«Ser maestra es un privilegio»: Adelaida de Juan

Cuba / 25 de marzo de 2018 / Autor:   / Fuente: Granma

Cierto es que suele vérsele callada, porque prefiere escuchar, pero cuando la ocasión lo amerita hay que prestar mucha atención a lo que tiene que decirnos.

Solo ahora, cuando me es dado conversar con ella, cede esa angustia que experimenté hace unos meses, justo el pasado 22 de diciembre, cuando solo una parte de su historia quedó revelada y uno queda absorto ante lo que ignora. La doctora Adelaida de Juan recibió ese día el Premio Nacional de Enseñanza Artística 2017 y aunque fui hasta allá para verla, no me fue posible publicar nada.

El Aula Magna de la Universidad de las Artes fue entonces el lugar elegido para honrar a esta dama que ha brillado en las aulas de ese centro y en las de otras instituciones del mundo. Hubo intervenciones que la ubicaron en contexto y recordaron la época primicial en que la joven profesora motivara el conocimiento por el arte a estudiantes provenientes de la recién concluida Campaña de Alfabetización, que llegaban de todo el país a la Escuela Nacional de Arte.

«Con la enseñanza de Adelaida se promovió el conocimiento de algo que estaba virgen en la joven naturaleza de los estudiantes: el crecimiento de la sensibilidad estética», expresó entonces una privilegiada que tuvo la suerte de contarla entre sus maestras.

Para algunos resultó sorprendente que la autora de una docena de libros de Historia del Arte continuara, a sus 86 años, enseñando y ofreciendo conferencias en Cuba y otros países. Y el empeño por conversar con esta cátedra viviente son ahora estas líneas.

–Cuando por primera vez puso los pies en el Departamento de Arte, donde la doctora Rosario Novoa preparaba un curso de Estilografía, no pensó que hacerlo le cambiaría la vida…

–El cursillo de Estilografía impartido por Rosario me era totalmente desconocido: yo cursaba a regañadientes el segundo año de Filosofía y Letras cuando un mediodía fui a la Biblioteca Central de la Universidad de La Habana y me la encontré cerrada por fumigación. Una compañera de curso me vio y me invitó al Departamento de Arte. Para mí, eso era desconocido, pero me ofrecía un asiento a la sombra, ya que la biblioteca estaba cerrada. Entré a un local lleno de libros, de cuadros, de vitrales brillantes en las ventanas: entonces una mujer pequeña, rubia, empezó a dar una charla ilustrada con diapositivas. Al cabo de unos 50 minutos, quedé pensativa en mi asiento, con el súbito convencimiento de que había encontrado al fin la razón de mi permanencia en la Universidad. Esa fue la primera vez que entré al Departamento de Historia del Arte… y nunca más he salido.

Comprometerse con la belleza ha sido una de las misiones de la doctora y aunque sabe de la importancia que tiene para el ser humano entrar en contacto con ella, está consciente de que «lo bello es un concepto muy amplio, plural, muy cambiante. Que puede significar abrir, en todos los sentidos». Para ella, enseñar a apreciar la sensibilidad de un creador por medio del lenguaje es «encontrar un lenguaje para comunicar las emociones. Hallarlo es ardua tarea… pero gratificante».

De sus estados emocionales al entrar al aula asegura ponerse «temerosa, agradecida por hallar una mirada cómplice, feliz de comprobar que se comparte algo… un sentimiento o, al menos, un criterio». Y si se le pregunta por ciertas preferencias escoge sin miramientos tolerar a perdonar, la poesía a la épica, los domingos a los lunes y sobre las humanidades pone la humanidad.

¿De qué forma viven en usted los grandes que la precedieron y la motivaron en su camino profesional?

–Debo mucho a Luis de Soto y, sobre todo, a Rosario Novoa. Ellos pusieron ante mí el ejemplo de que un trabajo (no necesariamente bien remunerado) puede ser un modo de ganarse la vida, una vía de aprendizaje, una actividad placentera, el cumplimiento de una vocación. Un día, al ver al Dr. Soto afanosamente redactando un plan de la clase que debería dar una hora después, me acerqué y le dije: «Pero, Doctor, por qué se preocupa tanto, si usted ha impartido esta clase durante 25 años y, además, el alumnado que tenemos este año está constituido mayormente por muchachitas frívolas que piensan (si es que piensan) que el arte es algo bonito (palabrita prohibida en el Dpto.)».  Me respondió: «Mira, yo doy la clase para ese alumno que no sé si está presente y que de verdad me escucha». He tenido la suerte, al cabo de más de seis décadas de enseñanza, de tener varios alumnos que de verdad me escucharon como yo, años atrás, escuché a Soto y a Rosario.

¿Cómo es eso de que hay una gran diferencia entre ganarse la vida como maestra y llegar a serlo?

–Ganarse la vida puede llegar a ser una necesaria actividad mecánica; ser maestra es un privilegio.

Fuente de la Entrevista:

http://www.granma.cu/cultura/2018-03-19/ser-maestra-es-un-privilegio

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