Por Miguel Ángel Damián Huato
En esta colaboración abordaré el tema de la calidad académica que se exige a las instituciones de educación superior (IES) desde hace alrededor de tres décadas. La calidad se ha convertido, paradójicamente, en el concepto más utilizado por el ineficiente régimen neoliberal puesto en marcha en México a partir de 1982.
El objetivo es demostrar cómo la calidad académica puede trocarse en simulación académica como consecuencia de la interacción de dos factores. El primero surge cuando la calidad se transfigura en cantidad, como resultado de que la evaluación se trasladó a entidades ajenas a las IES, las cuales centraron esta evaluación esencialmente en la producción académica (publicaciones, cursos, tesis, etc.), y el segundo cuando en algunos programas de las IES, con el fin de producir más, se priorizaron los intereses de los académicos sobre la propia propuesta curricular de los programas de estudios.
La contribución la divido en cuatro partes. Primero, respondo la pregunta ¿qué es la calidad académica?Después abordo la cuestión de cómo la calidad académica se trasformó en simulación académica, considerando como estudio de caso el de la maestría en Manejo Sostenible de Agroecosistemas (Masagro). En la tercera y cuarta parte planteo algunas alternativas con el fin de enriquecer el enfoque académico del posgrado referido.
¿Qué es la calidad académica?
Partamos de los planes de desarrollo para buscar una definición de calidad académica vinculada a la planificación. La tercera meta del Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018 plantea alcanzar: un México con Educación de Calidad para garantizar un desarrollo integral de todos los mexicanos y así contar con un capital humano preparado, que sea fuente de innovación y lleve a todos los estudiantes a su mayor potencial humano […] El enfoque será promover políticas que cierren la brecha entre lo que se enseña en las escuelas y las habilidades que el mundo de hoy demanda desarrollar para un aprendizaje a lo largo de la vida.
Por su parte el Plan Nacional de Educación 2013-2018 (Diario Oficial de la Federación, 13 de julio de 1993, última reforma publicada el 01-06-2016), plantea en su artículo 8 fracción IV, “que la educación será de calidad, entendiéndose como la congruencia entre los objetivos, resultados y procesos del sistema educativo, conforme a las dimensiones de eficacia, eficiencia, pertinencia y equidad”.
A su vez, el Plan de Desarrollo Institucional 2013-2017 de la BUAP, aborda la calidad en el programa de desarrollo I.3 Aseguramiento de la Calidad Académica, donde plantea:
“La Benemérita Universidad Autónoma de Puebla ha realizado esfuerzos significativos por consolidar su sistema de aseguramiento de la calidad académica a través de la evaluación, acreditación y certificación de sus procesos académicos, desde la perspectiva de los Comités Interinstitucionales para la Evaluación de la Educación Superior (Ciees) y la de los organismos acreditadores reconocidos por el Consejo para la Acreditación de la Educación Superior (Copaes). Asimismo, la universidad ha logrado avanzar de forma sustantiva en la incorporación de programas educativos de posgrado al Programa Nacional de Posgrados de Calidad (PNPC), así como el aumento del número de profesores con reconocimiento al perfil deseable en Promep, ahora Prodep, y miembros del Sistema Nacional de Investigadores (SNI)”.
Este plan enfatiza que la evaluación-acreditación-certificación se han convertido en los ejes sustantivos para medir, desde hace más de tres décadas, la calidad académica de los procesos educativos impartidos por las IES, incluida la BUAP. De ahí en adelante, serán estas entidades, y otras más, las que van a decidir qué programa educativo cumple con los criterios de calidad, enfatizando en la producción académica de las IES y soslayando criterios tales como la eficacia, eficiencia, pertinencia y equidad, asociados intrínsecamente a la evaluación y, por ende a la planificación.
Según Max Contasti (Reflexión sobre la Evaluación Institucional, Diario El Globo, 2000), la eficacia, eficiencia y pertinencia, son conceptos constitutivos de la tríada metodológica articulados íntimamente a la planificación. La eficacia es referida al logro, total o parcial, de los resultados del proceso. La eficiencia, al relacionar los resultados con los costos y recursos del proceso, mientras que la pertinencia conecta los resultados con los efectos sociales generados por el proceso.
Por su parte, la equidad atañe a cuestiones del ámbito económico-social y el pedagógico. En este ámbito las preguntas que debe hacerse un evaluador de programas educativos son las siguientes: ¿En qué medida este programa tiene restricciones? (de edad, costo, distancia, raza, género, religión, filiación ideológica, capacidad física, etc.). En el campo socio-económico los tratos compensatorios de un programa se refieren a cuotas especiales, exenciones de pago, otorgamiento de créditos, becas y empleos a los estudiantes. El otro aspecto de la equidad concierne a la pedagogía y tiene que ver con la posibilidad de optar entre distintas estrategias para lograr los objetivos de aprendizaje del programa (Milagros Cano Flores, La Autoevaluación Institucional: estrategia de calidad).
Miagros Cano además destaca la importancia de la autoevaluación institucional como garante para mantener la calidad de los programas de estudios que imparte, “donde quede de manifiesto el cumplimiento o incumplimiento de los fines y objetivos educativos; de los métodos y procedimientos idóneos para mejorar lo bueno y erradicar lo malo o inaceptable de la actividad educativa; un proceso que constituya un medio para conocer la realidad y transformarla”.
O sea, la autoevaluación concebida como un proceso crítico, de retroalimentación, donde la ejecución de un programa educativo permita detectar y potenciar las ventajas y, al mismo tiempo, conocer y corregir las debilidades que presenta. De eso trata la evaluación-diagnostica, de conocer la realidad, porque este conocimiento son los cimientos de la planificación educativa, entendida como un proceso continuo que tiene como fin, primero, conocer la realidad para transformarla en función del diseño/ejecución de objetivos, metas y medios los cuales tienen que evaluarse junto con sus productos para, después, ajustar los programas de estudios.
En este contexto, cabe preguntarse ¿Es posible conocer la calidad omitiendo la evaluación? Sí, pero sólo a condición de que la calidad se mida circunscribiéndola a números, a cantidades representadas por la producción académica, que pueden o no ser de calidad. Al amputar el primer componente de la triada evaluación-acreditación-certificación, se eliminó el único elemento ligado con la planificación.
En este contexto, destaca la importancia de la autoevaluación para conocer la calidad académica. No hay otra forma. Hay que decir que la autoevaluación y la evaluación externa, no son excluyentes, sino mecanismos complementarios, que harían coincidir, en la praxis, la calidad con la acreditación-certificación de los programas de estudios.
Privilegiar solamente la cantidad, como veremos en la siguiente contribución considerando como estudio de caso la maestría en Masagro, ha desembocado en la simulación académica.
Palabras agudas:
Ahora sí se excedió el Dr. Ygnacio Martínez Lagunas, Vicerrector de Investigación y Estudios de Posgrado (VIEP) de la BUAP, al considerar que si se divulgan los nombres de los dictaminadores de los proyectos VIEP se pone en riesgo la seguridad nacional. Si la dictaminación de proyectos de investigación es un proceso anual donde se analiza la solidez teórica, conceptual y metodológica, así como la eficiencia, eficacia, competitividad y relevancia social de los proyectos de investigación presentados por la comunidad científica de la BUAP. ¿Cómo es que este proceso puede poner en riesgo la seguridad nacional?
Fuente: http://www.angulo7.com.mx/columnistas/miguel-angel-damian/item/15785-%C2%BFcalidad-o-simulaci%C3%B3n-acad%C3%A9mica-en-universidades.html
Imagen: https://encrypted-tbn2.gstatic.com/images?q=tbn:ANd9GcS9iOLL_6Gr9hB5jhHulPgxyAeRl30pdf9MbzNpiU2zx_8ZJ9Au