone entender este rearme teórico como la  expresión de una ruptura a varias bandas en la cual uno de sus objetivos críticos no sería otro que Ernest Mandel. El mandelismo que pensó el boom de la posguerra como una nueva onda larga de desarrollo capitalista, y se había ilusionado en una reforma de la URSS, era golpeado letalmente por la restauración capitalista iniciada en el ‘89 y la fragmentación de la clase obrera producida durante el neoliberalismo14. Bensaïd presentará a Mandel como un heredero de la ilustración, que “cree” en las virtudes emancipadoras del desarrollo de las fuerzas productivas y en la lógica histórica del progreso. El marxismo así entendido no sería más que una sociología con providencia donde el proletariado estaría “destinado” a salir victorioso. Para Bensaïd la clase obrera aun en su heterogeneidad material y subjetiva, conserva el rol de potencial agente universal de la emancipación, pero esta tarea hegemónica, a construir, requeriría de la elaboración de un nuevo programa y una nueva organización15.

En la opinión de Kouvelakis la resolución de las críticas precedentes nos conducen a la “crítica de la modernidad política”, en donde se conjugan la disolución de los parámetros clásicos (esto es, la crisis de sus condiciones espacio-temporales) y un eclipse de la razón estratégica producido por la derrota de la revolución en el siglo XX (en Pari melancolique y en Elogio de la política profana) que otorga la cifra del estado del pensamiento radical (en Teoremas de la resistencia a los tiempos que corren, Resistances, entre otros) y en los últimos textos inconclusos sobre la categoría del fetichismo publicados en Le spectacle, stade ultime du fetichisme de la marchandise (2010).

Pensar la crisis, una vieja pasión

Tanto Traverso como Kouvelakis interpretan el desarrollo impetuoso de los textos post ‘89 como innovaciones producto de una nueva época. Sin embargo también se ha podido  ver a Bensaïd como expresión de un intelectual “resistente” (de hecho él se jactaba de su “dogmatismo abierto”). No debería acentuarse entonces la influencia del contexto de manera unilateral, ya que ciertas modalidades teóricas permanecen.

La cuestión de la crisis siempre ocupó un lugar central en su trayectoria y en las querellas del marxismo francés. Durante 1965, “en la apacible somnolencia de una clase de preparatoria de provincia Pour Marxaterrizo como un meteorito venido de un lejano planeta”16. Con Althusser las cumbres conceptuales prometían tesoros desconocidos: manifestaba que Marx había descubierto un nuevo continente científico, “el de la historia”. Un joven Bensaïd quedaba perplejo con la idea de que este conocimiento no era más histórico que azucarado el concepto de azúcar (en un uso un tanto tosco de la metafísica de Spinoza). El funcionamiento de la historia quedaba atrapado en el orden inmutable de las estructuras. Bensaïd se pregunta si eso no hacía la revolución no solo impensable, sino directamente improbable. Compatible con el clima intelectual en el cual los Khagnes (cursos de preparación) se apasionaban por la lingüística saussuriana y por las estructuras elementales del parentesco (Lévi-Strauss), la querella con Althusser se establecía de entrada sospechando que su antihistoricismo edificaba un paraíso conceptual puro. El marxismo de Althusser se le aparecía compatible con la retórica estructural, y esta con el positivismo hegemónico en la historia científica francesa. Radicalismo teórico, conciliado con el positivismo dominante en la academia.

Para pensar la posibilidad de la crisis  evolucionaria, como un acontecimiento inscripto en las categorías teóricas del marxismo y en relación con las teorías de la época, Bensaïd dedica su “memoire” de maestría en filosofía a la noción de “crisis” en Lenin. Las preguntas de la “memoire” apuntaban al corazón de los problemas del momento: ¿cómo escapar a la eternidad mórbida de las estructuras?; ¿cómo se sale de las napas de la “longue dureé” (larga duración)?; ¿cómo articular teóricamente el acontecimiento revolucionario y las condiciones históricas?

Una serie de influencias heterodoxas vendrán al rescate: los cursos de Gerard Granel; la anti-psiquiatría de Guattari; las traducciones de Marcuse y W. Reich y los ensayos de Lucien Goldmann. Elementos que combinaba para disparar contra el marxismo dogmático y positivista, bajo la doble influencia del filósofo marxista Henri Lefebvre (tenaz polemista contra el estructuralismo que felizmente había sido expulsado del PCF), y de Ernest Mandel (principal intelectual trotskista europeo de la posguerra) que lo saca del provincianismo teórico “hexagonal” y del marxismo filosófico occidental (esto es el alejado de la militancia práctica) y lo inicia en la crítica de la economía política y un marxismo abierto, militante y cosmopolita.

En “La noción de crisis revolucionaria en Lenin” (1968) la discontinuidad y la ruptura devienen posibles a través de una lectura epistemológica donde la acción del sujeto de transformación impone “la acción del ritmo sobre la estructura”17. En el mismo sentido los aportes del lingüista Gustave Guillaume son citados para sostener una “imagen por la cual una parcela de futuro se resuelve incesantemente en una parcela de pasado”. Esta doble aparición del sujeto y del tiempo debía su influencia al Lukács voluntarista de Historia y conciencia de clase. La subjetividad negada por el estructuralismo volvía por sus fueros para abrir brechas diacrónicas en la inmovilidad sincrónica y establecer una articulación entre acontecimiento y estructura, rompiendo con una imagen de la misma como moviendo los hilos de una historia donde los sujetos son marionetas.

El sentido de una apuesta

Treinta años más tarde de la escritura de ese texto Bensaïd, en Une lente impatience, confiesa que él sacó una conclusión izquierdista y voluntarista de esta lectura de la crisis. Sin embargo, en el contexto de la restauración neoliberal, los mismos tópicos reaparecen: relaciones entre necesidad y contingencia o historia y acontecimiento. Ya no hay estructuralismo, pero contra la ideología del “progreso” capitalista el sujeto sigue teniendo la intención de “romper el continuum de la historia”.

¿Cómo se presenta nuevamente la subjetividad política ante el panorama de los tiempos que corren? Su voluntarismo “izquierdista” de los ‘70 se ha invertido bajo un contexto adverso en un voluntarismo melancólico: ¿es este marxismo melancólico una salida a la crisis del marxismo?

Se le han hecho muchas críticas. Una injustificada, que su lectura hegelianizante de El Capital es el último intento metafísico de sostener la dialéctica18. No parece lo esencial. Otra más atendible, que abusando de una “traductibilidad de los lenguajes” apresurada, produzca tanto analogías clarificadoras como yuxtaposiciones asistemáticas. Es cierto que todavía no está hecho el ejercicio de leer esta traductibilidad gramsciana que Bensaïd realiza junto a su inspiración en el desarrollo desigual y combinado como una alternativa teórica tanto al estructuralismo como al historicismo. Sin embargo, es indudable que sus contribuciones teóricas a una lectura no mecánica de la crisis y la crítica a una visión teleológica de la historia, recuperando a Marx (leído a través de Benjamin) como el iniciador de una nueva escritura profana de la historia, figuran entre sus aportes. Eso no obsta que sea necesario hacer un beneficio de inventario “dialéctico” de su obra. Una buena forma de llevarlo a cabo es siguiendo la propia definición de marxismo que Bensaïd ensayó: “Para Clausewitz el conocimiento de la guerra no puede ser concebido ni como ciencia, ni como arte. A falta de algo mejor, sería una teoría destinada a volverse estrategia”19. Una teoría “destinada” a volverse estrategia: en ese terreno se juega entonces el sentido político de su apuesta.

Los últimos textos abordan la crisis global de las categorías de la modernidad y las condiciones espacio-temporales del periodo más reciente: mutaciones en las formas de la guerra, reaparición de nacionalismos antiextranjeros y la crisis de la ciudadanía democrática. Como señala Traverso, este marxismo melancólico basa su estrategia en un ejercicio de memoria e historia, bajo la certeza de que “nuestro universo de pensamiento no colapsó, pero fue profundamente sacudido”20. Ninguna idea sintetizaba mejor esto que la

tesis de Bensaïd sobre el “fin del ciclo histórico de la revolución de Octubre”. El periodo de la “restauración burguesa” que significó el neoliberalismo tomado en su conjunto fue interpretado como una nueva época21, otorgándole un valor unilateral a la estabilización capitalista y adaptando sus coordenadas políticas al contexto de los ‘90. El hecho de que

los elementos económicos y políticos constitutivos de esa restauración atraviesen actualmente una crisis profunda muestra los límites de su reflexión política.

Esto repercutió en su planteo de la necesidad de un “retorno de la cuestión político estratégica”, de cara a un archipiélago de nuevas teorías críticas contemporáneas y de múltiples resistencias: la opresión de la mujer, las opresiones nacionales y raciales, las luchas identitarias, el retorno de la cuestión religiosa o los problemas ecológicos. Su recuperación de la noción de estrategia, aunque trajo a la memoria algunos debates de la III internacional (que dinamizaron el panorama actual más allá de sus respuestas)22 presentó una serie de equívocos importantes. Lo mismo sucedió con el abandono del término “dictadura del proletariado” en pos de una revalidación unilateral del momento jurídico de la  emancipación ubicado en el centro de la estrategia política. Adaptada a la ausencia de revoluciones y contrarrevoluciones, una “democracia hasta el final” parecía al alcance de un camino de movilizaciones pacíficas, parlamentarismo y reformas (como la experiencia de la “democracia participativa” en el auge del lulismo). En los 2000 Bensaïd proclamó la constitución de partidos amplios anticapitalistas, basado en otras fuerzas sociales, otras alianzas y sin hipótesis estratégicas claras de ruptura con el sistema. Kouvelakis recupera el carácter “algebraico” que explícitamente tenía la reflexión de Bensaïd acerca de las condiciones para participar en un “gobierno obrero” (o de izquierda) como un “modelo para

el reagrupamiento actual”. Ninguna de esas condiciones estuvo presente en la catástrofe del neoreformismo de Syriza en Grecia, pero la ausencia de una hipótesis de ruptura  revolucionaria protagonizada por la clase obrera (una estrategia descartada por Bensaïd) jugó un rol desorganizador de las fuerzas de la izquierda griega23. Es tan solo una muestra de que el legado de Bensaïd requiere beneficio de inventario.

Teóricamente creativo y sugerente, al tiempo que corrigió el voluntarismo post ‘68, como estratega “melancólico” apostó a nuevo voluntarismo memorioso de las luchas de los oprimidos. Entristecido por el peso excesivo que otorgó a un periodo de “derrota”, aunque a la espera de una nueva bifurcación de la historia que no llegue demasiado tarde.

  1. Volumen 24, edición 4, 2016.
  2. Revue Lignes 32, enero 2010.
  3. Militante marxista desde 1965, protagonista activo de Mayo del ‘68 y dirigente político, fue filósofo (o, como él prefería, profesor de filosofía en la universidad París VIII) y publicó decenas de libros de filosofía, teoría social y teoría política. Ver Budgen, S., “The Red Hussard: Daniel Bensaïd, 1946-2010”, en International Socialism 127.
  4. Próximamente el libro de Darren Roso.
  5. Escriben Josep Maria Antentas, David McNally, Xavier Lafrance y Alan Sears, Stathis Kouvelakis y Enzo Traverso.
  6. Traverso, E., “Daniel Bensaïd, between Marx and Benjamin”.
  7. Traverso, E. “La concordance des temps. Daniel Bensaïd et Walter Benjamin”, en Bensaïd, D. Walter Benjamin, Sentinelle Messianique, París, Les prairies ordinaires, 2010.
  8. Traverso, Enzo, Left-wing melancholia: Marxism, history and memory, Columbia University Press, 2016.
  9. Por ejemplo Mayo 68: un ensayo general fue escrita junto a Henri Weber en condiciones de semiclandestinidad en el departamento de Marguerite Duras.
  10. Ver www.danielbensaid.org.
  11. Este también es el punto de vista de Michael Löwy y de André Tosel, que lo llamó “marxista pascaliano”.
  12. Para una discusión sobre la visión trágica de Goldmann, ver Cinatti, Claudia, “De saberes revolucionarios y certezas posmodernas”, revista Lucha de Clases 6, 2006.
  13. Kouvelakis, S., “The Time of History, the Time of Politics, the Time of Strategy”.
  14. Ver, Maiello, M., y Albamonte, E., “En los límites de la ‘restauración burguesa’”, revista Estrategia Internacional 27.
  15. Para una crítica a su visión de la hegemonía y la relación entre clase y partido ver Gutiérrez, G., “Sobre la actualidad de la “apuesta leninista” Lucha de clases 6, 2006.
  16. Bensaïd, D., Une lente impatience, París, Éditions Stock, 2004.
  17. Disponible en danielbensaid.org.
  18. Petruccelli, Ariel, Ciencia y utopía. En Marx y en la tradición marxista, Buenos Aires, Herramienta, 2016.
  19. Bensaïd, D., Marx intempestivo, Buenos Aires, Herramienta, 2003, p.351.
  20. Bensaïd, D., Une lente impatience, París, Éditions Stock, 2004.
  21. Para polémica con su lectura de la restauración ver Maiello y Albamonte, op. cit.
  22. Albamonte, E., Maiello, M., “La imperiosa actualidad de la estrategia”, disponible en laizquierdadiario.com.
  23. Ídem.

Fuente: http://www.laizquierdadiario.com/ideasdeizquierda/daniel-bensaid-la-crisis-y-el-marxismo-melancolico/

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El autor de ‘Por trece razones’: «Nos han enseñado a hacer comedias con el bullying en lugar de afrontarlo»

Por: Mónica Zas Marcos

La cultura de masas no es el mejor lugar para encontrar historias comprometidas con el acoso escolar o el bullying. Los adolescentes han sido representados durante décadas como un mero animal de entretenimiento, un espécimen al que observar desde la pecera sin generar la menor empatía.

Tuvieron que llegar Buffy Cazavampiros, Judd Apatow con la genial Freaks and Geeks o El club de los cinco, en el caso de la gran pantalla, para invitarnos a salir de la burbuja de clichés que rodean a las animadoras y a los chicos malos del patio. Hasta entonces, el tema del acoso en los institutos se naturalizaba hasta tal punto que servía como bálsamo en las situaciones cómicas. Ese amigo gordito, centro de todas las burlas por su glotonería, o la chica del equipo de matemáticas que se cuela hasta las trancas por el capitán de baloncesto.

De repente, llegó a nuestras pantallas una serie que situaba el bullying en el centro de la trama. Por trece razones partía de la experiencia de Hannah para ilustrar una realidad tan desesperada como el acoso moral y sexual en las escuelas. Solo había un problema: Hannah terminaba suicidándose, dejando además una cinta de casette a cada uno de los acosadores y cómplices de las burlas.

La serie de Netflix dividió a los psicólogos y expertos entre los que aplaudían su audacia y los que la acusaban de frivolizar con algo tan serio como el suicidio. Esta es la segunda causa de muerte entre los adolescentes de Estados Unidos, por eso muchos se escandalizaron al verlo convertido en un thriller palpitante. Pero no es la primera vez que surge este debate. Hace diez años, el escritor Jay Asher se enfrentó a las mismas críticas cuando sacó a la venta su libro homónimo Por trece razones.

Asher se encuentra en Madrid gracias al renacer televisivo de su obra, editada en España por Nube de tinta. El autor siempre ha defendido las decisiones narrativas de la serie, donde estuvo asesorando a Selena Gómez y al equipo de guionistas. «Confío tanto en ellos que en esta segunda temporada les he pedido que no me cuenten nada, quiero que sientan que tienen total libertad creativa sobre la historia», cuenta Asher a eldiario.es.

La serie aborda algunas situaciones de forma distinta al best-seller, pero su autor opina que siempre desde el respeto y el compromiso. El cambio más palpable es el del uso de las redes sociales en el calvario de Hannah, ya que el cyberbullying no había aterrizado del todo en 2007 y menos aún en los institutos. «Lo que me gusta de esto es que los padres, tan ajenos a este nuevo tipo de bullying o de acoso sexual, pueden ver que es un problema mucho más complejo hoy en día», afirma Asher.

El personaje de Hannah se inspira en un pariente cercano que, como la chica del libro, cometió un intento de suicidio a los quince años y sobrevivió. Asher pensó que no había lugar para los escrúpulos cuando hay menores que deciden quitarse la vida por el escarnio que sufren a diario, y así surgió la perturbadora trama dePor trece razones. «Cuando pones enfrente cosas complicadas de digerir, la gente siempre te dirá que no lo estás tratando de la forma apropiada», se resigna el autor.

Hannah, en 'Por trece razones'
Hannah, en ‘Por trece razones’

La escena que levantó más ampollas de la serie fue la del suicidio. Un acto que, en cambio, en el libro se omite. Lejos de criticar la decisión de la cadena, Asher piensa que el golpe de efecto es útil para concienciar. «Yo no incluí ese pasaje y también me dijeron que omitirlo daba una imagen romántica y accesible del suicidio. La serie lo hizo al contrario y ocurrió lo mismo», resume.

«Cuando escribes sobre temas muy serios, de vida o muerte, sabes que la gente va tener una opinión al respecto. Por eso, como escritor, debes hacerlo y ya está», afirma con honestidad. Lo que no comprende es que haya padres y profesores que prohíban leer la novela y ver la serie a sus hijos.

¿Estamos acostumbrados a una literatura juvenil condescendiente? «Totalmente. Tenemos tanto miedo a meter la pata que terminamos haciéndolo todo masticable y fácil para el lector», opina. Sin polémica no se habla de los temas incómodos, y Asher asumió la primera para poner sobre el tapete los segundos. «Si ven a sus hijos viendo la serie, en vez de apagar el televisor, sería mejor que los padres se sienten con ellos y descubran por qué ha llamado su atención. Quizá sea la ocasión de hablar de cosas que los adolescentes no quieren hablar. Se necesita esa conversación», dice rotundo.

Jay Asher, autor de 'Por trece razones'
Jay Asher, autor de ‘Por trece razones’

Un drama tal y como lo que es

Las situaciones a las que se enfrenta Hannah en Por trece razones funcionan por acumulación. Hay traiciones, comentarios sacados de quicio y grandes dramas que la conducen poco a poco a una espiral de depresión. Lo único que se repite a lo largo de este proceso son dos hilos conductores que constriñen a la protagonista como una soga: la soledad y el acoso sexual.

Jay Asher quiso moldear así el infierno personal de su protagonista para mostrar que el bullying es un monstruo de muchas cabezas. No entendió que algunos le lanzaran un dedo acusador por derribar un tabú que se da tanto en la literatura como en los colegios. «Está perfectamente bien que este libro sea incómodo o que alguien no esté de acuerdo en cómo salen reflejados el suicidio y el acoso, pero lo importante es que abordamos [también la serie] estos problemas», se defiende.

Asegura que los comentarios que le culpaban de incitar a ciertas conductas le solían afectar personalmente. Pero decidió escribir este libro para mostrar que la cultura de masas también puede escuchar y hablar sin tapujos de las víctimas, no solo hacer chistes con ellas. «Nos han enseñado a tratar el bullying en comedias para reírnos de él en lugar de afrontarlo. Está muy bien hacer humor con ciertas cosas, pero eso lo condena a que sirva de entretenimiento y nada más», expone Jay Asher.

El autor, pese a todo, dice recibir mucho más apoyo que críticas. «Cuando me escriben diciendo que gracias a Por trece razones se han sentido por primera vez comprendidos, me provoca satisfacción y a la vez una pena inmensa. Es un reflejo de nuestra sociedad. Pero alguien no tendría que sentirse así por primera vez con un libro», confiesa.

Jay Asher

Hoy en día, Jay Asher se dedica a recorrer las escuelas de Estados Unidos para dar charlas contra el acoso y contar su experiencia personal. «En el colegio era de los que veía a una persona sufriendobullying y no hacía nada. Ahora me arrepiento mucho de eso», asegura el autor.

Según él, es importante que los centros educativos intervengan con actividades didácticas o que «simplemente pongan un póster en las paredes para ayudar a las víctimas a saber que el colegio se preocupa».

Por último, el escritor de Por trece razones mira hacia el futuro. El problema se ha vuelto «brutal» a raíz de la propagación de las redes sociales, pero también se ha convertido en algo mucho más visible que hace unas décadas. «Antes se asumía que pasaba, y punto. Es increíble que ahora haya organizaciones luchando activamente contra ello», dice. En cuanto a la función de la cultura de masas, Asher invita a tomarla como revulsivo.

«Mi hijo es muy pequeño, y ojalá no le ocurra a él, pero si le ocurre a un amigo me gustaría que tenga libros y series que facilitasen la conversación», asegura. Millones de adolescentes están hablando hoy en día del acoso escolar, así que se puede decir que Por trece razones ha cumplido su cometido. Y, como recuerda su autor, cuando se quiere incidir en un problema como el de los suicidios adolescentes, la sutileza es un factor sobrante en la ecuación.

Fuente: http://www.eldiario.es/cultura/libros/Asher-trece-razones-comedias-bullying_0_666333762.html

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The Evergreen State College Implosion: Are There Lessons To Be Learned?

Por: Michael Zimmerman

En los últimos meses, el Evergreen State College ha sido promovido como el ejemplo arquetípico de los problemas asociados con la corrección política corrompida. Los videos de los estudiantes y miembros de la facultad que usan lenguaje sucio y abusan de los miembros de la comunidad compañeros se han vuelto virales. Las imágenes fijas de los estudiantes que manejan los murciélagos del béisbol y que actúan como fuerza de policía del vigilante se pueden encontrar en todas las esquinas del Internet. Las imágenes de decenas de miembros armados de la Patrulla del Estado de Washington, vestidos con equipo antidisturbios, patrullan el campus ofrecen una mirada aterradora a lo que sucede cuando los administradores del campus pierden el control de una universidad.

 

In recent months, The Evergreen State College has been promoted as the archetypal example of the problems associated with political correctness run amok. Videos of students and faculty members using foul language and abusing fellow community members have gone viral. Stills of students wielding baseball bats and acting as a vigilante police force can be found on all corners of the internet. Images of scores of armed members of the Washington State Patrol, clad in riot gear, patrolling campus offer a frightening look at what happens when campus administrators lose control of a college.

With a bit of distance, it is well worth looking back and asking what can be learned from this situation. Were conditions at Evergreen so idiosyncratic that any knowledge gleaned has only local value or might Evergreen’s situation provide us with a broader perspective on the current state of higher education? I believe the latter is the case and that therefore it is worth exploring two closely linked facets of the Evergreen experience: the cause of the uproar; and campus leadership.

The story that’s being promoted everywhere is that one faculty member’s resistance to Evergreen’s 2017 incarnation of its “Day of Absence” is at the center of the turmoil. In 2017, instead of people of color voluntarily absenting themselves from campus for a day to demonstrate the importance they play in the community, as had been the case for many years, white individuals were encouraged to leave campus. In mid-March Professor Bret Weinstein argued that:

There is a huge difference between a group of coalition deciding to voluntarily absent themselves from a shared space in order to highlight their vital and under-appreciated roles (the theme of the Douglas Turner Ward play, Day of Absence, as well as the recent Women’s Day walkout), and a group or coalition encouraging another group to go away. The first is a forceful call to consciousness which is, of course, crippling to the logic of oppression. The second is a show of force, and an act of oppression in and of itself.

The implication has been that Professor Weinstein’s comments were so outlandishly racist that people caring about social justice had to rise up and call for his dismissal from his faculty position. If that were the case, however, the question must be asked why it took until 23 May, over two months after his note was disseminated, for the protest to occur. The Day of Absence itself occurred over one month prior to the protest. And, of course, all of this ignores the fact that Professor Weinstein’s note was simply and strongly presenting an alternative perspective to the structure proposed for the Day of Absence while affirming the power and importance of the original configuration as a way of combatting racism.

The reality of what occurred is far more complex, and, in fact, far more insidious than the caricature presented in most media reports. Regardless of what some would have us believe, the exclusion of white people from campus was not a mandate; no one was required to leave. But the pressure for white individuals to leave campus, to demonstrate that they were good allies to people of color, was very real. And many, students, faculty and staff alike, were confused by the structure of the day. How could they not be confused? Consider parts of just three of many notes that were sent to all faculty and staff members prior to the Day of Absence by supporters of the event:

  • I feel strongly about honoring the call for white-identified people to absent themselves from campus…
  • This change to DOA/DOP [Day of Absence/Day of Presence] this year (where allies travel off campus and POC [people of color] stay on campus) is beautiful.
  • I think the role reversal of this year’s DoA is brilliant in that it encourages Evergreen’s white population to take accountability for their active participation in unlearning racial prejudice in a way that staying on campus wouldn’t.

So why was Professor Weinstein the epicenter of the student protest and why did it occur when it did, so long after he offered his critique of the Day of Absence?

The answer to the first question revolves around the unique role that Professor Weinstein has played on campus during his time on the faculty. As much as it might like to think of itself as an open and tolerant environment, Evergreen isn’t very accepting of voices that question the Evergreen orthodoxy. While this might be seen as a terribly ironic situation for a liberal arts college to find itself in, this has been the Evergreen reality for quite some time and the result is that a large number of faculty members, perhaps the majority of them, simply absent themselves from most discussions. Professor Weinstein is not one of those who have opted for self-censorship. He has always been willing to ask questions, to point out what he sees as flaws in ideas, and to offer suggestions for improvement.

He has played that role to a great extent and to the frustration of many this academic year, a year almost completely focused on the twin concepts of equity and inclusion on campus. Indeed, George Bridges, Evergreen’s relatively new president, reformulated a college-wide Equity Council and provided them with a very wide charge. The group consisted of 28 members, six of whom were current faculty members and they set to work to outline a strategic equity plan.

The Council created a plan without any public input and scheduled a meeting in the middle of November to present it to the campus community having announced that it had already received the blessing of President Bridges. The plan, as presented, was built on a statistical analysis of retention, achievement and graduation data and proposed to make significant changes to faculty hiring practices as well as to the structure of the curriculum. The meeting offered no opportunity for open discussion of the plan and was structured as an opportunity to celebrate the plan’s creation. Building on the region’s Salish culture, the meeting concluded with attendees being asked to metaphorically climb into a canoe to embark on a journey to equity. The implication was that if people failed to board the canoe, they would be left behind. Indeed, the sentiment was expressed by some that if you were unwilling to get on board, perhaps Evergreen was not the place you should be working.

Professor Weinstein responded in an email by raising some questions but, more importantly, calling for open discussion of the ideas, strategies and directions outlined in the plan. He did so carefully and politely, never once criticizing any individual. Consider, as an example, the following from one of Professor Weinstein’s early emails:

Maybe it isn’t mine to say because the canoe isn’t from my culture, but this canoe metaphor felt like it was appropriated for the ironic purpose of cloaking an unstoppable train. You are either onboard, or you are not. You can attempt to derail this proposal, or you can accept where the train is going.

From what I have read, I do not believe this proposal will function to the net benefit of Evergreen’s students of color, in the present, or in the future. Whatever type of vehicle it is, I hope we can find a way to discuss this proposal on its merits, before it moves farther down the line.

In response, he was branded a racist and an obstructionist. A faculty member who sat on the Equity Council explicitly called him a racist in two different faculty meetings. When Professor Weinstein asked for an opportunity to defend himself, he was told that a faculty meeting was not the appropriate venue for such a defense. When he asked what the appropriate venue was, he was told that no such venue existed because he was a racist. Neither the president nor the interim provost interceded to make it clear that leveling such charges against a fellow faculty member was unacceptable within the college community. When Professor Weinstein spoke privately with both of those administrators about these incidents, they both acknowledged the inappropriateness of the behavior but each said that it was the responsibility of the other to do something about it. Neither administrator took any public action in response.

But even that tells only part of the story. As mentioned above, the Equity Strategic Plan was built on a statistical foundation. When the validity of that foundation was called into question, including by a robust analysis by an Evergreen alum currently in graduate school, the same faculty member who publicly called Professor Weinstein a racist began attacking scientists generally claiming that their reliance on data was dismissive of the concerns of students. President Bridges, upon being presented with the alum’s statistical critique, promised a response but none has been forthcoming.

Despite all of this, Professor Weinstein continued to call for open discussion of the strategic plan with no response other than personal attacks on him being ratcheted up. It became clear why Professor Weinstein’s appeal for dialogue drew such enmity when the same faculty member who publicly called him a racist was reported to have said that the Equity Council didn’t want such discussion because the plan might not survive such scrutiny intact. A number of senior administrators voiced the same fear with one going so far as to say that expecting a public review of the plan after it had been approved by the Equity Council which had so many people of color on it was an example of white supremacy.

Although Professor Weinstein had a fair number of colleagues supporting him behind the scenes, his was the main voice heard on campus. His voice was neither strident nor impolite but it was relentless. And its dominant message was a plea for discussion. On the few occasions when he raised any specific objections to the plan, he did so by arguing that he thought the proposed action would actually harm rather than help students of color. In an environment where you were either on the equity canoe or you were lost at sea, Professor Weinstein’s voice was seen by many as a disruptive force that needed to be silenced which explains why he became the center of attention once the protests began.

But none of that explains why the protests occurred when they did. For that we need to go back to the beginning of the 2016-17 academic year. Evergreen’s academic year begins with an all-campus convocation. That event includes a talk by the author of a book all incoming students read over the summer. This year a number of students attempted to take over convocation and refused to permit the speaker to address the campus community. President Bridges managed to convince the students that they’d have a chance to be heard after the College’s invited guest spoke. Afterwards, the president sent out a note to the full campus community apologizing for his actions saying that he should have let the students speak when they wanted – that their voices were every bit as important as that of the author of the common read.

Fast forward to the day following the 2016 presidential election. Two campus events were scheduled for that day: a board of trustees meeting; and the dedication of the newly remodeled and renamed Purce Hall. Students upset by the election surrounded the trustees and berated them for their racist attitudes. The meeting was cancelled and hours later the building dedication was similarly disrupted – despite the fact that Purce Hall was named for Evergreen’s immediately preceding president, an African American who served as president for 15 years. Despite the chaos associated with both events, no students were brought up on disciplinary charges.

Fast forward to the installation of Evergreen’s new police chief, Stacy Brown, herself a graduate of Evergreen, early in winter quarter. This event, too, was disrupted by students and during the disruption the vice president for student affairs was pushed and a microphone was wrestled from her hands. She was almost knocked to the ground by two students. Because of the way the vice president was treated, disciplinary proceedings commenced against the two students who pushed her. No other student faced disciplinary consequences for the disruption.

Fast forward to the week prior to the protests. There was an ongoing, mostly online discussion among students about limiting a program to be taught the following fall to students of color. One student objected asking how it would appear if the reverse were ever to be the case; if a program were to be limited to white students. (The program in question was to be taught by the faculty member who publicly called Professor Weinstein a racist.) The student raising the objection received a good deal of abuse and then, he claimed, he was physically confronted in the cafeteria. This student, himself a student of color, went to the campus police department to file a complaint against the two students he said assaulted him. The police began an investigation later that evening and one of the students interrogated was the leader of the protest that soon followed. Given that one of the complaints raised by the protestors was that the police were targeting certain individuals, black trans students in particular, and given that the students accused of pushing the vice president and accosting the student in the cafeteria were black trans individuals, it seems reasonable to assume that the protests were, in part, designed to deflect unwanted attention for possibly inappropriate actions.

It’s also worth exploring the climate in which the Evergreen student protesters were immersed, a climate that encouraged their behavior. A series of anecdotes will make my point.

Let’s begin with the faculty member who publicly called Professor Weinstein a racist. On 14 November, two days prior to the meeting at which the Equity Council’s strategic plan was released, she made the following post on Facebook: “SERIOUSLY JUST BE QUIET. ONLY APPOINTED/APPROVED WHITES CAN SPEAK (AND ONLY WHEN SPOKEN TO). When that post, a post by a member of the Equity Council, was brought to the attention of President Bridges, he opted to do nothing publicly.

An even more disturbing Facebook post by this faculty member generated no response from the administration but actually gained defenders from the faculty ranks. The post was in response to a note written by Professor Weinstein’s wife, Heather Heying, also a faculty member at Evergreen. After Professor Weinstein was warned by Evergreen’s police chief to stay away from campus because his safety couldn’t be guaranteed, and after administrators were held hostage in their offices by a student group, the interim provost wrote a note saying that if anyone felt unsafe, they should come and speak with him or one of the deans. Professor Heying thought this note was both insensitive and disingenuous since obviously her husband was unsafe in the eyes of the police chief and he was advised against setting foot on campus. The faculty member responded to this note by posting this on Facebook: “Oh lord, Could some white women at Evergreen come and collect Heather Heying’s racist ass. Jesus”

Administratively, Evergreen has an uncomfortable relationship with the concept of free speech, especially for a liberal arts college and even more so for a public institution. A year and a half ago, long before the current protests, the vice president for student affairs and another senior administrator were going around campus removing posters they felt would make people uncomfortable. The posters neither incited violence nor constituted hate speech, but in the eyes of those administrators, they deserved to be censured.

The response made by the vice president for student affairs when student protestors were roaming the campus armed with baseball bats and tasers made it clear that differences of opinion could be frightening. She wrote to students living in the residence halls, in part:

We are aware of a small group of students coordinating a community patrol of housing and campus. We acknowledge and understand the fear and concerns that are motivating these actions. We also understand that these students are seeking to provide an alternative source of safety from external entities as well as those community members who they distrust.

Yes, she went on asking students to put down their baseball bats (“Community patrols can be a useful tool for helping people to feel safe, however the use of bats or similar instruments is not productive.”) but simply giving credence to the idea that the presence of fellow students not involved in the campus protest could warrant a “community patrol” is troubling.

An event that occurred the week following the student protests provides yet another example of what free speech means on the Evergreen campus. Unrelated to any of the activities that had taken place, a small group of Christian fundamentalists came to campus, as they do every year and as they do on virtually every campus, and began reading Bible verses. The following paragraph comes from a note the vice president for student affairs sent the campus community praising the community’s response to these visitors: “During the counter-demonstration many of the students who engaged did so in reasonable ways to respond to the speech of the demonstrators that they found objectionable and hurtful.” What were the “reasonable ways” students responded. The videos of the incident show students surrounding those preaching and shouting at them, making it impossible for anyone to hear what they were saying.

The administrative message from all of this is very clear: freedom of speech is only for speech with which you agree and aggressively silencing those with whom you disagree is fair game.

Given all of this, can there be any surprise that students acted as extremely as they did? Given their role models, can there be any surprise that they refused to let President Bridges speak, even when they asked him a direct question? Given that, very early in the process, President Bridges used foul language when discussing Professor Weinstein with students (and then immediately said, “Don’t put this on tape!), can there be any surprise that students used similar language in response? Given that President Bridges praised them for their courage for demonstrating, capitulated to virtually all of their demands and promised that no one would be punished for their behavior, can there be any surprise that the protesters continued to make additional demands?

Make no mistake about it. Overt racism and institutional racism are serious problems in our society, problems that need to be addressed. But meaningful corrections can only occur in response to real problems. When, as has been the case on the Evergreen campus, requests for examples of racism are met with the charge that such requests are in and of themselves racist, it is unlikely that any progress will be made.

The Evergreen campus has become a place where identity politics takes precedence over every other aspect of social intercourse. It has become a place where it is acceptable for colleagues to levy personal attacks on colleagues in response to differences of opinion and even in response to calls for dialogue. It has become a place where it is acceptable to shout down those with whom you disagree. And it has become a place where the administration watches from the sidelines, apparently fearful of antagonizing anyone.

But that is not what leadership is about. Leadership means treating all members of a community with respect and demanding that others do the same. It also means publicly holding community members responsible for their behavior. Finally, it means having and upholding a set of principles, even when doing so might be uncomfortable.

Evergreen is not alone in the constellation of institutions of higher education facing these problems. It is, however, a place that has allowed extremists to dominate and discussion to die. Others will do well to learn from the mistakes made on this campus.

A personal note: I served for five years (2011-2016) as provost and vice president for academic affairs at The Evergreen State College. During the 2016-17 academic year, President Bridges changed my appointment such that while I retained the title of vice president for academic affairs, I was assigned to work on off-campus issues. In that capacity, I was uninvolved in the protests that took place this spring. As of 1 July 2017, I no longer hold an administrative appointment at Evergreen and thus I feel free to publicly share my perspective on the situation, something I felt uncomfortable doing while still ostensibly a part of the administration.

Fuente: http://www.huffingtonpost.com/entry/the-evergreen-state-college-implosion-are-there-lessons_us_5959507ee4b0f078efd98b0e

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Necesidad de esclarecer cuestiones de fondo

José Joaquín Brunner 

Mientras el discurso oficial asegura que en la Educación Superior seguirá vigente un régimen mixto, las propuestas y medidas gubernamentales van consistentemente hacia su gradual eliminación. ¿Hacia dónde se desea llevar el sistema? El propio gobierno parece no tener la respuesta.  

Los proyectos de ley para la educación superior (ES) y para el fortalecimiento de las universidades estatales -junto con la discusión de la glosa anual de gratuidad- están creando enorme confusión. Por el momento estamos en el peor de los mundos posibles. No hay una propuesta coherente de reforma, pero de todas maneras se avanza desordenadamente. Los afectados reclaman, pero nadie escucha. El gobierno mismo no sabe hacia dónde desea llevar al sistema.

Para partir por lo más elemental, ¿se busca mantener o sustituir el régimen mixto de provisión (estatal y privada) actualmente existente? En caso de proyectarse su eliminación, ¿cuál es el nuevo régimen al que se aspira? Y si se desea mantenerlo, ¿con cuántas y cuáles correcciones?

El discurso oficial ha sido -y es- que seguirá vigente un régimen mixto. Sin embargo, las propuestas y medidas gubernamentales van consistentemente en dirección contraria; es decir, hacia su gradual eliminación. Apuntan, más bien, hacia un régimen de provisión y control estatal.

Las universidades estatales tendrán un tratamiento preferente con privilegios de acceso al poder, de financiamiento y para su establecimiento y desarrollo. El acceso a las instituciones de ES quedaría en manos del Ministerio de Educación. Se crearía un régimen panóptico de supervisión. Y, lo más importante, mediante el financiamiento de la gratuidad, el gobierno definiría el destino de las universidades y demás instituciones de educación terciaria. En estas condiciones, la provisión privada se volvería cada vez más difícil y tendría que desenvolverse en un ambiente hostil.

En seguida, no se entiende qué esquema institucional desea imponerse al sistema a través de la legislación. Por lo pronto, las universidades tendrían que transformarse todas en organizaciones que realizan investigación académica, además de docencia, convirtiéndose cada una en una organización compleja. Sería el único país de las Américas que intentaría tan costoso -y seguramente inviable- proyecto, a menos que el número actual de universidades disminuyera drásticamente, con la consiguiente concentración o reducción de la matrícula. ¿Es esto lo que se busca? La propia docencia se encarecería, tornándose el sistema en su conjunto aún más dependiente de recursos públicos.

Tampoco se sabe si el gobierno quiere mantener una educación superior con tres niveles institucionales diferenciados verticalmente, compuesto por universidades, institutos profesionales y centros de formación técnica. Sobre todo, se desconoce cuál es el diseño que la autoridad tiene en mente respecto de la educación vocacional o de ciclo corto, que tan urgentemente necesita mayor atención y estímulo.

El tema de los estándares de calidad esperados del sistema y la forma de administrarlos es otra cuestión incierta. Se pretende que las universidades se acrediten en cinco áreas obligatoriamente: gestión institucional, sistema interno de gestión de la calidad, docencia y formación; investigación, creación e innovación, y vinculación con el medio. Así, por ley, tendremos las mejores universidades del mundo.

Por el contrario, aquellas que no se acrediten serían intervenidas por un administrador provisional, y si este no logra la acreditación, se procedería a su cierre. Este control de calidad podría burocratizarse fácilmente y amenazar la autonomía y diversidad de las instituciones.

Además, la legislación en trámite prevé un cambio drástico del modelo de financiamiento de la ES. Según ha anunciado repetidamente la autoridad, en el largo plazo se aspira a tener un financiamiento única y exclusivamente estatal, canalizado hacia las instituciones mediante subsidios para la gratuidad universal, la investigación académica y la vinculación con el medio. De modo tal que solo habría precios públicos fijados por la autoridad; por ejemplo, el costo por alumno/carrera sería calculado anualmente por el ministerio con ayuda de un panel experto. Se terminaría, asimismo, con el crédito estudiantil, como ya aprobó simbólicamente la bancada de diputados oficialistas.

Esto significa adoptar un diseño opuesto a la tendencia global, la cual se encamina en dirección a esquemas de costos compartidos, diversidad de fuentes públicas y privadas, subsidios tanto a la oferta como a la demanda y modalidades competitivas o condicionadas al desempeño para la asignación de los recursos fiscales.

Por último, continúa abierta la cuestión de cómo el gobierno imagina la gobernanza del sistema. Actualmente proyecta múltiples agencias, organismos e instancias distintas: una Subsecretaría de Educación Superior, con divisiones especializadas para las áreas universitaria y técnica; un Ministerio de Ciencia y Tecnología, una nueva Comisión Nacional de Acreditación, una Superintendencia de Educación Superior, un nuevo Comité de Coordinación del Sistema Nacional de Aseguramiento de la Calidad, un Consejo Asesor de Formación Técnico y Profesional, un Consejo de Coordinación de Universidades Estatales, una Comisión de Expertos para la Regulación de Aranceles, y un Sistema Común de Acceso a las Instituciones de ES, dependiente de la Subsecretaría, que contaría, además, con un Comité Técnico. Adicionalmente, se mantienen como partes de esta gobernanza el Consejo Nacional de Educación (CNED) y el CRUCh.

Si ya hoy, con menos de la mitad de entidades en funciones, se observan numerosas fallas de coordinación y una burocracia altamente fragmentada, pueden imaginarse las dificultades que podrían llegar a aquejar a una gobernanza así de inflada y fraccionada.

En breve, la situación descrita reclama del Congreso Nacional una cuidadosa labor. En efecto, necesita primero clarificar las cuestiones de fondo y, en seguida, hacer un completo rediseño y racionalización de los proyectos. Si, en cambio, el Congreso actúa bajo presión del tiempo y tan precipitadamente como acaba de hacerlo la comisión especializada de la Cámara de Diputados, el resultado terminará perjudicando al propio sistema que se desea cambiar.

Actualmente (el gobierno) proyecta múltiples agencias, organismos e instancias distintas: una Subsecretaría de Educación Superior, con divisiones especializadas para las áreas universitaria y técnica; un Ministerio de Ciencia y Tecnología, una nueva Comisión Nacional de Acreditación, una Superintendencia de Educación Superior, un nuevo Comité de Coordinación del Sistema Nacional de Aseguramiento de la Calidad, un Consejo Asesor de Formación Técnico y Profesional, un Consejo de Coordinación de Universidades Estatales, una Comisión de Expertos para la Regulación de Aranceles, y un Sistema Común de Acceso a las Instituciones de ES, dependiente de la Subsecretaría, que contaría, además, con un Comité Técnico. Adicionalmente, se mantienen como partes de esta gobernanza el Consejo Nacional de Educación (CNED) y el CRUCh.

Fuente del articulo: http://www.brunner.cl/?p=16108

Fuente de la imagen:

 https://mba.americaeconomia.com/sites/mba.americaeconomia.com/files/styles/article_main_image/public/ombusdperson

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La educación siempre es imperfecta

Salvador Rodríguez Ojaos

«En algunas ocasiones, la verdad se halla no escindiendo el mundo en ‘o … o …’, sino abarcándolo en una actitud de ‘y … y …’. A veces, la verdad es la unión paradójica de aparentes contrarios, y si queremos conocer esa verdad, tenemos que aprender a abrazar ambos opuestos como si constituyesen una unidad.» Parker J. Palmer: El coraje de enseñar

La educación que ofrecemos en nuestras escuelas está basada, excepto contadas excepciones, en una concepción del mundo «o … o …», es decir, en contrarios: o cabeza o corazón, o libertad o disciplina, o hechos o sentimientos, o teoría o práctica, o hablar o escuchar, o correcto o incorrecto, o aprobado o suspendido…

Cuando la educación debería estar llena de matices, como sucede con la vida misma. En vez de excluir y enfrentar deberíamos incluir y ofrecer una imagen del mundo «y … y …», es decir, en equilibrio: y cabeza y corazón, y libertad y disciplina, y hechos y sentimientos, y teoría y práctica, y hablar y escuchar… No hay necesidad de decidirnos por uno u otro extremo, cada uno debe buscar el equilibrio adecuado entre ambos.

Este tipo de educación nos permite elegir de forma razona y coherente, nos permite tener criterio propio, nuestra propia percepción del mundo. Por eso, la educación es inevitablemente imperfecta, ya que requiere de toma de decisiones, de espíritu crítico, de capacidad de elección.

Necesitamos una educación paciente, pues la impaciencia nos conduce a escoger entre un extremo u otro y nos obliga a dejar de lado los matices. Necesitamos una educación colaborativa, pues nos permitirá ir juntos y llegar mucho más lejos. Necesitamos una educación creativa, pues no se trata solamente de reproducir el saber heredado sino de ir más allá.

La educación siempre es imperfecta, pero es que el mundo, la sociedad y las personas también lo son. La imperfección de la educación es la característica que le otorga un papel fundamental en la construcción de un mundo mejor.

Fuente del articulo: http://www.salvarojeducacion.com/2017/07/la-educacion-siempre-es-imperfecta.html

Fuente de la imagen: https://3.bp.blogspot.com/-Ree4ZAgEuJs/WVSwq4jZH8I/AAAAAAAABkE/kFPvH__2RGQGY7horpOEfz7OFDoYxwZwwCLcBGAs/s200/opposites

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La Reforma Educativa, atentado contra México

Raúl Torres Salmerón

La presentación del libro “El Fraude de la Reforma Educativa”, fue exitoso en Puebla. Hubo de todo como botica. Desde porras y aplausos, hasta un claro boicot de las autoridades y del Servicio de Vigilancia de la BUAP, que impidió la entrada a mucha gente al Salón Barroco del Edificio Carolino con el pretexto de que “ya estaba lleno

A decenas de personas no las dejaron entrar, con el sutil pretexto “de que el Salón Barroco estaba lleno”, cuando en otras presentaciones dejan el paso libre a cualquier persona. Vale la pena comentar que los libros llevados para su venta, se agotaron.

El Senador de la República por el PT, don Manuel Bartlett Díaz y el investigador Luis G. Benavides Ilizaliturri presentaron exitosamente el libro donde cuestionan el proyecto educativo en la presente administración que ha trastocado socialmente al país. ”. El evento fue organizado por la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la BUAP.

Este libro, de acuerdo a ambos autores, contempla estudios serios para desenmascarar el fraude de esta reforma, donde los mexicanos “no deben quedarse como espectadores resignados para destruir el tejido social que lesionan la unidad e identidad nacional”.

Con la claridad y contundencia que los caracteriza, ante un repleto Salón Barroco de la máxima casa de estudios, don Manuel Bartlett y don Luis Benavides, han analizado con lujo de información y detalles, cómo el ex Presidente de México, Carlos Salinas de Gortari y quienes fueron sus alfiles de gabinete –entre ellos José Ángel Gurría-, se movieron y se han movido en mafia con grandes capitales transnacionales –agrupados a la OCDE y al Banco Mundial-, para fraguar todo un plan económico para que desde la educación, los mexicanos actuales y sus generaciones subsecuentes, queden reducidos a categoría de peones para los grandes capitales transnacionales.

La traidora y perversa maniobra en que contra México se confabularon PRI, PAN y PRD con Peña, Salinas de Gortari y entre otros José Ángel Gurría, empezó a fraguarse a sólo tres días de que el hoy Presidente Peña asumiera el cargo, y de inmediato cobró su primera “víctima”, Elba Esther Gordillo Morales, a quien se eliminó del camino para que el sindicato magisterial, el SNTE, quedara en manos de un elemento útil y dócil para la conjura contra México y su educación, Juan Díaz de la Torre.

Según los autores del libro, esta conjura no es cualquier cosa; el fin de la susodicha, ilegal y anti patriótica Reforma Educativa, es anti educativa, en primer lugar porque contraviene el ordenamiento del Tercero Constitucional: “La educación que imparta el Estado tenderá al desarrollo armónico de todas las facultades del ser humano”.

¿En qué lo contraviene? En que el objetivo de la OCDE, el Banco Mundial y la mafia que en México integran Carlos Salinas de Gortari, Enrique Peña Nieto, PAN, PRI y PRD, y otro conjunto de alimañas –con perdón de ellas-, pretenden reducir la educación a una mera capacitación para el trabajo.

¿Con qué fin? ¿Cómo lo quieren operar para beneficio económico de capitales transnacionales configurados incluso con los impuestos de todos los mexicanos?

Así, lo que menos les importa es la educación en su verdadera significación y extensión. Es decir, no quieren lo que ordena el Tercero Constitucional: “El desarrollo armónico de todas las facultades humanas –inteligencia, afectividad y voluntad”.

¿Por qué? Porque en la perversidad de quienes están detrás de esta maniobra, hay conciencia de que la era de la tecnología y del conocimiento digital sin educación integral, favorece la formación de una especie de “robots humanos” –así parecen nuestros niños y jóvenes cuando se les abandona al uso irracional de la tecnología digital- a quienes pueden manipular a su antojo.

¿Para qué sirve a esos grandes y perversos capitales una “educación” sin educación integral que abarque todo el ser humano? Les sirve sólo para que las personas vivan para producirles a ellos.

Parece una película de ciencia ficción, pero esa es la realidad de esta conjura que es la susodicha “Reforma Educativa”, que tal y como lo señala Luis Benavides: “No es educativa, sino laboral para que nuestros hijos, niños y jóvenes, queden reducidos a peones de un imperio económico en el que están inmiscuidos Peña Nieto y su séquito, todos al servicio del innombrable: Carlos Salinas de Gortari, y su mafia.

Se trata pues de una traición a la Patria y a los mexicanos. Se trata de todo un atropello al ser humano.

En la presentación participó la investigadora Angélica Mendieta Ramírez, de la Facultad de Comunicación de la UAP y presidenta de la Asociación Mundial de Investigadoras, quien advirtió que el libro es incómodo, pero es sustancial para conocer a profundidad las entrañas y alcances nocivos de la reforma educativa.

También señaló que el libro, además de la denuncia, presenta soluciones al problema educativo, lo cual es sumamente importante.

En fin, como escribió Antonio Machado (España, 1875-1939) en sus Soledades a un Maestro:

No es profesor de energía

Francisco de Icaza,

sino de melancolía.

De su raza vieja

tiene la palabra corta,

honda la sentencia.

 

Como el olivar,

mucho fruto lleva

poca sombra da

En su claro verso

se canta y medita

sin grito ni ceño.

 

Sus cantares llevan

agua de remanso,

que parece quieta.

y que no lo está;

más no tiene prisa

por ir a la mar.

 

Fuente del articulo: http://www.losperiodistas.com.mx/columna/2284/La-Reforma-Educativa-atentado-contra-Mexico#.WXPc14g1_IU

Fuente de la imagen: http://cdn.themexicantimes.mx/wp-content/uploads/2016/06/IL.png

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Autocríticas feministas y movimientos antisistémicos

Raúl Zibechi

La vitalidad  de un movimiento, como la de cualquier ser vivo, se puede palpar en su capacidad para cambiar, modificar el rumbo, ejercer la crítica y la autocrítica, algo tan olvidado por las viejas izquierdas. Una característica de lo avejentado es la repetición, la inercia y la incapacidad de moverse del lugar elegido.

Este 8 de marzo nos ha deparado enormes movilizaciones, que son la doble consecuencia de la violencia sistémica contra las mujeres y de la persistencia de los movimientos feministas que no se arrugan a la hora de ir contra la corriente, aún siendo pocas en cada movilización. Más de 200 mil manifestantes en Montevideo, ciudad que cuenta con poco más de un millón de habitantes, habla de la extensión notable del movimiento que, para llegar a esa cifra, realizó decenas de actividades y concentraciones pequeñas en los últimos años.

Uno de los hechos más notables fue la difusión de un documento titulado Algunas reflexiones sobre metodologías feministas, emitido por un conjunto de referentes y organizaciones que se reivindican del feminismo descolonial. No tengo la menor intención de inmiscuirme en los asuntos internos del movimiento, sólo pretendo destacar lo que los varones antipatriarcales y los movimientos antisistémicos podemos aprender de un texto que, en su subtítulo, anuncia: a propósito del llamado a un paro internacional de mujeres para el 8 de marzo (goo.gl/rpqvH8).

El documento destaca que los espacios de mujer están haciendo un ejercicio de autocrítica al reconocer su raíz eurocéntrica, las limitaciones de sus agendas y lo problemático de sus estrategias cuando entran en contacto con esos otros mundos que existen en nuestro continente. En suma, los mundos negros, indios y mestizos.

El eje del texto gira en torno a los métodos de lucha, destacando que ellos dicen mucho sobre las bases en que se asienta un movimiento social y tienen además la capacidad de regular los mundos. La crítica/autocrítica gira en torno al llamado a realizar un paro del pasado 8 de marzo. Vale la pena citar largo.

“El paro de actividades ha sido una estrategia que surge dentro del contexto particular de la revolución industrial y la lucha de la clase obrera europea. Un método que logró legitimidad dentro del pacto entre clase obrera y burguesía en los años del Estado de bienestar europeo. El paro como estrategia hace parte de una genealogía de resistencia dentro del mundo de lo humano, aquel constituido por el pleno desarrollo del sistema capitalista”.

El texto nos remite a Frantz Fanon, al destacar la diferencia entre el mundo donde se respeta la humanidad de las personas y el mundo de los sótanos, donde la vida humana no vale nada. Entonces, dice, el problema del paro surge cuando se intenta convertirlo en método universal aplicable a cualquier experiencia histórica. Es evidente que las mujeres (y los varones) de ese mundo no pueden hacer paro, por eso cortan rutas, toman edificios, ocupan tierras.

El documento llama a pensar en las compañeras que no pueden parar, las que por necesidad venderán en la marcha, las que el día de huelga convocada estarán sembrando, cultivando o cocinando el alimento que comeremos las que ese día paramos. La lista sigue e incluye las formas de vida autogestionadas (tianguis por ejemplo), las trabajadoras del sexo, aquellas que junto a sus compañeros subalternos serán responsables de que el mundo siga girando y la vida siga siendo posible mientras nosotras paramos. El paro es una estrategia útil, se preguntan, para las personas racializadas y subalternas, para las condenadas del mundo, para las lesbianas y trans antirracistas.

El texto es fuerte. Sobre todo cuando pone el dedo en temas delicados. Es interesante cómo determinados países dentro del sur global, y dentro de América Latina en particular, se convierten en referentes y vanguardias de la lucha feminista¿Qué significa que nuestras luchas políticas sean definidas por un pequeño grupo de feministas blancas y blanco-mestizas privilegiadas asentadas en las capitales de los países hegemónicos de la región?.

Sin duda se refiere a nuestros países, Buenos Aires en primer lugar, donde nació el Ni Una Menos, pero también Montevideo y otros donde predomina un feminismo radical, pero blanco y de clases medias. Es incómodo. Pero es una incomodidad necesaria, imprescindible para no convertirnos, un siglo después, en algo similar a los dirigentes de la socialdemocracia alemana que terminó traicionando al movimiento obrero.

Debo confesar que el documento me remitió directamente a la comunidad que me recibió cuando la escuelita zapatista, a los espacios de las mujeres negras desplazadas por la guerra en Colombia, a las vivencias de nasas y misak del Cauca, a las comunidades mapuche, a favelas como la Maré, en Río de Janeiro, y tantos otros espacio-tiempos donde no rige la lógica en la que me eduqué y formé políticamente. Es muy incómodo cuando una negra favelada o una indígena te reciben como si fueras un conquistador, un opresor blanco.

Sin embargo, creo que esa vivencia es parte de la formación antisistémica, y no por algún empeño masoquista, sino porque es necesario sentir en el cuerpo y en el alma (León Felipe), aunque sea una mínima parte de los dolores humanos que se sufren en el sótano. Algo que no se puede siquiera palpar en la comodidad de la zona de lo humano, por volver a Fanon. En este punto, el documento de las feministas descoloniales provoca esa incomodidad imprescindible.

Desde los movimientos y el pensamiento crítico podemos hacer un esfuerzo por mirarnos en el espejo que nos colocan, sobre todo esa consigna final ¡Que ni una sea menos! El texto citado puede rebatirse en cuando a su oportunidad e, incluso, en su contenido. Es parte del debate que procesan las mujeres en sus colectivos, y no nos corresponde a los varones entrar en esa polémica.

Fuente del articulo: http://www.jornada.unam.mx/2017/03/17/opinion/020a1pol

Fuente de la imagen: http://democraciaglobal.org/wp-content/uploads/feminismos-desde-el-sur-1030×575.jpg

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