Finlandia – Perú / 16 de diciembre de 2018 / Autor: André Agurto / Fuente: Gestión
Mika Koskinen pasa su último año representando a Finlandia en Perú. Cuenta que la igualdad de oportunidades ha llevado a su país a liderar los rankings de educación y felicidad. Añade que apuesta por los vínculos horizontales.
Mika Koskinen se ha desempeñado como docente, una carrera que en su país goza de prestigio social. Hoy, sin embargo, es embajador de Finlandia en Perú. Y, aunque este es su último año en el cargo, asegura que en un futuro tendrá más de una razón para volver.
¿Cuánto tiempo lleva en la carrera diplomática? Llevo ya muchos años. Este año cumplo 24. Empecé en 1995 en París, donde pasé cinco años. Luego fui a Irlanda, donde pasé cuatro años y luego a España.
¿Cómo ingresó a la carrera? Tenía un buen amigo que estaba enviando su candidatura y me preguntó por qué no hacía lo mismo. En realidad no sabía mucho sobre esta carrera. Me tomó unos días investigar de qué se trataba y también postulé. Era el año 1994.
¿Fue complicado? Sí. En Europa había una recesión económica y en Finlandia eran más de 3,000 candidatos para 36 puestos. Pensé que nunca iba a entrar, pero poco a poco fui avanzando durante un año de distintas pruebas.
¿Qué fue lo que lo convenció de convertirse en diplomático? Que la sociedad de los nórdicos representa valores que estaban muy cercanos a mí. Por eso empecé y fue una decisión muy buena. Es un privilegio difundir lo mejor de la sociedad finlandesa.
¿Cuáles son esos valores? Empezaría con la igualdad de oportunidades, como dar la posibilidad a todos los niños de asistir a una escuela de buen nivel. De esa forma no perdemos talento.
En el Perú hay mucho talento oculto en las zonas rurales que necesitan ir a un colegio de buena calidad. Eso es algo que en Finlandia hemos logrado desde la década de 1960.
Su país figura entre los países con mejor educación del mundo… Antes de ejercer como embajador, he sido profesor. Se necesita mucha capacitación. Allá la carrera de docencia tiene mucho prestigio social y es muy difícil de ingresar. Un buen docente puede hacer milagros.
Además, están considerados como el país más feliz del mundo. ¿Cómo lo han logrado? El sistema y las prestaciones sociales garantizan que todos vivan más o menos bien. La felicidad de cada uno es más grande al no ver tanta pobreza alrededor. Todas las personas pagan sus impuestos, van a las arcas del Estado y, finalmente, llega a la educación pública. Prácticamente no hay corrupción y hay paz social. Eso da felicidad.
¿Cómo comienza su vínculo con el Perú? Tengo un vínculo muy grande con el Perú. Mi esposa es peruana, del norte del país.
¿Cómo se conocieron? Ella fue diplomática de carrera. Nos encontramos en un coctel, que a veces pueden ser útiles (ríe).
¿Ya conocía el Perú antes de venir como embajador? Conozco el Perú desde hace 20 años y tengo una relación de cariño muy grande con este país. Sin embargo, ha sido la primera vez que radicamos aquí. Para los niños también ha sido muy importante conocer su otra patria. Estamos muy felices.
¿Cuántas personas tiene a su cargo en la embajada? Somos alrededor de 10 personas y, por lo tanto, la relación es muy horizontal. Además, trabajamos en conjunto con la embajada de Suecia. Somos un piloto de este tipo de embajada conjunta. Aunque competimos con ellos en algunas cosas, juntos somos más fuertes.
¿Cuál es la principal fortaleza de un embajador? Un buen embajador tiene visión para las relaciones bilaterales y un interés natural por el país donde vive.
¿Extrañará algo del Perú? Voy a extrañar muchas cosas. La gente peruana con gran corazón y la excelente comida. Pero no voy a estar tan triste porque voy a volver con mi esposa y mis hijos. No todos mis colegas tienen la suerte de estar casados con una peruana.
Recomendamos la lectura del portal Otras Voces en Educación en su edición del día domingo 16 de diciembre de 2018. Esta selección y programación la realizan investigador@s del GT CLACSO «Reformas y Contrarreformas Educativas», la Red Global/Glocal por la Calidad Educativa, organización miembro de la CLADE y el Observatorio Internacional de Reformas Educativas y Políticas Docentes (OIREPOD) registrado en el IESALC UNESCO.
00:00:00 – Tito Pineda, el músico venezolano que enseña a través de su cultura en esta escuela chilena
En nuestro portal Otras Voces en Educación (OVE) encontrará noticias, artículos, libros, videos, entrevistas y más sobre el acontecer educativo mundial cada hora.
Los finlandeses conocieron el asfalto en la década de 1920. Hasta principios del siglo XX, lo que conocían era básicamente la pobreza.
Como contraste, cuando en 1909 la avenida Paulista se convirtió en la primera vía asfaltada en la ciudad brasileña de Sao Paulo, en Finlandia predominaba una economía agraria y sus primeros 14 km de autopista no se inaugurarían hasta 1963.
¿Cómo cambiaron estos países en los siguientes años?
Por un lado, Finlandia se transformó con un conjunto de políticas educativas y sociales que crearon uno de lo modelos más celebrados de excelencia en educación pública en el mundo.
Mientras que en Brasil, como en la mayoría de América Latina, reducir la inmensa desigualdad de oportunidades educativas entre niños que nacen en familias pobres y los de familias ricas, sigue siendo uno de los principales desafíos.
El conocido milagro finlandés inició en la década de los 70 y cobró fuerza en los años 90 con una serie de reformas innovadoras.
En un lapso de 30 años, Finlandia transformó un sistema educativo mediocre e ineficaz en una incubadora de talentos que encabezó rankings mundiales de desempeño estudiantil y apalancó el nacimiento de una economía sofisticada y altamente industrializada.
Se trata, a primera vista, de un enigma: los finlandeses están haciendo exactamente lo contrario de lo que el resto del mundo hace en la eterna búsqueda de mejores resultados escolares, y está bien.
El recetario finlandés incluye reducir el número de horas de clase y limitar al mínimo los deberes de casa y las pruebas escolares.
Educadores internacionales estudian el paradójico modelo finlandés en busca de la fórmula milagrosa. Y la respuesta de los finlandeses es esta: la educación pública de alta calidad no es el resultado de políticas educativas por sí solas, sino también de políticas sociales.
«El estado de bienestar social finlandés desempeña un papel crucial para el éxito del modelo al garantizar a todos los niños oportunidades y condiciones iguales para un aprendizaje gratuito y de calidad», dice el educador Pasi Sahlberg, uno de los creadores de las reformas políticas educativas de Finlandia en los años 90, en el libro Finish Lessons («Lecciones Finlandesas»).
Iguales oportunidades
La preocupación por garantizar que todos los finlandeses tengan oportunidades de desarrollo iguales es visible en las instalaciones de la escuela Viikki, uno de los centros educativos de enseñanza media más importantes en la capital finlandesa, Helsinki.
Como en todas las escuelas de Finlandia, ahí se puede ver al hijo de un empresario estudiando junto al hijo de un obrero.
En el amplio comedor, se sirven a diario comidas saludables de manera abundante a los estudiantes, mientras que los servicios de atención médica y odontológica cuidan de manera gratuita la salud de los 940 alumnos.
Todo el material escolar también es gratuito. Los equipos de pedagogos y psicólogos acompañan cuidadosamente el desarrollo de cada niño para identificar problemas como dislexia y proporcionar apoyo inmediato. Y las matrículas escolares no existen.
Sahlberg destaca además el impacto del ejercicio en la enseñanza en el modelo de igualdad y justicia social creado gradualmente por los finlandeses a partir de la posguerra: salud, educación y vivienda para todos, generosos permisos de paternidad para cuidar a los niños y guarderías ampliamente subsidiadas o hasta gratuitas.
También hay una amplia y solidaria red de protección a los ciudadanos.
«La desigualdad social, la pobreza infantil y la ausencia de servicios básicos tienen un fuerte impacto negativo en el desempeño del sistema educativo de un país», puntualiza Sahlberg.
La transformación
Hasta finales de los años 60, solo el 10% de los finlandeses había terminado la enseñanza secundaria. Las oportunidades eran limitadas y el acceso, desigual. Muchas familias no podían pagar las instituciones privadas de enseñanza y las escuelas públicas eran insuficientes.
Un diploma universitario era considerado, en ese entonces, un trofeo excepcional: solo el 7% de la población contaba con educación superior. Y en todas las áreas de aprendizaje, Finlandia era símbolo de retraso.
La historia del país, sin embargo, siempre se caracterizó por la resiliencia de su pueblo, que logró su independencia hasta 1917, después de seis siglos bajo el dominio del reino de Suecia y más de cien años como gran ducado del Imperio ruso y sus cinco zares.
En la década de los 70, la nación fue convocada a cambiar. Una educación pública estelar pasó a ser percibida como la base fundamental para la creación de un futuro menos mediocre y desarrollar el capital humano del país se convirtió en la misión primordial del Estado finlandés.
El principio de igualdad e inclusión social marcó el desarrollo de los años 70 de la nueva peruskoulu (educación obligatoria finlandesa), que abarca la enseñanza primaria y la media.
En una decisión histórica del Parlamento finlandés, todos los niños, independientemente de contexto socioeconómico o domicilio, pasaron a tener acceso igualitario y gratuitoa escuelas de calidad para cumplir los nueve años de educación básica.
El siguiente paso fundamental fue una valoración sin precedentes del profesor.
Finlandia lanzó programas de formación de excelencia para el magisterio en las universidades del país. Creó condiciones notables de trabajo y amplia autonomía para tomar decisiones en las escuelas, pagando razonablemente bien a sus profesores.
La profesión de maestro se convirtió en una de las favoritas entre los jóvenes finlandeses, por encima de las profesiones en medicina, derecho y arquitectura.
Participación de la sociedad
En los años 90, el país anunció una nueva revolución de la enseñanza.
Las asociaciones de profesores, políticos, padres, miembros de la academia y diferentes sectores de la sociedad fueron llamados a participar en la creación de dos nuevos y revolucionarios paradigmas de la educación en el país.
Y rechazaron la fórmula convencional aplicada en la mayor parte del mundo como receta para mejorar el desempeño escolar.
«Fue particularmente significativo el papel que desempeñaron varias organizaciones de la sociedad civil», destaca Sahlberg, quien también fue uno de los consejeros del Ministerio de Educación finlandés en los años 90.
La transformación del sistema fue profunda. Y rápida. Como resultado, a finales de la década de los 90 la peruskoulu finlandesa se convirtió en líder mundial en matemáticas, ciencia e interpretación.
Los primeros resultados del Programa Internacional de Evaluación a Alumnos (PISA por sus siglas en inglés), publicados en 2001, sorprendieron a los propios finlandeses: en todos los ámbitos académicos, Finlandia empezó en la cima del ranking mundial.
Y permanece hasta hoy entre los más destacados miembros del club.
Finlandia dice haber aprendido una lección: las políticas de educación efectivas deben ir de la mano con políticas sociales.
«Las personas en Finlandia tienen un profundo sentido de responsabilidad compartida sobre la importancia no solo de la vida propia, sino del bienestar de los demás», observa Sahlberg en su libro Finish lessons.
«Los cuidados al bienestar del niño comienzan antes del nacimiento y se extienden hasta la edad adulta. Las guarderías públicas son un derecho garantizado para todos los niños, quienes también tienen acceso igualitario a todo tipo de servicio básico. La educación se considera en nuestro país se considera un bien público. Y es, por lo tanto, protegida en la constitución del país como un derecho humano básico», añade.
La inversión finlandesa en la educación también se considera uno de los motores centrales del desarrollo económico y para poner fin a la pobreza en el país.
Ciudadanos altamente capacitados han aprovechado el crecimiento de la producción y la transformación de Finlandia en uno de los principales polos de innovación y tecnología en el mundo con el nacimiento de empresas como el gigante de las telecomunicaciones Nokia.
Y las políticas educativas crecieron al lado de las políticas sociales.
Igualdad desde la cuna
La vasta red de beneficios sociales en Finlandia es el resultado de la construcción, a partir de los años 70, de un generoso Estado de Bienestar social, financiado por una de las más altas cargas tributarias en el mundo.
La tasa de impuestos sobre la renta individual en el país es hoy del 51.6%, lo que no impidió a Finlandia aparecer este año en la cima del ranking de los países más felices del mundo elaborado por la ONU (World Happiness Report).
Pero ya desde finales de los años 30, Finlandia ofrece a todas las mujeres embarazadas un kit de maternidad con unas 50 cosas básicas para el bebé. El objetivo del regalo es proporcionar a todos un comienzo de vida igual, independientemente de clase social.
Además, cuando un niño nace en Finlandia, la madre tiene derecho a 105 días hábiles de permiso de maternidad. El padre recibe otros 54 días de licencia. Y las parejas pueden dividir entre sí un periodo adicional de más de cinco meses de permiso parental.
Esto significa que la mayoría de los niños finlandeses pueden tener la atención de sus padres en casa durante el primer año de vida.
Después del periodo de permiso de paternidad, uno de los padres tiene derecho a permanecer en casa con el niño, si así lo prefiere, y recibir un apoyo de cerca de 450 euros al mes (US$525). En estos casos, el padre o la madre podrán volver al mismo empleo que tenían antes hasta que el niño cumpla 3 años de edad.
Los padres tienen todavía la opción de regresar al trabajo, pero con carga horaria reducida, y obtener un apoyo parcial del Estado.
La mayoría de los padres y madres regresan eventualmente al trabajo, y cuando deciden hacerlo, el Estado ofrece una red de guarderías especializadas y altamente subsidiadas para cuidar de los niños.
Por ley, todos los niños de 0 a 6 años tienen derecho a un lugar en la guardería, ya sea tiempo parcial o completo. Las tasas varían de acuerdo con la renta de los padres y la zona en la que reside la familia. El valor máximo de la mensualidad es actualmente de 290 euros (cerca de US$338).
Para familias de menores ingresos, las guarderías son gratuitas.
Gratis hasta el final
Al cumplir los 6 años, todos los niños finlandeses tienen derecho a la educación preescolar, que es completamente gratuita. El objetivo de los centros preescolares es proporcionar a cada niño el aprendizaje de habilidades y conocimientos básicos, con el fin de prepararlos para la vida escolar.
Con el acceso gratuito a universidades e instituciones de enseñanza técnica y profesional, la educación de nivel superior también ha sido una oportunidad de igual acceso para todos. La educación en Finlandia es gratuita para todos, desde el preescolar hasta el doctorado.
Las estadísticas apuntan al éxito de la fórmula de aliar políticas educativas con políticas sociales, dice Sahberg.
«Las sociedades igualitarias tienen ciudadanos con el grado de educación más elevado, raros casos de evasión escolar, menores tasas de obesidad, mejores indicadores de salud mental e índices más reducidos de embarazos adolescentes, en relación con los países en los que la brecha entre ricos y pobres es mayor», enfatiza el educador finlandés.
Innovar, siempre, es importante, enseñan los finlandeses. Ya en los años 90, la reforma educativa conducida por Finlandia sorprendió al mundo académico con una teoría paradójica, que probaría ser visionaria.
Paradoja 1: Los alumnos aprenden más cuando los profesores enseñan menos
La experiencia finlandesa desafía la lógica convencional, que prescribe más horas de clase y mayor cantidad de lecciones en casa como fórmula para impulsar el desempeño estudiantil.
Los días son más cortos en las escuelas de Finlandia, con menos horas de claseque en todas las demás naciones industrializadas, según estadísticas de la OCDE, organización que reúne a los países más ricos del mundo.
«Es importante que los niños tengan tiempo para ser niños«, dijo la profesora Erja Schunk, de la escuela Viikki, situada en un campus de la Universidad de Helsinki. «Lo más importante es la calidad del tiempo en el aula, y no la cantidad».
En los Estados Unidos, un profesor pasa aproximadamente el doble del tiempo enseñando en el aula por semana, en comparación con un profesor finlandés.
«Dar seis horas de clase al día es una tarea ardua, que deja a los profesores demasiado cansados para dedicarse a otras tareas importantes para el trabajo de un educador, cómo planificar, renovarse y dar atención cuidadosa al alumno», dice Sahlberg.
En una típica escuela finlandesa, los profesores dan unas cuatro clases al día.
«La preocupación central de la escuela finlandesa no es alcanzar récords de desempeño escolar, sino ayudar a desarrollar las aptitudes de un niño para formar individuos capaces de vivir vidas felices, dentro y fuera del trabajo», añade Sahlberg.
Los profesores finlandeses tampoco creen que aumentar la carga de tareas a los estudiantes lleve necesariamente a un mejor aprendizaje, especialmente si las lecciones son tediosos ejercicios que no desafían la capacidad creativa del alumno.
Según estadísticas de la OCDE, los estudiantes finlandeses pasan menos tiempo haciendo tareas que los estudiantes de todos los demás países: cerca de media hora al día.
«Los alumnos aprenden lo que necesitan saber en el aula, y muchos hacen el deber de casa aquí mismo, en la propia escuela, así que tienen tiempo para convivir con sus amigos y dedicarse a las cosas que les gusta hacer fuera de la escuela, lo que también es importante «, dijo el profesor Martti Mery en la escuela Viikki.
En la fase preescolar, la prioridad es desarrollar la autoconfianza de los niños. Los días en la escuela se cumplen con tareas como aprender a orientarse sin compañía en un bosque, o atar solos sus patines de hielo.
Paradoja 2: Los alumnos aprenden más cuando tienen menos exámenes y evaluaciones
Los estudiantes finlandeses no necesitan preocuparse por evaluaciones: su sistema educativo no cree en la eficacia de una alta frecuencia de exámenes, por lo que se aplican con poca regularidad.
A pesar de eso, Finlandia brilla en los rankings globales de educación, al lado de los países con mejor desempeño escolar del mundo.
¿Milagro? La filosofía finlandesa es que el objetivo principal de los profesores debe ser ayudar a los alumnos a aprender sin ansiedad, a crear y desarrollar la curiosidad natural, y no simplemente a pasar evaluaciones.
«La presión del modelo tradicional de enseñanza trae consecuencias dramáticas para los alumnos, como el miedo, el aburrimiento y el temor a correr riesgos», afirma el educador Sahlberg.
Los informes del PISA indican que sólo el 7% de los alumnos finlandeses se siente ansioso al estudiar matemáticas. Mientras tanto, en el rígido sistema de enseñanza de Japón, que ostenta altos niveles de desempeño escolar, se registran récords de suicidio entre estudiantes, con un índice que llega al 52%.
Y en las aulas de la escuela Viikki, el ambiente es tranquilo y relajado. No hay uniformes escolares, y los alumnos estudian descalzos – reflejando el clima de las casas escandinavas, donde nadie usa zapatos.
La escuela primaria es prácticamente un periodo libre de evaluaciones. Con el fin de evitar que los niños se clasifiquen de acuerdo con su rendimiento, el sistema finlandés virtualmente abolió la evaluación por notas escolares en los cinco primeros años de la peruskoulu.
En los años siguientes, la evaluación se realiza con base en pruebas elaboradas por el profesor y en el desempeño del alumno en el aula, además de una amplia evaluación de cada estudiante realizada colectivamente por los profesores al final de cada semestre.
Los que necesitan mayor asistencia en la enseñanza reciben atención particular: la filosofía finlandesa aprecia la creencia de que todos los niños tienen el potencial de aprender, si tienen apoyo y oportunidades adecuadas.
El magisterio en Finlandia se convirtió además en una carrera de prestigio.
Cada primavera, miles de jóvenes solicitan un espacio para estudiar en los departamentos de formación de profesores de las universidades de Finlandia.
Pero sólo los mejores y más preparados estudiantes pueden convertirse en profesores: en el exigente sistema finlandés, sólo cerca del 10% de los candidatos suelen ser aprobados para cursar la maestría obligatoria en la universidad.
El grado de maestría se ha convertido en el requisito básico y obligatorio de un profesor para poder enseñar en las escuelas finlandesas, incluso para la educación preescolar.
Y las innovaciones continúan: el currículo escolar adoptado en 2016 creó, por ejemplo, la enseñanza basada en fenómenos o proyectos, que actualiza la tradicional división por materias y da más espacio para que determinados temas (como la Segunda Guerra Mundial) sean trabajados conjuntamente por profesores de diferentes disciplinas.
Todos los aspectos detrás del éxito finlandés parecen ser, por lo tanto, lo opuesto de lo que se hace en la mayor parte del mundo, donde la competencia, la alta carga de pruebas y clases, la uniformidad de la enseñanza y la privatización son por regla general los principios dominantes.
«Ejercer controles rígidos sobre las escuelas y los alumnos, pagar a los profesores en base al desempeño de los estudiantes, entregar el liderazgo de las escuelas a especialistas en gestión o convertir escuelas públicas en privadas son ideas que no tienen lugar en el repertorio finlandés de desarrollo de la educación» , dice el educador Sahlberg.
Sahlberg resume así el pensamiento finlandés sobre la educación pública de calidad:
«Es una obligación moral, pues el bienestar y en última instancia la felicidad de un individuo depende del conocimiento, de las aptitudes y de las visiones del mundo que son proporcionadas por una educación de calidad. Es también un imperativo económico, ya que la riqueza de las naciones depende cada vez más de las habilidades y el conocimiento».
Finlandia / 30 de septiembre de 2018 / Autor: BBC / Fuente: Intermedia
Los finlandeses conocieron el asfalto en la década de 1920. Hasta principios del siglo XX, lo que conocían era básicamente la pobreza.
Como contraste, cuando en 1909 la avenida Paulista se convirtió en la primera vía asfaltada en la ciudad brasileña de Sao Paulo, en Finlandia predominaba una economía agraria y sus primeros 14 km de autopista no se inaugurarían hasta 1963.
¿Cómo cambiaron estos países en los siguientes años?
Por un lado, Finlandia se transformó con un conjunto de políticas educativas y sociales que crearon uno de lo modelos más celebrados de excelencia en educación pública en el mundo.
Mientras que en Brasil, como en la mayoría de América Latina, reducir la inmensa desigualdad de oportunidades educativas entre niños que nacen en familias pobres y los de familias ricas, sigue siendo uno de los principales desafíos.
El “milagro” finlandés
El conocido milagro finlandés inició en la década de los 70 y cobró fuerza en los años 90 con una serie de reformas innovadoras.
En un lapso de 30 años, Finlandia transformó un sistema educativo mediocre e ineficaz en una incubadora de talentos que encabezó rankings mundiales de desempeño estudiantil y apalancó el nacimiento de una economía sofisticada y altamente industrializada.
Se trata, a primera vista, de un enigma: los finlandeses están haciendo exactamente lo contrario de lo que el resto del mundo hace en la eterna búsqueda de mejores resultados escolares, y está bien.
El recetario finlandés incluye reducir el número de horas de clase y limitar al mínimo los deberes de casa y las pruebas escolares.
Educadores internacionales estudian el paradójico modelo finlandés en busca de la fórmula milagrosa. Y la respuesta de los finlandeses es esta: la educación pública de alta calidad no es el resultado de políticas educativas por sí solas, sino también de políticas sociales.
“El estado de bienestar social finlandés desempeña un papel crucial para el éxito del modelo al garantizar a todos los niños oportunidades y condiciones iguales para un aprendizaje gratuito y de calidad”, dice el educador Pasi Sahlberg, uno de los creadores de las reformas políticas educativas de Finlandia en los años 90, en el libro Finish Lessons (“Lecciones Finlandesas”).
Iguales oportunidades
La preocupación por garantizar que todos los finlandeses tengan oportunidades de desarrollo iguales es visible en las instalaciones de la escuela Viikki, uno de los centros educativos de enseñanza media más importantes en la capital finlandesa, Helsinki.
Como en todas las escuelas de Finlandia, ahí se puede ver al hijo de un empresario estudiando junto al hijo de un obrero.
En el amplio comedor, se sirven a diario comidas saludables de manera abundante a los estudiantes, mientras que los servicios de atención médica y odontológica cuidan de manera gratuita la salud de los 940 alumnos.
Todo el material escolar también es gratuito. Los equipos de pedagogos y psicólogos acompañan cuidadosamente el desarrollo de cada niño para identificar problemas como dislexia y proporcionar apoyo inmediato. Y las matrículas escolares no existen.
Sahlberg destaca además el impacto del ejercicio en la enseñanza en el modelo de igualdad y justicia social creado gradualmente por los finlandeses a partir de la posguerra: salud, educación y vivienda para todos, generosos permisos de paternidad para cuidar a los niños y guarderías ampliamente subsidiadas o hasta gratuitas.
También hay una amplia y solidaria red de protección a los ciudadanos.
“La desigualdad social, la pobreza infantil y la ausencia de servicios básicos tienen un fuerte impacto negativo en el desempeño del sistema educativo de un país”, puntualiza Sahlberg.
La transformación
Hasta finales de los años 60, solo el 10% de los finlandeses había terminado la enseñanza secundaria. Las oportunidades eran limitadas y el acceso, desigual. Muchas familias no podían pagar las instituciones privadas de enseñanza y las escuelas públicas eran insuficientes.
Un diploma universitario era considerado, en ese entonces, un trofeo excepcional: solo el 7% de la población contaba con educación superior. Y en todas las áreas de aprendizaje, Finlandia era símbolo de retraso.
La historia del país, sin embargo, siempre se caracterizó por la resiliencia de su pueblo, que logró su independencia hasta 1917, después de seis siglos bajo el dominio del reino de Suecia y más de cien años como gran ducado del Imperio ruso y sus cinco zares.
En la década de los 70, la nación fue convocada a cambiar. Una educación pública estelar pasó a ser percibida como la base fundamental para la creación de un futuro menos mediocre y desarrollar el capital humano del país se convirtió en la misión primordial del Estado finlandés.
El principio de igualdad e inclusión social marcó el desarrollo de los años 70 de la nueva peruskoulu (educación obligatoria finlandesa), que abarca la enseñanza primaria y la media.
En una decisión histórica del Parlamento finlandés, todos los niños, independientemente de contexto socioeconómico o domicilio, pasaron a tener acceso igualitario y gratuito a escuelas de calidad para cumplir los nueve años de educación básica.
El siguiente paso fundamental fue una valoración sin precedentes del profesor.
Finlandia lanzó programas de formación de excelencia para el magisterio en las universidades del país. Creó condiciones notables de trabajo y amplia autonomía para tomar decisiones en las escuelas, pagando razonablemente bien a sus profesores.
La profesión de maestro se convirtió en una de las favoritas entre los jóvenes finlandeses, por encima de las profesiones en medicina, derecho y arquitectura.
Participación de la sociedad
En los años 90, el país anunció una nueva revolución de la enseñanza.
Las asociaciones de profesores, políticos, padres, miembros de la academia y diferentes sectores de la sociedad fueron llamados a participar en la creación de dos nuevos y revolucionarios paradigmas de la educación en el país.
Y rechazaron la fórmula convencional aplicada en la mayor parte del mundo como receta para mejorar el desempeño escolar.
“Fue particularmente significativo el papel que desempeñaron varias organizaciones de la sociedad civil”, destaca Sahlberg, quien también fue uno de los consejeros del Ministerio de Educación finlandés en los años 90.
La transformación del sistema fue profunda. Y rápida. Como resultado, a finales de la década de los 90 la peruskoulu finlandesa se convirtió en líder mundial en matemáticas, ciencia e interpretación.
Los primeros resultados del Programa Internacional de Evaluación a Alumnos (PISA por sus siglas en inglés), publicados en 2001, sorprendieron a los propios finlandeses: en todos los ámbitos académicos, Finlandia empezó en la cima del ranking mundial.
Y permanece hasta hoy entre los más destacados miembros del club.
Finlandia dice haber aprendido una lección: las políticas de educación efectivas deben ir de la mano con políticas sociales.
“Las personas en Finlandia tienen un profundo sentido de responsabilidad compartida sobre la importancia no solo de la vida propia, sino del bienestar de los demás”, observa Sahlberg en su libro Finish lessons.
“Los cuidados al bienestar del niño comienzan antes del nacimiento y se extienden hasta la edad adulta. Las guarderías públicas son un derecho garantizado para todos los niños, quienes también tienen acceso igualitario a todo tipo de servicio básico. La educación se considera en nuestro país se considera un bien público. Y es, por lo tanto, protegida en la constitución del país como un derecho humano básico”, añade.
La inversión finlandesa en la educación también se considera uno de los motores centrales del desarrollo económico y para poner fin a la pobreza en el país.
Ciudadanos altamente capacitados han aprovechado el crecimiento de la producción y la transformación de Finlandia en uno de los principales polos de innovación y tecnología en el mundo con el nacimiento de empresas como el gigante de las telecomunicaciones Nokia.
Y las políticas educativas crecieron al lado de las políticas sociales.
Igualdad desde la cuna
La vasta red de beneficios sociales en Finlandia es el resultado de la construcción, a partir de los años 70, de un generoso Estado de Bienestar social, financiado por una de las más altas cargas tributarias en el mundo.
La tasa de impuestos sobre la renta individual en el país es hoy del 51.6%, lo que no impidió a Finlandia aparecer este año en la cima del ranking de los países más felices del mundo elaborado por la ONU (World Happiness Report).
Pero ya desde finales de los años 30, Finlandia ofrece a todas las mujeres embarazadas un kit de maternidad con unas 50 cosas básicas para el bebé. El objetivo del regalo es proporcionar a todos un comienzo de vida igual, independientemente de clase social.
Además, cuando un niño nace en Finlandia, la madre tiene derecho a 105 días hábiles de permiso de maternidad. El padre recibe otros 54 días de licencia. Y las parejas pueden dividir entre sí un periodo adicional de más de cinco meses de permiso parental.
Esto significa que la mayoría de los niños finlandeses pueden tener la atención de sus padres en casa durante el primer año de vida.
Después del periodo de permiso de paternidad, uno de los padres tiene derecho a permanecer en casa con el niño, si así lo prefiere, y recibir un apoyo de cerca de 450 euros al mes (US$525). En estos casos, el padre o la madre podrán volver al mismo empleo que tenían antes hasta que el niño cumpla 3 años de edad.
Los padres tienen todavía la opción de regresar al trabajo, pero con carga horaria reducida, y obtener un apoyo parcial del Estado.
La mayoría de los padres y madres regresan eventualmente al trabajo, y cuando deciden hacerlo, el Estado ofrece una red de guarderías especializadas y altamente subsidiadas para cuidar de los niños.
Por ley, todos los niños de 0 a 6 años tienen derecho a un lugar en la guardería, ya sea tiempo parcial o completo. Las tasas varían de acuerdo con la renta de los padres y la zona en la que reside la familia. El valor máximo de la mensualidad es actualmente de 290 euros (cerca de US$338).
Para familias de menores ingresos, las guarderías son gratuitas.
Gratis hasta el final
Al cumplir los 6 años, todos los niños finlandeses tienen derecho a la educación preescolar, que es completamente gratuita. El objetivo de los centros preescolares es proporcionar a cada niño el aprendizaje de habilidades y conocimientos básicos, con el fin de prepararlos para la vida escolar.
Con el acceso gratuito a universidades e instituciones de enseñanza técnica y profesional, la educación de nivel superior también ha sido una oportunidad de igual acceso para todos. La educación en Finlandia es gratuita para todos, desde el preescolar hasta el doctorado.
Las estadísticas apuntan al éxito de la fórmula de aliar políticas educativas con políticas sociales, dice Sahberg.
“Las sociedades igualitarias tienen ciudadanos con el grado de educación más elevado, raros casos de evasión escolar, menores tasas de obesidad, mejores indicadores de salud mental e índices más reducidos de embarazos adolescentes, en relación con los países en los que la brecha entre ricos y pobres es mayor”, enfatiza el educador finlandés.
Innovar, siempre, es importante, enseñan los finlandeses. Ya en los años 90, la reforma educativa conducida por Finlandia sorprendió al mundo académico con una teoría paradójica, que probaría ser visionaria.
Paradoja 1: Los alumnos aprenden más cuando los profesores enseñan menos
La experiencia finlandesa desafía la lógica convencional, que prescribe más horas de clase y mayor cantidad de lecciones en casa como fórmula para impulsar el desempeño estudiantil.
Los días son más cortos en las escuelas de Finlandia, con menos horas de claseque en todas las demás naciones industrializadas, según estadísticas de la OCDE, organización que reúne a los países más ricos del mundo.
“Es importante que los niños tengan tiempo para ser niños“, dijo la profesora Erja Schunk, de la escuela Viikki, situada en un campus de la Universidad de Helsinki. “Lo más importante es la calidad del tiempo en el aula, y no la cantidad”.
En los Estados Unidos, un profesor pasa aproximadamente el doble del tiempo enseñando en el aula por semana, en comparación con un profesor finlandés.
“Dar seis horas de clase al día es una tarea ardua, que deja a los profesores demasiado cansados para dedicarse a otras tareas importantes para el trabajo de un educador, cómo planificar, renovarse y dar atención cuidadosa al alumno”, dice Sahlberg.
En una típica escuela finlandesa, los profesores dan unas cuatro clases al día.
“La preocupación central de la escuela finlandesa no es alcanzar récords de desempeño escolar, sino ayudar a desarrollar las aptitudes de un niño para formar individuos capaces de vivir vidas felices, dentro y fuera del trabajo”, añade Sahlberg.
Los profesores finlandeses tampoco creen que aumentar la carga de tareas a los estudiantes lleve necesariamente a un mejor aprendizaje, especialmente si las lecciones son tediosos ejercicios que no desafían la capacidad creativa del alumno.
Según estadísticas de la OCDE, los estudiantes finlandeses pasan menos tiempo haciendo tareas que los estudiantes de todos los demás países: cerca de media hora al día.
“Los alumnos aprenden lo que necesitan saber en el aula, y muchos hacen el deber de casa aquí mismo, en la propia escuela, así que tienen tiempo para convivir con sus amigos y dedicarse a las cosas que les gusta hacer fuera de la escuela, lo que también es importante “, dijo el profesor Martti Mery en la escuela Viikki.
En la fase preescolar, la prioridad es desarrollar la autoconfianza de los niños. Los días en la escuela se cumplen con tareas como aprender a orientarse sin compañía en un bosque, o atar solos sus patines de hielo.
Paradoja 2: Los alumnos aprenden más cuando tienen menos exámenes y evaluaciones
Los estudiantes finlandeses no necesitan preocuparse por evaluaciones: su sistema educativo no cree en la eficacia de una alta frecuencia de exámenes, por lo que se aplican con poca regularidad.
A pesar de eso, Finlandia brilla en los rankings globales de educación, al lado de los países con mejor desempeño escolar del mundo.
¿Milagro? La filosofía finlandesa es que el objetivo principal de los profesores debe ser ayudar a los alumnos a aprender sin ansiedad, a crear y desarrollar la curiosidad natural, y no simplemente a pasar evaluaciones.
“La presión del modelo tradicional de enseñanza trae consecuencias dramáticas para los alumnos, como el miedo, el aburrimiento y el temor a correr riesgos”, afirma el educador Sahlberg.
Los informes del PISA indican que sólo el 7% de los alumnos finlandeses se siente ansioso al estudiar matemáticas. Mientras tanto, en el rígido sistema de enseñanza de Japón, que ostenta altos niveles de desempeño escolar, se registran récords de suicidio entre estudiantes, con un índice que llega al 52%.
Y en las aulas de la escuela Viikki, el ambiente es tranquilo y relajado. No hay uniformes escolares, y los alumnos estudian descalzos – reflejando el clima de las casas escandinavas, donde nadie usa zapatos.
La escuela primaria es prácticamente un periodo libre de evaluaciones. Con el fin de evitar que los niños se clasifiquen de acuerdo con su rendimiento, el sistema finlandés virtualmente abolió la evaluación por notas escolares en los cinco primeros años de la peruskoulu.
En los años siguientes, la evaluación se realiza con base en pruebas elaboradas por el profesor y en el desempeño del alumno en el aula, además de una amplia evaluación de cada estudiante realizada colectivamente por los profesores al final de cada semestre.
Los que necesitan mayor asistencia en la enseñanza reciben atención particular: la filosofía finlandesa aprecia la creencia de que todos los niños tienen el potencial de aprender, si tienen apoyo y oportunidades adecuadas.
El magisterio en Finlandia se convirtió además en una carrera de prestigio.
Cada primavera, miles de jóvenes solicitan un espacio para estudiar en los departamentos de formación de profesores de las universidades de Finlandia.
Pero sólo los mejores y más preparados estudiantes pueden convertirse en profesores: en el exigente sistema finlandés, sólo cerca del 10% de los candidatos suelen ser aprobados para cursar la maestría obligatoria en la universidad.
El grado de maestría se ha convertido en el requisito básico y obligatorio de un profesor para poder enseñar en las escuelas finlandesas, incluso para la educación preescolar.
Y las innovaciones continúan: el currículo escolar adoptado en 2016 creó, por ejemplo, la enseñanza basada en fenómenos o proyectos, que actualiza la tradicional división por materias y da más espacio para que determinados temas (como la Segunda Guerra Mundial) sean trabajados conjuntamente por profesores de diferentes disciplinas.
Todos los aspectos detrás del éxito finlandés parecen ser, por lo tanto, lo opuesto de lo que se hace en la mayor parte del mundo, donde la competencia, la alta carga de pruebas y clases, la uniformidad de la enseñanza y la privatización son por regla general los principios dominantes.
“Ejercer controles rígidos sobre las escuelas y los alumnos, pagar a los profesores en base al desempeño de los estudiantes, entregar el liderazgo de las escuelas a especialistas en gestión o convertir escuelas públicas en privadas son ideas que no tienen lugar en el repertorio finlandés de desarrollo de la educación” , dice el educador Sahlberg.
Sahlberg resume así el pensamiento finlandés sobre la educación pública de calidad:
“Es una obligación moral, pues el bienestar y en última instancia la felicidad de un individuo depende del conocimiento, de las aptitudes y de las visiones del mundo que son proporcionadas por una educación de calidad. Es también un imperativo económico, ya que la riqueza de las naciones depende cada vez más de las habilidades y el conocimiento”.
4.000 personas debatieron sobre un sistema educativo basado en la confianza.
Hace dos años pusieron en marcha el último rediseño de la currícula en todos los niveles educativos y ya comenzaron a trabajar en la que se aplicará recién en 2026. Los finlandeses buscan estar un paso adelante. Con una extrema puntualidad empezaron a diseñar los próximos cambios a medida que evalúan los últimos; esa metodología de reinventarse es lo que llevó a Finlandia a los primeros puestos en muchos rankings, aseguran.
Dare to Learn es un evento diseñado por una organización de estudiantes jóvenes, sin fines de lucro, que busca conectar personas de las más distintas áreas para que puedan conversar sobre educación. Con una dinámica distinta a otros congresos, se proponen, desde al año pasado, crear un ambiente dinámico que invite a la reflexión sobre la sociedad en general y la educación en particular. Durante una semana Helsinki se convierte en la capital mundial de la educación: investigadores, docentes de todos los niveles, directivos, emprendedores, empresarios, políticos –y un poco de prensa internacional– se mezclan en talleres con diferentes temáticas buscando generar nuevas respuestas a viejas preguntas. Invitada por la Embajada de Finlandia en Uruguay, la diaria cruzó el océano para asistir a los debates. ¿Cómo diseñar acuerdos sobre educación duraderos?, ¿cómo incentivar el aprendizaje?, ¿cómo confirmar la intuición en la práctica docente? fueron algunas de las consignas de la jornada del martes.
Una de las oradoras iniciales del evento fue la ministra de Educación y Cultura finlandesa, Sanni Grahn-Laasonen, quién aseguró que el “secreto” del sistema finlandés es el alto nivel educativo que tienen los docentes –a todos se les exige un nivel de maestría para dar clase– y su rol independiente, ya que no son evaluados ni inspeccionados: “Está basado en la confianza que tenemos en ellos y eso nos ha dado resultados; pueden hacer su trabajo como quieran, eligen los materiales y las formas en que van a desarrollar los contenidos, confiamos plenamente en que son profesionales capaces y no debemos ir tras ellos todo el tiempo”, comentó a la prensa.
Desde la reforma del sistema de educación en 1968 –que implicó un arduo debate parlamentario– Finlandia ha renovado completamente su currícula de educación cada diez años, aproximadamente. Para hacerlo arrancan con tiempo: hay un año de aplicación de la reforma durante el cual los profesores deben ir a cursos y prepararse, y al siguiente ya comienzan las primeras evaluaciones. El principal cambio que se dio en 2016 fue la intervención a nivel local: el programa general es mandatado por la Agencia Nacional de Educación junto con el ministerio; luego cada municipalidad debe adaptarlo a las necesidades y costumbres locales; después, cada equipo de dirección debe ajustarlo a las particularidades de su institución, y finalmente el docente debe elaborar una nueva adaptación teniendo en cuenta a sus alumnos. Además, el presupuesto es designado de forma general por la Agencia, pero luego es el gobierno local el que decide cuánto se le otorgará a cada escuela, teniendo en cuenta su ubicación y las características del alumnado.
A pesar de los buenos resultados que mantiene el país en términos generales (es el primero en el ranking de países más felices, el segundo en capital humano mejor preparado, el tercer país menos corrupto), hay algo que preocupa a las autoridades: el ranking PISA. Durante la primera década de este siglo, Finlandia se mantuvo entre los diez primeros puestos de esta lista que compara el desempeño en matemática, lectura y ciencias de los alumnos de enseñanza media de 72 países. Sin embargo, en las últimas pruebas ha fluctuado en su ubicación; para la ministra el dato es preocupante e invitó a pensar estrategias para mejorar de cara al futuro: “Estamos enfocándonos en la motivación, vemos que hay un vínculo muy fuerte entre motivación y los resultados. Necesitamos que la educación sea más divertida, que los estudiantes vean por qué es importante hacerlo y que no lo vean como un deber”.
Por otro lado, el ex decano de la Facultad de Educación de la Universidad de Helsinki, Patrik Scheinin, comentó los últimos resultados a la baja y opinó que antes de apuntar a la motivación hay que tener más evidencia científica: “Deberíamos hacer mucha más investigación sobre si esa es la clave. La motivación es necesaria, sin dudas, pero los niños a veces se motivan con juegos y con sólo dárselos no están aprendiendo nada nuevo; habría que ver cómo se utilizan las herramientas para la motivación”.
La educación como industria
Además de los expositores y las dinámicas de talleres, Dare to Learn se usa para vender. Los buenos resultados de los últimos años en pruebas mundiales colocaron a Finlandia como un ejemplo a seguir para el resto de los países, sobre todos aquellos que tienen características similares, y los empresarios no dejaron escapar ese detalle. Un nicho empezó a gestarse entre los emprendedores nórdicos que vieron en la educación una oportunidad de desarrollar su negocio. De hecho, el área de exportación de servicios educativos creció 15% sólo el año pasado.
En los corredores del evento hay varios stands de las distintas compañías que ofrecen sus productos a los interesados. El público objetivo son los directores de las escuelas que cuentan con la libertad de comprar cualquier programa que les parezca necesario para su institución, aunque también buscan extranjeros que hayan llegado a Finlandia. El producto estrella son los programas que ayudan a adaptar el modelo finlandés a las necesidades particulares de cada país, ofrecen asesoría para directores, cursos para profesores, materiales para los alumnos y la remodelación del espacio de aula, todo a medida del consumidor. Luego de instalado el sistema, cada institución debe pagar alrededor de 40.000 euros al año para mantener la licencia.
Otros productos a la venta son los que ayudan al docente en su tarea diaria. Videojuegos diseñados para que niños disléxicos puedan mantener el ritmo, libros que enseñan idiomas, meriendas saludables para trabajar la economía doméstica, programas para enseñar emprendedurismo y clubes digitales que invitan a los alumnos a interesarse por la ciencia. Prácticamente todo lo que el docente podría usar se vende, siempre testeado antes en las aulas finlandesas.
El rol del ministerio en la industria de la educación se limita a asesorar e incentivar la creación de estas compañías. Hasta 2017, Jouni Kangasniemi era el encargado del ministerio en trabajar con estas empresas y evaluarlas para que “no hagan algo que termine siendo dañino al sistema educativo”. En diálogo con la diaria, aseguró que “depende de ellos mantener la calidad de los productos para que las escuelas los elijan, de otra forma nadie los usaría”. En sus palabras, el ministerio se limita a promover la innovación y la cooperación entre las empresas y las escuelas: “Creo que está funcionando perfectamente, porque los docentes pueden elegir las herramientas que creen que van a ser mejores para su clase. No es una decisión impuesta por el ministerio para todos. El ministerio hace recomendaciones y consejos”, señaló.
Desde el año pasado los ministerios de Educación y Trabajo crearon el programa Education Finland, que respalda a los proveedores de educación en sus negocios internacionales. El director del programa, Lauri Tuomi, comentó a la diaria: “La industria viene creciendo muy bien, alrededor de 20% en promedio. Operamos en varias zonas del mundo y Latinoamérica es muy importante para nosotros porque hemos encontrado la forma de colaborar y apoyar a esos países en el desarrollo educativo, hay muchos institutos en esa zona que están interesados. Usualmente las colaboraciones comienzan con institutos privados, pero tenemos contacto con los gobiernos y ministerios de diferentes países para ver cómo podemos ayudarlos”.
Descubriendo la pólvora
Uno de los temas de conversación más frecuentes en el evento fue la importancia de la primera infancia. En Finlandia hay un solo año de educación inicial, al que los niños ingresan cuando cumplen seis años; entre los siete y 16 años cursan lo que llaman escuela primaria, después pueden elegir entre seguir un bachillerato o ir a una escuela de vocación, que sería el equivalente a la UTU uruguaya. La educación en primera infancia no es obligatoria y por lo tanto tampoco es gratuita, aunque sí existen jardines de infantes públicos que cobran lo mismo que los privados, unos 250 euros al mes, un precio muy bajo para el promedio europeo. Desde la última reforma están intentando extender la educación en primera infancia y generar oportunidades para que todos los niños desarrollen sus primeros años en un ambiente educativo apropiado, que potencie sus capacidades, con docentes especializados en el tema que cuenten con un máster en Primera Infancia.
Las compañías que más han crecido en los últimos años son aquellas que venden productos para esta franja etaria, porque también han aumentado los jardines de infantes. Por extensa que sea la licencia maternal y paternal en Finlandia, no dura siete años, y los padres deciden mandar a sus hijos a la escuela cuando se van a trabajar. Los resultados de las últimas investigaciones de la Universidad de Helsinki –y del resto del mundo– demuestran la importancia del desarrollo cognitivo de calidad en los primeros años de vida del niño; en ese sentido, Finlandia está dando marcha atrás con su idea de que la educación debe comenzar en el hogar y empieza a ver la posibilidad de incluir a la primera infancia en la siguiente reforma.
Dare to Learn en cifras | 4.000 participantes; 50 nacionalidades; 84 talleres; 19 conferencias.
Principales características del sistema finlandés
• Currícula flexible • Docentes con títulos de posgrado • Autonomía de los directivos y los docentes • Educación primaria y media exclusivamente pública • Presupuestos asignados de acuerdo a necesidades específicas • Educación inclusiva • 5,7% del PIB para la educación (de un presupuesto cuatro veces mayor al uruguayo)
Las políticas públicas Finlandia desafían el sentido común. Dan vivienda, sin condiciones, a personas que de otra forma tendrían como techo el cielo y sus nubes —a lo que debe sumarse la nieve, recordando que es un país situado al norte del mundo—, y les otorgan asistencia para buscar trabajo. Este país tiene en marcha un programa, en fase experimental, de entregar una renta básica a cada ciudadano por el solo hecho de ser ciudadano, es decir, a cambio de nada.
El sistema escolar finlandés prescinde de las tareas —esas labores que sistematizan la repetición y que nos preparan además para ser productivos a toda hora—, y se enfoca en que el aprendizaje sea una actividad placentera, como señala el cineasta Michael Moore en su documental “¿Qué invadimos ahora?”.
A pesar de éstos y otros contrasentidos, el sistema escolar finlandés es uno de los más celebrados en el mundo gracias a que en las evaluaciones de desempeño sus niños y adolescentes alcanzan los más altos puntajes a nivel global, por lo que es objeto de estudio.
Queriendo dar con la quintaescencia del sistema escolar de Finlandia y replicar su éxito en otras latitudes, se le ha descompuesto en partes para examinarlo. Así, se ha descrito que éste pondera la cooperación por encima de la competencia, que sus maestros gozan de gran prestigio social, o que la educación es pública y gratuita entre los 7 y los 16 años.
La lógica apuntaría a que basta con que países como México reproduzcan estos elementos para que sus niños y adolescentes alcancen los mismo resultados en las evaluaciones internacionales de desempeño escolar que los conseguidos por los niños y adolescentes finlandenses. Pero, como ya se ha visto, los finlandeses son afectos a contravenir el sentido común.
La política en materia educativa puesta en operación por Finlandia en la década de los 70 del siglo pasado no tuvo como objetivo último puntuar alto en las evaluaciones internacionales para acceder a los créditos de instituciones internacionales o asegurar inversiones extranjeras. La finalidad de esta política pública fue disminuir las desigualdades entre sus habitantes. Finlandia es hoy una de las sociedades con las menores brechas de desigualdades entre sus ciudadanos.
El secreto del éxito de esta política para disminuir las brechas entre los que más y lo que menos tienen fue —sí— instituir la educación pública y gratuita, asegurando el acceso a la educación a todos, pero también —y aquí va el contrasentido finlandés— suprimir la educación privada. En la mayoría de los estudios que detallan las características del sistema educativo finlandés, este último elemento suele obviarse.
La reforma educativa de Finlandia puso en cuestión la política previa en la materia, cuyo diseño consistía, grosso modo, en un sistema en el que sólo los mejores estudiantes —la gran mayoría, provenientes de familias de altos ingresos— podían continuar a estudios avanzados, tras una selección que se hacía entre los alumnos de once años de edad, que para entonces habían cursado los cuatro primeros años de escolaridad primaria. En ese punto, se decidían los destinos. Los que quedaban fuera de la selección —la gran mayoría, provenientes de familias de bajos ingresos—, sólo terminaban sus estudios de primaria, para luego dejar la escuela y comenzar a trabajar o recibir instrucción profesional. Este sistema profundizó las desigualdades en la sociedad finlandesa.
Los actores políticos y educativos finlandeses debieron reconocer que este sistema educativo —del que sólo podían sacar provecho los estudiantes provenientes de estratos sociales con privilegios— no sólo reproducía la desigualdad a través de las generaciones, sino que también debilitaba el tejido social del país.
Esto dio lugar a una serie de debates públicos, en los que participaron políticos de todo el espectro ideológico, así como académicos y educadores, de los cuales resultó la política pública que decidía abolir la educación privada e instituir un sistema integral que acoge a los alumnos de todos los estratos socioeconómicos, tanto en primaria como en secundaria, hasta los 16 años y reciben la misma enseñanza elemental en las mismas instalaciones.
El resultado de esta reforma no sólo fue el cerrar la brecha de logros entre los estudiantes más ricos y más pobres, sino que también convirtió a Finlandia en una de las historias de éxito educativo global de la era moderna.
De reformas y educación en México
En México, la reforma educativa impulsada por el gobierno de Enrique Peña Nieto ha sido señalada por analistas de —en el mejor de los casos— constituir más una reforma laboral dirigida al gremio magisterial en lugar de una serie de políticas encaminadas a mejorar la educación que se imparte en el país.
La narrativa oficial de la reforma educativa en México —a la que Enrique Peña Nieto ha defendido como una de las acciones más importantes de su gobierno— es que ésta busca mejorar la calidad de la educación. “Lo que teníamos claro que México necesitaba tener una educación de mayor calidad para la niñez de nuestro país. Estábamos rezagados en el contenido y en la calidad que se estaba impartiendo en México”, se le escucha decir a Peña Nieto en los spots con los que promueve los logros de su administración, con miras a su sexto —y último— informe de gobierno.
Aumentar la calidad de la educación para disminuir las desigualdades es una afirmación con la que cualquier persona sensata estaría de acuerdo. Los finlandeses, tan proclives a atentar contra las convicciones más profundas, en un gesto excéntrico decidieron dar un “suelo parejo”, las mismas condiciones, tanto al acceso como a los contenidos de la educación a todos los niños y jóvenes. Y fueron más lejos: al abolir la educación privada evitaron generar las condiciones que en el mediano y largo plazo produjeran desigualdades en la sociedad.
El tejido social se reconstituyó, toda vez que los ricos y los pobres conviven en el mismo espacio, compartiendo la misma educación, de educadores que además están convencidos de la pertinencia del proyecto educativo para disminuir las desigualdades. Y los resultados los avalan: con la puesta en marcha de la reforma educativa, en Finlandia, según calculan analistas, se redujeron 25% las desigualdades en la sociedad finlandesa.
México es uno de los países con los mayores índices de desigualdad. Distintos trabajos académicos consignan que, en materia de ingresos, por ejemplo, la riqueza del país se concentra en un sector muy pequeño de la población. Como indica un trabajo reciente de El Colegio de México, las desigualdades son determinantes en la vida de las personas. Alguien que nace en una familia pobre tiene casi completamente asegurado el permanecer en situación de pobreza por toda su vida. Las clases medias no la llevan mejor, y resultado de la alta concentración de la riqueza éstas viven en riesgo permanente de caer en la pobreza.
La lógica de aumentar la productividad del país no ha derivado, pese las opiniones de los expertos en economía, en disminuir las desigualdades. “Seremos menos desiguales en tanto produzcamos más”, parece ser la consigna. En otra vía, los finlandeses decidieron suprimir los espacios excluyentes que derivaran en ventajas para algunos, en detrimento de la mayoría. La escuela se constituyó en un espacio de encuentro para todos los finlandenses, espacio en el que se conoce por cercanía la realidad del otro. Tal vez sea momento de poner en suspenso nuestras certezas, y probar con ideas que pudieran ir contra el sentido común.
Este programa educativo intenta erradicar la percepción de que el estudio de IA es complicado y exclusivo de los que dominan las matemáticas o la programación.
La Universidad de Helsinki junto a la consultora tecnológica de negocios Reaktor estrenaron un curso en línea gratuito en Inteligencia Artificial (IA). El objetivo de esta iniciativa es lograr que Finlandia adopte de inmediato esta tecnología y sea pionera en el desarrollo de aplicaciones en IA.
Este programa educativo intenta erradicar la percepción de que el estudio de IA es complicado y exclusivo de los que dominan las matemáticas o la programación. Al contrario, invita a todo el público a explorar los alcances, aplicaciones y métodos de la Inteligencia Artificial.
Llamado “The elements of artificial intelligence”, este curso ofrece la posibilidad de conseguir un certificado al finalizar los módulos, y en el caso de los residentes finlandeses es posible obtener créditos válidos en la Universidad de Helsinki.
En entrevista para la Universidad de Helsinki, Teemu Roos, profesor asociado de Ciencias de la Computación de dicha institución, aseveró que el ritmo de desarrollo de la IA ha sido exagerado; las aplicaciones en inteligencia artificial aún no son tan inteligentes como se cree. Por ello la necesidad de entender cuidadosamente los alcances y capacidades de la IA mediante su estudio e investigación.
Para completar este plan educativo se requiere de entre cinco y diez horas de aprendizaje por semana durante mes y medio, aunque puede ser tomado a ritmo propio en un lapso de tiempo mayor. Está diseñado en idioma inglés y no hay prerrequisitos de inscripción.
Si eres profesor, estudiante o innovador interesado en temas de Inteligencia Artificial te recomendamos tomar este curso gratuito para tener conocimientos fundamentales de esta tecnología. Además, te invitamos a examinar los recursos educativos abiertos que ofrece Google sobre Machine Learning.
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