Silencio en el Olimpo

Luis Bonilla-Molina[1]

  1. La creación del Reino de las Neuronas

Hace siglos, los dioses, cansados de ser interpelados por los habitantes de la tierra, siempre a través de insistentes oraciones y ofrendas, decidieron crear un reino intermedio, al que llamaron el Reino de las Neuronas.

Visitaron academias, bibliotecas, escuelas, oráculos, salones de debates, tabernas donde libando vino se intentaba comprender el mundo, antros donde el amor engañado engendraba ideas, callejuelas oscuras donde la alucinación era confundida con sabiduría, escritorios de bufones que daban origen a narrativas deslumbrantes y hasta teatros donde las luces del espectáculo encriptaban mensajes.

Los dioses estaban conscientes de la naturaleza humana de sus elegidos, por lo que deberían crear protocolos, jerarquías, estratos, niveles para distinguirlos del común. Visitaron a rectores, editores, cineastas, publicistas, periodistas y cuanto engreído hubiese en la tierra, para que se dedicaran a crear odiosas y dificultosas pirámides que hicieran desistir al vulgo de intentar profanar sus territorios y mucho menos de intentar refutar las palabras e imaginarios que salieran del Reino de las Neuronas.

Como había que tener opciones, con barajas marcadas, al mejor estilo de una partida de póker entre trúhanes, estimularon múltiples variantes ideológicas, para que estuvieran disponibles, como mercancías en un anaquel, diversas formas de presentar soluciones, a la medida de los distintos gustos.

Pero tampoco, los habitantes del Reino de las Neuronas, podían ser omnipresentes como ellos, así que destinaron territorios para cada uno, donde pudieran relucir y desplegar su verbo y creatividad. Cada uno en su tema, lugar y con la sapiencia para saber cuándo aparecer y sobre todo cuando esfumarse, como genios de botella que tienen la costumbre de ocultarse cuando la realidad y la fantasía entran en conflicto.

En el reino de las neuronas no suele haber combates a espadas o revólveres, la pluma y la lengua son las armas permitidas y más valoradas. Eso no evita, que de vez en cuando, unos desubicados como Rivera y Siqueiros intenten resolver sus diferencias a disparos, pero incluso en esos casos, establecieron un protocolo para redimirse.

Los dioses les han impuesto un límite infranqueable a los escogidos para habitar el Reino de las Neuronas. Siempre deben ubicarse en uno de los campos en disputa, el blanco o el negro, jamás salirse de esta polaridad. Los supremos sabrán cómo mover los hilos, siempre y cuando la dicotomía permanezca.

Pobre de aquellos escogidos que se atrevan a pensar en grises o en arco iris, serán echados del reino de las Neuronas, al purgatorio de los desadaptados, en el cual ningún editor aceptará leer ni publicar sus manuscritos, nadie les concederá entrevistas en los grandes medios, serán eliminados de las listas de CNN, CBS, Telesur y Al  Jazeera, no les invitará ninguna universidad prestigiosa e ingresaran a todas las listas negras de las publicaciones arbitradas, premios internacionales y distinciones.

2. Vanurcia

Vanurcia es un paraíso en la tierra, donde el agua pura y cristalina es el combustible que ilumina el verde de los árboles, la increíble policromía de las flores, una variedad inusitada de frutos y el cantar de aves de múltiples colores.

Las inmensas riquezas de ese país podrían hacer que sus habitantes solo trabajaran dos horas diarias o tres días a la semana, pero la voracidad de príncipes y cortesanas ha sido tan desmedida que cada vez menos se derrama de la mesa de los señores hacia los comedores de los trabajadores.

En Vanurcia hay muchos templos y dioses, cada uno de ellos adorados por distintos clanes, casi un Dios distinto por cada mil habitantes. Incluso los vanurcianos han creado su propia Diosa, de la cual no hay certeza aún que haya sido aceptada por los dioses que colonizaron el territorio, pero ella sigue feliz y alegre, deambulando por bosques y metrópolis, con el orgullo de haber nacido en este territorio. La diversidad de opciones espirituales hace felices a algunos seres supremos y produce la cólera de los más engreídos poderes celestiales.

Todas las divinidades han aprobado la creación del Reino de las Neuronas, con la esperanza que los elegidos para esta tarea ayuden a solucionar algunos problemas o que por lo menos distraigan al populacho, para poder dedicarse ellos al disfrute hedonista del poder absoluto.

Los Vanurcianos son gente sencilla, quienes aspiran que sus gobernantes, administrando las inmensas riquezas del territorio, les garanticen una vida digna. Salud, educación, seguridad ciudadana, salarios justos y suficientes, han sido sus aspiraciones históricas.

Cuando las cosas marchan bien, los Vanurcianos equiparan a los Neouronianos, habitantes del Reino de las Neuronas, con los artistitas y nigromantes de la farándula. Les invitan a foros, debates, charlas, seminarios e incluso colocan sus nombres como epónimos de instituciones y promociones profesionales. Los Vanurcianos respetan y admiran a los Neuronianos y siempre depositaron en ellos, la confianza para descifrar las claves de un mundo mejor.

Los gobernantes de Vanurcia históricamente han vivido una novela de amor y odio con los señores del imperio oscuro, acompañando sus decisiones con argumentos de los Neuronianos, quienes les ayudan a que el pueblo entienda las razones del encuentro o las disputas.

¿Qué sería de Vanurcia sin los análisis de los Neuronianos?

3. El imperio oscuro entra en guerra con Vanurcia y hace desempolvar a Maquiavelo

Una mañana, los habitantes de Varnurcia se despertaron con la sorpresa que el imperio oscuro y sus gobernantes habían entrado en conflicto. No sabían si alegrarse o preocuparse, total en los últimos siglos, las peleas o alejamientos entre los poderosos señores del imperio oscuro y sus mandatarios, habían terminado siendo pretextos para deteriorar su calidad de vida.

Cuando los Vanurcianos parecían cansados de tanto abandono y la desesperanza amenazaba consumirlos, siempre tenían el consuelo de los Neuronianos, quienes les explicaban el olor del café y la razón del aroma del vino, el cálculo esperanzador que mejoraría pronto su situación, las intrincadas razones de su ambiente y como debían agradecer estar vivos. Sin los Neuronianos la vida de los Vanurcianos sería muy triste.

Las Vanurcianas, siempre más brillantes que sus compañeros, solían increpar la causa y explicación, del por qué de los coqueteos incesantes, entre los gobernantes peleados, del imperio oscuro y de su país. Se les antojaban parecidos a los personajes de las telenovelas que fingen no conocerse para poder ser amantes furtivos en las noches de luna llena. Pero siempre hay un digno Neuroniano o Neuroniana quien tiene la capacidad de aclararle las interrogantes a las dudosas Vanurcianas, explicando el orden posible de las cosas.

Los últimos años, el pueblo Vanurciano ha vivido en una orfandad terrible, en una situación material propia del infierno del cual le hablaron los textos sagrados de los dioses, esos mismos que en el presente no aparecen por las iglesias y lugares de cultos.

Ahora, pastores y clérigos, les disputan los argumentos a los Neuronianos, respecto a la necesidad que tienen los Varnucianos de estar pasivos, para evitar que los vasallos del imperio oscuro asalten el poder.

Demasiados argumentos terminan atormentando la mente de los vanurcianos, que ya tienen suficiente con soportar el hambre propia y de los suyos, así como las malas noticias de la partida de sus seres amados a lugares remotos, siempre en búsqueda de otro paraíso, que se le parezca a la Vanurcia que siempre soñaron.

Como ellos no han recibido los beneficios propios de los habitantes del Reino de las Neuronas, los Vanurcianos, no saben si es por las tribulaciones, el hambre o la desesperanza de la precariedad, que han terminado lanzándolos a pensar cada vez más en grises y colores de arco iris, algo que les era ajeno hasta hace muy poco.

Pero pensar más allá de los límites de la polaridad crea inseguridades, las cuales se acrecientan porque cada vez entienden menos a sus gobernantes y debido a la ausencia creciente de los discursos de quienes habitan el Reino de las Neuronas.

¿Será que el hambre hace desvariar o, como dicen los santones, el ayuno ayuda a aclarar la conciencia?

4. La soledad de los habitantes de Vanurcia

En los últimos días un sentimiento de soledad absoluta recorre las calles de Vanurcia. Los Neuronianos más reconocidos han desaparecido, ya no dejan escuchar sus argumentos y explicaciones sobre el todo, las cosas y la nada.

No saben los Vanurcianos y las Vanurcianas si es que están recibiendo el castigo por pensar en grises y arco iris y, deben volver a ver el mundo en blanco y negro para merecer la vuelta de los Neuronianos o, si estos han sido castigados por los dioses, debido a su precariedad para construir argumentos que devuelvan a las interpretaciones propias del mundo bipolar.

Los Vanurcianos y las Vanurcianas han salido a las calles, para exigirle a sus gobernantes que usen las riquezas del país para garantizarles la mínima felicidad posible. Se han atrevido a pedir salarios justos y que se eliminen privilegios de la casta, blanca y negra, que merodea el poder.

Durante un mes, al final de cada día, la sorpresa ha derivado en preocupación, respecto al por qué los Neuronianos, siempre tan parlanchines, omiten que ellos están en la calle. Ya no se les ve en los periódicos, televisión, radio e internet explicando las causas justas de las luchas de un pueblo. Han desaparecido como si no les doliera la suerte de los y las Vanurcianas.

¿Serán que ellos, Vanurcianos y Vanurcianas, están ya muertos y ni Dioses ni Neuronianos se atreven a decírselo? ¿O será que su destino poco les importa?

5. ¿Por qué callan los Neuronianos?

Los Neuronianos tiene conciencia que en realidad son mortales como los Vanurcianos y que su Reino de las Neuronas no es más que una entelequia creada para garantizar el sostenimiento del orden de las cosas.

Pero han aprendido a vivir del prestigio, a pasar factura por sus trabajos en la cuerda floja, por sus peripecias en el trapecio del poder. Todo lo que tienen se lo deben a los creadores y sostenedores del Reino de las Neuronas.

Lo que parecen no haber entendido, es que sin la flama de los y las Vanurcianas su Reino se hace prescindible.

6. Los templos comienzan a quedar solos porque nace un héroe colectivo

Imagínate tú, pareciera que los Vanurcianos y las Vanurcianas se han atrevido a construir sus propias interpretaciones y argumentos, ya no solo desafiando a Dioses, imperios y gobernantes, sino que han osado prescindir de los habitantes del reino de las Neuronas, comenzando a valorar a algunos descalificados habitantes del purgatorio de las ideas.

Este desorden seguramente tendrá preocupados a Sirios y Troyanos y tal vez sea tarde cuando los Neuronianos intenten romper el silencio.

Continuará ….


[1] Doctor en Ciencias Pedagógicas, Postdoctorados en Pedagogías Críticas y Propuestas de Evaluación de la Calidad Educativa. Miembro del Comité Directivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO).  Socio de la Campaña Latinoamericana por el Derecho a la educación. Integrante de la Asociación latinoamericana de Sociología (ALAS) y la Fundación Kairos.  Director de investigaciones del Centro Internacional de Investigaciones Otras Voces en educación (CII-OVE). Profesor universitario.

Silencio en el Olimpo

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Realidades paralelas

“Aprendeher la realidad sumergiéndose de lleno en ella” era el lema de Ryszard Kapuscinski, el gran reportero polaco cuyo paso por este planeta dejó huellas profundas en el periodismo y en la manera de comprender al mundo. Su trayectoria, impecable y cargada de valores humanos, viene a recordarnos una vez más la existencia de una vocación imprescindible: un periodismo en cuyo ejercicio deben primar el compromiso, la verdad y la sensibilidad ante la tragedia de los pueblos sometidos a la violencia incomprensible de la guerra.

Para Kapuscinski, el secreto descansa en prestar atención a las pequeñas cosas, porque en ellas reside el secreto mismo de la vida. Asimismo, asumir sin restricciones un voto de honestidad para evitar caer en la sobre dimensión del ego y así mantener los pies bien asentados sobre la tierra, porque no somos más que transmisores de la palabra de los más necesitados, los más vulnerables y quienes experimentan, de primera mano, la crueldad de los poderosos.

Por eso es importante recordarlo ahora, cuando el mundo observa otro enfrentamiento entre potencias frente a los medios internacionales, como un conejo alucinado por los faros de un automóvil, olvidando otras agresiones todavía más cruentas, en donde también hay seres humanos aplastados por la violencia de otras guerras y otros conflictos geopolíticos o territoriales tan injustos como prolongados.

Kapuscinski nos habló de ética y de valores, pero el periodismo ha tomado la ruta de la conveniencia y el bienestar económico de sus propietarios. Hoy tenemos cadenas bajo la batuta de conglomerados empresariales desde donde se manejan los hilos de la política y las presiones de las grandes potencias y de grupos de interés. Los pueblos han quedado solos y sus tragedias se reflejan en las pantallas como parte de una realidad inevitable de la cual podemos desprendernos con solo cambiar de canal.

El modelo de reportaje periodístico apegado a los hechos y, sobre todo, sumergido hasta el fondo en la realidad de quienes no tiene voz, debe ser la norma y no la excepción, como sucede en nuestros días. Es una profesión sobre la cual se asientan valores tan fundamentales como el respeto por los derechos humanos, la democracia, la justicia y la búsqueda exhaustiva de la verdad. Por ello no es sorprendente constatar el temor de los gobernantes ante comunicadores valientes, contra quienes apelan al recurso de la amenaza, la extorsión y, como sucede alrededor del mundo, el secuestro y la muerte.

Frente al actual conflicto en Ucrania, exhibido ante el mundo como si se tratase de una serie de televisión, hemos de comprender hasta qué punto una amenaza de guerra es capaz de transformar la vida de millones de personas en una antesala al infierno, trastornando sus hábitos de vida, comprometiendo su capacidad de supervivencia, destruyendo su entorno y privándoles de derechos. Para quienes lo vemos a la distancia es un fenómeno incomprensible y, por ello, reporteros conscientes de su papel y capaces de ejercerlo con independencia, resultan imprescindibles para aprehender esa realidad en toda su dimensión.

El mundo es más pequeño de lo que quisiéramos creer y las repercusiones derivadas de cualquier agresión armada -las cuales representan un negocio próspero para las grandes potencias- fácilmente pueden llegar a nuestras puertas. ¿Qué diría Kapuscinski?

Blog de la autora: www.carolinavasquezaraya.com

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