David Barkin arribó a México en 1962. Sus investigaciones en torno a la obra de Lázaro Cárdenas fueron el inicio de una serie de críticas de las políticas públicas que se estaban implementando en aquella época. A pesar de su participación activa en los airados debates universitarios sobre la política económica en México y otras partes, él se alejó de la tendencia de incorporarse a la administración pública para reformar los caminos trazados por los defensores de los regímenes; recibió el Premio Nacional de Economía Política por identificar las contradicciones teóricas y reales de la política económica de la época. Su posición crítica se fortaleció con la incorporación de dimensiones socio-ambientales, generando una activa participación en los debates en torno a la integración económica internacional y norteamericana.
Autor/a:
Barkin, David
Editorial/Editor:
Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco
Siglo XXI Editores
La presente publicación es resultado del ejercicio académico realizado por el Instituto para la Investigación y el Desarrollo Pedagógico, IDEP y la Universidad Pedagógica Nacional, durante el segundo semestre de 2013, que tuvo como propósitos: adelantar un balance de la ejecución y alcances del Plan Territorial de Formación de Docentes y Directivos Docentes 2009-2012, de la Secretaría de Educación de Bogotá, y proponer lineamientos para la formulación de políticas para la formación docente. El trabajo, cuyos resultados completos reposan en el informe amplio de la investigación, se presenta a las comunidades académicas, universitarias y educativas para su estudio, análisis y uso especifico. Hay cinco palabras que nombran este libro, cada una se articula con las otras hasta configurar el titulo y proponer un orden; palabras que no están simplemente puestas, sino que convocan a escribir y problematizar; palabras que podemos reconocer como conceptos; palabras que se dirigen a los maestros y buscan interpelar a quienes se dedican a este oficio; palabras que, si alcanzan resonancia, podrían servirnos de libro-maquina entre quienes escriben, quienes leen, quienes editan y quienes las pueden usar para el debate o para la política. Estas palabras son: pensar, formación, maestro, experiencia y pedagogía, cada una de ellas abordadas en su actualidad. Estas palabras que atraviesan las páginas de este texto, y se entretejen para problematizar ese aquí y ahora de la formación del maestro y de su afirmación como sujeto potente, formador de nuevas realidades y potenciador de experiencias, son producto de la alianza el IDEP con la Universidad Pedagógica Nacional, en el marco de la cual se adelanto el proyecto que dio origen al presente libro.
Autor/a:
Soler Martín, Carolina – Prada Dussán, Maximiliano – Martínez Boom, Alberto – Calvo, Gloria – Martínez Pineda, María Cristina –
Editorial/Editor:
Instituto para la Investigación Educativa y el Desarrollo Pedagógico, IDEP
El profesor Diego Valor publica “La profesión de las meigas”, un ensayo sobre la brujería a la luz de documentos inéditos de la Inquisición.
La brujería ha acompañado al ser humano desde sus inicios hasta hoy. Oráculos, pitonisas, sacerdotisas chamanes, curanderos, brujos y otras formas de esoterismo han sido algo tan común desde la Antigüedad como la falta de métodos científicos para explicar la naturaleza o para curar enfermedades. Este fenómeno en España está íntimamente ligado, sobre todo, a Galicia y sus meigas. Pero… ¿Quiénes eran? ¿Cómo vivían? ¿Qué hacían? ¿Cómo las consideraba la sociedad? ¿Cómo actuó la Inquisición con ellas? El profesor Diego Valor Bravo ha tratado de responder a estas y otras preguntas desde una investigación puramente académica. Publica “La profesión de las meigas” (Ediciones Cydonia), basado, fundamentalmente, en los archivos de la Inquisición, donde ha encontrado documentos inéditos y extraordinariamente reveladores. El libro está prologado por el prestigioso juez, José Antonio Vázquez Taín.
“Este no es un libro de brujería, sino de antropología social, un ensayo científico en el que analizo socialmente el fenómeno, sin entrar en valoraciones y sin caer en esoterismos soterrados”, introduce el autor. “La brujería no pertenece al pasado, paseando por Madrid vemos cartistas, videntes, chamanes que se anuncian públicamente, es un fenómeno que está en los medios, cine, televisión porque despierta una infinita curiosidad, aunque entre ellos se encuentran muchos charlatanes y caraduras que se las dan de brujos y si van a la cárcel es por estafadores, no por brujos”, explica Valor.
Aunque brujas ha habido en todo el mundo, Galicia es imposible entenderla sin sus meigas, fenómeno que tuvo allí un especial arraigo. “No eran seres marginales, pertenecían al ámbito rural, muy primitivo, eran mujeres pobres, pero que tenía un poder especial. Vivían instaladas en su entorno social con total libertad, trabajaban de labradoras o posaderas, eran conocidas y ejercían su profesión libremente, no vivían apartadas, sino en el pueblo, y cumplían una función social, sanaban y hacían hechizos. La gente estaba convencida de que existía la magia y que había personas con capacidad para ejercerla y esto afectaba a toda la sociedad, a las clases sociales altas también les fascinaba su poder”, afirma.
De ahí que dedique un capítulo a las élites que practicaban la brujería. “Iglesia, nobleza, jueces… Por ejemplo, una sobrina del duque de Alba fue procesada por bruja o un catedrático de retórica de la universidad de Santiago. La brujería y la magia era algo muy transversal -afirma Valor-, el 95% de las meigas eran personas humildes del pueblo, pero a lo largo de la historia ha habido ejemplos de reyes, emperadores, papas, obispos, altas jerarquías que también la practicaron. Las élites se dedicaban a la alquimia, la nigromancia y la astrología, pero las meigas no hacían nada de esto porque eran funciones intelectuales para las que había que tener cultura y ellas eran personas mayoritariamente iletradas.
Por otro lado, afirma, “la brujería era profundamente femenina. En una sociedad machista y patriarcal, estaban convencidos de que la mujer era la portadora del pecado en el mundo desde Eva, presa de pensamientos impuros y del comportamiento sexual desordenado que provocaba deseo en el hombre, con lo cual se convertía en un agente maléfico y los pobres hombres eran víctimas sometidas a su poder mágico y pecaminoso”. El profesor destaca además que entre las meigas había cierta jerarquía, dependiendo de si tenían una escoba o media eran más o menos poderosas. “Yo distingo tres tipos de brujas, las sanadoras, llamadas sabias, que se dedicaban a hacer un bien, a curar a la gente, asistir partos, una especie de medicina homeopática muy básica que funcionaba en muchos casos; luego las hechiceras, cuyos hechizos hacían que ocurrieran cosas, quien buscaba novio quería una pócima de amor para enamorarlo”, subraya.
“Los ingredientes del hechizo podían ser cabellos, uñas, piedras, ropa, la escudilla, cedazos, tijeras… además de unas palabras mágicas o conjuro. También usaban hierbas para pócimas y ungüentos, empleaban plantas como la belladona o el cornezuelo, curaban lisiados, luxaciones, trataban problemas de artritis, de articulaciones… una especie de medicina natural que cumplía una función social positiva. Pero hay un tercer grupo de meigas -señala- que hacían el mal porque reconocen haber hecho pactos con el demonio, con el maligno, se han puesto al servicio del diablo, que les manda hacer el mal, llevar la enfermedad y la muerte, arruinar las cosechas del vecino o le quitar la leche a las vacas”.
Sostiene Valor, que “el poder de la bruja ha sido catalogado como algo paradójico, por una parte hace bien y por otra es temido y odiado, pero siempre es sentido como algo fascinante”. Y aporta algo novedoso, la idea de que cuando hablamos de brujería nos introducimos en el mundo de la psicología y psiquiatría. Cataloga la brujería como un producto de la mente humana que nos une a nuestra parte infantil, dominada por el pensamiento mágico. “Una persona que cree en la magia es un niño -afirma-, cuando éstos no saben cómo funcionan las cosas, ni tienen base racional para para explicarlas, aparece la magia. Está estudiado y comprobado que la gente que cree en la magia es aquella que mantiene ese mundo infantil muy presente. Hay una sugestión hacia las meigas y esto produce una relación psicológica entre ella y el cliente, que cree en su poder para solucionar su problema”.
La Inquisición fue la institución encargada de perseguir la brujería. Iba contra las brujas, encarnación del maligno. Pero, ¿persiguió la Iglesia realmente a la brujería? “Al contrario de lo que se cree, nunca hubo una persecución feroz de la brujería -afirma el profesor-, la Inquisición gallega solo quemó a una bruja en toda su historia y su persecución fue menor que en el resto de España. Se calcula que en Europa mataron unas 50.000 mujeres acusadas de brujería y en España a una docena. La Iglesia luchaba por la pureza de la fe y para ellos algo contradictorio, los inquisidores eran personas con formación humanista y consideraban la brujería un producto de la ignorancia y no le prestaba mucha atención. En Galicia las penas fueron más benignas que en otros sitios, veían un problema irresoluble porque formaba parte del pueblo, que era inculto y estaba muy arraigado en él. Sin embargo, -como dice Vázquez Taín en el prólogo- la jurisdicción ordinaria, sí que mató a las brujas, con lo cual da la curiosa paradoja, de que la Inquisición no actúa sobre ellas, pero la justicia ordinaria sí”, concluye.
Salama, Pierre. Contagio viral, contagio económico: riesgos políticos
en América Latina / Pierre Salama.- 1a ed.- Ciudad Autónoma de
Buenos Aires: CLACSO ; Montevideo: ALAS, 2021.
Libro digital, PDF
Archivo Digital: descarga
Traducción de: Amandine Bourg.
ISBN 978-987-722-839-7
1. Análisis Sociológico. 2. América Latina. I. Bourg, Amandine,
trad. II. Título.
CDD 301.098
CLACSO y ALAS, en un esfuerzo conjunto de edición, publican el ensayo Contagio viral, contagio económico, del reconocido latinoamericanista Pierre Salama. América Latina sufre una tendencia al estancamiento económico. Es una crisis estructural. La pandemia ha acentuado profundamente esta crisis y con ella las desigualdades ya insostenibles. El futuro no es ni conocido ni inevitable. Las tendencias son predecibles y dependen tanto de factores exógenos incontrolables como de la evolución de las relaciones de poder generadas por la crisis. Se puede considerar que, para todos los países, la amplitud de la crisis económica favorece el desarrollo de nuevas formas de dominación estatal. Sin embargo, si la crisis persiste y se desarrolla, con su procesión de nuevos pobres que se sumarán a los que ya lo eran, y con el empobrecimiento de las clases medias, como es probable que ocurra en América Latina, entonces el Estado parecerá cada vez más incapaz de encontrar soluciones para aliviar su costo social. (Tapa)
Descargue este interesante y actualizado libro en este enlace: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20210303102414/Contagio-viral.pdf
Fuente de la Información: Novedad Editorial: Contagio viral, Contagio económico de Pierre Salamana. Coedición CLACSO-ALAS
Este libro es fruto de una labor que abreva en diferentes perspectivas teórico-metodológicas para intentar dar cuenta de la complejidad que encierra el tratamiento de diferentes temas relacionados directamente con la pobreza en la prensa latinoamericana. Todos sus artículos son fruto de un estudio realizado a partir del corpus PoLaMe, conformado por textos periodísticos que abordan la pobreza en Argentina, Brasil, Colombia y México. Desde el análisis del vínculo entre derechos humanos y pobreza, pasando por las ideologías que subyacen a los discursos sobre la cuestión, hasta trabajos producidos desde la lingüística; este volumen intenta sumar perspectivas para analizar un fenómeno que constituye, tal vez, el problema más importante de América Latina.
La implementación de los sistemas de estímulos económicos por rendimiento académico introdujo modificaciones sustantivas en las formas de trabajo y en la cultura laboral en la Universidad. En este libro las autoras analizan cómo se articulan las lógicas de la productividad, que provienen de dichos sistemas, con la condición de género, para crear diferencias sutiles que profundizan, aún más, las desigualdades ya existentes entre investigadores e investigadoras de la UNAM.
Una versión resumida de esta reseña apareció en el diario La Nueva España el 21 de enero de 2021.
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En la variada turba de los que escriben libros, son frecuentes aquéllos siempre con prisa por ver sus palabras impresas, y que no cesan de acumular títulos como expresión natural de su creatividad. Al autor que aquí nos ocupa podríamos definirlo, de forma simple y rápida, sólo con decir que se encuentra en el extremo opuesto de todo eso. Eduardo García Fernández (Oviedo, 1968) es psicólogo clínico de profesión y lleva mucho tiempo tomando notas e hilvanando reflexiones en una búsqueda, literaria y existencial, que acaba de materializarse en su ópera prima, un precioso volumen que ha autoeditado en Oviedo y lleva por título El cazador de sombras. Hay libros de meses y de años, pero hay otros también que atesoran pensamiento y trabajo desde la juventud hasta la madurez de una vida, y éste es sin duda uno de ellos.
Eduardo se gana el pan de cada día escuchando historias y buscando en su arsenal de psicólogo las herramientas que mejor pueden servir para que los que a él acuden tomen el control de esa vida que a veces se empeña en obedecer, más que a nada, a las sombras y demonios que todos albergamos. No es raro que este oficio impregne lo que escribe y en El cazador de sombras encontramos buenas pruebas de que es así. Aforismos y relatos cortos son su forma de expresión favorita, y a través de ellos despliega una visión de la realidad transfigurada, que no desdeña el humor, con su terapia milagrosa de risas y sonrisas, pero que llega también a la exploración profunda del lenguaje como instrumento para despertar saberes dormidos y liberarnos de sombras y demonios.
La obra viene estructurada en dos secciones. La primera “Impresiones y digresiones”, trae sobre todo fragmentos breves, que se ajustan en ocasiones al concepto ramoniano de greguería = metáfora + humor: “El estornudo es el sistema de aspersión humano”, “Los arrecifes de coral son los collares de la tierra”, “La hoja con la que se tapaba el sexo Eva fue el primer vestigio del tanga”. Hay definiciones concisas, y también reflexiones sobre temas recurrentes, como el misterio de la creación literaria, que se desvela cuando Eduardo visita a sus autores predilectos en momentos clave. El significado del tiempo y su trascendencia dan lugar a numerosos aforismos: “El tiempo vuela y las manecillas del reloj lo atrapan para que sepamos qué hora es”, “Crear algo verdaderamente bello es traspasar las fronteras del tiempo”.
No faltan en esta primera parte fragmentos algo más extensos, a veces dedicados a seres fronterizos que ofrecen metáforas de nuestra conciencia inquieta, como las algas y su “movimiento pendular de vida y agonía” con el flujo y reflujo de las mareas. El sueño es siempre un observatorio privilegiado para acechar esa otra realidad que se persigue: “El cuerpo humano consta de grandes simas a cuyas profundidades viajamos mientras soñamos”. Y por momentos se alcanza una visión budista: “Entonces comprendes que todo es un gran sueño del cual no quieres despertar”.
Con su técnica minimalista, el autor expresa la visión fascinada del mundo de quien adivina en él su propio rostro, y a través de la alquimia de las sensaciones, las mutaciones de la vida alimentan un anhelo místico: “En los libros a veces aparece una hoja seca que desprendió su humedad entre tintas y grafismos. Contiene una serie de finos nervios translúcidos, casi imperceptibles al ojo, por donde un día circularon líquidos de vida. Hoy es una radiografía de lo que fue.” Vamos así más allá de la existencia sin alma que hemos creado en nuestro tiempo: “Por encima de los ruidos y las prisas de la ciudad y a medio camino de los aviones, los satélites y la estación internacional espacial, aún existen las bandadas de pájaros.”
La contemplación de la naturaleza lleva a la comunión panteísta con el cosmos: “Una minúscula parte del líquido amniótico del universo viaja en nuestro interior. Al morir, liberamos el contenido que formará parte de una lejana estrella en proceso de creación.” Y el lenguaje es la herramienta que nos hace conscientes del milagro.
En la segunda parte de El cazador de sombras, siguen las cavilaciones de Eduardo García sobre sus temas favoritos, pero ahora con la forma de relatos breves. Así, por ejemplo, sobre la música, vía y meta a la vez de la catarsis, la primera parte apunta intuiciones como: “El universo encierra un silencio de cámara sellada, pero Mozart y Bach tenían la llave de la cámara.” Y en la segunda parte esta misma idea se desarrolla en una historia legendaria y simbólica que permite explorar la afinidad de la música y el silencio.
Las narraciones que se van sucediendo arrancan a veces de una experiencia perfectamente normal, de vivencias y sensaciones cotidianas, pero se las arreglan para llevarnos a territorios secretos que expresan el paso al otro lado y el alborear de otra conciencia: la irrupción del deslumbramiento. Los escenarios que van surgiendo escapan de la trivialidad con un bagaje inquieto de sincronicidades y presentimientos que se describen minuciosamente, al tiempo que el lenguaje alcanza muchas veces intensidad de prosa poética.
En estos relatos, el hado burlón que se cuela en las rutinas de la vida trastoca nuestras inercias lógicas con destellos de magia y nos lleva al mundo de misterio que visitamos todas las noches. El itinerario es muy viejo: partir de la realidad para construir otra a través de los vasos comunicantes del sueño: realismo trascendente, realismo fantástico, surrealismo… ¿Por qué poner etiquetas de hoy a algo tan antiguo como los mitos más clásicos?
Hay crónicas de viajes extraños, con bifurcaciones y rupturas oníricas, y leyendas que nacen para expresar intuiciones del autor, pesadillas de objetos rebeldes, animales que nos describen sus costumbres y sus rituales de iniciación, fábulas y desdoblamientos, heridas en las que cristaliza una obsesión y enseres rotos que se resisten a la indolencia a la que los hemos condenado. Éstos son los paisajes que ilumina la luna, y a través de ellos descubrimos que una asombrosa libertad, germinada en la mente, es capaz de triunfar de las inercias de la materia.
Y a fin de cuentas, el argumento decisivo resulta ser la búsqueda de una nueva visión y el presentimiento de la secreta unidad de todo a la que la literatura nos permite aproximarnos: “Desde la primera letra que escribí con cinco años hasta la última que escriba, todas ellas las reuniría y las agitaría sobre una gran mesa; seguro que formarían un gran ojo que pretende ver y comprender.”
El cazador de sombras es una indagación del poder de la palabra para aquietar la conciencia y escuchar la música que palpita en su fondo, más allá de los ruidos que el mundo nos impone. En este tiempo nuestro, dominado por los necios aquelarres de la materia bruta y la mercantilización de todo, y en una sociedad del espectáculo despojada de cualquier trascendencia, podemos estar seguros de que no hay empeño más noble ni más necesario. Con este primer libro, fruto de muchos años de reflexión, Eduardo García Fernández nos muestra cómo el lenguaje se convierte a veces en música de sonidos e ideas y es capaz de descubrir la secreta hermandad de todos los seres.
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