La fiesta es un tópico muy rico, porque concentra expectativas. Desde la dramaturgia y la dirección, Bruno Acevedo Quevedo (1997) utiliza un caso real y le da un formato de falso registro. ¿Todos los nombres fueron cambiados? ¿Qué hay de arquetípico, cuánto de específico en esta celebración malograda?
“La pregunta me remite a un pasado (no tan reciente), donde tomar casos reales y reconstruirlos a través del arte podría devenir en problemas no sólo legales, sino también éticos y morales”, responde el responsable de Castillo inflado, que estrena el miércoles. “Parte de mi escritura está atravesada por tristes cumpleaños o eventos condenados a terminar en un acto solemne (Otro cumpleaños, Ruido, ¿Cuál es tu veneno?). Para desarrollar esta narrativa tomo un disparador que no es mío y un dolor que no me pertenece. Un caso que fue mediatizado al extremo sensacionalista, que le da un cimbronazo a una familia que quería justicia, que quería ‘que se sepa la verdad’. Mi texto no trae ninguna verdad, brinda un abanico de matices a problematizar en torno a una sociedad globalizada y consumista, que reproduce actos de barbarie a través de sus celebraciones”.
A la vez, el artista desnuda su pasado como animador de fiestas (“trabajé sin seguridad social y comencé a hacerlo siendo menor”, reconoce). Allí no hay corrimiento. “Eso hay de específico. El esperpento de un ‘yo’ de 20 años queriendo revelar ‒cual rollo fotográfico‒ un negativo de prácticas y costumbres que ve pasar ante sus ojos todos los fines de semana (durante tres años). Un ‘yo’ con el que tal vez hoy en día no me sienta tan identificado, pero que sigue resonando como ese caso que no me sorprendió, porque me podría haber pasado a mí. De arquetípico está el padre borracho, la madre perfeccionista, las jefas avariciosas, la niña hiperactiva y el niño desplazado. Hay más personajes que sostienen la narrativa y los nombres son sólo una excusa tipográfica”.
Con base en la sinopsis se podría pensar en un vodevil, en un misterio al estilo Agatha Christie, hasta en grotesco criollo… pero lo definen como drama contemporáneo, como un sostén de varios géneros y signos. “Mientras que el código actoral escénico oscila entre el expresionismo y lo grotesco, el código audiovisual aborda un extremo naturalista. Este diálogo se pauta ya en el texto dramático, en cuya trama conviven tintes de comedia satírica y comedia lacrimosa con mojones de suspenso policial. Las didascalias [indicaciones escénicas] conciben un universo narrativo y se resuelven en la voz de un narrador omnipresente que pareciera estar contando un cuento para adultos antes de irse a dormir. El mismo narrador puede llegar a servir de perito judicial, de locutor publicitario o de ingeniero de alimentos. Este recurso es explotado por Rogelio Gracia, quien confió su trabajo en nuestro equipo creativo y en un punto de partida que tenía múltiples posibilidades de lectura. Uno de mis objetivos primarios al desarrollar este tipo de acotaciones fue crear un objeto literario que funcionara por fuera de una partitura escénica”, indicó el autor.
Ganador de una mención en los Premios Onetti 2019 por este texto, que además cierra una muestra de obras nacionales organizada por el Instituto Nacional de Artes Escénicas, es válido consultarle a Acevedo Quevedo cómo inscribiría este espectáculo dentro de la nueva dramaturgia uruguaya. “Los cimientos de este texto que hoy es espectáculo se desarrollaron en el marco del último semestre de la primera generación de la Tecnicatura Universitaria en Dramaturgia. Precisamente en un curso práctico a cargo de Gabriel Calderón. Si bien fue mutando a través de los años (comencé a escribirlo en 2018, justo después de estrenar Ruido) hay mucho de ese primer boceto. Para mí fue un espacio formativo fundamental dentro de mi desarrollo como escritor. Allí no sólo conocí voces autorales extranjeras y nacionales, textos clásicos y contemporáneos, mecanismos de producción y de resistencia, sino que también tuve la posibilidad de crear y compartir la escritura con compañeras y compañeros de generación a quienes admiraba y hoy puedo considerar colegas (Leonor Courtoisie, Sebastián Calderón, Lucía Trentini, Federico Puig, Vanesa Cánepa, entre otras y otros). Si bien manejamos estéticas bastante distintas, considero que, de una u otra manera, trabajamos aspectos performativos en torno a nuestra biografía y el diálogo que genera con la ficción. Intuyo que muchas veces escribimos desde una pulsión distinta a la que moviliza a otras generaciones (a pesar de que entre nosotras y nosotros compartamos una brecha generacional)”, aclara, citando también a Agustín Luque y Camila Diamant, “que transitan improntas fuertes y casi inexploradas”.
Foto: Difusión
Como compañía móvil, Implosivo tiende al cruce de disciplinas y en este caso se utilizó un doble casting, dos directores, con desafíos que van más allá de lo técnico. “A través de Ximena Echevarría y de mi formación en Implosivo Artes Escénicas, aprendí a usar el teatro como un lienzo más entre otros tantos lenguajes que puedan llegar a convivir en simultáneo. A su vez, cuento con estudios en comunicación, lo que genera en mí una pulsión innata hacia el desarrollo audiovisual. Sin embargo, le quise confiar este trabajo a Manso Films (el material es dirigido por Claudio Quijano), ya que desde hace años se dedican tanto al teatro como al cine. Entonces, en este cruce, sostienen una visión idónea entre el diálogo de la escena con la plataforma cinematográfica”, adelanta sobre este híbrido que buscan construir. “Los personajes que aparecen son desdoblados audiovisualmente. Es así que, como un reflejo deformado de la realidad, nos abocamos hacia un trabajo de investigación actoral que conecta a dos personas distintas en la búsqueda de una misma voz. Este lenguaje [cinematográfico] convive con un dispositivo de mapping, generado por María Victoria Parada, mediante el cual no sólo importa el producto audiovisual sino también los múltiples lienzos en donde se proyecta”.
España difiere del resto de países europeos en un aspecto fundamental: mientras en Europa la educación privada generalmente apenas sobrepasa el 10% del sistema educativo, en España alcanza el 30%. Además, en España esa educación privada recibe grandes cantidades de dinero público. ¿Qué hechos históricos han llevado a esta situación? Un breve recorrido histórico nos permitirá también comprender qué es la educación privada concertada y desechar algunos mitos.
Las subvenciones empiezan en el tardofranquismo
En el siglo XIX la fuerte influencia de la Iglesia en España impidió que el Estado asumiera la educación y formara un sistema educativo nacional como en el resto de Europa. Las escasas escuelas existentes siguieron siendo en su mayoría propiedad de la Iglesia y el analfabetismo campó a sus anchas hasta principios del siglo XX. La II República trató de solucionar esta situación pero la Guerra Civil truncó cualquier avance. El franquismo entregó a la Iglesia toda la educación en pago por su apoyo en la Guerra Civil y durante décadas persistió la desescolarización endémica.
En los últimos años del franquismo, organismos internacionales como la UNESCO presionaron a España para que hiciera mayores esfuerzos en educación. Fruto de esto, en 1970 se declaró gratuita y obligatoria la educación entre los 6 y los 14 años de edad (la famosa EGB).
Sin embargo, en aquel momento existía un gran número de centros privados que venían impartiendo estas enseñanzas, en su inmensa mayoría propiedad de la Iglesia católica. Tras esta declaración de gratuidad y obligatoriedad, estos centros privados presionaron al Estado para obtener subvenciones aduciendo que era la única manera de garantizar esa gratuidad para los alumnos que escolarizaban. Con el Ministerio de Educación dominado por fuerzas afines a la Iglesia, muy pronto las subvenciones se multiplicaron sin control.
Mención especial merece el fraile presidente del sindicato vertical de enseñanza franquista, convertido en patronal de la enseñanza en la Transición. Su estrategia para las subvenciones fue conseguir primero unas ayudas a la gratuidad en unos pocos centros, luego unas subvenciones al 30%, luego al 50%, etc. Era la estrategia de la “mancha de aceite”, que una vez que cae sobre la tela se extiende sola.
La Transición y el miedo a una guerra educativa
Los intentos de estatalización de la enseñanza de la II República habían constituido una de las causas de la Guerra Civil. Y la izquierda de la Transición no deseaba repetir ninguna guerra, por lo que la estatalización de todo el sistema educativo quedaba descartada de antemano.
En 1978 se promulgó nuestra Constitución, que es una de las más extrañas de Europa respecto a la educación. Aunque se proclama un derecho a la educación y se encomienda al Estado la organización de la escolarización, no se atribuye al Estado la responsabilidad de su prestación. También se proclama la libertad de enseñanza al mismo nivel que el derecho a la educación y se incluye una referencia a las subvenciones públicas a los centros privados. La Constitución, y las sentencias del Tribunal Constitucional de 1981 y 1985, son muy favorables para los intereses de la enseñanza concertada.
El gobierno socialista pacta los conciertos con la Iglesia
En 1982 llega al gobierno el PSOE de Felipe González. La prioridad para el PSOE era la “modernización”: en educación había que superar la “historia de escasez, inhibición del Estado, politización y ardor ideológico” y centrarse en lograr una escolarización a niveles europeos. Para ello había que promulgar una ley de escolarización que fuera a durar, es decir, que fuera aceptada por todos los actores políticos, incluida la Iglesia.
Las negociaciones con la Iglesia y la derecha parlamentaria fueron muy duras porque estos actores no renunciaban a sus posiciones maximalistas: que el Estado financiara la enseñanza privada sin contrapartidas, incluso absteniéndose de construir centros para no hacerles la competencia. La pretensión de los representantes de los obispos era que el Ministerio de Educación siguiera bajo su influencia como durante el franquismo. De hecho, en la primera reunión con el ministro socialista, presentaron sus propios decretos con el objeto de que fueran firmados y publicados en el BOE, como había venido siendo habitual.
El resultado fue la Ley Orgánica del Derecho a la Educación de 1985 (LODE), que establecía el siguiente pacto entre Iglesia y Estado (uno más de los pactos de la Transición): la Iglesia conservaba su sistema escolar y recibía subvenciones más estables y cuantiosas, pero a cambio sus centros debían comportarse como centros públicos, es decir, escolarizar sin discriminaciones y gratuitamente. Un concierto es un contrato que ambas partes deben cumplir, se da una financiación pública para prestar un servicio en unas condiciones.
Hay que destacar que el pacto se hizo principalmente para aplacar a la Iglesia y evitar cualquier atisbo de guerra escolar que pusiera en peligro al nuevo régimen político. Todo cuanto se ha dicho de que los conciertos nacieron porque el Estado no tenía dinero para crear suficientes colegios es prácticamente un mito. Y esto se demuestra en que, cuando los obispos se negaron a firmar los conciertos porque consideraban inaceptables las mínimas contrapartidas que se les pedían para recibirlos, el ministro socialista afirmó que la mayoría absoluta socialista en el Congreso aprobaría un crédito extraordinario para inundar España de colegios públicos. Los obispos firmaron los conciertos y esperaron a otros gobiernos que desarticularan los mínimos controles que se habían establecido.
El efecto de los conciertos en el sistema educativo
Realmente los conciertos de la LODE no fueron un invento socialista: se inspiraron en la los artículos 94 y 96 de la Ley General de Educación franquista de 1970. Estos dos artículos preveían un sistema de conciertos con centros privados, pero la falta de voluntad política y la inestabilidad de la Transición provocaron que durante años se funcionara con un sistema “provisional” de subvenciones sin control.
Con la LODE y su sistema de conciertos la educación quedó como un servicio público “impropio”, de segunda categoría, prestado por una “red integrada” de centros privados concertados y centros públicos. Esto significa que ambos tipos de centros son parte integrante del sistema educativo español. Así lo afirma la vigente LOE-LOMLOE en su artículo 108.4: “La prestación del servicio público de la educación se realizará a través de los centros públicos y privados concertados”. En tanto la mayoría de estos centros concertados son propiedad de la Iglesia, se puede afirmar que en España la Iglesia forma parte del Estado en educación.
Según la ley, ambos tipos de centros son responsables de la escolarización de todos los alumnos del país, sin discriminaciones y gratuitamente. La realidad es otra, principalmente por las famosas “cuotas voluntarias” que en la práctica son obligatorias en muchos casos y que sirven de filtro para no escolarizar a mucho alumnado con dificultades socioeconómicas. Además, la concertada no está obligada legalmente a establecerse en lugares de difícil cobertura (mundo rural, barrios conflictivos, etc.). Con todo esto se ha pervertido el sistema y se ha conseguido que la subsidiaria sea la pública. La afirmación en la LOMLOE de que “la educación pública constituye el eje vertebrador del sistema educativo” es mera retórica sin efecto legal (apenas se menciona en el preámbulo de la ley) y un magro reconocimiento para los centros públicos, que son los únicos garantes reales del derecho a la educación en todos los rincones de España y para todos los ciudadanos.
Una pregunta final
Han pasado ya 47 años desde la implantación del sistema de conciertos educativos, que constituye una anomalía en Europa. El gobierno socialista de entonces pactó con la Iglesia que sus centros educativos recibirían fondos públicos y estos se comportarían como públicos, escolarizando sin discriminaciones y gratuitamente. En aras de la calidad democrática y de la eficacia en la gestión de los recursos públicos debemos hacernos esta pregunta y actuar en consecuencia: ¿Se ha cumplido el pacto?
El cambio climático, las hambrunas, el inexistente acceso a vacunas o medicamentos y la falta de higiene son algunas de las muchas causas que han llevado a millones de familias a la pobreza más extrema. Según Gustavo Suárez Pertierra, presidente de UNICEF España, la educación es el único mecanismo que existe para que los niños y niñas sean capaces de acabar con la trampa que esta pobreza supone. Por ello, la educación es el corazón de UNICEF, una organización que, desde hace ya 75 años, vela por los derechos y la supervivencia de la infancia más vulnerable.
En los últimos dos años, y a raíz de la pandemia de la COVID-19, hay 100 millones más de niños y niñas en el mundo sumergidos en la pobreza, lo que equivale a un aumento del 10% desde 2019.
De hecho, y según el informe ‘Evitemos una década perdida: Hay que actuar ya para revertir los efectos de la COVID-19 sobre la infancia y la juventud’, presentado por UNICEF el pasado mes de diciembre, la COVID-19 está poniendo en peligro décadas de progreso en cuestiones fundamentales para la infancia como la pobreza, la salud, el acceso a la educación, la nutrición o el bienestar mental. Una situación sin precedentes a la que se debe hacer frente de manera inmediata.
Durante esta entrevista con Soziable.es, Gustavo Suárez Pertierra, presidente de UNICEF España, incide en la importancia de actuar de forma rápida y eficaz para hacer frente a todas estas desigualdades que afectan gravemente a la humanidad en general, pero a la infancia en particular.
– ¿De qué manera ha afectado la pandemia de la COVID-19 a la infancia?
La pandemia ha causado un impacto extraordinario sobre toda la humanidad en general, sobre la infancia en particular y sobre la infancia más vulnerable de una manera especial. Ha tenido un gran costo en vidas humanas, ha producido un efecto del que tendremos que aprender a salir, porque corre el peligro de paralizar, o al menos revertir, ciertos procesos que estaban consiguiendo que el bienestar de la infancia se asiente en nuestras sociedades, pero, sobre todo, la mayor consecuencia que va a producir es que va a generar unas enormes desigualdades en el mundo.
La pandemia es una crisis que comienza siendo sanitaria y acaba siendo económica y social, pero que se distingue de otras crisis porque es una crisis global. Quiere decir esto que afecta a todo el conjunto de los países, a todo el conjunto de los pueblos, a toda la humanidad, en definitiva.
El impacto de la pandemia no es el mismo en aquellas ciudades más ricas y en las sociedades más pobres. Las posibilidades o los recursos que tienen las sociedades para superar el impacto de la pandemia tampoco son los mismos. Por tanto, la combinación entre impactos y posibilidades de superación de la crisis va a producir unas desigualdades extraordinarias en el mundo.
Tendremos que encontrar la senda de salida. Pero ¿cómo tendremos que hacerlo? Pues, en primer lugar, procurando que las medidas sanitarias lleguen a todas partes. Las vacunas, fundamentalmente, tienen que llegar a los países de rentas bajas porque, si no llega a todos, la pandemia no puede resolverse. Pero, además, hay que invertir en educación, en saneamientos, en mecanismos e instrumentos que permitan adaptarse a los tiempos que vienen, que van a ser muy dificultosos.
– ¿Qué entendemos por pobreza infantil?
Hay muchas clases de pobreza. Hay una pobreza severa, que afecta a aquellas sociedades que viven en la miseria, pero hay otra que llamamos pobreza moderada, que afecta a sociedades más desarrolladas y que se mide a través de la media de ingresos de una familia tipo: dos adultos y dos menores, por ejemplo.
Pero ¿qué significa ese tipo de pobreza? Significa que los hogares que la padecen no pueden acudir a satisfacer un gasto que de repente se presenta, porque se produce una necesidad educativa, por ejemplo, actividades extraescolares; porque sube el precio de la luz por encima de lo que estaba previsto; porque se presenta una necesidad producida por una determinada catástrofe o por un determinado impacto social; o por un hecho propio del clima.
Esta es una pobreza moderada que, en España, lamentablemente, afecta a entre un 27 y un 28% de loa niños y loa jóvenes, lo cual no se corresponde con nuestra entidad como cuarta potencia económica dentro de la Unión Europea, ni tampoco con el puesto que tenemos en la Unión Europea, ya que estamos muy atrás, estamos en la cola de los países que están padeciendo la lacra de la pobreza infantil.
– Por lo tanto, no nos referimos a lo mismo cuando hablamos de pobreza infantil en España y cuando lo hacemos refiriéndonos a países del tercer mundo, ¿verdad?
Los países de rentas medias y bajas no tienen los mismos problemas que tienen los países más desarrollados en el mundo, donde también hay pobreza, ese tipo de pobreza de hogares que no pueden llegar a fin de mes, que no pueden garantizar la calefacción en invierno o que no pueden garantizar unas vacaciones razonables.
La pobreza en los países que llamamos en desarrollo, en los países con rentas más bajas, tiene unas características mucho más incisivas. Pensemos que en estos países hay, en este momento, del orden de 5 millones de niños al año, 14 mil niños al día, menores de 5 años, que mueren por falta de un remedio que está en nuestras manos proporcionarles, por ejemplo, vacunas. No me estoy refiriendo ahora al caso de la pandemia de la COVID-19, me estoy refiriendo a las vacunas de las enfermedades que todavía no están erradicadas en el mundo, que se llevan por delante muchas vidas de niños menores de 5 años.
Bien es verdad que, hace tres décadas, esta cifra era el doble. Por tanto, vamos en la buena dirección, pero hay que darse cuenta de que esta es la realidad que tenemos en muchas partes del mundo.
– ¿Cómo afecta la pobreza a los niños y niñas?
La pobreza es algo que, lamentablemente, envuelve la vida de los seres humanos y, por supuesto, de los niños.
¿Qué significa la pobreza para los niños? Significa que no pueden ser niños, que no pueden manifestar, como única preocupación, la preocupación de ser niños y hacer lo que hacen los niños, porque tienen otras preocupaciones.
La pobreza se manifiesta en materia de trabajo infantil; en la falta de posibilidades de desarrollo; en la falta de acceso a la educación; en la nutrición; y en el propio movimiento y en la propia sociabilidad de los niños y de los jóvenes que necesitan moverse ampliamente y ser niños para poder desarrollarse.
Esa falta de ambiente que proporciona la pobreza, que va desde la manifestación de enfermedades hasta las carencias en la educación, cuando envuelve toda la vida de los niños provoca fenómenos muy importantes que están detectando las sociedades modernas, por ejemplo, de salud mental.
Así pues, uno de los primeros problemas que tiene planteados la humanidad en este momento es resolver los problemas del hambre, que afectan a muy buena parte del género humano y, por supuesto, al grupo social más vulnerable, que son los niños, las niñas y los jóvenes.
– La lucha contra el cambio climático es otro de los grandes retos a los que se enfrenta UNICEF. ¿Es esta problemática una de las grandes amenazas para la infancia?
El cambio climático es un factor fundamental para la infancia. Produce sequías y hambrunas, exige a las sociedades la incorporación de unos instrumentos que les permitan ir adaptándose al cambio de las temperaturas, produce el aumento del nivel de los océanos…
Todo eso, en aquellos espíritus más jóvenes que están en formación, como es el caso de los niños en edad temprana y de los adolescentes en edad ya madura, les afecta de múltiples maneras: provoca enfermedades, plantea problemas de nutrición, les limita la movilidad… El cambio climático es un elemento vital para garantizar no solo el desarrollo de los jóvenes, sino también su bienestar futuro. Por tanto, es algo a lo que debemos poner una enorme atención.
El primer problema que tiene la infancia es la supervivencia, algo que podemos resolver porque una vacuna cuesta 60 céntimos de euro. Luego hay que resolver los problemas de educación, de bienestar y sanitarios que puedan afectarles. Pero después hay que garantizarles un entorno seguro, algo que con la referencia climática solo es posible adelantándose con medidas de previsión como quieren, por otra parte, los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que tienen en el cambio climático una de sus referencias fundamentales.
– La pandemia de la COVID-19 no solo ha comprometido nuestra salud física, sino que también está afectando a nuestra salud mental y, en especial, a la de los colectivos más vulnerables. ¿Perciben que la salud mental de la infancia se ha visto alterada, en mayor o menor grado, tras la irrupción del coronavirus?
La salud mental se ve afectada por la pandemia sin duda ninguna. Aquí se produce un efecto curioso: la salud mental es un elemento que, desgraciadamente, está muy presente en nuestras sociedades, para los niños y para los mayores, pero es un problema social sobre el que existe una especie de silencio, acordado por toda la sociedad, porque la concebimos como un estigma de las sociedades avanzadas.
Yo creo que la pandemia, y no quiero decir con esto que haya tenido ningún efecto bueno ni positivo, ha puesto en el escenario de las preocupaciones el problema de la salud mental y, especialmente, de la salud mental infantil. El confinamiento, la falta de sociabilización adecuada que provoca el cierre de las escuelas, que los niños no puedan, en un momento determinado, salir a la calle para poder socializar y desarrollar sus juegos genera un impacto extraordinario sobre la salud mental de los niños y los jóvenes.
Desde UNICEF lo hemos medido y existen datos que lo ponen de manifiesto. Hay, en estos momentos, un 13% de jóvenes, hasta 18 años, que se ven afectados por algún tipo de trastorno mental. Un 13% son muchos millones de niños en el mundo.
– ¿Se aborda esta problemática desde UNICEF?
Lo intentamos porque los sistemas públicos, quizá porque no es un elemento que esté presionando nuestras sociedades, atienden muy poco a la salud mental. Hablando en términos globales, que es como tenemos que hablar desde UNICEF, solo un escaso 2% de los presupuestos sanitarios se dedica en el mundo a la salud mental y esto es un presupuesto prácticamente insignificante.
Por tanto, tenemos que ayudar a resolver ese problema. UNICEF trabaja desde esa perspectiva en las sociedades desarrolladas procurando interesar sobre el problema a los ciudadanos y a las ciudadanas, sensibilizar y ofrecer a los poderes públicos las medidas adecuadas de carácter sanitario, pero también de entorno doméstico y social, para que se pueda salir al paso de los problemas de trastornos mentales que pueden plantearse.
En España, hemos colaborado en la parte infantil del desarrollo de la Estrategia de Salud Mental que se está empezando a poner en práctica. Por tanto, ya hay sensibilidad social suficiente como para que, desde el sistema público, se pueda atender ese problema.
Y, en los países de rentas medias y bajas, UNICEF está desarrollando programas sobre el terreno en materia sanitaria y social. En materia sanitaria, procurando fortalecer los sistemas sanitarios de países que son menos favorecidos en lo que se refiere a salud mental y en otros aspectos sanitarios; y, por otra parte, trabajando en la construcción de entornos saludables que permitan a la infancia y a la adolescencia desarrollarse previniendo la posibilidad de que estos problemas puedan afectarles.
– ¿Es primordial garantizar una educación de calidad a todos los niños y niñas para hacer frente a las desigualdades y a la pobreza?
La educación es la principal herramienta que existe para salir de la pobreza. Se ha dicho que la educación es un ascensor social, el único mecanismo que puede garantizar que se rompa la trampa de la pobreza, que significa que las generaciones siguientes son más pobres o siguen siendo tan pobres como las generaciones anteriores. Y lo único que puede romper ese círculo vicioso es, precisamente, la educación, de ahí su importancia en esta materia.
La educación es el corazón de UNICEF. Los objetivos de nuestra organización tienden a la supervivencia de los niños y adolescentes, a garantizar su bienestar y a la protección, pero todo eso está envuelto por el corazón de UNICEF, que es la educación. La educación es un trampolín para el desarrollo personal y social.
– No hay nada perfecto, pero… ¿qué considera que debe tener la infancia para que su desarrollo sea adecuado y, sobre todo, ‘feliz’?
La infancia es, por definición, un grupo desvalido. Como la Convención de Derechos del Niño llega hasta los 18 años, hay mucha diferencia entre los niños más niños, los niños y niñas que ya no lo son tanto y los jóvenes o adolescentes ya que cada franja de población tiene su necesidad especifica.
La base es la posibilidad de encontrarse con un entorno familiar, doméstico y social que les permita formarse y desarrollar todas sus capacidades. Eso exige una atención social adecuada, la posibilidad de contar con una asistencia sanitaria suficiente desde una edad temprana y la posibilidad de acceso a la educación y a las capacidades de empoderamiento, sobre todo para las niñas, que son el grupo más desvalido dentro del grupo más desvalido de la sociedad. Todo esto es necesario como punto de partida y, a partir de aquí, vienen todas las necesidades que ofrece el sistema de bienestar al que nos asomamos los ciudadanos de los países en desarrollo.
Hay, en estos momentos, más conflictos bélicos abiertos que hace 30 años. Nos tenemos que poner a pensar en la influencia que tiene esto, no solo sobre los niños, sino sobre todos los hombres y mujeres, por ejemplo, obligándoles a desplazarse de sus hogares. Por tanto, la infancia necesita condiciones básicas de vida y de desarrollo posterior.
– Personalmente, ¿cree que estamos a tiempo de cumplir los ODS en la fecha prevista, 2030?
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible constituyen un programa de acción muy ambicioso. Hace unos pocos años, las naciones se pusieron de acuerdo para definir unos Objeticos de Desarrollo Sostenible, 17 Objetivos, con dos centenares de metas, y se diseñó una Hoja de Ruta que es la Agenda 2030.
Aquí hay que confiar en la capacidad de resiliencia del género humano y, especialmente, en la de los jóvenes, que es mucha. Hay que confiar en la capacidad de los estados que han adquirido consciencia de la necesidad de establecer un desarrollo sostenible para permitir que las sociedades sean más justas y proporcionen un mayor bienestar. Pero, además de ser optimista, hay que ser realista y decir que, en este momento, vamos por debajo de las previsiones de cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y, más todavía, porque no contábamos con el impacto de la pandemia.
Prácticamente todos los ODS tienen que ver con la infancia, porque son objetivos que afectan a la erradicación de la pobreza, al destierro y las hambrunas, a la educación… Por tanto, en todos los Objetivos está presente la referencia de la infancia y en todos tiene que trabajar UNICEF. Por eso, necesitamos una visión muy amplia en la que necesitamos, por supuesto, que nos acompañen las sociedades de los países pobres y ricos.
– ¿Cuáles son los retos y objetivos de UNICEF España para este año 2022?
Yo creo que necesitamos recuperar la senda de conseguir los objetivos de bienestar que nos habíamos planteado.
UNICEF cumple ahora 75 años: 60 en España, 75 UNICEF global. Tras la Segunda Guerra Mundial, UNICEF se planteó el objetivo de la supervivencia de la infancia, erradicar las enfermedades que se llevaban miles de muertos cada día, la educación como corazón de UNICEF, el bienestar en todas sus fórmulas y la erradicación de conductas que todavía están muy presentes en ciertas sociedades y que afectan a niños y a niñas, como es el caso del matrimonio infantil.
En todo este tiempo, en estos 75 años, se ha avanzado mucho en el cumplimiento de estos objetivos. El matrimonio infantil, por ejemplo, se ha reducido en un 15% en las tres últimas décadas. Pero el impacto de la pandemia sobre todos esos procesos que estaban en marcha y que estaban teniendo un cierto éxito sostenido ha sido, está siendo y va a ser enorme. Hay que recuperar esa senda de bienestar para el cumplimiento de unos objetivos que, lamentablemente, después de 75 años, todavía están vigentes.
Necesitamos actuar contra la pobreza infantil, en materia de salud mental y de fortalecimiento del sistema educativo, en temas de bienestar y sobre la sostenibilidad del clima en el que tenemos que movernos. En concreto, tenemos que erradicar determinadas prácticas como las que afectan a las políticas de género o que tienen que ver con el trabajo infantil y que están muy favorecidas por todo lo que trae consigo la pandemia, como el cierre de las escuelas.
Por fuera, con su chimenea y ladrillos rojos, parece una casa como cualquier otra. Pero cuando la policía entra por la fuerza a esta residencia en la ciudad de Birmingham, en el centro-oeste de Inglaterra, nada en ella se asemeja a una típica vivienda familiar.
En medio de habitaciones semivacías, amuebladas pobremente con un colchón y unos cuantos trastos viejos, los agentes se encuentran con cuatro jóvenes rumanas en ropa interior, que se defienden apenas con monosílabos en un inglés precario.
Juguetes sexuales, artículos de belleza, cigarrillos, drogas y condones pueden verse desperdigados por cada uno de los ambientes.
Aunque ellas lo niegan, la policía sospecha que son víctimas de tráfico sexual de menores.
Pie de foto,Las casas que se usan como burdeles tienen poco más que un colchón y algún mobiliario viejo.
Dado que el trabajo sexual es legal en Reino Unido, después de llevárselas para interrogarlas en un entorno seguro, a las fuerzas de seguridad no les queda más remedio que devolverlas al sitio en el que las encontraron.
La escena es alarmante, pero tristemente familiar: en distintos rincones del país, mujeres y niñas son retenidas como esclavas y vendidas para que mantengas relaciones sexuales.
De todas las presuntas víctimas de tráfico sexual en Reino Unido en 2021, había más jóvenes procedentes de Rumania que de ningún otro lugar en el mundo.
Jean Mackenzie, periodista de la BBC, viajó hasta ese país del sureste europeo para entender cómo acaban estas niñas en el negocio del tráfico y la prostitución, y por qué son tan renuentes a aceptar ayuda de la policía cuando tratan de rescatarlas en Reino Unido.
Desamor
«Las reclutan en los patios de las escuelas», le explica a la BBC Iana Matei, quien dirige el único refugio del país para niñas que han sido víctimas del tráfico sexual.
Pie de foto,Iana Matei dirige el único refugio en el país para niñas víctimas de la trata.
El año pasado, en Rumania, se registaron 429 víctimas de tráfico sexual, según fuentes del gobierno. La mitad eran niñas.
«Los reclutadores van a los patios de las escuelas y les dicen: ‘Eres hermosa, inteligente, quiero casarme contigo’. Y ellas quieren creerlo. Les lavan el cerebro».
Es lo que se conoce como la táctica del lover boy (joven amante): las convencen de que están enamorados de ellas, que quieren un futuro juntos y al poco tiempo las inician en el camino de las drogas, el alcohol y la prostitución.
«Tengo aquí una niña (Daniella*, de 13 años) que está desperada por volver junto a su ‘amante’ de 52 años».
«Cuando se escapa, le dice a la policía que se quiere ir con él. ‘Lo amo’, les dice», cuenta Matei, quien cree que el tráfico no es como muchos piensan solo consecuencia de la pobreza, sino de la falta de amor.
«Si el amante le dice te quiero y al día siguiente le pega para que vaya a trabajar a la calle, ¿qué importa? Les han pegado tantas veces, las han humillado tanto. Han pasado por todo lo que se te pueda ocurrir, pero nunca se encontraron con un ‘te quiero'», señala Matei.
Destaca que las niñas reclutadas son cada vez más jóvenes, de 12 o incluso 10 años. Cuando llegan a Reino Unido, con 18, explica, «esa es a única vida que conocen».
48 horas de vida
A Elena, sus traficantes en Reino Unido la abandonaron cuando la dieron por muerta, después de que sufriera una hemorragia y no parara de sangrar.
Pie de foto,Muchas jóvenes intentan ahora rehacer sus vidas.
Cuando la policía la encontró en una departamento en el condado de West Midlands, en el centro-oeste del país, la trasladaron inmediatamente al hospital.
Los médicos creen que no le quedaban más de 48 horas de vida. La habían golpeado, cortado, estaba desnutrida, con quemaduras.
Ahora, recuperada, cuenta que no tuvo otra opción que aceptar ser traficada. «(Mi traficante) me amenazó con lastimar a mi hijo y matar a mi madre», contó la joven, que tuvo que abandonar a su niño de un año.
Al llegar, dice, la ubicaron en una casa con otras jóvenes. «Éramos tres chicas. Tenía que acostarme con varios hombres todos los días».
«Eran entre 10 y 20. A veces ganaba unos US$1.300 y le entregaba todo el dinero».
En internet, lejos de la mirada pública
A Elena, al igual que a muchas otras jóvenes, la obligaban a ofrecer sus servicios en internet, en páginas que son legales.
Pie de foto,Ward dice que como la búsqueda de clientes se hace a través de internet, a la policía le resulta muy difícil encontrar a las jóvenes.
«(Esta actividad) se trasladó de los burdeles a internet» le explica a la BBC Colin Ward, inspector de la Policía del Gran Mánchester, un condado del noroeste de Inglaterra.
«Ahora están un casa normal, en una calle cualquiera».
Como por consecuencia no tienen que salir a las calles a por clientes, para la policía es mucho más difícil identificarlas.
«No sabemos a dónde ir a buscarlas», añade Ward, quien asegura que el negocio del tráfico sexual en Reino Unido es boyante y que no tienen clara su verdadera dimensión.
Desconfianza
Casi la totalidad de las jóvenes rumanas no se muestran dispuestas a tomar la ayuda que les ofrece la policía británica. Ward cree que eso se debe probalemente a la experiencia que tienen con la policía en su propio país.
«Trabajo en esto desde hace 14 años, y probablemente puedo contar con los dedos de una mano cuántas dijeron sí, soy víctima, necesito ayuda. Simplemente no ocurre», cuenta.
En parte se debe a que el trabajo de los traficantes con las niñas comienzan en muchos casos cuando estas apenas tienen 10 años, por eso muchas no se dan cuenta de que están siendo explotadas.
Pie de foto,Andrea no fue traficada una sino dos veces.
Pero sobre todo es la la falta de acción de la policía rumana lo que genera en ellas una desconfianza profunda, como pudo comprobar la periodista de la BBC Jean Mackenzie cuando conversó con los padres de Andrea*, una niña traficada no una sino dos veces.
«Cuando fui a la policía me dijeron que no había nada que pudiesen hacer, que no tenían personal para buscarla», recuerda su madre.
Fue ella la que acabó rescatando a su propia hija haciendose pasar por un traficante de drogas y llegando a un acuerdo con el hombre que la retenía.
La policía le dijo a la BBC que investigó el caso de Andrea y lo derivó a una unidad especializada.
No obstante, no es la única historia en que los padres reportan que la policía hace la vista gorda.
Vacío legal
Cosmin Andreica, presidente del sindicato de la policía en Rumania, reconoce que cada vez es mayor el número de jóvenes traficadas en Rumania.
«El sistema está sobrepasado«, afirma.
Pie de foto,La madre de Andrea logró rescatar por sus propios medios a su hija la primera vez que fue traficada.
«Tenemos más de 100 casos de desapariciones por día en un condado, y solo tenemos entre uno y cinco policías que investigan este tipo de casos. Es imposible investigar».
Pero no es solo eso, el problema es que como los traficantes emplean la táctica del «amante joven» para atraer a las niñas, aprovechan para explotar un vacío legal: cuando una menor se va voluntariamente, la policía no puede tratar la situación como un delito.
«Al Estado de Rumania no le importa la vida de los niños. Esa es la conclusión», dice Andreica.
Entretanto en Reino Unido, pese a los esfuerzos de la policía, los resultados están lejos de ser óptimos, que la mayoría de los casos no llegan a los tribunales.
Según cifras oficiales, de las 6.000 víctimas de tráfico sexual identificadas en el paísentre abril de 2018 y diciembre de 2020, solo 95 casos llegaron a los tribunales.
Para Matei, la única manera de generar un cambio es hacer que este delito se castigue con penas más altas.
«El tráfico es crimen organizado. Tal y como funciona ahora, la ganancia es alta y el riesgo es bajo», dice.
«Pero si revertimos la ecuación, encarcelas a los traficantes por un largo tiempo y confiscas todo lo que tienen, ya no va a ser tan fácil. Lo van a pensar dos veces (antes de hacerlo)».
*Los nombres en en esta historia han sido cambiado para proteger la identidad de las víctimas.
El Talibán está mostrando su “compromiso” para permitir que las niñas afganas vayan a la escuela en todo el país a partir del próximo mes, con lo que se cumple una condición clave establecida por la comunidad internacional, declaró el viernes la nueva directora de UNICEF, Catherine Russell.
Russell dijo que está por verse si este compromiso del Talibán a reabrir las escuelas para niñas y mujeres a partir del 21 de marzo estará sujeto a más condiciones o restricciones.
“Las autoridades de facto (del Talibán) nos indicaron que esa es su intención, y tenemos esperanza de que va a ocurrir, y creemos que va a ocurrir”, dijo Russell en una entrevista exclusiva con The Associated Press en la capital, Kabul. Fue nombrada al puesto este mes.
Desde que el Talibán tomó el control del país hace seis meses, las niñas a partir del séptimo grado no pueden ir a la escuela en la mayor parte de Afganistán, a pesar de que no existe una prohibición formal. El acceso a la educación es una exigencia clave de la comunidad internacional, y el Talibán atribuye los retrasos a la falta de espacio adecuado, sobre todo en las ciudades, para dar lugar a la escolarización segregada.
Tras la toma del poder por parte del Talibán, las escuelas de unas 10 provincias han continuado operando sin interrupción, así como las universidades y escuelas privadas de la capital, que han permanecido abiertas. Las universidades para mujeres también han reiniciado actividades en varias provincias, y el Talibán ha prometido que todas las universidades lo harán en las próximas semanas.
Además de garantizar la reapertura de las escuelas para todas las niñas, poco más se ha dado a conocer sobre otras posibles restricciones o cambios en los planes de estudio. Se trata “un poco de un trabajo que está en curso”, dijo Russell.
Entre las escuelas atacadas en las últimas semanas en la región del suroeste de Camerún hay también una escuela católica. Los días 8 y 11 de febrero, grupos armados incendiaron dos escuelas, respectivamente la escuela primaria pública de Molyko, en Buea, y el colegio católico Reina del Rosario, en Mamfe. Estos dos incidentes son los últimos de una serie de ataques contra estudiantes, personal educativo y locales escolares, que han privado a más de 700.000 estudiantes de su derecho a una educación adecuada y segura en las regiones del noroeste y suroeste.
Las regiones anglófonas del noroeste y suroeste de Camerún llevan cinco años de conflicto para separarse del resto del país, de mayoría francófona, y formar una nueva nación llamada Ambazonia. Las dos regiones pertenecen a la provincia eclesiástica de Bamenda, cuyos obispos, en un comunicado emitido la semana pasada, constataron “con profundo dolor y pesar el deterioro de la situación sociopolítica que se está produciendo desde hace tiempo en las regiones del Noroeste y del Suroeste”.
Los obispos expresaron su “solidaridad con los que sufren, los oprimidos, los desplazados y los refugiados” y afirmaron que seguirían “condenando los métodos violentos para resolver las disputas, porque la violencia suele conducir a un mayor sufrimiento y los que toman la espada perecerán por la espada”. Los obispos dijeron que comparten “los dolores y las angustias, las alegrías y las esperanzas de su pueblo” e invocaron a “Nuestra Señora de Lourdes, para que interceda por todos nuestros hermanos enfermos y por todos nosotros en la búsqueda de una justicia y una paz duraderas”.
Al menos 4.000 personas han muerto en el conflicto y más de un millón se han visto obligadas a huir de sus hogares, según estimaciones de la ONU. Entre los desplazados, el 54% son mujeres y los niños constituyen el 60% del total de la población desplazada, mientras que los ancianos representan el 10% del total.
El escritor mexicano narra en ‘El baile y el incendio’, finalista del Premio Herralde, el reencuentro de tres amigos en una ciudad asediada por el fuego y amenazada por una epidemia de danza.
Daniel Saldaña París ensaya una coreografía mínima cuando escribe. El novelista y poeta mexicano redacta más a mano desde que le diagnosticaron artritis reumatoide, una enfermedad crónica que afecta las articulaciones, y observa: cómo se dobla sobre el cuaderno, la presión con la que aprieta la pluma, cuánto duele. Danza y dolor, dice, tienen en común la pérdida del control sobre el cuerpo. En su último libro, El baile y el incendio, que fue finalista del Premio Herralde de Novela, el escritor narra el reencuentro de tres amigos en una ciudad asediada por el fuego y amenazada por una epidemia de danza: “No me parece del todo descabellado imaginar un fin del mundo donde la gente baile”.
Los fuegos que rodean la ciudad de Cuernavaca vuelven el aire pardo en El baile y el incendio (Anagrama, 2021). Tres amigos, un trío escaleno, se reencuentran allí después de años distanciados. Tienen alrededor de 35 años e intentan reconocerse. “Hay un lamento por una comunidad perdida”, explica Saldaña París (Ciudad de México, 37 años), “la sensación de haber pertenecido a algo y de no encontrar vínculos tan significativos como las amistades de juventud”. La cuestión de la nostalgia. “Me interesaba reflexionar sobre si es posible regresar a algún lugar”, agrega el autor.
–¿Se puede?
–Yo creo que no. Hay una ficción del regreso, pero no es un círculo sino una especie de espiral. Llegas a un lugar parecido pero todo es distinto. Tu cambiaste, el lugar cambió, las personas que están ahí cambiaron. No hay coincidencia por ningún lado.
El escritor Daniel Saldaña París durante la entrevista.NAYELI CRUZ
Saldaña París se instaló durante la pandemia de la covid-19 en Cuernavaca, la ciudad de su infancia, a una hora de Ciudad de México en coche. A su departamento en la capital vuelve cada vez menos. Esta tarde de febrero, desde el salón de ese piso 7, se alcanza ver Santa Fe, una zona de rascacielos al oeste de la ciudad que solo aparece cuando la contaminación no se instala espesa en el horizonte.
Tiene en esta casa una biblioteca con tomos de Freud subrayados por su madre, antes por su abuela y ahora por él; las obras completas del Premio Nobel Elias Canetti; una colección editada por el mexicano Sergio Pitol que rastreó entera por librerías de viejo. En una panera metálica protege tres libros que encontró este verano en un sótano de Ginebra, y que salvó de la hoguera: tres primeras ediciones del químico Robert Boyle.
El escritor empezó a trabajar en El baile y el incendio después de terminar su primera novela, En medio de extrañas víctimas (Sexto Piso, 2013). Gracias al Premio de Literatura Eccles Center pudo dedicarse a investigar en la Biblioteca Británica las razones que explican las epidemias de danza medievales: “Una muy plausible es que [en Europa] había condiciones climáticas extremas, una racha de carestía de alimentos importante, y la rapacidad usurera de la iglesia que derivó en una situación muy tensa a nivel social”. “Me pareció que de pronto en la actualidad sucedían cosas parecidas”, agrega el autor de El nervio principal (Sexto Piso, 2018) yAviones sobrevolando un monstruo (Anagrama, 2021), “particularmente en América Latina”.
“Sabía que quería escribir un libro que hablara sobre un momento climático que después se me fue aclarando”, continúa. Saldaña París se refiere a una sequía muy larga y una racha de incendios que afectaron sobre todo el centro de México hace algunos años. En 2019, solo en Morelos, el Estado donde se encuentra Cuernavaca, se quemaron más de 3.600 hectáreas, según el Gobierno local. En algunas ocasiones, el humo llegó a cubrir la ciudad, como ocurre en la novela mientras un grupo de personas brinca, se contorsiona en el piso, se sacude, propaga. Incluso antes de que empezara la emergencia de la covid-19, la historia ya “estaba contagiada de un ánimo apocalíptico”, señala el escritor.
Cuernavaca es una obsesión literaria a la que vuelve Saldaña París. “Me gusta como ejemplo de muchas cosas que pueden salir mal”, apunta. “Cuernavaca fue durante mucho tiempo una especie de paraíso, un lugar de retiro, incluso antes de la conquista. Y ahora es un espanto. Está arrasada por los hipermercados, pero era una zona donde había muchos hules, ficus, ahuehuetes centenarios”, cuenta el escritor. También le atrae, dice, como espacio literario donde sobrevuela Bajo el volcán, la novela de 1947 del inglés Malcom Lowry: “Me interesa de las ciudades cómo conviven con las ficciones que se han escrito sobre ella”.
El desafío técnico más importante para escribir la novela fue la co
nstrucción de las tres voces narrativas que la estructuran. Natalia es una coreógrafa que cultiva obsesivamente bromelias –flores de una belleza monstruosa– y que vive en pareja con un artista viejo. Está preparando una coreografía inspirada enLa danza de la brujaque hizo célebre a la bailarina Mary Wigman a principios del siglo XX. Erre sufre de dolores crónicos que lo atraviesan. Acaba de volver a Cuernavaca después de un divorcio y transita errante por la ciudad que ya no existe. Conejo, conspiranoico y homosexual, vive con su padre ciego, a quien provee de libros infantiles en braille.
El novelista mexicano Juan Pablo Villalobos, parte del jurado que seleccionó a El baile y el incendio finalista del Premio Herralde de Novela 2021 –que ganó Javier Pérez Andújar con El año del Búfalo–, destacó que “el hallazgo” de Saldaña París en la obra es “la creación de esas voces”. “Escuchamos el relato melancólico de sus vidas –lo leemos, pero creemos oírlo–, su intento por recuperar, rescatar o salvar algo del fuego”, señala Villalobos en el fallo del galardón que entrega la editorial Anagrama y en el que Saldaña París compitió con el seudónimo de Petra Barreto.
Mientras todo arde, los fuegos que rodean la Cuernavaca apocalíptica que construye Saldaña París y también los que queman dentro de cada uno de los tres amigos, la atmósfera se vuelve cada vez más oscura y asfixiante. “Solo la ternura puede acabar con los incendios”, afirma el personaje de Erre. A través de ese personaje y del de Conejo, el autor intenta “modular una forma de la intimidad y de la masculinidad que no sea tan devastadora”, explica. “Pero no tengo una convicción demasiado clara de que haya algo que vaya a salvar el mundo, o los incendios”, avisa el escritor, “por momentos puede ser la ternura, pero no es una convicción ni una teoría”.
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