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La crisis subjetiva de la clase trabajadora

Por: Henrique Canary

Por primera vez en la historia, una debacle económica de dimensiones globales se combinó con el ápice de una crisis subjetiva del proletariado. Este es el contexto en el que la extrema derecha está ganando terreno.

Cuando se habla del auge de la extrema derecha en el mundo contemporáneo, se hace mucho hincapié en la crisis económica de 2008. Esto tiene mucho sentido. El colapso financiero derivado de la quiebra de la pirámide subprime de los bancos estadounidenses parece haber sido el detonante de una vertiginosa escalada de las fuerzas neofascistas en todo el mundo. Desde entonces, la mayoría de los grandes acontecimientos de la lucha de clases internacional han tenido como resultado el fortalecimiento de las fuerzas más reaccionarias del espectro político.

La Primavera Árabe, que levantó una ola de esperanza mundial —especialmente entre los jóvenes—, terminó con la masacre de los Hermanos Musulmanes en Egipto y el restablecimiento de un régimen bonapartista en el país y con el asesinato sumario y sangriento de Muamar Gadafi en Libia y la transformación de una república relativamente próspera en un protoestado semitribal controlado por potencias extranjeras y «señores de la guerra». En Siria dio lugar a una guerra civil que duró casi una década, y a la fundación, aunque efímera, de un califato impulsado por el Estado Islámico.

El lento declive de la Unión Europea, sumado a la crisis migratoria, ha favorecido el ascenso del neofascismo europeo, que continúa sus esfuerzos por hacerse con el control del continente después de casi ochenta años. El levantamiento de la plaza Maidán en Ucrania, que inicialmente contaba con una importante presencia de la izquierda, ha creado un régimen que normaliza el nazismo histórico e incorpora fuerzas abiertamente fascistas al ejército del país.

Las masivas protestas de junio de 2013 en Brasil, también disputadas inicialmente por la izquierda, condujeron al ascenso al poder del golpista Michel Temer mediante el impeachment de Dilma Rousseff, y luego a la victoria electoral del fascista Jair Bolsonaro. En Estados Unidos, el neofascista Donald Trump es el candidato natural absoluto de la clase obrera blanca tradicional y, ahora, con el mal desempeño del Gobierno de Biden, avanza peligrosamente también sobre la juventud y la comunidad negra. En Argentina, la alta inflación y la fuerte caída del nivel de vida han despertado al monstruo Milei.

Pero hay algo que falta en este análisis. La afirmación de que la extrema derecha avanza exclusivamente a causa de la crisis económica de 2008 no parece corresponderse con la complejidad exhibida por el fenómeno. No es la primera vez en la historia que estalla una crisis económica. Hemos tenido muchos colapsos financieros desde el final de la Segunda Guerra Mundial (la crisis del petróleo en 1973, la crisis de la deuda en la década de 1980, la «crisis de las .com» en 2000) y ni una sola vez ha vuelto el fascismo a la escena histórica. Solo lo ha hecho ahora. ¿Por qué?

Nuestra hipótesis es que hubo una combinación especial: por primera vez en la historia, una debacle económica de dimensiones globales se combinó con el ápice (o, si se quiere, el fondo) de una crisis subjetiva del proletariado: una crisis que involucra su identidad, sus organizaciones, su imaginario y su conciencia. Esta combinación específica impidió a la izquierda en general —tanto reformista como anticapitalista— posicionarse como una alternativa capaz de impugnar esos procesos. La crisis económica encontró un proletariado disperso, precario, confuso, dividido, asfixiado por la competencia entre iguales, dispuesto a culpar de su amargura a sus compañeros de clase, siempre y cuando fueran negros, inmigrantes, LGBTQI, árabes o indígenas.

¿Crisis del capitalismo oportunidad para la izquierda?

La ideología liberal establece que las crisis son también momentos de oportunidad: para ganar dinero, para derrocar a un competidor, para abrir un nuevo negocio. Por otras vías, la izquierda ha interiorizado la misma idea. Es comprensible. Los momentos de estabilización en el capitalismo son difíciles para la izquierda: bienestar general, crecimiento salarial, concesiones, pleno empleo. En estas condiciones, las crisis revolucionarias no se producen, porque entre otras cosas requieren que la sociedad haya entrado en un periodo de decadencia y regresión. Por eso la izquierda siempre ha visto con tan buenos ojos las crisis del capitalismo.

La historia ha justificado, hasta cierto punto, estas esperanzas. La crisis económica, social y política resultante de la Primera Guerra Mundial desencadenó la Revolución Rusa; la crisis de la dominación colonial portuguesa condujo a la Revolución de los Claveles; la crisis de las dictaduras latinoamericanas desembocó en varias revoluciones democráticas en el Cono Sur en los años ochenta, lo que provocó el crecimiento y el arraigo social de las fuerzas de izquierda en el continente. Este esquema general (crisis = posibilidad de revolución) ha quedado impreso en el imaginario de la izquierda, que piensa en secreto ante cada turbulencia del capital: «por fin ha llegado nuestro turno».

El problema es que este esquema ignora un importante factor de la realidad. Para que una situación revolucionaria sea victoriosa para la izquierda, no basta con que «los de arriba no puedan y los de abajo no quieran» vivir como antes. Esta fórmula leninista sirve para identificar la crisis en sí, pero no resuelve el problema de su desenlace. Para que triunfe una revolución, las masas deben adoptar un determinado programa en sus acciones, que solo puede ser proporcionado por una organización o frente de organizaciones de la izquierda revolucionaria. En otras palabras, la resolución positiva de una crisis revolucionaria depende fundamentalmente de un factor subjetivo.

La ultraizquierda dogmática ha interpretado este «factor subjetivo» como la simple existencia de un núcleo revolucionario activo, aunque tenga un peso ínfimo en la realidad. Basta con que un pequeño grupo de camaradas «levante un programa» para que, tarde o temprano, las masas reconozcan el mérito de la organización y la sigan en su camino hacia el asalto a los cielos. Un análisis superficial podría asociar esta visión mesiánica a los grupos trotskistas, pero no es así. La realidad ha demostrado que el mesianismo ultraizquierdista es una característica que se distribuye democráticamente entre todas las corrientes del marxismo, incluyendo diversas aglomeraciones estalinistas que actúan precisamente sobre la base del principio de la «crisis de dirección».

Según este punto de vista, la cualidad fundamental de un revolucionario no es la inteligencia política, sino únicamente la perseverancia. Se trata de una visión teleológica según la cual una pequeña organización revolucionaria está destinada a hacerse grande una vez que las masas «comprendan» el verdadero carácter de las direcciones traidoras y reformistas.

De este modo, una parte de la izquierda radical se ha vuelto cada vez más objetivista, es decir, cree que las «condiciones objetivas» son suficientes para que triunfe una revolución. Este objetivismo es ciertamente positivo en comparación con la visión escéptica de que las condiciones materiales para la revolución socialista aún no están maduras (como sostenía el reformismo clásico del siglo XIX). Sin embargo, dada la complejidad e importancia del factor subjetivo, este objetivismo es ciertamente insuficiente e incluso perjudicial.

A su vez, conduce a esta misma parte de la izquierda radical a apoyar acríticamente cualquier proceso de lucha o levantamiento, independientemente de su dirección, programa, sentido y estrategia. Todo se justifica porque la entrada en escena de las masas sería el único factor determinante.

Lecciones de las últimas décadas

El problema es que este esquema se ha derrumbado en los últimos treinta años. Al menos desde el fin de la URSS y el triunfo del neoliberalismo y la globalización, las masas se han visto sumidas en una profunda crisis subjetiva con graves implicaciones objetivas. La idea del socialismo se ha desprestigiado y ha pasado del horizonte político al horizonte histórico. Esto significa que las masas ya no ven a las organizaciones de izquierda como «alternativas» naturales y obvias, ni al socialismo como un fin a perseguir. La crisis subjetiva es tan grande que no solo se cuestionan las ideas del socialismo, sino incluso las ideas de la Ilustración: la razón, la dignidad humana, la ciencia, la cultura.

La noción ingenua de que las masas no actúan contra sus propios intereses ha sido aniquilada, y su opuesto exacto se ha demostrado a cada paso. Así, en cada nueva «crisis», la «alternativa» está representada por las fuerzas premodernas del fascismo, ya sea político o religioso. El colapso de la razón neoliberal se ha entendido como el colapso de la razón misma. Por tanto, nada más natural que el crecimiento del oscurantismo, perfectamente expresado en las fuerzas fascistas.

Cuando estallan los procesos de lucha, las fuerzas del progreso histórico representadas por el socialismo se ven incapaces de disputar la dirección de los acontecimientos y son apartadas con la mayor facilidad por la ultraderecha. La izquierda estuvo presente en junio de 2013 en Brasil, pero fue expulsada de las manifestaciones por la ultraderecha organizada; luchó en la plaza Maidán en enero de 2014, pero fue masacrada al grito de «Slava Ukraini» y acabó quemándose en el incendio de la Casa de los Sindicatos de Odessa en mayo del mismo año.

En cada proceso de lucha, la ultraderecha consigue alejar a las fuerzas de izquierda del centro de la escena política. Esto habría sido inimaginable hace treinta años, y solo puede explicarse por la crisis subjetiva del proletariado. Antes del fin de la URSS, la lucha de masas favorecía ampliamente a la izquierda y era su terreno natural. Hoy, debido a las confusiones del proletariado (y también al hecho de que una parte importante de la izquierda ha abandonado el terreno de la lucha directa), es mucho más fácil para la ultraderecha imponerse en este tipo de procesos.

Hace treinta años, la izquierda podía apostar por el agravamiento de la crisis porque había muchas posibilidades de que le fuera favorable. La derecha, en cambio, solo se sentía cómoda en el terreno institucional y parlamentario y en la represión policial. Hoy, en cambio, la movilización de masas es un terreno disputado a brazo partido entre el fascismo y la izquierda, con ventaja para el primero en la mayoría de los casos.

No se trata solo de una ventaja subjetiva. El fascismo no solo está extremadamente motivado. Opera en condiciones materiales mucho más favorables (no olvidemos que, para Marx, la conciencia de las masas es una fuerza material) porque se dirige al sentido común y a prejuicios muy arraigados entre los trabajadores. En los años 1930, ser obrero era casi sinónimo de ser antifascista. El fascismo se concentraba entre la pequeña burguesía y el campesinado. Hoy el fascismo está dentro de nuestra clase. Lo que abrió espacio a la derecha fue la crisis de la subjetividad proletaria. Por eso la situación es mucho más difícil que en los años 1930, y el resultado podría ser peor.

De la frustración a la reacción

Hay, pues, dos crisis en marcha: la crisis general del capitalismo y la crisis subjetiva del proletariado, que se combinan para reforzar las salidas de ultraderecha. Pero a estas dos crisis hay que añadir un tercer factor: los límites de las experiencias de los gobiernos de izquierda o progresistas en los últimos años. Esto ha generado un sentimiento de frustración con la gestión y las ideas progresistas que ha sido muy bien aprovechado por las fuerzas fascistas.

En 2015, el pueblo griego dio a Syriza la oportunidad de demostrar su valía. El sentimiento general entre las masas griegas era de apoyo incondicional al nuevo Gobierno, de rechazo a la Troika (la Comisión Europea, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo) y de exigencia de reformas de gran alcance que tuvieran en cuenta la historia de opresión del país por parte de la Unión Europea. En contra de las expectativas populares, Alexis Tsipras y Syriza optaron por la conciliación con la CE, el FMI y el BCE y la aplicación de un plan de recuperación en el marco de la austeridad. El resultado fue la progresiva erosión del Gobierno hasta su derrota ante la derecha tradicional, encarnada en la coalición Nueva Democracia, en 2019.

Del mismo modo, otros experimentos de izquierda han resultado en la frustración de las expectativas y el consecuente realineamiento de una parte significativa de las masas con las fuerzas de ultraderecha que se proponen como alternativa radical a la crisis estructural.

En casi toda América Latina, las corrientes de ultraderecha supieron reaccionar ante los tímidos intentos de reformas populares de las décadas de 2000 y 2010 y llegaron al poder gracias a la manipulación del descontento popular (fake news, boicots gubernamentales, violencia política, etc.). Esto plantea una importante señal de alerta para los gobiernos de izquierda o progresistas que aún siguen activos en el continente, como es el caso de Lula en Brasil, Gabriel Boric en Chile e incluso Gustavo Petro en Colombia. Si bien este último hasta ahora ha procurado desmarcarse de la dinámica general, aplicando una política más ofensiva basada en la movilización de las masas y enfrentando al parlamento desde la izquierda, de no abordarse los problemas históricos de estos países y seguir sumando promesas de campaña incumplidas, el peligro de que se produzca una nueva «ola parda» en todo el continente será cada vez más real. Argentina apunta en esta segunda dirección.

La unidad de la izquierda ayer y hoy

La lucha contra el fascismo en el siglo XX tuvo lugar en condiciones completamente diferentes a las actuales. La clase obrera era relativamente homogénea, tanto en lo social, como en lo económico, político y cultural. Además, había dos fuerzas esenciales en la izquierda: los comunistas y la socialdemocracia. Ambas tenían influencia de masas y se disputaban la hegemonía sobre el proletariado. Así, la lucha por la unidad era también la lucha por un programa para romper con el capitalismo y hacer avanzar el socialismo.

Hoy las cosas son muy diferentes. La lucha contra la extrema derecha actual se desarrolla en un marco mucho más defensivo, de derrota histórica y de crisis de la subjetividad proletaria. Una unidad que tiene como condición la ruptura inmediata con el capitalismo es una unidad imposible, y por tanto perjudicial para la lucha. Además, la relación de fuerzas entre reformistas y revolucionarios ya no es la misma.

En el siglo XX, la lucha por la hegemonía era entre dos fuerzas comparables, similares en peso e influencia. Hoy ya no es así. Las organizaciones reformistas se han distanciado mucho de las fuerzas revolucionarias, que han quedado reducidas a pequeños grupos de propaganda. ¿Qué comparación puede haber hoy entre el PT y las corrientes revolucionarias brasileñas? ¿Entre el peronismo y la izquierda trotskista argentina? ¿O entre el PS y los pequeños grupos revolucionarios que habitan el Bloque de Izquierda en Portugal?

Las condiciones para la unidad han cambiado, y no precisamente a favor de los revolucionarios. No se trata de «imponer un programa revolucionario de ruptura a los reformistas», sino de cerrar filas en torno a banderas defensivas, mínimas, democráticas. Esta es la realidad que hay que afrontar. Si orientamos nuestras acciones en torno a la necesidad de una ruptura inmediata con el capitalismo, estaremos condenados a actuar como meros testigos, a lo sumo propagandistas.

La unidad contra el fascismo debe darse no sobre la base de un programa de ruptura con el capitalismo, sino en torno a banderas que reaviven la movilización y la actividad independiente de las masas, condición necesaria —aunque no suficiente— para hacer avanzar su conciencia y superar su crisis subjetiva. El objetivo inmediato de los revolucionarios no debe ser intentar sustituir al capitalismo en una revolución antifascista que se convierta inmediatamente en anticapitalista, sino avanzar todo lo posible en la autorganización, la conciencia, la solidaridad y la voluntad de lucha.

Un paso atrás para dar dos adelante

Es necesario reconocer que esta orientación está en contradicción con las orientaciones de los clásicos del marxismo que elaboraron la lucha antifascista, sobre todo León Trotsky en los años 1930. Para el fundador del Ejército Rojo, la lucha antifascista no era solo una lucha unitaria de toda la clase (este aspecto, como hemos tratado de subrayar, sigue siendo válido), sino también una lucha anticapitalista directa, un intento de traducir la resistencia antifascista en revolución proletaria. Prueba de ello es el peso central de la consigna de armamento inmediato del proletariado para la lucha contra el fascismo.

Creemos que esta orientación ya no es válida, dada la crisis de subjetividad del proletariado. Ya no tenemos un proletariado concentrado y organizado, dispuesto a luchar pero carente de una orientación clara, como en los años treinta. Lo que tenemos es una dura disputa ideológica y política porque una parte de la clase obrera ha sido ganada por el fascismo. Al tratar de imponer un programa anticapitalista a los aliados reformistas (mayoritarios dentro del movimiento de masas), lo único que logran los revolucionarios es eliminar la posibilidad de unidad y pierden la oportunidad de entrar en contacto con una amplia capa de la clase obrera dirigida por el reformismo.

Por lo tanto, la idea de que la lucha antifascista se basa en un programa mínimo de movilización, educación e independencia de clase debe llevarse hasta sus últimas consecuencias. Los revolucionarios debemos dar un paso atrás porque el proletariado ya ha dado demasiados y está cada vez más lejos, casi fuera de nuestro alcance. Debemos recuperar la confianza de la clase, que ahora se deja seducir por los cantos de sirena de los fascistas. Con todas las debilidades, la gente lo está intentando: trabajo en barrios, territorios, con los pueblos originarios, en luchas locales específicas, a través de campañas y redes de solidaridad.

¿Se trata este de un enfoque reformista? En la forma, sí. En el fondo, es la acción más revolucionaria de nuestro tiempo: volver a conectar con las masas. Se habla mucho de que la izquierda se ha alejado del trabajo de base. En parte es cierto, aunque hay disparidades y una buena dosis de prejuicio en esa afirmación. En cualquier caso, es cierto que la izquierda está marginada. De hecho, incluso la izquierda electoralmente hegemónica nunca ha sido tan marginal.

La nueva normalidad

Estamos entrando en una fase histórica en la que las acciones del neofascismo y su disputa con la izquierda son la nueva normalidad. No se trata de un ciclo corto ni de una mera coyuntura. Es un fenómeno estructural y global. Entran en juego la crisis del proletariado, la distancia histórica de la derrota del nazifascismo alemán (el tiempo es enemigo de la memoria), las crisis económica, social, migratoria, ambiental y del sistema mundial de Estados. Todo contribuye a que tengamos un largo período de lucha contra el fascismo, que es, por tanto, la tarea primordial de la fase histórica actual.

Una correcta comprensión de la naturaleza de las etapas históricas, de sus características, posibilidades y límites ha sido siempre una condición ineludible —aunque, de vuelta, no suficiente— para el éxito. Lo mismo ocurre ahora. El fin de la URSS, la avalancha neoliberal de los años 1990, la crisis económica de 2008, la «policrisis» actual, todo ello contribuye a dar forma a este nuevo momento que vivimos, un momento de disputa con la ultraderecha en el que la propia supervivencia del proyecto histórico del socialismo está puesta sobre la mesa.

Aquellos que insisten en una orientación dogmática, basada en una realidad de hace cien años y, por tanto, basada en una clase trabajadora completamente diferente, tienden a perder una importante oportunidad: de ser parte de un lento pero esencial proceso de reorganización y recuperación de la conciencia, que solo puede hacerse con inteligencia política, paciencia histórica y sentido de la estrategia.

Henrique Canary. Doctor en Literatura y cultura rusa.

 [Ilustración: Tomi Pomo]

Fuente: https://jacobinlat.com/2024/08/la-crisis-subjetiva-de-la-clase-trabajadora

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Apoya Federación Sindical Mundial luchas de clase obrera de República Popular Democrática de Corea

El Consejo Presidencial de la Federación Sindical Mundial (FSM) aprobó una resolución de apoyo a las luchas de la clase obrera de la República Popular Democrática de Corea (RPDC), destacó hoy la agencia estatal de noticias KCNA

El documento puso de realce los esfuerzos de la Federación General de Sindicatos de Corea por el desarrollo económico y social, bajo las banderas del socialismo y la dirección del Partido del Trabajo y su secretario general, Kim Jong Un.

 

Con sede en Sao Paulo, Brasil, la reunión de la FSM también condenó la política de provocaciones y amenazas que contra la RPDC practican Estados Unidos y sus aliados de Corea del Sur y Japón, que pone en riesgo de una guerra nuclear a la Península Coreana.

 

Llamó asimismo a la comunidad internacional a oponerse a los designios imperialistas y a expresar su solidaridad con la justa lucha de la clase obrera de la RPDC en pro del bienestar de la población y la defensa de soberanía nacional.

 

Fundada en 1945 en París, la FSM es una de las organizaciones sindicales internacionales más antigua del mundo y representa a unos 105 millones de trabajadores y trabajadoras de 133 países

Fuente: https://www.prensa-latina.cu/2024/03/11/apoya-federacion-sindical-mundial-luchas-de-clase-obrera-de-rpdc/

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Chile: Nuevo video: Cuando la clase trabajadora organizó la vida

Trata sobre la emergencia de los cordones industriales durante la Unidad Popular de Salvador Allende, a través de una entrevista con Mario Olivares, integrante entonces del Cordón Industrial Vicuña Mackenna y actual dirigente del Sindicato N° 2 de Viña San Pedro-Tarapacá.

A 50 años del golpe: Cuando la clase trabajadora organizó la vida, es un video producido recientemente por trabajadores del Departamento de Comunicaciones del Sindicato N° 2 de la Viña San Pedro-Tarapacá, organización asociada a la Federación de los Trabajadores de la CCU.

Trata sobre la emergencia de los cordones industriales durante la Unidad Popular de Salvador Allende, a través de una entrevista con Mario Olivares, integrante entonces del Cordón Industrial Vicuña Mackenna y actual dirigente del Sindicato N° 2 de Viña San Pedro-Tarapacá. Asimismo, se presenta una conversación con Gioconda Aguilera, activista de derechos humanos que vivió la etapa en que los propios trabajadores controlaron la producción de la Planta de Limache de la Compañía de Cervecerías Unidas, CCU.

Fuente: https://rebelion.org/nuevo-video-cuando-la-clase-trabajadora-organizo-la-vida/

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Primero de Mayo y la esperanza

Por: Roberto Patiño

Para muchos venezolanos que aspiran a poder vivir de su trabajo honesto, aparece nuevamente la fecha del Primero de Mayo como un hito en el calendario, un día en el que la esperanza se atrinchera con la ilusión de que se tomen las decisiones necesarias para que los trabajadores dispongan de un sueldo digno.

Una aspiración que año a año es traicionada, como lo demuestra la pasiva indiferencia del Estado ante los reclamos de los trabajadores movilizados, la burla de pretender compensar los salarios con bonos entregados de manera arbitraria sin cotizar en las prestaciones sociales y las estrategias emprendidas por el régimen, a través del Instructivo Onapre, con la que se les desconoce décadas de luchas sindicales en toda la administración pública.

Con el paso del tiempo, el Primero de Mayo se está convirtiendo en Venezuela en una fecha que ha perdido su razón de ser, un día donde solo se celebra los protocolos y los gestos vacíos.

Por un lado vemos a un régimen que afirma estar al lado de la clase trabajadora, ser consciente de sus luchas, mientras recibe las bendiciones de los empleados movilizados a la fuerza delante las cámaras de Venezolana de Televisión. En la otra esquina de la realidad, observamos a buena parte de la administración pública sometida al hambre, acosada por grupos violentos en sus protestas, donde sus líderes son detenidos de manera arbitraria y donde la deserción laboral parece ser la única vía que pueden asumir todos los padres de familia responsables. Todo un sainete que convocaría a la carcajada si no fuera tan lamentable la situación a la que están sometidos los trabajadores honestos que dependen del Estado.

Si algo hemos aprendido con las malas noticias en torno a la corrupción en Petróleos de Venezuela y el sistema judicial venezolano, es que el Estado ha dispuesto de recursos suficientes para garantizar salarios dignos, pero fue una decisión política no hacerlo: el dinero siempre estuvo allí, pero era utilizado para financiar a las diversas camarillas que sustentan el poder del régimen. Ni el llamado “bloqueo” ni la corrupción son argumentos creíbles con los que se pueden defender los voceros del poder.

A pocos días del Primero de Mayo, la esperanza no debe estar al lado de la voluntad del poderoso, debe enfocarse en la organización y apoyo a los gremios movilizados en las protestas de los últimos meses.

Debemos estar allí junto a ellos, al lado de los trabajadores de la salud, junto a Mauro y Pablo Zambrano; a la líder sindical Zenaida Figuera de Sunep-Sas; Luis Cano y Carlos Julio Rivera, representantes de pensionados y jubilados; Elsa Castillo y Edgar Machado, líderes del gremio educativo; y junto a todos ellos, los trabajadores, la sociedad civil organizada y los nuevos liderazgos que se construyen de abajo hacia arriba. El esfuerzo coordinado y solidario con nuestros trabajadores en la calle es el mejor tributo que podemos dar en esta fecha. La esperanza debe movilizarnos en nuestras luchas pacíficas por el cambio democrático que quiere la mayoría de los venezolanos. Sólo en democracia, con plenas libertades, se puede comenzar a reconstruir un sistema en el que los trabajadores puedan vivir dignamente y el Primero de Mayo vuelva a ser una fecha importante.

Fuente e Imagen: https://www.elnacional.com/opinion/primero-de-mayo-y-la-esperanza/

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Irán: Descontento generalizado entre las clases trabajadoras y los pobres

Por: Houshang Sepehr

«Cuando Dios-Dinero sustituye a Dios-Divino»

El 17 de junio, en un discurso dirigido a los miembros del poder judicial, Alí Jamenei, el dictador de la República Islámica, dijo: «El Dios de los años ochenta sigue siendo el mismo Dios que hoy». Tras este discurso, el ataque a manifestantes y activistas de todo tipo ha aumentado considerablemente: a sindicalistas, profesores, artistas, escritores, mujeres, estudiantes y defensores de los derechos humanos. La frase de Alí Jamenei se refiere a la masacre de decenas de miles de opositores al régimen, incluidos miles de presos políticos durante la década de 1980. Puede que el Dios del régimen no haya cambiado después de cuarenta años y sea tan sanguinario como antes, pero una cosa es cierta: el pueblo que le obedecía ha cambiado totalmente. Y el Dios-Dinero, que ha sustituido al Dios de los años 80, le ha superado en crueldad.

Pero, ¿cuáles son las razones de este discurso tan amenazador? Desde abril de 2022, no hay ciudad en Irán que no haya visto una escena de ira popular contra el gobierno. Es cierto que se están produciendo diversos movimientos en todo Irán, pero están desconectados y carecen de organizaciones coordinadas a escala nacional. El régimen, incapaz de gestionar las diversas y graves crisis que podrían llevarle al colapso, ha recurrido a una escalada represiva sin precedentes, a amenazas de masacre y a agresiones a las mujeres.

Las huelgas y las manifestaciones están formalmente prohibidas desde la guerra entre Irán e Irak (1980-1988); y las protestas sociales son ferozmente reprimidas. Sin embargo, entre el 1 de mayo de 2021 y el 1 de mayo de 2022, se registraron 4122 huelgas y protestas de trabajadores, profesores, funcionarios, pensionistas, trabajadores de hospitales, etc.

Una de estas huelgas fue la de más de 100.000 trabajadores y ttrabajadoras del sector petrolero y petroquímico. Duró dos meses y sólo terminó cuando se cumplieron la mayoría de sus exigencias. El último ejemplo es la lucha de decenas de miles de profesores y profesoras. Algo inédito en la historia de este régimen desde que tomó el poder en 1979, esta lucha se organizó simultáneamente en cientos de ciudades.

Por otra parte, en varias provincias se han producido numerosas manifestaciones violentas contra la escasez de agua. Fueron iniciadas por cientos de agricultores y a ellas se unieron decenas de miles de residentes locales. Todos las manifestaciones protestaban contra la mala gestión del agua por parte de la mafia del agua creada por el régimen. Irán, con un clima esencialmente árido, sufre actualmente un grave estrés hídrico (falta de agua), tanto para el consumo diario como para los cultivos y el ganado. Y los cortes de electricidad van en aumento.

Las autoridades son conscientes de que los métodos utilizados para reprimir y aterrorizar a la sociedad son ineficaces. Temen la convergencia de los distintos movimientos de protesta y la creciente solidaridad que están generando. Frente a esto, acentúan su habitual comportamiento violento: detenciones, elaboración de expedientes judiciales basadas en falsedades, acusaciones inventadas, difusión de mentiras y calumnias contra los que se atreven a protestar…

Cécile Kohler y Jacques Paris, dos sindicalistas franceses del sector de la educación, encontraron a conocidos sindicalistas iraníes durante un viaje turístico a Irán la pasada primavera. Las autoridades iraníes les detuvieron y acusaron de espionaje. Al mismo tiempo, se lanzaron operaciones de represión a gran escala. Decenas de profesores y sindicalistas conocidos y respetados en sus respectivos sectores de actividad fueron detenidos y acusados de «propaganda y conspiración contra el régimen islámico, en connivencia con una potencia extranjera».

Estas acusaciones, completamente falsas e infundadas, se fabrican únicamente para reprimir el movimiento sindical independiente y las protestas legítimas de las y los trabajadores y oprimidos. Algunas de las personas detenidas se han puesto en huelga de hambre. En solidaridad con ellas, más de sesenta presos se unieron a la huelga.

Las acciones de apoyo a los activistas encarcelados llegan de todo el mundo. El «Colectivo Sindical Francés para la Defensa de los Trabajadores en Irán», con el apoyo de dos estructuras sindicales ginebrinas y de componentes de la diáspora iraní, organizó una concentración el 10 de junio en Ginebra frente a la sede de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). A petición de su sindicato, de su familia y del Colectivo Sindical Francés, Reza Shahabi, activista de renombre mundial, suspendió su huelga de hambre ¡después de ¡42 días! Algunos presos siguen en huelga de hambre.

Cambio en la geografía de la protesta política. Cambio en el discurso del régimen

Está claro que desde 2017, la geografía de la protesta política ha cambiado. En la historia del Irán moderno, las principales protestas que suponían una amenaza para el poder del Estado tenían lugar principalmente en Teherán y otros centros urbanos importantes. Pero en 2017 y 2019 se produjeron movilizaciones significativas en ciudades y pueblos de la periferia. Este cambio ejerce una presión considerable sobre el aparato de seguridad del Estado, lo que le lleva a ser cada vez más violento y represivo en su intento por mantener el orden.

Sin embargo, los acontecimientos de los últimos cinco años ponen de manifiesto que las y los manifestantes están ahora dispuestos a emprender acciones más radicales y a pagar un precio más alto para conseguir lo que quieren. La naturaleza cambiante de las protestas, y de la resistencia en general, está modificando rápidamente el clima sociopolítico en Irán.

Una de las principales características de 2022 es la aceleración de los acontecimientos sociopolíticos y el incremento de la confrontación entre el régimen iraní y el pueblo en los ámbitos económico, político, social y cultural. Esto se refleja en las palabras del presidente Ebrahim Raissi [cuyo mandato comenzó el 3 de agosto de 2021] y en la eliminación de la llamada facción reformista.

El nuevo presidente Raissi es tildado de duro y apodado el verdugo. Es uno de los responsables de la masacre de miles de presos y presas políticos en 1988. El líder supremo del régimen, Alí Jamenei, esperaba que Raissi pudiera frenar las crecientes protestas, que se iniciaron durante la presidencia reformista de Hasán Rohaní [de agosto de 2013 a agosto de 2021].. Tras un año de presidencia de Raissi, el joven gobierno hezbolá de Jamenei [es decir, comprometido con los valores de Hezbolá, el partido de Dios] no ha logrado ninguno de sus objetivos.

En diciembre de 2017 y noviembre de 2019 se produjeron dos grandes oleadas de protestas. También hubo protestas después de que el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) derribara el vuelo 752 de Ukraine International Airlines sobre Teherán, tras el asesinato [el 3 de enero de 2020] por el ejército estadounidense del general Qassem Soleimani, hombre fuerte de Jamenei.

Todo esto sugiere que la dinámica de la protesta política en Irán está cambiando. Está surgiendo una creciente dinámica de radicalización entre las y los manifestantes, mientras que el Estado está dispuesto a utilizar la violencia extrema para mantener el control de la situación.

Las protestas generalizadas de noviembre de 2019 pueden considerarse el capítulo más sangriento de la historia reciente de la República Islámica de Irán. En un intento de justificar la respuesta violenta sin precedentes del Estado, el Líder Supremo hizo ajustes en su discurso. Esto puede interpretarse como un repudio a uno de los principios del jomeinismo (Estado islámico = gobierno de los desposeídos en la tierra) al redefinir la interpretación de los desposeídos (mostaz’afin):

La idea de los desamparados está mal interpretada, se ha identificado con los estratos sociales más bajos y, en los últimos años, económicamente vulnerables. ¡No! El Corán no los identifica como desamparados… Los desamparados hace referencia a los Imames [chiíes], los mentores y gobernantes de la humanidad; los que heredarán la tierra y todos sus recursos… el desvalido es el heredero temporal del mundo y el sucesor de Dios en la tierra.

Parece que en la interpretación moderna y neoliberal del concepto de los desamparado, Jamenei ha sido un buen discípulo del Fondo Monetario Internacional (FMI). La redefinición de los desamparados no es sólo una cuestión económica, sino también una legitimación de facto de futuras masacres, llevadas a cabo bajo las órdenes de Jamenei.

Estancamiento interno y cerco externo
A partir de enero de 2020, la República Islámica se enfrentó a una crisis a gran escala derivada del estancamiento político interno, el aislamiento internacional y unas condiciones económicas agobiantes. El régimen responsabiliza de esta situación a las potencias extranjeras y a los designados como su quinta columna dentro de Irán, como ha hecho durante los últimos 40 años. La República Islámica tiene enemigos externos, sobre todo Arabia Saudí, que ha estado librando una guerra de desgaste por delegación con Irán desde el comienzo de la guerra civil siria en 2011. Además de Arabia Saudí y sus aliados regionales, la República Islámica considera a Israel su archienemigo, una enemistad que se ha extendido al principal aliado internacional de Israel, Estados Unidos de América.

La implacable búsqueda de una política exterior de confrontación con Occidente por parte de la República Islámica ha tenido consecuencias negativas para la economía iraní: las restricciones económicas internacionales han reconfigurado la economía iraní. En los últimos años, Irán ha sufrido diversas y crecientes sanciones y medidas punitivas de EE UU. Éstas alcanzaron su punto álgido cuando la agresiva retórica de Teherán unió a Europa con EE UU contra el programa nuclear iraní.

No se puede negar que estos enemigos externos han desempeñado un papel considerable en la precaria situación actual de Irán. Esto es especialmente cierto en el caso de Estados Unidos, que bajo el mandato del presidente Donald Trump canceló unilateralmente el Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA) de 2015, que fue ganado con mucho esfuerzo por Irán y Occidente. La administración estadounidense lanzó entonces la política de máxima presión que está estrangulando la economía iraní. Sin embargo, la mayoría de los males de Irán son el resultado directo de las políticas económicas aplicadas: 1° el capitalismo desenfrenado, 2° la gestión mafiosa.

En cuanto a la segunda patología de la economía iraní, es el resultado de una compleja gama de causas internas, siendo las principales las inadecuadas decisiones de las autoridades y los problemas estructurales de la economía iraní.

Las causas externas incluyen la política de máxima presión de Trump y el empeoramiento de las malas relaciones de Irán con sus vecinos.

En definitiva, la economía iraní ha pasado por muchos periodos difíciles en las últimas cuatro décadas, marcados por la inflación, las frecuentes crisis monetarias y las repentinas subidas de precios de los productos esenciales y del combustible.

A esto se añade la corrupción endémica y los cárteles político-económicos semiestatales, que amplían aún más esta corrupción. En resumen, la economía iraní ha sido calificada repetidamente como una economía enferma. La corrupción, el clientelismo y el amiguismo se convirtieron en una de las principales características de la economía bajo la presidencia de Hashemi Rafsanjani (1989-1997) y en el sello distintivo de su administración. Es cierto que la época de Mohammad Jatamí (1997-2005) tuvo su cuota de escándalos y corrupción, pero su magnitud fue infinitamente menor que los innumerables fraudes que proliferaron durante la presidencia de Mahmud Ahmadineyad (2005-2013). Actualmente, Irán es uno de los países más corruptos del mundo.

Los principales beneficiarios de esta situación son las organizaciones cuasi-estatales y los cárteles, que tienen una larga historia en la República Islámica, pero que ahora están eclipsados por el complejo militar-industrial-financiero del CGRI (Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica). El poder político-económico del CGRI, que comenzó sus operaciones económicas con el presidente Rafsanjani, alcanzó su punto álgido con el presidente Ahmadinejad y ha seguido siendo dominante hasta hoy. Además de sus actividades en la construcción, la industria y las finanzas, la IRGC se beneficia de lucrativos contratos públicos y de una gran parte del presupuesto gubernamental. La participación del CGRI en el lucrativo contrabando de mercancías a través de los numerosos puertos y astilleros que controla es un secreto a voces.

La mala gestión de la economía es otra característica persistente de la República Islámica de Irán. Comenzó con la gran agitación de la revolución de 1979. Luego persistió (en diversos grados) durante la guerra Irán-Irak (1980-1988), y después bajo las presidencias de Rafsanjani y Jatamí. Pero de 2005 a 2013, el problema de la mala gestión se convirtió en antigestión. El presidente Ahmadineyad despreciaba a las élites tecnocráticas y le gustaba decir «deshazte de estas élites y todos los problemas del régimen se resolverán». Ahmadineyad mantuvo esta postura antielitista hasta el final y casi consiguió desmantelar las instituciones tecnocráticas de la República Islámica, expulsando quizás a miles de tecnócratas y directivos de nivel medio y alto. Esto sigue afectando a la economía iraní hasta el día de hoy.

El desastroso estado de la economía: ni reformable ni sostenible

Desde el estallido de la guerra civil siria en 2011, los extremistas del régimen han advertido repetidamente del peligro de una sirianización de Irán. Pero se puede argumentar que, de ser así, la responsabilidad recaería en los dirigentes de la República Islámica.

En la actualidad, la determinación de la República Islámica de conservar el poder es mayor que nunca y continuará con sus políticas y tácticas actuales con ese fin. En el plano económico, el régimen no puede esperar introducir nuevas innovaciones. De 2010 a 2013, en respuesta a las sanciones internacionales, Jamenei había lanzado un discurso de economía de resistencia para reforzar la capacidad interna de Irán y permitir que el país funcionara sin depender de los ingresos del petróleo o del comercio con Occidente. Este discurso ha seguido siendo la política económica oficial de la República Islámica, pero el régimen está muy lejos de lograr un objetivo tan ambicioso. Entre 2010 y 2013, el régimen utilizó diversas tácticas para luchar contra las sanciones y mantener el comercio. Pero, a petición del FMI, también tuvo que recortar el gasto reduciendo las subvenciones estatales y revirtiendo políticas como el apoyo a los precios de productos básicos como el pan, el combustible y otros bienes de consumo.

La política de reducción y supresión de subvenciones continuó incluso después del acuerdo nuclear de 2015, y el régimen no tuvo más remedio que seguir esta línea de actuación. Las consecuencias de esta política, que aviva la ira de la clase trabajadora y de las personas empobrecidas, fueron plenamente visibles en las protestas de noviembre de 2019. Desde entonces, son muy frecuentes las nuevas manifestaciones de este tipo.

En la actualidad, el sistema económico de la República Islámica es una mezcla de capitalismo salvaje del sector privado y de capitalismo estatal amiguista altamente corrupto. La estructura del régimen y los cárteles político-económicos intensifican los defectos de la defectuosa economía del país y fomentan la corrupción. Los problemas económicos han sido una fuente constante de preocupación para la República Islámica. Diversas acusaciones de mala gestión, incompetencia y corrupción han sido el sello de todas las facciones del régimen durante las distintas administraciones. Sus consecuencias han socavado a largo plazo la legitimidad del régimen en su conjunto.

Ante la catastrófica situación económica, el aumento de las movilizaciones populares y ante el hecho de que la única respuesta del régimen es la represión, los economistas iraníes dan la voz de alarma y advierten del caos.

En un audaz desafío al autocrático gobierno iraní, varias docenas de economistas de alto nivel publicaron el 10 de junio una mordaz «carta abierta al pueblo iraní», de 10 páginas y muy detallada, en la que advertían de que el país había alcanzado una «fase explosiva» de malestar social debido a la mala gestión económica y al descontento popular. «Nuestra advertencia a los funcionarios del gobierno es que la situación del país es extremadamente precaria», dijeron los 61 economistas y profesores universitarios. Continuaron: «Insistir en la eliminación de los subsidios durante este periodo de miseria agotará la paciencia de la población y la volverá contra el sistema actual y el gobierno. Este enfrentamiento puede ser muy costoso para ambas partes».

La carta se publicó en medio de protestas esporádicas contra la subida de precios, los bajos salarios y las malas condiciones de trabajo en los primeros seis meses de 2022. «En la situación actual del país, donde las políticas económicas y sociales están envueltas en el secreto, cualquier crítica al gobierno se interpreta como parte de un complot malicioso contra el régimen y el gobierno, lo que dificulta que los expertos o los círculos académicos planteen abiertamente estas cuestiones», advirtieron los economistas.

Los propios datos del gobierno reflejan «una historia desgarradora de desesperación», así como una pobreza creciente y un entorno desfavorable tanto para la producción como para los negocios, escribieron. La carta señalaba:

  • Irán ocupa el puesto 150 de 180 países en una encuesta de Transparencia Internacional sobre políticas anticorrupción;
  • Irán ocupa el puesto 127 de unos 200 países en el Índice de Buena Gobernanza;
  • Irán ocupa el puesto 127 de unos 200 países en el Índice de Buena Gobernanza;
  • El índice de confianza social, una medida del capital social, había alcanzado casi el 70% en 1981, dos años después de la revolución. En 2022 se había reducido a cerca del 20%;
  • La renta per cápita del país creció menos del 1% entre la revolución de 1979 y 2022;
  • El crecimiento medio del PIB de Irán entre 1980 y 2018 fue sólo del 1,6%, mientras que China, India, Turquía, Malasia, los Emiratos Árabes Unidos y Pakistán crecieron de media entre el 4% y el 10% durante el mismo periodo;
    El 40% de los hogares iraníes vivían por debajo del umbral de la pobreza en 2021;
  • Con una tasa de crecimiento económico cercana a cero y un crecimiento de la población de alrededor del 13%, el iraní medio se ha empobrecido un 13% en la última década;
  • En la última década, la economía iraní ha experimentado el estancamiento más profundo de los últimos 70 años debido a las sanciones opresivas sin precedentes y a la pandemia de Covid-19;
  • La tasa de inflación media ha sido del 20% en las últimas cuatro décadas; ha superado el 35% en los últimos tres años;
  • Las importaciones de Irán han caído de 70.000 millones de dólares en 2011 a unos 35.000 millones en 2021, debido a las sanciones y a la reducción de los ingresos por exportación de petróleo;
  • Entre 2011 y 2018, el 1% de la población iraní, incluidos los segmentos más ricos de la sociedad, disponía de una media del 16,3% de los ingresos totales del país; esta riqueza equivale a la cuota del 40% de los segmentos más pobres.

La carta afirmaba que la «corrupción» y la «incompetencia» del gobierno, así como las políticas «disfuncionales», habían destruido la confianza de la población. Cualquier intento de criticar al gobierno se consideraba oficialmente como el fomento de complots «maliciosos», señalaron. Concluyeron: «Nuestra crisis económica y social, así como la destrucción y el deterioro del medio ambiente, la corrupción institucionalizada, la demolición del capital social, la fuga masiva de cerebros, el déficit presupuestario e incluso las sanciones, se deben generalmente a la débil gobernanza del Estado y a la ignorancia de las bases científicas de las políticas públicas».

Cuando se publicó, la carta fue ferozmente criticada en los medios de comunicación controlados por el régimen, pero fue ampliamente difundida en las redes sociales. Una semana después de la publicación de la carta, Jamenei, en su discurso, invocó la espada de Dios.

Es justo decir que el estado de la economía de la República Islámica de Irán nunca ha sido tan grave como ahora.

Conclusión

La legitimidad destrozada de la República Islámica, junto con la guerra económica de EE UU y el aislamiento internacional de Irán, han colocado a los dirigentes en un posición más débil de su historia. Pero esto no significa que el régimen vaya a derrumbarse pronto.

A nivel nacional, sigue siendo todopoderoso. Puede confiar en las modernas capacidades tecnológicas de vigilancia, en un eficiente aparato de seguridad y en la lealtad ideológica del CGRI. Por otro lado, el nivel de organización de la sociedad iraní sigue siendo dramáticamente bajo. Privada de liderazgo político, está sometida a una represión constante. Atravesado por divisiones culturales, étnicas y políticas, el país es actualmente incapaz de dar lugar a contrapoderes.

Sin embargo, el conflicto actual entre el Estado y la sociedad es una guerra de desgaste cuyo resultado es imprevisible. La República Islámica ha perdido el apoyo de gran parte de su base social tradicional en el Irán rural y entre las capas sociales empobrecidas. Es razonable suponer que muchos de los soldados rasos del CGRI y de la milicia paramilitar Bassijis [fuerza creada por Jomeini en noviembre de 1979] proceden de pequeñas ciudades y zonas rurales cuya población salió a la calle en masa entre 2017 y 2019 y fue brutalmente reprimida. Si estos soldados de a pie seguirán siendo leales a sus señores o no, es una cuestión a debate. Especialmente si la situación económica de Irán sigue deteriorándose y el régimen tiene problemas para mantener el bienestar y los privilegios de su aparato estatal, incluidas las fuerzas militares y de seguridad. Ante la política de tierra quemada del régimen, la amenaza de su autoimplosión y del país es una posibilidad real.

Las movilizaciones políticas están descentralizadas y ya no son monopolio de las grandes ciudades, donde el Estado concentra los medios para hacerles frente. A diferencia de las últimas tres décadas, las clases medias ya no están al frente de las protestas políticas en Irán. Los sectores mucho más pobres de la sociedad, que se han visto especialmente afectados por la actual crisis económica, están ahora dispuestos a mostrar su músculo en la arena política. La respuesta de mano dura del Estado a las protestas de 2019 demuestra que la élite política teme profundamente las protestas que, en el actual clima político iraní, están destinadas a repetirse.

En un artículo que analizaba la protesta masiva de 2017, escribí lo siguiente:

…El régimen ha demostrado que no tiene ninguna dificultad en imponer una represión aún más salvaje. El régimen iraní no es sólo un régimen capitalista, sino también un régimen ideológico, organizado de forma fascista, y luchará por sobrevivir. Dispone de una poderosa fuerza militar, así como de una milicia paramilitar bien organizada y con grandes intereses financieros propios.

Es difícil predecir lo que ocurrirá a partir de ahora. Sin embargo, podemos estar seguros de que nada será igual que antes. Por lo tanto, es una confrontación muy importante, delicada y larga. Es esencial que los que luchan en Irán obtengan un apoyo amplio y efectivo de las fuerzas de la izquierda, así como de los progresistas. La lucha por la democracia y las libertades civiles debe ser una de las dimensiones de nuestra lucha común.

Desde entonces, los acontecimientos en Irán confirman nuestro análisis y, por tanto, nuestras tareas, en esencia, siguen siendo las mismas:

…defender los intereses de los trabajadores de Irán, manteniendo una posición firme y constante, tanto antiimperialista como de oposición al régimen, hacer todo lo posible para extender y retransmitir una gran campaña de apoyo a las luchas del pueblo iraní… actuar con todas las fuerzas iraníes e internacionales que compartan estos principios. Sin embargo, no podemos unirnos a los defensores de una u otra facción del régimen, ni a los que quieren la guerra o las sanciones extranjeras, con la esperanza de evitar el cambio desde abajo. No suspenderemos nuestras críticas a quienes toleran la guerra imperialista o las sanciones económicas, porque son medidas que perjudican en primer lugar a los trabajadores, a las masas de Irán.

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INFORME ECONOMÍA MUNDIAL: Análisis Semanal de Coyuntura Nº 3

Observatorio Latinoamericano y Caribeño de Organismos Multilaterales, Bancas de Desarrollo, Corporaciones Tecnológicas y Filantropía

INFORME ECONOMÍA MUNDIAL: Análisis Semanal de Coyuntura Nº 3

Julio, 29 de 2022

Luis Bonilla-Molina
Nelson Ortega Bonilla

Caracas, Venezuela

1) El Oro: ¿Qué está pasando?
En la actual crisis económica global, los Bancos Centrales están comprando más oro de lo que comúnmente lo hacían. Lo hacen, porque pese al desacoplamiento con la crisis de los setenta, en una nueva fórmula de Bretton Woods que lo sustituyó plenamente por el dólar, lo cierto es que este metal ha sobrevivido a todas las crisis del capitalismo global. Es una forma en términos prácticos de protegerse frente a una recesión, la volatilidad de los mercados, la inflación y el riesgo cambiario.

Desde que se origina la ruptura absoluta con el patrón oro en los 70, este ha pasado de unos 37$ a 1800$ en la actualidad, es decir su valor se ha incrementado unas 48,6
veces. Esto representa en promedio que ha prácticamente crecido en ese valor inicial
cada año. En ese mismo período el PIB ha crecido unas 27,5 veces apenas.

EEUU por su parte es el mayor tenedor de reservas de oro del planeta (unas 8000 toneladas), aunque genera suspicacia que desde 1953 no se desarrolla una auditoría que permita confirmar la tenencia en físico de las mismas. China por su parte argumenta que posee unas 2500 toneladas del metal, aunque algunas estimaciones no oficiales permiten intuir que pudieran llegar casi al doble de las mismas.

Para entender el mercado del oro, es necesario conocer que el 95% del volumen de este se cotiza en las Bolsas de Londres, Nueva York y Shanghái, lo que permite además desarrollar un juego altamente especulativo en este sector.

JP Morgan Chase y Citibank poseen el 90% de los derivados del oro y otros metales
preciosos de EEUU, y a ellos se le suman Goldman Sachs y Bank of America, en el caso de los derivados financieros. Resulta curioso que JP Morgan Chase reportara 330 mil millones de dólares en el primer trimestre de 2022, un 1071% más que lo reportado el trimestre anterior: 28 mil millones de dólares.

Por otra parte, se estima que los pasivos generados por el mercado especulativo del sector financiero estadounidense; esto es deuda en papeles que no están soportados por su tenencia, y que requerirían una garantía de activos del sector financiero, pareciera ser insuficiente para cubrir los 530 mil millones de dólares, con una tenencia de apenas una cuarta parte en físico del oro de los principales tenedores.

Para tener una idea de las dimensiones del mercado especulativo del oro, en 2020 los
derivados negociados del metal alcanzaron la cifra astronómica 7 veces el PIB mundial de ese año.

El asunto de fondo pudiera apuntar hacia una nueva crisis del dólar elevado artificialmente por una emisión cada vez más expansiva, que ha sobrevalorado esta divisa, frente a la reciente caída del oro, que ya ha originado una investigación por manipulación de los mercados por parte de JP Morgan según el propio Gobierno de los EEUU, con lo que estarían estos fondos de inversión preparándose para una crisis del sistema monetario global.

2) MERCOSUR: Adiós Europa, bienvenidos BRICS y Turquía
La alianza del MERCOSUR había venido desarrollando una dinámica, para incrementar sus ventajas competitivas hacia Europa, a tal punto que una negociación de Acuerdo de Libre Comercio entre las partes se encuentra sobre la mesa. Pero ¿Qué está pasando en la actualidad con sus miembros?.

Brasil ha estado fortaleciendo su relación con Rusia, en sectores estratégicos, como el
de fertilizantes y los hidrocarburos, a tal punto de convertirse en comprador de Diesel
ruso. Hace una semana la ausencia de Bolsonaro en la cumbre del MERCOSUR envía un mensaje claro de su distancia con este organismo, que ya lo había golpeado al mejorar las condiciones arancelarias a otros países.

Por su parte Uruguay se encuentra negociando un tratado de libre comercio con China, que expone particularmente al bloque desde el punto de vista de las propias condiciones impositivas de aranceles.

Venezuela en cambio negoció un acuerdo comercial con Turquía, buscando alternativas frente a las medidas coercitivas unilaterales aplicadas contra el país, y abriendo su primer tratado de esta materia extra-regional. Es importante destacar que Venezuela agrega al bloque del MERCOSUR las principales reservas de petróleo mundiales y junto a Brasil más del 20% global, mientras que la próxima adhesión de Bolivia dispondría de más del 50% de las reservas de litio.

Algunos analistas apuntan hacia una desintegración del MERCOSUR, lo que pudiera
ocurrir es una nueva direccionalidad geoeconómica, colocando la mirada hacia otros
socios dentro del BRICS y como lo hemos visto también Turquía, distanciándose cada vez más de Europa.

 

3) BRICS hacia una nueva moneda de reserva

Durante los últimos 10 años China y Rusia han venido consolidando sus tenencias de reservas en Oro, y han venido disminuyendo las de divisa estadounidense. En el caso de China este valor ha caído considerablemente de 3,9 Billones a 3,2 Billones de dólares,  mientras que el comercio exterior pasó de usar la divisa norteamericana de un 90% en 2015 a 45% en 2020. Rusia por su parte ha incrementado 4 veces sus reservas de oro entre 2008 y 2022, y desechando casi en su totalidad la tenencia de bonos del tesoro de los EEUU.

Por otra parte, el comercio entre los socios del BRICS, es cada vez más amplio, en la que China ya cuenta con una plataforma bancaria propia a través UnionPay y Rusia ha anunciado la creación de un sistema de intercambio propio como alternativa al SWIFT, a la par que negocia en monedas locales con India el comercio de Hidrocarburos.

China y Rusia anunciarán una nueva moneda de reserva global. Muchos analistas hablan sobre los problemas en la confianza, pero lo que no ven es que las economías emergentes tienen hoy la mayor proporción del crecimiento económico global, frente a un sistema occidental que ha instrumentalizado las sanciones unilaterales como arma económica, generando así un abismo en la credibilidad que será difícil de recuperar.

 

4) ¿Desglobalización o neo-globalización?
Durante el más reciente Foro de Davos se discutió sobre los problemas a los que se
enfrenta la economía global, entre ellos advierte que pudiéramos hacer frente a los
desafíos de la desglobalización, mediante una recomposición geopolítica de los mercados. ¿Es esto verdaderamente factible?

Se ha instrumentalizado el conflicto en Ucrania para culpar de todos los males las actuales circunstancias, pero la realidad desborda aún más las expectativas. Imaginar un escenario de no dependencia global de los mercados, no parece un escenario viable. Es así como vemos que pese al propio conflicto bélico la UE sigue dependiendo del gas ruso, y que Alemania no cuente con dicho suministro, no implica que otros países como España o Italia no se estén beneficiando, de esta forma pierde un país, pero no el bloque. Lo que pudiera estar ocurriendo es una nueva fase de la globalización, que esté dada más con la confrontación de la fuerza y el uso de medidas maximalistas en aras de conquistar o mantener ciertos mercados.

 

5) Prospectiva del mercado de los hidrocarburos. ¿La transición energética para cuándo?
El futuro del gas y el petróleo pareciera generar un pronóstico de altos precios y mayor cercanía de los productores, especialmente en el escenario de OPEP+1. Lo que está aconteciendo en las recientes semanas dan fe de ello.

EEUU se convierte en el principal proveedor a la UE elevando más de 15 veces su precio previo a la crisis para Europa, desplazando a Rusia, aunque pareciera no ser sostenible, tal como demuestra tener que haber echado la mano a las reservas estratégicas del país norteamericano para frenar un mayor incremento de los precios.
Rusia por su parte se diversifica y alcanza niveles históricos de comercio de hidrocarburos con China, India, Turquía, Arabia Saudita y Brasil y se convierte en el segundo proveedor de gas a España e inyecta mediante un acuerdo casi el doble a Italia.

Argelia por su parte también se reconfigura, y pasa del primer a cuarto lugar como exportador de gas natural a España, desarrollando nuevos acuerdos con Italia y anunciando la construcción de un gasoducto con Nigeria y Níger a través del desierto.

Venezuela vuelve al escenario petrolero mundial, mediante los permisos dados a diversas operadoras afectadas por las medidas coercitivas unilaterales, en las que ya REPSOL ha anunciado que ha recibido 3 millones de barriles del crudo venezolano.

Mientras tanto, Biden hace una gira sin éxito por el medio oriente, y Macrón hace lo propio en África, y como naipes caen uno tras otro en el escenario de la UE, primero Johnson en Reino Unido y luego Draghi en Italia, a la par que la tan aclamada transición energética no parece haber llegado nunca a Europa, cuando la capacidad de negociación se disminuye y occidente menos tiene que ofrecer a el mundo.

7) Walmart y Amazon: la punta del iceberg
Walmart es el gran ícono del modo de consumo de la tercera revolución industrial, mientras que Amazon, de la cuarta. Ambas empresas ostentan lugar dentro de los primeros 5 puestos la revista Fortune 500, y en una misma semana han anunciado caída en sus ingresos y beneficios, culpando a la inflación de los resultados financieros. La solución apunta como ya lo han indicado a elevar los costos de los productos y reducir el personal empleado.

Similares escenarios también se han visto en el sector Tecnológico: Netflix, Apple y Meta, también en el mercado Crypto como Coinbase, en los fondos de inversión; JP Morgan, Goldman Sachs y Bank of America. Muchos son los síntomas de la actual crisis que parecieran apuntar a una gran depresión, en lugar de una recesión breve.

7) Contexto del capitalismo global. ¿Cómo afecta la clase trabajadora?
El escenario que nos corresponde transitar es cada vez más complejo. Estamos frente a uno multidimensional, mediante una caída de la rentabilidad (fija y variable), un incremento en el costo de la deuda, por la subida desmesurada de las tasas de interés, que afecta el nivel crediticio de los ciudadanos y los Estados, un incremento de las deudas corporativas mediante la cada vez más evidente presencia de empresas zombis, las cuales son aquellas altamente endeudadas, con un coste hacia la baja de la mano de obra que empobrece la clase trabajadora, afectada por la alta inflación global. Las consecuencias de esta gran crisis son: una caída de la inversión pública y privada, pérdida de empleos, mayores costes de los bienes y servicios y caída de los salarios. Una prospección nada alentadora para los ciudadanos de a pie.

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