“El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de los frijoles, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas”. Bertolt Brecht.
Hablar del Centro Regional de Educación Fundamental para la América Latina (CREFAL), es aludir a la historia de una de las prácticas educativas globales de la educación: la alfabetización. La historia de CREFAL comienza en el año de 1945, con la celebración de la II Conferencia General de la UNESCO en México, conferencia que tendría por objetivo, definir los estatutos de una Organización Internacional de Cooperación Cultural. En este sentido, el 11 de septiembre de 1950 se firmaron los acuerdos entre la Organización de Estados Americanos y la UNESCO, y entre ésta, el Gobierno de México para la creación del Centro Regional de Educación Fundamental para la América Latina.
Al año siguiente, el 9 de mayo de 1951 bajo la dirección del maestro mexicano Lucas Ortiz Benítez en el Estado de Michoacán, México, comenzó a operar este proyecto institucional, teniendo como objetivo ayudar a los gobiernos de América Latina y el Caribe, proporcionando capacitación a los maestros y líderes de educación fundamental, y la preparación de materiales adaptados a las necesidades y condiciones de las comunidades locales para reforzar la educación. Aunado a esto, la realización de los hombres y las mujeres en su cultura, su formación como ciudadanos y del desarrollo de condiciones sociales para su papel en el mundo moderno, fueron directrices que marcaron el de cursar institucional de CREFAL.
La Alfabetización de los pueblos
La instauración de CREFAL en 1951, como una institución de cooperación regional y de carácter internacional en materia educativa, conllevo a pensar y trazar un proyecto en el mismo concepto institucional. Articular un proyecto que respondiera a las necesidades y emergencias de una sociedad complejizada era todo un reto, sin embargo, garantizar el acceso y determinar las óptimas condiciones de los pueblos a la educación fue importante para idear como una primera iniciativa la alfabetización de los pueblos de la región.
La alfabetización como asunto de la agenda política de los Estados de América Latina y el Caribe, ha sido un asunto compartido regionalmente, debido a las características que dichos países y en particular, sus sistemas educativos presentan día a día. Actualmente, la alfabetización quizá sea un tema que sigue latente en las ocupaciones educativas, en menor medida, quizá, pero presente. Dicho lo anterior, CREFAL ha sido una institución que desde la década de los cincuenta del siglo XX, tuvo como eje institucional, llevar a cabo iniciativas de alfabetización, generando con ello, experiencias culturales edificantes de la educación latina y caribeña.
La iniciativa de la alfabetización como primer proyecto de CREFAL, conllevó numerosos ejercicios de éxito para la educación regional, posibilitando el acceso a la lectura, la escritura y la ejercitación de prácticas de comunicación cultural. En las últimas décadas, tanto la UNESCO como la CEPAL han dado evidencia del progreso que la alfabetización representa para los países, para los sistemas educativos, considerando la alfabetización como un proceso de cohesión y tejido social; la generación y conformación de comunidades educativas, la internacionalización de prácticas educativas y el intercambio académico, fueron logros de esta primer gran iniciativa internacional.
CREFAL y su aporte editorial
El trabajo que desde 1951 CREFAL ha realizado, se ha evidenciado a través de numerosas obras editoriales, coordinadas por especialistas de campo. La participación de investigadores como Pablo Latapí, Emilia Ferreiro, Hugo Zemelman, Judith Kalman, Enrique Dussel entre muchos otros más, son parte de esta gama de autores. El aporte editorial han tomado como ejes de debate distintos campos de dominio científico; temas fundamentales como la alfabetización, la educación en personas jóvenes y adultas, hasta vivencias históricas de lo que CREFAL como institución ha representado para la educación regional, forman parte de los múltiples informes, reportes, ensayos, colecciones y homenajes editoriales.
Los aportes editoriales han compilado miradas multidisciplinarias e interdisciplinarias, no solo de la educación, sino de la vida política, económica, histórica, antropológica, filosófica de la región latina y caribeña. Con ello, CREFAL ha dado un espacio al pensamiento regional, observando y escuchando cada uno de los mensajes que desde Decisio, Saberes para la acción en educación de adultos, la revista institucional, hasta las memorias y comunidades en formación que CREFAL sigue construyendo.
En los 70 años de vida institucional de CREFAL, la participación de los sujetos sociales en asuntos de la comunidad, la cultura y la educación, han sido los principales escenarios en que se han constituido iniciativas incluyentes de participación social, haciendo de estas iniciativas proyectos de enseñanza y aprendizaje, particularmente de los jóvenes y adultos. Los planes regionales y subregionales, ha permitido desarrollar políticas públicas en diferentes campos de la sociedad, articulando un marco de participación activa. En este sentido:
El CREFAL se ha propuesto abordar los desafíos que enfrenta la educación de personas jóvenes y adultas. Con este propósito recupera su vasta experiencia, integra las temáticas emergentes en el campo (ciudadanía, derechos humanos, género, migración y medio ambiente, entre otras) y contribuye a la formación de sujetos capaces de crear alternativas que modifiquen las relaciones de las personas con el trabajo, con la vida, con los otros y con el poder. De esta manera procura aportar a la construcción de los consensos necesarios para la democracia y la justicia social en la región.
En la actualidad, CREFAL está conformado por los embajadores de los 13 países miembros, en los que se encuentran: Argentina, Brasil, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Paraguay, Uruguay y Venezuela.
La piel es nuestra mayor barrera protectora natural. ¿Por qué el color de la piel tiene un significado social infinitamente mayor que el color de la pupila de los ojos?
Tanto en la tradición cristiana (incluido el secularismo en el que se prolongó) como en la tradición budista, la oscuridad y la claridad fueron metáforas conceptuales que pretendieron explicar el perfeccionamiento de la persona humana en sus relaciones con los poderes que la trascienden. Se refieren a movimientos del conocimiento y de la vida interior. La trayectoria de la oscuridad a la claridad está abierta a todos los seres humanos. Y, de hecho, la máxima claridad (por ejemplo, en presencia de la divinidad) puede convertirse en la máxima oscuridad, siendo ejemplo de ello el horror divino de George Bataille, o en el máximo el silencio del universo, en el caso de José Saramago.
Sin embargo, con la moderna expansión colonial europea, sobre todo a partir del siglo XVI, la oscuridad y la claridad se utilizaron progresivamente para distinguir entre seres humanos, para clasificarlos y jerarquizarlos. Fue entonces cuando la oscuridad y la claridad se movilizaron como factores identitarios, para definir los colores de la piel de los seres humanos, transfiriendo a esta definición significados antiguos. Si antes tales significados partían de la idea de la condición común de los humanos, a partir de entonces el color de la piel constituirá uno de los vectores fundamentales de la línea abisal que distingue a los humanos de los subhumanos, la distinción que subyace al racismo.
Una vez aplicado a la piel humana como factor determinante, el color pasó a designar características «naturales» que definen desde el principio los tránsitos sociales permitidos y prohibidos. Lo «natural» se convirtió en una construcción social concebida como un factor extrasocial de la legitimidad de la jerarquía social definida a partir de las metrópolis coloniales. El «negro» se convirtió en «color», símbolo de lo negativo, y el «blanco», «la ausencia de color», en símbolo de lo positivo. Así surgió el racismo moderno, uno de los principales y más destructivos prejuicios de la modernidad eurocéntrica. Como bien analiza Francisco Bethencourt, el racismo, a pesar de no ser un rasgo exclusivo occidental, asumió con la expansión colonial europea un papel central en la clasificación jerárquica de las poblaciones (Racismos: das Cruzadas ao século XX, 2015).
A pesar de haber experimentado muchas mutaciones, el prejuicio racial ha mantenido una notable estabilidad. Por un lado, la inmensa diversidad de rasgos fisiológicos y tonos de color de piel no impiden que el prejuicio se adapte y se reconstituya incesantemente según los contextos, a veces pareciendo un residuo del pasado, a veces resurgiendo con renovada virulencia. Por otro lado, su naturaleza insidiosa se deriva de su «disponibilidad» para ser interiorizado por aquellos y aquellas que son víctimas de él, en cuyo caso unos y otras pasan a evaluar su existencia y su papel en la sociedad en función del canon de la jerarquía racial. Por último, la lógica racial del color se insinúa tan profundamente en la cultura y el lenguaje que está presente en contextos tan naturalizados que parecen no tener nada que ver con los prejuicios. Por ejemplo, en el espacio de la comunidad de países de lengua portuguesa (por lo menos en Brasil y en Portugal) los niños aprenden que el lápiz de color beige es el lápiz del color de la piel.
La primacía otorgada a la visión en el análisis eurocéntrico del mundo hace que el color de la piel sea una de las variaciones más visibles entre los humanos. Está relacionada con las respuestas a la radiación ultravioleta. La piel más oscura, con más melanina, protege a las poblaciones originarias de regiones cercanas al ecuador. Por tanto, en su origen es una respuesta físico-biológica al medio ambiente. ¿Cómo es que, si bien el origen de la humanidad se dio en regiones con mayor radiación ultravioleta, el color de la piel terminó convirtiéndose en un marcador de deshumanización? Fue un largo proceso histórico que, en algunos contextos, evolucionó para convertir la piel clara y la piel oscura en connotaciones de una rígida jerarquía social, lo que llamamos racismo y colorismo.
La percepción del color dejó de ser una característica física de la piel para convertirse en un marcador de poder y una construcción cultural. El siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX fueron la época del apogeo de la explicación científica de las diferencias raciales, de las que resultaba, lógicamente, la jerarquía social y la recomendación de no mestizaje, de la eugenesia, del apartheid y de la eliminación de lo que se consideraban razas inferiores (por ejemplo, Nancy Stepan, The Idea of Race in Science: Great Britain 1800-1960, 1982). El concepto de «under man» (subhumano) ganó popularidad con el libro del estadounidense Lothrop Stoddard, The Revolt Against Civilization: The Menace of the Under-Man, publicado en 1922, que se convertiría en el manual de los nazis. Tras la Segunda Guerra Mundial y ante la catástrofe genocida del nazismo y del fascismo, el paradigma de la ciencia racista se fue desmontando. Hoy, los estudios genéticos muestran que, como las clasificaciones raciales no se traducen en diferencias genéticas importantes, no tiene sentido hablar de raza como categoría biológica. De hecho, la variación genética entre grupos raciales es pequeña en comparación con las diferencias genéticas dentro del mismo grupo. En otras palabras, la ideología racista sobrevive al desmantelamiento de las «bases científicas» del racismo.
A pesar del descrédito de la base científica del racismo, el racismo como ideología permanece e incluso se ha acentuado en los últimos tiempos. Las características morfológicas del rostro, el cabello o el color de la piel siguen utilizándose como marcadores de discriminación racial, y en muchos países determinan las variaciones en la discriminación que se dirige contra diferentes grupos sociales racializados, ya sean negros, asiáticos, indígenas, gitanos o latinos, por no mencionar, dependiendo de la época y del contexto, a judíos, irlandeses, portugueses, españoles, italianos, eslavos. El color de la piel, en concreto, ha adquirido un significado particularmente insidioso al determinar diferencias sistemáticas de trato dentro de grupos que comparten la misma «identidad racializada» o «comunidad de color».
En las Américas, este fenómeno condujo a la formulación del concepto de colorismo para designar este trato diferencial. No hay colorismo sin racismo ni colonialismo. El colorismo potencia la complejidad y la gravedad de las narrativas y de las prácticas racistas y reitera la violencia epistémica y ontológica del proyecto colonial, una violencia aún más cruel cuando ocurre dentro de los grupos racializados. El código colorista establece que cuanto más «blanco» sea el color de la piel, mayor es la probabilidad de que alguien sea candidato a los privilegios de la blanquitud, pero, al igual que ocurre con la identidad racial, la definición del color de la piel es una construcción social, cultural, económica y política.
Los estudios sociales del color de la piel muestran que la identificación y la clasificación del color de la piel varían de una sociedad a otra e incluso dentro de la misma sociedad. Es oportuno recordar que Bethencourt decidió estudiar la historia del racismo para responder a esta pregunta: ¿cómo es posible que la misma persona sea considerada negra en Estados Unidos, de color en el Caribe o en Sudáfrica y blanca en Brasil? Yo añadiría otras dos preguntas. ¿Por qué la clasificación varía dentro del mismo país? En el caso de la sociedad brasileña, quien es considerado blanco en Bahía puede ser considerado negro en São Paulo. ¿Y puede la clasificación variar en el tiempo?
Cuando se habla críticamente del racismo, hay una gran tendencia a resaltar los daños, la violencia y la destrucción que causa en las poblaciones racializadas. No obstante, de esta forma, el color de los que causan el racismo se vuelve invisible. La piel de quien ejerce una actitud racista no tiene color, sobre todo en contextos donde el «color blanco» está asociado con el mantenimiento de privilegios heredados de la esclavitud y del colonialismo. Lo mismo podría decirse de la piel de los árabes sauditas en relación con los paquistaníes, filipinos o bangladesíes, o de los chinos en relación con los africanos.
Así, se vuelven invisibles tanto el color de la piel como los privilegios que justifica: ¿Por qué el análisis crítico del racismo incide principalmente en la discriminación que sufren los cuerpos racializados y omite los privilegios de los cuerpos no racializados? Al final, cuando se habla de «supremacía blanca» no se habla de la calidad del color, sino del poder y los privilegios que invoca. Mucho más allá de los contextos de la supremacía blanca (la blanquitud), el uso racista del color y de la ausencia de color siempre está ligado a la instrumentalización del poder y de los privilegios. Mencioné anteriormente el racismo de los chinos en China contra los africanos negros. Lo cierto es que la Corte Suprema de Sudáfrica dictaminó en 2008 que, con el fin de acceder a una discriminación positiva para promover el «empoderamiento económico de los negros», los chinos nacidos en Sudáfrica eran considerados… negros.
La conclusión urgente parece ser la siguiente: solo razones políticas y luchas de poder pueden explicar la instrumentalización social del color de la piel; y, asimismo, solo ellas explican que el probable aumento de la multiplicidad de tonos de color de piel resultante del mestizaje o la criollización no se traduzca en el fin del racismo y de la violencia e injusticia que causa. A pesar de la diversidad de contextos ya mencionada, históricamente el problema ha cobrado especial agudeza en los países donde existe una población considerada blanca, por pequeña que sea, pero en posiciones de poder, y asume distintos contornos en contextos diferentes. La investigación se ha centrado principalmente en cómo las diferencias en el color de la piel entre personas consideradas de la «misma raza» determinan diferencias de trato. El caso más tratado es el de los países que heredaron la violencia de la esclavitud, especialmente en el contexto estadounidense. Los análisis muestran consistentemente que, a pesar de avances muy significativos en el acceso a cargos públicos y privados de personas clasificadas como de raza negra (o de cualquier otra raza que no sea blanca), como resultado de las luchas contra la discriminación racial, especialmente durante los últimos cincuenta años, lo cierto es que las personas racializadas que accedieron a estos lugares tienen, en general, un color de piel más claro.
A pesar de la inmensa diversidad de tonos de piel, el color de la piel marcó y marca no solo diferencias raciales, sino también diferencias de trato dentro de la misma identidad racial. El colorismo es quizás el arma más insidiosa del racismo para dividir a los grupos racializados. Por ejemplo, en Estados Unidos, los esclavos negros de color más claro eran más caros y se buscaban para el trabajo doméstico en las casas de las plantaciones, mientras que los esclavos de color más oscuro estaban destinados al trabajo duro en los campos. De hecho, los traficantes de esclavos utilizaban las diferencias en el color de la piel para provocar la división entre los esclavos. Mucho después de la abolición de la esclavitud, el racismo y el colorismo no solo permanecieron, sino que se extendieron a nuevas categorías de población, por ejemplo, los inmigrantes europeos. Es decir, la matriz de exclusión basada en el racismo de la diferenciación fenotípica tiene un dinamismo tan cruel e insondable que se propaga «por analogía». En Estados Unidos a principios del siglo XX, los irlandeses, italianos y portugueses fueron considerados «blancos oscuros» y solo gradualmente (¿y completamente?) su color de piel fue siendo «blanqueado», acompañando su ascenso social. Pero después de todo, ¿fue el ascenso social el que blanqueó la piel o fue la piel sin matriz fenotípica la que facilitó el ascenso? La respuesta es obvia.
La persistencia del racismo y el colorismo es evidente en esta instantánea fotográfica de Brasil. El 22 de marzo de 2018, el conocido periódico estadounidense Wall Street Journal publicó un reportaje titulado «La demanda de esperma estadounidense aumenta exponencialmente en Brasil». Relataba que en los siete años anteriores la importación de semen estadounidense por mujeres brasileñas blancas, ricas, solteras y lesbianas había aumentado de modo extraordinario. Las preferencias eran para donantes de piel clara y ojos azules. Según Fairfax Cryobank, el mayor exportador de esperma a Brasil, este país fue el mercado de semen de mayor crecimiento. Mientras que en 2011 solo se habían importado 11 tubos de semen, en 2017 el número subió a 500 tubos. Según el periodista, la preferencia por los donantes blancos refleja la preocupación por el racismo «en un país donde la clase social y el color de piel están íntimamente ligados». Para las consumidoras, «los niños de piel clara tendrán la expectativa de mejores salarios y un trato más justo por parte de la policía». En Estados Unidos, las mujeres negras con tonos de piel más claros y rasgos europeos tienden, al igual que en otras circunstancias, a tener más éxito en conseguir un trabajo, en una carrera profesional, en concursos de belleza o en videos musicales. En el caso de Brasil, el testimonio de Bianca Santana refleja esta dimensión del racismo estructural: «Mi piel no está teñida. Tengo el color del mestizaje brasileño, que tantas veces se ha utilizado para reafirmar el mito de la democracia social… Poder ser vista como blanca o, mejor, como no negra, me dio oportunidades que probablemente no tendría si mi piel fuese más oscura, como ocupar un puesto de coordinación en un colegio europeo de élite.
El colorismo también ha existido dentro del mismo grupo racial cuando, por ejemplo, en el siglo XIX y principios del XX, los clubes de las élites negras en Estados Unidos negaban el acceso a personas con el color más oscuro. La internalización del colorismo ha llevado y sigue conduciendo a prácticas de blanqueamiento de la piel y la demanda de productos blanqueadores ha crecido enormemente (Lynn Thomas, Beneath the Surface: a transnational history of skin lighteners, 2020). Pero, por otro lado, el colorismo también puede operar a la inversa, en contextos de comunidades altamente racializadas y como reacción de resentimiento: discriminar a las personas de piel más clara consideradas débiles o inferiores por ser producto de mezcla de razas.
El color, el contracolor y el arco iris
El color de la piel es un marcador esencialista en nuestras sociedades desiguales y discriminatorias y, como fenómeno político, puede utilizarse con diferentes orientaciones políticas y hasta como forma de compensación histórica. En 1903, el gran intelectual estadounidense negro W.E.B. Du Bois escribió proféticamente que el problema del siglo XX sería «la línea de color», la «línea de la división racial por el color». Así fue y así parece seguir siendo hasta bien entrado el siglo XXI. A mediados del siglo pasado, Franz Fanon mostró elocuentemente cómo el racismo actuaba a través de una fractura dialéctica entre el cuerpo y el mundo, entre el «esquema corporal» y el «esquema racial epidérmico». El fenotipo epidérmico sería trivial si no existiera el racismo fenotípico.
La lógica racial y colorista se utiliza tanto para excluir a los «otros» como para unir el «nosotros». Ahí radica uno de los hilos con los que se teje la extrema derecha de nuestro tiempo. En el polo opuesto, el movimiento black is beautiful de los afroamericanos en la década de 1960, que luego se extendió a otros países (por ejemplo, en la Sudáfrica del apartheid), consistió en reivindicar el color y cambiar su connotación. Siempre que el color es politizado contra el racismo para unir la lucha antirracial y la lucha anticapitalista, el color de la piel tiende a perder el esencialismo y a relativizarse.
Intensamente politizada, la lucha del Black Panther Party fue notable, especialmente en la década de 1970-1980, en un esfuerzo por abolir la relevancia de las diferencias de color de piel entre la comunidad negra. Y ayer, como hoy, queda abierta la cuestión de saber en qué medida grupos de varias razas, etnias y colores de piel pueden unirse en las luchas contra el capitalismo, el colonialismo, el racismo y el sexismo, para así aumentar las posibilidades de éxito de las luchas por una sociedad más justa. Los períodos de mayor optimismo han sido seguidos por períodos de mayor pesimismo con una circularidad inquietante.
Dos cosas parecen seguras. Por un lado, los esencialismos identitarios tienden a dificultar la articulación de las luchas sociales contra la desigualdad y la discriminación. Por otro lado, no se puede confundir el cambio en el color del poder con el cambio en la naturaleza del poder. Después de todo, la burguesía negra estadounidense se ha preocupado por alcanzar el poder capitalista y no por cambiarlo (véase Barack Obama). Y no será diferente en otros lugares.
Wittgenstein escribió (Observaciones sobre los colores) que un pueblo de daltónicos tendría otros conceptos sobre los colores. ¿Sería esta una solución al racismo basado en el color de la piel? Si es correcta mi propuesta de que el racismo no reside en el color en sí, sino en la política del color centrada en la desigualdad de poder y en la concentración excluyente de privilegios, la respuesta es no. Si se mantiene la estructura de poder, el prejuicio no desaparecería, solo se expresaría de otra forma y con otra justificación.
Traducción: Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez, para Público.
Un murmullo está atravesando el mundo empresarial. Su nombre es ‘Regeneración’ y está convirtiéndose en el centro del debate sobre el futuro que queremos en esta ‘Década de acción’señalada por la ONU. Se trata de un cambio de paradigma que plantea ir más allá de la sostenibilidad y del impacto negativo cero que plantean los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), pues su último fin es rectificar el daño que nuestros sistemas económicos han causado durante generaciones. Nuestra noticia que abraza de abril se hace eco de las iniciativas de empresas, redes y colectivos por una regeneración, una visión sistémica y colaborativa de la economía, inspirada en la naturaleza, cambiando escalas para hacerlas más locales y humanas.
“Vemos ríos, luego árboles, luego peces y luego agua. Rara vez en nuestra mente conectamos árboles, peces y agua a los ríos. No vemos cuencas de vida en las que biorregiones enteras atraviesen ciclos dinámicos de descomposición y regeneración. Es antropocéntrico llamar a las cuencas de vida cuencas hidrográficas o cuencas alimentarias, enfatizando lo que creemos que producen para uso humano”, afirma Daniel Christian Wahl , consultor y autor del libro de renombre internacional Designing Regenerative Cultures.
La diferencia está en que la regeneración tiene una visión sistémica y colaborativa de la economía, inspirada en la naturaleza. En el ámbito empresarial la regeneración propone, por ejemplo, que todas las personas involucradas en un proceso de producción, desde el empleado más bajo hasta el mejor pagado, se conviertan en colaboradores gracias a la creación de oportunidades de aprendizaje. Este simple planteamiento implicaría la reformulación del ODS número 8, que propone que las empresas promuevan “el crecimiento económico inclusivo y sostenible, el empleo y el trabajo decente para todos”. En su lugar se estaría hablando de ‘Buen trabajo” y de “crecimiento cualitativo’.
Ya existen empresas de éxito que abanderan principios regenerativos y están proponiendo soluciones rupturistas. Este es el caso de Yvon Chouinard, fundador de Patagonia quien ha declarado recientemente: “Todo es crecimiento, crecimiento, crecimiento, y eso es lo que está destruyendo el planeta. Yo mismo me estoy ocupando de eso. Somos una empresa de mil millones de dólares, más de mil millones, y no quiero una empresa de mil millones de dólares. El día que me lo anunciaron, bajé la cabeza y dije: «Oh Dios, sabía que llegaría a esto». Estoy tratando de descubrir cómo hacer que Patagonia vuelva a actuar como una pequeña empresa”.
De multinacionales a redes de colaboración local y regional
Chouinard plantea la posibilidad de que las corporaciones multinacionales transformen su gigantesca escala para convertirla en redes de colaboración que re-localicen y re-regionalicen la producción y el consumo. “¿Quizás el truco sea volver a ser muchas empresas pequeñas? Estas empresas adaptadas regionalmente deben parte de su éxito a su red global de intercambio de conocimientos y cooperación”, indica Wahl, quien menciona a la académica en budismo, teoría de sistemas y ecología profunda Joanna Macy, para recordar: “Tenemos que cuidar de un sistema moribundo y, al mismo tiempo, co-crear una presencia humana que sustente la vida en la Tierra. No agregar más daño no es suficiente, así de sencillo, tenemos que curar el que hemos causado a los ecosistemas que habitamos, así como a las comunidades en las que vivimos”.
Los derechos de la naturaleza
Este espíritu es el que inspira desde hace años a individuos que hasta ahora parecían moverse en la esfera de lo excepcional, como es el caso de Martin von Hildebrand, fundador de la ONG Gaia Amazonashttp://gaiaamazonas.org. Este mes, el gobierno francés ha destinado 5,72 millones de euros a la protección de más de 17 millones de hectáreas de la Amazonía. El proyecto (TerrIndígena) está encabezado por von Hildebrand, junto a la Fundación EcoCiencia y el Instituto de Pesquisa e Formação Indígena – Iepé.
“Al pensar en proyectos que buscan la sostenibilidad de la Amazonía no es suficiente hablar o comprometerse con el desarrollo de tecnologías limpias. Debemos integrar la concepción indígena que entiende la naturaleza como un conjunto y considera que los seres humanos somos parte de ella; es nuestro deber proteger los derechos de la naturaleza, pues sabemos que el futuro depende de esta relación armoniosa”, comentó Martin von Hildebrand en la recepción.
¿Pueden combinarse la economía regenerativa y los negocios convencionales?
Coincidiendo con la celebración del Día internacional de la Madre Tierra (el 22 de abril), diferentes ámbitos del mundo de la economía centraron su atención en la sostenibilidad. Sin ir más lejos, la Comisión Europea anunciaba nuevas medidas para las finanzas “sostenibles” como una iniciativa de vanguardia. En otra escala, la Asociación Española de Ejecutiv@s y Consejer@s presentaba un informe sobre sostenibilidad en el que señala el creciente interés de los mercados y de la opinión pública por conocer y valorar el desempeño de las compañías en cuestiones no financieras, lo que está acelerando la apuesta de las empresas por hacer visible su “propósito”.
Publicidad honesta frente al ‘greenwashing’
Frente a la tentación del greenwashing existen movimientos internacionales como Clean Creativesque proponen a las agencias de publicidad que se nieguen a poner su creatividad al servicio de clientes insostenibles. Este mes la agencia Forsman&Bodenfors en Nueva York anunció su adhesión a esta iniciativa y con ello su compromiso de no trabajar con compañías vinculadas al negocio del petróleo, el gas o el carbón, así como sus empresas de servicios públicos y lobbies. En una línea similar, la iniciativaCreative Climate Disclosure https://www.creativeandclimate.com, anima a las agencias a firmar su manifiesto, comprometiéndose a divulgar (respetando la confidencialidad) el porcentaje de facturación de sus clientes con alto contenido de carbono al final de cada año.
Quienes defienden la regeneración proponen no luchar contra los sistemas existentes, sino crear un sistema alternativo que haga obsoleto el anterior. “Podemos ir más allá de la sostenibilidad y entrar en un diálogo más profundo sobre cómo contribuir a la transición hacia diversas culturas regenerativas en todas partes”, ”, recuerda Daniel Christian Wahl. “Ahora es el momento de co-crear un futuro en el que la humanidad tenga un impacto regenerativo en el planeta, mientras que también regeneramos la cohesión social, las economías regionales vibrantes y un sentido redescubierto de significado y propósito”.
«En lo que a mí respecta, creo que la Escuela de Frankfurt planteó problemas en los que todavía se está trabajando» – Michel Foucault-
La Escuela de Frankfurt era un grupo de académicos conocidos por desarrollar la teoría crítica y popularizar el método dialéctico de aprendizaje al interrogar las contradicciones de la sociedad. Está más estrechamente asociado con el trabajo de Max Horkheimer, Theodor W. Adorno, Erich Fromm y Herbert Marcuse. No era una escuela, en el sentido físico, sino más bien una escuela de pensamiento asociada con académicos del Instituto de Investigación Social de la Universidad de Frankfurt en Alemania.
En 1923, el erudito marxista Carl Grünberg fundó el Instituto, inicialmente financiado por otro erudito de este tipo, Felix Weil. Los estudiosos de la Escuela de Frankfurt son conocidos por su tipo de teoría neomarxista centrada en la cultura: un replanteamiento del marxismo clásico actualizado a su período sociohistórico. Esto resultó ser fundamental para los campos de la sociología, los estudios culturales y los estudios de los medios.
Originalmente estaba ubicado en el Instituto de Investigación Social ( Institut für Sozialforschung ), un instituto adjunto de la Universidad Goethe en Frankfurt, Alemania. El Instituto fue fundado en 1923 gracias a una donación de Felix Weil con el objetivo de desarrollar estudios marxistas en Alemania. Después de 1933, los nazis forzaron su cierre, y el Instituto fue trasladado a los Estados Unidos, donde encontró hospitalidad en la Universidad de Columbia en la ciudad de Nueva York.
La influencia académica del método crítico es de gran alcance. Algunos de los temas clave y las preocupaciones filosóficas de la Escuela implican la crítica de la modernidad y la sociedad capitalista, la definición de la emancipación social, así como la detección de las patologías de la sociedad. La teoría crítica proporciona una interpretación específica de la filosofía marxista con respecto a algunas de sus nociones económicas y políticas centrales, como la mercantilización, la reificación, la fetichización y la crítica de la cultura de masas.
Algunas de las figuras más destacadas de la primera generación de teóricos críticos fueron Max Horkheimer (1895-1973), Theodor Adorno (1903-1969), Herbert Marcuse (1898-1979), Walter Benjamin (1892-1940), Friedrich Pollock (1894 -1970), Leo Lowenthal (1900-1993) y Eric Fromm (1900-1980). Desde la década de 1970, una segunda generación comenzó con Jürgen Habermas, quien, entre otros méritos, contribuyó a la apertura de un diálogo entre las llamadas tradiciones continentales y analíticas. Con Habermas, la Escuela de Frankfurt se volvió global, influyendo en enfoques metodológicos en otros contextos y disciplinas académicas europeas. Fue durante esta fase que Richard Bernstein, filósofo y contemporáneo de Habermas.
Orígenes de la escuela de Frankfurt
En 1930 Max Horkheimer se convirtió en director del Instituto y reclutó a muchos de los académicos que llegaron a ser conocidos colectivamente como la Escuela de Frankfurt. A raíz de la fallida predicción de revolución de Marx, estos individuos se sintieron consternados por el surgimiento del marxismo del Partido Ortodoxo y una forma dictatorial de comunismo. Dirigieron su atención al problema del gobierno a través de la ideología , o el gobierno llevado a cabo en el ámbito de la cultura . Creían que los avances tecnológicos en las comunicaciones y la reproducción de ideas permitían esta forma de gobierno.
Sus ideas coincidían con la teoría de la hegemonía cultural del erudito italiano Antonio Gramsci . Otros miembros tempranos de la Escuela de Frankfurt fueron Friedrich Pollock, Otto Kirchheimer, Leo Löwenthal y Franz Leopold Neumann. Walter Benjamin también se asoció con él durante su apogeo a mediados del siglo XX.
Una de las principales preocupaciones de los estudiosos de la Escuela de Frankfurt, especialmente Horkheimer, Adorno, Benjamin y Marcuse, fue el surgimiento de la «cultura de masas». Esta frase se refiere a los desarrollos tecnológicos que permitieron la distribución de productos culturales —música, cine y arte— a escala masiva. (Considere que cuando estos académicos comenzaron a elaborar sus críticas, la radio y el cine eran todavía fenómenos nuevos y la televisión no existía). Se opusieron a cómo la tecnología condujo a una uniformidad en la producción y la experiencia cultural. La tecnología permitió que el público se sentara pasivamente ante el contenido cultural en lugar de participar activamente entre sí para entretenerse, como lo había hecho en el pasado. Los académicos teorizaron que esta experiencia hizo que las personas fueran intelectualmente inactivas y políticamente pasivas,
La Escuela de Frankfurt también argumentó que este proceso era uno de los eslabones perdidos en la teoría de la dominación del capitalismo de Marx y explicó por qué la revolución nunca llegó. Marcuse tomó este marco y lo aplicó a los bienes de consumo y al nuevo estilo de vida del consumidor que se acababa de convertir en la norma en los países occidentales a mediados del siglo XX. Argumentó que el consumismo funciona de la misma manera, ya que se mantiene mediante la creación de necesidades falsas que solo los productos del capitalismo pueden satisfacer.
Traslado del Instituto de Investigaciones Sociales
Dado el estado de la Alemania anterior a la Segunda Guerra Mundial, Horkheimer reubicó el Instituto por la seguridad de sus miembros. En 1933 se trasladó a Ginebra y dos años después se trasladó a Nueva York en afiliación a la Universidad de Columbia. En 1953, mucho después de la guerra, el Instituto se restableció en Frankfurt. Los teóricos Jürgen Habermas y Axel Honneth se convertirían en activos en la Escuela de Frankfurt durante sus últimos años.
El propósito de la teoría crítica
Max Horkheimer definió la teoría crítica en el libro Traditional and Critical Theory. En este trabajo, Horkheimer afirmó que una teoría crítica debe hacer dos cosas importantes: debe dar cuenta de la sociedad dentro de un contexto histórico, y debe buscar ofrecer una crítica sólida y holística incorporando conocimientos de todas las ciencias sociales.
Además, Horkheimer afirmó que una teoría solo puede considerarse una verdadera teoría crítica si es explicativa, práctica y normativa. La teoría debe explicar adecuadamente los problemas sociales que existen, ofrecer soluciones prácticas sobre cómo responder a ellos y acatar las normas de crítica establecidas por el campo.
Horkheimer condenó a los teóricos «tradicionales» por producir obras que no cuestionan el poder, la dominación y el status quo. Amplió la crítica de Gramsci sobre el papel de los intelectuales en los procesos de dominación.
Una gran parte de la teoría crítica ha sido criticar el arte y la cultura, en particular la cultura del consumidor, la publicidad, los medios de comunicación y otras formas de cultura popular. Algunos de los argumentos en los Dilemas del yo de Giddens, como el yo evaporado y la experiencia mercantilizada, son muy similares a la teoría crítica. De hecho, es en el ámbito de la cultura donde la teoría crítica sigue siendo relevante e innovadora.
El marxismo es una forma de teoría crítica, ya que el marxismo proporciona una crítica del capitalismo y el modernismo. El marxismo de muchos partidos comunistas y sociedades socialistas establecidas generalmente no se considera como una teoría crítica, sino que son teorías marxistas que intentan mostrar las deficiencias de la sociedad e instituciones existentes que se consideran teorías críticas.
Kellner señala: «La teoría crítica ha estado profundamente preocupada por el destino de la modernidad, y ha ofrecido teorías sistemáticas y completas de la trayectoria de la modernidad, combinadas con diagnósticos críticos de algunas de las limitaciones, patologías y efectos destructivos de esta última, al tiempo que proporciona defensas de algunas de sus elementos progresivos»
Fueron teóricos marxistas alemanes como Benjamin, Horkheimer, Adorno, Fromm, Marcuse y, más recientemente, Habermas y Offe, quienes generalmente se identificaron como el establecimiento y el desarrollo de una teoría crítica de la sociedad moderna. Otros, como el marxista húngaro Lukacs y algunos norteamericanos contemporáneos, especialmente Calhoun y Kellner, también se consideran teóricos críticos.
La teoría crítica difiere de los enfoques posmodernos de la teoría social. Los teóricos en la última perspectiva tienden a argumentar que la modernidad ha terminado, o que la modernidad debe ser rechazada en su totalidad. Los posmodernos pueden incluso rechazar la teoría social y la práctica política, mientras que los teóricos críticos tienden a teorizar ampliamente y algunos argumentan que la política puede usarse para perseguir el progreso. Los teóricos críticos generalmente tienden a tener una teoría social integral y general y una idea de progreso y un mundo mejor, incluso si no pueden encontrar formas de llegar allí. Por el contrario, es más probable que un enfoque posmoderno se asocie con el rechazo de la teoría integral y universal.
Fuente e Imagen: https://www.bloghemia.com/2021/02/la-escuela-de-frankfurt-historia-y.html?m=1
Cada avance tecnológico suscita un sueño utópico y una pesadilla distópica. La invención de internet hacia 1990 generó expectativas entusiastas. Su propio comienzo fue utópico. Su creador Tim Berners-Lee se negó a registrar las patentes que lo hubieran hecho multimillonario, para ponerlas a disposición de la humanidad. Un dispositivo al principio apropiado por el complejo militar industrial como red subterránea invulnerable al ataque atómico, devino instrumento aparentemente a disposición de todos para el libre intercambio de mensajes y conocimientos. Si en la era que vivimos el bien más preciado es la información, un canal que prometiera multiplicarla y comunicarla de manera prácticamente gratuita y universal parecía puerta abierta hacia Utopía.
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Esta perspectiva optimista fue prontamente clausurada. Así como todos los bienes a disposición de la humanidad –tierra, aguas, minerales, organismos biológicos- no tardaron en ser acaparados, internet no demoró en caer bajo el poder y los planes de los operadores. La red concebida para transmitir mensajes no tardó en encontrar quien quisiera hacerse dueño de éstos y a través de ellos de sus emisores. En la actualidad, cerca del 70% del PIB global es producido por el sector terciario (finanzas, investigación, educación, publicidad, informática, entretenimiento) que a su vez se maneja mediante la Red. Desde el siglo pasado, Estados Unidos desarrolló el sistema de espionaje Echelon para decodificar ofertas en las licitaciones y hacer que las ganaran las empresas estadounidenses. La información, como la plusvalía, es expropiada de la sociedad que la crea, y tiende a concentrarse en un número cada vez menor de manos. Dominar la Red es dominar la economía.
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Todo control sobre la economía deviene control social. Internet y las redes acumulan membrecías que superan con mucho a las ciudadanías de muchos de los Estados soberanos. A principios de 2021, usan internet 4.660 millones de personas: el 59,5% de la población mundial. Emplean teléfonos celulares 5.200 millones, el 66,6% de los habitantes del planeta. Están atrapadas en las redes sociales 4.200 millones de personas: el 53,6% de los terrícolas. En estas redes, sólo Facebook junta 2.740 millones de seres; You Tube, 2.291; Whats App, 2.000. Los usuarios de internet invierten en ella en promedio seis horas y 54 minutos diarios: la duración usual de una jornada de trabajo (https://marketing4ecommerce.net/usuarios-de-internet-mundo/). Estas desmesuradas clientelas son mercados inconmensurables que incesantemente aportan a sus operadores datos invalorables y reciben a cambio publicidad y propaganda.
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Imaginemos que un servicio postal por el mero hecho de transmitir correspondencia se atribuyera el derecho de abrir todas las cartas que transmite y de utilizar su contenido libremente. Tal servicio no tardaría en ser denunciado como inadmisible instrumento de tiranía y en perder la totalidad de sus usuarios. Tal es el caso de internet. Desde los primeros tiempos, primero los gobiernos, y luego los operadores de la Red se atribuyeron abusivamente ambos privilegios. Hoy en día, el usuario puede tener la casi seguridad de que todos sus mensajes son abiertos, escrutados y utilizados para sus propios fines por las organizaciones que los transmiten y sus cómplices. Programas de análisis de contenido detectan la presencia de ciertas palabras o construcciones claves y alertan a mecanismos de vigilancia que aplican estrechos controles sobre los emisores del mensaje. En un avance del cerco, los canales instalan en los computadores de los usuarios cookies, programas espías que informan detalladamente sobre el contenido de los ordenadores y de los mensajes que emiten. Estos mecanismos acercan a todos los usuarios de internet a un mundo de control total, frente al cual parece un juego de niños la televisión de dos vías imaginada por George Orwell, que no sólo transmitía imágenes al espectador, sino que además vigilaba todos los actos de éste.
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El espionaje emplea todo tipo de dispositivo capaz de registrar información. Edward Snowden decidió desertar de los servicios de inteligencia estadounidenses cuando advirtió que éstos espiaban los teléfonos, y que el número de dispositivos de espionaje dedicados a vigilar ciudadanos estadounidenses era mayor que el de los aplicados contra el resto del mundo. Ya es casi imposible abrir una página web sin que ésta nos informe que usa cookies para servirnos mejor –en realidad, para espiarnos mejor- y que el mero hecho de utilizar la página equivale al consentimiento para alojar un espía en el aparato del cual depende nuestra comunicación con el mundo. Algunas, de manera inocente, nos piden de entrada la clave de nuestro correo electrónico, que es como solicitarnos a la vez la llave de la casa, del auto y de la caja fuerte. Pero nuestros llamados servidores ya las tienen: en realidad somos sus sirvientes. Las páginas web, las redes sociales se atribuyen explícita o implícitamente el derecho de utilizar para sus propios fines todos los contenidos que los usuarios hagan circular en ellas. Es como si un servicio postal se atribuyera la propiedad de cuantos mensajes y objetos le fueran confiados. Fácil es comprender lo que esto significa en un mundo donde el bien económico fundamental es la información. Apropiarse de la información es apropiarse del mundo.
Carmen Vidal mujer detective, la primera película de Eva Dans, es una muy buena combinación de comedia bizarra con trama policial negra. En esta comedia policial la directora se anima a algo que muchos no hicieron: lejos de reproducir lo tradicional del género negro en nuestras propias urbes, como si fueran Los Ángeles o Nueva York, propone una adaptación extrema del género noir a la ciudad de Montevideo.
“Es cierto que la película ha tomado otro camino al que muchos esperan de una policial”, explicó a Nodal Eva Dans. “Eso fue muy a conciencia. Hay gente que dice que la película “tiene lindos toques noir” y a mí me causa gracia porque para mí es noir en sí, con todo su universo, los personajes y las situaciones que ocurren. Pero creo que eso pasa justamente porque no es una copia, digamos burda, de algunas situaciones noir. El género tiene un montón de planos nocturnos con humedad, niebla y muchas escena filmadas con una Dolly, y en Carmen Vidal no fuimos por ese lado. Nos propusimos sostener estéticamente una ficción, tan ficción,como puede ser que haya detectives privados en 2018 en Montevideo”.
La realizadora uruguaya, desde hace un año residente en Buenos Aires, comprende el género y lejos de hacer un “homenaje” que reproduzca las claves visuales, construye un mundo con lo propio y en él hace funcionar el policial. Y allí aparecen muchas de las claves de las narrativas uruguayas: el humor casi surrealista; la normalización de ciertas situaciones extrañas; las actuaciones despojadas, que trabajan una máscara aparentemente inexpresiva; y una particular forma de construir la ruta del misterio, que remite al maestro Mario Levrero. Comedia noir, como la definió su propia directora, Carmen Vidal mujer detective es menos inocente de lo que parece. Aunque los tiros suenen ridículos y dejen agujeros que son a todos luces irreales, las balas que disparar el poder matan lo mismo
¿Por qué en una ciudad como Montevideo el cine negro debería parecerse al que se puede hacer una ciudad como Los Ángeles? ¿Por qué con los habitantes de Montevideo, que van a comprar al almacén caminando, debería hacerse una película como con los habitantes de Los Ángeles, donde nunca se bajan del auto?
Acá tomás una cerveza de litro del pico; esas son cosas que se hacen acá, pero en el resto del mundo me parece que no. En Uruguay la cerveza de litro como casi que la única opción. La película tiene esa idiosincracia súper uruguaya: la pizza cuadrada, el bar Hispano. Incluso Raúl, el dueño del minimarket donde trabaja Carmen, como toda la gente, es lo más uruguayo que hay. La película es totalmente uruguaya para mí.
Hay una presencia importante de Montevideo como parte del relato, sin que la ciudad aparezca por delante de las cosas. Desaparece la Montevideo turística y se rescata la ciudad portuaria, más propia de los relatos negros; está presente el centro, pero se oculta cierta modernidad arquitectónica tanto con los espacios emblemáticos. Todo esto muestra que hubo decisiones precisas sobre como incorporar la ciudad al relato
Fue una decisión estética qué Montevideo mostrar. Algo de esto surgió mirando una película de Kaurismäki, Yo contraté un asesino a sueldo, que tiene una secuencia inicial portuaria en Helsinki, y era igual a Montevideo. Es increíble la vida y dije “Bo, pero esto es Montevideo“. Montevideo en un día de invierno, tiene un montón de niebla y se siente así como medio industrial, con un paisaje portuario / industrial.
En parte tiene que ver con la elección de locaciones, pero también con el lente que usamos. Yo quería escapar a esa imagen digital que se ve mucho hoy en día y como no teníamos presupuesto al momento de filmar, conseguimos prestado un lente antiguo de los años 50, que hubo que adaptar a la cámara moderna con la que filmamos, y un zoom muy grande. Esos lentes nos dieron un tipo de imagen muy especial y una libertad de experimentación enorme que a mí me encanta.
Entonces en la película mostramos lugares icónicos de Montevideo, aunque de otra manera a la que se ven cotidianamente. El tanque del Gasómetro, donde aparece colgado el compañero de la detective, es un emblema de Montevideo pero como algo abandonado y nadie va a hacer una película con eso. De alguna manera se enaltecen cosas que son símbolo, pero desde un lugar de cine policial y visto con ese lente y esos encuadres.
Necesitábamos generar un universo que fuera reconocible y bien montevideano, pero que a su vez mantuviera la ficción. En algunos planos generales casi no hay personas que no sean personajes de la película, porque eso mataría lo ficticio. Si ves a un tipo en jogging tomando el mate en la rambla, seguramente no ayuda a lo que buscamos en la película.
Definiste a la película como una comedia noir. A diferencia del resto de América Latina, podríamos decir que en Uruguay se hace un humor que tiene mucho que ver con el surrealismo. Eso está presente en la película. Como también se advierte una relación con ciertas novelas policiales de Levrero.
Si, a mí me encanta Levrero. A fines de mi adolescencia, al inicio de mi vida adulta, leí casi todos sus libros, sino todos. En un momento de la película, Carmen Vidal lleva una evidencia a un depósito llamado “Dejen todo en mis manos”, que es el título de sus novelas, sobre detectives en un pueblo del interior de Uruguay.
Es verdad que el uruguayo tiene como un humor bastante particular, como entre depresivo y humor negro. Y también es verdad que está la cuota de surrealismo. A la uruguaya, eso sí.
Ese humor se sostiene entre otras cosas con el registro de la actuación muy marcado, que me recordaba mucho a Leo Maslíah mientras veía la película…
Claro que sí, un idolo. Ese es otro grande, crecí leyendo todos sus cuentos.
¿Hubo una decisión concreta de mantener esa parquedad de las actuaciones?
Se manejaron dos cosas. Por un lado, si bien hay cierta naturalidad en las actuaciones, que no son muy impuestas, no son actuaciones naturalistas. Están como en un código de ficción bien ficción.
Trabajamos con un montón de actores. Incluyendo a los personajes chicos son 42 personas. Con tanta gente no es fácil manejar homogeneidad actoral. A veces tenés un personaje menor que no funciona y mata todo.
Pero como a mí no me gustan nada los castings, escribí los personajes para pensando en ciertos actores. A algunos lo conocía, con algunos somos amigos o hicimos talleres de actuación juntos; incluso con unos en una época teníamos un colectivo teatral y hacíamos teatro en espacios no convencionales. Jorge Hernández, el gran villano de la película, es un director teatro uruguayo y fue profesor mío durante dos años y medio.
Creo que todo eso acortó distancias en cuanto a entendernos en cuál iba a ser el tono en el que íbamos a trabajar.
Ensayamos hasta con personajes que tenían una escena. A mí como actriz me ha pasado que llegas al rodaje y en el momento te dicen todo. Y pensás “ta, pará, dame un segundo para procesar por lo menos que tengo que hacer”. En ese sentido hubo preparación previa y complicidad actoral.
¿Cómo fue que en tu primera película decidiste guionar, dirigir y actuar al mismo tiempo?
Es que me gusta actuar; actué antes de hacer cine, cuando era adolescente, pero siempre lo dejé un poco de costado. Fue como un salto de fe, por así decirlo. En un momento creo que me engañaba, y pensaba que si lo hacía yo era más fácil. ¿Cómo iba a conseguir una actriz para que esté filmando todo el tiempo? Filmamos donde era mi casa. La casa de Carmen Vidal era donde yo vivía, un apartamento de 40 metros cuadrados. Había algo de “a quién le voy a pedir que venga acá, a actuar esto”.
Pero pensándolo, creo que era simplemente porque quería hacer a esa detective.
Crecí en una familia lectora, mis padres se dedican al trabajo social. Mi padre, siempre lector de novela negra, me introdujo en ese universo. Cuando era chica leía a Simenon, las historias de Maigret, el detective. Así que era algo que estaba ahí en la familia, medio icónico. También a mi generación, por lo menos, hubo personajes que pegaron como el de Dana Scully, de los Expedientes X. Yo tenía 13 años y la amaba. Tuve una época en la que iba al liceo con un tapado negro y me había teñido el pelo y lo usaba igual que ella. La gente me decía “sos igual a Dana Scully”, y yo estaba recontenta. Así que esto me viene de toda la vida. Supongo que en una primera película son cosas que se notan, algo de lo arraigado de toda la vida lo plasmás en tu primera película.
Esos elementos de tu propia adolescencia y juventud, no necesariamente tenían que combinarse bien en la película. Podría haberse convertido en un patchwork que no funcione. Sin embargo en Carmen Vidal funciona bien ¿cómo los usaste para hacer una comedia noir, que tiene una trama clásica pero una puesta en escena y personajes divergentes con esa tradición?
Fue mucho instinto. Lo que me sale naturalmente es escribir desde la comedia, más allá que se trate un tema serio o un tema que tiene un trasfondo social. Da igual eso.
La construcción de personajes de Carmen Vidal viene desde ese lugar de comedia. No son personajes que se toman muy en serio a sí mismos, no están construidos desde el lugar trascendental o dramático que tiene el noir tradicional.
Algo que me dio confianza fue que cuando mostraba el guion, le gustaba a todo el mundo. Eso ocurrió mientras decidíamos si lo filmábamos con muy poco dinero o no. Teníamos un gran entusiasmo en filmar algo que fuera bien ficticio en Uruguay. Eso me dio confianza, pero hay también una cuota de inconsciencia, me tiré a hacer lo que sentía que quería hacer y esperar lo mejor. De verdad no sabía cómo iba a quedar la película. Y después estuve ocho meses editándola para llegar a este punto. No salió de la noche a la mañana. Es muy difícil hacer cine. Eso es lo que me di cuenta haciendo la película, lleva mucho trabajo, mucha atención y mucho cuidado.
Creo que el cine uruguayo agarró para un lado muy costumbrista, sobre todo después de la creación del ICAÚ, que fue en 2008. En ese sentido, Carmen Vidal llamaba la atención por ser algo nuevo, algo divertido.
En lo personal quería hacer algo distinto. En donde uno puede tomar una decisión más obvia, tratar de ir por otro camino. De toda esa conjunción de elementos, terminó saliendo de esta Carmen Vidal tan peculiar.
La película podría pensarse como lo que llamaría la comedia pesimista, que también parece bastante propia de los uruguayos
Sí, ese pesimismo es sorprendente, y un poco agobiante por momentos. A veces esa atmósfera es opresiva. Creo que de ahí sale también ese humor, como que necesita surgir, necesita romper. Creo que todos los uruguayos nos preguntamos a qué se debe ese pesimismo uruguayo, y por qué hay tanta depresión en la población. Es un hecho.
En medio de un diálogo intrascendente, que cuenta la burocracia policial en el mismo tono de comedia, incluiste una frase sobre la cantidad de suicidios en Uruguay ¿Por qué pusiste esa frase en boca del comisario?
Eso es parte de la experiencia personal de muchos de nosotros. Un montón de gente joven que conocí en estos años, alguien con quien estudié cine, alguien que era periodista, no sé, gente que conocía por la vuelta, se suicidaron. De un día para el otro. Pasa mucho en Uruguay, y es algo que tampoco se habla.
Yo trabajé en una ONG que se ocupa de los derechos del niño, en particular el derecho a vivir en familia, en comunidad, trabajando el acogimiento familiar y cuestiones similares.
Era una red latinoamericana. Uruguay, analizando los datos, era el peor país en cuanto a encierro. Le llamaban “el país del encierro”. Si es un niño tiene no sé qué, se encierra; los presos, todos encerrado; los locos, también. Como si hubiera una cultura del encierro. Todo es muy tapado en Uruguay.
Cuando Carmen y e Iván salen de los tribunales quien habla con los periodistas es Carmen, e Iván se queda detrás de ella parado, escuchando en silencio. Ahí cuestionan el modo en que se suelen ocupar los lugares relativos entre el hombre y la mujer en el cine.
Desde el lenguaje hubo un trabajo para posicionar justamente a Carmen Vidal y su mirada, lo que ella ve. A conciencia Carmen Vidal es un personaje en cierta forma asexuado. No hay ninguna historia amor, que podría haber, porque el cine negro siempre tiene un componente de pasión. Siempre está la femme fatale. Podría haber habido un homme fatale, pero no lo hay. Todo eso fue a conciencia, para despegarse un poco de los temas que podemos hablar o no podemos hablar las mujeres.
Parece que las mujeres tienen que hablar de temas de género…
Eso pasa bastante en el cine y me pasó a mí con Carmen Vidal. El cine le da espacio a las mujeres, pero muchas veces para hablar de temas exclusivamente que incumben a ellas. El despertar sexual de una adolescente mujer, o la maternidad, o menstruación, o sobre todos esos temas.
Carmen Vidal es una película no necesariamente femenina en ese sentido, incluso hay un esfuerzo para que no lo sea. Por eso esta detective tan desaliñada. Vivimos en un mundo tan patriarcal que es transgresor ver a una mujer en mal estado. Es trasgresor ver a una mujer sucia. ¿Cuántos hombres sucios vimos la historia del cine? Creo que esa es la situación. Me parece que se abren espacios para la mujer, pero que muchas veces se quedan como en eso. “Si hagan cine, pero hablen de lo que ustedes saben”.
¿Cómo ves actualmente el lugar de la mujer en el cine uruguayo?
Creo que se está mejorando. Se formó la AMAU, Asociación de Mujeres Audiovisuales del Uruguay, que está haciendo un trabajo de visibilización de los datos. En los últimos años, de cada diez películas, tres fueron dirigidas por mujeres. Y eso también pasa con los roles de importancia.
Siempre hubo mujeres en el cine, y creo que es un poco la historia de la humanidad. Las mujeres estaban en lugares de los que después, cuando descubren como lugares de poder, son desplazadas. En la historia del cine, al principio, había muchas directoras mujeres, montajista mujeres, un montón, eso se fue perdiendo. Ahora se está avanzando, sí, pero a mucha fuerza humana.
Para mí fue un poco difícil, te diré. A veces me dicen cualquier cosa. No sé si molesta un poco que haya escrito, dirigido, actuado. Es como se agarran de eso para decir “bueno, con todos los roles que hizo no está tan mal”. Es cierto, los hice, pero no es para que me den un premio consuelo. Te gusta la película o no te gusta. Siento un poquito de carga extra de agresividad en la recepción de la película, que no sé si es porque soy mujer, o por la película que hice o por las dos cosas juntas.
En la posproducción que fue hecha con hombres, porque durante el rodaje fuimos casi todas mujeres, la verdad que tuve varios momentos en que me resultaba un poco cansador tener que justificar cada cambio que quería hacer. Eso lo viví bien en carne propia. Creo que el director hombre, por más que sea primera película, no tiene que estar explicando todo. Son cosas que no puedo demostrar, pero en mi experiencia sentí que tenía que ultra justificar todo.
Algo está cambiando y por suerte, porque las mujeres no necesariamente tenemos que hacer películas explícitamente feministas. Creo que las mujeres tenemos otra visión del mundo y es necesario que esté ahí plasmada. Sino estamos viendo todo el tiempo lo mismo. Creo que es esperanzador, pero difícil.
La prohibición de que las niñas canten en público, impuesta la semana pasada por las autoridades educativas de la capital de Afganistán, fue revocada tras una campaña de protesta en las redes sociales.
Los coros de colegialas son habituales en los actos oficiales afganos, pero cuando las autoridades educativas de Kabul prohibieron la participación de adolescentes se produjo una reacción inmediata.
La orden suscitó temores de que los funcionarios de educación estuvieran «talibanizando» el país, anunciando un retorno a la época en que el grupo islamista prohibía la participación de las mujeres en casi todos los ámbitos de la sociedad.
A última hora del domingo, el ministerio de Educación emitió un comunicado en el que afirmaba que la prohibición «no refleja las posiciones o políticas del Ministerio».
El anuncio llegó tras una reacción masiva en las redes sociales con el hashtag #IAmMySong.
«En Afganistán, el ministerio de Educación ha sofocado hoy las voces de nuestras niñas al hacer ilegal que canten», tuiteó Shamila Kohestani, excapitana de la selección nacional de fútbol femenino.
La controversia se produce en medio de los temores de un posible regreso de los talibanes al poder, cuando Estados Unidos está estudiando la posibilidad de retirar las tropas que todavía tiene en el país en las próximas semanas, de conformidad con un acuerdo histórico firmado con los insurgentes el año pasado.
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