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En búsqueda de un concepto de cultura

Autora: Lisbehet Dubravska Torcatty

Tesista del doctorado en Cultura y Arte.

 UPEL

Cambiar el mundo, amigo Sancho, no es ni utopía ni locura, es justicia.

EL Quijote

A manera de reflexión.

La evolución del concepto de cultura, se relaciona con la conceptuación de qué es el hombre y cuál su esencia.  En la historia de la humanidad, el concepto de cultura ha tenido muchas variaciones. Según el trabajo de Espinoza y Pérez (1984), el término cultura apareció en la Roma antigua como la traducción de la palabra griega paideia, usada para significar la crianza de los niños, entendiéndose como el cuidado o cultivo que se debe tener por los niños en la adquisición de conocimientos, hábitos, costumbres, sentimientos, emociones, relaciones sociales y afectivas, gusto por las ciencias y las artes.

Por su parte, Colombre (2004) plantea que la concepción elitista de cultura  proviene del pensador latino Cicerón, quien vivió entre los años 106 y 43 antes de Cristo. Según este autor, Cicerón consideraba la cultura como un culto a la propia alma y debía enfocarse a la perfección espiritual.

El concepto de cultura como conocimiento filosófico, evolucionó hacia un concepto aristocrático que alcanzó su máxima expresión durante la Edad Media y que privilegió las artes del trivium (gramática, retórica y dialéctica) y quatrivium (aritmética, geometría, astronomía y música). Más adelante, con el Renacimiento, se agrega al concepto de cultura la actividad productiva. Desde esta perspectiva, se ensanchará este concepto  para designar no solo el cultivo del espíritu sino también al conjunto de obras literarias y artísticas, así como los conocimientos científicos y tecnológicos. Desde esta representación, y muy a propósito del planteamiento que ahora nos ocupa, podría ser importante estudiar los inicios del currículo como elemento que propaga la colonización, desde una  educación escolástica que ha servido como punta de lanza para borrar, blanquear la memoria histórica y favorecer la concepción occidental del mundo.

Por su parte Hernández (2007) afirma que para 1871, la cultura aún se conceptualizaba como «la actividad del espíritu, y sus cumbres son la erudición clásica, la veneración y el ejercicio de la poesía en distintos niveles, la escritura de la historia, la creación artística, la prédica moral que instrumenta la divulgación del conocimiento». Serán los románticos, en el siglo XIX, los primeros en afirmar que el único agente de la creación cultural efectiva es el pueblo y que las otras capas (burguesía y nobleza), lo único que hacen es aprovechar y refinar los esbozos de obras que éste entrega. Es decir, tomaban piezas de cantos populares, las refinaban y convertían en “académicas”, de allí surgieron óperas, sinfonías, valses. Casos representativos están las obras de Chopin y Beethoven entre otros; por ejemplo en Venezuela el aire musical folclórico “pajarillo” ha sido versionado y transformado en varias ocasiones por, entre otros compositores,  Aldemaro Romero.  Cabe mencionar que han surgido de esta sinergia entre lo popular y lo clásico, obras creativas y extraordinarias dignas de ser estudiadas e interpretadas a profundidad más adelante. En así que, lo popular y lo nacional tienen una influencia muy marcada en la música académica, especialmente en escandinavos eslavos y rusos, no obstante, cabe confirmar que la “sublimación” o elevación lírica no corresponden a ese un tránsito.

Eso que ahora llamamos música académica en occidente, se genera en la Edad Media, al interior de conventos y abadías, y tuvo sus influencias externas (populares) porque la música nace en las comunidades.  (Se trataría de un tema digno de especificar en otros estudios).

Hoy día, como lo explica Colombre,  “el centro de la gravedad es trasladado de lo individual a lo social, al verse la cultura como un patrimonio común que se enriquece y se actualiza y por creación y adopción selectiva de elementos ajenos, y también como la presencia profunda de su ser en el mundo de todo un pueblo”.

En un sentido antropológico, la cultura se define como el modo de ser, de hacer y de pensar de todo un pueblo, mientras que en la investigación sociológica, el concepto de cultura ha sido definido muchas veces como la «totalidad de lo que aprenden los individuos en tanto miembros de la sociedad; es una forma de vida, un modo de pensar, de actuar y de sentir» (Chinoy Ely, 1980).

Podría afirmarse que la “cultura de un pueblo” es un largo y complicado proceso acumulativo, que se hace y rehace de modo continuo y no a saltos, en procesos discretos.  Así que “los que aspiran a revocar de un plumazo la historia cultural de un grupo no proponen más que dogmas para llenar el vertiginoso vacío.  Para contrarrestar en esto resulta de fundamental importancia una educación para la libertad, lo que hoy implica una autentica democratización de la cultura». (Colombre 2004)

El absolutismo de la civilización occidental, puesto de manifiesto ya en los orígenes del capitalismo (siglo XVII), se ha visto potenciado en los últimos tiempos por el proceso de globalización que multiplicó la avidez de las corporaciones por los mercados periféricos. Según este autor, al concluir el siglo XIX, había triunfado en las clases dominantes y en los intelectuales la idea de uncir a América al destino de Occidente, abandonando así el proyecto de abrir camino a una civilización propia. Implicando esto, la supresión de la identidad de los países alienándolos, en lo simbólico, para alejarlos de su propia identidad, e inducirlos a aceptar un orden ajeno de sus valores.  Es posible que en ese ideal de Colombre se haya considerado el pensamiento de Simón Rodríguez y otros libertadores de la palabra, en particular cuando plantea en Sociedades Americanas (Rodríguez, 1828) “la América Española es original. Originales han de ser sus instituciones y su gobierno. Y originales, los medios de fundar uno y otro. O inventamos o erramos. ¿Dónde iremos a buscar modelos?”

La crisis de las sociedades modernas, debería verse, antes que nada, como un hecho cultural y si no se tomara conciencia de ello es posible que no haya una salida posible. Tendría que definirse un proyecto cultural alternativo, cuyos principios básicos regularan la vida social y las políticas económicas. En efecto,  Zygmunt Bauman, (2013), confirma que en la actualidad se vive en una sociedad de consumo en la que la cultura es vista como un conjunto bienes o experiencias concebidas para el consumo. Hoy la cultura no consiste en prohibiciones sino en ofertas. Para contrarrestar esta realidad que nos carcome la memoria, la identidad y nos deja al desnudo, sin defensas ni fortalezas, es necesario, radicalizar el discurso contra-hegemónico, oponer una cultura verdadera a la subcultura dominante.

Alejándonos de concepciones fundamentalistas y fanáticas y vislumbrar nuestras políticas culturales  como conjunto organizado de valores que sirvan para definir a los sujetos colectivos que están o entraran en el dialogo, a los verdaderos actores de un proceso que llevará a descongelar las situaciones coloniales de la cual estamos impregnados, todas las nuevas y viejas formas de opresión para poder alcanzar la libertad y la justicia, desde una ética colectiva.  El término cultura debe convertirse en sinónimo de pluralismo, de respeto a la identidad del otro, de un “no” rotundo a lo que huela a dominación.

Sin embargo, como confirma Colombre (2004):

..“No podrá haber civilización sin un proyecto civilizatorio, sin una construcción diferente a la Occidental y una voluntad explícita de alejarse de los modelos ajenos para inscribir una particularidad en el concierto universal. Porque es en el marco del proyecto civilizatorio donde adquieren sentido y se potencian las formas propias de estructurar la realidad, de acceder al conocimiento del mundo y elaborar redes simbólicas” (pág.17)

Un pueblo no alcanza civilización original, sumándose al proyecto de otro pueblo, sino tomando conciencia de su ser en el mundo y su identidad. Entendiendo que la cultura con que nos colonizaron se encuentra como un dios todopoderoso omnipresente en la palabra, en los gestos, en los medios de comunicación, en las interpretaciones del mundo; e incluso en nuestros “sueños de realizarnos como persona”. Se debe empezar a aprender a desmontar los mensajes que deforman y cubren lo real y dan paso firme a lo superfluo.

El conocimiento de la realidad social sólo es accesible, plenamente, desde el interior de una práctica social transformadora. Lo cual, ciertamente, implica una opción epistemológica y, al mismo tiempo, ética. Quien quiera adquirir un conocimiento pleno de la realidad social, tiene que dedicarse a la práctica social transformadora.  O renunciar a esa ambición de conocimiento (Quijano 1977).

Descolonizando la conciencia

Sabemos que todo proceso  que implique cambios culturales, educativos, sociales y, en general, en los hábitos, costumbres, modos de pensar, de ser y  de actuar que están arraigados por generaciones en los seres humanos, genera resistencias, rechazos, negatividades e incluso temores, explicables por la incertidumbre que implica lo nuevo y, a veces, por el miedo al fracaso.

Tampoco debemos dejar de considerar que los  comportamientos sociales, culturales, políticos y educativos tienen bases epistemológicas, es decir, se arraigan en concepciones políticas y socio-culturales con las cuales hemos sido socializados desde la familia, la escuela, los grupos de juegos, y más recientemente desde los medios de comunicación e información.

Gadamer (1998) por su parte plantea que el individuo tiene una conciencia históricamente moldeada, esto es, que la conciencia es un efecto de la historia y que estamos insertos plenamente en la cultura e historia de nuestro tiempo y lugar y, por ello, plenamente formados por ellas. Esta autoridad, la de la tradición, se hace acción en las costumbres, las cuales se adoptan libremente y “determinan ampliamente nuestras instituciones y comportamientos”

Alberdi citado por Colombre (2004) dice: “nuestros padres nos dieron una independencia material; a nosotros nos toca la conquista de una forma de civilización propia, la conquista del genio americano” añade luego que “la inteligencia americana requiere también su Bolívar su San Martin. La filosofía americana la política el arte la sociabilidad Americana, son otros tantos mundos que debemos conquistar.”

Es tiempo entonces de estudiar la naturaleza filosófica de nuestra sociedad, de vestirla de formas americanas y originales. Depurando nuestro espíritu de todo servilismo. Yo agregaría el planteamiento muy conocido pero vigente de Ernesto “Che” Guevara: “Hay que vestirnos de negro,  de mulato, de obrero y de campesino, que se pinte de pueblo”. Sería un largo recorrido sobre nuestro pensamiento latinoamericano emancipador, que nos permitiría pasearnos por el pensamiento de Artigas, Rodríguez, Martí, entre muchos otros. Libertadores de la acción y de la palabra.

En un proyecto a construir, la tradición no ha de ser vista como un obstáculo, exige recuperar y reformular las estructuras comunitarias. Donde residen las alternativas culturales.  Reunificarlo, de juntar sus pedazos dispersos y devolverles coherencia.  Eso que el mismo Colombre llama  “modernidad propia”  no se nos  vera correr detrás de los modelos dominantes, empeñados en una competencia difícil (por realizarse sobre lo ajeno, no sobre lo propio)  que nos obliga a negar y posponer nuestro proyecto.

Se requiere, en consecuencia,  de la autorreflexión crítica del sujeto colectivo que busca producir desde su matriz simbólica una alternativa al sistema dominante valiéndose para ello de una innovación creativa a partir de su acervo tradicional y de la apropiación selectiva de elementos culturales y tecnológicos ajenos. O sea, un pensarse a sí mismo, para no ser pensado por otros, y un actuar desde si para no ser  objeto de una acción ajena. Se trata de desarrollar un modelo propio para evitar ser incorporados como materia inerte a otro proyecto, a la historia de una civilización.

Es ante todo una cuestión de conciencia que evitaría que la cultura se asimile como concepto de ocio, de pasatiempo, lo que implicaría  no solo reducirla a la dimensión de las obras, olvidando otros planos vinculantes que estudia la antropología. Para cuestionar la complejidad del mundo y los misterios o milagros de la vida.

La educación en la creación de una cultura descolonizada

Es preciso combatir el divorcio que existe entre cultura y educación,  contrarrestando el positivismo que tanto favoreció los procesos de colonización por medio de lo que hoy en día es llamado  “colonización pedagógica” que, lejos de atenuarse por los vientos libertarios, se acrecienta con el modelo impuesto de la escuela moderna, calificado  como “la gestión de la ignorancia” o la pedagogía del vacío. Se trata de una pedagogía formal, que soslaya la cuestión de las materias a transmitir y la naturaleza de la mirada para fetichizar el método.

Para ser ciudadano un individuo debe conocer la historia de su pueblo, su patrimonio tangible e intangible. Sus valores culturales. Señala Colombre (2011), que la educación actual tiende a encerrar a la escuela en el sujeto y al sujeto en sí mismo, nuevo avatar de la escuela moderna entendida como un repliegue sobre el yo.

Un hombre amurallado en sí mismo, sumergido en un pensamiento subjetivo, despreocupado del mundo. Un ser así no puede ser protagonista de ninguna construcción social valiosa, por lo general estos son fáciles presas del miedo, de temores a menudo imaginarios, que los llevan a preferir la tentación totalitaria a los riesgos del cambio.

Ayudar a los educandos a tender puentes firmes con los otros, se puede decir que la escuela que no socializa, en todo caso deshumaniza, despolitiza, crea monstruos morales, mutantes, como los vemos con frecuencia para corromper el ethos social.

La humanización no puede hacerse desde una razón abstracta, desvinculante, sino desde la propia historia de la sociedad. Humanizar a un individuo es darle los instrumentos para que pueda humanizar, mediante la reflexión y la acción, a su propia comunidad.

La pedagogía de la dominación ha convertido a la enseñanza no en un esfuerzo de pensamiento crítico, sino en un conjunto amorfo de información que el alumno debe recibir sin tener para procesarla, más que las tristes categorías que impone la cultura de masas y ese pensamiento único al que Saramago llama “pensamiento cero”.

Por eso los colonizadores se han ocupado siempre de borrar las huellas del pasado, para dejar a la memoria sin respuestas suficientes. Cuando se diluye el pasado, la memoria, ya nadie sabe lo que es lo propio y que es lo ajeno. Hay entonces que desmontar la visión de los vencedores que son los que siempre cuentan la historia.

Es por lo que Quijano (2000) afirma que durante el proceso de la Conquista, se les expropiaron a las poblaciones americanas no solo sus recursos materiales, sino también el imaginario de su mundo simbólico, sus “perspectivas cognitivas, además de  los modos de producir u otorgar sentido a los resultados de la experiencia material o intersubjetiva.

Por lo que en la actualidad cuando aún estamos impregnados del proceso de colonización, en América una emergencia civilizatoria implica anclar la política en una identidad, lo que implica ahondar en la filosofía política, imbuirse en una concepción antropológica de la sociedad humana y la dialéctica de la cultura.

Se sabe hoy que la identidad es más una reconstrucción continuamente actualizada del pasado, que una fiel restitución del mismo.  En definitiva, no es más que la conciencia de una continuidad en el tiempo, más allá de los cambios, crisis rupturas que pueden registrarse. Recuperar la memoria es recuperar la conciencia.

Ha llegado el momento de pasar a la acción, de elaborar y ejecutar un proyecto propio, pues no basta con el puro acto de memoria, la cual resultaría muy doloroso quedarse varado en la conciencia de una mutilación, mirando los fragmentos de los espejos rotos.

Un proyecto con nuevos republicanos, nuevos pedagogos bien formados en lo relativo a identidad y memoria, de escritores, músicos y artistas plásticos que se sumen a ella desde un compromiso ético con lo real. Siendo intérpretes de una realidad. Se precisa en este sentido,  de intelectuales orgánicos, a fin de restablecer los nexos entre la palabra y la acción, entre el lenguaje y la realidad. Pensadores que sepan injertar lo propio en el mundo, y la diversidad del mundo en lo propio, sin soslayar los procesos de dominación ni hacerse cómplice de la recolonización neoliberal que ha desarticulado como un virus el tejido social.

En la construcción de este proyecto propio, es pertinente pensar en la hermosa reflexión  que nos deja Galeano (2009):

“ – el aire estará limpio de todo veneno que no venga de los miedos humanos y de las humanas pasiones; la gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada por el televisor;  – la comida no será una mercancía, ni la comunicación un negocio, porque la comida y la comunicación son derechos humanos; – nadie morirá de hambre, porque nadie morirá de indigestión; – los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura, porque no habrá niños de la calle…” (pág 42).

Se trata entonces de  explorar desde nuestras identidades las potencialidades emancipadoras de la modernidad y no renovar con nuevas mascaras el mito racionalista y unificador que Occidente usó para someter a los pueblos, para fragmentar al hombre. Estos sueños serian posible si comenzamos a ver desde la cotidianidad la descolonización de los procesos de formación, que implicaría una  desintoxicación de los sentidos.

Construyendo  nuestros propios espirales del saber (hacia un proyecto propio)

El desarrollo del arte con características propias, no mimético, en respaldo a nuestra independencia política resulta en consecuencia inaplazable y apremiante. Si bien en la plástica hay multitud de obras que podríamos considerar genuinamente americanas, falta todavía un pensamiento  visual independiente del hegemónico y definido con la misma altura y claridad.   Se pretende el propiciar  nuevos marcos de interpretación, nuevas preguntas, nuevas respuestas y otros recorridos que propicien cuestionamiento a las visiones impuestas; el cuestionamiento radical.

La realidad que enfrentamos tiene múltiples significados. No es una realidad clara, con una significación cristalina, a la cual se le puede abordar sencillamente construyendo teorías o conceptos y muchos menos establecerlas dentro de los viejos planteamientos. Hay que hacer reposición continua de escenarios; donde resulta esencialmente importante el replanteamiento de los problemas, en su evolución temporal y contextual. No existe lo definitivo, ni una ley de verdad o norma que pueda cerrar definitivamente un estado de cosas, mucho menos un estado social.

En esta complejidad, llena de incertidumbres, nuestra invitación es pensar y actuar en una situación de incertidumbre, poder poner el pensamiento en capacidad de vibrar, de no sucumbir, de no conformarse con lo obvio. Hay que asumir riesgos y disponerse a inventar, a pensar con cierta audacia. Estamos en un momento cuando inventar -en términos Rodrigueanos-, es la condición para salir de la crisis.

Hay que arriesgarse a colocar por delante nuestra propia capacidad; plantear la posibilidad de una educación poiética  como espacio esencial de construcción de saberes creativos y actitudes estéticas frente a la vida. Se amerita despertar la potencia creativa del ser humano mirándose a sí mismo de manera estética y con el cuidado y la actitud de quien trabaja sobre una obra de arte llena de una actitud de “cuidado” e incluso de “gozo” y “deleite” en el acto creativo. Es en este escenario donde se nos permita abrir puertas hacia el asombro como espacio alternativo frente a lo repetitivo y lo mecánico; a la aridez de las relaciones y las vivencias mediadas por lo transaccional y lo instrumental, típicas del mundo moderno; penetrando la complejidad del universo y redescubrirlo a través del espacio educativo.

Se aspira, el renacimiento de nuevas miradas epistémicas que contribuyan en la construcción de diferentes caminos a los establecidos en la modernidad, por ejemplo, aquellos que consideren la complejidad de los procesos y el encuentro transdisciplinario para releer las realidades. En consecuencia, se propone una ruptura radical con los enunciados que históricamente han permeado dichas concepciones.

Aquí se trata de abrir posibilidades para la construcción colectiva de un nuevo espacio educativo en el que se active y despierte la creación intelectual y de conocimientos  con pertinencia social, se privilegie el diálogo con saberes que han sido excluidos  de la formación integral de los ciudadanos. Es desde este espacio donde se deben plantear las propuestas que conlleven otras miradas y desde donde se logre o vislumbre el afianzamiento de una cultura propia y nos conduzca a reflexionar sobre aquellos aspectos que propician una ruptura con el pensamiento social y político hegemónico.

Conviene superar la razón instrumental, lo meramente pragmático en las dinámicas. Hay que impulsar experiencias formativas que favorezcan la búsqueda de visiones integrales de la complejidad. Se trata de transcender lo positivo, lo cuantitativo, lo lineal y cronológico, para reflexionar desde lo cualitativo, lo multiforme y la temporalidad múltiple.  Todo desde una sociedad que sea capaz de crear una base endógena para la creación intelectual, artística, innovación, planificación y  diseño, desarrollando y asegurando una cultura científica, técnica y humanística vinculada a nuestras raíces, a los retos nacionales  y abierta al mundo, dirigida a la solución de los problemas concretos de nuestro pueblo; una sociedad con un ordenamiento territorial  favorable a las relaciones armoniosas entre la ciudad y el campo, entre lo urbano y lo rural, propiciando la integración interregional y el desarrollo territorial.

Este nuevo proyecto llevaría implícito  procesos de formación que han de incluir permanentemente dinámicas de autoconocimiento, interconocimiento desde las historias personales y colectivas, y la interpretación permanente de la historia de la cual somos parte.

Esta mirada incita a que constituyamos  redes formativas para el apoyo mutuo el trabajo educacional compartido, de consolidar vínculos orgánicos, a la vez que flexibles, horizontales, entre personas, organizaciones, instituciones y comunidades, a partir de las vivencias presentes, locales y más lejanas. Donde converjan políticas, ciencias, saberes ancestrales y estrategias particulares (Valdez 2013). Además de sentirnos y pensarnos como sujetos de un proceso permanente de transformación. Viendo a la historia como un campo de posibilidades abiertas, infinitas. Sustentándonos  en la pedagogía de la pregunta.

Estaríamos invitados a indagar o investigar constantemente sobre  aquellas aspectos que tendemos a sentir que están sin historia. Esto incluiría aspectos elementos de la vida cotidiana. Una genealogía que no solo  busque el origen de las cosas,  derribando así la noción de que la historia progresa en un orden lineal, sino que muestre  ese pasado plural y a veces contradictorio que revela las huellas de la influencia que ha tenido el poder sobre la verdad. Una  genealogía que nos ayude a deconstruir la verdad, argumentando que ésta es, en la mayoría de los casos, descubierta por casualidad, respaldada por la operación del poder o la consideración de interés. Vislumbrando el hecho de que todas las verdades son cuestionables (Foucault 1982)

Hay que costruir la historia desde las realidades diarias que nos constituyen y que reconfiguramos, pero también desde nuestros sueños, esperanzas y utopías encarnadas. Criticando constantemente, de ser necesario, estos quehaceres y esos soñares, por cuanto pueden estar teñidos de las ideologías que sustentan el sistema capitalista  dominante, y crear condiciones para crear propuestas que conlleven procesos de libertad, plenitud y creación. En definitiva, construir nuestros propios espirales del saber. Ello pasaría por reconocer nuestro lenguaje, nuestros códigos culturales, nuestros proyectos de vida y  partir de allí incorporar otros conocimientos y otras referencias en una espiral virtuosa (Valdez 2013)

Esto será posible mediante un continuo y sistemático proceso de intercambio de experiencias, ideas, propuestas acompañadas de intensos procesos de registros, sistematización e investigación de los procesos comunitarios que nos permitan crear un verdadero dialogo de saberes que impulse avanzar hacia la auténtica soberanía cognitiva. De este modo hablamos de un proceso de creación, de leer, interpretar, transformar realidades sociales, a través de una acción dialéctica con el saber cotidiano, con la vida real. Construcciones diarias de  espacios de formación,  nos confrontaríamos  constantemente, para reconocernos en lo que somos, y aun en lo que podemos hacer.

Esta nueva mirada incita a “ver” con la posibilidad de compartir nuevas miradas críticas de la realidad (sobretodo la cotidiana) y también sobre nuestros anhelos y esperanzas. Propiciar  propuestas  formativas  la dedicación de ciertas horas de la semana  reunirse en algún lugar para dialogar e intercambiar ideas, saberes y aprendizajes.

Y por último…

Quiero hacer una reflexión que más que mía es del escritor argentino Walter Kohan, quien dice que “hay momentos en la vida en los que la cuestión de saber si se puede pensar distinto de cómo se piensa y percibir distinto de como se ve es indispensable para seguir contemplando y reflexionando.” El autor continua diciendo “Siempre hay algo de irrisorio en el discurso filosófico cuando, desde el exterior, quiere ordenar a los demás, decirles donde está su verdad y como encontrarla, o cuando se sitúa con fuerza para instruirles procesos con positividad genuina; pero es su derecho explorar lo que en su propio pensamiento puede ser cambiado mediante el ejercicio de un saber que le es extraño”. Estos planteamientos sugerentes invitan a generar cambios y transformaciones en las posturas  de nuestras instituciones, sobre todo a las educativas.

Adentrarnos en un ejercicio  de pensamiento, que permita transformar lo que somos, que nos permita extranjerizarnos del juego de verdad en el que estamos cómodamente instalados (La búsqueda que cada quien entabla consigo mismo para transformarse es también la posibilidad de que el mundo sea diferente de lo que es). Desplazarse del saber de lo que se sabe, para poder saber otras cosas; en un moverse del poder que se ocupa para que otras fuerzas y otra potencia puedan ser afirmadas entre quien aprende.

Disponerse a inventar, desarrollar la capacidad heurística, en la que la educación sea vista como espacio formativo esencial para la construcción de saberes, donde se despierte la potencia creativa, que podamos abrirnos puertas para el asombro, frente a lo repetitivo y lo mecánico.

 

 

REFERENCIAS

Colombre A. (2004). América como civilización emergente. Editorial Sudamericana. Buenos Aires.

Colombre A. (2004) América como civilización emergente. Editorial Sudamericana. Buenos Aires.

Colombre A. (2011). Nuevo Manual del Promotor Cultural. Ediciones Colihue. Buenos Aires.

Espinoza I. y Pérez C. «Cultura, Cultura en México y su impacto en las empresas» en     Revista Gestión y Estrategia. Núm. 6, julio-diciembre de 1994.

Foucault, Michel (1980). Language, Counter-Memory, Practice: Selected Essays and Interviews (en inglés). Ithaca, NY: Cornell University Press. p. 139. ISBN 0-8014-9204-1.

Freire, P. (1974). Pedagogía del oprimido. México: Siglo XXI.

Freire, P. (1990). La naturaleza política de la educación. Cultura, poder y liberación. Barcelona: Paidós.

Gadamer, H-G.  (1998). El giro hermenéutico. España, Cátedra.

Galeano E (2009) Patas Arriba – La Escuela Del Mundo Del Revés. Ediciones del Chanchito. Buenos Aires.

Habermas, J.  (2000). La lógica de las ciencias sociales. Madrid, Tecnos.

Morin, E. (1999). El método: El conocimiento del conocimiento. España, Cátedra.

Valdéz, J. (2012) Movimientos Sociales en Venezuela: una Propuesta Transformadora. Fundación Editorial El perro y la rana- Ministerio de la Cultura

Quijano, A. (1977) Dependencia, urbanización  y cambio social en América Latina, Lima, Mosca Azul

Quijano, A. (2000) “Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina,” Lima, Mosca Azul

Valdéz, J. (2012) Transformación en la universidad venezolana. Un posible mapa de ruta. Publicado por su autor.  blogs.monografias.com/…/transformación-curricular/ Consultado el 03/01/2015.

Vargas Hernández, J.G.: (2007) La Culturocracia organizacional en México, Edición electrónica gratuita. Texto completo en www.eumed.net/libros/2007b/ 301

Simón Rodríguez, Sociedades Americanas 1828. Edición: Biblioteca Ayacucho. Caracas Venezuela. 1990

Walter Kohan.  (2011).  Educación Y Filosofía. Editorial Laertes S.A. Buenos Aires.

Zygmunt Bauman (2013). La cultura en el mundo de la modernidad líquida. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires,

Fuente: La Autora publica para el Portal Otras Voces en Educación

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Gran capacidad para convivir con virus letales

Por Dinorah García Romero 

Los partidos políticos de la República Dominicana se acostumbraron al virus de la corrupción; y encuentran razones diversas para justificar acciones detestables en todos los órdenes y niveles.

La República Dominicana desde que inició la pandemia COVID-19 ha entrado en un ambiente de angustia e incertidumbre cada vez más encendido. Se advierte una disposición y celeridad impresionantes para buscar soluciones que exterminen de una vez las raíces y los síntomas de un virus que llegó y parece que tiene como proyecto instalar su tienda en este país y en los restantes del mundo. Lo que resulta curioso es que todo se convierte en prioridad, en gestión inteligente y en vocación de servicio, si se trata de esta pandemia. Parece que su llegada repentina ha despertado el miedo y ha movido los ejes que controlan la estabilidad personal y también la social. Sin embargo, un virus antiguo y tan letal o más que la COVID-19 tiene cientos de años provocando muerte biológica, psicológica y educativa; además, ecológica, económica, social y política. Este virus es muy conocido; su nombre es corrupción, y, su apellido institucionalizada. Las decisiones y acciones para combatir la pandemia COVID-19 son efectivas, aunque parezca lo contrario. Sin embargo, las dirigidas a exterminar la corrupción son más lentas y contestadas; pues no todos los sectores están tan decididos a eliminar este virus. Prefieren continuar conviviendo con él, aunque le cueste la vida al pueblo. Casi todos los actores y sectores se han acomodado a los beneficios sin consecuencias que aporta este magno virus.

El Capítulo dominicano de Transparencia internacional, representado por Participación Ciudadana, informa en su nota de prensa del 28 de enero de 2021 que la República Dominicana mantiene en el Índice de Percepción de Corrupción de 2020 el mismo puntaje de 2019, 28 puntos sobre 100, ocupando el lugar 137 de un total de 180 países implicados. Se presenta, por tanto, como uno de los países más corruptos de América Latina y del conjunto de los países evaluados. Esta imagen del país tan precaria y deshonesta no puede dejarnos tranquilos; ha de activar todas las fuerzas capaces de extirpar la corrupción en la esfera personal, social y estatal. Se incrementan las voces que repudian la corrupción y que están dispuestas a luchar sin cansancio para que haya consecuencias; pero, todavía, incluyendo en sectores gubernamentales, hay resistencia a cambios sustantivos capaces de transformar la cultura de la corrupción en una cultura límpida y sin arrugas éticas. Sectores poderosos han aprendido a convivir con virus letales como la impunidad, la corrupción y la COVID-19. Pero ha llegado el tiempo de trabajar a fondo para que estos virus liberen la mentalidad y la práctica de los ciudadanos, de los funcionarios y de las instituciones. En la vida cotidiana la corrupción se vive y se observa con la mayor naturalidad. “Los de arriba lo hacen, yo lo puedo hacer también”. Esta expresión se escucha con frecuencia; y, además, sus resultados se palpan día tras día. En las instituciones, incontables veces, interesa llegar pronto, aunque se violenten las normas y principios institucionales. Este es un cauce acelerado de corrupción administrativa e institucional que deteriora la ética global del país.

Los partidos políticos de la República Dominicana se acostumbraron al virus de la corrupción; y encuentran razones diversas para justificar acciones detestables en todos los órdenes y niveles. Su ideario se transforma en antorcha corruptora en su ámbito interno y en el contexto social.

Ante la profundidad de este problema y el alcance de sus males, se percibe un movimiento ascendente decidido a revertir la estructura de corrupción que hay en nuestro país. El proceso es lento y complejo; para avanzar, hay que vencer poderes económicos, políticos, religiosos y de ciudadanos no organizados. Estos grupos están decididos a defender un modo de vida en el que la corrupción que impera tenga consecuencias. El problema de la corrupción no es solo culpa del partido en el gobierno; pero este es parte del problema, porque dentro del funcionariado y la membresía de su partido, hay quienes se identifican con los favores que ella ofrece. El sector educación, ya sea ámbito preuniversitario o educación superior, ha de afrontar con valentía y nitidez la corrupción que pueda estar construyendo un perfil y una cultura que refuerce la letalidad de este virus. Sin vacilación, hemos de auscultar las instituciones que representamos, en las que laboramos, para cortar de raíz actitudes, acciones y relaciones revestidas de legitimidad y acolchadas con una corrupción rampante, generadora de muerte desde todas sus perspectivas. La mafia italiana nos impresiona; la mafia cotidiana todavía deja tranquilos a muchos, en los hogares, en las organizaciones, en las iglesias, en los partidos políticos y en los cargos que ocupamos. De igual manera, continúa dejando en paz a sectores del gobierno, a Ministerios, a instituciones educativas, a sindicatos y a personas particulares. Urge disminuir la capacidad de convivencia con virus letales como la corrupción y la impunidad, hija de la anterior. Deshacernos de la corrupción precisa de otra educación familiar, escolar, universitaria y social. Unamos fuerzas para ello. Solo así, alcanzaremos salud integral y desarrollo nacional.

Fuente: https://acento.com.do/opinion/gran-capacidad-para-convivir-con-virus-letales-8907704.html

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Libro (PDF) ¿Qué está pasando? : cómo la música le da forma a lo social

Reseña:  CLACSO

¿Qué está pasando?: Cómo la música le da forma a lo social argumenta de manera efectiva que la música sirve como lenguaje central de la cultura negra y la experiencia moderna. Wilfried Raussert nos lleva por un viaje maravillosamente investigado a través de los mundos musicales de Brasil, Jamaica y el Sur de Estados Unidos, entre otros, mientras explora el impacto de la música negra en la política, la cultura, la literatura y los museos. William R. Ferris, Profesor emérito de Historia. Cátedra Joel R. Williamson: University of North Carolina at Chapel Hil

 

Autor/a:                               Kaltmeier, Olaf –  Raussert, Wilfried –  Raussert, Wilfried

 

Editorial/Editor: Center for InterAmerican Studies – CIAS
Año de publicación:  2020
País (es): Alemania
Idioma: Español
ISBN : 978-3-946507-44-4
Descarga:   Libro (PDF) ¿Qué está pasando? : cómo la música le da forma a lo social
Fuente e imagen:

 

http://biblioteca.clacso.edu.ar/
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Las películas de 2020

Lovers Rock lidera la lista con las películas destacadas en un año complicadísimo para el cine, con las salas cerradas, estrenos postergados y rodajes parados.

1. Lovers Rock

Aquí está el responsable de nuestro momento más maravilloso en el cine en 2020. La ambiciosa Small Axe (¿Es una serie? ¿Una suite de largometrajes? ¿Un postre, una cera para limpiar el piso? En serio, bajo todo punto de vista: hay que discutirlo sin parar) recuerda la vida negra y de la cultura de la diáspora caribeña en Gran Bretaña desde fines de los años sesenta hasta los ochenta. Cada capítulo se concentra en una historia diferente, desde el acoso policial al dueño de un restaurante y su clientela (Mangrove) hasta una denuncia mordaz del sistema de educación pública de la época de Thatcher (Education). Pero la segunda de las cinco películas, que se concentra en una fiesta en una casa, le saca varias cabezas al resto. Vemos a los disc jockeys armando el equipo de sonido y mujeres cocinando comida jamaiquina en un departamento del West London. Vemos a Martha (Amarah-Jae St. Aubyn) escapándose por la ventana para reunirse con su amiga y prepararse, a un joven llamado Franklyn (Michael Ward) coquetear con ella cuando llegan a la soirée y a varios patoteros y donjuanes pavonearse cuando suena la música reggae. Esta obra maestra de Steve McQueen es insuperable en el modo en que evoca un ambiente y canaliza un momento del pasado, usando el sonido y la visión de una manera sencillamente trascendental. Hace que sientas que estás ahí en esa pista de baile llena de gente, contoneándote y saltando, olvidándote de todo lo demás para entrar en un groove comunal. D.F.

2. American Utopia

David Byrne transformó un grandes éxitos en un espectáculo de teatro de revista artístico, y lo presentó en Broadway desde noviembre de 2019 hasta febrero de 2020. Si no pudiste verlo en vivo, no te preocupes: Spike Lee te cubre. Y como Jonathan Demme, aprovecha la oportunidad para trabajar con el ex líder de Talking Heads de manera colaborativa, en lugar de meramente documentarlo. Con cámaras arriba, abajo, al costado, en el backstage, y probablemente en todo el teatro con excepción de los baños, el director es tan parte de la producción como el cantante, los músicos con sus trajes grises sobre el escenario, o el show visual que ocurre a su alrededor. Que la versión filmada de American Utopia logre conservar la intimidad de la producción original es la prueba tanto de sus talentos como de la solidez de la presentación altamente conceptual de su creador. D.F.

3. Time

Luego de que su esposo fuera a la cárcel por robar un banco, Fox Rich empezó una suerte de diario en video en blanco y negro. Su hijo tenía cuatro años y ella estaba embarazada de mellizos. Durante las siguientes dos décadas, Rich crio sus hijos para que se transformaran en jóvenes destacados, se volvió una autora con gran éxito de ventas, dio conferencias sobre el arte de los libros de memorias y se estableció como una activista de la reforma del sistema penitenciario. También trabajó de manera incansable para liberar a su esposo de una sentencia de cadena perpetua. El documental de Garrett Bradley es un fluir de conciencia de la historia de una mujer, entre las cintas caseras de Rich y otras imágenes de archivo para ofrecer un plano íntimo e inimitable de los daños que causa la epidemia de las encarcelaciones masivas en la gente involucrada. Y cuando pensabas que las cosas no podían resonar más, la película transforma lo que podría haber sido un truco en el descubrimiento sublime de cómo se puede volver a capturar mágicamente lo que se creía perdido. Simplemente maravillosa. D.F.

4. Collective

El 30 de octubre de 2015, en un club de rock en Bucarest llamado Colectiv, 27 personas murieron y 180 resultaron heridas en un incendio. Hubo una reacción pública de repudio que causó protestas y un cambio en el gobierno de Rumania. Y luego un periodista de un periódico deportivo empezó a enterarse de que algunos de los dueños del club se estaban muriendo en el hospital. Junto a su equipo, decidió investigar un poco más y al poco tiempo explotó un enorme escándalo que involucraba poder, corrupción, mentiras y la mafia.

Sería una obra extraordinaria sin importar cuándo esté disponible en tu territorio (su recorrido por festivales del año pasado hizo que se creara una campaña de boca en boca antes de que se garantizara su distribución). Pero verla en 2020 fue ver el mundo del pasado de la manera más profunda. Es la historia de la incapacidad de un país para hacerse cargo de sus ciudadanos durante una crisis. La de un gobierno preocupado solo por su bolsillo y por mantenerse en el poder. Y la de un cuarto poder que es elogiado antes que señalado como el enemigo del pueblo. Es, en definitiva, una película cuyo título adquiere un sentido por completo diferente cuando llega su final. Esto solo funciona si estamos juntos, nos recuerda Collective. La unión hace a la fuerza. D.F.

5. Mank

Esta mirada de David Fincher a la historia detrás del guion de Citizen Kane no es ni una carta de amor ni una diatriba contra el viejo Hollywood; ni siquiera es un intento por «rescatar» la reputación de Herman J. Mankiewicz (un Gary Oldman perfecto que prácticamente emana olor a ginebra), quien es retratado como un alcohólico grosero que es su peor enemigo. Por suerte tampoco es una despedida a un tal O. Welles, el joven autor genio. Lo que ofreció el director de Zodiac es un respetuoso drama sobre navegar la delgada línea entre plantarse ante el poder y ser cómplice en los sistemas (los estudios, la clase, la política) que mantienen a la misma gente en el poder. Y si bien Mank termina ganando la guerra con su guion vengativo llamado America (spoiler: después le cambió el título), pierde cada una de las batallas en el camino. Es una película ingeniosa, audaz y estimulantemente retro. D.F.

6. Never Rarely Sometimes Always

El aborto es un derecho conquistado en Estados Unidos, pero los impedimentos prácticos y dispositivos de culpa con los que se choca Autumn (Sidney Flanigan) en Never Rarely Sometimes Always iluminan las formas en que el procedimiento todavía está sujeto a la clandestinidad, incluso siendo legal. La directora Eliza Hittman se ocupa de la logística con precisión quirúrgica: toma los pormenores que enfrenta Autumn -la solicitud de un turno, la necesidad económica, las noches no contempladas de hotel- como retazos de un mundo que a los cuerpos gestantes les reserva una hostilidad que se asume en la escena que titula a la película. En un plano fijo y sin cortes, Autumn responde un cuestionario sobre su historial sexual y, en el acto de verbalizar su dolor, la fachada comienza a agrietarse. Momento de inconmensurable verdad, para Flanigan en su debut actoral y para Hittman en su confirmación como sucesora de Bresson. B.A.

7. Dick Johnson Is Dead

O mejor dicho: Dick Johnson sucumbe poco a poco a la demencia. Así que Kirsten Johnson (Cameraperson) hace lo que haría toda hija buena: una película sobre él. Probablemente esta esté entre las películas más livianas y alegres sobre la muerte. También es una catarsis tanto para aquellos que están detrás de cámara como para el público. Cuanto más intenta Johnson inocularse contra el dolor de la muerte, a través de cada simulacro, más te convencés del amor y el afecto detrás de la celebración de una vida común. Uno se acerca a la película para ver a un viejo «acuchillado» en la yugular, pero se termina quedando para las simulaciones estilo Pierre et Gilles que incluyen bailarines tap, papel picado y un Cristo exasperado. D.F.

8. Las mil y una

Hay dos sentires que atraviesan Las mil y una de la directora correntina Clarisa Navas: el cuerpo adolescente en expansión y el discurrir del verano como plataforma de su despertar. El barrio obrero donde Iris (Sofía Cabrera) y Renata (Ana Carolina García) se enamoran les devuelve escenificados todos sus estados emocionales: es luminoso y cálido pero también marginal, con la mirada ajena y chismosa sobrevolando fuera de foco y de campo. Navas sigue a sus chicas con prolongados planos secuencia, su cámara deambulando con la languidez deseante de la juventud retratada. Porque Las mil y una es, ante todo, un coming of age. Lejos del miserabilismo que suele poblar estas historias de disidencia, Navas retrata la edad desde lo sensorial, con el énfasis puesto en texturas y silencios. B.A.

9. Planta permanente

Planta permanente, el primer largometraje en solitario de Ezequiel Radusky, es una obra de protesta que toma el microcosmos de una secretaría de obras públicas para armar una fábula inequívoca sobre neoliberalismo salvaje. El vínculo entre dos trabajadoras de limpieza, Lila (Liliana Juárez, laureada en el Festival de Mar del Plata) y Marcela (Rosario Bléfari, en su última y mejor interpretación), comienza a resquebrajarse cuando el cambio de gestión y la asunción de una nueva directora, que no es María Eugenia Vidal, traen consigo una serie de ajustes presupuestarios. Radusky las encuadra en planos generales que son, en su mayoría, tan estáticos y sobrios como el resto de sus vidas. Lila tiene el sueño modesto de abrir una cantina en el edificio, es su chance de sentir que tiene incidencia sobre algo. La persecución del deseo solo desemboca en una amistad corroída, y ese es el gran acierto de Radusky: jamás perder de vista, en el acto de comentario político, la emocionalidad de sus personajes. B.A.

https://youtu.be/a0wHJbmPi8o

10. Boys State

Hace décadas, una asociación de veteranos de guerra de Estados Unidos lleva adelante un programa de liderazgo llamado «Boys State», en el que jóvenes promesas son seleccionadas para simular una estructura de gobierno durante una semana. Los directores Jesse Moss y Amanda McBaine se insertaron en uno de estos boot camp políticos en Texas para ver de primera mano cómo se forma el semillero de la política moderna y cómo los Obama y los Trump del mañana replican las agonías y éxtasis del sistema bipartidista. Un documental convincente y a veces alarmante: esos jóvenes son el futuro y rezás para que el presente no haya cuajado sus ideologías ni les haya dado ninguna idea «brillante». D.F.

Textos por David Fear y Bartolomé Armentano.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/las-peliculas-2020-nid2556062

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La educación no consiste tanto en transmitir valores o cultura como en transmitir la duda

Por: Sergio Parra

Hay una serie de clichés que la gente repite sin cesar sin preguntarse en profundidad lo que está diciendo. Uno de ellos es que hay que preservar la cultura (y las lenguas, por extensión).

El otro: que los grandes problemas del mundo se solucionan con mayor educación. Ambos clichés están íntimamente relacionados e inciden en el mismo error básico.

No importa lo sabio que sea un pensador. Si vivió hace más de un siglo, probablemente sostuvo ideas que nos parecen moralmente repugnantes (no digamos ya que arrastró errores científicos propios de un analfabeto).

Si la educación consiste en transmitir valores, pues, por muy elevados que nos resulten tales valores quizá solo estamos adoctrinando. Obligando a los alumnos a que piensen como nosotros. A que perpetúen ideas. A que alejen de ellas la lupa del escrutinio y la duda.

Sin embargo, si algo debe preservar la educación no es la cultura, ni la lengua, ni los valores, sino la duda ante todos esos elementos que parecen intocables, como señala Hans Rosling en su libro Factulness:

Resulta tranquilizador pensar que el conocimiento no tiene fecha de caducidad: que una vez has aprendido algo, sigue siempre fresco y no tienes que aprenderlo de nuevo. Eso suele ser así en el ámbito de las ciencias como las matemáticas y la física y en las artes. En esas materias, lo que aprendimos en el colegio (2 + 2 = 4) probablemente es correcto. Sin embargo, en las ciencias sociales, hasta los conocimientos más básicos caducan muy rápidamente. Como sucede con la leche y las verduras, tienes que mantenerlos siempre frescos. Porque todo cambia.

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Una sociedad con valores es aquélla que evalúa continuamente cuáles son los aspectos de las normas de una cultura a los que merece la pena atenerse y cuáles ya resultan obsoletos, no una sociedad monolítica e intocada.

Cierto es que la gente es más desinhibida que antes, que los alumnos son más descarados con los profesores que antes, que las normas en general no se siguen con tanta inflexibilidad. Pero ello precisamente revela que vivimos en una sociedad con más valores que nunca: antes, dichas normas, no se seguían porque la gente alumbrara más valores sino por miedo (tanto punitivo como social). No cuestionar al profesor porque éste te dará un reglazo en la mano (y al que luego no podrás denunciar por agresión) no es tener más valores.

Lo explica así el psicólogo cognitivo Steven Pinker en su libro Los ángeles que llevamos dentro:

Hace siglos, quizá nuestros antepasados tuvieron que reprimir cualquiera señal de espontaneidad e individualidad con el fin de civilizarse, pero ahora que las normas de la no violencia están consolidadas, podemos ceder un poco ante inhibiciones concretas que acaso parezcan obsoletas. Según esta línea argumental, el hecho de que las mujeres enseñen mucha carne o que los hombres suelten tacos en público no es señal de decadencia cultural. Al revés, es señal de que viven en una sociedad tan civilizada que no han de temer que, en respuesta a ello, vayan a sufrir hostigamiento o agresión.

Por esa razón, hay que dudar de todo, y ese y no otros debería ser el eje rector de la educación: que el educando dude incluso del educador. Y que el educador fomente ese hábito en el educando. Y que se dude incluso de Aristóteles, y de los valores morales que queremos preservar a toda costa, tal y como podéis ver en el siguiente vídeo:

 

https://www.xatakaciencia.com/no-te-lo-creas/educacion-no-consiste-transmitir-valores-cultura-como-transmitir-duda

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Una pedagogía crítica y emancipadora frente a la educación tradicional

“El paseo de un grupo de adolescentes -un viernes por la tarde- por un centro comercial posee mayor mensaje educativo que una teoría, sea del cuerpo, la alimentación, la familia, los viajes o la sexualidad; se trataría, en este caso, de una interpretación crítica del capitalismo de consumo, que puede plantearse mirando un escaparate; pero […]

“El paseo de un grupo de adolescentes -un viernes por la tarde- por un centro comercial posee mayor mensaje educativo que una teoría, sea del cuerpo, la alimentación, la familia, los viajes o la sexualidad; se trataría, en este caso, de una interpretación crítica del capitalismo de consumo, que puede plantearse mirando un escaparate; pero esto no significa, en modo alguno, negar el valor de la escuela”explica en Radio Klara Jaume Martínez Bonafé. Comenzó su carrera docente como maestro de escuela –durante una década- y ha ejercido como profesor en el área de Didáctica y Organización Escolar en la Universitat de València. Es coautor, junto al pedagogo y exdirector de la revista Cuadernos de Pedagogía, Jaume Carbonell Sebarroja, del ensayo Otra educación con cine, literatura y canciones, publicado en septiembre por la editorial Octaedro.

Los autores, actualmente jubilados, se posicionan en la izquierda y adscriben a las corrientes de la Renovación Pedagógica. De hecho, reconocen su deuda con la Escuela Nueva, que surge en Inglaterra a finales del siglo XIX en contraposición a la escuela tradicional; también de la metodología Freinet, la pedagogía del oprimido de Paulo Freire, la Escuela Moderna de Ferrer Guardia y dos experiencias populares de la segunda mitad del siglo XX en Italia: la de Lorenzo Milani en Barbiana, y la promovida por Loris Malaguzzi en Reggio Emilia.

En Otra educación, Martínez Bonafé y Carbonell Sebarroja resumen 50 años de su experiencia en el campo educativo. “En la literatura, el cine o la canción popular hallamos textos y reflexiones que nos ayudan a construir la crítica a la tradición escolástica (la formación entendida como correctora de las imperfecciones humanas) y pensar propuestas emancipadoras”, subrayan.

Secuencias de la película Amarcord (1973), de Federico Fellini, permiten aproximarse a la educación autoritaria de la Italia fascista a través de un adolescente, Titta (Bruno Zanin), que estudia en la ciudad de Rimini en los años 30 del siglo XX. Una formación alternativa es la que propone en Lugares Comunes (2002) el veterano profesor de Literatura, Fernando Robles (Federico Luppi): “Traten de dejar las supersticiones en el pasillo antes de entrar en el aula. No obliguen a sus alumnos a estudiar de memoria, eso no sirve. Lo que se impone por la fuerza es rechazado y en poco tiempo se olvida”, explica el docente porteño a los universitarios en la película de Adolfo Aristarain.

El ensayo apuesta por la divulgación, trata de evitar el sesgo academicista y la densidad del expertismo. Según los autores, “las Matemáticas, la Lengua, la Historia o la Geografía sólo tienen sentido si ayudan a navegar y al crecimiento autónomo del alumno; en la educación emancipadora el conocimiento es una herramienta práctica”. Hay maestros que desarrollan esta labor. Algunos, como el personaje Daniel Lefebvre, en un pueblo minero del norte de Francia castigado por la crisis y el paro, tal como recoge el filme Hoy empieza todo (1999), de Bertrand Tavernier.

O Don Gregorio, maestro republicano en la Galicia rural, víctima de la represión franquista en el cuento La lengua de las mariposas, de Manuel Rivas (Fernando Fernán Gómez encarnó a Don Gregorio en la película titulada como el relato, estrenada en 1999 por el realizador José Luis Cuerda). Al aprendizaje no jerarquizado también hace referencia José Agustín Goytisolo en el poema La mejor escuela: “Desconfía de aquellos que te enseñan / listas de nombres, fórmulas y fechas / y que siempre repiten modelos de cultura / que son la triste herencia que aborreces”.

Una mirada sobre la juventud puede proyectarse a través de la música. The times they are a-changing (1964), de Bob Dylan, se inscribe en la canción protesta contra la discriminación racial en Estados Unidos y la guerra de Vietnam: “Senadores y congresistas, escuchad la llamada. / No os quedéis en la puerta, / no bloqueéis el paso, / porque el que saldrá herido será el que ha quedado atrás. / Fuera hay una batalla y es brutal”. La letra de Dylan recoge asimismo la brecha generacional: “Madres y padres de todo el mundo, / no critiquéis lo que no podéis entender. / Vuestros hijos e hijas están más allá de vuestro control, / vuestro viejo camino envejece rápidamente”.

En 1962 la cantautora chilena Violeta Parra compuso Me gustan los estudiantes. El campo de mira puede ampliarse también con la narrativa, por ejemplo Las tribulaciones del estudiante Törless (1906), de Robert Musil, que retrata la educación opresiva en un colegio militar del Imperio Austro-Húngaro. Pero el listado que comparten los autores no aspira a agotar la cuestión; el pasado 24 de noviembre TVE-2 emitió Los 400 golpes (1959), de François Truffaut, sobre la rebeldía y los sueños de libertad de Antoine Doinel, un joven parisino de 14 años. Kes (1969), de Ken Loach, y El niño de la bicicleta (2011), de los hermanos Dardenne, plantean el caso de muchachos que crecen en ambientes de conflictividad.

Martínez Bonafé y Carbonell Sebarroja abogan por una perspectiva a largo plazo, lo que implica “prescindir de las novedades y las modas –que no tienen nada de nuevo-, y  que se quedan en el vuelo gallináceo de la dictadura del presentismo y la inmediatez”. Los dos investigadores critican el actual diseño de los currículos escolares (planificación de la enseñanza) que hacen posible la reproducción del conocimiento en el sistema capitalista; entre la pluralidad de alternativas, apuntan los trabajos por proyectos que surgen de las asambleas de aula. Además subrayan el fuerte encorsetamiento que impone –a profesores y alumnos- el libro de texto tradicional. En la novela Doktor Faustus (1947), de Thomas Mann, las conferencias del profesor Kretzschmar sobre Beethoven motivan la reflexión y las conversaciones de los alumnos. El teatro también aporta ejemplos; en Diálogos de fugitivos, escribe Bertolt Brecht: “Nosotros aprendimos en la escuela cosas como las diferencias sociales. ¡Aquello era toda una asignatura!”.

El combate por la emancipación de las mujeres puede sugerirse en el aula mediante clásicos como Madame Bovary (1857), de Flaubert, o Ana karenina (1877), de Tolstoi. Si se aterriza en la historia reciente, la cantante y activista chilena Ana Tijoux estrenó en 2014 su cuarto álbum, Vengo; una de las canciones, Antipatriarca, exhortaba a la liberación femenina: “No sumisa ni obediente / mujer fuerte insurgente / independiente y valiente / romper las cadenas de lo indiferente / no pasiva ni oprimida/”. La cinta Te doy mis ojos (2003), de Icíar Bollaín, se centra en la violencia machista.

Los autores de Otra educación rechazan el discurso único y uniformizador que no respeta las diferencias de lenguas, culturas e identidades. Se muestran partidarios de un interculturalismo crítico. Las letras de los cantautores Manu Chao (Clandestino) y Pedro Guerra (Contamíname) asumen esta diversidad: “Cuéntame el cuento del árbol dáctil de los desiertos / de las mezquitas de tus abuelos / dame los ritmos de las darbukas y los secretos / que hay en los libros que yo no leo/”. El supremacismo blanco en Estados Unidos -durante los años 30 del siglo pasado- aparece en Matar a un ruiseñor (1960), de Harper Lee; la novela, éxito de ventas, fue adaptada dos años después al cine, con Gregory Peck en el papel protagonista.

Frente a la barbarie, la impunidad y el auge de la extrema derecha, el ensayo reivindica la memoria. El escritor italiano judío Primo Levi dejó testimonio en Si esto es un hombre (1947) de cómo sobrevivió al holocausto nazi en el campo de Auschwitz. Sobre la represión y el terror en América Latina, los pedagogos proponen títulos cinematográficos como La historia oficial (1985), de Luis Puenzo, que se acerca a las desapariciones y la lucha por la verdad en la dictadura militar argentina. Un motivo similar, para el caso de Chile, puede hallarse en Missing (desaparecido), estrenada en 1982 con la dirección de Costa-Gavras y protagonizada por Jack Lemmon.

Respecto a la guerra española de 1936, dos de las múltiples opciones literarias son La forja de un rebelde, de Arturo Barea, y Réquiem por un campesino español, de Ramón J. Sénder. El texto concluye con una apelación a la esperanza y la resistencia colectiva: Get up, stand up, stand up for your rights! (Levántate, ponte de pie por tus derechos), cantaba Bob Marley en 1973.

Fuente: https://rebelion.org/una-pedagogia-critica-y-emancipadora-frente-a-la-educacion-tradicional/

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Libro(PDF): Acceso, democracia y comunidades virtuales. Apropiación de tecnologías digitales desde el Cono Sur

Reseña: CLACSO

Es tiempo de empezar a desarrollar tecnologías alternativas que se basen en otros modelos de negocios, en la resolución de otras necesidades, que se configuren con otros procesos, como la construcción colectiva de algoritmos, que sean procesos transparentes y abiertos, que tengan principios comunitarios de manejo de datos.

Una tecnología construida por las comunidades y poblaciones que hasta ahora han sido etiquetadas como las grandes consumidoras y que nuestro grupo propone que tengan el derecho de diseñar, definir y proponer la tecnología que requieren y que quieren. Especialmente nos referimos a las mujeres, las poblaciones indígenas, las poblaciones migrantes, fronterizas, costeras, rurales, entre otros. Partimos del principio de que en estos momentos históricos en que vivimos en una sociedad digital, es un derecho humano fundamental que todo grupo social diseñe y construya la tecnología que necesita. Además, estamos convencidos y convencidas de que pueden/podemos hacerlo.

Del Pronunciamiento conjunto del Grupo de Trabajo CLACSO Apropiación de Tecnologías Digitales e interseccionalidades y RIAT.

Autor (a): 

Roberto Canales Reyes. Consuelo Herrera Carvajal. [Coordinadores]

Alejandra Agudelo Marín. Marta Bianchi. Roxana Cabello. Rosa Cicala. Mariela Cogo. Silvia Coicaud. Paola Costa Cornejo. Romina Gala. Alejandro Gelfuso. Georgina González Gartland. Oscar Grillo. Carla Grossman. Silvia Lago-Martínez. Víctor Latorre Mansilla. Marlén Martínez Domínguez. Susana Morales. María Julia Morales González. Sonia Muñoz-Muñoz. Claudia Ormeño Hofer. Lina Rosa Parra Bernal. Daniel Enrique Pichl. Patricio Pino Castillo. Martín Pizarro. Jocelyn Portugal Villar. Ana Laura Rivoir. Susana Rodríguez Morales. Flavia Samaniego. Luis Sandoval. Ester Schiavo. Juan Carlos Travela. Carlos Ulloa Jaramillo. Luis Bernardo Veas Alfaro. Elizabeth Vidal. Ana María Wee Serrano. [Autores y Autoras de Capítulo]

Editorial/Edición: CLACSO. Universidad de Los Lagos. Red de Investigadores sobre Apropiación de Tecnologías Digitales.

Año de publicación: 2020

País (es): Argentina

ISBN: 978-987-722-767-3

Idioma: Español

Descarga: Acceso, democracia y comunidades virtuales. Apropiación de tecnologías digitales desde el Cono Sur

Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?id_libro=2284&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1461

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