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Libro (PDF): «Geopolítica imperial. Intervenciones estadounidenses en Nuestra América en el siglo XXI»

Reseña: CLACSO

Geopolítica imperial… aborda el momento actual del capitalismo y de las estategias imperialistas desplegadas en Nuestra América. A raíz del desembarco de tropas estadounidenses en territorio colombiano a principios de junio de 2020, las y los autores de este nuevo libro de la colección Coyunturas plantean cómo -frente a la crisis del coronavirus- el imperialismo de los Estados Unidos intensificó el despliegue de planes previamente diseñados.

Los ensayos reunidos por Jairo Estrada Álvarez y Carolina Jiménez Martín formulan propuestas de caracterización del capitalismo actual en el marco de la crisis y sobre la situación de la hegemonía imperialista; las claves de la disputa por la reconfiguración geopolítica (analizando las estrategias más recientes del intervencionismo), y el lugar de Colombia en la estrategia de los Estados Unidos para la región, frente a la complejidad derivada de una guerra que no logra terminar, y de un proceso de paz incompleto que no termina de nacer.

Autor (a): 

Claudio Katz. Gabriela Roffinelli. Julio C. Gambina. Victor Manuel Moncayo C.. Darío Salinas Figueredo. Ernesto Villegas Poljak. Marina Machado Gouvêa. Consuelo Ahumada. Hugo Moldiz Mercado. María Isabel Domínguez. Josefina Morales. Antonio Elías Dutra. Jairo Estrada Álvarez. Carolina Jiménez Martín. Jaime Zuluaga Nieto. Francisco Javier Toloza. Jaime Caycedo Turriago. Angélica Gunturiz R.. José Francisco Puello Socarrás. [Autores y Autoras de Capítulo]

Editorial/Edición: CLACSO/Jairo Estrada Álvarez. Carolina Jiménez Martín. [Editor y Editora]

Año de publicación: 2020

País (es): Argentina

ISBN: 978-987-722-683-6

Idioma: Español.

Descarga: Geopolítica imperial. Intervenciones estadounidenses en Nuestra América en el siglo XXI

Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?orden=&id_libro=2221&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1412

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OVE entrevista a Rigoberto Martínez Escarcega: “La pedagogía crítica es la conciencia política de los grupos oprimidos”

Entrevista realizada por Luis Miguel Alvarado Dorry en exclusiva para Otras Voces en Educación.

Conocimos a Rigoberto Martínez Escarcega en un diplomado virtual ofertado por el Centro Sindical de Investigación e Innovación Educativa del estado de Michoacán, México (CSIIE-Michoacán), en este observamos y conocimos el trabajo que ha venido haciendo sobre la epistemología y pedagogía rupturista con base en las pedagogías críticas. Esta construcción se centra en el día a día de les docentes, estudiantes y familias, es decir, con narrativas desde la praxis educativa y su sistematización de las cotidianidades de la escuela.

Es doctor en educación por la Universidad de Tijuana. Fundador y director general del Centro Latinoamericano de Pensamiento Crítico (CELAPEC). Libros publicados: Educación, poder y resistencia: una mirada crítica a la vida escolar, México, Editorial Doble Hélice, 2005; La epistemología rupturista: reflexiones sobre un psicoanálisis del objeto, México, Editorial Plaza y Valdés, 2011; Marx y el incisivo problema de la enajenación, México, Editorial Doble Hélice, 2013; Pedagogía Tradicional y Pedagogía Crítica, México, Editorial Doble Hélice, 2014; Dominación y resistencia, obra publicada en seis volúmenes, México, CELAPEC, 2015; Batman y la lucha de clases, México, CELAPEC, 2016.

Rigoberto es una persona con un fuerte compromiso con la educación y con las sociedades con el hito de formar pensamiento crítico y transformar sus condiciones de vida, construyendo otros mundos posibles, donde quepan todes. Asimismo, nos insta a entrarle a la disputa por la hegemonía ideológica de la escuela, ya que esta no es neutra, sino que corresponde a los intereses de la clase dominante, por lo tanto, es inherente la formación de pensamiento crítico en docentes, estudiantes y familias.

 

Rigoberto, cuéntenos un poco su historia de vida, ¿Cómo llegó a la educación crítica y contestataria y, a la lucha gremial y social?

Mi madre y mi padre fueron maestros de una escuela normal rural. Eran comunistas y militaban en una organización clandestina. Así que nací en medio de la agitación política anticapitalista y en un ambiente intelectual escéptico y desprejuiciado. Como maestros disidentes, mis padres formaron parte del Movimiento Revolucionario Magisterial y participaron en la fundación de la Coordinadora Nacional de los Trabajadores de la Educación. Nuestra familia sufrió en carne propia la represión del sistema. En múltiples ocasiones mi madre y mi padre fueron removidos de su centro de trabajo y reubicados en diferentes partes del país, por oponerse a la dirigencia oficialista del SNTE. Era natural que yo reivindicara esta tradición de lucha familiar.

Por mi parte, estudié para profesor de educación primaria en una escuela normal, al mismo tiempo que cursé una licenciatura en filosofía en una universidad pública. En mi formación se funden una militancia política contra todas las formas y las modalidades de opresión social, y una fuerte disposición a la reflexión teórica. Realicé estudios de posgrado en el extranjero, donde tuve la oportunidad de entrar en contacto con Peter McLaren y Henry Giroux, fundadores de la Pedagogía Crítica. En el ámbito político me adscribí a la lucha zapatista que, con el correr de los años, desembocó en el levantamiento armado por parte de las comunidades indígenas en el Estado de Chiapas, el primero de enero de 1994. Bajo un nuevo contexto político, abandoné la lucha clandestina, y en la actualidad dedico todos mis esfuerzos, al lado de un grupo entusiasta de compañeras y compañeros, a impulsar el pensamiento crítico, radical, desde las antípodas de América Latina.

 

¿Cuáles considera que son los elementos más significativos de la crisis educativa en Chihuahua, en México y en toda América Latina?

Para poder responder, primero es necesario deshacer alguno de los supuestos sociológicos funcionalistas que le subyacen a la pregunta. La noción de “crisis educativa” no forma parte de la problemática teórica del pensamiento crítico. La teoría marxista parte del supuesto de que el Estado es un aparato de dominación de clase, que tiene como propósito central legitimar los intereses de las clases dominantes. Según Louis Althusser, el Estado se compone de aparatos represivos de Estado (ejército, policías, jueces, leyes, cárceles) y aparatos ideológicos de Estado (familia, escuela, iglesia, medios de comunicación, sindicatos). Los aparatos represivos funcionan principalmente a base del ejercicio explícito de la violencia, mientras que los aparatos ideológicos emplean la ideología de forma preponderante. Por lo tanto, la escuela y la educación institucionalizada tienen la tarea de inculcar y legitimar una visión del mundo que naturaliza y reproduce la explotación social. La vigencia del actual orden social, basado en la propiedad privada, la explotación de clases y el lucro feroz, es un indicador contundente de que la escuela y la educación no se encuentran en crisis. La escuela cumple de forma eficiente su función social: naturaliza la lógica de mercado en la que se basa el capitalismo, y reproduce las terribles desigualdades sociales.

 

Rigoberto, ¿La relación entre los gobiernos y los gremios en el estado de Chihuahua y en el país es fluida? ¿Por qué?

La relación entre el gobierno y los gremios sindicales, en México, ha sido a través de la historia una relación predominante corporativa. Los sindicatos se convirtieron en dispositivos de control, por parte del Estado, para mediatizar a las clases trabajadoras. El Estado que surgió como producto de la revolución mexicana, especialmente el cardenismo, impulsó una relación corporativa con los sindicatos de los trabajadores. Se institucionalizó al ejército, a los campesinos, a los obreros y a los burócratas, con la creación de la Confederación Nacional Campesina (CNC), la Confederación de Trabajadores de México (CTM), la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado (FSTSE), entre otras. El gobierno sometió a la clase trabajadora a la lógica capitalista y, al mismo tiempo, fortaleció la acumulación de capital a nivel nacional. Una política de darle con la mano izquierda a la clase trabajadora y servirle la mesa, con la mano derecha, a los capitalistas. Se repartieron tierras a los campesinos y se favorecieron monopolios comerciales para los capitalistas. Los sindicatos se convirtieron en un mecanismo de control. El reparto agrario y la autorización de huelgas fue competencia exclusiva de las corporaciones gremiales promovidas por el Estado.  Los pocos sindicatos independientes que lograron sobrevivir a la política corporativa del gobierno postrevolucionario (los ferrocarrileros, los electricistas, los telefonistas y un sector importante del magisterio) padecieron toda la fuerza represiva del Estado. Posteriormente, el Estado pasó de una política proteccionista, populista y corporativa a impulsar un modelo económico neoliberal. El neoliberalismo ingresó en México a partir del sexenio de Miguel de la Madrid, prácticamente sin sufrir ningún tipo de tropiezos a pesar de los cambios sexenales. El modelo económico neoliberal ha sido impulsado con fuerza tanto por el PRI como por el PAN y el ahora gobernante partido de MORENA. El sindicalismo corporativo ha sufrido un gran golpe por parte del propio Estado. La tendencia es su aniquilación. El SNTE ha visto diluir su capacidad real de negociación frente al Estado neoliberal. Y la CNTE, no ha podido superar la lucha intestina entre las diferentes expresiones políticas e ideológicas que la componen, para conformarse como un bloque unificado de lucha a nivel nacional. El Estado neoliberal avanza con una fuerza arrolladora sobre los sindicatos, y la disidencia magisterial se debate a muerte en sus disputas internas. Es urgente repensar y configurar nuevos imaginarios alrededor de un sindicalismo radical que se deshaga de cualquier tipo de lógica corporativa y totalitaria.

 

Como pedagogo crítico ¿considera que la formación inicial y continua de les docente corresponde a las necesidades del país y los desafíos pedagógicos del siglo XXI? ¿Por qué? ¿Cuáles serían sus propuestas?

El Estado capitalista nunca promoverá un modelo educativo que atente contra los intereses de la clase dominante. Por lo tanto, todo modelo educativo oficial, independientemente de los subterfugios y los eufemismos ideológicos con lo que se presente, tiene como propósito central formar a los agentes de producción (desarrollo de habilidades técnicas e inculcación de valores) que la sociedad de mercado necesita. La formación docente responde a las demandas de la sociedad de mercado. La pedagogía crítica nunca será promovida de forma oficial. La pedagogía crítica es contestataria. La pedagogía crítica es la conciencia política de los grupos oprimidos. La pedagogía crítica incita a los agentes educativos para que reconfiguren el espacio escolar como un escenario de confrontación política donde se desenmascare el contenido ideológico de la cultura dominante y se promuevan prácticas educativas que hagan posible la emergencia de imaginarios sociales sobre un mundo menos injusto y desalentador.

 

Rigoberto, ¿Qué ha significado el confinamiento por el Coronavirus COVID-19 en lo educativo? ¿Considera que las medidas educativas tomadas en el contexto de la pandemia afectan al derecho a la educación? ¿Por qué?

Me parece que la pandemia que actualmente estamos padeciendo a nivel global a causa del COVID-19, pone en evidencia dos elementos sociales: por un lado, la fragilidad de la barbarie capitalista y, por otro lado, la fortaleza de los proyectos autónomos promovidos por los pueblos originarios. El COVID-19 demostró que la especie humana, dentro del capitalismo, es completamente indefensa frente a una amenaza externa. Las terribles desigualdades sociales hacen imposible cualquier tipo de confinamiento. El capitalismo promueve el individualismo, la reclusión, el control social y la vigilancia gubernamental ante una amenaza biológica. En el fondo, la única alternativa que tienen las sociedades capitalistas frente a una amenaza biológica es: ¡sálvese quien pueda! En contra parte, los pueblos originarios, que han promovido un tipo de organización comunitaria, frente a una amenaza biológica, hacen un llamado a la solidaridad y a la colectividad. El capitalismo promueve el aislamiento, las comunidades indígenas la solidaridad. En el capitalismo sólo se pueden someter al confinamiento los grupos sociales que tienen un capital acumulado o un ingreso económico seguro para sobrevivir. En las comunidades indígenas todos los miembros de la colectividad se reagrupan para trabajar la tierra, para repartir de forma equitativa el producto del trabajo, para llevar a cabo actividades culturales y educativas frente a una amenaza biológica. En el capitalismo no existe ninguna alternativa viable de sobrevivencia frente a un peligro epidemiológico.

 

Desde la pedagogía rupturista ¿cuál es la radiografía de las sociedades en el confinamiento obligatorio y la ponderación de las virtualidades en la vida cotidiana?

En la actualidad la especie humana se enfrenta a un gran dilema social: ¿capitalismo o sobrevivencia? El capitalismo ha colocado a la humanidad frente al problema de la extinción de la vida en el planeta y la autodestrucción. El afán de lucro y ganancia feroz ha promovido la extracción y sobreexplotación de los combustibles fósiles (petróleo, gas natural, carbón, entre otros) que han generado una polución del ambiente y un sobrecalentamiento del planeta. La deforestación irracional de los bosques, la contaminación del aire, de los mares y del agua potable son la consecuencia de un capitalismo depredador que sólo respeta al dios dinero. La humanidad se encuentra no sólo frente a un dilema ideológico, sino ante la sobrevivencia de la especie. El COVID-19 ha puesto a la barbarie capitalista frente a un espejo. La bestia se mira el rostro.

 

Estimado Rigoberto, por último, desde las pedagogías críticas y, a partir de sus experiencias docentes y sociales ¿cuáles serían algunas de las propuestas que considere importantes para iniciar un proceso de transformación radical del sistema educativo?

Me parece que el gran reto de la educación y de los educadores críticos en el siglo XXI es formar una nueva conciencia planetaria, capaz de superar los nacionalismos y todas las formas y las modalidades de exclusión social, que permitan superar la barbarie capitalista y luchar por la vida.

Muchas gracias

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Ciencias sociales. Las humanidades piensan la pandemia

Diversos autores, marcados por la urgencia del presente, buscan interpretar los alcances de un sismo inesperado que trae aparejados nuevos desafíos.

El acontecimiento total. Eso es la pandemia. No lo fueron las grandes guerras ni la llegada a la Luna, ni los mundiales de fútbol o los juegos olímpicos, ni la propia globalización, condición necesaria pero no suficiente de esta excepción generalizada.

De todas esas situaciones alguien se caía o se sustraía voluntariamente. Pero el virus logró poner a todos en un mismo escenario, jugando papeles distintos en una única obra. Absoluta unidad de tiempo y lugar, presente continuo, tiempo en fibrilación que se resiste a las interpretaciones.

Eppur si muove, dicen los casi cincuenta autores que en tres obras diferentes pero igual de urgentes ensayan correrse del asombro para pensar desde la sociología, la antropología, la ciencia política, la filosofía, las relaciones internacionales, los estudios culturales, el psicoanálisis, algo de neurociencias. El acceso libre y gratuito a los estos libros -una costumbre en la producción científica en este momento, aunque puedan tener luego una versión en papel- epitomiza una actitud renovada con énfasis en la colaboración.

El listado de materias no es pedagógico sino central al argumento. Porque el aporte de las ciencias empíricas se ha vuelto extraordinariamente visible: vacunas, tratamientos, curvas epidemiológicas, porcentajes de letalidad son temas diarios. Pero los modos profundos de pensar la realidad, se sabe, son asunto de otros claustros: las ciencias sociales y las humanidades. Y si la pandemia hizo estallar la habitualidad como «una bomba», en la metáfora de Alejandro Grimson, coordinador del Programa Argentina Futura, hay quienes están pensando qué hacemos con esas piezas.

«Vivimos un tiempo absolutamente excepcional. Por primera vez la historia está en suspenso, atónita por un acontecimiento cuyo protagonista es la naturaleza», abre el colectivo Crisis su compilación La vida en suspenso. 16 hipótesis sobre la Argentina irreconocible que viene, publicada conjuntamente con Siglo XXI.

La primera sección, «La nueva anormalidad», está dedicada al presente estricto, en una suerte de paneo. Las más personales son las autoras mujeres: Paula Abal Medina narra la cuarentena en los barrios populares y alerta sobre la multiplicación de carencias, mientras Paula Litvachky discute qué hacer con los detenidos, amenazados por el confinamiento, y Natalia Gelós habla de las descuidadas cuidadoras: las trabajadoras domésticas. En tiempos de despedidas a la distancia y de ataúdes de cartón, Ximena Tordini reclama una «necroética», el necesario reconocimiento de que la muerte necesita sus rituales.

En el extremo económico, Alejandro Bercovich discute el impuesto a la riqueza, que podría contribuir a compensar las carencias. El exdirector de la Biblioteca Nacional, Horacio González, por su parte, presenta la unidad nacional como «la necesidad de un imposible». Con quien dialoga el dirigente social Juan Grabois en la segunda sección, «El tiempo que viene», quien la califica con tono provocativo de «cliché ambiguo».

El cierre de la sección está a cargo del científico Diego Golombek, quien celebra el lugar que pasó a ocupar la ciencia en las decisiones de gobierno. Una observación puntual de Golombek conecta de manera iluminadora con el primer texto de la segunda sección, que abre la antropóloga Rita Segato. Comenta el científico que los mensajes sobre el uso del tapabocas son más eficaces si se los presenta como un aporte para la protección de la comunidad. En el mismo sentido, Segato concluye diciendo que el «buen Estado» es el que restituye el fuero comunitario.

No está lejos de estas observaciones la recomendación del especialista en Relaciones Internacionales, Juan Gabriel Tokatlian, de la Universidad Torcuato Di Tella, quien se apoya en Maquiavelo para proponer para la Argentina una Realpolitik «que radique en la modestia y la flexibilidad».

Martín Rodríguez y Mariano Schuster llegan con una redefinición de «historia» a partir de la experiencia de la pandemia: «Es lo que no necesita traducción. Llega. Sucede. Pasa. Acontece».

El segundo volumen tiene un único autor, el portugués Boaventura de Sousa Santos, Director Emérito del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra y reconocido por sus aportes a las «epistemologías del sur».

La cruel pedagogía del virus advierte sobre lo que estamos aprendiendo con el dolor y la pérdida. Sus seis lecciones incluyen una dura advertencia sobre los tiempos de reacción a las catástrofes frente a la amenaza del cambio climático, la persistencia de las desigualdades, el fortalecimiento del patriarcado y el colonialismo. Pero también una esperanzada mirada sobre el regreso del Estado y, como Segato, de la comunidad, desplazando el mercado del centro social.

El tercer volumen es el más colectivo y está específicamente orientado al día después. El futuro después del Covid-19, coordinado por Grimson para Argentina Futura, tiene tres secciones: «El Estado que viene; desafíos y emergencias», «Un nuevo mapa político» y «Pensar las subjetividades».

Escriben 28 autores de un arcoíris ideológico y político, con referentes de uno y otro lado del espectro, como Beatriz Sarlo, Vicente Palermo, Atilio Borón, Ricardo Forster, Maristella Svampa, Enrique Viale, Walter Mignolo, Dora Barrancos, Roberto Follari, Helena Carreiras y Andrés Malamud.

Repiten colaboración desde nueva perspectiva Tokatlián, Segato, González. La variedad también incluye temáticas y estilos, con aportes más literarios, como los de Cristian Alarcón, Gabriela Cabezón Cámara y María Moreno, y referencias a las artes, como el texto de Andrea Giunta.

De un volumen pantagruélico, al que es imposible hacer justicia en la brevedad de una reseña múltiple, vale la pena rescatar el cierre modesto y contundente del texto de Sarlo, una intelectual que elige correrse del lugar de profeta para dedicarse a las minucias mayúsculas de la economía (y la política).

En tiempos de desigualdades extremas, aquí y en el mundo, expresa su deseo: «Lo mejor que puede aportar el futuro de la pandemia es una reforma impositiva, con un acento puesto sobre los bienes personales. Los empresarios pagarán más si son ricos, no si sus empresas son prósperas e invierten productivamente sus ganancias. Si la pandemia nos convierte en un país impositivamente más justo, podremos decir que hemos vencido y que habrá un futuro. Todo depende de nosotros. Debemos eso a los muertos y a quienes están sufriendo».

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/ciencias-sociales-las-humanidades-piensan-la-pandemiadetras-de-los-libros-nid2414292
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“Yo pienso así porque soy capitalista”

Por: Javier F. Ferrero

 

Un escrito sobre la ceguera que produce un sistema económico creado para que una minoría pueda dominar económicamente (y de cualquier otra forma que se les ocurra) a una mayoría.

Jorge Majfud es un reconocido escritor y traductor uruguayo que lleva muchos años viviendo en Estados Unidos. Suelo leer sus escritos con frecuencia. En parte es porque su visión anticapitalista desde la cuna de tan contraproducente (para la mayoría) sistema social y económico es refrescante; y en parte, para que vamos a negarlo, porque nos permite usar sus escritos en Contrainformación y en Nueva Revolución y, en tiempos de estrecheces (económicas y morales) como son los actuales, es de agradecer.

Como digo, devoro sus artículos, que cuelga en su web, pero uno llamó en estos días mi atención especialmente. Solo son cuatro párrafos, pero resumen perfectamente la obcecación de la sociedad con un sistema que los engaña, ofreciéndoles caramelos en forma de «sueños» (americanos, en este caso) y que después los abandona en cuanto tiene ocasión.

Podemos verlo con los cientos de miles de muertos con los que ha tiznado Estados Unidos las portadas de medio mundo, culpando al coronavirus, sí, pero cuyos verdaderos culpables son quienes priorizan la economía por encima de los ciudadanos y ciudadanas. God money, I’ll do anything for you, que diría Trent Reznor.

El capitalismo ofrece una realización de estos valores selectiva: reduce la libertad al derecho a comprar y vender, la igualdad a un formalismo legal; desintegra la solidaridad en individualismo privatizado, y amenaza al propio planeta del que dependemos todos los humanos. Sin embargo, la inmensa mayoría de la población nació sobre una base capitalista y, tristemente, subyace en ellos el «más vale malo conocido».

Podemos verlo también en los abandonados por los sistemas sanitarios, por lo que no pueden pagarse una sanidad privada henchida por los intereses políticos y las bocas bien alimentadas de sus defensores a ultranza. «No señor, usted no es capitalista«, dice Majfud en su artículo. Nadie, salvo ese 1 % que se beneficia de él, debería serlo.

Lo cierto es que solo son un par de ejemplos de los miles que a diario pueden verse (y sentirse) en nuestra adormilada sociedad, pero vamos al tema de hoy, que es el escrito del compañero Jorge:

Un atardecer de otoño de 2008 o 2009 tuve una conversación en un estacionamiento con uno de los guardianes del campus de la universidad en Pennsylvania en la que trabajaba. El señor, un hombre en sus sesenta a quien siempre aprecié y creo que él me apreciaba igual, con una seguridad que se la envidio, me dijo:

“Yo pienso así porque soy capitalista”.

Agotado por una larga jornada le dije, sin pensar que no era el momento ni el lugar:

“No, señor, usted no es capitalista. Usted es un trabajador asalariado. Usted no es capitalista, sólo tiene fe en el capitalismo, como tiene fe en Jesús; pero de la misma forma en que usted no es Jesús, tampoco es capitalista”.

Fuente e imagen: https://nuevarevolucion.es/yo-pienso-asi-porque-soy-capitalista/

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Salud mental, la eterna “locura” del capitalismo

Por Eduardo Camín

 

Para informar la gestión de Covid-19, es vital comprender el efecto socioeconómico de las políticas utilizadas para gestionar la pandemia, que inevitablemente tendrá graves efectos sobre la salud mental al aumentar el desempleo, la inseguridad económica y la pobreza.

A fin de proteger el bienestar de los trabajadores durante este periodo de crisis y cambios, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) publicó una nueva guía dirigida a los empleados, empleadores y gerentes denominada Gestionar los riegos psicosociales relacionados con el trabajo durante la pandemia de COVID-19.

La guía abarca diez ámbitos de acción, durante el confinamiento y al regreso al lugar de trabajo. Contiene orientación sobre la manera de organizar el espacio físico en el lugar de trabajo, incluyendo la disposición y los puntos de exposición a los agentes peligrosos; la forma de evaluar el volumen y la distribución del trabajo en el contexto específico de la COVID-19.

Indica cómo abordar la violencia y el acoso; y de qué manera un liderazgo firme y eficaz puede tener un impacto positivo sobre los empleados. Además, explica a los trabajadores cómo protegerse a sí mismos del despido injusto en situaciones en las que se rehúsan a trabajar por miedo a que su salud o su vida puedan estar en peligro.

Manal Azzi, especialista principal sobre Seguridad y Salud en el Trabajo, señalaba que “Con un número tan alto de trabajadores que sufren las consecuencias psicológicas de la pandemia, la salud mental no puede seguir siendo un tabú. (…) “Enfrentados a este impresionante nivel de incertidumbre, los trabajadores pueden experimentar cambios de humor, baja motivación, fatiga, ansiedad, agotamiento y hasta ideas suicidas.

«También pueden producirse una serie de reacciones físicas, como problemas de digestión, alteración del apetito y del peso, reacciones dermatológicas, cansancio, enfermedades cardiovasculares, trastornos musculo-esqueléticos, dolores de cabeza y otras molestias y dolores. Además, puede llevar a aumentar el uso de tabaco, alcohol o drogas como una manera enfrentar el estrés», añadía.

Pasar por esta pandemia es difícil. Muchos de nosotros no han vivido nunca esta situación. No contamos con normas, experiencia o modelos a seguir. Es por esto por lo que disponer de unas directrices y hablar de salud mental en el lugar de trabajo es vital para romper el tabú.

Patologías de una vieja/nueva “normalidad”

El teletrabajo se ha convertido en parte de la nueva normalidad. Ha sometido a los trabajadores a nuevas tensiones, ya que se encuentran aislados o tratando de conciliar las responsabilidades profesionales y familiares, o perciben que las fronteras entre la vida profesional y personal no son nítidas cuando trabajan a distancia. El fenómeno ha sido tan repentino y masivo que ninguna norma de teletrabajo ofrece una protección adecuada para este nuevo espacio de trabajo.

Los trabajadores que están en la primera línea, como los de la salud y los de servicios de urgencias, pero también aquellos involucrados en la producción de bienes esenciales, la entrega a domicilio y el transporte, o los que se ocupan de garantizar la seguridad de la población, también enfrentan muchas situaciones estresantes a causa de la pandemia.

En estos últimos meses, han tenido que soportar un aumento de la carga de trabajo, jornadas laborales más largas, poco tiempo descanso y el temor constante de infectarse en el trabajo y transmitir el virus a los familiares o amigos.

Además, muchos temen perder su empleo. Despidos masivos están afectando todos los sectores de la economía. El desempleo está en los niveles más altos desde la Gran Depresión, no es de extrañar que todos sintamos inseguridad respecto al futuro. Si no son evaluados y gestionados de manera apropiada, estos riesgos psicológicos pueden desencadenar o agudizar la ansiedad y transformarse en problemas de salud mental reales.

A medida que la pandemia sigue presente en nuestras vidas, los expertos hablan, y hacen hincapié cada vez con más frecuencia, en la pandemia de la Salud Mental que generará el confinamiento y esta crisis de salud pública. Los efectos psicológicos, sociales y neurocientíficos del Covid-19 están siendo explorados en las diferentes partes del mundo.

Aún antes que el término Covid 19 entrará en nuestro vocabulario, el agotamiento, el estrés y la ansiedad eran problemas críticos en el lugar de trabajo. Obviamente, con la pandemia las cosas han empeorado mucho. Durante los últimos meses, numerosos trabajadores se han sentido impotentes ante los cambios profundos que han experimentado.

La salud mental, pandemia del capitalismo

Dado que la situación de aislamiento social obligatorio por el Covid-19 pone sobre la mesa la salud mental, sus patologías y cómo abordarlas, seria necesario aportar al debate desde una perspectiva clasista que contemple integralmente estas problemáticas.

¿Cómo se percibe a la salud mental? Es cierto que la mayoría de los trastornos y/o desórdenes mentales no son fácilmente notables, visibles. No poseen los síntomas físicos claros y universales de las enfermedades conocidas como tales, como la tos o la fiebre de una gripe, o marcadores bioquímicos certeros, como los virus.

Si las personas con estos padecimientos no hablan, o su entorno social no toma nota de la situación – que sí presenta indicadores y síntomas propios- , el problema es ignorado y, por lo tanto no es tratado en conjunto con un profesional, a tiempo.

Esto se ve acompañado por la construcción de prejuicios alrededor de las patologías mentales, que van desde el miedo hasta el negacionismo. Prejuicios que se construyen y refuerzan cuando desde ninguna institución, se brinda información científica y clara sobre la problemática, y que se profundizan junto con el problema mismo cuando no se accede a atención psicológica gratuita.

Muchas veces, esta situación se condensa en un círculo vicioso cuando la patología produce exclusión social, y es acompañada por la desesperanza, el miedo, y puede llevar a la autoagresión, y hasta al suicidio. Según la Organización Mundial de la Salud, cada 40 segundos, una persona se quita la vida.

Los aparatos ideológicos del sistema construyen un ideal de deseo exigente e insaciable, mientras que, a través de los años, sobre todo con la avanzada del neoliberalismo, se redujo el nivel de vida de les trabajadores y se condenó a la juventud a la precarización laboral. El consumo de psicofármacos, la inestabilidad mental, la ansiedad, la depresión, la intolerancia al duelo, la frustración y el estrés laboral son consecuencia de todo esto.

Esto no es casualidad ni culpa de un virus: en todo caso, el virus es el capitalismo voraz, deshumanizante, que durante todas sus crisis intentó salir de ellas pasando por encima de las clases mas desprotegidas, reduciendo la calidad de vida de los de abajo, la estabilidad socioeconómica, y por ende, la estabilidad mental de las personas.

Existe un mandato de felicidad construido en el seno del capitalismo neoliberal, potenciado por el posmodernismo adaptado, en el que la felicidad se consigue sólo desde la individualidad. Un mandato de felicidad irrealizable, fantasioso, y meritócrata, que puede responder a los ideales burgueses (tener casa, hijos, auto y perro), o a una fantasía posmoderna de felicidad por fuera de la sociedad (vivir solo en la montaña y cultivar su comida).

La obligación de productividad, los horarios laborales que se distorsionan, y por supuesto, el desempleo, particularmente en este contexto. La salud mental de les trabajadores no tiene absolutamente ninguna importancia para los patrones.

Esta sociedad capitalista deshumanizó, enajenó e hizo desaparecer la diferencia entre tiempo de trabajo y espacio de ocio, relaciones sociales y vida privada, creatividad y productividad, las necesidades humanas y la seguridad propia, al servicio de la valorización del capital, en perjuicio del bienestar de las personas.

Los movimientos sociales chilenos, acuñaron en sus paredes, una de esas frases que ilustra bien la situación: “No es depresión, es capitalismo”. Esto no significa que las patologías como tales no existan, y que el sufrimiento que generan no sea real. Romper con los mitos negacionistas implica aceptar que el problema existe, y ver cómo se debe analizar desde una perspectiva clasista.

Por lo tanto, las problemáticas de salud mental no son ajenas al sistema, por el contrario, son propias de él, son sistémicas. Vivimos en un sistema excluyente, por consiguiente las medidas de atención y contención de estas patologías son también excluyentes: El acceso a atención psicológica, tratamientos adecuados, incluso las internaciones, se estratifican como en todo el sistema de salud en general.

Estos problemas aquejan especialmente a los sectores populares, a la juventud, a los trabajadores. Por tanto, deben ser abordados como tal, sin negacionismos ni infantilismos. Tiene que ser una preocupación de toda la sociedad y no sólo de quienes la padecen y de les trabajadores de la salud.

El sistema capitalista es un sistema deshumanizador, que reprime y expulsa a los individuos que no le son útiles; que carga sus mecanismos desde el poder, que intenta perpetuarse a través de una maquinaria social que se alimenta de contradicciones.

Desgraciadamente miles de personas se suicidan cada año, y otras tantas sufren de enfermedades mentales que están relacionadas no sólo con la estructura económica del capitalismo sino también con su propia esencia represiva.

Queda mucho camino por recorrer. Se necesita un abordaje clasista de la salud mental, que permita una mirada integral sobre la problemática. El capitalismo genera padecimiento y niega las posibilidades de tratarlos adecuadamente. Será necesario lograr una sociedad más justa, donde la salud y el bienestar sean verdaderamente derechos universales.

Fuente e imagen: http://estrategia.la/2020/08/03/salud-mental-la-eterna-locura-del-capitalismo/

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