Redacción: DW
Esta semana cerraron también los colegios de Alemania debido a la crisis del coronavirus. Los alumnos permanecen en sus casas frente al computador, y se muestran escépticos sobre el aprendizaje online.
Niklas tiene 14 años y cursa el noveno grado en una escuela de Berlín. Desde el 17 de mrzo, tampoco allí se dictan las clases habituales. En lugar de ellas, los alumnos deben estudiar en sus hogares. Para eso, los chicos y chicas necesitan una computadora y acceso a internet. Se da por sentado que los tienen.
La escuela les proporcionó una dirección de correo electrónico y una clave para entrar al programa Office 365 Education, facilitado gratuitamente por Microsoft. Deben descargarlo en sus computdoras y registrarse. «El primer día, a muchos no les funcionó eso de registrarse”, cuenta Niklas. No todos tienen en su casa el equipo adecuado.
Los déficits alemanes
Los problemas no sorprenden a la pedagoga Julia Hense, que se dedica al tema de la digitalización y el aprendizaje. A nivel europeo, Alemania es el país peor preparado para la educación online. «Naturalmente hay esfuerzos por recuperar terreno, pero con la premura del tiempo no funcionan, porque en Alemania no estamos tan bien preparados como por ejemplo en Estonia, Finlandia, Suecia y otros países”, dice Hense, remitiéndose a un estudio del Center for European Policy Studies (CEPS).
Al margen de la falta de hardware, en muchos lugares las conexiones de internet son demasiado débiles o inestables. Y, sobre todo, los profesores no han sido capacitados en la materia. «En nuestra escuela, la mayoría de los maestros no tiene idea de técnica”, confirma Karl, de 16 años. «Se alegran cuando un alumno les conecta el cable de HDMI en el laptop, porque simplemente no saben cómo funciona eso”, comenta, y dice no poder imaginar que sus profesores puedan enseñar online.
Quien no tiene impresora, tiene un problema
Tras los primeros días en casa, da la impresión de que no está en realidad previsto hacer clases propiamente tales. Niklas y Karl reciben documentos de trabajo por correo electrónico; uno, a través de la plataforma de Office, y el otro, a través de una página web que un profesor de matemáticas subió en el último minuto, según cuenta. «En nuestro colegio ni siquiera saben que Microsoft pone programas a disposición de las ecuelas. Cuando pregunté hace un par de meses, me dijeron que eso no existía”, relata.
Está previsto que los alumnos descarguen los documentos de trabajo y los impriman en casa. El objetivo es repetir y consolidar lo ya aprendido antes de la crisis del coronavirus. Una maestra de Niklas escribió que no quería introducir nuevos temas. ¿Cómo habría de funcionar eso? ¿Por videoconferencia? ¿Con tutoriales producidos por los profesores?
Preocupaciones escolares
Los chicos ya ven hacia dónde va a conducir todo esto. «Creo que perderemos materias y no podremos recuperarlas”, afirma Niklas. «La otra pregunta es qué se hará con las notas y calificaciones del semestre. Estoy feliz de que me ocurra esto ahora, cuando no es tan importante para mí, porque todavía no estoy haciendo el bachillerato”, dice.
Karl lo ve diferente. En Berlín, los alumnos deben rendir un examen al término del décimo grado. Y Karl se preocupa por la forma en que podrá prepararse. ¿Solo con documentos de trabajo? Ni siquiera se pide que los alumnos los escaneen al haberlos completado ni que los envíen a los profesores para que los evalúen.
«Las escuelas deberían haber pensado mucho antes en las posibilidades de la educación en línea. Las escuelas de otros países también lo hacen”, critica el joven. Piensa que en Alemania los maestros se aferran a sistemas analógicos porque pueden hacerlo y porque hasta ahora nadie les ha demandado otra cosa. «No estaban preparados para semejante escenario”, dice. Julia Hense comparte esa opinión.
Estonia, el mejor ejemplo
Estonia demuestra cómo se deberían hacer las cosas. Allí, las escuelas comenzaron a trabajar digitalmente ya en la década de 1990. Entretanto, toda la gestión escolar se desarrolla a través de plataformas digitales, ya sea que se trate de las tareas para la casa, las calificaciones o los materiales de estudio. Los padres pueden ver lo que sus hijos aprenden en la escuela.
Julia Hense defiende a los profesores alemanes, señalando que «habría sido demasiado esperar que los maestros se convirtieran en expertos en educación digital en 24 horas”. Lo que ocurre ahora pone en evidencia dónde falla el sistema. Pero, a su juicio, esta crisis es una oportunidad para difundir la educación digital. En el futuro, muchas cosas han de cambiar. (ers/dzc)