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Silvia Ons: “El discurso capitalista excluye al amor”

Argentina/22 de julio de 2016/www.revistaenie.clarin.com/Entrevistada por: Pablo E. Chacón

Autora de Comunismo sexual, la psicoanalista invita a pensar las relaciones sociales, las pasiones y la intimidad en la era del infantilismo, la imagen y la excitación constante. “Por su goce más disperso, las mujeres pueden adaptarse mejor a la dispersión del mundo actual”, dice en esta entrevista.

«Los enamorados se bastan a sí mismos y en esto se alejan del consumo; de ahí que el amor sea enemigo del capitalismo», explica Silvia Ons.
«Los enamorados se bastan a sí mismos y en esto se alejan del consumo; de ahí que el amor sea enemigo del capitalismo», explica Silvia Ons.

La psicoanalista Silvia Ons acaba de publicar Comunismo sexual (Paidós), donde se aprovecha de esa conjunción para reflexionar desde su práctica sobre las relaciones sociales en un mundo esclavo de la imagen, el espectáculo y el consumo, y cómo impacta ese formato del ente en las mujeres, los hombres y el amor entendido en su más amplia acepción. Esta es la conversación que sostuvo con Ñ digital.

-El libro invita a pensar una época de cambio: promiscuidad generalizada a la vez que indiferencia y desconexión, desencuentros múltiples, encuentros virtuales, etc. Y si nos remitimos a la historia del comunismo, estas conductas también estarían ordenadas por un socialismo menos libertario que autoritario. ¿Esto es así?
-El título es irónico. Así como Freud cuestionó las premisas psicológicas del comunismo como ideología, cabe realizar una operación similar respecto a las nuevas perspectivas que pregonan una suerte de “comunismo sexual”. Y recordar que (Freud) no emitió juicio sobre el comunismo desde el punto de vista económico sino sobre su concepción del hombre. Para él, la premisa psicológica del comunismo es “una vana ilusión”, ya que cancelando la propiedad privada no se eliminarían cuestiones relativas al goce, la agresión, el apetito de posesión, etc. Además, no cree en el nacimiento de un nuevo hombre, idea que le resulta afín con creencias religiosas de redención. Acuerdo con la idea de que el comunismo sexual pregonado en los albores de la Unión Soviética estaba anclado en una ideología que le daba sentido. Ahora, asistimos a una suerte de “comunismo secularizado”. Tomé el término de la manera en que los swingers bautizan a su práctica, pero más allá de ella; porque esa consigna está –de alguna manera– presente en las llamadas “comunidades de goce”. La transformación de prácticas sexuales en movimientos, consignas, modalidades, formas de vida, páginas en Internet, pretensiones de subcultura, no es algo típico de los swingers. Si en la época victoriana el psicoanálisis cuestionaba la pretensión de igualación de los ideales en sus ambiciones hegemónicas, hoy también le compete realizar esa operación respecto a las perspectivas que intentan homogeneizar los goces.

-Comunismo sexual está muy centrado en ciertas posiciones juveniles: el uso (y abuso) del viagra; el exhibicionismo de la “intimidad”. ¿Existe una nueva juvenilia que hace uso de los soportes digitales “ignorando” las “bondades” (y complicaciones) del amor? ¿Por qué pensás que los adultos, a la vez, hacen un culto de la juventud, casi como si fuera una mercancía?

-Jacques Lacan dice que el discurso capitalista excluye al amor. Los enamorados se bastan a sí mismos y en esto se alejan del consumo; de ahí que el amor sea enemigo del capitalismo. En el amor, el otro no es una moneda de cambio sino que se revela como insustituible. Y a la inversa, Marx descubrió que en el capitalismo el valor de uso, subjetivo, es sustituido por el valor de cambio: las cosas no valen por sí mismas sino por el valor de mercado. El detalle que se agrega en el capitalismo tardío es que lo mismo vale para los sujetos, y de ahí el drama de devenir obsoleto como los objetos. El culto por la juventud se basa, buena parte, en este principio. Hace tiempo, (Claude) Lévi-Strauss observó que el consumo estaba transformando a los estadounidenses en niños al acecho de novedades. Lacan se refirió a la figura del niño generalizado inspirándose en un texto de (André) Malraux: “No hay personas mayores”, respondió el confesor de las Antimemorias cuando se le preguntó qué había aprendido en sus largos años de sacerdocio.

-¿Entonces?
-Entonces, por un lado el mercado empuja a que los individuos se conviertan en consumidores responsables, gestores de su vida. Y por el otro funciona como un agente “infantilizador” del sujeto. Adultos que compran ositos infantiles y que llevan camisetas Barbie, que van en patineta tarareando melodías de los programas televisivos. Los perfumes con olores colegiales, el gel que simula chocolate. Los viejos quieren parecer jóvenes y los jóvenes adultos se niegan a envejecer. Y conforme se desarrolla el mercado del “consumo regresivo”, la negativa a envejecer comienza cada vez más rápido; los individuos parecen querer vivir en la prolongación eterna de la infancia o juventud. El propósito crucial del consumo no es satisfacer necesidades sino convertir al consumidor en producto, elevar su estatus al de “bien de cambio”. Eso explica la importancia de la depresión: no ser “bien de cambio” es no pertenecer a esa lógica. No sé si los jóvenes ignoran las bondades y complicaciones del amor; creo, más bien, que se topan con su dificultad y con lo que se ofrece (la “previa”, el viagra, las drogas) para taponar la posibilidad de un encuentro amoroso.

-La “intimidad” en las redes sociales, ¿no supone un cortocircuito entre los sujetos, un déficit de encuentros cara a cara, el goce de una soledad culposa? ¿Esta es la intimidad que propone el mundo contemporáneo? ¿O eso no es intimidad?
-De acuerdo. Creo que hay una abolición de la intimidad. El mercado da para todo y los fantasmas se ofrecen cual mercancías. Lo que era clásicamente íntimo se brinda a consumir sin pudor. A medida que se debilita el espacio público, lo privado se hace obscenamente público. Internet favorece que los fantasmas privados adquieran consistencia, espesor, y que se realicen sin mediación, pruritos, vergüenza, multitud de escenificaciones sexuales encuentran por ese camino la manera más fácil de concretarse. Considero que la realización automática de los fantasmas tiene relación con la ausencia del rostro; el rostro está omitido en ese tipo de contactos, pese a las fotos, pese a las cámaras en las que se ven las imágenes de las personas en juego, pese a que luego, en un encuentro se vean la cara. Es necesario detenerse en la significación de la presencia del rostro ya que –es mi hipótesis– esa presencia tiene función de límite en las consumaciones fantasmáticas. Basta pensar en la forma en que el impulso fantaseado se antepone a la historicidad del sujeto, a su rasgo singular. Ese impulso va primero, es idéntico al sujeto que está en juego, y se le adelanta. Alguien enuncia sus preferencias sexuales por Internet y esas preferencias toman un valor que antes no tenían: transformadas en mercancía, adquieren un valor agregado. Es el valor de cambio descrito por Marx, en la medida en que ingresa al mercado lo que antes era sólo valor de uso. Aquí hay que entender el mercado no sólo como dispositivo financiero sino como una vitrina en la que algo se da a ver para ser elegido según “el gusto”. Y de la misma manera que cualquier experto en economía sabe que la oferta genera demanda, habría que preguntarse si el gran abanico de perversiones en la actualidad no está favorecido por las mismas ofertas.

-¿Podría decirse que René Descartes es el primer teórico del “macho alfa”, según podría deducirse del texto; y que el fracaso de esa figura no implica al autor del “Discurso del método” más que de forma anecdótica?
-En todo caso, Descartes fue un “macho alfa” interpelado por una mujer. Posterior al Discurso del Método están Las pasiones del alma. El escrito está basado en la correspondencia que el filósofo mantuvo con Elisabeth de Bohême. Frente a las dolencias que padece, él le propone un uso de las pasiones. Con sus síntomas, la princesa pondrá el acento sobre el límite interno del sistema cartesiano. Ella leyó las Meditaciones y se interesó particularmente sobre la relación entre el alma y el cuerpo: si se parte de la distinción entre res cogitans, donde el atributo principal es el pensamiento, y res extensa, donde el atributo principal es la materia, ¿cómo es que uno afecta al otro? La pregunta de la princesa excede el marco epistémico, concierne a sus más profundas dolencias: problemas estomacales, respiratorios, estados depresivos, fiebres a repetición. Descartes capta que esos síntomas no se resuelven desde la medicina; provienen de las enfermedades del alma, anticipando así, al menos en un punto, el descubrimiento freudiano. Pero Descartes no es Freud, aunque Elisabeth tenga semejanzas con nuestras conocidas histéricas. Entonces, intenta hacer de la princesa una heroína corneliana. Es suficiente –le dice– que por la fuerza de la virtud tranquilice a su alma, a pesar de las desgracias de la suerte. Son interesantes las réplicas de la princesa; marcan una hiancia entre la teoría cartesiana y la práctica, sus síntomas no obedecen al imperio de la razón e inspiran la escritura del Tratado de las pasiones. En la correspondencia entre el filósofo y la princesa encontramos la eficacia de la transferencia amorosa. En Los principios, Descartes afirma la importancia de la voluntad. Sin embargo, en las cartas a Elisabeth, no cree en las exaltadas declaraciones de los hombres de Corneille, que sometían la pasión a una razón soberana. Vemos allí el resultado fructífero de un ‘macho alfa’ en su encuentro con una dama.

-¿Cuál es su opinión sobre Guy Debord y su sociedad del espectáculo? ¿De qué espectáculo se trataría en esta época?
-Debord pensó algo que es fundamental en esta época: ubicó un nuevo valor que ya no es el “ser” ni el “tener” sino el “aparecer”. De ahí la importancia mediática y el afán por aparecer a cualquier precio y de cualquier manera. Vivimos en el colmo de la sociedad del espectáculo y creo que habría que pensar a (Martin) Heidegger cuando habló del mundo como imagen y escribió La época de la imagen del mundo, donde afirma, luego de explicar cómo cada época se basa en una interpretación diferente del ente, que lo que caracteriza a la modernidad es el mundo como imagen.

-La cultura de la imagen cruzada con la velocidad, ¿favorece la anulación del silencio, la calma, el trabajo sobre uno mismo?
-Habría que escribir un tratado acerca del valor del silencio para la reflexión. Los espacios antes reservados al silencio hoy están ocupados por aparatos para estar “conectados”: el celular, la computadora, la televisión. No me refiero sólo al silencio para pensar algo “serio”, sino el silencio para fantasear, retraernos a nuestra “morada”. Lejos quedaron las ensoñaciones en los viajes. Casi todos están presos de los celulares. Se vive estimulado por imperativos de goce, por una velocidad cruzada por la imagen. Pascal decía que “nuestros sentidos no perciben nada extremo. Demasiado ruido nos ensordece. Demasiada luz nos deslumbra. Nosotros no sentimos ni el frío extremo, ni el calor extremo. Las cualidades excesivas nos son enemigas, y no sensibles, no las sentimos, las sufrimos”. El filósofo capta que en el extremo, en psicoanálisis llamado exigencia de goce superyoico, se produce un alejamiento del campo sensible. Paul Virilio muestra que eso equivale a tratar lo viviente como motor, máquina de acelerar. Ya decía Nietzsche que lo que más le importa al hombre moderno no es el placer ni el displacer sino la excitación. Cuando se quiere dar cuenta de un estado de excitabilidad, se dice que alguien está “eléctrico”, aludiendo a un cuerpo que no parece humano; también cuando se habla de “máximo rendimiento”, se dice “es una máquina”; ponerse en carrera es tener “pilas”, y ponérselas, la demanda dirigida a quien “se cuelga”.

-¿Por qué razón se supone que las mujeres soportan mejor estas nuevas condiciones que los hombres? ¿Alcanza con decir que ellas se han falicizado y los hombres acobardado?
-Creo que no se puede generalizar, pero diría que el hombre tiene un goce más localizado, y la mujer más disperso. Eso hace –quizá– que ellas puedan adaptarse mejor a la dispersión del mundo actual. La pluralidad del goce femenino hace que muchas mujeres puedan reponerse ante una pérdida, “armándose” con otra cosa. Para muchos hombres, esa pérdida puede ser fatídica. Basta con pensar en las depresiones y suicidios de algunos que pierden su espacio “fálico” en una empresa, o en su propia casa.-

Tomado de: http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/Entrevista-Silvia-Ons-El-discurso-capitalista-excluye-al-amor_0_680332204.html

Imagen: https://www.google.com/search?q=Comunismo+sexual&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwjl54SunIXOAhXFWSYKHRRkBK8Q_AUICCgB&biw=1366&bih=623#tbm=isch&q=Comunismo+sexual+de+silvia+ons&imgrc=c5s0KAt4kDXd_M%3A

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Consumir políticas. Dilemas latinoamericanos

Por: Alfredo Serrano Mancilla

 

El consumo es el territorio social de la diferenciación, la jerarquización y un indicador social del ascenso.

I.
Yo consumo. El pueblo es una operación política, una invención, un conjunto de actores y ciudadanos, pero también es un universo de consumidores e individualidades que presionan sobre la política. Que están ahí, exigiendo ampliar sus posibilidades. La subjetividad posmoderna, la individuación y su vinculación con el consumo se han transformado en un problema electoral, y también político. Es un dilema para todos los gobiernos. El mercado -no solo en su dimensión compra-venta- se ha metido en la cama de la política. En los últimos años, el consumo fue incorporado como política pública: ampliar el mercado interno, el empleo, el salario, etc. Pero poco fue pensado como condición de la subjetividad posmoderna y global. Como práctica donde se realiza lo privado y una identidad vinculada a éste. El consumo es el territorio social de la diferenciación, la jerarquización y un indicador social del ascenso. El momento de lo privado que acecha a lo público. El ciudadano-consumidor es un voto en sí mismo.

II
La mayoría de los proyectos de cambio (Venezuela, Argentina, Bolivia, Ecuador) partieron de un pacto social y económico basado en la lógica ganar-ganar. La gobernabilidad fue viable –por un tiempo- para los intereses de todos los actores. El Estado asumió un papel protagónico reapropiándose de los sectores estratégicos, redistribuyendo la riqueza a través de políticas públicas activas. Logró incluir a las mayorías sociales en clave de consumo gracias a la mejora en el empleo y salario. Mayorías y consumidores se articularon y se expresaron al mismo tiempo. Una asociación que no siempre va de la mano, sobre todo, cuando los problemas económicos aparecen y el Estado ya no aparece como “garantizador” del consumo. Ante coyunturas críticas, la figura del consumidor demanda lo mismo (a veces más) sin preocupación por el interés colectivo. Lo general es su enemigo. Emerge un consumidor liberal que no desea discutir sobre lo estatal ni sobre políticas gubernamentales. Lo que busca es seguir consumiendo.

III
La demanda interna creció y se democratizó significativamente en estos años. El mercado interno no pudo de ninguna manera ser satisfecho por el sector público. Pero la oferta privada nacional tampoco logró ser la respuesta a este nuevo fenómeno económico inclusivo. Fue imposible producir internamente al mismo ritmo que lo hacía el consumo interno. El mercado, sus intereses y actores, se expandió más allá del Estado. Se multiplicó y tomó su propio rumbo sin posibilidad real de ser gestionado ni controlado por las políticas públicas. He aquí la nueva cuestión de época.

IV
Existe una vida social contemporánea que por momentos no es captada en su complejidad por los gobiernos. Un poder en ciernes y en transformación, cuya velocidad muchas veces no puede captarla. La gran avenida del consumo cobijó a todos aquellos que mejoraron su situación. Les tendió la mano. Con “lo social” satisfecho, el consumo se volvió la gran madre de la movilización ascendente.

V
Tras las bambalinas del consumo, se fragua el dilema de época para estos procesos de cambio. A medida que el Estado recuperaba -por distintas vías- las divisas, se forjaba una mayor dependencia del capital privado en el uso de las mismas para importar bienes y servicios. Cuando la divisa se hizo escasa la política se encontró con el mercado y con ese mundo privado dispuesto a todo. Mientras tanto, los consumidores fueron a elecciones y votaron.

  1. En este cambio de época se avanzó en materia de derechos sociales gracias a todo lo realizado en la esfera pública. Sin embargo, los gobiernos progresistas no pudieron limitar ni desgastar el consumismo y su lógica aspiracional. Paradójicamente, su estrategia de integración fue a través del mismo. Por tanto, se encontraron con el segundo dilema: aceptar la fuerza globalizadora de la cultura del consumo, mientras necesitaban limitar las exigencias venidas de los actores económicos-financieros globales. Este dilema se encuentra en el centro de la escena gubernamental. Es un proceso que no es considerado por los ciudadanos en su vida cotidiana. Solo es un dilema para el Gobierno; la persona consume y se encarga de su vida. Participa en la polis con su “bolsillo” pero no como un homo consumis sino con la resignificación política-social de su nueva condición de consumidor/ciudadano. Mas allá, de su inclusión a través del universo de políticas sociales, privilegia opciones políticas que busquen saciar su propia invidualidad y diferenciación. Esta defensa del “derecho individual de consumo” se enfrenta con los imaginarios de las políticas que le permitieron gozar de su condición actual. En momentos de turbulencias económicas, esta subjetividad puede ser expresada por opciones de derecha, cada vez más preocupada por la rebelión de “lo privado” y representada en una discursividad de lo cotidiano que evade e impugna los grandes relatos hiperideologizados. En el territorio de la subjetividad posmoderna ha encontrado su votante.

VII.
La izquierda debe lidiar con una subjetividad que también le pertenece y necesita. Deberá “descender” al mundo del individuo y de los actores para repensar sus prácticas en contextos de intensa globalización. Tendrá que pensar en el votante  y en sus capacidades -siempre mínimas- de erosionar o reconducir esta subjetividad que puede poner en riesgos proyectos democratizadores, inclusivos y bienestaristas. La opción de votar por órdenes decididamente desiguales es una posibilidad que brinda el mundo contemporáneo y la lógica cultural del consumo. La izquierda no puede darle la espalda. Le tocará afrontar esta contradicciónpropia del proceso de cambio. La clave está en hacerlo creativamente.

Tomado de: http://laventana.casa.cult.cu/noticias/columnas/orbita/2016/06/23/consumir-politicas-dilemas-latinoamericanos/

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Este corto vídeo hará que te cuestiones el consumismo una vez más.

www.angelabarrazarisso.blogspot.com
La tecnología es maravillosa, pero no es un secreto el costo que tienen los aparatos en materia de producción. El ambiente es el mayor perjudicado y no somos capaces de dimensionar las repercusiones de aquello en el mediano y largo plazo.
Lo más jodido es que los dispositivos, en vez de estar en función del ser humano, está en función del consumo y los adelantos llegan a nuestras manos, cuando ya están obsoletos y está listo el nuevo modelo (de televisores, celulares, computadores, etc.) para salir al mercado, lo que nos lleva a más y más consumo, en una cruzada que no se detiene ya que “tener el último modelo” de lo que sea, no sólo significa que estamos a la vanguardia, sino que además, otorga un estatus que parece importarle a alguien (todavía no descubro a quién).
El valor de las cosas, parece no importarle a nadie y aparece como un discurso “de mamá” que está obsoleto. Yo recuerdo el exprimidor, que estuvo en casa de mis viejos por casi 20 años y no se cambiaba porque todavía funcionaba. Quizás no era una mala práctica después de todo. Finalmente, si sacas jugo de limón con un exprimidor viejo, con un exprimidor eléctrico o con el tenedor, no tiene mayor relevancia a la hora de comer ensaladas y eso se puede desplazar a cualquier cosa. Lo cierto es que estamos hechos mierda en deudas y cosas que, cuando volvemos de la pega, estamos demasiado cansados para usar.
Es bueno tomar caldito de cabeza de vez en cuando y este video está perfecto para un domingo por la tarde. A ver si le encontramos tanto sentido a partirnos el lomo por las lukas que vamos a dejar íntegramente a las casas comerciales, como si fueran fichas de pulpería.

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