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Cómo educar a un hijo para que no se deje manipular por sus amigos

Por: Vanessa Rodríguez

Octubre es el Mes Nacional de Prevención del Bullying y una forma de ayudar a nuestros hijos a evitar el acoso escolar y el ‘chantaje emocional’ de otros niños es enseñándoles a decir NO y reforzando su autoestima.

Una vez que nuestros hijos comienzan su etapa escolar, sus relaciones sociales se amplían más allá del ámbito familiar y del vecindario: juegan e interactúan con los compañeros de su clase y de las actividades extraescolares, conocen a más niños en parques y en las fiestas de cumpleaños a las que son invitados, etc.

Este tipo de interacciones con otros niños con los que comparten aficiones, intereses, gustos, etc. origina en nuestros hijos un sentido de la pertenencia a un grupo que los hace sentir seguros, autónomos, independientes e integrados en una pandilla.

Hasta aquí todo es positivo para el desarrollo de la personalidad de nuestros hijos pues se trata de vínculos sociales que refuerzan positivamente su autoestima y contribuyen a su crecimiento personal. El problema viene cuando las relaciones de amistad que establecen nuestros hijos con otros niños están basadas en la dependencia emocional, la imitación exagerada de conductas y estilos de vida del grupo al que se quiere pertenecer y la pérdida de la propia identidad.

Cuando esto sucede estamos ante el típico caso en el que nuestro hijo está siendo manipulado por los que él cree que son sus verdaderos ‘amigos’.

Señales que nos indican que nuestro hijo puede ser víctima de la manipulación de un ‘amigo’.

  • Su forma de comportarse ha cambiado radicalmente. Ha variado muchos aspectos de su forma de vida que sabes perfectamente que antes le encantaban: su forma de vestirse y de peinarse, sus aficiones, etc. y todo por tal de parecerse lo máximo posible a su amigo.
  • Idolatra a su amigo y lo defiende a capa y espada aunque sus conductas no sean ejemplares.
  • Hace exclusivamente lo que le dice su amigo y no presta atención a tus consejos.
  • Depende afectiva y emocionalmente de su amigo y no es capaz de reconocerlo.
  • Características de los ‘amigos’ manipuladores.

    • Se creen los mejores y están convencidos de que tienen la razón absoluta en todo por lo que imponen sus criterios a los demás.
    • Coartan la libertad de expresión del otro. Realmente no escuchan ni empatizan.
    • Obligan a hacer cosas al otro que ellos mismos no se atreverían a hacer porque saben que está mal.
    • Son conscientes de su don de liderazgo y se aprovechan de ello para que los demás sigan sus directrices.
    • Son expertos en el chantaje emocional y en hacer sentir culpables a los demás.
    • Consiguen que los demás duden de sus propias capacidades para que confíen exclusivamente en ellos.
    • Atacan los puntos débiles del otro para hacerlo más sumiso.
    • No son sinceros. Recurren constantemente a las mentiras para conseguir sus objetivos.
    • Tienen un gran poder de persuasión y habilidades oratorias para ganarse al otro y conseguir lo que quieren.

    ¿Qué podemos hacer los padres para que nuestros hijos no se dejen manipular?

    Es importante que eduquemos a nuestros hijos inculcándoles valores positivos que contribuyan al desarrollo de una personalidad autónoma e independiente. Para ellos es fundamental que:

    • Reforcemos positivamente su autoestima elogiando sus capacidades. Centrémonos en las virtudes de nuestros hijos.
    • Enseñémosles a ser fieles a sí mismos y a no dejarse influir por la opinión de los demás. Hagámosles ver que solo han de hacer caso a las críticas justas y constructivas que les ayuden a ser mejores personas.
    • Es importantísimo enseñarles a decir “NO” y a mantenerse firmes en las propias convicciones para no someterse a los deseos de los demás.
    • Confiemos en nuestros hijos y démosles seguridad.
    • Permitamos que expresen libremente sus opiniones, deseos, necesidades, intereses, preocupaciones, emociones, etc. Escuchemos todo lo que tienen que decirnos.
    • Demos a nuestros hijos responsabilidades acordes a su edad.
    • Enseñémosles a no tener miedo a equivocarse y a pedir perdón.
    • Enseñemos a nuestros hijos la importancia de pedir ayuda cuando lo necesiten.
    • Inculquemos el valor del respeto y el amor hacia la familia.
    • Es fundamental enseñarles a distinguir lo que está bien de lo que está mal, a ponerse en el lugar del otro, etc.
    • Ayudemos a nuestros hijos a hacer amigos yendo a parques, llevándolos a fiestas de cumpleaños, etc.
    • En lugar de prohibirles que se relacionen con determinadas personas, enseñemos a nuestros hijos a hacerse valer y a no depender de los demás.
    • En definitiva, hagamos ver a nuestros hijos que todos los valores que les enseñamos los han de ver reflejados en las amistades sanas y verdaderas. Los buenos amigos respetan las diferencias, escuchan y apoyan cuando lo necesitas, no hacen reproches, comparten sus penas y alegrías, no te obligan a hacer nada que tú no quieras hacer, dejan que te expreses libremente, respetan tu tiempo y espacio personal, no imponen sus opiniones y criterios, confían firmemente en ti, te respetan tal y como eres y te ayudan a ser mejor persona.
    • Fuente: http://www.univision.com/estilo-de-vida/papas-y-mamas/como-educar-a-un-hijo-para-que-no-se-deje-manipular-por-sus-amigos
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Los cuatro tipos básicos de acoso escolar: ¿cómo identificarlos?.

Europa /España/Fuente:http://blogs.periodistadigital.com

Por: Bertrand Regader.

Un 20% de los alumnos, en alguna ocasión, han acosado activa o pasivamente a un compañero, según un estudio del Observatorio Estatal de la Convivencia Escolar.

El acoso escolar, también denominado como “bullying”, es una lacra sigue ocurriendo entre las paredes de los centros educativos, y también fuera de ellos. La comunidad educativa debe tomar consciencia de este hecho y adoptar todas las medidas a su alcance para erradicarlo, así como toda las sociedad tanto docentes como padres deben implicarse al máximo en este asunto.

Bullying: una triste realidad en los centros educativos:

Este artículo tiene por objetivo realizar una clasificación de aquello que entendemos por acoso escolar.

Los cuatro apartados que exponemos únicamente son un punto de partida, sin embargo pueden ser asombrosamente efectivos si logramos que lleguen a nuestros alumnos y tomen consciencia de lo crucial del asunto, tanto de la detección como de la prevención del acoso escolar o bullying.

Tipos de acoso escolar:

Estos son los cuatro tipos de acoso escolar:

Bullying físico:

Esta forma de acoso consiste en la persecución constante hacia una persona pretendiendo tener contacto físico contra la voluntad de esta. Este tipo de acoso puede suceder dentro y/o fuera del centro educativo. Este maltrato es deliberado e intencionado, sus características son:

Acoso directo:

Se considera bullying directo el acoso basado en las siguientes acciones:

  • Golpear
  • Empujar
  • Escupir
  • Arañar
  • Tirar del pelo
  • Morder
  • Dar un puntapié
  • Dar una paliza

Acoso indirecto:

  • Espiar a un compañero
  • Escribir notas ofensivas y difamatoria
  • Seguir a un compañero por el centro
  • Robar o romper objetos de su propiedad
  • Pintar su nombre en paredes y muros

En definitiva, el acoso indirecto consiste en hostigar y vejar sistemáticamente a una persona, obtener información sobre el para difamarlo y humillarlo públicamente.

Bullying verbal:

Este tipo de acoso, aunque no es físico, resulta especialmente dañino para la persona que lo padece, por el menoscabo que supone para su autoestima. Consiste principalmente en los siguientes actos:

  • Burlarse de la víctima
  • Insultar
  • Poner motes peyorativos
  • Resaltar defectos
  • Amenazar

En este caso, el acoso es más difícil de detectar puesto que es muy habitual y no existe agresión física, la agresión es más de tipo psicológico y moral. Esta forma de humillación es sumamente dañina puesto que afecta a la autoestima de la víctima, sufriendo una estigmatización que puede repercutir en complejos profundos que le afectan gravemente.

Además, el menor perjudicado puede ver mermada su capacidad repercusión para establecer interacciones interpersonales y puede empeorar significativamente su rendimiento académico.

Bullying social:

El acoso social se centra básicamente en dañar la reputación de una persona, de forma que pueda ser excluido y marginado por el conjunto de compañeros.

Sus puntos característicos son los siguientes:

  • Dejar de lado a un compañero.
  • Manipular e influir a otros compañeros para que dejen al alumno de lado.
  • Propagar rumores, mentiras y calumnias sobre un alumno.
  • Avergonzar y ridiculizar a un alumno en público.

Acoso cibernético:

Acoso cibernético o ciberbullying. En este caso, dado el acceso a las nuevas tecnologías y la importancia social y comunicativa que desempeñan, en especial en la etapa de la adolescencia, tal vez sea el tipo de acoso más extendido y que va más en aumento.

Este tipo de acoso se extiende más allá del centro educativo y suele producirse fuera del horario académico. Con total seguridad es el más difícil de detectar, puesto que escapa al control de los docentes y de los adultos en general.

El ciberbullying consiste en usar las herramientas telemáticas para perjudicar a una persona, por ejemplo:

  • Facebook, Twitter…
  • WhatsApp
  • Skype
  • Blogs
  • Correo electrónico
  • Webs difamatorias
  • Llamadas acosadoras al móvil
  • Envío de fotos hechas con el móvil y utilizadas para amenazar
  • Colgar en Internet información personal

El cyberbullying es un tipo de acoso perfectamente intencionado y con un objetivo perjudicial para el acosado. En ocasiones es relativamente dificultoso encontrar la fuente acosadora, puesto que el agresor suele ampararse en el anonimato que le brinda internet y las redes sociales.

De igual manera, el avance de las tecnologías de la comunicación es tan rápido que a menudo la legislación en contra de este tipo de actividades se queda atrasada y es complicado poner freno a los acosadores. No obstante, en la actualidad esta forma de acoso puede ser constitutivo de un delito.

Medidas de prevención contra el acoso escolar:

A continuación enumeraré varias medidas prácticas para eliminar progresivamente el acoso de las aulas.

  • Los patios de recreo deben ser espacios de relación positiva, con una vigilancia adecuada y juegos cooperativos.
  • Para actuar de manera adecuada es necesario conocer los mecanismos de protección de la infancia (protocolos de actuación en situaciones de violencia dentro y fuera del ámbito educativo).
  • Educar en derechos a los niños y niñas previene la violencia entre pares.
  • Propiciar en los estudiantes la identificación y superación de estereotipos y prejuicios para Promover relaciones basadas en el respeto.
  • Realizar actividades específicas de sensibilización en el tema de la violencia y la convivencia.

También debemos ayudar a desarrollar en los niños y niñas habilidades personales para:

  1. Promover la empatía. Buscando siempre el apoyo a la víctima y el rechazo de todas las actitudes violentas.
  2. Fomentar la cohesión entre compañeros y las relaciones basadas en la solidaridad y el respeto mutuo. Un niño o niña que tenga amigos difícilmente será acosado.
  3. Identificar las situaciones de violencia.
  4. Expresar emociones para liberarse del sufrimiento y encontrar a personas que les ayuden.
  5. Buscar y solicitar ayuda: No ocultar lo que sucede.
  6. Ser asertivo: Defender los derechos sin vulnerar los de los demás.
  7. Denunciar: Aprender que la denuncia es un paso necesario para superar las experiencias injustas y evitar otros delitos.
  8. Diseñar estrategias educativas en el uso responsable y seguro de la red.

¿Qué hacer cuando se detecta un caso de bullying?

Ante la identificación del problema, los adultos debemos seguir una serie de pautas para intentar ayudar al menor acosado.

  • No minimizar la gravedad de las agresiones.
  • Observar de manera sistemática al niño o niña en todos los espacios.
  • Informar al tutor y al equipo directivo del centro, mediante una hoja de observación, donde se recojan los hechos y los implicados con la mayor precisión posible.
  • Intentar actuar lo más inmediatamente posible, tomando las medidas acordadas y dialogadas con la comunidad educativa para proteger a la víctima.
  • Hacer intervenciones individuales con las personas involucradas, las víctimas, los agresores y los observadores.

A modo de conclusión:

Con este artículo he pretendido ilustrar, tanto a los alumnos como docentes y padres, cuáles son los principales tipos de acoso escolar y proporcionar unas herramientas básicas para su identificación.

En conclusión, el acoso escolar o bullying es un problema en el que cabe profundizar en materia de prevención, detección y educación, para ello la comunidad educativa y la sociedad en su conjunto debe tomar consciencia de este problema a menudo invisible y destinar todos los recursos posibles para su erradicación en nuestros centros de estudio.

Fuente: http://blogs.periodistadigital.com/apuntes-psicologicos/2016/08/13/cuatro-tipos-acoso-escolar/

Imagen: http://blogs.periodistadigital.com/apuntes-psicologicos/files/2016/08/bullying-acoso-escolar.jpg

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Guatemala crea aplicación para la seguridad de estudiantes

Guatemala/ Agosto de 2016/20 Minutos

El gobierno de Guatemala anunció el miércoles la creación de una aplicación de cómputo para dispositivos móviles con el fin de prevenir la violencia y el bullying escolar. El presidente Jimmy Morales dijo que la idea es «la disminución y la erradicación de la violencia a la familia y a los niños. Permitirá que la comunidad educativa sea actor clave para prevenir acciones de riesgo que pongan en peligro la seguridad de los estudiantes». Oscar Hugo López, ministro de Educación, explicó que la aplicación, llamada VozApp, promueve acciones de protección integral dirigidas a niños, adolescentes y jóvenes.
Informó también sobre la celebración dentro del sistema educativo del país del día 16 de junio de cada año como «Día de la protección integral de la niñez, de la adolescencia y juventud». Dicha declaratoria para la conmemoración de ese día especial está dedicada a Ángel Ariel Escalante, de 12 años, quien murió el 16 de junio de 2015 luego de que desapareciera de su escuela y su padre lo encontrara dos días después en un barranco, mal herido. Según informó el padre entonces, el niño era acosado por pandilleros para que se uniera a grupos delincuenciales pero se negó, por lo que fue agredido. La aplicación fue realizada con el apoyo de la oficina de Unicef en Guatemala. Pedro Cruz, de la organización Alertos-Ciudades Seguras, dijo a The Associated Press que fue desarrollada con el apoyo del sector empresarial. «El sector empresarial está desarrollando tecnología para promover el desarrollo del país y en su contribución a la educación en Guatemala», afirmó.
Cruz, explicó que: la aplicación servirá para que cualquier persona pueda reportar algún asunto de inseguridad cercana a un centro educativo, e indicó que por ahora sólo estará disponible en el sistema Android. «Las pandillas ponen en riesgo la seguridad y asistencia de los alumnos (a la escuela)», afirmó Morales, por lo que la aplicación ayudara a la comunidad a denunciar esto y a las autoridades a responder con acciones.

Fuente: http://www.20minutos.com/noticia/56162/0/guatemala-crea-aplicacion-para-la-seguridad-de-estudiantes/#xtor=AD-1&xts=513357

Fuente de la Imagen: https://www.google.co.ve/search?q=bullying&biw=1024&bih=489&tbm=isch&source=lnms&sa=X&ved=0ahUKEwi7xsnn4KbOAhUFNSYKHcGZA38Q_AUIBigB&dpr=1#imgrc=rCrS5jx8TCMPkM%3A
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Entrevista: La Banalización del Bullying

Por: Por Dolores Curia

Entrevistada: Ana Campelo

Lo primero que se encuentra después de una masacre que aterroriza al mundo son las causas secretas del asesino. “Ali David Sonboly, alemán iraní, víctima del bullying, autor de la Masacre de Munich” o también “detienen a un joven afgano, amigo del autor del tiroteo”. La edad, la nacionalidad, el bullying, la homofobia puede volver a alguien víctima o victimario. Las etiquetas que son las mismas que se utilizan a mansalva para arriesgar las razones que llevan a alguien al suicidio (de hecho estas masacres implican una instancia suidida) van armando el identikit de los que pueden ser burlados y los que pueden volverse criminales. ¿De qué hablamos cuando decimos tantas veces la palabra bullying?¿De qué volvemos a dejar de hablar? Por estos días se presenta el libro Bullying y criminalización de la infancia (Noveduc) donde su autora, Ana Campelo, se hace interesantes preguntas sobre los peligros de la banalización de un problema de convivencia que es muy grave, existió desde siempre en el discurso de la criminología.

¿El bullying está de moda? Escuchar esa palabra en boca de conductores de TV para hablar de casos de violencia infantil es parte del murmullo cotidiano. Pero también se ha ido expandiendo como muletilla burlesca y comodín para casi cualquier forma del agravio en público, a cualquier edad: “Me hizo bullying/me bullió”. Si a la situación de hostigamiento frecuente que pone en la mira a los nerds, los raros o a cualquiera que muestre una hilacha centímetros por fuera de la norma se la conoció siempre como “tomar de punto”, ¿qué hay de nuevo en llamarlo de este modo?

Ana Campelo ha sido coordinadora del Observatorio Argentino de Violencia en las Escuelas y como asesora en la Cámara de Diputados colaboró en la elaboración de la Ley de Promoción de la convivencia y el abordaje de la conflictividad en las instituciones educativas, presentada por la legisladora Mara Brauer y sancionada en 2013. Campelo se refiere a esa ley como “la mal llamada ley de bullying” y es precisamente ese término en inglés el que da letra al libro que acaba de publicar: Bullying y criminalización de la infancia (Noveduc). Allí, Campelo interpela la tendencia a presentar al acoso escolar como si hubiera nacido ayer. Pero sobre todo alerta: de tanto repetirlo se vacía de contenido. Y demuestra cómo desde su origen, entre estudiosos y luego en la jerga popular, la idea de bullying ha estado ligada a la victimología (ciencia que desde el siglo XIX estudia al “delito y al hombre delincuente”) y a la psiquiatría. Dice la autora: “El del bullying es un discurso fuertemente criminalizante. La equiparación entre problemas de convivencia y hechos delictivos es recurrente en la legislación, en las campañas, en los diversos textos que circulan sobre el tema. Su germen ya se encuentra presente desde los inicios de su investigación y hoy recrudece al compás de la época”.

¿Por qué un libro sobre bullying?

–Lo que me motivó a investigar fue ser testigo, mientras trabajaba en el Observatorio de Violencia en las Escuelas, de casos en los que abogados intervenían en problemas entre chicos muy chicos. Las escuelas se ponían a la defensiva y conflictos que se podrían haber resueltos de otro modo terminaban acrecentándose. El atajo judicial anulaba el camino pedagógico. También vi un abuso de las categorías de víctima y victimario, que son dicotómicas, centradas en el individuo, que borran los contextos, aplicadas a los problemas entre pares en la escuela.

Es decir, una salida punitiva…

–Una analogía entre el delito y situaciones entre menores dentro de la escuela… sianalisás la legislación antibullying de la mayoría de los países reina la confusión, por ejemplo, se habla de grooming como si fuera lo mismo que el bullying, cuando son sustancialmente diferentes. El grooming involucra a mayores abusando de menores de edad.

¿A partir de cuándo se empieza a hablar de bullying?

–El origen de la palabra remite a un psicólogo noruego, Dan Olweus. Cuando en los 80 se vuelca a investigarlo su base teórica es la criminología. Un ejemplo de esto es el énfasis en la denuncia que hacen las leyes antibullying. Olweus toma muchas ideas de la victimología. Establece perfiles de “victimario” y de “víctima”. Y también perfiles de víctimas: la víctima pasiva, la víctima provocadora. Esas son categorías de Mendelson, fundador de la victimología, una rama del derecho penal… no de la pedagogía.

Tolerancia cero

“La teoría clásica del bullying obedece a una lógica del mercado de la psiquiatrización de la infancia, que busca patologizar a la mayor cantidad de sujetos posible. Espectaculariza los vínculos sociales estableciendo roles fijos: ‘niño bueno’ y ‘niño malo’. Cuando en verdad el bullying tiene que ver con la imposibilidad de acercarme al otro”, dice Gabriela Carpineti, abogada especialista en criminología crítica, y sigue: “Para entender el tema en su complejidad hay que desprenderse de la idea de que hay sujetos ‘buenos’ y ‘malos’ desde la infancia, adaptados o inadaptados por naturaleza. Lo que la teoría clásica del bullying esconde es que el que recibe la agresión es en algún grado merecedor de ella, es esperable que sea agredido. Y al mismo tiempo desdibuja lo más profundo del conflicto: cómo construir un vínculo con el otro al margen de estereotipos y prejuicios. Esa pregunta excede al ‘bully’ y al ‘buleado’, involucra también a los adultos que los rodean”. El problema, sin duda, no empieza ni termina en la escuela. Se da no sólo en un contexto que segrega las diferencias y alienta todas las formas posibles de ese todos contra uno que el bullying engloba, sino también en el marco de una comunidad de ansiedades que delinean una narrativa de la inseguridad, y modalidades de control para combatirla.

La ley y el orden

Hace algunas semanas Emily Suski, especialista estadounidense en educación y derecho, señalaba en el periódico británico The Guardian, en torno a la ola de leyes antibullying sancionadas en su país en los últimos años, que: “en casi todos los estados están funcionando ahora leyes antibullying. Sin embargo, muy pocas abordan eficazmente el problema. El bullying no ha disminuido. De hecho, la gran mayoría de estas leyes sólo exigen castigo para el agresor: suspensión o expulsión. Cuando Montana se convirtió en el último estado en aprobar su legislación contra el acoso escolar el año pasado, simplemente se prohibió el bullying por escrito, así sin más. La ley de Idaho fue más allá en su punitivismo: incorporó al bullying a su código penal. Ser castigado por bullying en la escuela significa en Montana enfrentar sanciones penales.” Esto no es privativo de Estados Unidos. Ana Campelo desde el Observatorio Argentino de Violencia en las Escuelas ha sido testigo de cada vez más frecuentes intervenciones de abogados especializados en bullying que ofrecen combos a padres y madres para demandar a los colegios, de delirantes propuestas de provincias que apuestan a prevenir la violencia escolar con detectores de metales y cámaras de seguridad, hasta hubo quien propuso imponer el uso de mochilas transparentes a todos los alumnos. En Mendoza, por ejemplo, una empresa de cobertura médica ofrece a los colegios privados un seguro en caso de que resulten demandados por bullying y deban afrontar los gastos de los tratamientos de quienes lo hayan padecido. El efecto sancionatorio se extiende por el continente: en México, Chile y Colombia se pena a los docentes que no hayan actuado a tiempo y consistentemente contra el maltrato. En Estados Unidos, escribe Campelo, “el three strikes and you are out (tres faltas y estás fuera) –la versión escolar de las políticas de tolerancia cero del ámbito penal–, la idea de resarcimiento a las víctimas presente en numerosas legislaciones son una analogía o transposición del campo criminológico al pedagógico.”

¿Qué ha cambiado en cómo se aborda el bullying de los 90 hasta ahora?

–Casi nada. Olweus es quien empieza a recomendar dictar legislación antibullying. Y surge una fuerte oleada de leyes y una gran presión social y mediática para hacerlo. En estas leyes empiezan a aparecer palabras propias de la victimología como “resarcimiento”. Hoy hay un estado mexicano, por ejemplo, en el que los padres del “agresor” deben costear los tratamientos psicológicos de la víctima. Estos discursos encuentran cabida en una sociedad que vio fragmentarse el lazo social. Desde el punto de vista de la pedagogía, las medidas que tomemos contra el bullying deberían ir a favor de reparar el lazo y no se seguir destruyéndolo. Lo curioso es que en los 90 Olweus dice que ha elegido investigar el tema porque “habría crecido”. Sin basarse en ninguna estadística sino, como él mismo escribe, en “resonados casos mediáticos”. Acá ha pasado algo similar en los últimos años: no sabemos si creció o no, pero definitivamente ha crecido como tema de interés mediático.

Entonces, ¿decís que el bullying es un fenómeno dibujado?

–No. No niego su existencia. Tampoco es nuevo. Antes se le decía “tomar de punto” a alguien. Claro que hay bullying, lo que digo es que no hay ningún elemento que nos permita decir que ha crecido.

¿No existen estadísticas acá?

–La estadística oficial es la del Observatorio de Violencia en las Escuelas, que hizo tres mediciones: en 2007, 2010 y 2013. En esos estudios no se indagaba específicamente sobre el bullying sino sobre muchas formas de violencia, desde la perspectiva de los chicos. De esos resultados se desprende que los casos de violencia descienden levemente del 2007 al 2010, y aumentan levemente de 2010 a 2013. Para decir que un fenómeno creció tenés que tener una serie mucho más extensa en el tiempo que te permita comparar. Por otro lado, de una encuesta a otra cambiaron las preguntas y es difícil concluir algo de la comparación. Sí hay mayor reporte de casos de bullying, pero siempre que se visibiliza un fenómeno aumentan los reportes, que coincide con un auge en la agenda mediática del tema. Nombrarlo, detectarlo, sirve para combatirlo. Lo que cuestiono es el modo en el que se lo quiere combatir.

¿De qué modo?

–De un modo que erosiona los lazos. Sobre todo mediante las representaciones que se construyen sobre el otro. El otro como fuente de peligro. El otro excluido. Si analizás todos los discursos, campañas, legislaciones antibullying, una idea que aparece todo el tiempo es que los docentes no van a hacer nada para protegerte. Los padres van con ese preconcepto, muchas veces directamente a demandar a la escuela. Si te digo todo el tiempo “los docentes no te van a ayudar”, habilito la venganza.

Suena un poco a allanar el camino para la justicia por mano propia…

–Hay un videojuego que se llama “Bully”. El argumento es: un chico ha sido acosado por sus compañeros, los docentes no hicieron nada, entonces, se venga. Va ganando puntos en la medida en que tortura a quienes lo agredieron, con métodos como hundirles la cabeza en un inodoro. En una serie de MTV hay un ring de box al que se suben quienes han padecido la agresión para vengarse. Esto no está aislado de un fenómeno global. Pienso en los linchamientos: ¿qué es lo que hace que una parte considerable de la población no los vea como algo condenable? Hay ahí un discurso victimizante, que lleva a la idea de que te tenés que arreglar sólo. Como contracara de esto están los organismos de DDHH de la Argentina, que nunca se han colocado en ese lugar, siempre han estado muy por fuera de la venganza.

¿Qué peso ha tenido el discurso médico?

–Hay un paralelo entre la elaboración de los DSM (manuales de clasificación de las patologías mentales de la APA, Asociación de Psiquiatría de Estados Unidos, muy cuestionada por su ligazón a los intereses de la industria farmacéutica, como estrategia de venta de medicamentos y terapias cognitivas) y las investigaciones de Olweus, que empieza a publicar sobre bullying en los 90. El momento en el que en Argentina y en el mundo se aviva mediáticamente el tema es simultáneo a la edición de la quinta edición del DSM, 2013. Acá no se conocen casos de medicalización por bullying, pero sí el antecedente del trastorno por dificultades de atención e hiperactividad (TDAH), un caso testigo de medicalización de la infancia.

Decís en el libro que el bullying tiene también un costado comercial.

–En Internet circulan muchísimas cartas modelo para demandar por bullying a la escuela. Muchos abogados ven un nicho, sobre todo en escuelas de clase media-alta. Hay abogados “especialistas”. He investigado cuánto cobran y es mucho y por adelantado. Y muchas otras medidas relacionadas con la judicialización: líneas de denuncia; detectores de metales, cámaras en las escuelas. Dispositivos que hablan de un clima de época, de cierto discurso sobre la seguridad.

El fenómeno existe pero cuestionás los métodos con los que se lo encara. ¿Qué alternativa propondrías?

–El bullying es un fenómeno de relaciones de poder entre pares. Algunos chicos buscan reconocimiento a través demaltratar a otros pero, cuando esto sucede, lejos de ser fuertes o poderosos, lo que se pone en evidencia es su profunda vulnerabilidad: la dificultad de encontrar otro lugar en el grupo. La intervención docente debe apuntar a proponerles otras identificaciones posibles. Esa escena de demostración de poder no puede explicarse sin tener en cuenta el contexto, el social y el institucional. Por supuesto que entran en juego cuestiones subjetivas, pero son posiciones o roles, no características inherentes de los sujetos, mucho menos cuando se trata de niños, en pleno proceso de formación.

Entonces, ¿qué se puede hacer?

–No alcanza con preguntarnos por los sujetos involucrados, tenemos que preguntarnosqué sucede en la escuela: ¿cómo se van conformando los grupos? ¿cómo intervenimos los adultos en los vínculos?¿ofrecemos oportunidades para que cada uno sea reconocido porun rasgo que lo singularice? Desde esta concepción, nos oponemos al uso de categorías que reducen la complejidad del problema como, por ejemplo, las de víctima y victimario. Estas son estigmatizantes, colocan el problema en los individuos y dejan a la sombra las condiciones en que las relaciones tienen lugar, fijan posiciones. Son propias de los enfoques “centrados en el individuo”, mientras que lo que proponemos es una perspectiva institucional.

Mencionás en el libro un proyecto, “Bill 13”, en Toronto, que proponía la creación de clubes para chicxs lgbti, que promovieran el empoderamiento frente al bullying. Decís que no te parece un buen camino. ¿Por qué?

–La idea de este proyecto era que a través de estos clubes se agrupen y empoderen en defensa de posibles agresiones. Quienes se opusieron en ese momento al proyecto lo hicieron con argumentos altamente homofóbicos. Mi crítica obviamente va por otro lado: el problema para mí es la identificación de potenciales víctimas. Es estigmatizante y suma a la lógicade la identificación con el lugar de víctima. Y si me preocupa la conformación de colectivos de potenciales víctimas, es por los efectos en la subjetividad y en el lazo. No cuestiono que haya colectivos lgbti, pero en mi opinión no es ésa una función que empodere, es mucho más interesante, por ejemplo, la lucha por la ampliación de los erechos de las minorías. La identificación de algunos chicos como potenciales víctimas o victimarios no previene e lbullying, por el contrario, son intervenciones que refuerzan la lógica del maltrato.

Hablás de los roles de víctima y victimario como intercambiables. Pero también es verdad que hay chicos que ocupan posiciones que pueden volverlos más propensos que otros a ser blanco de agresiones. ¿Cómo entran en juego en esas relaciones de poder cuestiones como el racismo y la homofobia?

–El bullying no es un fenómeno aislado, descontextualizado. Asume diferentes formas según las sociedades. En sociedades más racistas u homofóbicas, muy probablemente el bullying asuma ese sesgo, se combine con la discriminación. Sin embargo, “bullying” y “discriminación” no son lo mismo.

¿Cómo los diferenciás?

–Hay bullying siempre que un chico sea reiteradamente objeto de las agresiones de uno o más compañeros. Un acto de discriminación no siempre supone reiteración, lo que desde ya no desmerece su gravedad. Cuando la discriminación recae sistemáticamente sobre un mismo sujeto, entonces sí podemos hablar de bullying. Por otra parte, no necesariamente sonblanco del maltrato de sus compañeros quienes reúnen alguno de los rasgos que habitualmente constituyen pretextos de discriminación en nuestras sociedades.

Pero da la impresión de que esos dos tipos de pretextos generalmente coinciden…

–En diferentes investigaciones, cuando se les pregunta a los chicos en base a qué pretextos son discriminados, son mencionados la orientaciónsexual (o, más precisamente, que se los identifique con determinadas orientación sexual), aunque también son pretextos muy recurrentes rasgos físicos o la vestimenta como el “freaky”, el “gordo”, el que “se viste raro”. Cuanto más discriminatoria sea una sociedad habrá mayor coincidencia entre ambas formas de maltrato, pero muchas veces las relaciones de poder entre los chicos son inversas a las jerarquías que establece la escuela y sociedad, son así blanco de las agresiones el traga de antes y el nerd de ahora, la “linda”, etc.

¿Por qué decís que llamar “ley de bullying” a la ley que popularmente se conoce de ese modo es un error?

–La ley se llama Ley de Promoción de la Convivencia y Abordaje de la Conflictividad Social en las Instituciones Educativas, participé en el debate que tuvo como resultado su sanción por unanimidad. Las presiones de la sociedad por una ley antibullying, con las características que venimos enumerando, eran muchas y, como se desprende del título, la ley finalmente aprobada no obedeció a las mismas. Su objeto era más amplio: la experiencia de vivir junto a otros en la escuela. Fue una batalla ganada. No sucedió lo mismo en los medios de comunicación, que al día de hoy insisten en mal denominarla “Ley de Bullying”.

 

Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/soy/1-4665-2016-07-31.html

Foto: http://notife.com/wp-content/uploads/2016/07/school-bullying.jpg

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Bullying: sufriendo en familia

Uruguay/Autor: Leonel García

En Uruguay casi uno de cada dos alumnos padece acoso escolar.

«Mejor metelo en el grupo de la tarde. Son menos». Paola, decoradora de interiores, hizo caso y su hijo Ignacio (12) comenzó sexto año en 2015 en el turno vespertino de ese colegio de La Comercial. Pero Ignacio, sensible al punto de conmoverse mirando una película, reacio al fútbol por la violencia que genera, más afín a ver un dibujo animado que jugar al GTA, aniñado, cero agresivo, pese a sus esfuerzos no encajó entre sus pocos compañeros. Y se lo hicieron notar.

La rutina comenzaba cuando la maestra se daba vuelta para escribir al pizarrón. «Gorda boba». «Gorda puta». «Nos vamos a coger a tu mamá». «¿Así que tenés novia? También le vamos a dar». Cruel dinámica la del bullying: el agresor suele tener bajo sentido de la empatía, pero arrastra tras de sí a otros —testigos, cómplices, a veces coautores— en eso de convertir en un infierno el día a día de la víctima. En este caso, era un líder y tres lugartenientes. Ignacio, sacado, reaccionaba. Y solo eso era lo que veía la maestra. Según una investigación de 2013 de la Universidad de Montevideo (UM), en el 71% de los casos las agresiones ocurren en el salón de clases, lo que aumenta la sensación de indefensión de las víctimas. En casa, Paola sufría. ¿Hay algo peor para un padre que saber que un hijo vive un calvario y nadie parece darse cuenta? ¿Cómo evitar que se enferme toda una familia, con la angustia puesta en un chico que muchas veces pensará que el equivocado es él, que algo hizo, que lo merece? Por algo, de acuerdo a datos internacionales, solo dos de cada diez víctimas de acoso escolar cuentan lo que les pasa, dice la psicóloga Silvana Giachero, especializada en bullying y mobbing. Es una violencia que crece en el miedo y la invisibilidad, añade.

«Soy separada. El padre vive en el exterior. Quizá la no presencia de la imagen masculina no le dio eso más agresivo que tienen los niños para defenderse y que lo dejen en paz…», piensa hoy Paola. Su nombre real y el de su hijo, así como el de todas las madres y niños de esta nota, fueron alterados para no ser identificados y victimizados una vez más. «Yo lo veía triste, ojeroso, con dolor de cabeza. Venía llorando. Primero me decía que los otros niños no querían jugar con él. Y eso que yo había organizado algunas pijamadas, para integrarlo». Un día, Ignacio vino, entre culposo y afligido, con un planteo alarmante: «Mamá, creo que estoy en un problema. Partí un palo. Pasa que me lo querían meter…».

Demasiado. El intento de agresión y que el chico sintiera que, de alguna forma, él era responsable, por tranquilo, por aniñado, por distinto. Según ese mismo estudio de la UM, más allá de que un chico tímido, tranquilo, buen alumno, pequeño, nuevo en el liceo, con un algún trastorno del espectro autista (TEA) o alguna característica física peculiar (cualquiera) suele ser más pasible de estar en la mira, el 50% de los bullies no sabe por qué elige a su víctima. No hay derecho a hostigar a nadie. Paola se quejó en el colegio, cuya respuesta apuntó a Ignacio. Que era hiperactivo. Que precisaba ir al psiquiatra. Que había que darle ritalina. Que esas cosas no pasaban. Que eran cosas de niños. Que no molestara más. «Al final, la que quedaba por loca era yo».

Paola fue a plantear su situación al Consejo de Primaria. Una inspectora del área de Privados fue tajante: «Sacalo, en ese colegio hay problemas crónicos de bullying». «Pero… ¡pierde el año!» «¿Y qué importa? ¿Cuál es tu prioridad? ¿Que te lo hagan mierda?». Así hizo. Al poco tiempo, recibió una llamada de la mamá de un compañerito. «No sabés lo bien que hiciste. Los cuatro venían a casa y planificaban cómo torturarlo». Paola agradeció, entendió que esa madre tenía terror que a su hijo —que no era parte de esa barrita— le pasara lo mismo que a Ignacio… y pensó lo bien que le hubiera venido una aliada que en su momento no apareció.

Primaria le permitió dar un examen libre y no perder el año, por lo que Ignacio comenzó el liceo en otra institución. Con ayuda psicológica, ya es otro. «Recuperó la confianza. Es un niño alegre, feliz de vivir de vuelta. Me dijeron de hacerle un juicio, un agujero al colegio, pero solo quiero una entrevista para que le pidan disculpas… ¡y que me paguen el psicólogo! Y no lo quieren recibir. Yo, que pasé lo que pasé, le diría a los padres de chicos que sufren bullying que escuchen a su hijo, que no tomen como normal algo que no es normal. Si a mi hijo no lo rescataba, capaz que se suicidaba…».

Giachero, quien desde 2013 organiza congresos internacionales anuales sobre acoso escolar y laboral, realizados en el país, Argentina, Costa Rica y —este año— México, afirma que el bullying está detrás de uno de cada cinco suicidios adolescentes en Uruguay; en concreto, el 19%.

Golpe al alma.

Por bullying se entiende al acoso sistemático, repetitivo y prolongado durante un cierto período de tiempo (que algunos autores cifran en seis meses) que sufre un alumno a manos de un compañero o grupo de compañeros. Si bien no hay estadísticas sistematizadas, un estudio de la Unesco de 2011 señala que 30% de los alumnos uruguayos de sexto de Primaria sufre maltratos verbales constantes por sus pares. Esto pone al país en el cuarto lugar de América Latina, luego de Argentina, Perú y Costa Rica.

No hay distinción entre clases sociales: en el ya citado estudio de la UM, realizado en 536 alumnos de segundo de liceo de Carrasco, Unión, Prado y la zona Oeste, se indicaba que 45% de los estudiantes de contextos socioeconómico medio-alto y 42% del bajo habían sido objeto de acoso. Puede ocurrir en cualquier etapa educativa, aunque el pico se encuentra entre los 11 y los 14 años, fines de Primaria e inicios de la Secundaria. «Si bien se puede llegar a la violencia física, este acoso tiene su núcleo en la agresión psicológica. La herida es psicológica: les están pegando en su alma», dice Giachero. Y es imposible que en la familia no repercuta.

«Fue muy doloroso, hasta el día de hoy estoy afectada. Es horrible saber que tu hijo es humillado y que nadie le tira un salvavidas en el centro educativo en el que vos depositaste tu confianza», dice Susana, una trabajadora de la salud al recordar por lo que pasó Sebastián (16) en un colegio de La Blanqueada donde asistió por nueve años. En su caso ya hubo alertas tempranas de discriminación: «En la escuela no lo invitaban a determinados cumpleaños. Repartían tarjetas delante de él y a él no le daban. Pero eran casos aislados». En segundo de liceo aparecieron conductas inesperadas en casa: contestaciones violentas, puñetazos a las paredes, dificultades para dormir. En un inicio lo asociaron a los cambios hormonales de la adolescencia y a su diagnóstico de chico hiperactivo, pero pronto se supo la realidad: había un compañero de clase, al que conocía desde hacía años, lo que lo hacía más difícil de entender, que lo vivía hostigando y amenazando. Susana se guarda lo que le decían a su hijo más chico — «Me duele mucho»— pero no la respuesta del colegio: «Me dijeron que era algo difícil de controlar, que el otro era buen alumno, que lo mejor era que me llevara a Sebastián a otro lado». La víctima de bullying era la que debía irse.

Esta situación llevó a que Susana estuviera dos meses y medio ausente de su trabajo por certificación médica, que sufriera insomnio y sostuviera innumerables discusiones con su marido. Al igual que el caso anterior, tratamiento psicológico y cambio de institución mediante, Sebastián dejó esa pesadilla atrás y disfruta la seguidilla de cumpleaños de quince de su edad. «Hoy veo que el padre fue el que llevó mejor la situación, alguien tenía que mantenerse frío. Yo… todavía tengo tristeza en el alma. Hasta el día de hoy quiero ir a romper algo en el colegio». A diferencia de Paola, ella sí llevó su caso a la Justicia.

Sin respuesta.

Silvana Giachero ha tratado a numerosas víctimas de bullying a través de una técnica terapéutica conocida como EMDR, basada en el reprocesamiento de traumas psicológicos. «Lo que tienen estos niños son síndromes de estrés postraumático, una lastimadura en el aparato psíquico». Y si bien recomienda hacer la denuncia de lo que ocurre en la institución educativa —y llegar a la instancia penal de ser necesario—, admite que es raro que estas situaciones sean contempladas. «¿Es lo más adecuado sacarlos a ellos de su escuela? No, pero no podés tener a tu hijo en un lugar donde lo torturan. Muy pocos colegios reaccionan de manera correcta, se cuentan con los dedos de una mano. Por lo general, miran de costado, niegan lo que pasa y, llegado el caso, culpan más a las víctimas. En las instituciones públicas, ocurre que por más que quieran hacer algo, no tienen cómo. Por ahí encontramos que quieren hacer más y no pueden».

La familia de Mariana (16) sufrió dos veces la inacción de dos instituciones, ambas privadas y católicas. En la primera, en Sayago, su madre Leonor era maestra y conocía a las hostigadoras. Mariana era tímida, de lentes, menudita, bien hablada y respetuosa con los docentes (¡era hija de una!). Y ellas eran las «populares» que siempre encontraban una excusa para molestarla y tratarla de alcahueta. Todos los estereotipos hechos carne. En sexto, Leonor intervino: habló con la directora (su jefa), la madre de la chica más acosadora (conocida desde hacía años) y con la maestra (su compañera de trabajo). «No tuve eco. En el centro me dijeron que no tenía importancia, que ella iba a tener que saber lidiar con estas cosas a futuro, que siempre pasaron, que iba a tener que ser fuerte». Al llevarla a otro liceo, por la falta de respuesta, ella también debió buscarse otro trabajo.

En un liceo del Prado, en primero, la historia se repitió. Mariana era, además, la recién llegada. «La dejaba llorando y me iba yo llorando. Además de las burlas, sufrió el vacío. Se ve que la imagen de fragilidad despertaba algo… le hacían de todo, no la invitaban a ningún grupo, no le permitían integrarse, si se enfermaba nadie le quería pasar los apuntes. Como familia teníamos que estar muy bien parados porque… es muy difícil que tu hija te pregunte: ¿Qué tengo yo?», cuenta Leonor. La respuesta institucional no fue la esperada: «Si ella no se adapta, se va a tener que ir», le dijeron. Y se fue. Hoy está mejor, con amigos, en un lugar donde la escuchan. Pero el dolor prosigue: «Cuando uno va a un colegio a hablar de bullying, lo primero que hacen es negarlo. No existe un protocolo ni nada. En el liceo donde va mi hija, en quinto, hay un caso parecido y ofrecí ayuda. ¡Te imaginarás que me hice experta en el tema! Pero me dijeron que no, que ellos ya tienen la teoría suficiente», asegura la madre y docente.

Giachero subraya que no hay una política oficial en torno al bullying (ver nota aparte) y sostiene que las acciones de prevención deben apuntar a sensibilizar a los testigos, terceros actores además de la víctima y el victimario, para que dejen de ser funcionales a la dinámica, ya sea por miedo a sufrir lo mismo, indiferencia, por prenderse al «contagio social» de seguir al más fuerte o «por no ser buchón».

Magdalena Robaina, otra psicóloga especializada en el tema, califica al bullying como «un arte con público»: «El hostigador precisa un refuerzo social. La institución tiene que estar alineada contra esta problemática, de lo contrario se agrava el problema». Ella ha sido invitada a dar varias charlas a colegios. «Te llaman cuando hay casos puntuales y la reacción suele ser positiva. Si en un colegio te dicen acá no hay bullying, ponele la firma que hay».

Vínculos.

Cansada de que a su único hijo, Fabián (11), lo hostigaran los «bandidos» que siempre le encontraban para caerle encima —que es retraído, que es estudioso, que es chico, que le gustan los caballos, que no le gusta el fútbol— Isabel, empleada de un frigorífico, decidió cambiarlo de escuela, en Las Piedras. Eso fue el año pasado, en quinto, y fue para peor; tanto que ella y su marido fueron más de una vez a espiar al patio para evitar que lo agredieran en patota.

«Yo el año pasado falté mucho al trabajo porque lo veía muy mal. Pedí licencia». En su caso, cuenta con dolor, veía una repetición de su propia historia. «Yo llegué a repetir un año porque la gente no me aceptaba. Yo era diferente… tengo labio leporino. Pero él no tiene nada a la vista. Solo porque no le guste jugar al fútbol o prefiera estudiar… no hay derecho a que pase mal».

Este año, Fabián volvió a hacer sexto en su anterior escuela, donde lo habían corrido sus hostigadores. Algo había cambiado y para mejor. «Llamaron a un psicólogo y tocaron el tema del bullying. Lo recibieron bien, de un modo que él no esperaba», dice Isabel contenta. En la del año pasado el caso de Fabián marcó un precedente. «Eso me lo contó una maestra, fue un psicólogo a hablar y los alumnos reconocieron que estuvieron mal, que mi hijo se fue por culpa de ellos. Le mandaron una carta pidiéndole disculpas». Para él, fue tarde.

El «acá no pasa» no corre en el bullying ni sabe de contextos socioeconómicos. En centros de población más vulnerable, afirma Giachero, sí se da que el paso de la violencia psicológica a la física suele ser más rápido. Por duro que suene, un moretón puede ser «preferible» a un golpe al alma. «Si hay violencia directa, ahí es más fácil ver y frenar la situación. Cuando más invisible y sutil sea, es más complicado», dice la psicóloga. La mejor prevención, siempre, es tener el mejor vínculo padre-hijo. Estar presentes en la vida de ellos es fundamental para una detección lo más temprana posible.

Bien lo sabe Leonor, maestra y madre de una chica víctima de bullying que salió adelante, experta a la fuerza en estos temas: «Lo primero es tener mucha comunicación y un vínculo fluido. Porque muchas veces los hijos no hablan, y cuando lo hacen no se sienten apoyados. Lo otro es buscar que no se aíslen. Y tú tenés que apelar al diálogo (con la institución) siempre, aunque estés llena de rabia, aunque estén tocando a tu hijo. Es difícil, pero tenés que mostrar que con prepotencia no llegás a ningún lado».

NO HAY PERFIL; SÍ REVICTIMIZACIÓN

«Hay un falso mito del perfil de la víctima. Muchas veces de su propio entorno le dicen algo habrás hecho, sos un debilucho o defendete, hacete respetar. Eso revictimiza al chico, lo hace sentir culpable y que cuente menos», afirma la psicóloga Silvana Giachero. «La víctima piensa que es un estorbo, porque los padres se pelean y los otros hermanos son desatendidos. El bullying es una bacteria que crece y contamina, a la psiquis y a la familia. Esto puede terminar en divorcios o suicidios».

De hecho, el estudio del bullying —que existió toda la vida— comenzó a difundirse desde la década de 1970 por el suicidio de tres adolescentes en Noruega.

SIN DATOS NI PROTOCOLO A NIVEL OFICIAL

Según Martín Prats, director de Derechos Humanos del Consejo Directivo Central (Codicen), no existen en el sistema educativo algo así como un protocolo específico para actuar en casos de bullying, datos estadísticos sistematizados ni registro de casos denunciados. Lo que sí hay son programas —como Convivencia o Mediadores— que incluyen el tema de la violencia. Lo que se busca es una sensibilización del problema. «El acoso es una preocupación pero en un abordaje integral, no en establecer las cargas sobre un adolescente», afirma. Las actuaciones, agrega, dependerán de la realidad —socioeconómica o institucional— de cada centro educativo. Los colegios privados tienen una autonomía bastante amplia: «Cada uno tiene su propia política al respecto».

A QUÉ SEÑALES DE ALERTA Y CAMBIOS HAY QUE ESTAR ATENTOS

Hay varias señales de alerta que pueden indicar que un niño o niña es víctima de bullying.

— En niños chicos, cuando lloran constantemente para no ir a la escuela; en adolescentes, en un ausentismo injustificado a clases.

Somatizaciones diversas: problemas para comer y dormir. Pesadillas recurrentes. Malestares que comienzan a presentarse los domingos de noche o que obligan a los padres a ir a buscarlos al instituto. También puede presentarse un aumento en cantidad de horas de sueño, a causa de la depresión.

— Conducta irascible, hipersensible e hipervigilante en casa, como si estuvieran siempre a la defensiva, esperando un ataque. La autoestima se ve afectada.

Descenso en el rendimiento escolar. Su concentración y atención se ven afectados.

— Aislamiento notorio en la escuela o liceo: busca la cercanía de los adultos o permanece en el aula.

Presentar frecuentemente señales de agresión física (moretones, túnica o uniforme roto) o le faltan materiales, plata u otros útiles.

Aislarse socialmente, no ir a bailes, reuniones ni invitar compañeros de clase a casa.

La psicóloga Magdalena Robaina puntualiza que los «cambios en la conducta» son señales de alerta. «Si el niño dejó de socializar hay que estar atento. Pero si nunca fue a bailar o nunca iba cumpleaños, no tiene por qué ser bullying«. El ciberbullying, o acoso realizado a través de redes sociales, complicó —como si fuera necesario— la detección. «Las señales de alarma son las mismas, solo que… menos visibles», añade esta profesional. Menos visibles que una túnica rota, sin duda.

Fuente: http://www.elpais.com.uy/domingo/bullying-sufriendo-familia.html

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Suicidio de adolescentes conmueve en Canadá

Por Leonora ChapmanMiércoles 8 junio, 2016

Cientos de estudiantes de cinco escuelas secundarias en Woodstock, en Ontario, salieron a las calles esta semana por el centro de la pequeña ciudad situada al oeste de Toronto, denunciando una “crisis” de suicidios que golpea a la comunidad. En los últimos 4 meses 5 jóvenes se quitaron la vida.
Sydney Lahay comparte su historia frente a cientos de estudiantes en Woodstock,
Ontario sobre su intento de suicidio y lo que está haciendo ahora para mantenerse saludable. © (John Rieti / CBC)

Lo que está sucediendo en Woodstock puede ocurrir en cualquier lado de Canadá

-Sandra Farías periodista de Radio Voces Latinas, de Toronto reseña los sucesos: Escuche

Woodstock es una ciudad de menos de 40 000 habitantes con una economía  en transición y que cuenta con una planta de Toyota.  Se encuentra al sur de Ontario limítrofe con Estados Unidos, muy influenciada por los medios de comunicación de esa zona. Pero tiene sus problemas, indica la periodista de Toronto.

Hay un problema de inserción social de los jóvenes, dice Sandra Farías, la comunidad es más bien cristiana, bastante conservadora, el representante político en el parlamento es un conservador, algo inusual debido a que el gobierno en Ontario es liberal. Es entonces un distrito conservador dentro de la provincia.

También hay un problema de falta de recursos en salud mental.

El acoso escolar, una realidad cotidiana

20% de los estudiantes ha sufrido un tipo de acoso en las escuelas según Estadísticas Canadá. El 40% lo ha reportado. Según los especialistas, hay medio millón de canadienses que sufren acoso a diario en las escuelas.  

Ontario es una provincia muy avanzada en materia de legislación en cuanto al acoso escolar debido a que este problema  fue analizado y muy estudiado por las autoridades de la provincia indica Sandra Farías. Ella señala citando a siquiatras y analistas, que una de las razones que pueden llevar a los jóvenes al suicidio es verlo como una solución a estos problema de acoso.

Los medios sociales, y cómo utilizarlos para acercarse a los jóvenes que sufren acoso

“El acoso en los medios sociales es mucho más rápido, más escondido, silencioso, pasa más desapercibido. Es por eso que las escuelas deben modernizarse, los sistemas de ayuda a los jóvenes en salud mental deben tener consejeros que puedan usar mensajes de textos y estar a tono con lo que está pasando con el uso de los medios sociales por parte de estos jóvenes. Todos tienen sus aparatos y están permanentemente conectados. Y es por allí que transitan todas estas noticias. Indudablemente el saber que para  otro el suicidio ha sido una solución puede ser una tentación. Los jóvenes piden a grito ayuda”.

En la entrevista, Sandra Farías da pistas sobre lo que hay que hacer para enfrentar este problema, explica por qué generalmente el acoso es un tema de poder de un grupo sobre otro y porqué los inmigrantes tendrían que prestar mucha atención a este problema.

Fuente: http://www.rcinet.ca/es/2016/06/08/suicidio-de-adolescentes-conmueve-en-canada/

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En Venezuela: Universidad Depotiva del Sur continúa firme en la lucha contra el bullyng

A través de su proyecto “Convivir en paz es vivir para la paz”, la iniciativa de los docentes Rosa Moreno, Ameira Peña y Ranc Lemo busca crear conciencia en la juventud

Alrededor de 250 adolescentes del Colegio Diocesano Juan Pablo II han sido formados para luchar contra el bullyng o acoso escolar, gracias al proyecto “Convivir en paz es vivir para la paz” que es promovido por la Universidad Deportiva del Sur, en el plantel educativo.

La iniciativa de los docentes Rosa Moreno, Ameira Peña y Ranc Lemo busca crear conciencia en la juventud, para que eviten la práctica de estos hábitos abusivos y mantengan una sana convivencia, además de informar y aportar herramientas para que sepan cómo lidiar ante situaciones de acoso.

Los docentes encargados comentaron que los temas principales que se disertan son autoestima, liderazgo y acoso escolar, asimismo afirmaron que cada encuentro se torna emotivo y con mucha interacción por parte de los jóvenes asistentes.

Se pudo conocer que el proyecto va dirigido a todos los liceos del estado Cojedes, no obstante, iniciaron con la etapa de educación básica del mencionado plantel. Los talleres son impartidos cada jueves, bien sea en las instalaciones de la UDS o en el propio colegio, los padres y representantes también son atendidos.

Estas iniciativas llenas de valores éticos y morales, ideas creativas y desinteresadas que representan la pura búsqueda de la paz y el buen vivir, son las iniciativas que cooperan con la construcción de la Patria.

Fuente: http://www.mppeuct.gob.ve/actualidad/noticias/uds-continua-firme-en-la-lucha-contra-el-bullyng

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