Más de 220 defensores del ambiente asesinados en 2020

Global Witness

Al menos 227 defensores del medio ambiente murieron el año pasado como resultado directo de sus esfuerzos por proteger la tierra, el agua, la vida silvestre y su propio futuro climático. Esa es la cifra más alta jamás registrada, según el informe anual publicado el lunes por la organización  Global Witness .

“En promedio, nuestros datos muestran que cuatro defensores han sido asesinados cada semana desde la firma del Acuerdo Climático de París, pero esta cifra impactante es casi con certeza una subestimación, con crecientes restricciones al periodismo y otras libertades cívicas, lo que significa que es probable que los casos no se denuncien”, Dijo el grupo con sede en el Reino Unido.

Estas muertes también parecen ir en aumento. Hace solo tres años, Global Witness descubrió que al menos 164 personas habían muerto mientras se defendían a sí mismos y a sus comunidades de las amenazas ambientales. Estos pueden provenir de compañías mineras en Honduras o de grupos de milicias armadas que atacan a los defensores de la vida silvestre en el Parque Nacional Virunga en la República Democrática del Congo.

Crecen los casos en América Latina

También incluyen la muerte de Óscar Eyraud Adams, un activista por los derechos del agua en México. Aproximadamente tres de cada cuatro muertes documentadas ocurrieron en las Américas, con el 70% de los países más desafiados de América Latina.

Colombia registró el mayor número de desenlaces fatales de disputas sobre recursos ambientales. Un total de 65 personas murieron allí en 2020, seguido de México con 30, seguido de Filipinas (29) y Brasil (20). En Brasil, así como en el vecino Perú, al menos tres cuartas partes de los ataques ocurrieron en la región amazónica.

La tala fue la industria vinculada a la mayor cantidad de asesinatos con 23 casos repartidos en Brasil, Perú, Nicaragua y Filipinas. Aproximadamente el 30% de los ataques registrados en general estaban relacionados con la tala, las represas hidroeléctricas y otra infraestructura, la minería y la agroindustria a gran escala.

“Algún día, esperamos informar el fin de la violencia contra quienes defienden nuestro planeta y su tierra, pero hasta que los gobiernos no se tomen en serio la protección de los defensores y las empresas comiencen a anteponer a las personas y el planeta a las ganancias, tanto el colapso climático como los asesinatos continuarán”, dijo Chris Madden, un activista senior de Global Witness.

Defensores del medio ambiente asesinados en todo el Planeta

El informe completo deja en claro que las muertes relacionadas con el activismo ambiental, particularmente entre los pueblos indígenas, ocurren en todas partes, desde Arabia Saudita hasta Indonesia y Sudáfrica.

 

Aunque el continente africano no vio el nivel de casos que tuvo Colombia en 2020, hubo casi tres veces más muertes relacionadas con el activismo en las naciones africanas que las registradas en 2019.

“Este conjunto de datos es otro recordatorio de que luchar contra la crisis climática conlleva una carga insoportablemente pesada para algunos, que arriesgan sus vidas para salvar los bosques, ríos y biosferas que son esenciales para contrarrestar el calentamiento global insostenible”, dijo Madden. “Esto debe terminar”.

El informe se hace eco de los llamamientos para una mejor protección para los activistas procedentes de las Naciones Unidas, la Unión Europea y otros organismos mundiales. También pide a las empresas que se aseguren de que sus prácticas estén alineadas con los derechos humanos y las protecciones climáticas en sus países de operación.

El informe completo está disponible en Global Witness aquí .

Por Laureen Fagan. Artículo en inglés

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Los Mártires estudiantiles son de todos

Julio Moreira

Mártires estudiantiles: todos los que perdieron su vida a manos del autoritarismo, independientemente de su ideología. Y son de todos, no de algunos.

Cuando hace un año participé, como todos los 14 de agosto, de la marcha en memoria de los mártires estudiantiles, sucedió algo que entiendo es más grave que las decenas de compañeros heridos por la policía en la esquina del Ministerio de Economía (que disparó indiscriminadamente sobre los manifestantes por más de un minuto). Y no lo digo por las suspicacias que generó el hecho de que no recibieron lesión alguna los organizadores que estaban más cerca de la policía, dándoles la espalda y gritando a quienes marchábamos pacíficamente que nos alejáramos del lugar (recuérdese que, a la hora de disparar, la policía no respetó siquiera a los periodistas).

Lo más grave ocurrió cuando la marcha finalmente llegó al destino elegido: la plaza Primero de Mayo, espacio por excelencia de los trabajadores, que lleva el nombre de los trabajadores procesados y ejecutados en Chicago por exigir una limitación a la jornada de trabajo (plaza en la que, por cierto, tanta memoria por lo que ocurrió con un grupo de anarquistas es sopesada con un monumento a Batlle y Ordóñez, bastión oriental de la institucionalidad capitalista e ícono de más de un grupo político parlamentarista de derecha e izquierda).

Por cierto: que una marcha en memoria de estudiantes ejecutados por regímenes institucionales fascistas (como lo fueron los de Pacheco y Bordaberry) se dirija a la plaza montevideana de los trabajadores en vez de empuñar la denuncia ante el Palacio Legislativo, como ha ocurrido casi siempre en estos últimos treinta años, supone, por lo menos, una descentración ideológica (una más de las tantas a las que lamentablemente nos tiene acostumbrados una sociedad que cede cada vez más a la ofensiva posmoderna de la burguesía local y transnacional).

Lo más grave, decía, sucedió al llegar a la plaza. El centenar de estudiantes que presidía la marcha, con gran euforia, comenzó a empuñar la memoria de nuestros mártires. Uno de ellos, estudiante de avanzada edad en relación a la adolescencia imperante en el resto de ese grupo, gritaba, de a uno por vez, el nombre de uno de los mártires, y el resto gritaba “presente”: “- Líber Arce. – ¡Presente! – Hugo de los Santos. – ¡Presente! – Susana Pintos. – ¡Presente! – Ramón Peré. – ¡Presente! – ¡Ahora y siempre! – ¡Ahora y siempre! ¡Ahora y siempre!” Al terminar ese último grito, una canción pelotuda de un grupo pelotudo surgió desde los aparatos colocados al pie del enrejado escenario (como en los actos que la dirigencia del PIT-CNT organiza allí los primeros de mayo; dirigencia que, casualmente, en 2013 tuvo participación en la oratoria del 14 de agosto por vez primera).

Y ahí, brutalmente, se terminó la memoria: en los mártires de la Unión de Juventudes Comunistas. Ni una palabra para Heber Nieto. Ni una mención a Julio Spósito. Ni una referencia a Santiago Rodríguez Muela. Ni una voz para Íbero Gutiérrez. Nada para Joaquín Klüver. El olvido para Walter Medina. Como si hubiera mártires “vip” y mártires “de los otros”. Como si hubiera delitos de lesa humanidad que merecen ser gritados y otros que no. Una desmemoria violenta para un pueblo que perdió a muchos de sus hijos y hoy ve como parecería ser que, para ciertos grupos, algunos de aquellos jóvenes eran más valiosos que otros.

Desmemoria estúpida, además, que olvida que la lucha de clases es bastante más compleja que pertenecer a tal o cual grupo político, y que pasa por alto que Líber y Libera eran nombres que los libertarios usaban entonces para sus hijos, y que Hugo de los Santos y Susana Pintos se habían afiliado a la UJC apenas unos días antes de encontrar trágicamente la muerte (está claro que cada estudiante sabía a que organización ingresaba y por qué, pero también es cierto que los militantes estudiantiles eran detenidos todo el tiempo y no pertenecer a una organización era un factor de debilidad, en especial después de la muerte de Líber Arce).

Entiendo que toda organización política tiene no sólo el derecho, sino la obligación de recordar a sus mártires, y que para ello debe realizar actos partidarios en los que recordar a sus antiguos compañeros. Pero las marchas del 14 de agosto no son actos de un sector. Y sin tan importante es para un grupo el ejercicio de su memoria selectiva ese día y en ese acto colectivo, que al menos tenga el decoro de colocarse al final de la marcha.

A modo de ejercicio reparatorio, recordemos a tres de los mártires olvidados en 2013: Heber Nieto, Julio Spósito y Santiago Rodríguez Muela.

El 24 de julio de 1971, un grupo de estudiantes de entre 12 y 14 años que estudiaban en los talleres preparatorios del Instituto de Enseñanza de la Construcción (IEC), realizaban un peaje en apoyo al sindicato de trabajadores de CICSSA (Compañía Industrial Comercial del Sur Sociedad Anónima), que estaba en conflicto. Al ser reprimidos por la policía con disparos, buscaron refugio en el IEC. En la azotea del edificio, un grupo de veinte estudiantes trabajaba en la remoción de la membrana asfáltica, paso previo a levantar los cimientos de las nuevas aulas que iban a ser construidas para atender a una cantidad cada vez más grande de jóvenes que llegaba al IEC. El gremio de estudiantes había conquistado la construcción de los nuevos salones a través de diferentes medidas de lucha.

Uno de los jóvenes que estaba en la azotea del IEC, ayudando en forma solidaria, era Heber Nieto. Tenía casi 17 años y estudiaba en el Instituto de Enseñanza de Electrotecnia y Mecánica (IEME). Allí sus compañeros le habían dado el apodo de “monje”, ya que siempre vestía un delantal de soldar negro o una larga gabardina azul. Pertenecía a la Federación Anarquista Uruguaya y a la Resistencia Obrero Estudiantil. Había integrado la Unión de Juventudes Comunistas, de la que se había alejado por discrepar con la posición adoptada durante la huelga de los frigoríficos. Luego se había vinculado al Movimiento de Liberación Nacional, pero lo dejó cuando éste dio su apoyo al Frente Amplio para las elecciones de 1971.

Al observar lo que ocurría, quienes estaban en la azotea arrojaron escombros a la policía, que se alejó hacia una esquina desde donde volvió a disparar, con el apoyo de agentes de la Seccional 5ª. El director del IEC, Ruben Fernández, dialogó con el subcomisario a cargo y negoció el retiro de los policías y la continuación de las obras que realizaban los estudiantes en la azotea.

Todo se había calmado cuando llegaron al lugar agentes de la Dirección Nacional de Información e Inteligencia, guiados por su director, el inspector Víctor Castiglioni. El IEC fue rodeado y la zona desalojada. Fue entonces que llegaron tres Maverick particulares y dos “chanchitas” policiales. De uno de los Maverick sacaron cuatro rifles Winchester con miras telescópicas, las cuales fueron repartidas entre quienes no estaban uniformados, sino vestidos de overol gris. Estos ingresaron a las obras de construcción del Banco de Previsión Social (BPS), esquinado al IEC. Trabajadores del CASMU, sobre la calle Colonia, vieron a los francotiradores.

Uno de ellos apuntó hacia la única puerta de salida de la azotea, una casilla que obligaba a subir tres escalones antes de alcanzar el ingreso al local. Reguló su mira telescópica adecuándola a los 30 metros que lo separaban de sus víctimas y esperó…

Cuando comenzaron los disparos, los estudiantes que estaban en la azotea debieron arrastrarse bajo el pretil para llegar a la salida. Heber fue de los últimos en salir, recibiendo dos impactos: uno en un brazo y otro en una axila; este último le perforó un pulmón y se alojó en el corazón. Cuando se pidió para sacarlo y que le dieran asistencia, ingresaron al local agentes de la Metropolitana y particulares con pistolas en la cintura. Varios estudiantes fueron detenidos.

El 25 de julio, unas 15 mil personas acompañaron a pie el cuerpo de Heber Nieto hasta el cementerio, cargando a mano su ataúd. Sólo las flores iban en la carroza fúnebre.

Spósito: asesinado por la policía

 El 1º de setiembre de 1971, cinco semanas después de la muerte de Heber Nieto, los estudiantes de Secundaria, UTU y la Universidad realizaron una manifestación en la zona de las facultades de Medicina y Química para reclamar por las desapariciones de Abel Ayala (riverense, estudiante de Medicina, funcionario en Sanidad Policial, vivía como pensionista en un hogar para estudiantes católicos en la iglesia del Cerrito) y Héctor Castagnetto (estudiante de Agronomía, vendía discos en la feria de Tristán Narvaja, excelente dibujante, amante de la historia, cristiano).

Cientos de manifestantes se concentraron a las cinco de la tarde para rodear el Palacio. Uno de ellos era Julio Spósito, flaco, rubio, de largos bigotes y barba crecida. Estudiaba en el IAVA. Integraba el Frente Estudiantil Revolucionario, una agrupación juvenil con presencia sobre todo en el IAVA y la Facultad de Humanidades, que había sido fundada en 1967 por jóvenes del Movimiento Revolucionario Oriental, de la Federación Anarquista Uruguaya y algunos independientes. Spósito era, además, católico activo e integraba un grupo de jóvenes en la parroquia San Juan Bautista, en Pocitos.

En los alrededores del Palacio Legislativo había “guanacos”, “chanchitas” y “roperos” con decenas de agentes policiales. De pronto se sintieron disparos y una nube de gases lacrimógenos inundó la concentración. Spósito y sus compañeros corrieron hacia la Facultad de Medicina. Se hizo de noche y seguían escondidos detrás de una palmera en la vereda de la facultad, cuando una granada de gas estalló a sus pies. Corrieron hacia el interior del local en medio del humo, los gritos y las sirenas. Al entrar Spósito dice “me parece que estoy herido”, y cayó al piso.

Un compañero trajo alcohol para reanimarlo. Otro gritaba “¡un médico, que venga un médico!”. “Vamos a acostarlo en esa mesa” sugirió una compañera mientras se sacaba el Montgomery para abrigarlo. Otra compañera cruzó la avenida en medio de la balacera para pedir ayuda en la Facultad de Medicina. El propio decano, Pablo Carlevaro, indicó a otros estudiantes que lo llevaran a su camioneta que él lo trasladaba al Hospital de Clínicas. Colocaron a Spósito sobre un pizarrón que ofició de camilla y lo sacaron por una puerta trasera. Dentro de la camioneta dos o tres estudiantes trataban de reanimarlo. En pocos minutos llegaron, pero Spósito ya había muerto debido a una herida de bala calibre 38 que recibió por la espalda. Tenía 19 años.

Fue velado en su parroquia de San Juan Bautista y en el IAVA. Una multitud lo acompañó a pie hasta el cementerio del Buceo exigiendo justicia.

El Charla: asesinado por la JUP

El 11 de agosto de 1972 se realizaba una pequeña reunión de profesores, padres y alumnos del Liceo 8 dentro del local de estudios (unas veinte personas). Días antes se había realizado una gran reunión de los tres órdenes en el Club Platense, ocasión en la que se había definido actuar conjuntamente para exigir al gobierno dignas condiciones de estudio y trabajo. Molesta con la concurrencia y las definiciones de lucha, la organización fascista Juventud Uruguaya de Pie (JUP) decidió intimidar a la comunidad del Liceo 8 a través de una agresión armada.

La JUP, fundada en octubre de 1970 en la ciudad de Salto, llevaba ese nombre en oposición a las “sentadas estudiantiles” con las que se protestaba en la época. En Montevideo la JUP se habían instalado en una sede sobre 18 de julio, en el local de la Liga Federal de Acción Ruralista. Tenían una audición en Radio Rural. Se definían como anticomunistas. Existen denuncias de que realizaban prácticas militares en estancias del interior y que varios de sus dirigentes eran protegidos por la policía. Recibieron beneficios de Juan María Bordaberry y dinero del Banco de Crédito. En Secundaria, su principal centro de actividad fue el Liceo Bauzá.

Desde la mañana del 11 de agosto circulaban rumores de que la JUP iba a atacar al Liceo 8. Después de discutir qué respuesta sería la más conveniente en caso de que la agresión se concretara, los profesores, padres y alumnos reunidos acordaron resistir pacíficamente, individualizar a los agresores y luego hacer la denuncia correspondiente. Uno de los que allí estaba era Santiago Rodríguez Muela, estudiante del turno nocturno que de día trabajaba en ANCAP, donde militaba sindicalmente. Era delgado y alto. Le decían el “Charla” porque conversaba mucho. Hacía un año que estaba casado con Susana Escudero. Era maoísta e integraba el Partido Comunista Revolucionario.

Santiago fue el primero en ver ingresar a la JUP al liceo. “¡Se vinieron, se vinieron los fachos!”, avisó. Eran unas quince personas, muchas de ellas armadas. Otras 25 personas esperaban afuera. Entraron al salón donde se realizaba la reunión e hicieron parar a todos contra la pared con las manos en alto. Cuando quien estaba al frente del operativo vio a Santiago darse vuelta para agarrar una silla con la que defenderse, le pegó un tiro por la espalda.

A pesar de las órdenes de mantenerse quietos, uno de los padres, Júpiter Irigoyen, tomó a Santiago y salió en busca de asistencia médica. Al pasar frente del Club de la Fuerza Aérea, salió un teniente de la sede de las Fuerzas Conjuntas y los acompañó al Sanatorio Achard. Al llegar y poner a Santiago en una camilla, ya había muerto. Tenía 22 años.

¡Salú mártires estudiantiles!

Los compañeros asesinados por el fascismo viven en nuestra lucha. Por TODOS ellos, y por tantos otros, encarcelados y torturados durante años, es que hoy como ayer seguimos gritando bien fuerte: ¡Justicia y nunca más terrorismo de estado! ¡Porque seguimos peleando por un mundo nuevo! ¡Abajo la resignación! ¡Abajo el individualismo! ¡Arriba los que luchan!

Fuente del articulo:http://adesmontevideo.uy/tag/julio-moreira/

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Los 13 líderes asesinados después de la firma del acuerdo de paz.

Desde el 26 de agosto casi a diario ha muerto violentamente un líder regional. La mayoría provienen de Nariño y Cauca.

Por: Marco Raul Mejía.

Néstor Iván Martínez y Maria Fabiola Jiménez de Cifuentes son los últimos nombres que aparecen en el listado de líderes sociales y defensores de derechos humanos asesinados en el país en los últimos 18 días (del 26 de agosto al 13 de septiembre). Según la Defensoría, 11 personas más completan el lamentable registro.

Martínez, líder de las comunidades negras de Cesar y opositor férreo a la minería, fue asesinado este lunes en su propia casa en San Juan del Cesar. El mismo día la líder antioqueña María Fabiola Jiménez recibió varios disparos en el bus en el que se transportaba en Barbosa, Antioquia.

Estos hechos están alimentando el miedo y la zozobra en los líderes de las regiones. Carlos Andrés Guevara, coordinador del programa Somos Defensores, aseguró que esta organización ya había advertido que «en tanto se vaya acercando la firma de los acuerdos, este tipo de violencias se van a hacer más críticas”.

Según Guevara, detrás de la mayoría de estos asesinatos hay un perfil claro. Las víctimas son líderes que hacen pedagogía por la paz, son defensores del medio ambiente y opositores a actividades como la minería y la siembra de cultivos ilícitos, o están librando batallas por la tierra. Son, además, líderes locales.

“Venimos advirtiendo que los posacuerdos en otros países dieron como resultado la focalización de la violencia –aseguró Guevara–. Lo mismo está pasando en Colombia: la violencia se está concentrando en líderes de zonas rurales, muy poco visibles, que hacen un trabajo muy local. El blanco no son los líderes con alto nivel de visibilidad porque estos asesinatos tienen un costo político y social muy alto”.

“Al Gobierno también lo alarman estas cifras y rechaza estos asesinatos. Nos parece que es un número realmente indignante”, le dijo a Semana.com el viceministro del Interior, Guillermo Rivera.

Rivera aseguró que “coincide parcialmente” con la teoría de Somos Defensores, al relacionar algunas de estas muertes con la minería ilegal. Según el viceministro, la hipótesis de la Fiscalía sobre el asesinato de dos indígenas awá en Nariño (que hacían parte de la guardia indígena de esa comunidad) apunta a su rechazo a la extracción minera.

En el caso de los asesinatos de tres defensores del medio ambiente en Almaguer (Cauca) y de cuatro campesinos en Sucre (Cauca), la hipótesis de las autoridades apunta al ELN. “El propio partido Comunista ha denunciado ataques del ELN a líderes de izquierda de ese partido. Todas esas hipótesis se están evaluando”, señaló Rivera. El Partido Comunista aseguró recientemente que en los últimos 30 años esta guerrilla ha matado a 40 de sus miembros.

Guevara, de Somos Defensores, lamentó que el Gobierno sólo esté reaccionando “en la medida en que haya muertos. Después de la firma de los acuerdos va a venir una violencia generalizada, ¿qué se está haciendo para reaccionar a eso? Hay una fuerte presencia de grupos oscuros cuya configuración no se sabe; muchos de ellos que provienen del paramilitarismo. Pero también hay un ejercicio de acopamiento de espacios por parte del ELN. No se dice públicamente porque todavía no se puede confirmar, pero cada vez se ve más cómo se están moviendo”.

Los acuerdos de paz de La Habana contemplan la protección a líderes sociales y defensores de derechos humanos. Según el viceministro Rivera este lunes ya se dio un paso en esa dirección: se creó una “Comisión de alto nivel de garantías de seguridad para el ejercicio de la política”. Además, Rivera aseguró que la Fiscalía y la Policía recibieron “una directiva para priorizar las investigaciones” relacionadas con líderes sociales, y que la Unidad Nacional de Protección está “haciendo una revisión de los esquemas de seguridad” de los líderes sociales de Nariño y Cauca.

Según Somos Defensores, en lo que va del 2016 han sido asesinados 51 líderes en todo el país. Esta lamentable radiografía es también un reto mayúsculo para el Gobierno, que además de silenciar los fusiles de las FARC, deberá hacer lo mismo con los que están intimidando a los líderes sociales.

Así han sido silenciados campesinos, indígenas y líderes, en las últimas tres semanas:

26 de agosto. Roberto Taicus Bisbicus (50 años). Tumaco, Nariño

Líder del pueblo indígena awá y profesor del centro educativo de la comunidad El Hojal La Turbia, en zona rural de Tumaco. El día del asesinato Taicus había retirado dinero de un banco en Tumaco y se dirigía a su casa, cuando una motocicleta interceptó el taxi en el que se transportaba y desde allí le dispararon. Taicus tenía un papel activo en el proceso político y de resistencia de la Unidad Indígena del Pueblo Awá (Unipa).

28 de agosto. Diego Alfredo Chirán Nastacuas (24 años). Barbacoas, Nariño

Indígena awá. Su cuerpo fue encontrado en la vía que conduce de Tumaco a Pasto amarrado cerca de un retén militar, con signos de tortura y siete impactos de bala. Un grupo de hombres se lo había llevado a la fuerza de su vivienda en el corregimiento El Diviso, municipio de Barbacoas.

29 de agosto. Luciano Pascal García (23 años) y Alberto Pascal García (21 años). Tumaco, Nariño

Los dos indígenas awá pertenecían a la guardia indígena de su comunidad. Recibieron varios disparos desde una motocicleta, mientras se desplazaban del corregimiento de Llorente (Tumaco) hacia el resguardo Hojal La Turbia.

28 de agosto. Nereo Meneses, Joel Meneses y Ariel Sotelo. Almaguer, Cauca

Líderes de Cauca, defensores del medio ambiente y miembros del Comité de Integración del Macizo Colombiano (CIMA). Asesinados en la vereda La Herradura del municipio de Almaguer, en el sur del departamento. Seis hombres vestidos de camuflado y fuertemente armados los interceptaron en la carretera, los condujeron a la vereda Monteoscuro y allí los mataron. Eran abiertamente opositores a la minería y a la siembra de cultivos ilícitos en su territorio.

5 de septiembre. Simón Álvarez Soscué (64 años), Martha Pipicano (65 años), Libio Antonio Álvarez (36 años) y Salvador Acosta. Sucre, Cauca

Los cuatro campesinos fueron asesinados en la vereda Pueblo Viejo del municipio de Sucre, Cauca. Ocho hombres vestidos de negro y portando armas de largo alcance atacaron a Simón Álvarez y a Salvador Acosta. Luego prendieron fuego a una casa aledaña, propiedad de la familia Álvarez Moncayo. En su interior fueron encontrados los cuerpos incinerados de Martha Pipicano y Libio Antonio.

8 de septiembre. Cecilia Coicué (58 años). Corinto, Cauca

Líder indígena y campesina. Fue encontrada muerta cerca de una quebrada que linda con su finca El Vergel, ubicada en la vereda La Cominera del municipio de Corinto. Fue atacada con arma blanca a la altura del cuello. La mujer planeaba alquilar sus tierras para instalar una zona veredal transitoria de normalización, acordada entre el Gobierno y las FARC.

8 de septiembre. Maria Fabiola Jiménez de Cifuentes (69 años). Barbosa, Antioquia

Líder comunitaria de la vereda Las Lajas, del municipio de Barbosa, Antioquia. La mujer, quien viajaba en el segundo asiento de un bus, recibió siete disparos de una persona que también iba en el vehículo. El ataque se presentó a la entrada de la vereda Isaza, a unos cinco minutos del casco urbano de Barbosa.

11 de septiembre. Néstor Iván Martínez. San Juan del Cesar

Líder del Congreso de los Pueblos, vocero de la Comisión de Interlocución y miembro del consejo comunitario de las comunidades negras de la Sierra, El Cruce y La Estación, en el Centro de Cesar. Hombres armados que se movilizaban en motocicletas arribaron a su finca en la zona rural de la Sierrita, en el municipio San Juan del Cesar, amarraron al administrador de la finca y esperaron la llegada de Martínez para asesinarlo. Era ampliamente conocido por su trabajo en defensa del territorio y el medio ambiente, y en contra de la minería.

Fuente: http://www.semana.com/nacion/articulo/los-13-lideres-asesinados-despues-de-la-firma-del-acuerdo-de-paz/493528

Imagen: https://static.iris.net.co/semana/upload/images/2016/9/12/493536_1.jpg

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Colombia: Los líderes sociales asesinados en el primer día del cese al fuego.

Las víctimas en el Cauca fueron los líderes Joel Meneses, Nereo Meneses y Ariel Sotelo. En Nariño, fueron asesinados los indígenas Awá Alberto y Luciano Pascal. Preocupan condiciones de seguridad de líderes sociales en el posacuerdo.

América del Sur/Colombia/30.08.2016/Autor y Fuente:http://www.elespectador.com/

En el primer día del cese bilateral definitivo entre las Farc y el Gobierno, cinco líderes sociales han sido asesinados en el país. Tres de ellos eran habitantes de Cauca, entre los que se encontraba Joel Meneses Meneses, uno de los fundadores del Comité de Integración del Macizo Colombiano (CIMA). Los otros dos eran indígenas Awá, del municipio de Tumaco, Nariño.

Entre las 8 y las 8:30am Joel Meneses, junto con Nereo Meneses Guzmán y Ariel Sotelo, se dirigía al mercado del corregimiento de Llacuanas. A la altura del sector de Guayabillas, el carro en el que iban fue interceptado por hombres con camuflados, sin ninguna identificación, y armados con fusiles. Los llevaron hasta el sitio conocido como Monte Oscuro, entre los municipios de Bolívar y Almaguer, allí Joel Meneses, Nero Meneses y Ariel Sotelo fueron acostados bocabajo y les dispararon.

Miguel Fernández, coordinador del área de Derechos Humanos y Paz del CIMA, asegura que desde 2013 se han presentado varios asesinatos a líderes sociales en el municipio de Almaguer, así como amenazas al actual alcalde, Albeiro Galindez, y al presidente del Concejo, Ómar Jiménez. Fernández llamó la atención por la confluencia de grupos armados ilegales, de la Fuerza Pública y de grupos privados en esta zona minera.

Este lunes también sucedió un hecho similar en Tumaco, Nariño. La Defensoría del Pueblo denunció el asesinato de los indígenas Awá, Alberto y Luciano Pascal García. Ambos se desplazaban desde el municipio de Llorente hasta  el resguardo Palangala- Hojal La Turbia cuando, alrededor de las 10 de la mañana, fueron asesinados.

Pero la muerte de los hermanos Pascal García no fue el primer ataque contra un indígena Awá en los últimos días. El pasado viernes a las 5 de la tarde, Camilo Roberto Taicus Bisbicus, miembro de la Organización Unidad Indígena del Pueblo Awá fue abordado por dos sicarios, quienes le dispararon. La Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) anunció una asamblea permanente y convocó a una audiencia con el Gobierno Nacional para “tomar las medidas necesarias para la protección y defensa de nuestro pueblo y territorio”.

El Espectador intentó comunicarse con Guillermo Rivera, viceministro de Relaciones Políticas del Ministerio de Interior, pero no contestó. Las víctimas murieron apenas horas después de que entrara en vigencia el cese definitivo anunciado por el presidente Juan Manuel Santos y por Timoleón Jiménez, Timochenko, el máximo comandante de las Farc.

Si bien es claro que estos muertos no tienen que ver con el conflicto Gobierno – Farc, que efectivamente ya silenciaron los fusiles. La preocupación de fondo es la misma que ha advertido en reiteradas ocasiones desde La Habana los voceros de la guerrilla,que al entregar las armas sean asesinados, como sucedió con la msacre sistemática de miembros de la Unión Patriótica.

Precisamente una de sus principales preocupaciones, que generó tardanzas en la firma de los acuerdos, es el combate a los fenómenos de criminalidad, en especial los reductos de los paramilitares que, se han convertido en los principales microcarteles de tráfico de drogas y pueden ser un factor de riesgo para dirigentes sociales y para los miembros de las Farc que entreguen las armas para participar en política.

Fuente: http://www.elespectador.com/noticias/nacional/los-lideres-sociales-asesinados-el-primer-dia-del-cese-articulo-651959

Imagen: http://www.elespectador.com/files/imagecache/560_width_display/imagenprincipal/00ed26c46561b39753acc02126f2f1d3.jpg

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