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Rosa Roig y Soler, pedagoga pacifista y feminista catalana

Por Jordi Martí Font

Pedagoga republicana, feminista, cristiana y pacifista, humanista en definitiva, Rosa Rojo fue una maestra de maestros adelantada a su tiempo que vivió con una mirada crítica sobre el mundo que lo rodeaba.

Pedagoga republicana, feminista, cristiana y pacifista, humanista en definitiva, Rosa Rojo fue una maestra de maestros adelantada a su tiempo que vivió con una mirada crítica sobre el mundo que lo rodeaba. Defensora de la perfectibilidad de la sociedad a partir, entre otros mecanismos, de una escuela que permitiera el acceso a la cultura a todo el mundo independientemente de su ascendencia social, su brillante carrera como profesora, pedagoga y personaje público de primer nivel en la sociedad mallorquina de los años 30 se interrumpe con el golpe de estado de 1936. en 1939, una vez perdida la guerra, inició una vida de supervivencia intelectual, alejándose de las primeras filas de la vida pública pero a la vez sin renunciar a dar clases, a pesar de la persecución ideológica de que fue objeto.

Una maestra de Marçà

La Rosa Roig nació en Marçà el domingo 15 de junio de 1890 a las cinco de la tarde. Era hija de Bonaventura Roig y Queralt (ingeniero de Anglesola, que da nombre a la calle Roig de la misma localidad) y Maria Soler Barceló, de Marçà. Tuvo dos hermanas, Mundeta (madre años más tarde de Eduard y el Marcelino, ambos alineados con el régimen franquista) y Raquel, durante el nacimiento de la que murió la madre; era 1895 y la Rosa tenía cinco años.

A partir de entonces, Mundeta ayudó en todo lo que pudo el padre de la Rosa, quien por su profesión se ausentaba a menudo de la casa familiar o bien tomaba las niñas con él cuando los desplazamientos eran por tiempo. La Rosa, Rosita, que es como la llamaban en casa y en el pueblo, estudió en las Hermanas Carmelitas de Falset, estrenando su nuevo colegio situado en la actual residencia para personas mayores de la capital del Priorat. Pero el trabajo del padre hacía que la familia estuviera por otros lugares, como Zaragoza, donde vivieron un tiempo, o Barcelona, ​​mientras el padre proyectaba el funicular del Tibidabo y se hacían las obras.

Cuando tenía 15 años, en junio de 1905, la Rosa solicitó ser admitida a las pruebas de ingreso en la Escuela Normal Femenina de Barcelona. Fue aprobando las asignaturas en que se matriculaba por libre y se examinó cuando se sintió suficientemente preparada. Consiguió el título de maestra superior entre 1906 y 1909, con unos resultados excelentes, por lo que se presentó en la Escuela de Estudios Superiores de Magisterio, seguramente en Zaragoza.

En 1910, ingresó en la Escuela de Estudios Superiores del Magisterio de Madrid (abierta el año antes), al parecer con el total apoyo del padre, un hombre liberal y culto. Eligió estudiar Letras y corroboró que lo que quería ser el resto de su vida era pedagoga, maestra de maestros. En Madrid fue alumna de Ortega y Gasset y de Magdalena S. Fuentes, su admirada profesora de Historia. Y fue allí donde escribió, en 1912, «Marsá. Monografía Geográfica », que tal como el resto de monografías realizadas por las mejores alumnos fue editada por la Real Sociedad Geográfica.

En Madrid se sumergió en un clima absolutamente krausista. Eran los años de Francisco Giner de los Ríos y la Institución Libre de Enseñanza. El krausismo, ligado a la filosofía del pensador alemán Karl Christian Friedrich Krause, era el motor ideológico de este centro irradiador de pensamiento liberal en buena parte del Estado. En Madrid, aprendió la importancia de la institución educativa y la importancia del necesario contacto del alumno con la naturaleza, las clases experimentales y las excursiones como herramientas educativas, la necesidad de aprender siempre, así como la utilización de muy diversos conocimientos para lograr la construcción de unos conocimientos humanísticos no dogmáticos. También conoció Carmen Cascante, con quien mantuvo una gran amistad y la complicidad pedagógica necesaria para sacar adelante a lo largo de toda su vida.

En 1913, con el título de maestra de enseñanza primaria normal, sección de letras, Rosa pasó a trabajar en la Escuela Normal Superior de Teruel, desde donde colaboró ​​en la revista profesional El Centinela, una tarea, la de publicista -como decían en la época-, que no dejó mientras existió libertad de expresión, es decir hasta la Guerra Civil. Mientras estaba en Teruel, consiguió la plaza de profesora numeraria de la sección de letras de la Escuela Normal Femenina de Baleares, en octubre de 1913, encargada de las materias de geografía e historia, pedagogía, derecho y legislación escolar.

Viajes de formación

Antes, sin embargo, también con Carmen Cascante y otros jóvenes profesoras, emprendió un viaje de formación de dos meses a Bélgica y Francia para conocer las pedagogías que se aplicaban en aquellos países. El viaje, financiado con una beca de la Junta de Ampliación de Estudios (JAE), las llevó a Burdeos, París, Bruselas, Amberes y otras localidades menores, donde visitaron escuelas infantiles, institutos, escuelas especiales y escuelas normales. Las maestras se fijaron sobre todo en los entornos, pero también en la manera de hacer las clases, en los materiales utilizados (en ese momento añadir fotografías, mapas o proyecciones en las aulas era muy innovador) y criticaron la excesiva rigidez de algunas escuelas y también la poca sensibilidad de alguna de las maestras visitadas ante un grupo de alumnos con discapacidades y enfermedades diversas. Durante el viaje,

A Rosa Rojo le otorgaron dos becas más de la JAE para viajes a otros estados para conocer sus métodos pedagógicos, aunque no los pudo realizar. Es interesante, sin embargo, leer su petición de la beca para el que hubiera sido su segundo viaje, ya que incluye el argumento que quería «Conoco los organismos que, en relaciones con la Sociedad de Naciones, fomentando la paz mundial, especialmente en la eficacia que sume Actuación puedo tener en la escuela primaria donde se debe elaborar la paz futura ». Pacifista sería una de las definiciones que como maestra de maestros habría aplicarle.

La innovación en la Normal de Palma

En 1914, Rosa Rojo y Carmen Cascante incorporan ya definitivamente a la Normal de Baleares, donde Rosa trabajó durante 23 años. El choque de Rosa y la sociedad conservadora mallorquina de ese momento tuvo varios episodios interesantes de recordar, como cuando desde sectores del Obispado se le acusó de «pervertir» sus alumnos porque en Historia del Arte, al hablar de Grecia y Roma, ella les había enseñado la imagen de una Venus de Milo. Las alumnos, que siempre fueron defensoras de su profesora, reunieron dinero y le regalaron una reproducción en yeso que ella instaló en la Normal. O cuando se enfrentó con el Obispado para oponerse a que los niños huérfanos que vivían con las monjas rojillos y aciano fueran enviados a acompañar a los funerales de los ricos de Ciudad, una práctica habitual y normalizada en ese momento.

Sus métodos pedagógicos los podemos conocer también gracias al trabajo de investigación desarrollada por M. Isabel Miró y Francesca Comas, que hicieron una edición comentada del texto de Rosa titulado «Mi trabajo de dieciocho años como profesora de Historia en la Escuela Normal de Amas de Baleares ». Se trata de un largo texto de la Rosa, fechado el 6 de octubre de 1931, en la que podemos apreciar su concepción de la historia, que veía como un proceso colectivo de desarrollo de la civilización hacia el progreso de la humanidad , hacia la perfectabilitat humana. Rosa era una profesora de historia situada siempre en la avanzada y, por ello, cuando las nuevas corrientes historiográficas de la escuela de los Annales se consolidaron en Europa, ella en siguió las enseñanzas como elección propia. En este sentido, nunca mantuvo cerradas las puertas a las innovaciones,

A classe, la Rosa no utilitzava llibres de text com a norma general. Preferia que les fonts d’informació de les alumnes fossin múltiples (de llibres diversos a fonts orals, excursions i sortides o documents originals d’arxius). Així, les alumnes podien veure i conèixer les diverses visions que sobre els fets històrics hi havia i hi havia hagut i formar-se un criteri propi. No caigué tampoc en la pràctica economicista d’escriure un llibre d’obligada compra per part del seu alumnat, una pràctica que molt professorat feia per tal de completar el seu sou. El seu alumnat es construïa els seus propis quaderns, sobretot d’història de l’art, tal com havia vist fer en el seu viatge a França i Bèlgica, amb retalls de diari, imatges de catàlegs, postals… i quan la malaltia li impedí poder continuar sense llibre, trià els de Rafael Ballester, professor mallorquí establert a Tarragona amb qui establí amistat i de qui renuncià a cobrar el 25% que es donava per la venda dels llibres als mestres per tal que les seves alumnes els poguessin adquirir més barats.

Las salidas por Palma, pero también para el resto de la isla, a lugares emblemáticos de la historia mallorquina, completaban la visión sobre los hechos históricos más cercanos, pero también sobre la historia del arte. En el Museo Diocesano, por ejemplo, tenía especial predilección por el retablo de Niçard y una excursión que nunca fallaba era la excursión a Cura, para ver Randa, el lugar donde Ramon Llull se iluminó. Gracias a su perseverancia, logró hacer cuatro viajes con las alumnas en la Península, siempre a partir de subvenciones, donde visitaron tanto espacios históricos y artísticos como escuelas, como la escuela del bosque inspirada por Decroly, que produjeron en Rosa Rojo una magnífica impresión. En estos viajes fueron a Barcelona, ​​a Valencia pasando por Ibiza, Madrid, Toledo, Alicante, Sevilla, Córdoba …, dejando una huella imborrable en sus discípulos,

En los años 20, Rosa Rojo utilizaba ya el cine para educar, tal como explicaba en un artículo en el periódico La Almudaina. La evaluación la hacía a partir de múltiples trabajos encargados a las alumnas, no a partir de exámenes memorísticos. Y las pruebas las utilizaba sólo como forma de repaso, sin ser determinantes en las puntuaciones finales de las clases, donde sí contaban los álbumes de arte compuestos por las alumnas, las libretas de apuntes, etc.

La historia que Rosa enseñaba era crítica, no seguía líneas oficiales, pacifista y centrada en una enseñanza transversal de muchas materias que unas a otras se ayudaban. Asimismo, sus contenidos partían de la historia local, era una historia descentralizada, no obsesionada por las fechas ni las listas de reyes, y sobre todo aconfesional, construida a partir de aportaciones tanto de ella como profesora como del alumnado que participaba de forma activa en las clases.

Su fascinación por el mundo griego clásico resultaba evidente en sus clases, tanto como su postura contraria a poner como ejemplos para los niños algunos personajes históricos como el Cid Campeador, Carlos V o el Napoleón más militarista. Rosa Roig también criticaba que los libros de texto sólo contaran la historia de Castilla, y nunca apareciese o saliera muy minimizada la de la Corona Catalano-aragonesa, un espacio cultural que según ella estaba mucho más acercado a la cultura griega que no el de Castilla. A pesar de esta defensa de la catalanidad, sus clases siempre las hizo en castellano, como consecuencia de una diglosia producida por su educación, recibida en aquella lengua. En clase defendió, desde la aconfesionalidad, los chuetas mallorquines, que eran objeto de un racismo explícito en función de sus apellidos, solía censurar la Inquisición y algunos de los reyes borbónicos, como Fernando VII o Isabel II; y racionalizaba los «milagros» y se posicionaba ante el autoritarismo de la Iglesia.

Sus previsiones progresistas apuntaban que durante el siglo XX desaparecerían las religiones de Estado, triunfaría la libertad y la justicia, se extendería el sufragio universal y los ideales republicanos, que eran los suyos, se encontrarían partes. Por ello, en clase hablaba de libertad, de solidaridad de justicia social y explicaba los primeros socialistas, quienes eran las feministas y las mujeres más destacadas en todos los niveles.

El trabajo fuera de la Normal

Rosa Rojo, pero, no hacía su obra educativa sólo dentro de las paredes de la Normal, ni mucho menos. Su vida estaba llena de participaciones en actos e iniciativas de mejora cultural y, sobre todo, de las condiciones de vida y de educación de los niños.

Así, mantuvo unos constante presencia en la prensa mallorquina y publicó sus artículos en periódicos y revistas como La Almudaina (de 1916 a 1930), Última Hora (1922), Correo de Mallorca (1922 y 1929) y El Día (de 1930 a 1931). Fue de las primeras mujeres a escribir en la prensa balear de forma continuada, siempre con contundencia y conocimiento de causa, y en 1929 escribió el prólogo al libro Mallorquinas de C. García Guardiola, en el que decía que la autora, «de cuna valenciana, criada y formada en Barcelona, ​​es una ferviente admiradora de esta bella isla mediterránea. En ella se dan, en síntesis, las más sobresalientes características de las tres regiones hermanas: Valencia, Cataluña y Mallorca. »

Sus artículos hablan de muchos temas pero siempre incluyen una mirada solidaria con los más débiles, sobretodos los niños y la defensa de su alegría, el juego como forma de educar, el espacio para los niños y las niñas en las ciudades , los niños como primer escalón en la construcción de un mundo sin guerras, para llegar al que criticaba la glorificación de los hechos bélicos en periódicos y revistas y, ya en los años 30, contra los nacionalismos totalitarios que se extendían por Europa (Italia, Alemania …). Se enfrentó, incluso, con un maestro de Fornells, en Mallorca, que había sido felicidad porque había organizado una especie de ejército en su escuela, aduciendo que la escuela siempre tenía que estar al lado de la paz, no de la guerra.

En mayo de 1919, presentó desde la prensa mallorquina la Federación Internacional Femenina, dirigida por Celsia Regis, seudónimo de la feminista conservadora Consuelo González Ramos, defensora del voto de la mujer y fundadora de la publicación La Voz de la Mujer. En 1925, fue elegida vocal de la Junta para la Protección de la Infancia; en 1928, participó en la fundación del Fomento del Civismo, sociedad cultural en que se encargó de redactar la «Página femenina» de La Vanguardia Balear; participó en la fundación del Ateneo, entidad cultural donde pronunció conferencias como una sobre Rabindranath Tagore y «La guerra y la paz a través de los tiempos»; y, durante la República, fue vocal del Tribunal de Menores de Baleares.

Golpe de Estado franquista

El golpe de estado franquista la cogió en Marçà, y eso le salvó la vida. La guerra la pasó dando clases en la Escuela Normal de Barcelona, ​​ciudad donde formó parte de las comisiones depuradoras republicanas. Al acabarse la guerra y completarse la ocupación de Cataluña por parte de los franquistas, Rosa Rojo pidió volver a la Normal de Mallorca, pero se enteró de que había sido apartada al inicio de la Guerra.

Durante dos años, la Comisión Depuradora de la Enseñanza Secundaria de Baleares mantuvo acusaciones contra los maestros que en el momento del golpe de Estado no se encontraban en las Islas. Se sucedieron las cartas de acusación, los testimonios de antiguos compañeros y alumnos y ella tuvo que buscar testigos sin saber de qué se le acusaba. La acusaron de «roja», de impartir conocimientos perniciosos para sus alumnos, de defender la República … y terminó siendo procesada en el Juzgado Especial de Depuración de Funcionarios Civiles Barcelona por un tribunal militar acusada de «auxilio a la rebelión ». En 1941, terminó absuelta de todo, muy posiblemente gracias a la defensa de su sobrino Marcelino Gavaldà, destacado falangista tarraconense, y se pudo reincorporarse a la docencia pero desterrada a la Normal de Castellón y sin posibilidad de traslado a Cataluña durante años,

Pocos años después, fue acusada por el Tribunal para la represión de la masonería y el comunismo de formar parte de la mampostería ya que una conferencia suya había sido leída en un acto de la Logia Pitágoras de Mallorca, una acusación que tampoco prosperó.

En 1951, se pudo trasladar de Castellón a la Normal Femenina de Barcelona, ​​dirigida por una de sus acusadoras en las procesos judiciales vividos. En 1960, se jubiló y murió nueve años después en Barcelona aunque los últimos años de su vida los pasó en Marçà enferma y rodeada de su familia.

En 2001, Francesca Comas y M. Isabel Miró publicaron su biografía: «Rosa Rojo. Biografía de una pedagoga (1890-1936) »y la localidad mallorquina de Marratxí puso su nombre a una calle. El 24 de agosto de 2019, su pueblo natal, Marca, dedicó otra calle a su memoria.

bibliografía

-García Guardiola, C. (1929). Mallorquinas. Prólogo de Rosa Rojo e ilustraciones de F. Manchón. Talleres Gráficos Hostench. Barcelona.

-Comas, Francesca y Miró, M. Isabel (2001). Rosa Rojo. Biografía de una pedagoga (1.890 a 1.969). Documenta Balear y Ediciones del Mèdol. Colección Menjavents, 38. Palma y Tarragona.

-Comas, Francesca y Miró, M. Isabel (2004). Rosa Roig, la esperanza desvanecida, artículo dentro Pizarra. Revista de enseñanza de las Islas, número 117, septiembre-octubre de 2004, p. 35-37. Publicada por el STEI-I. Palma.

-Comas, Francesca y Miró, M. Isabel (2009). El testimonio de Rosa Rojo, un ejemplo de renovación pedagógica en las Escuelas Normales del primer tercio del siglo XX, artículo dentro Educación e Historia. Revista de Historia de la Educación, número 14, julio-diciembre de 2009, p. 197-227. Publicada por la Sociedad de Historia de la Educación de los Países de Lengua Catalana.

-Peñarrubia, Isabel (2008). Movimiento feminista y sufragio en Mallorca (siglo XX). Ediciones Documenta Balear, Cuadernos de Historia Contemporánea de Baleares, 57. Palma.

Fuente: https://kaosenlared.net/rosa-roig-i-soler-pedagoga-pacifista-i-feminista-catalana/

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Cómo es por dentro la toma feminista de una universidad en Chile.

América del Sur/Chile/BBC

«Señor decano, procedemos a tomar la Universidad».

Con esas palabras recuerda Isidora Parra, una de las voceras de la toma feminista de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, el momento en que ella y sus compañeras anunciaron a las autoridades de la entidad que este —el pasado 27 de abril— sería su último día de trabajo hasta nuevo aviso.

«Recojan sus cosas y no vengan mañana», les ordenaron.

Ya había pasado la «asamblea de emergencia» en la que cientos de estudiantes, entre euforia e improvisación, decidieron la toma.

Ya las feministas habían tomado otras universidades del país. Ya el machismo estaba instalado en la agenda política.

Protesta feminista
De la mano de las tomas, las protestas feministas en la calle se han proliferado en Chile durante el último mes.

Los jóvenes cerraron las puertas, tomaron cientos de sillas y las colgaron de las rejas de la fachada del edifico, una monumental estructura curvilínea de 1938, estilo art decó, en pleno centro de Santiago.

Los «cabros» armaron sus camas, pintaron sus murales y se declararon en huelga.

«Derecho en toma feminista«, anuncia desde entonces un aviso en la puerta.

Así es como, hace casi dos meses, se encuentran dos decenas de facultades de universidades en Chile (y algunas en Argentina, en el marco de la votación en el Congreso de la despenalización del aborto el miércoles).

Cada toma tiene pedidos particulares, conflictos concretos, reglamentos específicos. Pero todas buscan una educación no sexista que, como primera medida, castigue los abusos en contra de las mujeres.

Toma de la facultad de Derecho de la Universidad de Chile
Image captionLas sillas colgadas de las rejas son un símbolo de las tomas en Chile. Acá, en Derecho, no fue la excepción.

Horizontalidad y hermetismo

Acá, en la facultad de derecho de la universidad pública más importante del país, el mandato de ocupación se renueva cada jueves a través de una votación en internet de la que participan casi 2.000 estudiantes.

Uno de los rasgos más característicos de estos movimientos feministas es que todas las decisiones, tanto fútiles como transcendentales, son sometidas a votaciones y amplios debates.

En Derecho, una vez al día se hace una asamblea en la que deciden turnos de guardia, cocineros, roles de limpieza.

Esa es la «asamblea de toma». Pero también tienen una «asamblea de escuela», en la que todos los miembros discuten las decisiones más importantes, y una «asamblea de mujeres», la más pequeña y exclusiva, en la que se marca la línea del movimiento.

Facultad de Derecho de la Universidad de Chile
Image captionAunque no hay clases, las actividades en las universidades tomadas son recurrentes, con cursos y capacitaciones con enfoque de género.

Además, tienen cuatro comisiones: limpieza, cocina, comunicaciones y seguridad.

El acceso de BBC Mundo fue aprobado por voto en un grupo de WhastApp. Nos dejaron tomar fotos de algunos espacios, pero no de todos ni de las caras de las personas que estaban ahí.

En general, en las tomas el acceso de los medios —e incluso de los hombres— ha sido limitado, en busca de garantizar seguridad y controlar el mensaje que se divulga.

Facultad de Derecho de la Universidad de Chile
Image captionDentro de las tomas algunos venden ropa o objetos de limpieza. En algunas tomas el consumo de drogas o el sexo están prohibidos. En casi todas hay ley seca.

Una toma moderada

Cuando visité la toma, el pasado viernes, los hombres estaban a cargo. Las «wachas» tenían un encuentro feminista en el sur del país.

Isidora me llevó a salones que están convertidos en campamentos llenos de maletas, colchones inflables y sábanas gruesas; no hay calefacción que mantenga caliente durante la noche estos enormes espacios de techos altos.

También entramos a otros salones donde estudiantes practicaban cursos de danza o de capacitación. Acá, cada semana, los hombres se reúnen en un «círculo de deconstrucción de la masculinidad» para hablar de sus privilegios y las formas de adaptarse al nuevo mundo.

En la plaza central, a unos 10 grados centígrados, varios grupos de rock le ponían melodía a un colorido atardecer. Entre una canción y otra se emitía una consigna feminista. Con alegría se saludó la llegada de unas sopaipillas, un pan frito que había preparado la comisión de cocina.

Facultad de Derecho de la Universidad de Chile
Image captionEl ambiente dentro de la toma es amigable, tranquilo. Muchos duermen acá. Otros van y vienen.

También repartieron un vino afrutado que había sido hervido para sacarle el alcohol, porque en esta toma, como en otras, rige una ley seca.

«Si andái curao (borracho) se pierde la esencia de la toma«, me dijo el encargado de este «navegado» sin alcohol.

Pero esta, la de Derecho, es una toma moderada: en otras, rigen prohibiciones de marihuana —ley lúcida—, de relaciones sexuales —ley fría— y de hombres, en los movimientos que se denominan separatistas.

Pero prácticamente en todas se aplica una regla de oro: los cursos que se pierdan por las protestas se remplazan en verano. Las vacaciones se sacrifican por la militancia.

Facultad de Derecho de la Universidad de Chile
Image captionLa comisión de cocina de la toma hace sus deberes: bebida sin alcohol y sopaipilla de cena.

«Somos nietas de las brujas»

Isadora cree, en todo caso, que en esta lucha el extremismo es necesario, «porque el cambio de mentalidad no se logra pidiendo el favor».

La toma de entidades educativas, frecuente también en Argentina, fue común en Chile durante las protestas estudiantiles de 2011, las cuales dieron un vuelco a la política chilena que finalmente se tradujo en la aprobación de la gratuidad universitaria en enero.

Esta vez el movimiento feminista se jacta de haber logrado que el presidente, Sebastián Piñera, pidiera al Congreso hace dos semanas reformar la Constitución para que la igualdad de género sea garantizada por el Estado. El oficialismo también espera introducir leyes sobre violencia familiar y administración del patrimonio.

Pero gran parte del feminismo desconfía de Piñera, cuyas medidas son vistas como insuficientes. Las tomas y marchas, entonces, se han mantenido.

Protesta feminista
Image captionEn la marcha del miércoles 6 de junio se vio mucha piel, algo que para los críticos del feminismo desvirtúa su causa.

«Los estudiantes están en un proceso de autoformación e indagación que no solo lucha en contra del machismo, sino contra de las formas tradicionales de entender la política», explica Luna Follegati, historiadora del feminismo y profesora de la Universidad Metropolitana.

«Cada grupo, según su mirada, establece su propia lógica interna de regulación, la cual responde a la manera como están deconstruyendo las relaciones y las formas de hacer política», añade.

«Esto (la toma) no tiene fecha de término», dice Parra. «Esperamos que se termine el patriarcado», añade entre risas. Pero luego aclara: «Estaremos acá hasta que se resuelva nuestro petitorio«.

La toma exige la destitución del profesor Carlos Carmona, expresidente del Tribunal Constitucional, acusado de acoso sexual y laboral.

Pañuelo del aborto en Chile
Image captionDesde el dormitorio de la toma, del cual nos pidieron no sacar fotos, se ven varios pañuelos del movimiento feminista que lucha por la despenalización del aborto en Argentina. Se ven como «hermanas».

También pide capacitación con perspectiva de género para estudiantes, académicos y funcionarios; que se revise el currículo académico; que se revalúen las becas para estudiantes padres; que se reconozca el nombre social de las personas transexuales.

El petitorio, escrito entre decenas de personas y sometido a voto en diferentes instancias, tiene requerimientos tan específicos como que se pongan mudadores en los baños para los estudiantes padres.

«Somos nietas de las brujas que no pudieron quemar en la Inquisición», me dice Parra. Es una idea que marcó la marcha feminista del 6 de junio en Santiago, donde se vieron crudas e irónicas expresiones artísticas de protesta llenas de sangre, piel y ojos vendados.

El tono de la marcha dio pie para que algunos tacharan a estas mujeres de «feminazis».

«En el siglo XV nos intentaron quemar porque no aceptábamos la condición de subordinación en la que estábamos«, afirma Parra, que tiene 20 años.

Y concluye: «Esa vez no lo lograron y esta vez tampoco lo van a lograr».

Facultad de Derecho de la Universidad de Chile
Las tomas van de la mano de expresiones artísticas como esta, que fue pintaba en plena plaza de la facultad de derecho.
Fuente: http://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-44447434
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Escribiendo la revolución feminista en educación superior

En medio de paros y tomas feministas en universidades de todo el país, hay un factor que ha pasado inadvertido: la escritura colectiva de los mensajes y petitorios de las asambleas de mujeres. En esta columna el lingüista Federico Navarro analiza el fenómeno y destaca que este punto es clave, porque “los petitorios se constituyen como escritos de acción que cambian la realidad”. Esta escritura colectiva ha tenido suficiente fuerza retórica para convencer e instalar ideas. Un ejemplo concreto ocurrió en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile. Ahí, el día de las elecciones de decano, los profesores que debían votar leyeron un cartel que decía “tu voto hoy decide si mañana me siento segura o no”. Según Navarro, ese mensaje fue el último eslabón de una serie discursiva feminista que afectó al candidato inicialmente favorito: “Perdió el favor del claustro de profesores y quedó en último lugar entre tres postulantes”.

Por Federico Navarro

“Sobra decir que no es lo que queremos”. Así comienza uno de los muchos petitorios y comunicados de las asambleas de jóvenes mujeres que están en paro o en toma en más de 50 unidades académicas del sistema de educación superior chileno. Estos petitorios pueden parecer meros registros de las discusiones que se producen en las asambleas, un instrumento más para “decir lo que queremos”. Pero, en realidad, la escritura de estos petitorios impone condiciones, compromisos y cambios en la realidad. Lo que sucedió la semana pasada en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile representa un buen ejemplo: la escritura de la asamblea de mujeres en paro dio vuelta el resultado esperado de la elección de autoridades.

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Cartel en las paredes de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile. Fuente: Federico Navarro

La revolución feminista es cultural, educativa, política, legislativa y lingüística, pero se especifica en temas y ámbitos de interés según cada región y país. En Estados Unidos, el movimiento #metoo relató en primera persona los abusos en ámbitos precarizados, masculinizados y asimétricos como la industria del espectáculo o el periodismo. En Argentina, el movimiento #niunamenos opuso manifestaciones masivas a feminicidios, impulsó el paro feminista frente al estupor de los gremios, predominantemente masculinos, y en la actualidad ha inundado de pañuelos verdes el postergado debate legislativo sobre la despenalización del aborto, que se definirá en los próximos días.

Pañuelazo argentina

“Pañuelazo” verde a favor de la despenalización del aborto, frente al Congreso de Buenos Aires, 19/02/18. Fuente: Página/12

En Chile, la revolución feminista está encarnada en el actor político más importante de la última década: las y los estudiantes de educación media superior y universitaria. Y, para sorpresa de la mayoría, tomó por asalto las casas de altos estudios de todo el país con un reclamo específico, distinto de las protestas previas por educación superior pública, gratuita, inclusiva y de calidad, pero con un mismo interés por aspectos culturales, educativos e institucionales: el fin de la cultura patriarcal abusiva en las aulas chilenas. La protesta cobra visibilidad en forma de manifestaciones de mujeres con los pechos descubiertos y máscaras mexicanas, o de paros y tomas en facultades y universidades.

marcha

Marcha de mujeres en Santiago el 16 de mayo de 2018.

Pero además, de forma más silenciosa e igualmente revolucionaria, el movimiento feminista actúa sobre la realidad a través de la escritura, cambiando al mismo tiempo las formas de comunicación y participación estudiantil en educación superior.

Primero, es una escritura colectiva. Los lectores escandalizados por el supuesto anonimato de comunicados y petitorios no entienden las condiciones particulares de producción textual. Estos petitorios se escriben de forma colaborativa y horizontal. En las asambleas, se planifican de forma oral los principales temas, reclamos y argumentos. Al comienzo son punteos, viñetas, listas. Luego, usando herramientas informáticas y las estigmatizadas redes sociales, se amplían y reformulan fragmentos durante días hasta lograr un texto difícil de refutar.

Puede ser que algunas mujeres lideren temporariamente la elaboración de los textos, pero no quedan huellas de su autoría, porque es el reclamo de un colectivo social. Se aportan evidencias recolectadas en terreno, como los porcentajes escandalosamente bajos de profesoras titulares, decanas o rectoras. Se incluyen crudos relatos de acoso sexual en aulas y congresos, o de insultos y revictimizaciones al momento de denunciar, narrados en primera persona. Los petitorios reconstruyen hechos con precisión legalista, aportando fechas, números de expediente, nombres propios y cronologías que otorgan verosimilitud a las denuncias y convencen a los incrédulos, o al menos los hacen dudar.

En el caso de la asamblea de mujeres de ciencias de la Universidad de Chile, este respaldo empírico y legal se combina con un cuidado por la privacidad de las denunciantes y de los denunciados sobre los que aún no hay evidencias definitivas. El texto resultante esconde un trabajo profundo, complejo y compartido, el secreto de su solidez retórica. Pero hay otro motivo para la escritura colectiva: se dirige a un interlocutor con mayor poder (profesores y funcionarios) y teme posibles represalias individuales.

Segundo, es una escritura dialógica. Se sabe que el lenguaje nunca habla en el vacío; las afirmaciones y declaraciones tienen ecos de lo que se dijo antes, para confirmarlo, negarlo o modificarlo. De esta manera, el lenguaje siempre está en diálogo con las creencias del oyente o lector, con las conversaciones de días anteriores, con las canciones que se escucharon o los libros que se leyeron. Este carácter dialógico del lenguaje puede ser más implícito y pasar desapercibido, como sucede en un ambiente familiar y distendido, o ser más explícito y seguir mecanismos formales de cita y referencia, como ocurre en la universidad.

Los petitorios elaborados por jóvenes mujeres en paro o en toma seleccionan fragmentos de los documentos institucionales, los citan de forma literal, los desarman en sus partes, y discuten sus posiciones y argumentos. Además, se recogen declaraciones y afirmaciones orales de profesores y autoridades, se las recontextualiza, evalúa, analiza y divulga. El discurso asimétrico de los funcionarios es deconstruido en una pugna dialógica y política por la verdad. Se trata de estrategias complejas de citación, supuestamente desconocidas en los pasillos de una Facultad de Ciencias, en las que se cree que se escribe poco y nada, y que no se discuten ni citan fuentes bibliográficas.

FRAGMENTO

Fragmento del “comunicado de contrarrespuesta” de mujeres estudiantes en paro de la Facultad de Ciencias (Universidad de Chile), 29/05/18. Fuente: fotografía de documento proporcionada por el autor.

Tercero, es una escritura que acciona sobre la realidad. En una concepción simplista del lenguaje, las palabras serían etiquetas descriptivas de lo real, y la escritura transcripción del pensamiento. Pero en realidad se sabe desde hace varias décadas, e incluso aparece hace miles de años en los relatos míticos del Antiguo Testamento, que las palabras crean realidades, estipulan condiciones e implican compromisos. Es necesario decir “sí, quiero”, “lo juro”, “afirmativo”, “perdón” o “te amo” para que ciertas acciones institucionalizadas existan, y los matrimonios, mandatos, compromisos y vínculos sucedan. En los petitorios feministas elaborados en la universidad, la palabra escrita tiene un peso de acción. Las estudiantes hacen demandas específicas, solicitan el desarrollo de legislación institucionalizada, estipulan plazos perentorios, y se comprometen a acciones de distinto tipo según la reacción de sus lectores. Se identifican necesidades y se reclaman cambios concretos, sofisticados y creativos, que la mayoría de los lectores no imaginaron posibles, como por ejemplo un protocolo de prevención de la violencia contra las mujeres en congresos científicos, un espacio en el que se han registrado múltiples acosos. De esta manera, los petitorios se constituyen como escritos de acción que cambian la realidad.

En el caso de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile, el petitorio también solicitaba que un candidato a decano que muchos consideraban como el seguro ganador de las elecciones, pero señalado por la asamblea de mujeres como uno de los responsables institucionales de no investigar casos de acoso y de desacreditar a las denunciantes, desistiera de su candidatura, como se ve en el fragmento a continuación.

FRAGMENTO2

Fragmento del “comunicado de contrarrespuesta” de mujeres estudiantes en paro de Fac. de Ciencias (Universidad de Chile), 29/05/18. Fuente: fotografía de documento proporcionada por el autor. Se ha borrado el nombre del académico interpelado.

La potencia retórica de los manifiestos y petitorios feministas no solo responde a méritos propios, sino, en muchos casos, a cierta falta de reflejos en la respuesta que brindan los actores interpelados. El discurso de las autoridades institucionales y del cuerpo colegiado de profesores no siempre llega a reconocer la complejidad colectiva, dialógica y de acción a la que debe responder, ni parece comprender el shock cultural y el cambio histórico y generacional del que participa. En un giro espectacular de la relación tradicional de asimetría de poder y saber entre los estudiantes y los profesores, son los primeros (en realidad, las primeras) quienes ofrecen una voz más sofisticada, informada y atrevida. Encarnan así, en paro y fuera del aula, un propósito formativo intencionado por el currículum escolar: estudiantes autónomas, integrales, críticas, interdisciplinarias, comprometidas con los derechos humanos y con su entorno, con uso de tecnologías de la información, que transfieren saberes a nuevas situaciones y comunican a interlocutores diversos. Por eso puede afirmarse que estas protestas letradas también están modificando las formas de comunicación y participación estudiantil en educación superior.

Justamente, esta complejidad de la escritura feminista estudiantil como acción retórica colectiva, fundamentada y dialógica que cambia la realidad debe ponerse en relación con las denominadas “narrativas de la crisis de la escritura”. Como se ha demostrado en otras épocas y regiones, los procesos de apertura del sistema de educación superior a sectores sociales amplios tradicionalmente excluidos, como estudiantes de escuelas vulnerables o primera generación universitaria, traen como consecuencia una “preocupación” de los medios de comunicación -y, por su influencia, de la sociedad en general- por una supuesta degradación de la escritura. “Los niños chilenos no entienden lo que leen”, “las redes sociales hacen que los jóvenes escriban con faltas de ortografía”, “la escuela ya no se ocupa de preparar a los estudiantes” son afirmaciones que se pueden leer en titulares de diarios o ver en programas matinales de televisión. No se trata solamente de una nostalgia romántica por el pasado, sino de una reacción elitista a tiempos de mayor inclusión y, paradójicamente, de muchas más personas que nunca antes en la historia -sobre todo, jóvenes- leyendo y escribiendo.

La escritura feminista es colectiva, fundamentada, dialógica y de acción. Es una compleja y efectiva acción retórica que cambia la realidad, tanto o más que la opción por un lenguaje no sexista, el uso de pañuelos verdes o las manifestaciones con pechos desnudos. Pero la narrativa social que supone, equivocadamente, que existe una crisis de escritura -y de formación, de motivación, de esfuerzo, de participación política, de perseverancia- en los y las jóvenes estudiantes hace que la potencia escrita de la revolución feminista todavía pase desapercibida.

Estas semanas, en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile, la acción feminista, especialmente movilizada a través de documentos escritos, ha tenido efectos concretos sobre la realidad. El pasado 7 de junio, día de las elecciones a decano, cada profesor que asistió a la mesa eleccionaria leyó, colgando de la puerta, el siguiente cartel, último eslabón de una serie discursiva feminista. Como resultado de estas acciones escritas, el candidato interpelado no retiró su candidatura, pero perdió el favor del claustro de profesores y quedó en último lugar entre tres postulantes.

TU VOTO DE HOY

Cartel en la entrada al edificio de ecología de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile, donde se celebraron las elecciones a decano el 07/06/18. Fuente: Federico Navarro.

Como hombre y profesor especializado en asuntos de escritura en educación superior, comparto con humildad estos documentos y reflexiones sobre un movimiento que me interpela, del que no me siento protagonista, pero al que creo que debo aportar desde mi lugar.

Fuente: http://ciperchile.cl/2018/06/13/escribiendo-la-revolucion-feminista-en-educacion-superior/

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Chile: Declaración de académicas por tomas feministas

“No buscamos una universidad más neoliberal con perspectiva de género. Buscamos transformar la educación”

The Clinic

Estamos ante un movimiento de trascendencia histórica. Se levantan en nuestro país, en diversas universidades, asambleas, paros y tomas feministas, configurando formas de acción colectiva que hace pocos años atrás no eran siquiera imaginables y que hoy irrumpen en el escenario público para impugnar los cimientos patriarcales y androcéntricos de las instituciones universitarias.

Este nuevo ciclo de movilizaciones, que se inicia por denuncias de acoso sexual y por la insuficiencia de los protocolos y normativas existentes, abre una inédita posibilidad de poner en cuestión el sistema de educación superior en su conjunto, en tanto la violencia machista y la reproducción de las desigualdades de género denunciadas, están estrechamente imbricadas con el carácter antidemocrático y mercantil de las instituciones educativas.

Sabemos que la violencia de género es grande y compleja y que atraviesa todas las esferas de nuestra vida. Por ello, transformar esta dimensión en las universidades implica transformar estructuralmente la educación, minando las bases del sexismo que reproduce, en las instituciones educativas, la división sexual del trabajo, reforzando la asociación de razón, poder y éxito en el mercado con lo masculino y de emocionalidad, subordinación natural y precarización con lo femenino. En este sentido, no es para nada casual que usemos la frase “casa de estudios” para nombrar las universidades, si vemos cómo estas replican los roles de género, constituyendo así una extensión de la casa heteropatriarcal en la esfera de la educación formal.

La lucha contra el patriarcado y contra la reproducción de los roles de género es también una lucha contra la educación de mercado, pues las carreras feminizadas, asociadas a las labores de cuidado, crianza y empatía, son precisamente las más precarizadas, mientras que las carreras típicamente masculinas son las más valoradas socialmente, las más exitosas en el mercado y las que cuentan con mayores recursos. Esto sigue reforzando la reproducción de los roles de género y perpetúa la violencia hacia los cuerpos feminizados. El feminismo, precisamente, invita a impugnar esa reproducción y a entender que no podemos luchar en contra del patriarcado en la educación sin luchar en contra del mercado que refuerza las asimetrías de género y que orienta las instituciones educativas.

Pensar la educación feminista significa pensar la democracia, la libertad y la igualdad. Ideales que no son sinónimo de empoderamiento individual y meritocracia, sustentada en privilegios socioculturales y que tampoco pueden ser procesados mediante la adición cosmética de la “perspectiva de género” en cursos, programas de perfeccionamiento o formación contínua, capacitaciones u otros mecanismos propios de la administración universitaria neoliberal. Una educación feminista significa transformación desde la raíz, abarcando el orden jurídico (cambio de estatutos desde una ordenación feminista), igualdad sustantiva (procedimientos de paridad, igualdad de salarios, etc.), perspectiva teórica feminista para el cuestionamiento general del concepto de educación y de universidad, desde las disciplinas hasta las jerarquías. La educación feminista significa también retomar las históricas banderas de la lucha por la educación pública e insistir en la educación como un derecho social y en la necesidad de financiamiento directo a las universidades públicas, para poder materializar un proyecto educativo transformador y garantizar condiciones de dignidad e igualdad laboral para académicas/os y funcionarias/os, porque el feminismo impugna también la precarización del trabajo.

El feminismo pone en cuestión las jerarquías, los privilegios y las desigualdades, pues precisamente las asimetrías de poder y el carácter estamental en los espacios sociales generan condiciones propicias para el abuso y para su naturalización. En ese sentido, la democratización de las instituciones educativas y el trabajo triestamental son condiciones de posibilidad para llevar adelante la transformación de nuestras universidades desde una perspectiva feminista.

Las movilizaciones estudiantiles que han estallado son una rebelión contra la injusticia que imponen los mandatos del género en el neoliberalismo. Por tanto, la recuperación de la educación pública de la captura del mercado sexista no pasa por tener una universidad más neoliberal con “perspectiva de género”, sino por derribar las bases de la educación mercantil-sexista para construir desde el feminismo una nueva educación pública.

Saludamos y apoyamos con entusiasmo a las estudiantes que han levantado este movimiento y como diputada feminista, profesoras universitarias, escritoras e intelectuales hacemos un llamado a asumir un rol activo en esta movilización, organizándonos, creando espacios de discusión y articulándonos en una alianza feminista amplia, que siente las bases de un nuevo pacto social por una nueva educación pública, democrática y feminista.

Firmantes:

Camila Rojas Valderrama. Diputada Izquierda Autónoma. Frente Amplio.

Beatriz Sánchez. Instituto de Comunicaciones e Imagen. Universidad de Chile.

Faride Zerán Chelech. Universidad de Chile.

Diamela Eltit. Escritora.

Nelly Richard. Crítica Cultural y Ensayista.

Alejandra Castillo. Filósofa feminista. Departamento de Filosofía. Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación.

Daniela López Leiva. Encargada Feminista Diputación Camila Rojas Valderrama.

Pierina Ferretti. Socióloga. Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos Universidad de Chile – Fundación Nodo XXI.

Camila Miranda. Directora Fundación Nodo XXI.

Carolina Olmedo Carrasco. Universidad Alberto Hurtado. Directora Fundación Nodo XXI.

Yesenia Alegre Valencia. Socióloga. Universidad Viña del Mar. Red de Académicas Feministas de Valparaíso.

Leticia Arancibia Martinez. Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Red de Académicas Feministas de Valparaíso.

Gloria Caceres Julio. Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Red de Académicas Feministas de Valparaíso.

María Angélica Cruz. Universidad de Valparaíso. Red de Académicas Feministas de Valparaíso.

Mónica Iglesias. Instituto de Sociología. Universidad de Valparaíso. Red de Académicas Feministas de Valparaíso.

Patricia González San Martín. Facultad de Humanidades. Universidad de Playa Ancha. Red de Académicas Feministas de Valparaíso.

Tania de Armas Pedraza. Directora Departamento de Sociología Universidad Playa Ancha. Red de Académicas Feministas de Valparaíso.

Sonia Reyes Herrera. Instituto de Sociología Universidad de Valparaíso. Red de Académicas Feministas de Valparaíso.

Lorena Zuchel Lovera. Departamento de Estudios Humanísticos UTFSM. Red de Académicas Feministas de Valparaíso.

Jeanne Hersant. Departamento de Sociología Universidad de Playa Ancha. Red de Académicas Feministas de Valparaíso.

Alejandra Ramm Santelices. Universidad de Valparaíso. Red de Académicas Feministas de Valparaíso.

Claudia Montero. Instituto de Historia y Ciencias Sociales Universidad de Valparaíso. Red de Académicas Feministas de Valparaíso.

Maribel Ramos Hernández. Departamento de Sociología Universidad de Playa Ancha. Red de Académicas Feministas de Valparaíso.

Marjorie Mardones Leiva. Facultad de Ciencias Sociales. Universidad de Playa Ancha. Red de Académicas Feministas de Valparaíso.

Pamela Soto Vergara. Psicóloga. Universidad Andrés Bello.

Luna Follegati Montenegro. Historiadora. Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación.

Rosario Olivares. Departamento de Filosofía. Universidad Alberto Hurtado.

Carolina Avalos. Facultad de Filosofía y Humanidades. Universidad Austral de Chile.

Lelya Troncoso. Trabajo Social. Universidad de Chile.

Mia Dragnic. Socióloga. Maestra en Estudios de Género. Universidad de Chile.

Caterine Galaz. Trabajo Social. Universidad de Chile.

Hillary Hiner. Escuela de Historia. Universidad Diego Portales.

Laura Albornoz Pollmann. Departamento de Derecho Privado. Universidad de Chile.

Daniela Marzi. Universidad de Valparaíso.

Javiera Arce. Universidad de Valparaíso.

Isabel Piper. Psicología. Universidad de Chile.

Paula Quintana. Instituto de Sociología. Universidad de Valparaíso.

Antonella Marín. Instituto Arcos Viña del Mar.

Paula López. Instituto Arcos Viña del Mar.

Eloid Chabaud. Instituto Arcos Viña del Mar.

Ana Luisa Muñoz. Profesora de Historia e Investigadora.

Claudia Rojas Necuhual. Facultad de Economía y Negocios. Universidad de Chile.

Ana Traverso. Facultad de Filosofía y Humanidades. Universidad Austral de Chile.

Karen Alfaro. Facultad de Filosofía y Humanidades. Universidad Austral de Chile.

Mónica Peña. Facultad de Psicología. Universidad Diego Portales.

Ariadna Biotti Silva. Archivo Central Andrés Bello. Universidad de Chile.

Javiera Carmona Jiménez. Universidad de Playa Ancha.

María José Yaksic. Magíster en Estudios Latinoamericanos. Universidad de Chile.

Ximena Azúa. Facultad de Ciencias Sociales. Universidad de Chile.

Daniela Jara. Instituto de Sociología. Universidad de Valparaíso.

Carolina Benavente Morales. Centro de Investigaciones Artísticas. Universidad de Valparaíso.

Javiera Robles Recaberren. Doctoranda en Historia. UNLP/IIGG-CONICET

Karin Berlien Araos. Departamento de Ingeniería Comercial. Universidad de Valparaíso.

Pamela Jaime Elías. Profesora de Historia.

María Isabel Puerto Perez. Abogada. Docente Universidad de Valparaíso.

Verónica Francés. Arquitecta. Centro de Investigaciones artísticas. Universidad de Valparaíso.

Carolina Andrade Amaral. Encargada Oficina Comunal Diversidades Sexuales y Docente en Violencia de Género. Universidad Andrés Bello.

Sara Avalos Urtubia. Profesora de Historia y Geografía. ONG Contra de Reñaca Alto.

Sandra Rojas Cáceres. Trabajadora Social. Universidad de Viña del Mar y Universidad de las Américas.

Ana Gálvez Comandini. Historiadora. Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación.

Alejandra Zuñiga Fajuri. Escuela de Derecho. Universidad de Valparaíso.

Marcela Díaz Rebolledo. Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales FLACSO Chile.

Sofía San Martín Moreno. Socióloga. Universidad de Playa Ancha.

María Soledad Vargas Carrillo. Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Directora Magister en Comunicaciones.

Lina Marín Moreno. Universidad de Valparaíso.

Nico Mazzucchelli. Trabajadora Social. Académica Universidad de Viña del Mar y Universidad de Valparaíso.

Nicole Cisternas Collao. Socióloga.

Carolina Pinto. Socióloga. Académica Universidad de Viña del Mar.

Claudia Espinoza. Universidad de Valparaíso.

Tamara Ortega Uribe. Socióloga. Universidad de Playa Ancha.

Camila Arriagada B., Unidad de Control de Proyectos Universidad Técnica Federico Santa María

Claudia López, Departamento de Informática y Observatorio de Género en Ciencia e Ingeniería UTFSM.

Paulina Santander Astorga, Departamento de Industrias y Observatorio de Género en Ciencia e Ingeniera UTFSM.

Marianna Oyanedel, Departamento de Estudios Humanísticos UTFSM.

Aldonza Jaques, Departamento de Ingeniería Química y Ambiental UTFSM

Marcela Prado Traverso Facultad de Humanidades, Universidad de Playa Ancha

Francesca Iunissi, Facultad de Ingeniería, Universidad de Playa Ancha

Karen Alfaro, Facultad de Filosofía y Humanides, Universidad Austral de Chile

Ana Traverso, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Austral de Chile

Paola Bolados, Instituto de Historia y Ciencias Sociales, Universidad de Valparaíso.

Karina Marambio Guzmán, Escuela de Psicología. Universidad de Valparaíso.

Esperanza Díaz Cabrera, Profesora de Historia, Magíster en Historia.

Verónica Figueroa Huenchu. Instituto de Asuntos Públicos. Universidad de Chile.

Paulina Vergara Saavedra. Instituto de Asuntos Públicos. Universidad de Chile.

http://www.theclinic.cl/2018/05/09/declaracion-destacadas-academicas-tomas-feministas-no-buscamos-una-universidad-mas-neoliberal-perspectiva-genero-buscamos-transformar-la-educacion/

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