«Nos ofreció dos opciones de castigo, que debían ser aprobadas por nuestros padres. O bien sufriríamos dos golpes con una paleta o dos días de suspensión en la escuela».
Parece un fragmento de Las Aventuras de Tom Sawyer, la novela de Mark Twain en la que el profesor azotaba al protagonista cada vez que cometía una de sus travesuras.
El relato, sin embargo, no es ficción. En realidad es parte de una carta en la que Wylie A. Greer, un estudiante de una secundaria rural en Arkansas, Estados Unidos, narra cómo él y dos compañeros fueron castigados por salir de clase para participar en una huelga hace unos días en contra de la violencia de las armas.
«Los tres elegimos los paletazos, con el apoyo de nuestros padres», escribió Greer en un texto publicado por The Daily Beast.
«Los golpes no fueron dolorosos ni hirientes. No fue más que un quemón temporal en mis muslos».
«Uno de los directivos dijo, sin embargo, que este tipo de castigos no terminan siempre de esta manera», escribió Greer.
El caso se dio a conocer por su madre, Jerusalem Greer, quien en Twitter pareció elogiar la decisión de su hijo.
«Les dieron dos opciones de castigo. Escogieron el castigo corporal. Esta generación no anda jugando».
El mensaje generó decenas de miles de reacciones. Quienes golpearon a Greer, sin embargo, no estaban haciendo nada ilegal, ni fuera de lo común.
«Simplemente estaba haciendo su trabajo»
En 19 de los 50 estados de Estados Unidos está permitido aplicar castigos físicos a los alumnos en las escuelas públicas.
Estos castigos, que pueden incluir golpes con una paleta, nalgadas o bofetadas, son parte del reglamento de algunas escuelas, donde de manera general se dan las pautas para aplicarlos.
En la secundaria Greenbier donde estudia Wylie, por ejemplo, se autoriza el castigo corporal bajo ciertas condiciones, como que el estudiante pueda refutar las acusaciones que se le hacen, que el castigo se aplique en un lugar donde los demás estudiantes no lo puedan ver ni oír y que se haga en presencia de un testigo.
Además, el código dice que el castigo no puede ser «excesivo» ni «administrarse con malicia».
La carta de Wylie deja entrever que en su caso se cumplieron todas esas condiciones, por lo cual escribió que sus castigadores «simplemente estaban haciendo su trabajo».
En Europa y América Latina la mayoría de países prohíbe el castigo físico en las escuelas, según datos de la Iniciativa Global para terminar con el castigo corporal en los niños.
En Estados Unidos es distinto.
Una sentencia de la Corte Suprema de 1977 afirma que golpear a los estudiantes como reprimenda por un mal comportamiento no viola sus derechos ni va en contra de la Octava Enmienda de la Constitución, que prohíbe los «castigos crueles e inusuales».
Así, cada estado puede dictar sus propias normas para regular el castigo corporal en las escuelas públicas.
En Texas, este se define como «infligir dolor deliberadamente mediante golpes, tablazos, azotes, bofetadas u otra forma de fuerza física como medio de disciplina».
En Alabama, la escuela del condado de Pickens dice en su manual de conducta que el instrumento para infligir el castigo «debe ser sabiamente elegido».
«Se recomienda una paleta de madera de aproximadamente 60 centímetros de largo, 8 centímetros de ancho y un centímetro de grosor».
«El castigo no debe incluir más de tres golpes en las nalgas», dice el manual, al tiempo que advierte que debe ser administrado con «cuidado, tacto y cautela».
¿Qué tan común es?
Los expertos que estudian el tema coinciden en que el castigo corporal en las escuelas de Estados Unidos va disminuyendo cada año.
Está permitido expresamente o no está prohibido en Alabama, Arizona, Arkansas, Colorado, Florida, Georgia, Idaho, Indiana, Kansas, Kentucky, Luisiana, Mississippi, Missouri, Carolina del Norte, Oklahoma, Carolina del Sur, Tennessee, Texas y Wyoming.
En 2016, el entonces secretario de educación, John B. King Jr., hizo un llamado para que esta práctica fuera eliminada totalmente y dijo que «a pesar de los esfuerzos», entre 2013 y 2014, 110.000 estudiantes alrededor del país habían recibido algún tipo de castigo corporal.
Otros reportes hablan de 160.000 casos al año y otras fuentes hablan incluso de 200.000.
Según un reporte de 2017 de la ONG Children’s Defense Fund, cada día en Estados Unidos 589 estudiantes reciben un castigo corporal. El cálculo lo hacen con base en un año escolar de 180 días.
Las organizaciones que monitorean la aplicación de estos castigos, indican que se aplican con mayor frecuencia en las áreas rurales y los estados del sur del país.
«En las áreas rurales en algunos casos la aplicación de estos castigos está asociada a creencias religiosas», le dice a BBC Mundo Víctor Vieth, director del Centro Nacional Gundersen para el Entrenamiento en Protección Infantil, basado en Wisconsin.
«Pero incluso en comunidades muy conservadoras se están escuchando voces de que esta es una mala interpretación de las escrituras».
Vieth también menciona que estos castigos se aplican de manera «desproporcionada« a niños varones, minorías, niños que han sufrido algún tipo de abuso en su casa o padecen algún tipo de discapacidad.
David Osher, vicepresidente del Instituto Estadounidense de Investigaciones, especializado en disciplina escolar, dice que no conoce evidencia de que este tipo de castigos pueda tener algún tipo de beneficio.
Además del castigo en sí mismo, Osher critica la manera discrecional en la que cada escuela lo aplica.
«Hay casos en los que se aplica a comportamientos que no son violentos, como replicar, llegar tarde a clase o no hacer la tarea», le dice a BBC Mundo.
Según una publicación de la organización National Women’s Law Center, entre 2013 y 2014, el 37% de los castigos corporales en Carolina del Norte se aplicaron por «ofensas menores o subjetivas como mal comportamiento en el autobús, falta de respeto al personal, uso del teléfono móvil, lenguaje inapropiado y otros malos comportamientos».
«Muchos de los niños que son problemáticos es porque sufren algún tipo de abuso en otro contexto, así que castigarlos físicamente lo que hace es traumatizarlos de nuevo«, dice Osher.
«En muchos casos son castigados por comportamientos que ellos ni siquiera son capaces de controlar».
¿Qué opinan los padres?
En 2002, una encuesta de la cadena ABC News mostró que solo el 26% de los padres consideran que a los profesores se les debe permitir golpear a los chicos en la escuela. El 74% estuvo en desacuerdo.
Incluso entre los padres que castigan físicamente a sus hijos, el 67% dijo que a los profesores no se les debería permitir hacerlo.
Según un estudio publicado en 2015 por la sicóloga Elizabeth Gershoff, investigadora de la Universidad de Texas especializada en disciplina infantil, la aprobación de los estadounidenses respecto al castigo corporal en las escuelas «ha caído rápidamente durante un período de 40 años«.
«Sabemos que el castigo físico va a desaparecer», dice Vieth. «Solo es cuestión de ver qué tan rápido va a ocurrir».
En cuanto a los educadores, el estudio de Gershoff muestra que «durante las últimas décadas han mostrado un apoyo más fuerte al castigo físico que el público estadounidense».
¿Qué tan malo es?
Los expertos coinciden en que las investigaciones sobre el castigo corporal escolar y la conducta y la salud mental de los niños es limitada.
Según el National Women’s Law Center, que contó con el respaldo de la Asociación Estadounidense de Psicología, «los métodos violentos de disciplina impactan el logro académico y el bienestar a largo plazo de los estudiantes».
«De hecho, un estudio encontró que las escuelas en estados donde se usa el castigo corporal, tienen un desempeño más bajo en las evaluaciones académicas nacionales que las escuelas en estados donde está prohibido».
Otro estudio de Gershoff concluye que hay suficiente evidencia que muestra que el castigo corporal está asociado con «daños físicos, problemas de comportamiento y de salud mental y desempeño deficiente».
Muchas de las investigaciones académicas van en esa dirección, sin embargo, hay quienes tienen una posición contraria.
Uno de ellos es Harold Hoff un investigador canadiense en temas de disciplina infantil y director de la ONG Keep43, que trabaja por mantener las leyes que le permiten a los padres «usar fuerza menor en la crianza de los hijos».
Hoff, autor de libro «Castigo corporal: ¿es efectivo ?: un estudio empírico de los registros de castigos escolares», concluye que el castigo corporal en las escuelas sí puede tener un beneficio.
«Cuando lo usas de manera apropiada, moderada y esporádica, creo que los beneficios aplicar castigos físicos moderados y estandarizados superan de lejos los daños que algunas personas piensan que están ligados a ellos», le dice Hoff a BBC Mundo.
«La comunicación debe estar siempre en primer lugar», dice Hoff, «pero para muchos niños y en muchas circunstancias, eso no es suficiente».
La investigación de Hoff, cabe aclarar, no ha sido incluida en las publicaciones académicas relacionadas con el tema.
Otra de las posiciones del debate es la de los adultos que dicen que durante su niñez recibieron castigo físico y dicen no haber sufrido consecuencias.
«Yo lo comparo con el cigarrillo», dice Vieth. «Puede que fumar de vez en cuando no te mate, pero sabemos que sí aumenta los riesgos para la salud».
Wylie A. Greer, el joven de Arkansas castigado por sus profesores, tiene una opinión similar.
«Creo que el castigo corporal no tiene lugar en las escuelas», escribió en su carta. «Incluso si no fue doloroso para mí».
Fuente: https://www.bbc.com/mundo/noticias-43479556