Page 5 of 5
1 3 4 5

Elogio de la sultana

Con admiración de televidente, entusiasmo de sociólogo y fanatismo por la historia, confieso que he sido he sido cautivado por la telenovela turca llamada Muhtesen Yüsyil, que significa «El siglo magnífico», y que en Latinoamérica se ha conocido como El Sultán.  Soy parte de miles de personas que en Panamá han sido ganadas por esta teleserie, con quienes en reuniones familiares, tertulias espontáneas, incluso debates en las aulas, se arman apasionadas discusiones sobre la trama y los personajes de El Sultán.

 

Esta serie televisiva tiene como trasfondo los acontecimientos que hicieron la historia turca y europea del siglo XVI, en que se cimentaron las bases de la modernidad capitalista a sangre y fuego. Fue la época de conformación de los grandes estados nacionales europeos, regidos por monarquías absolutas, que sometieron a la nobleza medieval centralizando los feudos bajo su poder.

 

En el primer plano, la telenovela narra la vida del sultán Suleimán (1494-1566) y de su familia, durante su largo reinado de casi 50 años. Suleimán, apodado «El Magnífico», consolidó el imperio turco, conquistando con su espada desde la actual Hungría y Croacia, hasta los límites de Irán, gran parte del Mediterráneo y el norte de África. Suleimán fue el rival por excelencia del emperador Carlos V, del Sacro Imperio Romano Germánico, conocido como Carlos I en España (Charclen en la telenovela). Ambos se disputaron el control del mundo europeo.

 

El siglo XVI, constituye el nacimiento del capitalismo con toda su racionalidad instrumental. Esto se reflejó en que las monarquías absolutas, como la de Suleimán,  modernizaron sus estados con una burocracia eficiente e informada. Suleimán se le conoce por su labor codificadora. Fue un protector y estimulador de las artes, en particular de la poesía, a la que él mismo se dedicaba bajo el seudónimo de «El Amante» (Muhibbi). Todo esto sin renunciar al consejo de Maquiavelo, cuya obra El Príncipe es múltiples veces citada en la teleserie, de preferir ser más temido que amado.

 

El siglo XVI en que vivieron, constituyó una especie de primera «ilustración» en todos los ámbitos de la cultura. Aunque en momentos diferenciados, es cuando vivieron Leonardo, Shakespeare, Cervantes, entre tantos otros. En esta centuria gobernaron Isabel I de Inglaterra, Francisco I de Francia, y los emperadores Carlos V y Suleimán. Es el siglo de la lucha entre la reforma protestante y la contrarreforma católica.

 

Disgreciones históricas aparte, la verdadera protagonista de esta maravillosa telenovela es un personaje sorprendente, que en la vida real también hizo aportes novedosos para la época, casi heréticos, y que también reflejaban el inicio de la modernidad en el seno de la familia y de las relaciones entre los géneros: la sultana Hurrem, interpretada magníficamente por la actriz Meryem Uzirli.

 

Por ser Hurrem el verdadero personaje central, por la revolución que introdujo en las costumbres de la sociedad turca, y por ser magistralmente interpretado, es que pensamos que la teleserie debió llamarse, con justicia, La Sultana.

 

Hurrem, el personaje histórico, llegó al harén de Suleimán como una esclava extranjera, de origen ruso o ucraniano. Desarrollando habilidades personales de astucia y conspiración, logró convertirse en la favorita del sultán y luego en su esposa formal, incluso pudo quedarse a vivir junto al emperador cuando sus hijos alcanzaron la mayoría de edad. A pesar de lo establecido por la tradición, según la cual, ella como madre de príncipes,  debía acompañarlos a gobernar una provincia lejana y salir del palacio del sultán..

 

No bastando con eso, Hurrem no se limitó a regir en el ámbito familiar y de la corte del  palacio, sino que influyó notablemente en la política del estado turco, excediendo las atribuciones tradicionales que, como mujer, la circunscribían al manejo interno del harén, un submundo con sus propias intrigas.

 

Lo más atrayente de la telenovela, es que no se trata de una historia o biografía plana, como muchas veces vemos en televisión. Sino que permite apreciar la realidad compleja de las relaciones personales y sociales de la época, no solo entre las clases dominantes y dominadas, sino entre los géneros masculino y femenino. La telenovela no se queda en el esquematismo habitual de dominados pasivos y obedientes; dominantes activos y actuantes;  o de mujeres sometidas y víctimas, buenas como princesas de cuento, o malas como brujas o madrastras.

 

Esta telenovela tiene el mérito de  mostrarnos la complejidad de las relaciones humanas, en las que las personas pueden nacer bajo un determinismo social impuesto por su condición de clase, de género, o de pertenencia a cierto tipo de familia, pero también pueden operar activamente, influir, cambiar parcial o totalmente su destino, a través de determinadas acciones, conspiraciones y alianzas.

 

En ese sentido, la vida de Hurrem, principalmente, pero también de otros personajes de la novela, muestra cómo las mujeres conspiraban entre sí, y contra sí, junto a miembros de clases inferiores o superiores, con sus hijos e hijas, para consolidar o mejorar su posición social. Así mismo, muestra cómo los miembros, varones y mujeres de clases inferiores, podían escalar si elegían bien sus alianzas con miembros, mujeres u hombres, de la clase gobernante. El mundo crudo y duro de la política, en el que todos son agentes activos y terminan influyendo de una u otra manera en los acontecimientos.

 

Manteniéndose fiel a la historia real de la época, y de las vicisitudes de esta dinastía osmanlí, en los trazos generales, por supuesto que la ficción corresponde a  los conflictos interpersonales y grupales, así como los sentimientos subjetivos de los personajes. Pero la grandeza de los directores (Yagmur y Durul Taylan, Mert Baykal y Yagiz Alp Akaydin) y los libretistas (Meral Okay y Yimaz Sahin) está en que podemos suponer que en la vida real, más o menos como aparecen representados, debieron producirse los conflictos políticos, familiares e interpersonales.

 

En la vida real y en la novela, Hurrem debe vencer los obstáculos de clase, de género y familiares (segunda concubina) para imponerse dentro del harén, alcanzar legitimidad social como esposa del sultán y, finalmente, asegurar la sucesión del trono para uno de sus hijos. En el marco de que, en la tradición turca de entonces, según diversas fuentes históricas a las que alude la teleserie, los hijos que aspiraban al trono debían asesinar a sus hermanos y hermanastros para que no hubiera disputa por la legitimidad del gobierno.

 

De ahí la complejidad sicológica del personaje, que a ratos nos simpatiza como heroína que vence los obstáculos y las conspiraciones en su contra, y que en otros momentos  nos repugna por su frialdad criminal. Amorosa hacia sus hijos, pero capaz de asesinar a sus enemigos. Enemiga a muerte de su rival, Mahidevrán (concubina del sultán antes que ella) y su hijo Mustafá, con quien disputa el trono y el derecho de sucesión. Enemiga también de sus cuñadas, quienes la odian por exceder sus límites sociales, y quienes le reprochan que, pese a ser esposa del sultán, sigue siendo una sirvienta, pues no tiene sangre real.

 

En la vida real y en la ficción odiada por muchos, que la llamaban «Roxolana», para remarcar su origen. Pero amada por el sultán – poeta, que le dedicó muchos versos, algunos de los cuales recoge la serie, como los que dicen: «Trono de mi mihrab solitario, mi bien, mi amor, mi luna./ Mi amiga más sincera, mi confidente, mi propia existencia, mi sultana, mi único amor».

 

Esta novela es excepcional, por alejarse del maniqueísmo habitual, por crear personajes sicológicamente complejos, no solo los principales, sino toda la amplia gama que se va sucediendo a lo largo de la telenovela, desde los pashás (la otra vida interesante y paralela a la Hurrem es la de el Pashá Ibraim), beyes, efendis, comerciantes, soldados, eunucos, prostitutas, concubinas, sirvientas, jueces, etc.

 

Junto a la trama, lo otro destacable de esta telenovela, que salta a la vista de inmediato, es la calidad de los actores, que son capaces de representar los cambios de humor o actitud con gestos de la cara sin tener que recurrir a las gesticulaciones exageradas, ni al melodrama o la sobreactuación de los culebrones mexicanos o venezolanos.

 

La calidad de la actuación y la elección adecuada del elenco por los directores, producen la impresión de cada actor nació para encarnar exactamente el personaje que le tocó, y la sensación de que nadie más lo hubiera representado mejor. De entre decenas de personajes que discurren a lo largo de la serie, todos tan notables, se destaca la actuación del eunuco Sumbul, interpretado por Selim Bayraktar.

 

Otro elemento impresionante es el vestuario, en el que se aprecia una inversión millonaria. Según la información disponible en la web, la televisión turca invirtió aproximadamente 500 mil dólares por episodio, y algo más de 2 millones de dólares en vestuario y escenarios. La producción total rondó los 5 millones de dólares, en cuatro temporadas que duró la serie.

 

El Dr. Juan Carlos Mas, en un artículo reciente sobre esta telenovela, sostiene que el objetivo de ella, y de las otras que están de moda (fenómeno llamado por la televisión panameña, como la «turcomanía»), es el de vendernos la grandeza del imperio otomano para legitimar la política exterior del actual régimen turco. Algo de cierto debe haber en ello, pues la televisión turca y los productores que la financiaron no arriesgan presupuestos millonarios en una serie apostando a la incertidumbre de que se va a vender bien, lo cual en este caso ha sucedido. Muchas veces, detrás de los proyectos culturales se esconden inconfesados proyectos políticos.

 

Sin embargo, la realidad es más compleja, pues contrario a lo que supone nuestro amigo, el Dr. Mas, el actual gobernante de Turquía, el Sr. Erdogán, de ultraderecha religiosa, al igual que los sectores más conservadores de la sociedad turca, se opusieron y repudiaron esta teleserie. Bien pensado el asunto, la estructuración de la telenovela, con todas las características descritas, no puede haber sido producto de la mente cuadrada de algún fundamentalista.

 

Se requiere cierto grado de cultura y «modernidad», para armar una trama como la descrita. Apostamos por la hipótesis de que los productores, directores, libretistas y actores están más cerca del espectro político liberal, socialdemócrata e incluso marxista (que es grande en Turquía).

 

Probablemente los responsables de esta teleserie pertenecen a los sectores liberales que aspiran a que la Unión Europea rompa sus prejuicios medievales de «cruzados», que pretenden dividir  a Europa y al mundo entre cristianismo e islamismo. Que exigen de Bruselas, que acepte en sus filas a un país de mayoría musulmana, como Turquía. Después de todo ya comparten en la OTAN, donde son socios, junto a ingleses, franceses y alemanes para masacrar a los pueblos de la región, desde Siria a Irak, pasando por Kurdistán.

 

En ese sentido, la telenovela muestra un imperio Otomano bastante tolerante en el cual, pese a ser el Islam la religión oficial y mayoritaria, se respetaron las costumbres y creencias de los súbditos cristianos y judíos; en una época en que la católica España expulsaba u obliga a la conversión forzada a moros y sefarditas, y mediante la contrarreforma combatía a los protestantes.

 

El Sultán supera en todos los sentidos a otra teleserie creada por Radio y Televisión Española (RTVE),  para narrar la vida del emperador Carlos V, el alter ego de Suleimán, que se estrenó el año pasado bajo el nombre de «Carlos, Rey Emperador«.  Ésta también fue una gran superproducción, con gran elenco, vestuario y escenarios. Pero no lograron la magia cautivadora de la teleserie turca.

 

Lo peor de la serie española, que me hizo cambiar de canal enojado, es que pretendieron que Hernán Cortés fue víctima de los aztecas. Al menos los turcos le dieron un tratamiento menos hipócrita a los crímenes de Ibrahim Pashá, de Hurrem y del propio Suleimán.

Comparte este contenido:

España: El paseo de la Independencia se convierte en una gran librería por un día

Aragondigital.es/23 de abril de 2016/Por: Maria Paz Pérez Rodríguez

 

A lo largo del paseo de la Independencia, editores y libreros han instalado este sábado, Día del Libro, sus puestos llenos de novelas históricas, obras infantiles y cómics aragoneses, entre otras propuestas. Los compradores, como es tradicional, recibirán un clavel rojo. Este año, hay un escenario para lecturas públicas y actuaciones.

Miles de zaragozanos se han acercado a la feria con motivo del Día del Libro

además…

La literatura, la música, el teatro y la artesanía «toman» el Pignatelli por San Jorge ante la presencia de miles de aragoneses

Zaragoza.- Miles de lectores han abarrotado los porches del paseo de la Independencia de Zaragoza este sábado, Día del Libro. Allí se han instalado 98 puestos de libreros y editores y más de un centenar de autores se han prestado para dedicar sus libros. La novela histórica, infantil, las sagas de ficción y los autores aragoneses han protagonizado esta jornada.

Una feria marcada por los 400 años de la muerte del autor de Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes, que ha tenido protagonismo en la jornada literaria. Además, a lo largo de este sábado los zaragozanos y visitantes podrán disfrutar de cuentacuentos, animaciones y lecturas públicas en la plaza de España.

Este año, entre otros autores, firman libros Sergio del Molino, Irene Vallejo, Juan Bolea, Ángel Petisme, Ángela Labordeta e Ismael Grasa. El cómic aragonés aprovecha también la ocasión para mostrar músculo con una importante presencia de ilustradores, como Daniel Viñuales, Moratha o Isa Ibaibarriaga.

El tiempo ha acompañado, algo que han celebrado los vendedores, quienes aseguran que con este acto pueden acercarse a la gente y acaban comprando libros que «de otra manera no comprarían».

Además, los libreros han valorado esta festividad. Por ejemplo, el vendedor de la Editorial de Gastronomía Aragonesa ha valorado que este evento permite «acercarnos al público, que nos conozcan y explicarles los contenidos para generar un interés». Por su parte, la responsable de Antígona ha valorado que «pocas veces los libros están tan accesibles».

El consejero municipal de Cultura, Fernando Rivarés, ha visitado la feria y ha animado a zaragozanos y visitantes a disfrutar del Día del Libro. «Hay que vincular el libro a la fiesta, puesto que la lectura y la escritura tienen un gran componente de esfuerzo intelectual», ha afirmado el consejero en declaraciones a los medios.

Rivarés ha apuntado que hoy los responsables municipales están donde «está la mayoría de la gente», en un día «muy importante» para la ciudad por el Día del Libro. «Cualquier evento de cultura que ocupe el espacio público siempre es una ocasión para celebrarlo», ha afirmado Rivarés, quien ha valorado que el Día del Libro debe durar «los 365 días del año».

Además, ha asegurado que comprará el libro «España Vacía» de Sergio del Molino, un ensayo editado por Turner que pretende mostrar la España rural, y un tebeo que ilustra poemas de Ángel Petisme en un género llamado «liricómics».

La consejera de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón, Mayte Pérez, y el director general de Cultura y Patrimonio, Nacho Escuín, también han participado en la visita institucional del Día del Libro. Durante la visita la consejera ha aprovechado para comprar «Poesía Reunida» de Manuel Vilas, quien recientemente ha sido nombrado Premio de las Letras Aragonesas 2015, y los «Itinerarios Quijotescos», de Julio Llamazares.

Además, la consejera ha aprovechado la ocasión para felicitar a todo el sector del Libro en su Día Internacional, así como desearles un feliz Día de Aragón.

Fuente: http://www.aragondigital.es/noticia.asp?notid=144044&secid=12

Comparte este contenido:

Cervantes, de Madrid al cielo

España/ 20 de Abril de 2016/20minutos.es/Por.: Juli Amadeus Árias

El Instituto Cervantes es la entidad pública creada a principios de los años 90 para promover la enseñanza, estudio y uso del español.

El premio a la literatura otorgado por el Ministerio de Cultura o un instituto de Educación Secundaria son otras instituciones bautizadas con el nombre del autor.

Este viernes 22 se cumple el cuarto centenario de la muerte del insigne literato.

Cervantes es uno de los máximos exponentes no solo de la literatura española, sino también universal. Por ello, muchos son los organismos que hoy hacen gala de su nombre. El más emblemático, posiblemente, sea el Instituto Cervantes.

Esta entidad pública fue creada a principios de los años 90 «para promover universalmente la enseñanza, el estudio y el uso del español y contribuir a la difusión de las culturas hispánicas en el exterior». También el premio a la literatura en lengua castellana se apellida Cervantes. Un galardón concedido por el Ministerio de Cultura, a propuesta de las distintas academias de la lengua de los países de habla hispana, que arroja nombres como Dámaso Alonso, Borges, Octavio Paz, Alberti, Delibes, Vargas Llosa, Cela, Ana María Matute o Goytisolo, entre muchos otros. Por su parte, el Cervantes, uno de los institutos de Educación Secundaria más antiguos de Madrid (1931), «lleva con mucho orgullo y honra el nombre del insigne literato, de fama universal», confiesa su directora, Julia Pérez. Machado formó parte del claustro de profesores y por sus aulas han pasado personajes ilustres como María Zambrano, Tierno Galván, Calvo Sotelo o Forges. El centro, cuya publicación anual tiene como cabecera El Ingenioso Hidalgo, ha desarrollado sus propias jornadas culturales por el IV centenario de la muerte de Miguel de Cervantes

Teatros, asociaciones, revistas, centros culturales, de salud o juveniles –dentro y fuera de España– recuerdan al escritor del Siglo de Oro en su nomenclatura. En España cuenta hasta con municipios en las provincias de Zamora y Lugo, así como un barrio de Granada. Asimismo, da nombre a localidades en Australia, Costa Rica, Filipinas o Argentina. Precisamente, la Cervantes argentina esconde una auténtica historia literaria, ya que fue fundada en 1911 por el escritor valenciano Blasco Ibáñez. Aunque el autor de La barraca vio frustrado su proyecto y lo abandonó en 1913, su germen dio frutos más tarde y esta localidad ha llegado hasta hoy con algo más de 3.250 habitantes.
Cervantes universal A donde muy pocos tienen el privilegio de llegar es al cielo, y Cervantes lo ha hecho. Es un cráter del planeta Mercurio desde 1976 y, más recientemente, una estrella a más de 49 años luz. En la constelación Ara, cuatro planetas, Quijote, Dulcinea, Rocinante y Sancho, orbitan alrededor de la estrella Cervantes.

En la constelación Ara, cuatro planetas, Quijote, Dulcinea, Rocinante y Sancho, orbitan alrededor de la estrella Cervantes

La denominación se adoptó en 2015 por la Unión Astronómica Internacional tras vencer en un concurso con votación popular. La propuesta de la Sociedad Española de Astronomía y el Planetario de Pamplona, con la colaboración del Instituto Cervantes, tuvo un final feliz. Actualmente se está produciendo el documental para planetarios La estrella de Cervantes.

En la constelación Ara, cuatro planetas, Quijote, Dulcinea, Rocinante y Sancho, orbitan alrededor de la estrella Cervantes
Javier Armentia, que es el coordinador del Planetario de Pamplona y encabezó la candidatura, explica que «fue una de las propuestas más votadas, y además con una amplia participación de muchos países». Armentia concluye que, «parafraseando a Cervantes, ahora en el cielo hay una estrella de cuyo nombre sí podemos acordarnos».
Comparte este contenido:

Miseria en la cultura: decepción y depresión

 En 1930 Sigmund Freud escribió su famoso libro El malestar en la cultura y ya en la primera línea denunciaba: «en lugar de los valores de la vida, se prefiere el poder, el éxito y la riqueza, buscados por sí mismos». Hoy día estos factores han alcanzado tal magnitud que el malestar se transformado en miseria en la cultura. La COP-15 en Copenhague nos dio la demostración más cabal: para salvar el sistema del lucro y de los intereses económicos nacionales no se ha temido poner en peligro el futuro de la vida y del equilibrio del planeta sometido ya a un calentamiento que, si no es encarado rápidamente, podrá exterminar a millones de personas y liquidar gran parte de la biodiversidad.

La miseria en la cultura, o mejor, de la cultura, se revela por medio de dos síntomas verificables en todo el mundo: la decepción generalizada en la sociedad y una profunda depresión en las personas. Ambas tienen su razón de ser. Son consecuencia de la crisis de fe por la que está pasando el sistema mundial.

¿De qué fe se trata? Es la fe en el progreso ilimitado, en la omnipotencia de la tecnociencia, en el sistema económico-financiero, con su mercado, que actuarían como ejes estructuradores de la sociedad. La fe en estos dioses poseía sus credos, sus sumos sacerdotes, sus profetas, un ejército de acólitos y una masa inimaginable de fieles.

Hoy día esos fieles han entrado en una profunda decepción porque tales dioses se han revelado falsos. Ahora están agonizando o simplemente han muerto, y los G-20 tratan en vano de resucitar sus cadáveres. Los que profesan esta religión fetiche constatan ahora que el progreso ilimitado ha devastado peligrosamente la naturaleza y es la principal causa del calentamiento global. La tecnociencia que, por un lado, ha traído tantos beneficios, creó una máquina de muerte que sólo en el siglo XX mató a 200 millones de personas y es hoy capaz de exterminar a toda la especie humana; el sistema-económico-financiero y el mercado quebraron y si no hubiera sido por el dinero de los contribuyentes, a través del Estado, habrían provocado una catástrofe social. La decepción está estampada en los rostros perplejos de los líderes políticos, que no saben ya en quien creer y qué nuevos dioses entronizar. Existe una especie de nihilismo dulce.

Ya Max Weber y Friedrich Nietszche habían previsto tales efectos al anunciar la secularización y la muerte de Dios. No que Dios haya muerto, pues un Dios que muere no es «Dios». Nietszche es claro: Dios no murió, nosotros lo matamos. Es decir, para la sociedad secularizada Dios no cuenta ya para la vida ni para la cohesión social. En su lugar entró el panteón de dioses que hemos mencionado antes. Como son ídolos, un día van a mostrar lo que producen: decepción y muerte.

La solución no estriba simplemente en volver a Dios o a la religión, sino en rescatar lo que significan: la conexión con el todo, la percepción de que la vida y no el lucro debe ocupar el centro, y la afirmación de valores compartidos que pueden proporcionar cohesión a la sociedad.

La decepción viene acompañada por la depresión. Ésta es un fruto tardío de la revolución de los jóvenes de los años 60 del siglo XX. Allí se trataba de impugnar una sociedad de represión, especialmente sexual, y llena de máscaras sociales. Se imponía una liberalización generalizada. Se experimentó de todo. El lema era «vivir sin tiempos muertos; gozar la vida sin trabas». Eso llevó a la supresión de cualquier intervalo entre el deseo y su realización. Todo tenía que ser inmediato y rápido.

De ahí resultó la quiebra de todos los tabúes, la pérdida de la justa medida y la completa permisividad. Surgió una nueva opresión: tener que ser moderno, rebelde, sexy y tener que desnudarse por dentro y por fuera. El mayor castigo es el envejecimiento. Se concibió la salud total, y se crearon modelos de belleza, basados en la delgadez hasta la anorexia. Se abolió la muerte, convertida en un espanto.

Tal proyecto posmoderno también fracasó, pues con la vida no se puede hacer cualquier cosa. Posee una sacralidad intrínseca, y límites. Si se rompen, se instaura la depresión. Decepción y frustración son recetas para la violencia sin objeto, para el consumo elevado de ansiolíticos y hasta para el suicidio, como ocurre en muchos países.

¿Hacia donde vamos? Nadie lo sabe. Solamente sabemos que tenemos que cambiar si queremos continuar. Pero ya se notan por todas partes brotes que representan los valores perennes de la condición humana: casamiento con amor, el sexo con afecto, el cuidado de la naturaleza, el gana-gana en vez del gana-pierde, la búsqueda del «bien vivir», base para la felicidad, que es hoy fruto de la sencillez voluntaria y de querer tener menos para ser más.

Esto es esperanzador. En esta dirección hay que progresar.

Comparte este contenido:

Cuando Cuba se convirtió a la rockmanía

Con su megaconcierto gratuito, los Stones escribieron una página inédita en la historia de la isla. Ocurre en la semana en la que un presidente norteamericano visitó Cuba por primera vez en 88 años.

Eduardo Febbro, desde La Habana

Brecha, Montevideo, 1-4-2016

http://brecha.com.uy/

Muchos se acercaron el día anterior, otros vinieron con las primeras horas del día a acampar en el complejo deportivo donde los Rolling Stones escribieron el viernes pasado un capítulo más de su historia y una página inédita en la propia historia de Cuba. Un megaconcierto gratuito con el cual el grupo cerró su gira Olé Tour 2016. El escenario fue decorado con tonos afrocubanos en lo que aparece como un debido honor a los dioses yorubas, quienes vibraron con el mega sonido de cuatro altoparlantes frontales con forma de lengua y unas ocho torres de sonido que hicieron tambalear la noche. El día previo al concierto, en un soporífero programa de debate emitido por la televisión cubana, periodistas locales y responsables convocaban a la gente a asistir lo más numerosamente posible al concierto. No había en la boca de los responsables ninguna lectura política de este concierto que la banda británica viene negociando con La Habana desde hace un año. La única exclusividad ha sido la de la televisión. Como el Dvd del concierto se comercializará más tarde, la banda de Jagger no autorizó su difusión en directo.

Lejos o casi ficticios parecen esos años sesenta en los que el mismísimo Fidel Castro criticaba a los melenudos “hijos de burgueses” que andaban por ahí salpicando la vida de desorden. Cuba se ha convertido a la rockmanía y saldó con ello la deuda cultural que tenía con varias generaciones. Jesús, un joven trabajador del sector bancario, cuenta que a él “le gusta la música más romántica, tipo como el bolero, pero a mi padre le encantaban los Rolling Stones. Parece que en los tiempos en que los británicos estaban de moda conseguir un disco de ellos en La Habana era imposible, y si alguien tenía uno era como poseer un objeto maldito”. El escritor Leonardo Padura, el autor de esa obra maestra que es El hombre que amaba a los perros, recuerda que su generación “los escuchaba casi a escondidas. Si alguien me hubiese dicho que algún día los Rolling Stones iban a actuar aquí, le habría dicho que estaba enfermo de la cabeza”.

Extraña paradoja que se suma a otras tantas. No es un grupo nuevo el que viene a empujar las puertas, sino los más dignos representantes de los “abuelitos del rock”. Difícil que la mega consensual banda británica fascine con su música a la gente en un país donde la música es un arte que respira en cada esquina. Lo que más fascina es el hecho mismo de que vengan a tocar, “que aquellos que encarnan todo lo que ha sido contrario a los valores de la Revolución sean ahora los invitados del concierto más multitudinario de la historia de Cuba”, según analiza un joven que viene con frecuencia al café Bertolt Brecht, donde hace unos días se organizó un mega homenaje a los Stones. Vino el presidente francés, François Hollande, después el papa Francisco, luego Barack Obama, ahora tocan los Rolling Stones, más tarde habrá un desfile de Chanel y en La Habana se filmará una secuencia de la próxima película Rápido y furioso.

Nadie puede pensar con sensatez que la evolución del socialismo cubano llega hasta las orillas del amor por los Stones. Más bien, como todos los que diseñan el mundo contemporáneo, no se trata de una “redención” del grupo de Jagger sino de un oportuno, legítimo y fructífero aprovechamiento del relato del concierto. Después de todo, en este universo de gustos teledirigidos por las multinacionales y de pasiones igualadas, los Stones no asustan a nadie. Son un relato que se perpetúa. Vale su leyenda, su persistente permanencia, y el relato o los relatos que sus conciertos dejan como estela. El de Cuba es, sin dudas, la obra maestra de toda la gira. Apenas unas horas antes del concierto, muchos jóvenes y menos jóvenes estaban convencidos de que el espectáculo sería como “un antes y un después en la isla”. Otros, más escépticos y no por ello menos lúcidos, pensaban que se trataba de un “proceso de amplia legitimación”, según se expresa Gladys, una estudiante de cine. La secuencia, dice la joven, es alucinante: “El Papa, Obama y Mick Jagger. Faltaría que un gran broker de Wall Street viniese a dar cursos de cómo operar en la Bolsa y el círcu­lo quedaría completo”. Claro, Gladys va a estar de cuerpo presente en el concierto. “Piense lo que piense no me lo pierdo, pero voy con un interrogante: ¿por qué lo que hace unas décadas atrás estaba mal, ahora está bien? Acaso eso quiere decir que nos equivocamos, y que todo lo que pasó fue tiempo perdido?”.

La multitud llena ahora la Ciudad Deportiva de La Habana. Varias generaciones se dan la mano, codo a codo. Hijos y padres han venido juntos, los primeros por curiosidad, los segundos porque sus hijos los invitaron y los acompañan para que se rediman de lo que se les prohibió. Gente venida del mundo entero espera alucinada. No es una exageración decirlo: el planeta se ha dado cita en la capital de Cuba para asistir en vivo al trazado de una frontera entre la estética oficial y la música marcada con el sello oficial, y los poderosos ecos que soplan desde el mundo. En este estadio, hasta ahora, sólo se habían jugado partidos de béisbol, se habían organizado actos y conciertos oficiales. A su manera paradójica y enriquecida, este es también un concierto oficializado, es la oficialización de una transformación. Aunque la música de los Stones exprese otro contenido, aunque sus actores pertenezcan a una estética de la revuelta roquera que se ha marchitado como se marchitan tantas cosas en la vida. Tal vez la Revolución se esté marchitando como los Stones, tal vez no, tal vez la Revolución se sirva de los roqueros británicos para reinterpretarse en otra frecuencia.

Cuba le ha dado al mundo la alegría y la belleza incomparable de su música. El mundo pretende ahora que los Stones vienen a importar la libertad. Muy exagerado, pero qué importa. La gente está feliz. No piensa en términos políticos, sólo siente y ha venido a vivir un instante. El público salta, aplaude, se mira todavía diciendo: “¿todo esto es cierto?”. Sí, sí, es la misma verdad que teje y desteje sus narrativas sobre sueños nuevos y flores marchitas.

Comparte este contenido:
Page 5 of 5
1 3 4 5