Djamila Ribeiro «No hay lucha feminista que no sea antirracista, no hay lucha negra que no sea feminista…»

Por Flor Monfort

Conversación con Djamila Ribeiro, activista negra y autora de un best seller sobre antirracismo que la rompe en su país

Djamila Taís Ribeiro dos Santos es filósofa y femnista negra brasileña. Y así le gusta nombrarse porque para ella el lugar de enunciación es fundamental para cualquier activismo. Desde ahí entonces enumera sus otras identidades: periodista, escritora, editora, investigadora de Simone de Beauvoir y Judith Butler y responsable del best seller Pequeño Manual Antirracista, un libro simple y pedagógico sobre las miles de violencias cotidianas a las que se somete a las personas no blancas con profundas raíces y prácticas coloniales. Ahora viene a presentar este libro a la Argentina y otro: Cartas a mi abuela, un elogio a los cuidados de esas mujeres que sostienen durante generaciones, para quienes el feminismo estuvo muchas veces negado pero, según Ribeiro, “ya no puede permitirse ni pensarse un movimiento sin ellas”.

Estudió filosofía política en la Universidad de San Pablo. Tenía 28 años cuando pudo acceder a estos estudios y muchas ganas de absorberlo todo del ambiente académico, pero sus banderas ya estaban plantadas: quería saber pero también quería aplicar todo ese saber a las personas que no tendrían acceso como ella. Para Djamila Ribeiro (Santos, 1980), el territorio es ese ancho espacio donde se labran todas las verdades del activismo. La calle, la escuela, la peluquería, el bar de la esquina, la televisión, la micro política de los gestos cotidianos, esos que tejen poder con hilos invisibles, como cuando un lugar es atendido por personas negras y disfrutado por personas blancas.

«En Brasil estudiar filosofía representa estudiar los pensamientos de hombres blancos europeos. Es muy difícil encontrar feministas. Yo empecé a estudiar más bien grande, gracias al primer gobierno de Lula. En ese momento yo tenía una hija y fue muy difícil. Claro que la mayoría de mis profesores eran hombres blancos y no gustaban de lo que yo quería. Cuando dije que quería estudiar a Simone de Beauvoir un profesor me dijo «Ahhh la mujer de Sartre». Es enfrentar la hegemonía blanca y masculina. En la universidad creamos un grupo de estudiantes negros y lgbt, y esa colectiva me permitió seguir adelante. Tuve que viajar para otros países y gracias al feminismo lo pude hacer: las mujeres me salvaron, siempre lo digo. Solamente la lucha colectiva consigue refutar la hegemonía».

Djamila está muy entusiasmada con presentar en nuestro país su Pequeño Manual Antirracista, un libro publicado en Brasil en 2019 que fue un suceso de ventas; con su estilo pedagógico y amable y una tapa poderosa, logró entrar a las casas de miles de brasileños. «Mi desafío es que las personas piensen en estas opresiones» dice y se disculpa por hablar «portuñol», pero en rigor habla perfecto español. Dice, sobre nuestro país, «muchas personas creen en Brasil que en Argentina no hay personas negras».

¿Por qué pensás que ocurre esto?

–Porque las consecuencias de la colonización están muy presentes. Nuestros pueblos fueron diezmados, y es muy difícil luchar contra estructuras que permanecen, porque el neocolonialismo existe. Cómo aumentar la conciencia de los pueblos sobre este problema es la cuestión. Durante mucho tiempo, en las escuelas se dijo que los pueblos negros son esclavos, y no contaban la historia de los pueblos negros. Entonces hace relativamente poco que se está contando la historia desde una perspectiva diferente. Por otro lado, siempre hubo gente que luchó contra el sistema hegemónico: si cuando yo era chica me hubieran contado la historia desde otra perspectiva, tengo la certeza de que no hubiera sufrido tantos problemas de autoestima. Porque durante mucho tiempo, en los medios había solamente personas blancas, entonces es necesario que tengamos una perspectiva histórica que cuente la historia con una perspectiva positiva. Hay mucha resistencia para cambiar las cosas, el poder nunca quiere cambiar, por eso es tan complicado, y por eso hay que seguir luchando.

La edición brasileña de PMA.

Punto de partida

Lugar de enunciación es su primer libro publicado en Brasil y es parte de una colección independiente que Djamila coordina desde 2017, la colección Feminismos Plurables. Allí publica autores negros y negras y Pequeño Manual antiracista es su tercer libro. «Para mí es un libro importante porque expone el debate de que el antirracismo es un tema de toda la sociedad, no solo de las personas negras. Cómo las personas blancas se pueden responsabilizar por la opresión racista. Obtuvo un importante premio literario en 2020, el Jabuti, pero para mí lo mejor es el reconocimiento del público, porque es muy bonito ver a los jóvenes comprando este libro, abuelas que van a mis lanzamientos…. Es un libro muy popular y para mí es importante porque rompe con las barreras sobre este debate».

¿Cómo está estructurado?

–Está dividido en diez capítulos. El primero es sobre el racismo en Brasil, hay otro sobre racismo y educación, racismo y trabajo, racismo y relaciones afectivas, racismo y seguridad pública… Estas divisiones me permitieron explicar que el racismo no es solamente un problema individual sino estructural. Y cómo la falta de políticas públicas aumenta las desigualdades raciales. En Brasil, durante mucho tiempo el Estado negó la existencia del racismo, esa idea romántica de la democracia racial estaba muy instalada en mi país y duró mucho tiempo. De manera que todos esos años no hubo acceso a esta discusión de manera profunda: fueron los movimientos negros los que se encargaron de refutar la idea de democracia racial. En este libro vengo a traer de modo pedagógico el trabajo de muchos intelectuales negros importantes, de manera accesible a todo el público, para llegar a más personas.

¿Cómo cambió el mapa de la militancia feminista la irrupción de los feminismos negros, que obtuvieron su máxima visibilidad en la última década pero que vienen trabajando desde mucho antes?

–Fue muy importante, porque el feminismo negro en Brasil se fortalece mucho en la década del 80 y fue muy importante para el movimiento antirracista, porque las mujeres negras feministas en Brasil empezaron a poner en discusión la invisibilidad de las mujeres negras tanto en el movimiento negro como en el feminismo hegemónico. Para las mujeres negras brasileras no era posible pensar un proyecto de Brasil sin pensar la importancia de las mujeres negras, siendo que somos la mayoría de la población:  el 28 por ciento de la población total. Y esto nos dio la posibilidad de pensar la interseccionalidad, la intersección de opresiones. No hay lucha feminista que no sea antirracista, no hay lucha negra que no sea feminista, no hay lucha de clase si no se recuerda que Brasil fue el último de América en abolir la esclavitud…. Un país en el que durante siglos las personas negras eran mercaderías. Entonces para nosotras no es posible pensar las opresiones de manera separada, se tienen que pensar de manera conjunta y cómo afectan a esos grupos que interseccionan una o más opresiones. El feminismo negro fue muy importante y mujeres como Luiza Bairros, Lélia González pensaron en el sexismo y el racismo de formas combinadas. Lélia pensó en una lucha trasnacional en Sudamérica, pensó el concepto de amefricanidad: las opresiones que los pueblos indígenas y los pueblos negros sufren en América latina. Ella en 1970 ya criticaba la dependencia epistemológica del norte, en la importancia para el sur de pensar en una lucha organizada. Otro proyecto de Brasil y otro proyecto de América latina.

¿Y cómo pensás esa interseccionalidad con el movimiento lgbt?

–Las opresiones de sexualidad e identidad de género están también presentes en el concepto de interseccionalidad. Tenemos muchas intelectuales lesbianas en Brasil que son muy importantes para pensar la heteronormatividad. No podemos separar estas opresiónoes: si una mujer es negra y es lesbiana tenés que pensar en ese, su lugar de enunciación. Para nosotras las feministas negras es muy importante no invisibilizar las identidades, no podemos ni debemos apagar ninguna. Es necesario una mayor comprensión, no se trata de separar los movimientos, se trata de unificarlos, porque las opresiones estructurales separan a las personas: clasismo, racismo, sexismo. Se trata de visibilizar las categorías políticas para pensar salidas emancipatorias de la desigualdad. Las identidades no se piensan de manera fija pero sí como visibles para la libertad. En la colección que estoy trabajando estamos por publicar un libro llamado Lesbiandad. Porque muchas veces el movimiento lgbt a las mujeres lesbianas las tiene un poco apartadas. Ya publicamos Transfeminismo en la misma colección, entonces para mí era muy importante publicar algo escrito por una mujer lesbiana. Interseccioanlidad es una herramienta para pensar las opresiones.

Tu libro Cartas para mi abuela, que también presentás en la FED, introduce el tema de los cuidados. ¿Podrías hablarnos de eso?

–Es un libro de memorias, escribo sobre mi infancia, sobre cómo fue ser una chica negra en mi ciudad y cómo mi abuela fue una figura muy importante y cariñosa en mi vida. Escribo para ella porque murió cuando tenía 13 años, para mí fue una pérdida muy significativa, y después murieron mis padres, siendo muy jóvenes. Durante mucho tiempo evité hablar de mi pasado porque eran cosas muy dolorosas, entonces en este libro es muy importante hablar de mi historia. Cómo durante mucho tiempo fui enseñada a no valorizar el lugar del cuidado. Miraba a mi mamá y decía “nunca seré como ella, voy a trabajar, voy a ser independiente y muy diferente a ella”. Entonces después cuando fui mamá (tengo una hija de 18 años) fue importante para mí esta conexión con mi ancestralidad femenina, este lugar con una mirada de amor y valorización. Mucha gente me dice “tu papá fue muy importante, él te enseñó a militar” y yo pienso sí, mi papá era comunista y fue muy importante para mi formación como activista e intelectual pero mi mamá me cocinaba, me arreglaba el cabello, me vestía. Comencé a valorizar esto y este libro es un homenaje a ellas. Mi mamá fue trabajadora doméstica, mi abuela también, y las personas no valorizan los cuidados. Y en la pandemia apareció, administrar el cuidado y el trabajo y es muy importante hablar sobre eso. La sociedad solamente funciona porque hay mujeres cuidando. Durante mucho tiempo, el discurso feminista no valorizó este lugar, entonces es fundamental colocar el cuidado en el debate central del feminismo.

La visibilidad política que con el gobierno de Lula tienen funcionaron indígenas o negros en cargos importante, ¿pensás que ayuda a frenar el racismo?

–Es importante que estas personas estén en esos lugares, pero la estructura política es la misma. Entonces no podemos esperar milagros, las cosas no cambian simplemente. Por otro lado, creo que hubo muchas expectativas. En Brasil, la mayoría de los diputados es de derecha, entonces Lula es presidente y eso es muy bueno pero en el Congreso la mayoría es de derecha y hay que negociar todo el tiempo con esas personas. En esta estructura en Brasil es muy complicado que haya muchos cambios. Sin embargo, en términos de representatividad es importante que estén. Los movimientos no pueden aflojar, hay que continuar presionando aunque haya un presidente de izquierda. Apoyamos a Lula pero necesitamos continuar presionando porque, por ejemplo, en Brasil el debate sobre el aborto es muy difícil. Por causa de los evangélicos, Lula dijo que no será una pauta de su gobierno la descriminalización del aborto, entonces las feministas en Brasil sabremos que muchas de las cosas que nos interesan no serán tratadas. Porque pongas una mujer como ministra no vas a cambiar la situación de las mujeres en Brasil, es más profundo.

Además porque después de un gobierno de izquierda es muy probable que venga uno de derecha. ¿Cómo ves el avance de las derechas en los cargos de poder?

–Hay que hablar con la población, hablar con los evangélicos, hablar con las personas que piensan diferente. Es un trabajo de base, y hay que hacerlo, siempre. Yo soy activista, soy académica pero sobre todo soy activista. Es imposible cambiar las cosas sin habar con las personas que necesitan ese tipo de conciencia.

Pequeño Manual Antirracista

Percibirse es algo transformador. Es lo que nos permite situar nuestros privilegios y nuestras responsabilidades frente a las injusticias contra los grupos sociales vulnerables. Las personas blancas, por ejemplo, deben preguntarse por qué en un restaurante, generalmente, las únicas personas negras presentes están sirviendo las mesas, o si, alguna vez, la policía ya las consideró sospechosas debido a su color de piel. Se trata de refutar la idea de un sujeto universal: la blanquitud también es un rasgo identitario, aunque marcado por privilegios construidos a partir de la opresión de otros grupos. Debemos recordar que este no es un debate individual, sino estructural: la posición social del privilegio viene marcada por la violencia, aunque determinado sujeto no sea deliberadamente violento.

Cartas a mi abuela

De alguna manera escribirte me ha conectado aún más con mi ancestralidad. Hoy ya no lloro de dolor. Te extraño, ¿cómo no hacerlo? Y recuerdo con alegría los momentos que pasamos. Si estoy triste, trato de ver el mar. Si no puedo, me imagino que estoy en el mar y aparece Iemanjá con sus pechos llenos, me echa agua por la cabeza y me acurruca en su regazo. Conversa conmigo, me dice que no tenga miedo, y yo me calmo, dejando que la tristeza se vaya.

Si antes me encantaba comer helado un día caluroso, hoy trato de amar con la paz de un viajante sin rumbo. Si antes hablaba con la inexpresividad de las medias palabras, con el afán de quien va más allá, hoy logro hablar en silencio. Si antes deseaba como quien quiere enjuagarse un llanto doloroso, con la euforia de las compras de fin de año, hoy deseo con la serenidad de la noche un día soleado. Si antes quería cosas como la tempestad de un granizo en un techo de cristal, hoy las quiero con la fuerza del parto provocando vida, con la alegría de quien come manzanas en junio. Si antes amaba con la sed del desierto, hoy amo saciada con la paciencia de quien saca agua de un pozo. Lo que quiero decir, abuela, es que hoy no tengo prisa.

Recibo cartas y mensajes de mujeres mayores que oran por mí. Una de ellas dijo que enciende velas por mí todos los días. La verdad es que nunca dejaste de cuidarme ni de enviarme a alguien para que me cuidara. Las mujeres negras me salvaron la vida.

Fuente: https://rebelion.org/no-hay-lucha-feminista-que-no-sea-antirracista-no-hay-lucha-negra-que-no-sea-feminista/

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Esclavas del siglo XXI

Por: Gloria López

El objetivo del debate que el pasado día 5 de marzo acogió el Museo Reina Sofía de Madrid fue conocer, reflexionar y entender la situación que viven las jornaleras marroquís que llegan a los campos de Huelva en las campañas de recogida de la fresa, contratadas desde sus lugares de origen. Para ello, se contó con las voces de Rahma El Basraoui, Fátima Boubkri, Pastora Filigrana García, Justa Montero y Soulaima Vázquez, quienes estuvieron moderadas por Nines Cejudo.

Las mujeres que cultivan la fresa –y el resto de frutos rojos que llegan a nuestras mesas- vienen a los campos de Huelva tras pasar un proceso de contratación en el origen, considerado un “modelo de migración ordenada” por las instituciones, pero criticado profundamente por las organizaciones. La abogada y mediadora intercultural Rahma El Basraoui explicó que se trata de un convenio bilateral entre España y Marruecos que no garantiza los derechos de las trabajadoras. Recordemos que este año han sido 20.000 mujeres las que han sido contratadas en Marruecos bajo estos requisitos.

20.000 jornaleras sin derechos

“En ningún momento las trabajadoras conocen las condiciones en las que van a trabajar, ni sus derechos”, advertía la presidenta de la Unión de Asociaciones Marroquíes de la Comunidad Valenciana y portavoz de la Plataforma de Apoyo a las Trabajadoras del Campo. El perfil que se pide para acceder a este proceso de selección es el de mujer, casada, viuda o divorciada con cargas familiares (hijos e hijas de hasta 14 años), con una edad que va de 25 a 45 años. Todo esto tiene que estar acreditado por las mujeres, que en su mayor parte no saben leer ni escribir, que se ven obligadas a ir a la oficina con sus bebes en un tiempo muy corto.

Cuando llegan a España, encuentran que el sueldo recibido no coindice siquiera con lo prometido en el convenio: les pagan 0,75 céntimos de euro por recoger una caja de 5 kg de fresas. Viven en módulos prefabricados en malas condiciones. No se les ofrece una mínima formación en castellano, como se supone exige el convenio, ni se les da una copia del contrato y, si tienen algún conflicto, no pueden cambiar de empresa. Las empresas ejercen control sobre la vida de las trabajadoras, que son aisladas del entorno social. “Si quieren bajar al pueblo, tienen que hacerlo en el coche de compañeros que a veces le ofrecen hacerles la compra a cambio de favores sexuales.”

El contexto: un sistema patriarcal y racista basado en la explotación de las personas migrantes

La abogada y activista Pastora Filigrana García contextualizó esta situación, dentro de un sistema patriarcal y racista basado en la explotación de las personas migrantes. “El fruto rojo no permite una recolección mediante máquinas; se necesitan manos”, explicó. “Recoger la fresa es un trabajo duro. Hay que arrancar el fruto uno a uno. Doblar la espalda durante horas”. ¿Quién está dispuesta a trabajar más por menos sueldo? Quienes tienen más necesidad: ellas, las mujeres racializadas. Por ello, cada año, miles de mujeres marroquíes llegan a Huelva, entre febrero y abril, para, en el microclima de los invernaderos, trabajar duramente, día tras día, hasta los meses de junio y julio.

En Huelva se produce más del 90 por ciento de la fresa de España, que se exporta a Europa, a Francia y a Alemania sobre todo. Es un negocio que mueve unos 500 millones de euros cada año, que practica una agricultura intensiva, criticada por las organizaciones ecologistas por la fuerte demanda de agua que requiere. De este negocio vive mucha gente, no solo las mujeres marroquíes, también migrantes de otros países y población autóctona. “También entre ellos tienen conflicto, agitados por la extremaderecha, que pone a la gente a competir”.

El sector se colocó en el ojo del huracán después de que una revista alemana publicase un reportaje de dos reporteras en el que se denunciaban las condiciones en las que trabajan las temporeras marroquíes en la fresa. Las cuatro mujeres trabajadoras marroquíes denunciaron al manijero por acoso sexual acompañadas por las organizaciones Asnuci y Mujeres 24 h y el activista por los derechos humanos Antonio Abad. También interpusieron una demanda laboral contra la empresa y una denuncia ante la inspección de trabajo.

“La publicación de la historia puso de manifiesto unas situaciones que las organizaciones venían denunciando durante años” aseguró Pastora Filigrana, frente a la negación de numerosos sectores y la falta de credibilidad que se le ha dado a la voz de las jornaleras.

“En el feminismo no nos estamos escuchando. Parece que la mujer blanca es la que tiene voz y de las mujeres marroquíes solo se habla para hablar del velo”, expuso Soulaima Vázquez, mediadora intercultural y activista feminista, perteneciente al colectivo Alharaca, cuyo objetivo es sensibilizar y concienciar sobre el racismo y la islamofobia. “Nos movilizamos más porque lleven velo que porque sufran una violación”, sentenció.

La activista Justa Montero profundizó en la desigual respuesta que las situaciones de injusticia generan, según afecten a unas mujeres o a otras. En 2016, los medios de comunicación se hicieron eco de una violación sufrida por una mujer en Pamplona, miles de mujeres salieron a las calles y de este modo se puso en marcha un proceso que afectó al ámbito jurídico incluso. En 2018, algún medio se hizo eco de unas violaciones que habían sufrido mujeres marroquíes en Huelva, la respuesta feminista fue pequeña, solo en algunas ciudades, y la judicatura sigue su curso ejerciendo lo que las organizaciones llaman “racismo institucional”.

“Somos muchas las mujeres feministas blancas que pensamos y sentimos de corazón que el feminismo será antirracista o no será”

“Tenemos que revisar nuestro feminismo, nuestras agendas y nuestras prácticas”, dijo Montero. “Creo que somos muchas las mujeres feministas blancas que pensamos y sentimos de corazón que el feminismo será antirracista o no será; si no articulamos respuestas en esa dirección, no habrá derechos para todas las mujeres”.

“Las jornaleras marroquís que llegan a los campos en las campañas de recogida de la fresa, contratadas desde sus lugares de origen, vienen con una idea de lo que van a vivir y luego encuentran otra cosa”, insiste Fátima Boubkri, profesional de la hostelería, activista e integrante del equipo de madres de Dragones de Lavapiés. Esta mujer, natural de Marruecos que, tras 16 años en España, lucha por visibilizar las dificultades del colectivo migrante femenino desde su experiencia en primera persona. “Tenemos que agradecer y apoyar a las mujeres valientes que levantaron su voz y denunciaron la violencia que estaban viviendo,” dijo Boubkri.

Tras la denuncia, se pusieron en marcha algunas medidas –un equipo de mediadoras, la inclusión de un protocolo de acoso y abusos sexuales en el nuevo convenio- pero “en la práctica no sabemos si esto está sirviendo para acabar con los abusos y con la impunidad”.

El coloquio, desarrollado dentro la Revuelta feminista del 8 de marzo, estuvo acompañado de una performance y un vídeo documental con testimonios que pretende colocar la reivindicación de estas mujeres en primera línea y hacerse eco de sus voces.

Fuente: https://rebelion.org/esclavas-del-siglo-xxi-2/

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