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Una dosis de realismo mágico

Por: Carolina Vásquez Araya

Anclada frente a la incertidumbre,

las dudas y el escepticismo, busco la fantasía.

Inmersos en un tráfago del cual no podemos evadirnos y del cual, de algún modo, somos rehenes voluntarios, vivimos bajo una sucesión de información cierta o falsa que nos ha transformado paulatinamente en víctimas de nuestra necesidad de saber. Para quienes hemos participado en la batalla de las ideas y, por un prurito de honestidad, nos vemos enfrentados a la duda, la mentira y las trampas del sistema, abandonar el escenario parece ser la respuesta más acertada. Las bambalinas resultan cada día más atractivas y, de algún modo, aun cuando sea una manera poco elegante de escapar, llega un momento en el cual consideramos seriamente la retirada.

En mi caso, y pese a que no voy a desistir aún, ya son más de tres largas décadas de vaciar mi mente cada semana en un diálogo con mi conciencia. Esa historia de mi paso por las páginas de los medios ha sido, quizás, lo más estable de mi trayectoria y he disfrutado de esta catarsis cada vez que pongo punto final a una página. Sin embargo, no todo ha sido gratuito: el esfuerzo de componer, en un texto breve, todo un capítulo capaz de expresar mi pensamiento, ha sido un ejercicio cuya mezcla de frustración, dolor y esperanza lleva una impronta de enorme responsabilidad, a la vez de una gran cuota de entrega personal.

Nunca como hoy nos habíamos enfrentado a un mundo tan desconcertante. Con un entorno global que nos demuestra cada día su capacidad para movernos el piso y dejarnos ante un gran montón de dudas sabemos, porque no hay otra opción, que hemos de reaccionar y encontrar una respuesta, pero sin la menor idea de cómo empezar a buscarla.  Ese es nuestro escenario hoy, coincidiendo con un nuevo dígito en el calendario -pura casualidad, porque estos falsos inicios son tan falsos como los buenos propósitos- y nos vemos en la necesidad de aceptarlo porque son los parámetros de una nueva forma de existencia.

Los acontecimientos que hoy nos impactan han sido, sin embargo, temas de literatura desde hace siglos. Las guerras por el poder económico, el engaño de los líderes, la manipulación de la verdad y el sacrificio de los más débiles en beneficio de los más poderosos nunca había estado más a la vista como en este nuevo realismo mágico, que nos tiene obnubilados e incapaces de encontrar una salida.

Nos han ido quitando -gracias a un sistema neocolonial disfrazado de desarrollo- las pocas herramientas con las cuales contábamos para enfrentar los abusos de poder. Entre ellas, la educación y la salud.

Quizás por esa razón me he volcado en la lectura de libros -un tesoro que cada día aprecio con mayor gratitud- y me alejo paulatinamente de las fuentes de información, de aquellas en las cuales ya no creo y también de las que me merecen dudas. ¿Escepticismo o evasión? Todo es posible, pero a estas alturas de mi aventura ya no importa caer en esas irresponsabilidades, sino encontrar un rincón de paz en los tesoros de la mente humana, que al decir de Borges, son infinitos.

Mi consejo, si acaso les sirve de algo, es hallar ese espacio íntimo y aislado para escapar de una realidad que ni comprendemos, ni nos permite ejercer el derecho de cambiarla. Quizás en ese absorber los pensamientos de otros lleguemos a aprehender la inmensidad del daño ocasionado a nuestro pequeño mundo por haber sido incapaces de convivir en armonía. Por habernos creído superiores. Por haber abandonado todos los ideales.

Busca ese espacio íntimo para disfrutar de una lectura que te conecte contigo mismo.

 

Fuente de la información: www.carolinavasquezaraya.com

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«Nuestra arma principal escupe palabras, no balas»

Por Jorge Majfud/Rebelión 

Las guerras contra Vietnam, Irak y Afganistán fueron derrotas para Estados Unidos. Sin embargo, los medios dominantes y la industria cultural las presentaron no solo como victorias morales, sino también como victorias militares.

El experto en propaganda computacional, Samuel Woolley, en 2020 publicó en su libro The Reality Game la historia de Jascha, quien se había instalado en Ucrania en 2013, un año antes del golpe de Estado. Durante este período, “fue testigo de nuevas formas de manipular la opinión pública usando información de muy baja calidad destinada a determinados grupos en el país. Más tarde nos dimos cuenta de que Ucrania era la avanzada de la propaganda computacional en el mundo. Ahora [2020] cuando queremos tener una idea de hacia dónde va el futuro de las fake news y de los bots políticos, simplemente miramos hacia Ucrania usamos Ucrania como caso de estudio”. En Computacional Propaganda, libro en el que reunió en 2019 una decena de expertos, reiteró la idea: la manipulación de la opinión pública a través de la propaganda computacional ha sido una guerra entre Rusia y Occidente en Ucrania desde los primeros años del siglo XXI.

Aparte de la CIA, desde 1997 la OTAN se aseguró de fundar agencias en Ucrania, para que las milicias cibernéticas aprendan el arte de la guerra moderna, es decir, de la propaganda computacional, con la fundación del “Centro de Información y Documentación (NIDC)”. Según sus declaraciones de principios, se trataba de un mecanismo que apuntaba a “crear conciencia y comprensión sobre los objetivos de la OTAN en Ucrania”, formando por décadas a “periodistas independientes”.

Los diagnósticos de los expertos han sido abundantes y consistentes, pero ninguno ha alcanzado los titulares de los grandes medios occidentales. El 16 de marzo de 2022, Sean McFate, integrante del Atlantic Council, fue directo: “Rusia puede estar ganando la guerra en el campo de batalla, pero Ucrania está ganando la guerra de la información. Esa es la clave para obtener el apoyo y la simpatía de los aliados”. Un oficial del Departamento de Estado señaló que “los ucranianos han dado una clase magistral en guerra de información”. Otro alto funcionario de la OTAN, en calidad de anonimato, le reconoció al Washington Post que el gobierno de Ucrania estaba haciendo un “excelente trabajo de comunicación” y de “operación psicológica” junto con un centenar de compañías publicitarias y medios internacionales. Es probable que esta funcionaria anónima sea Natalia Popovych, presidenta de One Philosophy, poderoso grupo que gestiona la imagen de gigantes como Microsoft, McDonald’s, MasterCard y Opel, financiadas, a su vez por varios gobiernos europeos, por la embajada de Estados Unidos en Ucrania, la USAID y el Institute for Statecraft de Inglaterra.

La guerra de Washington en Vietnam, como en Irak o en Afganistán más recientemente, fue una vergonzosa derrota que los medios dominantes y la industria cultural se empeñaron en presentar como una victoria moral. Más que eso, se vendió como una victoria militar, sobre todo en las películas, al extremo que hasta estudiantes universitarios aún hoy se sorprenden cuando escuchan que su país perdió la mítica guerra de Vietnam, recordada en millones de gorras de baseball que usan los “héroes ancianos” en McDonald o en Walmart para que los dejen pasar primero en la fila de la caja y, de ser posible, se arrodillen y les repitan aquello de “gracias por su servicio”, “gracias por proteger la libertad de nuestra nación”.

Al igual que la humillación de Bahía Cochinos en 1961, en Vietnam la derrota se basó, en alguna medida, en un defecto de la propaganda, pese al tsunami de millones de dólares inyectados por la administración de Johnson para demonizar a los disidentes más conocidos (Martin Luther King, Mohammed Ali, Noam Chomsky, Edward Said…) y a estudiantes que protestaban contra la guerra, hasta el extremo de reprimirlos a tiros en varias universidades. El resultado fue parcial pero sintomático: los padres de los estudiantes masacrados en universidades como Kent State University justificaron la violencia policial para evitar alguna forma de antipatripitsmo.

En Cuba se debió a la observación del médico argentino Ernesto Guevara, quien en 1954 se encontraba en Guatemala cuando la CIA destruyó esa democracia manipulando los medios. Cuando la Revolución cubana triunfó en 1959, una anomalía histórica en América latina, Guevara aseguró: “Cuba no será otra Guatemala”. Las enigmáticas palabras revelaban mucho para quienes tenían algún conocimiento de la realidad, como el agente de la CIA David Atlee Phillips quien, luego de la vergonzosa derrota, afirmó: “Castro y Guevara aprendieron de la historia; nosotros no”. Una década después, ocurrió algo similar en Vietnam. La millonaria maquinaria propagandística de Washington había regado ese país no sólo con armas de destrucción masiva, como el Agente Naranja, sino también con seis mil millones de panfletos para convencer a la población de su superioridad moral. El resultado fue catastrófico: los vietnamitas usaron los panfletos como papel higiénico.

Tanto en las Guerras Bananeras, como en la Primer Guerra Fría, como en esta Segunda Guerra Fría, las estrategias de la propaganda imperial son las mismas. Una de las consecuencias directas de la guerra psicológica consiste en el objetivo maniqueo que el presidente George W. Bush resumió en su paranoia belicista: “O están con nosotros o están contra nosotros”. Como decía la CIA en los años 50, “nuestra principal arma escupe palabras, no balas”. De esta forma se secuestran los pueblos para que se identifiquen con sus gobiernos que, básicamente, son instrumentos de las multimillonarias corporaciones. Ese “nosotros” apela a lo que hace dos décadas llamamos “La enfermedad moral del patriotismo” (ver también, “Las fronteras mentales del tribalismo”). Nada diferente al lema de la dictadura brasileña: “Brasil, ame-o ou deixe-o”. Por “Brasil” querían decir “nuestra ideología, nuestra oligarquía, los dueños del país”. Bajo este lema expulsaron al pedagogo y teórico Paulo Freire, “por ignorante” y antipatriota.

Esta estrategia de la propaganda convierte a cualquier crítico en un enemigo, tal como lo definiera la socialista convertida en halcón conservador del gobierno de Ronald Reagan, Jeane Kirkpatrick (no hay seres más resentidos que los conversos). Según la consejera y luego embajadora ante las Naciones Unidas, “aquellos que nos definen como una fuerza imperialista, racista, colonialista, genocida y guerrera, no son auténticos demócratas, no son amigos; se definen como enemigos y deben ser tratados como enemigos”.

Por esta lógica profundamente antidemocrática, gente decente que podría hacerle algún bien real a su propio país y al mundo se convierte con extrema facilidad en ciudadanos dóciles, autocensurados y funcionales a los intereses ajenos—en nombre de sus propios intereses, claro, porque en eso consiste cualquier tipo de propaganda.

Según mi modesto entender, no existe democracia sin dos requisitos fundamentales:

1) Tanto el poder político, económico como mediático deben estar supervisados y controlados por el pueblo (en el caso de las redes sociales, a través de comités internacionales);

2) Una democracia verdadera se mide por su tolerancia a la crítica radical, porque el pueblo también puede equivocarse, aún en un estado ideal donde su opinión no ha sido manipulada por el poder de turno.

Foto: Liberación de Saigón: evacuación cerca de la embajada de EE.UU., 30 de abril de 1975.

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La importancia de la educación consciente a través de la Filosofía

Por: Educación 3.0

Transformar la educación pasiva de los conocimientos hacia una educación consciente es el hilo conductor de este artículo escrito por Alejandro Moreno Lax, autor de ‘Filosofía viva. Una iniciación a la vida filosófica’.

En los modelos educativos hay un temario sistemáticamente ausente, el que se refiere al conocimiento de sí mismo. En la actualidad disponemos de tantos ‘conocimientos’ que en las escuelas se producen muchas discusiones en torno a cuáles han de ser los prioritarios y cuáles no: cuántas horas para Matemáticas, cuántas para Lengua… Lo que tienen en común estos debates es que no se cuestionan la forma de entender el conocimiento, pues tienden a asumirlo como algo ya demostrado, registrado, clasificado, objetivado y descubierto por ‘otros’. Es decir, los estudiantes son receptores más o menos vacíos que reciben con cierta pasividad un contenido exterior que han de memorizar y ‘aprender’. Poco importa lo que piensen al respecto y la utilidad que le encuentren a dicho saber; y todavía importa menos, más allá de lo anecdótico, si ellos traen algún saber que vaya más allá de lo establecido por el programa de estudios.

De alguna manera, lo que en su día fue un revolucionario modelo emancipador que ha enseñado a millones de personas a leer, escribir, contar… bebe de este imaginario cultural basado en la división entre quienes saben y los que no saben, entre quienes ‘poseen’ un conocimiento ‘científico’ y los que no. Lo curioso de todo esto es que no hay nada menos científico que esta visión educativa que entiende a los alumnos como entidades pasivas, una visión dentro de la cual apenas hay lugar para espíritus científicos, para seres inquietos capaces de investigar por sí mismos y desarrollar sus capacidades.

Conócete a ti mismo

Pero aquí no acaba el asunto. En el modelo educativo actual, los alumnos no sólo son (de forma implícita) asumidos como pasivos, como receptores de contenidos construidos por otros; no solo carecen de espacio para desarrollar sus capacidades; sino que, además, carecen de espacio para conocerse a sí mismos. Aquí está lo fundamental.

educación consciente

Esto quiere decir que no es relevante en su desarrollo educativo contactar con los límites impuestos por la personalidad; dilucidar los supuestos y creencias asumidos automáticamente de otras personas y que les lleva a vivir una vida que no ha sido elegida por ellos; reconocer los personajes egóticos con los que se identifican y enmascaran su ser; en definitiva, un espacio donde pueden reconocer su ser, donde puedan contactar con la ‘experiencia de ser’.

“No hay nada menos científico que esta visión educativa que entiende a los alumnos como entidades pasivas, una visión dentro de la cual apenas hay lugar para espíritus científicos”

Por eso lleva razón el educador Carlos González Pérez, protagonista del documental ‘Entre maestros’ cuando reivindica la necesidad de una segunda alfabetización, una nueva alfabetización que no se refiere a la era digital, sino a la ‘era de la consciencia’, al despertar de las visiones duales de la realidad y al inicio de un modo de entender la educación consciente basado en procesos de transformación y desarrollo de la consciencia, y no tanto en la adquisición de contenidos construidos por otros.

Un nuevo enfoque filosófico

En el ensayo que acabo de publicar, ‘Filosofía vivaUna iniciación a la vida filosófica’, exploro algunas de las cuestiones básicas para el autoconocimiento desde un enfoque filosófico experiencial, como son la experiencia de la insatisfacción, el vacío, el miedo a la soledad, el descubrimiento de la presencia, el reconocimiento de las heridas del ser, el contacto con el dolor, el significado sobre el propósito de vivir, la importancia del silencio…

Considero que todas estas cuestiones no solo son importantes para todo adulto que experimenta una crisis personal o se acerca a la vejez, sino que han de ser cuestiones centrales que han de acompañar todo proceso educador; todo proceso en el que educar ayude a sacar al estudiante su propia sabiduría personal, su propia comprensión sobre quién es.

“En un mundo donde la tecnología está transformando a pasos agigantados y a un ritmo vertiginoso todos los ámbitos sociales, debemos recuperar el primero de todos los saberes, el conocimiento de sí mismo”

Asumir este nuevo paradigma educativo implica no tanto crear una asignatura específica para ello, ni implica solamente modificar los contenidos y metodologías correspondientes a la asignatura de Filosofía, sino más bien implica que el profesorado se involucre en un proceso de educación consciente en el autoconocimiento que le ayude tanto a cuestionar los aspectos superficiales de la personalidad (incluyendo su rol de docente), como a transformar la visión de su propósito educativo así como proporcionar a los estudiantes de una serie herramientas transformadoras de su propio ser que, sin duda alguna, agradecerán.

En un mundo donde la tecnología está transformando a pasos agigantados y a un ritmo vertiginoso todos los ámbitos sociales, debemos recuperar el primero de todos los saberes, el conocimiento de sí mismo, el saber que nos prepara para vivir.

Filosofía viva
  • Autor: Alejandro Moreno Lax
  • Editorial: Desclée De Brouwer

Fuente e Imagen: https://www.educaciontrespuntocero.com/opinion/educacion-consciente/

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“La vida sin examen no merece la pena ser vivida”.

Por: Héctor Rodríguez Cruz

Para saber si se vive y o se piensa como persona o como bestia que devora los valores que deben orientar la vida buena.

Un amigo lector me pidió que escribiera sobre un tema de Filosofía que pudiera ser comprendido por todos. Así ponía de manifiesto su deseo de filosofar sobre la vida. Lo complazco. Comienzo por compartir esta sentencia “Una vida sin examen no merece la pena ser vivida”, atribuida al filósofo griego Sócrates (470 a.C. ), traída en la obra Apología de Sócrates escrita en el año 399 a. C. por su discípulo Platón.

Pensando en la sentencia, se entiende que debemos hacer un instante de silencio en nuestra vida para examinar nuestro camino y encontrarnos con nosotros mismos. Vale la pena hacerlo siempre, y más ahora en tiempos de la COVID-19, con tantas  emociones alteradas por el miedo, las congojas y el sufrimiento propio y el de los otros.

Es bueno examinar la vida y conocer los pensamientos que la conciencia lleva escritos sobre nosotros  mismos, grabados en el cerebro y en el corazón, sin engañarse, recordando cómo llamaba Sócrates a los pensamientos: “son una conversación honesta que tu alma tiene consigo misma”. Ojalá que cada quien se atreva a escribir  esos pensamientos y pueda construir con ellos párrafos de la propia biografía de manera auténtica, sin simulaciones y sin autoengaño.

Es conveniente examinar la vida para saber si con su estilo se engrandece o se empequeñece la sociedad. Para poder elegir  acertadamente uno de los lobos que se llevan peleando en el corazón. (“Parábola de los dos lobos”). 

Uno es malo, porque representa todos los malos sentimientos que pueden existir en un ser humano, la envidia, la ira, los celos, el orgullo, la codicia, el resentimiento, la mezquindad, la culpa, la corrupción, la arrogancia y la venganza. O el otro, que  representa todo lo bueno, el amor, la alegría, la esperanza, la generosidad, la paz,  la bondad, la compasión, la honestidad y la verdad.

En necesario examinar la vida para saber si se está transitando por los caminos adecuados para tener una vida buena, una familia buena, una comunidad buena, una reputación buena. Para mirar las huellas que se van  dejando en el paso por la vida. ¡Para escribir con sangre el epitafio sin panegíricos pagados cuando se muera!

Es necesario examinar la vida para saber el traje que se lleva  puesto. Si el de Caín o el de Abel. Si el del ángel o el de la serpiente. ¡Es necesario examinar la vida para saber si se está “vendiendo” el país para  beneficio propio o se está cuidando porque nos pertenece a todos!

El llamado a examinar la vida no sólo tiene una dimensión individual. Se extiende hasta la sociedad y sus instituciones públicas y privadas. A los gobernantes, funcionarios, políticos y líderes políticos, religiosos, económicos, académicos y sociales. Y también llama a examinar la calidad de la ciudadanía, de la justicia y de la democracia.

“Una vida sin examen no merece la pena ser vivida”. Es la conclusión que utiliza Sócrates para obligarnos a preguntarnos sobre la importancia de examinarse a sí mismo y a los demás para mantener una actitud crítica sobre nuestros actos y sobre nuestras vidas en comunidad con el fin último de aspirar a ser la mejor persona y  la mejor sociedad posibles.

Y si al examinar la vida y la sociedad se encuentra  que son ruines,  vacías, malogradas, degradadas, manchadas o contaminadas,  entonces, que se haga  lo que dice el poeta: Aclara el aire! Limpia el cielo! Lava el viento! Toma la piedra de la piedra, toma la piel del brazo, toma el músculo del hueso, y lávalos. Lava la piedra, lava el hueso, lava el cerebro, lava el alma, lávalos, lávalos!

Fuente: https://acento.com.do/opinion/la-vida-sin-examen-no-merece-la-pena-ser-vivida-8947229.html

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Mundo: 100 Voces por los 100 años de Freire «La Conciencia y la Historia»

Mundo/16-04-2021/Autor(a) y Fuente: CII-OVE/CEIP-H/MAEEC-CLACSO

La CEIP-Histórica de Argentina, el Centro de Estudios MAEEC -CLACSO de México y el CII-OVE de Venezuela invitan al séptimo diálogo en 100 Voces por los 100 años de Freire mañana  sábado 17 de abril.

Estarán con nosotres Carlos Alberto Torres, Marco Raúl Mejía Jiménez y Danilo Streck conversando sobre «La Conciencia y la Historia» en los siguientes horarios:

  • 16:00 hrs México/Panamá/Perú/Colombia/Ecuador
  • 17:00 hrs Venezuela/Puerto Rico/Bolivia/Chile
  • 18:00 hrs Uruguay/Argentina/San Pablo/Paraguay

Este magno evento estará conducido por nuestra compañera Andrea Zilbersztain de la CEIP-H de Argentina.

Será transmitido por el canal de YouTube de Otras Voces en Educación: https://www.youtube.com/c/OtrasVocesEnEducaci%C3%B3n/featured

y en el Facebook de la CEIP-Histórica: https://www.facebook.com/ceiphistorica

Fuente e Imagen: CII-OVE/CEIP-H/MAEEC-CLACSO

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No, no puedes descargar tu conciencia en internet

Fuentes: Rebelión/ Asier Arias

Extracto de Introducción a la ciencia de la conciencia

Por alguna extraña razón, parece haber gente interesada en «descargar» su conciencia en cacharros computacionales. A ese deseo debe subyacer la asunción de que lo mental y lo computacional tienen algo que ver. No obstante, lo cierto es que ningún especialista en filosofía de la mente, psicología, inteligencia artificial o neurociencia cognitiva ha logrado especificar qué clase de relación cabría entender que guardan lo mental y lo computacional, ni tampoco si guardaran de hecho alguna. Otra asunción sin la que el señalado deseo resultaría por principio irrealizable sería la de que la actividad neurobiológica responsable de la emergencia de la conciencia puede replicarse por medios computacionales. Sin embargo, a día de hoy, no sabemos cuál es esa actividad y, adicionalmente, replicar por medios computacionales no ya la actividad del cerebro, sino su mera estructura, es algo que está muy lejos del alcance de nuestras manos.

En abril de 2019 el Allen Institute for Brain Science celebraba la culminación de un ambicioso proyecto de investigación: cartografiar cada una de las 100.000 neuronas y cada una de las 1.000 millones de sinapsis (puntos de conexión entre neuronas) contenidas en un milímetro cúbico de corteza cerebral de ratón. Por el momento, se trata del conectoma (así se llama este tipo de «mapa») a nanoescala de mayores dimensiones, valga el oxímoron. Dentro de ese granito de arena había unos cuatro kilómetros de fibras nerviosas. El equipo tomó imágenes de más de 25.000 secciones ultrafinas del tejido contenido en ese minúsculo volumen, generando un conjunto de datos (dataset) de dos petabytes: suficiente capacidad como para unos 50 millones de elepés en MP3 –el faraón  Mentuhotep III podría haberle dado al «play» en el año 2.000 a. C. y todavía no se habría repetido una sola canción.

Si quisiéramos mapear de forma análoga no ya un cerebro humano completo, sino sólo su corteza, generaríamos un zetabyte: aproximadamente, la cantidad de información actualmente registrada en todo el mundo. Si a esos datos meramente morfológicos quisiéramos añadir datos más específicos, acerca de la tipología química de las sinapsis, pongamos por caso, necesitaríamos múltiplos de esa cifra. Si además quisiéramos añadir, por ejemplo, datos acerca del citoesqueleto proteico que conforma la estructura interna de las neuronas, generaríamos por cada neurona una cantidad de información similar a la requerida para mapear la anatomía neuronal del cerebro completo. Si quisiéramos pasar de estas «fotos» al «vídeo», incluyendo datos acerca de la actividad acaecida en cualquier fracción de tiempo en cualquiera de estos niveles de organización, necesitaríamos, sencillamente, elevar una cifra absurda a otra astronómica.

Se trata de hechos que no debieran descuidar los que fantasean con «simulaciones computacionales del cerebro» –los que fantasean con descargar su conciencia en algún cacharro computacional tampoco harían mal en reparar en ellos.

Asier Arias . Profesor en el Departamento de Lógica y Filosofía Teórica de la Universidad Complutense de Madrid

No, no puedes descargar tu conciencia en internet

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El voto masivo como arma de lucha social

Por: Pietro Ameglio

En estas semanas recientes hemos asistido a tres grandes movilizaciones masivas de lucha social en América (además de las de Bielorrusia), del extremo sur al extremo norte, del estrecho de Magallanes hasta Alaska. ¡No es poca cosa! Los pueblos de Bolivia (18 octubre), Chile (25 octubre) y Estados Unidos (3 de noviembre), nos han dado un gran ejemplo de organización, toma de conciencia y determinación material y moral. Un antecedente continental en la misma línea de lucha lo tuvimos también en México, en la elección presidencial del 2018 con más de 30 millones de votos a López Obrador, con un 64% de participación. ¡Cómo no emocionarse con masas de esa envergadura, pasión, radicalidad, toma de conciencia y determinación ‘metiendo el cuerpo’ en las calles y las urnas desafiando a gobiernos tan represivos y peligrosos! Claro que para los verdaderos cambios de fondo se necesitarán tiempos mucho más largos, más actores sociales y movilizaciones, pero nada quita el valor de estas batallas claves e indispensables ganadas con tanta fuerza. Amigos luchadores sociales norteamericanos de toda la vida están felices de veras, porque tienen perfectamente clara la ingenuidad de decir que Trump y Biden son lo mismo o es “más de lo mismo”, aunque saben perfectamente que la desilusión y la lucha llegarán pronto de nuevo, pero ¡en un contexto totalmente diferente! No es poca cosa y esto lo saben bien quienes luchan o han luchado de veras.

En la elección presidencial boliviana ganó Luis Arce, del Movimiento al Socialismo (MAS) con el 55% de los votos (3 millones 394 mil), en una votación masiva donde acudieron a las urnas el 87% de los inscritos (6 millones 484 mil), quien sacó más votos que toda la oposición unida. Personalmente, creía que esta iba a ser la elección más difícil de las tres, por el alto grado militarista y represivo del gobierno de facto boliviano desde octubre del año pasado, por el miserable apoyo de la OEA y los peores gobiernos continentales. Lo que hicieron el pueblo boliviano, sus organizaciones y el MAS fue realmente grandioso y ejemplar. Me equivoqué al medir mal la magnitud y el grado de determinación y movilización electoral de ese pueblo, así como me equivoqué al medir el grado de desinformación, fundamentalismo y fascismo existente en una gran parte de la población norteamericana. Las dos primeras votaciones boliviana y chilena -al igual que la mexicana- se decidieron por una enorme diferencia, mientras que la norteamericana se decidió por décimas de fracción porcentual. En todas el voto masivo fue la clave.

En Chile, por su parte, hubo un plebiscito nacional para determinar si la ciudadanía acordaba iniciar un proceso constituyente para redactar una nueva constitución, derogando la de 1980 promulgada durante la dictadura militar de Pinochet. Votaron el 51% de los habilitados (7 millones 562 mil) y la “Aprobación” de una nueva constitución alcanzó el 78% de los votos (5 millones 886 mil), bajo la modalidad de una convención con 155 ciudadanos escogidos por el voto popular.

A su vez, en Estados Unidos votó el 67% de la población habilitada (34% lo hizo por correo): 160 millones votaron ahora frente a los 137 millones del 2016, que en ese año representaron un 54% del total.

La votación en Estados Unidos fue decidida por márgenes porcentuales mínimos -inferiores al 1%- en los estados claves en disputa para el colegio electoral, lo que también presagia numerosos nuevos conteos que son legales si la diferencia es inferior al 1%. Estas diferencias de pocas décimas a favor de Biden y los demócratas significaron la ansiada derrota de Trump -motivo principal del voto de muchísimos-, y mostraron un país profundamente dividido y polarizado (¡muy peligroso socialmente en ese nivel de confrontación en las calles y población armada!) entre valores básicos democráticos liberales de tolerancia y respeto a los derechos humanos, y posturas -a veces incluso extremistas y supremacistas- bastante afines al fascismo. El hecho que Trump haya sacado aproximadamente 71 millones de votos (48% del total), 8 más que en 2016, y Biden casi 76 millones (51%), 5 millones de votos más que Trump (Hillary Clinton había sacado 3 millones de votos más que Trump en 2016, con 66 millones), se explica mucho por California, que es una gran isla democrática y progresista en ese país. Allí Biden sacó justamente 4 millones de votos más. En el resto del país son casi mitad y mitad exactas.

Desde la lógica dicotómica-binaria-maniquea de Trump de ganadores y perdedores, amigos y enemigos, todo o nada, podría decirse que el ganador fueron Biden y los demócratas, pero desde la mirada sociológica no hay un solo ganador, sino que el trumpismo-fascismo-supremacismo-ignorancia también ganaron, al aumentar su aceptación social con tantos millones en sólo 4 años y habiendo todos presenciado tamañas barbaridades probadas en su gobierno. Lo que no podrán -¡por suerte!- es ejercer un poder político en la magnitud de estos 4 años pasados, pero en el poder social y económico estarán ahí. Y surge una pregunta de fondo, sobre la construcción de las identidades sociales -empezando por la propia- acerca de ¿cómo puede alguien tener ese nivel creciente de “obediencia ciega” a un discurso sin “principio de realidad” con lo que lo rodea, y ante el riesgo de la muerte con una pandemia que cada día ha aumentado 100 mil contagios en EU? ¿Qué mecanismos intelectuales, epistémicos y morales se activan para ello? Me parece que no es una respuesta rápida, simplista ni fácil, ni tiene que ver con ser más o menos inteligente, o estar o no informado.

Aunque cabe agregar otra mirada al respecto, como nos comentan también compañeros norteamericanos, que “el hecho que Arizona y Georgia fueron para Biden marca una trayectoria de cambio demográfico, de organización y de movilización impresionantes por las fuerzas progresistas, sobre todo latinas y afroamericanas. Señal de esperanza”.

TOMA DE CONCIENCIA DEL PROPIO PODER DESDE ABAJO

Decimos que en estos tres países se dieron grandes “luchas sociales” y no sólo luchas electorales, porque la votación fue sólo el punto culminante -periférico- de largos procesos de movilización, protesta, organización y toma de conciencia masiva ciudadana; ni por asomo hemos promovido en nuestra vida la lucha electoral como la principal, pero hay coyunturas históricas -como estas- en que la situación social las eleva a alturas inimaginables de esperanza, cambio y ruptura ciudadana.

Consideramos como un factor clave en esas luchas también la pandemia, porque es un fenómeno mundial determinante y original en esta magnitud y alcance –toca a todos los cuerpos del mundo-, que ha acelerado y trastocado muchas situaciones sociales, económicas, culturales y políticas. No cabe duda tampoco, que aún después de las grandes movilizaciones sociales, un pésimo manejo de la pandemia ha sido un factor determinante para la pérdida acelerada de consenso y control social de estos gobiernos autoritarios y represores, que han quedado poderosamente expuestos públicamente en su ineptitud, ignorancia, clasismo y corrupción.

Como nos comparten otros amigos activistas sociales de EU, las verdaderas heroínas y héroes de esta historia de lucha, son los “ordinary americans que fueron a votar, los trabajadores electorales y las muchas coaliciones (DC Peace Team, Frontline Defenders, Nonviolent Peaceforce, Protect the Results, Choose Democracy, Black Lives Matter…) que pusieron en marcha sistemas para evitar y responder a las malas prácticas electorales y/o a la violencia”.

“Esta es una muestra de que cuando salimos a votar ganamos…Hemos demostrado que podemos tomar el poder y cambiar las cosas si el pueblo se levanta y sale a votar” (Beatríz Topete, codirectora de Viviendo Unidos por el Cambio en Arizona, El Universal, 5-11-20). Ha sido decisiva la acción de votar, pero, nos parece, que lo importante es entenderla no como la acción o movilización contundente y “periférica” de un preciso día, sino como un proceso constituyente que se originó en múltiples formas de organización social y política de años y meses atrás, de construcción de alianzas y suma de población de todo tipo a la causa, de construcción de “rupturas” en la ciudadanía en medio de condiciones muy adversas, con gobiernos tan autoritarios y represivos, apoyados por sus medios. Y aunado a esto la variable de lo “masivo” como la vuelta de tuerza decisiva; parafraseando a un libro clásico de Elías Canetti (“Masa y poder”) podríamos decir que “masa fue poder”.

En este caso la forma externa de ejercer ese poder, en su “acción final” en esta etapa del proceso de lucha social, fue votar, que si miramos más a fondo y complejamente significa “meter el cuerpo” en la lucha, sea por correo o en medio de la pandemia. No es para nada mecánico ni fácil construir una identidad, cuya determinación o indignación, sean capaces de meter el cuerpo en forma abierta y masiva en un “mismo momento” sincrónico de la historia. Lo masivo, siguiendo a Canetti, ayuda a que la (auto)represión o castigo por esa acción se diluya en la masa, y entonces algo que es privado se convierte también en público con la toma de las calles y espacios, aunque a primera vista parezca un ejercicio anónimo y privado.

Justamente esta acción masiva fue una forma directa de ejercer el propio poder ciudadano, cuya conciencia se fue construyendo por mucho tiempo antes, que está declarado en toda constitución pero si no se hace efectivo no opera realmente en el cambio social. Es la base de la co-operación en el ejercicio del poder desde los movimientos sociales y el pueblo de base, como lo sostenían Gandhi (“La verdad radica en que el poder está en la gente…la desobediencia civil es el depósito del poder”), Lenin (“El poder no se enuncia, se ejerce) y el zapatismo (“el poder está abajo y a la izquierda»).

A diferencia de muchas otras veces en las luchas sociales, la no-cooperación esta vez fue salir a votar, y no el voto ausente, en blanco o nulo. No haberlo hecho era una forma precisa de co-operar que siguieran el gobierno golpista boliviano, la constitución de la dictadura pinochetista o Trump.

PD: Nos solidarizamos totalmente con el reciente comunicado de la Junta de Buen Gobierno “Nuevo amanecer en resistencia y rebeldía por la vida y la humanidad” (10-11-20), en su denuncia de secuestro y tortura de una base de apoyo por parte de los paramilitares de la ORCAO: “A unos cuantos metros de donde antes quemaron y saquearon nuestra tienda cooperativa de Cuxuljá, como se pudo ver en su momento y que hasta la fecha el mal gobierno no ha hecho nada, este 8 de noviembre del 2020, alrededor de las 15:30 hrs., 20 paramilitares de la ORCAO, secuestraron y golpearon a nuestro compañero bese de apoyo Félix López Hernández. Los orcaistas se lo llevaron con rumbo desconocido y lo mantienen amarrado, encerrado, sin agua y sin alimentos”. Y a continuación se dan los nombres de algunos de los responsables, pertenecientes al poblado vecino de San Antonio: Andrés Santis López, Nicolás Santis López, Santiago Sánchez López y Óscar Santis López.

¿Qué mas información necesitan las autoridades cómplices, de todos los niveles de gobierno, para arrestar a estos criminales, liberar a Félix López Hernández y hacer en este conflicto a la comunidad de Moisés Gandhi?

Como decíamos en nuestro artículo del pasado 11 de noviembre (“Moisés Gandhi: zapatismo y paz”), dábamos testimonio directo de muchos años en cuanto a la calidad moral, coherencia y trabajo colectivo por el bien de todas y todos, de la comunidad de Moisés Gandhi, que en algo nos cambió y humanizó la vida. Por eso ¡exigimos ya verdad, justicia y reparación!

Fuente: https://desinformemonos.org/el-voto-masivo-como-arma-de-lucha-social/

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