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Libro PDF: Virtuceno «La época sin lugar ni tiempo»

Autor: Juan Carlos Casco Casco

Este libro ha sido elaborado por el equipo de Emprendedorex, fruto del trabajo conjunto, proyectos y reflexiones con otros equipos y organizaciones con los que diseñamos y llevamos a cabo iniciativas transformadoras en los campos de la educación, la innovación, el emprendimiento y el liderazgo.

Título de la obra: VIRTUCENO. La era sin lugar ni tiempo
Autor: Juan Carlos Casco Casco
Diseño: Fernando Alejandro Barrena Mera
Logística: Damián Pérez Bueno
Editorial: Emprendedorex ©2020
ISBN: 978-84-09-26161-1
Impreso en España

Reseña:

Hace 4.500 millones de años nació un planeta en el que la vida apareció recientemente, en el suspiro cósmico de 560 millones de años.
Unos diminutos seres unicelulares que fueron evolucionando hacia formas de vida más complejas.
Desde sus orígenes, la Tierra ha sufrido todo tipo de cataclismos y transformaciones apocalípticas, impactos de cometas y meteoritos y
fuerzas telúricas descomunales (movimientos tectónicos, terremotos y volcanes) que han transformado su estructura. Desde la distancia, nuestro mundo no es más que una diminuta bola azul prendida del brazo de Orión en la Vía Láctea, un planeta de una belleza exultante, una auténtica rareza cósmica de una fragilidad tan extrema que desde su contemplación exterior sólo puede despertar asombro, admiración y un sentimiento espontáneo de protección maternal.
Fruto de un largo periodo evolutivo de 7 millones de años hace su aparición el ser humano (2,5 millones de años), una especie parecida a un
mono que surgió en África y se extendió rápidamente por todos los continentes. Impulsados por nuestra curiosidad y deseo de explorarlo todo, hemos colonizado todos los rincones de la Tierra, transformado su superficie, visitado otros planetas, e incluso hemos llegado a poner una nave en
el espacio interestelar. Convertidos en creadores sin límite, nos hemos consagrado en arquitectos y constructores de todo tipo de realidades materiales.
Podíamos habernos quedado ahí, pero algo hay en nuestro interior, en nuestro ADN, que nos impulsa siempre a ir más allá. Cuando dominamos los secretos del mundo físico, un nuevo sentimiento nos invadió, un deseo irrefrenable por rebasar la última frontera: romper con el
mundo físico que nos atrapaba en la tiranía de sus leyes, en la cárcel de la materia, el espacio y el tiempo. Y desde ahí decidimos dar un nuevo salto y crear un universo nuevo para habitarlo: El VIRTUCENO, un mundo sin lugares ni tiempo.

Bienvenidos y bienvenidas a la era del VIRTUCENO.

 

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Fuente: http://juancarloscasco.emprendedorex.com/wp-content/uploads/2020/12/Virtuceno.pdf

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Joan Benach : “Una niña recién nacida en Suecia puede vivir 43 años más que una nacida en Sierra Leona”

Desigualdad en salud: la mayor epidemia del siglo XXI

Cualquier transformación social tiene su origen en otra manera de mirar y entender la realidad. Hoy en día, la pobreza, la exclusión social y las desigualdades sociales son inmensas, escandalosas, mucho mayores de lo que observamos a simple vista, de lo que queremos ver o incluso de lo que podemos imaginar. Para ver esa otra realidad necesitamos buena información y mucha reflexión, y eso es difícil. Solo con capacidad crítica, tiempo y esfuerzo se aprende a mirar mejor y entender lo oculto, lo invisible. En un tiempo de inmoralidad y barbarie donde el pragmatismo todo lo invade, la codicia es omnipresente, se idolatra al dinero, se manipula la información, se falsea la historia y donde casi todo se maquilla, es preciso preservar el sentido del horror y de la realidad. Es preciso comprometerse con el derecho a la protección y promoción de la salud que deben tener todos los habitantes del planeta. No caben excusas, nos va en ello nuestra salud. El objetivo de este artículo es presentar algunas de las principales claves, a menudo invisibles, que caracterizan a la peor epidemia de nuestro siglo: la desigualdad en salud.

La desigualdad en salud, la peor epidemia 

En las ventanas del alma, que son los ojos, se expresa lo más íntimo del ser humano. Cuando nuestra mirada es capaz de percibir las condiciones de vida y trabajo, los rostros de dolor, el sufrimiento y la lucha de las personas y de los pueblos, mirar es comprender. Pero además, necesitamos cuantificar la magnitud de lo que estamos viendo y las cifras reflejan dramas colectivos: hoy en día una niña recién nacida en Suecia puede vivir 43 años más que una niña nacida en Sierra Leona. Pero esa muerte desigual no se produce solo entre Suecia y Sierra Leona, sino entre un puñado de países ricos y Malí, Haití, Mozambique, Uganda, Nepal, Bangladesh… La desigualdad se produce, sobre todo, entre los países ricos, «sobredesarrollados[1]», y las más de 2.000 millones de personas que viven en los países más pobres del planeta. En los países «en desarrollo», que mejor habría que llamar «países arrollados por el desarrollo ajeno[2]», aproximadamente el 40% de los infantes de dos años tienen una estatura menor de la que les corresponde y las tasas de mortalidad materna son, en promedio, 30 veces las de los países ricos. El riesgo de que una mujer sueca muera durante el embarazo o el parto es de uno entre 17.400, mientras que el de una afganesa es de uno entre ocho. En Uganda, 200 de cada 1.000 niños nacidos en los hogares más pobres morirán antes de su quinto cumpleaños mientras que en los países ricos solo morirán siete de cada 1.000. También en los adultos hay claras desigualdades: la probabilidad de morir entre los 15 y 60 años es más de diez veces superior en Lesoto, al sur de África, que en Suecia. En Australia los varones indígenas viven unos 17 años menos como promedio que aquellos de origen no indígena[3].

La salud es política. Un planeta enfermo de desigualdades.

El impacto que hechos como estos tienen sobre la salud pública del planeta es gigantesco. Si todo el planeta consiguiera alcanzar el nivel de mortalidad infantil que hoy tiene Islandia (el más bajo del mundo en 2002), cada año podría evitarse la muerte de más de 11 millones de niños. Tres datos sirven de referencia para valorar la importancia de este hecho: en el año 2002 murieron más de un millón y medio de personas de tuberculosis, más de un millón de malaria y casi tres millones de sida. Si cada civilización crea sus propias enfermedades y sus propias epidemias, la enfermedad más importante de nuestra época, su epidemia más devastadora, no es la tuberculosis, la malaria, o el sida, sino la desigualdad de la salud.

Países relativamente ricos como Rusia, Hungría y otros países del este de Europa tienen una esperanza de vida 10 años menor que la de países como Suecia o Japón[4]. Entre los países menos desarrollados, Costa Rica y Cuba tienen 10 años más de esperanza de vida que Perú, 20 años más que Haití y 30 años más que Angola[5]. Estas cifras promedio de cada país esconden a su vez enormes desigualdades internas. En un mismo país hay regiones o barrios donde viven personas con niveles de riqueza y riesgos de tipo social, ambiental o personal para la salud muy distintos según cual sean su clase social, género o etnia. Y los países ricos no están en absoluto exentos de desigualdad. Las áreas más pobres de la ciudad escocesa de Glasgow tienen una esperanza de vida 28 años menor que las zonas más ricas de esta ciudad[6]. Un hombre, con estudios universitarios, con un trabajo estable como profesional, que tiene apoyo familiar y social, y que vive en un barrio acomodado, no solo tiene mayores recursos sino también una probabilidad mucho mayor de tener un mejor nivel de salud que una mujer emigrante, negra, sin estudios, desempleada, sin apoyo social ni familiar, y que vive en un barrio marginado de la misma ciudad. En general, la desigualdad afecta sobre todo a los grupos más explotados, oprimidos o excluidos de la sociedad que además, suelen vivir en los barrios más pobres y marginados sufriendo un proceso de desigualdad múltiple. Entre los grupos sociales más afectados destacan los trabajadores y trabajadoras más pobres, las clases sociales más explotadas, las mujeres pobres desempleadas que viven solas con sus hijos, los desempleados sin recursos, o los inmigrantes ilegales más pobres a quienes se les niega el trabajo, o las personas sin techo o en situación de grave marginación social.

Estados Unidos, el país más poderoso de la tierra, el país que produce un tercio de la riqueza mundial, es también uno de los 27 países más adelantados en ampliar las desigualdades. Cerca de una de cada diez familias es pobre, uno de cada cinco habitantes es analfabeto funcional y los servicios de salud de gran parte de la población están hechos añicos: casi 44 millones de personas (8,5 millones de niños), el 15% de la población del país, no tienen seguro médico. Algunos condados del estado de Dakota del Sur tienen, en promedio, 12 años menos de esperanza de vida en los hombres y 17 en las mujeres que en Minneapolis o Utah[7]. Si las tasas de mortalidad de la población de raza negra durante la década de los noventa hubieran sido iguales a las de raza blanca se hubieran evitado cerca de 900.000 muertes. En el barrio de Harlem, en el norte de Manhattan (Nueva York), viven alrededor de 115.000 personas, un 40% de las cuales son pobres, y la mayoría son negros. La peor salud de los habitantes de Harlem ha sido estudiada desde hace tiempo. Hace más de una década dos médicos del Harlem Hospital señalaron que las tasas de mortalidad de los jóvenes de Harlem sextuplicaban a las del promedio de los jóvenes de Estados Unidos y mostraron que es menos probable que los negros de Harlem llegaran a los 65 años que los habitantes de un país tan pobre como Bangladesh[8]. Es revelador constatar que ser pobre y vivir en una zona rica puede ser más dañino para la salud que ser aún más pobre pero vivir en una zona pobre. Aunque menos visibles que la pobreza medida en valor absoluto, las desigualdades sociales dañan profundamente nuestra salud.

La desigualdad en salud tiene varias caras 

Desde muy antiguo sabemos que la pobreza afecta a nuestra vida y a nuestra salud. Los pobres enferman en mayor proporción y mueren antes que quienes son más ricos. No obstante, en otros casos no tan extremos, las cosas no parecen tan evidentes. Por ejemplo, ¿qué ocurre con la salud de quienes solo son «un poco» pobres?, ¿cuál es la salud de los ciudadanos que poseen un nivel de riqueza y bienestar material medio en comparación con quienes poseen el nivel más elevado? Para contestar a esas preguntas no basta el sentido común. Comprender las relaciones existentes entre la desigualdad social y la desigualdad en la salud es algo mucho más complejo que el simple hecho de constatar la enorme diferencia en la riqueza o la muerte existente entre los individuos y grupos que están en los extremos de la escala social, o entre las naciones o áreas geográficas muy ricas o muy pobres. Tres décadas de abundante investigación científica han permitido sacar a la luz cinco elementos clave de la desigualdad en la salud: las desigualdades son enormes, graduales, crecientes, adaptativas e históricas.

La salud de quienes están mejor socioeconómicamente y quienes viven en las áreas más privilegiadas de los países o las ciudades es mucho mejor que la de la población más desfavorecida. De hecho, las diferencias en la probabilidad de morir entre las clases sociales extremas son tan grandes que superan en magnitud a las producidas por el tabaquismo, el factor de riesgo para la salud más estudiado durante la segunda mitad del siglo XX[9]. En Gran Bretaña, un número muy amplio de estudios ha mostrado las desigualdades entre clases sociales. Por ejemplo, los profesionales y directivos tienen casi diez años más de esperanza de vida al nacer que los trabajadores manuales[10]. Si las clases sociales británicas más pobres tuvieran las mismas tasas de mortalidad de las más ricas cada año podrían evitarse 42.000 muertes en el grupo de población de 16 a 74 años[11].

Las desigualdades se extienden a lo largo de toda la escala social. A medida que descendemos en la escala social, en el nivel de riqueza o en la educación, la salud de las personas también empeora progresivamente. Las implicaciones sociales y políticas de este descubrimiento son muy importantes. En realidad, a mayores ventajas socioeconómicas, mayor esperanza de vida y mayores niveles de salud. En Estados Unidos, un estudio que analizó 300.000 hombres de raza blanca según su nivel de ingresos familiar, mostró un gradiente en el nivel de mortalidad en 11 de 12 categorías estudiadas: a menor renta, mayor mortalidad[12]. El mismo gradiente se ha apreciado también en la apreciación de nuestra propia salud (estado de salud autopercibido), la obesidad, el nivel de colesterol y de glucosa en sangre, o en la exposición a factores de estrés existentes en el medio laboral como la realización de un trabajo poco variado o tener un bajo control en el lugar de trabajo[13]. Así pues, personas sin grandes necesidades materiales o personales y sin especiales riesgos para la salud mueren antes y enferman más que aquellas que están situadas inmediatamente por encima en la escala social. Aunque la investigación científica no ha logrado aclarar aún con detalle sus causas últimas, hay acuerdo en una cosa: existe algo intrínseco en la jerarquía y en la desigualdad social que daña la salud[14].

Si todo el planeta alcanzase el nivel de mortalidad infantil que hoy tiene Islandia (el más bajo del mundo en 2002), cada año podría evitarse la muerte de más de 11 millones de niños

Aunque durante el siglo XX las tasas de mortalidad de los países (especialmente la de los ricos) se redujeron notablemente, las desigualdades en mortalidad por clase social entre los países y entre las clases sociales han aumentado[15]. Por ejemplo, al comparar hombres de mediana edad de las clases manual y no manual en Finlandia, el riesgo de morir creció desde 1,6 (60% mayor) en 1980-84 hasta casi 2 (el doble) en 1990-94. La sociedad cambia, las enfermedades varían y los servicios sanitarios mejoran, pero el gradiente en diferencias de salud injustas y evitables persiste o aumenta[16].

Los grupos sociales más privilegiados se benefician antes y en mayor proporción de las acciones e intervenciones sociales y sanitarias dirigidas a mejorar la salud. Ya sea en el uso de los servicios de planificación familiar, en las pruebas de detección precoz del cáncer de mama o en el uso de los servicios sanitarios. Es más, con frecuencia funciona la llamada «ley inversa de atención sanitaria». Es decir, el uso y calidad de la asistencia sanitaria varía en sentido inverso a las necesidades de la población[17]. A mayores necesidades, menor y peor atención. Un ejemplo de esa ley es la exportación del tabaquismo desde los países ricos hacia los países más pobres y el trasvase de esa adicción hacia los estratos más bajos en la escala social. Las agresivas campañas de las empresas tabacaleras, aunque con frecuencia sutiles, con su promoción en los países pobres, y la defensa de la «libertad individual» en los países ricos, han ayudado a descubrir y mantener el hábito de fumar a los más de 1.100 millones de fumadores del planeta. Mientras que en los últimos 40 años el consumo de tabaco se ha reducido a la mitad en los países ricos, en los países pobres, con China a la cabeza, el consumo se ha duplicado. Hoy el 80% de fumadores vive en los países pobres.

La historia nos ayuda a entender que la aparición de la desigualdad en salud no es fija ni inevitable. La esperanza de vida al nacer ha aumentado durante el siglo XX debido sobre todo a un rápido descenso de las tasas de mortalidad materno-infantil, la infancia y la primera etapa de la edad adulta. Los principales determinantes de esa mejora hay que buscarlos en el desarrollo económico, la mejora en las condiciones de vida, y la puesta en práctica de medidas de salud pública.

La Comisión de Determinantes Sociales de la Salud 

A principios del 2005, la Organización Mundial de la Salud (OMS) creó la Comisión sobre Determinantes Sociales de la Salud (CSDH), con el propósito de recoger y resumir la información científica disponible sobre cómo factores sociales como las relaciones de empleo, la globalización, los servicios sanitarios, la exclusión social, el género, el ambiente urbano, o el desarrollo infantil generan desigualdades de salud en el mundo entero y generar recomendaciones políticas para su reducción.

Dirigida por el epidemiólogo británico de origen australiano Michael Marmot, la comisión se constituyó a partir de científicos, políticos, expertos y miembros de la sociedad civil. Junto a un amplio grupo de comisionados del mundo de la política y la ciencia, entre los que se incluye el expresidente de Chile Ricardo Lagos, el senador italiano Giovanni Berlinguer y el Premio Nobel de Economía Amartya Sen, en el proceso de generación de información, jugaron un papel muy importante las redes de conocimiento o grupos de investigación que realizaron el trabajo de resumir el conocimiento científico disponible (como las relaciones de empleo y trabajo, la globalización, los servicios sanitarios, la exclusión social, el género, el ambiente urbano, o el desarrollo infantil). En agosto de 2008 se publicó el informe «Reducir la Desigualdad en una generación: equidad en salud a través de la acción sobre los determinantes sociales de la salud», donde se reflejan las principales conclusiones y recomendaciones políticas de la comisión.

En el informe se documenta ampliamente el hecho de que la desigualdad en salud es la principal «enfermedad» que asola nuestro planeta y también muestra con claridad cómo los países más ricos tampoco están libres de la desigualdad en salud. Además, destaca también el hecho de que las causas fundamentales de la desigualdad en salud no se encuentran en factores biológicos o genéticos, los «estilos de vida», los servicios de salud o, incluso, en la riqueza general del país.

Hay muy pocas enfermedades «puramente» genéticas y estas afectan a un porcentaje de población muy pequeño. La predisposición genética casi nunca produce efectos inevitables. Además, los factores biológicos interactúan constantemente con el ambiente y una desventaja inicial genética puede ser habitualmente compensada mediante un cambio social.

Las conductas relacionadas con la salud o los mal llamados «estilos de vida» no provienen de elecciones puramente personales y «libres»

Las conductas relacionadas con la salud o los mal llamados «estilos de vida» no provienen de elecciones puramente personales y «libres». Tres cuartas partes de la humanidad (unos 4.500 millones de seres humanos) no disponen de la opción de elegir libremente factores fundamentales para la salud como seguir una alimentación adecuada, vivir en un ambiente saludable o tener un trabajo gratificante que no sea nocivo para la salud. Así pues, la salud no la elige quien quiere sino quien puede.

Aunque importantes, tampoco los servicios sanitarios constituyen el factor fundamental que genera desigualdades en salud. Se ha podido documentar, por ejemplo que, desde mediados del siglo XIX la mortalidad en Inglaterra y Gales disminuyó debido, sobre todo, al control de enfermedades infecciosas mediante intervenciones sanitarias y personales como la mejora de la nutrición, el control higiénico del agua y los alimentos, y la limitación en el crecimiento de la población debido a los cambios en las prácticas reproductivas[18][19]. Ello ocurrió décadas antes de que existieran tratamientos médicos o vacunas efectivas.

Los múltiples estudios científicos recogidos por la Comisión muestran como, en comparación con las personas que tienen más riqueza, educación y poder, las personas de las clases sociales más pobres y explotadas son quienes tienen a la vez los peores perfiles de exposición a factores biológicos, conductuales, y servicios de salud que, finalmente, se manifiestan en un peor estado de salud. Entre los factores sociales la Comisión destaca las malas condiciones de empleo con una mayor precariedad laboral, el no poseer una vivienda digna y bien acondicionada, el no disponer de agua limpia, la falta de protección y servicios sociales, o el no tener los recursos económicos, educativos y las oportunidades necesarias para llevar una vida saludable como tienen las personas en mejor situación económica, cultural o política. La combinación «tóxica» de factores sociales daña la salud de las personas en peor situación social y empeora también otros factores de riesgo que a su vez dañan la biología, generan enfermedad y aumentan el riesgo de fallecer. Así pues, el origen de la desigualdad en salud deriva del conjunto de determinantes sociales, económicos y políticos que anteceden a la generación de causas como las citadas entre y dentro de los países. Es lo que la Comisión ha denominado, las «causas de las causas» de la enfermedad y la desigualdad. Es decir, de la desigual distribución en el poder económico y social existente entre y dentro de los países que condiciona las políticas sociales y económicas que a su vez influye en la salud de las personas.

La Comisión y la publicación de los distintos trabajos que se han realizado suponen un importante paso para la salud pública global, comparable a los primeros documentos de la OMS sobre los efectos nocivos del tabaco o la conferencia de Alma Ata sobre salud primaria. El informe de la Comisión representa una oportunidad única para lograr que muchos millones de personas conozcan por vez primera este tema y que salgan a la luz tres puntos esenciales: que existe un fenómeno de salud pública muy importante llamado «desigualdad en salud»; que este se produce fundamentalmente por causas económicas y políticas; y que podemos actuar políticamente para cambiar esa realidad. No obstante, el informe no cubre temas de tanta importancia como adentrarse en los problemas del capitalismo neoliberal, la desigualdad de clase como motor del crecimiento capitalista, el papel del imperialismo, o las alternativas socialistas en América Latina, entre otras ausencias notables.

La combinación «tóxica» de factores sociales daña la salud de las personas en peor situación social y empeora también otros factores de riesgo que a su vez dañan la biología

La Comisión plantea oportunidades estratégicas para generar una agenda local y global que ayude a formular, planificar y poner en marcha políticas y programas sobre los principales determinantes sociales relacionados con la salud a corto, medio y largo plazo. Hay que aumentar la igualdad social con un reparto más equitativo de la riqueza y una redistribución más igualitaria del poder internacional. Las intervenciones tienen que ver con la mejora de las condiciones de empleo y trabajo, la situación de los inmigrantes, las condiciones que afectan al desarrollo infantil, las desigualdades de género, o los problemas de vivienda y exclusión social, entre otros. También se requiere disponer de políticas fiscales que redistribuyan la riqueza de forma mucho más igualitaria, de políticas sociales que disminuyan drásticamente el desempleo, la precariedad laboral y la exclusión social y, también, políticas que incrementen el acceso y calidad de la educación, la vivienda, y los servicios sanitarios entre quienes más lo necesitan. Sin embargo, dado que las desigualdades de la salud persisten incluso en aquellas sociedades que poseen la menor desigualdad de renta, la mejor educación pública, y el más elevado nivel de salud pública y de servicios sanitarios, todo hace a pensar que sin transformar la estructura económica y política a nivel nacional e internacional, es decir las desigualdades de poder y de recursos económicos que atenazan al planeta, no parece que sea posible reducir las desigualdades en salud.

La reducción de la desigualdad en salud debería constituir una prioridad en la agenda política de cualquier gobierno y administración pública. Para lograrlo habrá que cambiar drásticamente muchas de las prioridades políticas y económicas actuales e, inevitablemente, hacer frente a los poderosos intereses que hoy generan la desigualdad social.

La red de condiciones de empleo y trabajo

Entre los factores más importantes que conforman la posición social se deben considerar las condiciones de trabajo y empleo. El trabajo es el medio de subsistencia de las personas. Las personas trabajan dentro o fuera de sus casas, con o sin contrato laboral y en condiciones saludables o peligrosas. Los factores relacionados con las condiciones de trabajo, es decir las tareas y funciones que los trabajadores realizan en un determinado puesto de trabajo o bien los aspectos materiales del trabajo, las condiciones físicas, químicas, biológicas y ergonómicas y los factores psicosociales, han recibido una gran atención y se reconocen como determinantes sociales de la salud y de las desigualdades en salud. Sin embargo, no se puede decir lo mismo en el caso de las condiciones de empleo. Esto ocurre principalmente por la confusión entre los conceptos de trabajo y empleo. Para distinguir bien estos dos conceptos, se puede pensar en el siguiente ejemplo: dos personas pueden realizar el mismo trabajo en la misma empresa, compartir las mismas condiciones de trabajo, pero no obstante, trabajar bajo distintas condiciones de empleo. El primer trabajador puede ser un empleado directo y permanente de la empresa, mientras que el segundo es un trabajador temporal contratado por un empleador externo. En este caso, existen tres diferencias potenciales en cuanto a las condiciones de empleo. Primero, el primer trabajador tiene un contrato permanente mientras que el segundo tiene un contrato temporal o ningún tipo de contrato. Segundo, el primer trabajador puede estar cubierto por el sistema de la seguridad social, con derecho a baja laboral, subsidio de desempleo y cotización para la jubilación, mientras que el segundo recibe una cobertura parcial o nula. Finalmente, el primer trabajador puede formar parte de un sindicato, mientras que el segundo no tiene ninguna opción de ser representado o participar activamente en él.

Para tratar estos temas, a petición de la Comisión de Determinantes Sociales de la Salud, se creó la red de conocimiento en condiciones de empleo (EMCONET), con el objetivo de ayudar a desarrollar modelos y medidas para esclarecer cómo diferentes condiciones de empleo y trabajo afectan a la salud de los trabajadores. En el informe, que se encuentra disponible en Internet y que en breve será publicado y actualizado en un libro, se ofrece una descripción global y el análisis de las condiciones de empleo y las desigualdades en salud. Además, se identifican políticas e intervenciones a nivel comunitario, efectivas para reducir las desigualdades en salud.

El primer resultado de EMCONET se resume en un glosario donde se definen una serie de términos que ayudan a entender las diferentes condiciones de empleo y ejes de desigualdad. Como se comentó anteriormente, las condiciones de empleo, se entienden como aquellas condiciones o circunstancias en que la persona se ve envuelta en su trabajo u ocupación y normalmente tiene que ver con el acuerdo o la relación entre empleado y empleador. En este sentido se consideran las siguientes condiciones de empleo: empleo estándar, permanente o a tiempo completo, desempleo, empleo precario, empleo informal, trabajo infantil, y esclavitud. Se define también el término de empleo justo que engloba una perspectiva de salud pública en la que las relaciones justas de empleo son un prerrequisito para reducir pobreza, mejorar la salud y reducir las desigualdades en salud. Este implica libertad de coerción, seguridad del trabajo, salario justo, protección del trabajo y beneficios sociales, respeto y dignidad en el trabajo, participación en el trabajo, enriquecimiento y falta de alienación. Estos términos se analizan a través de lo que se denomina ejes de desigualdad, que permiten hacer visible la desigualdad en cada una de las condiciones de empleo consideradas. Se consideran ejes de desigualdad el género, la edad, la etnia, el estado migratorio, la clase social y la localización geográfica.

Los niños trabajadores de la Costa de Marfil, los desarmadores de barcos en el sur de Asia o las maquiladoras de centro América, los pescadores del lago Tanzania, son algunos ejemplos de la situación de precariedad en la viven y trabajan millones de personas en el mundo. Y las cifras que se derivan son realmente alarmantes. Por ejemplo, que, en la actualidad, 190 millones de personas en el mundo (alrededor del 30% en los países en desarrollo y de 4 a 12% en los países desarrollados) están desempleados y que las mujeres, los jóvenes, los de menor educación y los trabajadores manuales son los más probables a ser desempleados. Por otro lado, alrededor de 550 millones de personas trabajan en situación de precariedad. La precariedad se manifiesta en cifras extremadamente altas en los países subsaharianos, por ejemplo, Sierra Leona, Liberia o Uganda presentan más del 80% de trabajadores en situación de precariedad. Por otro lado, se estima que el 25% de la población trabaja en situación de informalidad. La economía informal en países pobres afecta al 50-75% de los trabajadores, excluyendo aquellos que están empleados en la agricultura. Una cifra que tampoco puede pasar desapercibida es que 218 millones de niños en el mundo trabajan y 126 se ven envueltos en trabajos de riesgo. Alrededor de 2,5 millones se encuentran en países desarrollados, mientras que en países en vías de desarrollo el porcentaje de niños trabajadores oscila entre el 4% y el 67%. Igualmente alarmantes son los datos relacionados con distintas formas de trabajo esclavo o forzado que persisten en la actualidad: entre 12-28 millones de personas en el mundo trabajan en condiciones de esclavitud (alrededor de un 20% se relaciona con el tráfico de personas). Las mujeres y niñas son las víctimas más frecuentes del trabajo esclavo (56%) y de la explotación sexual (98%).

Estas cifras reclaman acciones inmediatas para mejorar la vida de millones de personas. EMCONET recoge en su libro algunos ejemplos de intervenciones para mejorar las condiciones de empleo y reducir las desigualdades en salud, principalmente a nivel político. Se describen también algunas alternativas, como la creación de cooperativas en Venezuela, Argentina y Brasil. En este sentido es importante destacar la participación de los movimientos sociales.

A modo de conclusión

La desigualdad social daña nuestra salud en forma desigual. Hemos visto cómo la desigualdad en salud es el resultado de la acumulación de efectos producidos por las condiciones políticas, económicas y sociales que afectan a la población.

Un determinante fundamental de la equidad de la salud es tener mayor justicia. Y para ello hace falta aumentar la igualdad social con un reparto equitativo de la riqueza y una redistribución igualitaria de los beneficios que favorezca a quienes menos tienen. No es posible reducir las desigualdades en salud sin transformar la organización, la estructura socio-política y las desigualdades de poder que atenazan al planeta.

La actual globalización capitalista ha ensanchado las desigualdades sociales y de salud hasta extremos jamás conocidos en la historia. Hoy en día, se estima que entre un 10% y un 20% de la población mundial vive con un nivel material muy elevado y un gasto de recursos excesivo, para lo cual deben a la vez explotarse y protegerse de quienes no tienen o tienen muy poco. Un poder tan desigual beneficia o daña muy desigualmente la salud de las gentes de modo que el bienestar y la salud de unos pocos se alimenta del sufrimiento y la mala salud de la mayoría. Detrás de la actual globalización neoliberal lo que está en juego es la salud y el bienestar de las personas.

En el siglo XXI, es preciso un compromiso real, personal y colectivo, con el derecho a la prevención de la enfermedad, y a la protección y promoción de la salud que deben tener todos los habitantes del planeta. Ello requerirá hacer frente a intereses muy poderosos, cambiar de forma drástica las prioridades sociales y económicas e incluso cambiar los sistemas políticos y económicos actuales. Nos vale en ello la salud de todos.

Texto publicado conjuntamente con Montse Vergara y Carles Muntaner en la revista Papeles Ecosociales. 2008, N° 103:29-40.

Notas:

1. Jorge Riechmann, Todo tiene un límite. Ecología y transformación social, Debate, Madrid, 2001.

2. Eduardo Galeano, Patas arriba. La escuela del mundo al revés, Siglo XXI, Madrid, 1998.

3. CSDH, «Closing the gap in a generation. Health equity through action on the social determinants of health». Final Report of the Comission on Social Determinants of Health, World Health Organization, Ginebra, 2008.

4. Martin Bobak, Michael Marmot, «East-West mortality divide and its potential explanations: proposed research agenda», BMJ, 312, 1996, pp. 421-425.

5. Banco Mundial, Informe sobre el desarrollo mundial, Banco Mundial, Madrid, 1993.

6. Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Informe sobre desarrollo humano, Ediciones Mundi-Prensa, Barcelona, 2000.

7. Cristopher J. L. Murray, Catherine M. Michaud, Matthew T. McKenna, James S. Marks, U.S. Patterns of Mortality by County and Race: 1965-1994, U.S. Burden of Disease and Injury Monograph Series, Harvard School of Public Health and Centers for Disease Control and Prevention, Cambridge and Atlanta, 1998.

8. Colin McCord, Harold P. Freeman, «Excess Mortality in Harlem», New Engl J Med, 1990, 322, pp. 173-177.

9. Marcia Angell. «Privilege and health – What is the connection?», N Engl J Med, 1993, 329, 2, pp.126-127.

10. Lin Hattersley, «Trends in life expectancy by social class: an update», World Health Stat Q, 1999, 2, pp.17-24.

11. Íbidem.

12. George Davey Smith, James D. Neaton, Deborah Wentworth, Rose Stamler, Jeremiah Stamler, «Socioeconomic differentials in mortality risk among men screened for the Multiple Risk Factor Intervention Trial. I. White men», Am J Public Health, 1996, 86, pp. 486-496.

13. Michael Marmot, George Davey Smith, Stephen Stansfeld S, et al., «Health inequalities among British Civil Servants: The Whitehall II study», Lancet, 1991, 337, 1387-1393.

14. Robert G. Evans, Morris L. Barer, Theodore R. Marmor (coord.), Why are some people healthy and others not?, Aldine De Gruyer, New York, 1994.

15. Michael Marmot, Martin Bobak, George Davey Smith. «Explanations for Social Inequalities in Health», en Benjamin C. Amick III, Sol Levine, Alvin R. Tarlov, Diana Chapman (coord.): Society & Health, Oxford University Press, New York, 1995.

16. Zosia Kmietowicz, «Gap between classes in life expectancy is widening», BMJ, 2003, 327, p. 68.

17. Julian Tudor Hart, «The Inverse Care Law», Lancet, 1971, i, pp. 405-412.

18. Thomas McKeown, R. G. Record, R. D. Turner, «An interpretation of the decline in mortality in England and Wales during the twentieth century», Population Studies, 1975, 29, pp. 391-422.

19.  René Dubos, El espejismo de la salud, Fondo de Cultura Económica, México, 1959 (Traducción de José Ramón Pérez).

Fuente: https://rebelion.org/una-nina-recien-nacida-en-suecia-puede-vivir-43-anos-mas-que-una-nacida-en-sierra-leona/

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«Farmacoop» (poesía)

Autor: Manuel Chaile
Las puertas se abren.
Y los sueños ingresan tímidamente
como brisa que preludia el otoño.
Recorren la antesala
de años de lucha,
hasta que se sientan.
Los bancos están dispuestos
como herradura
¡Pucha que errar es duro!
Pero no intentarlo es un suicidio lento.
El autor escribe para el Portal Otras Voces en Educación
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Ecuador: Jorge Dávila Vásquez: «Por más que tratan de manchar, Correa era un tipo limpio»

Jorge Dávila Vásquez: «Por más que tratan de manchar, Correa era un tipo limpio»

El escritor cuencano es uno de los gigantes referentes de la literatura ecuatoriana contemporánea cuando hay que ponerse los trajes de narrador, poeta, dramaturgo, catedrático universitario, crítico literario y de arte.

El escritor cuencano Jorge Dávila Vázquez es uno de los gigantes referentes de la literatura ecuatoriana contemporánea cuando hay que ponerse los trajes de narrador, poeta, dramaturgo, catedrático universitario, crítico literario y de arte.

Dávila, quien nació un 14 de febrero en 1947, ha acariciado muchos galardones entre los que destacan: el Premio Nacional de la Casa de la Cultura de Quito en 1977 por Los tiempos del olvido y en 1990 por su obra teatral Espejo roto; el Premio Nacional “Eugenio Espejo” (2016) en reconocimiento por su contribución cultural y literaria al país; y una condecoración en grado de Caballero de la Orden de las Palmas Académicas, conferida por el Gobierno de Francia (1995).

Miembro de la Academia Ecuatoriana de la Lengua (2012) y jurado en numerosos certámenes literarios, ha sido parte de Ferias Internacionales del Libro en Caracas, Santo Domingo, La Habana, Buenos Aires, Cali y Bogotá́, y en el Salón International du Livre de París.

¿Cómo se construye una atmósfera creativa?
Con paciencia, teniendo una idea, una percepción, evocando unos espacios en los cuales uno ha estado, uno ha vivido. Deseando, anhelando un ámbito en el que uno no ha estado, puede ser el ámbito del sueño justamente. O de manera realista simplemente trasponiendo (…) el realismo actual ya no es el realismo de antes, minucioso, detallista, pero pasando de la realidad algunos datos, un mundo, una atmósfera, un ambiente.

¿Escribe a partir del recuerdo?
Muy rara vez voy a un espacio y digo este espacio va a pasar al libro, al cuento, a la novela, muy raramente. Cuando yo escribí el teatro neoclásico de María Joaquina en la vida en la muerte, es otro teatro, no es el (teatro) Sucre necesariamente. Los telones bordados y todas esas cosas no tienen que ver precisamente con la realidad, porque la realidad es un punto de referencia. Yo diría que, a ratos, es más el teatro Colón de Buenos Aires -que yo no conocía en esa época más que por fotos-, que el teatro Sucre.
También vas mezclando atmósferas que tienen afinidades para construir tu atmósfera literaria.

Si la escritura no depende de la inspiración, sino de la motivación como usted lo ha afirmado en algunas oportunidades, ¿dónde se hallan esos estímulos?
En todas partes. En nuestra conversación, en este sitio (Parque Seminario -Iguanas-), en las evocaciones que estamos haciendo de una composición musical, en el recuerdo que estamos teniendo de los sitios en los que yo he estado, o que yo he descrito, en fin. Todo eso siempre se mira como un punto de partida, La ambientación es un punto de partida, el resto es trabajo.

¿Usted cree que el escritor se hace ante todo?
No, yo creo que nace; yo creo que todos tenemos el don, pero no todos lo desarrollamos. Todos nacemos escritores, pero es en potencia; en acto, digamos, eso ya es cuestión individual, personal.

Jorge Luis Borges planteaba que una hipotética inmortalidad puede ser una condena humana. ¿Qué interpretación tiene acerca de la muerte?
Yo creo que es un proceso natural. Es doloroso. Muy doloroso cuando afecta a seres que amamos. Y eso duele mucho y yo perdí una hija hace 48 años y nunca me he curado. Tenía meses nada más de nacida. Y realmente es una llaga, una llaga palpitante. Mi madre murió hace 27 años, y el dolor por la muerte de ella persiste. Yo tuve amigos, grandes amigos que eran como mis hermanos. Ellos han muerto y pues, también ese dolor me queda. A veces digo, no tengo este dato, no sé esto o no lo otro; voy a llamar a Fulano o a Zutano, pero están muertos. Es dificilísimo llamarles…
Entonces, aunque la muerte sea parte del proceso vital, porque muerte y vida van de la mano, sin embargo causa un profundo dolor en el ser humano. Un profundo dolor que a mi modo de ver la religión puede atenuar, pero no eliminar. Es mi punto de vista, no es muy creyente ni muy religioso, pero yo pienso así. O sea que las creencias atenúan el dolor que provoca la muerte de los seres queridos.
(Las religiones) le consuelan a uno porque le hablan de la otra vida. Yo soy creyente de otra vida, evidentemente.

¿Qué sospecha que hay al otro lado de la vida?
Yo pienso que hay una vida espiritual, una vida que purifica al ser humano de preocupaciones, que une a una gran Providencia, llámese Dios, llámese Padre, llámese como quiera, pero esa no unión, esa otra vida, es una unión con una divinidad.

¿Existe, al modo y manera, como en su obra Espejo Roto?
Sí, yo creo que hay otra vida, pero esa otra vida, para mi modo de ver tiene una característica esencial y es que está libre de preocupaciones. Es una purificación. Es un estado puro del ser y eso le permite, digamos, mirar las cosas, incluso las más duras, las más dolorosas, con una cierta calma.

¿Cómo concebir, por ejemplo, las edades allí? O sea, uno muere, supongamos a los 80 años, otros a los 15, ¿permanece en ese estado?
Es incorpóreo. Es un relacionamiento de ánimas fundamentalmente con su Creador, de acuerdo con la noción cristiana.
Pero yo no creo que haya cambios de edad. Permanecen de alguna manera en un estatus de edad que les permite gozar de esa incorporación, pero que también suprime sus vínculos con lo terrenal. O sea, cuando más se preocupan por los seres de acá, y simplemente suplica por ellos, pero nada más. Si no estaríamos llenos de manifestaciones supranaturales.
Son ideas mías sobre lo supranatural, a lo mejor eso va a molestar a algunos estudiantes y yo no quiero ofender a nadie. O no creyentes también.

¿Existe Dios?
Sí, siempre he sido muy religioso. Una parte importante de mi poesía es de carácter religioso. Para mí es una fuerza suprema la fuerza de Dios. Está en nosotros. Nosotros solo somos manifestaciones de esa divinidad.

Eloy Alfaro decía que él era amigo de Dios, pero no del Papa…
Ahí entra la cuestión religiosa. Ahí no entra la cuestión de convicciones, no entra la cuestión de principios, ni de nada, sino ya entra la cuestión religiosa. En las religiones hay categorías, en el catolicismo puede ser el Papa, pero en otras religiones hay jerarquías peores, heredadas de profetas falsos, de gente que de pronto encontró una especie de forma de inmortalizarse y son sus sucesores los que siguen allí en esa especie de sóleo; siempre hay un jerarca, todas las religiones tienen jerarcas y no son precisamente sus mejores representantes.

Usted cree que si la religión no tuviese la promesa de una vida después de la muerte, ¿se derrumbaría como creencia?
Yo pienso que no se sustentaría, porque parte de la fe del creyente es en esa posibilidad de proyectarse hacia la eternidad.

La literatura tiene grandes temas: la muerte, Dios, el amor, ¿cómo usted construye el ideal del amor?
Yo, generalmente, no hablo del amor ideal. Hablo del amor como esta fuerza que mueve al mundo, como esta energía que está en todo ser y que de alguna manera se manifiesta en sus actos, que se manifiesta en sus formas de comportamiento. Y entonces, a partir de allí yo he desarrollado a lo largo de mi vida tanto en la poesía como en las narraciones e incluso en el teatro he desarrollado esta idea del amor como una fuerza motriz y creo firmemente que es eso. Que no hay formas perfectas del amor, no las hay; salvo las que unen al hijo con la madre o con el padre, no hay formas perfectas del amor, porque somos falibles. En ese sentido, ningún amor es perfecto.

Hasta ahora usted sigue estando con su esposa…
Sí, cumplimos 50 años (de matrimonio) en febrero.

¿Y cómo logra mantener el amor?
Primeramente, está una vieja relación que a veces la desgastan los años, pero que se mantiene, que persiste, están los gustos compartidos. Se parte de afinidades, pero en ninguna pareja se da un amor que sea de tal manera incondicional, porque eso ya sería servilismo, sería anulación de la personalidad del otro, y el amor no es anulación de la personalidad, sino enriquecimiento de la personalidad. Lo que ocurre es que a veces ya con los años hay un cierto desgaste, no en la cuestión afectiva, sino en la cuestión de convivencia, cambian los gustos, los caracteres se vuelven un poco más duros tal vez, pero pues yo creo que es el grado más alto de amor que se puede encontrar en una pareja, pero de ninguna manera es perfecto. Somos imperfectos.

¿Existe la fidelidad?
Sí, de hecho, por supuesto. Y para mí consiste fundamentalmente en estar ligado a la otra persona de una manera auténtica, genuina, sin que yo quiera decir que tú dejes de ser humano por eso.

¿Cómo los jóvenes escritores pueden gestionar su carrera literaria en el Ecuador?
Yo creo que es una cuestión de paciencia, de mucha, mucha paciencia.

A diferencia de otros escritores, usted vende muchos ejemplares; otros escritores tienen que gestionar y no lo terminan consiguiendo.
Ahora, en cuanto, digamos, a la supervivencia base de los libros eso no existe. Vivir de los libros no existe. El vender libros, yo soy bastante bueno en esto de la venta de los libros, pero no gracias a mí, sino gracias a las editoriales con las que trabajo. Son en realidad las editoriales las que venden, no yo. Yo hace muchos, muchos años que no vendo libros. Al principio, en estas ediciones domésticas yo vendía los libros. Una edición doméstica es una edición que tú la haces por tu cuenta en la imprenta de la esquina.

Usted llevaba sus textos a la imprenta, ¿cuántas copias sacaba?
Mil, normalmente. No recuerdo de ninguna edición que se me haya quedado, porque no tengo libros de otras épocas, entonces eso demuestra que lo vendí o lo regalé.
Yo soy muy dado a regalar los libros. O sea, los libros que me dan a mí como muestras de las editoriales. Generalmente, yo les doy a mis nietos, a mis amigos cercanos, a mi familia. Yo no guardo los libros. Primeramente, nunca fui buen vendedor, me ayudaron a veces mis parientes, mis amigos lo colocaron en una parte, otra parte.

¿Cómo se dio a conocer?, ¿usted primero llevó los textos a la imprenta?, ¿cómo se empezó a formar la visibilidad de sus obras? Sabemos que es por la forma de escribir, naturalmente, pero más allá de eso, ¿cómo se fue dando notoriedad o eso fue un trabajo que lo hizo netamente la editorial de turno?
Yo hasta el año 1975 no había publicado prácticamente ningún libro. El alcalde de Cuenca -de la época, doctor en Filosofía e Ingeniero, Alejandro Serrano Aguilar- cuyo nombre lleva el estadio (de fútbol) de la ciudad, y que era un hombre absolutamente eminente, en una noche me dijo en una reunión familiar: “Sé que estás escribiendo mucho”, le dije “sí”, “¿por qué no me das algo?”, me respondió. Le di La nueva canción de Eurídice y Orfeo. Le dije: “Alejo, tengo listo un pequeño libro, está el poema, están las ilustraciones, está el prólogo que es como dos veces más grande que el poema; me dijo “dame”, entonces un lunes y quince días después estaba afuera el pequeño libro. Un tiraje de unos, posiblemente unos 300 ejemplares y no queda rastro de él.
Después, en 1976 yo gané el premio Espinosa Pólit con María Joaquina en la vida y en la muerte y se publicó junto con dos libros de cuentos. Y, de hecho, empezó a venderse muy lentamente, yo no puedo decir que soy un best seller ni mucho menos, empezó a venderse muy lentamente, pero a partir de allí siempre se ha vendido. Al principio, cuando yo hacía las pequeñas ediciones me ocupaba yo de la venta, pero después ya nunca más. Ya son muchos, muchos años y ya son las mismas editoriales las que se ocupan de la comercialización de los libros.

¿Es a partir del premio que recibe que usted deja de vender -individualmente- los libros?
No, todavía hay algunos que yo hago, como por ejemplo, algo acerca de los árboles que es mi libro más hermoso. Hago el libro de los sueños que ganó el premio Gallegos Lara. Hago algunas ediciones, no muchas. De esas sí tuve que encargarme de colocar los textos.

¿Cómo hace carrera un escritor con paciencia en Ecuador?
Mira, no queda más remedio que acudir a las instituciones. Las instituciones a veces demoran, a veces te dan largas. Un joven escritor me decía: “No puede ser que esté esperando un año y no me den todavía respuesta por mi libro”. Le dije: “Mira, yo estoy esperando 30 años porque hay una institución que me pidió un libro y no me publicó nunca”. Pasan esas cosas.

¿Qué obras son sus engreídas?
Bueno, yo pienso que aunque yo no hago mucho esfuerzo, pero María Joaquina sigue siendo muy engreída. Voy a cualquier lugar y me habla gente que normalmente no hubiera hablado de ella en otra época -digamos, muy religiosa-, porque María Joaquina es bastante suelta, bastante libre y desde el punto de vista moral puede tener reparos.

Oscar Wilde decía que no existen libros morales o inmorales, los libros están bien o mal escritos…
Así es, así es, pero el tema de lo moral o de lo no moralmente aceptado y universal se da, existe.

¿Qué piensa en relación a los premios de Literatura? Cortázar no recibió premios en vida, ni el Cervantes… ni el Nobel…
Un tipo como él que tiene la misma altura de Borges, exactamente, es tan grande como él.
Lo que pasa con los premios es que son estímulos, ayudan, pero un escritor nunca puede descifrar todo en el premio. A más que hay cosas así, hay premios que le maltratan a uno.

¿En qué sentido?
En el sentido en que a veces, por ejemplo, estás participando en un premio y lo declaran desierto con un argumento de lo más banal, de lo más tonto, de lo más infundado, pasa, pasa, me refiero en general a la posibilidad de que un autor, un texto, estén postulando para algún premio y de alguna manera sean rechazados. A eso me refiero. Y yo creo que para un escritor es muy doloroso que le rechacen su obra de esa manera. Yo soy, como jurado que he sido de innumerables concursos, enemigo de declarar desierto un premio; me parece ofensivo a quienes han participado.
Pero pienso que a veces, también, es medio intencionalmente ofensivo. Yo creo que el jurado declara desierto ese premio intencionalmente.

¿Por qué motivo?
Complejo de superioridad de los jurados, un poco de envidia muchas veces, la envidia es un feo sentimiento, repugnante, pero es un sentimiento que se da entre los escritores, ocurre.

Y eso que está en el ambiente, eso ¿no permite crecer a la literatura nacional?
No, no es para tanto. Todos hemos sufrido problemas de esa naturaleza y los hemos superado.

¿Usted está de acuerdo en que se deben de dar premios económicos o más bien simbólicos, como libros o algo similar?
Yo creo que para un joven autor que postula un premio es muy importante que se le dé un estímulo económico, aunque sea pequeñito. Es muy importante.

¿Por qué no siguió actuando?
Yo creo que no era un mal actor, recibí muy buena crítica y todo pero yo abandoné la actuación para dedicarme completamente a la escritura. Para mí era más factible escribir que actuar, en el sentido de que la cuestión del sostenimiento de la familia me exigía un cierto tiempo también, desde el punto de vista afectivo, exigía también un trabajo más sostenido, entonces me dediqué completamente a la escritura. Precisamente, dejando de lado mi gran pasión, porque el teatro fue mi gran pasión en una época, mucho. No solamente actué, dirigí, escribí, y ahora… escribo.

¿No regresaría a la actuación?
No, estoy muy viejo para ello.

El tema político…
Yo siempre me he mantenido un poco al margen de la política. Y creo que es una cuestión psicológica. Cuando yo tenía tres años mi mamá me entrenó como un monito de circo y me hizo aprender un discurso para un candidato ultraconservador y mi mamá fue conservadora. Entonces, maravilloso, pero su ideología era conservadora. Entonces, fui y di este discurso, no tengo la menor idea, pero me dijo un amigo mío de la época, mayor a mí con unos diez años, que el candidato se acercó y me abrazó. Me aterra.

Su primera actuación de teatro…
Sí, terrible. Y entonces, imagínate yo que no uso terno nunca, enternado, peinado con gomina y todo.

Se sentía incómodo en la formalidad…
Y entonces a partir de ahí creo que nace una especie de rechazo a la cuestión política. Yo me he mantenido con mi corazón a la izquierda siempre, definitivamente. Pero ni estilo militante, ni he sido una opinión que valga la pena tener presente en la cuestión política ni nada de eso.

Jean Paul Sartre decía en El existencialismo es un humanismo que “no elegir también es elegir”. E instaba a los escritores, en general en sus conferencias, a que tomaran partido con la historia. Usted cree en un arte parnasianista, el arte por el arte.
No, yo no creo en el arte por el arte; creo en un arte comprometido con la realidad, comprometido con el ser humano. A mí me interesa más que nada el compromiso con el ser humano. Toda mi producción es un compromiso con el ser humano. Pero yo hice panfleto político cuando yo era un autor joven, un autor teatral joven, hice panfleto político e incluso mi primer premio obtenido aquí en Guayaquil cuando tenía 22 años fue con una obra de corte político. Y después, mi obra más representada, que es Donde comienza el mañana, que es una obra política también. Sino que lentamente fui dejando de lado, digamos, y centrándome más en la cuestión humanística y humana.

Se alejó de la idea del partidismo…
Bueno, nunca estuve afiliado a nada, salvo al IESS, al seguro social, nunca estuve afiliado a nada… La verdad tuve muchos contactos con gente de la izquierda a la cual quiero.

¿Qué lecturas de izquierda lo marcaron?
En la Facultad de Filosofía y Letras en donde yo hice mis estudios, fuimos a un curso muy brillante con un profesor de filosofía que venía de la Universidad de Concepción, y él nos dio Hegel y nos dio Marx, dos cursos extraordinarios y muy bien puestos y entendimos perfectamente de lo que estábamos hablando.

Dialéctica del amo y el esclavo en Hegel, el concepto de plusvalía de Marx, ¿qué es lo que más le conmovió?
Me mueve mucho, digamos, esto de que hay siempre un conflicto de clases, esa idea de que siempre hay un conflicto de clases y que está determinado por lo económico.

El materialismo histórico, la historia está condicionada materialmente… y hay una lucha presente allí…
Sí, yo creo que se da eso.

En esa lucha, ¿cuál es su posición en la historia?
Por los que menos tienen siempre. Por los que son más débiles, por los que son más explotados siempre. Sin llegar al panfleto, pero yo te digo la verdad que ese es mi punto de vista.

¿Qué tal le parecieron los gobiernos del expresidente Rafael Correa?
Yo tuve una cierta simpatía por el gobierno de Correa, me parece que él estaba lleno de buenas intenciones. Hizo obras importantísimas. Creo que la Universidad de las Artes (UARTES), la Universidad Nacional de Educación (UNAE), la Universidad Yachay de la Ciencia, en realidad fueron hermosos sueños que luego, digamos, parece que todo ha contribuido a quererlo destruir, pero no es justo no, no está bien echar lodo contra la obra buena de un gobierno, haya sido como haya sido este gobierno. Él era muy apasionado, a veces se enfrentaba con la gente y creo que seguía enfrentándose (risas), pero evidentemente era un tipo limpio por más que tratan de involucrarlo, por más que tratan de manchar, era un tipo limpio.

¿Usted cree que existe, en efecto, una persecución judicial?
No, o sea, tanto así no, pero de hecho existe una serie de tendencias en distintos partidos sobre todo a tratar de manchar la imagen del antiguo mandatario, a tratar de liquidar su carrera política.

¿Será el hecho de envidiarle que ellos, individualmente, no lograron lo que sí logró Correa?
En ciertos casos es eso. Pero en ciertos casos va más allá, es ideología de grupo, defensa de intereses.

¿Defensa de la banca?
No, defensa de intereses en general. A veces son los banqueros los que están a la cabeza, lastimosamente confiados en que la gente tiene mala memoria. Pero a veces también son simplemente las personalidades de esa vieja y recalcitrante derecha ecuatoriana que aprovechan la menor ocasión para levantar la voz y hacerse notar.

¿Qué le parece Eduardo Galeano?
Yo he tenido siempre una gran admiración por él, es decir, escribir con un sentido profundamente político como lo hizo él y escribir con tanta calidad es muy raro.

¿Qué obras son las que más le gustan?
Para mí, Las venas abiertas de América Latina. Aunque yo no cito tal o cual obra, sus textos en general a mí me parecieron conmovedores, bellamente escritos, poéticos, intensos y mira él mantuvo siempre su posición, eso es bien importante.

Es raro estar tan comprometido y coherente.
Así es.

¿Qué piensa de los movimientos feministas de los últimos tiempos en el Ecuador?
Yo soy una persona muy respetuosa de la figura de la mujer, incluso algunos, algunas autoras sobre todo, han afirmado que mi literatura es la literatura que más alto deja la figura de la mujer en el Ecuador. Normalmente, partiendo de mi viejo poema La nueva canción de Orfeo y Eurídice, la imagen de la mujer está en primer lugar, luego con María Joaquina, y con los cuentos de las criaturas de la noche, con relatos mil, siempre, la mujer está siempre en primer plano. Yo respeto muchísimo a la mujer luchadora, a la mujer que trabaja por la causa de su familia, de sus hijos, y que tiene una ideología. Yo te decía que mi madre fue una mujer absolutamente ejemplar, ella tenía su ideología de derecha y era absolutamente respetable.

¿Eso le generó algunas fricciones con ella?
No, nunca; nunca, nunca. Supimos mantener las cosas muy delicadas, muy sutilmente. Nunca nos enfrentamos con mamá por causa de esto, por nada mismo. Nuestra relación fue perfecta. Yo sabía exactamente lo que ella pensaba. Yo creo que ella intuía lo que yo pensaba.

Por otra parte, finalmente, en la sociedad existen personas que no están muy dadas a leer, ¿cómo se cambia ese comportamiento cultural?
Lo que pasa es que el primer taller de lectura tendría que ser la familia. Pero a veces la familia no está en capacidad de iniciar al niño en la lectura. Entonces queda la escuela. Y a veces, la escuela tampoco es muy eficiente. Pero la mente cada vez se supera más y más eso, cada vez los maestros leen más. Es admirable, por ejemplo, aquí entre los maestros guayaquileños cómo leen, es una cosa impresionante, realmente impresionante.

¿Usted cree que el campo de batalla está en la escuela?
Sí, en la escuela.

Fuente de la Información: https://www.telesurtv.net/opinion/Jorge-Davila-Vasquez-Por-mas-que-tratan-de-manchar-Correa-era-un-tipo-limpio-20200702-0042.html

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OVE reseña: Fernando Buen Abad «Semiótica de la Semiótica»

Mundo/América Latina/14-03-2021/Autor: Carlos A. Reyes*/Fuente: OVE

Este lunes 01 de marzo tuvo lugar un nuevo encuentro en el Seminario Internacional el ciclo de debate denominado «La Otra Educación Posible». Estos Seminarios son posibles gracias al trabajo de la Alianza Pedagógica Social Internacional CEIP-Histórica de Argentina, MAEEC-CLACSO de México; KAVILANDO de Colombia; MASA CRÍTICA de Panamá; RED GLOBAL GLOCAL por la Calidad Educativa de América Latina; SAVIA de Paraguay; Universidad de Panamá; CIPCAL de América Latina; KAICHUK MAT DHA de México; EMANCIPACIÓN de Chile; Organización Social, Feminista, Pedagógica Mujer-Pueblo-Magisterio CNTE Durango, el Centro Martin Luther King de Uruguay y CII-OVE de Venezuela

En esta oportunidad la exposición estuvo a cargo de Fernando Buen Abad sobre «Semiótica de la Semiótica». La moderación de la actividad estuvo a cargo de Tomás Paredes Duque y Elpidio Gónzalez del colectivo Masa Crítica.

Para Freire (2013), la pregunta es una forma de construir nuestra realidad, pues permite edificar a partir de la pregunta, proponer ideas, alternativas y posibilidades de dialogo, sin embargo, también es la pregunta, una posibilidad de romper los esquemas hegemónicos que gobiernan en una realidad incuestionable, de lo que se nos ha dado y dicho como parte de esa realidad. Así entonces, estamos frente a un ejercicio dialéctico, entre el sujeto y el objeto, donde los significados y significantes de tal relación, permite asociar múltiples lecturas de esa realidad. En este sentido, Fernando Buen Abad nos exhorta a pensar el campo de la semiótica como un campo de estudio propio de sí, es decir, a cuestionar la semiótica de la semiótica.

Pero, ¿qué es la semiótica? Buen Abad nos propone en inicio, diferenciar entre semiótica y semiología. La primera, nos dice que dada su origen en la Escuela Norteamericana con Peirce (considerado el padre de la semiótica), alude a una cuestión de estudio teórico metodológico, orientado a las relaciones lógico matemáticas y, la segunda, desde una tradición francófona, con un estudio más particular en la lingüística, sin embargo, ambas aluden al estudio de los signos: de su conocimiento, las experiencias y expresiones cotidianas.

El estudio de los signos a partir de su conocimiento, las experiencias y expresiones cotidianas, derivan en la forma de comunicar, comunicar para “sí” y para el “otro”, lo que ha establecido que todo objeto sea objeto de un significado y significante, pues la comprensión e interpretación del mismo objeto por el sujeto, está determinado por un contexto que responde a las esferas de lo político, lo económico, lo social, lo cultural… Por tanto, el signo, es una forma de comunicación que establece dominios de pensamiento y que son arraigados sin que eso conlleve a preguntarse el ¿por qué? Y el ¿para qué? Pues ese signo, es y forma parte de ese contexto normalizado históricamente.

Así entonces, el signo se articula por su significado y significante, atributos que el hombre le da a través de la historia. En este sentido, el hombre todo el tiempo trata de nombrar al objeto, buscándole un sentido de ser, de existir, de pertenencia para comunicar(se). De modo que el hombre, en todo momento comunica a través del signo, pero también, sigue produciendo signos en la medida de encontrar históricamente vida a lo que le rodea. Entender esto en la propia historia del hombre, nos advierte que lo que hoy somos, no es más que el producto de la manera de comunicar. Y esta advertencia, hoy en día forma parte para establecer una hegemonía y dominio en la individualidad y la colectividad del sujeto social.

En términos históricos, el hombre, siempre ha producido signos y seguirá produciendo: esta producción de signos ha sido por la inmediatez de encontrar el sentido a todo lo que nos rodea. Desde la búsqueda de un origen de la existencia de la humanidad, hasta la conceptualización de su devenir como animal en sociedad. Esta producción de signos, viene acompañado de conceptos de orden global, como el consumismo, la manipulación y la (de)formación de identidades de apropiación. Desde esta lectura, el signo conlleva a situar un dominio por lo que es y no lo que debería de ser, en sentido estricto, si somos un producto cultural de los signos, ¿qué signos gobiernan nuestra cultura?

Atender y ocupar el estudio del signo en nuestra cultura, conllevaría a pensar no solo el signo, sino las prácticas determinadas de ese signo, de su estrategia y su dinamización social. Pues un signo, puede estar en contextos ricos de diversidad pero pobres de autenticidad, significando y siendo significante plural para los sujetos sociales pertenecientes a esos grandes sistemas hegemónicos. De modo que, la semiótica, responde a una idea propia de estudio, un análisis que no puede ser fuera de la semiótica, sino todo lo contrario, desde dentro de la misma, generando así, su propia edificación epistémica.

El signo entonces, tiene un sitio abstracto, pero también indeterminado, que no solo tiene idea de figura, forma y fondo, pero sí de representación simbólica. Por tanto, la semiótica de la semiótica, conlleva a una resistencia cognitiva y conductual, de asumir esquemas de los que históricamente el hombre ha sido parte. Preguntarse por el signo y su coproducción, es hasta cierto punto una forma de ir en contra de la historia misma. Ejemplo de esto, es la definición conceptual de sujetos, procesos, contenidos y que recientemente ha derivado en expresiones simbólicas, teniendo como objetivo transitar “nuevas formas de pensamiento”.

Finalmente, los ejemplos que Buen Abad nos pone en la mesa de debate, alude a cuestiones propias de cotidianeidad, de ese momento tan común, de aceptación y de participación, pues pensar la forma en que pensamos y del porqué pensamos esa forma de pensar, es un ejercicio que quizá supera nuestras propias condiciones de sujetos sociales; Giroux (1999) llamaría a lo anterior, como el pensamiento dialectico, el pensamiento de pensar la forma en que pensamos, aunque, estamos dispuesto a ¿pensar la forma en que pensamos nuestro pensamiento?

A continuación, el video completo del debate:

 

Referencias:

Freire, P. y Faundez, A. (2013). Por una Pedagogía de la Pregunta. México: Siglo XXI Editores.

Giroux, H. (1999). Teoría y resistencia en educación: una pedagogía para la oposición. Ed. en español. México: Siglo XXI Editores.

Otras Voces En Educación. (2021, marzo 1). Fernando Buen Abad: Semiótica de la Semiótica [Archivo de video]. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=0f7X32Aae4Q

 

*Colaborador de OVE. ITESM | MÉXICO.

Fuente del Video: https://www.youtube.com/watch?v=0f7X32Aae4Q

Imagen: Alianza Pedagógica Social Internacional

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La crítica de las ideologías frente a la crítica de la religión. Libro descargable en formato (pdf)

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CLACSO.
Buenos Aires.
Febrero de 2021

*Disponible sólo en versión digital

Este libro reúne un conjunto de trabajos que ensayan una aguda lectura de la obra de Marx con el propósito de demostrar cómo el autor de El Capital procuró sustentar un humanismo científico no exclamatorio o, dicho de otro modo, un humanismo de la praxis. Es decir: un humanismo a partir del cual el ser humano sea reconocido y tratafo como el ser supremo para el ser humano.
«Hinkelammert lee a Marx con la meticulosidad y el cuidado de quien se agarra al hilo de Ariadna para transitar por la crítica del capitalismo actual».
Del prólogo de Carlos Aguilar

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Reseña del libro: ¿Persiguió realmente la iglesia a la brujería?

El profesor Diego Valor publica “La profesión de las meigas”, un ensayo sobre la brujería a la luz de documentos inéditos de la Inquisición.

La brujería ha acompañado al ser humano desde sus inicios hasta hoy. Oráculos, pitonisas, sacerdotisas chamanes, curanderos, brujos y otras formas de esoterismo han sido algo tan común desde la Antigüedad como la falta de métodos científicos para explicar la naturaleza o para curar enfermedades. Este fenómeno en España está íntimamente ligado, sobre todo, a Galicia y sus meigas. Pero… ¿Quiénes eran? ¿Cómo vivían? ¿Qué hacían? ¿Cómo las consideraba la sociedad? ¿Cómo actuó la Inquisición con ellas? El profesor Diego Valor Bravo ha tratado de responder a estas y otras preguntas desde una investigación puramente académica. Publica “La profesión de las meigas” (Ediciones Cydonia), basado, fundamentalmente, en los archivos de la Inquisición, donde ha encontrado documentos inéditos y extraordinariamente reveladores. El libro está prologado por el prestigioso juez, José Antonio Vázquez Taín.

“Este no es un libro de brujería, sino de antropología social, un ensayo científico en el que analizo socialmente el fenómeno, sin entrar en valoraciones y sin caer en esoterismos soterrados”, introduce el autor. “La brujería no pertenece al pasado, paseando por Madrid vemos cartistas, videntes, chamanes que se anuncian públicamente, es un fenómeno que está en los medios, cine, televisión porque despierta una infinita curiosidad, aunque entre ellos se encuentran muchos charlatanes y caraduras que se las dan de brujos y si van a la cárcel es por estafadores, no por brujos”, explica Valor.

Aunque brujas ha habido en todo el mundo, Galicia es imposible entenderla sin sus meigas, fenómeno que tuvo allí un especial arraigo. “No eran seres marginales, pertenecían al ámbito rural, muy primitivo, eran mujeres pobres, pero que tenía un poder especial. Vivían instaladas en su entorno social con total libertad, trabajaban de labradoras o posaderas, eran conocidas y ejercían su profesión libremente, no vivían apartadas, sino en el pueblo, y cumplían una función social, sanaban y hacían hechizos. La gente estaba convencida de que existía la magia y que había personas con capacidad para ejercerla y esto afectaba a toda la sociedad, a las clases sociales altas también les fascinaba su poder”, afirma.

Helen Duncan, la última bruja
Helen Duncan, la última brujaESPACIO MISTERIO

De ahí que dedique un capítulo a las élites que practicaban la brujería. “Iglesia, nobleza, jueces… Por ejemplo, una sobrina del duque de Alba fue procesada por bruja o un catedrático de retórica de la universidad de Santiago. La brujería y la magia era algo muy transversal -afirma Valor-, el 95% de las meigas eran personas humildes del pueblo, pero a lo largo de la historia ha habido ejemplos de reyes, emperadores, papas, obispos, altas jerarquías que también la practicaron. Las élites se dedicaban a la alquimia, la nigromancia y la astrología, pero las meigas no hacían nada de esto porque eran funciones intelectuales para las que había que tener cultura y ellas eran personas mayoritariamente iletradas.

Por otro lado, afirma, “la brujería era profundamente femenina. En una sociedad machista y patriarcal, estaban convencidos de que la mujer era la portadora del pecado en el mundo desde Eva, presa de pensamientos impuros y del comportamiento sexual desordenado que provocaba deseo en el hombre, con lo cual se convertía en un agente maléfico y los pobres hombres eran víctimas sometidas a su poder mágico y pecaminoso”. El profesor destaca además que entre las meigas había cierta jerarquía, dependiendo de si tenían una escoba o media eran más o menos poderosas. “Yo distingo tres tipos de brujas, las sanadoras, llamadas sabias, que se dedicaban a hacer un bien, a curar a la gente, asistir partos, una especie de medicina homeopática muy básica que funcionaba en muchos casos; luego las hechiceras, cuyos hechizos hacían que ocurrieran cosas, quien buscaba novio quería una pócima de amor para enamorarlo”, subraya.

Recreación en 3D de la bruja Lilias Adie, condenada a muerte en Escocia en 1704, realizada por la Universidad de Dundee
Recreación en 3D de la bruja Lilias Adie, condenada a muerte en Escocia en 1704, realizada por la Universidad de Dundee

“Los ingredientes del hechizo podían ser cabellos, uñas, piedras, ropa, la escudilla, cedazos, tijeras… además de unas palabras mágicas o conjuro. También usaban hierbas para pócimas y ungüentos, empleaban plantas como la belladona o el cornezuelo, curaban lisiados, luxaciones, trataban problemas de artritis, de articulaciones… una especie de medicina natural que cumplía una función social positiva. Pero hay un tercer grupo de meigas -señala- que hacían el mal porque reconocen haber hecho pactos con el demonio, con el maligno, se han puesto al servicio del diablo, que les manda hacer el mal, llevar la enfermedad y la muerte, arruinar las cosechas del vecino o le quitar la leche a las vacas”.

Sostiene Valor, que “el poder de la bruja ha sido catalogado como algo paradójico, por una parte hace bien y por otra es temido y odiado, pero siempre es sentido como algo fascinante”. Y aporta algo novedoso, la idea de que cuando hablamos de brujería nos introducimos en el mundo de la psicología y psiquiatría. Cataloga la brujería como un producto de la mente humana que nos une a nuestra parte infantil, dominada por el pensamiento mágico. “Una persona que cree en la magia es un niño -afirma-, cuando éstos no saben cómo funcionan las cosas, ni tienen base racional para para explicarlas, aparece la magia. Está estudiado y comprobado que la gente que cree en la magia es aquella que mantiene ese mundo infantil muy presente. Hay una sugestión hacia las meigas y esto produce una relación psicológica entre ella y el cliente, que cree en su poder para solucionar su problema”.

"Vuelo de brujas"de Francisco de Goya.
«Vuelo de brujas»de Francisco de Goya.

La Inquisición fue la institución encargada de perseguir la brujería. Iba contra las brujas, encarnación del maligno. Pero, ¿persiguió la Iglesia realmente a la brujería? “Al contrario de lo que se cree, nunca hubo una persecución feroz de la brujería -afirma el profesor-, la Inquisición gallega solo quemó a una bruja en toda su historia y su persecución fue menor que en el resto de España. Se calcula que en Europa mataron unas 50.000 mujeres acusadas de brujería y en España a una docena. La Iglesia luchaba por la pureza de la fe y para ellos algo contradictorio, los inquisidores eran personas con formación humanista y consideraban la brujería un producto de la ignorancia y no le prestaba mucha atención. En Galicia las penas fueron más benignas que en otros sitios, veían un problema irresoluble porque formaba parte del pueblo, que era inculto y estaba muy arraigado en él. Sin embargo, -como dice Vázquez Taín en el prólogo- la jurisdicción ordinaria, sí que mató a las brujas, con lo cual da la curiosa paradoja, de que la Inquisición no actúa sobre ellas, pero la justicia ordinaria sí”, concluye.

Fuente. https://www.larazon.es/cultura/20210217/5hnnyrxvsfhf7a6nemlhi2vxka.html

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