Por: Yasel Toledo Garnache
Los veo con la fuerza de aquellos días, con la energía y el valor. No se les nota el nerviosismo que seguramente sienten, porque eso de irse a la manigua, dejar la comodidad de los hogares para comer lo que aparezca y estar siempre en peligro, no era como para sonreír y saltar de alegría.
Aquella constituía la única opción posible para eliminar la explotación y decenas de calamidades; eran pasos honorables en busca del sueño de libertad para todo un pueblo.
Según relata el historiador César Martín García, quien durante muchos años fue director del Monumento Nacional La Demajagua, ya «el Padre» lo había dicho el 2 de octubre de 1868 en conversación con Francisco Vicente Aguilera: «Pelearemos aunque sea con las manos», y agregó: «Todo lo sé, pero no es posible aguardar más tiempo, las conspiraciones que se demoran siempre fracasan, porque nunca falta a ellas un traidor que las descubra».
En verdad eran muy escasos los fusiles, pero enorme la decisión, acompañada por lanzas de púas y machetes, armas poderosas en manos de corajudos repletos de anhelos colectivos.
Este señor humilde, ciego desde hace algún tiempo, pero capaz de transmitir mucha luz y hacer ver a otros sucesos fundamentales, agrega que antes del amanecer, Carlos Manuel salió de la primera habitación de la casa, caminó con firmeza hacia el exterior, sus pasos se escuchaban de forma leve hasta que se detuvo y con fuerza expresó: «De pie. El soldado del deber no puede permitir que la aurora le sorprenda en el lecho». Él sabía que desde la tarde anterior se reunieron en ese lugar más de 300 patriotas, dispuestos a luchar, y antes de las diez de la mañana del 10 de octubre ya sumaban unos 500.
«Ahora está ahí, yo lo veo» decía Martín García, con especial emoción. Frente a él, permanecíamos decenas de jóvenes creadores, integrantes de la Asociación Hermanos Saíz, todos bajo uno de los árboles del lugar y sentados en una de las ruedas del otrora ingenio, esa que según César, todos los revolucionarios debemos tocar.
Él nos dice: allí estaba la casa de Carlos Manuel, allá los esclavos, ahí la campana… Y nuestras mentes y corazones se llenan de más luces. Gracias al poder de las palabras, nos parecía ver lo ocurrido. En el grupo, todos atendíamos como embelesados y orgullosos por ser parte de lo iniciado aquel día, junto a una bandera confeccionada con la tela que apareció, incluidos pedazos de un vestido y de una copa de mosquitero, lo cual también hace más grande el momento, la decisión.
Después de la explicación de César, quien ya está jubilado, pero jamás se niega a ser guía de los jóvenes en el interior de la instalación, su segunda casa, donde pasó la mayor parte de cada jornada durante más de 30 años, nos tiramos decenas o cientos de fotos.
Yo pensaba en otros momentos: en visitas al Monumento Nacional Comandancia General del Ejército Rebelde en La Plata, intrincado paraje de la Sierra Maestra; en Las Coloradas, lugar del desembarco de los expedicionarios del yate Granma el 2 de diciembre de 1956; en Dos Ríos, donde cayó en combate José Martí, Héroe Nacional de Cuba, el 19 de mayo de 1895; en Cinco Palmas, escenario del reencuentro de Fidel, Raúl y otros combatientes, y en muchos más lugares de Granma, altares sagrados de la Patria.
Cada provincia tiene sitios de enorme significación, donde se respira historia, el corazón de la nación late más fuerte y la cubanía y el orgullo de vivir en un archipiélago repleto de heroicidades circula con más velocidad por las mareas de nuestros cuerpos, para reafirmarnos que los hijos de Céspedes, Martí, Fidel y otros grandes debemos ser siempre fieles a las esencias, sin importar las circunstancias ni los obstáculos.
Ojalá podamos ir a todos o a muchos, sentir la energía y el simbolismo de cada uno de esos lugares. Ojalá se multipliquen las multimedias sobre los diferentes hechos, los dramatizados y materiales audiovisuales de calidad, en un contexto caracterizado cada vez más por la preferencia por lo digital y las imágenes en movimiento.
Me agradan los animados estrenados en Granma sobre sucesos trascendentales, como el incendio de Bayamo por sus pobladores, el reencuentro en Cinco Palmas y el asalto al cuartel Carlos Manuel de Céspedes en la actual capital provincial el 26 de julio de 1953, cuando también fue atacado el Moncada, en Santiago de Cuba.
Es fundamental ser cada vez más creativos en la forma de presentar los sucesos, con fidelidad a la realidad. Cada profesor debe ser un manantial de conocimientos y enamorar a sus alumnos, con las pausas, entonaciones y gestos más adecuados.
Dejo de presionar el teclado y pienso en César, en La Demajagua, en «el Padre», en otros héroes, en las raíces, la sangre, los anhelos conquistados… La historia es una de las mayores fortalezas de Cuba, fuente de saberes y certezas, que resulta imprescindible preservar como un ser vivo, para el bien de todos.
Fuente: http://www.granma.cu/opinion/2017-08-17/sensaciones-en-un-altar-de-la-patria-17-08-2017-22-08-18