“Sólo sí es sí”: España debate una ley que obliga a que los delitos sexuales sean juzgados en base al consentimiento

El proyecto también crea juzgados especializados en violencia sexual y eleva a delito el acoso callejero.

Europa/España/ileon.com/Marta Borraz

El gobierno español aprobó esta semana un proyecto de ley impulsado por el Ministerio de Igualdad que sitúa el consentimiento como eje para juzgar las agresiones sexuales. Hoy en día, en España, para que haya agresión sexual se requiere violencia o intimidación.

El anteproyecto que ha aprobado el Consejo de Ministros asume la definición de consentimiento del Convenio de Estambul, que gira sobre la expresión clara de la voluntad de mantener relaciones sexuales.

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Carlos S. Campillo / ICAL Concentración en León en contra de la puesta en libertad bajo fianza de ‘la manada’

La Ley Orgánica de Garantía Integral de la Libertad Sexual, cuyo anteproyecto ha sido aprobado por el Consejo de Ministros este martes, incluye una referencia explícita a cómo debe entenderse el consentimiento en un acto sexual, según fuentes del Ministerio de Igualdad. Es decir, el ya clásico ‘solo sí es sí’ aparece en el articulado de la reforma del Código Penal que supone esta nueva norma, que entiende que no hay consentimiento cuando la víctima «no haya manifestado libremente por actos exteriores concluyentes e inequívocos, conforme a las circunstancias concurrentes, su voluntad expresa de participar en el acto».

El objetivo de la parte penal del texto, que ha sufrido cambios en la última semana tras las objeciones y aportaciones hechas por otros ministerios -como el de Justicia-, hasta este lunes a última hora, es adaptarse al Convenio de Estambul, que obliga a que la regulación de los delitos sexuales se haga en base al consentimiento y no a otros elementos. Actualmente, para que haya agresión sexual se requiere violencia e intimidación, mientras que si no se dan estos requisitos, el hecho es considerado abuso. La nueva ley termina con esta diferencia, de forma que todo acto sin consentimiento será considerado agresión sexual.

La controversia saltó tras el caso de ‘la manada’, a la que la Audiencia Provincial de Navarra condenó por abuso sexual y posteriormente el Tribunal Supremo por agresión sexual. El caso abrió el debate sobre la tipificación de los delitos sexuales, hasta el punto de que ya en julio de 2018 la entonces vicepresidenta y ministra de Igualdad, Carmen Calvo, anunció que el «solo sí es sí» inspiraría una futura reforma.

Este ‘solo sí es sí» es una expresión popular que precisamente hizo suya el Supremo en el caso de Pamplona. El fallo asumió la definición de consentimiento que hace el Convenio de Estambul y que gira sobre la expresión de la voluntad de mantener relaciones sexuales: si no existe tal, no hay consentimiento. Es decir, la ausencia de un «no» (no moverse, no actuar o no decirlo) no equivale al consentimiento. La idea es cambiar de paradigma, según explica la penalista especializada en violencia machista, Carla Vall: «en vez de demostrar que no hubo un ‘no’ por parte de la víctima», lo que da lugar a interpretaciones basadas en que si no hay resistencia, hay consentimiento, «hay que demostrar la ausencia de un «sí» en su sentido amplio».

«La especifica referencia que se hace en el Convenio de Estambul al consentimiento, como manifestación del libre arbitrio de la persona en función del contexto, deja clara la imposibilidad de interpretar una ausencia de resistencia física como tal voluntad, la misma debe manifestarse de forma expresa o deducirse claramente de las circunstancias que rodean al hecho», sentenció el Supremo. Es decir, el consentimiento debe ser expreso. Si no lo es, es una negativa.

Esta referencia al consentimiento se ha incorporado al texto de libertad sexual en las últimas semanas, pues no aparecía en el borrador de la norma elaborada por el Ministerio de Igualdad y a la que tuvo acceso eldiario.es. El Consejo de Ministros aprobará el anteproyecto este martes, justo en la semana del 8M y tras varias discrepancias surgidas en el seno del Ejecutivo, entre ellas, la de cuándo presentar la reforma de los delitos sexuales: si con la revisión integral del Código Penal, que tratará delitos como el de sedición, como prefería el Ministerio de Justicia y la Vicepresidencia de Carmen Calvo o en esta ley, como defendía Igualdad.

Una ley integral

El anteproyecto señala, además, que se considerará agresión sexual todos los actos de contenido sexual que se realicen «empleando violencia, intimidación o abuso de una situación de superioridad o vulnerabilidad de la víctima, o actuando de manera sorpresiva, así como los que se ejecuten sobre personas que se hallen privadas de sentido o de cuya situación mental se abusare y los que se realicen cuando la víctima tenga anulada su voluntad por cualquier causa». Es decir, incluye supuestos, como este último, que en el Código Penal actual son considerados abusos sexuales.

En cuanto a las penas, Igualdad ha propuesto una bajada de algunas (entre ellas, las del tipo penal de violación) y una subida de otras, según se desprende del borrador elaborado por el departamento dirigido por Irene Montero. Entre otras cosas, incorpora agravantes novedosas como que el agresor sea la pareja o expareja o el uso de fármacos para anular la voluntad de la víctima. Sin embargo, habrá que esperar a conocer el texto definitivo, que se está puliendo con aportaciones de otros ministerios, fundamentalmente el de Justicia.

PSOE y Unidas Podemos incluyeron en el acuerdo del Gobierno de coalición esta modificación bajo el epígrafe de «blindar el solo sí es sí» y como parte de la ley que aprobará este martes el Consejo de Ministros. La norma se basa en la proposición de ley registrada por la formación morada en el Congreso en 2018 y no solo incorpora la reforma del Código Penal, sino que es una ley integral que despliega un abanico de medidas de prevención, atención y reparación de las víctimas. Lo hace al estilo del sistema que ya existe para las víctimas de violencia de género en el seno de la pareja o expareja, y su objetivo es que social, jurídica y legislativamente se considere a la violencia sexual una forma de violencia machista.

El borrador de Igualdad propone, entre otras cosas, que sean los juzgados especializados en violencia de género los que se encarguen de los delitos de agresiones sexuales; la formación de todos los operadores incluidos en el proceso (jueces, fiscales o forenses) y la creación de una red de centros de atención, tanto de emergencia (abiertos 24 horas) como a largo plazo, con el objetivo de que las víctimas sean atendidas psicológicamente y se recuperen.

Fuente: https://www.ileon.com/sociedad/105857/la-ley-de-libertad-sexual-lleva-el-solo-si-es-si-al-codigo-penal-sin-voluntad-expresa-no-hay-consentimiento

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‘No’, siempre es ‘no’: La violencia sexual y el contexto, un debate interminable

Por: Aglaia Berlutti

Ocurra en un callejón a oscuras o la habitación matrimonial, el dolor y las implicaciones son las mismas.

La palabra consentimiento sigue siendo un término extraño entre las relaciones de pareja actuales, y lo es porque una buena parte de nuestra cultura todavía lo analiza desde una concepción que implica que el sexo en el matrimonio, el noviazgo y toda esa plétora de términos para definir el amor moderno, siempre es consensuado. Para la mayoría, lo que ocurre en la cama entre un hombre y una mujer unidos por un vínculo legal o romántico, es privado. Pero en realidad, hay algo más turbio en medio de esa idea, más inquietante y doloroso.

Lo pienso mientras veo un corto para redactar el artículo que usted, hipotético lector, está leyendo ahora mismo. La escena no puede ser más común: una pareja intenta decidir cuál película verán para pasar un buen rato. Se sonríe el uno al otro, juguetean. Él la besa y la abraza con deseo. Ella sacude la cabeza, le empuja de manera cariñosa y deja bien claro que esa noche, no desea sexo. Pero él insiste. La toca y la abraza, en un intento de seducirla. Ella le explica ahora a las claras que no quiere. Intenta alejarlo. Se le ve tensa, un poco incómoda. Pero él la ignora e insiste. La tiende en el sofá, los envuelve a ambos en una sábana. Y de pronto, el sexo ocurre. A pesar de la negativa de ella, de su evidente angustia. Del rostro tenso, el cuerpo paralizado de algo parecido a la impotencia. Al final, él se tiende al lado ella y sonríe, satisfecho. “¿Qué película veremos hoy?”, prosigue, como si nada hubiera ocurrido. Ella se queda en silencio, temblando. Los ojos entrecerrados e indiferentes.

Este es el argumento del corto Je suis ordinaire (título traducido al castellano como Soy ordinaria) que hace unos años, despertó todo tipo de comentarios y debates en las redes sociales. No sólo por el hecho que puso en el tapete una vez más el incómodo tema de la cultura de la violación, sino porque lo hace desde una dimensión que pocas veces se nota y que suele pasar desapercibido: el consentimiento sexual en la pareja. La pieza audiovisual está cargada de simbolismo y, de hecho, es esa noción sobre la violación como algo cotidiano lo que provoca incomodidad y sobre todo, deja muy claro las intenciones de una situación que es muy habitual. Desde una mención específica a la película Irreversible de Gaspar Noé — en la que la actriz Mónica Bellucci protagoniza la que es quizás la escena de violación más explícita de la historia del cine — hasta el hecho que no hay nada especial ni violento en los minutos de metraje, el corto contextualiza el abuso sexual desde una esfera por completo nueva. Y lo hace con un profundo sentido de la oportunidad y de la importancia de otorgar relevancia a un tipo de violencia que rara vez se analiza en voz alta. El resultado es una singular y angustiosa mirada a esa otra violencia sexual que no se contabiliza y que muy pocas veces, forma parte de la estadística de la agresión y el abuso.

El corto se publicó en el canal de Vimeo de Chloé Fontaine, escritora, productora y también protagonista de la historia, y alcanzó casi un millón de reproducciones. La versión en subtítulos — tanto en español como en inglés — no tardó en llegar a la web y el efecto fue inmediato: el material se convirtió en un fenómeno viral que desató todo tipo de controversias y críticas. ¿Se puede hablar de violación en el contexto de una relación de pareja? ¿Se analiza la idea de una agresión como parte de un entorno cotidiano? ¿Es necesaria la violencia directa para asumir la existencia del abuso sexual?

Fontaine se cuestionó todo lo anterior a través de una serie de ideas y análisis sobre la violación desde una perspectiva mucho más compleja de lo habitual. Una hipótesis que nació tras sostener una incómoda conversación con una amiga quien admitió haber mantenido sexo no consentido con su pareja en más de una ocasión. “Me contó que una noche, al volver a casa con su pareja, todo iba bien hasta que se fueron a la cama. Él quería hacer el amor, ella no. Se puso a insistir, más y más. Ella siguió diciéndole que no le apetecía. Y él insistía. Ella me dijo que no quería nada pero era la única solución para que él le dejara tranquila…”, contó Fontaine al suplemento Verne del periódico El País. Para su sorpresa, muy pronto constató que no se trataba de una situación única: varias de sus amigas le contaron sobre situaciones similares. En uno de los casos incluso, una de las afectadas admitió que la presión había sido más que una directa manipulación verbal: su novio por más de cuatro años la había sujetado a la cama y la había obligado a mantener relaciones sexuales a pesar de haberse negado de manera muy explícita. Cuando Fontaine le sugirió que llamara a lo sucedido “violación”, la mujer se negó a hacerlo: “No puede ser una violación. Es mi novio”.

Se trata de un fenómeno corriente. La palabra violación y sobre todos los límites que definen lo que puede o no ser una agresión sexual, continúan siendo poco claros para nuestra cultura. Una estadística confusa y peligrosa que sugiere límites borrosos entre lo que podría considerarse una agresión: tal pareciera que para nuestra sociedad hay una constante discusión sobre la culpa o la responsabilidad de quien sufre el hecho de violencia sobre su agresor, como si el mero hecho que se trate de una agresión directa no fuera suficiente como para definir que se trata de un hecho inadmisible. Mucho más preocupante aún, la violación no se percibe como un delito absoluto, sino que al parecer hay toda una serie de atenuantes directos que parecen “disculpar” la violencia. Se habla sobre la “provocación”, qué pudo hacer — o no — la víctima para evitar lo que vivió y, de hecho, en numerosas sociedades, la violación continúa considerándose un delito en entredicho, una especulación sobre un hecho violento cuya víctima podría no serlo.

Fontaine lo pone claro a través del corto que dirige y protagoniza pero también, gracias a la discusión que continúa suscitando. De pronto, no parece tan sencillo analizar la violencia sexual como un elemento absoluto o con características claras, sino una percepción sobre la libertad sexual más relacionada con el consentimiento y la capacidad que cualquier otra cosa, un elemento aún en debate incluso legal y que provoca que el mero pensamiento de una agresión en una pareja resulte incómodo. No obstante, el cuestionamiento inmediato que supone la idea que plantea y engloba el corto de Fontaine va más allá de una definición directa sobre lo que un delito sexual puede ser. ¿Qué ocurre si la violación es algo más que un hecho de violencia de límites medibles y verificables? ¿Cómo puede analizarse la violación sino implica violencia física directa? ¿Qué pasa con las mujeres violadas que no creen que deban defenderse, que no gritan o golpean para evitar ser agredidas? ¿Cómo puede definirse la violación cuando el contexto normaliza la agresión y además, lo convierte en un hecho corriente? ¿Existe un perfil que haga válida o creíble una violación? ¿Cuándo la violencia es menos o más directa? ¿Cuándo el miedo es más destructor? ¿Qué ocurre con la mujer abusada por el esposo? ¿Qué pasa con la mujer que bebió y llevaba una falda corta? ¿Es menos violento y devastador el abuso sexual porque la mujer no gritó ni golpeó a su agresor? Es un pensamiento inquietante, porque asume la idea que existe violaciones “reales” y las que no lo son tanto. ¿Una cita que salió mal quizás?

Es un pensamiento inquietante ese: un elevado porcentaje de violaciones ocurren entre la pareja que, a la mañana siguiente, deberá compartir la mesa, la conversación matutina, el viaje en el coche. Que debatirá sobre la salud de los hijos en común, que tomará unas copas juntos. Un tipo de violencia latente, inquietante, siniestra. En muy pocos países hay estadísticas claras, y las muy escasas disponibles no reflejan la crueldad de una circunstancia que enfrenta a la mujer con una idea cultural que no controla y la supera. Porque cuando hablamos de violación, no hablamos de sexo, sino de poder. Una forma de control directa y agresiva sobre la víctima. La destrucción de la identidad y la individualidad de quien sufre la violencia.

Ocurra en un callejón a oscuras o la habitación matrimonial, el dolor y las implicaciones son las mismas.

¿Cuántas mujeres son violadas por sus esposos, maridos, amantes? ¿Cuántas mujeres deben lidiar con la idea que el mismo hombre con quien comparten la vida en común, también es capaz de un tipo de violencia inmediata y brutal? ¿Cuántas víctimas deben soportar relaciones sexuales no consentidas porque nuestra cultura no contempla el hecho que el consentimiento es necesario e imprescindible incluso entre un hombre y una mujer unidos por vínculos legales y emocionales? Tal vez se deba a que una violación parece menos terrible, menos cercana, si podemos entender qué ocurrió, si somos capaces de asumir que pudo haberse evitado, que no es un acto de violencia gratuita, cruel y sin sentido. Por ese motivo, para mucha gente, una violación debe ser un hecho sin matices, directo y evidente: la violación solo ocurre si el caso es extremo y demostrable. Que no quede duda, pues, que la víctima fue maltratada, coaccionada, herida, violentada, aterrorizada. Solo así, la sociedad baja la cabeza, asiente con preocupación y murmura muy preocupada sobre lo salvaje del agresor, sobre el castigo que merece por haber cometido un crimen. Quizás por desconocer las numerosas posibilidades que supone un acto de violencia semejante, el ciudadano de a pie siempre condenará una violación si puede asumirla como inevitable. Un pensamiento inquietante que tiene innumerables y duras implicaciones.

Los argumentos anteriores pueden parecer dramáticos, exagerados. Incluso extremos. Después de todo, la violación es un hecho de violencia que aún continúa arrastrando cierta culpabilización de la víctima. No existe una sola legislación que no intente demostrar una agresión sexual sin establecer si quien la sufrió pudo defenderse de manera visible. Todavía ninguna idea sobre la violencia sexual parece incluir la noción de que el sexo no consentido no sólo implica la violencia física, sino también la moral. ¿Cuántas veces no se insiste en que la víctima pudo haber evitado la violación cambiando su manera de vestir? ¿Cuántas veces no se sugiere que la víctima incitó al violador por su manera de hablar, de bailar o cuanto pudo beber antes de la agresión? ¿Cuantas ocasiones la víctima debe demostrar que a pesar de su edad o lo que pudo hacer fue víctima de la violencia? Son percepciones culturales que parecen sostenerse sobre el estereotipo del instinto “irreprimible del macho” y la cualidad “tentadora” de la mujer. Y de nuevo, la gran pregunta que me hago es: ¿Por qué un crimen de violencia sexual debe ser analizado como culpa y responsabilidad? ¿Que hace que un delito sexual sea menos absoluto, menos evidente? ¿Se debe a que la víctima debe demostrar su miedo y angustia? ¿Hacerlo bien visible? Y si no lo hace… ¿es menos grave, más angustioso, menos doloroso?

Muchas veces, la violación no es solo un acto de violencia, es una opinión social: sobre la víctima, el agresor y la circunstancia cultura que asimila la violación como un hecho confuso de múltiples interpretaciones. Una idea peligrosa y sobre todo que conlleva un riesgo evidente y directo: el de normalizar — asumir como cotidiano — un tipo de agresión violenta que destruye la identidad de la víctima. Ocurra en un callejón a oscuras o la habitación matrimonial, el dolor y las implicaciones son las mismas.

Fuente: https://www.huffingtonpost.es/entry/no-siempre-es-no-la-violencia-sexual-y-el-contexto-un-debate-interminable_es_5dacdeb2e4b0f34e3a77e989

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Los académicos sugieren la forma correcta de enseñar educación sexual a niños en Indonesia

Asia/Indonesia/xxx/

Algunos académicos piensan en la forma correcta de enseñar educación sexual en Indonesia, que hasta ahora no tenía un plan de estudios formal en las escuelas.

Sugirieron al gobierno y a las instituciones académicas que siguieran las pautas de educación sexual de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que podrían ayudar a los estudiantes a comprender varios aspectos de la sexualidad y la salud reproductiva.

El módulo de directrices de la OMS describe en detalle puntos importantes de aprendizaje que van desde la ética de las relaciones de los adolescentes, el respeto de los límites de los demás y el uso ético de las redes sociales.

En la actualidad, las escuelas en Indonesia enseñan aspectos de la salud reproductiva, pero aún se limitan a las amenazas de no tener relaciones sexuales y enfermedades de transmisión sexual (ETS). Casi no hay material que se centre en la sexualidad, el acuerdo de las relaciones o el contacto con los demás, lo que generalmente se llama consentimiento y otros temas sensibles al género.

Los miembros de la Cámara de Representantes (DPR) están debatiendo actualmente el Proyecto de Ley sobre la Eliminación de la Violencia Sexual (PKS) que contiene disposiciones relativas a la educación reproductiva.

 

Sri Wiyanti, presidente de la Sociedad de Derecho y Género (LGS) de la Facultad de Derecho de la Universidad Gadjah Mada, reconoció que la lucha por realizar un plan de estudios formal para la educación sexual todavía es larga.

«A nivel de los formuladores de políticas, todavía no son valientes, porque todavía llevan el discurso de ciertos grupos que solo ven la educación sexual como un problema moral y no como una necesidad», dijo cuando fue entrevistado por The Conversation la semana pasada (21/08).

En ausencia de educación sexual formal, Indonesia está experimentando una crisis de violencia sexual. Más del 33% de las mujeres han sufrido acoso sexual , una estimación bastante conservadora teniendo en cuenta que el 90% de los casos en Indonesia no se informan.

Concent debe ser una prioridad

La guía integral de Educación Integral en Sexualidad (CSE) de la OMS y otros organismos de las Naciones Unidas, está diseñada principalmente para la educación primaria y secundaria, y ofrece un enfoque de la educación sexual basada en los derechos humanos.

Ni Luh Putu Agastya Maitra, investigador principal en el Centro de Estudios y Promoción Protección y Calidad de Vida de los Niños (PUSKAPA), Universidad de Indonesia, hizo hincapié en la importancia de este enfoque, ya que pone el consentimiento y la ética se relacionan con otros como la base de su plan de estudios.

El módulo de aprendizaje en el currículo de Educación Integral en Sexualidad (CSE) de la OMS , CC BY

«Lo que debería centrarse es cómo empoderar y preparar a los niños y jóvenes para que se conviertan en adultos responsables, que puedan tomar decisiones de forma independiente. No ‘esterilizarlos’ por comportamientos riesgosos «, dijo.

«Necesitamos más discusión sobre el consentimiento y lo que significa en el contexto de los jóvenes», dijo Agastya.

Un estudio conjunto de varios grupos, incluida Lentera Sintas Indonesia, una organización que apoya a las sobrevivientes de violencia sexual, afirma la preocupación de Agastya. La encuesta encontró que más de la mitad de los indonesios experimentaron acoso sexual antes de cumplir 16 años .

En 2016, una escuela primaria privada (SD) probó un programa de educación sexual en clase que daba prioridad al consentimiento . Esto se hizo después de que el administrador de la escuela observara que muchos estudiantes varones a menudo tocaban los senos de las estudiantes como una broma.

El problema es que las escuelas públicas no tienen la flexibilidad de las escuelas privadas.

Agastya cree que la aplicación del plan de estudios CSE de la OMS al sistema educativo indonesio puede llenar este vacío al proporcionar módulos dedicados al derecho a un cuerpo.

La importancia de un currículum inclusivo

Sri Wiyanti agregó que enseñar a los niños sobre sexualidad y consentimiento debe hacerse con un enfoque neutral en cuanto al género, un principio que los estudiantes a menudo ignoran.

La Comisión de Protección Infantil de Indonesia (KPAI) señala que en 2019, el número de niños que son víctimas de abuso sexual es mayor que el de las niñas .

«Este concepto debe enseñarse a todos los estudiantes, hombres y mujeres. En la superficie, puede parecer que las víctimas son solo mujeres, pero los hombres también son víctimas ocultas «, dijo Sri Wiyanti.

Otra cosa revelada por Agastya es cómo el plan de estudios de CSE tiene pautas para implementar materiales de educación sexual en un entorno educativo informal .

«Hay muchos niños en edad escolar que son vulnerables y no están registrados como estudiantes. Piense en los niños en las calles, o en aquellos que se ven obligados a abandonar la escuela porque son pobres. El matrimonio temprano es más común en niños de familias de bajos ingresos «, dijo.

Según los datos del Banco Mundial, en 2017 en Indonesia había 7.3% de los niños en edad escolar primaria que no estaban en la escuela . Agastya dijo que estos niños solo tuvieron la oportunidad de recibir material sobre sexualidad y salud reproductiva de organizaciones no gubernamentales, que generalmente se centran en el tema del VIH / SIDA.

«Los materiales de educación sexual que incluyen edad, edad, cultura y habilidades son cruciales. Debemos mirar el panorama general primero antes de diseñar el plan de estudios «, dijo.

Los padres son una parte importante de la educación sexual.

Agastya y Sri Wiyanti opinan igualmente que la participación de los padres y la comunidad en la educación sexual actual es muy importante.

Aunque un plan de estudios formal para la educación sexual es obligatorio, la investigación muestra que los padres todavía tienen un papel central para garantizar que los niños tengan una comprensión adecuada de la sexualidad y la salud.

Desafortunadamente, un estudio también muestra que los padres en Indonesia rara vez hablan con sus hijos sobre la sexualidad y la salud reproductiva , generalmente porque lo consideran un tabú cultural.

«La educación sexual todavía recibe una respuesta negativa del público. Mucha gente piensa que esto sumerge a los niños y adolescentes en relaciones sexuales fuera del matrimonio «, dijo Sri Wiyanti.

Una investigación del Reino Unido que estudia el papel de los padres en la educación sexual sugiere que las escuelas primarias deben incluir y equipar a los padres con pautas y materiales de educación sexual.

La investigación también sugirió la formación de grupos de maestros y estudiantes que se reunían regularmente para que los esfuerzos de enseñanza en la escuela y en el hogar pudieran sincronizarse.

También existen algunas iniciativas similares en Indonesia que brindan un espacio seguro para que los padres hablen sobre el desarrollo infantil, como el Programa del Centro de Aprendizaje Familiar (PUSPAGA) del gobierno. Lamentablemente, el alcance y el contenido de la sexualidad y la salud reproductiva siguen siendo limitados.

«Se necesita la promoción para garantizar que la educación en salud reproductiva pueda ser proporcionada no solo por las escuelas e instituciones autorizadas, sino también por los padres, los maestros y la comunidad en general», dijo Agastya.

«Puede sonar como una guerra de información, pero esto es algo que no debemos perder. Esperemos que el público nunca se canse de hablar de esto «, agregó Sri Wiyanti.

Fuente: https://theconversation.com/akademisi-sarankan-cara-tepat-mengajarkan-pendidikan-seks-untuk-anak-di-indonesia-122627

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El simple esquema con el que una maestra enseña consentimiento sexual a los niños

Una profesora ha convertido en viral su explicación a alumnos de ocho o nueve años en una escuela de California.

Liz Kleinrock se ha propuesto enseñar consentimiento sexual a sus alumnos, niños de ocho o nueve años del World Charter School de Los Ángeles, ante las últimas noticias al respecto en su país. Pero lo que en principio iba a ser material para el colegio se ha convertido en un esquema viral compartido por medio mundo.

«La frustración por el estado de nuestro país me inspira para enseñar a mis chicos a hacer el bien. Hoy hablamos de consentimiento, explorando áreas grises como cuando alguien dice «sí» pero su lenguaje corporal dice «no». Hay que enseñarlo de forma explícita», explica en la publicación de Instagram.

El cuadro que triunfa en la Red es muy sencillo. Primero, se pregunta qué es el consentimiento y responde: «decir sí o no, tener permiso para hacer algo». Y a partir de aquí, desgrana las diferentes situaciones y reacciones.

¿Cómo suena el consentimiento? («Tiene que sonar positivo y con entusiasmo»)

  • «¡Sí!»
  • «¡Claro!»
  • «¡Por supuesto!»
  • «¡Ok!»
  • «Sí, por favor».

¿Cuándo necesitamos preguntar por consentimiento?

  • Para dar abrazos.
  • Para pedir cosas prestadas.
  • Para tocar a otra persona.
  • Besar.
  • Secretos.

¿Qué pasa si…?

  • Quieres un abrazo pero la otra persona no.
  • La otra persona dice «no» pero está sonriendo.
  • Estás abrazando a la otra persona pero cambia de parecer.
  • Esa persona te dejó abrazarle ayer pero hoy no quiere un abrazo.

La respuesta es simple: no hay consentimiento.

¿Qué puedes hacer para no dar ese consentimiento?

  • «No me siento bien ahora mismo».
  • «Quizás en otro momento».
  • «No me gusta eso» / «No quiero eso».
  • «No, gracias».
  • «Pregúntame más tarde».

Para practicar todos estos conceptos, la profesora planteó juegos durante dos semanas en los que el alumnado debía plantear situaciones y explicar sus ideas al respecto.

El resultado es totalmente satisfactorio para ella, que considera un éxito esta práctica: «Demuestra que estudiantes de ocho o nueve años son más inteligentes y tienen más inteligencia emocional que la mitad del Congreso».

También realizaron cómics y dibujos al respecto, y presentaron textos sobre lo que creían que era el consentimiento. «Es importante porque, si no lo haces, es posible que no confíen en ti la próxima vez que preguntes», decía uno de los niños.

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Irlanda: Los talleres de consentimiento sexual para estudiantes deberían ser obligatorios luego de un informe «inquietante»

Europa/Irlanda/independent.ie/Katherine Donnelly

Los talleres de consentimiento sexual pueden llegar a ser obligatorios para los estudiantes en todas las universidades de tercer nivel a raíz de una nueva investigación sobre las actitudes y conductas relacionadas con el sexo en el campus.

La ministra de Educación Superior, Mary Mitchell O’Connor, dijo que pensaba que era hora de hacerlos obligatorios, describiendo como hallazgos «preocupantes» de un estudio de NUI Galway.

En términos más generales, la Sra. O’Connor dijo que quería que todas las universidades demuestren un estándar mínimo uniforme de mejores prácticas para abordar cuestiones como el acoso sexual y las agresiones.

Ella dijo que era oportuno y apropiado formular un estándar de responsabilidad institucional e incorporarlo formalmente a los requisitos de gobernabilidad y regulación «para cualquiera que entregue educación de tercer nivel financiada con fondos públicos».

La ministra reconoció que ya se estaba haciendo un buen trabajo, pero quería mover el compromiso voluntario que muchas instituciones ya demostraron a un pie formal.

Ella dijo que estaría colaborando con el sector y en un nivel más amplio para llegar a la mejor opción para dicho estándar.

Las principales conclusiones del estudio, dirigido por el Dr. Pádraig MacNeela de NUI Galway School Psychology y el equipo SMART Consent de la universidad, y que involucró a más de 3,000 estudiantes en varias universidades, incluyeron:

  • El 70% de las mujeres y el 40% de los estudiantes varones experimentaron hostilidad sexual o cruda acoso de género durante sus años universitarios;
  • 25% de las mujeres estudiantes experimentaron contacto sexual no deseado o intentos de contacto sexual no deseado a través del uso o la amenaza de la violencia;
  • 71% de las mujeres y 63% de los estudiantes varones no estaban satisfechos con la educación sexual que recibieron en la escuela;
  • 67pc no consideró a un personaje femenino en una historia demasiado borracho como para dar su consentimiento después de haber consumido 28 bebidas estándar, el equivalente a una botella de vodka, 14 pintas de cerveza o más de tres botellas de vino.

El equipo de NUI Galway organiza talleres de consentimiento en la universidad y también capacitó a facilitadores en otras universidades.

La Dra. MacNeela dijo que el porcentaje de estudiantes que «acordaron fuertemente» se sintieron bien informados sobre el consentimiento sexual después de que un taller diera 71pc, en comparación con el 29pc anterior.

El consentimiento es uno de los principales objetivos de una revisión de la educación sexual en las escuelas, con miras a introducir el concepto de una manera apropiada para su edad. Para los alumnos de primaria, estaría cubierto por el respeto en las relaciones.

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