Josefina Fuenmayor, Educadora
Josefina Montemayor, la fundadora y primera directora del Centro Educacional para Adolescentes (CEPA), en Guarenas, a sus 83 años sigue siendo inspiración para los docentes y alumnos de la emblemática institución que lleva más de 60 años cambiando la vida de niñas y niños de los sectores más humildes del municipio Plaza.
El respeto se lo ha ganado con trabajo. Aunque está jubilada desde el año 1984, Josefina Montemayor tiene un lema de vida, y es que «la educación no es un trabajo sino un apostolado».
A sus 83 años, caminar por los espacios del Centro Educacional para Adolescentes (CEPA), ubicado en la parte alta del barrio San José de Las Clavellinas de Guarenas, estado Miranda, es ver un sueño cumplido.
Cuando tenía 22 años llegó a la zona mirandina para fundar, junto al fallecido padre y capellán del Ejército Julián Ramírez Tovar, lo que llamaron la Escuela Rural.
Sesenta niños pobres (huérfanos y abandonados) la recibieron y se convirtieron en sus hijos. Hoy en día todos esos niños son profesionales, asegura Josefina. Para una muchacha jovencita, maestra unitaria (como decían en la época) no era fácil enfrentarse a tanta necesidad.
El CEPA fue fundado en marzo de 1956 con el objetivo de atender a niños de los sectores más humildes del municipio Plaza y pertenece a la Asociación Venezolana de Educación Católica (AVEC). «Al principio esto era puro monte y funcionaba como un internado de varones, luego se abrió para las chicas». En la actualidad, la institución está rodeada por 40 barrios.
Montemayor era hija única y lo tenía todo. «Estudié en un buen colegio de Caracas. Cuando llegué a ver lo que era la escuela rural, me quedé paralizada. Era un rancho de tablas y zinc, teníamos todo improvisado y unos niños que necesitaban mucho amor. Me hice una promesa de ayudar a esos niños», relató.
Han pasado más de 60 años y su pasión sigue intacta. De esos 60 alumnos que inauguraron la escuela, recuerda a tres en especial: Hugo, Pedro y Tanco. «Unos seres humanos ejemplares, que estudiaron, trabajaron y han formado sus familias. Estoy muy orgullosa de mis tres hijos de la vida», destaca la profesora, resaltando que de su matrimonio tuvo tres hijos y que Dios le dio esa familia de seis.
La educación católica y la siembra de valores es el norte del CEPA. Actualmente hay 1.400 alumnos que se educan en una estructura con carencias, entre ellas mayor seguridad y patrullaje en la zona.
La institución, que el año pasado fue víctima de hampones que robaron 18 computadoras del laboratorio de telemática, también brinda talleres de dibujo técnico, manualidades, agricultura, cocina, computación y contabilidad, además, quiere retomar las cátedras de mecánica industrial y carpintería.
Para Josefina Montemayor pedir no es una limitante. Siempre ha estado enfocada en recibir la ayuda de la empresa privada y de las autoridades locales de turno y de esta manera lograr que a los estudiantes no les falte nada para su formación.
«Desde que fundamos esta escuela le hemos pedido ayuda a todo el mundo. No me canso de luchar por el CEPA, porque el control de calidad para mí es que mis muchachos tengan una familia y una educación orientadas hacia la excelencia».
El plantel sirvió de plan piloto para impulsar la Misión Árbol. Para ellos sus estudiantes sembraron más de 1.600 plantas en diversas zonas del municipio Plaza. Montemayor resalta que hay una profunda conexión entre la comunidad y el colegio.
Milagros Gil, actual subdirectora de la institución educativa que fundó su madre Josefina, ve en ella el modelo a seguir en su carrera. «Es una persona muy valiosa, ejemplar e intachable, que toda su vida se dedicó a la educación de los niños y jóvenes más necesitados. La admiro por su carácter emprendedor y de lucha. Verla a ella en sus funciones, siempre apasionada, me inspiró también a convertirme en educadora. Este año va a cumplir 84 años y sigue yendo al CEPA. Ella me crió con muchos valores y principios», dice Gil, quien admira la dedicación que ha tenido su madre y ha tratado de seguir sus pasos.
«A su edad sigue preocupada por la población estudiantil, pendiente de que a los muchachos no les falte nada. Ellos la quieren mucho, los más pequeños hasta la dibujan».
Rodeada de un equipo de trabajo dedicado a formar en valores y luchando contra un sistema social que aparta a los jóvenes de la educación, «la profe Josefina» continúa trabajando por el colegio ahora al frente de la asociación civil sin fines de lucro CEPA, comprometida con su apostolado de vida: sembrar semillas para el futuro.
Con información de Delia Meneses
Fuente de la Reseña:
http://www.eluniversal.com/noticias/caracas/educacion-trabajo-sino-apostolado_673131