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Universidad Estatal de Arkansas en Querétaro Algunas interrogantes

Roberto Rodríguez

El proyecto de establecer un campus en la ciudad de Querétaro de la Universidad Estatal de Arkansas (ASU, por sus siglas en inglés) avanza viento en popa. Si los cálculos son correctos, podrá abrir sus puertas en agosto de este año. Será la primera universidad estadounidense con sede en México y se plantea como una alianza público-privado en el campo de la educación superior.

En el portal de ASU dedicado al Campus Querétaro se puede leer que es patrocinada por una fundación privada de empresarios mexicanos, mientras que, como tal, la ASU se define como una universidad pública del estado que representa. Establecida hace más de un siglo, la ASU cuenta en la actualidad con cuatro campus: Beebe, Mountain Home, Newport, y el principal: Jonesboro, que concentra la mayor parte de su matrícula, de alrededor de quince mil estudiantes.

¿Qué tan buena universidad es la ASU? Depende qué ranking se tome en cuenta. En el ranking que produce Times Higher Education ocupa la posición ochocientos de la lista estadounidense. Por debajo, incluso, de otras universidades de aquel estado. En el US News & World Report le va mejor: la posición 59 dentro del total de universidades regionales del Sur de ese país. Las cuotas de admisión y colegiaturas oscilan entre los diferentes programas que se ofrecen, pero, un promedio anual fluctúa entre diez mil dólares al año, para estudiantes residentes en Arkansas, y quince mil al año para no residentes. A estas cifras se agregan cuotas para residencia y mantenimiento, en caso de requerirse, del orden de 13 mil dólares al año. ¿Cómo se va considerar a los estudiantes mexicanos dentro de este esquema?

Un indicador bastante socorrido en Estados Unidos sobre la calidad universitaria se expresa en su tasa de selectividad. Se parte del supuesto que, mientras mejor la institución, mayor demanda genera, y por lo tanto su cociente de selectividad es alto. En este rubro la ASU acepta aproximadamente el 70 por ciento de su demanda (dato de 2015). En contraste, las principales universidades de investigación en Estados Unidos indican tasas de selectividad en ningún caso superiores a 10 por ciento.

Los indicadores no son suficientemente precisos para un juicio concluyente, y aunque la ASU se define como una universidad de docencia e investigación, lo cierto es que sus datos la ubican, en el mejor de los casos, a media tabla. Es difícil encontrar una racionalidad estrictamente académica en el proyecto que se impulsa. Pero sí una extensa área de oportunidad de negocios.

El trato es excelente para la ASU: la parte mexicana, reunida en torno a la fundación Arkansas State University CQ, A.C., y por lo tanto pretendidamente sin fines de lucro, pone el dinero que requiere el proyecto. La primera etapa está valuada, en números redondos, en dos mil millones de pesos. Recientemente el consorcio contrató con el Grupo Financiero Multiva crédito por 600 millones de pesos para terminar los pendientes del proyecto y estar en condiciones de iniciar operaciones. El líder financiero de la iniciativa, Ricardo González Valdés, donó el terreno y ha conducido y coordinado la integración de la Asociación Civil. El propio González Valdés, nieto del ya fallecido Ricardo González Barrera, creador de Grupo Industrial Maseca y presidente de BANORTE, ha declarado que ya cuenta con los permisos de la autoridad educativa para impartir las carreras que se ofrecerán, y además con la opción de una doble titulación.

Las cifras son muy optimistas. Iniciar la Universidad con mil estudiantes y hacerla crecer, en sus distintas etapas, hasta un nivel de veinte mil. Se contempla recibir estudiantes de diferentes países, y establecer relaciones de intercambio académico con la propia ASU, aunque también con otras instituciones. Se prevé también desarrollar áreas de frontera en campos como ingeniería de sistemas, aeronáutica, y alta dirección de empresas. Se anticipa, y en ello se está trabajando, en impulsar la vinculación con la industria y las empresas de la localidad sin desatender la vocación global del proyecto. El estudiante de ASU-Querétaro debe ser bilingüe, porque uno de los compromisos de la sede central es activar la opción de que profesores estadounidenses se ocupen del diseño y en algunos casos la impartición de programas.

En el contexto de los órganos de gobierno de ASU, aunque en general el proyecto ha sido visto con beneplácito en sus diferentes versiones, y alcanzó continuidad pese al cambio de rector, no han faltado voces disidentes. Miembros de la junta directiva (Board of Trustees) del sistema estatal de universidades de Arkansas han mostrado algunos puntos opacos en el convenio o contrato: En la sesión de febrero de este año, Prince Gardner preguntó a la Junta: ¿Quién es el dueño? ¿Es solamente Ricardo? ¿Qué ocurre si desaparece? ¿Qué pasa si se decide un cambio en el control económico del corporativo?

No son preguntas triviales. Al lector interesado le recomiendo la transcripción de las intervenciones de la Junta de Gobierno en: “Mexican college all aet, ASU alters pact”, Arkansas Democrat-Gazete, 26 de febrero de 2017.

Fuente del Artículo:

Universidad Estatal de Arkansas en Querétaro Algunas interrogantes

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Vladimir Acosta sobre el Bolívar de Marx en Escuela de Cuadros

Venezuela/28 de marzo de 2017/Autor: Escuela de Cuadros/Fuente: Aporrea.org

En este programa de Escuela de Cuadros Vladimir Acosta examina, desde una perspectiva crítica, el texto de Marx «Bolívar y Ponte, el ‘Libertador'» (1858), presentándolo como un desencuentro entre dos grandes revolucionarios.

El contenido de esta contribución a la New American Cyclopedia, repleto de errores históricos y marcado por el eurocentrismo, tiene poca importancia en sí. Sin embargo, la publicación y la historia de su recepción aporta algunas enseñanzas para los que estamos comprometidos con los legados de Marx y Bolívar.

Escuela de Cuadros se transmite semanalmente por Alba TV (lunes 8:30 pm) y ViVe Televisión (sábados y domingos, 10 pm). Los programas se pueden descargar en www.youtube.com/escuelacuadros y nos puedes seguir en @escuela_cuadros.

Fuente de la Documental:

www.aporrea.org/ideologia/n306120.html

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The Culture of Cruelty in Trump’s America

By Henry Giroux

For the last 40 years, the United States has pursued a ruthless form of neoliberalism that has stripped economic activity from ethical considerations and social costs. One consequence has been the emergence of a culture of cruelty in which the financial elite produce inhuman policies that treat the most vulnerable with contempt, relegating them to zones of social abandonment and forcing them to inhabit a society increasingly indifferent to human suffering. Under the Trump administration, the repressive state and market apparatuses that produced a culture of cruelty in the 19th century have returned with a vengeance, producing new levels of harsh aggression and extreme violence in US society. A culture of cruelty has become the mood of our times — a spectral lack of compassion that hovers over the ruins of democracy.

While there is much talk about the United States tipping over into authoritarianism under the Trump administration, there are few analyses that examine how a culture of cruelty has accompanied this political transition, and the role that culture plays in legitimating a massive degree of powerlessness and human suffering. The culture of cruelty has a long tradition in this country, mostly inhabiting a ghostly presence that is often denied or downplayed in historical accounts. What is new since the 1980s — and especially evident under Donald Trump’s presidency — is that the culture of cruelty has taken on a sharper edge as it has moved to the center of political power, adopting an unapologetic embrace of nativism, xenophobia and white nationalist ideology, as well as an in-your-face form of racist demagoguery. Evidence of such cruelty has long been visible in earlier calls by Republicans to force poor children who get free school lunches to work for their meals. Such policies are particularly cruel at a time when nearly «half of all children live near close to the poverty line.» Other instances include moving people from welfare to workfare without offering training programs or child care, and the cutting of children’s food stamp benefits for 16 million children in 2014.  Another recent example of this culture of cruelty was Rep. Steve King (R-Iowa) tweeting his support for Geert Wilders, a notorious white supremacist and Islamophobic Dutch politician.

Focusing on a culture of cruelty as one register of authoritarianism allows us to more deeply understand how bodies and minds are violated and human lives destroyed. It helps us to acknowledge that violence is not an abstraction, but is visceral and, as Brad Evans observes, «should never be studied in an objective and unimpassioned way. It points to a politics of the visceral that cannot be divorced from our ethical and political concerns.» For instance, it highlights how Trump’s proposed budget cuts would reduce funding for programs that provide education, legal assistance and training for thousands of workers in high-hazard industries. As Judy Conti, a federal advocacy coordinator [at the National Employment Law Project] points out, these cuts would result in «more illness, injury and death on the job.»

Rather than provide a display of moral outrage, interrogating a culture of cruelty offers critics a political and moral lens for thinking through the convergence of power, politics and everyday life. It also offers the promise of unveiling the way in which a nation demoralizes itself by adopting the position that it has no duty to provide safety nets for its citizens or care for their well-being, especially in a time of misfortune. Politically, it highlights how structures of domination bear down on individual bodies, needs, emotions and self-esteem, and how such constraints function to keep people in a state of existential crisis, if not outright despair. Ethically the concept makes visible how unjust a society has become. It helps us think through how life and death converge in ways that fundamentally transform how we understand and imagine the act of living — if not simply surviving — in a society that has lost its moral bearing and sense of social responsibility. Within the last 40 years, a harsh market fundamentalism has deregulated financial capital, imposed misery and humiliation on the poor through welfare cuts, and ushered in a new style of authoritarianism that preys upon and punishes the most vulnerable Americans.

The culture of cruelty has become a primary register of the loss of democracy in the United States. The disintegration of democratic commitments offers a perverse index of a country governed by the rich, big corporations and rapacious banks through a consolidating regime of punishment. It also reinforces the workings of a corporate-driven culture whose airwaves are filled with hate, endless spectacles of violence and an ongoing media assault on young people, the poor, Muslims and undocumented immigrants. Vast numbers of individuals are now considered disposable and are relegated to zones of social and moral abandonment. In the current climate, violence seeps into everyday life while engulfing a carceral system that embraces the death penalty and produces conditions of incarceration that house many prisoners in solitary confinement — a practice medical professionals consider one of the worse forms of torture.

In addition, Americans live in a distinctive historical moment in which the most vital safety nets, social provisions, welfare policies and health care reforms are being undermined or are under threat of elimination by right-wing ideologues in the Trump administration. For instance, Trump’s 2017 budgetary proposals, many of which were drafted by the hyperconservative Heritage Foundation, will create a degree of imposed hardship and misery that defies any sense of human decency and moral responsibility.

Public policy analyst Robert Reich argues that «the theme that unites all of Trump’s [budget] initiatives so far is their unnecessary cruelty.» Reich writes:

His new budget comes down especially hard on the poor — imposing unprecedented cuts in low-income housing, job training, food assistance, legal services, help to distressed rural communities, nutrition for new mothers and their infants, funds to keep poor families warm, even «meals on wheels.» These cuts come at a time when more American families are in poverty than ever before, including 1 in 5 children. Why is Trump doing this? To pay for the biggest hike in military spending since the 1980s. Yet the U.S. already spends more on its military than the next 7 biggest military budgets put together. His plan to repeal and «replace» the Affordable Care Act will cause 14 million Americans to lose their health insurance next year, and 24 million by 2026. Why is Trump doing this? To bestow $600 billion in tax breaks over the decade to wealthy Americans. This windfall comes at a time when the rich have accumulated more wealth than at any time in the nation’s history.

This is a demolition budget that would inflict unprecedented cruelty, misery and hardship on millions of citizens and residents. Trump’s populist rhetoric collapses under the weight of his efforts to make life even worse for the rural poor, who would have $2.6 billion cut from infrastructure investments largely used for water and sewage improvements as well as federal funds used to provide assistance so they can heat their homes. Roughly $6 billion would be cut from a housing budget that benefits 4.5 million low-income households. Other programs on the cutting block include funds to support Habitat for Humanity, the homeless, energy assistance to the poor, legal aid and a number of antipoverty programs. Trump’s mode of governance is no longer modeled on «The Apprentice.» It now takes its cues from «The Walking Dead.»

If Congress embraces Trump’s proposal, poor students would be budgeted out of access to higher education as a result of a $3.9 billion cut from the federal Pell grant program, which provides tuition assistance for low-income students entering college. Federal funds for public schools would be redistributed to privately run charter schools, while vouchers would be available for religious schools. Medical research would suffer and people would die because of the proposed $6 billion cut to the National Institutes of Health.

Trump has also called for the elimination of the National Endowment for the Arts, the National Endowment for the Humanities, the Corporation for Public Broadcasting and the Institute of Museum and Library Services, making clear that his contempt for education, science and the arts is part of an aggressive project to eliminate those institutions and public spheres that extend the capacity of people to be imaginative, think critically and be well-informed.

The $54 billion that Trump seeks to remove from the budgets of 19 agencies designed to help the poor, students, public education, academic research and the arts would instead be used to increase the military budget and build a wall along the Mexican border. The culture of cruelty is on full display here as millions would suffer for the lack of loans, federal aid and basic resources. The winners would be the Departments of Defense, Homeland Security, the private prison industry and the institutions and personnel needed to expand the police state. What Trump has provided in this budget proposal is a blueprint for eliminating the remnants of the welfare state while transforming American society into a «war-obsessed, survival-of-the fittest dystopia.»

The United States is now on a war footing and has launched a war against undocumented immigrants, Muslims, people of color, young people, the elderly, public education, science, democracy and the planet itself, to say nothing of the provocations unfolding on the world stage.  The moral obscenity and reactionary politics that inform Trump’s budget were summed up by Bernie Sanders: «At a time of massive income and wealth inequality, when 43 million Americans are living in poverty and half of older Americans have no retirement savings, we should not slash programs that senior citizens, children and working people rely on in order to provide a massive increase in spending to the military industrial complex. Trump’s priorities are exactly the opposite of where we should be heading as a nation.»

As more and more people find themselves living in a society in which the quality of life is measured through market-based metrics, such as cost-benefit analyses, it becomes difficult for the public to acknowledge or even understand the cost in human misery and everyday hardship that an increasing number of people have to endure.

A culture of cruelty highlights both how systemic injustices are lived and experienced, and how iniquitous relations of power turn the «American dream» into a dystopian nightmare in which millions of individuals and families are struggling to merely survive. This society has robbed them of a decent life, dignity and hope. I want to pose the crucial question of what a culture of cruelty looks like under a neofascist regime, and in doing so, highlight what I believe are some of its most crucial elements, all of which must be recognized if they are to be open to both criticism and resistance.

First, language is emptied of any sense of ethics and responsibility and begins to operate in the service of violence. This becomes evident as social provisions are cut for programs that help poor people, elderly people, impoverished children and people living with disabilities. This is also evident in the Trump administration’s call to scale back Medicaid and affordable, quality health insurance for millions of Americans.

Second, a survival-of-the-fittest discourse provides a breeding ground for the production of hypermasculine behaviors and hypercompetitiveness, both of which function to create a predatory culture that replaces compassion, sharing and a concern for the other. Under such circumstances, unbridled individualism and competition work to weaken democracy.

Third, references to truth and real consequences are dismissed, and facts give way to «alternative realities» where the distinction between informed assertions and falsehoods disappears. This politics of fabrication is on full display as the Trump administration narrates itself and its relationship to others and the larger world through a fog of misrepresentations and willful ignorance. Even worse, the act of state-sanctioned lying is coupled with the assertion that any critical media outlets and journalists who attempt to hold power accountable are producing «fake news.» Official lying is part of the administration’s infrastructure: The more authority figures lie the less they have to be taken seriously.

Fourth, in a culture of cruelty, the discourse of disposability extends to an increasing number of groups that are considered superfluous, redundant, excess or dangerous. In this discourse, some lives are valued and others are not. In the current moment, undocumented immigrants, Muslim refugees and Black people are targeted as potential criminals, terrorists or racial «others» who threaten the notion of a white Christian nation. Underlying the discourse of disposability is the reemerging prominence of overt white supremacy, as evidenced by an administration that has appointed white nationalists to the highest levers of power in the government and has issued a racist appeal to «law and order.» The ongoing rise of hate crimes should be no surprise in a society that has been unabashedly subjected by Trump and his cohorts to the language of hate, anti-Semitism, sexism and racism. Cultures of cruelty slip easily into both the discourse of racial cleansing and the politics of disposability.

Fifth, ignorance becomes glamorized, enforced through the use of the language of emotion, humiliation and eventually through the machinery of government deception. For example, Donald Trump once stated that he loved «uneducated people.» This did not indicate, of course, a commitment to serve people without a college education — a group that will be particularly disadvantaged under his administration. Instead, it signaled a deep-seated anti-intellectualism and a fear of critical thought itself, as well as the institutions that promote it. Limiting the public’s knowledge now becomes a precondition for cruelty.

Sixth, any form of dependency in the interest of justice and care for the «other» is viewed as a form of weakness, and becomes the object of scorn and disdain. In a culture of cruelty, it is crucial to replace shared values and bonds of trust with the bonds of fear. For the caste of warriors that make up the Trump administration, politics embraces what might be called neoliberalism on steroids, one in which the bonds of solidarity rooted in compassion and underlying the welfare state are assumed to weaken national character by draining resources away from national security and placing too large a tax burden on the rich. In this logic, solidarity equates with dependency, a weak moral character, and is dismissed as anaemic, unreliable and a poor substitute for living in a society that celebrates untrammeled competition, individual responsibility and an all-embracing individualism.

Seventh, cruelty thrives on the language of borders and walls. It replaces the discourse of bridges, generosity and compassion with a politics of divisiveness, alienation, inadequacy and fear. Trump’s call for building a wall on the Mexican border, his endless disparaging of individuals and groups on the basis of their gender, race, religion and ethnicity, and his view of a world composed of the deadly binary of «friends» and «enemies» echo the culture of a past that lost its ethical and political moorings and ended up combining the metrics of efficiency with the building of concentration camps.

Eighth, all cultures of cruelty view violence as a sacred means for addressing social problems and mediating relationships; hence, the criminalization of homelessness, poverty, mental illness, drug addiction, surviving domestic violence, reproductive choice and more.  The centrality of oppressive violence in the United States is not new, of course; it is entrenched in the country’s origins. Under Trump this violence has been embraced, openly and without apology, as an organizing principle of society. This acceleration of the reality and spectacle of violence under the Trump administration is evident, in part, in his call for increasing an already-inflated military budget by $54 billion. It is also evident in his efforts to create multiple zones of social abandonment and social death for the most vulnerable in society.

Ninth, cultures of cruelty despise democracy and work incessantly to make the word disappear from officially mandated state language. One example of this took place when Trump opted not to utter the word democracy in either his inaugural address or in his first speech to Congress. Trump’s hatred of democracy and the formative cultures that sustain it was on full display when he and his top aides referred to the critical media as the enemy of the American people and as an «opposition party.» A free press is fundamental to a society that takes seriously the idea that no democracy can exist without informed citizens. Trump has turned this rule on its head, displaying a disdain not only for a press willing to pursue the truth and hold politicians and corporations accountable, but also for those public spheres and institutions that make such a press possible. Under these circumstances, it is important to remember Hannah Arendt’s warning: «What makes it possible for a totalitarian or any other dictatorship to rule is that people are not informed … and a people that no longer can believe anything cannot make up its mind. It is deprived not only of its capacity to act but also its capacity to think and to judge.»

Tenth, all fascist regimes disparage, dismantle and destroy institutions, such as public and higher education and other public spheres where people can learn how to think critically and act responsibly. Evidence of an act of war against public spheres that are critical, self-reflective and concerned with the social good is visible in the appointment of billionaires, generals and ideological fundamentalists to cabinet positions running public agencies that many of them have vowed to destroy. What does it mean when an individual, such as Betsy DeVos, is picked to head the Department of Education even though she has worked endlessly in the past to destroy public education? How else to explain Trump appointing Scott Pruitt to head the Environmental Protection Agency, even though he does not believe that climate change is affected by human-produced carbon dioxide emissions and has spent most of his career actively opposing the authority of the EPA? At stake here is more than a culture of incompetency. This is a willful assault on public goods and the common good.

Eleventh, cultures of cruelty thrive when shared fears replace shared responsibilities. Under such conditions, an ever-expanding number of people are reduced to the status of a potential «terrorist» or «criminal,» watched constantly, and humiliated under the watchful eye of a surveillance state that inhabits practically every public and private space.

Twelfth, cultures of cruelty dispose of all vestiges of the welfare state, forcing millions to fend for themselves. Loneliness, powerlessness and uncertainty — fueled by the collapse of the public into the private — create the conditions for viewing those who receive much needed social provisions as cheaters, moochers or much worse. Under the Republican Party extremists in power, the welfare state is the enemy of the free market and is viewed as a drain on the coffers of the rich. There are no public rights in this discourse, only entitlements for the privileged, and rhetoric that promotes the moral superiority and unimpeachable character of the wealthy. The viciousness of these attacks is driven by the absolute idolatry of power of wealth, strength and unaccountable military might.

Thirteenth, massive inequalities in power, wealth and income mean time will become a burden for most Americans, who will be struggling merely to make ends meet and survive. Cruelty thrives in a society in which there seem to be only individual problems, as opposed to socially-produced problems, and it is hard to do the work of uniting against socially-produced problems under oppressive time constraints. Under such circumstances, solidarity is difficult to practice, which makes it easier for the ruling elite to use their power to engage in the relentless process of asset-stripping and the stripping of human dignity. Authoritarian regimes feed off the loyalty of those who benefit from the concentration of wealth, power and income as well as those who live in stultifying ignorance of their own oppression. Under global capitalism, the ultrarich are celebrated as the new heroes of late modernity, while their wealth and power are showcased as a measure of their innate skills, knowledge and superiority. Such spectacles function to infantilize both the general public and politics itself.

Fourteenth, under the Trump administration, the exercise of cruelty is emboldened through the stultifying vocabulary of ultranationalism, militarism and American exceptionalism that will be used to fuel further wars abroad and at home. Militarism and exceptionalism constitute the petri dish for a kind of punishment creep, in which «law and order» becomes code for the continued rise of the punishing state and the expansion of the prison-industrial complex. It also serves to legitimate a war culture that surrounds the world with military bases and promotes «democracy» through a war machine. It turns already-oppressive local police departments into SWAT teams and impoverished cities into war zones. In such a culture of cruelty, language is emptied of any meaning, freedom evaporates, human misery proliferates, and the distinction between the truth and lies disappears and the governance collapses into a sordid species of lawlessness, emboldening random acts of vigilantism and violence.

Fifteenth, mainstream media outlets are now a subsidiary of corporate control. Almost all of the dominant cultural apparatuses extending from print, audio and screen cultures are controlled by a handful of corporations. The concentration of the mainstream media in few hands constitutes a disimagination machine that wages a pedagogical war on almost any critical notion of politics that seeks to produce the conditions needed to enable more people to think and act critically. The overriding purpose of the corporate-controlled media is to drive audiences to advertisers, increase ratings and profits, legitimate the toxic spectacles and values of casino capitalism, and reproduce a toxic pedagogical fog that depoliticizes and infantilizes. Lost here are those public spaces in which the civic and radical imagination enables individuals to identify the larger historical, social, political and economic forces that bear down on their lives. The rules of commerce now dictate the meaning of what it means to be educated. Yet, spaces that promote a social imaginary and civic literacy are fundamental to a democracy if the young and old alike are to develop the knowledge, skills and values central to democratic forms of education, engagement and agency.

Underlying this form of neoliberal authoritarianism and its attendant culture of cruelty is a powerfully oppressive ideology that insists that the only unit of agency that matters is the isolated individual. Hence, mutual trust and shared visions of equality, freedom and justice give way to fears and self-blame reinforced by the neoliberal notion that individuals are solely responsible for their political, economic and social misfortunes. Consequently, a hardening of the culture is buttressed by the force of state-sanctioned cultural apparatuses that enshrine privatization in the discourse of self-reliance, unchecked self-interest, untrammeled individualism and deep distrust of anything remotely called the common good. Once again, freedom of choice becomes code for defining responsibility solely as an individual task, reinforced by a shameful appeal to character.

Many liberal critics and progressives argue that choice absent constraints feeds the rise of Ayn Rand’s ideology of rabid individualism and unchecked greed. But they are only partly right. What they miss in this neofascist moment is that the systemic cruelty and moral irresponsibility at the heart of neoliberalism make Ayn Rand’s vicious framework look tame. Rand’s world has been surpassed by a ruling class of financial elites that embody not the old-style greed of Gordon Gekko in the film Wall Street, but the inhumane and destructive avarice of Patrick Bateman in American Psycho. The notion that saving money by reducing the taxes of the rich justifies eliminating health care for 24 million people is just one example of how this culture of cruelty and hardening of the culture will play out.

Under the Trump administration, a growing element of scorn is developing toward the increasing number of human beings caught in the web of oppression, marginalization, misfortune, suffering and deprivation. This scorn is fueled by a right-wing spin machine that endlessly spews out a toxic rhetoric in which all Muslims are defined as «jihadists;» the homeless are cast as «lazy» rather than as victims of oppressive structures, failed institutions and misfortune; Black people are cast as «criminals» and subjected en masse to the destructive criminal punishment system; and the public sphere is portrayed as largely for white people.

The culture of hardness and cruelty is not new to American society, but the current administration aims to deploy it in ways that sap the strength of social relations, moral compassion and collective action, offering in their place a mode of governance that promotes a pageant of suffering and violence. There will, no doubt, be an acceleration of acts of violence under the Trump administration, and the conditions for eliminating this new stage of state violence will mean not only understanding the roots of neofascism in the United States, but also eliminating the economic, political and cultural forces that have produced it. Addressing those forces means more than getting rid of Trump. We must eliminate a more pervasive irrationality in which democracy is equated with unbridled capitalism — a system driven almost exclusively by financial interests and beholden to two political parties that are hardwired to produce and reproduce neoliberal violence.

http://www.truth-out.org/opinion/item/39925-the-culture-of-cruelty-in-trump-s-america

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41 niñas guatemaltecas asesinadas por el Estado

Por: Carlos Aldana

Es impostergable pensar que el derecho a la educación también incluya la comprensión de la realidad dura que viven niños, niñas y adolescentes pobres.

Ocurrió en una fecha simbólica y fundamental: el 8 de marzo. En el contexto del día internacional de la mujer, en un hecho terrible y vergonzoso para la humanidad, un incendio en un hogar, irónicamente llamado “hogar seguro”, causó la muerte de 41 adolescentes pobres, que provenían de realidades muy diversas y complicadas (abusadas unas, con tendencias a la violencia otras). Murieron en un salón en las que estaban encerradas bajo llave. Una policía tenía la llave y varias decenas de policías rodeaban el área. Con todo ese aparato policial enfrente, el infierno se desató. Hasta el presidente de la República estaba enterado de los problemas desde una noche anterior.

Esta es una tragedia dentro de una tragedia mayor: la de la indefensión, vulnerabilidad y falta de protección integral y efectiva que el Estado de Guatemala no ha podido superar. Una niña, un niño o un adolescente de los entornos pobres, que sea víctima de cualquier tipo de abuso, termina siendo re-victimizado por el mismo Estado, puesto que este no solo no lo protege como debe hacerlo, sino que lo institucionaliza en estructuras caracterizadas por abusos, por falta de sentido y visión humanista, por falta de compromiso e identificación con los principios y valores de la doctrina de la protección integral de la niñez y la adolescencia. Incluso en estos lugares, muchos de los llamados monitores, hacen su trabajo armados. Muchos de ellos han sido denunciados por los abusos que cometen a las adolescentes. ¿Por qué trabajan allí? Muchas veces como parte de los pagos laborales por las deudas contraídas en campaña electoral. Pareciera que proteger y educar a la niñez es una función tan poco importante que no importa quiénes la realicen.

Pero existe una responsabilidad muy grave del Estado de Guatemala: no ha asegurado el derecho al desarrollo integral de toda la población, mucho menos ha logrado la vivencia y goce de derechos económicos, sociales y culturales. He aquí la causa fundamental de por qué miles de niños, niñas y adolescentes vivan situaciones de negación de la vida y la dignidad, acrecentada cuando los ingresan al supuesto sistema de protección. El derecho a la educación, desde una visión integral y profunda, no reducido a la educación formal, no se cumple en esta población, y eso acrecienta sus dificultades para vivir en el presente.

En la tragedia de ese incendio se evidenció algo que debe ser motivo de demanda al Estado: muchas niñas víctimas fueron recluidas en ese lugar para sacarlas de su realidad familiar caracterizada por el abuso. Vergonzosamente, la realidad indica que las niñas abusadas son las que tienen que abandonar sus hogares para recluirlas en lugares de tratos terribles como ese. ¿No debieran ser los abusadores adultos los que tuvieran que salir de sus entornos y ser recluidos?

A estas 41 niñas el Estado las asesinó por ausencia de un verdadero sistema de protección y por la forma de intervenir y actuar en la tragedia concreta.

Estos hechos sirven para comprender la realidad educativa, social, económica y cultural de la niñez y la adolescencia de países en los que la riqueza se encuentra concentrada en pocas manos y la pobreza se hace presente en la inmensa mayoría poblacional. Se niegan los derechos económicos, sociales y culturales que son la causa de graves condiciones de vida, pero también se niegan los derechos fundamentales, como la vida y la integridad.

Los cuerpos docentes del país saben que no están lejos de lo ocurrido en ese supuesto hogar. Porque la violencia, la vulnerabilidad, el abuso hacia las y los más pequeños, siguen estando presentes en el sistema educativo. Es impostergable pensar que el derecho a la educación también incluya la comprensión de la realidad dura que viven niños, niñas y adolescentes pobres.

La educación sin la comprensión de esa realidad puede ser un instrumento para la distracción. O para la vivencia y práctica de la asepsia que buscan los poderes para la educación.

Fuente noticia: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/03/27/41-ninas-guatemaltecas-asesinadas-por-el-estado/

Fuente imagen: http://www.telesurtv.net/__export/1489645041408/sites/telesur/img/telesur_agenda/2017/03/16/nombre_de_alguna_de_las_40_nixas_muertas_en_guatemala_-_reuters.jpg_171848334

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Los costos de no analizar el “Nuevo Modelo Educativo”

Por: Oswualdo Antonio González

El llamado “Nuevo Modelo Educativo” presentado por Peña Nieto-Aurelio Nuño, no puede analizarse separado de la Reforma laboral impulsada desde el 2012 por el “Pacto por México”, hacerlo es un error que el magisterio pagará con creces el próximo ciclo escolar 2017-2018.

No realizar este análisis tendrá implicaciones similares a las ocurridas con la Reforma laboral, es decir, se nos arrebatará “todo” sin que sepamos siquiera qué es lo que está ocurriendo, o bien saliendo con vehemencia a las calles pero sin la claridad de lo que se “pelea” o puede “ganarse” o bien, limitándose a una agenda particular de protección para determinados intereses grupales y territoriales.

El problema con las implicaciones del “Nuevo Modelo Educativo” es que sus afectaciones no serán visibles de forma inmediata y tangible, como en el caso de los derechos laborales.

Lo que perdimos con la Reforma laboral en educación 

Sin ser exhaustivos, planteo en forma de lista algunas de las “cosas” que perdimos como magisterio, algunas aún en proceso de consolidación por las resistencias locales:

  • PERDIMOS el 33.3% del Normalismo, al degradar y denigrar la formación pedagógica especializada de sus egresados y dejarlos en desventaja frente a otros profesionales especializados en determinadas áreas del conocimiento, ya que los exámenes de “ingreso al servicio” priorizan, en una prueba “objetiva” el conocimiento disciplinar general y no el pedagógico-especializado. Los Maestros de las Escuelas Normales, no dimensionaron el impacto de esta decisión gubernamental y ahora sufren con el descenso de la “Matricula”, al punto que la relación maestro-estudiante es ya alarmante, o bien por el costo del estudiante normalista, tomando como referencia los salarios que cobran los maestros de Escuelas Normales. Con las jubilaciones anticipadas, reubicaciones o recontrataciones de los maestros de las escuelas normales se estará perdiendo el otro 33.3% del Normalismo. El último tercio se perderá de manera formal al inicio del ciclo escolar 2017-2018, al reducir la formación inicial de maestros a un simple proceso de “alineamiento” con el planteamiento curricular de la educación básica, con esta acción se vacía pedagógicamente a las Escuelas Normales y las reduce a un largo proceso de “habilitamiento” para la docencia en determinado curriculum.
  • PERDIMOS todos los derechos laborales de los maestros de nuevo ingreso, todos, condenando a las nuevas generaciones de maestros a la precariedad y la indefensión jurídica.
  • PERDIMOS la representación colectiva a través de los Sindicatos, ahora todas las relaciones se establecen de forma directa “trabajador-contratante”.
  • PERDIMOS el “derecho de propuesta”.
  • PERDIMOS la “movilidad” para mejorar la adscripción laboral.
  • PERDIMOS la negociación salarial y de prestaciones a nivel estatal.
  • Por mencionar las más visibles….

Lo que perderemos con la implementación del “Nuevo Modelo Educativo”

Solo mencionaré una cuestión, con la intención de que nos acerquemos de forma colectiva al citado documento, lo analicemos y tomemos decisiones de cara al inicio del ciclo escolar 2017-2018.

  • PERDEREMOS la autoridad académica como maestros y como escuela, ya que en el “Plan” de Peña-Nuño se plantea que sean los maestros quienes comuniquen a los padres de familia todos los cambios y beneficios que trae consigo el “Nuevo Modelo Educativo” para sus hijos y familias. En este sentido el “Nuevo Modelo Educativo” está diseñado como una campaña electoral, es un tejido de “promesas irrealizables”. Junto con la campaña escuela por escuela que llevarán a cabo los maestros “convencidos”, Nuño estará inundando la televisión, la radio, la prensa escrita y redes sociales con spots que promueven las bondades de su “Nuevo Modelo Educativo” y con ello crear la percepción que Nuño y maestros “son uno mismo”.
  • LA FRASE QUE ENGANCHA, como toda campaña, el éxito radica en encontrar la frase que “enganche” y se fije en el “imaginario”. Para esta campaña Nuño y sus asesores han seleccionado tres temas: contra la memorización, las escuelas decidirán una parte del curriculum y la educación emocional.
  • EL PROBLEMA será cuando termine la “campaña” y las escuelas y maestros deban cumplir con lo ofrecido. Los padres de familia no reclamarán a Nuño, lo harán a la escuela y a los maestros. El malestar contra los maestros crecerá, ya que lo que se observará será la incapacidad de los maestros y la desorganización de las escuelas para cumplir con las promesas.
  • DESPUÉS VENDRÁ LA OTRA CAMPAÑA (más agresiva y frontal) y se ubicará durante el segundo semestre del ciclo escolar 2017-2018. Su intención explícita será “defender” el “Nuevo Modelo Educativo”. Formará parte de la estrategia electoral del PRI, quienes utilizarán las escuelas como arenas desde donde se atacará al “candidato” que de ganar promete “tirar” la Reforma educativa y en consecuencia se debe votar por el partido de Peña-Nuño para mantener ésta “excelente educación”.

Lo expuesto anteriormente es solo un ejemplo para llamar la atención de maestros, directivos y autoridades sobre la importancia de analizar el “Nuevo Modelo Educativo” y tomar decisiones respecto de la información que se hará llegar a los padres de familia y así sacar a las escuelas de este juego electoral perverso. No están a discusión las preferencias políticas o electorales de los maestros, lo que está en juego es el presente y futuro de la educación pública.

Debemos fortalecer el Frente de lucha pedagógico, urgen las voces académicas del MMPV, la CNTE, el CEND, de las diversas organizaciones magisteriales regionales, de los Sindicatos progresistas o no, de las Universidades y Centros de investigación, de los analistas, de los Normalistas y de todo aquel interesado o involucrado con la educación pública para imaginar una ruta de acción que blinde a las escuelas de esta estrategia electoral del PRI.

Las primeras reacciones de académicos como Manuel Gil Antón, Alberto Arnaut, Ángel Díaz Barriga, Imanol Ordorika, Claudia Santizo y otra decena de voces, logró mostrar que esta propuesta de la SEP, es demagógica, inviable y vacía pedagógicamente, la urgencia radica ahora en diseñar una ruta de acción alternativa, ya que a pesar de todas las críticas el “Nuevo Modelo Educativo” se aplicará el próximo ciclo escolar.

No basta con los llamados a LUCHAR y RESISTIR es urgente diseñar propuestas alternativas para enfrentar el próximo ciclo escolar. En esta línea, el Portal Insurgencia Magisterial estará diseñando y compartiendo diversos materiales, se necesitan mas manos e imaginaciones para defender pedagógicamente a la educación pública.

Fuente: http://insurgenciamagisterial.com/los-costos-de-no-analizar-el-nuevo-modelo-educativo/

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Revolución Francesa y Educación

Por: Eduardo Montagut

Las cuestiones educativas no comenzaron a ser tratadas como un asunto prioritario en los principios de la Revolución francesa. En la Asamblea Nacional Constituyente no se abordó de forma exhaustiva. A lo sumo, se encargó de la instrucción pública a un comité o comisión, que debía preparar un informe. El autor del mismo fue Talleyrand. En el Título Primero de la Constitución de 1791 sobre las disposiciones fundamentales garantizadas por el texto constitucional se aludía a que se crearía y organizaría la instrucción pública, común a todos los ciudadanos. También se establecía la necesidad de la creación de festividades nacionales con el fin de mantener la fraternidad entre los ciudadanos, vinculándoles a la patria y a las leyes, es decir, se estaba apostando por la educación cívica de los nuevos valores revolucionarios. Esta sería una de las primeras características del nuevo sistema educativo francés. En materia religiosa, la Revolución Francesa fue neutral. Lo que se pretendía era formar ciudadanos.

«En materia religiosa, la Revolución Francesa fue neutral. Lo que se pretendía era formar ciudadanos».

Ya en la Asamblea Nacional Legislativa, el Comité de Instrucción Pública no planteó un plan de reforma de la enseñanza en Francia. Pero era necesario, y no tanto por las carencias heredadas del Antiguo Régimen, sino porque el 18 de agosto de 1792 se decidió que ninguno de los niveles de la enseñanza fuera confiado a las órdenes religiosas, que habían sido suprimidas. Todas las niñas y jóvenes recibían educación de congregaciones femeninas, y la mayoría de los chicos en las congregaciones masculinas.

La educación fue elevada a derecho en la Declaración de los Derechos del Hombre, incluida como preámbulo de la Constitución de 1793 o del Año I, la primera republicana de la historia francesa. En el artículo 22 se manifestaba que la instrucción era una necesidad común. La instrucción debía estar al alcance de todos los ciudadanos. Fue un principio fundamental que aportó la Revolución Francesa. Posteriormente, la Constitución de 1795, o del Año III, dedicó el Título X a la instrucción pública. En Francia debía haber escuelas primarias donde los alumnos aprendieran a leer, escribir, “elementos de cálculo y de moral”. La República mantendría a los profesores alojados en las escuelas. Además, debían existir escuelas superiores por todo el territorio, al menos una cada dos departamentos. Se reconocía la existencia de la enseñanza privada, ya que cualquier ciudadano tendría derecho a crear establecimientos educativos. También se incluyó la cuestión de las fiestas patrióticas. Así pues, se establecía la escuela pública pero se permitía la existencia de la privada, otro rasgo del nuevo sistema educativo que se estaba configurando.

Una vez establecida que la educación sería una prioridad para la Convención, como hemos visto en el Título X, el nuevo Comité de Instrucción Pública se puso a trabajar. Muchos de sus componentes habían pertenecido al Comité de la Asamblea Nacional. Por fin, en diciembre de 1793 la Convención aprobó una ley para desarrollar y garantizar lo dispuesto en el artículo 22 de la Constitución. Se estableció la instrucción obligatoria y gratuita para todos los niños de 6 a 8 años. Los padres que no mandasen a sus hijos a la escuela podrían perder sus derechos cívicos. Sería responsabilidad municipal la selección, retribución y control de los maestros. En cambio, los libros de texto serían competencia nacional.

En 1794, el Comité de Instrucción Pública presentó el balance sobre lo realizado en el curso 1793-1794. Aunque la investigación ordenada obligaba a todos los distritos a enviar la información a París, no llegaron muchos; pero lo más importante fue la constatación del fracaso de la política establecida, ya que solamente una minoría había abierto la escuela que se había previsto. En noviembre de ese mismo año se elevó un informe que planteaba una alternativa para la enseñanza primaria. Se suprimía la obligatoriedad; ya no era obligatorio abrir escuelas en todos los municipios, solamente una por cada mil habitantes. Se estipulaba también la remuneración para los maestros y las maestras, siendo menor para éstas. La enseñanza sería segregada. En octubre de 1795 se suprimía la gratuidad de la enseñanza primaria. Los padres deberían sostener a los maestros. Parece evidente el giro conservador en materia educativa en el nivel de primaria. Imaginamos que la supresión de la obligatoriedad y la gratuidad pudieron incidir en los índices de escolaridad, aunque no tenemos datos para afirmar lo que exponemos. Presumimos que los niños eran necesarios en las tareas agrícolas, domésticas y en los talleres. Si no era obligatorio y, además, había que pagar la enseñanza, muchos no debieron ir a la escuela.

En la época del Directorio se dio otra disposición muy importante con relación a la enseñanza, que podríamos definir como secundaria o media. El 25 de febrero de 1795 se aprobaba la creación de escuelas centrales en cada departamento. Se pretendía unificar la enseñanza en Francia. Si se había apostado por la unidad de la República, solamente podía haber unidad en la enseñanza, otro rasgo de la educación que nace de la Revolución francesa, y que se relaciona con la anterior cuestión relativa a los libros de texto. En octubre se publicó el plan de enseñanza de las escuelas centrales. Cada escuela tendría trece profesores que se encargarían de asignaturas específicas: matemáticas, física y química, historia natural (ciencias naturales), lógica, “análisis de las sensaciones y de las ideas”, economía política (el nuevo saber promocionado por la Ilustración), higiene, artes y oficios, artes y dibujo, gramática, literatura, lenguas vivas y antiguas. Los profesores serían seleccionados, examinados y fiscalizados por un Jurado Central de Instrucción, nombrado por el Comité de Instrucción Pública de la Convención.

Las escuelas tendrían tres secciones en función de la edad de los alumnos. La primera comprendería a los alumnos entre 12 y 14 años. En esta sección se cursaría dibujo, historia natural y las lenguas. Entre 14 y 16 años la formación se basaría en las matemáticas, física y química y lógica. Por fin, la tercera sección abarcaría a los alumnos entre 16 y 18 años, que estudiarían literatura, historia y legislación.

En relación con la enseñanza superior, la Convención estableció una serie de grandes escuelas. La Escuela de Central de Trabajos Públicos se creó en septiembre de 1795, aunque cambió su nombre por Escuela Politécnica, para la formación de ingenieros. El Conservatorio de Artes y Oficios estaba destinado para la formación de técnicos. Se creó también en septiembre de 1795. La Escuela Normal de París se creó para formar a los maestros.

Las Universidades fueron suprimidas por un decreto de 16 de septiembre de 1793. Al año siguiente se crearon, como alternativa en el área sanitaria y científica, tres escuelas de sanidad, en París, Montpellier y Estrasburgo. Estas escuelas contaban con laboratorios, colecciones de ciencias naturales y un hospital. Por su parte, la enseñanza de las humanidades se repartía entre la Biblioteca Nacional, el Museo Arqueológico, el Louvre y el Conservatorio de Música.

Por su parte, el Colegio Real no fue abolido, sino que fue transformado en Colegio de Francia. Las Academias creadas por la Monarquía en distintas épocas fueron reemplazadas por el Instituto Nacional de las Ciencias y Artes, con tres secciones: ciencias físicas y matemáticas, ciencias morales y políticas, y literatura y bellas artes. También estaría el Museo de Historia Natural, heredero del Jardín del rey, y se encargaba de impartir enseñanza superior en ciencias naturales.

Fuente: http://www.nuevatribuna.es/articulo/historia/revolucion-francesa-educacion/20170322102557137911.html

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Macri: maestro de un plan contra la educación pública

Por: María Díaz Reck

En medio de la lucha docente, el Gobierno anunció los resultados del cuestionado Operativo Aprender usándolos como fundamento para proponer un proyecto de ley denominado “Plan Maestro”.

La semana pasada el presidente Mauricio Macri afirmó que los chicos «caen» en la escuela pública. Con este discurso provocador anunció un plan que busca reformar el sistema educativo con 108 metas que se proponen llevar adelante entre los próximos 5 a 10 años.

Algunos de los puntos principales del plan son: Garantizar la cobertura universal del nivel inicial desde sala de 3; para 2021 lograr que todos los alumnos del nivel secundario superen el Nivel 1 en lengua, matemática y ciencias en las evaluaciones Aprender; lograr en diez años que disminuya un 70% el abandono escolar en la escuela secundaria; generar sistemas de información y evaluación educativa “integrales y confiables”; crear un nuevo sistema nacional de carrera docente para el 2021; lograr que el 100% de los directivos y supervisores en ejercicio hayan realizado una actualización de formación específica en liderazgo educativo ( esto para el 2021); universalizar el acceso a las tecnologías de la información, logrando el 100% de las escuelas estatales conectadas a Internet para 2021.

Educación inicial

El gobierno nacional no ha difundido el texto completo del proyecto de ley ni de qué manera podrá garantizar algunos de los puntos que aparecen en el plan, como poder garantizar la cobertura universal del nivel inicial desde sala de 3 años.

Este nivel vive constantemente postergado. Se calcula que en la Argentina hay 638 mil niños de entre 3 a 5 años que no van a la escuela. Además, según datos oficiales del 2012 (en plena época kirchnerista), la cobertura escolar para chicos de 2 años alcanza sólo al 40%, la cifra se reduce a 7% para los de 1 año y llega a 3% para los que tienen entre 45 días y un año. Esto genera, desde la primera infancia, desigualdad. Ya que el Estado deja librado al poder adquisitivo de las familias la educación inicial de los más pequeños.

Abandono escolar

Otro punto que aparece en el plan es lograr en diez años que disminuya un 70% el abandono escolar en la escuela secundaria. Aunque ha aumentado la matrícula y la escolarización, eso no significó que se hayan mantenido en la escuela. Un informe de Idesa plantea que la tasa de abandono interanual llega al 15,8%.

A la deserción se agrega los que ni siquiera comienzan la secundaria. Según datos de IIPE-Unesco aún no acceden a la escuela más de 1 cada 10 adolescentes de entre 12 y 17 años. La exclusión sigue afectando a los sectores de menores ingresos: el 13,4% de los adolescentes que aún falta escolarizar son los más pobres de las zonas urbanas y los que viven en parajes rurales aislados. Según el mismo informe, la región más atrasada en nuestro país es Cuyo.

El abandono escolar se produce mayoritariamente en las familias que no cuentan con ingresos económicos para solventar los estudios y muchos adolescentes se insertan en mercado laboral para generar un ingreso extra en la familia debido a la precarización y los bajos salarios de los sostenes de hogar. Un claro ejemplo se da en las yerberas y vitivinícolas que cuentan con el trabajo infantil para seguir amasando riquezas.

Recortan el presupuesto educativo

Lo que no informó Macri es con qué presupuesto van a avanzar en los objetivos propuestos. En el distrito más importante del país, el año pasado el gobierno de Vidal, con el aval del Frente Renovador de Massa y del PJ, redujo el presupuesto para Educación en un 3,2 %. Este recorte implica, por ejemplo, la no construcción de 998 escuelas secundarias o de 1.764 jardines de infantes en toda la Provincia. El presupuesto de 2017 para Educación es el más bajo en 23 años.

Durante los ocho años de gobierno de Daniel Scioli el presupuesto educativo fue cayendo paulatinamente (en 2008 fue del 33,2 % y en 2015 llegó a bajar al 27,8%).Con el gobierno de Vidal vuelve a caer y ese ajuste repercute en las condiciones en las que los casi cuatro millones de niñas y niños estudian en las escuelas públicas bonaerenses.

En CABA también recortaron el presupuesto para educación: De representar el 27,8 % en el 2011 cayó al 22,2 % en el 2015 y al histórico 18,5 % para el 2017.

¿Cómo se podrá garantizar la cobertura universal del nivel inicial desde sala de 3 o reducir el abandono escolar si recortan los presupuestos educativos en las provincias; impidiendo la construcción de escuelas y jardines y destinando migajas al salario docente?

Las y los docentes: convidados de piedra

Otros de los puntos que aparecen en el plan están relacionados con la “evaluación continua de los docentes”. El antecedente de esto es el “Operativo Aprender”, en el cual el Gobierno destinó millones para una evaluación externa y estandarizada. Uno de los objetivos de las “evaluaciones” que proponen es profundizar la precarización laboral de miles de docentes, ya que abre la posibilidad del salario por mérito.

Macri, Vidal, Bullrich y Finocchiaro hablan de educación pero saben muy poco de la escuela pública. Sin embargo, para hablar de números son mandados a hacer y cobran fortunas, varios sueldos docentes, para implementar estas políticas mientras siguen destinando millones para subvencionar la escuela privada.

Son las y los docentes, junto a estudiantes y las familias, quienes conocen a fondo las necesidades y problemas de la educación pública. Por esto, cualquier debate sobre cambios en la educación y la escuela debería empezar por las y los docentes. Macri lanza este plan mientras continúa su ataque a la educación pública y a la docencia que lucha para defenderla.

Estas semanas de lucha demuestran que hay fuerzas para derrotar los ataques. Al mismo tiempo que se redobla la lucha contra los planes de Macri y Vidal, es de primer orden continuar el debate en las escuelas, con el conjunto de la comunidad educativa, sobre cuál es la escuela pública que necesitamos el conjunto de las y los trabajador@s.

Fuente: http://www.laizquierdadiario.com/Macri-maestro-de-un-plan-contra-la-educacion-publica

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