El desafío de ser universitario de escasos recursos

 Autor: Christian Guijosa / Fuente: Observatorio ITESM

Mientras que para los universitarios de clases media y alta es provechoso estudiar y trabajar al mismo tiempo, para los alumnos de clase baja resulta ser un obstáculo más en su formación profesional, sugiere una investigación realizada por la Universidad de Georgetown, EE. UU. ¿A qué se debe esta discordancia?

Según el reporte Balancing Work and Learning: Implications for Low-Income Students, los estudiantes estadounidenses de escasos recursos necesitan trabajar largas jornadas y generar ingresos en empleos alejados de sus áreas de estudio, como cafeterías o restaurantes de comida rápida, además de cumplir con la demandante carga académica. A diferencia de los alumnos de familias de estratos sociales medio y alto que gozan de apoyo económico y pueden realizar prácticas laborales más provechosas.

Puntos clave del reporte

  • En EE.UU. existen 14 millones de universitarios que combinan el estudio y el trabajo, de los cuales 6 millones son de escasos recursos, y  de estos 3.5 millones son mujeres.
  • El 60% de estudiantes de escasos recursos que trabajan más de 15 horas semanales obtienen calificaciones más bajas (C o menos, de acuerdo al sistema de calificación estadounidense) a comparación de sus similares de clases medias y altas (B o más).
  • El 14% de los estudiantes con mayores ingresos tiene pasantías bien remuneradas en campos profesionales de STEM, negocios o atención médica, en comparación del 6% de los estudiantes de bajos ingresos que se emplean en actividades como el de servicio de alimentos, ventas o apoyo administrativo.
  • Los estudiantes de bajos ingresos son menos propensos a completar su carrera universitaria.
  • En Estados Unidos el 69% de los estudiantes de bajos ingresos se matricularon en la universidad en el 2015, en comparación con el 83% de los estudiantes de mayores ingresos.
  • Al menos en Estados Unidos, es menos probable que los estudiantes de bajos ingresos tengan seguridad financiera, como cuentas corrientes o de ahorro, y es más probable que elijan tarjetas de crédito para pagar sus estudios. Los estudiantes de mayores ingresos a menudo tienen acceso a más herramientas financieras y es más probable que dependan de préstamos estudiantiles para pagar su carrera.

¿Cómo rectificar el camino?

Aunque los datos anteriores representan la realidad educativa de Estados Unidos, la problemática es global. Las universidades necesitan asesorar de mejor forma a los estudiantes acerca de qué tipos de experiencias laborales tienen más probabilidades de producir resultados positivos. Los estudiantes deben ser guiados para sincronizar mejor lo que están estudiando con los trabajos y con sus objetivos profesionales a largo plazo.

Por otro lado, se debe enfocar más atención en construir conexiones más sólidas entre la educación y el trabajo a partir de los niveles educativos previos a la universidad.

Es cierto que los expertos educativos demandan mayor conexión entre el trabajo y la educación superior; la mayoría de los empleos de nivel inicial requieren una rica combinación de habilidades y experiencia laboral. En este escenario ¿dónde quedan los estudiantes de escasos recursos si viven atados a deudas y trabajos ajenos a sus intereses profesionales?

Sin duda, para un estudiante de nivel socioeconómico bajo es más complicado tener acceso una carrera universitaria y lograr aprovecharla. Las instituciones educativas, gobiernos y los empleadores necesitan colaborar para crear experiencias educativas más equitativas.

Fuente del Artículo:

https://observatorio.itesm.mx/edu-news/el-desafio-de-ser-universitario-de-escasos-recursos

ove/mahv

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Estados Unidos: Profesores a un paso de la pobreza

Estados Unidos / 4 de noviembre de 2018 / Autor: Joan Faus / Fuente: El País

Una huelga de maestros pluriempleados y con salarios bajos exhibe la sangrante desigualdad en la primera potencia mundial

Lynneia Atkinson, de 39 años, decidió permanecer con un marido que la maltrataba por temor a perder su seguro médico. Ahora que está divorciada y tiene una póliza de salud mucho peor evita a toda costa ir al médico porque los costes son astronómicos. Sus dos hijos viven con ella y llegar a fin de mes le supone un esfuerzo ingente. Los 16 dólares a la semana que cuestan las clases de violín de su hija son un quebradero de cabeza. Y se está planteando levantarse a las cuatro de la mañana para ganar 40 dólares más por enseñar inglés a niños chinos durante cuatro horas a través de Internet.

Podría parecer lo contrario, pero Atkinson ya tiene un empleo. Es profesora en una escuela pública en Shenandoah Junction, un pueblo de Virginia Occidental, pero ese trabajo apenas le permite subsistir. “Nadie con este nivel de educación debería estar luchando por su vida”, denuncia en su aula.

No es un caso aislado. Muchos de los otros 30 profesores de la escuela primaria T. A. Lowery tienen dos o tres empleos. Enseñan inglés, dan clases extraescolares, trabajan en gasolineras o en restaurantes. De los 50 Estados de Estados Unidos, Virginia Occidental es el tercero con los sueldos más bajos para los profesores de la escuela pública y el segundo con menores ingresos por habitante. La situación salarial, junto al aumento del coste del seguro médico que reciben los profesores y la percepción de una erosión continuada de la calidad de los colegios, fue el embrión de una ola de indignación que derivó en febrero y marzo pasados en una inusual huelga con un seguimiento masivo.

Unos 20.000 maestros abandonaron las aulas durante nueve días lectivos consecutivos en los 55 condados que integran el Estado. La movilización fue tal que forzó al Congreso, de mayoría conservadora, y al gobernador, el republicano Jim Justice, que es el hombre más rico del Estado, a subir un 5% el sueldo a los profesores y a congelar los recortes de sus prestaciones sanitarias. Atkinson, que preside un sindicato local de maestros, participó activamente en el paro.

En un país donde las huelgas son muy infrecuentes y los sindicatos se han debilitado enormemente, los profesores de Virginia Occidental lograron tener a la opinión pública de su lado y propiciaron movilizaciones similares en otros cinco Estados del país. Este resurgir del activismo será palpable en las elecciones legislativas del 6 de noviembre: cientos de maestros optan a cargos electos bajo la promesa de mejorar la educación pública.

La huelga expuso el impacto de los tijeretazos en la inversión escolar llevados a cabo en buena parte de EE UU en la última década. Por ejemplo, Atkinson se queja de que en su aula no funciona correctamente la calefacción (sus alumnos llevan a veces abrigos), de que le falta material o falla la conexión a Internet. La protesta también exhibió cómo muchos ciudadanos, en palabras de esta profesora, constatan que “la sanidad no es un derecho” asegurado. El único seguro médico al que puede optar —el que recibe de la escuela— le cuesta 100 dólares al mes y ella debe costear los primeros 6.000 dólares de gasto en cualquier consulta o prescripción médica. El hartazgo de los maestros revela un riesgo: la creciente desigualdad rampante en el país más rico del mundo golpea al primer escalafón de la sociedad, como son las escuelas públicas donde se forman a las generaciones futuras.

La clase media estadounidense se ha desmoronado lentamente en el último medio siglo. El ascensor social se ha estancando. La media de ingresos por hogar apenas ha variado: de 44.895 dólares en 1967 a 57.230 en 2015, según datos del censo que tienen en cuenta la inflación. En cambio, los ingresos de los más ricos se han disparado, mientras los sueldos de la clase baja y media han caído o han permanecido planos.

Un muro de la escuela T.A. Lowery Elementary en Shenandoah Junction, Virginia Occidental.
Un muro de la escuela T.A. Lowery Elementary en Shenandoah Junction, Virginia Occidental. XAVIER DUSSAQ

Pérdida de renta

Los profesores públicos son un ejemplo sintomático: ganan de promedio menos que en 1990, según datos del Departamento de Educación ajustados por la inflación. En Virginia Occidental, el sueldo medio era en 2016 de 45.622 dólares al año, 13.000 menos que el promedio nacional, según la Asociación Nacional de Educación. Atkinson gana unos 2.200 dólares netos al mes. Unos 1.300 van destinados al pago de su hipoteca. El precio medio de una casa en su condado es de 300.000 dólares, lo que, en su caso, supone pagar su hipoteca actual durante 19 años. Ella y sus dos hijos, de nueve y seis años, viven con los 900 dólares restantes de su sueldo y una ayuda económica de su exmarido. “Incluso con esa asistencia casi no me las puedo arreglar”, lamenta.

Atkinson, que enseña inglés y matemáticas a niños de entre cinco y nueve años con necesidades especiales, lleva 17 años ejerciendo de profesora. Empezó en Nueva York, luego se trasladó a Ohio y desde 2010 vive en Virginia Occidental. En realidad, quería ser arqueóloga pero, irónicamente, decidió ser maestra para optar a mejores sueldos. Su salario base actual es 8.000 dólares superior al que tuvo por primera vez como profesora en 2001 pese a que entonces no tenía ni un título de máster ni experiencia laboral. “En este momento, no sé cuánto tiempo más voy a seguir enseñando”, admite.

FUGA DE MAESTROS A ESTADOS CON MEJORES SALARIOS

Cada Estado de Estados Unidos gestiona las condiciones que ofrece a los profesores de su escuela pública y el modelo de financiación. En Virginia Occidental, los maestros ganan lo mismo, según su escala salarial, independientemente del condado en el que vivan. Eso crea disrupciones dado que el sur del Estado es más pobre que el norte y el coste de vida es muy inferior que en pueblos como Shenandoah Junction. Pero en el norte los profesores tienen mayores alternativas: el condado de Jefferson está a poca distancia de Virginia y Maryland, dos Estados con mayores sueldos para el personal escolar.

“Si conduzco 20 o 30 minutos, podría estar ganando 15.000 o 20.000 dólares más al año y con un seguro médico por el que no me tendría que preocupar”, dice Lynneia Atkinson. Inicialmente, desestimó esas posibilidades porque prefería estar cerca de sus hijos pero, ahora como madre con apuros económicos, admite que lo está considerando.

Las mejores condiciones en los otros Estados hace que en el condado de Jefferson haya una fuga de hasta 40 profesores al año. En todo Virginia Occidental, hay cerca de 750 plazas vacantes sin un profesor certificado. Algunas de ellas las cubren profesores de sustitución que no están preparados.

“Esto afecta mucho a la educación de los niños”, denuncia Atkinson, como también lo hace que los maestros necesiten varios empleos para sobrevivir. Ella se declara una defensora convencida de que las escuelas públicas son “el gran ecualizador” de la sociedad estadounidense. En su colegio hay alumnos de todas clases económicas, pero denuncia que las escuelas sufren un “ataque constante” y advierte de cómo EE UU se sitúa por debajo de muchos países avanzados en las clasificaciones internacionales de educación. En las pruebas PISA de 2015, de los 35 miembros de la OCDE, EE UU ocupó la posición 30 en el ránking de matemáticas y la 19 en ciencia.

Fuente de la Noticia:
https://elpais.com/internacional/2018/10/28/estados_unidos/1540687646_447023.html
ove/mahv
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