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Deporte, Organización y Participación

Por: Pedro Infante

El deporte es movimiento, el deporte es ciencia, el deporte es una de las actividades más sublimes de los seres humanos. Es disciplina, constancia, esfuerzo, sacrificio, respeto a sí mismo y al adversario. El deporte es pueblo en movimiento, organizado desde los comités de deporte y recreación de los consejos comunales, los consejos de actividad física de las comunas, los clubes deportivos, las escuelas deportivas, así como grupos estables en unidades educativas y se organiza desde las bases hasta las asociaciones, ligas y federaciones deportivas.

El deporte en nuestro país es democracia, es participación, es un derecho constitucional establecido en el art.111, en el que todos tenemos derecho a la práctica deportiva gratuita y sistemática, con derecho a organizarnos en el deporte federado y asociativo. Todos tenemos derecho a participar y ser protagonistas en el diseño, ejecución y control de las políticas deportivas.

Democratizar la información, seguir generando más participación, siguen siendo tareas permanentes en nuestro sistema deportivo, la Venezuela Potencia Deportiva requiere de trabajo en equipo, Ministerio, IND, COV, Federaciones, Asociaciones, Institutos Regionales y Municipales de deporte, Clubes, Escuelas, Consejos Comunales, representantes, atletas y practicantes, todos somos responsables de dar lo mejor de nosotros en esta tarea, en este 2017 debemos consolidar nuestras organizaciones deportivas.

El voto secreto para la elección de atletas, entrenadores, árbitros y dirigentes debe resguardarse en todo el proceso, no puede nadie participar con miedo a alguna retaliación o que sea expulsado de la selección. El voto es secreto para garantizar el voto consciente.

Felicitaciones a la Generación de Oro, a tod@s nuestr@s atletas felicitaciones en su mes, tremendo regalo a toda nuestra patria joven. Felicitar especialmente a nuestra selección Sub 20 de fútbol masculino que clasifica nuevamente un mundial sub 20 (lo hizo en Egipto 2009) y a Rafael Dudamel, quien por segunda vez clasifica a un equipo venezolano a una evento mundialista. Estamos ante una de las mejores generaciones de futbolistas que hemos visto y que en tiempos futuros deben darnos muchas alegrías. ¡Viva la Vinotinto, Viva Venezuela, Viva el Deporte!

Fuente: http://www.correodelorinoco.gob.ve/opinion-libre/deporte-organizacion-y-participacion-opinion/

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De Software Libre y Open Source, y de cómo las licencias lo atan todo

Por: Jose Pomeyrol

¿Es lo mismo Open Source que software libre? ¿Es lo mismo código abierto que Software Libre? Mucha gente confunde estos términos como si fuesen sinónimos, cuando lo cierto es que depende del contexto en el que se usen para tomarlos como tales. Así, utilizar open source en minúscula cuando escribimos en español no es más que un anglicismo mal empleado, mientras que hacerlo en mayúscula nos remite a la Open Source Initiative, la organización dedicada a la defensa y promoción del software de código abierto. Por otra parte, Open Source y software libre sí tienen mucho que ver, pues ambos casos y salvo alguna excepción muy particular se refieren al software publicado bajo licencias libres compatibles; pero Open Source y Software Libre se distancian un trecho, siendo el segundo un término que trasciende el aspecto técnico, significándose en movimiento social.

El movimiento del Software Libre, de hecho, fue el pionero. Ideado por Richard Stallman, se basa en cuatro libertades esenciales:

0. Libertad de usar el programa, con cualquier propósito (uso).
1. Libertad de estudiar cómo funciona el programa y modificarlo, adaptándolo a las propias necesidades (estudio).
2. Libertad de distribuir copias del programa, con lo cual se puede ayudar a otros usuarios (distribución).e
3. Libertad de mejorar el programa y hacer públicas esas mejoras a los demás, de modo que toda la comunidad se beneficie (mejora).

Las libertades 1 y 3 requieren acceso al código fuente porque estudiar y modificar software sin su código fuente es muy poco viable.

A partir de esas libertades surgieron licencias para garantizar su cumplimiento y protección legales, y a organizaciones como el proyecto GNU o Free Software Foundation se unieron otras como la mencionada Open Source Initiative, en constante liza a causa del enfrentamiento entre ideología social y pragmatismo tecnológico, que finalmente ha sido el factor dominante. Sin Richard Stallman y el movimiento del Software Libre nada de esto hubiese existido tal y como lo conocemos, pero sin las empresas y la concreción del Open Source nunca se hubiese llegado tan lejos.

Lo verdaderamente importante en todo este asunto, sin embargo, es que tanto software libre, software de código abierto u Open Source, son iguales en su función práctica, esto es, los términos para referirse a algo pueden ser mil, cada uno con sus propios matices, pero lo que de verdad vale en el mundo real son las licencias: es lo único que garantiza consideraciones legales. Otro error común a este respecto es hablar de software libre y software propietario, ya que con la retorcida excepción del dominio público, todo el software tiene “propietario”, sea libre o no, sea gratis o no; y es que otorgar libertades no menoscaba la atribución del autor o autores o el derecho a cobrar por su trabajo. Por eso el término software privativo es más adecuado, porque priva de libertades al usuario.

Esta pequeña gran introducción es importante para comprender mejor las vicisitudes del software libre o de código abierto a lo largo de su historia, pues aunque Richard Stallman le dio forma al fondo, la tendencia de compartir venía de mucho antes. Stallman la vivió, y fue precisamente el desconcierto ante el cambio de paradigma el que motivó todas las iniciativas que impulsa va camino de 35 años. Stallman no entendió entonces por qué compartir programas pasaba a ser un delito, o por qué el código de los mismos se ofuscaba en archivos binarios. Años más tarde, un universitario finlandés llamado Linus Torvalds crearía Linux, el núcleo que le faltaba al sistema operativo que el proyecto GNU llevaba desarrollando durante todo ese tiempo, y, como se suele decir, el resto es historia. Una historia de éxito, cabe añadir, que no fue posible sin una vuelta de tuerca al concepto que contentase al sector corporativo: lo que ahora conocemos como Open Source; y sin mucho otros apoyos e iniciativas.

A día de hoy Software Libre y Open Source conviven en relativa armonía: las comunidades y organizaciones del primer grupo no renuncian a sus principios, y las organizaciones del segundo no renuncian a las ventajas competitivas que les aporta un modelo de desarrollo que se ha probado como más eficiente. El mejor ejemplo es el de GNU/Linux y el entorno que lo rodea, formado por centeneras de proyecto independientes entre sí pero ligados a un mismo fin, donde hay quien colabora de manera desinteresada, y donde hay quien se dedica a ello de manera profesional. En último término ambos contribuyen al mismo fin, dado que es la licencia que aplique cada uno a su obra lo que determinará las libertades y obligaciones bajo las cuales la distribuye.

Y por supuesto, no hay que confundir nunca Open Source o código abierto con acceso al código para ver, pero no para tocar y reutilizar. Por eso son las licencias las que lo atan todo y no un mero término o un sesudo concepto, por muy populares que sean.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=224822&titular=de-software-libre-y-open-source-y-de-c%F3mo-las-licencias-lo-atan-todo-

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Pensando la universidad popular y productiva

Por: Hugbel Roa

Una de las instituciones que se ha visto afectada directamente por la crisis rentista es in duda la universidad venezolana. La universidad durante este modelo generó una serie de vicios que aunque no fueron suficientes para detener el ascenso social en muchos casos si logro frenarlo. Y es que para el modelo rentista la investigación y su desarrollo aplicable es aceptable siempre cuando cumplan con el mínimo de condiciones que la mano de obra especializada tiene en las economías centro. Nuestra ciencia e investigación están desarrolladas en función a la resolución de problemas foráneos. Pero cuando este «handicap» es superado, el resultado se traduce en mejoras para la sociedad venezolana. Claro la reproducción de las mismas condiciones de explotación neoliberal homogeniza ciertas necesidades afines tanto en el centro como en la periferia económica. La relación rentismo-universidad es si se quiere de tipo «bipolar». Si bien la lógica rentista sugiere que la porción de renta correspondiente, tenga como último fin la importación, la universidad está pensada para ser sostenida y proyectada por el mismo recurso humano que forma. Esto por un lado, por el otro la crisis del modelo y su no superación reproduce una situación económica, social que induce la mal llamada «fuga de talentos», pues en última instancia obedece a una política extractiva de las economías centros. Aprovechar el talento humano formado por universidades de la periferia, bajo los cánones de necesidades de los países centro. Con ello se evitan el «gasto social» que implica invertir en educación superior.

Pero aun así la universidad es esperanza. Nuestra máxima deuda es actualizar nuestros pensum a los sueños de la juventud. Si hay algo que ha distinguido a la Revolución Bolivariana ha sido su apuesta por la juventud. La reivindicación histórica de la revolución a la juventud ha sido uno de los grandes logros, pero a su vez nos exige un constaste readaptación de las necesidades de los jóvenes. La universidad venezolana tránsito por gloriosas y duras batallas, por las reivindicaciones estudiantiles, por mejoras, muchos de esas reivindicaciones que desde la Reforma de Córdoba. El cambio paradigmático siempre ha tenido resistencia en mentes retrogradas, y prueba de ello es como intereses grupales históricos han reaccionado violentamente contra la democratización del voto estudiantil, la diferenciación y estratificación de la familia universitaria basada en criterios clasistas. Nuestro sueño, nuestra Utopía siempre fue una Universidad igualitaria y popular, que practique y se forme la inclusión y la solidaridad como criterios básicos de su pertenencia social. Es por ello que ahora a nuestro ideal universitario le toca la tarea de materializarse en una #UniversidadProductivaYPopular que ayude a superar el modelo económico que ahoga a la sociedad, el necesario replanteamiento del papel histórico de la Universidad, la superación definitiva del «rentismo» que constriñe y destruye el futuro de muchos jóvenes que contradictoriamente lo defienden. Nuestro presidente obrero Nicolás Maduro ha manifestado toda su voluntad para encumbrar a la universidad al verdadero sitio que merece en nuestra patria. Está en nosotros en iniciar el tránsito, en abandonar antiguos vicios y privilegios y comprometernos con una investigación que aborde las verdaderas necesidades nacionales. Si se puede pensar en otra universidad.

Fuente: https://www.aporrea.org/educacion/a242981.html

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Plagio textual: el más imperfecto de todos los crímenes

Por: Juan Domingo Arguelles

El plagio textual podría ser el más alto homenaje que reciba un autor, de no ser porque se trata, literalmente, de un robo. Ante un texto admirable (que deslumbra, que seduce, que arroba), ¿quién no ha sentido el deseo de ser él mismo su autor? Por eso los adolescentes enamorados copian poemas enteros de Neruda o de Sabines, o saquean sus versos, y se los entregan a las chicas que desean enamorar, sin decirles que ellos solo son los copistas.

A estos muchachos se les puede acusar de holgazanes, ya que no se esforzaron en escribir algo propio, pero lo cierto es que (como lectores) no tienen un pelo de tontos: saben que no podrían igualar el poema o los versos que les gustan, y temen no tener éxito en su empresa de conquista si le llevan a su chica unas muy malas líneas propias.

No les falta razón; les falta honradez. Mienten y hurtan para lograr su objetivo, al cabo que Neruda y Sabines no lo sabrán jamás. El texto que arroba es el que se roba… o el que es digno de ser robado. ¿Quién querría robar cosas que a nadie le interesan? Se han dado casos de ladrones que han perpetrado sus hurtos en museos y galerías, y que han pasado de largo frente a pinturas de artistas que desearían ser noticia porque alguien robó sus cuadros junto con los de Picasso, Van Gogh y Goya. Pero qué ladrón, estúpido, se arriesgaría a ir a la cárcel por robar un Pérez o un Domínguez si puede robarse un Picasso o un Van Gogh? Seamos serios. Incluso el robo debe tener algún nivel para merecer el riesgo.

Lo que no arroba a nadie, no se lo roba nadie. Y decimos esto porque mucha gente ignora el origen y el significado del verbo “arrobar”. Proviene justamente de “robar”. Significa “embelesar” o “embelesarse” por “algo que a alguien le roba la atención o le arrebata el corazón o el alma”. María Moliner lo define del siguiente modo: “Producir una cosa en la persona que la contempla, escucha, etc., tal admiración o placer que esta persona se olvida de cualquier otra cosa y de sí misma”. No de otra forma puede entenderse que alguien hurte un texto, pero no cualquier texto, sino aquel que le parece admirable y que sabe perfectamente que, aunque se lo propusiese, no podría superarlo o siquiera igualarlo. Si pudiera hacerlo igual o mejor, sin mayor esfuerzo, ¿qué sentido tendría robarlo?

Ahora bien, hay que distinguir entre un homenaje literario (por arrobamiento) y un plagio textual que es, literalmente, un robo: delito que alguien comete al apoderarse de un bien ajeno, no necesariamente “con ánimo de lucro”, como acota el torpe diccionario de la Real Academia Española en su tonta definición de “robo”, pues el robo por ejemplo de un cuadro o de un poema es un delito aunque no se lucre con ellos. Igual puede alguien robar un Van Gogh para tenerlo en su casa, escondido, contemplándolo egoístamente.

El homenaje literario, por arrobamiento, es otra cosa. No es necesariamente ni un delito ni un plagio textual. Es una influencia cruda, no procesada. Por ejemplo, el adolescente José Agustín (tenía, entonces, 16 años de edad), arrobado, deslumbrado y seducido ante la magistral escritura de Vladimir Nabokov en Lolita (1955), lleva a cabo un homenaje-apropiación en su novela inaugural La tumba (1961). No copia textualmente, imita uno de los procedimientos narrativos de Nabokov. El incipiente escritor mexicano embelesado, extasiado, con la obra maestra de Nabokov, utiliza un recurso climático de Lolita para concluir su novela adolescente. Muchos años después, en 2004, lo confiesa en una entrevista que está recogida en mi libro Historias de lecturas y lectores. Me dijo:
“A Nabokov me lo planché descaradamente en La tumba. La tumba termina con un autoepitafio que está tomado de la sentencia poética de muerte que escribe Humbert Humbert antes de matar a Quilty. Se trata de un plagio deliberado, aunque en forma de paráfrasis. Y eso que me contuve de apropiarme de más cosas, pues Lolita me seducía enormemente, sobre todo en el estilo. […] En realidad, el ejercicio del planche nada más lo ejercité esa vez en La tumba, y lo dejé en el libro a sabiendas. Me dije: si lo cachan, pues que lo cachen, y si no, no pasa nada”. Y, en efecto, no pasó nada. Nadie se dio cuenta. Lo cual habla muy bien de la paráfrasis de José Agustín, aunque muy mal de los críticos literarios que leyeron La tumba y que, se supone, debían tener entre su patrimonio de lecturas el gran clásico moderno de Nabokov.

Lo que imita José Agustín es un recurso literario. Esa influencia cruda lo lleva a una reelaboración, con plena conciencia del embeleso ante la obra ajena. Justamente, una de las acepciones del sustantivo femenino “paráfrasis”, en el diccionario, es la siguiente: “Frase que, imitando en su estructura otra conocida, se formula con palabras diferentes”.

En el pasaje de Lolita al que se refiere José Agustín leemos: “Le tendí una pulcra hoja de papel escrita a máquina. […] Porque sacaste ventaja de un pecador/ porque sacaste ventaja/ porque sacaste/ porque sacaste ventaja de mi desventaja/ […]/ …Porque sacaste ventaja de un pecado/ […]/ Porque sacaste ventaja/ de mi íntima/ esencial inocencia/ porque frustraste/ […] Porque frustraste mi redención/ porque te la llevaste/ […] porque la robaste…”, etcétera. El final de La tumba es el siguiente: “El ansia suicida me hizo ver las maravillas de la muerte. Sí, me mato. Tomé una hoja de papel para escribir mi propio epitafio. Esto salió: Porque mi cabeza es un lío/ Porque no hago nada/ Porque no voy a ningún lado/ Porque odio la vida/ Porque realmente la odio/ Porque no la puedo soportar/ Porque no tengo amor/ Porque los ruidos están en mí/ Porque soy un good ol’ estúpido/ Sepan pues que moriré/ Adiós adiós a todos/ Y sigan mi ejemplo”, etcétera.

Hay que insistir que, en literatura, una cosa es el plagio textual, el robo innegable palabra por palabra, y otra muy distinta la imitación de recursos, técnicas o procedimientos propios del estilo de un autor. Lo que protege el derecho de autor no son las técnicas y ni siquiera las ideas, sino las formas específicas de expresar esas ideas: la concreción de un objeto verbal único y propio. En su indispensable libro Derechos de autor para autores (FCE, 2004), José Luis Caballero Leal precisa lo siguiente: “El derecho de autor no ampara las ideas, sino únicamente las creaciones formales, que solo deben satisfacer el requisito de originalidad, como una condición necesaria para su protección”.

Expresiones únicas
Las ideas son universales, pero la forma de expresar esas ideas es única para cada autor, y a esto se le llama originalidad. Por ello, el plagio textual es el más imperfecto de todos los crímenes. No hay modo de que dos escritores escriban exactamente un mismo párrafo con las mismas, idénticas, palabras, idénticos signos, idéntica disposición y mismo propósito. Es más fácil acertar en el número de la lotería que conseguir, idénticamente, en la creación literaria, este fragmento inicial de Borges: “Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche, nadie vio la canoa de bambú sumiéndose en el fango sagrado, pero a los pocos días nadie ignoraba que el hombre taciturno venía del Sur y que su patria era una de las infinitas aldeas que están aguas arriba, en el flanco violento de la montaña, donde el idioma zend no está contaminado de griego y donde es infrecuente la lepra”.

Nadie lo hará jamás. Nadie lo hizo antes. Esto solo es de Borges. Y lleva el entrecomillado porque no es de nadie más que de él. Incluso la conjunción y disposición de tres palabras como “la unánime noche” es prácticamente imposible que alguien más lo consiga por azar. Nadie, ni antes ni después de Ramón López Velarde, escribió como él sus famosos pleonasmos: “El amor amoroso de las parejas pares”. A esto se le llama originalidad, y es patrimonio, pertenencia, propiedad irrenunciable de un autor.

Rubén Bonifaz Nuño supo decirlo muy bien cuando intituló su obra poética De otro modo lo mismo. Las ideas, los temas, los sentimientos en la literatura son siempre los mismos, y lo han sido desde los orígenes de la escritura. Lo que es distinto siempre es el modo de expresarlos: la concreción textual para comunicarlos. Y, en esto, no hay ninguna probabilidad, no ya digamos posibilidad, de que dos autores expresen lo mismo de la misma manera sin que uno de ellos haya copiado al otro.

La imitación y el plagio son propios de los inicios de un autor. Son los adolescentes y los más jóvenes los que, en su “práctica de vuelo”, imitan y copian a los mayores. Gabriel Zaid lo advirtió muy bien: “Aunque suele creerse lo contrario, se empieza por escribir poesía fósil, y con los años, con la libertad que da el oficio, se llega a escribir poesía joven”. Y ejemplifica con Carlos Pellicer. Dice: “Hasta 1918, el joven Pellicer era un poeta fósil, que imitaba a los modernistas como José Santos Chocano”. Los jóvenes imitan, copian, parodian, incluso sin ser conscientes del todo, y con frecuencia, arrobados ante sus modelos, los saquean. La originalidad viene después, y en el caso de Pellicer, como bien lo señala Zaid, ésta surge con su poema “Recuerdos de Iza” (1919), donde desde su arranque el poeta ya dice lo que solo él pudo decir con idioma propio: “Aquí no suceden cosas/ de mayor trascendencia que las rosas”. Ni antes ni después de él, alguien pudo o podrá escribir lo mismo, idénticamente. A partir de 1919, incluso lo que se le parezca mucho es plagio.

Todo esto en cuanto a lo literario, que también involucra la denominada “intertextualidad”: el uso deliberado y consciente de la obra literaria cumbre perfectamente reconocible que se integra a otro texto original en una suerte de diálogo de coincidencias intelectuales y emocionales. En la intertextualidad, que siempre es un recurso estético, es decir artístico, no científico por supuesto, y especialmente poético, pueden o no entrecomillarse los préstamos, y muchas veces no se entrecomillan ni se destacan en cursivas porque el propósito no es hacer un ensayo con citas, sino un poema a dos voces.

La intertextualidad, que no es plagio, es un juego estético que apela a la malicia, con plena conciencia del uso del texto ajeno. Es una licencia poética vedada al ensayo, la tesis, la investigación y el texto de ideas en general. Es, en palabras de Barthes, la estética del placer textual, donde “leer es desear la obra, es querer ser la obra”. Solo con este sentido estético, literario, artístico, poético (y, por supuesto, con los límites que impone el mismo juego: si se copia un poema completo dentro de otro se violan las reglas de mismo juego), el fragmento del texto ajeno puede participar en la recreación estética. Solo así.

Plagios por necesidad
¿Pero qué pasa por la cabeza de alguien (fuera del juego estético) cuando plagia, es decir cuando roba un texto o partes de él a sabiendas de que se trata de algo ilícito? ¿Y, además, por qué lo hace si sabe que no es lícito? En el caso de la literatura, del juego estético, e incluso cuando se trata de la imitación de los recursos, pero no así de la copia textual (como en el ejemplo de José Agustín respecto de Nabokov), queda claro que un escritor imita a otro por coincidencia intelectual, por afinidad emocional y, especialmente, por arrobamiento ante la obra. Pero en el caso del plagio textual literario, científico y académico en general hay un elemento que no se ha dimensionado suficientemente: se trata de la holgazanería aparejada a la incapacidad intelectual para producir algo significativo ante el lector; la incapacidad para escribir y articular ideas con aportaciones propias.

Otro elemento, sin duda decisivo, a la hora de plagiar textualmente, es la subrayada necesidad (literaria, académica, científica) de presentar obra escrita no tanto como aportación creativa o intelectual, sino como mera mercancía (en el caso de los escritores) y como mero formulismo burocrático (en el caso de la academia y la ciencia) con fines prácticos de escalafón y, en consecuencia, de mejores nombramientos, cargos y salarios. En el caso del escritor, la mercancía, carente de originalidad, privilegia la ganancia económica, no la creación de una obra trascendente; en el caso del investigador académico, la escritura es solo “evidencia”, y la “evidencia” lo conduce también a la ganancia económica.

Un investigador sin “obra”, es decir sin bibliografía ni hemerografía, o con ambas muy escasas, resulta “incompetente” ante quienes acumulan más “evidencias”. Por ello, al grito de “¡sálvese quien pueda!”, todos se dan a la tarea de producir material escrito que hace las veces de justificación del puesto y el salario, y en el que muchas veces, ¡vaya distracción!, se les “olvidan” precisamente las comillas o no las encuentran en su teclado.

En ambas situaciones, el de los escritores que plagian y el de los investigadores que copian textualmente y firman escritos que no son del todo suyos, hay un propósito venal. En el fondo todo tiene que ver con el dinero y con su correlativo: el “prestigio”. El “prestigio” da dinero, y el dinero puede proporcionar “prestigio”. A estos móviles del plagio textual hay que añadir la “falta de tiempo”. Los plagiadores profesionales andan ocupados en otras cosas como para tener tiempo de escribir, o bien están sobreocupados en escribir y no les da tiempo de echar a funcionar el cerebro para producir no ya digamos algo original, sino siquiera algo anodino pero suyo.

Pensemos en el caso del escritor Alfredo Bryce Echenique. ¿Por qué se dedicó a plagiar textos si estaba comprobado que podía producir los suyos? Por dinero y por falta de tiempo. Porque debía entregar regularmente “columnas periodísticas” (muy bien pagadas; como las pagan todos los diarios y revistas a los escritores “de gran prestigio”) y no se daba abasto. Empezó por imitar los temas y las ideas de otros, y luego no vio problema en copiar textualmente esos temas e ideas. En los últimos casos ni siquiera puso un poco de afán, algo de esfuerzo, en disfrazar sus plagios. Ni siquiera tenía tiempo para eso.

En el caso, por ejemplo, de un alto directivo universitario, como el Rector de la Universidad Rey Juan Carlos, de Madrid, el doctor Fernando Suárez Bilbao, ¿que lo llevó a plagiar hasta en catorce de sus publicaciones? Se han exhibido las copias textuales dentro de sus escritos, y él niega todo, obviamente, como lo hacen siempre los que plagian; pero ante las evidencias ha tenido que renunciar a la posibilidad de renovar su cargo en la Rectoría de la URJC. Contra el plagio textual no hay defensa, pues éste implica copiar literalmente los escritos de otros para ensamblarlos en el cuerpo de un texto mayor que vaya uno a saber si no está compuesto de otros plagios menos evidentes.

El doctor Suárez Bilbao ve en las acusaciones “difamación y acoso”, y alega no ser culpable del delito de robo porque no obtuvo “rendimiento económico” ninguno. Podría salir airoso de las denuncias si sus abogados exhiben, a la letra, la cuarta acepción que da al sustantivo “robo” el lamentable diccionario de la Real Academia Española: “Delito que se comete apoderándose con ánimo de lucro de una cosa mueble ajena, empleándose violencia o intimidación sobre las personas, o fuerza en las cosas”. El diccionario académico tiene la desfachatez de dar una acepción, en esa entrada, para los juegos de naipes o de dominó (“número de cartas o de fichas que se toman del monte”), ¡pero nada dice del robo intelectual!, del plagio textual, del que solo informa, en la entrada correspondiente al verbo “plagiar”, que se trata de “copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias”.

No menciona el diccionario de la RAE, para el plagio textual, implicaciones jurídicas. Pero le tenemos noticias. Hace 35 años, en El ABC del derecho de autor, la Unesco definió del siguiente modo lo que corresponde: “El derecho de autor se basa en la premisa de que no existe forma alguna de propiedad tan legítima como la propiedad sobre las creaciones del espíritu. El derecho de autor equivale a afirmar, en el plano jurídico, que los escritores y autores tienen derecho a la propiedad sobre sus obras. (Las cursivas son mías.) Los escritores y autores tienen derecho a estar protegidos contra el uso no autorizado de sus obras y a recibir una parte de los beneficios obtenidos gracias a su utilización pública. El derecho de autor (y, en algunos países, otras ramas del derecho) también protege un conjunto de intereses que se han dado en llamar ‘derechos morales’ de los autores. Se trata primordialmente de que se le reconozca al autor la paternidad de la obra y se respete lo esencial del carácter de la misma, así como su integridad”.
Todo plagio textual es un robo, incluso si no hubiese, aparentemente, ánimo de lucro. La ganancia, la utilidad o el provecho pueden darse en especie: el “prestigio” que suele traducirse en cargos, nombramientos, puestos, etcétera, y que también conduce al dinero. Sea como fuere, el plagio textual es, siempre, una obra imperfecta de las malas artes: tarde o temprano se descubre. El plagio textual nunca es un crimen perfecto. Frente a las pruebas no hay defensa. Y no hay prueba más contundente que las huellas digitales impresas en la escritura.

Fuente: http://campusmilenio.mx/index.php?option=com_k2&view=item&id=5507:plagio-textual-el-mas-imperfecto-de-todos-los-crimenes&Itemid=143

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Cuidar más para rescatar menos

Por: Julio Martínez Molina

En veinticuatro años de profesión periodística he asistido a centenares de «operaciones de rescate».

Desde los «valores» o los bancos de determinada arteria, hasta la enseñanza de los oficios o la disciplina social. Desde los frutales o la difusión de buena música en los medios, hasta el hábito de la lectura o el control en los centros laborales. Desde la tuerca K-5 al tornillo H-7. Desde el colador de agua hasta el clavo sin cabeza. Desde la medicina verde hasta el sexo protegido…

Siempre estamos «rescatando» algo en Cuba. Tanto se ha saturado el empleo del término en apoyo de campañas fugaces (o duraderas), que en determinados momentos se vacía de sentido, resulta  reiterativo, cansa por sofocador, aleja por manido, asusta por el arribo en cascada de más de lo mismo.

Su sobreutilización contamina o corrompe el significado del vocablo, al cual solo debería apelarse cuando cumple su función.

Solo se rescata algo si antes fue secuestrado. Sin embargo, casi nada de cuanto vamos a reencontrar, salvar o «liberar», en realidad nos fue hurtado por nadie; sino que nosotros mismos lo dejamos ir de paseo en el tiempo sin boleto de vuelta.
Sucedió a consecuencia de la abulia, la desidia, el desinterés, esos raptos coyunturales que nos dan de cogerla con algo y olvidarnos de lo otro: la asistematicidad rampante.

También sucedió de manera puntual –sea justo decirlo–, como derivación, en ciertos casos, de la agobiante falta de recursos aparejada al periodo especial.

Por ejemplo, por citar uno de los de mayor repercusión social, el de edificaciones semiderruidas ante la ausencia de mantenimientos constructivos, reparaciones hidráulicas, pintura. Agravada su condición, además, por las numerosas indisciplinas de sus habitantes, quienes lo mismo construyeron corrales para puercos en los edificios multifamiliares que se burlaron de los planos originales al modificar estructuras internas, quitar lo que iba aquí para ponerlo allá; y con ello llegó el consabido desbarajuste que a la larga perjudica de más a bastante.

Todo duraría muchísimo más, y por ende prescindiría del ulterior rescate, si de manera colectiva trabajásemos en preservarlo.

No dañar los ómnibus, no poner los pies en las paredes, no arrojar desperdicios, no efectuar talas indiscriminadas, no prender fuego en bosques o campos…, en fin, tantas elementalidades que, pese a serlo, son irrespetadas por muchísimas personas, fruto, no pocas veces, de una incorrecta educación en el seno hogareño.

La familia, la educación y la cultura son la base de todo en el mundo conocido.

Todo duraría mucho más, y prescindiría del ulterior rescate, de concretarse acciones perfiladas a la sostenibilidad en el tiempo.

Fuente: http://www.granma.cu/opinion/2017-03-30/cuidar-mas-para-rescatar-menos-30-03-2017-19-03-42

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Autonomía curricular

El Modelo Educativo (ME) que la SEP propone implantar en el sistema de educación obligatoria a partir de agosto de 2018, argumenta como una de sus mayores innovaciones la autonomía curricular, a través de la cual, se argumenta en la propuesta, las escuelas contarán “podrán adaptar los contenidos educativos a las necesidades y contextos específicos de sus estudiantes y su medio.” (ME, pág. 27-28).

La autonomía curricular, se indica, modifica “el antiguo modelo vertical y prescriptivo para transitar hacia uno más flexible” (ME, pág. 75), gracias a este dispositivo las comunidades educativas (estudiantes, docentes y padres de familia) podrán incidir sobre los contenidos educativos y sobre las actividades que complementan el currículum obligatorio.

En el planteamiento pedagógico del modelo, se aclara, la autonomía curricular tiene la finalidad de brindar atención a la diversidad y a las necesidades e intereses individuales. También se indican los cinco objetivos específicos del componente: a) ampliar la formación académica; b) potenciar el desarrollo personal y social; c) ofrecer nuevos contenidos relevantes; d) incorporar conocimientos regionales; e) desarrollar proyectos de impacto social (véase ME, Componentes curriculares de la educación básica).

El ME, en su versión 2017, no abunda en la forma de operación concreta de la autonomía curricular, salvo los ejemplos que se indican en la pág. 76 del documento. En el cuadro 4 (autonomía curricular en la educación básica) se enumeran algunos ejemplos, más bien triviales y poco novedosos, del tipo de actividades que podrían ser incluidos en el segmento de tiempo destinado al componente: taller de escritura creativa, inglés, debates, taller de matemáticas lúdicas, taller de tecnología, taller de exploración de condiciones del medio y cambio climático; ligas deportivas, orquestas, talleres de arte; asignaturas tales como educación financiera, programación, robótica, habilidades para emprender; contenidos regionales y locales, y finalmente proyectos como recolección de basura, potabilización, democracia escolar, entre otros.

Se aclara, por último, que el tiempo de autonomía escolar es variable por nivel educativo y en función de la modalidad educativa. Es mayor en preescolar que en primaria, y mucho más amplio en jornadas de tiempo completo. Para las escuelas de jornada regular el tiempo de autonomía se estima en 2.5 horas a la semana, mientras que en las de tiempo completo puede sumar hasta 20 horas semanales.

El documento complementario al ME de 2017, Ruta para la Implementación del Modelo Educativo, ofrece algunas aclaraciones relevantes. Primera, que un próximo acuerdo secretarial, será emitido en mayo de este año, definirá los lineamientos de la autonomía curricular, y posteriormente las adaptaciones que correspondan en programas vigentes a cargo de la SEP: Programa de Fortalecimiento de la Calidad Educativa, Programa Integral para la Igualdad Educativa, y Programa Nacional de Inglés.

Segundo paso, en el periodo de junio de 2017 a julio de 2018 se debe cumplir la tarea de diseñar e implementar el piloto (en 1,162 escuelas) del componente de autonomía curricular del Plan y los programas de estudio en escuelas públicas de educación básica. Esta fase es simultánea al pilotaje de los planes y programas del nuevo currículum en los distintos niveles y modalidades de la educación obligatoria. Solo un mes después de la implementación piloto se pondrá en práctica el nuevo componente curricular. Hasta ahora no se ha explicado cómo se evaluará la fase experimental ni el tipo de consecuencias de dicha evaluación en caso de llevarse a cabo.

Por lo pronto el estado de Aguascalientes ya se apuntó para diseñar y ejecutar un programa piloto, de alcance estatal, en materia de autonomía curricular. Según Raúl Silva Perezchica, director del Instituto de Educación de Aguascalientes, órgano de la autoridad educativa estatal, la SEP les solicitó participar en la fase piloto y ellos, en Aguascalientes, ya iniciaron la valoración sobre el tipo de cursos o actividades que se incluirán en el programa piloto a ser iniciado este año (Página 24, Aguascalientes, 28 de marzo de 2017: Fuente).

A pesar de la insistencia gubernamental en que la autonomía curricular, junto con la autonomía de gestión de las escuelas, son los componentes de máxima innovación del ME, no sobra recordar que la opción de generar contenidos escolares pertinentes a los contextos locales está presente en el sistema desde la reforma educativa de 1993. La Ley General de Educación aprobada ese año, en el marco del proceso de descentralización abierto por el Acuerdo Nacional de Modernización de la Educación Básica (ANMEB, 1992), estableció en el cuerpo normativo que corresponde en exclusiva a las autoridades educativas locales, entre otras competencias, la de proponer a la SEP los “contenidos regionales que hayan de incluirse en los planes y programas de estudio para la educación preescolar, la primaria, la secundaria, la normal y demás para la formación de maestros de educación básica” (Artículo 13).

Lo que importa es observar qué tipo de contenidos y actividades se van a desarrollar en el nuevo marco. Si son como las enunciadas, a título de ejemplo, en la propuesta del ME 2017, es difícil anticipar que con ello se revolucionará el sistema educativo vigente.

Fuente del articulo: http://www.educacionfutura.org/autonomia-curricular/

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¿El pretexto de la escuela al centro?

Manuel Navarro Weckmann

En el México real y no en el que aparece bajo el manto del “milagro de Guadalupe” de los anuncios de la Secretaría de Educación Pública, en donde más allá de reconocer, que de acuerdo con los resultados del Censo de Escuelas, Maestros y Alumnos de Educación Básica y Especial, 1 de cada 3 escuelas en México no tiene su organización completa y los maestros atienden a más de un grupo a la vez, 1 de cada 2 escuelas carece de drenaje, 1 de cada 3 no tiene agua potable, el 11.2% no tiene energía eléctrica y el 12.8% carece de baños, la estrategia va hacia poner maestros de inglés en todas las escuelas y, tomando en consideración que el mismo censo definió que había 207 mil 682 planteles, los 33 mil planteles que se han planteado atender con el programa Escuelas al 100, palidece ante tal realidad.

Si a ello le sumamos que la Secretaría de Educación Pública está en busca de enseñantes del programa y no Maestros en las convocatorias que está haciendo, abriendo la posibilidad de que cualquier profesionista egresado o no de una Institución de una Escuela Normal pueda acceder a impartir clases, el panorama no pinta nada halagüeño. Así, desde el año pasado, se planteó como una novedad hacia el Sistema Educativo, la “Escuela al Centro” como un mecanismo de fortalecimiento de las escuelas en México.

El punto grave de ello y para lo cual se debe de poner especial atención, lo constituye la segunda de las cinco estrategias dadas a conocer por el Secretario Nuño que refiere a la necesidad de colocar como lo dice en las páginas 38 y 39 de la Ruta para la implementación del Modelo Educativo: “es necesario dotar a las escuelas de mayores facultades de decisión, más recursos y mejores condiciones para la prestación del servicio educativo” en el apartado a) Gestión Escolar, en donde, además,  se establece que, para el ciclo 2017 – 2018, la difusión al 100% de las escuelas en donde se debe “Desarrollar, actualizar y difundir el marco normativo que rige el desarrollo y ejercicio de la autonomía de gestión escolar a las autoridades educativas y escolares”.

El punto viene a cuentas, en virtud de que la estructura administrativa en que se basa dicho programa alentado desde los noventas del siglo pasado desde los organismos multinacionales en materia económica y se le conoce bajo el nombre de Administración Escolar Descentralizada (AED) y tiene, de acuerdo a diversos estudios al respecto seis aspectos básicos: “En general, los programas de AED devuelven autoridad sobre una o más actividades, que pueden ser cualquiera de las siguientes: 1) asignaciones presupuestarias; 2) contratación y despido de maestros y demás personal de la escuela; 3) desarrollo de planes de estudio; 4) adquisición de textos y otros materiales educativos; 5) mejoramiento de la infraestructura; 6) control y evaluación sobre el desempeño de los maestros y los resultados del aprendizaje estudiantil”.

Efectivamente, si desde la contratación ya se empezó a eliminar a los maestros de formación, en el punto dos del párrafo anterior se refiere precisamente a la posibilidad de que desde la propia escuela se promueva una purga de maestros alentando a las propias instituciones educativas a ello.

Será muy importante estar atentos a la normatividad que se expida para tal efecto desde la propia autoridad educativa y con ello no se vulneren aún más los derechos del magisterio nacional a partir de la tristemente célebre y mal llamada Reforma Educativa.

Fuente del articulo: http://www.educacionfutura.org/el-pretexto-de-la-escuela-al-centro/

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