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Libro: María

Resumen:

Jorge Isaacs

Considerada una de las obras más destacadas de la literatura hispanoamericana del siglo XIX. La novela, basada en experiencias autobiográficas, tiene un tono elegíaco, y narra la historia de los amores trágicos de María y su primo Efraín, en el valle del Cauca. Como el propio autor, Efraín debe abandonar el Cauca para seguir estudios en Bogotá. Deja en el Cauca a su prima María, de la que está enamorado, y con la que vive un romance a su regreso, seis años después. Efraín y María están juntos durante tres meses, al cabo de los cuales el joven debe viajar a Londres para completar su educación. Cuando regresa, dos años después, descubre que María ha muerto. Efraín no encuentra consuelo, y parte, sin saber muy bien a dónde.

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Volver a las raíces gracias a la educación

Por: Nicolás Sánchez A.

Los niños de los resguardos emberas chamís de Riosucio, Caldas, estudian con un modelo educativo indígena que les garantiza la conservación de sus usos y costumbres. De esta manera la comunidad ha resistido los embates de la guerra y ahora sueña con tener su propia universidad.

Los niños emberas chamís que estudian en 15 colegios, ubicados en los cuatro resguardos que existen en el municipio caldense de Riosucio, aprenden matemáticas de una manera particular. Los granos de maíz representan las unidades; los fríjoles, las decenas, y las semillas nativas de higuerillo, las centenas. Así aprenden a contar mientras que adquieren conciencia sobre los cultivos ancestrales de su etnia.

A la hora del descanso el orden no se delega solamente en los profesores, un estudiante de cada grado forma parte de la guardia indígena de esas instituciones. Con sus bastones de mando, que nunca utilizan como armas sino que tienen un valor simbólico de respeto, se encargan de que sus compañeros no irrespeten las normas del lugar.

La educación que reciben los niños indígenas de esta etnia está orientada por tres principios filosóficos. El primero es: “Todos enseñamos y todos aprendemos”, en palabras de la profesora María del Carmen Bartolo, quien para afianzar el concepto asegura que los niños no son sepulcros blanqueados, sino que llegan al sistema educativo con conocimientos.

El segundo reza: “El territorio es nuestro mayor pedagogo”. Un pilar de la cosmovisión indígena, según el cual el conocimiento emana de elementos como las plantas, las montañas, los sitios sagrados y las expresiones culturales de las comunidades.
“La flexibilidad de la vida posibilita aprendizajes”, dice el tercer principio, lo que en la práctica significa que la educación indígena se nutre también de saberes de otras culturas.

Esos principios se reflejan en el día a día de los estudiantes. La educación es por ciclos. El uno equivale al preescolar de la educación occidental. En esos años los niños aprenden a fabricar esteras y a practicar la alfarería.

En el ciclo dos, que en la educación occidental correspondería a los grados tercero, cuarto y quinto de primaria, se hace énfasis en la relación de los indígenas con la naturaleza, se imparten clases sobre la historia de la etnia, sus mitos y leyendas, y los médicos tradicionales acuden a las aulas para enseñar sobre sus saberes ancestrales.

En los ciclos tres y cuatro la enseñanza está orientada hacia el conocimiento sobre las danzas, los ritmos y el reconocimiento del territorio ancestral por medio de, por ejemplo, visitas a los sitios sagrados.

Los emberas lograron que el Estado reconociera que para preservarse necesitaban tener un modelo educativo que incluyera sus usos y costumbres.

La recuperación

De esta manera, la comunidad están recuperando todo aquello que les había arrebatado la violencia de la que han sido víctimas. Cuentan que en la década de los 90, cuando el conflicto armado estaba en su punto más alto, muchos preferían negar su origen, porque cuando se desplazaban a otras ciudades y decían que habían nacido en Riosucio los tildaban de guerrilleros. En ese municipio caldense los indígenas son mayoría y se encuentran organizados en 117 comunidades que habitan en cuatro resguardos.

El proceso de pérdida de identidad venía de siglos atrás. Cuando llegaron los españoles a sus tierras ancestrales los obligaron a renunciar a su espiritualidad para convertirse al catolicismo. En un principio los embera no obedecieron, y los estaban exterminando. Negociaron con los invasores y el resultado se puede ver, por ejemplo, en las imágenes religiosas que hay en la catedral: una virgen que pareciera estar abrasada por las llamas del mismísimo infierno. El fuego representa uno de los elementos fundamentales de la cosmovisión embera.

Varios siglos después de la expulsión de los invasores, la educación empezó a ser contemplada por los embera como un medio para no perder su usos y costumbres. Por eso desde que el movimiento indígena se empezó a fortalecer, hacia 1982, esa era una de sus banderas. Sin embargo, la violencia se atravesó. En 1988 José Gilberto Motato fue el primer candidato embera a la alcaldía de Riosucio. En febrero, cuando estaba en plena campaña, cayó asesinado.

Para esos años en Riosucio se había instalado la guerrilla del Epl y empezaba a llegar un grupo paramilitar creado por Fidel Castaño llamado Los Magníficos.

Si bien el golpe del asesinato de su candidato fue fuerte, los indígenas se repusieron. Según el etnoeducador Juan Pablo Soto: “Cuando nos asesinan a un líder no nos dejamos amilanar, sino que empezamos a fortalecernos más”. Por ese entonces, se proclamó la Constitución de 1991, documento que sintieron como un espaldarazo a sus demandas.

El comienzo

En 1993, un grupo de jóvenes embera que estudiaban Licenciatura en Ciencias Sociales en la Universidad de Caldas, hicieron una revisión sobre el estado de la educación propia en los resguardos indígenas del departamento. El pueblo embera sentía la necesidad de que sus principios hicieran parte de los procesos educativos en los territorios. “La educación que nos ofrecía el Estado no nos garantizaba la permanencia como culturas indígenas”, afirma Soto.

Ese proceso desembocó en una propuesta inicial de etnoeducación que se llamó “Educación propia: Un proyecto de vida para las comunidades indígenas de Riosucio y Supía”. El documento quedó en veremos mientras la violencia arreciaba.
En los 90 había entrado al municipio la guerrilla de las Farc. Los frentes 47 y Aureliano Rodríguez imponían la ley. Los habitantes del resguardo de San Lorenzo recuerdan cómo el 2 de diciembre del 2001 esa guerrilla intentó tomarse el casco urbano lanzando cilindros bomba al cuartel de Policía. En la acción murió una menor de edad y cuatro personas resultaron heridas.

Por esos años también hacían presencia en el municipio los hombres del Bloque Central Bolívar de las AUC. Los paramilitares dejaron un rastro de sangre en el territorio. El 24 de noviembre del 2001 miembros de esa estructura armada entraron a un sector conocido como La Rueda, en el resguardo Cañamomo Lomaprieta, y asesinaron a seis indígenas. Pero esa no fue la única vez que los paramilitares atacaron a los embera. El 8 de junio del 2003 hombres de la misma estructura asesinaron a cuatro aborígenes en un sector de la carretera que de Riosucio conduce a Supía conocido como La Herradura.

Los procesos de etnoeducación no salieron ilesos. Juan Loaiza, encargado del área de derechos humanos del Consejo Regional Indígena de Caldas (Cridec), cuenta que los grupos armados siempre se opusieron a que la educación propia tomara vuelo. “Yo pienso que los armados tenían problemas porque la educación propia fortalecía a las comunidades y la desunión hacía que ellos se sintieran más cómodos en el territorio”, afirma.

Por eso la etnoeducación volvió a fortalecerse luego de que la violencia se replegó. En 2005 los embera chamí obtuvieron la Alcaldía de Riosucio en cabeza de Darío Edgardo Tapasco. En ese momento lograron que sus demandas estuvieran en primer plano en la administración municipal. Ese mismo año declararon como centros pilotos de etnoeducación siete instituciones educativas: cinco en Riosucio, una en el municipio de Risaralda (Risaralda) y otra en Belalcázar (Caldas).

Hacia el 2008 hicieron una minga en el sector conocido como Tumbabarreto, ubicado en el resguardo Cañamomo Lomaprieta, por medio de la cual lograron que su demanda de educación fuera escuchada a nivel departamental. Desde ese año existe una mesa de educación departamental en la que los indígenas tienen interlocución directa con las autoridades civiles de Caldas.
Victorias y demandas

El Cridec estima que alrededor de 2300 niños están en el sistema educativo embera y que cada año se gradúan 320. Estos jóvenes reciben durante años una formación que garantiza que al término del bachillerato hayan aprendido aspectos claves de la vida de la etnia como la justicia propia, la lengua embera y la organización social indígena, entre otros.

“En grados décimo y once se nota que los jóvenes estamos fortalecidos y sabemos de dónde venimos, en dónde estamos y para dónde queremos ir partiendo del principio de autonomía y de todo lo que nos han enseñado desde pequeños”, enfatiza Zaidé Morales, quien a sus 16 años cursa grado décimo en la institución educativa María Fabiola Largo, ubicada en el resguardo indígena Nuestra Señora Candelaria de la Montaña.

William Betancour, coordinador de la Secretaría de Cultura del resguardo San Lorenzo, dice que se pueden palpar cambios desde que la etnoeducación se empezó a implementar. “A los niños les gusta mucho la música embera, música de quena, de zampoña, de flauta, las chirimías y los ritmos andinos que tienen mucho que ver con las culturas indígenas”, recalca.
Sin embargo, todavía queda camino por recorrer. En algunas escuelas, los grados décimo y once no se pueden cursar porque el Estado no ha nombrado a los etnoeducadores. El profesor Juan Pablo Soto dice: “no hemos podido graduar a los jóvenes de nuestros colegios porque todavía existen barreras políticas”.

Además, los profesores indígenas piden nivelación salarial frente a los docentes occidentales. Aseguran que la brecha entre un educador de un colegio occidental y un etnoeducador con estudios de maestría puede ser de 800 mil pesos. Afirman que aunque le han expresado esa inconformidad al Gobierno este les ha respondido que para que esas condiciones cambien tienen que elaborar un estatuto docente.

El acceso de los embera a la educación superior tiene muchas barreras. Hablan, sobretodo de la falta de recursos para sostenerse en una ciudad como Manizales mientras cursan carreras profesionales.

Sueñan con la construcción de una universidad indígena en Riosucio, lo cual garantizaría que los embera chamí pudieran recibir toda su formación académica con un enfoque que tenga en cuenta sus necesidades. “Nosotros tenemos los terrenos, pero estamos dando la pelea por los recursos que podrían ser unos mil millones de pesos para desarrollar la infraestructura”, cuenta Martha Motato, exgobernadora del resguardo Nuestra Señora Candelaria de la Montaña.

La educación propia les ha permitido a los embera reponerse como etnia a todas las violencias que han padecido. Además, la etnoeducación ha sido la manera de preservar su cosmovisión que está alejada de las dinámicas de acumulación y parte de la conservación del medio ambiente que les brinda todo lo necesario para vivir. “La educación occidental tiene un propósito, servir a la economía. La educación indígena busca que nuestros usos y costumbres no desaparezcan”, concluye Soto.

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El embuste del día de Acción de Gracias

Por. Ilka Oliva Corado

No hay nada más falso, más ruin, más soberbio en Estados Unidos que celebrar el Día de Acción de Gracias. La celebración más importante después del 4 de julio, la tercera viene siendo la Navidad.
Amparados en una historia falsa, escrita por los genocidas que invadieron este país y exterminaron a los nativos del norte del continente, se celebra cada noviembre el Día de Acción de Gracias. Peregrinos, dicen los libros de texto, peregrinos inmigrantes que fueron socorridos por los nativos. No cuentan que se impusieron, que los torturaron, que violaron a sus mujeres, que los exterminaron en uno de los genocidios más sangrientos que han vivido los Pueblos Originarios y que después, satisfechos se sentaron a celebrar la matanza a la que llamaron Día de Acción de Gracias. Este día debería ser recordado como el del genocidio caucásico contra los nativos del norte del continente. Debería reivindicarse como así mismo como el 12 de octubre. Debería reescribirse la historia y dejar claro que lo vivieron los Pueblos Originarios por parte de los invasores europeos fue un genocidio.
Millones de estadounidenses se sientan a la mesa a celebrar la unidad, el amor, los valores humanos y la familia. Hipocresía tan grande empezando por el abuso que realizan a sus empleados a quienes no les dan el día como manda la ley y tampoco se los pagan doble. Esclavizados porque su condición de indocumentados no les permite reclamar derechos que les corresponden por humanidad. Agradecen los estadounidenses pero no son capaces de compartir un plato de comida con esos empleados que están ahí día y noche a su servicio, prefieren tirar lo que sobre del festín antes que compartirlo con ellos. El empleado comienza el día a primera hora y se va hasta que la fiesta acaba y hasta dejar todo limpio. ¿Hay Día de Acción de Gracias para el empleado indocumentado? No.
Si es niñera le toca estar ahí, cuidando a los niños porque los papás ni siquiera ese día se quieren hacer cargo de ellos. Es noche de gala, no arrugarán sus trajes cuidando niños. Los niños en este país tienen el papel decorativo en las familias, como los osos de peluche en los dormitorios o en los cuartos de juego. Se tienen porque sí, porque se necesita un heredero o porque así toca, porque no se puede ir contra las normas del sistema y el patriarcado. Pero de que los quieran, de que los cuiden, de que los guíen, de que les dediquen tiempo, eso no sucede con millonarios a quienes lo único que les importa es aumentar la fortuna y codearse con gente bien. Y crecen los niños desamorados, insensibles, manipuladores porque lo único que tienen es dinero y el desprecio sutil de sus padres que los ven como lujosos objetos de exhibición.
Como hay que hablar claro también está la otra parte de la población estadounidense, que es la mayoría, también caucásica pero pobre, no tienen qué llevarse a la boca el Día de Acción de Gracias. Como tampoco los afro descendientes y los latinoamericanos indocumentados. Estas tres parte de la población que habita este país no tiene siquiera calefacción en sus apartamentos, mucho menos dinero para comprarse una cena de lujo.
Estados Unidos ya no es ese país de millonarios por docenas, buena parte de su población vive en la pobreza. Pero si dejamos el pasado donde está (como manda la comodidad y la impunidad) y nos basamos en el presente, también es una hipocresía la celebración puesto que no puede sentarse a la mesa un población y celebrar el amor y agradecer, si ésta misma abusa de otros. Si ésta misma guarda silencio, oprime, manipula y se aventaja de las circunstancias de otros. Si ésta misma apoya guerras, que en realidad son invasiones a otros países. Si ésta misma aplaude cada vez que Estados Unidos asesina a un inocente o invade un país. Si ésta misma idolatra a veteranos de guerra que en realidad son asesinos, torturadores y violadores sexuales de niñas, niños y mujeres. Porque a Estados Unidos no lo amenaza ningún país con invadirlo, en cambio él sí va e invade, y roba y mata y extermina. Y ésta población lo aplaude y lo celebra.
Millones se sentarán a agradecer, a degustar exquisiteces y a compartir en familia y entre amigos, mientas que Siria es invadida y también familias enteras son masacradas, a la misma hora en que ellos se llevan el bocado a la boca. Y agradecerán por tener un gobierno y un ejército que los defienda y que los libre de las invasiones y del “terrorismo”. Y mientras unos hablan de refugiados europeos y de abrirles las puertas o cerrárselas, explotan a los latinoamericanos indocumentados que también son refugiados. ¿Por ellos qué población estadounidense aboga para que el gobierno les permita tener los beneficios laborales y la tarjeta verde? Jamás lo harán porque de esa invisibilidad también ellos se benefician.
Millones se sentarán a agradecer mientras que la policía estadounidense sigue matando afro descendientes a diestra y siniestra, en una opresión racial que no ve de tener fin.
Y millones enloquecerán con el Viernes Negro, Estados Unidos cuna del consumismo, son corderos que van al matadero y no se percatan. El consumismo los tiene dopados, tan drogados que no tienen la capacidad de percatarse que son objetos, marionetas en manos del poderío oligárquico mundial.
Mucho se puede decir del Día de Acción de Gracias, no debería existir y en su lugar debería ser reivindicado y esta población estadounidense armarse valor y tener la humanidad de devolverle la tierra a los Pueblos Nativos, y este gobierno pedirles perdón en nombre de los genocidas que tanto daño hicieron. Pero nunca sucederá, este gobierno también como fiel capitalista sigue los pasos de sus ancestros: invadiendo y cometiendo genocidio en cada país que puede. ¡Qué jodidos, celebremos la hipocresía!
Fuente: http://www.aporrea.org/tiburon/a237612.html
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