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Débil consenso global en «los futuros de a educación»: el mundo urge nuevo contrato social sin proponer planes de acción. UNESCO

Dos años de preparación y consultas mundiales de la UNESCO que involucraron a más de un millón de personas han terminado en un débil consenso global sobre los futuros de la educación. Este informe urge un nuevo contrato social para la educación como paso fundamental para reimaginar juntos nuestros futuros «pacíficos, justos y sostenibles», a partir de transformar la educación misma para lograr algo similar con esos futuros, pero reconoce que las propuestas son simplemente un punto de partida, una invitación a pensar e imaginar más que un plan de acción. Su texto íntegro se acaba de publicar en inglés y francés, y no saldrá en español y otros idiomas hasta el 2022.
No obstante, UNESCO ha puesto ambición tanto en el título de su nuevo informe mundial sobre el futuro de la educación, titulado Reimaginar nuestro futuro juntos: un nuevo contrato social para la educación, como en su premisas de que la humanidad y el planeta Tierra se encuentran en peligro y la gobernanza democrática ha retrocedido. También en el método de buscar y adoptar medidas consensuadas de forma urgente para cambiar de rumbo y replantearnos nuestros futuros.

La tradición de informes como este (sus 4 precedentes históricos fueron Aprender a ser: la educación del futuro,  en 1971-1972; La educación encierra un tesoro,  1993-1996; Los Siete saberes necesarios para la educación del futuro, 1999, y Replantear la educación. ¿Hacia un bien común mundial?) es de presentarlos como históricos y únicos en cada generación para repensar cómo el conocimiento y el aprendizaje darán forma al futuro de la humanidad y del planeta. Pero ante la generación que ha de afrontar grandes desafíos de creciente desigualdad ante las previsibles disrupciones de la inteligencia artificial y las pretensiones de dotar de ética y derechos a las máquinas, UNESCO se limita a recordar principios reconocidos como derechos humanos formalmente por la ONU en 1948 como una educación de calidad a lo largo de toda la vida o la educación como bien público y común, según expertos del Consejo Editorial de Ibercampus.

Preparado por una Comisión Internacional sobre el Futuro de la Educación que preside la presidenta del país más pobre del mundo las últimas décadas, la República Democrática Federal de Etiopía, Sahle-Work Zewde, el Informe busca desde antes de la Covid 19 proyectar la educación hasta el año 2050 y más allá, así como según la literatura oficial navegar por las interrupciones clave relacionadas con el clima, la participación democrática, la digitalización y el trabajo. Pero casi su única receta para garantizar esos dos principios institucionalizados a partir de 1948 es urgir un nuevo contrato social para la educación que tiene como objetivo reequilibrar nuestras relaciones entre nosotros, el planeta y la tecnología.

En un momento en que el clima, la salud y los desafíos tecnológicos se cruzan, repensar la educación es más necesario que nunca para orientar el futuro, dijo la Directora General de la UNESCO, Audrey Azoulay. Y debemos hacer esto juntos porque la educación del mañana debe dejar más espacio para la participación y la contribución de toda la comunidad educativa y de la sociedad en general. Este informe propone acciones para forjar este nuevo contrato social para nuestras sociedades.

El Informe pide también pedagogías para enfatizar cambios en la cooperación, la colaboración y la solidaridad. Insta a que los planes de estudio se orienten hacia el aprendizaje ecológico, intercultural e interdisciplinario. Afirma que la enseñanza debe profesionalizarse aún más como un esfuerzo colaborativo y reconocer a los docentes como figuras clave en la transformación educativa y social. Pide también que las escuelas sean protegidas como sitios indispensables para promover la inclusión, la equidad y el bienestar colectivo, pero que se rediseñen para fomentar una mayor colaboración y convertirse en ejemplos de sostenibilidad y neutralidad de carbono.

El Informe hace un llamamiento a un programa de investigación colaborativa sobre el derecho a la educación a lo largo de la vida e insta a renovar la solidaridad global y la cooperación internacional para expandir las oportunidades educativas en los espacios sociales, culturales y profesionales.

Afirma que el derecho a la educación debe ampliarse para que sea de por vida y abarque el derecho a la conectividad. Uno de los mensajes clave que nuestra Comisión escuchó de todas las consultas es que la educación no solo es esencial para que las personas vivan una vida digna y significativa; también es crucial para dar forma a nuestros futuros compartidos , dijo el presidente Sahle-Work Zewde. Pensar en la educación como una forma de bienestar compartido es una idea clave que se encuentra presente en el informe. Nuestros sistemas educativos deben enfatizar mejor nuestra interconexión, fomentar el pensamiento crítico, el compromiso cívico y la conciencia de nuestra humanidad y nuestro planeta compartidos. Forjar un nuevo contrato social para la educación es un paso fundamental hacia la reinvención de nuestro futuro juntos.

El Informe pide que millones de personas, instituciones y organizaciones de todo el mundo impulsen y realicen el nuevo contrato social,  llamando a los educadores, jóvenes, investigadores y tomadores de decisiones a renovar la educación tras discutir lo que debemos mantener, lo que debemos abandonar, lo que necesita ser reinventado y cómo lograrlo en sus instituciones educativas y comunidades.

Nombrada en 2019, la Comisión Internacional está compuesta por líderes de la política, el mundo académico, las artes, la ciencia, los negocios y la educación. De las 17 personas que la integran, tres son latinoamericanas: Cristovan Buarque, político y profesor emérito de la Universidad de Brasíl; Elisa Guerra, profesora, fundadora del Colegio Valle de Filadelfia, en México, además de autora de la serie Filadelfia para la Editorial Pearson y Premio ALAS-BID a la mejor educadora de Latinoamérica 2015, y Tarcila Rivera Cea, una de las más reconocidas activistas indígenas en Perú y el mundo, presidenta de CHIRAPAQ, Centro para Culturas Indígenas de Perú.

Hacia un nuevo contrato social para la educación: resumen de 186 páginas

Nuestro mundo atraviesa un momento crítico. Ya sabemos que el conocimiento y el aprendizaje son fundamentales para la renovación y la transformación. Sin embargo, las disparidades mundiales, así como la necesidad apremiante de replantearnos por qué, cómo, qué, dónde y cuándo aprendemos, suponen que la educación aún no está cumpliendo su promesa de ayudarnos a forjar un futuro pacífico, justo y sostenible.

En nuestra búsqueda de crecimiento y desarrollo, los seres humanos hemos ejercido demasiada presión sobre nuestro medio natural, poniendo en peligro nuestra propia existencia. Hoy en día, los altos niveles de vida coexisten con profundas desigualdades. Aunque cada vez más personas participan en la vida pública, el tejido de la sociedad civil y la democracia está perdiendo firmeza en muchos lugares del mundo. Los rápidos cambios tecnológicos están transformando muchos aspectos de nuestra vida, pero estas innovaciones no están orientadas como deberían a la equidad, la inclusión y la participación democrática.

Todas las personas que viven hoy en día tienen la importante obligación, tanto para con las generaciones actuales como para con las futuras, de garantizar que nuestro mundo sea un mundo de abundancia y no de escasez, y que todos disfruten plenamente de los mismos derechos humanos. A pesar de la urgencia de actuar, y en un contexto de gran incertidumbre, tenemos motivos para estar llenos de esperanza. Como especie, nos encontramos en un momento de nuestra historia colectiva en el que tenemos más acceso que nunca al conocimiento y a herramientas que nos permiten colaborar. Para la humanidad, la posibilidad de participar en la creación conjunta de mejores futuros nunca ha sido mayor.

Este informe mundial de la Comisión Internacional sobre Los futuros de la educación plantea la cuestión de la función que puede cumplir la educación para dar forma a nuestro mundo común y nuestro futuro compartido de cara a 2050 y más allá. Las propuestas que presenta son el resultado de un proceso mundial de participación y creación conjunta de dos años, que mostró que un gran número de personas, ya fueran niños, jóvenes o adultos, son muy conscientes de que estamos conectados en este planeta compartido y de que mejorar esa experiencia para todos exige que trabajemos juntos.

A menudo ya están dedicados a generar esos cambios ellos mismos. Este informe incorpora sus contribuciones a todos los factores, desde la forma de replantearse el espacio de aprendizaje hasta la descolonización de los planes de estudios y la importancia del aprendizaje social y emocional, y explora sus miedos reales y crecientes en relación con el cambio climático, las crisis como la COVID-19, las noticias falsas y la brecha digital.

La educación, es decir, la forma de estructurar la enseñanza y el aprendizaje a lo largo de la vida, ha desempeñado durante mucho tiempo un papel fundamental en la transformación de las sociedades humanas. Nos conecta con el mundo y entre nosotros, nos abre a nuevas posibilidades y refuerza nuestras capacidades de diálogo y acción. Pero para forjar futuros pacíficos, justos y sostenibles, es necesario transformar la educación misma.

La educación puede considerarse un contrato social, esto es, un acuerdo implícito entre los miembros de una sociedad de cooperar para obtener un beneficio común. Un contrato social es más que un convenio, ya que refleja normas, compromisos y principios que tienen un carácter legislativo formal y que están culturalmente arraigados. El punto de partida es una visión común de los fines públicos de la educación. Este contrato consiste en los principios fundacionales y organizativos que estructuran los sistemas educativos, así como en el trabajo distribuido que se realiza para crearlos, mantenerlos y perfeccionarlos.

Durante el siglo XX, la educación pública buscaba esencialmente apoyar a la ciudadanía nacional y los esfuerzos de desarrollo mediante la escolaridad obligatoria de niños y jóvenes. Pero en el momento actual, en el que nos enfrentamos a graves riesgos para el futuro de la humanidad y la propia vida del planeta, debemos reinventar urgentemente la educación para que nos ayude a afrontar los retos comunes. Este acto de reimaginar significa trabajar juntos para crear futuros que sean compartidos e interdependientes. El nuevo contrato social para la educación debe unirnos en torno a los esfuerzos colectivos y aportar el conocimiento y la innovación necesarios para forjar futuros sostenibles y pacíficos para todos, basados en la justicia social, económica y ambiental. Y debe también, al igual que hace el presente informe, defender la función que desempeñan los docentes.

Son tres las preguntas esenciales que deben plantearse en materia de educación de cara a 2050, a saber, ¿qué deberíamos seguir haciendo?,¿qué deberíamos dejar de hacer? y ¿qué debería reinventarse de forma creativa?

Principios fundacionales

Todo nuevo contrato social debe basarse en los amplios principios que sustentan los derechos humanos (inclusión y equidad, cooperación y solidaridad, así como responsabilidad colectiva e interconexión) y deberá regirse por los dos principios fundacionales siguientes:

  • Garantizar el derecho a una educación de calidad a lo largo de toda la vida. El derecho a la educación, establecido en el artículo 26 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, debe seguir siendo el fundamento del nuevo contrato social para la educación y debe ampliarse para incluir el derecho a una educación de calidad durante toda la vida. También debe abarcar el derecho a la información, a la cultura y a la ciencia, así como el derecho a acceder y contribuir al patrimonio común de conocimientos, es decir, los recursos de conocimiento colectivos de la humanidad que se han acumulado durante generaciones y que se transforman continuamente.
  • Reforzar la educación como bien público y común. En su calidad de esfuerzo social compartido, la educación crea propósitos comunes y permite que los individuos y las comunidades florezcan de forma conjunta. Un nuevo contrato social para la educación no solo debe garantizar que esta reciba financiación pública, sino que comprende también un compromiso de la sociedad en general de incluir a todos en los debates públicos sobre la educación. Es este énfasis en la participación lo que refuerza la calidad de patrimonio común de la educación, esto es, una forma de bienestar compartido que se elige y se logra conjuntamente.

Estos principios fundacionales reposan en lo que la educación ha permitido a la humanidad conseguir hasta ahora y contribuyen a garantizar que, a medida que avanzamos hacia 2050 y más allá, la educación empodere a las generaciones futuras para que reimaginen sus futuros y renueven sus mundos.

Entre las promesas del pasado y las incertidumbres del futuro

La agravación de las desigualdades sociales y económicas, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, un uso de los recursos que sobrepasa los límites planetarios, el retroceso democrático y las tecnologías de automatización disruptivas son las características de nuestra coyuntura histórica actual. Estas múltiples crisis y desafíos que se superponen socavan nuestros derechos humanos individuales y colectivos, y han provocado daños para una gran parte de la vida en la Tierra. Aunque la expansión de los sistemas educativos ha creado oportunidades para muchos, un gran número de personas debe conformarse con un aprendizaje de baja calidad.

Mirar hacia el futuro nos pone frente a un cuadro aún más sombrío. Ciertamente, es posible imaginar un planeta agotado, con menos espacios para la habitación humana. Los escenarios futuros extremos también incluyen un mundo en el que la educación de calidad es un privilegio de las élites, y en el que amplios grupos de personas viven en la miseria porque no tienen acceso a los bienes y servicios esenciales. ¿No harán las desigualdades educativas actuales más que agravarse con el tiempo hasta que los planes de estudios lleguen a ser irrelevantes? ¿Cómo afectarán estos posibles cambios a nuestra humanidad esencial?

Ninguna tendencia es inexorable. Son posibles múltiples futuros alternativos, con transformaciones disruptivas en diversas esferas clave, como se indica a continuación:

  • El planeta está en peligro, pero la descarbonización y la ecologización de las economías están en marcha. En este caso, los niños y los jóvenes ya cumplen una función de liderazgo, exigiendo una acción real y haciendo severos reproches a quienes se niegan a afrontar la urgencia de la situación.
  • En el último decenio, el mundo ha sido testigo de un retroceso de la gobernanza democrática y un aumento del sentimiento populista impulsado por la identidad. Al mismo tiempo, han prosperado la participación ciudadana y el activismo cada vez más activos que combaten la discriminación y la injusticia en todo el mundo.
  • Las tecnologías digitales encierran un enorme potencial de transformación, pero aún no hemos descubierto cómo hacer realidad sus numerosas promesas.
  • El reto de crear un trabajo decente centrado en el ser humano está a punto de tornarse mucho más complejo a medida que la inteligencia artificial (IA), la automatización y las transformaciones estructurales cambian la configuración de los panoramas laborales en todo el mundo. Al mismo tiempo, cada vez más personas y comunidades reconocen el valor del trabajo de asistencia y cuidado y las múltiples formas en que debe brindarse seguridad económica.

Cada una de estas nuevas perturbaciones ejerce repercusiones considerables para la educación. A su vez, lo que hagamos juntos en materia educativa determinará la forma en que responderá.

Actualmente, la forma en que organizamos la educación alrededor del mundo no basta para garantizar sociedades justas y pacíficas, un planeta sano y un progreso compartido que beneficie a todos. De hecho, algunas de nuestras dificultades provienen de nuestra manera de impartir educación. Un nuevo contrato social para la educación debe permitirnos pensar diferente sobre el aprendizaje y las relaciones entre los alumnos, los docentes, el conocimiento y el mundo.

Propuestas para renovar la educación

La pedagogía debería organizarse en torno a los principios de cooperación, colaboración y solidaridad. Debería fomentar las capacidades intelectuales, sociales y morales de los alumnos, para que puedan trabajar juntos y transformar el mundo con empatía y compasión. Al mismo tiempo, hay que “desaprender” la tendenciosidad, los prejuicios y las divisiones. La evaluación debería reflejar estos objetivos pedagógicos, de tal modo que se promuevan un crecimiento y un aprendizaje significativos para todos los alumnos.

Los planes de estudios deberían hacer hincapié en un aprendizaje ecológico, intercultural e interdisciplinario que ayude a los alumnos a acceder a conocimientos, y producirlos, y que desarrolle al mismo tiempo su capacidad para criticarlos y aplicarlos. Los planes de estudios deben adoptar una comprensión ecológica de la humanidad que reequilibre la forma en que nos relacionamos con la Tierra, teniendo en cuenta que es un planeta vivo y nuestro único hogar. Es importante frenar la difusión de información errónea mediante una alfabetización científica, digital y humanística que refuerce la capacidad de distinguir la mentira de la verdad. En los contenidos, métodos y políticas de educación deberíamos promover la ciudadanía activa y la participación democrática.

La enseñanza debería seguir profesionalizándose como una labor colaborativa en la que se reconozca la función de los docentes de productores de conocimientos y figuras clave de la transformación educativa y social. La labor de los docentes debería caracterizarse por la colaboración y el trabajo en equipo. La reflexión, la investigación y la creación de conocimientos y nuevas prácticas pedagógicas deberían ser parte integrante de la enseñanza. Esto significa que hay que respaldar la autonomía y la libertad de los docentes, y que estos deben participar plenamente en el debate público y el diálogo sobre los futuros de la educación.

Las escuelas deberían ser lugares educativos protegidos, ya que promueven la inclusión, la equidad y el bienestar individual y colectivo, y también deberían reimaginarse con miras a facilitar aún más la transformación del mundo hacia futuros más justos, equitativos y sostenibles. Las escuelas deben ser sitios que reúnan a grupos diversos de personas, ofreciéndoles desafíos y oportunidades que no existen en ninguna otra parte. Hay que aportar las modificaciones necesarias a las arquitecturas, los espacios, los horarios y las agrupaciones de alumnos de las escuelas, a fin de alentar y permitir a los individuos para que trabajen de consuno. Las tecnologías digitales deberían tener como objetivo apoyar a las escuelas, y no sustituirlas. Las escuelas deberían forjar los futuros a los que aspiramos garantizando los derechos humanos y convirtiéndose en ejemplos de sostenibilidad y neutralidad en carbono.

Deberíamos disfrutar y acrecentar las oportunidades educativas que surgen a lo largo de la vida y en diferentes entornos culturales y sociales. En todo momento de la vida, las personas deberían tener oportunidades educativas significativas y de calidad. Deberíamos conectar los lugares naturales, físicos y virtuales de aprendizaje, aprovechando al máximo las mejores características de cada uno. Los principales responsables son los gobiernos, cuya capacidad de financiación y regulación pública de la educación debería fortalecerse. Es necesario ampliar el derecho a la educación, a fin de que sea permanente y abarque el derecho a la información, la cultura, la ciencia y la conectividad.

Promoción de un nuevo contrato social para la educación

El cambio y la innovación a gran escala son posibles. Estableceremos un nuevo contrato social para la educación mediante millones de actos individuales y colectivos: actos de valor, liderazgo, resistencia, creatividad y cuidado. Un nuevo contrato social debe superar la discriminación, la marginación y la exclusión. Debemos esforzarnos por garantizar la igualdad de género y los derechos de todos, independientemente de la raza, el origen étnico, la religión, la discapacidad, la orientación sexual, la edad o la ciudadanía. Se necesita un enorme compromiso en favor del diálogo social y del pensamiento y la actuación conjuntos.

Un llamamiento a la investigación y la innovación. Un nuevo contrato social requiere un programa de investigación colaborativo de alcance mundial que se centre en el derecho a la educación a lo largo de toda la vida. Este programa debe basarse en el derecho a la educación e incluir diferentes tipos de datos y formas de conocimiento, incluido el aprendizaje horizontal y el intercambio de conocimientos más allá de las fronteras. Deberían aceptarse las contribuciones de todos, de los docentes a los alumnos, y de los académicos y centros de investigación a los gobiernos y organizaciones de la sociedad civil.

Un llamamiento a la solidaridad mundial y la cooperación internacional. Un nuevo contrato social para la educación requiere un compromiso renovado de colaboración mundial que fomente la educación como un patrimonio común, sobre la base de una cooperación más justa y equitativa entre los agentes estatales y no estatales. La comunidad internacional desempeña un papel esencial para ayudar a los agentes estatales y no estatales a ajustarse a los propósitos, normas y reglas compartidos necesarios para hacer realidad un nuevo contrato social para la educación. En este sentido, debería respetarse el principio de subsidiariedad y promoverse los esfuerzos locales, nacionales y regionales. Deben tenerse en cuenta en particular las necesidades educativas de los solicitantes de asilo, los refugiados, los apátridas y los migrantes, mediante la cooperación internacional y el trabajo de las instituciones mundiales.

Las universidades y otras instituciones de educación superior deben participar activamente en todos los aspectos de la creación de un nuevo contrato social para la educación. Ya sea que apoyen la investigación y el avance de la ciencia, o que sean colaboradoras contribuyentes de otras instituciones y programas de educación de sus comunidades y el resto del mundo, las universidades creativas, innovadoras y comprometidas con el afianzamiento de la educación como patrimonio común cumplen una función clave en los futuros de la educación.

Es esencial que todos puedan contribuir a forjar los futuros de la educación: niños, jóvenes, padres, docentes, investigadores, activistas, empleadores, líderes culturales y religiosos, etc. Tenemos tradiciones culturales profundas, ricas y diversas que pueden servir de cimiento, y los seres humanos cuentan con una gran capacidad de acción colectiva, inteligencia y creatividad. Ahora nos enfrentamos a una importante disyuntiva, a saber, seguir por un camino insostenible o cambiar radicalmente de rumbo.

El presente informe sugiere respuestas a las tres preguntas básicas siguientes: ¿qué deberíamos seguir haciendo?, ¿qué deberíamos dejar de hacer? y ¿qué debería reimaginarse de forma creativa? No obstante, las propuestas son simplemente un punto de partida. Este informe es más una invitación a pensar e imaginar que un plan de acción. Estas cuestiones deben abordarse y responderse en las comunidades, los países, las escuelas y los programas y sistemas educativos de todo tipo, en todo el mundo.

Establecer un nuevo contrato social para la educación es un paso fundamental para reimaginar juntos nuestros futuros.

Fuente: https://www.ibercampus.es/debil-consenso-global-en-los-futuros-de-a-educacion-urge-nuevo-contrato-social-sin-proponer-planes-de-accion.htm

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Un nuevo contrato social por la educación

Por Cristóbal Madero, Facultad de Educación, U. Alberto Hurtado

Hoy 10 de noviembre se publica el reporte “Reimaginar nuestros futuros juntos: Un nuevo contrato social por la educación”, desarrollado durante dos años en una conversación global coordinada por la comisión internacional sobre los Futuros de la Educación de la Unesco encabezada por Sahle-Work Zewde, presidenta de la República Federal Democrática de Etiopía. En él se plantea la imperiosa necesidad de hacernos tres preguntas en relación con la educación hacia el año 2050: ¿Qué debiéramos seguir haciendo?, ¿qué debiéramos abandonar? y ¿qué necesita ser inventado creativamente de nuevo?

Estas tres preguntas aparecen en un contexto de crisis ampliamente diagnosticado en sus aspectos positivos y negativos. La comisión destaca entre estos últimos la crisis de las democracias representativas, el descalabro climático dadas nuestras formas de habitar el planeta, y la creciente desigualdad. Entre las positivas están el acceso masivo al conocimiento y a herramientas de colaboración. Como nunca antes en nuestra historia habíamos estado tan conectados. De allí que las preguntas del reporte, enraizadas en una realidad compleja, frágil e incierta, son también susceptibles de ser contestadas en un horizonte de esperanza.

Y porque hay razones para esa esperanza, el reporte esboza algunas posibilidades de respuesta. Insiste, por ejemplo, en sostener los principios del aseguramiento del derecho a la educación a lo largo de la vida, y del fortalecimiento de la educación como un asunto público. Más allá de los principios, el reporte propone concretamente hacerse cargo de la organización de la pedagogía sobre la base de la cooperación, la colaboración y la solidaridad, avanzar hacia un curriculum que enfatice el aprendizaje ecológico, intercultural, e interdisciplinario, y profesionalizar la docencia como condición sine qua non de la transformación educativa y social. Para avanzar en dichas propuestas hace dos llamados: a generar una agenda de investigación -pues sin evidencia ni avanzaremos, ni menos lo haremos creativamente- y a la solidaridad y cooperación internacional para, de manera prioritaria, llegar a la educación de refugiados y migrantes.

Este reporte, el tercero en magnitud y alcance en la historia de la Unesco -el de 1972 fue “Aprender a ser: La educación del futuro” y en 1996 “La educación encierra un tesoro”- plantea preguntas y propuestas que son por supuesto globales. Sin embargo, incluye elementos que pueden ser insumos relevantes para el momento constitucional del país. No tendremos un país que repare injusticias y construya un futuro imaginado colectivamente sin una educación distinta, en muchos aspectos, a la que ofrecemos hoy. Es por ello que, a nivel global y local, este reporte es una buena noticia.

https://www.latercera.com/opinion/noticia/un-nuevo-contrato-social-por-la-educacion/ES4UZGJ25JCRZFWZYVBAFFQK64/

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Boaventura de Sousa Santos. «O vírus é caótico mas não é democrático»

O mais influente sociólogo português no mundo acabou de publicar um novo livro, «O Futuro Começa Agora, da Pandemia à Utopia». Nesta obra defende que o vírus traz uma mensagem. E que é preciso aprender com as mortes que provoca, para que elas não se repitam.

Diz que foi o livro mais rápido que escreveu.

Foi o livro mais rápido que escrevi, porque foi escrito durante a pandemia para tentar responder às perplexidades que o vírus está a causar em mim e a muita gente. Pela surpresa como a pandemia surgiu e se difundiu. E surpresa também por todo o desconhecimento que havia, nomeadamente dos países mais desenvolvidos que, supostamente, têm mais capacidade científica. Verificou-se que eram os que estavam menos preparados para responder à pandemia. Ficamos na posição dos indígenas do século XVI das Américas.

Quando chegaram os portugueses e os espanhóis eram portadores do vírus da varíola, para qual os indígenas não eram imunes. A nossa diferença é que temos capacidade para tomar outras medidas, não houve essa «guerra biológica», e agora vamos ter vacinas. Mas a verdade é que o país mais desenvolvido do mundo, os Estados Unidos da América, habituado a invadir países, quando foi invadido pelo vírus não produzia as coisas mais elementares que eram máscaras, luvas e outras, como ventiladores.

Escreve a certa altura no livro, que concorda com o historiador Hobsbawm, no sentido que os séculos não começam historicamente no seu primeiro ano e acabam no centésimo, mas começam num acontecimento que abre uma era, e terminam num que a muda. No seu entender, o século XXI não começou com a crise financeira, mas com o aparecimento do coronavírus?

 

A covid-19 muda completamente as nossas formas de relacionamento e de relações sociais, muito mais do que podemos imaginar agora. Por enquanto, estamos na fase aguda da pandemia, numa altura em que só se pensa em resolver a emergência sanitária e conseguir as vacinas. Mas sabemos que o modelo de desenvolvimento que temos atualmente, que é extremamente agressivo para a natureza, destabiliza os habitats dos animais selvagens com a desflorestação da Amazónia, a contaminação dos rios, a ampliação da fronteira agrícola. Ao destabilizar esses habitats, muitos dos vírus que circulam entre os animais selvagens, sem problema nenhum, passam para os humanos que não estão imunes. O que significa que vamos entrar numa época de pandemia intermitente.

Não negligencio a importância que teve a crise financeira, há outros que mencionam, também, o derrube das Torres Gémeas, em 2001, como o princípio do século. Foram momentos importantes, mas não tiveram este impacto, dado que a pandemia atingiu rapidamente todo o mundo, colocando a humanidade no mesmo barco no que diz respeito à infeção. Embora neste navio, aqueles que vão nas cabines superiores, da classe média alta para cima, estão em melhores condições de sobreviver. O vírus é caótico, mas não é democrático. Basta ver as taxas de letalidade, nos EUA e no Brasil, em que negros e pobres são a grande percentagem das vítimas mortais da covid-19. No livro, eu comparo dois bairros da região de São Paulo, o Morumbi, de classe média alta, e o Campo Limpo, uma favela em que vive o Guilherme Bolos. Nesse dois locais a taxa de mortalidade varia entre 2% na localidade mais rica e 60% na mais pobre. Não há comparação possível.

No livro usa a metáfora de que o vírus tem uma inteligência e uma mensagem, que não só nós precisamos de traduzir, mas que até expressa uma pedagogia que temos de perceber.

Acho que ele nos está a ensinar qualquer coisa. É uma pedagogia cruel, como escrevo, ensina, matando. Mas está a dar uma lição que é uma mensagem da natureza, a dizer que se continuarmos com este modelo de desenvolvimento temos de nos preparar para mais pandemias. A vida humana do planeta é 0,01% da vida total da Terra. No entanto, desde, pelo menos, o século XIX, as alterações climáticas e outras mais graves são causadas pela ação humana. Não é a mesma coisa do que os meteoritos que destruíram os dinossauros. Se continuamos com este padrão de consumo, a vida humana está cada vez mais precária e difícil. Como digo na segunda parte do livro, o meu computador poderia durar dez anos, o meu telemóvel podia aguentar o mesmo tempo, o meu relógio poderia durar toda a vida, como duravam antes, mas nós estamos na época da obsolescência programada para maximizar o consumo e garantir os lucros dos super-ricos.

 

O vírus está-nos a ensinar que este modelo é extraordinariamente desequilibrado e põe em causa a nossa sobrevivência. No planeta, vivemos numa faixa relativamente pequena, na qual é possível vida humana. Não estou a falar dos esquimós do Polo Norte, mas das populações que estão em zonas que oscilam entre os 20 negativos, com condições, e os 40 a 45 graus positivos. O que está a acontecer é que esta franja está a diminuir em termos de habitabilidade. Há cada vez mais zonas muito frias e zonas muito mais quentes. O aquecimento global é desigual e cria desequilíbrios. A covid-19 emite um sinal de que não só vamos viver com pandemias intermitentes, como também que teremos, se continuarmos neste caminho, vagas crescentes de refugiados ambientais. É por isso que acho que é errada a metáfora inicial de que estamos numa guerra e que o vírus é o inimigo. Precisamos de vírus e bactérias para viver. O nosso inimigo é as condições em que vivemos que fazem com que estes fenómenos se tornem cada vez mais graves.

Critica o filósofo italiano Agamben pela utilização da ideia da generalização do Estado de exceção, e o filósofo esloveno Žižek pela ideia que o vírus “força” a uma passagem para formas de sociedade mais comunistas. Mas, ao mesmo tempo que critica, vai dizendo que a pandemia facilita uma pulsão autoritária e que para resolvermos esta situação temos de conseguir ter outro paradigma civilizacional.

O meu debate com Agamben tem um aspecto que não se fala muito. Se ler Pasolini, como eu li, nele já existe grande parte daquilo que diz Agamben. Ele aliás foi até actor de Pasolini, na sua juventude. A sua ideia de Estado de excepção não está desligada do facto de quando Pasolini morre ter 33 processos contra ele. A Itália daquele momento tinha, de facto, um comportamento de um Estado de exceção permanente. Mas eu, nesta pandemia, quis distinguir o comportamento do Estado português, por exemplo, e dos estados húngaro, do Azerbeijão e da Índia. Aí os governantes usaram a pandemia para aumentar, sem limites, os seus poderes. Houve estados, como o caso do Brasil, que promoveram um genocídio por ausência de políticas sanitárias.

No caso de Zizek, a minha divergência está em que eu acho que precisamos de um novo paradigma, mas não creio que seja o comunista. Sou um homem das epistemologias do sul, regiões em que a palavra comunismo não significa nada, ou pode confundir-se com o comunalismo de Narendra Modi, que ainda é pior, ou a vida comunal dos povos indígenas. Comunismo foi a solução encontrada na Europa, que temos que analisar, e que não a podemos colocar ao nível do nazismo, como faz a extrema-direita, mas que teve os seus problemas e que necessita de ser reinventado. Eu continuo a ser um socialista, mas um socialista intercultural, que tem de saber lidar com pessoas que não se declaram socialistas, mas que têm os mesmos objectivos do que eu.

Faz algum sentido falar que há um Norte ou um Sul global, quando hoje parece que o capitalismo está em todo o lado? Antigamente líamos o Corto Maltese e havia sempre uma ilha escondida em que tudo podia ser diferente, onde se podia reinventar o mundo longe do resto. Hoje isso é possível?

 

Nos meus últimos trabalhos eu distingo três formas de emergência e de soluções alternativas num tempo de transição: uma são as zonas libertadas; outra são as apropriações contra-hegemónicas, isto é começar a lutar pelos direitos humanos a sério, mas não da forma oficial que é uma espécie de política de hegemonia dominante; e a outra ir buscar às raízes, ruínas e sementes, que é o caso de algumas ideias indígenas que não estão nas Constituições da Bolívia e do Equador. São algumas formas de pensar o futuro. Há um Norte, aquele que comanda a globalização, e as três dominações que eu distingo: o capitalismo, o colonialismo e o patriarcado. As últimas duas, embora com relativa autonomia, estão ao serviço da primeira – o capitalismo. Vê-se que na área da tecnologia dominam cinco empresas que estão nos EUA. No sector financeiro, há 25 empresas que dominam, sobretudo norte-americanas, com algumas europeias. Este Norte e Sul não é definido apenas geograficamente, mas nas relações de poder no sistema mundial.

O Norte e o Sul não está em todo o lado? Quando estamos nas cidades dos EUA invadidas por sem-abrigos, não estamos numa espécie de Sul que está no Norte? E quando estamos no Dubai, no meio dessa espécie de Disneylandia do consumo, não estamos num Norte que está no Sul?

Concordo inteiramente consigo. Digo aliás que há um Sul dentro do Norte e um Norte dentro do Sul. Em determinadas zonas de São Paulo quando se está num restaurante de luxo, estamos no Norte, mas andamos meia dúzia de passos e, de facto, estamos no Sul. Mas isso não se esgota aqui, a relação entre um Norte global e um Sul global mostra a existência de centros de poder e de relações de poder. Basta ver o que se está a passar com a chantagem que está a ser feita com as vacinas. Temos uma política de vacinas que é totalmente imperialista, o que levou António Guterres a dizer que as vacinas deviam ser um bem público mundial. Há países que estão a guardar vacinas, o que é totalmente irracional.

Se o mundo não for todo o vacinado, não interessa nada que o Norte esteja completamente vacinado, porque os executivos do Norte vão a Maputo, ou outro lugar qualquer do Sul, e podem apanhar uma nova variante do vírus para o qual não há ainda vacina. Há Norte e Sul, como há esquerda e direita. Mas temos que os redefinir, tanto epistemicamente como do ponto de vista sociológico. Não é de maneira nenhuma um determinismo geográfico, senão não entendíamos a Rússia, a China e a Coreia do Sul, nem a miséria que existe nos EUA.

Depois da pandemia pode haver uma mudança positiva de sociedade, ou é possível um cenário em que as sociedades tornam-se mais autoritárias e piores?

Sou um sociólogo crítico e luto por uma sociedade melhor. Sou objetivo mas não neutro. No meu livro coloco três cenários. O negacionismo, o não se fazer nada. Se isso acontecer vai chegar-se a esta situação que coloca de os estados tornarem-se mais repressivos, e as democracias podem não subsistir. Esta é a possibilidade que é mais provável neste momento. Depois há aquela solução a que eu chamo o gato pardo, alguma coisa muda para que tudo fique na mesma. É o que vemos com Biden e a UE, que dizem que vão fortalecer os sistemas de saúde, vão voltar ao acordo ambiental de Paris, querem fazer a transição energética e digital. Pretendem fazer alguma coisa, mas muito timidamente. A Europa nem sequer conseguiu negociar as vacinas com as multinacionais farmacêuticas. Este é o paradigma do capitalismo mais inteligente.

Se ler os editoriais do Financial Times desde abril do ano passado, lê que é preciso haver um novo «contrato social» entre outras coisas, mas é evidente que não lhes passa pela cabeça alterar o capitalismo financeiro, nem sequer perdoar as dívidas contraídas pelos países mais pobres durante a pandemia. No meu entender, essa via não vai resolver o essencial. O terceiro cenário é a minha utopia, é o que penso que devíamos fazer. No último capítulo falo de como se pode fazer a transição. Se vamos viver numa pandemia intermitente, temos de mudar muita coisa em termos do paradigma social em que vivemos.

Fuente: https://www.wort.lu/pt/sociedade/boaventura-de-sousa-santos-o-v-rus-e-ca-tico-mas-n-o-e-democr-tico-606ea4e6de135b9236bb5c0b

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Política visceral (2)

Por:  Leonardo Díaz

Como sabemos, el cerebro tiene un carácter proyectivo, anticipa situaciones que le permiten evitar el peligro . Sin esta característica, seríamos víctimas de constantes caídas en entornos dañinos para nuestra sobrevivencia.

La tradición racionalista de Occidente ha infuido en nuestra mirada intelectualista de los fenómenos sociales, obviando históricamente el rol de las emociones y el modo de orientarlas.

Es una de las razones por las que subestimamos la atracción de los tiranos, el poder electoral de los líderes autoritarios, el voto de muchas mujeres por  candidatos misóginos, o el de muchos extranjeros por individuos xenófobos.

Y con frecuencia, nuestras expectativas intelectualistas son objetadas constantemente por el devenir de los acontecimientos. Por tanto, es razonable reorientar la mirada intelectualista de estos problemas. Siguiendo al psicólogo Manos Tsakiris, deberíamos transitar de una política intelectualista a una política visceral.

El concepto de Tsakiris implica el reconocimiento de una tradición filosófica marginada. Filósofos como Thomas Hobbes o David Hume se habían referido al problema de las emociones. De hecho, Hobbes fundamenta su noción del contrato social a partir del reconocimiento de unos instintos primarios que amenazan cualquier proyecto de coexistencia pacífica y civilizada.

Desde la perspectiva de Hobbes, el Estado emerge como una necesidad de regular los instintos y el contrato social responde al imperativo de conciliar la tensión entre seguridad y libertad.  Cedemos parte de nuestra libertad a fin de garantizar la seguridad colectiva, pues podemos perder ambas si todos nos entregamos a la batalla instintiva de satisfacer nuestros deseos.

Tsakiris retoma la perspectiva Hobbesiana sobre el rol desempeñado por nuestra búsqueda de sobrevivencia en las acciones políticas integrándola a una lectura contemporánea sobre el funcionamiento de nuestra fisiología y psicología. Asume que somos organismos en constante homeostasis, procesos fisiológicos -interactuando con procesos psicológicos- de estabilización que garantizan márgenes razonables de seguridad para el mantenimiento de la vida. Entre estos procesos se encuentra, por ejemplo, la frecuencia cardíaca.

Como sabemos, el cerebro tiene un carácter proyectivo, anticipa situaciones que le permiten evitar el peligro . Sin esta característica, seríamos víctimas de constantes caídas en entornos dañinos para nuestra sobrevivencia. Tsakiris subraya que el cerebro también anticipa los estados del cuerpo para autorregularse, como por ejemplo, alterar la presión arterial para ajustarla a una inminente situación angustiante. Este proceso de autoregulación o autoestabilización mediante el cambio se conoce como alostasis.

Como Tsakiris entiende las emociones en términos de “representaciones mentales de estados corporales” con el propósito de autoregularnos, es evidente que en su modelo explicativo las mismas juegan un papel fundamental. En sus propios términos, desempeñan la función de conjetura o predicción sobre el modo en que las situaciones concretas nos afectan. Imaginemos el gesto facial de una persona y cómo la misma puede estimularnos corporalmente y, a la vez, provocar un sentimiento de sorpresa, miedo, rechazo, alerta, u otras emociones que nos incitan para actuar de un modo determinado con el propósito de volver a obtener un sentimiento de seguridad.

Estas conjeturas operan con rapidez y, en muchos casos, con mayor eficacia que cualquier proceso intelectual, pues requiere de menos tiempo para operar, siendo más factible para nuestra sobrevivencia ante las repentinas situaciones de peligro y de incertidumbre.

Este mecanismo tan eficiente para nuestra sobrevivencia biológica opera también en el espacio público, en el mundo de la acción política. Más que agentes racionales que calculan todo el tiempo sus decisiones y acciones en función de principios asumidos conscientemente, los ciudadanos operan autoregulados por esa búsqueda de seguridad. Entonces, desde esta perspectiva, ¿nos resulta extraño que las personas tomen decisiones políticas “irracionales”, pero acordes con dicha búsqueda?

Fuente: https://acento.com.do/opinion/politica-visceral-2-8889435.html

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Congreso Mundial de Educación KAIROS. Por el Tecer Contrato Social de la Educación.

Congreso Mundial de la Educación Kairós.

Un Congreso que abre un nuevo tiempo para la educación, que va a dar a luz el Tercer Contrato Social de la Educación. Tendrá lugar días 24, 25, 26 y 27 de Noviembre. Para seguirlo puedes registrarte en www.kairos-educacion.com.

La inteligencia de un sapiens de hace 100.000 años que fabricaba hachas de piedra y otros sencillos artefactos, era similar a la nuestra. Entonces, ¿dónde radica la diferencia? ¿Qué ha permitido el grado de desarrollo que hemos logrado como especie? Fundamentalmente nuestra interconexión, el trabajo en equipo y la colaboración a gran escala. Es lo que llamamos “inteligencia colectiva”, cuando pensamos y actuamos juntos (en masa) en torno a un propósito compartido. La inteligencia se dispara cuando somos capaces de unir “líderes” en torno a una causa común, una fuerza imparable que puede cambiar el mundo.

No te pierdas el Congreso Mundial de la Educación, entenderás de lo que te estoy hablando.

Te puedes registrar aquí:  https://kairos-educacion.com

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Libro (PDF): Educación 2050. Construyendo hoy la educación de mañana

Reseña: Juan Carlos Casco

 

Un trabajo para comenzar a construir hoy la educación del 2050 en torno a los grandes desafíos sociales, económicos, tecnológicos y laborales de nuestro tiempo; planteando un conjunto de acciones prácticas para transformar la educación desde la experiencia de más de 20 años en el desarrollo de proyectos de transformación educativa en diferentes países.

Educación 2050 forma parte de cuatro trabajos de prospectiva que comenzamos a elaborar en 2015, el primero de los cuales es Extremadura 2050, publicado en 2019 y los que cerrarán la serie son España 2050 y Global 2050.

La importancia de pensar a largo plazo en la educación tiene sentido siempre que haya una voluntad y decisión inquebrantables para actuar ahora. En la realidad en la que vivimos es más importante la acción que la reflexión. Por ese motivo nos hemos aventurado a escribir Educación 2050, porque con anterioridad hemos dedicado 20 años a hacer, a abordar innovaciones educativas desde la praxis en diferentes países con diversos actores educativos.

Para diseñar el futuro de la educación no podemos preguntar al pasado, aunque este ejercicio era útil cuando el mundo era estable y la realidad sólida, pero se volvió arriesgado cuando se convirtió en líquida, e inútil cuando se ha vuelto volátil.

Tampoco podemos empezar a hacer realidad hoy la educación del 2050 sin un ejercicio de prospectiva, desde el análisis de las grandes tendencias del futuro. No podemos adivinar el futuro, pero sí conocer sus inercias y plantear escenarios para elaborar respuestas inteligentes en el presente.

En la construcción de una realidad tan multipolar como la educación no funcionan los consensos, porque el consenso supone un acuerdo de mínimos que en la práctica se traduce en dejar las cosas como están. Hemos de aceptar que la invalidez del consenso en determinados asuntos ha de ser suplida por un liderazgo apoyado en la autoridad de personas que gozan de prestigio internacional. Cuando no hay consenso posible, solo es posible avanzar desde el liderazgo.

Aunque el futuro es esquivo y va por libre, la única forma de encauzarlo es creando una visión acorde a sus tendencias, capaz de generar un nuevo relato que dé un sentido y significado histórico a la comunidad educativa y se haga cargo del estado de ánimo de la gente.

Los descontentos del presente, si se canalizan bien, a la postre son los logros del futuro; unos logros de los que toda la sociedad termina apropiándose y sintiéndose orgullosa (incluso aquellos que se opusieron abiertamente). Así ocurrió con el Primer Contrato Social de la Educación por el que se logró la educación gratuita y obligatoria, con el Segundo que extendió la formación universitaria, y ahora con el Tercer Contrato Social de la Educación que se está gestando en este momento para hacer frente a los grandes desafíos sociales, económicos, tecnológicos y laborales del siglo XXI.

Educación 2050 aborda desde la praxis un nuevo paradigma educativo,  superador del actual que está completamente agotado en sus planteamientos, estándares y varas de medir. Un modelo empecinado en unos parámetros obsoletos impuestos por organismos como la OCDE o los informes PISA.

Educación 2050 plantea respuestas prácticas a los desafíos de una nueva era, el Virtuceno, que está removiendo los cimientos mismos de la civilización y avanza imparable. Pese a la emergencia del coronavirus, las grandes tendencias del futuro siguen siendo las mismas, únicamente se ha acelerado su progresión en los ámbitos de la economía, la tecnología, el trabajo o la educación.

Educación 2050 no arroja datos ni cifras, no describe el mundo de la educación, sino que pone encima de la mesa las claves y acciones prácticas para transformarla.  El ejercicio de reunir la información, datos y cifras que avalan las tendencias son accesibles y fáciles de obtener a través de numerosas fuentes documentales que avalan el fracaso de un modelo agotado.
Nuestro propósito es construir los caminos, poner en práctica las experiencias y generar nuevas propuestas con las que los organismos internacionales, gobiernos e instituciones educativas puedan diseñar nuevas políticas públicas, programas y proyectos de innovación educativa.

Cuando hablamos de educación desde un enfoque holístico, el análisis se derrama e invade otros campos como el mundo de la tecnología, la economía, la filosofía o el trabajo, pues todos ellos están interrelacionados y forman parte de una misma realidad y unidad de acción. Por ese motivo tratamos el cambio educativo desde la óptica del mundo económico, laboral o tecnológico.

La educación a lo largo de la vida, el aprendizaje de competencias clave, el desarrollo de la creatividad, la innovación, el emprendimiento y el liderazgo como alternativa a un empleo cada vez más escaso, el desempleo estructural, los nuevos roles de los actores educativos… Son aspectos clave que se abordan en 2050 para avanzar un nuevo paradigma educativo, que es inmaduro aún y no tiene respuestas a todos los interrogantes que se plantean, por lo que convoca a la comunidad educativa internacional para construirlo entre todos.

No sabemos cómo va a ser el mundo del futuro pero sí sabemos qué competencias serán esenciales para que las personas construyan sus proyectos vitales, por ese motivo proponemos avanzar rápido y hacer cambios cuanto antes. No sabemos las necesidades que tendremos en 2050, pero sí sabemos las habilidades que necesitaremos para satisfacerlas.

Para comenzar a hacer realidad hoy la educación de 2050 necesitamos líderes de verdad, se precisa coraje y valentía política en los gobernantes. Tomar decisiones que pueden ser valoradas como impopulares por los adalides del cortoplacismo.

La educación necesita líderes que estén por encima de la miserable refriega política del día a día, líderes que piensen en las futuras generaciones antes que en las próximas elecciones, líderes que tengan un proyecto de país a largo plazo y una hoja de ruta educativa para hacerlo realidad.

Si aparecen dirigentes capaces de pensar en el futuro y comprometerse con el cambio, estaremos en la antesala de un nuevo estilo de hacer política y ante una gran oportunidad para la educación que puede ser bien valorada por los votantes.

Si las familias hacemos inversiones en la educación de nuestros hijos y  esperamos 20 años o más para esperar resultados ¿Por qué nuestros gobiernos no pueden actuar de la misma manera?

Para quienes quieran hacer el ejercicio de pensar a largo plazo y actuar de manera inmediata, Educación 2050 les aporta claves fundamentales.

Pensar la educación del 2050, la España del 2050 y el mundo Global de 2050 es un ejercicio que tiene sentido si empezamos a actuar hoy. Nosotros lo estamos haciendo y te invitamos a que te sumes.

 

Autor/a:    Casco Casco Juan Carlos –  Talavera Siles Telémaco

 

Editorial/Editor:          Emprendedorex © 2020

Año de publicación:    2020

País (es):                       España

Idioma:                         Español.

 

Descarga:      Educación 2050. Construyendo hoy la educación de mañana

 

Fuente  de la reseña:    http://juancarloscasco.emprendedorex.com/educacion-2050/

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Coronavirus: ética y tecnologías del futuro

Por: José Carlos García Ramírez

 

A la memoria de las y los galenos caídos en cumplimiento de su amor a la hermana humanidad ante el Covid-19.

A las enfermeras, urgenciólogos, camilleros, personal de intendencia, médicos, paramédicos, administrativos de México y de todo el mundo por ser verdaderos héroes, patriotas y humanistas.

A ellos y ellas, por siempre respeto y eterno agradecimiento. 

 

La peste

Hoy en día los habitantes del planeta Tierra atravesamos una larga noche lúgubre: el cautiverio, en la mayoría de la gente, ha servido para interrogarse a sí mismo sobre su historia de vida particular, familiar, laboral, pero también sobre la condición humana, la fragilidad de la vida y de cómo será el mañana una vez que se reanuden paulatinamente las actividades cotidianas. Es seguro que ya no seamos los mismos: o bien, aprendemos a ser responsables y generosos o volveremos a la “normalidad” pasada para seguir siendo brutales y mezquinos.

Probablemente en los meses y años por venir nos enfrentaremos a otro tipo de peste: la peste emocional, es decir, no sólo las epidemias biológicas amenazan sino también las morales. Las epidemias morales muestran lo peor de las sociedades, lo nauseabundo de la condición humana. Comentaba, en su obra “La náusea”, el filósofo francés, Jean Paul Sartre: “El infierno está en la avaricia mezquina de aquellos hombres que infectan todo con prédicas misántropas: sálvate y olvídate del resto”.

El Coronavirus desnuda la fragilidad humana, exhibe la tremenda corrupción de gobiernos depredadores de los sistemas de salud pública, muestra la inmoralidad de las innovaciones científicas y tecnológicas puestas al servicio de fines militares ecocidas/genocidas y demuestra cómo el género humano quiere caer en un pozo sin fondo al destruirse a sí mismo.

Cuando pase la peste virulenta, lo deseable es que los pueblos del orbe nunca olviden la primera lección letal de este siglo provocada por el Coronavirus. Albert Camus, novelista argelino-francés, en su célebre novela “La peste”, decía: “El único medio de hacer que la gente esté unas con otras es mandarles la peste”.

¿Por qué sólo en las tragedias o en las catástrofes, el ser humano puede ser capaz de ayudar y dar la mano al prójimo? Las pandemias o las pestes, tienen que aparecer para que el humanoide aprenda a valorar la vida. No es el odio ni la indiferencia las que salvan, sino la compasión y cooperación las que humanizan.

Tiempos difíciles

“No hay nada tan fuerte ni seguro durante una crisis en la vida como la verdad”, decía Charles Dickens, al denunciar a quienes provocan enfermedades y pobreza.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron y su homóloga la Primera Canciller de Alemania, Angela Merkel, defensores del sistema vigente, han reconocido que en cuanto pase la pandemia, habrá que pensar y hacer cosas para reducir la explotación de la naturaleza, combatir los experimentos científicos con humanos y otras especies, así como generar mejores condiciones de vida para sus ciudadanos.

Recientemente, la República Popular de China, una vez que lograron reducir la curva de contagios y decesos provocados por el Coronavirus, emitió una enmienda constitucional al Artículo 35 en donde se exige promover una “comunidad de destino compartido para toda la humanidad”. La China comunista que en la práctica tiende al capitalismo, tendrá que definir en el futuro inmediato una nueva economía política: ¿será posible lograrlo ante la lucha hegemónica por los mercados mundiales, frente a Estados Unidos y Rusia?

Jean Jacob Rousseau, advertía que los seres humanos son fuertes si están juntos y débiles si están separados. El pacto social es fundamental para restablecer relaciones de convivencia. Con el Coronavirus, pareciera descubrir algo relevante: urge un “contrato social mundial”. Los problemas mundiales requieren una solución mundial, acordada entre todos los países. Sólo así se podrá ir desprivatizando la salud, la educación, el esparcimiento lúdico, los fármacos, las tecnologías.

Decía Gandhi, no hay peor enfermedad que la pobreza. La agencia de políticas de desarrollo, Oxfam, presente en 94 países y asesorada por científicos del MIT (Massachusetts Institute of Technology), proporcionó en el 2019 los siguientes datos: el 1% de la humanidad controla más de la mitad de la riqueza del mundo. El 20% más rico posee el 94,5% de esa riqueza, mientras que el 80% debe conformarse con el 5,5%. Es una profunda desigualdad que traducida éticamente significa una injusticia perversa.

Ética y tecnologías del futuro

A la famosa TINA (There Is No Alternative), “no hay alternativa” de la cultura del capital, debemos confrontar una TIaNA (There Is a New Alternative), “hay una nueva alternativa”. Si hasta ahora la prioridad estaba centrada en la riqueza acumulada en pocas manos a costa de la expoliación de la naturaleza y del desprecio del trabajo humano, en esta segunda será la vida en su gran diversidad, también la humana con sus muchas culturas y tradiciones la que organizará la nueva forma de habitar la Casa Común.

Es impensable para el futuro pensar la ética sin desarrollo tecnológico y viceversa. La ética no es un catálogo de buenas intenciones, ni mucho menos se reduce a perspectivas individuales o subjetivas locuaces de que cada quien define lo bueno y malo. La ética es reflexión y acción sobre las cosas que hacen que la vida humana y de todo ser vivo sea reproducida, respetada a partir de principios factibles necesarios para la sobrevivencia y sostenibilidad de la Tierra.

Toda praxis política, cultural, económica y tecnológica tienen que ser direccionadas por principios éticos. Son éstos últimos los que empezarán a definir el futuro de la humanidad.

Seguramente habrá una gran discusión de ideas sobre qué futuro queremos y qué tipo de Tierra queremos habitar. Con el Coronavirus sobre la espada del mundo, se tiene que definir qué futuro estaremos dispuestos a construir: felicidad o tragedia, desarrollo humano para todos o riqueza para pocos, capitalismo “natural” y “verde” o procesos emancipatorios de tercera generación como pronostican Alain Badiou y Slavoy Zizek.

Ciencia, tecnología e innovación no deberán estar más al servicio de producir “cucherías” y artículos de confort los cuales contaminan y destruyen el planeta.  El premio Nobel de economía, Joseph Stiglitz, ha dicho con razón: “tendremos una ciencia no al servicio del mercado, sino el mercado al servicio de la ciencia”. Pero hoy, ante el contexto pos-pandémico (Covid-19), añadiría: “ciencia y tecnología al servicio de la vida”.

No saldremos de la pandemia del Coronavirus como entramos. Seguramente habrá cambios significativos en las tecnologías, tal vez incluso estructurales. Se buscará energías alternativas a las fósiles, menos impactantes para los ecosistemas. Se tendrá más cuidado con la atmósfera, las aguas y los bosques. La protección de la biodiversidad será fundamental para el futuro de toda la comunidad de la vida.

Es imposible imaginar transformaciones realizadas de un día a otro. Es comprensible que las fábricas y las cadenas de producción quieran conservar modelos eficientistas y agresivos para el trabajo y la naturaleza, los cuales no serán aceptables.

Deberán someterse a un proceso de reconversión en el que todo el aparato de producción industrial y agroindustrial, deberá incorporar el factor ético-ecológico como elemento esencial. La responsabilidad social de las empresas no es suficiente. Se impondrá la responsabilidad socio-ecológica como imperativo categórico.

Enrique Fernández Fassnacht, ingeniero y fisicoquímico mexicano, en su artículo “Una mirada a los desafíos de la educación superior en México”, señala acertadamente: “El reto, para el presente y para los años por venir, es resolver esos problemas desde una perspectiva integral, sostenible y sistémica, que facilite que los beneficios de este nivel educativo se extiendan a todos los sectores sociales y económicos”.

Hoy más que nunca la independencia tecnológica mexicana tiene que constituir un pilar central en el proyecto nacional mexicano. Depender de tecnologías y patentes extranjeras por siempre, hacen que el futuro quede cercenado y no se tenga capacidad para enfrentar los retos que pueden poner en riesgo no sólo la economía del país, sino la vida de los mexicanos. Las tecnologías para la salud son un área de oportunidad olvidada.

El Coronavirus es un buen maestro de la historia: exige tener conciencia de la responsabilidad interpersonal, tecnologías adecuadas para futuras mutaciones de virus y estrategias factibles, como dice, Fernández Fassnacht, donde la educación y la apropiación social del conocimiento estén al servicio del desarrollo nacional, así como de la integración mundial por construir una Casa Común para los ciudadanos de este planeta.

*   Tecnológico de Estudios Superiores de Chimalhuacán/Instituto McLaren de Pedagogía Crítica: mzen357@yahoo.com.mx

Fuente: El autor escribe para OVE

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