Autores/as: CINEP/PPP, Centro de Investigación y Educación Popular/ Programa por la Paz, Fundaciòn Tierra y NITLAPAN/UCA
Responsables: Asociación para el Desarrollo de la Mujer Negra Costarricense
Año: 2016
Ciudad/País: Bogotá, Colombia
Editorial: CLACSO
ISBN: 978-958-644-210-7
Sinopsis: l Programa Mujer y Tierra de la Coalición Internacional por el Acceso a la Tierra —ILC— América Latina y El Caribe fue desarrollado durante 15 meses en los años 2013 y 2014. En él participaron la Asociación Comité de Desarrollo Campesino —CODECA—, de Guatemala; la Asociación para el Desarrollo de la Mujer Negra Costarricense (Centro de Mujeres Afrocostarricenses); el Instituto de Investigación Aplicada y Promoción del Desarrollo Local —NITLAPAN/UCA—, de Nicaragua; la Fundación TIERRA, de Bolivia; y la Corporación de Desarrollo Solidario —CDS— y el Centro de Investigación y Educación Popular/Programa por la Paz —CINEP/ PPP—, en Colombia. Contó con el apoyo logístico y financiero de la Secretaría Global y de la Coordinación Regional para América Latina y el Caribe de la ILC y se desarrolló a partir del trabajo colectivo realizado en dos reuniones presenciales (Bogotá, febrero de 2014, y Cartagena, diciembre de 2014) y varias virtuales, así como a partir de actividades autónomas de las instituciones involucradas. El Programa tenía como objetivo promover el empoderamiento social y económico de las mujeres rurales y sus organizaciones en Bolivia, Colombia, Costa Rica, Nicaragua y Guatemala. De esta manera, se planteó la realización de tres acciones para cada uno de los países: (i) construcción de diagnósticos locales sobre la gobernanza responsable de la tierra frente a las mujeres rurales, usando herramientas Presentación El Programa tenía como objetivo promover el empoderamiento social y económico de las mujeres rurales y sus organizaciones en Bolivia, Colombia, Costa Rica, Nicaragua y Guatemala. 6 como las Directrices voluntarias sobre la gobernanza responsable de la tenencia de la tierra, la pesca y los bosques en el contexto de la seguridad alimentaria nacional —DDVV—. Además, se desarrollaron (ii) ejercicios de formación y acompañamiento a organizaciones de mujeres rurales, en los que se incluyeron temas relativos a la gobernanza responsable de la tierra y otros recursos naturales y a la evaluación de género de políticas agrarias, así como a derechos específicos de este grupo.
Netflix está a punto de estrenar su primera serie totalmente producida en España, ‘Las chicas del cable’, que narra las vivencias de un grupo de telefonistas en los años 20. De la mano de tres operadoras reales, descubrimos los secretos de este disciplinado oficio que permitió a cientos de mujeres incorporarse al mercado laboral. «Me espabiló mucho la Telefónica», señala Magdalena Martín, la última telefonista de España. El cierre de su centralita manual la dejó sin trabajo en 1988.
“¿Qué población desea?” “Con Barcelona hay dos horas de demora, cuelgue y le llamaremos”. A sus 93 años, Celina Ribechini no solo recita de memoria las frases que repetía una y otra vez en su trabajo de telefonista hace más de siete décadas, cuando las manos femeninas conectaban cables de las centralitas para establecer las llamadas.
Esta bilbaína también recuerda con exactitud el examen que aprobó en 1942 para conseguir un puesto en la central de Pamplona de la joven Compañía Telefónica Nacional de España (CTNE), fundada en 1924. Además de cumplir los requisitos para presentarse a las oposiciones (ser soltera, tener entre 18 y 27 años, no utilizar gafas, ser capaz de separar los brazos 1,55 metros o mostrar un certificado de buena conducta), realizó una prueba con los auriculares, dos dictados (“uno deprisa y otro despacio”) y respondió a unas “cuantas cuestiones de geografía, un poco de historia y de cultura general”.
“En aquella época no pude estudiar y económicamente mi casa estaba muy mal, había que sacar dinero”, explica Celina a HojaDeRouter.com. Hoy doctora en Historia por la Universidad de Deusto (defendió su tesis después de jubilarse), aquellas pruebas a las que se presentó tras realizar el Servicio Social obligatorio marcarían su futuro y el de muchas otras jóvenes que pasaron a trabajar delante de un panel repleto de clavijas y luces.
Tiempo atrás, en 1928, el año en que Alfonso XIII realizó la primera llamada transoceánica desde el Edificio Telefónica de la Gran Vía madrileña, comenzaban a trabajar en la capital las cuatro protagonistas de la primera serie de Netflixenteramente producida y rodada en España.
‘ Las chicas del cable’, cuyos nueve primeros episodios verán la luz este viernes de forma simultánea, refleja el día a día de las mujeres que ponían en contacto a los abonados, manejando los cables con asombrosa rapidez. Un oficio exclusivamente femenino (si bien los primeros operadores eran hombres) que permitió a muchas mujeres incorporarse al mundo laboral, lo que no era lo habitual en la época.
MUJERES, SOLTERAS Y JÓVENES
Organizadas por turnos, las operadoras de la central telefónica de Pamplona permitían que los abonados se comunicaran las 24 horas del día en cualquier momento del año. La disciplina era casi militar: unos minutos antes de su hora de entrada, se cambiaban para ponerse su uniforme azul. Una sucesión de timbres les avisaba de que debían prepararse y, poco después, entrar en la sala.
En correcta formación y con “la vigilanta al frente” (la encargada de controlar el tráfico), cada operadora se dirigía a su “posición” en el cuadro de conexiones, sustituyendo a la anterior, que también salía en rigurosa fila.
En un primer momento, Celina desempeñaba su labor en una “torrecilla”, una mesa apartada del cuadro de operaciones. Recibía las llamadas, recogía los datos del abonado y los anotaba en un tique para que otra compañera pusiera después la conferencia, un labor que ella también realizó posteriormente. “Cuando tenías que ir al servicio se lo tenías que decir a la vigilanta para que viniera otra. El cuadro no se podía dejar libre”, rememora Celina.
Aunque reconoce que el trabajo “era duro”, le satisfacía realizar un trabajo que le permitía ser independiente en lo económico. “Mi madre murió, mi padre se casó otra vez, sin eso no sé qué hubiera sido de mí. No me tuve que humillar ante nadie. Con lo que he tenido, he salido y he podido llegar a la situación en la que estoy hoy”, aprecia Celina.
Ser soltera le permitió conservar ese trabajo, pues las casadas, en aquellos años, eran obligadas a dejar su puesto de telefonistas (en el Fuero del Trabajo de 1938ya se hablaba de “liberar a la mujer casada del taller y de la fábrica”). “ Mi hermana, que desgraciadamente murió por aquel entonces, tenía novio, se iba a casar y sabía que iba a tener que dejar el trabajo. Podía pedir una excedencia en el caso de que se quedara viuda o el marido enfermara”, recuerda.
Que algunas mujeres se quedaran solas trabajando por la noche también era algo excepcional en la dictadura. Según nos cuenta Celina, muchas aprovechaban la tranquilidad nocturna, frente al ritmo frenético que llevaban durante el día, para llamar a sus novios o charlar con los redactores de periódicos que “terminaban a esas horas y se aburrían”.
También había hueco para el puritanismo en las centralitas. “‘Tilín! ¡Tilín! Campanitas de la Virgen”, anunciaba una operadora desde la central de Logroño a las cinco de la mañana. Tras contactar con todas las centrales de España, convocaba con esa llamada a las telefonistas para que rezaran el rosario poco antes de que los transportistas comenzaran a coger el teléfono al alba.
Las mujeres que desempeñaban el oficio también tenían que pasar los festivos delante de las luces y clavijas. Celina aún recuerda que, en Nochevieja, los mecánicos y ellas lo celebraban juntos “un poco”, minutos antes de la doce. Pasada esa hora, la sala se volvía “un incendio de llamadas”.
UNA VIDA INDEPENDIENTE EN MADRID
Lola Blasco también tiene el recuerdo de comerse las uvas delante del cuadro de conexión. Esta operadora comenzó a trabajar en Telefónica años después que Celina, ya en los 60, aunque su trabajo era similar. Tras estudiar el bachillerato (un hecho que, según nos cuenta, extrañó al jefe de personal), consiguió un puesto en la central de Alicante con tan solo 18 años.
Tiempo después pidió el traslado para trabajar en Madrid, como ‘Las chicas del cable’ de Netflix. “Yo es que era un poco adelantada a mi tiempo. Me gustaba vivir y me fui a Madrid”, asegura. Más de doscientas telefonistas trabajaban en su misma unidad del Edificio Telefónica, destinada a atender las llamadas de la provincia de Madrid. “Un señor marcaba el 09, ‘póngame con Alcorcón’, y entonces dices: ‘¿qué número quiere usted de Alcorcón?’”, recuerda Lola.
Tras conectar un extremo del cable a la clavija de la luz que se encendía, la telefonista se comunicaba con el abonado y conectaba el otro extremo con el centro al que deseaba llamar. Mientras los interlocutores conversaban, ellas manejaban una llave que les permitía oír la conversación. “Había que observarlo porque antiguamente se cortaban mucho las comunicaciones”, justifica Lola.
No obstante, durante los seis meses del cursillo de formación que tuvo que pasar para ser operadora, la enseñaron que debía guardar secreto. Tampoco es que tuviera tiempo para fijarse en los detalles. A la telefonista le faltaban manos para atender varias llamadas a la vez, y cuando no daba abasto, las luces comenzaban a parpadear para alertarle de las que tenía pendientes.
A ello se sumaba la presión de las observadoras, un grupo de mujeres que paseaban detrás suya, sin que se percatase, para comprobar si trabajaba y se dirigía correctamente a los abonados. Pese al frenético ritmo de trabajo y al control férreo y constante, Lola no supo de ningún despido.
“En los años que he vivido en Telefónica, nunca, porque aunque no quisieras trabajar, del ‘trabajazo’ que había tan tremendo tenías que hacerlo […] Y sin aire acondicionado, cariño. Aquí en Alicante yo he visto cómo se caía la gente en el mes de agosto mareadas”, rememora.
Lola cree que las jornadas duraban siete horas precisamente por la intensidad de la labor (“ocho no había cuerpo humano que lo hiciera, era a tope desde que entrabas sin parar”), aunque eso sí, disponía de dos emergencias para ir al servicio y un descanso de media hora en una sala donde las telefonistas se reunían para tomar un bocadillo o un café.
Pese a la disciplina casi militar, el ambiente de compañerismo ayudaba a que el trabajo en Telefónica se hiciera más llevadero. Las jefas de sala y unidad eran como “madres” para Lola, y las otras telefonistas se convirtieron en sus amigas. “Las compañeras éramos una piña”, recuerda.
Además, los sueldos permitían “vivir bien”, aunque la mano de obra femenina fuera más barata, y en Madrid gozaba de independencia, ya que vivía en un piso compartido con unas amigas. Como no le gustaban los domingos, cambiaba a sus compañeras esas jornadas para tener días libres entre semana y poder pasear más tranquila por las calles de la capital o visitar el Museo del Prado, ya que la pintura es una de sus pasiones. “La experiencia que he tenido en Madrid ha sido maravillosa”, considera.
LA TRISTEZA DE LA ÚLTIMA TELEFONISTA
Magdalena Martín también ponía en contacto a los abonados, aunque a diferencia de Celina y Lola, no lo hacía en una gran capital, sino desde su propia casa en Polopos, un pueblo de la Alpujarra granadina que contaba con 260 habitantes y tan solo 46 abonados. “Llamaban desde sus casas y en mi casa se encendía una ‘lucecica’ y sonaba un timbre, y entonces yo iba corriendo, le metía la clavija a la luz y decía ‘dígame’ ”, describe Magdalena, la última telefonista de España.
Los que no disponían de teléfono iban a su casa a solicitar la llamada. Si alguno de ellos era el destinatario, la propia Magdalena se desplazaba al lugar donde estuviera el vecino para decirle un “venga usted a las 4 que le va a llamar su hija”. Un trabajo que le permitía conocer de primera mano las buenas y malas nuevas del pueblo, desde los nacimientos a las muertes, aún sin escuchar las conversaciones: los propios abonados le informaban al charlar con ella. Tanta confianza llegaba a tener con los que visitaban su centralita que acabó sabiendo de memoria los números a los que solían llamar.
El primer centro local se abrió en Ajofrín (Toledo) en 1893, y desde ellos se podía acceder a un centro superior (en el caso de Polopos, Albuñoz) para conectar con cualquier punto del mundo. “ Aquí hay muchos extranjeros ”, explica Magdalena. “Entonces pedían conferencias a Dinamarca, a Estados Unidos, a Andorra…”
Ella heredó la centralita de su suegro y se volcó en un trabajo que, a diferencia del que realizaba las telefonistas en la capital, no tenía horarios: había que estar pendiente de las llamadas en todo momento. “ Las 24 horas, aquí no se podía quitar nadie«, recuerda. «Cuando fui a dar a luz tuve que enseñar a una chica para que se quedara con mi suegra, porque era mayor. Si yo iba a misa, mi marido se tenía que quedar en la centralita”.
Pese al crecimiento de las centrales locales (en 1924 había menos de 300; en 1969, más de 10.000), la progresiva automatización hizo que el trabajo de las telefonistas fuera desapareciendo. La última centralita manual fue precisamente la de Magdalena. Las autoridades decidieron celebrar una gran fiesta en Polopos el día de la clausura, el 19 de diciembre de 1988.
Mesas llenas de jamón y vino se llevaron a la plaza, amenizada con música, para los invitados de excepción : José Barrionuevo, el ministro de Transportes, Turismo y Comunicaciones, y Luis Solana, por entonces presidente de Telefónica, que llegaron en helicóptero a la localidad. Los dos se presentaron en casa de Magdalena, que realizó la última conexión para llamar al mismísimo Felipe González, presidente del Gobierno. “Yo estaba muy nerviosa porque mi voz sonó en la plaza”, rememora.
Ella no tuvo ocasión de disfrutar el ambiente festivo de una jornada que se narró en las crónicas de aquel momento y que aún es recordada en Polopos gracias a una placa conmemorativa. “Siempre he atendido el teléfono para luego lo mal que se portaron”, protesta.
Magdalena se quedó en el paro. Al ser una empresa “familiar”, Telefónica se limitó a indemnizarles, pero, según su relato, no le ofrecieron ningún puesto de trabajo. Lo que sí hizo la compañía fue llevarse el cuadro y la silla en la que Magdalena había pasado tantos ratos, incluso el bloc de notas donde apuntaba las llamadas, con el fin de preservar esos objetos que hoy son parte de la historia de las telecomunicaciones.
Tras acabar la fiesta, las autoridades invitaron a comer a su marido, pero no a Lola (“podían haber dicho ‘véngase usted’”), que se quedó en casa sin tener ya abonados a los que poner en contacto. “Me llamaron desde Barcelona y una operadora me dio la enhorabuena porque era la última de España. No se me olvidará nunca”.
Para entonces, Celina y Magdalena llevaban años alejadas del oficio de telefonista. La primera pasó a ser supervisora del Servicio de Abonados, un puesto administrativo que le gustaba menos que el trabajo en el cuadro. “De todos los años que he estado en Telefónica, que han sido 40, los que más me han gustado han sido los que he estado de telefonista”, destaca Celina, una mujer incombustible que, ya nonagenaria, ha publicado el libro ‘Retazos y pinceladas. Historia en Euskalherria’.
Lola, que tiene ahora 68 años, se prejubiló hace una década, tras ser administrativa o asesora comercial, un puesto que la obligó a volver a Alicante. Al igual que la historiadora, recuerda con cariño su etapa como telefonista: “ Fueron los mejores años de mi vida. Dentro del trabajo, los mejores. Éramos amigas y compañeras”.
Como amigas y compañeras son las ‘chicas del cable’ que protagonizan la serie de Netflix, cuatro mujeres que en los felices años 20 lograban incorporarse al mundo laboral desempeñando el extinto y tristemente olvidado oficio de telefonista.
————–
Las fotografías han sido cedidas por Celina Ribechini (1 y 2), Lola Blasco (3), Francisco Page (4) y Magdalena Martín (5)
Ponencia de Miriam Nobre en el XI Curso OMAL (Bilbao, UPV/EHU, 30 de noviembre de 2016)
La segunda ponencia del XI Curso OMAL estuvo a cargo de Miriam Nobre (SOF-Sempreviva Organización Feminista, Brasil) y trata sobre «Mujeres feministas frente a las grandes corporaciones: el caso de Brasil».
El curso está propuesto con la intención de conocer de primera mano contextos, sectores y procesos de especial relevancia hoy en día en la disputa con el poder corporativo a nivel global, tanto desde una lógica social como institucional. A la par que debatir cuales podrían ser algunas claves comunes para enfrentar actualmente el poder atesorado por las empresas transnacionales.
El Parlamento de la república rusa de Chechenia añadió al proyecto de ley de educación un artículo que autoriza a los alumnos de las escuelas llevar vestimentas y símbolos religiosos, informó a Sputnik el servicio de prensa del Parlamento.
«Ese proyecto representará un apoyo jurídico indisputable para mejorar el funcionamiento de las organizaciones educativas y garantizar el respeto por los derechos constitucionales de los alumnos», dijo el presidente del Parlamento, Magomed Daúdov, citado por el servicio de prensa.
La fuente indicó que el nuevo artículo no contradice la Ley Federal sobre la Educación en la Federación de Rusia.
El uso de vestimentas religiosas en las escuelas desató acalorados debates en la sociedad rusa en más de una ocasión.
La provincia de Stávropol, en el sur del país, fue la primera en vetar el llamado velo islámico (hiyab) en los colegios, una decisión ratificada por el Tribunal Supremo de Rusia en 2013.
En 2015 el Supremo avaló un veto similar declarado un año antes en la república de Mordovia.
La polémica se reavivó en enero de 2017, después de que la ministra de Educación rusa, Olga Vasílieva, afirmara que el auténtico creyente no se empeña en resaltar su fe con atributos.
Vasílieva recordó, además, que la enseñanza en Rusia es laica.
Por su parte, el dirigente de Chechenia, Ramzán Kadírov, manifestó su «desconcierto» por esas declaraciones y rechazó la prohibición del hiyab en las escuelas.
Más tarde Daúdov comunicó que los legisladores de la república se plantean aprobar una ley que permita a las alumnos llevar en las aulas el hiyab, el crucifijo o la kipá, si lo desean.
Abril 2017/Noticias/http://ecodiario.eleconomista.es/
El secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, ha anunciado la designación como Mensajera de la Paz de la activista paquistaní y Nobel de la Paz Malala Yousafzai por su trabajo en favor de la educación de las niñas en todo el mundo.
MADRID, 8 (EUROPA PRESS)
«Incluso frente al mayor de los peligros, Malala Yousafzai ha mostrado un compromiso inquebrantable hacia los derechos de las mujeres, las niñas y todas las personas», ha aseverado Guterres, que ha indicado que la ceremonia de nombramiento tendrá lugar el 10 de abril.
«Su activismo y su coraje en favor de la educación de las niñas ha impulsado a muchas personas en todo el mundo. Ahora, como la Mensajera de la Paz de la ONU más joven de la historia, Malala tendrá una mayor influencia y ayudará a crear un mundo más justo y pacífico», ha manifestado.
El pasado lunes, el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, anunció que hará entrega de la ciudadanía honorífica a Malala Yousafzai, que visitará el país el 12 de abril y se dirigirá al Parlamento en un discurso.
«Me satisface anunciar la visita de Malala Yousafzai a Canadá. La valiente respuesta de Yousafzai a los que amenazaron su vida y su defensa de la educación de las niñas ha inspirado a millones de personas de todo el mundo», ha dicho.
«Su historia es una de determinación y dignidad, y Canadá está orgulloso de nombrarla ciudadana honorífica de este gran país», ha manifestado, expresando su deseo «de presenciar el momento histórico en el que se convierta en la persona más joven en dirigirse al Parlamento de Canadá».
Por su parte, Yousafzai ha destacado que «el pueblo de Canadá lidera al mundo en su respuesta ante la crisis de refugiados», afirmando que se «siente honrada por la invitación del Parlamento (canadiense)».
Yousafzai fue premiada en 2014 con el Premio Nobel de la Paz junto al activista indio Kailash Satyarthi «por su lucha contra la opresión de los niños y los jóvenes y por el derecho de todos los niños a la educación».
La joven sobrevivió en octubre de 2012 a un atentado de los talibán, que dispararon contra ella cuando viajaba en un autobús escolar en el valle del Swat, donde residía entonces. Yousafzai resultó herida de gravedad y fue traslada a Reino Unido, donde se recuperó de las heridas. Los talibán paquistaníes afirmaron en diciembre de 2013 que intentarán asesinar a Yousafzai si ésta se dispone a regresar al país.
Desde 1789 el Movimiento Feminista se constituye como tal en las luchas y reivindicaciones de las mujeres francesas que se suman a la Revolución con sus propias reivindicaciones. Desde entonces, con sus periodos de desánimo, las mujeres del mundo occidental han estado en las calles de todos los países reclamando sus derechos, su existencia, su visibilidad. Otras batallas han dado, y ganado y perdido, las mujeres del mundo entero, aunque nuestra ignorancia haya invisibilizado a las de otros continentes.
En la última época en España, la que se sigue a partir de 1975, el MF se ha batido bravamente por lograr salir de las catacumbas en que lo enterró la dictadura, por aprobar la no discriminación en la Constitución de 1978, por implantar las leyes de igualdad y de avance social. Y ha cosechado grandes triunfos.
Con motivo del II Congreso del Partido Feminista de España, hemos aprobado el programa electoral que ha asumido Izquierda Unida y que se ha implantado en Unidad Popular. Al redactarlo, comparándolo con el que aprobamos en el I Congreso de 1983, la sorpresa y hasta el asombro nos invadió, porque habíamos olvidado las reivindicaciones que llevábamos en él. Porque excepto la abolición de la prostitución, esta línea roja que es más una sima que separa el verdadero avance de las mujeres prostituidas de quienes quieren que permanezcan en la ignominia, todas las reivindicaciones que expusimos en aquel año las hemos alcanzado. Y supongo que esta afirmación sorprenderá a su vez a las mujeres que están sufriendo hoy tantas discriminaciones, pero no hay más que comprobar en el papel lo que digo.
Resulta emocionante leer que el primer artículo del programa de aquel año, tan cercano, exigía que no hubiese discriminación a las mujeres por su opción sexual y estar viviendo la legalización del matrimonio homosexual. Como es igualmente conmovedor comprobar que en 1983 todavía solicitábamos la coeducación. En la mayoría de apartados de nuestra vida y de nuestra lucha tenemos que celebrar victorias: la ley de aborto, la ley de violencia, la creación de juzgados especiales para encausar la violencia machista, gabinetes psicosociales para los casos de divorcio, la reforma de la ley de divorcio, los estudios feministas, la ley de igualdad, la ley de paridad. Todas estas reformas han sido aprobadas en estas tres décadas que nos separan de aquel exitoso I Congreso del Partido Feminista.
¿Qué pasa entonces, me preguntarán mis lectoras sorprendidas ante esta declaración, para que los crímenes machistas se produzcan cotidianamente, para que los denostados gabinetes psicosociales estén decidiendo la separación de los hijos a las madres, para que los salarios sigan siendo un 30% menores que los de los hombres, y tantas otras discriminaciones e injusticias que siguen padeciendo las mujeres?.
Es preciso no olvidar que el enemigo nunca descansa. La ofensiva machista de los últimos años ha pervertido los avances alcanzados. O ni siquiera eran tan avances sino más bien maquillajes legales. Así la Ley de Violencia de Género contiene en su redactado, que refleja el espíritu patriarcal con que se aprobó, la ausencia de verdadera protección de la víctima; los juzgados especialistas no son tan especialistas y no disponen de medios, los gabinetes psicosociales están formados por quienes no son ni profesionales ni feministas, la ley de igualdad no es coercitiva por lo que resulta totalmente inoperante, la ley de paridad puede no cumplirse en la práctica. Y seguimos con las diferencias salariales que desde 1789 están denunciando las mujeres.
Las luchas del MF han sido continuadas, valientes y exigentes, y han alcanzado los éxitos señalados y otros más, pero ya vemos que muchos de ellos han sido desvirtuados o nos los han falsificado. Al final quienes legislan y deciden se sientan en el Congreso de los Diputados y en el Senado. Es preciso que se comprenda en el seno de MF que hemos llegado al final de una era. Ya no es rentable seguir reclamando nuestras vindicaciones en la misma forma que lo hemos hecho durante cuatro décadas porque nuestras acciones se repiten y se repiten y la gente se acostumbra a ellas, con el efecto de que se esclerotizan, porque el poder puede perfectamente asumir y digerir una gran marcha que dura cuatro horas, y las manifestaciones, asambleas, encuentros, debates y charlas que organizamos diariamente sin descanso. Hoy ya no erosionamos ni el poder capitalista ni el patriarcal con esas estrategias de lucha.
Por eso ha llegado el momento de que las organizaciones feministas se propongan alcanzar las cotas de poder político que las representen. Porque las leyes y el gobierno no se deciden únicamente en la calle. Nuestro sistema político está basado en los partidos, ellos dirigen la vida de las mujeres y de los hombres. Es imprescindible disponer de esa clase de organización para participar de las decisiones fundamentales que nos atañen a nosotras y al futuro del país.
La opción del Partido Feminista no es un capricho ni una curiosidad ni una experimentación. Nuestro programa es el más avanzado de los que se presentan, porque además de las cuestiones de Estado incluimos todas aquellas que pertenecen a nuestra situación específica. Si las mujeres y los hombres feministas no comprenden que únicamente batiéndonos en la arena electoral llegaremos a situarnos en las instituciones que deciden sobre nuestra vida, seguiremos medio siglo más manifestándonos en la calle por los mismos temas que lo hicimos en el XX y en el XVIII.
Es imprescindible entender que el feminismo es política, que esa artificial división entre feminismo y política únicamente beneficia a los que dirigen los partidos tradicionales, cuyas cúpulas masculinas –con la complicidad tantas veces de mujeres- deciden las que llaman “agendas” en las que los temas de la explotación de la mujer no tienen apenas cabida. Y a la vez hemos de comprender que el feminismo ha de decidir también sobre los grandes temas de toda la sociedad: la República, la defensa, la Iglesia, los tratados internacionales, porque a ninguno de ellos somos ajenas las mujeres.
Si, como recordamos continuamente, constituimos la mitad más dos de la población del mundo y somos las madres de todos, no hay asunto en el que no estemos implicadas. Si limitamos el feminismo a la lucha por los específicos problemas que nos afectan pero nos inhibimos de la política, la economía, la cultura, hemos limitado nuestra lucha. Esta visión segregadora y reduccionista del feminismo nos hace más débiles, más ignorantes, más marginadas de la gobernación del país.
El Partido Feminista se propone llevar su proyecto político, su programa electoral, a las más amplias capas de nuestra población; organizar cursos de formación feminista y política, difundir los principios de igualdad y fraternidad, tan queridos por los pueblos desde hace doscientos años, para que la mayoría de las mujeres y los hombres de España comprendan que el feminismo es el movimiento social más avanzado, más comprometido con la libertad y por acabar con la explotación de todos los seres humanos.
Para ello, ya hemos organizado varios cursos en distintas ciudades de España. Después de Sevilla, donde comenzamos la semana pasada, en Madrid, en el Club de Amigos de la Unesco, en la calle Atocha 20, nos reuniremos el jueves 18 de febrero en la primera sesión del curso, para recordar, aprender y homenajear a nuestras antepasadas y pioneras en esta larga lucha. Después seguirán el 22, 25 y 29 de febrero, con el estudio del feminismo, del marxismo y de la lucha política en que estamos inmersas. Os espero a todas y a todos.
El 8 de Marzo de 2017 pasará seguramente a la historia por la dimensión internacional que tuvo y, sobre todo, por las masivas movilizaciones por la igualdad y contra la violencia de género. Por primera vez se convocaba un paro a nivel mundial el 8 de marzo por mujeres de cuarenta países. Su movilización y protagonismo está creciendo desde que las argentinas se echaron a la calle en 2015 con su “¡Ni una menos!”; después han seguido en otros países como México, Perú y Brasil contra el feminicidio y las violaciones. También en la India o en Turquía, en Polonia contra el ataque al derecho al aborto, en Francia defendiendo la igualdad salarial frente a los recortes del gobierno. O en Estados Unidos nada más ser elegido Trump por su actitud reaccionaria, machista y racista.
Con el paro del 8-M se intentaba visibilizar la importancia social de las mujeres en la reproducción, la producción y los cuidados, y plantear sus demandas de igualdad, de rechazo de la sobreexplotación y de todo tipo de violencias. Las mujeres han decidido que no van pagar la crisis económica y no van a permitir que se recorten sus derechos y los avances conseguidos tras mucha lucha por la oleada neoconservadora que vive el mundo.
No hay datos agregados del paro y es difícil de medir su dimensión porque afectaba a todo tipo de actividades, pero a tenor de la asistencia a las manifestaciones, la jornada fue un éxito. El periódico El País titulaba en primera página –eso sí, debajo de la remontada del Barça- que habían participado cientos de miles de personas en el mundo. Sólo en Madrid hubo cientos de miles de personas, en la manifestación más grande en mucho tiempo, que recordaba las grandes marchas contra la guerra de Irak. Ya en 2016 fue impresionante la manifestación de Madrid, cuando las organizaciones convocantes decidieron pasar de la estrecha calle Atocha, donde tradicionalmente se realizaban, a desfilar por las grandes avenidas, el Paseo del Prado el año pasado, en 2017 en la calle Alcalá y Gran Vía. El País devaluaba la manifestación, pero al menos decía algo, y es que ha sido una vergüenza el apagón informativo de una manifestación que algunos han llegado a cifrar en un millón de personas. Gracias a algunos medios digitales como cuartopoder.es, se ha aportado objetividad a lo sucedido.
Nada pasa por casualidad. La gran afluencia a la manifestación la explica el gran trabajo que se viene haciendo desde hace años. También había circunstancias especiales en esta ocasión. En dos meses de 2017 asesinaron a una veintena de mujeres, según uno de los observatorios más objetivo sobre el tema. Por eso un grupo de mujeres mantuvo una huelga de hambre de 27 días hasta las vísperas del 8 de Marzo. Se desconvocó ante el compromiso de los partidos políticos de crear una subcomisión parlamentaria y abordar la negociación de un Pacto de Estado contra la Violencia de Género. Hay una gran ofensiva de un patriarcado porque cuando se siente acorralado en sus privilegios, reacciona violentamente. Los avances en la liberación y en la mayor igualdad de las mujeres tienen que ver con este repunte de la violencia extrema y la agresividad en las redes sociales contra el feminismo.
Desgraciadamente la violencia no cesa. A algunos les resulta cansino que se hable de ello, pero lo que realmente colma el vaso es que sigan asesinándolas A modo de ejemplo, veo dos noticias cuando escribo estas líneas que son espeluznantes: Detienen a un violento individuo cuando pretendía agredir a su expareja armado con un machete en Calasparra y Detenido un hombre en Tetuán por dar 10 martillazos en la cabeza a su pareja. Pasa todos los días. A veces hay suerte y la intervención policial o de los vecinos impide la desgracia, pero no siempre.
Es importante un Pacto de Estado, las medidas judiciales y policiales, las ayudas económicas, laborales y psicológicas a las víctimas. Pero el tema es más de fondo y hay que dudar sobre si habrá recursos suficientes para evitar lo que se debe calificar como terrorismo machista. La cuestión es, como decía Iñaqui Gabilondo, ¿qué telarañas tenemos los hombres en la cabeza? Cambiar la mentalidad machista coloca a la educación en primer plano.
Nuestra experiencia en el instituto Villa de Vallecas es muy interesante. Llevamos años trabajando el tema de la igualdad, cada vez con un enfoque diferente: el trabajo y la igualdad, la violencia de género, desmontando mitos del amor romántico, los micromachismos, etc. Elaboramos un dossier anual, se organizan talleres, se empapela el centro y se montan instalaciones, videoarte, lectura de poemas, etc. Los platos fuertes son las charlas de una hora que dan grupos de alumnas y alumnos mayores a todas las clases de 1º y 2º de la ESO. Es una concienciación de ellas y ellos mismos en cascada. Un aprendizaje entre iguales que ya está dando sus frutos. En la mesa redonda de cierre del día este año participaron mujeres del grupo “Ve la Luz”, que apoyó la huelga de hambre de Sol, y una feminista histórica. El debate posterior fue muy rico e intenso.
En un centro con esta sensibilización, no es extraño que trescientos alumnos de los cursos superiores participasen en el paro simbólico convocado a nivel mundial. No nos engañamos, sabemos que nos queda mucho trabajo por hacer, pero estamos orgullosos del alumnado y del trabajo en valores que se realiza en la enseñanza pública. Es nuestra pequeña aportación para avanzar, poco a poco, en la formación de una ciudadanía con la conciencia clara de que la igualdad empieza en nosotras, las mujeres, y todas las personas de bien.
Fuente del articulo: https://www.cuartopoder.es/laespumaylamarea/2017/03/18/la-igualdad-empieza-nosotras/1886
Fuente de la imagen:https://www.cuartopoder.es/laespumaylamarea/files/2017/03/Manifestacion-8-marzo-Gran-Via.jpg
OtrasVocesenEducacion.org existe gracias al esfuerzo voluntario e independiente de un pequeño grupo de docentes que decidimos soñar con un espacio abierto de intercambio y debate.
¡Ayúdanos a mantener abiertas las puertas de esta aula!