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Violencia de género en Chile aumenta un 70% durante cuarentena

Redacción: TeleSUR

El Gobierno chileno prepara un grupo de medidas para ampliar la red de apoyo a mujeres víctimas de violencia de género desde las instancias gubernamentales y empresariales.

El Ministerio de la Mujer y Equidad de Género en Chile, reportó este lunes, un aumento del 70 por ciento en las llamadas realizadas por mujeres a una línea telefónica de orientación sobre violencia intrafamiliar, durante el primer fin de semana bajo cuarentena decretado en el país a raíz de la crisis sanitaria generada por el coronavirus.

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La información salió a la luz como parte de un estudio entregado por la ministra de la cartera, Carolina Cuevas, quien implementó un plan de contingencia que contemplaba un reforzamiento especial en los turnos del Fono Orientación 1455, para proteger a las mujeres que reportaran ser objetos de violencia intrafamiliar.

El fin de semana antes de la cuarentena, se recibieron 532 llamados, mientras que en igual periodo, una semana después, la cifra ascendió a 907. “Este aumento significativo de las llamadas es también un reflejo de que hay una necesidad de pedir orientación y ayuda en tiempos donde las mujeres estamos más tiempo en nuestras casas, posiblemente con nuestras parejas», explicó Cuevas.

Por su parte, el Ministerio Público informó que, si bien las denuncias de violencia intrafamiliar han disminuido un 18 por ciento respecto a marzo pasado, las denuncias de femicidios han aumentado un 200 por ciento en el mismo periodo de tiempo.

El Gobierno chileno prepara otras medidas para ampliar la red de apoyo a mujeres víctimas de violencia de género, como la coordinación con organismos públicos para resguardar la atención en periodos de emergencia, incrementar la capacidad de las casas de acogida y un servicio de mensajería, vía SMS o WhatsApp, para que las mujeres puedan comunicarse de manera «silenciosa» que se pondrá en práctica en las semanas siguientes.

https://twitter.com/MinMujeryEG/status/1247308350901141510/photo/1

«Hemos reforzado turnos del 1455, Fono Orientación en Violencia Contra la Mujer, y estamos elaborando mecanismos de comunicación silenciosa para las que no puedan llamarnos, como es whatsapp y mensaje de texto”.

De igual forma, Cuevas se reunió con el presidente del gremio patronal Confederación de la Producción y el Comercio (CPC), Juan Sutil, para abordar el impacto de la crisis sanitaria en las trabajadoras. La ministra solicitó que las empresas den apoyo formal a las mujeres en materia de prevención de la violencia intrafamiliar e incorporen el tema dentro de sus políticas permanentes.

Al respecto, un grupo de legisladoras y organizaciones feministas de Chile enviaron una carta al presidente, Sebastián Piñera, pidiéndole reforzar las medidas para prevenir la violencia, prohibir venta de alcohol que puedan ser detonadores de hechos violentos, como crear grupos de acción inmediata y establecer estrategias de denuncia a través de páginas web, farmacias o supermercados. La diputada y presidenta de Convergencia Social, Gael Yeomans, apuntó a tomar medidas adicionales que permitan a las víctimas de violencia de género romper la cuarentena, en caso de necesitar ayuda.

Fuente: https://www.telesurtv.net/news/violencia-genero-chile-aumenta-durante-cuarentena-20200406-0052.html

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Los jóvenes se movilizan para mitigar los efectos de la cuarentena

Por: Nacho Meneses

Las iniciativas universitarias de apoyo escolar, humano, técnico y psicológico son solo algunas de las muestras del compromiso social impulsado por la crisis sanitaria del coronavirus

Cuando, el pasado 13 de marzo, se declaró por primera vez el estado de alarma en España, las alertas resonaron en multitud de jóvenes universitarios españoles. Conscientes ya de la magnitud de la lucha que el país tenía por delante, decidieron no esperar y se organizaron con celeridad para dar luz verde a numerosas iniciativas de apoyo a los colectivos más necesitados: familias con necesidad de conciliar y teletrabajar, estudiantes y profesores que debían adaptarse en días a un entorno puramente digital, mayores que no podían salir de casa porque su salud es la que más riesgo corre. Ciudadanos jóvenes (y no tan jóvenes) ayudando a ciudadanos, la cara más dulce e inspiradora de la crisis sin precedentes que vive nuestra sociedad.

“Las revoluciones siempre las han emprendido los jóvenes, y ahora hay una base mayor dispuesta a luchar por lo que creen, por un ideal de justicia. Tienen prisa por intervenir en la sociedad, porque para ellos estudiar es demasiado poco”, afirma Félix Lozano, cofundador y CEO del campus de innovación y emprendimiento Teamlabs, en Madrid. A nivel individual, en grupos, por iniciativa propia o sumándose a alguna de las ya existentes, las muestras de solidaridad surgieron casi a la vez que la cuarentena, y a día de hoy contribuyen a paliar los efectos de este aislamiento forzoso.

Programas de apoyo escolar y universitario

A Josué Labios (21 años, estudiante de Economía y Estudios Internacionales de la Universidad Carlos III, en Madrid), el estado de alarma le pilló en California, acompañando a su novia, Aitana Padilla, que estudia Neurociencia en UCLA. Inmediatamente tuvieron claro que no podían quedarse de brazos cruzados: “Nos habían cancelado las clases y, aunque siguiéramos online, íbamos a tener mucho más tiempo, así que pensamos que había que hacer algo para ayudar a los niños que se quedaban en sus casas”, cuenta por vía telefónica. “Queríamos evitar que se quedaran atrás. Además, hay padres que, por determinadas circunstancias, no pueden ayudar a sus hijos como estos necesitan, y alumnos que ya tenían problemas para seguir el ritmo de la clase y que ahora, con el confinamiento, podrían ver cómo su problema se agravaba”.

En tan solo dos días, esa idea de dos cristalizó en el proyecto de Universitarios Contra la Pandemia, gracias al trabajo de seis amigos entre los que se encontraba un estudiante de la Universidad Politécnica de Valencia, que creó la página web del proyecto, y otro de Derecho, que les ayudó con los asuntos legales, de Protección de Datos. Rápidamente alcanzaron el centenar de voluntarios y se difundieron por redes sociales, recibiendo el apoyo de universidades, colegios y ANPAS; hoy son alrededor de 400 voluntarios y 500 familias repartidas por toda España, “aunque el número de alumnos, desde los seis a los 16 años, es bastante mayor, porque un mismo voluntario asignado a una familia puede ayudar a varios alumnos”, puntualiza Labios. Los universitarios que quieran unirse al proyecto, o las familias que necesiten de sus servicios, pueden hacerlo a través de su página web.

No es, desde luego, el único proyecto de estas características. En la primera semana de cuarentena, los alumnos de la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid (que cuenta con casi 7.000 estudiantes) abrieron una lista interna de voluntarios para tutorizar a niños y niñas que necesitaran clases de apoyo, desde Infantil hasta Bachillerato, pero también actividades de ocio y otras dirigidas a los menores con dificultades de aprendizaje. “Somos casi 400 alumnos, y aún necesitamos más gente, para dar servicio a todas las familias que han pedido ayuda”, cuenta Enrique Alonso, uno de los coordinadores y estudiante de 4º de Educación Infantil. La Universidad Europea puso en marcha un programa similar para ayudar a familias con niños en Primaria y Secundaria con las tareas del colegio, e incluso la Orquesta y Coro de la Universidad Autónoma de Madrid ofrece su ayuda a los escolares con sus deberes.

El grupo de Vengadores UCM surgió de la Facultad de Informática de la Universidad Complutense para asistir a aquellos estudiantes universitarios sin los conocimientos técnicos necesarios para atender clases por Internet, y ha juntado a 98 voluntarios de 10 facultades diferentes. “Mediante un foro, damos respuesta a sus cuestiones, y si aún tienen dudas siempre podemos hacer una videoconferencia para ayudar a esa persona de forma más personal”, explica Markel Álvarez, estudiante de 2º de Informática.

Apoyo psicológico

Adaptarse a circunstancias tan excepcionales ha sido (y continúa siendo) un desafío monumental que puede hacer que, en ocasiones, nos veamos sobrepasados: padres con dificultades para teletrabajar y apoyar escolarmente a sus hijos, o para establecer una rutina efectiva en casa; estudiantes que necesitan ayuda para organizarse o concentrarse; profesores que requieren de asistencia para organizar los contenidos no presenciales para los alumnos, programar o encontrar actividades alternativas. Para paliar esos efectos, han surgido ideas como las de b-resol y FITA Fundación, con el objetivo de reducir el impacto del aislamiento en la salud mental de los adolescentes, y Educamos Contigo, gracias a un grupo de estudiantes voluntarios, psicólogos educativos y otros profesionales de la educación de la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid. Para acceder a su asesoramiento, tan solo es necesario acudir a su web y reservar una cita con uno de sus expertos, ya sea por videollamada, correo electrónico o por teléfono.

Los mayores, población prioritaria

Muchas de las medidas tomadas estas semanas van encaminadas a proteger a la población que más se ha visto afectada por los efectos de la pandemia: nuestros mayores, especialmente aquellos que están solos y carecen de familia cercana que pueda asistirles. Una ayuda que se concreta en tareas tan cotidianas como hacer la compra o acudir a la farmacia a por medicamentos. En Bilbao, un grupo de jóvenes magrebíes se organizan cada día para comprar en el mercado y entregar pedidos a domicilio a mayores en un barrio de la ciudad; en Zamora, una veintena de voluntarios se ofrece para hacer la compra a grupos de riesgo, familias con hijos a cargo o personas de movilidad reducida; y casos similares se reparten por Segovia, Canarias, Madrid…

Más allá de evitar que los mayores tengan que salir de sus casas, otras iniciativas se proponen contribuir a que puedan mantener su bienestar físico o emocional. En Erandio (Bizkaia), las personas de una residencia de mayores reciben ánimos a través de cartas o imágenes enviadas por estudiantes universitarios, gracias a una iniciativa coordinada por Izaskun Álvarez, profesora de Bellas Artes de la Universidad del País Vasco; mientras, los voluntarios de Adopta un Abuelo ofrecen, en colaboración con el Ayuntamiento de Madrid, apoyo telefónico a los mayores de cualquier lugar de España, y los alumnos de Fisioterapia de la Universidad Europea realizan vídeos con recomendaciones prácticas para que los mayores conserven su movilidad.

Múltiples iniciativas en las redes

Impulsada por el confinamiento, la sociedad se ha volcado más que nunca en los recursos tecnológicos que tiene a su alcance, no solo para mantenerse cerca de sus seres queridos, sino para involucrarse en muchas acciones de impacto social. Iniciativas que en poco tiempo han crecido exponencialmente, como el caso de Coronavirusmakers, una red de voluntarios expertos en tecnología abierta y gratuita que ya ha reunido a más de 20.000 personas de todo el mundo: investigadores, diseñadores, ingenieros o makers que aportan su tiempo, su esfuerzo y hasta su dinero de forma altruista, al servicio de la sociedad. “El 12 de marzo abrimos el primer grupo en Telegram y solo dos días después nos tuvimos que dividir en grupos, porque ya éramos más de 5.000 personas”, cuenta Rosa Pascual, arquitecta y portavoz del colectivo.

“Tenemos más de 50 proyectos de I+D, entre los que están protectores faciales como las mascarillas (en proceso de homologación) y las viseras (ya homologadas por muchas comunidades autónomas), y un respirador apto para su uso en UCIs que está a la espera de validación por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios”, sostiene Pascual. A día de hoy, este movimiento (que partió de los médicos del Hospital Gregorio Marañón, en Madrid, y rápidamente se extendió por las redes) ha entregado ya más de 400.000 viseras, 100.000 mascarillas y 20.000 batas para médicos y enfermeras. Un trabajo monumental que tiene una característica destacada: todo se idea, desarrolla y produce de forma pública, gratuita y abierta, para que lo puedan usar en cualquier país que lo necesite.

Los ejemplos, como en los demás ámbitos, son numerosos, ya tengan un alcance local o más general. Desde Castilla y León, un grupo de profesores de Educación Física se empeña cada día en mantenernos en forma durante la cuarentena; y en la comarca de La Sagra (Toledo), el Proyecto Kieu, coordinado por María Díez, impulsa diferentes actividades en Internet (ocio y tiempo libre, consumo responsable, conversaciones en inglés o italiano…) para seguir fomentando el desarrollo de la comarca a través de los siete espacios jóvenes que posee.

Comunidades virtuales y redes sociales son también el escenario de numerosas iniciativas globales y abiertas a la cooperación, como Juntos desde Casa, #frenalacurva o #covid19Challenge. La primera es una plataforma formada por especialistas en tecnología que, de forma altruista, ponen a disposición de las familias diversas actividades para que todos, independientemente de la edad (a partir, eso sí, de los cinco o seis años) puedan divertirse aprendiendo en talleres de inteligencia artificial, robótica, programación HTML, Minecraft y Python o creación de videojuegos, entre muchos otros. Frena la Curva, a su vez, es una plataforma ciudadana abierta a todo aquel dispuesto a participar, en la que “voluntarios de muchas tipologías diferentes, organizaciones sociales, instituciones y laboratorios de innovación públicos se ponen en marcha para hacer proyectos que puedan hacer frente a la pandemia y a sus múltiples efectos sobre la salud, la educación o la vida vecinal”, explica Lozano, de Teamlabs, donde muchos de sus alumnos se han incorporado a estas y otras iniciativas.

Fuente: https://elpais.com/economia/2020/04/08/actualidad/1586353994_478579.html

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Entrevista a Bertrand Badie: ¿Quién gestionará políticamente el miedo?

Por: Eduardo Febbro

La impotencia de las potencias, la disputa por capitalizar el miedo, la crisis de Europa, los esfuerzos de China por sacar provecho de su lucha contra la pandemia y la expansión del virus hacia el Sur: estos son algunos de los temas en juego en la «geopolítica del coronavirus». El destacado académico Bertrand Badie los analiza en esta entrevista.

El trastorno planetario provocado por la propagación del Covid-19 no tiene espejos en la historia. Siete años después de que China pusiera en marcha su programa más ambicioso de reconquista del mundo reactualizando el mito de la Ruta de la Seda, esa ruta se convirtió en un sendero de muerte. En 2013, Beijing desplegó una red de infraestructuras repartida por los cinco continentes mediante comunicaciones marítimas y ferroviarias entre China y Europa, pasando por Kazajistán, Rusia, Bielorrusia, Polonia, Alemania, Portugal, Francia o el Reino Unido. El sueño de 1.000 millones de dólares dio lugar a la tercera extinción del siglo XXI: la primera fue financiera, con la crisis bancaria de 2008; la segunda fue la extinción de las libertades cuando el ex-analista de la Central de Inteligencia Americana (CIA) Edward Snowden reveló la extensión y la profundidad del espionaje planetario orquestado por Estados Unidos y sus agencias de seguridad; la tercera es sanitaria.

Ya nadie se pregunta hacia dónde va el mundo sino, más bien, si mañana habrá un mundo. Las máscaras del tecnoliberalismo y su construcción global, es decir, la globalización, se han caído. La máscara, ese objeto tan precioso para sobrevivir, se volvió el revelador del abismo mundial; sin máscaras se corrió el telón de la ausencia de consenso a escala europea para enfrentar la crisis sanitaria y financiera, o pactar ordenadamente el cierre de las fronteras; sin máscaras, la Organización Mundial de la Salud (OMS), supuestamente a cargo de la salud del planeta, demostró que era un gigante burocrático sin incidencia en la realidad; sin máscaras, la cooperación internacional apareció como una ficción desesperada. Las divergencias entre estadounidenses y europeos nunca fueron tan insuperables, tanto como las que atraviesan a los Estados que componen la Unión Europea. Entre insultos, incomprensión, golpes bajos y visiones antagónicas entre la preservación de la vida o la salud o la de la economía y las finanzas, los dirigentes de las potencias sobresalieron por su incapacidad para diseñar un horizonte.

El mundo que existía desde la Segunda Guerra Mundial dejó de respirar. Donald Trump enterró el multilateralismo heredado del siglo XX, mientra el coronavirus ponía la cruz sobre un sistema internacional que de «sistema» solo tenía el nombre.

Muchos de estos acontecimientos han sido anticipados por Bertrand Badie a lo largo de una obra consagrada a las relaciones internacionales. Profesor en Sciences Po París y en el Centro de Estudios e Investigaciones Internacionales (CERI), Badie desarrolló una obra del otro lado de los consensos. En 1995 se adelantó en La fin des territoires [El fin de los territorios], en 1999 exploró cómo sería Un monde sans souveraineté [Un mundo sin soberanía] y en 2004 empezó a tejer el análisis sobre la inercia de los poderosos, es decir, la impotencia de los potentes y publicó L’Impuissance de la puissance. Essai sur les incertitudes et les espoirs des nouvelles relations internationales. Los ensayos siguientes lo acercaron a la configuración actual: El tiempo de los humillados. Una patología de las relaciones internacionales y Diplomacia del contubernio. Los desvíos oligárquicos del sistema internacional (ambos editados por la Universidad Nacional de Tres de Febrero). En esta entrevista, realizada en plena crisis mundial, el profesor le sigue los pasos a un mundo que se cae y esboza los contornos del próximo.

Hemos cambiado de paradigma con esta crisis sanitaria. Usted sugiere que, desde ahora, la seguridad de los Estados ya no es geopolítica sino sanitaria.

Así es, y hay un conjunto de cosas. Están la seguridad sanitaria, la seguridad medioambiental, la seguridad alimentaria y la seguridad económica. Conforman varias seguridades que ya no son militares sino de naturaleza social. Se trata de un gran cambio con respecto al mundo de antes. En este momento, por primera vez en la historia, estamos descubriendo la realidad de la globalización. Este descubrimiento no atañe a los Estados, sino que toca a cada individuo. Esto es lo nuevo. En la historia, es raro que los individuos aprendan en directo, en su propia carne, en su vida cotidiana, cómo son realmente las transformaciones de la vida internacional. Antes estaban las guerras para acercar este aprendizaje, pero las guerras afectaban indirectamente a la población. Aquí, todo el mundo está afectado. Podemos entonces esperar un cambio de la visión del mundo y de los comportamientos sociales. Esta tragedia puede conducir a una transformación brutal de la visión que tenemos del mundo y de nuestro medio ambiente. Tal vez, se dejarán de lado todos los viejos esquemas, es decir, los esquemas como el de la concepción militar y guerrera de la seguridad, entiéndase, un mundo fragmentado entre Estados-nación en competencia infinita y una concepción de las diferencias que remite siempre a esa dualidad de la vida entre amigos y enemigos. Hoy ya no hay amigo o enemigo sino asociados que están expuestos a los mismos desafíos. Esto cambia completamente la gramática de la sociología y de la ciencia de las relaciones internacionales. El otro ha dejado de ser un rival, el otro es alguien de quien dependo y que depende de mí. Esto nos debe conducir hacia otra concepción de las relaciones sociales y de las relaciones internacionales, en la que estoy obligado a admitir que, para ganar, necesito que el otro gane; tengo que admitir que, para no morir, necesito que el otro no caiga enfermo. Esto es algo completamente nuevo.

Sin embargo, los desacuerdos entre los Estados nunca habían sido tan abismales. Las relaciones entre Europa y Estados Unidos han empeorado con esta crisis sanitaria mientras que, dentro de la Unión Europea, los antagonismos se han profundizado en el momento más dramático de la humanidad.

En la situación actual nos encontramos con desacuerdos entre Estados Unidos y el resto del mundo a los que ya estamos acostumbrados. Pero también vemos profundos desacuerdos dentro de Europa con, por ejemplo, el rechazo de Alemania a los famosos «coronabonos», es decir, la mutualización de las deudas. Ese será justamente el gran enigma cuando salgamos de la crisis. Seguimos estando coyunturalmente en un esquema de desacuerdos enormes y de competencia tal vez más agudos que antes. Pero eso es porque estamos en una situación de urgencia y, en estos casos, el reflejo natural es esconderse detrás de un muro, cerrar las puertas y las ventanas. Podemos esperar que el miedo suscitado por esta crisis conduzca a que se reconozca que no será viable enfrentar en forma duradera este tipo de nuevo desafío sin una profunda cooperación internacional. Es comprensible que los desacuerdos y la competencia entre los Estados sean densos en medio del incendio. Sin embargo, es necesario entender que, a corto plazo, habrá que cambiar de programa.

Queda entonces la tarea de redefinir una nueva geopolítica.

La geopolítica ha muerto. La visión tradicional, geográfica, de las relaciones internacionales no vale más porque estamos en un mundo unido. La realidad ha dejado de ser la confrontación entre regiones del mundo y Estados para volverse la capacidad o la incapacidad de gestionar la globalización.

El colapso sanitario explotó en un mundo ya muy trastornado por el surgimiento casi planetario de movimientos sociales y por la redefinición de las propuestas políticas marcadas por la nostalgia nacionalista. Las tres figuras emergentes de este contexto son los negacionistas de la pandemia: Donald Trump, Boris Johnson y Jair Bolsonaro.

La pandemia intervino en un contexto doble que no se debe olvidar. El primero es el ascenso vertiginoso del neonacionalismo en diferentes latitudes: en Estados Unidos, Gran Bretaña, Brasil, Europa e incluso en los países del Sur. Ese nacionalismo lleva a los dirigentes en el poder a promover o halagar a las opiniones públicas fomentando la ilusión de una respuesta nacional o de protección frente a los peligros. Ello agrava la situación porque esta tentación demagógica viene a complicar la gestión multilateral de esta crisis. El segundo contexto remite a que recién salimos de un año 2019 absolutamente excepcional. 2019 fue el año en que se dieron una multitud de movimientos sociales a través del mundo: América Latina, Europa, Asia, África, Oriente Medio. Estos movimientos sociales reclamaban lo mismo: un cambio de políticas. Las revueltas sociales denunciaban el neoliberalismo y la debilidad de la respuesta de los Estados y, también, de las instituciones y de las estructuras políticas. Hoy, para los Estados, la gran dificultad se sitúa en el hecho de que tratan de responder a corto plazo y con un perfil nacionalista mientras que, al mismo tiempo, cuentan con muy poca legitimidad en el seno de sus sociedades. La consecuencia de este esquema han sido las dudas, los tanteos y la ineficacia demostrada por los gobiernos. Una situación semejante obligará a cambiar la gramática de los gobiernos.

Hay, en toda esta tragedia, una contradicción cruel: justo antes de la crisis sanitaria, China se encontraba en plena expansión. En 2013 empezó a reactualizar el mito de la Ruta de la Seda y para ello desplegó una impresionante red de comunicación y de infraestructuras a través del mundo. Pero esa Ruta de la Seda mutó en ruta de la muerte.

Es cierto y hay dos puntos esenciales. En primer lugar, esta crisis que se inició en Wuhan golpeó muy fuerte a la economía china y, diría, a la propia credibilidad de los políticos chinos y sus políticas. La crisis también reveló las debilidades del sistema chino. No olvidemos que el virus nació debido a la fragilidad del sistema sanitario y alimentario de China: el coronavirus nació en esos mercados que no responden a las reglas elementales de higiene. Fue la base de su propagación. La credibilidad china se vio disminuida debido a esta fragilidad sanitaria. Al mismo tiempo, hay una paradoja: China ingresó antes que nadie en esta crisis, pero también salió de ella antes que los demás y de forma eficaz. No estoy seguro de que Europa tenga la misma capacidad de reacción que China. Salvo si, por desgracia, China conoce una segunda ola de contaminación, es muy probable que esté de pie cuando Estados Unidos y los países de Europa sigan de rodillas. China está tratando de probarlo enviando médicos y equipos y ofreciendo ayuda a los países que están en plena tormenta. Esto puede significar que cuando nosotros continuemos peleando contra el virus China se habrá levantado y tendrá, entonces, una ventaja frente a las viejas potencias.

A lo largo de esta crisis hemos asistido a una suerte de geopolítica de chez zoi, es decir, una geopolítica de casa para adentro. Cada país se concentró en su problemática cuando el imperativo no era financiero como en la crisis de 2008, sino sanitario.

La urgencia es doble. Es sanitaria ahora y será económica y financiera muy rápidamente. El problema radica en que Europa ha sido la primera víctima del coronavirus. Europa fue el primer muerto. Todos los reflejos que se esperan de Europa están ausentes. La primera intervención de Christine Lagarde, la directora del Banco Central Europeo (BCE), fue catastrófica. Hasta llegó a invitar a los Estados a que se las arreglaran por su cuenta. Luego, la respuesta de la Comisión Europea resultó igualmente débil. El desacuerdo entre los principales países europeos (Alemania, Francia, España, Italia, Países Bajos) en torno de la gestión de la mutualización de las deudas muestra hasta qué punto se carece de un resorte europeo. Luego de la Segunda Guerra Mundial, Europa se construyó por primera vez en su historia porque los europeos tenían miedo de una tercera guerra mundial y sabían que no podría reconstruirse ni salir de las ruinas únicamente con el esfuerzo nacional. Por eso se eligió una reconstrucción colectiva. Hoy, como todas esas metas han sido alcanzadas, la dinámica europea ha dejado de existir. No obstante, es precisamente allí donde está la clave de su porvenir. El miedo que los europeos tenían en 1945 lo vuelven a sentir ahora con el coronavirus. Los europeos van a descubrir que esa necesidad de reconstrucción que había en 1945 persistirá en cuanto salgamos de este drama sanitario. Tal vez, la conjugación de estos dos factores conduzca a que Europa renazca al final de esta crisis. Pero claro, cuando llegue ese momento habrá que cambiarlo todo.

Aunque los paralelismos puedan resultar tramposos, muchos analistas trazan un paralelo entre la situación actual y la crisis de 1929. Luego de aquella hecatombe vino la Segunda Guerra Mundial y, justo antes, el ascenso del nacionalismo. ¿Acaso el virus no podría volver a fecundar un contexto semejante?

Es demasiado pronto para saber cómo serán las consecuencias. Las cosas pueden ir en los dos sentidos. Pero quisiera igualmente señalar que, antes del fascismo y el nazismo, el primer resultado de la crisis de 1929 fue el keynesianismo y Franklin D. Roosevelt, es decir, la reorientación de la economía mundial que permitió su salvación. No hay que tener una visión exclusivamente pesimista sobre los efectos de esta crisis. Creo que todo dependerá de la manera en que el miedo actual evolucione y de cómo ese miedo sea gestionado políticamente. Si el miedo desaparece rápidamente, se corre el riesgo de que volvamos a comenzar con el viejo sistema. Si el miedo perdura, tal vez esto nos conduzca hacia las transformaciones que necesitamos. Sin embargo, desde ahora, se plantea el gran problema de la gestión política del miedo. ¿Quién se hará cargo? Seguramente, la extrema derecha utilizará ese miedo como recurso electoral explicando que es urgente reconstruir las naciones, los Estados y restaurar el nacionalismo. No obstante, la extrema derecha no es la única oferta política existente.

Sí, pero ya antes de esta crisis la extrema derecha se erigió como planteo político reestructurado y con mucha legitimidad.

Hay mucho de eso. Si se observan los Estados europeos, todos tienen un sistema político descompuesto. En Francia no hay más partidos políticos, en Alemania la socialdemocracia no cesa de debilitarse mientras que los demócrata-cristianos de la canciller Angela Merkel están sumidos en una crisis, en Italia la democracia cristiana y el Partido Comunista desaparecieron, e incluso en Gran Bretaña el sistema partidario que antaño estaba tan bien estructurado ya no existe más. Estamos en plena recomposición política. La versión optimista quiere que esta recomposición política desemboque en el nacimiento de partidos con capacidades de llevar las riendas de la globalización. De hecho, actualmente, ningún partido político sabe qué es la globalización. Tal vez advenga un keynesianismo político. Por el contrario, el horizonte negativo sería que esa recomposición no se lleve a cabo.

En uno de sus últimos libros y, más recientemente, cuando estallaron las insurgencias sociales en 2018 y 2019, usted planteó que estábamos ingresando en el segundo acto de la globalización. ¿Acaso esta crisis no ha barrido con ese segundo acto?

No, para nada, es el mismo. No hay que disociar lo que ocurrió en 2019 de lo que está pasando ahora. Es lo mismo, es decir, el redescubrimiento angustiado de una urgencia social. Ese es el segundo acto de la globalización, el cual consiste en distinguir globalización de neoliberalismo, es decir, dejar de confiarle al mercado la gestión exclusiva de la globalización. En el curso de este segundo acto se trata de construir una globalización humana y social. Estas fueron las demandas de 2019 y los mismos reclamos vuelven ahora con urgencia ante la crisis del coronavirus. Si somos optimistas, podemos esperar que esta crisis termine por acelerar el advenimiento del segundo acto de una globalización humana y social. De lo contrario, cabría pensar que la catástrofe sanitaria no hizo sino complicar y atrasar la marcha hacia la segunda secuencia.

2019 nos mostró a una humanidad ligada por lo que usted llamó un perfil intersocial. ¿Persiste aún esa dimensión de conexión, de diálogo y de compenetración entre identidades sociales?

Sí, claro, tanto más cuanto que esta crisis nos revela que las relaciones intersociales se vuelven determinantes a través del planeta. Estas relaciones intersociales son incluso más importantes que las relaciones entre los Estados, los gobiernos o los militares. El porvenir del planeta está en las interacciones sociales, en la tectónica de las sociedades, es decir, en esa capacidad propia de las sociedades para interactuar entre ellas más allá de la voluntad de los gobiernos.

Uno de los ejes constantes de su reflexión ha sido plantear la forma en que, en las relaciones internacionales modernas, es el Sur quien fija la agenda del Norte y, también, cómo ello desembocó en una representación geopolítica marcada por la impotencia de los poderosos. El coronavirus ha dejado al desnudo esa impotencia.

¡Estamos más que nunca en ese esquema!. Estamos viendo cómo los instrumentos clásicos de la potencia no pueden hacer absolutamente nada frente al coronavirus. Estados Unidos, que es la superpotencia de las potencias, conoce una propagación de la infección superior a la de China y Europa. Hemos dejado de estar en el registro de la potencia. Los recursos clásicos de la potencia nada pueden hacer. Debemos pasar ahora de la potencia a la innovación. Solo ganaremos si convertimos la vieja concepción de la potencia en capacidad de innovación para encontrar nuevos tratamientos, una vacuna, así como los medios técnicos capaces de remodelar la globalización para que esta no sea, como hoy, una fuente de dramas. Estamos ante un nuevo umbral de la historia.

Un nuevo umbral con un interrogante dramático: ¿qué ocurrirá cuando el coronavirus se expanda en los países del Sur carentes de toda estructura sanitaria?

Esa eventualidad anuncia una catástrofe. Si la pandemia llega al Sur, será todavía más dramática y lastimará más profundamente al planeta entero. Ello prueba que los centros de gravedad de nuestra historia y de nuestro porvenir están en el Sur. El auténtico momento de la verdad se planteará cuando África se vea confrontada masivamente a esta tragedia.

Se han caído tantas máscaras con esta crisis global. La búsqueda de una vacuna, por ejemplo. Cada país la elabora por su cuenta: Francia, Estados Unidos, Rusia, China, Cuba. Y en el medio está el espectáculo indecente de la OMS: no tiene voz, ni influencia, ni capacidad alguna de organizar acciones coordinadas. Se ve como un monstruo vacío y burocrático.

Este tipo de anarquías son frecuentes en las situaciones de urgencia porque se establece una competencia entre un conjunto de actores que trata, más o menos sinceramente, de encontrar un remedio. Es algo paradójicamente normal porque así se estimula y se aceleran las investigaciones. Ahora claro, si estuviésemos en un mundo ordenado, la OMS habría debido encargarse de la definición de los protocolos de investigación y de los protocolos terapéuticos. Pero la OMS se ha vuelto alguien que cada tarde lee comunicados carentes de interés. Pero la naturaleza humana termina siempre por triunfar. El problema consiste en saber qué sacrificio habrá que hacer para todo esto. Un muerto es un muerto de más y ahora vamos ya por miles de muertos. Pienso que la humanidad renacerá de todo esto más fuerte y más consciente.

Fuente e imagen: https://nuso.org/articulo/entrevista-bertrand-badie-febbro-coronavirus-geopolitica-capitalismo/

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Mundo: Propuestas gratuitas para impartir con éxito clases online

Mundo/05-04-2020/Autor y Fuente: www.educaciontrespuntocero.com

La crisis sanitaria del Coronavirus obliga a los docentes a reinventarse. Para ayudarles en esta tarea, la consultora educativa Aonia Nueva Educación les sugiere una serie de contenidos y cursos gratuitos que les serán de gran ayuda durante estos días.

Con el cese temporal de la actividad presencial docente a consecuencia de la crisis sanitaria del coronavirus, Aonia Nueva Educación (especialista en proyectos educativos y digitalización del proceso de aprendizaje) se está volcando en ayudar a los centros educativos y universidades para que minimicen el impacto de esta crisis sanitaria y puedan seguir ofreciendo iniciativas que pongan la tecnología al servicio del ámbito educativo.

En este sentido, la consultora educativa ha trabajado en varios contenidos y cursos gratuitos a través de su plataforma AoniaLearning, que ayudarán a los docentes a mejorar y ganar seguridad al adaptar sus clases a entornos virtuales y de actividad online con ayuda de diferentes herramientas

Aonia Nueva Educación

Objetivo: ayudar a los docentes

¿Cómo pueden trasladar los docentes sus clases a la Red? ¿Cómo gestionar un aula digital? ¿Cómo fomentar el trabajo colaborativo con el alumnado? Todas estas preguntas las pueden responder realizando alguno de los itinerarios formativos que ha planteado Aonia Nueva Educación: lo hace adaptándose a los diferentes niveles (básico y avanzado) que un docente o un centro escolar puede presentar a la hora de gestionar clases virtuales utilizando las herramientas de Microsoft (Teams y OneNote) o de Google (Google Classroom y Google Drive). Así, y hasta el 26 de abril, lanza el acceso gratuito e ilimitado durante 7 días a su catálogo completo de COVID-19. Cada semana se lanzará una nueva convocatoria de 200 plazas.

Por otro lado, la consultora sugiere un proyecto de investigación en el que invitan a participar a directivos de educación y responsables TIC que quieran aportar datos, conocimientos y experiencias sobre la situación que se vive en estos momentos. El objetivo es documentar este proceso de adaptación pedagógica como comunidad educativa para analizar y extraer conclusiones sobre el impacto y las estrategias didácticas que emergen a partir de esta crisis sanitaria. Basta con dedicar 15 minutos y dirigirse a la página ‘Análisis global sobre el impacto del COVID-19: Guía para una educación digital’.

Fuente e Imagen: https://www.educaciontrespuntocero.com/noticias/aonia-nueva-educacion-propuestas-gratuitas-impartir-clases-online/

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Estudiantes internacionales y emergencia sanitaria: vulnerabilidad y aislamiento

Por: Sylvie Didou Aupetit

En México, un tema ha cobrado un escaso relieve en la discusión sobre la movilidad estudiantil y académica como dimensión constitutiva o superflua de la educación superior. Es el de la situación de los estudiantes internacionales inscritos en las Instituciones de Educación Superior (IES) como alumnos regulares o en estancia, ante la epidemia del COVID-19. PATLANI, la encuesta sobre movilidad internacional que coordinó la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES) permitió establecer sus orígenes geográficos, sexo, tipo de movilidad e instituciones receptoras. Pero no dio razón de sus condiciones de inserción y de vida. Desconocemos en consecuencia cuántos estudiantes internacionales reciben becas, cuántos estudian con recursos propios y cuántos desempeñan trabajos informales para completar sus ingresos. Eso, pese a que su condición económica incida considerablemente en su bienestar y en sus facilidades para integrarse en el país/establecimiento receptores.

En 2018-2019, el formato 911 de la Secretaria de Educación Pública registraba 23694 estudiantes internacionales en la matricula total de licenciatura, en el país. La ANUIES reportaba 3039 de ellos en el primer ingreso a posgrado. La proporción en relación a los grupos de referencia era baja: representaba apenas el 0.54% y el 2.15% de cada conjunto. No disponemos todavía de los datos sobre el ciclo 2019-2020. Ignoramos, por lo tanto, cuántos estudiantes extranjeros residen en México y, sobre todo, cuántos de los inscritos a principio del año universitario permanecieron aquí después de que, en forma escalonada, a mitades de marzo 2020, las universidades decidieran suspender sus cursos presenciales y, luego, el acceso a sus instalaciones, debido al coronavirus. Tampoco sabemos si las IES mexicanas exhortaron a los alumnos extranjeros, como lo hicieron algunos establecimientos en otros países, a retornar a su país de origen para soportar allá la emergencia sanitaria.

En México, los estudiantes internacionales no son tan numerosos como lo son en los polos dominantes de atracción de la movilidad global. En consecuencia, sus necesidades específicas no han suscitado curiosidad, como objeto de política o de investigación.  Algunas IES nacionales (por ejemplo, el Instituto Politécnico Nacional) anunciaron que apoyarían la repatriación de sus estudiantes en estancias afuera. Pero, en general, los establecimientos no proporcionaron información pública sobre medidas destinadas a  “cuidar” a sus alumnos extranjeros. Quizás se deba ese silencio a un disfuncionamiento en las estrategias comunicacionales de los establecimientos universitarios nacionales, comprensible en la coyuntura de urgencia por la que atraviesan, y no a una desatención a un grupo en una condición de alta vulnerabilidad.

En términos generales, el cierre de fronteras, la suspensión de vuelos internacionales, la promulgación de cuarentenas o los llamados al auto-confinamiento, han acentuado sentimientos de desaliento psicológico en toda la población. Pero han pegado más a unos colectivos que a otros. Entre ellos, a los estudiantes en general pero, principalmente, a los estudiantes internacionales que, por voluntad propia, por condiciones adversas de entorno, por un deficiente timing o por falta de recursos, no emprendieron una movilidad inversa para reunirse con sus familias.

Los periodistas de Le Monde, en Francia, y los integrantes de diversos observatorios de la vida estudiantil, en Estados Unidos, en Canadá o en África, advirtieron que los estudiantes en situación de migración interna o internacionales están ahogados por la situación actual. Esos últimos, sobre todo, se enfrentan a una de-socialización provocada por la ruptura intempestiva de los trayectos educativos normales y a una escasez de recursos cognitivos y financieros para confrontar la adversidad en un lugar ajeno. Desconocen en ocasiones cómo hacer valer su seguro médico, renovar sus visas o revalidar sus permisos de estancia temporal. Para cortar las cadenas de transmisión de la enfermedad por contacto físico, muchos consulados y organismos responsables de cuestiones migratorias, de hecho, ya suspendieron sus labores.

Los jóvenes, sobre todo los recién llegados en sus países de destino, están muy desestabilizados, al confrontar, durante un proceso de adaptación siempre delicado, esos reveses inopinados, simultáneamente con la clausura de las dependencias encargadas de orientarlos, en las IES y en la administración pública. Para revertir los efectos negativos de ese contexto en la salud emocional de todos los estudiantes, y, principalmente, de los internacionales, muchas IES abrieron plataforma de atención virtual para mitigar su aislamiento.

Antes de que estallara la crisis sanitaria, el país y, particularmente, la Ciudad de México anunciaron su propósito de aumentar el aforo de alumnos extranjeros, promocionando la oferta cultural y de educación superior y mejorando los servicios prestados a los individuos en situación de movilidad. Tomando en cuenta ese objetivo y la necesidad moral de no dejar desamparados a los estudiantes internacionales, convendría, desde ya, apoyar y acompañar a los que se quedaron “atrapados” en el país, por decisión o por default.  Después de superada la emergencia, habrá que ocuparse de otros asuntos de fondo, como el diseño de políticas compartidas de cooperación internacional para la gestión de la movilidad, en condiciones de crisis. Habrá asimismo que evaluar sistemáticamente la presencia/ausencia de prácticas institucionales desarrolladas para atender a los estudiantes internacionales, más allá de solidaridades inter-individuales puntuales.

(1)  https://www.lemonde.fr/campus/article/2020/03/21/tout-d-un-coup-c-est-le-vide-loin-de-leurs-familles-la-solitude-des-etudiants-etrangers_6033981_4401467.html

(2)  https://www.insidehighered.com/news/2020/03/20/covid-19-disrupts-international-student-exchange-both-directions [o] https://globalnews.ca/news/6722140/international-students-rush-home-covid-19/+ https://www.globalpartnership.org/fr/blog/limpact-du-covid-19-et-dautres-epidemies-de-maladies-infectieuses-sur-les-etudiants

 

Fuente: http://www.educacionfutura.org/estudiantes-internacionales-y-emergencia-sanitaria-vulnerabilidad-y-aislamiento/

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Covid-19: Brasil a contramano de la ciencia

Redacción: RCINET

Critica el cierre de las escuelas y comercios. Se opone a la prohibición del transporte y al aislamiento de las personas. Enfrenta a los gobernadores que adoptan medidas de cuarentena para la población. Dijo una frase que todavía resuena: “No hay por qué cerrar escuelas, cuando en el mundo los más afectados por la pandemia son las personas mayores de 60 años”.

Se trata del presidente Jair Bolsonaro quien se toma muy a la ligera el avance de la pandemia del coronavirus en su país.

En las últimas 24 horas hubo 23 muertes por la COVID-19 llevando su total a 159 personas según informes del Ministerio de salud de Brasil, con 4.579 casos positivos.

Su posición preocupa tanto que hasta sus propios seguidores empiezan a darle la espalda, destaca Jean-Michel Leprince, corresponsal de Radio Canadá en América Latina.

El presidente de Brasil enfrentado a sus propios ministros por coronavirus

A los ministros y otras autoridades les preocupa que su presidente califique al coronavirus de gripecita. Porque eso tiene repercusión en la manera de abordar el problema.

“El ministerio de Salud tiene una posición ante el coronavirus. El presidente otra. Uno defiende el aislamiento social como forma principal de intentar contener la expansión del coronavirus en el país. El otro está a favor de un aislamiento vertical, o sea, restringido a los mayores de sesenta años”.

-Jean-Michel Leprince

Bolsonaro se posiciona contra los postulados y recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) cuando pide a los brasileños que regresen a trabajar.

Según informan diversos medios en América latina Bolsonaro había dijo que el director de la Organización Mundial de Salud, Tedros Adhanom Gebreyesus, coincidía con él en estar en contra del aislamiento social horizontal. Lo que fue desmentido inmediatamente por el propio Gebreyesus según información de OGlobo.

El Dr. Luiz Henrique Mandetta Ministro de Salud, el Ministro de Justicia Sergio Moro y el Ministro de Economía Paulo Guedes, considerados como cargos clave del gobierno de Bolsonaro ya manifestaron su desacuerdo públicamente con el jefe de Estado concerniente a la falta de medidas para luchar contra la pandemia.

26 de los 27 gobernadores advirtieron ya que seguirán fieles a las recomendaciones de la Organización Mundial de Salud (OMS).

Brasil va por mal camino dicen expertos

La mayoría de expertos en temas de pandemia lo repiten: hay que aislar y aislar. Poco importa las edades.

El Imperial College de Londres estima que si hoy Brasil toma medidas más restrictivas para combatir el coronavirus el número de muertes no pasaría de los 50 000.

Si solo se aplica el postulado de Bolsonaro de aislar a los mayores solamente, esta cifra podría superar los 500.000.

Las autoridades canadienses en todos los niveles gubernamentales siguen los preceptos de los expertos en salud. Salud Canadá  afirma que las medidas de distanciamiento social tienen por objetivo reducir al mínimo el contacto estrecho con otros miembros de la comunidad.

Por eso son importantes respetar las consignas de cuarentena y aislamiento a nivel individual, así como social. Para el organismo de salud pública, es crucial respetar esas medidas.

El primer ministro de Canadá Justin Trudeau lo dice y lo repite en cada una de sus conferencias de prensa cotidianas.

Váyanse a sus casas y quédense en sus casas”.

Además, los estudios de referencia muestran que el distanciamiento social no sólo ayuda a evitar la sobrecarga del sistema de salud, sino que también facilita la recuperación económica después de la pandemia.

La última decisión del presidente Bolsonaro fue eximir de la cuarentena a los cultos religiosos y casas de venta de lotería.

Este lunes, los líderes de la izquierda en Brasil pidieron la renuncia del presidente, considerando su manejo de la crisis sanitaria como algo irresponsable y criminal.

Fuente: https://www.rcinet.ca/es/2020/04/01/covid-19-brasil-a-contramano-de-la-ciencia/

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Pandemia y capitalismo, la lucha en dos frentes de la clase trabajadora

Pandemia y capitalismo, la lucha en dos frentes de la clase trabajadora

Por: Matías Maiello

La pandemia de coronavirus ha roto el precario equilibrio que venía arrastrando el capitalismo a nivel mundial atravesado por tendencias recesivas, huérfano de nuevos motores de acumulación, con crecientes tensiones geopolíticas, y signado por un amplio ciclo de revueltas. Aún es muy difícil determinar la extensión y la profundidad que alcanzará finalmente la crisis sanitaria a nivel global luego de la degradación (y mercantilización) a la que ha sometido el capitalismo a los sistemas de salud. El carácter confuso de la información, la poca confiabilidad de los informes brindados por los diferentes gobiernos y, sobre todo, la ausencia de test masivos que sirvan para hacer un mapa fidedigno de la extensión y tasa de mortalidad del virus introducen una mayor incertidumbre en la situación. Ante este escenario, estando en riesgo las vidas de millones, asumimos que el peligro es máximo. Por su parte, las consecuencias económicas, todo indica que tendrán una magnitud histórica con depresión, crisis de deudas, millones de despidos, disparada de los índices de pobreza, etc. Políticamente, se generalizan los cierres de fronteras y se exacerban las tendencias autoritarias y bonapartistas de los regímenes burgueses. En muchos países tienen como trasfondo crisis orgánicas que se vienen desarrollando con anterioridad, así como el reciente ciclo de lucha de clases que se ha desarrollado a nivel internacional.

En su informe de principios de marzo, “La era de las protestas masivas”, el think tank CSIS (Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales) señalaba:

«En un gran giro de la historia, las protestas se han silenciado en las últimas semanas probablemente debido al brote del nuevo coronavirus […]. Es probable que el coronavirus suprima las protestas a corto plazo, tanto por las restricciones gubernamentales en las zonas urbanas como por la renuencia de los ciudadanos a exponerse a grandes reuniones públicas. Sin embargo, dependiendo del curso futuro de esta probable pandemia, las respuestas del gobierno al coronavirus pueden convertirse en otro desencadenante de protestas políticas masivas.»

Efectivamente, y las consecuencias de la crisis económica también. Gobiernos ampliamente repudiados por las masas que han sido golpeados por la lucha de clases, como el de Piñera en Chile o el de Macron en Francia, entre otros, difícilmente puedan quedarse tranquilos aunque las calles estén hoy dominadas por el ejército y la policía. Al contrario, probablemente la lista de países del reciente ciclo de lucha de clases se amplíe en condiciones de crisis mucho más profundas. Todavía en los inicios de la crisis, la huelga del pasado miércoles 25 en Italia parece comenzar a esbozar esta tendencia, en medio de una situación social virtualmente explosiva donde los sectores precarios y empobrecidos son condenados a padecimientos cada vez mayores.

La “guerra” contra el coronavirus y la continuación de la política por otros medios

Para combatir el brote de coronavirus la mayoría de los gobiernos capitalistas a nivel global oscilan entre las cuarentenas masivas y la llamada “inmunidad colectiva” –es decir, contagio masivo para crear anticuerpos en la población– como armas principales, cuando no exclusivas, para mitigarla. Hoy alrededor de un tercio de la población mundial (2600 millones de personas) está bajo medidas estrictas de restricción de movimiento o directamente confinado para evitar la propagación comunitaria del virus. Paralelamente la gran burguesía de estos países obliga a una porción de la clase trabajadora a seguir produciendo en sectores no esenciales para garantizar su ganancia. Por otro lado, se alzan las voces en sintonía con la “inmunidad colectiva”, comenzando por el propio Trump, que señalan que “el remedio no puede ser peor que la enfermedad”, que el daño a la economía (léase en su caso a la ganancia capitalista) será peor que la crisis sanitaria; durante la semana del 16 de marzo en EE. UU. 3,28 millones de personas aplicaron para el seguro de desempleo, lo que supera por mucho el pico más alto de su historia.

Las opciones así planteadas para las grandes mayorías serían: o arriesgar la vida de un sector de la población dejando que se propague espontáneamente el virus, o condenar a una parte cada vez más grande del pueblo trabajador a la desocupación y la miseria, o bien alguna combinación de las dos anteriores. En la era de la biotecnología, la clonación, el desciframiento del genoma humano, estas serían las variantes ofrecidas por la burguesía para combatir el coronavirus. Dos métodos milenarios que, por acción –la cuarentena masiva– y por omisión –la “inmunidad colectiva”–, fueron utilizados históricamente para contener la expansión de enfermedades contra las cuales la medicina carecía de recursos suficientes. Es sencillo entender la “falta de recursos” para enfrentar la plaga de Justiniano en el siglo VI pero, sin dudas, en el siglo XXI significa algo muy diferente.

Se repite una y otra vez, desde Macron en Francia hasta Alberto Fernández en Argentina, que “luchamos contra un enemigo invisible”. ¿Pero qué quiere decir que un virus es un “enemigo invisible”? El 10 de enero los científicos chinos publicaron en internet el genoma del virus. En el caso de Corea del Sur, al momento de comenzar el brote local (20 de enero) contaba con una capacidad de realizar test del virus a 15.000 personas por día. Con ese mecanismo logró “ver” la propagación del virus y contenerlo, por lo menos en principio. Casualmente, o tal vez no tanto, en aquel país están oficialmente en guerra, aunque mediando un armisticio desde 1953, con Corea del Norte. Los métodos policiales utilizados para el control de los “infectados” están allí para recordarlo. En la actualidad, desde la burocracia de la Organización Mundial de la Salud hasta el New York Times plantean que son claves los test masivos para el combate efectivo del virus, pero los test aún son artículos de lujo que no aparecen.

Lejos del discurso bélico con el que todos los gobiernos buscan justificar medidas draconianas sobre la población, lo que realmente queda expuesto es el carácter de clase de los gobiernos y sus instituciones. En 1940, para preparar la entrada de EE. UU. en la Segunda Guerra Mundial, Roosevelt ordenó la producción de 185 mil aviones en dos años (en 1939 se producían solo 3 mil al año) y cuentan que los asesores de Hitler opinaron que era propaganda. Para 1945, EE.UU. había producido 300 mil aviones y siderales cantidades de equipo militar, por no nombrar el “Proyecto Manhattan” que concluyó en la creación de la bomba atómica. 80 años después resulta que no se puede producir en masa millones de test para diagnosticar el coronavirus, que hay problemas hasta para abastecer de mascarillas de protección a los trabajadores de la salud, y que no se pueden fabricar rápidamente en masa respiradores para cubrir toda la demanda mundial, cuando en 2016, por ejemplo, se produjeron en el mundo más de 6 millones de autos promedio por mes. Recién después de meses, en países como Italia, EE.UU. o Gran Bretaña parece que se “descubre”, por ejemplo, que las automotrices tendrían que fabricar respiradores artificiales.

Lo que hubo durante las últimas décadas es una “guerra” contra los sistemas de salud pública. Ahora, en lugar de la articulación rápida de los medios necesarios para enfrentar la crisis sanitaria y sus consecuencias sobre las condiciones de vida de las grandes mayorías, los gobiernos se disponen a otorgar rescates masivos a los capitalistas. Esta semana en EE. UU., republicanos y demócratas rubricaron el “rescate más grande de la historia”, más del doble que el de Obama en 2008. Son 2,2 billones de dólares que se repartirán en su mayoría las grandes corporaciones y Wall Street, mientras que a los trabajadores les tocarán subas temporales de los montos del seguro de desempleo y un pago único a cargo del Estado por 1200 dólares por adulto y 500 por hijo cuando los costos de los tratamientos por coronavirus, en un país donde la salud está totalmente mercantilizada, son muchas veces esas cifras y la desocupación se disparó con millones de despidos. Parafraseando a Clausewitz, si hay una “guerra contra el coronavirus” como dicen, esta se parece mucho a una continuidad de la política de descargar la crisis sobre los trabajadores por otros medios cada vez más bonapartistas.

Pero tampoco es tan sencillo, no se trata de “una crisis más”. La tensión entre los polos de la “cuarentena general” y la “inmunización comunitaria” expresa en forma distorsionada la contradicción inmediata que existe entre las respuestas políticas de los regímenes burgueses para sostenerse en escenarios de crisis orgánicas o elementos de ellas –en algunos casos atravesados por importantes procesos de lucha de clases recientes–, y las necesidades económicas de proteger las ganancias capitalistas a como dé lugar en el marco de la crisis.

Lo “esencial” depende de la clase desde dónde se lo mire

Mientras no haya un factor favorable como podría ser una medicación efectiva, una vacuna disponible, o cambios en la propia evolución del virus, etc., será difícil para la mayoría de los gobiernos sostenerse apelando a la “inmunización comunitaria” y asimilar el riesgo de las consecuencias. De allí que frente al desmantelamiento de la salud pública, las cuarentenas generales cumplen, además de un papel de contención básica de la pandemia (en la mayoría de los casos sin siquiera test masivos para saber la extensión y distribución del virus), el papel político de medidas de efecto para cubrir las consecuencias de las propias políticas y la inacción actual, y a su vez buscar el fortalecimiento del poder del Estado capitalista frente a la crisis (despliegue policial-militar, limitación de derechos democráticos, concentración del poder en el Ejecutivo). La contradicción es que estas medidas de paralización afectan inmediatamente las ganancias de muchos grandes capitalistas.

De ahí las diferentes respuestas. Como el caso de Bolsonaro en Brasil y otros gobiernos que buscan minimizar el problema sanitario para mantener el funcionamiento capitalista normal de la economía. Línea que tuvieron la mayoría en los inicios para luego retroceder; Boris Johnson en Gran Bretaña expresó quizá el giro más paradigmático. Hasta casos “combinados” como el de Piñera en Chile, que decretó el “estado de catástrofe” para movilizar al ejército pero dando amplia continuidad a la economía. Pero en Europa, actual epicentro de la pandemia en número de muertes, países como Italia, el Estado Español o Francia, donde la combinación entre degradación de los sistemas de salud y la inacción se hicieron insostenibles, los gobiernos decretaron la cuarentena, mientras la burguesía pugna, además de por los “rescates” estatales, por garantizarse la posibilidad de seguir explotando a sus trabajadores.

Una batalla se libra alrededor de qué es una “actividad esencial”. Una pregunta, a la que un sector importante de la clase trabajadora se ve obligado a responder, y que refiere en algún nivel a un problema de la planificación económica frente a la crisis sanitaria. Claro que la respuesta varía enormemente según el criterio adoptado. Bajo el principio rector de la ganancia capitalista, por ejemplo, en la Segunda Guerra Mundial las grandes corporaciones norteamericanas como Du Pont, General Electric, Westinghouse, Singer, Kodak, ITT, JP Morgan no tuvieron inconveniente en prestar sus servicios al Tercer Reich, tampoco la ESSO en abastecerlo de petróleo, o las plantas de Ford y General Motors en producir para Hitler [1]. Se consideraban a sí mismos “actividades esenciales” que debían continuar maximizando ganancias en el marco de la masacre generalizada.

Partiendo de ese mismo criterio, en Italia donde actualmente se registra el mayor número de muertos y la población está en un virtual estado de sitio, la Confindustria –confederación patronal– consideró pertinente enmendar el planteo del gobierno de Conte que había hablado de frenar todas las “actividades no esenciales”, y agregar excepciones para “sectores de importancia estratégica para la economía”. Para así incluir fabricación de armamentos, aeronáutica, electrodomésticos, industria del neumático, grandes porciones del sector textil, la construcción y las obras públicas, así como buena parte del sector metalmecánico, metalurgia y siderurgia. Sin, por otro lado, molestarse en garantizar condiciones de seguridad sanitaria necesarias. El envalentonamiento patronal se corresponde con la acción del “Estado ampliado” que cuenta con la complicidad de las burocracias sindicales de CGIL, CISL y UIL, mientras el discurso oficial de “todos en casa” busca invisibilizar que en medio de esa situación crítica 10 millones de trabajadores mantienen el funcionamiento de la sociedad.

Lo nuevo es la respuesta de los trabajadores, que había comenzado en las últimas semanas con “huelgas salvajes” en sectores metalúrgicos y de logística, pero que ha dado un salto el pasado miércoles 25 de marzo con el paro general que impulsó especialmente la USB, uno de los “sindicatos de base” italianos, junto con los metalúrgicos de FIOM-FIM-UILM de Lombardía y del Lacio. Amplios sectores de trabajadores se plegaron, en aquellas regiones la huelga tuvo una participación de entre el 60 y el 90 %. También pararon sectores de la industria papelera, textil y química. Fue sintomático el llamamiento firmado por más de 400 enfermeras invitando a sumarse a la paralización a todos aquellos sectores no esenciales y adhiriendo con un minuto simbólico de huelga. La “Comisión de Garantía del derecho de huelga” impugnó la proclamación de la huelga, alegando cínicamente razones de seguridad relacionadas con la pandemia y reservándose el derecho a imponer sanciones.

Los grandes medios capitalistas hicieron todo lo posible por invisibilizar la acción obrera, cuando en el sur empobrecido comienza a haber saqueos y los trabajadores “informales” apenas pueden subsistir. Sin embargo, como señala Giacomo Turci en La Voce delle Lotte (parte de la Red Internacional La Izquierda Diario), la huelga comienza a romper la “unidad nacional” reaccionaria que impera en Italia. Detrás de la cual se pretende ocultar, como en los más diversos países, que mientras son trabajadoras y trabajadores quienes están al frente del combate contra la pandemia, así como garantizando producción y reproducción de la sociedad, los capitalistas siguen amasando ganancias en las actividades “esenciales”, en muchas otras presionando por seguir explotando a sus trabajadores a como dé lugar, despidiendo, condenando a los sectores más pobres a pasar hambre, y mientras tanto garantizándose “rescates” y subsidios estatales.

Control obrero y “reconversión económica”

La huelga en Italia, que se da en medio de la cuarentena y la militarización del país, probablemente sea un primer anticipo del renovado escenario de la lucha de clases que se irá configurando, no solo por la crisis sanitaria sino por la profunda crisis económica que los capitalistas ya están descargando sobre la clase trabajadora con millones de despidos como puede verse, por ejemplo, en los niveles record históricos que están alcanzando las solicitudes de seguro de desempleo en EE. UU. o el millón de despidos y 1,5 millones de suspensiones en el Estado Español. Alrededor de las cuarentenas y las luchas en torno a las “actividades esenciales”, tanto en lo que hace a garantizar las condiciones de seguridad e higiene en los lugares de trabajo como a la negativa de otros sectores a aceptar el criterio de “esencialidad” (ganancia) de los capitalistas y el planteo de reconvertir industrias para enfrentar la crisis sanitaria, se comienza a poner sobre la mesa el problema más amplio (y fundamental de cara a la crisis) de quién organiza la producción y bajo qué criterios.

Un ejemplo significativo en otro de los epicentros del brote de coronavirus, se da en torno al gigante de la aeronáutica francesa Airbus. Hace dos semanas, en algunas de sus subcontratistas, los trabajadores se organizaron para forzar el cierre por no existir condiciones mínimas de seguridad (un conflicto similar se está desarrollando en Airbus en el Estado Español). Luego la empresa y el gobierno de Macron comenzaron a presionar para la vuelta al trabajo. Como señala Gaëtan Gracia, delegado sindical de la CGT Talleres Haute-Garonne: “Mientras faltan mascarillas para el personal sanitario, no sólo en los hospitales sino también en los servicios de ciudad, en las ambulancias, etc. nos preguntamos: ¿por qué Airbus ha tenido facilidades para conseguir 20.000 mascarillas?”. Así, en su respuesta los trabajadores de varios sindicatos han exigido que “todas estas mascarillas deben ser entregadas al personal médico con carácter de urgencia” y luego se garanticen para ellos. Y al mismo tiempo han planteado reconvertir la producción de la industria aeronáutica para producir respiradores.

Si hay algo que ha quedado de manifiesto en esta crisis es que es la clase trabajadora la que ocupa todas las posiciones estratégicas para la producción y reproducción de la sociedad. Si, como hemos desarrollado en otros artículos, en términos de estrategia revolucionaria estas posiciones son definitorias tanto por su “poder de fuego” para paralizar el funcionamiento de la sociedad, así como también en tanto lugar privilegiado desde donde aglutinar al pueblo explotado y oprimido, también lo son desde el punto de vista de la posibilidad de reorganización de la sociedad bajo el criterio de la satisfacción de las necesidades de las grandes mayorías, alternativo y contrapuesto, al de la ganancia capitalista. Como explicaba Trotsky en una entrevista con E. A. Ross respecto a la Revolución Rusa:

«… controlaremos que la fábrica esté dirigida no desde el punto de vista de la ganancia privada, sino desde el punto de vista del bienestar social democráticamente entendido. Por ejemplo, no permitiremos que el capitalista cierre su fábrica para hambrear a sus trabajadores hasta la sumisión o porque no le está rindiendo beneficios. Si está fabricando un producto económicamente necesario, debe mantenerse funcionando. Si el capitalista la abandona, la perderá, y será puesto a cargo un directorio elegido por los trabajadores.»

Como postal de la crisis actual, es todo un símbolo que mientras Paolo Rocca, el principal burgués de Argentina, anuncia el despido de 1450 trabajadores en plena cuarentena, fábricas bajo gestión obrera que vienen de importantes historias de lucha contra los despidos y cierres patronales, ya se hayan propuesto producir insumos básicos para combatir el brote de coronavirus. Es el caso de los trabajadores de R.R. Donnelley (actual Madygraf), que han mostrado que pueden producir sanitizante de alcohol y máscaras sanitarias, junto con científicos y estudiantes universitarios para distribuirlo en los barrios más vulnerables y hospitales, o las trabajadoras textiles de Traful Newen que pasaron a producir barbijos en grandes cantidades poniéndolas al servicio del sistema de salud. La cuestión de quién organiza la producción y bajo qué criterios se hará cada vez más aguda con el desarrollo de la crisis, tanto frente a la actual crisis sanitaria como frente a los despidos y el cierre de empresas, y con ello la lucha por el control obrero de la producción.

Perspectivas

Detrás de la “unidad nacional” que impera en buena parte de los países del mundo, bajo el discurso bélico contra el coronavirus se pretende ocultar la guerra que ha librado –y libra– el capitalismo durante las últimas décadas contra la salud pública y las condiciones de vida de las grandes mayorías. Está en marcha una nueva oleada de “rescates” masivos a los capitalistas mientras estos descargan la crisis sobre los hombros del pueblo trabajador. Se buscan fortalecer las tendencias nacionalistas y bonapartistas de cara a la agudización de la crisis. Paralelamente se pretende invisibilizar a los sectores de la clase trabajadora que son los que verdaderamente están en la primera línea frente a la crisis sanitaria, en los hospitales y también en las fábricas, el transporte, etc., así como las luchas que comienzan a protagonizar cuestionando el espíritu de “unidad nacional”. O a los sectores precarizados y a los que son despedidos en medio de la cuarentena, que para millones es un “lujo” que el hacinamiento, la pobreza, la falta de servicios básicos impide cumplir. También se pretende ocultar que países como Venezuela, Irán o Cuba se encuentran aplastados por sanciones imperialistas en medio de la pandemia.

En este escenario, es fundamental visibilizar estas realidades que los regímenes y los grandes medios de comunicación pretenden disimular detrás de la “unidad nacional” y llegar a millones con un programa transicional independiente e internacionalista frente a la crisis. Exponer hasta el final la irracionalidad de este sistema capitalista en decadencia, que viene de estar atravesado por un amplio ciclo de lucha de clases del que todo indica que se preparan nuevos capítulos, y que plantea cada vez con más urgencia la necesidad de poner en pie un nuevo orden social no regido por la ganancia sino por las necesidades de las grandes mayorías. Desde esta perspectiva es que hacemos este semanario de teoría y política, y desarrollamos la Red Internacional La Izquierda Diario con diarios en 12 países y 8 idiomas, y actualmente estamos poniendo en pie LID Multimedia. Herramientas con las que no contaban los revolucionarios en el siglo pasado y nosotros podemos contar para llegar con estas ideas a millones, como lo está mostrando la crisis actual, y fortalecer la organización de partidos revolucionarios a nivel nacional e internacional que serán indispensables para, alrededor de los combates que vienen, pelear por terminar con la barbarie capitalista y hacer realidad la perspectiva de la revolución socialista en el siglo XXI.

Fuente de la Información: https://www.laizquierdadiario.com/Pandemia-y-capitalismo-la-lucha-en-dos-frentes-de-la-clase-trabajadora

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